miércoles, 28 de agosto de 2013

Gus Bus.

Los rayos de sol me acariciaron con lentitud, acunándome con la intención errónea de hacer que me despertara, no de que siguiera durmiendo. Me acurruqué aún más sobre la cama, abrí la boca todo lo que pude y solté un bostezo que bien podría haber entrado en el libro Guinness de los récords. Me giré en la cama, tapándome aún más con la manta; tenía frío porque, a pesar de que estaba en México, en pleno verano, estaba desnuda.
Louis sabía quitarme la ropa muy bien.
Louis...
Volví a darme la vuelta y abrí ligeramente los ojos. La cama estaba vacía. Dejé caer la mano donde había dormido él. Cuando se levantó, había estirado la manta y la había metido debajo de la almohada, como a mí me gustaba dormir, para que me fuera más difícil destaparme durante la noche y despertarme a causa del frío.
Sentí sus labios sobre los míos, en mi piel, su mano entrelazada con la mía, su cálido y amable cuerpo sobre el mío mientras lo hacíamos, y una sonrisa se extendió por mi boca.
Las yemas de mis dedos rozaron las heridas que iban cicatrizando poco a poco. Abrí la boca, solté otro bostezo, me incorporé y me froté los ojos. Suspiré, me rasqué la palma de la mano y eché un vistazo por el suelo. Seguramente hubiera una camiseta suya que me pudiera poner. Tal vez fuera lo bastante larga como para cubrirme las heridas de los brazos y, así, me ahorraría el tener que ponerme unos pantalones.
Me puse unas bragas y un sujetador, abrí la mochila de Louis y saqué una de sus camisetas de tirantes, blanca y negra, con una gran fotografía en el centro de ese último color.
Me acerqué al espejo de la habitación y miré mi reflejo. Tener el pelo corto tenía sus ventajas: ahora, por ejemplo, no se notaba tan despeinado como cuando me levantaba con él por debajo de los hombros.
Miré mis piernas; las heridas se insinuaban por debajo, pero los ruidos amortiguados que hacían los chicos en la sala central de la suite que les había otorgado el hotel me infundieron ánimos. No iban a juzgarme.
Abrí la puerta y caminé hacia ellos, descalza.
Estaban sentados en el sofá, los cinco, dando buena cuenta del desayuno como si no hubiera mañana. Entre ellos y la televisión, una enorme mesa con ruedas en su parte inferior, de patas doradas y plataforma plateada, hacía de soporte para su desayuno.
Louis ni se inmutó cuando me senté a su lado y le acaricié el brazo.
-Me desperté y no estabas-musité, acusadora, besándole el tatuaje de aquel ciervo enorme que se había estampado en el brazo con la mayor de las chulerías. Se encogió de hombros, masticando despacio una tostada con un montículo de mermelada de fresa.
-Se dice "buenos días".
-Buenos días, Liam, Hazza, Niall, Zayn-contesté, inclinándome hacia delante. Los chicos me devolvieron el saludo.
-¿Y a mí?-contestó mi novio, sin apartar a vista de la tele o, en su defecto, de su comida. Tostada, tele, tostada, tele, tostada, tele.
-A ti no te doy ni agua.
-Pues follamos bastante-replicó él, sonriendo por primera vez en la mañana. Le puse los ojos en blanco a modo de respuesta.
-Porque es satisfactorio para los dos-me ayudó Zayn, dándole un codazo a su amigo, que enarcó las cejas.
-Efectivamente. Soy una perra egoísta, pero tú me quieres así-asentí con la cabeza, cogiendo a Louis de la mandíbula y besándolo en los labios. Lamí la mermelada de su boca, y él sonrió.
-Eres igual que un animal, Eri.
-¿Te va la zoofilia, Tommo?-respondió Harry, mostrando unos dientes sorprendentemente blancos y limpios para la tarea que estaba llevando a cabo. Liam dio un sorbo de su café y nos miró uno por uno. Negó con la cabeza, miró al cielo pidiendo paciencia y siguió a lo suyo.
Niall se escurrió por el sofá, sentándose en el suelo con la espalda apoyada en él, y estiró la mano para llenarla de cruasanes. Yo ocupé el sitio que había dejado.
Louis se lo quedó mirando cuando Niall le dedicó una sonrisa de suficiencia.
-¿Te sientes guay por estar entre sus piernas?-espetó él, con un ligero toque de celos en su voz, pero supe que no era sincero. En el fondo se divertía con esto.
A modo de  respuesta, el irlandés me acarició el gemelo y me besó la rodilla. Yo me estremecí.
-Mira cómo le gusta, Tommo. Te va a dejar por mí.
-Yo no me tiño.
-Ya, pero yo no me hago dibujos permanentes en la piel.
Le froté el tatuaje de la D de la muñeca a Niall a modo de respuesta.
-¿Qué tienen de malos los tatuajes?-respondí.
-Pregúntame más bien qué tiene de normal que Louis tenga complejo de catálogo de un zoológico.
Nos echamos a reír, Niall por las mañanas era lo mejor que había.
-Te hemos guardado algunas cosas-comentó Zayn cuando conseguimos tranquilizarnos, pasándome un plato con todo tipo de comida. Subí los pies al sofá y negué con la cabeza.
-No tengo mucha hambre.
-¿Louis no te ha dado caña esta noche?-inquirió Liam.
-Un día de estos os voy a romper la cara y todavía el malo de la película voy a ser yo, tíos-contestó el aludido, negando con la cabeza y terminándose su café. Se giró hacia mí-. Y tú... mira a ver si comes algo, ¿quieres?
Le saqué la lengua.
-Quiero bacon.
-Yo quiero muchas cosas y tengo que joderme, así que come de lo que hay aquí.
-No.
-Diva.
-Ya-dije, encogiéndome de hombros y enganchando una manzana. No entendía cómo podía haber gente que comiera fruta para desayunar, y el no tener hambre me parecía una buena excusa para hacer experimentos.
En realidad me aborrecía comer, no era que no tuviera hambre. Simplemente me apetecía arrastrar a Louis a la cama y obligarlo a que se quedara conmigo hasta que yo me durmiera. Luego podría hacer lo que quisiera, como tirarse a 50 tías (aunque yo no lo haría si fuera él y le tuviera un mínimo aprecio a mis genitales), pero debía quedarse conmigo hasta que volviera a dormirme.
-¿Qué te ha pasado en las piernas, nena?-preguntó Zayn, tocando mis heridas. Me estremecí, tenía las manos muy frías, y muy duras, o al menos eso le pareció a mi piel ultra sensible y ofendida por la tortura de ayer.
Contemplé los cortes y miré a Louis, que negó con la cabeza. Eso debía comunicarlo yo.
-También me corté en las piernas.
Se quedaron callados un momento, mirándose en silencio; casi parecían estar hablando por telepatía.
-Escucha...
-Eh, Liam, no tienes que preocuparte de echarme una bronca. Louis ya lo ha hecho. Bastante gorda, además-añadí, girándome para mirarlo. Él no podía apartar los ojos de mis heridas; de repente deseé haberme puesto algo que me cubriera más, pero el mal ya estaba hecho-. No volveré a hacerlo. Sé que me cuidaréis, ¿vale? No quiero hablar más del tema, cuanto antes lo olvidemos, mejor.
Pero no podía olvidar el hecho de que Louis no apostaría por mí hasta que yo no volviera a ser la que había sido antes de que todo se descontrolara y se cayera al vacío.
Terminé encogiéndome de hombros para ahuyentar las malas sensaciones y los miré.
-Estoy bien, chicos.
-¿Seguro?-quiso asegurarse Harry con su voz medio adormilada.
-Seguro-asentí.
-No nos preocupes, ¿vale, chiquitita?-dijo Niall, volviendo a besarme la pierna-. O nos enfadaremos contigo.
-Vale-respondí yo, besándole el pelo.
-Ahora es cuando nos damos un abrazo grupal-murmuró Zayn.
-¿Podemos pasar? Es que estoy muy cómodo. He encontrado una buena postura-dijo Harry, poniendo cara de cordero degollado. Me eché a reír, y sintonicé mis pensamientos con los de los demás para tirarnos sobre él.
Estábamos en plena invasión cuando Noemí carraspeó.
-He terminado con la maleta. Voy a darme un baño-anunció, señalando el aseo con el pulgar. Harry asintió, se colocó bien los rizos y nos echó de encima de él. Pero el mal ya estaba hecho; sabía que iba a tener una buena discusión con Noemí por permitir que yo me acercara tanto a él.
Justo en el instante en que Noemí cerró la puerta del baño, todos nos levantamos y comenzamos a prepararnos para irnos. Alba salió de su habitación y se metió en la mía. Louis la miró en silencio, tiró el cojín sobre la cama y terminó de recoger la ropa que habíamos tirado por el suelo la noche anterior mientras yo la doblaba y la metía lo más cuidadosamente posible en la bolsa.
El único problema que teníamos Louis y yo era que nos gustaba demasiado tener cosas que ponernos, por lo que nos acabábamos peleando por el sitio que nos correspondía a cada uno en las bolsas que llevábamos, y necesitábamos ahorrar cada milímetro cuadrado.
-¿Tenéis vaselina?-preguntó, apoyada en el marco de la puerta. Louis volvió a mirarla, en su cara apareció una sonrisa. ¿Qué coño le habría venido a la cabeza ya?
Liam surgió de la nada para colocarse a la espalda de Alba. Le tocó la cintura y ella se estremeció de puro placer debido a su contacto.
Entonces, me fijé más atentamente en mi amiga. Dejé una de mis chaquetas a un lado, a medio doblar. Louis se acercó a ella, me la quitó de las manos, la hizo una bola y la hundió en la bolsa, intentando que ocupara el menor espacio posible. Iba a terminar matándolo, estaba segura.
Los ojos de Alba brillaban; seguramente ella acabara de levantarse. Todavía tenía una expresión adormecida; sus mejillas estaban coloradas, y por la forma en que se había echado a temblar cuando Liam posó su mano en su cuerpo, deduje que no era ni de frío, ni de miedo.
Se mordió el labio, y por fin vi lo que le había hecho tanta gracia a Louis.
Lo miré de refilón un segundo; ahora su sonrisa era descaradamente enorme.
-¿Y esa herida en el labio, Alba?
-Liam es un bruto-dijo a modo de respuesta. Louis se echó a reír a carcajada limpia, negó con la cabeza y me miró con ojos salvajes. Me hubiera echado atrás a la vez que me hubiera tirado encima de él. La parte racional de mi cabeza se había ido de vacaciones.
-¿Lo ves? Luego hablas de mí.
-Eso no te da derecho-repliqué, cogiendo una de las camisetas que estaba anudando hasta hacerle cantar la alineación de los equipos de fútbol islandeses con un perfecto acento de allí, tal era la magnitud de su tortura-, o libertad. Sabes que eres más bruto que Liam.
Liam asintió con la cabeza, Louis volvió a reírse.
-Es verdad, lo soy-asintió.
Liam se echó a reír, negó con la cabeza y empujó ligeramente a Alba para que entrara en nuestra habitación. No mordíamos.
Le arrebaté la mochila a Louis y revolví hasta conseguir encontrar la vaselina de frambuesa sin la cual ya no podía vivir. Se la tendí a Alba, que la cogió con desconfianza.
-¿Sabe bien?-preguntó.
Una de las comisuras de la boca de Louis se elevó con aires de suficiencia.
-Oh, ya lo creo que sabe bien, sí-asintió con la cabeza, mirándome y despertando mis más oscuros instintos animales. En ese instante, si él me hubiera tocado, si me hubiera pedido lo que yo deseaba, me hubiera importado un comino que no estuviéramos solos en la habitación. Le habría arrancado la boca a bocados y le habría recordado a quién le pertenecía yo y cuánto me pertenecía él a mí.
Alba untó los labios con la vaselina y me la devolvió. Me eché una poca, la guardé en la mochila y cerré la cremallera rápidamente. Me froté los ojos, terminé de meter la ropa en las maletas, y chasqueé los dedos. Louis, que se había tirado en la cama y había cerrado los ojos, los abrió. Se rascó la barriga y frunció el ceño, preguntando en silencio qué cojones me pasaba ahora.
Señalé las maletas, puso los ojos en blanco, bostezó y se incorporó. Se pasó una mano por el pelo (sentí un retortijón en el estómago, y no precisamente por hambre) y miró las bolsas con la vagancia dibujada en la cara.
-¿Tienes sueño?-pregunté, subiéndome a la cama y gateando hasta él. Puse las manos en sus hombros y apreté los dedos contra su piel, masajeándolo despacio. Le besé el cuello, él se dejó hacer, frotándose la cara.
-No he dormido muy bien.
-¿Por qué?
-Tuviste una pesadilla.
Me quedé quieta un momento, tratando de recordar, pero ante mí únicamente se extendía la oscuridad. Navegué por los confines de esa oscuridad, me bañé en ella, me sumergí intentando descubrir si bajo la superficie había algo que pudiera arrojar un poco de luz, tal vez una medusa luminiscente, pero nada. Absolutamente nada.
-No me acuerdo.
Asintió con la cabeza y se giró a mirarme.
-Pues me alegro de que no lo hagas.
Sonreí, le besé en los labios.
-¿Me movía mucho?
-Sí, y hablabas. No entendí lo que decías, hablabas en español-frunció el ceño-, pero decías mi nombre. ¿Cuando sueñas conmigo yo hablo en inglés o en español?
-No me acuerdo, Louis-dije, frotándome la cara-. Pero seguro que te ponía a vuelta y media.
-Siempre me pones a vuelta y media. Eres mala conmigo-replicó, golpeándome despacio el hombro con la cabeza. Me eché a reír, le revolví el pelo y tiré de él para levantarlo. Teníamos que ir al bus, teníamos que ponernos en marcha.
Nada más bajar de la habitación, en el vestíbulo del hotel, nos inundaron los gritos de las fans que querían despedirse de los chicos como ellos se merecían. Pensé en taparme los oídos, pero me contuve en el último instante, pensando que sería una falta de respeto que yo lo hiciera, pues los chicos no lo hacían y eran a los que más les gritaban.
Fastidiaba bastante el acercarse a alguien que no paraba de gritar, pedirle que se callara y conseguir que hiciera todo lo contrario precisamente porque te habías dirigido a él, te habías dado cuenta de que existía al menos unos segundos.
Entré en el bus detrás de Noemí, con las muñecas tapadas de nuevo, y me dejé caer en uno de los sofás. Me saqué el teléfono del bolsillo y lo miré. Varios mensajes, un par de llamadas, todos de mi familia. Volví a bloquear el teléfono, suspiré y le sonreí a Zayn cuando se sentó a mi lado.
El conductor arrancó el autobús, pero ni cerró las puertas ni se puso en marcha. Liam empujó a Louis dentro del vehículo, se asomó una vez fuera, lanzó un par de besos y luego se metió dentro. Se dejó caer en uno de los sofás mientras Niall saludaba a alguien que se acercaba por uno de los costados del bus.
Cuatro chicos que parecían tener mi edad entraron en el bus,  saludaron a los míos. Tenían un ligero acento que no logré identificar, pero supe que no eran ni ingleses ni estadounidenses.
Entonces, cuando uno de ellos, uno rubio que supuse sería el más pequeño (me parecía el más pequeño) me miró, y me sonrió.
-Tú eres Eri.
-Y vosotros 5 Seconds Of Summer, ¿no?-inquirí, tendiéndoles la mano. Ellos asintieron, se miraron entre ellos e intercambiaron varias sonrisas.
Louis se levantó de la litera, los saludó y se acercó a nosotros.
-No os conoce por vuestros nombres, así que venga-dijo, dando una palmada-, poneos en fila para que pueda presentaros de uno en uno como dios manda, porque sois demasiados; no doy a basto para decir vuestros nombres.
-Somos cuatro, uno menos que vosotros-replicó otro de los chicos,  de pelo largo, negro, extendido por su cara a modo de flequillo gigante.
Louis le sacó la lengua, y el señor flequillo se la devolvió.
-Vale, Eri, estos son Luke-dijo, señalando al rubio, que alzó las cejas y me dedicó una cálida sonrisa. Supuse que muchas chicas se desmayarían por aquello; debía reconocer que el chico tenía su encanto-, Calum-señaló a otro moreno de pelo más corto que el primero-, Michael-vaya, el flequillo tenía nombre-, y Ashton-dijo, señalando a otro de ojos azules y pelo castaño, que me recordó vagamente a Harry por sonrisa.
-Somos los teloneros-informaron, yo asentí con la cabeza.
-Lo sé, estuve en los conciertos.
-En el de España no lo fuimos-replicó el tal Michael, apartándose el pelo a un lado para mirarme.
-¿Sabéis que soy española?-inquirí, haciendo caso omiso de los dedos de Louis que me pedían que me callara. El rubio, Luke, miró al mayor de la banda a la que seguían por medio mundo, y mostró una preciosa sonrisa.
-Louis no cerraba la boca con que no quería ir a España porque se iba a acordar mucho de ti.
-¡Largaos a vuestro bus!
-Gus no está listo.
-¿Gus?-inquirí yo. Ellos asintieron con la cabeza.
-Nuestro bus se llama Gus. Porque rima-informó Ashton antes de echarse a reír con los demás. Alcé las cejas.
-Pasáis demasiado tiempo con los ingleses, ¿verdad?
Niall asintió con la cabeza.
-Pero nos lo pasamos en grande, ¿a que sí, australianos?
Chasqueé la lengua para mis adentros. ¡Claro, australianos! Me resultaba familiar haberlo escuchado por ahí.
Calum y Niall chocaron los cinco. Alguien se asomó a la puerta del autobús.
-Luke, Michael, Ashton, Calum, el bus está preparado. Ya podemos irnos.
Ellos asintieron con la cabeza, algunos alzaron la mandíbula, y se despidieron rápidamente.
Saltaron fuera del bus. El que parecía más pequeño, Luke, nos miró un segundo a Louis y a mí.
-Los dos nacimos en el 96-informó por fin. Sonreí.
-¿De veras?
-Sí, aunque yo soy mayor que tú. Cuando te canses de salir con dinosaurios, puedes llamarme-su sonrisa se volvió más amplia, Louis lo echó fuera.
-Te daría una hostia de no ser porque te saco dos cabezas, enano.
-Mientes.
-¡Que te vayas con tu puñetero Gus! ¡Largo! ¡Fus!-dijo, moviendo las manos para que Luke se fuera.
Tuve que sentarme en una de las sillas de nuestro autobús para no caerme de culo por culpa de la risa. Me limpié las lágrimas de los ojos y miré a Louis, que esperó a que los chicos estuvieran lejos para cerrar la puerta. Se fue directamente a la parte trasera del autobús, anunciando que se iba a dormir.
El bus arrancó, Noemí sacó un pintauñas de su bolso y se sentó en la parte trasera del autobús, mirando una pantalla de televisión colgada del techo, mientras se dejaba las uñas de color rojo pasión. Alba cogió un portátil y se me quedó mirando.
-¿Vemos Crepúsculo?
-¿Cómo te atreves a dudarlo?-repliqué yo, sentándome a su lado.
Niall sacó su teléfono y empezó a mirar fotos en Instagram, mientras Harry se colocaba los auriculares y miraba por la ventanilla, saludando de vez en cuando a las fans con suficiente fondo físico como para correr tras el bus. Pestañeó lentamente.
Zayn se tumbó cuan largo era al lado de Noemí y se dispuso a mirar la televisión, mientras Liam se colocaba en la parte delantera del autobús y se dedicaba a hablar con Paul y el conductor, que no parecían molestos a pesar de que tendrían mucho que hacer en esas horas siguientes.
Justo cuando estábamos empezando a ver Luna Nueva, se nos acercó Liam, que nos pidió que la pusiéramos en inglés para poder entender lo que decían los personajes creados por Stephenie Meyer. Así lo hicimos, y los dos sonreímos cuando Taylor apareció en pantalla y Alba frunció el ceño al ver que le quitaba el plano a su querido Robert. Taylor no estaba en su mejor momento con aquella peluca, pero a Liam y a mí nos servía.
Nuestras carcajadas cuando Bella anunció que tenía un retraso en Amanecer parte 1 despertaron a Louis, que se estiró, se inclinó a mirar qué nos hacía tanta gracia, negó con la cabeza y se acercó hasta la parte delantera del autobús. Se sentó allí, y se pasó el resto del viaje preguntando cada minuto cuánto faltaba para llegar.
Cuando llegamos a la frontera, el bus de los australianos se colocó tras el nuestro. El conductor bajó la ventanilla y habló un par de minutos con el jefe de la aduana, que se metió en el autobús un segundo, mandándonos bajar, para comprobar que no llevábamos droga. A Zayn le fastidió que le quitaran su paquete de tabaco, porque, según el policía, aquello se consideraba tráfico ilegal de drogas. Gilipolleces.
No se me escapó la mirada que le echó Louis al tío según le cogía el tabaco a Zayn. Me pregunté si ya tendría mono o todavía le duraría el buen humor.
Otro policía, de aspecto más amable, se acercó a su compañero y le informó con un fuerte acento texano que él se ocuparía del asunto, de modo que el primer policía se fue al autobús de los teloneros, llevándose las "drogas ilegales" de Zayn con él. Zayn suspiró, negó con la cabeza y se sacó un cigarro del bolsillo de la cazadora. Lo encendió y le dio una larga calada, disfrutando de su sabor, alargándolo en la medida de lo posible. Cerró los ojos y, cuando los abrió, se encontró con Louis, que negó con la cabeza e hizo un gesto en su dirección, indicándole que podía fumarlo entero si quería.
El policía en cuestión se balanceó sobre sus talones, los cinco chicos lo miraron.
-¿Sabéis? Mi hija es una gran fan vuestra.
Niall y Liam sonrieron, Louis alzó las cejas.
-¿En serio?
El hombre asintió.
-Le firmaremos un autógrafo, si quiere.
El hombre volvió a asentir.
Los chicos aceptaron la libreta que el policía les tendía, y estamparon sus rúbricas por ella, junto a una dedicatoria que Niall se encargó de escribir. Luego, señalaron la pistola que el hombre llevaba en el cinturón. Me asomé para mirarla. No parecía muy grande, pero no hacía falta que lo fuera para que te dejara seco en el sitio. Había leído no sabía dónde que los escorpiones más pequeños eran a la vez los más mortíferos.
No, no lo había leído. Lo había visto en una de las películas de Indiana Jones.
-¿Podemos cogerla?-preguntó Harry, que parecía el más fascinado por el arma, y eso que los demás no se quedaban atrás.
El sheriff del condado de Springfield (¡yiiiiiiiiiiiiha!) se rascó la nuca.
-No estoy seguro de si...
-Por favor...-empezó a suplicar Niall, que, ayudado por la cara de cachorrito de Liam, terminó consiguiendo que el hombre le tendiera el arma. De mala gana, echó un vistazo por detrás de ellos.
-Bajaos del autobús si vais a examinarla, no quiero que rompáis nada y os terminen echando la culpa de ello.
Bajaron en fila india, y la contemplaron poniendo especial cuidado en no apuntar a nadie con ella.
Cuando le llegó el turno a Zayn, empezó a examinarla con más detenimiento. Casi pegó los ojos al gatillo y la parte redonda en la que se guardaban las balas. La sostuvo con demasiado cuidado.
La disparó sin querer, dándole a un cactus que se hallaba a una decena de metros, aproximadamente.
Los cinco se pusieron pálidos, la tiraron al suelo y se lanzaron corriendo dentro del autobús, chillando que no querían hacer daño a nadie, que eran inocentes, y que querían un abogado.
Se encerraron en el baño, y Zayn empezó a aporrear la puerta.
-¡Abrid, cabrones! ¡Abridme!
-¡Asesino de cactus!-replicó uno de ellos, me pareció que era Liam, pero no estaba totalmente segura.
Zayn aporreó la puerta del baño (¿por qué había un baño en el bus? Me parecía totalmente absurdo), sin éxito. Así entró One Direction en Estados Unidos, y así iniciaron su gira.
Llegamos a Miami, donde cientos de fans ya les esperaban con camisetas de fútbol que se pusieron en el concierto.
También siguieron rodando la película, This Is Us. Les tocó hacer una entrevista individual, pero el director había decidido que lo hicieran durante la prueba de sonido, dado que así se sentirían más en tono con el resto de gente, con lo que serían más sinceros y se expresarían mejor. Me tocó hacer las partes del chico que no podía cantar debido a que lo estaban entrevistando, y casi siempre lo hacía en las canciones en las que menos intervenían.
Por ejemplo, sustituí a mi chico cuando probaron Kiss You y Live While We're Young. No me corté un pelo en imitar sus movimientos, consiguiendo que los demás se rieran, y que Louis fingiera hacerse el ofendido porque:
-¡Yo no hago eso! ¿Me estás vacilando? ¡Yo no me muevo así! ¡Déjame en paz! ¡No te rías de mí!
Sí, definitivamente habían empezado bien el tour.


Habíamos llegado a Nueva York aquella noche, y ya habíamos dormido allí. Después de dar un paseo nocturno, apelotonarnos frente a los escaparates de las tiendas y arrastrar a Louis a Tiffanys y suplicarle que me dejara cinco minutos para comer churros delante del escaparate exactamente igual que Audrey en Desayuno con diamantes, regresamos al hotel, en cuyas camas nos dormimos a la velocidad del rayo.
El concierto de Miami había sido espectacular, pero había tocado moverse y seguir avanzando por Estados Unidos, lo que nos llevó a la ciudad que nunca duerme, pero que supuestamente jamás dejaba de soñar.
¿Para qué tenía que soñar nada Nueva York? Todo el mundo sabía que, aunque fuera la ciudad de las oportunidades, la que cumplía los sueños era Los Ángeles.
Las familias de los chicos nos acompañarían en algunos conciertos, y los Tomlinson habían sido los primeros en llegar a visitarnos. Después de llegar del viaje de varias horas en tren, la madre de Louis y su prometido, al que Louis luchaba por tragar pero del que no terminaba de fiarse del todo, decidieron salir a dar un paseo. Tal vez incluso comiesen fuera.
Las gemelas corrieron a saludarme, se colgaron de mí y tiraron de mi ropa para poder cubrirme a besos, preguntándome por qué no había ido a Doncaster la última vez. Miré a Louis, que se limitó a encogerse de hombros.
-No les dijiste que habíamos roto-dije en silencio, contemplándolo a los ojos.
Negó despacio con la cabeza, luego se encogió de hombros, miró a sus hermanas más pequeñas y volvió a negar.
-No, me pareció que no lo soportarían.
Asentí con la cabeza, él se tiró en el sofá y suspiró, rascándose la barriga. Fizzy fue a darle un beso en la mejilla, y protestó cuando su barba le pinchó.
A mí también me pinchaba, pero ese mismo hecho encendía en mí unos instintos que nunca hubiera pensado que existían. Me descubrí estremeciéndome mientras recordaba la boca de Louis sobre la mía, su barba rascando mis labios, mi pecho, mi cuello, lo mucho que me excitaba...
Jadeé, empujé a las gemelas para quitármelas de encima y fui a sentarme encima de Louis, sobre sus rodillas. Él se inclinó para darles un beso a sus hermanas, les preguntó qué tal estaban, y siguió hablando con ellas mientras yo me deslizaba sutilmente a su entrepierna.
Sólo me miró una vez, con la precaución escrita en su mirada, pero la venganza era un plato que se servía frío, y él me había hecho lo mismo cuando salimos de Miami e íbamos hablando con los chicos.
Posó su mano en mi rodilla, fue subiendo lentamente por mi pierna, y en el último instante, sin despegarse de mi piel, pasó a la otra pierna. Creí que no soportaría aquella tortura, pero terminé acostumbrándome a la sensación de calor irracional acompañando a las corrientes eléctricas insoportables que sus dedos me transmitían cada vez que se acercaban al punto donde yo más le deseaba.
Me había visto obligada a cruzar las piernas, pero él seguía con su tortura, de tal manera que las crucé otra vez, y otra, así hasta otras cuatro veces. La última vez su mano se quedó atrapada entre ellas, y me lo hizo pasar mal, muy mal.
Así que ahora me tocaba tomarme la revancha.
Cogí a Daisy en cuello, la senté en mi regazo y le estampé un sonoro beso. La pequeña se sonrojó, se echó a reír y me devolvió el beso. Su gemela se puso celosa, así que fue a por su hermano.
-¿Vemos una película?-sugirió Lottie, sentándose en uno de los sofás de la suite y sonriendo a su hermana pequeña, que gateó hasta ella. Phoebe escaló por mis piernas y ocupó el puesto de su hermana.
-¿Cuál?-inquirió Fizzy, sentándose en el suelo con la cabeza la lado de la de Louis, que empezó a susurrarle cosas al oído, cosas que hicieron que se echara a reír y tratara de callarse tapándose la boca.
Lilo & Stitch!-gritaron las gemelas al unísono después de mirarse un instante. Louis puso los ojos en blanco.
-¿Otra vez?
-A mí me encanta-repliqué, palmeándole el vientre. Sonrió, y me acarició las piernas con una expresión seductora en la mirada.
-Tienes mal gusto.
-En lo que a hombres se refiere, debo darte la razón-repliqué, inclinándome hacia él.
-Sé por qué te has sentado ahí, nena-murmuró contra mi boca. Mis dientes rozaron sus labios, tiré del inferior despacio.
-Soy una zorra vengativa.
-Y por esas dos cosas te amo-contestó, pasándome las manos por la cintura y bajando hasta mi culo.
-¿Queréis que os dejemos solos?-preguntó Lottie, alzando una ceja. Negué con la cabeza, me separé de Louis y volví a mi asiento habitual.
Las chicas pusieron la película, que las gemelas habían decidido pasear por medio mundo. Louis terminó escurriéndose debajo de mí y sentándose con las piernas estiradas a mi lado. Entrelazamos las manos en un momento dado; ninguno de los dos pareció pensarlo y mucho menos molestarse por ello. Fue algo automático.
Por cosas como esa era por las que estar juntos era fácil como respirar.
Las gemelas recitaban frases al azar de memoria, pero cuando llegó la más importante, las cinco chicas presentes nos fundimos en un coro femenino.
-Ohana significa familia. Familia, que estaremos juntos siempre. Y que nunca te abandonaremos.
Fizzy me dio un toque en la rodilla con la cabeza.
-Tú eres de nuestra ohana, Eri-murmuró.
Sonreí.
Lottie y las gemelas asintieron.
Sonreí más.
Louis me besó el dorso de la mano, mirándome a los ojos, confirmándome lo que me había dicho su hermana.
La sonrisa creció tanto que se me partió la cara y me morí de amor.
Bueno, no me morí, pero casi.
Me acurruqué aún más contra Louis y le besé el pecho cuando me pasó un brazo por los hombros, decidiendo que mi vida no sería vida si no pasaba aquello todos los días del resto de mi estancia en aquel mundo.
Cuando la película se terminó, él se levantó, se estiró y nos miró.
-Vengo ahora.
-¿A dónde vas?-preguntó Lottie, cruzando las piernas y enredando una mano en su pelo, eliminando los nudos que se habían formado sin provocación previa. Louis se tocó los labios una vez; yo no necesitaba confirmación, pero estaba bien que lo hiciera-. Ah.
-¿A dónde va?
-A fumar, Fizzy-Louis puso los ojos en blanco, Fizzy abrió la boca tanto que no me habría extrañado nada que se le desencajara la mandíbula.
-¿Fumas?
-Sí, Louis. ¿Fumas?-inquirieron las gemelas a la vez.
Louis asintió.
-¿Por qué?
-Porque soy imbécil, pequeñas-replicó él, agachándose a su lado y acariciándole la mandíbula a una y luego a otra-. No lo hagáis vosotras, ¿vale?
-No eres imbécil-protestó Phoebe.
Louis asintió con la cabeza.
-Entonces, lo que soy es malo.
-Tampoco eres malo-replicó Daisy, saliendo en ayuda de su compañera de travesuras eterna.
-No lo eres-aseguró Phoebe, abrazándose al cuello de su hermano. Louis sonrió, la besó muy despacio, acariciándole la espalda.
-Gracias, mi vida-contestó; besó a Daisy y salió al balcón.
Las gemelas buscaron otra película para ver mientras yo me levantaba del sofá y estiraba las piernas. Lottie contempló a su hermano, que se había apoyado en la barandilla del balcón y dejaba salir el humo de su boca como si de una locomotora se tratara.
Capturó un par de mechones de pelo entre sus dedos y empezó a enredarlos y desenredarlos, aburrida. Frunció el ceño cuando su hermano se giró.
-Eri...¿podemos hablar?
Me quedé mirando a mi cuñada más mayor, tragué saliva y asentí con la cabeza. Las veces que había estado en Doncaster me habían enseñado a no subestimar a Lottie; que su pelo y su forma de ser no se parecieran en prácticamente nada a los de Louis no significaba que tuviera que tenerle menos respeto a ella y a sus enfados, porque eso, precisamente, lo habían heredado todos los Tomlinson, tanto las "auténticas" como el "falso".
Entramos en una habitación al azar, y, en cuanto vi una camiseta verde con un el típico mensaje de I♥NY con el corazón sustituido por un trébol, supe que era la de Niall. Lottie se sentó en la cama y palmeó el hueco a su lado.
Me senté y me observé las uñas. Sus ojos, tan idénticos a los de su hermano, no se apartaban de mí.
-¿Dónde te habías metido?
-Estaba en Inglaterra; siempre estuve en Inglaterra.
-¿Y por qué no volviste a por mi hermano?
Negué con la cabeza, los ojos empezaron a empañarse. Creía que estaba lista para hablar de nuestra ruptura, de todo lo que había pasado, pero sabía que Lottie iba a darme caña, y aquello sería imposible de soportar.
Me froté el rostro con la mano.
-Las cosas no eran tan sencillas, Lottie...
-Tuviste otro novio.
Negué con la cabeza.
-¿Dejaste a Louis por él?
-Quiero a tu hermano más de lo que puedo querer a mi alma inmortal. Eso en el caso de que yo tenga de eso.
-Entonces, ¿por qué estuviste con otro? ¿Le querías?
Volví a sacudir la cabeza, era lo único que podía hacer. Las palabras se agarraban a las paredes de mi garganta y se negaban a salir.
Lottie me pasó un brazo por los hombros.
-Eri... le dolió mucho, ¿vale? Vi cómo se demacraba, y sé que si te lo cuento, garantizaré que no vuelva a pasar. No puede volver a pasar. No debe volver a hacerlo, bajo ningún concepto, nunca jamás.
-Tu hermano es demasiado valioso, Lottie-asentí con la cabeza, mirándola a los ojos. Se mordió el labio; al final iba a ser demasiado incluso para ella-. Y muchas veces pienso que no me lo merezco.
-Por eso te digo esto, Eri. Te lo mereces. Más que nadie. Si no te lo merecieras, a él no le afectaría tanto estar sin ti.
Tragué saliva, las lágrimas corrían por mis mejillas a toda velocidad, compitiendo con los coches de Fórmula 1.
-¿Tú crees?
-Eh, yo lo vi-alzó los hombros-. Sea lo que sea lo que le hayas hecho, es fuerte, es poderoso, y, sobre todo, es bueno. Debes seguir haciéndolo.
Sonreí, luego me incliné hacia ella y la abracé.
-El otro se llamaba Max.
-Supongo que era guapo.
-Bastante.
-¿Cómo mierda lo haces?-espetó, sin poder entenderlo. Luego, negó con la cabeza-. Todos los tíos que se te acercan son guapos. Menos mi hermano. Mi hermano, el pobre, es un cardo, lo que pasa es que lo maquillan mucho.
Me eché a reír. Lottie tenía los genes de su hermano, eso había que concederlo. Que no los mostrara tanto como él no significaba que no estuvieran allí.
Justo en ese instante, Louis abrió la puerta de la habitación, se asomó y nos miró.
-¿Qué hacéis?
Me limpié las lágrimas.
-Hablábamos.
-¿Llorando?-contestó, poniéndose tenso de inmediato. Un montón de adjetivos desfilaron por mi mente; el más fuerte era protector.
Louis me protegía, y ésa era una de las cosas que me hacían quererlo tanto.
Protegía a sus hermanas, y por eso ellas lo adoraban de aquella manera en que lo hacían.
Cerré los ojos y apreté los puños.
-Sí-me encogí de hombros. Alzó las cejas y miró a Lottie.
-¿Charlotte?
-Sólo hablábamos de cuando no estuvo. Nos estuvimos poniendo al día.
-De Max-contestó él, y me di cuenta de que era la primera vez que pronunciaba su nombre después de que le dijera que había estado con él, aunque no nos hubiéramos acostado.
-¿Por qué me da la impresión de que tienes la necesidad de odiar a todos los chicos llamados Max que te rodean?
-Porque me dan motivos para hacerlo. ¿Qué hablabais de ese chaval?
-Sólo quería saber si Eri...-la voz de Lottie se fue apagando a medida que avanzaba en la frase, como una vela a medida que avanza la noche. Se encogió de hombros, se levantó, se llevó una mano al pelo y la hundió allí. Salió de la habitación por el escaso hueco entre el cuerpo de su hermano y el marco de la puerta. Louis se me quedó mirando.
-Voy a hacerme un tatuaje nuevo-anunció-, y quiero que me acompañes.
-No sé si no me dará grima después del de la nuca, Louis. Me dolió muchísimo.
-No me lo voy a hacer en la nuca.
Suspiré.
-No voy a hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?
Sacudió la cabeza con aquella sonrisa de niño travieso en la boca. Yo asentí, me incorporé y me dispuse a atarme los pañuelos por las muñecas. No me apetecía pasear mis cicatrices por Nueva York, dado que no lo había hecho por la noche, cuando apenas se veían, tampoco lo haría a plena luz del día.
Él cogió los pañuelos, los ató alrededor de mis muñecas y les apretó el nudo, asegurándose de que no se caían por accidente y de que nos costara deshacerlos después para que nadie mostrara mi secreto al mundo sin yo quererlo.
Salimos de la suite después de que él les ordenara a sus hermanas que no se movieran y nos metimos en el ascensor.
-¿Qué te vas a hacer esta vez?
-Ya lo verás-contestó, alzando las cejas. Puse los ojos en blanco.
-¡Louis! ¡Dímelo!
-No.
-Pero...
-No.
-¿Por qué?
-Porque no tengo una idea clara, sólo es algo aproximado.
Me quedé callada un momento, recordando su cara cuando adivinó de qué hablaba con su hermana.
-¿Te ha parecido mal que estuviéramos hablando de Max?
-Sí-contestó sin darme apenas tiempo a terminar la frase. Lo estudié bajo la luz del ascensor, que era más lento de lo que parecía en un principio.
-¿Te has enfadado?
-No.
-¿Seguro?
-Eh, nena, no tienes por qué estar preguntándome si me he enfadado cada dos segundos. No, no lo estoy. Si lo estuviera, te lo diría.
-No me has dicho que te parecía mal.
-Porque era una tontería. Al fin y al cabo...
-¿Qué?-dije cuando vi que pretendía dejar la frase en el aire.
-En el fondo me da exactamente igual a cuántos mires, mientras tu corazón siga siendo sólo mío.
Me puse de puntillas y me hundí en aquel mar que tenía en los ojos.
-Lo tienes garantizado.
Sus ojos chispearon con su sonrisa.
-Lo sé-replicó, inclinándose y besándome despacio. Las puertas del ascensor se abrieron, nos separamos de mala gana, entrelazamos las manos y salimos juntos fuera del hotel, donde un aluvión de paparazzis nos esperaba para sacarnos miles de fotos con las que rellenar las páginas en blanco de sus revistas. Louis prácticamente me arrastró tras él, abriéndose camino entre ellos, con la cabeza gacha. Cuando la gente le rodeaba de esa manera, su actitud cambiaba mucho, pero yo había aprendido a leer entre líneas y era capaz de sentir la rabia que bullía de él en esas ocasiones en las que no le dejaban ni un respiro.
Nos persiguieron por varias calles, hasta que por fin, se hartó, se giró y les espetó:
-¿Qué queréis?
Todos se quedaron callados, los fotógrafos siguieron con lo suyo mientras los cámaras continuaban grabando. Los únicos que se quedaron un poco descolocados por su reacción, al igual que yo, fueron los que sostenían micrófonos. No eran estúpidos, y no se atrevían a atacar a Louis directamente, especialmente ahora que se le notaba el cabreo corriéndole por las venas.
-¿No tenéis bastantes fotos ya? Tenemos hoy un concierto, así que, por favor-y para nada les estaba pidiendo un favor, sino estaba amenazándolos con todas las de la ley pero disfrazándose en aquel sarcasmo que sólo él manejaba-, no me agobiéis. Ni a mí ni a Eri.
Lo contemplé un segundo, luego tiré del gorro de lana que le había robado y lo seguí por la calle. Nuestros perseguidores se habían quedado atrás. No nos dejaron, no iba a ser tan fácil, pero por lo menos nos dejaron unos cuantos metros de distancia.
Entramos en una pequeña tienda que él ya conocía; Zayn se había hecho varios tatuajes allí. Se acercó al mostrador y carraspeó. El tatuador levantó la vista, nos miró a ambos de arriba a abajo, y sólo en el segundo vistazo pareció reconocer a mi novio.
-Tú...-dijo, y una oscura sonrisa cruzó su cara. Carraspeó-. ¿En qué puedo ayudaros?
-Quiero un tatuaje.
-Tú dirás-dijo, sacando el libro con las imágenes, pero Louis negó con la cabeza.
-Una cuerda. Con un infinito aquí-dijo, dándole la vuelta a su mano y mostrando el dorso-, y rota por este extremo-mostró la cara interna de la muñeca, en la que unas pocas venas se adivinaban a través de la piel-, pero los extremos deben ser lo suficientemente grandes como para que puedan anudarse.
El tatuador asintió.
-¿Algo más?
Louis me miró, me cogió la mano y tiró de mí.
-Sí, quiero que el punto donde se rompe la cuerda esté como en un eje.
-Tendrás que dibujarlo tú.
-¿Tienes un bolígrafo?
El hombre asintió con la cabeza, hizo un gesto con la mano y se agachó, revolviendo en el mostrador hasta topar con uno. Mientras tanto, Louis me miró a los ojos.
-Voy a quitarte el pañuelo.
Mi expresión de alarma debió de ser de tal tamaño que le hizo sonreír.
-No te preocupes, si quieres, sólo veré la cicatriz yo.
Asentí con la cabeza, tragué saliva y le tendí la mano. Me quitó el pañuelo despacio, y me dejó la mano sobre el mostrador. Quise apartarla de allí cuando sentí la mirada del tatuador clavada en mi piel, pero la presencia allí de mi chico me hizo sentir segura.
Louis cogió el bolígrafo y se dibujó en la misma muñeca que yo la misma cicatriz que me había abierto las venas. Aguanté el aliento.
El tatuaje era su forma de decirme que sí.
Apostaba por nosotros.

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