¿Que a qué se debe este parón? Ojalá pudiera decir que estuve estudiando, esforzándome por mi carrera de mierda
Es la manera elegante que tengo de decirte que no me daba la gana pensar más en la trama y que prefería tocarme los cojones en Twitter día sí, día también. Sé cómo va a terminar la historia (lo sé desde que la empecé), pero no sé cómo llegar hasta ahí. Y en algunos ratos libres he podido meditar cómo alcanzarla, y ahora lo tengo más claro.
Siento mucho, muchísimo, esta espera a la que te he sometido.
Puedes insultarme en los comentarios y, aunque sé que me lo merezco, me reservo el derecho a responder con este gif:
Porque me hace puta gracia. (Necesitaba ponerlo en la entrada, con la esperanza de hacerte sonreír, y que puedas perdonarme).
Eso fue,
exactamente, lo que hice: no me puse en peligro en absoluto. Sabía
que mi salud era demasiado valiosa y útil como para ofrecérsela en
bandeja de plata al Gobierno.
No, desde luego que
no.
Perk se puso de
puntillas a mi lado cuando se lo dije, en lo alto del Cristal, la
espalda apoyada en el aire, los labios apretados , y los pies tocando
mínimamente el suelo. Estaba preparado para oír en cuanto oyera la
voz de alarma: ambos lo sabíamos.
Pero no podíamos
permitirnos el creer escuchar la voz de alarma; ésta debía sonar.
Un paso en falso, y acabaríamos muertos. O algo peor.
-¿Estás segura?
-Louis ha hablad...
-No le llames por
su nombre-me reprochó, apretando aún más los labios-. No es
nuestro amigo.
-Louis-repliqué-ha
cuidado de mí más de lo que ha cuidado nadie en toda mi vida. Ni
siquiera la Base habría podido curarme de la caída del Cristal. Y a
ti tampoco.
-Lo que
sea-respondió, cogiendo una minúscula piedra que parecía estar
allí, esperando a sus dedos, y lanzándola lejos. Fantaseé con que
fuera una bomba que acabase con la vida de todos los que había en la
Canica, con la excepción de nosotros dos, evidentemente.
-Louis ha hablado
con Wolf-llevaba varios días intentando cambiarle el nombre, no
pensar en él como “Taylor”. Hacía más fácil el estar
encerrada con mi ángel-. Le ha contado que han conseguido descifrar
los planos que robé-cuando conocí a Louis, pero decidí
omitir ese detalle. Mis sentimientos hacia nuestros captores no eran
de la incumbencia de mi compañero. Él ahogó un grito de júbilo.
-Pero, ¡eso es
genial! ¿Por qué no lo estamos celebrando?
-Porque, cuando
haya dos tipos de ángeles en el cielo, la guerra estará más
equilibrada, y nos aniquilaremos mutuamente.
Perk suspiró.
-Preferiría que no
le dierais tantas vueltas a la cabeza tú pájaro y tú.
-Tenemos que
levantarnos antes de que los demás tengan preparadas las primeras
alas. En cuanto nos las pongan a la espalda, nada podrá pararnos.
-Pero de eso se
trata, ¿no? De no tener competencia. Arrasar el Gobierno e instaurar
la libertad de nuevo. No me parece que sea tan malo.
Puse los ojos en
blanco, y él suspiró.
-¿Cuánto tiempo
tenemos?
-Wolf ha hablado de
dos semanas.
-¿¡Dos semanas!?
¡Joder!
Le di un manotazo
en el tobillo.
-¿Quieres bajar
la puta voz? Conseguirás que nos maten a los dos-le eché un vistazo
al entorno, pero estaba todo despejado, salvo por los típicos
ángeles que se detenían tras de los cristales a observar a las
mascotas con que se acababa de hacer la Central. Deseé
fervientemente que no pudieran leer lo que decíamos en nuestros
labios: lo único que nos faltaba era no poder hablar tranquilamente
en la azotea de un tejado.
Pero así era.
-Está bien. No nos
entrenaremos más, entonces-murmuró Perk suspirando. Me lanzó una
mirada desde toda su envergadura. Podría haberme empujado y tirado
de la cima de aquel falso Cristal, pero no lo hizo-. Ten mucho
cuidado, Kat. Las cosas van a ponerse feas a partir de ahora.
En eso se había
equivocado. Ya no tenía que soportar las miradas de los ángeles
cuando corría, como tampoco tenía que aguantar el despertarme por
las noches por el dolor de los cardenales, a los que les molestaba
desde el roce de las sábanas hasta el contacto con la piel suave,
homogénea y tersa de Louis.
Ya no dormía por
la noche.
Sólo conseguía
dormir cuando uno de los ángeles estaba en la casa de mi chico,
mientras él estaba fuera, o cuando él mismo estaba por el salón.
Dedicaba las noches a pasearme por el salón y la cocina, como un
animal salvaje al que acaban de enjaular, meditando sobre todas y
cada una de las preocupaciones de este mundo.
Y todas aquellas
preocupaciones edulcoraban mi cuerpo con tales niveles de cansancio
que me era imposible no dejarme caer, agotada, en la cama.
El descanso que me
proporcionaban las sábanas y las mantas conseguía que, al día
siguiente (o, mejor dicho, a la madrugada siguiente) me dedicara a
mis labores histéricas con aún más pasión.
Pasaron los días,
y nada sucedía, aparte de que mi sangre se cargaba más y más de
adrenalina con cada paso de las agujas del reloj.
Un día de finales
de la segunda semana, Louis se levantó de la cama en plena noche y
fue a visitarme. Yo me había acurrucado junto a la ventana más
grande, la que utilizaba para salir a cumplir con sus deberes, y
acariciaba el cristal lentamente, dibujando siluetas con la tinta
invisible cargada en los dedos.
-No sé qué
especie de criatura de la noche pareces ahí, pero, joder, Cyn. Me
gustas. Te quiero. Ven a la cama.
Me volví para
mirarlo: sólo unos bóxers cubrían ese cuerpo angelical (hostias,
qué graciosa soy). Me mordí el labio.
-No creo que pueda
dormir.
-No vamos a dormir,
mi pequeño leopardo pelirrojo-me tendió la mano, y yo la acepté, y
dejé que me llevara hasta la cama, y todo el cansancio se convirtió
en rabia que volqué sobre nuestros cuerpos unidos y nuestras bocas
juntas.
Bajé la guardia
por una vez, y me quedé dormida. Al despertar, me lo encontré a mi
lado, con los ojos cerrados y el pecho subiendo y bajando tan
despacio que podrías darlo por muerto. Pero yo escuchaba los latidos
de su corazón, notaba el calor que manaba de sus brazos y el aleteo
de sus pestañas mientras soñaba.
Me levanté y me
encaminé a la cocina, con la sorpresa de que Angelica ya había
llegado para hacer su guardia. Alzó las cejas al contemplarme allí,
despierta en pleno día.
-Vaya, vaya, vaya.
El vampiro decide cambiar de rutina.
-Esta noche me he
follado a Louis-repliqué, y me quedé tan a gusto que cualquiera
hubiera dicho que llevaba semanas sin casi probar bocado de puro
estrés y nerviosismo, que tenía ojeras y un aspecto demacrado que
brindaba pesadillas a todo aquel que me echase un vistazo. Realmente
necesitaba correr, necesitaba a Perk, que alguien me dijera que todo
por lo que había luchado, llorado y sangrado había sido real. Que
no había entregado mi vida en vano.
-Bien por
ti-sonrió, los ojos chispeando, los rizos rubios enmarcándole aquel
bellísimo rostro que dejaba sin aliento a todo aquel que lo miraba.
Qué distintas éramos, y cuánto nos íbamos a necesitar la una a la
otra-. Louis puede hacer que cualquier chica se relaje, ya lo creo.
Incluidas las runners, por lo que parece.
Se sentó en el
sofá, con un libro en la mano, y no volvió a prestarme atención en
todo el día.
Louis se despertó
para besarme y marcharse, como siempre. Y yo volví a la cama,
entregándome a un sueño reparador sobre la parte del colchón en la
que había remoloneado él, dejando que el calor que todavía
conservaba aquel lugar celestial penetrara cada uno de los poros de
mi piel. Las sábanas aún olían a nosotros.
Me despertaron
susurros al otro lado de la puerta, con el sol pintando el cielo de
dorado, naranja y carmesí a través la batalla que perdía contra el
inexorable tiempo.
-... podrías
hablar con los de arriba, pedirles que te traigan algo. La estás
matando teniéndola aquí encerrada, ¿sabes?
-No voy a dejar que
salga otra vez. Ya oíste a los demás. Saben que se cuece algo, y si
se la ponemos cerca, serán capaces de ir a por ella.
-No es tuya. Kat es
una persona también, ¿sabes?
-Se llama Cyntia.
Llámala así. Le gusta más que su nombre de runner. Y averigua cómo
se llama el tuyo; les hace recordar que son personas, que están
sometidos también, por mucha libertad que crean tener.
-Cyntia, Kat, como
quieras llamarla. El caso es que necesitamos hasta la última de las
fuerzas que tengamos de nuestra parte listas para saltar en cuanto
sea necesario, y encerrando a nuestros runners, lo único que
conseguimos es apartar a dos guerreros de la línea de combate. Son
lo mejor que tenemos, Louis.
-¿Te crees que no
lo sé? Puedo ver lo que le está haciendo este encierro, Angelica,
pero no puedo soportar pensar en abrir la puerta y dejar que los
demás entren a por ella. Nadie está preparado para una unión entre
ángeles y runners, y sabes tan bien como yo que la matarán la
próxima vez que la vean.
-Encerrarnos como a
simples lechuzas a la espera de enviar una carta para poder volar no
beneficia a nadie. Los demás están cansados. Yo estoy cansada. Y se
ve claramente que tú ya no vuelas como volabas antes.
-Me duele más que
de costumbre, es verdad.
-Tienes que volar
más; lo sabes.
No me di cuenta de
que me había arrastrado hasta la puerta hasta que sentí las uñas
clavándoseme en las palmas, rodeando el pequeño pomo del que sólo
tendría que tirar para ver sus caras. Pero no me atrevía, no me
atrevía... ¿y si me veían?
-No puedo pasarme
el día fuera sabiendo que ella está aquí dentro.
-Pues ¡llévatela!
-Tampoco puedo
cargar con ella-bufó el chico. Me imaginé a Angelica cruzándose de
brazos.
-Entonces ya sabes
qué tienes que hacer. Ir al Cristal. Quedarte allí unas horas.
Cuanto más alto estemos, más fuertes nos hacemos. Y sabes de sobra
que vas a necesitar todas tus fuerzas para arrastrar a esa runner a
la batalla contigo. No voy a morir por ella, al igual que tampoco voy
a morir por ti-el tema se zanjó con un portazo.
Conté hasta 20 y
abrí la puerta despacio, fingiéndome dormida. A pesar del tiempo
transcurrido, Louis seguía contemplando el lugar por el que se había
ido Angelica con el ceño fruncido, un brazo rodeándole la cintura y
el otro acabando en una garra que se afilaba en sus dientes.
-¿Cuánto has
oído?-inquirió sin dar más muestras de su presencia que aquella
frase. Suspiré.
-Yo... Louis...
esto...
-Ahora ya sabes que
no te tengo encerrada por gusto.
-Jamás pensé tal
cosa.
Era cierto que sí
que se me había pasado por la cabeza que se fuera a combatir cuando
yo estaba aún en casa, pero había desechado la idea rápidamente.
Él no me haría algo así; sabía que podía pelear y, sobre todo,
sabía que sería más útil que nadie en un campo de batalla, porque
conocía a los dos bandos, sabía de qué pie cojeaba cada uno y cómo
podríamos aprovechar los puntos flacos. Definitivamente no me iba a
dejar allí.
-Ojalá hubiera
otra manera de mantenerte a salvo, pero...
-Yo no te culpo por
lo que me está pasando.
Me acerqué a él y
le acaricié el brazo.
-Necesito correr,
Louis.
-Y yo necesito
saber que no tengo que estar vigilándote cada segundo, sin perder un
solo instante, so pena de que los demás aprovechen mi despiste para
desmembrarte.
Nos quedamos en
silencio, hasta que él se disculpó con un:
-Estoy muy tenso,
bombón.
-¿Las alturas te
relajan?-espeté, aceptando la disculpa. Él abrió los ojos.
-Un poco. Sí. Me
fortalecen.
-Entonces, haz lo
que ha dicho Angelica. Vete al Cristal. Quédate allí unas horas. No
me va a pasar nada-junté las manos por las palmas, en un gesto de
súplica más antiguo que el mundo-. Prometo portarme bien, no
abrirle la puerta a nadie... a cambio de que tú vayas a donde te
hagas más fuerte.
-Cuando más fuerte
soy es cuando estoy contigo-respondió con toda naturalidad,
besándome en la frente-. Vamos a la cama, bombón. Mañana pensaré
la forma de conseguir que corras aquí dentro.
A diferencia de la
vez anterior, fui yo la que le condujo a la cama, le quitó la ropa y
lo guió a aquellos parajes que sólo nosotros dos conocíamos, con
el sabor de sus besos, la victoria y la dulce esperanza en mi lengua.
Me sorprendió
cuánto los había echado de menos a los tres.
Dame ese gif, Erikina :D
ResponderEliminarAhora no quiero.
ResponderEliminarEs broma ü
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