lunes, 10 de agosto de 2015

¿Mi cuerpo es mi templo?

Llevo unos días haciendo ejercicio más por inercia que por intención de cambiar; las costumbres, por antiguas que sean, no se abandonan tan fácilmente.
Y también llevo días quedándome despierta por las noches, barajando posibilidades de un futuro que quiero alcanzar, pero que sé que está alto y que yo soy baja, y todavía no tengo ninguna escalera reservada.
Puede que esos dos factores fueran lo que desencadenaran lo que me acaba de pasar: me he dado cuenta de que no puedes pretender que otra persona idolatre algo que tú tratas como a un templo en ruinas, tal vez incluso peor.
Curiosamente, mientras recogía mis cosas y me mostraba satisfecha conmigo misma por conseguir levantar mis 74 kilos (sí, publico mi peso; al fin y al cabo, que no estoy sana se ve, y los números no hacen daño como las verdades), con las dos manos cinco veces seguidas, algo que nunca llegué a conseguir, me di cuenta de algo: cuando tuve 17 años, y en el período que iba de abril a agosto de esa época, fui feliz. No porque consiguiera un novio, no porque hubiera terminado el instituto, ni porque fuera a empezar la universidad (de hecho, ésa fue la razón de que septiembre se convirtiera en una tormenta que yo capeaba llorando cada noche hasta quedarme dormida), sino porque realmente empecé a trabajar por algo esencial en lo que yo quiero conseguir: una buena imagen. Estar sana.
Suelo presumir de cómo bajé 12 kilos desde ese abril hasta ese julio, y de cómo conseguí mantenerlos más o menos hasta agosto, pero nunca, jamás, he reconocido que lo que mejor me sentó con mis 17, mi edad mágica, fue el cambio de actitud que tuve: comprendí que no estás obligado a estar a gusto con tu cuerpo, que tienes todo el derecho a que no te guste, de la misma manera que sí, que nadie te puede hacer sentir mal por ello... y que puedes cambiar con trabajo y constancia si así lo deseas.
He recordado lo que pensé en el verano de mis 17 años: quiero hacer de mi cuerpo mi instrumento principal de trabajo, de manera que no voy a permitir que las herramientas se oxiden.
Porque descuidarse para una actriz es incluso peor que operarse la cara.
Y, hasta eso, tiene vía de escape.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤