lunes, 4 de septiembre de 2017

Habitación 238.

Me separé del abrazo de papá, el más incómodo que me había dado en toda mi vida, y me fui con Scott al fondo de la sala después de darle a mamá un beso. Me fulminó con la mirada, negó para sí con la cabeza y se dio la vuelta también, al encuentro de su marido, mientras yo salvaba la distancia con mi mejor amigo.
               -¿Te han dicho algo?-preguntó Scott, apretando los labios. Ni siquiera se mordisqueaba el piercing, eso era señal de que las cosas estaban fatal. Negué despacio con la cabeza.
               -En casa, sí-susurré-. Me echaron la bronca por… eso. No por las drogas. Casi parece que les dé igual.
               -Se metieron tanta mierda a nuestra edad-Scott se cruzó de brazos-, que, a su lado, nosotros no hemos hecho más que pasarnos con las chucherías con pica-pica.
               -¿A ti? ¿Te dijeron algo?-inquirí, mirándolo. Chad se abrazaba a sus padres y prometía que les llamaría en cuanto terminara la gala. Hoy no iban a pasar a la parte de detrás del escenario, nadie podía pasar.
               Nuestra actuación sería una sorpresa a comentar la semana que viene.
               Scott se revolvió, incómodo. Cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro.
               -Creí que mi padre aprovecharía para echarme en cara… todos estos años. Las veces que yo se lo eché en cara a él-me giré-. No ha sido así. Ha estado súper comprensivo, conmigo. Mi madre no me dirige la palabra.
               -¿De veras?
               -Apenas me ha dado un beso. O sea, cuando llegué a casa… después de hablar… con ella-no se atrevía a decir el nombre de mi hermana, probablemente lo considerara indigno de su boca-, ella no sabía qué me ocurría. Papá se dio cuenta al instante. Fue él quien se lo dijo, después de que yo se lo confirmara. Y mamá…-se estremeció-. Me miró de una forma… jamás la había visto mirarme así. Puso la misma cara que pone cuando sale una noticia de un hombre que mata a su mujer y a sus hijos en la televisión.
               -¿Y?-le animé. Scott tragó saliva, se relamió los labios.
               -Me dijo: “bueno, ahora a ver qué motivo encuentras para machacar a tu padre las veinticuatro horas del día; lo mejor de todo esto es que ahora eres incluso peor de lo que le considerabas a él. No se puede echar en cara cosas a la gente tan a ligera, Scott. Debería darte vergüenza” y yo me puse colorado, y ella asintió con la cabeza, y dijo: “¿ves cómo te sientes ahora? Así llevas haciendo sentir a tu padre cada vez que sacas el temita durante años. Se te tendría que caer la puta cara de la vergüenza”.
               -Dios-susurré. Scott asintió.
               -Si te soy sincero, me esperaba que me dijera algo así, pero no que fuera tan… despiadada.
               -Yo también me imaginé que te saldría con lo de Zayn. Pero tampoco creí que fuera a ser así.
               -Y habría sido peor. Oh, dios, habría sido mucho peor de no haberle dicho papá que era suficiente, que me quedaban unas horas en casa y no le parecía bien malgastarlas discutiendo. Es un tío legal, mi padre.
               -A mí siempre me lo pareció, S.
               -Sí, bueno, pero ahora que se ha confirmado que soy igual que él, pues… supongo que es cuando me lo tiene que parecer-se mordisqueó la cara interna de la mejilla y no dijo nada. Seguimos mirando a Layla y Chad despedirse de sus familias. Su tono se endureció de repente cuando inquirió:- ¿Sabes dónde está?
               No tenía ni idea de dónde se había metido Diana. Una parte de mí estaba intranquila, ¿y si se había subido al avión de Zoe y ahora estaba camino de Nueva York? Puede que las cosas fueran más fáciles si Diana se marchaba. Quizá incluso nos echaran del programa y no tendríamos que vivir puerta con puerta con Eleanor.
               Una parte de mí así lo deseaba, que la americana estuviera de viaje, huyendo de vuelta a casa, como sus padres querían, y no volver a verla nunca más.
               Pero una parte más grande, una parte que confiaba en encontrar una solución, sabía que yo no podría vivir sabiendo que la había empujado a esa elección. Por mucho que me doliera admitirlo, estaba dispuesto a perdonarla, me bastaría con ver un poco de arrepentimiento por el daño causado en sus ojos.
               Y me sentía como una mierda por lo que le había dicho. Mamá me había sentado en el comedor después del almuerzo y había hablado largo y tendido conmigo, justo después de la conversación acerca de las drogas en la que mi padre había intervenido también. Le pidió que nos dejara solos. Me cogió las manos, las puso sobre la mesa, debajo de las de ella, y me miró a los ojos mientras hablábamos. No levantó la voz ni una sola vez. Se mostró comprensiva, razonable, tranquila, como si tuviera todas las soluciones del mundo.
               Experimenté uno de esos momentos en que me enorgullecí de que fuera mi madre. Puede que no fuera una de las mejores abogadas del mundo, que no tuviera dos doctorados ni hubiera sido la primera en todas sus promociones. Puede que no hubiera sobrevivido a violencia de género y pudiera sonreír de nuevo mientras hablaba con sus hijos.
               Puede que hubiera sido suicida. Puede que tuviera que ir al psicólogo una vez al mes, para mantener todo en orden en su cabeza.
               Pero era mi madre. La quería como no se podía querer a ninguna otra cosa en el mundo. Mientras mamá me hablaba, me escuchaba, me hacía preguntas y me dejaba reflexionar, sospeché que ninguna otra mujer habría tenido esa paciencia y habría sabido llevar las cosas así de bien. Le conté las visiones, lo poco que recordaba. Me dijo que, si bien era normal que quisiera hacer eso, porque estaba en la edad, también me consideraba (y sabía que yo me lo consideraba, de la misma forma) lo bastante maduro como para pensar un poco las consecuencias de mis acciones.
               Le conté lo de Layla. Me hizo pensar en lo que le haría eso a ella.
               -Tengo que dejarla, ¿verdad? Tengo que dejarlas a las dos-inquirí, con el pánico atenazándome la garganta.
               -Tienes que hablarlo con ellas-respondió ella, serena-. Tienes que hablarlo con ellas, porque si sois tres, sois tres para todo, Tommy. ¿Me entiendes?
               -Me siento una mierda, mamá.
               -Eso denota que tienes decencia y que ellas te importan-respondió, acariciándome la cara-. Pero tienes que asumir tu responsabilidad. Puede que las drogas te desinhibieran, sí, pero hay muchísima gente que las toma y no hace esas cosas.
               -Mi intención no era hacerles daño.
               -Lo sé, mi niño-contestó-. Pero el daño ya está hecho. Ahora, sólo te queda enmendarlo.
               Tragué saliva y asentí con la cabeza.
               -¿Estás enfadado con Diana?
               Asentí con la cabeza, exhalando un suspiro. Mamá me tomó las manos, se inclinó hacia mí.
               -Tienes que entenderla, Tommy. Tienes que ponerte en su lugar.
               -¿Cómo voy a ponerme en su lugar, si ni siquiera sé quién es?-acusé-. Jamás la habría creído capaz de hacer estas cosas. Parece… parece una persona diferente dependiendo de con quién esté.
               -En Diana viven dos personas-refutó mamá-. La Diana que vino de Nueva York y la Diana que es cuando está contigo. Es como el cuento de los dos lobos luchando en nuestro interior. El malo y el bueno, luchando eternamente. El problema de Diana es que, el que representa todo lo malo que hay en ella, ha encontrado formas de someterla y obligarle a alimentarlo aunque ella no quiera.
               Me tocó la cara, y yo la miré.
               -Sabes por qué está aquí-constaté. Mamá asintió con la cabeza-. Y, ¿vas a decírmelo?
               -No es algo que yo te deba decir, mi amor. Sólo le corresponde a ella. Pero… si te soy sincera, no creo que Diana os hiciera mal a posta. Sé que aprecia a tu hermana. Las veo cuando están juntas. Se tratan como si fueran hermanas. Diana no le haría esto a propósito. Y tampoco a Layla. No las he visto tanto tiempo solas como a Eleanor y a ella, pero sí que he visto lo suficiente en el programa como para saber que le importa, que la protege, ¿no es así?-asentí con la cabeza, recordando cuando salió el tema de las parejas, y Chad anunció que tenía novio. June, que era la que nos entrevistaba, dijo que teníamos una banda muy completa, con representación de todos los sectores.
               -Soy bisexual-respondió Chad, frunciendo ligeramente el ceño. June asintió con la cabeza.
               -Sí, así que tenemos heterosexuales, bisexuales, y homosexuales. Ni que estuviéramos haciendo investigación-se rió.
               -¿Homosexuales?-había preguntado Scott, incrédulo.
               -Sí, bueno… hay una lesbiana en el grupo, ¿no es así?-los ojos de June se dispararon hacia Layla, que se puso colorada y se miró las manos. Empezó a balbucear que a ella le gustaban los chicos, pero Diana pasó por encima de ella, diciendo:
               -Lo decís por mí, ¿verdad? Por mí y por cómo me gusta chupar pollas, y esas cosas de lesbianas.
               Nos echamos a reír, el peso de la conversación evaporado. Al final, June no pudo usar se vídeo. La frase de Diana era necesaria y, a la vez, no podía salir en televisión.
               Miré a mi madre.
               -¿En serio crees, mi pequeño, que Diana haría nada que pudiera hacerles daño a Layla y a Eleanor de manera consciente y deliberada?-parpadeé, a la espera. Luego, despacio, tuve que negar con la cabeza, quizá un poco reticente-. Tienes que ser justo con ella. Si tú no te consideras responsable de lo que ha sucedido esta noche por culpa de lo que hayáis tomado, creo que Diana se merece también que le concedas ese privilegio.
               -Ella sabía lo que hacía.
               -Y tú también, cielo. Sabías lo que hacías en el momento, pero no lo que eso desencadenaría después.
               Recordé el embotamiento de la cabeza. El ser incapaz de pensar más allá de cinco minutos en el futuro. El existir sólo en el plano del presente, sin ningún tipo de pasado ni de mañana en el que despertar. Mi cuerpo estaba experimentando tantas sensaciones a la vez que a mi cerebro le era imposible registrarlas todas y, a la vez, planear, reflexionar, meditar.
               Después de que mamá se levantara para ver cómo estaba Eleanor y dejarme solo para pensar unos minutos, saqué el móvil y lo coloqué encima de la mesa. Hice una lista mental de pros y contras de llamar a la americana.
               En los pros, sólo pude poner una razón.
               La quiero.
               Y aquella razón superaba a todas las demás.
               Colgué a los tres toques, acobardado. Pero, quizás, si ella miraba el teléfono, le infundiría algún tipo de esperanza ver que había intentado ponerme en contacto con ella, si bien con bastante timidez.
               No conseguí reunir el valor suficiente para volver a llamarla en toda la tarde. Mamá me obligó. Fue entonces cuando se cabreó conmigo: cuando la llamé varias veces, con insistencia, colgando cuando era el teléfono quien daba por finalizada esa intentona. Si Diana se había perdido en sí misma, si no contestaba porque estaba lejos, la culpa sería solo mía, por no haber acudido en su rescate.
               -No-le contesté a Scott, de vuelta en aquel vestíbulo. Scott tomó aire, llenó sus pulmones.
               -Quizás el destino nos esté sonriendo por fin.
               -Scott-advertí, mirándolo de soslayo, cuando Layla y Chad se acercaron a nosotros. Él no dijo nada.
               -¿Y esas caras?-preguntó Layla, sus ojos saltando de uno a otro-. ¿Se os ha hecho corta la estancia en casa?
               -Si tú supieras-gruñó Scott. Yo apenas me atrevía a mirarla. ¿Cómo le iba a contar lo que había hecho esa noche, si ella se estremecía al pensar en acostarnos? No sé qué le había pasado en Menorca, pero estaba convencido de que aquel momento de suerte había pasado y ya no podríamos hacer nada hasta dentro de mucho, mucho tiempo.
               -¿Dónde está Diana?-preguntó Chad. Scott se encogió de hombros, se giró sobre sus talones y echó a andar por el pasillo. Ya no necesitábamos de nadie que nos guiara.
               Layla me miró, buscando una contestación a aquella pregunta.
               -Luego os contamos-respondí, yendo tras Scott. Atravesamos los pasillos, creo que nos perdimos una vez, pero no me atreví a decir nada. Caminamos y caminamos hasta llegar a la zona del gimnasio, un lugar familiar. Pasamos por delante del comedor en dirección a las habitaciones.
               Y nos dimos de bruces, como era de esperar, con mi hermana, a quien mis padres habían llevado con antelación. Scott dio un brinco y se echó hacia atrás nada más verla, sin todavía identificarla. Le di un apretón en la mano como diciendo “salúdala”.
               -Hola, El.
               Eleanor ignoró a Scott. Y, de paso, me ignoró a mí también. Se inclinó hacia un lado y miró directamente a Layla y Chad, como si Scott y yo fuéramos muebles que le impedíamos ver, andamios en la fachada de un edificio al que pretendía fotografiar.
               -Hola, chicos. ¿Qué tal las vacaciones?
               Chad y Layla se miraron entre ellos.
               -Bien… ¿y las tuyas?
               -Oh, geniales-Eleanor sonrió, haciendo un gesto con la mano, restándole importancia al asunto-. Hasta que el hermano de mi mejor amiga entró en coma y mi novio decidió que era un buen momento para montarse una orgía con mi hermano y dos putas venidas de América-esbozó una sonrisa lobuna y clavó los ojos en Scott un segundo, como regodeándose en lo que acababa de hacer. Scott no sabía dónde meterse. Se puso pálido y a la vez se ruborizó, bajó la vista a los pies y clavó los ojos en la moqueta.
               Humillado su novio (ex, me recordé a mí mismo, y me estremecí al pensar en lo raro que sonaba aquella palabra en referencia a Scott y Eleanor), clavó los ojos en mí. Le aguanté la mirada todo lo que pude, hasta que Eleanor alzó una ceja, cansada de que no siguiera sus jueguecitos, y se volvió hacia Layla y Chad de nuevo.
               Estaban flipando.
               No era para menos, la verdad.
               Bueno, me ha ahorrado contarles lo más gordo, ahora sólo queda disculparse, pensé para mis adentros.
               -Voy a necesitar que os apartéis. No quiero sacaros un ojo con los cuernos inmensos que me ha puesto Scott-acusó. Layla abrió la boca y no pudo volver a cerrarla-. Con él no han servido para abrirle la garganta, pero… nunca se sabe. Igual es que los cabrones son inmunes, ya sabéis. Los polos iguales se repelen-se encogió de hombros y pasó al lado de ellos. Les dio un toquecito en el brazo-. Luego os veo-les dedicó una amable sonrisa, carente ya de toda amenaza, y siguió caminando por el pasillo en dirección a dios sabía dónde (quizás tuviera que quedar con su aquelarre de brujas, para hacernos vudú a Scott y a mí o algo así).
               Chad y Layla la miraron mientras se marchaba, y luego, lentamente se volvieron hacia nosotros. Chad señaló por encima del hombro, a la esquina por la que acababa de desaparecer mi hermana.
               -¿Qué acaba de suceder?
               -Eh… Eleanor. Está enfadada-farfullé. Scott se irguió, azotado por una rabia que le proporcionó nuevas energías.
               -Sí, resulta que a Diana le ha parecido que éste era el momento ideal para drogarnos y violarnos entre Zoe y ella. Por lo menos disfruté, la pena es que no me acuerdo del polvo que me jodió la vida.
               Chad se puso colorado, sus ojos adquirieron el tamaño de Siberia.
               Layla, en cambio, frunció el ceño. Lo fulminó con la mirada desde su envidiable metro ochenta y cinco y, por primera vez en mi vida, la escuché soltar, enfadada:
               -Te aseguro, Scott, que las violaciones no se disfrutan-sentenció, abriéndose paso entre nosotros dos y caminando hacia nuestras habitaciones. Chad tragó saliva, se miró los pies mientras yo le lanzaba una mirada envenenada a Scott.
               -Anda que… tú también, chaval…
               -¿Qué? Tú fuiste el primero que habló de violación.
               -Sí, estando solos, no con Layla delante. Joder, Scott, hay que controlar un poquito más la lengua.
               -O la polla-sugirió Chad con un hilo de voz, sonriendo ante su propia gracia. Ambos nos volvimos para mirarle. Se sonrojó aún más-. Yo… mejor me voy. Tengo que… deshacer… eh… adiós.
               Corrió en pos de Layla. Puse los ojos en blanco, me apoyé en la pared y me lo quedé mirando.
               -Menudo diíta llevamos, ¿eh?
               -Yo… no quería decir eso-susurró, con un humor totalmente diferente. Volvía a ser mi Scott, el Scott que defendería a muerte a todo aquel a quien quería-. No delante de Layla-señaló el lugar por el que se había ido-. No quería disgustarla.
               -Lo sé-susurré-. Pero tenemos que parar. Los dos-señalé el suelo-. Que no queramos hacer daño no significa que no lo hagamos.
               Scott se mordisqueó el piercing, asintió con la cabeza y echó a andar detrás de mí cuando le animé a que fuera y se disculpara.
               Entramos en la habitación, sólo para encontrarnos con Diana y Layla, cogidas de las manos, hablando en susurros, y Chad, sentado en la cama que ella compartía con Scott, apoyado en sus rodillas y escuchando lo que las chicas decían.
               Se quedaron calladas y alzaron la vista. Chad se retorció para ver qué había interrumpido su pequeña charla de confesiones.
               Diana tenía los ojos enrojecidos, lo cual cabreó a Scott, cuyos pensamientos lacerantes de ahora encima no vayas de víctima resonaban en mi interior como si él habitara mis entrañas.
               -Layla…-empezó, ignorando a Diana deliberadamente. La última vez que la había visto, era en la escena del crimen. Diana era la escena del crimen-, siento lo que dije antes. No era mi intención que te… no creo ni por un segundo que lo que yo he sufrido esta noche tenga comparación con lo que has tenido que soportar tú.
               Layla esbozó una sonrisa cansada, la de la madre enfadada con sus niños cuando estos vienen, después de una regañina, a entregarle un obsequio para que los perdone.
               -No te preocupes.
               -¿Cuándo has llegado?-pregunté a la americana, que sorbió por la nariz. Me odié por lo rojos que tenía los ojos. Por cómo aún refulgían con unas lágrimas que todavía no se habían derramado, pero que sin duda Diana deseaba expulsar de su cuerpo.
               Layla le entregó un pañuelo arrugado a Diana, que lo aceptó con una sonrisa y un apretón de manos. Le agarró las manos a la otra chica y no se las soltó.
               Era total y absolutamente surrealista.
               -Hace… un par de horas-se aclaró la garganta. Layla asintió con la cabeza, celebrando lo fuerte que estaba siendo, como si la culpa de lo que había pasado no la tuvieran ella y su amiga.
               Scott ardía de rabia a mi lado. Me sorprendió que no soltara una pulla del tipo “a ver si te parece que se merece todas estas atenciones cuando te cuente lo que Tommy ha hecho por su culpa, lo que te ha hecho a ti”.
               -Podrías haber llamado-me escuché decir, encogiéndome de hombros y abriendo los brazos. Diana se limpió la nariz.
               -Temía que… no me lo cogieras.
               -Ajá.
               -Lo siento si te he preocupado.
               -Mi madre estaba un poco disgustada, pero nos imaginamos que te las apañarías para venir sola.
               -Por desgracia-gruñó Scott entre dientes. Le lancé una mirada envenenada.
               -¿De qué hablabais?-inquirí, cruzándome de brazos. Layla y Diana se miraron. Chad apartó la vista, de repente, la pared se volvió muy interesante.
               -Diana me estaba contando… cómo se despidió de Zoe.
               -Ah. ¿Se ha ido ya?-pregunté, alzando las cejas. No me podía creer que estuviera teniendo la típica conversación de rellenar silencios con las dos chicas más importantes de mi vida. No me podía creer la situación en sí.
               Diana asintió con la cabeza.
               -La dejé en el aeropuerto y… no sabía adónde ir. Así que vine aquí.
               -Ojalá haya una tormenta, y se caiga su puto avión-escupió Scott. Diana se puso pálida, agachó la cabeza, sumisa, y no dijo nada, retraída en sus pensamientos.
               Las facciones de Layla volvieron a endurecerse.
               -Scott, eso que acabas de decir es horrible.
               -Es lo que siento. A ti tampoco te parecería algo tan rastrero si supieras cómo son. Cómo son las dos-fulminó a Diana con la mirada-. ¿Te ha contado lo que hicimos esta noche? ¿Te ha dicho por qué Zoe se ha ido a la carrera, sin despedirse de nadie, sin siquiera pasarse a ver a Jordan? Probablemente ni se acuerde de él.
               -Zoe se acuerda de Jordan-la defendió Diana, levantando la vista y enfrentándose a Scott-. Se acuerda de él todos los días.
               -Pero no todas las noches, ¿verdad?
               Diana enrojeció. Pensé que sería por la vergüenza traída por los pecados cometidos. No pensé que fuera de rabia, una rabia venenosa y ardiente que escupió con un:
               -No, pero tampoco es la única, ¿verdad que no, Scott?
               Scott dio un paso hacia ella. Porque me metí entre los dos, que si no, le arreaba. Le cogí de los hombros y lo empujé fuera de la habitación. Lo empujé y lo empujé hasta que conseguí que se soltara del marco de la puerta y los dos nos quedamos en el pasillo.
               -¡Que te lo cuente, Layla! ¡Que te cuente qué nos dio, lo que nos hizo hacer! ¡ESPERO QUE TE GUSTARA!-bramó, enloquecido, por encima de mi hombro, mientras yo intentaba acallarlo, sin éxito-. ¡ESPERO QUE DISFRUTARAS MIENTRAS TE USABA COMO A UNA PUTA MUÑECA HINCHABLE, PORQUE TE PROMETO, DIANA, QUE NO TE VOY A VOLVER A TOCAR JAMÁS! ¡ME HAS JODIDO LA VIDA! ¡NUNCA TE PERDONARÉ LO QUE NOS HAS HECHO A MÍ Y A TOMMY!
               Su presión cedió. Dejó de luchar. Esperó a que yo me cayera sobre él, empujado por la fuerza de mi propio forcejeo por impedirle regresar a la habitación, y clavó los ojos en mí.
               -No sabes lo que me alegro de haberte animado a acostarte con ella, Tommy. Y pensar que habría sido yo el que podría haberme enamorado de eso…-la miró por encima de mi hombro, negó con la cabeza, se volvió y se marchó por el pasillo. Dudé si seguirlo. Una parte de mí me decía que necesitaba estar solo. Otra, que tenía que hablar con él. Una tercera, que me correspondía a mí hablar las cosas con Layla. No quería que fuera Diana quien le contara lo que había sucedido.
               -No le digas nada-pedí, pero mi cabreo monumental con la americana me jugó una mala pasada y me hizo sonar más amenazante de lo que pretendía. Los ojos de Diana brillaban más que nunca-. Luego vengo y hablamos, princesa-añadí, en un tono mucho más suave que a ninguno de los cuatro allí presentes se nos escapó. Layla parpadeó en señal de asentimiento, o quizás fuera un acto reflejo sin control.
               El caso es que no vino detrás de mí cuando eché a correr en pos de Scott, a quien encontré plantado en la puerta del comedor, mirando hacia el interior como quien se encuentra con una aparición.
               -Pídelo-le dije desde el pasillo, aún lejos de él, que ni siquiera se volvió-. Pide que nos vayamos, y mañana dormimos en nuestras camas.
               Exhaló todo el aire de sus pulmones en un suspiro derrotado, cansino, nada que ver con la vitalidad de la que solía hacer gala él.
               -No puedo, Tommy-gimió, apoyándose en la puerta-. No puedo dejar de verla. No me merezco dejar de verla.
               -Scott-le puse una mano en el hombro-. Ella no quiere verte. Sería mejor así. Si nos fuéramos… quizás… podríais seguir adelante. Los dos.
               -No quiero seguir adelante. No me lo merezco-clavó sus ojos castaños en mí. Las motas verdes y doradas que había heredado de Sherezade refulgieron con determinación. Jamás había visto a nadie tan decidido a castigarse hasta los límites hasta los que se castigaría Scott-. Me merezco mirarla, me merezco verla cada puto día, cada puto segundo, y ver lo que le hice. Me merezco que me duela. Me merezco que me la quiten-negó con la cabeza y clavó sus ojos de vuelta al comedor. Yo también me asomé.
               Eleanor estaba sentada a una de las mesas, comiendo un yogur helado con sirope de caramelo, mientras le reía las gracias al chico que tenía al lado. Una oleada de odio me recorrió de pies a cabeza. Jake. El jodido Jake, con sus hoyuelos, su tupé bien cuidado, y su bronceado resaltando sus músculos, revoloteando alrededor de Eleanor como una mariposa, acechándola como un buitre.
               Esto no ha sido casualidad, me dije mientras la pareja se reía y Scott les miraba, firme en su penitencia. De todos los chicos con los que Eleanor podría enrollarse en el programa, y justo lo hacía con el único al que Scott y yo éramos incapaces de tragar. Le está castigando.
               Miré a Scott, que permanecía impertérrito. Seguro que, si se hubieran puesto a follar encima de las mesas (dios no lo quiera), él habría continuado mirando, sólo para hacerse el mismo daño que él le había hecho a ella. Tal vez, si ambos sufrían lo mismo por el otro, las cosas volverían a la normalidad, ¿no?
               Quizás, si se equilibraba la balanza…
               Se me erizó hasta el último vello de la nuca cuando Scott sentenció, con una voz irreconocible:
               -Viviría mil años para castigarme viéndola ser feliz con otro.
               -Pero Jake no se la merece.
               Era un misógino. Un prepotente. Un chulo. Un egocéntrico. Un cabrón, con todas las letras. Un capullo integral. Seguro que se la liaba a Eleanor en cuanto pudiera. Le haría daño, le haría lo mismo que Scott, y él no se arrepentiría como lo estaba haciendo mi mejor amigo.
               -Tampoco me la merecía yo, T. Y ella, aun así, me escogió.
               Miré otra vez la escena hasta que no pude soportarlo más. Le agarré de la cara interna del codo y empecé a tirar de él.
               -Venga. Tenemos una gala que preparar. A la ducha, S.
               No necesité ser un genio para saber que Scott se pasó los quince minutos que estuvo bajo el chorro llorando como una magdalena. Su dolor trascendió su cuerpo y se clavó en mi corazón.
               Apenas me atrevía a mirar a Layla. Qué has hecho, Tommy, me repetía una y otra vez, masajeándome las sienes, los ojos. Qué has hecho.


Aunque no participaríamos en ninguna actuación esa noche, incluso en nuestro descanso nos hacían ir de acá para allá. Se había dispuesto un sofá blanco en la parte delantera de las pequeñas gradas de los participantes, cuyo asiento sólo podía ocupar el participante cuyo vídeo se estuviera enseñando en ese momento.
               Después de que June terminara de leer las valoraciones de aquellos que habían asistido a la gala en la que había actuado Taraji, nos pidieron que ocupáramos ese codiciado sofá. Me senté al lado de Scott, reflejando la posición que había ocupado durante toda la noche y que ocuparía toda la vida. A mi lado, estaba Chad. Después, Layla, y por último, Diana, que me lanzó una mirada lastimera que fingí ignorar. Tragué saliva, me acomodé en mi lugar y miré a Scott de reojo, asegurándome de que estaba bien. Asintió con la cabeza mientras las luces se apagaban, y nuestro vídeo de presentación hacía los honores, anunciando quién gozaría de la atención.
               La pantalla pasó a mostrar un vídeo de un edificio en el que no paraban de detenerse limusinas, cámaras capturando cada movimiento de las personas que salían de ellas en un goteo constante de lujo. La imagen se detuvo y se rebobinó. El interior del edificio, un inmenso pabellón en el que se estaba montando una pasarela, apareció a cámara rápida. Las grúas se afanaban en preparar un evento tan exclusivo como celebrado y esperado: había pocas cosas que acapararan tanta atención como el desfile anual de Victoria’s Secret.
               Una espalda que Scott conocía muy bien hizo acto de presencia. Era la mía.
               -No sé cómo va a salir esto-anuncié sin mirar a la cámara, caminando al lado del escenario-. La pasarela es tan… larga. Qué locura-me pasé una mano por el pelo y miré al cámara. Siempre me había parecido muy patético el mirar directamente a la lente y renegar de la existencia de la persona que estaba tomando las imágenes-. No me extraña que las modelos estén tan delgadas, imagínate los kilómetros que harán en los ensayos. En fin. Va a ser raro estar nosotros tres solos-susurré, subiéndome de un brinco a la pasarela-. Espero que salga bien.
               Me acompañaron a los vestidores, donde ponían a Diana unos tacones similares a los que llevaría durante su desfile para que pudiera practicar sus bailes.
               -Didi-saludé. Ella levantó los ojos e hizo una mueca-. ¿Cómo lo llevas?-le acaricié la cintura y ese gesto arrancó gemidos de aprobación y envidia entre el público. La miré de reojo mientras Scott bufaba a mi lado. Diana tenía los ojos clavados en ese punto de contacto de nuestro pasado.
               -Llevo aquí desde las 7 de la mañana, ¿tú cómo crees?
               -Lo haremos bien.
               -Más te vale-me retó mi americana, sonriendo traviesa. Layla apareció por detrás de nosotros, correteando con un vestido vaporoso de gasa, de varios tonos rosados.
               -¡Tenéis que afianzarme el busto!
               Me volví hacia la cámara.
               -A eso se reduce nuestra vida ahora, amigos: a afianzarnos el busto y levantarnos a las 7 de la mañana para que un montón de gente nos toquetee la cara y el pelo. Qué difícil es ser una estrella del pop-puse los ojos en blanco y mis ojos volaron por encima de la lente-. ¡Scott! ¡Te buscaban para la prueba de vestuario!
               -¡Estoy desayunando!-protestó Scott, con la boca manchada de mermelada de una fruta exótica.
               -¡Eso es para las modelos!-respondió Diana.
               -Yo tengo un culo para pasearlo por pasarelas, rubita, si no soy modelo es porque no me contratan. Ahora mismo estoy un poquito ocupado-añadió, mirando también a la cámara-, pero puedo hacer un hueco a Armani, si se me ponen insistentes.
               -¡Por Dios, ¿alguien ha visto a la costurera?!-chilló Layla, correteando de nuevo por un extremo del camerino.
               -Se ha ido a comer, Lay. ¡Tranquilízate, mujer! Si te queda genial-la calmó Diana-, sólo necesitas unos arreglillos.
               -Qué desastre. Se suponía que me tocaba el ensayo con vestuario dentro de quince minutos.
               -Si no aparece nadie, te lo arreglo yo-se ofreció Scott.
               -Sí, claro. Para que me lo manches de mermelada de arándanos. No, gracias.
               -Normalmente no se pone así-confié al público-, es que está preocupada porque lo quiere hacer bien.
               -Lo va a hacer genial.
               -No me lo digas a mí, Diana, díselo a ella, que parece que es la única que no se ha escuchado cantar nunca.
               Layla se puso colorada y farfulló algo de que tenía que ir a buscar no sé qué en el otro extremo del pabellón. Le ponía nerviosa que yo le dedicara piropos cuando se suponía que no debía hacerlo, demasiado ocupado en ejercer ese papel de novio loco de amor por Diana.
               Por eso me gustaba hacerlo: porque me gustaba el rubor de sus mejillas cuando se acordaba de que la quería.
               Bueno, por eso, y porque no me parecía justo que Diana recibiera todas las atenciones.
               Chad apareció de repente sentado en la pasarela, con los pies colgando, balanceándolos. Iba vestido ya con la camiseta negra de tirantes y los vaqueros oscuros. Se pasó una mano por el pelo.
               -Vale, Jesy nos va a matar porque el número no está a la altura de los demás. No tenemos la misma coreografía, ¡solo somos tres, y apenas podemos movernos! Jesy, no te enfades-pidió Chad, juntando las manos como si rezara.
               -¿Creéis que quedaréis bien?-le preguntaron los cámaras. Chad parpadeó.
               -Creo que quedaremos genial cuando actuemos con las chicas, que Layla os va a dejar flipados… y bueno, los chicos y yo haremos lo que podamos.
               -Tal cual lo ponéis Tommy y tú, Scott y vosotros dos nos vais a decepcionar.
               -Lo vamos a hacer de puta madre-gritó Scott desde el otro lado del escenario-, son ellos, que son unos histéricos.
               -Tú te sales, S.
               -Como siempre. Hola, Jesy-saludó Scott, agitando la mano por encima de su cabeza. Miré a Jesy sólo para comprobar que estaba poniendo los ojos en blanco.
               Un narrador pasó a contar que habíamos estado trabajando conjuntamente en el número de la última semana que habíamos hecho en directo y en la grabación de aquella gala de mediados del ecuador del programa. Anunció que apenas dormíamos y que no teníamos tiempo para descansar, obligados a preparar dos números (o tres, o cuatro) a la vez: el solo de Chad, el solo de Layla, la canción que cantaríamos nosotros tres y la canción que cantaríamos como grupo, amén de la de la gala anterior, The nights.
               La cara de Scott apareció en la penumbra. Enseñó el reloj digital de la mesilla de noche que compartíamos.
               -Son las 3 de la mañana y todavía no puedo dormirme. Alguien se ha pasado con el café-se pasó una mano por el pelo y bufó-. Estoy molido. Tommy. Tommy. Eh, Tommy-recordé cómo me había tocado con el pie-. Pss. Tommy.
               -¿Qué?-gruñí, somnoliento.
               -¿Estás dormido?
               -Joder, qué-gruñí, ahora ya molesto. Layla se dio la vuelta en la cama, huyendo de la luz que emitía la pantalla de la cámara.
               -He estado pensando… igual tiene más sentido que yo haga el segundo solo y tú el primero. Deberíamos decirle a Jesy que así quedaría mejor.
               -Tienes que estar de coña-espeté, dándome una vuelta.
               -Es que…
               -Ponte a dormir, Scott.
               -Pero…
               -Que. Te. Pongas. A. Dormir.
               Scott puso los ojos en blanco, se encogió de hombros e hizo la presentación en susurros.
               -Damas y caballeros… somos Chasing the Stars (o, bueno, lo que queda de nosotros), y vamos a participar en el desfile de Victoria’s Secret. Esperemos que Diana no se resbale, ¿eh, Lady Di?
               -Te odio-bufó la americana en sueños, dándose también la vuelta.
               Una explosión de rosa se hizo con el poder de la pantalla. Las letras plateadas que hacían las iniciales de la casa de lencería más famosa del mundo aparecieron en pantalla, mientras las modelos bailaban o se contoneaban con las presentaciones.
               Diana se revolvió en su asiento, mirándose en aquella inmensa pantalla y sonriendo con timidez al ver cómo se daba la vuelta y sonreía, y el público se volvía loco.
               Se hicieron varios planos al escenario desde diferentes ángulos. Se procedió con la presentación, los típicos mensajes encriptados que se gritaban en los auriculares unos organizadores a otros y, de la nada, se vio la pasarela desde su salida, con el punto de vista de las modelos.
               El público contuvo el aliento un momento. Se bajaron las luces sutilmente para que el escenario pasarela quedara iluminado.
               -Damas y caballeros, para presentar el desfile Exotic Island… Chad Horan, Tommy Tomlinson, y Scott Malik, de Chasing the stars.
               Confusos y educados aplausos mientras empezaban los acordes de la canción, el público preguntándose de dónde saldríamos… hasta que Chad y yo nos levantamos de los asientos de primera fila y saltamos encima del escenario. Cantamos a la vez la primera estrofa de Sexy Bitch, de David Guetta. Nos sentamos en uno de los bancos de en medio, que dividían la pasarela en una suerte de doble lengua, mientras la cámara de detrás del escenario se volvía para hacer un primer plano de Scott, saliendo del vestuario delante de las modelos.
               La primera modelo era Diana, que sonrió y desfiló con decisión y felicidad, arrebatándole los focos a Scott en cuanto éste se apartó a un lado.
               -Nothing you can compare to your neighbourhood, oh. I’m trying to find the words to describe this girl without being disrespectful.
               -The way that booty movin’-canté yo cuando Diana pasó delante de mí, mirándole descaradísimamente el culo.
               En mi defensa diré que a las modelos les hacían algo cuando las preparaban para desfilar en ropa interior.
               Pero, si admitir que me empalmé la primera vez que la vi con la ropa que llevaría puesta en el desfile conseguiría reducir mi condena… entonces me declaro súper culpable, señoría.
               Scott se revolvió en el asiento, incómodo, mirando las imágenes y fingiendo que no le importaba nada y que no nos había sucedido ningún percance. Escuché a Layla decirle a Diana que había estado preciosa y que había desfilado muy bien cuando desapareció de la vista, rauda y veloz, para poder ponerse la ropa del siguiente número. Terminamos la canción y el público nos aplaudió, tanto el que había disfrutado del número en directo como del que ahora estaba viendo los vídeos. Nuestros compañeros también aplaudieron.
               Me fijé en que Eleanor lo hacía con parsimonia, sin demasiado entusiasmo, como si le importara una mierda que su hermano hubiera hecho la actuación de su vida, rodeado de modelos, consiguiendo no empalmarse a cada mirada que lanzaba en todas direcciones.
               Ah, bueno, y también había cantado bien.
               Me dio la impresión de que, si Eleanor se obligaba a aplaudir, era para celebrar la participación de Chad. Si hubiéramos estado Scott y yo solos, habría que dar gracias de que mi hermana no fingiera arcadas.
               Se metió otro vídeo en el intermedio mientras Diana se preparaba para salir con su ropa de Pink Nation. Éramos Scott, Chad y yo, bebiendo agua mientras terminaban de preparar a la americana, charlando con unas modelos.
               -Aquí todas las chicas son tan altas-comentó Chad, que había tenido que mirar hacia arriba en cada conversación.
               -A mí esto me cabrea, ¿sabes?-atacó Scott-. Lo estoy pasando mal, no quiero mirarles los pechos; mi madre me ha criado para que sea un señor. Pero es que algunas me las ponen directamente en la cara, ¿qué es esto, Thomas? ¿Tú lo entiendes?
               -Yo lo único que entiendo es que nos ha tocado la lotería viniendo a hacer la gala aquí.
               -Y tú que querías ir a Masterchef.
               -¡Me gusta Masterchef, ¿vale?! Dame un respiro, tío.
               -¿Qué íbamos a hacer en Masterchef, flipado? ¿Cantarle a una gamba pelada? Somos un grupo; como no bailemos alrededor de una cebolleta, lo llevamos claro. Por cierto-añadió Scott, volviéndose a la cámara-. ¡Hola, Alec! ¿Qué tal por clase?
               Todo el público se echó a reír, sin saber quién era el tal Alec.
               No tenían ni idea de que estaba muriéndose en el hospital.
               Scott tragó saliva a mi lado. Se miró las manos. Le di un apretón en el antebrazo.
               -No podíamos saberlo.
               -Lo sé-susurró-. Es sólo que… no me acordaba de eso-se encogió de hombros. Le revolví el pelo para animarle y él se apartó, una sonrisa triste dibujada en sus labios.
               Las modelos volvieron a salir. El siguiente desfile era el nuestro. Diana se nos unió con unos pantalones bombachos y un top rojo que dejaba al aire su tripa.
               Nos colocamos en fila india; se suponía que este número estaba diseñado para ser visto de lado. Los que hubieran tenido la suerte de tener asientos en la parte frontal de la pasarela apenas nos verían.
               Iniciamos nuestra coreografía, con la canción elegida, Work from home, atronando en los altavoces. Las modelos se vinieron arriba, disfrutando con una canción con la que podían menearse más. Layla hizo la parte de Camila, a mí me tocó la de Normani, Lauren fue para Scott, Chad se metió en la piel de Ally y la última, Dinah Jane, fue para Diana, que arrancó aplausos y vítores con sus notas altas (aunque la canción no le daba para lucirse) mientras bailaba con una sensualidad con la que nosotros no podíamos ni soñar. Sorprendimos repartiéndonos el rap de la canción entre los cinco; Diana se adueñó de la última parte de la canción, confiada por el recibimiento del público y sintiéndose totalmente en su elemento.
               Viéndola allí arriba, era imposible preguntarse por qué se había ganado el apoyo de la Diosa de Nueva York. Era preciosa, tenía talento y presencia, sabía cómo moverse y sabía cómo beber del éter de la divinidad cuando trabajaba y hacía de la pasarela su Olimpo particular.
               Me giré para mirarla, deseando decirle que había estado genial, pero ni abrí la boca, ni las palabras encontraron otra manera de escaparse de mis labios. Diana notó mis ojos sobre ella y bajó la vista.
               Nuestras miradas se encontraron y yo volví rápidamente al vídeo.
               Todavía me escocía mirarla. Mirarla y ver lo que me había hecho hacer, ver lo que había hecho ella… ver lo que yo había hecho de ella.
               Nos cogimos de los hombros, nos inclinamos hacia delante, nos dimos la vuelta y repetimos la operación, agradeciendo los aplausos, mientras las modelos continuaban escurriéndose por las filas traseras.
               Tocó el último desfile, el de la lencería más provocativa y trabajada.
               Diana salía con alas en esa actuación. Layla salió al escenario con el vestido de gasa bien ceñido a su pecho, resaltando sus curvas y la forma de su cuerpo, haciendo especial hincapié en unas piernas que no parecían tener fin mientras ella caminaba, serena, hacia el centro del escenario. Acarició el micrófono con pie que la esperaba pacientemente y esperó a que se iniciara la canción, los ecos del “señoras y señores, con todos ustedes, Layla Payne, de Chasing the Stars” muriendo en las esquinas en las que todavía reverberaban.
               Layla tomó aire, lista para empezar con Dance Like We’re Making Love, de Ciara.
               Y lo que salió de su boca sí que era arte, y no lo que había hecho Mozart con cinco años. Layla sintió la canción, la vivió, la escribió según la iba convirtiendo en sonido. Se pasó la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados, y aun así consiguió transmitir mucho más que la gran mayoría de artistas, por muchas muecas que hicieran. Se acarició el rostro, miró siempre a la cámara a la que debía en las pocas ocasiones en que abrió los ojos, abrió los brazos, cantó y cantó, alzó notas y puso a la gente en pie mientras las modelos paseaban por la pasarela en un desfile de ensueño.
               Por fin, cerrando el desfile, apareció Diana con unas alas negras, vestida con un corsé que me agobiaba sólo de mirarlo, y miró a Layla y le sonrió al encontrarse con los ojos de su amiga, que estaba terminando la canción. Cuando Diana llegó al final, posó, y se dio la vuelta, las chicas no pudieron reprimir el impulso de fundirse en un abrazo.
               Todo el mundo aplaudía enloquecido cuando Scott, Chad y yo aparecimos al fondo del escenario para dar las gracias. Lamenté no haber tenido tiempo para disfrutar de la experiencia de estar en un pase de modelos como aquel. Todo parecía tan exagerado, tan detallado…
               El vídeo terminó con Diana sentada sonriendo como una niña el día de Navidad, incapaz de mantenerse quieta por más de dos segundos.
               -¿Cómo te sientes, Diana?
               -Dios mío, estoy en una nube, literalmente-exclamó, abriendo los brazos-. Es el mejor día de mi vida, de verdad. Nunca pensé que fuera a debutar en Victoria’s Secret abriendo un desfile, pero… ¿que me permitan cerrarlo? ¡Es una locura!-se echó a reír, feliz, con una de risa de las que no puedes forzar-. Y para colmo he cantado con los chicos, es que… es imposible que nada supere a lo que ha sucedido hoy.
               -¿Ha habido presión, por lo de las canciones?
               -Tengo que reconocer que he estado un poco estresada-se sentó sobre sus piernas-, porque tenía muchísimo que preparar en muy poco tiempo, pero creo que el esfuerzo ha valido su recompensa.
               -Cuando saliste y te encontraste con tu novio ahí…-Diana sonrió, sus ojos chispearon, literalmente. Algo en mi interior se revolvió.
               No puede estar fingiéndolo.
               Esta chica no es mezquina.
               -¿… qué fue lo que sentiste?
               -Uf-Diana se tapó la boca un segundo. Sus ojos se iluminaron. Estaba a punto de llorar. Tragué saliva-. Fue… no lo voy a olvidar. Jamás. Estoy orgullosa. De Tommy, y de cómo lo ha hecho esta noche, pero… él es genial. Tommy es genial. Es que… la palabra se le queda pequeña. Necesita una palabra para él solo-sonrió, limpiándose una lágrima de la comisura del ojo con la yema del dedo-. Madre mía, lo siento. Demasiadas emociones en un solo día.
               -No te preocupes. ¿Con qué momento te quedarías?
               -Con ése. Yo pasando, Tommy cantando, los dos… mirándonos. No sé. A veces siento que estoy soñando, que alguien como yo no puede tener algo así-susurró-. Pero hoy me pareció real. Hoy fue como si pudiera tocar el cielo con las manos.
               -Y lo hiciste.
               -¡Vaya si lo hice! Lo agarré y me metí un pedacito en el bolsillo. Estoy súper agradecida a Victoria’s Secret por haber contado conmigo y al The Talented Generation por habernos dejado venir. Si me muriera ahora mismo, me moriría feliz-sonrió Diana. La imagen se congeló, fue perdiendo color hasta quedarse en blanco y negro, y finalmente el negro lo devoró todo.
               Esta chica no es mezquina, me repetí, con la imagen de Diana sonriendo grabada a fuego en mi retina. La miré, descubrí que sus ojos se iluminaban mientras Layla la abrazaba y le besaba la cabeza. Nos levantamos y fuimos al escenario para recibir las valoraciones.
               Jesy no se pasó demasiado con Scott esa noche. Gaga aplaudió la actuación de Layla y Nicki dijo que habíamos hecho uno de los mejores números en la historia de ese desfile. Diana tuvo una mención especial por haber sido capaz de abrirse tanto y de mostrar sus sentimientos de una forma tan clara en esa última parte del vídeo. Todos en el pequeño palco de concursantes asintieron: Diana era maja pero un poco distante y chula, cuando tenía un día malo era bastante complicado tragarla si no eras de su círculo más cercano.
               La única que no movió un músculo fue Eleanor, que parecía demasiado concentrada en las facciones de Scott mientras hablaban de Diana. Estaba pensando en cómo habían cambiado las cosas de la noche a la mañana, o más bien al contrario: de la mañana a la noche.
               Eleanor había empezado la mañana ilusionada por ver a su chico, sin ganas de entrar en el programa de nuevo y perder su libertad (aunque el programa era el camino necesario y que a ella le entusiasmaba en dirección a su sueño), sonriendo mientras se miraba los pies al caminar apresurada hacia el lugar en el que había quedado con Scott, pensando que estaba preciosa, sabiéndose preciosa, la chica más bonita del mundo, mordiéndose el labio y tratando de apartar esos pensamientos de la última vez que llevé puesto este vestido, me desnudó sin pensárselo, las mejillas coloradas, un torbellino de sensaciones en su interior.
               Y ahora Eleanor era una piedra. Su expresión era indescifrable e imperturbable. Ya no había más que una emoción en su interior: sed de venganza. Hacia Diana, hacia Scott, hacia mí, hacia el mundo.
               Hacia Diana, por haberle recordado esa noche que ella no era la chica más bonita del mundo, que ni siquiera su belleza podría hacer que su novio se mantuviera fiel a ella.
               A mí, por haber metido a Scott en toda esa movida y haber hecho que se quedara sin ningún lugar sagrado en el que refugiarse.
               Y a Scott… simplemente por existir.
               Diana, ajena al odio que destilaba mi hermana, sonreía con una timidez recién descubierta, por fin mostrada una sensibilidad que el mundo dudara que tuviera. No me costaba forzar una sonrisa mientras estábamos en el escenario para fingir que todo iba bien: no necesitaba forzarla. Me salía sola.
               Tenía delante a la chica de la que me había enamorado, la que había recogido del suelo de la habitación del piano en mi casa, hacía tantos meses, a la que tenía que haberle gritado en el aeropuerto mientras se marchaba que la quería, porque ni de broma dejaría que cambiáramos de año sin que ella me lo escuchara decir, a la que había llorado cuando su mejor amiga se subió al avión, la que se había acurrucado contra mi pecho en invierno, buscando mi calor, disculpándose por tener la regla y ofreciéndose a hacer lo que quisiera para compensármelo, sonriendo con calidez y besándome cuando le dije que no necesitaba hacer nada, que sólo se quedara allí, en mi pecho, para siempre.
               Mi regalo del cielo.
               Esta chica no es mezquina, pensé mientras la observaba intentando disimular la vergüenza que estaba pasando. Se sentía vulnerable. Había crecido acostumbrada a fingir que no tenía emociones para que no la atacaran y la convirtieran en la cabeza de turco perfecta, pero, ahora que lo era, Diana ya no tenía nada que perder. Pero es como la luna, aparece y desaparece, crece y mengua, discutió una vocecita en mi cabeza.
               Siempre hay luna cuando es de noche, otra cosa es que esté nueva y no se vea, repliqué para mis adentros. Los jueces nos despidieron y nos mandaron a sentarnos. Scott se percató de que tenía sentimientos encontrados, se acomodó a mi lado y no abrió la boca, dejando que librara esa batalla en mi fuero interno yo solo.
               Dentro de Diana viven dos personas, me había dicho mi madre. Apenas presté atención a quién se ponía delante de nosotros, en el primer sofá, para ver su vídeo.
               Eleanor se sentó, sola, en el sofá blanco y se inclinó un poco hacia delante, las piernas tensas, listas para salir corriendo si hacía falta. Scott frunció ligeramente los labios, carraspeó y se echó un poco para atrás, dejando espacio entre los dos, pero mirándola con nostalgia.
               Sí, asentí, y, tozudo, añadí: pero eso no quita de que se esté convirtiendo de nuevo en la chica que vino de Nueva York.
               Me giré y miré un momento a la americana, que hablaba con Layla y asentía despacio con la cabeza, limpiándose las mejillas. Nuestros ojos se encontraron y volví a apartarme. Tragué saliva y me revolví en el asiento mientras en la pantalla del escenario, la Eleanor del pasado se paseaba con unos vaqueros por un salón en el que iba a cantar una canción de Rihanna, precisamente la de su audición.
               -No dejes que te engañe, T-me aconsejó Scott. Me lo quedé mirando.
               -¿Qué?-pregunté, pero él había vuelto la vista hacia el vídeo, atesorando las imágenes que entraban por sus ojos en las que Eleanor se toqueteaba con nerviosismo el colgante del avión de papel que él le había regalado, su viejo piercing, perdida la capa de pintura negra, anclado en la oreja de mi hermana pequeña.
               La actuación de Eleanor nos puso los pelos de punta. Había elegido una de las canciones más complicadas y agradecidas de la cantante de Barbados: California King Bed. Si sabías cantarla bien, podías lucirte y escalar puestos rápidamente en cualquier ranking de Internet.
               Eleanor lo hizo tan bien que la detuvieron en plena actuación porque sospechaban que estuviera haciendo playback. El público contuvo el aliento, patidifuso. Algunas miradas interrogantes se clavaron en la pequeña silueta de la chica, que se mantuvo estoica, ajena al mundo que la rodeaba, con los ojos fijos en la pantalla. Nicki se volvió hacia Gaga, sin poder dar crédito a aquellas acusaciones. Jesy negó despacio con la cabeza mientras Simon se toqueteaba la barbilla, a la espera.
               Detuvieron la música, de una orquesta en directo, y la estancia se quedó en silencio. Eleanor tomó aire, abrió la boca, y siguió cantando a capella, sin ningún tipo de acompañamiento musical, para deleite de todos los presentes en el salón de baile en que se celebraba una gala benéfica a la que, recordaba, habían ido mis padres en alguna ocasión.
               Le devolvieron el micrófono a Eleanor y un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando por fin pude escuchar la voz de mi hermana. No pude evitar mirarla con admiración. Era increíble que una voz como la suya habitara un cuerpo tan pequeño.
               Todo el pabellón se quedó en silencio, nadie se atrevía a respirar mientras el vídeo continuaba y Eleanor seguía cantando. Cuando mi hermana cerró la boca, satisfecha, y sonrió con la timidez del artista que se sabe dueño de las almas de su público, todo el mundo estalló en vítores. Chad tomó aire.
               -Es imposible que la ganemos-susurró. Le di un apretón en la rodilla a modo de consuelo. Sabía que a Chad el concurso le importaba muchísimo, por haber dejado atrás toda su vida, incluso su país. Yo nunca las había tenido todas conmigo, sabiendo cómo cantaba mi hermana, y hoy, menos que nunca.
               Eleanor se levantó del sofá y caminó hacia el borde del escenario. La proclamaron vencedora al final de la noche, evidentemente. Todo el mundo aplaudió como un loco y hubo lágrimas por doquier cuando mi hermana se puso el vestido con el que había salido a actuar y cantó la misma canción una última vez.
               Diana se limpió las lágrimas, abrazada a sí misma. Layla le dio un beso en la sien y le acarició el hombro. Me pilló mirándolas de nuevo, siempre meditando sobre cómo Diana podía ser tan diferente de un día para otro.
               -No le preocupaba Eleanor-dijo Scott, y yo di un brinco y me volví hacia él. No me esperaba que hablara. Sinceramente, me había olvidado de que estaba sentado a mi lado-, y no le preocupas tú. No pierdas el tiempo con ella, T, tú vales más que eso. Lo único que le importa es ser el angelito que todo el mundo cree que es-escupió, venenoso-. Una persona que sería capaz de drogar a alguien para follárselo y joderle la vida puede usar de sobra lágrimas de cocodrilo. De eso viven.
               Eleanor se inclinó para agradecer los aplausos y esperó pacientemente a que se anunciara cuál sería el reto de la semana siguiente. Recé por que decidieran adelantar los duetos, pero mis plegarias no fueron escuchadas.
               -Eleanor-la llamó Nicki, inclinándose hacia delante-. Supongo que estarás muy feliz de haber ganado esta gala tan especial-mi hermana asintió, mordisqueándose la sonrisa-. Tengo unas expectativas gigantescas para la semana que viene, ¿crees que podrás superar lo que has hecho hoy?
               -Lo intentaré-susurró mi hermana, azorada.
               -Muy bien. ¿Qué tal se te dan las canciones de Disney?
               Todos contuvimos el aliento. No podía ser.
               -¿Es en serio, Nicki?
               La madre que la parió, qué suerte tenía.
               Nicki asintió con la cabeza.
               -Como seguramente sepas, todos los años pedimos a los concursantes que sobreviven a la mitad del programa que interpreten canciones de los musicales más famosos de la historia del cine y el teatro.
               -Este año-Jesy se arrastró por la silla hasta poner sus manos en la mesa y sonreír a mi hermana-, después de mucho meditar sobre lo que más nos casaría con la edición, hemos caído en que nos encontramos ante los concursantes más jóvenes de la historia de este programa. Ahora que Frankie se ha ido, el mayor de vosotros no supera los 27 años. Sois prácticamente niños.
               -Y-finalizó Gaga, girándose hacia nosotros-, ¿qué mejor que celebrar que tenemos la edición más tierna de todos los tiempos, que ofreciéndoles cantar canciones de Disney?
               El mundo se detuvo durante un momento, como queriendo confirmar que había oído bien.
               Y, después, empezó a girar a mil revoluciones por segundo.
               La parte de detrás del escenario era un hervidero de gente entusiasmada. Habían expulsado a Gabrielle, una de las compañeras de habitación de Eleanor, y me había pedido si podía cantar con ella su último número en el programa, que sería la semana siguiente (no habíamos tenido tiempo de ensayar durante aquella semana, por habernos ido de vacaciones, y los productores no querían que hiciéramos el ridículo), así que estaba parloteando a toda velocidad con Scott sobre las canciones que podríamos cantar, cuando nos dimos de bruces con Eleanor, quien ya se había cambiado de ropa y lucía unos vaqueros y una sudadera mucho más cómodos y mullidos.
               Nos miramos un momento, inseguros de cómo proceder. Scott la miraba como si ella pusiera las estrellas en el cielo; Eleanor lo miraba a él como si las hubiera apagado de un plumazo, como quien extingue la llama de una vela con un potente y ágil soplido.
               -Has estado genial-le dije. Eleanor me miró, asintió con la cabeza.
               -Gracias-susurró, seca.
               -Mamá estará orgullosa.
               -Lo sé.
               -¿Ya sabes qué vas a cantar?
               Frunció ligeramente el ceño.
               -Acaban de anunciarnos el reto, Tommy, no me ha dado tiempo…
               -Scott y yo no nos decidimos entre algo de Hércules o de Mulán.
               Eleanor parpadeó, miró de arriba abajo a Scott, que se amedrentó y dio un paso atrás, y constató:
               -Hércules es un puto gilipollas; estoy segura de que a los dos se os daría genial interpretar una canción suya.
               -El, mira, estoy intentando arreglar…
               -No quiero que arregles nada, Tommy. No hay nada que arreglar-siseó-. Y ahora, si me perdonas… tengo que ir a cenar. Quiero poder elegir mi sitio… y las compañías-añadió, clavando los ojos en Scott, una mirada tan dura en ellos que me costó no estremecerme de miedo.
               Eleanor se dio la vuelta y se encaminó al pasillo, pero alguien la detuvo. Diana se colocó en su trayectoria y se tocó el pelo.
               -Eleanor, ¿podemos hablar?
               -Hombre, teniendo en cuenta de que yo hablo dos idiomas, y uno de ellos es el tuyo…-espetó Eleanor, aburrida ya de la vida. Layla negó con la cabeza, apartada a una prudente distancia, dándoles el espacio que necesitarían para… no sé, sacarse los ojos, fundirse en un abrazo o agarrarse de los pelos.
               Todavía no estaba claro cómo se desarrollarían los acontecimientos.
               -O sea, ¿que a ella le habla, y a mí no?-espetó Scott, incrédulo. Le di un codazo para que se callara y para que no fuera un capullo, las dos cosas a la vez. Siendo sincero, entendía que Eleanor se pusiera a la defensiva, teniendo en cuenta que no había pasado ni un día desde su traición, y no éramos quién para presionarla. Las cosas aún estaban demasiado diferentes.
               Y, por otro lado, quería escuchar qué era lo que Diana le decía a mi hermana.
               La americana entrelazó los dedos, nerviosa. Se tiró del anillo que le había regalado, lo giró en su dedo de uñas perfectas en el típico gesto de histeria contenida, y comenzó:
               -Has estado genial esta noche. Quería felicitarte.
               -Qué original. ¿También te has puesto de acuerdo con Scott en tus disculpas? Fijo que os dio tiempo a hablarlo entre polvo y polvo. Te entiendo-asintió, lo miró de reojo-, a veces le cuesta que se le vuelva a levantar después de que haya fiesta.
               Layla puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Diana se mordió el labio y se miró las manos.
               -¿Algo más?-exigió Eleanor.
               -La verdad… yo…
               -¿Sí?-insistió mi hermana. Diana parecía atragantarse con sus palabras.
               -Quería pedirte… perdón. Por… lo que pasó esta noche. Yo… estaba borracha, y drogada, y…
               -Tú estás drogada siempre-acusó Eleanor, impasible-. No puedes echarle la culpa a la cocaína, cuando la tomas como si fuera Cola Cao. Sólo que, claro, el Cola Cao no lo esnifas. Lo echas a la leche. Pero da lo mismo.
               -Lo sé, sé que no es excusa, pero yo… quiero que sepas que no lo hice a propósito. Jamás te haría daño a conciencia, El.
               Eleanor se cruzó de brazos.
               -¿Me estás diciendo que no lo disfrutaste?
               Diana parpadeó.
               -¿Qué?
               -Follarte a mi novio. A Scott. ¿Lo disfrutaste?-ante el silencio de la americana, que temía que cualquier palabra suya pudiera ser malinterpretada, Eleanor insistió-: ¿te gustó? ¿Ya se te han pasado las ganas?
               Diana se puso colorada.
               -Yo… yo no tenía… Scott no…
               -Sé que Scott te pone. A cualquier tía le pone Scott. No hay más que verlo-se volvió de nuevo, lo miró por encima del hombro-. Está hecho para que nos lo queramos follar apenas lo vemos. Y él se aprovecha de ello. Además, tú me lo dijiste un día. Que, si las cosas no fueran como son, el polvazo que le echabas lo dejaría seco-constató Eleanor. Diana se sonrojó más aún.
               -No sé en qué estaba pensando. El, de ver…
               -No me llames El. Has perdido el derecho de llamarme así. Lo perdiste en cuanto te metiste dentro la polla de mi novio-ladró Eleanor, durísima. Scott se mordió el piercing, incapaz de apartar la mirada de aquella escena que ya estaba atrayendo más y más ojos curiosos e indiscretos.
               -Lo siento, Eleanor, de verdad. Tú eres como mi hermana pequeña.
               -Pues menos mal que eres hija única-acusó Eleanor, echándose a temblar de rabia-. Viendo lo que me has hecho a mí, no quiero imaginarme lo que le harías a alguien que te robara el foco de atención dos segundos. Seguramente lo asfixiarías al segundo día de estar en casa, ¿verdad?-Eleanor se acercó a ella, que retrocedió, amedrentada-. ¿Es eso lo que hiciste, Diana?-la presionó, pegando su cara a la suya, de tal forma que Diana podía oler el aliento de Eleanor, beber de sus sollozos, sentir sus lágrimas humedeciendo su piel-. ¿Mataste a un bebé que tuvo Noemí, del que nadie sabe nada, y por eso te han mandado aquí?
               -Yo… no… Eleanor, por favor, yo solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes… por favor, no…
               Eleanor se apartó de ella. La mirada de desprecio que le dedicó a la americana hizo que se me revolvieran las tripas.
               -Me da igual cómo estés. No te creas que vas a engañarme con esas lagrimitas que tan fácilmente te salen. Eres una víbora. Eres una puta, Diana. ¿Sabes por qué te ha ido tan bien con mi hermano? A él le van las putas. Le van las zorras como tú. Megan y tú sois iguales, lo único que cambia es el pelo. Sois malas, sois retorcidas, pero seguro que os dejáis hacer mil y una guarradas, y por eso a él le compensa aguantaros. Y Scott es igual que él. Por eso te atrae. Pero tenías que follártelos a los dos, ¿verdad? No te bastaba con Tommy.
               -Eleanor, por favor…-suplicó Diana, ya llorando.
               -Tenías que tirarte también a Scott-Eleanor sacudió la cabeza. Una estrella se deslizó por su piel, bajando por su mejilla-. ¿Por qué esperaste?-preguntó de repente-. ¿Por qué no te lo tiraste el primer día, cuando llegaste? No te ataba nada. Si lo querías para ti, sólo tenías que decirlo. Nada más llegar. Se pasó quince años sin mirarme, Diana-gimió Eleanor. Scott dio un paso hacia ella, pero yo lo retuve. Ahora no. Ahora no. Si intervienes ahora, Eleanor jamás podrá desahogarse, jamás se sacará esta frustración de dentro.
               Son quince años en la sombra, Scott. No puedes robarle la linterna ahora que por fin ha encontrado las pilas.
               -Ya casi no me dolía verlo irse a un rincón con alguna chica cualquiera-Eleanor negó con la cabeza, soltó una risita, se limpió los ojos-. Pero tuviste que llegar tú. Y tuviste que ponerme el foco encima, metiéndote en ese puto baño, no defendiéndome cuando Simon entró detrás de mí y empezó a besarme. Tuviste que hacer que él viniera a buscarme.
               -Yo…
               -Me has quitado al único chico del que he estado enamorada en toda mi puta existencia. ¿Y ahora quieres que te perdone para dormir bien? Al menos, tú duermes. Cuando cierres la puerta de tu jodida habitación, yo volveré a echarme a llorar. Porque seguro que cerraste otra puerta antes para abrirte de piernas tranquila para él, ¿verdad?
               Diana no dijo nada. No se atrevió a mirarla. Eleanor se apartó de ella, soltó sus dedos de alrededor de sus hombros. Seguro que le quedaría un buen moratón de recuerdo.
               Sin decir una palabra, se fue por la puerta que siempre estaba abarrotada de familiares despidiéndose. Diana se llevó una mano a la boca y parpadeó rápido, sorbiendo por la nariz. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos.
               ¿Alguna vez has ido caminando por la calle y has sentido el deseo irrefrenable de saltar justo delante del camión que está a punto de sobrepasarte? ¿O de inclinarte más allá de la barandilla, mucho más lejos de los límites de lo razonable, de la barandilla del puente, preguntándote qué se sentirá al caer?
               Eso sentí yo. Cuando mis ojos se encontraron con los míos, selva lluviosa contra mar helado, sentí el impulso de joderme la vida, jodérsela a Scott, dar un paso hacia ella y decirle que todo estaba bien. Que todo se arreglaría.
               Pero, como cuando consigues controlarte y dejas pasar al camión, o cuando tus dedos se aferran con fuerza a la barandilla, me mantuve en mi sitio, no me puse en peligro.
               Diana se volvió para no darme la satisfacción de verla llorar (cuando, en realidad, era un suplicio) y cerró los ojos con fuerza. Chad y Layla se acercaron para consolarla.
               Scott se limitó a bufar y imitar a Eleanor, atravesando la puerta.
               Me odiaría toda mi vida por lo que hice a continuación.
               Le seguí.


Sentía el dolor de mi mejor amigo como si fuera el mío propio, la desesperación de mi americana como si la estuviera viviendo yo. Estaba entre dos bandos irreconciliables en una guerra civil que estaba minando el ánimo de la población, incapaz de conseguir nada más que retrocesos cuando intentaba hacer avances.
               La noche del programa en que nos anunciaron que interpretaríamos canciones de Disney, había tenido que sacar a Layla de la habitación después de que Diana se quedara dormida, sollozando en silencio en sus brazos. Cuando entramos en la habitación y Diana se sentó en la cama, Scott se giró hacia mí y espetó, iracundo:
               -¡No pretenderás que duerma con ella!
               Yo suspiré, cansado. No llevábamos ni un día con todo aquel follón, y yo ya sentía que me estaba superando.
               -No podemos obligarla a dormir en el suelo como si fuera un perro, Scott-repliqué. Entonces, no me apetecía nada más que meterme en la cama y fingir que las últimas 24 horas habían sido una pesadilla. Scott alzó las cejas.
               -¿No podemos?
               Diana cerró los ojos y se levantó de la cama, se abrazó la cintura y miró a Chad.
               -C, ¿me cambias el sitio?
               -¡Ah, ahora te harás la víctima!-ladró Scott.
               -Yo tampoco quiero dormir contigo-escupió Diana, conteniendo la rabia.
               Chad se levantó de la cama, dócil.
               -Quédate ahí, C-ordenó Layla. Diana la miró. Los ojos chocolate de Layla estaban fijos en mí-. ¿De verdad vas a dejar que duerma sola?
               Suspiré.
               -Layla, tú no puedes dormir con Scott.
               -Sí, Lay, no vayas a violarle-terció Diana.
               -Yo a ti te mato-ladró Scott, abalanzándose sobre Diana. De no ser por mí, le habría pegado. Pero, gracias a dios, yo conseguí meterme en medio de nuevo.
               -¡Tú cállate, tía, que bastante has hecho ya!-acusé, olvidada mi conversación con mi madre, olvidadas las reflexiones sobre la americana. Diana no dijo nada, se limitó a quedárseme mirando como si fuera un curioso espécimen descubierto en una isla exótica.
               -¿Por qué no puedo dormir con Scott?-preguntó Layla.
               -Porque, la última vez que lo intentamos, dabas un brinco cada vez que yo me movía.
               Layla parpadeó.
               -Ése es mi problema, es el tuyo.
               -Por dios, Layla, no voy a dejar que te pases la noche en vela sólo por tu estúpido orgullo. Diana puede dormir en la cama de Chad, y listo.
               Diana tragó saliva. Layla le cogió la mano.
               -Ven, cariño. A partir de ahora, duermes conmigo-anunció. Me quedé helado.
               -Pero, ¿qué dices? Ahí no cabemos los tres.
               -No necesitamos caber tres. Por mí, como si decides dormir en la bañera-sentenció Layla, sentando a Diana a su lado en la cama y hundiendo los dedos en su pelo. Scott se me quedó mirando.
               -¿Eso significa que dormimos juntos?
               -¿Podemos hablar, Lay?
               Layla se me quedó mirando.
               -No sé. ¿Puedes garantizarme que Scott no le va a hacer daño a Diana mientras yo estoy fuera?
               Me encogí de hombros.
               -Voy a necesitar más que eso para irme contigo a ningún sitio.
               Le di un codazo en las costillas a Scott.
               -Mientras no me hable…
               -No tengo ningún interés en charlar contigo, musulmán, no te preocupes.
               -Genial. Para ti, no existo-zanjó Scott, tirándose en la cama y sacándose el móvil del bolsillo del pantalón. Diana hizo lo mismo y se tumbó cuan larga era. Después de un minuto de contemplación, Layla se levantó por fin y salió detrás de mí. La llevé hasta la sala común, donde se suponía que podríamos pasar el tiempo libre con los demás concursantes, pero como nos tenían explotados, al final no podíamos disfrutar más que vistazos de los sofás.
               Le indiqué uno de los sofás para que se sentara. Layla lo hizo con lentitud. Me sorprendió lo madura que parecía, lo mayor y experimentada. Era como si el mundo estuviera contenido en ella y conociera todos sus secretos; nada se escapaba a los ojos de la hija de Liam y Alba.
               Me froté las manos mientras Layla me miraba con dureza, buscando las palabras, decidiendo cómo empezar.
               -Tengo… una cosa que contarte.
               -Sé lo de Zoe-me cortó. Noté cómo todo el color huía de mi rostro.
               -¿Diana te lo contó?-quise saber, estupefacto. Layla se irguió un poco más.
               -Pues claro. Somos amigas.
               -Joder, le dije que no lo hiciera-me lamenté, frotándome ahora la cara.
               -Estaba disgustada. Le pregunté qué había pasado y ella me lo contó. Es lo que hacemos las amigas: nos contamos las cosas-Layla cruzó las piernas, de modo y manera que sus rodillas quedaran pegadas a las mías, a la vez a una distancia casi imposible de salvar.
               -Vale, ¿y qué te contó?
               -Me contó que os drogaron. Zoe y ella, a ti y a Scott. Que os dieron cocaína y que os pasaron pastillas y os llevaron al hotel de ella y allí mantuvieron relaciones sexuales con vosotros.
               -¿Mantuvieron relaciones sexuales?
               -Soy médico, Tommy-Layla se envaró-, no voy a decir “follaron duro” aunque fueran ésas las palabras que Diana usó para describir lo que hicisteis la noche pasada.
               -Mantener relaciones sexuales suena bastante más participativo por mi parte que follar duro, la verdad.
               -A Diana no le pareció que fuera algo… recíproco. Estaba bastante mejor que tú. Eso dice ella. Se acuerda de todo lo que hicisteis. ¿Tienes idea de cómo se siente?
               -No sé, ¿cachonda?-sugerí. Layla puso los ojos en blanco-. Lo siento, ¿vale? No sé cómo llevar esto, nunca he… nunca he mantenido relaciones sexuales estando así de drogado. Suelo recordar las cosas que hago por las noches. Menos cuando me emborracho tanto que me pongo a hablar con plantas, pero no creo que me sobrepase con ninguna flor cuando voy así.
               -Tommy, Diana se siente horrible por lo que ha pasado. No pretendía que las cosas degenerasen tanto. Sólo quería estar contigo, pero… bueno, las cosas se le fueron de las manos.
               -Aun así, eso no explica que Zoe y Scott…
               -Zoe quería acostarse contigo también-informó-. Se lo contó a Diana antes de marcharse. Quería que yo te dejara.
               Toda la sangre de mi cuerpo voló de nuevo hacia mis mejillas.
               -¿Qué?
               -Sí, parece ser que Diana se disgustó mucho la noche que tú y yo… en Wolverhampton… ya sabes.
               -¿Mantuvimos relaciones sexuales?-sugerí. Y Layla, muy a su pesar, sonrió. Yo era su debilidad, no podía hacerse la dura conmigo demasiado tiempo.
               -Sí, bueno. Es lo lógico, ¿no? Tú y Diana estabais tan bien, y de repente aparecí yo… no puedo culparla. A Zoe, quiero decir. Por intentar que yo rompiera contigo, porque está claro que tú eres tan bueno que no lo harías en un millón de años, no conmigo estando así. A veces creo que es un poco culpa mía. Si hubiéramos hecho algo ya, si no me pusiera histérica cuando empezamos a… mantener relaciones-sonrió-, puede que esto no hubiera pasado. Que tú no estuvieras tan…
               -¿Dispuesto a mantener rel…?
               -Dios, Tommy, ¿puedes parar? Estoy intentando estar enfadada contigo, pero cuando te pones en este plan tan adorable, es imposible.
               -Lo siento-yo también sonreí, muy a mi pesar-. ¿Lo dejamos en “cachondo”?
               -Vale, pues si yo no te hubiera puesto cachondo, quizás te habrías resistido mejor y Zoe no habría acabado en la cama con Scott. Eleanor no estaría destrozada y Diana no se sentiría como se siente.
               -¿Cómo se supone que se siente Diana?
               -Bueno, teniendo en cuenta que no le cogiste el teléfono ni una sola vez, que dijiste que era decepcionante y que tu madre le dio a entender que no debería comer en casa en una temporada, yo diría que no está pasando por su mejor momento.
               Me quedé callado, avergonzado.
               -No le dije a Diana que fuera decepcionante.
               -¿Disculpa?
               -La llamé rastrera. Y mezquina-levanté la cabeza-. No dije que fuera decepcionante. Ojalá la hubiera llamado decepcionante y ya está-me mordí los labios. Layla asintió, disimulando una sonrisa.
               -Me pareció un poco raro que ella se disgustara de esa manera por haberle dicho algo así, pero, ¿quién sabe? Lo atribuí a que se le había juntado todo. Mi pobre niña.
               -Yo no pretendía… estaba enfadado. No lo decía en serio. Diana no me parece rastrera. Es ambiciosa, sí, pero no es rastrera.
               -Es buena chica.
               -Tiene sus momentos.
               -Oh, ¿te refieres a cuando se porta mal a propósito en su ciudad natal para que sus padres la vuelvan a enviar a Inglaterra, o a cuando le ofrece drogas a su novio, que por cierto es mayor que ella?
               Me puse aún más colorado.
               -No me había dicho que se hubiera portado mal a propósito.
               -Está enamorada de ti-respondió Layla-. Haría lo que fuera por volver a tu lado. Ya lo está haciendo, pero tú no la dejas.
               -Es que no sé cómo, Layla. Y ahora, después de lo que me has contado, después de lo de Zoe…
               Layla estiró las piernas, las dobló y se acarició las pantorrillas con las dos manos.
               -Tommy-dijo.
               -Layla-repetí.
               -¿Quieres que cortemos?
               -¿Qué?
               -Que si quieres que cortemos. Tú y yo. Entiendo que nuestra relación te agobie. No estoy siendo la mejor novia del mundo, ni la más dispuesta, ni…
               -Layla, para. ¿A qué viene esto?
               Layla parpadeó.
               -A que te estás volviendo un capullo integral con Diana.
               -¿Quién? ¿Yo?
               -Sí, Tommy. Eres un capullo de manual con ella. Y yo no quiero estar con un capullo de manual. Ya estuve con uno. Casi me mata. Menos mal que yo le di una patada y le reventé el cráneo. ¿Tengo que darte una patada y reventarte el cráneo, Tommy?-Layla se inclinó hacia mí.
               Me quedé a cuadros.
               Era la primera vez que la escuchaba bromear sobre lo que le había sucedido con Chris.
               Layla tenía los ojos fijos en mí, parpadeaba a la espera.
               -Eso no va a ser necesario.
               -Menos mal. Tienes un cráneo muy bonito-consintió, y sonrió-. Mira, entiendo que te moleste lo que hizo Diana. Si queréis tomaros un tiempo, me parece estupendo. Yo no me meteré entre nosotros, no haré nada que pueda heriros ni nada por el estilo. Lo único que quiero es que dejes de tratarla como la estás tratando, y que entiendas una cosa.
               Se quedó esperando.
               -¿Cuál?
               -Diana está mal. Sus padres no la han traído aquí de vacaciones, precisamente. A veces hablo con ella, y tiene toda la pinta de tener una depresión que lleva arrastrando varios años.
               -¿Depresión?-espeté. Estaba seguro de no haber oído bien.
               -Yo no soy médico, ni mucho menos psicóloga, pero ciertas conductas…-agitó la mano-. Bueno, eso no es cosa que deba discutir ahora contigo. Lo que te estoy intentando decir es que Diana está mal. Está muy mal, Tommy. Te necesita. Tú eres lo único que le hace feliz. Puede sobrevivir perfectamente sin ti, pero no necesita que la tortures.
               -Yo no la torturo.
               -Dejas que Scott lo haga y eso es básicamente lo mismo.
               -Scott está enfadado con ella.
               -Scott tiene que entender que Diana está en un país que no es el suyo, viviendo con una familia que no es la suya, y sintiéndose sola cuando todo el mundo a su alrededor está rodeado de gente. Bastante difícil es ya para ella que sus padres la mandaran aquí, como para que ahora nosotros nos volvamos contra ella también. Además, ¿a Scott, qué le ha hecho ella? Que yo sepa, este mes cumple 18 años. Diana tiene 16. Y, la mayor parte del tiempo, Diana estuvo contigo. Podría entender que Scott se pusiera así con Zoe (aunque me decepciona bastante ver hasta qué extremos puede llegar) pero, chico-Layla me palmeó la rodilla y me miró a los ojos-, ellas no os pusieron una pistola en la cabeza y os obligaron a esnifar. Lo hicisteis porque quisisteis.
               Tragué saliva.
               -No te estoy pidiendo que perdones a Diana en el momento. Entiendo que es algo chocante y muy feo. Pero… sólo te ha fallado una vez. Y tú no le das tregua. Pareces cansado de ella.
               -No estoy cansado de ella-me defendí.
               -Pues demuéstralo, Tommy. Demuestra que tus sentimientos por ella van más allá de una noche loca en la que os habéis pasado. Intenta conservarla. Si la quieres, si me quieres a mí, intenta conservarla. Porque, si has visto en esto la ocasión perfecta para boicotear tu relación con ella y así quedarte sólo conmigo, tengo noticias: o somos tres, o eres tú solo.
               Layla se levantó, yo la miré desde abajo, más intimidado que nunca por su altura, a pesar de que su tono era sereno, un poco dulce, el de una madre que regaña a su hijo cuando le ve meter la mano en el bizcocho que acaba de sacar del horno.
               -Si pierdes a Diana, me pierdes a mí. Diana es mi amiga y no la voy a dejar tirada por un tío. Por mucho que tú, que eres un cielo, seas ese tío.
               Echó a andar en dirección a las habitaciones. Se detuvo y se volvió.
               -Además-añadió-… os vi en la terraza. En Menorca-sus mejillas se encendieron un poco-. Y, ¿sabes qué? Estuve a un segundo de unirme. Hazme un favor, Tommy: dale otra oportunidad, perdónala y sigue mimándola. Me gustaría poder meterme en la cama con vosotros dos en otra ocasión, y no precisamente a dormir.
               Y, sin decir nada más, se marchó. Yo me quedé planchado, sin saber qué decir. Demasiada información que retener en un momento.
               Cuando volví a la habitación, me había dirigido directamente a la americana.
               -Puedes dormir conmigo o dormir con Layla. Lo que tú quieras-Scott empezó a protestar y yo le mandé callar con un gesto-. ¿Qué prefieres, Didi?
               Me obligué a mí mismo a llamarla así, para transmitirle que no todo estaba perdido. Diana sonrió un poco, esperanzada.
               -Creo…-me sorprendí a mí mismo deseando que dijera que quería dormir conmigo. Me sería más fácil perdonarla si me despertaba y lo primero que veía era su cara-, creo que me quedo con Layla.
               Me encogí de hombros y dije que me parecía bien. Scott se enfurruñó y me dio la espalda toda la noche.
               Había conseguido que me perdonara a lo largo de la semana a base de meter pullas con Jake y su afán de protagonismo; resultó que teníamos que hacer un número de chicos y chicas de nuevo, una suerte de batalla amistosa de sexos, y la canción elegida había sido Todo un hombre haré de ti, y el chaval se empeñaba en decir que había hecho karate de pequeño y luego era incapaz de dar una patada más arriba de la cintura. Scott y yo nos descojonábamos en su cara cada vez que se ponía a alardear de las gilipolleces del día.
               Chad estaba hablando con Aiden por Skype, ajeno a nuestros dramas, mientras Scott se duchaba y yo cuidaba de mi granja, cuando me llegó un mensaje.
               Era de Bey. Me incorporé de un brinco antes incluso de leerlo.
               -Llámame cuando puedas. Buenas noticias-y un lacasito sonriente.
               Marqué su número de memoria, cuando habría jurado que era incapaz de recordarlo Bey respondió a mitad del primer timbrazo.
               -¿Qué pasa?-rugí al móvil, esperanzado, demasiado ilusionado-. ¿Ha movido un dedo, o algo?-chillé.
               La voz que escuché al otro lado me mandó a la Luna.
               -¿Que si he movido un dedo?-respondió Alec al otro lado de la línea-. Estoy como un toro, chaval. Te podría robar las novias, y todo. A las dos. Y sin despeinarme.
               Di tal grito que Scott se asustó y resbaló en la bañera, y a Chad por poco se le cae el iPad. Me lancé hacia la puerta y la abrí de par en par mientras Scott trataba de incorporarse.
               -Vístete-bramé, imperante-, deprisa. Hay que ir a ver a Al.
               Scott cogió una toalla y empezó a pasársela por el pelo. Ni se molestó en aclararse el jabón.
               -¿Qué pasa? ¿Qué le pasa? ¿Está peor?
               -¿Peor? ¡El muy hijo de puta está despierto!
               No recordaba haber corrido tanto en mi vida. Nos detuvimos en el mostrador de recepción para preguntar en qué habitación estaba Alec, y casi le doy un bocado a la mujer que nos atendió.
               -Whitelaw, señora-repetí, desesperado, mientras ella pasaba hojas con una parsimonia desesperante-. Como el color y las normas del Parlamento. W-H-I-T-E…
               -Tommy-llamó Scott.
               -L-A-W. Como suena. Así, tal cual. Sin guión ni…
               -Tommy.
               -… nada por el…
               -Tommy.
               -¿QUÉ?-ladré, y creo que le devolví el don de caminar alguien en silla de ruedas, porque una señora que iba aferrada a su bolso y cuyas piernas iban tapadas por una manta de repente le dio una patada y desparramó su contenido por el suelo blanco del hospital.
               -Que tengo el número de habitación. 238.
               -Alec Whitelaw-anunció la señora cuando Scott y yo ya estábamos corriendo a casi cien metros de ella. Un médico nos advirtió de que no se podía correr por los pasillos. Le pedimos perdón, caminamos deprisa hasta la siguiente esquina, y luego echamos a correr de nuevo, intentando recuperar el tiempo perdido.
               El ascensor apenas había abierto sus puertas cuando nosotros nos escurrimos por la rendija entre ellas. Trotamos entre camas, salvamos por los pelos a enfermos y enfermeros que iban y venían de un lado a otro, con más o menos prisa, hasta que encontramos la habitación.
               Tuvimos la precaución de empujar la puerta con timidez y asomar la cabeza, no fuera a ser que, no sé, le estuvieran haciendo un tacto rectal y nosotros nos lleváramos una preciosa imagen del culo en pompa de Alec.
               Pero no, no había tactos rectales. Los chicos nos sonrieron mientras nos acercábamos a la cama, radiantes de felicidad. Alec tenía la cabeza apoyada en la almohada, y nos miraba con esa expresión suya de perdonavidas, como si no hubiera roto un plato en toda su existencia. Nos acercamos a él y yo tuve que contener las ganas de comérmelo a besos.
               -¿Cómo estás, Al?-pregunté. Alec nos miró un momento, como enfocándonos.
               -Más bueno que Scott-sentenció-. Y eso es lo único que importa.
               Nos echamos a reír, en parte aliviados, en parte divertidos (la coña había tenido su gracia, había que admitirlo) pero, sobre todo, muy felices.
               Nunca dejaríamos de ser nueve.
              

               


 El quinto capítulo de Sabrae ya está disponible, ¡entra a echarle un vistazo y apúntate para que te avise de cuando suba los siguientes capítulos! A más gente apuntada, antes subiré



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7 comentarios:

  1. CAPÍTULO COMPLETO COMPLETO OLE LLE LLE
    QUIERO BESSRLE Y LAMRLE LA CARA A ELEANOR PORQUE ES UNA SUPER EL MSN Y TIENE 2 OVARIOS COMO LA ATEDRAL DE SANTISGO ES QUE ME CAGÓ VIVA DE ORGULLO
    También te digo...entiendo que Layla quiera que Tommy reflexione y se de cuenta de que nadie lo obligó a tomar drogas.. pero a veces de buena esa tonta de verdad...yo creo que debería enfadarse con los dos!
    ALEC COÑO ALEC ES LO PUTO IMPORTANTE

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  2. TE AMO TANTO ERIKA EL MEJOR CAPÍTULO DESPUÉS DE TANTAS TRAGEDIAS, EL PUTO ALEC ESTA VIVO Y DESPIERTO SEÑORES. El discurso de Layla lo mejor junto con lo de alec de verdad What a woman ## Team Layla aaaaah. Qué fuertes las palabras de eleanor a diana me he quedado en shock y Tommy es un puto gilipollas menos mal que ahí esta Layla ((ahora espero que alec les suelte otro puto discurso aaaah cant wait)). Ya veo la luz !! pensaba que esto se iba a poner peor pero no!!!!! grax por tanto perdón por tan poco 💓💓💓💓💓💓

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  3. Eleanor QUEEN aunque me da pena Diana
    Layla lo ve todo con tanta calma y madurez y da cada discurso que madre mía
    Y ALEC ESTOY CHILLANDO EL PUTISIMO ALEC SE HA DESPERTADO JODER CUÁNTO LO NECESITABA

    "Siempre hay luna cuando es de noche, otra cosa es que esté nueva y no se vea" ❤

    - Ana

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  4. ALEC ESTÁ VIVITO Y COLEANDO!!!!!!!!!!!!
    Eleanor lo ha clavado señores es que no podia haberles cantado las cuarenta mejor madre mia la marimorena
    Y Layla?????????? O sea entiendo lo que dice que una amiga dura para toda la vida y un novio no pero una amiga es esa que permite que tu novio te ponga los cuernos con otra?????? Tio es que tienen a Diana super mimadisima estoy harta, si ha hecho cosas mal las ha hecho y punto, y no por su pasado tienen que estar perdonandoselo todo porque así lo único que hacen es que siga creyendose una reina allí por donde pisa viviendo en su cuento de hadas donde todo el mundo la adora y ufff me pone negra
    Scott es tontisimo de verdad o sea que cojones de que le han violado vamos a ver que no te pusieron un palo en el pene pa que pudieras meterla chico
    Alec no me decepciones y métele la cabeza en el vater a scott a ver si reacciona coño ya

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  5. A LOS PIES DE LA REINA Y SEÑORA DE ESTA HISTORIA ELEANOR, NO HA PODIDO HABLAR MEJOR
    ESTOY ENFADADÍSIMA CON TOMMY Y SCOTT TE LO JURO ME PARECE FATAL QUE TRATEN ASÍ A DIANA CUANDO PARA HACER UN TRÍO SE NECESITA A MÁS GENTE SABES? O SEA QUE VAYAN AHORA DE POBRECITOS Y DE VIOLADOS Y MÁS DELANTE DE LAYLA ME CABREA MUCHÍSIMO, QUE SE LO HUBIERAN PENSANDO MEJOR ANTES DE TOMAR COCA Y A SABER QUÉ OTRAS MEIRDAS. ESTOY: INGIGNADA
    El discurso de Layla ha sido inmejorable se me han puesto los pelos de punta y me he puesto a llorar la pena que me ha dado Diana pero no entiendo la actitud de Layla con ella ????????? es decir, vale que seáis los tres y todo eso, pero sois vosotros tres no Tommy, Diana y la vecina del tercero... no sé yo creo que Layla de buena es tonta y debería haberse cabreado también con Didi aunque entiendo que no la quiera dejar sola por todo lo que ha dicho antes.
    Y ES QUE YO NO LO PUEDO EVITAR, ODIO A DIANA POR LO QUE LE HA HECHO A ELEANOR PERO ME DA MUCHÍSMA PENA Y SIENTO QUE ESTÁ FATAL Y HASTA QUE LAYLA NO HA DICHO LO DE LA DEPRESIÓN NO ME HABÍA DADO CUENTA DE HASTA QUÉ PUNTO LO ESTÁ Y PFFFFF DE VERDAD SCOMMY ACOSTAOS TRES AÑOS Y NO ME LA MACHAQUÉIS TANTO PORQUE LA CULPA TAMBIÉN ES VUESTRA.

    ALEC ESTÁ VIVOOOOOOOOOOO Y YO VIVO CON ÉL, MADRE MÍA HE INUNDADO MI CASA LEYENDO ESA PARTE Y MIRA QUE HA SIDO CORTITA, TE JURO QUE SE ME HA QUITADO UN PESO DE ENCIMA AL SABER QUE HABÍA DESPERTADO Y BUENO CON SU CHULERÍA HABITUAL QUE ES QUE ME DAN GANAS DE MORDERLE LOS MOFLETES

    Ha sido un capítulo completísimo y me ha encantado ufff he llorado, me he reído, me he enfadado y ALEC ESTÁ VIVO TE AMO POR ESO

    -María 💜💜💜💜

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  6. Scott y Tommy tienen de hostias en este capítulo que madre mía, se me caerían las manos si de verdad lo hiciera, o sea la postura de Scott pero tío que nadie te ha obligado a hacer nada de qué vas???????

    Layla mi reina que buenísima es (aunque de buena es tonta creo) se cabrea con Tommy pero con Diana no??? a ver que es normal que Diana necesite ayuda porque la zorra de Zoe la ha dejado literalmente sola, pero vamos a ver, que Diana sabía lo que estaba haciendo entonces porqué tanto victimismo, mira es que haberlo pensado antes... en fin que Layla es muy buena y no se la merece nadie

    Y ALECCCCCC MENOS MAAAAAAL. Sinceramente no me esperaba que despertara tan pronto pero oye que gracias ❤

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  7. Se me ha olvidado decir que olé el coño de Sher que le ha dejado las cosas claras a Scott y que se ha comportado como considero que debía. Di que sí preciosa, que tu no pariste a gilipollas como él

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