Me latía el corazón a toda velocidad mientras el ascensor
escalaba por los pisos en dirección a la azotea acristalada. Hacía una semana
que había salido de rehabilitación, y después de mucho pensármelo en mi
reclusión, había terminado diciéndoles tanto a Tommy como a mis padres que
quería hacer una entrevista explicando todo por lo que había pasado esos años.
-¿Estás
segura?-me había preguntado mi chico cuando se lo anuncié, justo después de
terminar de hacerlo tan despacio que incluso me dolió. Yo había asentido con la
cabeza y había jugado con le pelusilla de su pecho antes de contestar,
deteniéndome en ese momento tan nuestro en el que el mundo se había detenido,
el tiempo se había parado, y sólo existía todo lo que estaba en el interior de
la cama, nuestros cuerpos desnudos y nuestras caricias cálidas.
-Es
lo que tengo que hacer. Es lo justo-expliqué, y él asintió con la cabeza y me
dio un beso en la mía.
-Estoy
orgulloso de ti.
-Yo
también-contesté, y él me tomó de la mandíbula y me hizo mirarle.
-Eso
era justo lo que yo quería oír.
Mis
padres se habían ofrecido a poner todos los medios para que yo pudiera
confesarle al mundo lo que me había pasado. No compartían la idea de que
saliera a airear mis trapos más sucios, pero lo respetaban y celebraban que me
viera lo suficientemente fuerte y capaz como para llevar a cabo una confesión
tan importante.
Incluso
habían dicho que quizá sería mejor que lo hiciera en casa, que se anunciara por los medios de comunicación
pero yo utilizara una plataforma que pudiera controlar. Me había negado. En mi
cabeza, había trazado un plan.
El
rumor de que iba a volver de la oscuridad con una entrevista en la que no iba a
dejarme nada en el tintero corrió como la pólvora entre los periodistas y encargados
de páginas web de cotilleos. Nadie quería perderse los entresijos de la
complicada y glamurosa vida de Diana Styles, la heredera de un imperio musical
y de la moda cuyas fronteras se extendían hasta el último rincón del mundo.
¿Qué tendría que decir la niña mimada de la ciudad más consentida del mundo?
Se
habían lanzado como auténticos perros sobre mi agente, que no pudo hacer nada
más que ir anotando cifras astronómicas hasta que llegaron tan arriba que le
fue imposible seguir aceptando ofertas, por temor a que la economía neoyorquina
acabara colapsando ante tal afluencia de dinero.
La
ganadora había sido Miranda Wildcox, una de las periodistas más poderosas de la
ciudad, a la que le habían ofrecido su propio canal de televisión pero que
había rechazado para poder seguir disfrutando de cenas caras en los
restaurantes más exclusivos del mundo y vacaciones de lujo en hoteles y resorts
de siete estrellas en los que habíamos coincidido en un par de ocasiones. Me
alegré de que ella hubiera sido la que más pujara por mi verdad, no tenía por
costumbre manipular a la gente.
Su
compañía llevaba interesada por mí desde mis inicios y fue la que más promoción
me dio cuando mi carrera comenzó, así que no era de extrañar que quisiera
continuar explotando la mina de oro que encontraban en una muchacha de 17 años
que se moría de ganas por comerse el mundo y seducirlo con su sinceridad… o eso
creían, al menos.
Tommy
me puso una mano en la cintura, acariciándome despacio la zona de los lumbares,
a modo de tranquilizador. Tomé aire y lo expulsé mientras los números iban
mudando a toda velocidad, hasta que el ascensor aminoró su marcha y se detuvo
con un pitido.
-Lo
harás bien-me animó Zoe, y yo asentí con la cabeza. Eso esperaba. Por eso les
había pedido que vinieran conmigo, para que me apoyaran.
Un
hervidero de gente se desató a mi alrededor mientras me preparaban para salir.
Había pedido que el maquillaje fuera lo más discreto posible, y Miranda había
accedido a no ponerme más que polvos para evitar los tan molestos brillos en la
cara. Al cabo de un cuarto de hora, me sentaba en el sillón blanco de tela con
una mantita de pelo de visón color crema que habría hecho juego con mi pelo de
no habérmelo vuelto a teñir de dorado. No me sentía yo siendo castaña. Estaba tan
acostumbrada a que mi reflejo fuera rubio que, cuando me miraba en el espejo
con la melena de un tono chocolate, no terminaba de casar con mis expectativas.
Las
cámaras enfocaron el momento en que yo tomaba asiento y me apartaba el pelo de
la cara bajo la atenta mirada de Miranda, que asintió con aprobación al
estudiar mi atuendo. Llevaba puesta una blusa blanca de mangas japonesas, unos
vaqueros grises de pitillo que se ceñían a mi piel como si fueran parte de mi
cuerpo, pero eran increíblemente cómodos, y unos botines de tacón con tachuelas
que me sumaban varios centímetros en los que me acercaba peligrosamente a los
ojos de Tommy cada vez que él y yo estábamos frente a frente y nos mirábamos.
Tomé aire y le dediqué una sonrisa tímida mientras los focos terminaban de
encenderse, sabedora de que el mundo me observaba.
Mi
única condición con respecto a mi sinceridad había sido que la entrevista no
fuera gratis. Las cadenas habían insistido en que pagarían lo que fuera,
cantidades astronómicas, pero yo me había negado en redondo. Todos los que
quisieran conocer mi verdad tendrían que aportar un dólar a mi cruzada
particular contra el acoso y las drogas. Los beneficios irían destinados tanto
a la fundación que había creado con Chasing the stars para la prevención de las
drogas y mi propia fundación, con el nombre de la chica que me había mandado a
Inglaterra, que luchaba precisamente contra lo que yo le había hecho a esa
pobre chiquilla que tenía toda la vida por delante.
-Diana-sonrió
Miranda, alzando las cejas y cruzando las piernas mientras jugueteaba con sus
tarjetas de preguntas-, muchísimas gracias por concedernos esta entrevista y
darnos la oportunidad de verte mejor.
Respondí
con la típica fórmula del famoso agradecido por las atenciones que el mundo le
está prestando.
-Muchísimas
gracias a vosotros por tenerme, de verdad. Me encanta el set, por cierto.
-¿De
verdad te gusta? Hemos estado 3 días preparándolo para ti. Nos pareció que te
sentirías más cómoda en un sitio más similar a tu hogar.
-Es
un detalle-sonreí, revolviéndome en el asiento y observando las paredes de
ladrillo visto, las inmensas cristaleras con vistas a la Gran Manzana y Central
Park. Me percaté de que se veía mi
edificio desde allí, y me pregunté si sería casualidad o lo habrían hecho a
posta. Quizás pretendieron que mirara en dirección a mi cama en los momentos en
que me preguntaran por mi vida sexual.
Porque
oh, sí, me iban a preguntar por mi vida sexual.
-Antes
de comenzar-dije, atusándome el pelo e inclinándome hacia delante-, quiero
darte las gracias por esta increíble oportunidad. Sé que hay un montón de gente
que merece más atención que yo ahora mismo, pero el hecho de que hayas accedido
no sólo a hacerme esta entrevista sino que no te importe que todas las
plataformas de streaming mundial
estén en este momento emitiéndola en directo para miles de espectadores dice
mucho de ti.
-Cariño,
el placer es mío. Además, estás pecando de humilde, ¿no te parece? Hay millones
de personas pendientes de ti.
-Es
una locura.
-No
es para menos-sonrió, mirando a cámara-. Les recuerdo a todos nuestros
espectadores que la pequeña tasa que han tenido que pagar no es más que una donación cuyo contenido se
dividirá en dos partes iguales destinados a las fundaciones de Chasing the
stars contra la drogadicción juvenil y la fundación Penélope Archibald-se
volvió hacia mí-. Bien, Diana, creo que la pregunta es obligada: ¿a qué se debe
el nombre de tu fundación? ¿Por qué no ponerle simplemente tu nombre para darle
más prestigio?
-Digamos
que es un regalo, una compensación por lo que le sucedió a una chica de mi
instituto debido al acoso escolar.
-Comprendo-asintió-.
¿Era amiga tuya?
-No-admití-.
Más bien, era… por así decirlo, mi víctima.
Miranda
alzó las cejas.
-¿Podrías
explicarte?
-Bueno,
seguramente que todo el mundo sabe que yo antes eran muy egoísta y
tremendamente caprichosa. Creo que sigo siendo mucho de lo primero y todo de lo
segundo-miré a Tommy y Zoe. Él se tapaba una sonrisa con el dedo índice, como
si estuviera guardando un secreto, mientras ella se atusaba el pelo y sacudía
la cabeza ligeramente-. Tenía mucho poder en mi instituto. Era la persona más
poderosa entre los alumnos. Yo podía hacer todo lo que ellos quisieran.
-Algo
así como la reina del instituto.
-Efectivamente.
Era así, tal cual. Entre mi amiga Zoe y yo, dirigíamos aquel lugar. A todo el
mundo le fue un poco mejor cuando me marché. A todo el mundo menos a esta
chica.
-¿Qué
le ocurrió?
-Se
suicidó.
Miranda
parpadeó, impresionada por lo directo de mi respuesta. Lo cierto era que yo
tampoco me esperaba que la entrevista comenzara por ahí, pero creo que era lo
mejor. Que la gente conociera qué era capaz de hacer desde el primer momento.
Además,
puede que así subiera la audiencia, y a más
audiencia, más recaudación.
Lo
único que me había echado un poco para atrás había sido el hecho d tener que
hablar de una chica a la que yo apenas conocía pero cuya muerte había
propiciado de una forma directa y definitiva sin saber cómo reaccionaría su
familia. A aquellas dudas, Zoe había respondido colándose en el instituto y
accediendo al expediente que aún conservaban de Penélope para tener sus datos.
Tommy se encargó de marcar el número en mi teléfono móvil y salió de la
habitación mientras yo hablaba con sus padres, pidiéndoles permiso para lo que
iba a hacer y disculpas por lo que había hecho.
-Fue
trágico.
-Era
una buena persona-asentí, jugando con mi anillo-. Era guapa e inteligente y
buena, pero nosotros la echamos a perder. Yo la eché a perder.
-¿Cómo
fue?
-Sufrió
muchísimo acoso. Y yo no lo paré. Dejémoslo en que yo soy responsable de que
ella no disfrutara de su penúltimo año en el instituto como una chica de 16
años quiere hacerlo-me encogí de hombros-. Y mi indiferencia ante lo que había
sucedido con ella fue lo que hizo que mis padres me enviaran a Inglaterra-me
miré las uñas, perfectamente pintadas con un suave tono rosáceo. Me había hecho
la manicura yo misma.
-No
pareces muy indiferente ahora.
-Ahora
soy una persona diferente-respondí, encogiéndome de hombros-. Estoy mucho más
centrada y soy mucho más consciente de mis actos que hace un año. O incluso
hace 6 meses. Es lo que te hacen las drogas-admití-, te nublan la mente y sólo
te puedes concentrar en las ganas que tienes de tomar más y más. La época en la
que Penélope murió fue muy oscura en mi vida. La que más, me atrevería a decir.
Yo no pensaba nada más que en fiestas, ya sabes, la típica vida de la estrella
adolescente: sexo, drogas y rock and roll. La muerte de una chica que no estaba
en mi círculo directo de amigas era algo muy lejano para mí. Incluso aunque
muriera delante de mí, yo no sentiría el más mínimo remordimiento. Creo que
sólo si mi mejor amiga hubiera sido la que hubiera pasado por ello sí que
habría sentido algo, pero, desde luego, no habría sido tanto como siento ahora
lo que hice que le pasara a Penélope.
-Tus
padres decidieron mandarte a Inglaterra. Háblame de ese momento.
-Dios,
me puse furiosa-sonreí, mirándola. Me recliné en el asiento y miré por la
ventana, clavé los ojos en mi casa, en mi habitación, que apenas se intuía
entre los edificios y la contaminación. Recordé lo que había llorado de rabia,
cómo me había puesto a hacer la maleta dando todos los golpes que podía y más,
con la intención de hacer que mis padres supieran cuán en desacuerdo estaba con
esa decisión-. Llegué a romper cosas sólo por el mero placer de romperlas. En
aquella época, me parecía que todo lo que estaba haciendo estaba bien, o por lo
menos en el espectro de lo moralmente bueno. Nunca creí realmente que estuviera
haciendo las cosas mal. Era tan egoísta que ni se me pasaba por la cabeza que
el mero hecho de que una chica hubiera muerto por mi culpa me hiciera merecerme
que me sacaran de casa. Y, desde luego, no me merecía a mis padres. Ahora sé lo
mucho que sufrieron, teniendo que mandarme a la otra esquina del mundo sólo
para sacarme de esa espiral de autodestrucción en la que me había tirado de
cabeza.
-¿Funcionó?
-¿Más
o menos?-respondí, en tono de pregunta.
-¿Continuaste
consumiendo drogas?
-Sí.
Hay drogas en todas partes.
-¿Y
pensabas en lo que había sucedido?
-¿En
Penélope? Al principio, no. Lo único que quería era marcharme de allí.
-Tienes
dinero de sobra para haberte ido y vivir cómodamente hasta tu mayoría de edad.
¿Qué te lo impidió?
Me
mordisqueé el labio.
-El
hijo de mis padres postizos-admití, y miré a Tommy-. Sería una drogadicta y una
caprichosa, pero también soy bisexual-contesté, y las comisuras de los labios
de Miranda se elevaron ligeramente, en un microsegundo que yo capté a la
perfección. Vaya, vaya, acaba de salir
del armario en mi entrevista, ¿cuánta rentabilidad podré sacarle a esto?-.
Y siempre he sabido apreciar a un chico guapo cuando me lo ponen delante. En
cuanto posé los ojos en él, supe que me lo iba a terminar tirando. Y estaba
ansiosa por ver cuánto tardaba en caer.
-¿Tardó
mucho?
-Tres
días-admití, orgullosa, cruzándome de brazos y lanzándole una mirada cargada de
intención a Tommy mientras me recostaba obre el respaldo del sillón. Él se
mordió el pulgar y yo noté cómo me recorría un estremecimiento que nada tenía
que ver con la temperatura de la habitación.
-Confío
en que la espera mereciera la pena.
-Él
es un digno caballero inglés y jamás te lo diría, pero como yo no tengo ningún
tipo de honor y soy americana, te diré que con él descubrí que puedo ser
multiorgásmica.
-Vaya-Miranda
se echó a reír-. Así que el destierro mereció la pena.
-Ya
lo creo-asentí-. Pero no sólo por él, sino por cómo cambié. Es cierto que
continuaba tomando drogas…
-¿A
cuáles nos estamos refiriendo?
-Aquí
tomaba todo lo que se me pusiera por delante, siempre y cuando no hubiera que
pincharse. Probé una vez la heroína y lo pasé lo bastante mal como para saber
que no iba a volver a tomarla. Además, deja marcas-dije-, y no podía permitirme
eso en el trabajo. No era estúpida. Siempre he valorado mi carrera, siempre he
estado agradecida por lo que tengo y he sido plenamente consciente de que soy
una privilegiada, dedicándome a lo que
me gusta desde pequeña.
-¿Qué
cambios sufriste en Inglaterra?
-Principalmente
eso, mi consumo-tragué saliva-. Seguía tomando drogas en las fiestas, pero ya
no lo hacía entre semana porque no tenía un acceso tan claro a ellas.
-¿Llegaste
a tomar entre semana en Nueva York?
-Hubo
días en que la tomaba en el coche de camino al instituto. Tengo lagunas de
clases sobre la que no recuerdo absolutamente nada por estar puesta hasta el
culo de cualquier mierda a la que pudiera echarle el guante. Y claro, eso, en
Londres, se acabó. No porque no la tuviera a mi alcance, sino porque no tenía
la riada constante de sustancias que tomarme. Tuve que ir reduciendo, y eso
tuvo efectos en mí.
-¿Qué
tipo de efectos?
-Empecé
a sentir. Cosas. Formé lazos con gente nueva. Aprendí un montón. De la vida y
de lo que te exigen en el instituto.
-¿Crees
que esos lazos te han ayudado a la hora de admitir que tenías un problema?
-Sí.
Sin duda. Yo no quería verlo. De hecho, me decía a mí misma que lo tenía bajo
control. Siempre intentaba tomar la dosis justa para no hacerme drogadicta y
engancharme a las drogas, pero, claro, el problema era que tomaba la dosis
justa una vez, las demás ya me desmadraba, no esperaba el tiempo que hay que
esperar… estos temas son peligrosos y complicados. Y yo no sabía llevarlos
bien.
-Así
que, en cierto sentido, el cambio fue bueno para ti.
-En
todos los sentidos-asentí con la cabeza-. Yo diría que… no fueron sólo las
drogas. Fueron las personas. El hecho de estar con gente a la que yo le
importaba al margen de lo que yo fuera o dejara de ser… que se interesaran por mí,
por Diana-me llevé una mano al pecho-, y no por Diana Styles supuso un punto de
inflexión para mí. Comencé a valorarme como persona al margen de mi cuerpo.
Empecé a comprenderme a mí misma, a ver las cosas que eran buenas en mí y las
que no lo eran tanto, y trabajé para mejorar.
-Me
imagino que tuviste ayuda en el proceso.
-¿Me
estás preguntando si me enamoré y por eso cambié?-respondí, y ella se echó a
reír.
-Sí.
Al final, es cierto lo que dicen de que el amor mueve montañas, ¿verdad?
-Totalmente-asentí,
mirando a Tommy-. También es verdad lo
de que el roce hace el cariño. Yo no quería ningún tipo de relación, odiaba a
los chicos por… bueno, por motivos que te explicaré luego. Pero me encantaba
estar con Tommy. Desnuda o vestida. Me daba igual. Me parecía una persona
fascinante… aún me lo parece-sonreí, mirándole, y vi cómo se metía las manos en
los bolsillos y separaba un poco los pies, orgulloso-. El sexo con él era el
mejor que había tenido nunca, y él fue el primer chico que realmente se preocupó
de mi placer más allá de es estúpido ego masculino que les hace prácticamente
forzarte a llegar al orgasmo todo con tal de fardar con sus amigotes. Él me
entendía. Me daba espacio cuando yo lo necesitaba y no me dejaba sola cuando yo
necesitaba a alguien. Era como si nos conociéramos de toda la vida, como si
pudiera leer en mi cara lo que yo precisaba en cada momento-me miré las manos,
jugué con el anillo que él me había regalado, en nuestra primera
reconciliación-. Fue bonito-asentí, mirando a Miranda-. Muchas chicas
detestarían empezar con su novio como lo hicimos Tommy y yo, pero no me
arrepiento de nada. Era lo que yo necesitaba en ese momento para fijarme en
alguien, y gracias a Dios, también era lo que a él le apetecía.
-¿Cómo
fue?
-¿Nuestro
principio? Sólo sexo. Atracción animal. Un sexo bastante sucio, he de
decir-añadí, notando cómo se me teñían un poco las mejillas-. Pero me gustaba.
Me gustaba porque él no me trataba con la delicadeza y la adoración de los
otros chicos, que parecía que tenían miedo de hacerme algo y a la vez me
trataban como un objeto. Los demás me adoraban y apenas me hacían nada, pero
Tommy me tenía en un pedestal y a la vez se atrevía a tocarme de verdad. No
como lo haces con una escultura, sino como tienes que tocar a una mujer. Eso me
hacía sentir él. Una mujer. Su mujer.
-Y
todo eso fue creciendo.
-Pues
sí. Al principio eran encuentros casuales, yo iba a su cama, él venía a la mía,
follábamos, nos vestíamos, y nos separábamos, pero luego… no sé, empezó a
apetecernos hablar. Nos quedábamos juntos. A veces podíamos estar una hora
callados, pensando, el uno al lado del otro, sin vestirnos. Es increíble la
intimidad y la confianza que puedes tener con una persona sólo por el hecho de
estar metida en una cama sin ropa. Yo me sentía bien. Estuve dos semanas sin
tomar nada, las últimas semanas que pasamos juntos antes de que yo regresara a
Nueva York. Y me di cuenta de que le quería. Me había enamorado de él.
-Vaya,
sí que debe de ser bueno.
-Es
increíble-aseguré, tajante-. El mejor con el que he estado. Tanto física como
psicológicamente. Todo el mundo que le conoce le adora. Es imposible no
hacerlo.
-Y
él, ¿tuvo algo que ver en que reconocieras que tenías un problema?
-De
hecho, sí. Me puso en una especie de encrucijada. A alguna gente no le
funcionará, y sólo le pondrá más presión, pero era justo lo que yo necesitaba.
Cuando entramos a The Talented
Generation, teníamos tanta presión encima que yo no podía trabajar y luchar contra las voces que me decían que
me tomara algo para mejorar mi rendimiento.
-Empezaste
a consumir de forma más regular.
-Sí.
Volví a tomar cocaína y… bueno, tuvimos un problema dentro por mi adicción. Las
cosas se torcieron bastante a eso de la mitad del programa. Fue cuando Scott y
Eleanor rompieron. En cierto sentido, yo lo provoqué.
-¿Qué
ocurrió?
-No
puedo contarte eso-negué con la cabeza-. No es una historia que me pertenezca
como para contarla. El caso es que por mi culpa sucedió algo horrible y Tommy
estuvo bastante molesto conmigo. Y yo empecé a tomar más y más. No pasaba un
día sin que yo no tomara, hasta que él me cogió, me sentó y me dijo que las
cosas no podían seguir así.
-Te
dio un ultimátum.
-Sí.
O él o las drogas. No podría tener las dos cosas.
-Y le
elegiste a él.
-Sorprendentemente,
conseguí darme cuenta de que él era demasiado valioso para dejarle escapar-me
aparté un mechón de pelo de la cara y lo coloqué tras mi oreja-. Así que
intenté rebajar mi consumo, pero no me salió del todo bien.
-¿Y
eso?
-El
tour fue durísimo. Exigía tremendamente, tanto a nivel físico como psicológico.
Había que salir con una sonrisa a pesar de que lo único que quería era tirarte
a dormir dos días seguidos, una y otra vez, una y otra vez. No me
malinterpretes, me encantan los conciertos-dije-, pero no podía con el nivel de
exigencia que había a la hora de ir de un sitio a otro. Porque no son solo los
conciertos, son las horas en la carretera, los ensayos, el entrenamiento para
estar en forma…
-Comprendo.
-Era
demasiado para mí. Así que volví a tomar drogas. El problema era que mi cuerpo
ya no estaba tan acostumbrado como antes, tomé la misma dosis que solía tomarme
en Nueva York, y perdí el conocimiento-Miranda alzó las cejas-. Sí, fue
bastante fuerte. Y ése fue el punto de inflexión. Me hizo darme cuenta de que
se me había ido de las manos y no iba a poder llevarlo sola. Y decidí pedir ayuda.
-Fue
muy valiente por tu parte.
-¿Sabes?
Creo que fue la primera cosa en muchos años que no hice solamente por mí. Lo
hice por los demás: Tommy, Scott, Chad, Layla. Todos confiaban en mí y me
necesitaban, y yo no quería defraudarlos. Así que cuando nos sentamos a hablar
del futuro, y salió el tema, yo fui la primera en decir que sí, que me iba a
rehabilitación, que necesitaba parar un poco. Además, el momento era perfecto.
Chad acababa de tener a su hermana y todos estábamos un poco cansados. En ese
sentido, tuvimos mucha más suerte que ningún otro. Nadie nos presionó para que
sacáramos disco. Nos dejaron libertad para que nos recompusiéramos y poder
volver más fuertes que nunca.
-¿Y
lo estáis?
-Confío
en eso. Yo me siento renovada-sonreí, y Miranda sonrió.
-¿Cómo
ha sido estar en la clínica?
-Intenso.
Muy intenso. Siempre tratan de tenerte… entretenida para que no pienses en lo
que te falta. Pero juega un poco en su contra porque estás con gente a la que
no conoces, por lo menos los primeros días, lejos de tu familia y de la gente
que te importa-miré a Zoe y Tommy-. Por suerte o por desgracia, Zoe, mi mejor
amiga, estaba allí conmigo. Eso lo hizo todo un poco más llevadero. Así que por
lo menos tenía alguien con quien estar.
-¿Qué
te ha parecido lo más complicado?
-Los
cambios de humor-asentí, y miré de reojo a Tommy, que asintió con la cabeza y
se giró para decirle algo a Zoe, quien le escuchó con atención-. Te conviertes
en otra persona cuando te quitan eso que te lleva controlando durante tanto
tiempo. Mi chico venía a verme y yo le notaba nervioso, porque era como jugar a
la ruleta: no sabía con qué Diana se iba a encontrar hoy, si la Diana mimosa,
la Diana aburrida de la vida, la Diana ansiosa por tener sexo con él o la que
le iba a suplicar que le trajera droga.
-¿Cuál
era la más común?
-La
Diana aburrida-respondí, viéndome catapultada al pasado, a uno de esos días
milagrosos en que la rutina cambiaba gracias a él. Sólo que ese día no me
parecía nada milagroso.
Me
moría de ganas de verlo y a la vez una parte de mí, una parte tremendamente
poderosa, no quería que viniera. Deseaba con todas mis fuerzas que no pudiera
venir y yo tener que quedarme esperándole, con mis palabras ensayadas atracadas
en la garganta y mis lágrimas de pena sin llegar a derramarse.
Pero
él había aparecido, había oído sus pasos por el pasillo y se me había acelerado
el corazón. Por supuesto que vendría, me seguiría hasta el fin del mundo, igual
que yo a él.
Venía
con un par de flores que me entregó con una sonrisa justo antes de preguntarme
si estaba bien. Y, para disipar mis dudas, le agarré del pelo y tiré de él, me
tumbé en la cama y disfruté de la presión de su cuerpo contra el mío, su
calidez contra la mía, su boca en mis labios y su pelo en mis dedos.
Él
respondió con el entusiasmo de siempre y con la misma pasión de todos los días.
Me echaba de menos. Me echaba de menos aunque yo lo estaba consumiendo por
dentro. Lo notaba en sus ojeras, en su cansancio al sonreír y en cómo trataba
de llenar unos silencios que antes no habían sido nada incómodos, pero en los
que ahora nos asfixiábamos los dos. Mi pasividad lo mataba y mi negativa a
luchar le hacía perder la paciencia, pero jamás la perdería conmigo delante.
Se
desabrochó los pantalones con urgencia y comenzó a besarme la tripa,
preparándome para lo que venía, aquello que yo había empezado a pedirle y que
ya no me entusiasmaba tanto. Pero separé
las piernas en un movimiento instintivo y animal. Él metió los dedos por el
elástico de mis bragas y acarició un sexo que le deseaba pero no lo bastante.
Tenía las manos heladas, y yo cerré los ojos, tragué saliva y aparté la cara.
Me sentía desnuda y humillada y totalmente inútil, porque yo había provocado
eso, él nunca me haría nada estando en mi situación, jamás me presionaría.
Era
tan bueno… no se merecía lo que yo le estaba haciendo.
-¿Qué
ocurre?-me preguntó, porque él se percataba siempre de todo. En su boca se
había instalado una mueca de preocupación. Algo húmedo se deslizó por mi
mejilla y yo noté que estaba llorando.
-Ésta
es la última vez que lo hacemos-le dije, y él parpadeó, sus pupilas ligeramente
delatadas, considerando una inmensidad de posibilidades, a cada cual más remota
que la anterior.
-¿Qué?
-No
quiero que vuelvas-se lo repetiría una segunda vez y a él le pillaría por
sorpresa. Llevaba un mes en la clínica y yo ya notaba los efectos que los
continuos viajes y la preocupación ocasionaban en él.
-¿Por
qué?
No
había podido contestarle.
-¿Hay
otro?-preguntó sin aliento, y no supe muy bien cómo reaccionar. Me divirtió que
pensara que podría haber otra persona, y a la vez me entristeció la desilusión
con la que hizo la pregunta.
-Me
conoces-respondí-. Sabes que jamás habrá otro. Te amo-le dije, acariciándole la
cara.
-Entonces,
¿por qué me apartas de tu lado?
-No
quiero que vengas porque sientas lástima por mí.
-No
siento lástima. Me preocupo. No es lo mismo. Te amo. Y te extraño cada minuto,
desde que salgo hasta que vuelvo a entrar.
-Soy
patética-me lamenté, para el universo y para que él se diera cuenta de una vez
de que yo no era la chica perfecta con la que había creído estar durante tanto
tiempo.
Había
tenido una semana horrible. Había sufrido recaídas y me había sentido como una
mierda, subida a una montaña rusa emocional que no paraba de dar vueltas y más
vueltas, bajando y bajando y bajando hasta que creía que tocaba fondo, y
entonces descubría con un nuevo giro un pozo en el que hundirme con más profundidad.
-Eres
humana-había respondido él, acariciándome la nariz-. Y yo también. Soy humano,
Diana, y no puedo amar a una diosa. Necesito a la humana en la que te están
convirtiendo-me dijo, acariciándome el rostro, y yo me había echado a llorar,
emocionada. Le dije que le amaba en la lengua de nuestras madres, sabedora del
matiz que había en ella en las dos acepciones que aunaba el verbo inglés. Y él
me amó con una sonrisa en los labios, curándome de aquella horrible semana. Fue
entonces cuando deseé curarme de verdad, cuando comencé a amar a la persona que
se había escondido detrás de aquellas capas de cinismo y chulería impostada,
sólo para que no le hicieran daño y no descubrieran jamás sus inseguridades.
-¿Qué
has sacado de la rehabilitación?-preguntó Miranda, arrancándome de mi
ensoñación. La miré y me aparté de nuevo el pelo de la cara, plenamente
consciente del anillo que cubría mi mano y de los ojos de Tommy fijos en mí,
estudiando la más mínima señal de peligro y necesidad de rescate por mi parte.
-Me
he sacado a mí misma. Y he aprendido muchísimas lecciones valiosísimas. Sobre
superación y la capacidad del ser humano de mejorarse. Creo que soy mejor
persona no sólo por lo que he superado, sino por cómo lo he superado. He
aprendido a quererme a mí misma y a las cosas que antes me repugnaban de mí.
-¿Te
sientes en paz contigo misma, Diana?
Me
froté las manos.
-Si
me estás preguntando si hay cosas que cambiaría de mi pasado y de las que me
arrepiento, la respuesta es sí-asentí con la cabeza-. Lo de Penélope. Aunque me
han pasado cosas buenas gracias a eso… creo que parte de lo que he cambiado ha
sido que no permitiría que las cosas fueran como son de haber tenido la
capacidad de reaccionar.
-¿Crees
que estás curada?
-Creo
que voy a estar curándome toda mi vida. Ahora mismo estoy presentando batalla,
sentándome aquí, hablando contigo sobre las drogas y soportando la necesidad
imperiosa de mi cuerpo de meterse más de eso. Las echo de menos-confesé-. Pero
sé que no puedo tenerlas. Eso sería una decepción para todos los que me
importan. Y me decepcionaría a mí misma, también.
-Me
imagino que es difícil abandonar algo así.
-Para
mí llegó a ser como una costumbre. No le daba importancia. Salía de fiesta,
bebía, me drogaba, me acostaba con algún chico y repetía la operación al día
siguiente. Lo hice tantísimas veces que se convirtió en algo cotidiano para mí.
De hecho, recuerdo que me chocaba cuando alguien se negaba a tomarse algo
conmigo, por…
-Con
tomarse algo, ¿te refieres a consumir?
-Sí,
exacto-junté las manos y expulsé el aire por un agujerito de los labios, como
si quisiera silbar-. Cuando yo le ofrecía a alguien, y le ofrecían delante de
mí, y esa persona se negaba, yo siempre me preguntaba por qué no querían
pasárselo bien. Las tenía totalmente trivializadas. Para mí, meterme una raya
de cocaína era como dar un trago a un chupito-me encogí de hombros-. Conocía
sus efectos secundarios, al menos los del libro, pero en ningún momento se me
ocurrió que pudiera estar enganchada o que fuera normal que la gente se negara.
Llevaba años haciéndolo.
-¿Cuándo
empezaste?
Tragué
saliva y miré en dirección a Zoe, que asintió con la cabeza, animándome a
continuar.
Contuve
el aliento un segundo, carraspeé y me obligué a mirar a la entrevistadora
cuando contesté:
-Trece
años.
-¿Trece
años?-respondió, estupefacta, y noté cómo me ruborizaba y asentí con la cabeza.
-Sí.
Empecé bastante joven.
-Perdona,
Diana, pero es que no me entra en la cabeza cómo una niña de 13 años de la alta
sociedad de Nueva York puede ir a fiestas en las que la animen a drogarse.
-¿De
la alta sociedad?-repetí, riéndome-. Te sorprendería lo parecidas que son las
fiestas del Upper East Side y el Bronx. En cuanto a música, alcohol y drogas,
no hay manera de distinguirlas. Bueno, sí-admití, pensativa-. Las del Bronx son
más movidas y entretenidas.
-¿Estabas
en el Bronx cuando consumiste por primera vez?
-No.
Tomé en casa de una amiga. Ella me consiguió las drogas. Sabía que las
necesitaba y se encargó de hacerse con ellas.
-¿Por
qué iba una niña a necesitar consumir cocaína?
Tomé
aire, me aparté el pelo de la cara y luché por deshacer el nudo en mi estómago.
-Yo
ya no era una niña cualquiera. Sufrí… una experiencia bastante traumática.
Miranda
parpadeó, se inclinó ligeramente en el asiento, el ceño fruncido.
-¿Qué
te sucedió?
Inhalé
profundamente, cerré los ojos, atragantándome con las palabras. Dilo, Diana,
dilo, parecía decirme el universo.
Y,
por primera vez, me sentí un poco más preparada que en las otras ocasiones. Un
poco más entera y un poco más valiente. Sabía que aquella niña del armario a la
que amordazaron y violaron hasta dejarla prácticamente sin sentido no era
estúpida. Era inocente. Era una niña. Creía en lo bueno del mundo, no era una
niñata tonta que en cierto sentido se lo había buscado por no ser lo bastante
lista como para verlo venir, interpretar las señales.
-Nunca
he hablado de esto con más de dos personas en la habitación-susurré, notando
cómo se me empañaban los ojos-. Mis padres ni siquiera lo saben-añadí,
mirándolos. Mamá y papá estaban de pie al lado de otra cámara, separados de
Tommy y Zoe por un foco-. Verás, en mi primera semana de la moda, fui víctima
de abusos sexuales.
-Qué
horrible.
-Sí.
Bueno. Digamos que mi iniciación en el sexo no fue precisamente de cuento de
hadas-susurré, con la voz rota. Me picaban los ojos y sentía que la garganta se
me encogía y me ardía, como queriendo compensar la humedad de mi mirada-. Es
bastante irónico que ahora me guste tanto, teniendo en cuenta cómo empecé.
-No quiero
presionarte, Diana, pero no sé si te entiendo del todo.
-En
la semana de la moda de Nueva York, la primera en la que yo desfilé, me
violaron-confesé, y en el plató se cargó el ambiente con un silencio sepulcral
que lo devoró absolutamente todo. Noté cómo la primera lágrima se deslizaba por
mi mejilla.
-No
sabes cuánto lo lamento-dijo Miranda después de un incomodísimo silencio.
-No
tienes por qué. No fue culpa tuya-respondí, aceptando la caja de pañuelos
preparada para la ocasión que ella me acercó, cogiendo uno y dándome toquecitos
en el lagrimal con él-. ¿Sabes? Fue una verdadera pesadilla. Estuve semanas,
meses sin poder dormir bien. Cerraba los ojos, y lo veía delante de mí.
Tocándome y masturbándome y…-cerré los ojos y me estremecí, sintiéndolo de
nuevo contra mí, su pecho contra mi espalda, separándome las nalgas, aquel arma
de destrucción masiva entrando en mi interior y propagando una infección por mi
cuerpo. Me quedé callada un momento y negué con la cabeza, me limpié las
lágrimas con el dorso de la mano y luché por inhalar.
-¿Quieres
que venga tu novio?-me preguntó Miranda, y yo asentí con la cabeza, y al
segundo Tommy estaba a mi lado, abrazándome los hombros, dándome un beso en la
cabeza y acariciándome la cintura. Tommy se sentó a mi lado y me cogió la mano
y me acunó contra su pecho, buscando que me calmara y me sintiera protegida.
-No
tienes que hablar de esto si tú no quieres-me susurró al oído, y yo asentí.
Pero tenía que decirlo, tenía que quitarme de encima aquel yugo que llevaba arrastrando
durante casi cinco años, debía eliminar cualquier reducto de su poder. Me
aferré a la mano de Tommy con fuerza, como si de él dependiera mi estancia en
aquel mundo, y me volví hacia Miranda con fingida determinación.
-No
me atreví a contarlo en la final de The
Talented Generation porque aún no me sentía preparada. Pero ahora lo estoy.
Es una de las cosas buenas que me llevo de mi paso por la clínica de
desintoxicación. He tenido tiempo más que de sobra para reflexionar sobre todo
lo que me ha pasado. Me culpé durante muchísimo tiempo-confesé-. Me creí que
podría haberlo evitado, me consideré estúpida, hasta llegué a decirme que me lo
tenía bien merecido, por ingenua. ¿Qué modelo se fija en una niña de 13 años a
la que no conocen ni en casa?
-Tú
no eras una niña de 13 años cualquiera-me susurró Tommy al oído, y yo le sonreí
con timidez.
-Permíteme
que te interrumpa, Diana, pero tú a los 13 años ya eras preciosa. Cualquier
persona se habría fijado en ti. Y ojo, no lo estoy justificando, en absoluto.
Lo que te ocurrió es horrible y el que haya sido se merece pagar por ello.
-Ya
lo hizo. Aunque, desgraciadamente, no fue cosa mía. Murió de una sobredosis el
verano del año en que Penélope falleció-admití.
Miranda
entrecerró los ojos.
-¿Eso
quiere decir que…?
-Chace
Archibald-asentí-. Sí.
-Esto
que me estás contando es extremadamente grave.
-Pues
ojalá fuera mentira-respondí-, pero es la verdad.
-¿Por
qué no lo contaste? ¿Ni siquiera a tus padres?
-Pf-me
pasé una mano por la cabeza y me encogí de hombros-. No lo sé. Me sentía
profundamente avergonzada. Ellos nunca me echarían la culpa de algo así, yo lo
sé, pero una parte de mí estaba aterrorizada ante la posibilidad de que me
equivocara. Y luego estaba su influencia. Era uno de los mejores modelos del
mundo. Y yo no tenía ningún poder. Sólo era la hija de una estrella del rock
que se había encaprichado del mundo de la moda. Imagínate cómo me vería la
gente, como la niñata con el berrinche que acusa al niño consentido de la
industria sólo para escalar más rápidamente.
-Retratas
un mundo horrible.
-La
moda es tremendamente cruel. Te comerá vivo si tú le das la oportunidad.
Conmigo sucedió algo parecido. No quería que el mundo me retratara como algo
que yo no era, como una especie de aprovechada, una “víctima forzada”-hice el
gesto de las comillas-, o algo así. Mamá ya tenía su propia línea y conocía más
o menos el mundo en el que me movía, pero, aun por si se me olvidaba, él me lo
recordó.
-¿En
qué sentido?
Miré
a Tommy en busca de un poco de apoyo. Él asintió con la cabeza, parpadeó
despacio, esperando a que yo me armara de valor para repetir las palabras que
aquel monstruo había vertido sobre mí.
-Me
dijo que no me molestara en contárselo a nadie, que nadie me creería. ¿Quién
iba a creer a una niña de 13 años que acusa de algo como lo que me acababa de
hacer a uno de los modelos mejor pagados del momento?-me limpié una lágrima y
clavé las uñas en la palma de la mano de Tommy-. Fue horrible y tremendamente
cruel. Me dijo que debería sentirme agradecida de que se hubiera fijado en mí
en ese sentido.
Noté
cómo el miedo se me clavaba en la garganta y me impedía respirar. Tommy me
acarició la mejilla con la mano que había rodeado mi cuerpo y me dio un beso en
la sien.
-No
puede hacerte daño-me recordó, y yo asentí con la cabeza.
-Dios
mío, no puedo creer que nadie te dijera algo así-comentó Miranda, aterrorizada.
-Pues
sí-asentí, haciendo una bola con el pañuelo que había cogido antes y
golpeándome los muslos, intentando concentrarme en el presente, en las manos de
Tommy, en su presencia tranquilizadora, en la luz de aquella habitación de
cristales tan grandes que no se parecía en nada al lugar al que yo estaba
volviendo sin querer-. Y lo peor no es que me dijera eso, sino la forma en que
lo hizo.
-Sí,
tanta condescendencia…
-No-sacudí
la cabeza-, no fue condescendiente. Me lo dijo tranquilo, como si ya lo hubiera
hecho más veces. Creo que no que más miedo me dio fue la tranquilidad con que
lo hizo. Estoy segura de que yo no fui la primera-murmuré, apartándome el pelo
de la cara-, y creo que tampoco fui la última. Ojalá yo sea la excepción y todo
fuera un caso aislado, pero yo no… no fui el principio y creo que tampoco fui
el final.
Miranda
guardaba silencio, esperando a que yo continuara.
-Por eso
comencé a drogarme. Se lo conté a mi mejor amiga, cómo no iba a hacerlo… aunque
me costó lo suyo, he de admitir-sonreí con tristeza, mirando a Zoe-. Por
suerte, ella no me juzgó en ningún momento. Estuvo ahí siempre que yo la
necesité. Así que… lo único que puedo decir en mi defensa es que yo no entré en
una espiral de autodestrucción. A mí me arrojaron a ella.
-No
sabes cuánto lo lamento.
-Sé
de sobra que eso no justifica mis actos y todo lo que hice. Lamento
profundamente lo que sucedió con Penélope, y ojalá pudiera echarle la culpa a
mi pasado y a lo que era en aquel momento, una chica con más droga en sangre
que glóbulos rojos, pero… lo que hice estuvo mal. Tremendamente mal. Debería
haber sido capaz de controlarlo, y de pararlo, pero… me daba igual
todo-suspiré-. Me daba igual ella y me daban igual mis amigos y me daba igual
mi familia. Yo lo único que quería era pasármelo bien. Y sólo podía pasármelo
bien si estaba colocada hasta arriba.
-¿Tuvo
algún mal momento estando en tu casa, Tommy?-preguntó Miranda, volviéndose
hacia él, que se puso tenso.
-Se
convirtió en una persona diferente-respondió mi inglés-. A veces incluso
llegamos a hablarlo. No parecía la misma chica que había venido en noviembre,
ni parecía la misma que había vuelto en las vacaciones de Navidad. Es como si
fuera dos personas diferentes.
-¿Querrías
a la chica que ella está describiendo ahora?
-No
lo sé-respondió él con sinceridad-. No la conocí. Pero sí conozco a ésta-añadió
dándome un ligero apretón en la cintura-. Y creo que esta chica también estaba
escondida cuando todo pasó. Muy, muy al fondo. Creo que está siendo dura
consigo misma. Sí, lo que pasó fue algo horrible, trágico, estuvo mal, ella
podría haberlo parado… pero, si le hubiera dado igual, me lo habría dicho nada más
llegar a casa.
-¿Y
no fue así?
-No.
Tardó varios meses. Necesitaba coger confianza conmigo.
-Yo
ya confiaba en ti a la semana de conocerte-respondí, y él me miró.
-Ya
lo sé, mi amor, pero hay cosas que simplemente no se las puedes decir a tu
novio de tres días-me acarició la nuca y me apartó el pelo.
-He
de decir que me sorprende muchísimo la madurez con que estás llevando esta
situación, Diana.
-Se
lo debo a Penélope, y a todas las chicas que estuvieron en mi situación. Es por
eso que empecé la fundación, y por lo que hago la entrevista
-Déjame
decirte que es muy valiente la confesión que acabas de hacer.
-Gracias-respondí,
jugueteando con mi anillo.
-Ella
es valiente-respondió Tommy con un deje de orgullo en la voz, y yo le miré,
agradecida, con los ojos un poco húmedos todavía por las emociones evocadas en
los recuerdos.
-Cambiando
un poco de tema, ¿tengo entendido que vais a donar los beneficios de vuestro
primer disco a estas fundaciones?
-Pues
sí-asentí-. He escrito mucho estando en la clínica.
-Yo
también-se apuntó Tommy-. Y Chad. Éramos los que más tiempo libre teníamos.
-Así
que me parece adecuado el hacer una ofrenda a lo que sucedió y darle las
gracias a Penélope por todo lo que tuvo que aguantar por mi culpa poniendo todo
lo que saquemos de ese disco en manos de la fundación que lleva su nombre.
-Estamos
muy concienciados con estas cosas-añadió Tommy, asintiendo con la cabeza.
-¿Ya
tenéis más o menos una idea general?
-Hemos
estado hablando de cómo va a ser el disco y tenemos la suerte de que todos
coincidimos en gustos. Creo que si
tuviéramos que empezar carreras en solitario, haríamos más o menos el mismo
tipo de música.
-No
como otros-sonrió Tommy-. Aunque, si te soy sincero, Didi, creo que Scott y yo
tiraríamos más por el ruido y la electrónica y Layla y tú iríais más a lo
acústico.
-A mí
me encanta el ruido, ¿qué dices?-protesté, riéndome-. Y a Scott le encanta el
R&B.
-Uf-bufó
Tommy, volviéndose hacia Miranda-. De verdad, me tiene frito con la música de
su padre. Jamás había cantado nada de Zayn hasta el día de The Talented Generation. Y ahora, es que no calla. Sobre todo con Cruel y Still got time. Me tiene la cabeza como un bombo.
-¿Qué
os depara el futuro?
-Mucho
trabajo, espero-contesté, recomponiéndome un poco y agradeciendo el giro de la
conversación.
-Café.
Horas sin dormir por grabar el disco. Y lluvia, por dios, mucha lluvia. No
sabes cómo echo de menos el clima inglés.
-¿Vais
a volver a Inglaterra?
-Este
calor es insoportable. ¿A cuántos
grados estamos? No se puede ni salir a la calle.
-Pues
hace bastante fresquito para ser ya junio-respondí yo, encogiéndome de hombros,
y Tommy me miró con pánico.
-Te
juro por dios que me siento como un helado olvidado al sol. Madre mía. ¿Cómo
hacéis para que los coches no se os derritan? Es insoportable.
-¿Me
imagino que no tendréis aún nombre para el disco?
-No-contesté
yo.
-Sí-contestó
Tommy, repantigándose en el asiento y guiñándole un ojo a Miranda. Me volví
para mirarle.
-No
me habíais dicho nada.
-El
nombre me parece evidente, nena-jugueteó con mi pelo, me lo apartó del hombro-.
Seguro que a ti se te ocurre.
-A
ella, no sé, pero ni a mí ni a mi audiencia se nos pasa nada por la cabeza,
Tommy, ¿nos darías una pista?
-Heirs of the universe-soltó Tommy con
una sonrisita de suficiencia-. Porque, ya sabes. Nosotros somos Chasing the
stars, de ahí lo de universo… y somos los hijos de One Direction.
-Me
encanta-admiré.
-No
me extraña-respondió él-, se me ocurrió a mí.
-Te
morirás de ganas de volver a reunirte con ellos, ¿no es así, Diana?
-Claro-sonreí,
de repente entusiasmada-. Echo de menos verlos, estar juntos, aunque sea no
haciendo nada. Me gusta muchísimo cantar con lo demás. He tenido mucha suerte
encontrándomelos en el camino. Lo único que me falta ahora mismo es convencer a
Zoe para que se venga conmigo a Inglaterra, pero ya la tengo medio convencida.
-¿Y
eso?
-Es
que su novio también es inglés.
-Los
presenté yo-se jactó Tommy. Miranda se echó a reír.
-Vaya,
vaya; quizás deberíamos estrechar relaciones internacionales, ¿no es así?
Tommy
y yo nos miramos un momento, de vuelta a aquel sofá en el que había empezado
todo, conmigo provocándole y con él dejándose provocar, ambos hablando de
mejorar las relaciones entre nuestros países, empezando por nuestros cuerpos.
-Es
que una vez que cruzas el océano, ya no te apetece volver-contestó Tommy, un
tanto gallito, y yo me eché a reír y le cogí la cara.
-¡Mira
qué acento tiene, Miranda! ¿No te dan ganas de achucharlo?
Tommy
acabó preguntándole a Miranda si se podía marchar, pero ella le dijo que de eso
ni hablar. Terminamos la entrevista hablando un poco de todo, de mis proyectos
futuros, recordando momentos tanto del concurso como de mi carrera y de lo que
esperaba que me deparara la vida. Yo sólo le dije que quería seguir en paz
conmigo misma y con la gente que me rodeaba, seguir teniendo la oportunidad de
quererles y ser querida y continuar dedicándome a lo que me gustaba mucho
tiempo más.
-¿Y
en lo personal?-inquirió Miranda, alzando una ceja. Tommy me cogió la mano y me
miró.
-Me
gusta como estoy. Seguro que piensas que mi situación con Tommy y Layla no es
plato de buen gusto, pero para nada. Tenemos una relación muy sana. Confiamos
muchísimo los unos en los otros. Me siento respetada y querida en este triángulo-bromeé,
y Tommy se mordió el labio, conteniendo una sonrisa.
Miranda
cogió la última de sus tarjetas.
-Bien,
Diana, para despedirnos, sabes que yo suelo hacer un mini resumen de lo que me
han dicho mis invitados. Tienes que definirme en tres palabras las cosas que yo
te pida, ¿de acuerdo?
-Vale.
-¿Cómo
te sientes respecto a tu paso por rehabilitación?
-Orgullosa.
En proceso-añadí, y ella asintió, y Tommy asintió, me masajeó la palma de la
mano con el pulgar.
-¿Qué
esperas del disco?
-Que
tenga verdad.
-¿Cómo
ha sido estar en el programa?
-Divertido.
Intenso… agotador.
-Chad.
-Feliz.
Musical. Extremadamente irlandés.
-Eso
son cuatro palabras.
-Pues…
irlandesísimo.
-Scott.
-Tocapelotas.
-Doy
fe-sonrió Tommy, y yo le di un codazo y él se echó a reír.
-Trabajador.
Y centrado.
-Layla.
-Hermana.
Comprensiva. Buenísima.
-Zoe.
-Mi
mejor amiga-la miré y ella se rió-. Y la mayor zorra de todo Nueva York… cuando
yo no estoy.
Miranda
sonrió.
-Tommy.
Me
volví y le miré a los ojos, nadé en aquellos océanos azules mientras él
esperaba.
-Confianza.
Sexo. El amor de mi vida.
-Eso
son más de tres palabras.
-Es
que tres se le quedan cortas.
-Tommy-Miranda
se volvió hacia él-, ¿y las tuyas para Diana?
-Confianza.
Amor. Y sexo.
-Qué
original-me burlé.
-Calla-respondió
él, callándome con un beso. Miranda nos observó complacida.
-Si
te pidiera que me definieras lo que esperas del futuro con tres palabras,
¿cuáles serían?
-Sentirme
como ahora-respondí después de encogerme de hombros y pensármelo un momento.
Quería seguir sintiéndome protegida, quería seguir mirando el cielo azul
muchísimo más tiempo. Quería continuar perdiéndome entre los rascacielos y
orientándome en cada uno de ellos. Quería seguir lamentando no haber cogido el
paraguas en Inglaterra cuando empezara a llover sin previo aviso.
Quería
sentirme querida, y seguir con Tommy. Sentirme ilusionada y no olvidar mi
pasado. Echar a volar sin olvidar mis raíces. Mirar hacia delante aun
contemplando las huellas que iba dejando en la arena.
Quería
seguir sintiéndome en paz.
Pudimos quedarnos un par de días en mi ciudad antes de
regresar a Londres y empezar con los preparativos del disco. Tommy se tomó como
un ataque personal el “calor sofocante”, según él, que hacía en Nueva York, y
en varias ocasiones protestó cuando yo le sugerí salir a dar una vuelta,
enseñarle mi ciudad como sólo una neoyorquina podía hacerlo. Entonces, yo me
veía en la obligación de colmarlo de mimos y carantoñas hasta que se le hiciera
imposible decirme que no.
-Déjame
enseñarte mi ciudad-le decía mientras me acurrucaba y me frotaba contra él,
siendo la más mimosa de las gatitas. Incluso ronronearía si con eso consiguiera
que él finalmente se levantara de la cama.
Y,
cuando él suspiraba y asentía con la cabeza, se ponía una camiseta de tirantes
y una gorra, yo quería comérmelo a besos. Me lo llevaba por las calles, nos
colábamos entre la gente y nos besábamos en puntos aleatorios, nos hacíamos
fotos y volvíamos a besarnos, paseábamos por Central Park y comprábamos bolsas
con migas de pan que tirarles a los patos o a las ardillas, nos deteníamos en
pequeños puestos con helados y yo le obligaba a probar nuevos sabores, y
siempre pagaba yo por mucho que a él le fastidiara, pero es que a mí me
apetecía. Me apetecía y quería tenerlo tremendamente consentido y ser yo por
una vez la que invitaba, y no a la inversa. Él se compraba cucuruchos de varios
sabores y yo tarrinas gigantes de uno solo, y nos sentábamos en la hierba sobre
una toalla que llevaba en el bolso para no mancharnos los pantalones, mirando a
la gente pasear, saludando a fans, haciéndonos fotos y pidiéndoles que nos
dejaran solos cuando se ponían pesados.
Puede
que sí que hiciera calor. Al menos, el suficiente como para que él no diera
abasto con sus bolas de helado y éstas le bajaran en regueros por la parte de
galleta, y él terminaba chupando el cucurucho, agobiado, olvidándose de las
bolas, que se derretían a marchas forzadas, hasta que yo me terminaba mi
tarrina y me inclinaba para ayudarlo. Me comía sus bolas de avellana o
almendras hasta que él protestaba, y entonces yo pasaba la lengua por el
cucurucho, por sus dedos, y me abalanzaba sobre él, le pegaba el helado en la
nariz y me tiraba, literalmente, sobre su pecho, poniéndonos perdidos de
helado. Pero no nos molestaba. Nos hacía gracia, y nos reíamos y nos besábamos
y él me manchaba la ropa a pesar de mis protestas mientras me acariciaba la
cintura y me pegaba contra él, haciéndome cosquillas sólo por el placer de
escucharme reír.
-Nunca
he sido así de feliz-dije en un momento de tregua, en el que el helado se
deshacía en un rincón de la toalla y las ardillas más atrevidas se acercaban a
hundir sus manitas en la masa gelatinosa y chuparse los dedos.
-Yo
tampoco-me confiaba él. Y entonces, después de que las ardillas dieran buena
cuenta de lo que quedaba de su postre, yo me lo llevaba del brazo a un nuevo
lugar a visitar.
Tommy
se convirtió en mi excusa perfecta para subir a la estatua de la libertad, algo
demasiado estrambótico si nacías en Nueva York y decidías ir a visitarlo por tu
cuenta, sin el colegio o sin amigos que estuvieran de visita. Me asomé al
mirador y saludé a los barcos que, acostumbrados a mi comportamiento, hicieron
bramar sus sirenas de la que pasaban al lado de la estatua.
El
último día fue tremendamente triste. Mi madre se tomó el día libre del trabajo
y mi padre fue a primera hora de la mañana por unos buñuelos en la cafetería
donde Tommy me compraba los bombones cuando estaba en la clínica, y los trajo,
recién hechos y aún humeantes, a nuestra casa en el momento en que yo me
despertaba y comenzaba a desperezarme. Tommy descorrió las cortinas y parpadeó,
murmurando una maldición para sí mismo cuando el sol reflejado y amplificado en
cada edificio colindante impactó en nuestras retinas.
-T…-murmuré,
revolviéndome, estirándome y bostezando, y él se volvió y puso los brazos en
jarras.
-Arriba,
dormilona. Dijiste que hoy me llevarías al museo, a ver dinosaurios.
-Odio
mis planes-jadeé, arrastrándome fuera de la cama. Tommy se puso unos pantalones
y abrió la puerta de la habitación.
Fue
entonces cuando el aroma de los buñuelos inundó la habitación. Y yo me levanté
con ánimos renovados y bajé a la cocina prácticamente dando brincos. Dorotta
estaba preparando la mesa de cristal, la que dejábamos en un rincón del piso y
tenía vistas tanto al asfalto como a lo poco que teníamos de parque en aquella
zona de la ciudad. Dejó un montón de frutas encima de la mesa, colocó con
esmero los platos y le sonrió con agradecimiento a Tommy cuando éste le pasó
las jarras con zumo recién exprimido y se puso a colocar los vasos.
Me
percaté de que Dorotta colocaba un plato extra, con cierto reparo. Cuando me
pilló mirándola sin comprender, se puso colorada y no dijo nada.
-Dorotta
va a comer con nosotros hoy-explicó papá, dejando la bolsa de papel en la mesa
y colocando los buñuelos, dos docenas, en una bandeja de plata.
-Eso
es genial-celebré, y la criada terminó de traer el desayuno y la mermelada aún
más colorada.
-Queríamos
que tu último día en casa fuera especial-explicó mamá, viniendo a abrazarme-. Y
ella es parte de la familia.
Tommy
le dedicó una sonrisa tímida cuando se sentó al lado de ella, le pasó la
bandeja con los buñuelos y ella cogió un par. Comimos con los ruidos de la
ciudad de fondo y una conversación ligera, como si no quisiéramos hacer mención
al hecho de que probablemente esta fuera la última vez que yo desayunaba en
casa de mis padres considerando aquel ático mi casa también.
-Diana…-mamá
dejó el cuchillo con el que estaba pelando una pera encima de la mesa y me
miró. Papá también dejó la su buñuelo a medio comer sobre su plato, masticó y
juntó las manos frente a la cara. Dorotta también se detuvo y Tommy desistió de
su intento por alcanzar el cuenco de los cereales para echarse otro puñadito de
Frosties con chocolate-. Hay una cosa que tu padre y yo queremos decirte.
-Es
sobre lo que pasó hace un par de años. Cuando te mandamos a Inglaterra.
Asentí
con la cabeza.
-No
pasa nada. Yo… os perdoné hace tiempo. Lo entendí. Estabais en una situación
complicada y tratasteis de buscar lo mejor para mí. Y os lo agradezco
mucho. Toda mi vida cambió con esa
decisión.
-Nos
alegra muchísimo que te lo tomes con tanta bondad, tesoro-sonrió mamá,
estirando la mano y tocando la mía. Asentí sin comprender, sonriendo.
-El
caso-papá carraspeó-, es que no te hemos contado la razón por la que te
enviamos lejos.
-No
nos avergonzabas. No era que no te quisiéramos.
-Lo
sé.
-Estábamos
preocupados por ti.
-Sí,
lo sé. Lo entiendo. Yo habría reaccionado igual. Estaba descontrolada, podía
pasarme cualquier cosa en cualquier momento…
-No-papá
negó con la cabeza-. Verás, en el sobre que recibimos con las fotos de la chica
y tus… fiestas-buscó la palabra un momento hasta dar con algo que catalogara,
más o menos, lo que había sido mi vida hasta entonces-, venía algo más.
-¿Algo
más?-pregunté, frunciendo el ceño, mis ojos saltando de la cara de mi madre a
la de mi padre.
-Sí.
Una… carta.
-¿Una
carta? ¿Y por qué no me la enseñasteis?
-No
nos pareció lo mejor.
-No
entiendo.
-Diana,
en esa carta te amenazaban de muerte.
Toda
la calidez de mi rostro se evaporó al escuchar esa frase.
-¿Qué?
-Cuando
la recibimos, estábamos tan en shock que ni siquiera pudimos reaccionar de otra
manera. Cedimos a las peticiones de los que nos la habían enviado: tenías que
marcharte, lejos, perder tu vida. Era la única solución.
-Pero,
¿por qué no me lo dijisteis?-espeté-. ¡No lo entiendo! ¡Dejasteis que creyera
que no me queríais!
-Nosotros
nunca te dimos a entender que nos avergonzáramos de ti.
-Yo
estaba allí-espeté-, estaba allí cuando me dijisteis que me mandabais a
Inglaterra-se me formó un nudo en la garganta-. No… no… no fuisteis buenos
conmigo.
-Teníamos
que ser duros para que supieras que la situación era grave-dijo papá.
-Diana,
mi niña, si te hubiéramos dicho la verdad desde el principio, ¿habrías accedido
a marcharte?-preguntó mamá, acariciándome de nuevo la mano. Quise apartar la
mano, alejarme de ella, pero eso era lo que la antigua Diana habría hecho, y yo
ya no era esa chica.
Busqué
a Tommy con la mirada, y vi que no estaba sorprendido ni un ápice. Examinaba
mis facciones como el científico que estudia a un animal exótico, pero con
mucho interés y cariño. Quería lo mejor para mí.
-Tú
lo sabías-dije, y él asintió con la cabeza.
-Me
lo dijeron la semana en que no me dejaron ir a verte. Estaba furioso. No lo
entendía. Pero, cuando me lo explicaron, todo cobró sentido. Todo, Diana.
-Diana-intervino
Dorotta-. Deberías escuchar a tus padres. Mandarte lejos les causó muchísimo
dolor. Jamás había sentido tan mío el sufrimiento de otras personas. Tus padres
te quieren.
-Siempre
te quisimos, mi amor-aseguró mamá, besándome los nudillos-. Siempre. Pero era
lo mejor para ti. Tenías que marcharte, y sólo te quedarías lejos si creías que
estábamos hartos de ti.
-Pero…
-Te
habrías revuelto. Habrías querido demostrar que nada te daba miedo. Y no
podíamos permitirnos eso. Eres demasiado valiosa para apostarte en un todo o
nada.
Tomé
aire y asentí con la cabeza.
-Está
bien-dejé los cubiertos y me limpié con la servilleta-. Contádmelo todo.
-Vamos
al sofá-sugirió papá, y mamá y él se levantaron. Miré a Tommy, que asintió con
la cabeza, y seguí a mis padres en dirección al salón. Tomé asiento en el
sillón frente a ellos, que se sentaron juntos en el sofá de cuero, las manos
cogidas, y comenzaron a hablar. A contarme todo, el miedo, el dolor, el pánico
a perderme, la rabia y la tristeza al no querer hablar con ellos.
Fueron
sinceros, yo ya no era una niña rota que no podía manejar los problemas si no
estaba colocada hasta arriba. Estuvieron hablando cerca de 45 minutos,
contándome las investigaciones, los detectives, las pistas falsas hasta que
consiguieron dar con el que había entregado el mensaje, un pobre chico de los
barrios más pobres de Nueva York que había seguido las órdenes del hermano
mediano de Penélope, alguien de cuya existencia yo no sabía nada hasta ese
mismo momento. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal.
-¿Por
qué me lo contáis ahora?-quise saber, y ellos intercambiaron una mirada.
-Porque
ayer, la familia se puso en contacto con nosotros. Dijeron que te perdonaban. Y
nos aseguraron que ya no corrías peligro. El chico se disculpó con nosotros, e
incluso nos dijo que te pediría perdón si se le presentaba la ocasión. Tanto
por lo de la carta como por las cosas horribles que te hizo su hermano mayor.
-¿Cómo
se llama?
-Hugh.
-Hugh
Archibald… nunca he oído hablar de él.
-No
iba con vosotras al instituto. Le habían mandado a un internado de Dubái.
Parpadeé.
-Bueno,
pues me gustaría conocerlo. A él también le debo una disculpa.
Escuché
cómo Tommy arrastraba la silla para levantarse y venía hacia el salón hecho una
furia mientras mis padres trataban de disuadirme.
-¿Es
que estás puto loca?
-Se
lo debo a su hermana. Tengo que pedirle perdón.
-No
voy a dejar que vayas sola.
-¿No
vas a acompañarme?-pregunté, alzando una ceja. Tommy apretó un puño.
-¿A
ver al gilipollas que amenazó de muerte a mi chica? Joder, iré delante de ti a
partirle la boca a ese desgraciado.
-No
vamos a partirle la boca a nadie.
-No
se la irás a partir tú.
-¿No
entiendes su postura? Porque yo sí. Mataría a cualquiera que les hiciera daño a
tus hermanos-aseguré. Tommy se quedó callado un momento, pensativo.
-¿Qué
sacas de verle?-preguntó después de su instante de reflexión.
-Su
perdón-respondí.
-Es
demasiado arriesgado-dijo papá.
-Y
saber que no me va a hacer nada. Si me tiene a tiro y no me hace nada, podré
vivir tranquila el resto de mi vida. Pero, si no le veo, si no me aseguro de
que no quiere hacerme daño… tendré que pasarme todos mis días mirando por
encima del hombro. Y ya no quiero mirar más por encima del hombro, papá.
Mis
padres se miraron un instante.
-Podríamos
ir con ella…
-Noemí-advirtió
papá.
-Escúchame,
Harry. Tiene razón. Es la oportunidad de saber si todo va en serio o si es un
farol. Vamos con ella. Nos aseguramos de que está bien. Hablan, aclaran las
cosas, el chico no se le vuelve a acercar nunca…
-No
lo va a hacer, porque me lo voy a cargar en cuanto le vea-cortó Tommy, y yo me
volví hacia él.
-Prácticamente
deberíamos darle las gracias. De no ser por él, no nos conoceríamos.
-Preferiría
no conocerte y saber que estás a salvo que…
-Y
puede que me hubiera muerto de una sobredosis o me hubiera hecho daño de todos
modos-atajé. Y le toqué la fibra sensible, el lado protector. Tommy asintió con
la cabeza y se vistió para ir a casa de los padres de Penélope, con los que me
disculpé por enésima vez. Nos condujeron al salón y nos dejaron solos con su
hijo, que se las había apañado para cambiar por completo mi vida sin que sus
padres supieran nada.
Un
chico un poco más alto que Tommy se levantó. Sus ojos inteligentes relucían con
un tono ambarino mientras me escudriñaban al acercarme. Tenía el pelo marrón y
rizado, con una barba cuidada de dos días que, a juzgar por lo terso de sus
mejillas, probablemente se afeitaría a la mañana siguiente.
Su
expresión me resultaba familiar.
-¿Hugh?-pregunté.
Él se metió una mano en el bolsillo de la chaqueta del traje que llevaba puesto.
Parecía el corredor de bolsa que había ganado el premio al empleado del mes.
-¿En
serio no me recuerdas?
-¿Nos
hemos visto antes?
Se
echó a reír con una risa un tanto cruel. Un escalofrío me recorrió la cabeza.
-Tengo
que decir que no me sorprende. Después de todos los chicos con que has debido
estar… y con lo vestido que estoy…
Fruncí
el ceño.
-¿Yo…
tú…?
-Tu
última fiesta en Nueva York-informó-. Yo fui el primero de los dos con el que
te fuiste a la cama.
Parpadeé,
echando la memoria hacia atrás, pero negué con la cabeza.
-Lo
siento, pero no…
-Lo
último que te dije fue que tenía marcas de pintalabios alrededor de…
Diana, tengo las marcas de tu pintalabios
alrededor de la polla.
No te la voy a chupar de nuevo,
por mucho que me insistas en ello, amor, me escuché decir en tono
condescendiente, arrancando una sonrisa al chico que tenía delante, vestido
sólo con su ropa interior…
… y
que me miraba con los mismos ojos con los que me miraba el hermano de la chica
a la que había empujado al borde de un edificio.
-Veo
que ahora ya sabes quién soy.
-Yo…
tú… me odiabas, ¿por qué?
-Quería
ver si te arrepentías lo más mínimo. No fue difícil enterarme de dónde era la
siguiente fiesta a la que acudiría la gran Diana Styles. Esa noche fue decisiva
para que el sobre apareciera en tu casa, preciosa.
-No
la llames así-advirtió Tommy, y Hugh alzó las manos a ambos lados de la cabeza.
-Ahora
tienes dueño y pareces una tía medianamente decente. Aprecio lo que estás
haciendo por la memoria de Penn, por cierto. Es un detalle. No nos la va a
devolver, pero…
-No
era mi intención que muriera.
-Tampoco
era la mía hacerte el favor de tu vida. Yo sólo quería que desaparecieras y
aparecieras muerta en algún callejón de Londres-espetó-. Y no mentiré si te
digo que no me habría causado satisfacción enterarme de que te habrían violado
antes de…
-Hugh-espetó
su madre, escandalizada. El chico asintió con la cabeza y se pasó una mano por
el pelo.
-Pero
mira, resulta que yo también estaba lidiando con mis propios demonios en
aquella época. Me hiciste mucho daño, dejando que mi preciosa hermana acabara
con su vida.
-Y lo
lamento muchísimo.
Su
semblante se reblandeció un poco. El ámbar de sus ojos se tornó un poco más
líquido, más dorado.
-Lo
sé. Vi tu entrevista. Y tu amiga, Zoe, vino a hablar conmigo. Puede ser muy
convincente con la ropa puesta-dio un sorbo de un whisky que ni siquiera nos
ofreció-. Parecía sincera en sus disculpas.
-¿Zoe
se disculpó contigo?
-Ella
también tenía poder en ese instituto. Que una de las dos hubiera dado un paso
para defender a Penn habría sido suficiente para salvarla. Pero supongo que las
dos estabais igual de jodidas.
-Yo…
-También
me contó lo de mi hermano. Para ser justos, siempre me pareció un capullo, pero
no pensé que pudiera llegar a ese extremo. Eso me hizo reflexionar sobre muchas
cosas-se encogió de hombros-. Puede que no seas más que la víctima del sistema
podrido en el que te has criado. Tus manos estarán manchadas de la sangre de
una niña inocente, pero tú también eras una niña inocente cuando Chace te
corrompió. Sangre por sangre-dio otro sorbo y dejó la copa encima de una mesa.
-Sigo
sin entender…
-Diana-me
interrumpió-, he vivido dos años ansioso porque cometieras un error y así poder
matarte. He vivido dos años demonizándote y culpando a la chica que no era. Tú
ni siquiera le hiciste nada a mi hermana. Sólo estuviste callada y no la
defendiste, ¿no es así?
-Yo…
podría haber…
-No
la defendiste-cortó Hugh-. Pero tampoco le hiciste nada. Y no lo entendí hasta
que vi tu entrevista. No serás la heroína de esta historia, pero tampoco eres
la villana. Mi hermana te tenía mucho aprecio, ¿sabes? No paraba de hablar de
ti, Diana Styles esto, Diana Styles lo otro. Y yo te odiaba por ello, porque
ella te consideraba su modelo a seguir y no conseguiste estar a la altura.
-¿Y
qué te ha hecho cambiar de opinión sobre mí ahora?
-Que
te he visto llorar-contestó, metiéndose las manos en los bolsillos-. Y los
monstruos no lloran. Tienes algo de humanidad. Algo de decencia, la suficiente
como para trabajar por preservar la memoria de Penn. Y yo eso lo respeto. Por
eso ya no quiero que te pase nada malo. Mientras sigas dándole voz a su nombre,
ella seguirá viva.
-Y,
¿es sólo eso?
-Y
también pienso que sería tremendamente mezquino castigar a alguien por cómo
supera un trauma-añadió-. Le has hecho daño a mi familia, Diana. Pero también
mi familia te lo ha hecho a ti. Eres diferente a como eras cuando Penn… la veo
en ti-admitió después de un momento de silencio. Lo dijo con la voz rota-. La
vi en ti en la entrevista y la veo en ti ahora, viniendo aquí, siendo valiente,
a pedir perdón. Era su palabra favorita, después de gracias. Perdón-confesó, con
los ojos húmedos. Me tragué el nudo en la garganta y di un paso hacia él.
-¿Puedo
abrazarte?-pregunté, y él no dijo nada. Cuando me acerqué, dio un paso atrás.
Pero luego me dejó acercarme más. Le puse una mano en la mejilla y asentí con
la cabeza-. Te prometo que voy a trabajar por hacerle justicia. Siento
muchísimo lo que, entre todos, le hicimos a tu hermana.
Él
tragó saliva, y con un hilo de voz, respondió:
-Y yo
siento muchísimo lo que tu hermano te hizo a ti.
Asentí
con la cabeza y le estreché entre mis brazos. Noté la tensión que irradiaba de
Tommy como si fuera verdadero calor. Cuando me separé de Hugh y regresé a su
lado, Tommy me cogió la mano y me la apretó con fuerza, asegurándose de que
estaba allí.
-Cuida
de ella-le dijo Hugh cuando atravesábamos la puerta-. Ha costado desenterrarla,
pero ha merecido la pena.
Tommy
no dijo nada, pero asintió con la cabeza y una fugaz sonrisa se instauró en sus
labios.
Cuando
él y Scott volvieran al año siguiente para continuar la carrera de T, yo
volvería con ellos y me instalaría en Nueva York. Porque seguía siendo mi casa.
Y podía hacer más cosas desde allí.
El avión tocó tierra con una incómoda sacudida que hizo
que mi pelo bailara un instante de ingravidez alrededor de mi cara, y luego,
por fin, las ruedas volvieron a entrar en contacto con el pavimento del
aeropuerto y el impulso del avión comenzó a disminuir. Cerré el libro que
estaba leyendo y lo guardé en mi bolso de mano mientras me recolocaba la
camiseta y comprobaba en el espejo que mi maquillaje estuviera perfecto.
Hacía
mes y medio que me había ido de Londres para ocuparme de unas cuantas campañas
de publicidad y de varios diseños que mamá me había dejado llevar a cabo.
Ahora, cuando no estaba recorriendo el mundo con los demás, haciendo
conciertos, grabando o posando en exóticas sesiones de fotos, me dedicaba a
trazar bosquejos de diseños que me aparecían en la mente para llevarlos a cabo
más tarde con mamá. A lo único a lo que ella se había negado en redondo había
sido a trasladar la sede de su firma a Londres para que yo pudiera trabajar
desde casa, porque “en el momento en que lo hiciera, yo dejaría de ira Nueva
York”.
Es
increíble cómo te conoce una madre.
Así
que allí estaba, de vuelta en casa, muriéndome de ganas por reunirme de nuevo
con Layla y Tommy, ver cuánto le había crecido la tripa del embarazo a mi
amiga, abrazar de nuevo a mi chica y jugar con mi sobrinita Aisha, que chillaba
de emoción cada vez que regresaba de uno de esos viajes.
Las
mejores cosas de irse de casa son los reencuentros. No hay nada como la
sensación de cosquillas en la boca del estómago mientras te acercas a tus seres
queridos y un torrente de emociones limpia todo el estrés y se lleva el
cansancio de un viaje tremendamente largo.
Con
aquellos deliciosos nervios por la anticipación, me dirigí a la cinta
transportadora que me traería las maletas en las que traía la infinidad de
regalos para mi entorno, desde camisetas de YO ❤ NY con las que Tommy dormía en
invierno y que todas terminábamos robándole hasta cuadros callejeros que a
Scott le gustaba imitar, pasando por los típicos ositos de peluche con la misma
camiseta que traía para mi chico con gafas de sol y la diadema de la estatua de
la libertad para la pequeña Aisha. Uno de los chicos que había viajado detrás
de mí en primera clase me ayudó a bajar mi inmensa maleta de la cinta y me
sonrió cuando le di las gracias. Esperé por la otra, me cargué bien el bolso
sobre el hombro, y salí de la zona de recogidas con el corazón en un puño.
A la
primera a la que vi fue a Layla, con el pelo recogido en ese moño suyo tan
característico, con el que se apartaba los mechones más rebeldes de la cara
pero a la vez dejaba su melena caer en cascada por su espalda, buscándome entre
la multitud. Conseguí abrirme paso a duras penas entre una manada de turistas
asiáticos y caminé con decisión hacia ella, sabedora de que a su lado estaría
el amor de mi vida.
Layla
clavó los ojos en mí por fin, esbozó una radiante sonrisa y le dio un codazo a
Tommy para que mirara en mi dirección.
Él me
buscó con la mirada y nuestros ojos se encontraron finalmente. Me recorrió un
escalofrío y noté cómo una sonrisa tonta se me extendía por la cara mientras
apretaba el paso en dirección a mis ingleses favoritos en el mundo.
Tommy
se revolvió en su sitio, nervioso, y se giró en redondo cuando Layla le dijo
algo. La chica se acarició el vientre y asintió con la cabeza.
-Ve-le
animó-. Corre a por tu americana.
Y a
mi inglés no tuvieron que decírselo dos veces. Le dio un beso rápido en los
labios a Layla, le dijo que la quería y echó a correr a mi encuentro.
Tuve
que recordarme que en las maletas había cosas demasiado valiosas como para
abandonarlas así como así.
Me
costó horrores no hacerlo.
Siempre
nos decía que nos quería cuando iba a pasar la noche con la otra o la iba a
regalar una muestra de cariño extra a la otra. No quería que nos olvidáramos de
que podía tener una predilección por un momento, que se inclinara por una a
favor de la otra, pero nos amaba por igual y era incapaz de vivir sin nosotras
de la misma manera que nosotras no podíamos vivir sin él.
Eché
a correr yo también, arrastrando las maletas con todas mis fuerzas, hasta que
lo tuve a un metro y pude soltarlas sin miedo. Las dejé caer y salté sobre su
pecho, que me recibió gustoso. Me cogió con sus musculosos brazos y me agarró
por los muslos mientras yo le rodeaba la cintura por las piernas. Giramos un
momento, compensando la velocidad a la que se habían acercado nuestros cuerpos,
nos sonreímos y nos besamos con tanta pasión que llegó a resultar obsceno.
Me
besó como la primera vez que nos declaramos nuestros sentimientos, como en
aquel primer te quiero pronunciado en
aquel mismo aeropuerto. Hundí la cara en su cuello, inhalé su colonia, besé su
piel y froté la mejilla contra la suya, con un principio de barba que me dio
ganas de comérmelo a besos, que fue exactamente lo que volvía a hacer. Le noté
sonreír en mi boca mientras mis labios no hacían más que reclamar los suyos y
no pude hacer nada más que echarme a reír.
-Te
he echado tantísimo de menos-susurró, acariciándome la cara y besándome los
párpados.
-Imagínate
si hubieras tenido que esperar tú solo-bromeé, y él se echó a reír, sabiendo
que no era con mala intención, que nunca sería con mala intención. Me cogió de
la mano y me besó los nudillos en su gesto más inglés y caballeroso, y me llevó
con Layla, que esperaba con paciencia mientras nos acercábamos, saliendo de
nuestra pequeña burbuja de intimidad.
Recordé
nuestra primera vez, y cuando me hundí en aquellos océanos azules descubrí que
él también la estaba rememorando. Ninguno de los dos podía dejar de pensar en cómo
cambiaban las cosas: la primera vez que él me esperó en el aeropuerto, tardamos
varias horas en tocarnos estando una vez juntos.
Qué
tontos habíamos sido desaprovechando lo que teníamos cuando todavía no teníamos
que compartirnos.
Y
ahora, apenas tardábamos segundos, cada instante por valor del oro, cada beso
soñado y anhelado y rememorado, cada caricia reproducida en la oscuridad.
-Bienvenida
a casa, Didi-sonrió Layla, abriendo los brazos y estrechándome con cuidado
entre ellos, pero tirando de mí lo suficiente como para hacerme saber que había
tenido muchísimas ganas de que llegara este momento y lo había estado
anticipando con muchísima expectación. Me acarició la espalda y me dio un beso
en la mejilla mientras yo me colgaba de su cuello con un brazo y con el otro le
acariciaba la tripa.
Sí, pensé al oír su tono de voz dulce y
la forma tan tierna de pronunciar la palabra “casa”, estoy en casa. Soy americana, pero estoy en casa.
-Estás preciosa, Lay-susurré
cuando nos separamos, entrelazando una mano con la de ella y mirándole la
tripa, que ya tenía una curva prominente, muy generosa.
-¿Quién
quiere tener un 90-60-90 pudiendo tener una tripa como excusa para comer
cochinadas a horas intempestivas?-respondió ella, riéndose y colocando una mano
en su vientre. Me eché a reír y volví a estrecharla entre mis brazos,
deleitándome en el calorcito que manaba de su barriga.
-Felicidades
por la portada de Vogue, por cierto-añadió, apartándose un mechón rebelde de la
cara. Puse los ojos en blanco mientras Tommy se me adelantaba con un:
-Ya
está acostumbrada, no se lo recuerdes.
-No
me hables de eso-respondí-. Me quitaron todos los lunares. Fue muy insultante.
-Qué
atropello-se rió T.
-¡Te
encantan mis lunares!-acusé, y él se vio obligado a sentir. Llevamos las
maletas hasta el coche y me acurruqué en el asiento del copiloto mientras Layla
iba detrás, para darnos un poco más de intimidad y poder estirar más las
piernas, si le apetecía.
Acaricié
el pomo de la puerta de casa cuando llegamos y cerré los ojos al entrar,
inhalando el aroma a ambientador y el inconfundible toque salino del mar.
Además, un olor a comida recién hecha y calentita me estaba esperando. Colgué
el bolso del perchero de la puerta y me acerqué a la cocina.
-¿Has
hecho carrilleras?-exclamé al levantar la tapa de una olla y echar un vistazo a
su interior, volviéndome hacia Tommy, que se había pasado una mano por el pelo
y asentía con la cabeza.
-El
pobre ha cogido el día libre en el restaurante para poder venir antes y
prepararlo todo como a ti te gusta-rió Layla, abriendo la nevera y sacando una
botella de cristal con leche de coco, de la que comenzó a beber a morro.
-Lay-protestó
Tommy, y ella se relamió el bigote.
-La
niña-explicó, cerrando la puerta con las caderas y echando a nadar con la
botella de cristal en una mano, la otra apoyada sobre su tripa.
-¿Cómo
lo lleva?
-Bien-sonrió
Tommy-. A veces se despierta por la noche, y le cuesta dormir, y se cansa al
estar de pie, y tiene antojos muy raros, y…
-Eso
no me parece estar bien-me eché a reír y Tommy negó con la cabeza, sus ojos
chispeando con verdadera felicidad. Me acerqué a saludar a Scott, Eleanor y
Aisha, sólo para descubrir que la última estaba jugando en casa de una amiga,
lo cual supuso una decepción para mí.
-Ya
era hora de que volvieras-me recibió Scott, abrazándome-. Tommy no hacía más
que lloriquear sobre lo lejos que estabas y lo mal que funciona Skype.
-Es
que funciona muy mal, tío. Como tú pasas de tu hermana, no sabes que la última
actualización es una mierda-acusó Tommy. Eleanor me estrechó entre sus brazos y
me dedicó un feliz “bienvenida de vuelta, Didi”.
Su
hija chilló de alegría al verme en casa. Se bajó del coche en marcha en el
típico gesto que tenía también Scott cuando era pequeño (ahora ya no podía
hacerlo, por eso de que era padre y debía dar ejemplo) y corrió hacia mí, alzó
los puños al aire cuando le entregué el osito y se pasó la siguiente media hora
poniéndole y quitándole la camiseta mientras decidía si lo llamaba Señor
Manhattan o Señor Nueva York.
Sólo
cuando nos sentamos a la mesa y nos pusimos a cenar Eleanor consiguió que
dejara a un lado el peluche, y después de decirle que no pensaba lavárselo si
se le manchaba de comida.
-Te
lo lavo yo, mi amor-le había dicho Scott.
-Tú
te callas-había contestado Eleanor, y Scott había hecho una mueca de disgusto
acompañada de un puchero.
Aisha
había colocado el peluche a un lado de la mesa y se empecinaba en llenarle el
vaso de agua cada vez que éste se evaporaba mágicamente, debido a que la niña
intercambiaba los vasos cuando se había terminado uno.
Nos
quedamos hablando, poniéndonos al día, riéndonos y jugando con la niña hasta
que ésta se quedó dormida en brazos de su tío.
-T,
límpiate las babas, que no quiero que me la manches-había bromeado Scott, lanzándole
una servilleta. Tommy puso los ojos en blanco y vocalizó un silencioso gilipollas. Eleanor cogió en brazos a su
hija y Scott y ella se marcharon, dejándonos a los tres de nuevo solos en
nuestra casa. Empecé a recoger los platos pero Tommy insistió en que lo haría
él, ya me esclavizaría el segundo día en casa, a lo que yo contesté con una
carcajada y un amoroso tú mandas mientras
le daba un beso en la mejilla y acompañaba a Layla al salón. Encendí la
televisión y me hice un ovillo a los pies de Layla, que se estiró cuan larga
era después de colocar un cojín a su espalda y revolverse hasta conseguir la
postura perfecta. Abrió un libro y comenzó a leer sin ningún problema, ya
acostumbrada al estruendo de otras personas y de una niña que correteaba por
todos lados y pintarrajeaba las paredes en cuanto se le presentaba la
oportunidad.
Me
concentré en ir cambiando de canal, buscando algo que nos interesara a los tres
para poder ver la televisión juntos, cuando Layla exhaló un gemido y yo me
volví como un resorte hacia ella.
-Diana-dijo,
y yo clavé los ojos en ella, alarmada.
-¿Qué
ocurre? ¿Te encuentras mal?-pregunté, incorporándome un poco, tocando el suelo
con los pies-. ¿Quieres que vayamos…?
Layla
sonrió y negó con la cabeza, pensando que era incluso más mona que Tommy. Y
hasta cierto punto, así era: yo me preocupaba más que él, porque podía hacerme
una idea más cercana de lo que es tener una vida creciendo dentro de ti.
No es
que yo supiera lo que era quedarse embarazada, pero sí que sabía lo que era
sentir algo en tu interior y estar tremendamente a gusto con ese contacto.
Layla
se incorporó ligeramente, separó un poco las piernas para poder doblarse y
cogerme una mano. La colocó sobre su vientre y esperó hasta que una ligera
presión me acarició la palma de la mano, empujándomela unos centímetros por
encima de su posición original.
Abrí
los ojos, impresionada.
-La
pequeña…
-Se
mueve-anunció Layla, orgullosa. Sin poder evitarlo, coloqué las dos manos
alrededor de su tripa, buscando el contacto de la niña aún no nacida y
averiguar exactamente en qué lugar se encontraba. El bebé se movió de nuevo,
quizás estirándose o quizás respondiendo a mis deseos silenciosos de dejarme
entreverla aunque sólo fuera un poco-. ¿La notas?
Asentí
con la cabeza, maravillada.
-¿Cómo
es?-quise saber, porque una cosa era mantener sexo con un hombre y otra muy
diferente era aquello, que tu hijo se
moviera dentro de ti, sentir sus movimientos y sus patadas, que yo creía que
serían tímidas y no tan jubilosas, en la parte baja del vientre.
-A
veces me despierta por la noche-admitió Layla, encogiéndose de hombros y
acariciándose la tripa, tranquilizando a su pequeña-. Quiere ser futbolista, en
mi opinión. Tommy dice que baila-añadió, riéndose, y noté cómo el bebé se
detenía un momento, puede que escuchando las risas de su madre-. Lleva unos
días que no para. Creo que sabía que venías y tenía ganas de que te dijéramos
cómo hemos decidido llamarla.
-¿Cómo?-inquirí,
porque realmente no tenía ni idea de qué nombre habían decidido ponerle ni qué
importancia debía tener eso para mí (al margen, claro, de lo que me importaba el nombre de la hija de
mi chico y una de mis mejores amigas).
Layla
me sonrió, acariciándose la tripa con un amor que me morí por sentir en ese
preciso instante. Deseé estar en su posición.
-Olivia-anunció-.
Porque tú eres Diana. Ella va a ser Olivia.
Sentí
una primavera floreciendo en mi interior, emociones preciosas explotando dentro
de mí como fuegos artificiales.
-Layla…
es precioso. Muchísimas gracias-dije, abriéndome paso por entre sus piernas y
estrechándola contra mí. Ella se rió mientras me sentía sollozar, acariciándome
la espalda y limpiándome las lágrimas de felicidad.
-Ha
sido idea de los dos. A Tommy le encantó cuando se acepté. Está muy ilusionado,
Didi.
-No
veo cómo no podría-respondí, riéndome y acariciándole la tripa.
-Menos
mal que se acabó lo de las canciones con nombre de chica, ¿verdad?
-Siempre
nos queda Avery.
-Chad
nos mataría si le pusiéramos el nombre de su hermanita a una de nuestras niñas
y le dijéramos que es por una canción y no por ella-se echó a reír, y su mano
voló a su tripa como por casualidad.
-Me
das una envidia, Lay…-exhalé un suspiro y le cogí una mano.
-Pues
ya sabes cómo se consigue esto-respondió, y yo me la quedé mirando-. Y me
consta que te encanta el proceso-añadió. Yo la estudié, me mordí el labio.
No
era el mejor momento para ser madre, me quedaba aún un montón de tiempo, tenía
muchísimas cosas que hacer… y sin embargo, me apetecía tremendamente. Quería que
Tommy me mirara como miraba a Layla, quería regalarle algo a lo que adorar como
Scott adoraba a Aisha.
-Es
precioso sentirla dentro, Didi-Layla me apretó la mano-. Y Tommy está deseando
que se lo pidas. Dale un niño. Tendrá la parejita ¿Qué más quiere? Ya nos tiene
a las dos, ahora, si le damos un hijito cada una… un hermanito para mi
pequeña-festejó.
-¿Te
lo ha dicho él?-respondí sin aliento-. ¿Que quiere un hijo conmigo?
Recordé
las veces en que me lo había dicho después de acostarnos, de adolescentes, o
medio en broma cuando íbamos a dar una vuelta y yo me quedaba mirando a una
madre con sus hijos. Me había convencido a mí misma de que no lo decía en
serio, sino por tomarme no poco el pelo, pero una parte de mí, una parte
tremendamente poderosa e instintiva me decía que no, que él iba en serio, que
era lo normal. Que la llamada que sentía en mi interior y que había en sus ojos
no me la estaba imaginando.
-No
abiertamente-admitió-, porque eso es algo que sólo tiene que hablar contigo.
Pero me lo dice cuando está distraído pensando en qué punto del océano estarás
sobrevolando. Me lo dice cuando tengo que frenarlo para que no se plante a
esperarte en la terminal antes incluso de que tu vuelo despegue. Me lo dice
cuando te da un beso antes de acostarse conmigo o me pregunta si me parece mal
ponerle a nuestra hija tu nombre en tu honor. Sabes que Tommy nos quiere, sabes
que le gusta decírnoslo… y también sabes que él no se da cuenta de hasta qué
punto son profundos sus sentimientos por nosotras. Sabes que somos nosotras las únicas que sabemos
realmente hasta qué extremo nos ama-me acarició la mandíbula, sonriendo.
-Haces
que suene tan bonito…-suspiré. A mí me parecía todo mucho más complicado, él
con su vida, yo con la mía; él con su trabajo, sus horas laborales, y yo con
mis viajes a todas partes y mis horarios enloquecedores.
-Es
que lo es-respondió, feliz.
Me
aparté un mechón de pelo de la cara y me lo coloqué detrás de la oreja.
-En
realidad-susurré-, me lleva apeteciendo desde que supe que ibais a intentarlo.
Desde que vi a Eleanor con Scott.
-También
es tu marido-respondió ella.
-No
estamos casados-respondí-. Ni vosotros.
-No
importa-agitó una mano en el aire-. Es el padre de mi hija. Vivo con él. Lo
comparto con otra, y no me importa. Estamos casados, a mi modo de ver. Y tú y
él, también. Aunque os veáis menos.
Vi
que nos miraba mientras terminaba de fregar los platos. El ruido del grifo le
impedía escuchar nuestra conversación, pero podía ver el aire íntimo que se
había alzado entre nosotras, como el aura de una iglesia. Mis
mujeres, parecía estar pensando, con infinito cariño.
-Es
que… tendrían que cambiar tantas cosas…-suspiré. Ella sonrió.
-Si
te apetece que cambien, es porque en realidad ya tienes la idea formada en la
cabeza-me acarició los nudillos-. ¿Quieres un consejo? Dale una oportunidad. Te
aseguro que no hay cosa más bonita que el que él te ponga la mano en la tripa y
te bese la espalda y te haga masajes y pensar en que tú eres un nosotros en el
que ha participado él. Y tumbarte a su lado en la cama y apoyar la tripa sobre
su vientre, uf… eso es de otro mundo-agitó la mano y se apartó el pelo de la
cara, apoyó la cabeza en el reposabrazos del sofá y me miró.
Me
mordí el labio, pensativa.
-No
tiene por qué ser ahora-añadió, tranquilizándome-. Si te apetece pero crees que
ahora no es el momento…
-Es
que me apetece ahora-respondí, y ella
sonrió-. Pero todo está un poco en contra.
-También
estaba con mi graduación y demás. Y con los estudios de Sher. Si ella y yo lo
conseguimos, ¿por qué no tú?
Parpadeé,
clavando la vista en la tele, visualizándome en la misma posición que Layla,
embarazada de Tommy, descansando nueve meses, dejando que él me mimara y me
consintiera… y debía decir que no tenía tan mala pinta.
-Estás
en lo más alto de tu carrera. Y las mujeres embarazadas estamos aún más guapas.
Imagínate a ti, con las hormonas del embarazo, o con tu tripita en la portada
de las revistas. Y desfilando con tu barriga-sonrió, acariciándose la suya.
Olivia dio una patada en su interior, como asintiendo a lo que decía su madre-.
Ya te has vestido de novia-me recordó, y yo asentí, rememorando el desfile de
Pronovias, la cara de Tommy al verme salir y pasar delante de él-, lo natural
ahora es que te vistas de premamá.
Se
acurrucó de nuevo sobre el sofá y no dijo nada más. Se cubrió con la manta y me
dejó acariciarle la tripa, incluso se quedó dormida. Cuando llegó Tommy,
respiraba profundamente. Él le dio un beso en el vientre y Layla abrió un ojo.
-¿Me
he quedado dormida?
-¿Intento
llevarte a la cama?
-No.
Tengo que hacer pis. Pero gracias por la oferta, amor-sonrió, dándole un beso
en los labios. Se acercó y depositó uno sobre mi mejilla que, distraída, tardé
en devolverle-. Considera lo que te he dicho-me susurró al oído antes de erguirse,
ponerse una mano en los lumbares y echar a andar en dirección a las escaleras,
palmeándose el vientre-. Vamos, pequeña. Es hora de dormir. Tenemos toda la
cama para nosotras, ¿qué te parece?-le susurró a su barriga, que se agitó con
diversión. Layla se echó a reír y comenzó a subir trabajosamente. Los ojos de
Tommy no se apartaron de ella hasta que desapareció. Se sentó a mi lado en el
sofá y se cubrió con la manta, sonrió cuando yo me revolví y me acurruqué
contra él.
-Hola-saludé
con un ronroneo.
-Vaya,
hola-coqueteó él, acariciándome la pierna por debajo de la manta-. Por fin
solos, ¿eh?
-Dios
mío-cerré los ojos y respiré el aroma de su piel-. Cómo te he echado de menos.
Jamás pensé que este olor a fritanga pudiera añorarse tanto.
-Yo
no huelo a fritanga, niña-respondió él, fingiéndose ofendido-. Soy una puta
delicatesen.
Busqué
sus labios con los míos, le acaricié la mandíbula y comencé a besarlo lenta
pero profundamente.
-T…-susurré
en su boca, con sus manos por todo mi cuerpo, una de mis zapatillas perdida por
ahí.
-Mm…-respondió,
indicándome que tenía toda mi atención, tanto física como mental.
-Creo
que voy a ir a que me quiten el DIU.
Él me
miró un momento. Una chispa recorrió sus ojos, estallando un fuego artificial.
-Si
te apetece-respondió-, por mí está bien.
Una
sonrisa bailaba en sus labios, las comisuras de su boca semielevadas tratando
de no echarse a reír de felicidad. Había ido conmigo el día que me lo pusieron
y supuse que también querría venir a que me lo quitaran. Todo había sido más
fácil así. Yo no quería tomar la píldora, te dejaba hecha un asco hormonalmente
y mi tren de vida no me permitía tomar una pastilla siempre a la misma hora.
-¿Vendrás
conmigo?
-¿No
lo hago siempre?-contestó, acariciándome la cintura. Eché la manta a un lado y
le miré a los ojos mientras me quitaba la camiseta. Me peleé con la suya y
pegué mi torso desnudo, cubierto sólo por el sujetador, contra su pecho. Él me
bajó la mano por la espalda y atravesó la frontera de mis pantalones y mis
bragas. Me quitó el sostén y me besó los pechos mientras una erección crecía en
sus pantalones y presionaba mi centro nervioso. Le acaricié la boca mientras él
me quitaba los pantalones y se desnudaba también, peleándose con ellos hasta
conseguir liberar sus tobillos. Acarició mi sexo y me susurró palabras
preciosas para que yo me abriera como una flor para él.
Y,
como la más hermosa de las flores cubierta por el rocío de una noche de verano,
mis pétalos se separaron y él penetró en mi interior, como la más valiente de
las abejitas que inician los viajes en busca de polen. Disfruté de la sensación
de presión en mi interior, de la fricción de nuestros cuerpos, de sus caderas
contra las mías y sus músculos frotando mi clítoris. Le acaricié la espalda
mientras lo hacíamos en silencio, como si quisiéramos evitar que Layla se
despertara.
-Ahora
sí que estoy en casa-comenté, y le noté sonreír.
-Cómo
echaba de menos esto-murmuró contra mis senos-. Sentirte aquí. Conmigo. Los dos
juntos.
-Desnudos-coincidí
yo.
-Unidos.
-Te
amo.
-Mi
diosa-contestó él, besándome lentamente. Me detuve un segundo, disfrutando de
la tensión en el ambiente. Su miembro latía en mi hambriento interior.
-¿Tom?-pedí.
-¿Didi?-contestó.
-Hazme
lo que le has hecho a Layla. Conviérteme en madre-le pedí, acariciándole la
cara, y una sonrisa se extendió por su precioso rostro haciéndole incluso más
atractivo y guapo de lo que ya era-. No te separes de mí durante 9 meses.
-Yo
no me separo de ti nunca. Ni cuando estoy en tus antípodas-contestó. Le dediqué
una sonrisa y continué balanceándome sobre su placer-. Vamos a la cama-pidió,
besándome la mano-. No te voy a hacer un hijo en el sofá.
-¿Por
qué no?-contesté, disfrutando de cada centímetro de nuestra unión-. Me hiciste
el amor por primera vez en uno. Funcionamos muy bien en sofás.
Él se
rió y ambos gemimos en silencio. Asintió con la cabeza y continué besándolo,
sus manos veloces me acariciaban por todo el cuerpo. Me eché a temblar y me
rompí sobre él, recibiéndolo con un calor líquido que le hizo perder el
control, tener sed, querer más. Acarició nuestra unión y salió un segundo de mí
para permitir que mi calidez se escurriera por entre mis muslos y poder
recibirla con los dedos. Me masajeó lentamente las puertas de mi cielo y se
llevó los dedos a la boca.
-Adoro
cómo sabe tu placer, Didi. Cada día sabes mejor-admiró, y yo sonreí. Me gustaba
que me dijera esas cosas y que lo hiciera en ese tono, que comentara verdaderas
guarradas como quien te recita un poema de amor. Me pasó el pulgar por los
labios y yo lamí los restos de mi orgasmo salado.
-Ponte
encima-le pedí-. Tómame toda la noche.
Él
obedeció, me sentó sobre el sofá y abrió mis piernas como hiciera la primera
vez. Contemplé sus abdominales mientras se contraían y relajaban al embestirme
lentamente, deleitándose en cada milímetro de nuestros cuerpos juntos. Recordé
el vídeo que había hecho para una versión de New Rules de Dua Lipa, en la que había dado la vuelta al concepto
de la canción y había salido en la cama con él, mirando a la cámara mientras él
tapaba todo mi cuerpo salvo mi cara a la hora de decir “and if you’re under him, you ain’t getting over him”.
La gente había comentado
mucho esa escena, de lejos la más subidita de tono de todo lo que había hecho
nadie en Chasing the stars. Mucha gente había aclamado la espalda de Tommy, que
se veía incluso más musculosa durante el sexo, a lo que él había terminado
respondiendo:
-Sí,
sí, sí, sí, estoy muy de acuerdo en que estoy de toma pan y moja. Y eso que
sólo me habéis visto por detrás; yo, por delante, gano mucho.
Se
inclinó para besarme, y aceleró un poco su ritmo. Le pasé los dedos por el pelo
y jadeé al notar cómo se tensaba.
-Mi
amor…
-Sí,
por favor, sigue hablándome-pidió.
-Mi
inglés. Te amo. Córrete para mí. Mírame a los ojos-le pedí-. Rómpete. Déjame
embarazada. Quiero llevar a tu hijo dentro.
-Diana…
-Tommy…
-Di…
a… na…
-Te
amo. Te amo. Te amo-le dije, y él se rompió, se detuvo de repente y noté su
calor líquido derramándose por mi interior.
A la
mañana siguiente, pedí cita con el ginecólogo.
Y
tardamos un poco, pero por fin, después de mucho esfuerzo, conseguimos darle la
bienvenida a una niña de preciosos ojos azules, naricita de botón y pelo de un
ligero tono chocolate. Me costó traerla al mundo, me dolió cada empujón, pero se
me olvidó todo, el dolor, las dudas, las noches pensando si no me estaría
equivocando, cuando ella me miró con aquellos ojazos suyos y se agitó en mis
brazos, celebrando estar viva.
La
pegué a mi pecho y ya no quise soltarla nunca más, me recriminé a mí misma
haber tardado tanto, cuando era preciosa, perfecta, buena, todo lo que yo jamás
podría conseguir en su máxima expresión. Penélope era una versión mejorada de
mí misma a la que yo no podía ni aspirar.
Dormí
varios días con ella en mis brazos, y en muchas ocasiones soñé con el momento
en que nos dijeron que iba a ser una niña. Tommy en ningún momento se mostró
decepcionado. Teníamos toda la vida por delante para conseguir un niño al que
llamar Scott.
-La
pena de que sea niña es que tenemos que buscar nombres para ella-bromeé, aunque
tenía una idea rondándome la cabeza, una idea que no sabía cómo plantear.
Pero
mi inglés, como siempre, me había leído el pensamiento y le puso voz a mis
deseos.
-¿Por
qué no le ponemos Penélope?
Yo me
había lanzado a sus brazos, le había besado en los labios y le había estrechado
con fuerza, temiendo que se me escapara.
Penélope.
Mi pequeña redención.
Mi niña se agitaba y bailaba enloquecida con las
canciones que el artista invitado de esta edición del desfile más importante y
famoso del mundo entonaba mientras las modelos desfilaban. Yo había salido ya
una vez, abriendo el desfile de la lencería más elaborada, y ella se había
puesto a dar saltos de alegría y a saludarme con la mano mientras su padre la
sujetaba para que no saliera corriendo y se colara entre los fotógrafos, que
podrían hacerle daño.
Me
moría de ganas por ver su reacción cuando saliera con el Fantasy Bra. A
Penélope le encantaban las joyas; en cuanto podía, se colaba en mi tocador y se
dedicaba a probarse los pendientes más caros que encontraba, los collares más
largos y las pulseras más brillantes y elaboradas.
El
artista terminó la canción e inició la última mientras la penúltima modelo
atravesaba la pasarela. Realizó varios movimientos coreografiados al ritmo de
la música y desapareció entre bastidores. Yo tomé aire, comprobé por última vez
mi atuendo, asegurándome de que todo estaba en orden, me atusé el pelo y asentí
con la cabeza.
Mis
alas de ángel al más puro estilo bíblico medían tres metros y pesaban casi 40
kilos. Había tenido que estar entrenando más de 6 meses para estar en forma
suficiente como para poder llevarlas.
Y el
sujetador, compuesto de diamantes pulidos de tonos blancos, azules y verdes, se
me ceñía al cuerpo como tallado por los dioses y preparado para mí. Los
maquilladores me retocaron el maquillaje y en control le dieron la señal al
artista para que anunciara mi nombre y se apartara de mi camino.
-Damas
y caballeros-anunció el cantante-, el momento más importante de la noche, ¡el
Fantasy Bra, portado por nuestro ángel, Diana Styles!
Cerré
los ojos, asentí con la cabeza y eché a andar por los bastidores. Salí a la
pasarela y esbocé una sonrisa. Lo que más me gustaba de Victoria’s Secret era
que podías sonreír y saludar al público al pasar. No me gustaba que las modelos
tuviéramos que ser tan frías en los desfiles aunque, por suerte, eso había ido
cambiando con el tiempo, y ahora teníamos más libertad. Subida a mis tacones,
desfilé por el larguísimo pasillo mientras los flashes me cegaban y cegaban a
todo el que se encontrara en un radio de dos kilómetros, arrancando destellos a
mi atuendo celestial mientras yo me movía al ritmo de la música. El cantante
aplaudió y me hizo una reverencia cuando pasé a su lado y le lancé un beso.
Seguí caminando y me planté al final de la pasarela, con todos los flashes
apuntándome y todo el mundo de pie y aplaudiendo la nueva creación de la casa
de lencería más famosa del mundo. Busqué a Penélope por el suelo y me la
encontré subida a hombros de Tommy mientras Olivia se revolvía sobre los de
Scott, todos sentados en primera fila y aplaudiendo como locos. Les tiré un
beso a las niñas y ellas se revolvieron, extasiadas, celebrando que les había
prestado atención.
-¡Mamá,
guapa! ¡Mamá!-brama Penélope-. ¡MAMÁ!-gritaba, agitando sus manos en el aire y
las alitas de juguete colgadas de la espalda que se había llevado para la
ocasión. Me reí y le tiré más y más besos, hasta que la canción comenzó a
decaer y yo tuve que darme la vuelta y regresar con las demás modelos para el
desfile de despedida. Vi una sombra que corría a mi lado y me volví para ver a
mi hija correteando por el borde del escenario, buscando subirse. Me detuve y
le pedí a los de seguridad que me la subieran, y al poco, Olivia se escapó y
vino también a nuestro encuentro.
-¿Queréis
ser modelos también?-les pregunté, y ellas asintieron. Así que me las llevé con
las demás y las agarré de la mano para que vinieran conmigo, y una última vez,
cuando pidieron que el Fantasy Bra volviera a pasearse. Cogí a Penélope en
brazos y la llevé conmigo, le di un beso en la mejilla mientras Olivia, mucho
más mayor, venía de la mano con nosotras, procurando no pisar las plumas de mis
alas. Mis niñas sacudieron las manos a modo de saludo y comenzaron a posar,
para delicia de todos los presentes, la mía incluida. Me agaché y les di un
beso a cada una y luego les di una palmada para regresar y despedirnos con el
diseñador, mientras una explosión de confeti llenaba la estancia de tonos
púrpura y azul. Capturamos varios papelitos de confeti mientras el resto de
modelos subían con sus hijas o sobrinas y realizaban el último pase,
apelotonándose al final, dejándome a mí en el centro por ser la estrella de la
noche. Vi el orgullo en los ojos de Tommy y la felicidad en los ojos de mis
niñas, y supe que aquel sería uno de los días más felices de mi vida.
Estábamos
en una montaña rusa que no hacía más que subir, y acabábamos de tocar el punto
más alto.
A
partir de entonces, comenzó el descenso.
-Espero que te queden pocas cosas que hacer con él-me
dijo Chad, mirando cómo Tommy se dedicaba a recoger los juguetes de las niñas,
con un aire cansado y derrotado que llevaba arrastrando desde el funeral de
Scott-, porque te queda poco tiempo.
-¿Tú
también lo crees?-pregunté, untando un poco de manteca de cacao en dos tostadas
de pan de molde y cerrando los sándwiches que las niñas iban a merendar.
-Sinceramente,
me parece un milagro que no se haya muerto ya.
Yo
asentí con la cabeza, cerrando el cacao y metiéndolo de nuevo en la nevera.
Chad hizo una mueca.
-Lo
siento, ¿estoy siendo cruel?
-Para
nada. Cruel es lo que nos está pasando. Y estoy totalmente de acuerdo contigo.
No sé cuánto nos queda con él, pero me sorprendería que aguantara un
mes-murmuré, mirando a mi inglés, que ahora arrastraba la caja con un pie para
seguir guardando juguetes. Cuántas veces les habríamos dicho a las niñas que
recogieran lo que desordenaban, pero nada, que no había manera con ellas-.
Layla cree que aún hay esperanza, pero…-sacudí la cabeza-. A mí me parece que
depende más de Eleanor que de nosotras.
-¿De
Eleanor?
-Tiene
un retraso. A su hermana le ha dicho que cree que está embarazada.
-¿Y
tú, qué crees?
-Que
sería un milagro que tuviera ese bebé con el disgusto que se acaba de llevar.
-Igual
que tú, entonces-acusó el irlandés, y yo me lo quedé mirando.
-¿Qué?
-Vamos,
Diana, que no soy imbécil. ¿De cuánto estás?
Me
eché a reír.
-No
sé de qué me hablas.
-Diana.
-Tres
semanas-admití, encogiéndome de hombros.
-¿Y
no se lo has dicho a Tommy?
-No-respondí-.
Bastante tiene él con lo que tiene.
-Merece
saber que va a ser padre.
-Él
ya es padre-ladré-. De dos niñas. Preciosas. Y acaba de perder a su mejor
amigo. A su alma gemela. Créeme, no necesita que yo le ilusione con algo que
puede no salir bien.
Chad
parpadeó mientras yo me apartaba el pelo de la cara, concluidos ya los
sándwiches.
-Lo
siento-me disculpé-. Yo… estos días están siendo muy duros. Llevamos unas
semanas de locos.
-Lo
sé. Yo también. También era mi amigo, ¿sabes?
-Ya,
C, pero no esperarás estar tan unido a él como lo estábamos nosotros. Vives en
Irlanda. Yo vivía a seis metros de él.
-Hablábamos
todos los días-recordó con paciencia Chad, y yo asentí con la cabeza.
-Sí,
pero una cosa es hablar y otra cosa es verlo. Ha sido horrible, C. Horrible. Le
ha hecho muchísimo mal a Tommy. Incluso cuando parecía que estaba bien. Y estos
meses han sido tan increíbles-suspiré-. Creo que no hemos hecho más que
reforzar la sensación de pérdida.
-Scott
se marchó como llegó al mundo-contestó Chad-. En una puta fiesta.
Me
reí. La verdad es que me hacía falta reírme últimamente. Las niñas preguntaban
mucho por Scott y a mí me costaba hacerles comprender que su querido tío no iba
a volver. Por suerte, los amigos de Tommy y Scott habían venido y las tenían lo
bastante distraídas como para que las niñas no acusaran la pérdida a menudo.
Las tías de las pequeñas no dejaban de programar excursiones a la playa o por
el bosque para distraerlas cuando los otros decidían quedarse con Tommy y tratar
de animar a la viuda.
Se
repartían a los hermanos como podían, cada uno diciendo que no sabía quién
estaba peor de los dos. Pero Alec y yo lo sabíamos de sobra. Incluso lo
habíamos comentado la noche en que enterramos a Scott, contemplando el acantilado,
los dos con los ojos secos de tanto llorar.
A
Eleanor había que apoyarla para conseguir que saliera de ésta.
A
Tommy había que apoyarle para que estos últimos días con nosotras fueran lo más
cómodos y felices posible, igual que habían sido los de Scott.
-No
ha sido justo para ninguno-me había comentado Alec-. Scott no se merecía morir
tan joven, y Tommy no se merece sobrevivirle.
-¿No
queda ninguna oportunidad?
-Todo
depende de que Eleanor dé a luz a un bebé idéntico a su padre. Así Tommy tendrá
a su Scott, podría engañarse diciendo que es él.
-No
pareces tener mucha fe-le había dicho, sintiendo que en mi interior también se
gestaba una pequeña revolución. Alec se había encogido de hombros.
-He
asistido a demasiados abortos como para confiar en las probabilidades de un
embrión de varias semanas, Diana. A estas alturas, y visto lo visto, prefiero
ponerme en lo peor y sorprenderme gratamente a ilusionarme y llevarme la
hostia.
Nos
habíamos quedado un rato en silencio, contemplando las estrellas que tanto le
gustaban a Scott.
-Yo
también tengo miedo-dijo después. Le miré.
-¿De
qué?
-De
que consiga sobrevivir y jamás vuelva a reírse.
Cerré
los ojos y arrojé el cuchillo sobre el fregadero.
-¿Y
no hay manera de hacer que Layla entre en razón?-preguntó Chad, y yo negué con
la cabeza.
-No
quiero que cambie de idea. ¿Y si la clave está en ella y yo la detengo? Puede
que le salvemos. La gente se muere todo el rato y… la vida sigue adelante.
-No
cuando la conexión es tan fuerte.
-Sé
que hay algo en Tommy que ha muerto con Scott. Lo sé de sobra, C. Pero eso no
implica que no se pueda tener esperanza. Y quiero que Layla tenga esperanza.
Para alguien con un poco de ilusión aún…
-¿De
qué sirve la ilusión fuera de Disneyland?-respondió Chad-. Parece un zombie.
Está casi muerto. Lo mejor que podéis hacer por él es dejarle marchar.
-Para
ti es fácil decirlo-murmuré.
-¿Por
qué?
-Porque
no es Aiden.
Chad
se quedó callado y asintió con la cabeza.
-Ojalá
me equivoque y ojalá lo hagas tú también, y Eleanor tenga a una especie de
reencarnación de Scott dentro, pero… creo que las cosas van a ser mucho más
difíciles para todos nosotros.
-No
quiero que mi hijo crezca sin padre-solté, y de repente me descubrí llorando-.
No se lo merece. Se merece tener a Tommy igual que lo han tenido Penélope y
Olivia… ellas se merecen y crecer con él. Eris y Aisha se merecían tener a
Scott, hacerle sentir orgulloso cuando se graduaran, pelearse con él por elegir
una carrera… mis hijas se merecen algo mejor. Las hijas de Eleanor se merecen
algo mejor. Tommy Tomlinson se merece algo mejor. Scott Malik se merecía algo
mejor.
Chad
se levantó y vino a abrazarme, me acarició la cabeza y me frotó los hombros.
-Los
dos se merecen muchísimo más de lo que les han dado-asintió Chad-. Pero lo que
está escrito, está escrito, Diana. Nadie tiene control sobre las vidas de ellos
dos. Ni sobre las nuestras. Nadie decide para nosotros cómo vivimos y cuándo
vivimos. Hasta las moiras griegas que
cortaban los hilos de la vida no hacían más que seguir órdenes.
Me lo
quedé mirando.
-Tú y
tu mitología-sonreí, negando con la cabeza. Chad se encogió de hombros.
-Uno,
que tiene mundo. Pero… eh. Creo que deberías aceptarlo.
-Lo
he hecho.
-Da
las gracias por el tiempo extra que has tenido con Tommy. Eleanor no tiene esa
suerte. Disfruta de él mientras lo tengas, hazle feliz… concéntrate en que tus
hijas terminen de estrechar lazos con él antes de que se vaya. Y después…
déjalo libre, Didi. Es mejor así, créeme. Lo sabes.
-Pero
Layla…
-Yo
hablaré con Layla. Conseguiré que lo entienda como lo haces tú. Necesita
prepararse para el día en que Tommy decida que no quiere volver a ver un
amanecer.
Ese
día llegó antes de lo que esperábamos. Tommy se pasó por casa de Eleanor para
ver cómo estaba y ella, hecha un manojo de lágrimas, el corazón más roto que
nunca, le confesó que su sobrino en camino ya no iba a llegar. Tommy asintió
con la cabeza, trató de consolarla, de decirle que no pasaba nada, pero cuando
regresó a casa en sus ojos había una oscuridad que yo nunca le había visto. La
oscuridad que hay cuando se pierde todo tipo de ilusión.
Alec
se lo llevó de paseo por la playa, y cuando volvió, algo había cambiado entre
los dos. Tuve que preguntárselo, tenía que confirmarlo, saberlo de primera
mano. Sólo él conocía sus deseos más secretos y oscuros.
-¿Quieres
morir?-le pregunté en la oscuridad de nuestro cuarto.
-Ya
lo estoy-contestó-. Sólo estoy respirando.
-Te
perdonaremos. Todos-le prometí, besándole las manos como él había hecho conmigo
tantísimas veces-. Los que están, y los que vienen-prometí, sonriendo,
sintiendo en mi interior algo importante, un regalo especial, el último de
todos.
No le
había dicho que estaba en estado, pero él había sabido leerme, como siempre me
leía. Como siempre hacía. No tenía secretos, no con él.
-Siento
que vayas a tener que criarlo tú sola-se disculpó, porque era un verdadero sol.
Me pregunté qué sería de mí, si me moriría de frío, si me acostumbraría a la
oscuridad, la mañana en que su corazón ya no latiera.
-No
pasa nada-le consolé. No quería que sufriera más. Que se marchara si quería,
pero que fuera a un lugar donde fuera feliz-. Tengo a Layla. Y te tendré a ti,
vigilándome, ¿verdad?
-Verdad-asintió,
acariciándome la mano. Le di un beso y él me correspondió, más o menos.
Fue
un día especial, nos bañamos en la playa, jugamos y nos reímos, y por un
momento consiguió engañarnos y todo pareció normal. Tommy accedió a pasar la
noche con Layla y conmigo, y nosotras disfrutamos de cada instante que tuvimos
con él, sabedoras de que no podíamos desperdiciar ni un segundo. Él por un
momento pareció feliz, nuestro, casi curado, pero cuando nos tumbamos a su lado
y pegamos la cabeza a su pecho, descubrimos que su corazón latía despacio y su
respiración era superficial, como si su cuerpo se negara a funcionar y él, a
base de fuerza de voluntad, fuera el que se mantenía vivo, despierto, nuestro.
Nos
quedaba poco tiempo. Yo lo sabía. Tommy me miró en silencio, suplicándome.
Desperté a Layla y le dije que se quedara con él, que no dejara que se fuera
aún. Y me levanté y fui a por las niñas.
-Hijas-dije,
encendiendo la luz-. Venid. Papá se va con el tío Scott. Van a jugar con las
estrellas-les dije, y ellas se levantaron, frotándose los ojos, somnolientas.
-¿Qué?
-¿El
tío Scott? ¿Ha vuelto?-preguntó Olivia, y yo negué con la cabeza.
-No,
cariño. Le ha llamado. Papá se va con él.
-¿Nos
deja solas?-inquirió Penélope, y eso me rompió el corazón.
-No,
cielo. Papá jamás os dejará solas. Estará con vosotras, aquí-les toqué el pecho
y ellas se miraron entre sí, hermanas de distinta madre que estaban a punto de
perder a la única persona que tenían en común. Me juré que no dejaría que eso
las separara.
Ahora
más que nunca necesitaban a una hermana.
Me
las llevé a la habitación, donde Layla le acariciaba el pecho a Tommy, que
respiraba con dificultad, en silencio.
-Despídete
de papá, Liv-pidió Layla, cogiéndola en brazos. Olivia abrazó a su padre y se
echó a llorar en su hombro.
-Papá…
no… no te vayas. Quédate con nosotras. Seguiremos buscándole con el telescopio
hasta dar con él.
-No
puedo, mi amor. No puedo, reina. Lo siento, tesoro-le besó la cabeza y le
acarició el pelo-. Te quiero muchísimo.
Olivia
no contestó.
-Olivia,
dile a papá que le quieres.
-Si
te lo digo, ¿te irás?
-Sí-asintió
Tommy, y Olivia negó con la cabeza. Penélope sollozaba en mis brazos, asustada.
-¡No!
No quiero que te vayas.
-Olivia,
díselo. Díselo o te arrepentirás toda la vida-la urgió Layla, pero la niña negó
con la cabeza y echó a andar en dirección a la puerta.
-Olivia,
por favor-suplicó Tommy, y Olivia se giró, abrazándose a sí misma.
-No
te mueras, papá-urgió ella-. No te mueras, por favor.
-Olivia,
por favor. Mi niña. Por favor, dímelo. No me iré tranquilo si no me lo dices.
-Liv-le
pidió Penélope, y Olivia la miró. Penélope se retorció en mis brazos,
sollozando-. Está sufriendo. Tiene que encontrar la constelación del tío Scott.
Olivia
la miró un momento, luego, miró a su padre. Se subió a la cama de nuevo y se
colgó de sus brazos. Lloró y lloró y lloró hasta que no le quedaron lágrimas, y
se quedó acurrucada en su pecho.
-Te
quiero, papá-cedió por fin, y Layla le acarició la espalda y le dio las gracias
mientras Tommy le besaba la cabeza.
-Y yo
a ti, mi niña, mi reina, mi sol.
Empujé
a Penélope en dirección a la cama, pero la niña se resistió.
-Penn,
por favor. Despídete de papá. Dile a papá que le quieres.
-Adiós,
papá-concedió mi hija, más solícita-. Te quiero.
-Adiós,
mi amor-se despidió Tommy, acariciándole la espalda-. Te quiero muchísimo, nunca
lo olvides.
-Tú
no te olvides de mí-le pidió Penélope, dándole un último beso.
-Jamás-le
prometió él-. Allí donde vaya, os recordaré y os querré con todo lo que sea, a
las dos. A las cuatro-dijo, mirándonos a mí y a Layla. Layla recogió a las
niñas y se las llevó a su habitación mientras Tommy se volvía hacia mí-. Pídele
perdón a mi padre. Ya les he dicho adiós, pero pídele perdón por lo que va a
tener que hacer.
-Él
lo entiende.
Tommy
jadeó, luchando por respirar por encima de sus sollozos.
-Nunca
me perdonaré el dejarlas solas.
-No
están solas-respondió Layla-, están con nosotras. Duerme, mi amor. Cuidaremos
de ellas.
Tommy
nos cogió las manos y nos miró a los ojos, primero a una, luego a otra.
-Ha
sido un honor traer al mundo a tu hija-le dije, y él me besó, desesperado,
urgente.
-Lo
que ha sido un honor ha sido engendrarla en tu interior. Sed felices-nos pidió.
Layla posó sus manos en las de él.
-Y
tú. Donde quiera que vayas.
Me
incliné y le besé. Layla hizo lo mismo. Lo hicimos una última vez antes de
separarnos para siempre.
Cuando
nos despertamos, a la mañana siguiente, sus brazos seguían rodeándonos. Ni en
la muerte Tommy dejaría de protegernos. Hice lo que nos pidió cuando ya no
soporté estar más sobre su pecho inerte y silencioso, tremendamente estático.
Louis
no lloró cuando se lo anuncié. Tommy ya se lo había dicho la tarde anterior.
Eso
no impidió que sus padres no derramaran lágrimas suficientes para crear un
nuevo océano. Porque Scott le había hecho lo más horrible del mundo a Zayn y
Sher, y ahora Tommy se lo había hecho a Eri y Louis.
Esa noche,
me dormí mirando nuestro álbum de fotos, al más puro estilo nostálgico. Contemplé
cada una de las fotografías que nos habíamos hecho e impreso, los recuerdos
hechos, las canciones grabadas y las burlas por la canción que Scott se había
empeñado en grabar con Eleanor antes de morir, como si eso no fuera lo más
romántico del mundo.
Cogí entre
los dedos la pequeña flor de hibisco que la sacerdotisa hawaiana le había
puesto a Tommy en el pelo, la que nuestras hijas no habían dejado en el mar.
Estaba
seca, muerta, como mi relación con el hombre de mi vida, el padre de mis hijos.
Pero aun así, no dejaba de ser hermosa, su recuerdo brillante y su olor aún
grabado en mi memoria.
Me desperté
en un claro, bañado por una extraña luz que no parecía provenir de ningún punto
en particular. Estaba al lado de un arroyo, de pie, y supe que no estaba en el exterior
por las figuras que vi de pie junto a un árbol, hablando, riéndose, con aquellas
risas que tanto me había gustado escuchar y tanto habían llegado a fastidiarme
de madrugada en los tours.
-Tengo
un plan-le respondió Scott-, ¿quieres oírlo?
-Depende-le
dijo Tommy, un Tommy guapísimo, idéntico al que yo había conocido en el
aeropuerto hacía ya tantos años.
-Sé
cómo hacer que consigamos lo que siempre habíamos querido, T.
-Bueno,
chaval, concédeme un momento, ¿quieres? Quiero ver cómo funciona esto del Más
Allá-se burló Tommy, y eso me arrancó una sonrisa. Cómo echaría de menos
aquellas coñas entre él y su mejor amigo-. ¿Has probado a mover objetos ya? ¿Te
ha contactado alguna ouija?
Scott
puso cara de fastidio, puso los ojos en blanco y espetó:
-Tienes
unos meses para averiguar las reglas.
No recordé
nada del sueño cuando me desperté a la mañana siguiente, con la flor caída
sobre el suelo de la habitación que Layla había dejado ya vacía. Supuse que se había
llevado a las niñas a algún sitio, tratando de distraerlas del funeral. Caminé en
dirección al acantilado donde habíamos enterrado también a Tommy, al lado de la
tumba recién excavada de Scott, con una nueva semilla sobre él, y deposité la
flor encima de la tierra recién recolocada. La flor vibró un momento, y luego,
se la llevó el viento, reclamándola por fin el mar.
Pero
a mí me dio igual. Sus ojos eran como aquel océano que se extendía a mis pies.
En cierto
sentido, la había reclamado para sí Tommy.
Y yo
estaba dispuesta a dárselo todo.
17
AÑOS DESPUÉS
La hierba seca de finales del verano crujió bajo mis pies
mientras me encaminaba de vuelta hacia aquellos árboles entrelazados. Era
momento de quitarles la maleza y cuidar de que continuaran creciendo sanos y
fuertes.
Hacía
años de la última vez que Layla había sido capaz de subir allí. Dolía demasiado.
Y yo no podía culparla. Pero alguien tenía que hacerlo, y no podía pedírselo a Alec.
Bastante había hecho él ya por nosotras, cuidándonos y recogiendo nuestros
cachitos desperdigados por el suelo hasta terminar de recomponerlos.
Tampoco
podía pedírselo a Eleanor. Aquellos árboles eran el amor de su vida y su
hermano. Sería demasiado cruel obligarla a ver cómo el bosque trataba de
reclamarlos a pesar de que con ello no conseguiría más que asfixiar el tronco,
marchitar las hojas y secar las raíces. Así que me arrodillé y comencé a
limpiar aquellos dos troncos enredados hasta que la copa se convertía en el
resultado de una fusión de dos preciosos robles que habían crecido con la
fuerza y el poder de los años y del amor con el que se habían ido regando.
Me gustaba
cuidar de aquellas plantas majestuosas y sobrias. Me gustaba el color cobrizo
de sus hojas cuando llegaba el otoño, verlos desde casa y observar su silueta
recortándose contra el cielo del crepúsculo.
Escuché
unos pasos a mi espalda, acercándose, cuando terminaba con la parte del tronco
a la que tenía alcance. Me volví y me encontré con los ojazos verdes con
motitas doradas y marrones de mi Tommy.
-¿Necesitas
ayuda?
-Quita
la hiedra, tú que eres más alto-indiqué, y él sonrió, asintió con la cabeza y
se afanó en arrancar las plantas venenosas que rodeaban el tronco.
-¿Sabes?
Creo que papá no estaría muy de acuerdo con esto de que limpiemos el árbol cada
verano. Es el ciclo de la vida.
-Qué
sabrás tú del ciclo de la vida, niño-sonreí, negando con la cabeza. Empezó a
escalar por las ramas-. Tommy. El acantilado.
-Relájate,
mamá, que no me va a pasar nada.
-Tommy,
tronco-protestó una voz a nuestra espalda-. A ver si te resbalas por accidente
y me termino quedando con la mitad de la herencia para mí solito.
Tommy
le sacó la lengua a su hermano. Scott lo recorrió con la mirada, divertido, sus
ojos azul cielo brillando a juego con el hogar del sol.
-Tú
no ayudes a tu hermano, ¿eh?
-Vamos,
mamá. Que por que estemos separados dos segundos tampoco va a pasarnos nada.
Alcé las
cejas y él suspiró.
-Bájate
de ahí, so cafre. Ya has oído a la jefa. A ver si te nos caes y te quedas incluso
más gilipollas de lo que ya eres.
-¿Gilipollas,
yo? Sube a decírmelo, subnormal.
-¿Qué
me has llamado?
-Subnormal,
¿qué pasa, encima eres sordo?
-¡Espera,
que subo, so gilipollas! ¡Tú no sabes quién soy yo! ¡Ven aquí!-ladró Scott,
escalando por las ramas, que bailaron bajo sus pies. Los dos chicos comenzaron
a forcejear hasta que yo les grité que bajaran. Lo hicieron de un salto que a
mí me produjo un ataque al corazón.
-Casi,
mamá-se burló Tommy-. La próxima vez conseguiré empujarlo, no te preocupes.
-Qué
va a hacer ella sin mí-respondió Scott-. Si soy su favorito. Ve a hacerle la
pelota a mamá Layla, que aquí no tienes nada que hacer.
-Eres
un imbécil.
-Y tú
un retrasado.
-Sí,
tan retrasado que nací tres minutos antes que tú.
-Eso
es porque te formaste más tarde, gilipollas. Todo me lo tienes que quitar. La
tele, el ordenador, las llaves del coche… hasta el útero de mamá. Desgraciado,
que eres un desgraciado.
-A ti
lo que te pasa es que te mueres de envidia porque yo soy el gemelo guapo-se
burló Scott.
-Pero,
¿qué me estás contando, pavo? Con esos putos ojos azules. Anda que no habrá
gente con ojos azules. Los ojos verdes son lo que se lleva, pringado.
-¿Quién
tenía los ojos azules, payaso? Papá. Y el abuelo. Y los genes son de ellos. Tú eres
una mutación.
-¿Sí?
Pues tú eres una abominación.
-Pues
tú un…
-Chicos-protesté,
masajeándome las sienes-. Ahora no. De verdad-susurré, acariciando el tronco
del árbol. Scott le dio un codazo a Tommy y Tommy trató de pellizcar a Scott-.
Chicos-siseé.
-Te
estás cargando el momento místico de mamá-gruñó Tommy.
-Tú
sí que te cargaste al momento místico de mamá. Al nacer. Gilipollas.
-Subnormal.
-Te
odio.
-Yo
te odio más.
-¡SE
ACABÓ!-rugí-. ¡SI NO OS VAIS A ESTAR CALLADOS, OS VAIS A CASA!
Tommy
fingió sellarse los labios con una cremallera y Scott se quedó en el sitio. Uno
de los dos siseó un pringao. Me volví
y los fulminé con la mirada, pero no se señalaron entre sí como solían hacer,
así que no pude adivinar cuál de los dos fue.
Después
de acariciar el tronco del árbol un poco más, terminar de arreglarlo y
limpiarlo, me senté en el suelo, a su lado. Cerré los ojos y dejé que la
energía que fluía por aquel lugar me llenara de fuerzas. Tommy y Scott se
miraron un segundo entre ellos antes de echar a andar y ponerme las manos sobre
los hombros, compartiendo ese momento.
Tambaleándome,
sintiéndome llena y limpia, pura y feliz de nuevo, me incorporé. Tommy me
arregló la camiseta y Scott me ofreció el brazo, el cual acepté.
No sueles
tener mucha suerte si entierras a tu novio antes de poder darle hijos, pero las
cosas cambian si consigues dar a luz a dos bebés que son la perfecta mezcla del
hombre de tu vida y su alma gemela. Los ojos de uno y la actitud del otro. La
mirada del segundo y el nombre del primero.
Es la
recompensa por el disgusto, el honor del milenio por el sacrificio del siglo.
Tommy,
con los ojos de su tío Scott, me miró a los ojos y me dio un beso en la frente
antes de darme la mano. Y Scott, con los ojos del amor de mi vida, me agarró la
mano y me dio un beso en los nudillos, igual que había hecho su padre, sólo que
sin saberlo.
Regresamos
paseando por el bosque en silencio, escuchando el bramido de las olas de la
playa de más allá. Y, como todas las noches del aniversario de la muerte de mi
inglés, me acurruqué en aquella cama en que había amado y llorado a tanta gente
por primera y última vez.
Pero ya
no. Esos tiempos ya pasaron. Estaría sola en cuerpo, pero no en espíritu.
Y estaba
en casa.
Joder. Esa es la única palabra que define ahora mismo lo que siento. Llevo leyendo esta novela desde que la empezaste a escribir, llevo leyendo y viviendo con Chasing the stars casi 4 años CUATRO PUTOS AÑOS, y mi cerebro no es capaz de procesar que ya se haya acabado. He llorado con estos últimos capítulos como hace tiempo que no lloraba con nada, ya no solo por lo que pasaba en ellos (que joder nos has hecho sufrir) sino porque eran los últimos capítulos de algo maravilloso.
ResponderEliminarDespués de toda esta historia y de todos estos años solo puedo hacer una cosa, y es darte las gracias.
Gracias por hacer personajes tan humanos y a la vez tan perfectos, gracias por dar visibilidad a todo aquello que el resto del mundo intenta esconder, gracias por tratar los temas como los tratas, gracias por crear personajes femeninos tan fuertes y valientes, gracias por crear personajes que estan dispuestos a experimentar sin miedo, gracias por crear personajes gays y bisexuales sin estereotiparlos, gracias por crear relaciones sanas, gracias por crear relaciones fuera de lo común, relaciones de poliamor y relaciones mas abiertas, gracias por crear a personajes que luchan cada día. Gracias por crear a Chad. Gracias por crear a Layla. Gracias por crear a Diana. Gracias por crear a Sabrae. Gracias por crear a Alec (que es sabido por todo el mundo que es el mejor personaje��). Gracias por crear a Tommy y a Scott (que no los separo ni escribiendo sus nombres) y por crear su conexión. Gracias por crear a todos y cada uno de tus personajes, a los malos y a los buenos, porque de todos hemos aprendido algo.
Pero sobre todo, y más importante, gracias por crear Chasing the stars. Te debemos una����
Muy valiente Diana por esa entrevista y porque todo fuera a ambas fundaciones y la madurez con la que tomo la decisión de Tommy, aunque al principio mientras hablaba con Chad lo tomara mal, pero ha sido un gran ejemplo.
ResponderEliminarAun me acuerdo cuando meses después de acabar I1DB me acordé de pronto de ti y de tu blog y cuál fue mi sorpresa cuando al entrar vi que habías "continuado" con la historia. Comenzar a leerla fue lo mejor que podía haber hecho en ese momento. Parece que fue ayer cuando empecé leyendo a Tommy y hoy se termina todo con la americana caprichosa y engreída que llegó de Nueva York hace cuatro años.
ResponderEliminarEstoy sin palabras y sin lágrimas porque las he gastado todas. Cuando dijiste que el final nos iba a gustar una parte de mí pensaba que de una forma u otra Scott y Tommy iban a resucitar. Si no, no me entraba en la cabeza cómo podría gustarme otro final. Sin embargo tú lo has conseguido. No es que me haya gustado, es que me ha encantado. Lo mejor que puede pasar después de que Scott y Tommy resuciten es que Scott y Tommy se reinventen. Un final mágico, de diez, para una novela mágica y de diez. Leyendo chasing the stars me he dado cuenta de que un alma gemela no necesariamente tiene que ser alguien con quien compartir tu vida en el ámbito amoroso/romántico. Puede ser un hermano, un amigo, un familiar, o una pareja. Y ha sido aquí, en el último párrafo cuando he terminado de entender que Tommy no es de Layla o de Diana. Ni Scott es de Eleanor. Tommy y Scott se pertenecen el uno al otro y están justo donde tenían que estar.
Gracias por haberles hecho el mejor regalo que nadie podría haberles hecho jamás: La eternidad el uno junto al otro.
"No sueles tener mucha suerte si entierras a tu novio antes de poder darle hijos, pero las cosas cambian si consigues dar a luz a dos bebés que son la perfecta mezcla del hombre de tu vida y su alma gemela. Los ojos de uno y la actitud del otro. La mirada del segundo y el nombre del primero.
Es la recompensa por el disgusto, el honor del milenio por el sacrificio del siglo.
Tommy, con los ojos de su tío Scott, me miró a los ojos y me dio un beso en la frente antes de darme la mano. Y Scott, con los ojos del amor de mi vida, me agarró la mano y me dio un beso en los nudillos, igual que había hecho su padre, sólo que sin saberlo."
-María 💜
Lo leí ayer por la noche y todavía no lo asimilo. Y desde ayer pienso en cómo darle una respuesta justa a este final.
ResponderEliminarGracias. Gracias por hacer que la última fuera Diana. Es un personaje que me flipa como ha evolucionado en la novela. Puedes amarla u odiarla pero que la tía consigue atraparte en su historia, lo consigue. Ha ido al infierno y ah vuelto y vaya cómo lo ha hecho.
El corazón me ha ido a mil al tener un poquito más de Scott y Tommy. Ese poquito ha bastado. Ver ese pequeño trazo de lo que fueron sus vidas adultas y como padres y maridos es maravilloso.
Y pensaba que ya no habría más plot twists en esta novela y nos lanzas los bebés de Diana.
Gracias, gracias, gracias, gracias y gracias al cuadrado por hacer eso. Cuando ese par hablaron... Oh Joder! no creo haber sonreído más en toda mi vida. Solté más lágrimas cuando se pusieron a dar por saco y Diana que ya estaba hasta el coño pero a mí me ha sabido a pura gloria.
Gracias por crear estos personajes. Al comienzo todos estaba de una manera u otra rotos (unos más que otros) y se han ido recomponiendo entre todos y entre ellos mismos y verles crecer y vivir ha sido épico.
Debo decir que soy muy fan de como consigues meterme en la mente de cada uno y ver el mundo como lo hacen ellos. Gracias por hacer que crea un poquito más en el amor. Ojalá y existan alguno de estos personajes en la vida real y ojalá que me enamore de alguno de ellos.
Quisiera mil cosas más pero no quiero ser más melosa de lo que estoy siendo y buah todavía queda Sabrae (chillando en griego antiguo) y chica que quieres que que diga, no puedo esperar a seguir leyéndola.
Por último muchas gracias por hacer spam de la novela. Mil millones de gracias.
Con todo el cariño del mundo, young_bloodx.
P.D. Impresionante que de tu sueño haya salido todo el mundo. Debemos preservar tu cerebro en un museo de ciencia.
Ya sabes donde voy a dejar el comentario bonito asique comento el capitulo como lo hacia antes:
ResponderEliminar1. NO ME CREO QUE LA DIANA DE LA ENTREVISTA SEA LA MISMA DIANA QUE YO ODIABA POR HACER SUFRIR A TOMMY ES QUE ME MUERO CON LA EVOLUCIÓN QUE HA CONSEGUIDO DAR EN TODA LA NOVELA O SEA FLIPANDO
2. Cuando Tommy sale a abrazar a diana es que decimos de Scott pero él podrá hablar mucho pero no trata ni la mitad de bien a eleanor que tommy a diana o a layla
3. Diana yendo a ver al hermano de penelope y poniendole su nombre a su hija PROUD OF MY BABY
4. SCOTT CONSINTIENDOSELO TODO A AISHA ME DA UN PARRAQUE CON ESTE HOMBRE TE LO JURO
5. "yo no huelo a fritanga, niña" JAJAJAJAJAJAJJJAJAJAJAJAJAJSJJSJSJSJSJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAAJAJJAJAAJJSJAJJAJAJAJAJA
6. DIANA SUBE A LAS NIÑAS A LA PASARELA AAAAAHHHHHHHHHHH
7. Cuando layla le dice a olivia que le diga que le quiere a su padre que se va a arrepentir toda la vida mira llorando te lo juro casi peor que la despedida a scott
8. "subnormal, ¿qué pasa, encima eres sordo?" ES EL SCOTT 1 LITERAL LLORANDO
ESTOY MUY TRISTE
No me puedo creer que ya se haya acabado ya. De verdad que no. Ha estado increíble Erika. Has cerrado el círculo de una manera preciosa que ni de lejos me imaginaba hace unas semanas. Ver a todos por fin siendo felices a pesar de todo me hace a mí extremadamente feliz. Tommy dejó este mundo porque no podía haber un Tommy sin un Scott y porque sabía que venían en camino un Tommy y un Scott y el no tenía espacio en la ecuación. Saber que al final lo dos consiguieron lo que querían, que eran hacer eterno su vínculo me parece una manera preciosa de cerrarlo del todo. Gracias por la novela Erika. Enhorabuena por crear esto tan especial.
ResponderEliminarTommy es el mejor novio del mundo
ResponderEliminarAlec y Chad son los mejores amigos del mundo
ResponderEliminarDiana es la mejor Diana que en ningún momento
ResponderEliminarScommy son la mejor pareja de todas
ResponderEliminarTommy, Scott, Diana, Layla, Eleanor, Aisha, Eris, Olivia, Penelope, Mini Scott and Mini tommy deserved better
ResponderEliminar¿Te imaginas a Scommy puteándose por los gemelos?
ResponderEliminarCTS es la mejor historia que he leído en mucho tiempo
ResponderEliminarEri, llegas al corazón de todas y cada una de tus lectoras.
ResponderEliminarLa entrevista a Diana me ha encantado, siempre ha sido la que más fuerte parecía pero la que más rota a estado. Es admirable cómo lo ha afrontado todo y cuánto ha evolucionado.
ResponderEliminarCuando le dicen a Diana que van a llamar al bebé Olivia ❤
Penélope y Diana ❤
"-Hijas-dije, encendiendo la luz-. Venid. Papá se va con el tío Scott. Van a jugar con las estrellas-les dije, y ellas se levantaron, frotándose los ojos, somnolientas." Ahí me he derrumbado del todo ya uff
Que Diana haya dado a luz a unos gemelos que son la mezcla perfecta de Scommy es precioso y maravilloso ❤
"Sentirme ilusionada y no olvidar mi pasado. Echar a volar sin olvidar mis raíces. Mirar hacia delante aun contemplando las huellas que iba dejando en la arena. Quería seguir sintiéndome en paz." ❤
No puedo creer que ya haya acabado la novela. Tengo el consuelo de saber que voy a poder seguir leyendo lo que escribes gracias a Sabrae, pero me entristece muchísimo saber que ya no me llegarán más notificaciones avisando de nuevos capítulos de cts :(
Muchísimas gracias por darnos esta novela Eri ❤
Bueno y ya no digo más porque quiero comentarte en los agradecimientos
- Ana