jueves, 27 de agosto de 2015

Hace 200 días que no compro nada nuevo, y esto es lo que entendí.


Hace algunos meses tuve que soportar el peor momento de mi vida: la muerte de mi padre. Tenía cáncer.
En nuestra sociedad ya no es normal tener un duelo largo y llorar a quién se ha ido: hay que trabajar. Además hay que diligenciar una montaña de documentos para notificar lo sucedido a una buena cantidad de entidades. Cuando terminé con todo eso, decidí vaciar el apartamento de mi padre.
Es una de las tareas más difíciles que he enfrentado.
Al clasificar cada cosa, la ausencia de mi padre se hacía cada vez más presente. Casi cada objeto estaba relacionado con algún recuerdo. Y había mucho por clasificar.
Necesité dos semanas para poder deshacerme de una vida de pertenencias que reposaba en el apartameneto de soltero de mi padre. Hubo cosas que debí vender, regalé otras tantas e incluso me vi obligada a envíar algunas de ellas al basurero. Cajas llenas de platos y ollas, ropa, muebles, artículos de oficina y muchos otros cachivaches.
Me deshice de lo acumulado durante toda una vida. Una historia que seguramente cada uno de nosotros conoce.
Para obtener todas estas cosas, mi padre tuvo que haber dedicado una buena cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo, todo para que yo acabara por tirarlas o deshacerme de ellas con gran dificultad. Estamos destruyendo nuestro planeta con tal de llenar una corta vida de pertenencias (en muchos casos innecesarias) que usamos con poca frecuencia y en ocasiones nunca. Algunas de ellas pasan a la historia el mismo día de su compra.
Yo decidí que no quería que algo así fuera mi vida “normal“.
Me embarqué en un experimento que duraría 200 días en el que haría mi mejor esfuerzo por no comprar nada nuevo.
Como muchas de las personas con un ingreso fijo, nunca había sido muy disciplinada cuando se trataba de hacer compras. Si podía permitírmelo e incluso si no podía, lo más probable es que lo comprara pensando ”Bueno, ¿y por qué no?“. ¿Podría entonces sobrevivir 200 días sin rendirle culto al Centro Comercial?
Pues sí. A excepción de los alimentos, las medicinas, y los artículos básicos de aseo personal. Pedí prestado, compré de segunda o me las arreglé para vivir si una u otra cosa, y esto fue lo que aprendí:
Ya hay demasiadas cosas en el mundo.Recorriendo tiendas de artículos de segunda mano, clasificados en línea, y grupos en Facebook dedicados a comprar y vender mercancía me sorprendí mucho de ver la enorme cantidad de cosas que los humanos hemos creado hasta ahora. Montañas de ropa, toneladas de muebles, platos, ollas, bastones: un océano casi inimaginable de bagatelas. Todas estas cosas son tiradas, y aún más son producidas. Creo que no hay necesidad de algo así.
La gente compra compulsivamente.Mientras intentaba satisfacer mis necesidades con ayuda de los artículos de segunda mano me impresionó la cantidad de cosas nuevas que hay allí. Cosas que nunca fueron usadas y que reposan incluso con la tirilla con su precio y empaque original: desde velas con esencias hasta ropa completamente nueva llenándose de polvo en los pasillos de las “Second hand”. Eso me mostró que el acto mismo de comprar ya tiene poco que ver con la necesidad de uno u otro objeto, e incluso con el hecho de quererlo; se parece más a un acto compulsivo que debía ser realizado, nada más.
Hay un estigma irracional en contra de lo que ha sido usado previamente.
Tal y como lo escribí en mi blog, obtuve un montón de respuestas interesantes acerca del aspecto higiénico de mi experimento. Muchos sentían que comprar ropa, muebles y otros bienes de segunda era algo sucio y hasta rudo. ¡Pero qué mentalidad más extraña! Esas mismas personas estarían felices de donar lo que ya no usan a asociaciones de caridad. Supongo que piensan que lo usado está bien para los pobres, pero no para ”nosotros“.
Los grandes supermercados no son algo que nosotros necesitemos: los necesitan las grandes corporaciones.Durante los 200 días de mi experimento me dí cuenta que no necesito ir a una gran tienda para comprar lo que necesito: hay muchos pequeños locales en mi comunidad. Las tiendas de ”Segunda Mano" y los clasificados fueron suficientes para satisfacer la mayoría de mis necesidades. Nuestros barrios y sus tiendas también tienen lo necesario para vivir bien, y hay un buen número de personas que están dispuestas a venderlo o obserquiarlo a cambio de una sonrisa o un trueque.
Cuando nada es nuevo, nada es caro.Sin lugar a la menor duda, mi cuenta bancaria descansó bastante durante estos 200 días. Lo de segunda es mucho más económico: la calidad y la utilidad de los artículos es la misma.
Se siente mucho mejor pagarle a una persona en vez de a una corporación.
En específico cuando compras a través de los clasificados. Pude notar que la mayoría de los vendedores son gente honesta y dispuesta a ayudar. Eran personas normales que querían recuperar una porción del dinero al vender artículos en buenas condiciones. Me sentí muy bien de saber que el dinero que estaba pagando sería usado por alguien como yo, y no por una corporación sin rostro.
En realidad no necesito la mayoría de las cosas que están disponibles.
La verdad es que hay cosas que no puedes encontrar de segunda mano. Hay otras que cuya compra de segunda mano sería poco práctica. Cuando me obligué a mí misma (luchando contra mis impulsos más fuertes) a no comprarlas me sorprendí mucho de ver que nada cambió. Ni mi salud, ni mi nivel de felicidad, ni mi armonía interior. Me di cuenta que la mayoría de estas cosas son simplemente algo “lindo”, pero en muy pocas ocasiones algo realmente necesario.
Estos 200 días no sólo fueron una experiencia que decidí tener en el ámbito de la vida sostenible y el minimalismo. Fue un viaje necesario y que me cambió la vida.
Cuando alguien muere, qusieras que “pasara” y volver a la normalidad. Pienso que no haber aprendido nada de ello hubiese sido peor que la muerte misma de mi padre.
Espero que permitas que estas palabras te cambien un poco también. Quizá te des la oportunidad de entrar a una tienda de segunda mano la próxima vez que quieras comprar ropa, o te embarques en un reto de 10, 30 o 200 días sin comprar nada nuevo. Al menos me gustaría que pudieses cambiar lo que piensas a la hora de comprar algo más.

Fuente. 
Seguramente estés pensando que ésta no es manera de volver al blog después de una semana de parón total y absoluto, la semana de descanso (que yo recuerde) más larga desde que lo creé. Pero piensa en ello. Piensa en el mensaje que te transmite realmente este texto que encontré en una página de Facebook.
Lo importante no son los libros que compras, sino los libros que lees, las palabras que haces entrar en ti.
Lo importante no son las películas que vas a ver al cine, sino las películas que ves y que te llegan realmente.
Lo importante no son los zapatos nuevos que compras en el centro comercial de turno, sino los paseos tan largos que das con ellos porque te resultan cómodos.
Lo importante de una cosa no es lo que pagues por ella, ni que la estrenes. No rechazamos a alguien porque ya haya besado a otra persona, porque le haya dicho "te quiero" con anterioridad a alguien, o porque no sea virgen. Le rechazamos porque no nos gusta. O le aceptamos porque nos gusta, esté usado, roto, o a punto de romperse. Y eso que el mundo ya está lleno de personas, pero sentimos la necesidad de salvar a una más.
Entonces, ¿por qué no salvamos también a las cosas?
La vida media de una persona en España es de 75 a 78 años, dependiendo de su sexo.
La vida media de un mueble en el mundo puede pasar los mil años.
¿Realmente vamos a abandonarlo cuando todavía le quedan 922 años en los que puede dar alegrías?
Yo estoy dispuesta a pelear por ellos, por esas "pertenencias con las que destruimos el planeta a cambio de llenar nuestra corta vida de ellas, a pesar de no usarlas nunca o casi nunca".
A mamá no le importa comprarnos algodón de azúcar, a pesar de las caries que puede producir, porque sabe que, durante un instante, lo disfrutaremos.
Lo disfrutaremos mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤