Es lo que hace que la gravedad intente destruir esos edificios que se alzan orgullosos porque nosotros los construimos para satisfacer nuestros deseos de vivir en los cielos.
Lo que hace que amemos porque creemos que la felicidad no es nada si no tienes con quién compartirla.
Lo que hace que busquemos lo que nos gusta y sólo lo consigan quienes están dispuestos a pagar el precio.
En el fondo, nadie nunca es demasiado ambicioso. Sólo los cobardes utilizan esas dos palabras juntas, sin darse cuenta de que en realidad jamás pueden unirse bien.
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