domingo, 25 de noviembre de 2012

Soldado Tomlinson listo para reconocer terreno.

Debió de ser toda una decepción para mi padre no tener excusa para echarnos la bronca a mí y a Louis cuando llegó a casa.
Mientras me secaba el pelo y me pasaba rabiosa el cepillo por él, recordé la forma en que me miró mi novio, se inclinó hacia mí y me susurró al oído:
-Tal vez uno debería secarse completamente, para que no parezca que nos hemos duchado juntos.
Había sonreído, le había dado la razón y le había ordenado que cogiera el secador y se afanara en darnos una coartada.
Cada diez minutos, yo me inclinaba en la bañera y metía todo el pelo dentro, para poder secármelo justo en el momento en que entrara mi padre.
Suspiró cuando vio a mi novio tumbado en el sofá, entreteniéndose como buenamente podía con la consola hasta que yo diera por finalizada mi brillante interpretación, y se metió en la cocina.
No quiere peleas porque él no le entiende, quiere que yo esté con los dos para poder tener un puente, pensé para mis adentros mientras contemplaba mi reflejo en el espejo y me peinaba lo más rápidamente que podía.
Me hice una coleta y me dejé caer sobre Louis, que dejó escapar una exclamación de dolor.
-¡Ah, Dios, duele!-gritó, riéndose, yo me levanté y me senté en el otro sofá, con la cabeza en el reposabrazos, cerca de la suya.
-Hay una bomba ahí-le avisé, pues había conseguido completar varias veces la partidas de Rachet & Clank, mi juego favorito, el primer juego al que había jugado con una consola.
-Eso es mentira-replicó, creyendo que lo decía para que se tirara por un acantilado que en realidad tenía un saliente al que agarrarse... y se me quedó mirando cuando el pequeño Lombax se dejó caer en el suelo con su típico giro sobre sí mismo y un suave ¡oh!.
Le dediqué mi mejor sonrisa de autosuficiencia y me levanté a ir a por un libro.
Cuando regresé, había salido del juego, y buscaba desesperadamente la manera de poner el idioma de este y de la consola en general en inglés.
-¿Puedo cambiarlo?
-Vas a hacerlo igual-espeté, divertida, encogiéndome de hombros y haciendo un gesto con la mano que le daba absoluta libertad.
Terminó lanzándome el mando y diciéndome que lo pusiera yo.
Dejé a un lado la lectura de la apasionante biografía de Wallis Simpson (nunca más compraría un libro biográfico de varias personas, pues a mí solo me interesaban, de las que en el pequeño sabiondo aparecían, Coco Chanel y Audrey Hepburn).
Louis había vuelto a la partida y hacía caso de mis cada vez menos frecuentes consejos (pues terminó resultando que la mujer aquella había tenido una vida guay) cuando mi madre apareció por la puerta y miró lo que hacíamos.
Parecía esperar que estuviéramos fornicando como conejos en el sofá. ¿Tan mala era la imagen que se tenía de la gente de nuestra edad?
Bueno, si contamos con que hay chicas de doce años que ya van por la vida experimentado posturas del Kamasutra que ni siquiera mi novio de 20 años conocía...
Dejé caer mi pelo alrededor de mi cara para que no se me notara que me había sonrojado al recordar que a Noe le habíamos regalado ese mismo libro por su cumpleaños, que yo me había dedicado a fotocopiarlo y que Alba había hecho varias fotos con el móvil mientras las dos lo ojeábamos en la tienda, echando a suertes quién se acercaría a la vendedora muerta de vergüenza y quién tendría la suerte de decir ¿Me lo pones para regalo, por favor?
Louis puso en pausa la partida y miró a su suegra. Le sonrió, y mi madre también le sonrió. Tuvo que sonreírle.
Su yerno era guapo y simpático. Si no le hubiera sonreído, era que mi madre tenía un retraso mental muy serio.
-¿Qué quieres cenar, Louis?
Louis, y no Luis. Bien, bien. Qué poco se parecía aquella mujer a su marido.
Mi novio me miró, esperando mi traducción. Alcé una mano, coloqué el dedo al final de la oración y posé mis ojos en los suyos, curiosos e impacientes, pero siempre tiernos.
Una vez inicié mi trabajo de traductora, tuvieron una conversación más o menos normal.
-No sé. Me conformo con cualquier cosa, yo es que no tengo hambre.
-Los ingleses no cenan-le expliqué a mi madre cuando ella frunció el ceño ante la información que él le había proporcionado-, al menos no como nosotros. Y hemos comido Nutella a la hora en que más o menos él cenaría, así que él está cenado, por así decirlo.
-Me da lo mismo. Va a comer.
Louis se encogió de hombros.
-Cualquier cosa estará bien.
-¿Te gustan las vieiras?
Mi traducción se limitó a un vago You like vieiras?, aburrido de la vida, y decepcionado porque no sabía cómo llamaría él a aquellas almejas gigantescas con bechamel en su interior.
Me respondió con un:
-¿Qué coño es eso?
Me encogí de hombros y traté de explicarle lo mejor que pude en qué consistía el plato, él volvió a encogerse de hombros y miró a mi madre para decirle:
-Creo que nunca las he probado.
-Bueno, nosotros las hacemos, y si no te gustan te preparamos algo. ¿Te parece bien?
-Sí, sí, vosotros no os preocupéis.
Pero le gustaron.
Vaya que si le gustaron.
Me lo quedé mirando cuando musitó una palabra que nunca había oído al colocar en la mesa las vieiras.
-¿Eh?
-Scallop-señaló las conchas y asintió con la cabeza-, se llaman scallop.
-Son españolas y se llaman vieiras.
-Scallop.
-Vieiras.
-Scallop.
-Vieiras.
-Scallop.
-Scallop.
-No pienso decir el nombre en español-espetó, negando con la cabeza al darse cuenta de cómo intenté engañarlo.
Cada uno se sentó enfrente de su pareja: mis padres en cada extremo a la larga y Louis y yo a lo ancho. Apenas pude comer, porque le estuvieron acribillando a preguntas y él contestando como podía, siempre dejándome tiempo para que terminara de masticar si había sido capaz de meterme algo en la boca mientras él meditaba la respuesta.
Atravesé a mi padre con la mirada cuando le preguntó si había tenido muchas novias.
-Ángel, ¿tienes que preguntarle eso?-le recriminó mi madre, frunciendo el ceño tras sus gafas.
Papá se encogió de hombros
-Quiero saber con quién anda mi hija.
-Pues búscalo en Google-gruñí.
Si hubiera estado sola, me habría dado un tortazo por ese atrevimiento. Pero estando mi guardaespaldas, mi protector, mi sol y mi escudo delante, no se atrevió.
Louis se me quedó mirando, preguntándose qué era lo que su suegro le había preguntado, qué era lo que yo no le quería traducir.
-No me voy a ofender-me aseguró, yo suspiré, los miré a todos y le solté:
-Quiere saber cuántas novias has tenido antes que yo.
Se echó a reír, negó con la cabeza y echó cuentas en voz baja con los dedos.
-Cuatro.
-¿¡CUATRO!?-espeté yo, que solo tenía conciencia de dos. Mi padre sonrió ante mi cara de sorpresa.
-Sí, una de la que no me acuerdo, Beth y Hannah.
-Eso son tres. ¿QUIÉN ES LA OTRA?-ladré.
-Tú, subnormal-replicó sonriendo.
Me quedé a cuatros.
Una que no recordaba (me pareció que me había hablado de ella un par de veces, como la típica novia que tenían los niños pequeños por imitación de los mayores), Beth, Hannah y yo.
La chica sin nombre, número uno.
Beth, número dos.
Hannah, número tres.
...
Eri, número cuatro.
Joder, era verdad que solo eran cuatro.
-Cuatro-susurré yo, a pesar de que los dos habían visto cómo echaba cuentas y dejaba el dedo pulgar sin estirar.
-¿Quiénes?
-¿Y a ti qué más te da?-repliqué, bufando. Mi padre alzó las manos, se encogió de hombros y continuó comiendo. No volvió a abrir la boca.
Solo lo hizo para ordenarme que recogiera la mesa, la única manera que tenía de someterme ahora que la violencia física no era una posibilidad con el inglés presente.
Me pregunté cómo reaccionaría Louis si mis padres me zurraran delante de él. ¿Se cabrearía con ellos? ¿Me defendería? ¿Sería capaz de desencadenar la Tercera Guerra Mundial solo por defenderme?
¿Apartaría la vista sin inmiscuirse en lo que podía considerar que no eran sus asuntos.
¿O les daría la razón? No me entendía cuando hablaba en español, así que podía pensar que había dicho algo que mereciera un castigo ejemplar. ¿Se pondría de su parte? ¿Sacudiría la cabeza de forma reprobatoria porque me había ganado una bofetada?
Las mujeres protestamos cuando él se levantó y me ayudó a acarrear los platos hasta el fregadero, aburrida.
-Déjalo, que lo haga si quiere, al fin y al cabo tiene pensión completa.
Louis se dio por aludido; se dio por aludido porque mi padre lo dijo mirándolo, se dio por aludido porque mi madre le dedicó una mirada envenenada... pero sobre todo se dio por aludido porque yo me di la vuelta y lo fulminé de tal manera que casi pude sentir cómo la cocina se incendiaba a causa de la rabia que salía de mis ojos.
Terminamos de colocar los platos en el fregadero y nos fuimos al baño a lavarnos los dientes.
Me apoyé contra el lavabo y suspiré, negando con la cabeza. Él me acarició el dorso de ésta, intentando animarme, hacerme sentir mejor.
-No tienes por qué aguantar esto-murmuré con un hilo de voz, conteniendo las lágrimas.
¿Por qué tenía que ser así? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué no podía respetar, si no querer, a la única persona que me hacía sentir importante, especial, en todo el mundo? ¿Por qué no era capaz de apoyarme en todo lo que hacía? ¿Por qué no dejaba a Louis tranquilo? Él no había hecho nada malo, absolutamente nada, sino todo lo contrario. Era demasiado bueno. Me había enamorado de él mucho antes de que él supiera que yo existía, luego había empezado a quererme. No era justo. No podía ser justo que aquel que me había dado la vida un día no quisiera al que me la daba todos los días.
-Se me da bien pasar de la gente-replicó, acariciándome la cintura-. Vamos. Venga, tranquila, ¿eh? No tiene sentido que seas tú la que llore cuando los dos sabemos quién está peor ahora mismo.
Me di la vuelta y me acurruqué contra su pecho, él me rodeó con sus cálidos brazos. Le besé la clavícula y se estremeció.
-Lo siento.
-No te disculpes.
-No por mi padre. Bueno-fruncí el ceño y noté cómo sonreía-, por él también. Por lo de ahora. Se supone que soy yo la que consuela, por lo menos hoy.
Se quedó callado, me besó la cabeza y me acarició la cintura tan despacio que revolucionó todas mis neuronas con las corrientes eléctricas elevadas a la enésima potencia.
-Mi pequeña-replicó, volviendo a besarme la cabeza. Me aparté un poco, lo justo para encontrarme con aquellos ojos azules, y sonreí.
-Como un día pegue un estirón te pegas un tiro, ¿a que sí?
-No. Te corto las piernas. Me sale más rentable.
Me eché a reír, negué con la cabeza y él me soltó. Buscamos un cepillo de dientes que pudiera utilizar y, una vez terminamos de salpicarnos mutuamente con la pasta de dientes y dimos por finalizada la tarea de restablecer nuestra higiene bucal, salimos del baño y nos metimos en mi habitación.
Cogí la pequeña lámpara del escritorio mientras él se adueñaba del mando de la tele y la encendía, sosteniendo al primero como si de una espada láser de las de Star Wars se tratara.Se paseó por los canales, intentando decidir qué iba a ver y palmeó el espacio que me había hecho en la cama. Sonreí, recordando cuando Alba lo había hecho de la misma manera aquella vez que fuimos a la casa de Noemí en Cantabria.
Señalé la puerta con el pulgar e hice una mueca.
-Voy a informar al coronel Borde de que vas a dormir conmigo
-¿No lo sabe ya?
-Tengo la impresión de que no se le ha ocurrido que, si no hemos quitado todas las cosas de encima de la cama de la habitación de mi hermano,no tendrás otro sitio donde dormir que mi cama.
Las comisuras de su boca se alzaron mínimamente.
-No lo sabes tú bien-repliqué, sonriente, sacudiendo la cabeza yechándome a reír.
-Yo me voy poniendo el pijama. Para que vean que sé cambiarme de ropa sin ti, básicamente.
-Creo que piensan que nos vestimos el uno al otro.
Su sonrisa se ensanchó.
-Están equivocados.
Fruncí el ceño.
-Quiero decir, no nos vestimos. Nos quitamos la ropa el uno al otro, pero nunca nos la ponemos.
Me reí con ganas.
-No hay quien te cambie, ¿eh?
Se encogió de hombros; ya no me prestaba atención a mí, sino a la televisión.
-No quieres que lo haga.
-Eso es verdad.
Salí por la puerta y decidí no dejar que mis padres me hicieran perderlos nervios; me preparé para la mayor de las batallas a las que me había enfrentado en mi vida.
¿Evitar hacer fangirlingcon Taylor Lautner delante? Por dios, no. Nada comparado con esto a lo que estaba a punto de enfrentarme.
Tenían la vista fija en la tele, pero la puerta más cercana a mi habitación permanecía abierta, por si se nos ocurría hacer algo de lo que arrepentirnos. Tomé nota mental, y más tarde me asombraría de esa capacidad que tuve de fijarme hasta en el más mínimo detalle, como si de una cazadora me tratara.
-Vamos a dormir juntos-anuncié sin ninguna ceremonia y sin preámbulos; dejé caer la bomba con la esperanza de que esto les aturdiera.
No lo hizo.
-¿QUÉ?-bramaron ambos, como si les acabara de decir que íbamos a tener mellizos en un lapso de tiempo de unos siete meses, aproximadamente.
Espera,espera, ¿no estarás preñada, no, nena? ¿Eh? ¿CUÁNDO TE VINO LA REGLA?
La segunda nota mental fue echar cuentas de cuál había sido mi último periodo, sin tan siquiera proponérmelo.
Abrí los brazos y meneé la cabeza lentamente sin dejar de mirarlos, era mi manera de decir ¿Qué pasa?,dándoles a entender que a mí no me parecía tan mal.
-No-gruñó mi padre. Fruncí el ceño, preparándome para protestar como no lo había hecho nunca en mi vida.
-No vamos a hacer nada.
-¡QUE NO, HE DICHO! ¡No dormirás con él! ¡Y punto!
-¿Dónde quieres que duerma él, entonces?
-¡Que duerma en el sofá!
-¡No podéis hacer que duerma en el sofá! ¡Es un invitado!-exploté,fuera de mí, más incluso de lo que había previsto en un principio.
-¡Como si es el Papa! ¡No va a dormir contigo!
-¡Si él no duerme en una cama yo tampoco lo haré!
-¡Pues dormid los dos en el sofá! ¡Me da igual!
-¡Entonces dormiremos juntos de todas formas, aunque no estemos en una cama!
Pude sentir dentro de mi pecho las carcajadas de Louis por los gritos que estaba dando su novia, divertido por cómo estaba manejando la situación.
Supe que confiaba ciegamente en mí, como si nada importase, como si yo pudiera con todo. Cerré la mano en torno al pequeño corazón que tenía la pulsera que me había regalado, acaricié el anillo de mi cumpleaños y cerré los ojos con fuerza, armándome de valor para no ponerme a suplicar como una loca... o peor, a dar gritos como una loca, lo que les haría enfadar y eliminaría las posibilidades que teníamos de dormir juntos él y yo.
-No hemos hecho la cama-empecé a protestar, y mi madre se echó a reír.
-Nunca has sido tonta, Erika. Tienes a quién parecerte.
-Que duerma en la alfombra, igual que hace el perro-espetó mi padre, haciendo caso omiso de las palabras de mamá.
-Voy a dormir con él-repetí en un alarde de tozudez que llegaba a un extremo desconocido para mí.
-Déjala,Ángel-intercedió mi madre.

-¿CÓMO LA VOY A DEJAR, MARIPAZ? TIENE 16 AÑOS. NO PUEDE DORMIR CON SU NOVIO
-Lo hago todas las noches-ladré.Los dos se me quedaron mirando-.No puedo dormir sin él.
-¿Cuando vas a Inglaterra...?-mamá dejó la frase en el aire, incapaz de seguir. Tragué saliva, dándome cuenta de que había metido la pata hasta el fondo.
-Sí-susurré con un hilo de voz.
-¿ESTO SE REMONTA A LA PREHISTORIA?-bramó papá, como si no hubiera mañana. Negué con la cabeza.
-Un día tuve una pesadilla y le pedí que durmiera conmigo.
¡MENTIIIIIIIIIIIIIIIRA,MENTIIIIIIIIIIIIIIRA!Canturreó Caroline Flack en mi interior.
Mamá miró a papá un momento.
-Si llevan haciéndolo mucho...
-¡EN MI CASA NO!
-¡PUES ME LARGO AL PALACIO DE FERRERA CON ÉL! ¡NO SERÁ LA PRIMERA VEZ!
Ahí encajó la última pieza del puzzle que le quedaba. Ahí descubrió que yo no había dormido en una habitación separada a la de Louis el sábado pasado
-Por favor-supliqué,me hubiera llevado las manos entrelazadas al pecho de no haber considerado que sería excesivo-, por favor, papá, me necesita, y yo a él. No podemos dormir si no estamos juntos. Yo no puedo comer si no está conmigo.
Aquello era verdad, ellos mismos podían comprobarlo: ya no comía como antes, paseaba mi comida por el plato exactamente igual a como lo había hecho Louis por la mañana, no probaba bocado y ellos no me decían nada, seguramente porque esperaban que estuviera llena de haberme hinchado a comer en el recreo (lo cual hubiera sido propio de mi antigua yo si mi antigua yo no odiara como yo lo hacía aquella pequeña caja blanca que te decía en qué nivel de vaca te encontrabas: vaca normal a vaca elevada a diez), esperanza lejana de la realidad, en la que yo tiraba mi pequeño sándwich porque era incapaz de metérmelo en la boca... porque él no estaba allí.
El anillo ardía.
La pulsera ardía.
Pero mi cuerpo estaba congelado, le echaba de menos, mi cintura echaba de menos sus brazos a su alrededor, protectores, brazos que siempre hacían lo correcto y te hacían sentir lo mejor de este mundo.
Iban a continuar con sus protestas cuando la inspiración me iluminó.
-Escuchad-alcé las manos al cielo y mi perro se me quedó mirando, visiblemente preocupado por mi estado mental-. Sé que no os gusta. Sé que creéis que no es bueno, que es demasiado mayor. Son solo cinco años, de todas formas, pero puedo entender que os parezca mucho tiempo, sobre todo en nuestra edad, pero... es bueno. Es buenísimo. Tenéis que creerme. Es de las mejores personas que he conocido. Sé que creéis que le gusta demasiado la fiesta, y es probable que sea así, pero yo soy responsable. Lo sabéis. Cuidamos el uno del otro. Cuando él no me está cuidando yo le estoy cuidando a él. Nos necesitamos muchísimo.
-¿Cómo que le gusta demasiado la fiesta?
-Sí,las fotos que hay en Internet, la información, y esas cosas. Pero él no es así. Que beba cerveza a menudo no significa que no sepa comportarse, o que me trate bien-pensé para mis adentros que aun borracho él me trataba bastante mejor que mis progenitores-, pero no es así. Es un cielo. Es un caballero. Por favor, ¡es inglés! Todos los ingleses son caballeros, incluso hartos a cocaína.
Me miraban con atención.
-No hemos hecho nada que solo él quisiera. No me ha obligado a hacer nada de lo que yo no estuviera segura... salvo lo de actuar en los Juegos, pero eso es otra historia. Me quiere-no me di cuenta de que me llevé las manos al pecho hasta mucho después-, me ama, me cuida.Me respeta.¿Por qué no entendéis eso? No le veo más que los fines de semana,y ahora que puedo estar con él más tiempo, que podemos aprovechar más lo poco que estamos juntos, vosotros queréis separarnos. Cuando no es un mar, son mis padres, y cuando no son mis padres, es mi instituto. Por favor. Dejadme dormir con él. Nunca hacemos nada que pueda perjudicarnos.
Se miraron largo rato, intercambiando opiniones e ideas sin necesidad de abrir la boca... pero aquella comunicación estaba lejos, muy lejos, de hacer algo que envidiara a la que manteníamos Louis y yo.
-Es buen chaval-susurró mi madre-. Creo que a veces es un poco... demasiado...
-¿Vivales?-pregunté, burlona, recordando cuando lo había visto en la novia de unos amigos y me había espetado que Louis tenía cara de vivales.
-Sí. Pero parece buen chaval.
-Deberíais verlo con las hermanas. Es un amor cuando está con sus hermanas. Sobre todo con las gemelas.
-¿Cuántas tiene?-preguntó mi madre, más para calmar el ambiente que por curiosidad.
-Cuatro.
Mi padre abrió mucho los ojos.
-¿CÓMO QUE CUATRO?
-Sí, cuatro. Todas más pequeñas.
Casi pude escuchar el pensamiento sarcástico de mi padre acerca de las aficiones de mi suegra, pero decidí dejarlo estar, ya que él no se atrevió a decir eso en voz alta.
Entonces Louis sí que le daría una paliza, de eso estaba segura, si se llegara a enterar.
-Mándale venir.
Asentí rápidamente, como una criada con sus amos, y corrí hasta mi habitación.
Se me quedó mirando como si estuviera loca cuando me aferré a la cama y le hice un gesto con la cabeza en dirección a la puerta mientras ordenaba:
-Ven conmigo al salón.
Suspiró, asintió, se arrastró fuera de la cama y me siguió por el pasillo.
Nos quedamos a la mayor distancia posible de mis padres, sin llegar a tocar el gran armario que hacía las veces de expositor de figuritas de cristal que mi madre había comprado cuando los dos se conocieron.
-Tradúcele exactamente todo lo que yo te diga-exigió papá, yo asentí, muy seria, sintiendo los ojos de Louis clavados en los míos. Di un paso hacia un lado, pegándome contra él, y entrelacé nuestras manos.
-A ver, chaval-empezó mi padre, clavando una mirada asesina en los ojos de Louis. La primera mirada asesina a ese azul clarísimo que no provenía de otro azul clarísimo, cabreado porque su dueño había desobedecido órdenes directas de los de arriba, como llamaban los hermanos Tomlinson a sus padres. Papá se me quedó mirando, expectante-. ¿Qué? ¿No empiezas?
-Necesito escuchar toda la frase porque muchas veces no tenemos la misma estructura sintáctica-me excusé, notando cómo los latidos del corazón de Louis se disparaban, martilleando el pulso de su muñeca la mía propia.
-De acuerdo-papá se rascó la cabeza y volvió a poner la cara de jaguar cazador que acaba de encontrar un cervatillo herido-. Sé lo que queréis los chicos a vuestra edad, y me parece que ya lo has conseguido hace mucho tiempo. Como no estoy seguro y mi hija no me lo va a decir, voy a prometerte algo. Como intentes algo con ella, te acordarás de mí. ¿Queda claro?
Genial, ahora mi padre se parecía a mi profesor de historia.
Louis asintió rápidamente.
-Probablemente estés acostumbrado a hacer lo que te dé la gana porque todo el mundo besa el suelo que tú y tus amigos pisáis, pero aquí lo llevas claro-papá sonrió, y noté cómo Lou reprimía las ganas de dar un paso atrás ante esa sonrisa lobuna-. Estás en mi casa, y aquí hay unas reglas, chaval.
Louis volvió a asentir.
-Son bastante sencillas, incluso tú vas a poder entenderlas-me apresuré a relajar el tono amenazador e insultante de la frase a base de decirle a Lou que tenía envidia porque él, mucho más joven, tenía todo lo que él deseaba, como, por ejemplo, piernas sanas que le permitirían andar en moto-. En realidad, todo se reduce a una única norma-papá se encogió de hombros, y mi madre se lo quedó mirando; dejó de acariciar al perro para centrar toda su atención en su marido-. No vas a hacerle nada raro a mi niña. Ni ahora, ni mañana, ni pasado, ni durante todo el tiempo que estés aquí. ¿Está claro?
Louis asintió.
-¿Solo sabes asentir?
Louis dejó escapar un tímido sí, está claro por sus labios, como temiendo decirlo en voz alta y cabrear todavía más a mi padre.
-Bien. No se te ocurra desobedecerme, chaval. Porque lo lamentarás. Toda tu vida-papá entrecerró los ojos y Louis me soltó la mano, muerto de miedo. Me coloqué rápida pero disimuladamente detrás de él para cortarle la retirada, evitando así que más tarde se sintiera un cobarde y se torturara con un monólogo interno-exterior en el que no pararía de decir que había sido un egoísta y no cesaría en preguntas del tipo Si he hecho esto, ¿no podré hacer esto otro para cuidar de ti, nena?
-Quítalo de mi vista.
No traduje eso, sino que me limité a engancharlo del brazo y arrastrarlo fuera del salón, en dirección a mi habitación.
Se me quedó mirando, distante, mientras me ponía el pijama a una velocidad infernal, recordándose que no podía dejar que la mecha de la pasión se encendiera en su interior, porque entonces se armaría una buena.
Pero a mí no me daba la gana estar sin sexo una semana porque a mi padre no le gustara mi novio. Era yo la que me tenía que acostar con Louis, no él.
Me acurruqué en la cama contra él y le besé el pecho.
-Tengo la impresión de que eres adoptada, nena-me confió, sin apartar la vista de la tele, mientras me acariciaba con el pulgar el hombro. Me había pasado el brazo por la espalda y había dejado la mano sobre mi brazo justo antes de acomodarme yo, lo que me hizo olvidar la charla que le tenía preparada acerca de que yo le quería más de lo que mi padre le odiaba, que pronto a papá se le pasaría, y un largo etcétera.
-Ya quisiera yo-repliqué, jugueteando con el anillo, dándole vueltas y más vueltas como si no hubiera un mañana, contemplando la mancha borrosa en que se convertía la pequeña cerradura que traía este en su interior.
Sonrió mientras contemplaba la televisión, sumido en sus pensamientos.
-¿De qué te ríes?-inquirí, curiosa, incorporándome para mirarlo. Mi pelo cayó en cascada por mi hombro y le acarició el cuello, pero él no se inmutó. Probablemente dejara de lado las cosquillas que le hacía, o ni tan siquiera las sentía debido a la tensión que todavía tenía en el cuerpo.
-De que follar no es nada raro. La gente no aparece aquí por generación espontánea, ¿sabes? Tú no estás aquí por generación espontánea.
Me eché a reír y asentí; llevé el índice por su pecho, negando con la cabeza.
-Ya me has dicho eso antes.
-Sí, en tu pueblo, aquella noche en la que ninguno podía dormir-asintió con la cabeza, sin apartar la vista de mí. Sus ojos tenían un brillo místico debido a los reflejos de la televisión, un brillo que me volvía loca cada vez que aparecía en ellos. Me mordí el labio inferior y él observó esta acción, se humedeció los labios y me inclinó para besarme.
-Cuando algo está prohibido es cuando más ganas tiene la gente de hacerlo-gimió contra mi boca, yo sonreí.
-Yo estoy prohibida ahora, ¿eh?
-Eso te hace mucho más atractiva.
Me eché a reír y seguimos uniendo nuestras bocas, persiguiendo nuestras lenguas, sin hacer caso de la televisión.
No me habría importado que mi padre entrara justo en ese momento, nos viera así y nos echara a los dos de casa. Podríamos dormir en la calle.
Podríamos hacerlo en la calle.
Llevó sus manos a mi cintura y se detuvo allí. Sus pulgares acariciaron la piel desnuda, justo sobre el hueso, en el lugar exacto donde yo sabía que, si me tocaba, haría lo que él me dijera. Suspiré y me lo quedé mirando.
-No quiero problemas.
-Mi segundo nombre es problema.
-El mío William. Un placer.
Nos echamos a reír y me empujó suavemente para que me bajara de encima.
Se apoyó en el codo y me observó, tumbada a su lado, con todo el pelo esparcido por la almohada, tan parecida a como era cuando acabábamos de hacerlo, y sin embargo tan distinta... le acaricié el cuello y se estremeció.
-Tu padre es cruel.
-Quiere provocarnos. Creo que lo hace a posta. Seguramente quiere nietos y no sabe cómo pedírmelos.
-Yo hago nietos por encargo, así que que me llame cuando quiera herederos-me guiñó un ojo y me doblé sobre mí misma, muerta de risa.
Mientras en la televisión seguían con las cosas de siempre, ajenos a los cambios que se habían producido en mi armario, mi cama, mi habitación y mi casa en general, me incorporé, me destapé y posé los pies en el suelo. Lou rápidamente se giró y me abrazó la cintura.
-No te vayas.
Tiró de mí hasta tumbarme a su lado en la cama.
-No te vayas, no te vayas, no te vayas, no te vayas...-suplicó, besándome en los labios cada vez que lo hacía.
-Tengo sed-repliqué entre risas.
-Yo rellenaré la botella-dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la mesilla donde estaba la botella de agua, completamente vacía salvo por un par de remolonas gotas que se negaron en su día a hacer su trabajo y aplacar mi sed.
-¡Si no sabes dónde está el agua!
-Pues pregunto.
-¡Pero si no entiendes español!
Meneó la cabeza y me besó el cuello, produciéndome un estremecimiento.
-No te vayas.
-Vuelvo en un minuto-le aseguré, pegándome a él, uniendo nuestras mejillas.
-30 segundos.
-Está bien.
-Corre-exigió, dándome un empujón con un pie que había sacado de debajo de la manta. Me lanzó la botella, yo la cogí al vuelo, haciendo que se echara a reír debido a la cara que ponía cada vez que alguien me lanzaba una cosa (porque en el 99% de las ocasiones yo era incapaz de cogerla al vuelo y terminaba recogiéndola del suelo o agradeciendo a algún compañero que la hubiera alcanzado por mí).
Caí en la cuenta de que ya había pasado la hora en que me acostaba normalmente, y como era muy posible que mañana fuera la instituto aun teniendo a Louis en casa, rellené a toda velocidad la botella y le exigí que volviera a salir de la cama, alegando que íbamos a despedirnos de mis padres.
Se puso pálido, pero asintió con la cabeza; yo me eché a reír y le ofrecí mi mano, que aceptó como siempre hacía.
Nos asomamos de nuevo a la puerta y mis padres se me quedaron mirando. Noble se levantó de la alfombra, donde yacía tumbado, y se acercó a nosotros. Lloriqueó un poco para que le acariciáramos detrás de las orejas y, cuando se dio por satisfecho, volvió a su sitio.
-Vamos a dormir ya.
Papá asintió.
-Vale-contestó mamá.
-Buenas noches-balamos cuales corderos Louis y yo, cada uno en su lengua, y mis padres hicieron un gesto que venía a indicar lo mismo.
Antes de volver a tumbarnos, Louis se apoyó en la pared, mirando por encima del hombro la puerta de mi habitación, cubierta de pósters de Taylor Lautner.
-¿Qué te pasa, hombre de Dios?-inquirí, colocando el mando de la televisión en su sitio y apagando esta.
-Tengo que ir al baño-gruñó. Asentí.
-El coronel te dejará usar su baño, no te preocupes-bromeé. Sonrió.
-Temo que me haya puesto una mina antipersonas a la entrada, mi sargento.
Me encogí de hombros.
-Vete al grande, el que está al final del pasillo, ¿eh?
Se acercó a mí y colocó sus manos en mis caderas, activando, como siempre, las corrientes eléctricas que me recorrían.
-¿Por qué? Me gustan los espacios pequeños-replicó, besándome el cuello.
Tómame.
Tómame a-ho-ra.
-Porque ese es el que uso yo. Solo voy yo.
-Marginado total, ¿eh?
-Sí.
Siguió mordisqueándome el cuello, sujetándome, pues las piernas ya me habían fallado cuando sus dientes hallaron mi piel.
-Quiero repetir algunas cosas-murmuró contra mi oreja, un segundo antes de capturar el lóbulo entre sus dientes.
-¿Qué cosas?-jadeé, recordando todos nuestros encuentros, todos los lugares en los que nos habíamos conocido... realmente bien-. ¿Lo de aquella vez?
Noté cómo me sonrojaba, recordando lo de aquella vez.
Aquella vez en la que habíamos probado algo nuevo, improvisando, en el momento álgido en cuanto a ocupación de la casa se refería.
Cuando Stan había salido de la habitación momentos antes. Cuando su boca me había recorrido totalmente.
-Sí, también-sonrió-. Cuando te lo tragaste.
Me lo quedé mirando, con una ceja alzada.
-No me tragué nada, Louis.
-No te apartaste, Eri-replicó, llevando mis caderas contra las suyas. Parpadeé un poco más despacio de lo habitual, deleitándome con ese contacto.
-Ya. Pero no me tragué nada.
-¿Debería haberte avisado?
Tendría que haber sonado preocupado, o por lo menos curioso, pero sonó divertido, travieso.
Hice un gesto con la mano.
-Nah, da lo mismo.
-No querías apartarte.
Silencio, solo interrumpido por el murmullo de la televisión del salón.
-La verdad es que no.
-Reconoce que te gustó mucho.
Sonreí, pero no lo miré cuando susurré:
-Sí, me gustó. Me encantó. Y a ti.
Su mano acarició mis pechos, debajo de mi pijama, humedeciéndome.
-Por eso hay que repetir.
Asentí.
-Oh, vaya que lo hay que repetir. Pero ahora no.
Negó con la cabeza, travieso. Me tenía, sabía que me tenía, sabía que con una palabra suya haría lo que me ordenara... pero no abusó de esa autoridad.
-Ahora no-coincidió, aun sabiendo que ese momento tenía algo de especial, un morbo casi desconocido, de no haberlo saboreado en Doncaster...
¿Qué había mejor que temer ser pillados precisamente en ese momento?
Me soltó las caderas, y lo dejé marchar, todavía sintiendo la calidez de sus manos en mi cuerpo.
Se giró en la puerta, juntó los pies y se llevó la mano a la frente.
-¡Soldado Tomlinson preparado para iniciar reconocimiento del terreno, mi general!
-¡Lárgate ya!-espeté entre risas, dejándome caer en la cama.

Las agujas del reloj se arrastraban lentamente, negándose a permitirme dormir.
Sonaban como pequeñas bombas concentradas en una caja de apenas un centímetro de lado, y, sin embargo, eran suficientes para ponerme histérica.
Me había costado demasiado encontrar a alguien que me aguantara tal y como era, ¿por qué tenían que joderlo todo mis padres?
Recordé lo que me había dicho mi madre cuando me asomé y grazné si habían mirado el reloj, cabreada por haber perdido minutos de sueño, pero contenta a la vez por haberlo hecho y poder haber disfrutado de Louis cuando los dos mejor estábamos, esto es; metidos en la cama.
-No voy a meterme en tu habitación, no vaya a ser que vea algo que no deba.
Fabuloso fue lo primero que pensé, seguida de una retahíla de pensamientos sarcásticos solo dignos de la mejor fan de Jacob Black (una servidora): no quieres ver cómo creamos un Frankenstein de cinco brazos y tres cabezas, no quieres ver cómo disecamos una cabra, no quieres ver cómo hacemos una danza tribal alrededor de un caldero chorreante de un burbujeante líquido púrpura, no quieres ver cómo creamos un ejército de peluches ninja asesinos capaces de destruir el mundo.
Es tu problema no querer ver cosas guays.
El brazo de Louis seguía en mi brazo, recordándome que de momento estaba soportando todo el odio que mi familia le profesaba.
Deberían darle una oportunidad, era un amor de criatura, amor con mayúsculas, y no solo por ser mi novio (que también). Era el típico tío que podía tener una depresión de infarto pero que haría lo posible por sacarte una sonrisa a cada minuto, el típico que cuando te veía triste te daba el consejo de tu vida, el típico que daría su vida por sus amigos, el típico que se preocupaba más de los demás que de sí mismo... y lo demostraba cada día, cada minuto, cada segundo.
Me besaba, me abrazaba, me decía que me quería cuando yo estaría hecha polvo en su situación: yo no aguantaría dos minutos sin llorar al saber que mis padres se divorciaban.
Cierto que él había derramado lágrimas, pero la razón por las que las derramó decía mucho de su persona: sus hermanas. Siempre sus hermanas, le daba igual lo que le pasara a él, pero sus hermanas no.
Él era demasiado feliz, incluso podía merecérselo.
El segundero pasó sobre el número siete cuando la palabra feliz cruzó mi mente. Sonreí en la oscuridad.
Siete.
Feliz.
Siete.
Yo.
Decía tonterías por el grupo de WhatsApp en el que estaban los chicos, haciéndoles creer que estaba bien, convenciéndoles de que no debían preocuparse.
Louis: damas, me congratulo en anunciaros que si estoy aquí dos días volveré a casa con el culo más hermoso del mundo.
Liam: ¿qué?
Zayn: qué mal estás. Dejadme dormir.
Louis: espera, ¡YA TENGO EL CULO MÁS MARAVILLOSO DEL MUNDO!
Harry: LOLÍSIMO.
Liam: JAJAJAJAJAJA
Zayn: PUTO LOUIS JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Louis: Niall no dice nada porque seguro que se le ha caído el teléfono.
Liam: Niall, respira. ¿Quieres una ambulancia?
Zayn: OH DIOS MÍO NIALL MI AMOR SOCORRO QUE SE ME MUERE SOCORRO AYUDA AUXILIO.
Harry: para tu información, Tommo, Zayn está gritando eso por casa.
Liam: sí, como que no como con cuchara que Zayn está chillando.
Louis: NIALL ESPERA AGUANTA AHORA VIENE LA AMBULANCIA.
Liam: SOCORRO QUE SE MUERE EL IRLANDÉS.
Harry: LLAMAD A LA PUTA AMBULANCIA, COÑO.
Zayn: ¿HOLA, AMBULANCIA? MIRE, SE ME DESCOJONA EL IRLANDÉS. VENGAN RÁPIDO. ADIÓS.
Harry: NO CUELGUES DESGRACIADO, NO LES HAS DADO NUESTRA DIRECCIÓN.
Louis: PUTO ZAYN JAJAJAJAJAJAJAJAJAJ QUÉ ARTE TIENES CABRÓN.
Liam: ¿queréis discutir? QUE ACTIVO LAS MAYÚSCULAS EH.
Niall: ¡DADLE CAÑA AL MONO!
Louis: eseeeeeeeeeeee.
(Llegados a ese punto mi teoría de que los tíos decían eseeeeeeeeee cuando se encontraban con otro cuyo nombre no recordaban se vio destrozada).
Zayn: OH DIOS MÍO NIALL PENSABA QUE HABÍAS MUERTO.
Niall: va a hacer falta más.
Louis: mira este: era un pueblo tan seco que las vacas daban leche en polvo.
Niall:...
Harry: ...
Liam:...
Zayn:... qué buena Louisiana.
Harry:JAJAJAJAJAJAJAJAJA
Liam: ¿LOUISIANA? JAJAJA.
Louis: cierra la boca Bradford Bad Boi, eso se dice solo en la intimidad.
Niall: Louisiana. JAJAJAJAJAJA. Louisiana.
Harry: Louis tiene el nombre de un estado.
Louis: que hostia tenéis cada uno encima.
Zayn: te quiero.
Louis: muérete.
Zayn: sigo queriéndote.
Louis: pues sigue muriendo.
Zayn: quiero un hijo tuyo.
Louis: soy muy puritano. Casémonos.
Harry: el embarazo está en el aire.
Liam: doy fe.
Niall: espera, ¿QUÉ? ¡FELICIDADES LOUIS!
Louis: ¿qué?
Niall: ¿Eri está embarazada?
Louis: ¡NO!
Niall: ¿Para cuándo son?
Louis: ¿Q-U-É?
Niall: los gemelos.
Louis: cómo me conoces, cómo sabes que soy un semental, ¿eh?
Liam: ¿QUÉ COÑO? NIALL, TÚ Y YO TENÍAMOS ALGO.
Zayn: te engañó con el Tommo.
Liam: LOUIS HIJO DE PUTA. VUELVE AQUÍ SI TIENES HUEVOS.
Niall: los tiene.
Louis: JAJAJAJAJAJAJAJA
Harry: joooooooooder, no calláis eh. Qué pesados sois.
Louis: Harold se pone celoso.
Zayn: OH DIOS MÍO te amo Harold.
Liam: id a un hotel.
Louis: sigo odiándote, Zayn.
Zayn: NO! :(
Louis: sep.
Niall: yo voy a ser el rey león, y tú lo vas a ver.
Harry: ¡JODER!
Liam: prepárate.
Zayn: Dios.
Niall: y sin pelo en ese cabezón un rey no puedes ser.
Louis:... Deberíais ver la cara de Eri leyendo esto.
Niall: NO HA HABIDO NADIE COMO YO, TAN FUERTE Y TAN VELOZ. SERÉ EL FELINO MÁS VORAZ Y ASÍ SERÁ MI VOZ.
Liam: cállate Niall.
Zayn: no haces gracia.
Niall: ES PORQUE SOY IRLANDÉS, ¿VERDAD?
Harry: exacto.
Niall: XENÓFOBOS.
Louis: Eri se mea.
Liam: normal hijo de mi vida, normal.
Harry: tenemos que hacer que se baje la aplicación y así la acosamos virtualmente.
Zayn: a mí me gusta acosar en persona.
Harry: eso también.
Louis: la acoso yo de vuestra parte, no hay problema.
Niall: seguid marginándome, cabrones.
Liam: te queremos, Niall.
Niall: no soy de vuestra acera, panda de mariposas.
Harry: pues me miras mucho el paquete, hermano.
Louis: y a Zayn el culo.
Niall: ESO ERA SECRETO, LOUISIANA.
Louis: vuelve a llamarle Louisiana y te mato.
Liam: Louisiana.
Harry: Louisiana.
Zayn: Louisiana.
Niall: Louisiana.
Louis: ¿Para qué quiero enemigos teniéndoos a vosotros, tíos?
Liam: nos amas.
Louis: ojalá te atropelle un camión cargado de cucharas.
Niall: JAJAJAJAJAJAJAJAJA. Sigamos cantando.
Louis: POR FAVOR, NIALL. NO.
Zayn: matadme, MATADME.
Harry: me pica un pie.
Liam: fascinante.
Niall: es un ciclo sin fin, que lo envuelve toooooodo, y aunque estemos solos, debemos buscar y así recordar.
Zayn: oh dios mío voy a matarte Niall en plan de CIERRA LA BOCA.
Niall: ... :(
Liam: ...
Zayn:..
Harry:...
Louis...
Louis: y al fin encontrar un hogar lejano. No sé como sigue, pero lo invento, ma chu wenah.
Harry: CÁLLATE.
Niall: bababíchibabá.
Louis: si chún, wen yai vé.
Niall: wen ya va.
Liam: ¿por qué audicionaría una segunda vez, joder? ¿POR QUÉ?
Zayn: ola ke ase.
No había podido leer más de su conversación, cuando Zayn puso eso empecé a reírme como loca, y las lágrimas se desbordaron de mis ojos.
Y, por supuesto, no podía olvidar su cara cuando le sugerí volver a llamar a casa para hablar con las gemelas.
-¿Estás enfadado con nosotras, BooBear?-habían preguntado las pequeñas, a lo que él frunció el ceño.
-Vais a escucharme como no habéis escuchado a nadie en vuestra vida, ¿está claro?
-Sí.
-Nunca, jamás, jamás, ni aunque yo quiera, podré enfadarme con vosotras. Sois mis niñas, y yo nunca me enfado con mis niñas.
-¿Seguimos siendo tus niñas?-inquirieron, esperanzadas.
-Por supuesto, mis amores.
-Es que en un sitio dijiste que Eri era tu niña.
-Puedo tener muchas niñas. Pero vosotras sois las más importantes-me había pasado un brazo por la cintura y me había guiñado un ojo, suplicándome que no le diera demasiada importancia al asunto. Le besé los labios mientras escuchábamos a las pequeñas.
-Entonces, ¿por qué te has ido?
-Estoy mala, y Louis me está cuidando-salí en su defensa, ganándome un te quiero, amor de recompensa.
-Oh, ¿qué te pasa?
-¿Te morirás? ¿Se va a morir, Fiz?-preguntó Phoebe a su otra hermana, que estaba por allí.
-Oh, no es nada, vosotras tranquilas. Louis me está cuidando muy bien, ya casi estoy curada.
-Ah. Devuélvelo pronto, ¿vale?
-Oh, ¿no me lo dejáis, princesas? Dejádmelo un poco, venga.
-Bueno, está bien-gruñó Daisy en tono teatral-. Pero esto te va a costar muchos helados.
-¿Y si os traigo algún día a mi casa? ¿Y os llevo de paseo por España? ¿Qué os parece?
Phoebe y Daisy intercambiaron unas palabras que ninguno de los dos entendió, para terminar proclamando la primera:
-Quédatelo todo el tiempo que quieras.
-Gracias, pequeñas-espetó Louis, fingiéndose ofendido.
Eran las típicas cosas que nadie más podía hacer, solo él podía hablar con sus hermanas con total naturalidad, solo él podía decir gilipolleces (recitar la letra en suajili del Rey León, por ejemplo) por mensajes, solo él podía abrazarte y hacerte sentir la criatura más feliz y especial de este universo aun estando él destrozado. Eran las pequeñas cosas de Louis que solo conocías cuando estabas con él o cuando le seguías la pista concienzudamente.
Las pequeñas cosas de las que te enamorabas, porque no se encontraban en nadie más que en él.
¿Por qué intentaban apartarlo de mi lado siendo subnormales? No iba a encontrar uno mejor que él.
No había nadie mejor que él, y era mío. Era increíble que fuese mío, era milagroso, casi una herejía, entonces, ¿por qué se empeñaban de esa manera en destrozarme?
-Eri, ¿estás dormida?-preguntó con un hilo de voz, tan bajo que me pregunté si lo había oído de verdad.
Coloqué una mano sobre el brazo que me rodeaba la cintura y susurré:
-Sí.
-No puedo dormir.
-Yo tampoco. No dejo de darle vueltas a la cabeza.
-¿En qué piensas?
-En nosotros.
-Ah. Yo tampoco puedo dejar de taladrarme.
-¿En qué piensas tú?
-En mi familia.
Me di la vuelta y observé su silueta a la luz que se colaba por las rendijas de la ventana.
-¿Enciendo la lámpara?
Se encogió de hombros y parpadeó cuando lo hice. Acosté la cabeza a su lado y lo besé despacio.
-¿Sabes qué dijo uno de mis reyes una vez?
-¿Qué?
-Si el problema tiene solución, no te preocupes, acabarás encontrándola.
-¿Y si no la tiene?
- ¿Por qué preocuparse, pues?
Le sonreí, y me sonrió.
-Yo era muy pequeño cuando mamá se separó de Troy. Las demás no tendrán mi misma suerte.
-Tú también vas a sufrir. No solo ellas. Tú también tienes corazón, amor-dije, cogiendo la mano que me acariciaba suavemente y llevándosela al pecho-. ¿Lo sientes? Tú también lo pasarás mal. Voy a estar contigo. Los chicos vamos a estar contigo, con tus hermanas y con tus padres. No os vamos a dejar solos.
-Ellas no se lo merecen.
-Tú tampoco. Y no por eso las cosas dejarán de suceder. ¿En quién te estás convirtiendo, tío? Louis Tomlinson jamás se preocupa. Se ríe en la cara de la preocupación.
-Louis Tomlinson tenía una familia.
-Louis Tomlinson tiene siempre una familia. Tiene siempre a sus hermanas, a sus amigos, y me tiene a mí. Cuando yo digo para siempre, es para siempre. Dile a Louis Tomlinson que se meta en la cabeza que no se va a librar de mí con tanta facilidad.
-Eres boba-se echó a reír y me besó la punta de la nariz.
Luego, me besó el cuello, recordándome quién era él y quién era yo.
-Quiero hacer el amor contigo, porque eres demasiado perfecta para ser real-gimió contra mi oreja, poniéndome la piel de todo el cuerpo de gallina.
La presentadora del programa que mis padres estaban viendo siguió recitando su diálogo.
-Yo también... pero... con ellos ahí...-miré hacia la puerta, ganándome una sonrisa socarrona por su parte.
-Sé que estamos desobedeciendo las normas, pero tu padre no ha dicho algo que podemos utilizar.
-¿El qué?-inquirí, frunciendo el ceño.
-Yo no puedo hacerte cosas raras... pero tú a mí sí.
Me tumbó a su lado y se afanó en besarme ,recorriendo todo mi cuerpo con su boca. Apenas pude musitar una pregunta.
-¿Y si nos pillan?
Aquello de que había mucho morbo con que nos pillaran había desaparecido, ahora solo pensaba en que mi cama era muy calentita.
-Eso es lo mejor de todo-replicó, introduciendo su mano por debajo de mi camiseta y sosteniendo uno de mis senos en ella. Lo sopesó mientras yo le respondía que para mí no era así.
-Te enseñaré a que te guste.
Me desnudó y le desnudé con urgencia. Contemplé nuestros cuerpos desnudos un segundo, él miró mi sexo y yo el suyo. Nos las arreglamos para ponerle el condón mientras nos dábamos placer mutuo y me penetró. Sentí las familiares palpitaciones en mi interior cuando entró en mí, cuando me embistió, haciéndome suya. Gemimos, jadeamos, nos besamos, nos lamimos, acariciamos y tocamos mientras yo luchaba por reprimir los gemidos: en esos intentos, arqueaba la espalda y él aprovechaba para embestirme, llegar más adentro de mí y poseerme con su abrasador fuego.
Me tapó la boca cuando un grito más alto que sus compañeros se escapó de ella, excitándome todavía más. Las corrientes eléctricas, el fuego de mi interior, y la calidez de su piel se vieron mermados por las sacudidas de mi pelvis.
Él también las sintió, me besó en la boca y lamió mi lengua mientras me corría con él dentro. Apreté sus nalgas contra mí, negándome a que se escapara, y ya no lo soportó más; noté las familiares sacudidas cuando hizo lo propio en mi interior. Protesté cuando trató de retirarse, negué con la cabeza y sonrió.
-Eres buen profesor-me limité a decirle.
Volvió a ponerse duro, esta vez dentro de mí, y aquella sensación fue tan maravillosa que me tapó los labios cuando susurré su nombre, conservando lo especial del momento.
-Te amo-susurré. Sonrió.
-Yo sí que te amo, pequeña.
Me besó en los labios, y ya pudimos dormir en paz, pues estábamos en una cama, y la habíamos utilizado.

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