domingo, 13 de enero de 2013

Tiranosaurios en tiendas de baterías.

La cama se sacudió, y me temí lo peor.
En Italia había muchos terremotos.
No había nacido para morir en Italia, no aún.
Me estremecí y levanté la cabeza.
Y gemí.
Porque había luz, un doloroso haz de luz que entraba por la rendija abierta de la puerta y se clavaba en mis ojos, me taladraba la retina hasta llegar al cerebro, destrozándolo.
Tenía la boca metálica mientras la taladradora se afanaba en mis esos. Tragué saliva varias veces y descubrí una sed horrible, digna de un camello que llevaba varios siglos sin encontrar un oasis en el desierto.
Cerré los ojos con fuerza y gemí de nuevo, pero el dolor, la taladradora, aún estaba dentro.
Me eché a temblar, descubriendo el frío de la habitación. Un nuevo sonido que no reconocí; abrí los ojos rápidamente y descubrí una silueta que me sabía de memoria recortándose contra el haz de luz infernal.
-¿Ha... rry?
Se giró a mirarme, y mis ojos corrieron al bulto entre sus piernas. ¿Quién el había dado permiso para ponerse unos bóxers?
-Vuelve a dormirte-ordenó lentamente.
Harry Styles no habla despacio, le hace el amor a tus oídos.
Le hace el amor a tus oídos.
Le hace el amor...
Repté por la cama solo para descubrir el origen del frío. Estaba desnuda.
El ruido se repitió por segunda vez consecutiva, Harry abrió un poco la puerta y preguntó si debía ir. Alguien le respondió algo.
Unas carcajadas.
Rodé sobre mí misma y me acerqué a los pies de la cama.
-¿Qué pasa?
-Que vuelvas a dormir-gruñó por lo bajo, abriendo un poco más la puerta. Se me quedó mirando-. En serio. Como no te vuelvas a dormir... yo... no sé-se encogió de hombros y volvió a mirar por la puerta. Cerré los ojos con fuerza y jadeé.
-Me duele muchísimo la cabeza.
-Normal-replicó él-. Bebiste como si no hubiera mañana. Llegaste a parecerte a Louis.
¿Qué?
-¿Me emborraché?
-Oh, ya lo creo. ¿Te acuerdas de algo? ¿Cómo te llamas?
Me llevé un mano a la cara y la froté lentamente.
-Noemí.
-Algo es algo. ¿Te acuerdas de lo que pasó entre la hora en la que salimos del hotel hasta cuando volvimos?
-Ni siquiera... recuerdo volver.
Su voz sonaba bien, se colaba por mi mente y me hablaba despacio, lo suficientemente suave como para que yo entendiera, y no me doliera.
Pero la mía me taladraba los oídos, recuperando la fuerza que el haz de luz estaba perdiendo.
Cuando volví a abrir los ojos, descubrí sus hoyuelos.
-¿Sabes por qué estás así?
-Nos acostamos-debió de sonar como una pregunta, pero, desde luego, no lo era. Asintió-. ¿Mucho?
-Tengo que emborracharte más a menudo. Das menos trabajo.
-¿Me corrí?
No debería meterme a hacer esas preguntas porque los dos sabíamos qué pasaba cada vez que yo empezaba a decir guarradas, pero las precauciones que pudiéramos haber tomado me importaban una mierda en ese momento.
Porque estaba vacía.
-Harry...-supliqué, necesitaba saberlo, quería saberlo, y él quería decírmelo. Me incorporé un poco y el gélido aire pasó por mi pecho, poniéndome la carne de gallina.
-Tres veces.
Bufé, dejándome caer de nuevo.
-¿Tú?
Si hubiera tenido la cabeza levantada, habría visto cómo se encogía de hombros, apoyándose contra la puerta y contemplando el vestíbulo de la suite con mirada perdida.
-Una. Pero fue suficiente.
Llevaba siendo suficiente desde que habíamos decidido prescindir de las pocas barreras que nos separaban para estar total y absolutamente juntos.
Y era lo suficientemente imbécil como para coger la mangada épica de la historia para tirármelo (y correrme tres veces) a continuación.
Y, con ese pensamiento, entraron todas las cosas que pude recordar, y que recordaría, en tropel.
Nosotros llegando a una discoteca, vestidos de sabía Dios qué.
Acercándonos a la barra y pidiendo sabía Dios qué bebida.
Louis, con su disfraz del tío de Kiss, mirándonos a Alba y a mí y retándonos a beber algo que según él estaba asqueroso.
-¿Por qué, Louis? ¿Tanto nos odias?
-La única española a la que vi acercarse a esto se cayó para atrás de un sorbo-nos provocó, sonriendo con malicia.
Tomé el vaso y empecé a beber.
Y, hasta la llegada al hotel, varias horas más tarde, nada.
Absolutamente nada.
Ni siquiera me había acabado el vaso, según creo.
Pero luego llegué con Harry a la cama.
Me tumbé en ella y me fui desnudando como pude poco a poco.
-Quiero follar, Harry-lloriqueé. Pocas veces en mi vida decía esa palabra, pero parecía que cuando estaba borracha era mi favorita-. Quiero follar, follar, venga, por favor.
-Pero mira cómo estás.
-¿No te pongo?-le espeté, cogiéndole del cuello de la camiseta y tirando de él hacia mí. Me sonrió.
-Mucho, niña, mucho.
-Pues fóllame-había replicado, luchando con su ropa por dejarle a él desnudo también.
Grité cuando entró en mí.
Grité cuando se movió dentro de mí.
La habitación daba vueltas, nosotros dábamos vueltas, y un sabor ácido subía y bajaba por mi esófago a medida que él me empujaba.
Me rompí.
Solo una vez, que yo recordara.
Pero fue suficiente.
Y el sabor ácido me quemó por dentro, me estremecí un poco, gemí su nombre, y seguí dejando que me hiciera suya.
Alcé la vista, parpadeé un par de veces y volví a contemplar al Harry presente, el que estaba de pie contemplando la puerta, desnudo excepto por unos bóxers, sin nada que hacer más que mirar por la puerta en una pose que suplicaba claramente que volviera a abrirme de piernas y le dejara entrar en mí.
Me llevé una mano al vientre, notándome vacía.
Nunca conseguiría acostumbrarme a la sensación de soledad y tristeza cada vez que él se retiraba de mí. Y a sentirme vacía cuando él no estaba dentro.
Aunque no estaba demasiado segura de querer hacerlo con aquel dolor de cabeza infernal, pero es que la puñetera puerta, el puñetero haz de luz, el puñetero rui...
Resaca.
La primera resaca de mi vida.
Y era con ellos.
Fruncí el ceño, contemplándome aún el vientre, y levanté la cabeza.
Tal vez los demás tuvieran razón.
Tal vez no solo una estuviera cambiando, sino las tres. Tal vez ellos fueran la causa. Tal vez las cosas no deberían ser así.
Pero, por favor, era Harry. Tenía que hacer lo que me dijera Harry.
Yo no tenía una relación blindada, no tenía garantizado que él fuera mi Louis. A mí nadie me había jurado y perjurado que sería yo la madre de sus hijos.
Sonreí.
Pero, ¿merecía de verdad la pena todo eso? ¿Realmente se ganaba algo? ¿Y si al final cambiaba demasiado y no podía volver a ser yo, pero los perdía?
Casi pude sentir una lágrima fantasma correr por mi mejilla, rodar hacia abajo y clavarse en la sábana, de donde nunca más se alejaría. Solo casi.
Porque la verdad es que no estaba para llorar. Tenía cosas más importantes de las que ocuparme.
Me levanté pesadamente, dejé escapar una exhalación cuando la habitación volvió a dar vueltas con el movimiento de mi cabeza, y me incorporé despacio. Harry se giró a mirarme.
-¿A dónde vas?
-Contigo-murmuré con un hilo de voz, tragándome las arcadas, decidiendo que serían para otro momento.
Chistó, pero al ver que no tenía pensado regresar a la cama, señaló un rincón.
-Ponte algo; hace frío.
Asentí con la cabeza, me incliné y recogí una de sus camisas. Ni siquiera recordaba que hubiera llevado aquella camisa. Me la pasé por los hombros y tan solo abroché un botón. Tras varios intentos, conseguí meterme las bragas por las piernas, y regresé  junto a él.
Me pasó un cálido brazo por la cintura y me pegó contra su pecho, mucho más caliente de lo que yo esperaba que fuera a estar. Pestañeé, agradecida por el contacto, y miré hacia afuera.
Louis y Zayn se arrastraban, literalmente, por el suelo mientras Niall se descojonaba él solo en un rincón.
Los otros dos no paraban de reírse de un chiste que solo ellos entendían.
El maquillaje que se habían puesto, la pintura blanca y negra, se mantenía en sus caras, pero no estaba intacta, ni mucho menos; parecían más bien tigres de bengala o cebras que otra cosa. Fruncí el ceño.
-¿Por qué no vas a hacer algo?
-Porque necesito a Liam.
Descubrí movimiento al otro lado de la puerta de enfrente; Alba observaba como nosotros aquel pésimo espectáculo.
Solo caí en la cuenta de qué significaba mi cabreo absoluto y que Alba no se atreviera a meterse en medio de los chicos, por si no la reconocían, y hacían alguna tontería.
Miré a Louis.
Las dos teníamos resaca.
Si Louis estaba así de borracho, mañana no habría quién lo levantara. Seguramente se estuviera arrastrando hasta su cama solo para entrar en coma etílico en cuanto se quedara dormido. Y se quedaría así, quieto, con el maquillaje por encima, para siempre.
Louis tenía que haber bebido mucho.
Si había bebido mucho, significaba que lo necesitaba.
Pero recordé las bromas en el avión, cómo se había comportado, como si no le faltara su novia, aquella de la que rara vez se separaba.
Y la mierda que bebió.
Una imagen borrosa vino a mi cabeza: Louis echando un largo trago de lo mismo que yo, sonriendo, con los ojos brillantes, y dejando el vaso al lado de otros tres, mirando al camarero y espetando: Otro.
Otro.
Y yo no había podido llegar a terminar el primero.
Admiré aún más a Louis.
Si ya lo admiraba poco por mantenerse feliz por lo que le estaba pasando, que fuera capaz de beber aquella mierda no hizo más que reforzar mi admiración hacia él.
Niall giró la cabeza y miró a los chicos, farfulló algo que no logré entender, y los otros dos estallaron en sonoras carcajadas.
Harry miró el reloj, y yo le imité.
Las 4:35 de la madrugada.
Frunció el ceño y salió.
-¿A dónde coño vas?-ladró Alba desde el otro extremo de la habitación, vestida mágicamente con un pijama.
Me tambaleé a seguir a Harry, pero me detuve cuando me ordenó quedarme en la habitación.
-¿Dónde está Liam?-pregunté. Y todos, absolutamente todos, se giraron a mirarme.
-¿Desde cuándo están las chicas aquí?-espetó Louis, divertido, y Zayn y Niall se echaron a reír. Sus risas me destrozaron la cabeza. Me deslicé por la pared y suspiré cuando noté mi culo posándose en el suelo. Asentí, me cubrí la cabeza con los brazos y los estudié a través de mis piernas, flexionadas.
-¡NOE!-bramó Zayn, cuyo acento volvía a notarse sobre su vocabulario. Gemí.
-No gritéis. Tiene resaca.
-¿TAN PRONTO? Esta quiere ser como tú, Louis-se burló Niall.
-Por favor-supliqué, alzando las manos-. Por favor.
Harry tocó a Zayn en el culo con el pie, y este se puso a la defensiva.
-¡¿QUÉ HACES?! ¿QUÉ HACES? ¿ESTÁS MAL, HAZZA? ¡LÁRGATE DE AQUÍ!
Zayn empezó a sacudirse y dar patadas hacia su culo; lo único que consiguió con esto fue hacerse más daño. Alba asomó un poco más el cuerpo por la puerta y, de repente, todos los chicos se giraron para mirarla.
Como midiéndola.
Comprobando la resistencia que opondría a una violación.
En aquellos momentos yo ni siquiera estaba para resistirme a ellos, y, aunque estuviera total y absolutamente sobria, me daría igual que lo hicieran. De hecho puede que incluso me gustaría.
Pero bastaba de pensamientos sucios por ahora.
Necesitaba dormir, acabar con aquel monstruo que se dedicaba a hundir sus garras en mis sesos, morderlos, degustarlos y escupirlos, colocarlos dolorosamente en su sitio solo para repetir la operación cuando el dolor parecía remitir un poco.
Deslicé las piernas hacia delante y los contemplé, rebozándose por el suelo. Me prometí a mí misma que haría sufrir a Louis mañana por la mañana por la resaca que me estaba dando él a mí.
Se acercó a Zayn a rastras, se colocó a su lado y pasó por encima de él rodando sobre sí mismo, haciendo la croqueta. Alba empezó a reírse como loca, pero la mirada que yo le eché hizo que se tapara la boca rápidamente.
Me aparté el pelo de la cara, gemí por lo bajo y me levanté tambaleándome.
Cuando me quise dar cuenta, Harry me agarraba con firmeza del antebrazo. Caminé como pude (sin dignidad ni nada, mientras los chicos no me hacían el más mínimo caso) y me senté en el sofá.
-Estoy hecha mierda-gruñí, mirando a los chicos, deseando en lo más profundo de mi ser que ellos se terminaran sintiendo así tarde o temprano... pero, sobre todo, se sintieran mal por hacerme sufrir a mí en mi primera resaca.
Niall se acercó a mí y se inclinó lentamente hacia mi persona. Pensé que iba a tumbarse sobre mí, pero estaba demasiado dolorida y aturdida como para apartarme.
-Ya verás mañana.
-¡MAÑANA TE VAS A CAGAR!-bramó Louis. Alba cruzó la estancia y le dio una patada en el culo.
-A ver, culo salvaje, que tu novia no esté aquí para hacer que te calles no significa que nosotros no podamos.
Louis sonrió, y por un momento, solo un momento, pareció perder la gran borrachera que llevaba encima.
-Que ella no esté aquí es precisamente lo que me ha dejado coger lo que tengo ahora.
Y volvió a rebozarse por el suelo como si nada. Si no le brillaran los ojos más del cartel de neón de un prostíbulo, juraría que Lou estaba haciéndose el borracho.
Pero, ¿para qué iba a necesitarlo? Si ya era gracioso sobrio, no necesitaba copas de más.
Estaba demasiado ocupada intentando aislarme del ruido de la habitación como para escuchar la puerta abrirse. O incluso los pasos antes de que esta se abriera. Zayn se incorporó a mirar al recién llegado y estalló en sonoras carcajadas.
Louis se volvió, dio un brinco y se arrastró contra la pared:
-¡BATMAN, POR FAVOR, NO! ¡NO SOY EL JOKER! ¡SOY BUENA GENTE, TE LO JURO! ¡NO HE HECHO NADA A NADIE!
-Cállate, Louis, que solo soy yo-gruñó Liam por lo bajo, colocando las botellas de agua encima de la pequeña mesa de la suite. La capa del super héroe ondeaba tras él.
-Pero, pero... no me hagas nada-Louis temblaba. Ah, vale. Creía de verdad que Liam era Batman.
-Louis, soy yo. Soy Liam. Tranquilízate.
-Pero... pero... vas vestido como Batman-tartamudeó, señalando su atuendo.
-¿Qué día es hoy?
Louis abrió los ojos como platos, rápidamente miró en todas direcciones, como si alguien le estuviera pidiendo la raíz cúbica de un número que apenas sabría leer si viera escrito.
-Halloween-le recordó Harry, con voz adormilada. Más adormilada que de costumbre.
Me incliné hacia delante y, cuando quise darme cuenta, hacía ya un par de segundos que me hacía estampado contra el suelo. Gruñí, meneé las manos y traté de levantarme. Dos pares de manos me sujetaron los hombros y me alzaron. Volví a sentir el frío sofá de cuero contra mis glúteos casi desnudos salvo por la poca tela de las bragas que me cubría mis partes más íntimas de la vista de los demás.
-Agua-supliqué por lo bajo, con un hilo de voz. Incluso mis palabras me resultaban ya insoportables.
Alba se acercó despacio hacia mí, procurando no hacer ruido. No se daba cuenta de que parecía un Tiranosaurio Rex en una tienda de baterías.
Liam se quitó despacio los guantes y los dejó sobre la mesa, al lado de las botellas. Niall se acercó a ellos, lentamente, como si fueran a explotar, y tomó uno entre sus dedos. Pulsó un botón y algo salió disparado de los guantes.
-¡JODER!-bramó Louis, lanzándose contra la esquina de la sala y haciéndose un ovillo. Miré a Liam. ¿De verdad tenía las estrellas ninja de Batman?
-Son de goma espuma, Louis.
Claro, por supuesto. El único arma que Liam podría llegar a utilizar era un tenedor, y todo por su fobia a las cucharas.
-¿Siempre se comporta así?-preguntó Alba, rascándose la cabeza, cogiendo una botella y acercándose despacio al mayor de nosotros. Yo parecía haber pasado a un discreto segundo plano.
Lo cual sería genial si no estuviera experimentando una sed tan terrible que me hacía sospechar de la presencia de una estrella del tamaño más grande que pudiera haber en mi garganta.
 Me acaricié el cuello y volví a intentar estirarme hacia las botellas, esta vez agarrándome al respaldo del pequeño sofá. Harry me acarició la mano que estaba estirando, seguramente pensando que quería mimos.
Déjame, tengo muchísima sed.
Me di cuenta tarde de que estaba estirando la mano en dirección equivocada; efectivamente, la estaba llevando hacia Harry, y no hacia las botellas. Esperé un poco para que no se sintiera herido y continué mi penosa travesía hacia el agua.
Cerré los dedos en torno a la botella y una sensación de victoria se apoderó de mí.
Louis gimió cuando Alba le tendió la botella, como si en realidad fuese la pistola con la que se pondrían a jugar a la ruleta rusa de un momento a otro.
Oh, por favor supliqué a los  cielos cuando la botella se deslizó suavemente de entre mis dedos, ¿qué me está pasando?
¿Por qué no puedo cogerla?
Mis pensamientos rebotaban en las paredes de mi mente, más parecida a una cueva que otra cosa, aturdiéndome cada vez más a medida que una palabra se deslizaba por mi subconsciente.
Me llevé las manos a ambos lados de la cabeza y negué lentamente. Sollocé en silencio, sin lágrimas, preguntándome qué estaba haciendo mal. Por qué seguía como si estuviera borracha.
Una risita sarcástica me taladró la cabeza. Dejé escapar un chillido agudo y miré en todas direcciones.
No hizo falta. Aquella mujer a la que conocía muy bien estaba plantada frente a mí.
Ya no es tan guay fingir que tienes 30 años, ¿eh? me provocó Caroline, cruzándose de brazos y sonriendo cínicamente.
No, por favor, ella no.
Oh, sí, yo sí. No sé cuál es más tonta de las tres. Una por largarse cuando más vulnerables podéis ser. La otra por cabrear a Danielle. O tú por emborracharte en el momento más inoportuno para ti, cuando no tenéis a Eleanor controlándonos.
¿Qué? Espeté para mis adentros. No podían verla.
No había movido los labios al hablar, así que ella no estaba allí. Le seguiría el rollo hasta que me matara o se aburriera y me dejara tranquila. Se largaría y se llevaría este embotamiento con ella.
La sonrisa de Caroline se volvió más lobuna aún.
Tenéis suerte de que Danielle ya no esté de tan mala leche. Es fuerte. Podría destrozar a tu amiguita si lo quisiera miró en dirección a Alba, yo no pude por más que maravillarme por cómo bailó su pelo por sus hombros a medida que su cuello giraba.
Era tan rubia...
Y yo sabía que a Harry le iban las rubias.
Y tan alta... y Harry también era tan alto...
¿Por qué no acabas ya conmigo? supliqué No lo soporto. Por favor, si tienes que hacer algo, hazlo ya, pero déjame...
Es divertido jugar. Y eso no te lo he hecho yo. Te lo has hecho tú sola se inclinó hacia mí y sus labios articularon sus palabras, aunque mis oídos no oyeron nada; su frase se coló directamente en mi mente sin pasar primero por el filtro de las orejas Deberías estudiar primero con quién te metes.
Tú y él lo dejasteis.
¿Quién te asegura que no lo dejamos temporalmente y que no terminé casándome con él? ¿Dándole una familia, hijos, todo lo que él desea... todo lo que tú no puedes darle?
Yo puedo tener hijos.
A pesar de lo que dijera mi madre, estaba dispuesta a tener hijos. Iba a darle hijos a Harry. En un futuro no demasiado lejano.
Recordé la dura mirada de mi madre cuando me preguntó si mi novio me había sugerido hacer cosas que conllevarían ciertos riesgos. Yo la había mirado sin entender, y aquello pareció ser respuesta suficiente.
-Solo espero que si cometéis un error al menos él pague el aborto.
Recordaba haber mirado mi plato y no haber tocado más los cubiertos. Aborto.
Aquella palabra había resonado en mi mente todo el día.
Y, ese mismo fin de semana, me hice el tatuaje de la pequeña H en mi hombro.
Y decidido que, pasara lo que pasara, si Harry me dejaba embarazada tendría aquel crío. Incluso por encima de su propia voluntad. Mi cuerpo. Mis óvulos. Mis reglas.
¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAAJA MIS REGLAS!
Sonreí, la sonrisa se borró de mi rostro en cuanto recordé que Caroline estaba allí. Puso los ojos en blanco, como diciendo "crías" y me contempló otro momento.
Sabes qué tienes que hacer para que eso pare.
No puedo.
Sí puedes. Y lo harás. He tenido bastante suerte de que tú saltaras con tu amiga y no fuera otra. Es fácil ir a por vosotras a través de ti.
Mis cejas se unieron en un gesto de súplica, pero cuando volví a pestañear, el aire de la estancia se cargó un momento.
Caroline ni siquiera estaba allí.
Me llevé una mano a la frente y fruncí el ceño. No podía estar pasándome eso a mí. Ahora tenía alucinaciones. Era genial.
Liam se acercó a Louis y se inclinó hacia él.
-¿No te habrás drogado?-espetó de repente, sin venir a cuento. Me llevé una mano al vientre, sintiendo una arcada subir por mi garganta. Genial, iba a experimentar mi primer vómito por una borrachera con los chicos delante. Quería morirme.
-No... creo-susurró Louis, mirándose las manos. Liam frunció el ceño y se giró en redondo.
-¿Harry?
-Yo no sé nada, tío. Sabes que me fui el primero.
El santo inquisidor Liam Payne se volvió a Zayn.
-Yo eché un pito. ¿Eso cuenta?
Liam gruñó algo por lo bajo.
-Liaaaaaaaaaaaaaaaaaaaam-baló Louis, apartando la cara de la botella que Alba le estaba tendiendo-. Liaaaaaaaaaaaaam.
El más sensato del grupo se masajeó las sienes.
-¿Qué, Louis, qué?
-Te quiero.
Nos quedamos en silencio, mirándolo.
-Os quiero a todos. Sois lo mejor que me ha pasado en la vida.
-Oh, Louis-sonrió Alba, pero siguió intentando meterle la botella en la boca.
-Sois geniales, y sé que puedo contar con vosotros para lo que sea-Louis arrastraba las palabras, pero no me cabía duda de que estaba muy seguro de lo que decía-. Por eso os quiero. Mucho. No me dejéis nunca.
-Te quiero, BooBear-Niall llegó a gatas hasta él y se abrazaron.
Alguien metió una botella entre mis dedos.
Liam.
-Bébetela, pequeña.
Quité el tapón con mano temblorosa y agradecí que Harry me sostuviera la botella mientras la inclinaba para poder beber su contenido.
Había arena dentro.
Tosí y traté de escupir el líquido, pero rápidamente Harry me tapó la boca.
-Traga-ordenó con voz ronca, hambrienta. Como si estuviera hablando de otra cosa-. Traga, nena.
Como no encontraba otra salida para el agua, cerré los ojos, inspiré hondo y tragué.
Una arcada voló de mi estómago hacia mi garganta cuando restos de arena se deslizaron lentamente por mi esófago. Harry me apretó un poco más la mano.
-No.
-No quiero esa mierda, mirad lo que le está haciendo. No quiero eso-lloriqueaba Louis.
Zayn y Niall se arrastraron lejos de la botella infernal. Harry me retiró la mano de la boca y tosí.
-No vomites, no vomites-susurraba por lo bajo, acariciándome lentamente la espalda.
-¿Qué era?-jadeé.
-Para que se os pase antes la resaca.
-Pero si ellos aún están borrachos-protestó Alba, haciendo un gesto con la cabeza hacia Louis.
Zayn se acercó la botella a los labios con un gesto de asco y se tapó la nariz. Tomó un largo trago y sacudió la cabeza; los ojos le lloraban.
Niall terminó imitándolo, y Alba cogió a Louis del cuello y le obligó a mirarla.
-Oye, todos lo han hecho. Eres el mayor, y deberías dar ejemplo, ¿no crees?
-Alba, no le torees ahora-advirtió Harry. Cerré los ojos. La resaca no me pasaba, pero Zayn y Niall parecían estar mejor.
Los sonidos, de hecho, se estaban volviendo mucho más fuertes.
-No. Quiero. Esa. Mierda-casi silabeó Louis. Alba frunció el ceño.
-Tienes que bebértela.
-No.
-Louis.
-No.
Harry y Liam se miraron un segundo. Luego, mi novio miró a Niall.
-Mételas en la habitación.
Niall nos agarró del hombro y tiró de nosotras hasta meternos dentro.
-Pase lo que pase, no abráis la puerta.
Alba asintió, yo me fui hasta la cama (no sabía de quién era, y la verdad es que me importaba poco) y cerré los ojos. Suspiré al notar el colchón mullido bajo mi espalda.
-¡NO!-chilló Louis. Alba abrió un poco la puerta y miró a través de la rendija para ver qué sucedía-. NO, POR FAVOR, NO.
Me arrastré por el suelo hasta la rendija y metí la cabeza entre los pies de Alba. Los chicos trataban de sujetar a Louis. Niall sostenía la botella y lo miraba como si estuviera a punto de clavarle un puñal en el estómago, con el sufrimiento pintado en el rostro.
-No, Niall, por favor-suplicó el mayor de todos, dejando de patalear, con los brazos y la cabeza inmovilizados por los demás, más altos que él.
-No.
-Haz que lo beba, Niall-ordenó Liam, cortante.
-No, por favor, Niall, no, no me gusta, es asqueroso. No.
Alba contenía la respiración. Niall dio un paso vacilante.
-¡Niall!
-¡NO!
Niall miró la botella y se lanzó sobre el mayor. Le colocó la botella en los labios y todos le movieron el cuello hacia arriba.
O se ahogaba, o bebía.
Parte del líquido bajó corriendo por las mejillas de Louis, arrastrando el maquillaje consigo, dándole más aspecto de cebra aún. Louis cerró los ojos con fuerza.
-¡BÉBELO!-chilló Harry, tirando de su mandíbula. Parpadeé con fuerza.
Estaba asqueroso, Dios mío, no podían...
Niall se retiró un paso, interrumpiendo mis pensamientos, y corrió a taparle la boca a Louis. Zayn soltó el cuello de este, que le lanzó al irlandés una mirada envenenada. Negó despacio con la cabeza.
-Trágatelo, Lou.
Louis miró directamente a Liam. Volvió a negar despacio. Seguramente estaba clavándole mil y una espadas en su mente.
-Por nosotros. Por ella. Trágatelo.
Louis parpadeó, miró a Harry, después a Zayn. Clavó la vista en la puerta tras la que nos escondíamos, sin vernos.
La nuez de su garganta de movió, y Niall retiró la mano.
-Os odio-escupió-. Sabéis que es asqueroso. Hijos de puta.
-No estás para tener resaca.
-¿Quieres una hostia, Liam? Ponme de mala leche y te ganas la hostia, vas muy bien.
Liam sonrió.
-No sabes lo que dices, tío.
-¡SOY DEL NORTE! ¡¿SABES QUÉ PASA EN EL NORTE?!
Cosas malas, le escuché chillarle a Max aquella misma tarde.
-¡¡COSAS MALAS!!
-Ella no querría verte así-le cortó el novio de mi amiga. Louis parpadeó y miró al suelo. Zayn y Niall intercambiaron una mirada.
-Será mejor que nos quitemos esta mierda de la cara, ¿no, Tommo?
Louis asintió con la cabeza, pensativo.
-Tal vez me beba un poco de cloro. Para quitarme el sabor de esta mierda.
Harry se acercó a la puerta y la empujó suavemente.
Nos miró, sonriendo, y dejó que saliéramos de la habitación.
-¿Les ayudáis?
Asentimos con la cabeza y Alba se metió en su habitación mientras yo me arrastraba como podía a por mi neceser. Me apoyé contra la pared y me toqué la sien.
El dolor no remitía, aumentaba.
Páralo, Caroline.
Eleanor.
Noté una dulce presencia a mi lado, una pregunta silenciosa. Eleanor estaba allí.
Solo la que había saltado legítimamente podía hablar con ellas, y, sin embargo, Eleanor estaba allí.
Páralo.
Noté unas manos recorriéndome la frente y apretándome la cabeza. Grité de dolor cuando la presión aumentó tanto que pareció destrozarme el cráneo.
Y luego, nada.
Gemí, el embotellamiento desaparecía lentamente. Al menos no aumentaba.
Me incliné a recoger el neceser de la pequeña mochila del suelo y salí de nuevo.
Me ocupé de quitarle a Zayn la pintura de la cara mientras Alba hacía lo propio con Louis. Nadie dijo nada.
Solo Alba abrió la boca cuando terminamos.
-Lo siento, Louis.
Él clavó sus ojos azul mar en ella un segundo.
-No es culpa tuya.
Se encogió de hombros, se levantó de la taza del baño y salió por la puerta.
Louis Tomlinson, el que siempre estaba sonriendo, ahora estaba de mala leche.

Hice una mueca cuando Harry me comunicó que solo estaríamos juntos para comer. Deseaba muchísimo poder dar una vuelta con él por Roma, no en vano, era la ciudad del amor. Poner un candado en el puente famoso, entrar en el Coliseo (dado que en mi viaje de estudios no había entrado, seguía con aquella espinita clavada), comprar una sudadera de Universitá de Roma...
Pero, sobre todo, pasear.
Pasear con él de la mano por aquella maravillosa ciudad.
Estar con él.
Asentí con la cabeza, disgustada, y me avergüenza decir que apenas respondí a su beso cuando sus labios se posaron en los míos.
Los borrachos de turno ya parecían estar más calmados. Louis había salido de la habitación justo cuando el botones entraba con el carrito del desayuno y se colocó en la mesa con nosotros. Esperó a que nos sirviéramos todos y cogió un par de huevos.
-Lo de ayer no iba en serio-empezó, y juro por Dios que me pareció que se sonrojaba-. Sabéis que no os tocaría un pelo...
-Lo sabemos, Louis-Niall le dio un codazo.
El mayor miró al que más nos cuidaba.
-Tío, lo siento.
-Eh, Lou, ¡tranquilo! Sabemos cómo eres cuando te emborrachas. Y que no va en serio.
-Es esa mierda que me dais. Y encima me dieron garrafón.
Zayn asintió.
-Sí, aquella mierda era seguramente garrafón. Podría jurarlo.
Asentí con la cabeza a modo de despedida de los chicos, que se iban al evento con las fans, y miré a Alba.
-¿Qué hacemos, mozuela?
Ella se encogió de hombros.
-¿Turismo?
-Suena bien-asentí con la cabeza y fui a buscar algo cómodo pero a la vez bonito que ponerme. Al fin y al cabo, era la novia de uno de los de One Direction. No podía pasearme por el mundo con las peores pintas; si lo hacía, las fans se creerían que no me ponía guapa para Harry. Y algunas furcias que no tenían otra cosa mejor que hacer verían su oportunidad de acercarse a él y zorrearle un poquito.
Solo un poquito.
Porque entonces les partiría la cara.
Sonreí y sacudí la cabeza cuando Alba apareció con su sudadera, sus bambas y unos vaqueros ni ajustados ni campana. Estilo Alba.
Mi yo interior se encogió de hombros.
Liam y ella tenían estilos parecidos, especialmente cuando él no tenía una estilista, así que probablemente pudiera permitirse más excesos que yo.
Que Harry se emocionara con la ropa me hacía verme obligada a emocionarme también.
Horas después, por la tarde, llegaríamos agotadas pero contentas. Cargaríamos con las bolsas como si fueran sacos de oro, felices de nuestra tarde de chicas, riendo y comprando a más no poder.
Para algo teníamos buenas tarjetas de crédito.
Harry corrió a abrazarme, me rodeó la cintura y sonrió.
-¿Qué tal todo?
-Muy bien-sonreí y me puse de puntillas, haciéndole saber que quería que me besara. Me mostró sus perfectos hoyuelos y no se hizo de rogar.
Ya me pondré mañana al día buscando vídeos de qué habéis hecho hoy, pequeños, pensé para mis adentros.
-¿Vamos a dar un paseo?-sugirió en mi oído, zalamero.
Si me lo decía así, me parecería bien meterme a una visita a un campo de concentración nazi.
-Claro, espera que me cambie de ropa.
Regla número dos de la novia del famoso: cámbiate de ropa cada vez que tengas la ocasión. Es bueno variar el vestuario. Así a él le gusta más.
Alba se metió en mi habitación y me miró mientras me pintaba la raya del ojo y me echaba rímel.
-¿Qué vais a hacer?
-No lo sé, supongo que dar un paseo. Lo típico. Solo que por Roma. Adivina a quién voy a ganar en romanticismo-bailé el mambo y sonreí. Alba también sonrió.
-Se pondrá como loca cuando se entere.
Me encogí de hombros.
-La culpa es de ella, si hubiera venido, salíamos los cuatro juntos.
-Noe, casi no os soportáis ya-Alba frunció el ceño. Me encogí de hombros.
-Tiene arreglo. Todo tiene arreglo.
Incluido el asunto de Harry.
Alba hizo rodar sus ojos por sus órbitas.
-¿Tú qué vas a hacer?
-Les he convencido para ver Tres metros sobre el cielo con subtítulos. Niall está...
-Comprando comida-adiviné, ella asintió.
-Sí, Louis ha salido con él. A coger pañuelos. Les dije que los usarían.
Me eché a reír.
-Suerte con esos machos británicos. Seguramente te den la noche.
-Están cansados. No creo que hagan tonterías demasiado grandes-Alba se encogió de hombros y salió de la habitación-. Pasadlo bien. Y a ver lo que hacéis.
Cerró la puerta contoneándose; unos minutos más tarde la abrí yo. Bajé la vista, azorada, cuando Harry me dijo que estaba guapísima, los demás se giraron y asintieron con la cabeza.
Di una vuelta sobre mí misma, el vestido que llevaba voló a mi alrededor.
En la calle, Harry entrelazó sus dedos con los míos. Sorprendentemente, no había fans. Seguramente pensaban que estaban de fiesta por ahí, como el otro día.
-Bueno, niña, ¿a dónde vamos?
-¿Fontana di Trevi?-sugerí, sonriendo. Asintió y sacó el teléfono. Lo sacudió en el aire y se justificó:
-Es que todavía no sé llegar.
Me eché a reír y le besé en la mejilla. Las calles aún estaban llenas de turistas emocionados por estar en aquella ciudad, haciendo fotos por todas partes. No paré de sorprenderme cada vez que pasábamos al lado de un grupo de gente y nadie se detenía a pedirle una foto a Harry.
Harry gimió cuando llegamos a la Fontana, que, como siempre, estaba abarrotada. A base de empujones conseguimos bajar hasta el agua. Se quedó mirando las monedas brillando bajo la superficie ondeante, y luego pasó los ojos por las figuras de la fuente. Yo no apartaba la vista de él; me parecía más interesante su expresión que la de Atenea contemplando a los visitantes.
-¿Qué te parece?-inquirí, como si la hubiera hecho yo. Me permití un rápido vistazo, y la típica sensación de admiración que me había embargado los días en que la visité regresó a mí.
-Es impresionante.
-¿La habías visto antes?
-Solo en fotos, pero incluso en ellas me parecía impresionante-murmuró, acariciando la superficie de mármol y acercando sus dedos al agua. Los mojó un poco, como cerciorándose de que realmente estaba allí, y sonrió. Se me quedó mirando-. Tenemos que tirar una moneda.
Sacó una moneda de una libra de su bolsillo y me la tiró. Alcé las manos.
-Tengo euros.
-Noe...
-Hazza-repliqué, sonriendo y metiendo la mano en mi pequeño bolso. Saqué la prima gemenla de la de mi novio y me giré. Entrelazamos nuestros dedos.
-¿Lista?-inquirió.
-A la de tres-le insté.
-Está bien.
-Una.
-Dos.
-¡Tres!-gritamos ambos, lanzando las monedas sobre nuestras cabezas y sonriendo. Abrimos los ojos y nos giramos, intentando descubrir dónde habían caído. Pero era imposible, cientos y cientos de monedas caían al día en esa fuente, caían ese momento, desde todas las partes: la acera de al lado, la calle de por encima de la fuente...
-¿Qué has pedido?-sus ojos brillaban, en sus ojos lucía esa sonrisa traviesa que a mí tanto me encantaba.
-No te lo voy a decir-repliqué riéndome. Me acarició la cintura.
-¿Por qué?
-¡Porque si no no se cumple!-reí aún más fuerte, jugando con las solapas de su chaqueta.
-¿Quieres saber qué he pedido yo?
Me mordí el labio y asentí con la  cabeza.
Un Grammy.
No, no. Un récord que nadie nunca más conseguiría batir.
-No tenerte nunca-sonrió. Yo fruncí el ceño-. ¿Ves? He pedido eso. Y como te lo he dicho, no se cumplirá.
Noté cómo me sonrojaba cuando entendí el verdadero significado. A mí. Harry Styles me había pedido a mí a la fuente que todo lo lograba. Sonreí, me incliné hacia él y nos besamos despacio.
El murmullo de la gente charlando, riendo y chillando de emoción por estar en aquel lugar mágico desapareció. Todos desaparecieron. Estábamos solos él y yo, y la fuente. El agua susurraba desde muy lejos, a kilómetros de donde yo me encontraba. Noté en mi estómago cientos de miles de mariposas cuando lo recordé. A mí.
A mí.
-Yo tampoco quiero tenerte nunca-confesé. Sonrió y me besó aún más dulcemente; creía que no se podría, pero era evidente que me equivocaba.
Alzamos la vista y contemplamos las primeras farolas de la capital italiana encenderse. Harry arrugó la nariz y sonrió, divertido.
-¿Louis?
Alcé la cabeza en su dirección justo a tiempo para ver al mayor de todos correr en dirección a uno de los puestos del mercadillo en el que vendían sudaderas. Niall iba tras él, esquivando a la gente como podía, negándose a seguir el ejemplo de Louis, que iba como un bulldozer, empujando a todo aquel que veía por delante, entre su objetivo y él.
-¿Qué les pasará?-inquirió. Tiré de Harry en dirección a las escaleras para seguir a nuestros amigos.
-Vamos a preguntarles.
Corrimos escaleras arriba y Harry llamó a Louis a gritos. Niall se dio la vuelta, sonrió y alzó la mano. Louis continuó alejándose, pero se detuvo ante la llamada del irlandés. Mi vestido ondeó tras de mí cuando corrimos a reunirnos con ellos.
-¿Qué te pasa?-pregunté a un Louis jadeante, que luchaba por recuperar el aliento, apoyándose en las rodillas.
-Estoy hablando con ella 45 minutos, tocándome los huevos a dos manos toda la tarde, y me avisa ahora de que necesita una sudadera para mi cuñado. La que le compró le queda pequeña-protestó él entre jadeos. Asentí con la cabeza. Recordaba el incidente. Se había echado a llorar cuando su hermano se había probado su regalo, triste porque no le servía.
-¿Te ha dicho cómo?
-Que ponga Universitá.
-Yo se la cojo.
Me apresuré a los puestos donde había comprado meses atrás y llamé a la tendera.
-¡Scusa!-bramé en italiano. No en vano había aprendido palabras sueltas en ese idioma durante el viaje, además de las típicas que todo español que se precie era capaz de decir.
Los tres chicos se me quedaron mirando, alucinados.
-Ciao, bella-saludó la mujer-. Che cosa vuoi?
Rápido, Noe. ¿Qué es voui? 
Voulez vous coucher avec moi?
Bien, nena. Muy bien.
Señalé una sudadera.
-Esa, en azul.
-Asul, ¿eh?-repitió la mujer, revolviendo en sus cajas-. ¿Spagnola?
-Sí-sonreí. Noté los ojos de Niall clavados en mí, estrujándose los sesos para comprender mi conversación bilingüe.
-¿Talla?
-La più grande-pedí. Ella asintió, me mostró una sudadera gigantesca.
-XXL-informó. Los tres chicos se la quedaron mirando, no en vano era lo único que conseguían entender.
-¿Y el precio?
-15 euros, pero te lo dejo en 10, ragazza.
Sonreí, y me giré hacia Louis.
-Diez euros.
-Dile que si acepta libras.
-Deberías darle menos-sugerí, me giré a la mujer. La mirada de la fémina chispeó. Sabía cuánto costaba la libra y cuánto costaba el euro. Si se metía en un banco sacaría más de 10 euros, y todos lo sabíamos.
-Grazie mille, bambini-sonrió la mujer, apoderándose rápidamente del billete. Louis alzó las cejas, sabiéndose estafado, y se dio la vuelta.
-Condenados italianos, si es que los continentales sois todos iguales, la madre que os parió...-gruñó por lo bajo, alejándose  grandes zancadas. Niall sonrió, sacudió la cabeza y se despidió con la mano, siguiendo rápidamente a nuestro amigo. Terminó perdiéndose en la multitud.
Fruncí el ceño.
-Tampoco es para tanto...-murmuré. Harry se echó a reír.
-Oh, no es por eso. Es que le sugirieron que cuando se canse de su española, puede coger a una mujer de verdad, de las de aquí-sus manos me acariciaban la cintura-. Y se cabreó.
Asentí con la cabeza, mirando el lugar por el que habían desaparecido los chicos.
-Bueno, ¿seguimos con el tour?-me sugirió. Asentí.
Paseamos por la orilla del Támesis, contemplando los reflejos de las luces en el agua. Y, de repente, torció por una estrecha calle en dirección al Coliseo. Cuando nos detuvimos ante el imponente edificio, alcé la cabeza. ¿Cómo podían haber hecho algo tan grande hacía más de 2 mil años? Era incomprensible.
-Vamos a entrar-me susurró al oído, poniéndome los pelos de punta. Pero estábamos lejos del horario de visitas.
-¿Cómo?
-Por favor. Soy yo, Noe. Tengo mis encantos.
-Eres un creído.
-Y tú eres boba haciendo preguntas tontas, pero no te digo nada-me volvió a besar, me tomó de la mano y se acercó a una chica de seguridad. La chica lo contempló con ojos brillantes, lo estudió de arriba a abajo. Apenas me dedicó medio segundo a mí.
-Buenas noches-saludó Harry, zalamero como pocas veces lo había oído.
-Hola-murmuró la chica, reconociéndolo al instante. Bien, la cosa pintaba bien.
-Tenía reservada una visita-mintió descaradamente el endemoniadamente adorable de mi novio. La chica alzó las cejas.
-¿En serio?
-Total y absolutamente.
Mentira, mentira, coreó mi yo interior.
-El caso es que el horario de visitas se ha acabado-replicó la chica.
-Seguro que puedes hacer algo.
¡HARRY EDWARD STYLES COX! ¿ESTÁS LIGANDO CON ESTA PELANDRUSCA ITALIANA?
-¿A cambio de qué?
La chica se puso una mano en la cadera y alzó una  ceja.
No te lo vas a tirar, zorra hija de puta.
-Pide por esa boca.
-A ti, por ejemplo.
-Oh, mi madre, que se arma-gruñí por lo bajo, tirando un poco de Harry y alzando una ceja cuando la chica volvió a saber de mí.
-Lo siento, nena, pero ya estoy cogido.
-Entonces, a Louis.
-Louis también está cogido-fulana, habría querido añadir. Pero estaba demasiado ocupada flipando al descubrir qué acababa de hacer.
Defender a la que me estaba quitando mis minutos de gloria.
Oh, vale. Resulta que la que tiene corazón y juega limpio soy yo. Podría haber elegido un momento más inoportuno.
Harry se encogió de hombros.
-Bueno, nena, si no quieres entradas ni nada por el estilo, es una lástima. Vámonos, niña-Harry empezó a tirar de mí. La chica resopló y empujó la verja.
-Entrad. Quiero entradas en primerísima fila. De esas VIP. Una cantidad aún sin decir.
-Habla con mis mánagers y te lo darán.
Le dediqué a la tía una sonrisa de autosuficiencia cuando pasamos a su lado. Pasamos bajo los arcos y entramos a un enorme patio, iluminado por focos en todos lados, que le daban un toque espeluznante y romántico a la vez. Me acerqué a valla y pasé el brazo por el acero. Miré en derredor, calculando cuánta gente podría estar presente en la época dorada del Coliseo, disfrutando de cómo Russel Crow se cargaba uno por uno a sus oponentes.
Las manos de Harry me rodearon la cintura.
-Estoy orgulloso de ti, pequeña.
Sonreí y le acaricié el dorso de la mano.
-¿Y eso?
-Lo sabes de sobra-me besó el hombro y me estremecí.
-Seguimos siendo amigas. Amigas que se matarían si pudieran... pero amigas.
Me dio la vuelta y me contempló con ojos abrasadores, adorables.
-Te quiero.
-Y yo a ti, Hazza.
-Te he traído aquí por algo...-susurró, soltándome las manos-. El otro día vi una cosa y, bueno... quería dártela. Y pensé que aquí sería el lugar ideal.
Alcé las cejas, curiosa.
-¿El qué?
Metió la mano en el bolsillo, con la otra me cogió la mano izquierda.
-¿Me vas a pedir matrimonio?-me eché a reír, nerviosa, deseando en un rincón de mi mente que así fuera. Sonrió.
-Todavía no-susurró, deslizando un pequeño anillo por mi anular. Contemplé el pequeño símbolo del infinito en mi dedo, alcé la vista, y él se encogió de hombros.
-Por dentro trae que te quiero. Escucha-me tomó de los hombros y me obligó a mirarle-. Quiero que sepas que siempre voy a sentir esto por ti. ¿Vale? Pase lo que pase quiero estar contigo. Me dan igual las peleas, lo que hagamos, o lo que sea. Verte cada mañana los fines de semana en mi cama es lo más bonito que he visto en mi vida. Te crees que no valoro las cosas que haces por mí, pero te equivocas. Desde acercarme el café cuando los demás me lo intentan quitar, hasta destrozarme el corazón-se inclinó hacia mí, uniendo nuestras mentes-. ¿Qué es lo último que digo en Little Things?
-Eres perfecta para mí.
-Adivina en quién estaba pensando cuando canté eso.
Sonreí y me acerqué a sus labios. Los acaricié suavemente con los míos, el anillo en mi dedo. Nunca se movería de allí. Jamás.
¿Vas a pedirme matrimonio?
No...
Todavía.

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