miércoles, 7 de agosto de 2013

Light Wings.

La primera mitad del viaje de vuelta al cuartel general que también era mi casa fue bastante fácil... y aburrida. No debería considerar aburrido un trayecto en el que nadie intentó pegarme un tiro o directamente lanzarme desde la azotea de un edificio al vacío para matarme, pero el pasar por esas situaciones bastante a menudo hacía que llegaras a cogerles el gusto y las echaras de menos cuando no sucedían.
Me colé en la Central de Pajarracos Express, como en casa nos gustaba llamarlo, con relativa facilidad. Tuve que saltar vallas, sí, escalar muros también, incluso encaramarme a cornisas y utilizar mi ingenio al máximo para descubrir cómo entrar (los planos que Puck, mi jefe, me había obligado a memorizar resultaron estar desfasados, o directamente ser erróneos, pero, claro, cuando eras un gilipollas amargado que sólo veía la ciudad por un satélite, solías equivocarte); sin embargo, eso lo hacía todos los días, y no tenía gracia ninguna cuando ya era parte de tu rutina. Hasta los trabajos guays se echaban a perder si tenías una buena rutina.
Me gustaba corretear de aquí para allá, pero nada comparado con la adrenalina de huir de algo a toda velocidad, escapar de alguien con una pistola empeñado en freírte a balazos. Eso era mil veces mejor que inventarse nuevas rutas.
No sería la primera vez, ni iba a ser la última, ya que Puck metía la pata y yo me veía obligada a tomar decisiones sobre la marcha. Estaba acostumbrada.
Su error garrafal me había obligado a meterme por conductos de ventilación que no sabía ni que existían, y había estado el doble del tiempo del previsto para llegar a los estudios centrales, pero por fin lo había encontrado. Después de asegurarme de que no había sensores de movimiento, ni cámaras de seguridad conectadas (por lo menos se ocupaba de su trabajo y ponía las cintas en repetición para que nadie me viera entrar ni salir, punto para Puck), forcé los cajones a la velocidad del rayo y, cuando las puertas se abrieron y un ejecutivo y su secretaria entraron en el despacho a concretar los detalles de una futura reunión, yo escuchaba su conversación mientras me alejaba por otros conductos de ventilación.
Mi regla número uno era siempre cambiar la ruta de entrada y la de salida. Era fácil que te cogieran si salías por el mismo sitio que entrabas, aunque también era cierto que te resultaba menos complicado salir, ya que conocías el terreno. No me gustaba correr riesgos, así que rodeé una de las plantas de entrenamiento, corrí en la sombra hasta la alambrada electrificada que rodeaba la Central de Pajarracos Express y busqué una forma de salir.
Lo cual no fue para nada difícil: cuando tienes una alambrada electrificada de cinco metros de alto, no esperas que la gente que está dentro no salga, al menos si se trata de gente que puede volar, gente con alas; lo que esperas es que los de fuera no entren.
La gente como yo era esa gente indeseada, la gente por la que las alambradas eran tan altas. Con dos metros bastaría, pero, con un buen punto de apoyo, la gente como yo podría saltar aquellos dos metros.
Encaramada a una tubería, había subido a un tejado de un almacén (¿por qué tenían almacenes tan cerca de la alambrada? Estaban pidiendo a gritos que nos coláramos y saliéramos luego por la puerta grande), corrí por el techo y salté al otro lado. Podría haberme roto la pierna, pensé mientras me alejaba corriendo a toda velocidad, con los pulmones doliéndome por el esfuerzo, y me descubrí a mí misma encogiendo los hombros. Me detuve en una zona concurrida, me metí en un callejón, me ajusté las tiras de la mochila y busqué una manera de ir a la zona de la ciudad donde más a gusto me encontraba.
Los tejados.
La subida estuvo chupada, nadie me vio, y una vez arriba, lo único que debía hacer era controlar que no hubiera compañeros trabajando en misiones parecidas a la mía (aunque no de tanta importancia, por supuesto) para no interferirlas. Y aguzar el oído para enterarme de si la policía estaba haciendo una redada con helicópteros, obligándome a buscar un lugar en el que esconderme hasta que el aparato con las hélices se fuera.
Llevaba recorrida exactamente la mitad del camino cuando llegué al puente. Me detuve un segundo, contemplando los coches y las personas que iban de acá para allá, ajenas a todo lo que les rodeaba, de cómo el sistema los tenía esclavizados, y miré hacia la otra orilla del río.
Tomé aire.
No solía vértigo, pero aquel puente era demasiado alto, y si calculaba mal la distancia terminaría matándome. El puente era demasiado estrecho.
Todos éramos imprescindibles en las misiones, éramos demasiados pocos y no dábamos a basto, estábamos todo el día corriendo, pero yo era particularmente especial ese día. Mi mochila debía llegar a casa, y nosotros ganaríamos una importante batalle en nuestra guerra.
Me acerqué un poco más al borde del edificio, tragué saliva, y me dispuse a coger carrerilla.
Y entonces, lo noté.
Me estaban siguiendo.
El silencio al otro lado del pinganillo me asustó.
-¿Puck?-dije, girándome sobre mis talones y examinando todo lo que había alrededor. Últimamente corrían rumores de que algunos habían desertado y ahora trabajaba para los pájaros, pero yo había decidido no darle crédito a aquello. Seguramente quisieran asustarnos para que no nos fiáramos de los de fuera, y tenernos más controlados.
-Cruza el puente, Kat-replicó Puck sin que yo le confesara mis temores.
-Creo que me están siguiendo.
-No estás en nuestro distrito, ése pertenece a otros. Cruza el puente, tienes a alguien esperándote al otro lado.
-¿Taylor?-espeté esperanzada, achinando los ojos sin importar que así mi vista no fuera a cruzar el río. Puck suspiró.
-Wolf-gruñó, recordándome que en las transmisiones ninguno debía utilizar su nombre de siempre. El nombre con el que nacíamos estaba vetado en las misiones.
Nos había dado la idea una antigua pintada en uno de las zonas en las que nos entrenábamos en secreto. En un conducto de ventilación particularmente ancho, escondido en lo más profundo del laberinto, un maletín olvidado y por el que los años habían pasado con saña descansaba bajo un grafitti negro pintado apresuradamente.
"¿Dónde está November?"
Y, desde entonces, la idea de que aquella tal November no hubiera acudido a una cita corrió como la pólvora. Pocas cosas eran peores entre los runners que no ir. Era preferible llegar mil años tarde a simplemente no llegar.
Se armó un gran revuelo, todo el mundo buscaba a la tal November cuando yo todavía era Cyntia, pero de ella no apareció nada.
Fue como si nunca hubiese existido.
Yo misma formé parte del equipo de la operación que se encargó de extraer los archivos ciudadanos de la policía y el ayuntamiento, y ni un sólo ciudadano de aquella maldita ciudad se llamaba November.
Un chico de nuestro grupo sugirió que podría ser un sobrenombre. A alguien más se le ocurrió que podríamos usarlos, así no habría tanto lío de apellidos ni nombres a los que responder. Los apodos eran únicos, nadie se llamaba Kat, no había ningún Wolf aparte de mi novio.
A todos nos pareció bien. Tratamos a los dos que habían tenido las ideas como a una realeza propia... hasta que ya no los tuvimos.
Participaron en la operación de devolución de los datos a los lugares de donde los habíamos extraído, pero algo salió mal. Un chivatazo, una caída, una cámara mal truncada... el caso era que los pillaron con las manos en la masa y los cosieron a tiros allí mismo. Muy pocos habíamos ido al funeral para apoyar a las familias; todos nos sentíamos culpables y creíamos que les debíamos algo más que sus vidas.
Nuestra identidad.
Nuestra propia vida.
Con un nudo en el estómago, eché a andar hacia la otra esquina, corrí por la azotea y, con las caras de los compañeros muertos en la mente, salté hacia el puente.
Lo alcancé.
Y me alcanzaron a mí.
Una sombra negra me tapó el sol unos instantes; unas alas crearon viento a mi alrededor, desestabilizando mi carrera, haciéndome mirar hacia los lados.
Uno de los pajarracos, a los que la gente había dejado de llamar ángeles artificiales para llamar ángeles directamente, se situó delante de mí, con una sonrisa en los labios. Me tendió la mano, pidiéndome la mochila. Negué con la cabeza, di un paso instintivo hacia atrás, me desestabilicé y noté cómo el corazón me daba un vuelco.
Iba a morir.
Allí mismo.
Con los planos en la mochila, con la única oportunidad entre las manos.
Estudié sus alas; no parecían preparadas para el agua. Miré hacia abajo, él pareció entender lo que me proponía, y se apresuró a flotar hasta mí.
Tarde, porque yo me lancé de cabeza hacia el agua, sin importarme los segundos de caída, sin importar las probabilidades de que me quedara paralítica si entraba con mal ángulo en el agua.
Escuché cómo gritaba un "No" incrédulo y exigente mientras atravesaba el aire, recortando distancias a la velocidad de la luz. Oí cómo se lanzaba en picado detrás de mí, cómo gemía desesperado intentando alcanzarme, pero los segundos que le llevó reaccionar fueron cruciales.
Entré en el agua limpiamente, las piernas se ofrecieron voluntarias a seguir funcionando aún después del impacto... y nadé lo más rápido que pude hacia la orilla más cercana, en la que había estado antes.
-¿Kat? ¿¡Kat!?-bramaba Puck en mi auricular, golpeando mi cerebro. Gemí.
-Estoy...
-En el agua, lo sé. ¡Sal de ahí! ¡Wolf va a por ti!
-¡Nos matará a los dos!
Taylor no podía venir a por él. Tenía cuentas pendientes con los pajarracos, no podría controlarse, y sería o su vida o la del ángel.
Y se decía que los ángeles eran creados con una fuerza ya sobrehumana.
Tras varios angustiosos minutos en los que el ángel me seguía con atención, y en los que yo luchaba por despistarlo, llegué a la orilla, y eché a correr enloquecida hacia los tejados.
Al fin y al cabo, prefería que me raptara y torturara aquel bicho a que fuera la policía la que lo hiciera. No solían molestarnos, pero con los documentos que llevaba...
Y ahí estaba: corriendo a toda velocidad, con los pulmones realmente ardiendo y el corazón martilleando en el pecho, suplicando que parara, no podía seguir ese ritmo demasiado tiempo y necesitaría luchar... cuando me sorprendió una distancia que ni yo misma, la mejor escaladora de mi distrito de runners, habría podido salvar.
Grité con todas mis fuerzas cuando vi que no llegaba a la cristalera del edificio de en frente, no llegaba, no llegaba, iba a matarme, adiós a la única posibilidad de acabar con los monstruos como aquel que me perseguía...
Las yemas de mis dedos rozaron algo a toda velocidad. Más tarde las palmas de mis manos. Y yo me aferré a la vida con todas mis fuerzas.
El ángel me rondaba como los buitres rondaban a los animales moribundos: esperando a que muriera para no mancharse las manos de sangre y poder comer sin necesidad de dar el golpe de gracia.
Me apretujé contra los cristales y miré hacia abajo. La cabeza empezó a darme vueltas. Luego, miré a mi espalda. El edificio por el que hasta hacía unos segundos estaba corriendo eran unas oficinas. Saqué la pistola del cinturón del pantalón, quité el seguro y disparé a los cristales. El ángel se acercaba.
Me giré y, justo cuando él giraba el edificio y se disponía a atraparme, salté y entré en las oficinas. Corriendo como loca, haciendo caso omiso del dolor de las heridas que los pequeños cristales habían abierto en mis piernas, corrí hacia la puerta en el momento en que el ángel terminaba de dar una vuelta completa y aterrizaba donde acababa de hacerlo yo. Intenté bloquear la puerta, pero era tarde. Eché a correr hacia arriba, tratando de despistarlo gracias a la inmensidad de pasillos que lo rodeaban.
Saqué de la mochila la pequeña cápsula que había ido a buscar y me preparé para lanzarla a la calle por si me capturaban o no podía escapar con ella, cuando me alcanzó.
Me empujó contra la pared, y mi espalda crujió. Dejé escapar un alarido; estaba segura de que me había roto alguna costilla.
-Dámela-exigió con una voz peligrosa, una voz que prometía una muerte lenta y dolorosa si no la obedecía l pie de la letra. Negué con la cabeza, mis nudillos se volvieron pálidos.
-N...no.
-Dámela-insistió, moviéndome para separarme de la pared y tirar de la cápsula.
Sus alas eran preciosas; sus plumas, lo más suave que jamás había tocado. Sus labios estaban a centímetros de mí mientras forcejeábamos por el control de mi robo, enmarcados por una suave barba marrón chocolate. Frunció el ceño, frustrado; tal vez no le hubieran conferido aún la fuerza extraordinaria.
Levantó la vista y me miró a los ojos. Tenía los ojos más bonitos que había visto en mi vida: azules como el cielo que solía surcar.
-¿Vas a dármelo o tendré que arrancártelo?-ronroneó, el tono peligroso de su voz desapareció. Tenía una voz tierna, como de niño. Y, sin embargo, me apeteció que me arrancara la cápsula... y la ropa. A tirones. O mordiscos. Lo que prefiriera.
Nadie me había dicho que los ángeles eran tan guapos; lo más cerca que había estado de uno habían sido varios cientos de metros, y rápidamente había corrido a esconderme para que no me encontrara, sin importar que estuviera persiguiendo a otro runner.
-Tendrás que arrancármelo-repliqué con un hilo de voz. Sonrió con chulería, pero en lugar de continuar tirando de la cápsula, subió sus dedos por mi mano acariciándome el brazo, y llegó al codo. Puso la otra mano en la pared, ahora todo él ocupaba mi campo de visión. Me pareció haberlo visto en algún sitio, pero no sabía dónde...
Se inclinó hacia mi boca y me descubrí deseando que lo hiciera ya. Quería que me besara y comprobar si las leyendas urbanas que corrían a su alrededor eran realmente ciertas. ¿Podían tener hijos alados cuando se mezclaban con gente normal?
-Eres tan jodidamente guapa...
Sus labios encontraron los míos, los besaron despacio. Su lengua acarició mi boca, yo la abrí, y él la introdujo lentamente. La apretó despacio contra la mía, derritiéndome... y se dejó de tonterías. Me pegó contra la pared, esta vez de verdad, y me devoró la boca como nunca antes lo habían hecho ni lo harían. Gemí de puro placer, le eché las manos al cuello y enredé los dedos en su nuca. No quería que parara, estaba tan mal, y por eso me sentía tan bien...Suspiré en su boca, noté su sonrisa, la besé. Ni siquiera sabía su nombre, pero poco importaba. Lo que importaba era cómo me había hecho sentir, cómo me hacía sentir ahora, cómo encendía un fuego en mi interior, que raras veces se negaba a dejar de ser océano, en ocasiones embravecido, pero océano al fin y al cabo...
Se separó de mí y su sonrisa alcanzó unos tintes de sorna insospechados. Volvió a besarme, yo apenas podía respirar, en mi cabeza sólo había un coro de "guaus" que se negaba a irse y dejarme pensar con claridad.
-Sí, definitivamente eres la chica más jodidamente guapa que he visto.
Quise preguntarle si le decía eso a todas las chicas a las que perseguía, pero algo en sus ojos me dijo que lo pensaba en serio. Y me sentí halagada, aunque no debería, porque mi novio estaba viniendo a toda velocidad hacia allí. Tenía que escapar de el de los ojos azules, alejar la cápsula de su alcance y...
Lo miré con pánico mientras la agitaba en el aire, sosteniéndola entre sus manos. Eché a correr hacia él, pero había un problema: los ángeles también eran rápidos.
Cerró la puerta de la oficina en la que habíamos entrado con la punta de una de sus impecables alas, lo qu le dio mucha ventaja.
La abrí de una patada y contemplé cómo me miraba con la misma sonrisa de triunfo en la cara.
-Runner-intentó despedirse.
-Pajarraco-repliqué yo, levantando la pistola y apretando el gatillo. La bala le atravesó un ala, pero no lo bastante cerca como para impedirle volar durante mucho tiempo. Seguramente podría volver a su central.
Se encogió de hombros, inclinándose hacia atrás, y terminó desapareciendo, dejándome sola en la oficina. Me acerqué a la ventana en el momento exacto en que se giraba, abría las alas y echaba a volar.
Vi el reflejo de Wolf en los cristales del edificio de enfrente.
-¿Kat?
-Aquí abajo-dije, cogiendo unos papeles y tirándolos por el agujero, para que viera dónde me encontraba. Vi cómo asentía con la cabeza y desaparecía, buscando la forma de bajar.
Seguí dándole vueltas a los retortijones en el estómago cuando besé al ángel todo el camino a casa, notando sus labios en los míos.
-Lo he perdido-confesé a mitad del camino. Habíamos bajado a la calle; Taylor venía con ropa normal para que pasáramos desapercibidos.
Se encogió de hombros.
-Puck lo entenderá.
Me cogió la mochila, la abrió y sonrió.
-¿Qué has perdido?
-La cápsula.
-Pues los papeles aún están dentro-replicó. Lo miré con la boca abierta, le arrebaté mi mochila y miré dentro. Sí, allí estaban los papeles, empapados, con algunas palabras ininteligibles, pero... seguían estando ahí. Grité de la emoción y lo abracé.
-¿Cómo es posible?
-Tal vez se haya abierto-se encogió de hombros. No me extrañaría nada que se hubiera abierto; había sido un viaje muy movido.
Sonreí, me acerqué a su boca y la junté a la mía. Me acarició la cintura, cariñoso...
... lo que me hizo sentir aún más mal.
Todavía notaba los labios del ángel en los míos. Todavía me duraba el mareo que conllevó ese beso.
Todavía seguía dándole vueltas al "Eres tan jodidamente guapa..." que dijo antes de besarme.



¡Hola, pequeño lector o pequeña lectora salvaje! Es probable que seas lectora, pero me hacía ilusión llamarte lector. Vivimos en un mundo machista. Ya tu sabeh. Yeah. Dale. Bueno, el caso es que... ¡gracias por ser leal/obediente/curioso y entrar a leer esto! Es una nueva novela que acabo de empezar, el título es evidente. Te pongo en situación: es una fanfic, pero no de estas típicas en las que fan conoce a su ídolo, se enamoran, se casan, tienen mil hijos, mueren juntos, bla bla bla. No. Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a esta idea, y leer "Hush, hush" me ha decidido. Es una especie de combinación entre el libro y un videojuego que me encanta llamado Mirror's Edge.
Si necesitas decirme o preguntarme algo, lo que sea, abajo tienes la cajita de comentarios, donde nos cambiamos los papeles: tú escribes, yo leo. ¿Te ha gustado? ¿Quieres que te avise por Twitter de los nuevos capítulos de esta novela, que seguiré subiendo cuando termine con Its 1D bitches? ¿Te preguntas qué fue primero, si el huevo o la gallina? Para eso está la cajita. Espero el tuyo. Gracias por acompañarme en una entrada más. Se agradece. Mucho.

14 comentarios:

  1. Hola. Soy @little_payne_. Pos nada, que si pudieras avisarme para esta novela estaría bien. Me ha encantado el primer capítulo, es muy askdkshfjkafjndg. Bueno, que me encanta leer y eso y escribes muy bien. :')

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  2. ¿CUÁNDO SUBIRAS OTRO CAPITULO DE ESTA NOVELA? ERIKINA YA POR FAVOR PON ESA IMAGINACIÓN A FUNCIONAR, TE LOUISEO MUCHO FÍA.

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    1. CUANDO ACABE CON LIGHT WINGS ANÓNIMO HERMOSO, YO TAMBIÉN TE LOUISEO, A TI Y A TU ANONIMOSIDAD

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  3. Ola soy @karlacclove1_D se que es algo tarde pero me ha encantado leer el comienzo de la nueva nove me podrías avisar de los capítulos cuando subas mas ?

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    1. claro amor, no llegas tarde, no te preocupes, seguiré con Light Wings cuando termine con Its 1D bitches :3 te apunto ^^

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  4. Holaa!
    He comentado tarde, no he tenido tiempo, pero el primer capítulo me ha encantado, esta fic promete muchísimo. Podrías avisarme porfa?
    @littlespoons5
    Beeeeesos:)

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    1. Claro amor, ahora mismo te apunto :D gracias por leerme <3

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  5. Que fue antes el huevo o la gallina? Me ha gustado mucho Erikina :)

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    1. Me parece que el Tiranosaurus Rex, pero no estoy del todo segura

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  6. Erika, joder escribes genial, me encanta! Podrias avisarme a mi tambien? soy @AnaMar_1DAM
    He leido un pocito de Its 1D bitches y es perfecta;) Chica tienes un talento increible<3
    besos:3

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  7. Me encanta <3 <3 soy @LauraTrashorras me encanta como escribes si me puedes avisar cuando escribas otro cap. te lo agredeceria :) en serio vales para esto ;)

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    1. Aw muchas gracias vida, perdona que haya tardado tanto en contestarte, no había visto el comentario :( Ahora mismo te apunto para avisarte, en dos semanas subiré el siguiente

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