martes, 26 de febrero de 2013

¿Dónde está tu dignidad ahora?

Noté cómo algo me vibraba dentro del pequeño bolso; abrí la cremallera como pude, sin soltar el jersey de lana que tenía entre las manos (sabía que si lo hacía las depredadoras que tenía detrás se apresurarían a coger todo lo que yo hubiera tocado, dejándome sin trabajo, como si mi ropa fuera la que me hiciera tener la relación que tenía), saqué el iPhone, miré la pantalla y sonreí.
Irene me sonrió cuando una sonrisa boba me cruzó el rostro al ver la foto que nos habíamos hecho en Nueva York, besándonos con el Empire State de fondo, y su nombre grabado en la pantalla.
-Hola, amor-susurré tras deslizar el dedo por la pantalla, descolgando la llamada. Noté su sonrisa cuando me contestó.
-Hola, rubita. ¿Qué haces? ¿Sigues de compras?
Asentí con la cabeza, miré a mi ejército de guardaespaldas, que estaban mudas y casi sin respirar, esperando escuchar lo que Louis tenía que decirme.
Me aparté el flequillo de la cara, echándome todo el pelo hacia atrás y contesté:
-Sí, ¿por?
-¿Tenéis Mango?
-Luisín, esto es España, no el tercer mundo.
-Poco os queda-se echó a reír, seguramente por el diminutivo que en ocasiones me salía del alma, y ya no me molestaba en controlar. Hice una mueca y, como inspirada por una fuerza divina, susurré:
-¿Te acabas de pasar una mano por el pelo?
Se quedó mudo un instante, pude escuchar a Lottie hablando a su lado.
-Me estoy empezando a acojonar, Eri. Porque tú ahora mismo te estás mordiendo el labio.
-Mentira-no, no era mentira. Joder, ¿cómo lo hacíamos?
-Mentira-se burló él.
-Lo has hecho.
-Y tú.
-No lo dudes.
-Nena, que soy yo. Yo no dudo.
-Chulo.
-Boba.
-Subnormal.
-Estúpida.
-Imbécil.
-Gilipollas.
-¿Se están insultando de verdad?-cuchicheó una chica detrás de mí, yo me di la vuelta y le alcé una ceja. Irene intentaba no echarse a reír, mirando las cazadoras vaqueras de las perchas.
-Sí, hija, sí, Louis y yo tenemos una relación de amor-odio muy complicada.
Suspiré y volví a centrarme en mi novio.
-Lou.
-Mmm.
-¿Para qué querías saber si hay Mango?
-No hay el bolso que quiere mi madre para Navidad. No lo encontramos. Hemos preguntado y está agotado en toda Inglaterra. Menos mal que Kate Moss es fea, porque si no...-bufó, y yo me eché a reír.
-Iré a mirar. Es como el de la mía, ¿no?
-Sí, pero en negro.
-¿Y si no hay negro?
-Pues lo coges en otro color.
-¿Y si sólo queda uno?-caminé hasta los vaqueros y comencé a seleccionarlos-. ¿Vas a dejar a tu pobre suegra sin regalo de cumpleaños?
Casi pude verlo apoyarse en una pared, sonreír, morderse el labio, pasarse una mano por el pelo, asentir con la  cabeza mientras miraba a su alrededor con aquellos preciosos ojos suyos (Eri, recuerda que tienes que respirar), y hacerme el amor despacio a través del teléfono:
-Con lo que le debo yo a esa mujer.
Solté un gemido y todas las chicas hicieron un corro alrededor de mí. Borracha de felicidad, de amor y de incredulidad por la suerte que tenía, les conté lo que me había dicho a pesar de que no las conocía de nada, y media tienda gimió.
-Eres un sol.
-Ya lo sé.
-Creído.
-¿Vamos a empezar otra vez?-me lo imaginé negando con la cabeza y cerrando los ojos-. Dios, nena, tengo unas ganas de que vengas.
-No puedes pretender tener una familia numerosa conmigo si me dices esas cosas cada dos por tres, Louis.
-¿Ahora resulta que no puedo ser sincero?
-Te quiero. Mucho. Ahora soy yo la sincera. ¿Algo más?
-Cómo os ponéis las mujeres cuando vais de compras... Lottie, ¿eres retrasada? Vuelve a pegarme y te pongo la cara mirando para el culo.
Me eché a reír a carcajada limpia. 
-¿Qué hacéis?
-Ya sabes, comprar los regalos de Navidad. Mis padres están con las crías por ahí.
-¿Siguen igual?
-Al menos no se gritan. Es... un avance. Supongo.
-Supongo-le di una distraída patada a una percha del suelo (los de Bershka no tenían ni idea de lo que era la limpieza, por eso yo era más fan de New Yorker), pensativa. Bueno, si no discutían delante de las niñas, por lo menos había algo por lo que dar gracias.
-Voy a ir a Claire's dentro de poco-sonreí. Irene alzó la vista, me miró y sonrió. Sabía a lo que íbamos. A llenarnos las manos de pendientes preciosos, estar media hora en la tienda, disgustadas por los precios, y luego terminar comprando algo compulsivamente porque las dependientas pensarían que estábamos desmantelándoles en secreto media tienda.
-Oh, Dios.
-Voy a comprarme unos pendientes de One Direction.
-Oh. Dios.
-Y un póster tuyo.
-Eri, no. Eri, no.
-¿Que no qué? Es mi dinero, chaval. El único dinero que no gané gracias a ti.
Me quedé callada, fruncí el ceño y asentí con la cabeza. Alcé las manos al cielo, Irene me hizo un gesto, y le grité:
-Acabo de llamarme puta a mí misma.
-Mira, eso te lo he entendido-replicó mi novio al teléfono.
-Ah, ¿para eso sabemos español? Muy bien, Louis, muy bien.
-Eh. Sé insultar. Decir hola, gracias, y cerveza. Algo es algo.
Me reí.
-Algo es algo-concedí-. ¿Algo más?
-Mmm. ¿Lottie?-esperó a que su hermana terminara de decirle algo-. Oh, tía, eso lo hay aquí... Cierra la boca. Que lo hay aquí... Pues si no, vamos a Londres. Te lo cojo yo... Hay que ser tonta-chasqueó la lengua y volvió hacia mí-. Quiere unos zapatos de no sé qué zapatería. No la hay ahí, pero las quiere igual. Es retrasada.
-¿Y tú qué quieres para el cumpleaños?
Se quedó pensando un minuto.
-Te pediría tu virginidad, pero... ya la tengo.
Me puse colorada como un tomate, lo noté. Me ardían las mejillas.
-¡Louis, por favor!
Cómo se reía, el cabrón.
-No quiero nada, Eri, en serio.
-Te voy a comprar algo.
-Uf, menos mal.
Sonreí.
-Bueno, pues... hasta la noche.
-Hasta esta noche. ¿A qué hora?
-A la de siempre.
-¿Donde siempre?
-Sí.
-¿Me harás un striptease hoy?
-Adiós, Louis-apenas podía contener la risa.
-Yo quiero un striptease-lloriqueó. Las lágrimas se resbalaban por mis mejillas, divertidas.
-¿De verdad vas a cumplir 21?
-Pégame un tiro el 23 por la noche. Por favor. Pégame un tiro el 23 a las 23:59.
-Prefiero verte sufrir.
-Perra mala. Déjame despedirme de las cotillas que tienes por ahí, anda, que las estoy oyendo hacer fangirling.
Me separé del teléfono y puse el altavoz.
-Te oyen-susurré. Las chicas me miraron con ojos como platos y, cuando Louis empezó a hablar, miraron al teléfono como si fuera radiactivo, o algo así.
-Bueno, chicas, feliz Navidad, próspero año nuevo, y ese largo etcétera que se suele decir. No comáis mucho, que os podéis poner malas, ¿vale?
-Vale-corearon todas, y, como respondiendo a una llamada que nadie oyó, comenzaron a chillarle que las siguiera en Twitter, que le querían, o que se casara con ellas.
-Niñas, niñas, ¡EH!-bramó él, y todas se callaron. Puse los ojos en blanco, la verdad es que era bueno haciéndose escuchar y respetar-. Ahora me vais a dejar solo con Eri, ¿vale? Ya sabéis que os quiero, pero tengo que despedirme de ella ya.
Intenté no hacer caso de la punzada de envidia que me asoló cuando las llamó niñas y cuando les dijo que las quería, la punzada que siempre estaba allí, recordándome que tenía que compartirlo con las chicas que lo seguían, las que habían hecho posible su sueño, su trabajo... pero seguía siendo difícil.
Sonreí para mis adentros cuando las dejé con la intriga de lo que me iba a decir Louis metiéndome con Irene en los probadores.
-¿Algo más?-pregunté, pegándome contra la pared y esperando a que Irene se cambiara.
-No.
-No me compres nada por Navidad, ¿eh?-le avisé. Bastaba de regalos, que él fuera millonario no significaba que yo quisiera que se pusiera a comprar cosas como loco (que era exactamente lo que iba a hacer, y lo sabía)
-Haré lo que me dé la gana, que para algo soy hombre, y tengo 20 años, así que soy mayor que tú.
-En Navidad vas a tener los 21-le provoqué.
-Eri, me estás buscando, y me vas a encontrar.
-Te estás riendo.
-Por no llorar.
-Sabes que no te lo digo a mal-lloriqueé yo a mi vez, sonriendo como boba. Me mordí el labio inferior.
-Ya lo sé. Bueno, de noche hablamos, ¿eh?
-Que sí. Eres un pesado.
-Y tú eres preciosa.
-Oh.
-Qué bien sé quedar con las mujeres, ¿no te parece?
-Sí. Lo que me da qué pensar, la verdad. Como, por ejemplo, a cuántas chicas les dirás eso.
-Solo a una.
No sabía cómo mi cara no se rompía debido a la sonrisa plantada en ella. Tenía que estar soñando.
-Te quiero, preciosa-susurró con su voz dulce,  tierna, aquella voz perfecta, mi favorita en el mundo.
-Y yo a ti, mi amor. Hasta luego.
-Yo más.
-Eso es mentira.
-No, no lo es. Yo te quiero más. Adiós-soltó apresudaramente, y colgó.
Me quedé mirando la foto del fondo de la pantalla, preguntándome por qué había sido yo la elegida entre miles de chicas que lo merecían más que yo, que encajaban mejor con él. Chicas perfectas, con un pasado limpio, que estuvieran seguras dentro de su cuerpo... Me mordí el labio inferior y, cuando me quise dar cuenta, estaba deslizándome con la espalda pegada a la pared hacia el suelo, sentándome con las rodillas dobladas y mirando todas nuestras fotos, sobre todo aquella por la que tenía debilidad, la que nos habíamos hecho por la mañana un día en la cama.
Irene abrió la cortina y se me quedó mirando, sentada en el suelo, contemplando mi teléfono mordiéndome el labio inferior y se echó a reír.
-Te ha dado fuerte, Eri.
Asentí con la cabeza.
-No lo sabes bien.
Irene dio una vuelta sobre sí misma, dejando que la mirara y me formara una opinión acerca de aquellos vaqueros.
-¿Y bien?
-Soberbios-sonreí, poniéndome de pie de un brinco, con una agilidad y gracilidad prácticamente desconocidas en mí-. Y ahora, querida, vamos a Claires.


Miré una vez más la carta que se suponía debería estar viajando hacia el polo norte, hacia el iglú-mansión de Santa Claus, por cortesía del Correo Inglés, y cuyo destinatario eran las gemelas. Le enseñé la lista a mi hermano.
-¿Y este?
-¿A mí qué me vienes a preguntar de muñecas, Lottie?-espetó Louis, mirando las cajas de juguetes con las que ya nos habíamos hecho-. Yo entiendo de Power Rangers, no de Barbies.
-No son Barbies-repliqué, leyendo una vez más el nombre científico de las Monster High que querían las gemelas.
-Para mí son todas iguales.
Negué con la cabeza, sonriente, y él se me quedó mirando, con un amago de sonrisa en los labios.
-¿Qué?
-¿Recuerdas que de pequeño te daban mal rollo mis Bratz?
Pestañeó.
-Porque eran muy raras. Tenían unos labios muy grandes.
-Pero te daban miedo. Esto le resultará interesante a Eri.
-Díselo, venga, ya verás el cachondeo que os montáis a costa de ponerme a mí de mala leche.
Y, como respondiendo a su nombre, el teléfono de Louis vibró. Se lo sacó del bolsillo rápidamente, pensando que era una llamada, pero sonrió al mirar la pantalla. Me la mostró.
-Misión cumplida-le había escrito la chica, mandándole una foto del bolso que quería mamá-. Me debes una bastante gorda. Ily, xxxxxxxxxxxxxxxxxxx.
Di unos toquecitos en la pantalla, donde aparecía el batallón de pequeñas X, y alcé una ceja. Louis guardó el teléfono en el bolsillo y tragó saliva.
-Sois monos.
Y conseguí hacer lo que de momento sólo yo podía hacer: sonrojar a Louis William Tomlinson, la criatura con menos vergüenza de todo el mundo.
-Cómo te gusta joderme, Charlotte.
Le di en el culo y di un brinco, huyendo de él.
-¡Ya te gustaría!
-¡Luego el inmaduro soy yo!-replicó, frotándose las nalgas. Le esperé al fondo del pasillo del centro comercial, mientras él se deleitaba en ir caminando despacio, disfrutando de que en Doncaster estaban tan acostumbrado a verlo que ya pasaban de él. Debía de ser guay tener un sitio en el mundo en el que seguir siendo tú mismo, especialmente si aquél sitio era tu propia casa.
-¿Qué miras ahora?-preguntó. Sacudí la cabeza; mis rizos rubios volaron alrededor de mí, convirtiéndolo todo en una maraña de colores dorados.
Sin explicarme muy bien todo, de repente me había arrojado a sus brazos, y él me abrazaba confuso.
-¿Qué has hecho?
-Nada. Es que... te echo de menos-me encogí de hombros, separándome. A pesar de que siempre se quejaba de su estatura, seguía sacándome una cabeza. Sonrió y me acarició la mejilla.
-¿Hay algo que deba saber? ¿Como, por ejemplo, la futura existencia de un sobrino?
Se echó a reír a carcajada limpia cuando yo me puse como un tomate.
-No.
Asintió con la cabeza.
-La verdad es que me alegro. Y me alegraría más si no terminarais nunca, pero...
-¿Por qué?
-Porque a Stan tendría que romperle las piernas por hacerte daño y a ti tendría que llamarte zorra por hacerle daño a él.
Asentí con la cabeza, preguntándome si aquello era una amenaza o no.
-No lo es-replicó Louis. Sonreí, me aparté el pelo de la cara, colocándomelo detrás de las orejas, y susurré:
-¿Sabes, BooBear? A veces me asusta mucho cómo eres capaz de leerme la mente.
-Yo fui la tercera persona en verte cuando naciste. Te llevo ventaja en conocer al otro.
Nunca me cansaba de recordármelo, pero solo cuando estábamos solos, y siempre nos sonreíamos como si fuéramos amantes: vale, era cierto que mi hermano a veces era un subnormal insoportable, pero cuando sacaba su lado tierno, su lado de me robaste el corazón desde que me miraste por primera vez hace 18 años, no había quién se resistiera.
Y yo me alegraba de que en mi primer recuerdo saliera él, y que mi primera palabra hubiera sido Lou.
Estaba sentada en el sofá, jugando con un peluche, aporreando el suelo con él, y Louis a mi lado, construyendo una especie de palacio con las piezas de madera desmontables que le había regalado mi abuela.
Yo miré el palacio mientras una idea se dibujaba en mi interior, dispuesta a florecer. Mi primera fechoría.
Cogí mi osito de peluche por una oreja y lo lancé contra el palacio. Louis chilló, se volvió hacia mí, pero, cuando vio que no podía parar de reírme, terminó riéndose conmigo, acercándose a mí, abrazándome con fuerza y besándome en la frente.
-Eres mala, Lottie-me había dicho con voz de niño, una voz que sorprendentemente apenas había cambiado unos 15 años después.
-Lou-había replicado yo.
-Tonta.
-Lou.
Louis volvió a reírse, me acercó la cara para que lo besara, y me llevó consigo a hacer el castillo de nuevo.
-Loooooooooooottie-el Louis de 20 años chasqueó los dedos delante de mis ojos, haciéndome dar un brinco-. ¿Hola? ¿Estás aquí, o te están abduciendo?
Negué con la cabeza.
-Me están abduciendo-espeté, buscando una goma con que hacerme una coleta en el bolso. Louis asintió y alzó las bolsas.
-Voy a llevar esto al coche.
-¿Por qué?-pregunté, echándome el pelo hacia atrás y toqueteándolo, asegurándome de que ningún mechón rebelde se quedaba fuera.
-Porque todavía me queda buscarte un regalo a ti, el regalo de papá, algo más para mamá, y algo para Eri.
-¿No te ha dicho que no le compres nada?
-Las órdenes que me dé Eri me las paso yo por un sitio que ella conoce bien.
No pude reprimir una risa.
-¿Sabe ella de este vocabulario y esta chulería tuyos?
-Está acostumbrada, igual que te acostumbraste tú-se encogió de hombros, alzando las cejas; se giró en redondo y se encaminó a los ascensores. Tras echar un vistazo a uno de los vestidos de un escaparate, que suplicaba de rodillas que lo comprara, y prometerle que volvería pronto a verlo, corrí a alcanzar a Louis, que estaba hablando con un nutrido grupo de chicas, bastante divertido.
Las chicas se me quedaron mirando mudas. A ver, tampoco era para tanto, ¿tan interesante era la hermana de tu ídolo en comparación con tu ídolo? Nunca me acostumbraría a que me miraran de aquella manera con Louis delante, nunca.
Diez minutos después, Louis y yo corríamos en direcciones distintas (aparentemente solo podía ir en una dirección con gente de su mismo sexo), intentando convencer al otro de que tal camino era mejor para ir a tal tienda... y terminé ganando yo, porque siempre el instinto protector de un hermano mayor superaba a lo puñetero que llegara a ser dicho hermano mayor.
Lo único que tuve que hacer fue quedarme de pie esperando a que Louis volviera a aparecer por la esquina de una de las callejuelas del centro comercial, alzarle una ceja cuando apareció, y soportar su retahíla de tacos mientras se acercaba, mientras nos alejábamos de aquel lugar y mientras seguíamos comprando. Seguramente pareciera que me saldría mucho más barato seguirlo y punto, pero había un extra: molaba ganar a Louis.
Molaba que se cabreara.
Molaba pincharlo, en una palabra.
Cogí un jersey de una percha y se lo mostré. Se encogió de hombros.
-¿Ves a mamá poniéndoselo?
-Es para Fizzy.
Volvió a mirar el jersey.
-Es enorme, Lottie.
-¿Y? Ya sabes lo que le gusta llevar las cosas grandes.
-Creía que solo era con las sudaderas. Además, no creo que le quede bien ese color.
Y se colocó a mi lado, preparándose para revolver hasta encontrar lo que quería exactamente, sacando al cazador que llevaba dentro.
Sacó el mismo jersey, solo que más pequeño y en color caramelo, y me lo mostró.
Asentí con la cabeza.
-Tienes talento, Tommo.
Se echó a reír.
-No has visto a nuestra estilista.
Me tendió el jersey y yo lo cogí de mala gana, bufando. Le hablé del vestido, él asintió con la cabeza y me preguntó:
-¿Lo quieres?
-Tendría que probármelo-me encogí de hombros-, y ya no sería un regalo de Navidad.
Nos acercamos a la caja y saqué la cartera. Se las arregló para ponerse delante de mí y, poniendo el culo en pompa, me alejó de la cajera, para deleite de todo el personal de la tienda y las mujeres que estaban allí. Dudaba bastante de que todas fueran fans de One Direction, pero... bueno, tenía que reconocer que Louis era guapo, sobre todo ahora que no se escondía tras un flequillo más grande qué él.
Cuando me tendió la bolsa con cara de he ganado y me pidió que me llevara a la tienda, sonreí.
-¿Qué se supone que le voy a comprar yo a Fizzy ahora?-inquirí, haciendo pucheros. Me pasó un brazo por la cintura, me atrajo hacia él y me susurró al oído:
-Ese es tu regalo.
-¿Para mí? Me queda pequeño, Lou.
-No, que es tu regalo para Fizzy. Yo ya pensaré en algo-se encogió de hombros, soltándome. Jugué con mi coleta.
-Creo que empiezo a entender que a Eri le cabree tanto que le compres las cosas.
-¿Cuánto ganas?-me atacó, alzando las cejas, como si no entendiera que me estuviera dando aquel ataque de dignidad tan estúpido: era él el que me estaba pagando la universidad, así que 25 libras no serían nada.
¿O no?
Supongo que sería una cuestión más de amor propio que otra  cosa, pero no tenía que pasarme lo mismo que le pasaba a Eri. Yo, en teoría, podía tener el derecho a que Louis me mantuviera por el simple hecho de haber estado metida en el mismo sitio que él durante el mismo tiempo que él (lo que venía siendo los 9 meses de gestación de mi madre en el útero de la misma).
-Y, ¿cuánto gano yo?-continuó, convenciéndome, como si lo necesitara. Está bien, Louis, me quieres tener de mantenida, pero... suspiré.
-¿Desde cuándo eres tan persuasivo?
-Desde que me considero millonario.
-¿Lo eres?
-¿Tener millones de libras me deja llamarme millonario?-soltó, sin ceremonia ninguna, sonriendo a un grupo de chicas que lo miraban alucinadas. Podría acostumbrarme a ser él, y seguramente lo disfrutaría más.
Se detuvo en la puerta de la tienda y me miró.
-Eh, espera... si te compro el vestido, todavía tengo que pensar en algo que regalarte por Navidad, y, después de este ataque de dignidad tan característico de tu querida cuñada, no estoy seguro de si será buena idea darte dos regalos.
Me lancé a colgarle los brazos al cuello y comencé a aletear con las pestañas.
-No me pondré más digna.
-¿Seguro?
-Seguro.
Le ordené que se callara, aunque en realidad lo único que hacía era reírse, cuando salí de la tienda con una sonrisa de oreja a oreja, con el precioso vestido en una bolsa colgando de mi brazo.
-¿Dónde está tu dignidad ahora?
-Te dije que no me pondría más digna. ¿Qué te cuentan?-pregunté, moviendo la barbilla en dirección al móvil, que se estaba guardando en el bolsillo. Negó con la cabeza.
-Nada, estaba compartiendo con Eri tus gustos. Quiere comprarte algo.
-Pero, ¡Louis! ¡No me lo cuentes!-me reí. Él me sonrío, una sonrisa que el robaría el corazón a cualquiera... de no ser que ese cualquiera llevara 18 años viéndola y ya fuera inmune a sus efectos.
-No te he dicho qué te vaya a comprar.
-No lo sabes.
-No lo sabe ni ella, ¿cómo lo voy a saber yo?
-¿Y qué le compro a ella?
-Lo que te dé la gana, total, se va a poner digna igual que tú-se encogió de hombros, levantándose del sofá de la tienda y conduciéndome fuera.
Puse mala cara, sin apartar la vista de él.
-¿Por qué te jode tanto?-pregunté. Se encogió de hombros.
-Porque tampoco me parece que sea  para que todas os pongáis así.
-La única que no se ponía así contigo fue Hannah.
Se me quedó mirando largo rato, decidiendo si era subnormal perdida o simplemente tonta. Suspiró.
-Los dos sabemos cómo es Hannah.
-Tú fuiste el que salió con ella, no yo-le recordé-. Y mira que yo te decía que era materialista.
-Te caía bien, Charlotte-me acusó. Alcé las manos, la bolsa del vestido quedó colgando, suspendida ante mi cara.
-¡No sabía que era una zorra materialista que no te apoyaría!
Se encogió de hombros, metiéndose las manos en los bolsillos, y siguió caminando.
-Es pasado, ¿vale? Déjalo estar.
-¿Hablas con ella?
Me miró.
-A veces.
-¿Lo sabe Eri?
-¿Es que te caíste de pequeña y te diste un golpe en la cabecita?-se me acercó y me dio varios toques, esperando a ver cómo sonaba-. Si se lo digo, se pondrá como loca, irá a matarla, la tendremos gorda, igual rompemos y...-sacudió la cabeza-. No sería una buena idea.
-Pero merece saberlo.
-Hannah tiene novia ahora-me confió, tirando de mí para volver a ponernos en marcha. Nos quedaba mucho por hacer.
Me quedé clavada en el sitio.
-¿Cómo novia?
Asintió con la cabeza.
-¿Que es lesbiana?-bramé, alzando la voz varias octavas por encima de mi tono habitual. Louis tenía que estar vacilándome. ¿Por qué no me lo habría contado Stan de ser así?
-Baja la voz, Lottie, por el amor de Dios-replicó, volviendo a acercárseme y tapándome la boca con la mano. Parpadeé, intentando hacerme a la idea.
¡Una ex novia de mi hermano, lesbiana!
-Las traumatizas-conseguí articular, asombro aparte. Se echó a reír como un condenado, y yo dejé escapar una risita tonta.
Asintió con la cabeza, alzando las cejas.
-Se lo diría a Eri si no se dieran esas circunstancias.
-Ah, ¿que es en serio?
-Lottie...-suplicó, mordiéndose el labio para no echarse a reír. Yo hice lo propio, nos miramos a los ojos, y nos dejamos llevar por las carcajadas, incapaces de retenerlas mucho más tiempo. Me limpié las lágrimas que me iban rodando por las mejillas de tanto reírme y asentí con la cabeza, intentando calmarme. Menos mal que había cogido el rímel y la raya del ojo waterproof, porque si no llevaría ya bastante tiempo pareciendo un mapache.
Me abaniqué con la mano y me apoyé en él, intentando calmarme. Todo el mundo nos miraba, pero ya estaba empezando a acostumbrarme a esto; ya no me ponía roja cada vez que alguien cruzaba lo vista conmigo, porque sólo había una manera de que esto dejara de suceder: cambiarme el nombre, someterme a una reconstrucción de cara y alejarme de mi familia y de mi repelente aunque adorable hermano el resto de mis días, algo que no merecía la pena. Y tras dos años de que cada bicho viviente con el que me cruzaba se me quedara mirando, estaba haciendo un buen trabajo con mi timidez.
Louis me puso las manos en las caderas y me separó un poco de él. Bajó la cabeza y me miró a los ojos.
-¿Ya?
Asentí. Me secó las lágrimas salvajes y divertidas que se negaban a guarecerse en los ojos, me sacó la lengua y me arrastró lejos de nuestra escena del crimen, por así llamarla.
Pasamos pro delante de Tiffany's, nos miramos, asentimos a los pensamientos que estábamos compartiendo, y nos acercamos al escaparate. Le señalé una pulsera, él la miró con ojos entrecerrados.
-Tiene una parecida.
-¿Quién dice que sea para tu novia? Eres un egocéntrico.
Se echó a reír.
-¿Te pones como loca por un vestido, pero cuando se trata de joyas de una de las tiendas más pijas y caras de todo el mundo, te echas para atrás? Mamá no nos enseñó eso, Lot.
Me reí entre dientes.
-Los dos sabemos que no me podría permitir esa pulsera ni aunque me prostituyera.
Me miró de arriba a abajo, alzó una ceja.
-Seguramente me arrepienta más tarde de lo que te voy a decir...-empezó.
-Oh, Dios-me puse una mano en la cadera y esperé a que siguiera.
-Pero, hermanita, seamos sinceros: no es que seas fea, precisamente.
-¿Crees que estoy buena?
-LOTTIE, JODER, QUE ERES MI HERMANA.
-¡Eh! Tienes ojos en la cara, y eres más o menos objetivo.
Bufó.
-¿Tú dirías que yo estoy bueno?
Se cruzó de brazos y se apoyó contra el cristal del escaparate. Una chica dejó escapar un suspiro de satisfacción.
Estudié a Louis detenidamente: sí, vale, de cara nos parecíamos, y los dos éramos guapos (yo más, jaja), no tenía abdominales (por lo menos, que a mí me constara, tendría que preguntarle a Eri), pero lo compensaba con unos buenos brazos.
Y toda la vida había tenido envidia de su culo respingón.
-Me gustan tus brazos-susurré. Sonrió.
-A todas os gustan.
-¿Qué te gusta de mí?-pregunté, intentando ponerlo en un aprieto, pero no lo conseguí. Era demasiado complicado, sobre todo cuando tenía las defensas en alerta máxima y le apetecía hacerse el gracioso.
-Tu incomparable sentido del humor.
Abrí la boca y le di un puñetazo en el hombro mientras no dejaba de reírse.
-¿Me estás llamando fea?
-No te puedo decir lo que me gusta de ti porque te creces.
Le miré con el ceño fruncido.
-¿No serán mis pechos?
-Adiós, Charlotte-replicó él, dándose la vuelta y alejándose de mí. Corrí a cogerlo.
-¡Era broma!
Seguimos así, bromeando y riéndonos toda la tarde, mientras terminábamos de hacer nuestras compras. Nos separamos media hora para comprarle cada uno el regalo al otro, y fue en esa media hora cuando más reflexioné sobre todo lo que estaba pasando.
Mi hermano mayor, el que toda la vida había estado metiendo ruido en su habitación o en el salón, ahora apenas estaba en casa. El chaval que había corrido al colegio a pegar a un crío que me había hecho sentir mal ahora no tendría tiempo para defenderme como antes por mucho que lo intentara.
Louis ya no estaba allí para ayudarme a cuidar de las pequeñas, y mucho menos para hacerlas reír cuando yo no podía. Era verdad que el humor en la familia era genético, que todos teníamos nuestra chispa, pero había algo que estaba claro: Louis llevaba con ese algo especial desde que nació. Llevaba siendo el mejor, el más divertido, desde que había puesto un pie en este mundo. Y yo no podía, no quería, competir con él. No se podía estar en casa sin él, especialmente en esos momentos, con lo de papá y mamá... la  casa estaba fría, silenciosa... estaba aburrida como nunca lo habría estado de no haberse ido él a Londres.
Y luego estaba su novia extranjera. No tenía nada contra Eri, me caía genial, era una de las amigas más sinceras que podía tener, a pesar de que nos conocíamos de hacía poco. Pero sus orígenes, que aún viviera en otro país, no ayudaba en absoluto con lo de Louis. No me lo traía a casa los fines de semana, no le dejaba ningún fin de semana libre, porque claro, tenían que verse, y entre semana no podía ser así, porque ella, como yo, tenía que estudiar, y él tenía trabajo por hacer.
Mientras esperaba a que la dependienta terminara de envolverme su regalo, una idea apareció por mi mente.
¿Y si se lo lleva? ¿Y si le pide que vaya con ella a España, mudarse los dos allí?
Me eché a temblar mientras un nudo se formaba en mi estómago.
No lo sacaría de Inglaterra... no se atrevería. ¿No?
La cosa estaba en sus manos, mi familia entera, la felicidad de mis hermanas y, por qué no, la mía también, estaba en las manos de aquella española de 16 años.
Porque Louis estaba lo suficientemente colado por ella como para pensárselo seriamente. Y, si la banda no se oponía... Adiós Louis.
Pero no podía dejarnos sin él. ¿O sí?
Bueno, sí que podía. Yo misma sabía lo que era echar de menos a Louis, lo que se sentía a llorar porque sabías que estarías unos meses sin verlo, porque se iba a un programa, porque se iba de gira, porque, simplemente, necesitaba desconectar de todo, y de todos... yo ya había  llorado por él, ya le había echado de menos hasta que me doliera el alma. Ya me había metido en su cama muchas veces, cuando no podía dormir porque ese dolor era insoportable, solo para taparme con sus mantas y sentir que él estaba allí conmigo, tal y como cuando era pequeña y me dejaba entrar en su cama cuando tenía una pesadilla, y me acariciaba el costado hasta que me dormía, esperando que lo hiciera con la luz encendida...
Joder, mi hermano era un santo, visto así.
Y lo peor de todo sería que, si Eri me apartaba de su lado, no podría culparla, porque yo haría lo mismo de tener la oportunidad. Sentía los mismos celos de ella que siempre había sentido cuando Louis me decía de pequeña que se tenía que ir, que no podríamos jugar aquella tarde, porque habría quedado. Y te hacía sentir especial que te mirara, te pellizcara la barbilla y susurrara:
-Pero no te preocupes, peque, volveré pronto y seguiremos jugando.
Me apoyé contra la pared, me solté el pelo y me crucé de brazos, esperando que él también apareciera, y poder irnos ya a casa. Me estaba volviendo loca tanta mierda.
Necesito alcohol.
Saqué la BlackBerry y le mandé un mensaje a mi cuñada, esperando que ella no se sintiera mal por todo el odio que, de repente y sin razón alguna, le había enviado.
¿Cómo vas, Eri? x
¡Lottie! ¡Joder, no sé qué comprarle a tu hermano! ¿Ideas? SOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ni de coña, rómpete tú la cabeza.  Me ha costado mucho encontrar lo suyo.
¿Qué mierda la das a alguien que ya lo tiene todo?
Me pensé seriamente la respuesta antes de mandársela.
Bebés.
Tu hermano era monísimo de pequeño.
Lo era yo más.
Tenía mofletitos.
Awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww.
Yo quiero un mini Louis. Espero que nuestros críos no salgan como yo, porque si no, ¡asco!
Seguro que tú eras muy mona, Eri.
Era rubia.
OMG, ¿COMO YO?
Más o menos.
Louis fue calvo hasta casi los dos años. JAJAJAJAJAJAJAJAJA. 
Pero era mono igual, me ha mandado fotos Jay y era tan... cómo decírtelo... asdfghjklñ.
¿QUÉ LETRA ES ESA? ¡SAL DEL TECLADO DE ERI, SATÁN!
¡PODER Ñ! ¡MUERE, INGLESA, MUERE! ÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑÑ
AAAAAAAAAAAAAH.
-Mira cómo se ríe-sonrió Louis, acercándose y echando un vistazo a mi móvil. Lo guardé rápidamente en el bolsillo del pantalón, lo miré a los ojos, y, cuando me quise dar cuenta, estaba abrazándolo como si llevara años sin verlo.
-Lottie, ¿qué...?-empezó. Le estampé un sonoro beso en la mejilla, haciéndole saber que no quería hablar, y él se encogió de hombros y me rodeó con sus fuertes brazos, haciéndome sentir segura como cada vez que lo hacía.
Llevaba años metiéndome en aquellos brazos cuando me sentía mal, y no iba a ser una excepción.
Y nadie, absolutamente nadie, me iba a apartar de aquel chaval que me hacía sentir tan bien.
Hundí mi cara en su cuello mientras él me acunaba lentamente, cerré los ojos y me eché a llorar.
-Lottie, nena, eh, eh. ¿Qué te pasa, mi vida?
Le dediqué una triste sonrisa.
-¿Cuánto hace que no me llamas mi vida? Ya ni me acordaba de que lo hacías.
-Pero no llores, pequeña. ¿Qué te pasa?-me limpió una lágrima, tarea inútil: ya era una presa  desbordada dejando escapar todo.
Sacudí la cabeza, clavando las uñas en su espalda, negándome a que se le ocurriera, que tan siquiera se le pasara por esa cabeza hueca suya, que me empujara para alejarme de él.
-¿Quieres tomar algo y me lo cuentas?-me susurró al oído, apartándome el pelo de ese lado y acariciándome despacio el cuello.
No me acordaba de lo bien que me sentaba que Louis me acariciara el cuello.
Asentí con la cabeza.
-Pero me tienes que soltar.
-¿No me puedes llevar en volandas?
Noté cómo se reía, susurró un suave vale y me cogió de la cintura, levantándome un poco sobre él. Jadeé de la sorpresa; no pensaba que lo fuera a hacer de verdad. Me separé de él.
-Vale, vale, puedo... ir... sola.
Me limpié las lágrimas y sonreí, porque ya estaba mirándome con esa cara suya de Te vas a reír hasta que te duela cada hueso de ese cuerpo tuyo.
Veinte minutos después, estábamos sentados en un parque, cada uno con su vaso del Starbucks, yo sentada sobre mis piernas y mirando mi café como si fuera la cosa más interesante del mundo. Louis no dejaba de mirarme a mí.
-No sé qué me pasó, BooBear-musité con un hilo de voz. Él asintió.
-¿Que no puedes vivir sin mí?-sugirió, sin saber lo cerca que se acercaba a la realidad.
Se arrastró un poco más por el banco hacia mí, de manera que su rodilla tocara la mía. Miré ese punto de unión entre los dos, pensando cuántas chicas matarían por estar tan cerca de él... por desarrollar esa dependencia malsana que yo ya había desarrollado en silencio durante toda mi existencia.
-¿Has discutido con Stan?
Negué con la cabeza.
-¿Te va mal en la Uni?
Volví a negar.
-¿Vamos a estar así toda la tarde hasta que yo dé con la cosa que te ha alterado tanto?
Me encogí de hombros y terminé asintiendo con la cabeza.
Chistó, me tomó de la mandíbula y me obligó a levantar la  cabeza.
-¿Qué pasa?
-Te quiero-susurré.
Me dedicó una sonrisa tan tierna que aquella parte de mí que se sentaba de noche, cuando se sentía mal, a escuchar sus canciones, se tiró del banco y comenzó a rebozarse en el prado, borracha de felicidad. Aunque era pequeña, esa parte casi consiguió hacerse con el control absoluto de mi cuerpo. Casi.
-Y yo a ti. Ya lo sabes, pequeña, y ahora, ¿qué te pasa?
Tragué saliva y tamborileé con los dedos en el vaso del Starbucks. Iba a cabrearlo. Lo sabía. Y, sin embargo, necesitaba decirlo.
Me puso una mano en la rodilla.
-Solo soy yo, Lottie.
-Te... te... te....
-¿Tú, tú, tú?-sonrió, acariciándome la cara y apartándome un mechón de pelo rebelde. Joder, ¿hacía lo mismo con Eri? Porque entonces no me extrañaba nada que ella adorara el suelo por donde pisaba. Y, lo peor de todo, es que lo hacía sin pretenderlo, seguro que no tenía ni  conocimiento de su poder.
-Te... echo mucho de menos, Louis. Muchísimo-susurré. Se me quedó mirando, esperando a que continuara. Me aparté el pelo de la cara, me limpié las lágrimas y dejé caer las manos sobre mis piernas, esperando que siguiera con mi monólogo-. Yo... no soporto cómo está ahora la casa sin ti. Al principio me engañé, me hacía pensar que no se notaba, pero... hay un silencio que es insoportable. Necesitamos que vuelvas a casa.
-Voy a quedarme en Navidad.
-Necesitamos más tiempo. Hasta que...
Sacudí la cabeza, sonriendo. No, aquello era imposible, era la única cosa que no se podía conseguir, por mucho que lo intentáramos.
-¿Hasta que...?-me animó él. Lo miré a los ojos, estaba medio borroso debido a mis lágrimas, que se empeñaban en empañarme la visión.
-Hasta que encontremos a alguien tan... como tú.
Me encogí de hombros.
-Pero no hay nadie como tú.
-Oh, Lottie-se acercó y me besó en la mejilla, apenas apretando sus labios contra mi piel.
Me llevé la yema de los dedos allá donde hacía un par de segundos estaba su boca, y sonreí, tímida, de repente consciente de que era una estúpida. Mi hermano nunca dejaría de ser mi hermano por muy lejos que estuviera.
-¿Y si te vas?-seguí, sin embargo-. Si Eri te pide irte lejos, y tú accedes, y os marcháis los dos a España...
-¿Tengo yo cara de ir a aprenderme en mi jodida existencia algo de español? Solo sé decir mi nombre-replicó, frunciendo el ceño. Me eché a reír.
-Pero tienes que considerar la posibilidad...
-Nunca os dejaría aquí, solas-me cortó, clavándome una gélida mirada.
Vi en él el padre de unos críos que crecerían protegidos, alejados de todo mal, porque él no permitiría que les pasara nada.
El padre que seguramente veía Eri cada vez que se despertaba por la mañana.
-Sabes que no lo haría-susurró, más bajo. Me aparté el pelo de la cara y asentí.
-Y, lo que me jode es que... las pequeñas tienen más atención porque, claro, son pequeñas. Que está muy bien-me apresuré a aclarar, asintiendo con la cabeza-. No estoy diciendo que no les hagas caso, pero... yo también necesito mimos de vez en cuando. Que me vayas a arropar como a las gemelas y Fizzy. Que me cuentes lo que hacéis Liam, Harry, Zayn, Niall y tú cada vez que montáis algo gordo, o incluso las cosas insignificantes, como haces con mamá. Que me discutas que el Liverpool jugó bien tal partido, como con papá...-me encogí de hombros.
-El Liverpool lleva sin jugar bien mucho tiempo-me discutió. Le di un cabezazo en el hombro, y dejé la cabeza allí apoyada.
-Sabes a qué me refiero.
-Eres tú la que me pincha, Lottie.
-Me jode saber que quieres más a las pequeñas que a mí.
Se apartó de mí y se me quedó mirando.
-Si estuviéramos en casa te habría soltado tal hostia que estabas orbitando por Saturno.
-Es la verdad.
-Mentira.
-Lo es.
-Men. Ti. Ra-silabeó.
-Pero...
Me volvió a tapar la boca, como cuando me puse a chillar lo de Hannah.
-Te quiero a ti igual que a Fizzy y las gemelas. Y lo sabes. ¿Cómo no iba a hacerlo? Es cierto que ahora tú eres insoportable, pero tú fuiste la primera mujer en robarme el corazón.
Me puse roja como un tomate y lo miré.
-¿Qué? ¿Estás enamorado de mí?
-Eres mi hermana pequeña. Claro que estoy enamorado de ti. De ti, de Fizzy, y de Daisy y Phoebe. No sabes lo que se siente cuando un bebé recién nacido te mira a los ojos y te sonríe cuando apenas lleva unos segundos de existencia aquí fuera-hizo un gesto con la cabeza en dirección a los árboles, las flores, las parejas que paseaban, la gente corriendo, los perros jugando con sus dueños... nuestro mundo en general.
-Yo también vi nacer a Fizzy y las gemelas.
-Pero eres del mismo sexo que ellas. Las quieres de manera distinta a mí,porque yo soy un chico y tú eres una chica. Tú fuiste la que me enseñó qué era querer a otra mujer que no fuera mi madre, Lottie-me apartó el pelo de la cara y me limpió una lágrima-. Así que no te atrevas a decir que no te quiero a ti igual que a las pequeñas, porque sabes que es mentira.
-Nunca me habías...
-¿Dicho eso?-adivinó. Asentí-. Cuando estoy en casa te comportas como si fueras la ama y señora del lugar, el macho alfa, y yo soy el beta que viene a quitarte el sitio, cuando en realidad el alfa legítimo soy yo, y los dos lo sabemos. Te hinchas como un pavo. Me puteas como si no hubiera mañana. Muchas veces pareces Stan cuando te pones en plan tocapelotas, cuando empiezas con tu numerito de aquí se hace lo que yo diga, y punto-alzó las cejas y yo sonreí-. Y eso mola, ¿o me vas a decir que no?-me pasó un brazo por los hombros y tiró de mí hasta colocarme en su pecho- ¿No mola que nos peleemos, que discutamos siempre, que nos digamos el uno al otro que nos comamos el rabo?
-O el coño-susurré. Se echó a reír.
-Lo tendría difícil para comerte el rabo, francamente.
Me eché a reír.
-Echaba de menos las tardes como hoy.
-Es la primera vez que vamos los dos juntos, solos, de compras, Louis.
-No es la primera vez que estamos toda la tarde enredando los dos juntos, solos, Charlotte-se burló.
-Tenemos que salir así mas a menudo.
-Sí, pero de noche no. Paso de volver a llevarte borracha a casa.
-¿Perdona? La última vez te llevé yo borracho a ti.
Se echó a reír.
-No sabes lo que moló aquella noche.
-Pues tu española se acojonó.
-Mi española se está acostumbrando a que beba a todas horas.
-Costumbre que le estás pegando a Zayn-le acusé, cruzándome de brazos. Alzó las manos.
-¡Usted perdone, milady, pero Zayn va por el camino de los chicos malos él solo! Para algo es un malote de Bradford. Pero gracias por preocuparte por tu chico favorito de One Direction antes que de tu propio hermano. Lo aprecio.
-Mi voz favorita es la tuya, Lou. Es dulce.
-¿Siempre?
-No. Cuando hablas es horrible. Por eso no te soporto cuando tienes la boca abierta.
Me eché a reír cuando él casi desencajó la mandíbula.
-Mira, Lottie, mi vida... vete a tomar un poco por el culo.
Y me eché a reír ante su gesto de fastidio.

lunes, 25 de febrero de 2013

Summer love.

No puedo creer que estés haciendo las maletas, intentando con todas tus fuerzas no llorar. Tuvimos los mejores momentos de nuestras vidas, pero ahora éste es el peor. Ahora tenemos que decirnos adiós. No me prometas que me escribirás, no me prometas que llamarás, tan sólo prométeme que nunca olvidarás que lo tuvimos todo. 
Porque fuiste mía en verano, pero ahora sabemos que se está acabando, es como la nieve en Septiembre, pero yo siempre lo recordaré, tú fuiste mi amor de verano. Tú siempre serás mi amor de verano.
Ojalá pudiéramos estar solos ahora, encontrar un lugar en el que escondernos, tener un último momento como el primero, apretar un botón y retroceder. No pronuncies las palabras que están en tus labios, no me mires de esa forma, tan solo prométeme que recordarás esto cuando el cielo se vuelva gris.
Porque fuiste mía en verano, pero ahora sabemos que se está acabando, es como la nieve en Septiembre, pero yo siempre lo recordaré, tú fuiste mi amor de verano. Tú siempre serás mi amor de verano.
Así que, por favor, no hagas esto más difícil; no podemos llevarlo más lejos, y sé que no hay nada que quiera cambiar, cambiar.
Porque fuiste mía en verano, pero ahora sabemos que se está acabando, es como la nieve en Septiembre, pero yo siempre lo recordaré, tú fuiste mi amor de verano. Tú siempre serás mi amor de verano. Tú siempre serás mi amor de verano. Tú siempre serás mi amor de verano.
¿Y si esto no es solo para una chica? ¿Y si es para muchas? Para unos 10 millones, aproximadamente, que somos ahora. ¿Y si es así?
Todas sabemos de los vídeos que hacen, los que predicen lo que pasará dentro de 50 años, cuando crezcamos, cuando formemos nuestra familia... o cuando la banda se separe, cuando dejen de ser One Direction y pasen a ser simplemente Louis, Niall, Liam, Zayn y Harry, cada uno por separado, cada uno con una vida diferente, coincidiendo con otro muy de vez en cuando, no volviendo a estar juntos nunca más. No quiero que pase, pero es lo que dicen que pasará, y seguramente tengan razón.
No estoy preparada para verlos solos, o para olvidarme de ellos. No quiero que un día salga una noticia de ellos por la tele, cuando sea mayor, yo mire la pantalla y piense "Con lo que me dieron, y ayer ni pensé en ellos. Con lo que me reí, con lo que dije quererlos, y ahora quiero a otro. Con la cantidad de hijos que juré darles, y ahora los míos no llevan ninguno de sus apellidos. Con lo que me gustaban, y los olvidé". No estoy preparada para plantearme si quiera el que algún día podría llegar a pensar eso, que hay una posibilidad de que los olvide, que hay una manera de que, tal como entraron en mi vida, salieron.
Pero por otra parte me alegro de que escriban canciones como la de arriba. Me alegro de que, si se tienen que despedir de mí, que lo hagan cuando yo aún no puedo dejar de pensar en ellos, no cuando crezca y los olvide. Decimos que nuestro amor por ellos siempre perdurará, y es cierto, pero podemos querer algo tanto que demos por sentado que siempre estará ahí, detrás de nosotros, poniéndonos una mano en el hombro y diciendo que nos apoyarán.
Decimos que nuestro amor siempre estará ahí, ardiendo con más o menos fuego, pero no se apagará nunca, y creo sinceramente, creo en el alma, el corazón, la cabeza, la mente, todo, que tenemos razón. Nuestro amor perdurará. El recuerdo del ahora perdurará.
Siempre recordaremos este amor de verano al que llamamos One Direction.
No prometo escribir, no prometo llamar... pero sí prometo no olvidar que una vez, con ellos, lo tuve todo.

¿Rojo? La sangre de los luchadores. ¿Dorado? La gloria de la estatua.





"Me he cortado el pelo, mi precioso pelo; espero que merezca la pena"
La ha merecido, Anne.
La ha merecido.

sábado, 23 de febrero de 2013

Del fondo de las escaleras

En cuanto las luces de mantener los cinturones abrochados se apagaron, todos nos levantamos y nos pusimos a mover los asientos del avión (los jets privados tenían esas ventajas) para sentarnos en círculo y poder mirarnos los unos a los otros. Louis se puso a mirar por la ventana, le pasó un brazo a Eri por los hombros, se sonrieron, y deseé gritarle que le pidiera matrimonio ya, en ese momento, allí. Yo mismo los casaría si hacía falta.
Victoria levantó la cabeza y me miró, tímida, cuando le acaricié la mano. Eri posó sus ojos en mis dedos, recorriendo el dorso de mi chica, y sonrió para sí, como si ella nos hubiera juntado. Victoria clavó sus preciosos ojos verde esmeralda en ella, y le dedicó una tímida sonrisa que la española no dudó en devolver.
Había estado bien cómo se habían conocido.
-¿Eres Victoria?-había preguntado Eri, dándole dos besos para asegurarse de que era quien creía que era-. Bien. Atiende, nena-el mismo nena de Louis, algo que siempre me hacía reír cuando lo escuchaba de su boca-. Como le hagas daño a Niall, la única forma que tendrás de sobrevivir a la paliza que te meteré será consiguiendo que alguien te muerda y acabes con el iris rojo sangre. ¿Capichi?
-Está de broma-soltó Louis, tirando de Eri para retirarla de la nueva incorporación a nuestro pequeño grupo de amigos (no tan pequeño, en realidad), intentando alejarla de la pelea que estaba claro que la española deseaba fervientemente.
-No, no lo estoy.
-Cierra la boca, Eri.
Victoria sonrió.
-No te verás obligada a eso, tranquila.
Su dulce voz me acunó y me llevó al séptimo cielo; su acento cantarín de Gales me obligó a mirarla con adoración, como si fuera la virgen María.
Era una diosa, mi diosa. La princesa que yo llevaba tanto tiempo esperando. Y, por fin, la tenía.
Liam sacó una baraja de cartas y se nos quedó mirando a todos con una ceja alzada, mezclándolas entre sí.
-Caballeros. Damas. Se acabó la tontería. ¿Quién quiere jugarse los intestinos?
Eri sonrió.
-Voy a darte la paliza de tu vida, Liam, y lo sabes.
-Cállate, Eri, que no sabes nada de cartas. Todo lo que sabes te lo hemos enseñado nosotros-protestó el más sensato que, en cuestión de juegos de mesa, se volvía una hiena. Eri se echó a reír, Louis se revolvió y se quejó.
-¿Hola? Soy española, corazón. ¿Te suena de algo mi país? Dos palabras: corrupción. Estafadores. Lo llevamos en la sangre-tendió la mano en dirección a Liam y esperó un segundo a que éste le entregara la baraja. La dividió en dos, colocó la mitad que antes había sido inferior sobre la superior y le devolvió la baraja a Liam.
-Ya está trucada-se burló Zayn, palpándose el bolsillo de la chaqueta en el que siempre guardaba los cigarros. Alzó la vista y miró a su madre, que lo contemplaba con las cejas alzadas, suspiró, levantó las manos y sonrió. Tricia le devolvió la sonrisa, se inclinó hacia Karen y siguió cotilleando con el resto de nuestras madres, mientras nuestros hermanos (el gran clan de chicas y mi hermano Greg, más bien), se dedicaban a cotorrear. Mujeres.
Y Greg.
¿Por qué coño no venía mi hermano? Si se estaba muriendo del asco, no había más que verlo.
Como si me leyera el pensamiento, Greg se levantó y se acercó a nosotros. Cogió un cojín de los asientos y se sentó en el suelo, entre Harry y Zayn.
-¿Cabe uno más?
-Muérete, Greg, viejo chiflado-replicó Louis sonriendo sin levantarse la capucha de la sudadera. Greg se echó a reír.
Era curioso cómo Louis y Greg se llevaban tan bien, mejor incluso que nosotros. Sería la edad.
O que Louis tenía paciencia suficiente como para aguantar a mi hermano cuando se ponía gilipollas. O que Greg nunca se había puesto gilipollas con los demás chicos. Sería un cúmulo de circunstancias.
Liam alzó una ceja, miró a mi hermano, le preguntó si iba jugar, y él asintió. Greg se nos quedó mirando a mí y a Victoria.
-¿No somos muchos?
No sé qué pretendía exactamente; si cabrearme o poner roja a mi chica. Consiguió ambas cosas. Enhorabuena, Greg.
-Yo no juego-susurró Vic tímidamente, sin apenas alzar la voz. Greg asintió, y yo alcé una ceja. ¿De qué iba todo esto?
Tragué saliva y eché un vistazo a las cartas que me habían tocado mientras Victoria se acomodaba en mi hombro y echaba un vistazo. Nos miramos, preguntándole el uno al otro qué le parecía aquella mano, pero estábamos aún a años luz de la casi telepatía de Eri y Louis. Vi en sus ojos esmeralda que le parecía bastante bien, y ella debió de ver en los míos que agradecía no estar jugando al poker.
Louis se revolvió en su asiento, incómodo, alargó la mano y comenzó a palpar a su alrededor hasta que consiguió encontrar su iPod. Bostezó, desanimado con la canción que estaba escuchando, y le dio a siguiente. Gimió cuando los tambores de nuestra Rock Me le retumbaron en los oídos, y rápidamente pasó la canción. Alba se lo quedó mirando, incrédula.
-Tommo, ¿qué acabas de hacer?
Louis le enseñó su dedo corazón a modo de respuesta, y Eri no pudo reprimir una sonrisa. Siempre sería del equipo del que fuera Louis, no importaba a quién le pusieras con delante; ella iría tras él. Y él tras ella, lo que los conduciría a un círculo vicioso del que sería casi imposible salir.
Tras casi tres cuartos de hora jugando, después de que Louis amenizara las partidas con sus ronquidos, Liam y Eri se miraron y decidieron subir de nivel: ajedrez. Ellos dos. Lo que implicaba una partida de lo más interesante, porque se lanzaban pullas impresionantes. Era la única vez que Liam se podía llegar a comportar "mal", cuando jugaba al ajedrez con la española.
Felicité se acercó a nosotros y nos sonrió, como pidiendo permiso para entrar en la conversación, cuando lo necesitaba: su apellido era acreditación de sobra. Harry palmeó el asiento a su lado, el que Liam había dejado libre tiempo atrás, y Fizzy se sentó, poniéndose colorada. Levantó un segundo la mirada hacia mí y Victoria, temiendo preguntar, y volvió a bajarla. Miró a su hermano, que llevaba dormido buena parte del vuelo, y después a su cuñada, que sonreía como si ya tuviera la partida ganada, cuando nada más lejos dela realidad.
-¿Estáis nerviosos?-preguntó Fizzy, tímida, jugando con un móvil que había posado en su asiento. Le dio vueltas y más vueltas entre sus dedos, negándose a detener el baile del aparato. Asentí. Llevaba sintiendo un nudo en el estómago desde que nos comunicaron que habían conseguido una fecha para nosotros en Madison Square Garden, la arena más famosa y grande del mundo. El nudo en el estómago había aparecido cuando procesé la información, y pude traducirla a mi idioma.
Iba a cumplir mi sueño. Iba a cumplir el mayor de ellos.
Y Zayn había contribuido a ponerme más nervioso con sólo decirme: Serás el primer irlandés en tocar en Madison Square Garden.
Tragué saliva y contemplé a mi amigo, el único soltero que quedaba en la banda. Esperaba que fuera por poco tiempo, que encontrara a su Victoria particular, aquella que le hiciera reír, con la que todos los problemas parecieran nimios.
Mi galesa.
Zayn ni siquiera levantó la vista del libro que había cogido para el viaje, uno de Jane Austen, si la vista no me fallaba.
Miré a Victoria, que contemplaba a la hermana de Louis con una adoración mal contenida: a Vic le costaba mucho controlar la emoción que sentía cuando conocía a alguien cuyo nombre ella sabía muy bien. Fizzy le sonrió, Victoria le devolvió la sonrisa.
-Eres Victoria, ¿no?
Victoria asintió, sorprendida de que Felicité conociera su nombre. La cría le tendió la mano.
-Fizzy Tomlinson.
-De hecho, ya te conozco-susurró mi chica tímidamente, alzando la mano y estrechándosela a la cuñada de una de mis españolas favoritas.
Fizzy alzó las cejas, sorprendida pero no en demasía.
-¿Eres Directioner?
La pregunta ofendió a Victoria.
-Niall siempre dijo que no podía esperar para salir con una de nosotras, ¿recuerdas?-vaya, qué rápido se le había ido la timidez. Supuse que se debía a que era 6 años mayor que su interlocutora.-. Nadie aceptaría que yo no lo fuera. Y Nialler no miente, ¿verdad?-me miró, clavó aquel par de esmeraldas en mí, asesinándome lentamente, y asentí con la cabeza, notando la boca seca. Quería su boca en la mía. Ahora.
-No lo hago, no-susurré, aunque era mentira, a veces sí que lo hacía. Pero por una buena causa. Como mantener secretos. O cumplir promesas que sabía me costaría mucho más si decía la verdad. O destrozar fiestas de cumpleaños (algo que casi conseguí de no ser por la labia de Eri, que nadie sabía muy bien de dónde provenía).
Noemí levantó la vista y me miró, comenzó a seguir la letra de una canción sin emitir un solo sonido, y por el movimiento de sus labios la reconocí.
Mi ídolo y amigo.
Justin.
Miré a Victoria, que asintió con la cabeza y me dejó marchar. Fizzy rápidamente se sentó en el hueco que yo había dejado libre, sumiéndose en una acalorada discusión en voz baja acerca de cuál era nuestra mejor actuación en el programa, cuál era el mejor vídeo diario, y cuál era la mejor canción de cada uno de los dos discos que ya teníamos en el mercado.
Dios, dos discos ya.
El segundo, salido a mediados del mes pasado, haría unos quince días, y que había hecho justicia a las previsiones, gracias a aquel perfecto ejército de fans que teníamos nosotros. Fieles como perros, luchadoras como leones... Directioners.
Las mismas que habían hecho posible que yo ahora mismo estuviera metido en un avión, sobrevolando el Océano Atlántico con destino a Nueva York, la ciudad de los rascacielos por excelencia y los sueños de los musicales, a cumplir el mayor de todos los míos.
Me senté al lado de Noe, que me pasó un auricular, y tecleó en su BlackBerry para volver a poner la canción desde el principio. Oh, sí.
Die in your arms.
Noemí alzó las cejas mientras los dos nos entregábamos en silencio a la canción. Joder, tenía una suerte por tener aquel grupo de amigos, con mis dos nacionalidades favoritas, dos de mis fanbases favoritas... sí, la suerte que tenía no me la merecía, pero no diría nada, porque los chicos se cabreaban mucho cuando hablaba de que muchas cosas que nos pasaban no deberían hacerlo por mi simple presencia.
Recordé casualmente la vez en que Liam me abrazó mientras yo terminaba rindiéndome a las lágrimas, en un concierto en Inglaterra, cuando una fan me gritó que yo no merecía estar en la banda. Una cosa era que supieras que lo pensaban, otra cosa era que tú mismo pensaras de esa manera, pero algo muy distinto era que me lo dijeran, y más cuando estaba en plena actuación.
Liam se levantó de un salto de la silla y se puso a correr por el avión como un condenado mientras Eri daba manotazos a todas las piezas de ajedrez, lanzádolas en todas direcciones y haciendo que chocaran contra sitios desconocidos e inexplicables mientras maldecía en español.
-Me cago en el Liam, me cago en el ajedrez, me cago en la madre que parió a Liam, me cago en la madre que parió al que inventó el ajedrez, me cago en los aviones, me cago en las partidas, me cago en todo lo que se menea y todo lo que no se menea, me cago en los dioses hebreos, en los cristianos y en los de los chinos, me cago en la virgen-ladraba la cría, azotando a cada pieza como si fuera uno de sus hijos malcriados-. Me cago en la puta...
Cogió la reina blanca, la de Liam, con los dedos, la sostuvo ante sus ojos y bufó.
-Zorra hija de puta.
Alcé las cejas sin apartar la vista de ella, todos los que la tenían cerca y la habían escuchado la oyeron. Eri se desconcentró un segundo, pasó sus ojos de la pieza a mí y murmuró:
-¿Me has entendido?
-Hasta la última palabra.
-Me tienes enamorada, Niall-replicó en su lengua, seguramente para que me enloqueciera aún más el hecho de que mi español estuviera evolucionando tanto como para poder comprenderla-. Dile al Tommo que tenga cuidado si no quiere que le roben a su novia.
-¿Me ves capaz?-repliqué, con mi fuerte acento irlandés. Negó con la cabeza.
-Eres un santo.
Asentimos con la cabeza y Victoria se me quedó mirando con los ojos abiertos como platos y gesto suspicaz. Me encogí de hombros.
-No sabía hasta qué punto entendías el español, Niall.
Me encogí de hombros.
-Es lo que hay.
Se echó a reír, su risa era música para mis oídos. Liam volvió al lado de nuestra amiga.
-¿Otra partida?
-¡ME CAGO EN TU PUTÍSIMA MADRE, LIAM!-ladró la chica, luego le lanzó una mirada de disculpa a Karen, que hizo un gesto con la mano para restarle importancia. Todos sabíamos que Eri quería y respetaba a nuestras madres por el simple hecho de habernos creado a nosotros, de permitir que nosotros fuéramos posibles y estuviéramos allí, con ella. Siempre.
 Tal fue el grito que pegó Eri, Louis frunció los labios y la contempló.
-¿Qué pasa ahora? ¿Qué habéis armado ya?
Sacudió la cabeza, disgustado por haberse perdido la oportunidad de enredar. Joder, cualquiera diría que era el mayor, que tenía 20 años. Puto Louis, sonreí.
-Le he pegado una paliza al ajedrez que podías alucinar un rato, Louis-sonrió Liam, mientras Eri lo fulminaba con la mirada. Louis sonrió, sabiéndose dueño de un gran secreto.
-Tiene mal perder, ¿eh?
Asintió con la cabeza, la chica controlando sus ganas de darle un tortazo y dejarlo tonto el resto de su vida.
-No tienes ni idea de cómo es cuando se trata del sexo-Louis bajó la voz para que sus madres no las oyeran, seguramente más preocupado de sus horarios de cama particulares que de que su novia pudiera avergonzarse.
-Me cago. En la madre. Que te parió.-gruñó Eri por lo bajo-. Ya vendrás, ya.
Victoria apenas podía controlar su risa. Ya se iría acostumbrando a las pullas de la pareja más antigua de la banda, pero nadie esperaba que lo hiciera en ese instante, porque a todos nos había llevado una gran temporada.
Louis le guiñó un ojo, pero Eri estaba de demasiada mala leche como para dejarse seducir, así que lo obligó a extender sus brazos. Eri  cruzó los suyos, Louis abrió y cerró las manos como un bebé. Les gustaba, en el fondo les encantaban esos juegos. Eri contuvo una sonrisa y se acercó a él.
-¿Qué?
-Ponte para abajo.
-¿Qué quieres?
-Que te pongas para abajo.
Eri suspiró, se apartó el flequillo de la cara y se inclinó hacia su novio, que le sonrió.
-Tienes muy mal perder.
-Eres un gilipollas.
-Y tú eres preciosa. Qué le vamos a hacer- se encogió de hombros.
Eri soltó una risa nerviosa.
-Bobo.
Se inclinó y posó sus labios en los de Louis, que los reclamó con insistencia. Normalmente apartaba la cara para dejarles intimidad, pero ahora mismo me apetecía mirar. Eran tan iguales y a la vez tan diferentes. Ella era madura para su edad, él... bueno... era Louis.
Louis palmeó su asiento a su lado y Eri se sentó sin perder tiempo. Se metió bajo su brazo y le arrebató un auricular, asintió con la cabeza, de acuerdo con la canción que le había tocado escuchar, y se apartó el pelo. Louis no se perdió nada de lo que hacía su chica.
Yo volví con mi chica cuando las canciones de Noemí no me llenaban: necesitaba sentir a un cálido cuerpo cerca del mío, un pequeño cuerpo al que abrazar.
Victoria me recibió con una sonrisa de oreja a oreja, contenta de que volviera con él. Fizzy me hizo una mueca (cómo se notaba que era hermana de su hermano), se levantó y se fue con Zayn, que continuaba la lectura de su libro sin hacer caso de lo que ocurría en torno a él, lo cual era admirable.
-Se mueren todos-susurró Alba, sonriendo al moreno. Zayn levantó la mirada.
-¿En serio?
-Totalmente.
-Claro que lo hacen, Alba, so boba. ¿No ves que la novela es de hace más de un siglo?-se burló Eri, con lo que Alba le sacó la lengua. El ir tres veces al cine en tres días, dos premiéres y una sesión normal, las había unido más que nunca. Me pregunté si entendería algo si iba a ver Amanecer en español con ellas. Podríamos hacer la prueba.
Louis levantó la cabeza y miró a ambas.
-Hoy estás peleona, ¿eh?
Eri se encogió de hombros.
-No todos los días nos sacan del instituto para ir a la mejor ciudad del mundo-respondió Noemí, sonriendo.
-¡No jodáis, que nos vamos a Los Ángeles!-chilló la primera, la mediana de las tres, dando un brinco de puro éxtasis y mirando a su novio, que frunció el ceño y negó con la cabeza.
-Vamos a Nueva York, tía-replicó la mayor, frotándose la cara. Eri fulminó a Noe.
-De toda la vida de Dios la mejor ciudad del mundo es Los Ángeles.
-Es Nueva York.
-Perras, por favor, es Forks. Cerrad la boca-replicó Alba, alzando las manos como un papa predicador. Me eché a reír.
-¿Sabes lo que te quiero ahora mismo, Alba?-replicó Liam, acercándose y dándole un rápido beso mientras recogía el tablero. Eri se mordió el labio.
-Ya lo recojo yo, Liam, deja eso.
Liam se encogió de hombros.
-No te preocupes, pequeña.
Y siguió a lo suyo.
-Pues yo-replicó Harry, rompiendo su pensativo silencio mientras contemplaba su móvil por primera vez desde hacía una hora-, ahora mismo odio a Alba, porque todos sabemos que se van a poner a hablar de Crepúsculo  como si no hubiera mañana.
-Nunca hay mañana cuando hablamos de la Saga, Harry-replicó Alba.
-Exacto, porque Taylor está muy bueno, y es genial.
-Taylor me puede comer el rabo-replicó Louis, toqueteando su iPod. Eri lo observó anonadada, valorando el sacrilegio que había cometido Louis.
-Te odio.
-Eso está bien. El odio es un sentimiento ardiente-sonrió él.
-Eso es de Amanecer. Lo dice Jacob en su parte.
-Pues me cago en Stephenie Meyer por crear ese puñetero libro y en ti por no callarte con que tengo que leerlo y por leérmelo y en mí por quedarme con esas gilipolleces.
-Hemos roto.
-¿Por qué?
-Porque has insultado a Stephenie.
-Eri. Que soy Louis.
Eri lo miró de arriba abajo.
-Ese truco no te funcionará siempre-le advirtió ella, él se echó a reír.
-Bueno, no te preocupes, que cuando me deje de funcionar, pensaré en algo. No te vas a escapar de mí tan fácilmente.
Todos gemimos, incluida su novia.
-Eso es muy bonito. ¿Qué te has tomado ya?
-Nada, lo juro por mi madre.
Victoria alzó una ceja, y se lanzó a sugerir.
-¿Tal vez un par de comedias románticas?
Louis sacudió la cabeza.
-Louuuuuuuuuuuuuuuu-susurró Eri, zalamera, acariciándole el brazo. Louis suspiró.
-Tomé té, ¿vale? Tomé bastante té. Y sabéis cómo me sienta.
Sí, sabíamos cómo le sentaba. La última vez que lo había tomado se había puesto como loco a darnos besos y abrazos, diciendo que nos quería, que éramos los hermanos que nunca había tenido.
-Aw, Lou-susurró Eri, besándolo en la mejilla. Louis la miró con el ceño fruncido.
-No es para tanto. No me comas los morros, no hace falta, gracias.
Nos echamos a reír, y Eri desobedeció lo que su novio había dicho al pie de la letra, haciendo caso de su envenenado sarcasmo.

-GO TOMMO GO!-bramó Liam al micrófono, haciendo que todo el estadio temblara. La música de por sí estaba alta, los micrófonos también, pero si nos poníamos a gritar nos quedaríamos solos.
Mientras gritaba esto, Zayn, Harry y yo empujamos a Louis hacia delante en el escenario, y Liam hacía gestos de rapero mientras las chicas saltaban al pie del escenario, con las manos en alto, dando unos brincos dignos de los mamíferos propios de Australia.
Sabía que iban a hacer eso, sabía que Liam iba a armarla igual que en el disco, así que apenas pude controlar la risa cuando estaba llegando a los últimos versos de mi solo, por lo que Zayn se ocupó de mi parte mientras me reía como un condenado.
-Feels like I'm constantly playing-Louis le alzó una ceja a Eri, que se metió el puño en la boca. Todos sabíamos de lo que opinaba Eri de la voz de Louis; a ella podría gustarle mucho él, su físico, su sentido del humor, pero la voz del mayor de nosotros era algo con lo que la española no podía competir- a game that I'm destined to lose, cause I can't compite with your boyfriend-todos negamos con la cabeza, salvo él, que alzó el brazo de sus tatuajes y exclamó-, he's got 27 tattoos!
-Would he said that he's in L-O-V-E? Well, if it was me then I would, I WOULD.
Y todos nos sumamos a Zayn en el estribillo, nos tocara o no, porque para algo estábamos en Madison Square Garden, ensayando por primera vez: podíamos permitirnos errores en esa ocasión, no en las demás, y aprovecharíamos cada oportunidad al máximo.
Cuando terminamos de cantar la canción, y los últimos acordes morían en el eco de la sala, las chicas empezaron a chillar y silbar. Nosotros nos acercamos los unos a los otros, luego al borde del escenario e hicimos una profunda reverencia. El equipo que nos acompañaría en la actuación, controlando que todo estuviera bien, aplaudía por todas partes, desde sus puestos de combate.
-¿Vas a por los 27?-se burló Eri, señalando el brazo de Louis, con un nuevo tatuaje. Louis le sonrió.
-De momento vamos a por los siete.
Eri se echó a reír, negó con la cabeza y aceptó la mano que Louis le tendía para subirla al escenario. Noemí la contempló subir a donde ella había llegado antes y dedicaron una sonrisa tensa.
Victoria me pasó un brazo por los hombros, la miré, y nos sonreímos.
-Este sitio es grande.
Asentí con la cabeza, sin poder apartar la vista de las gradas, la enorme pista, los focos, las pantallas: todo allí era en una escala demencial, solo comparable al estadio de los Juegos Olímpicos.
-¿Estaréis bien por aquí?-preguntó Liam a las chicas, pues ahora nos tocaba ir a grabar un par de cosas. Ellas asintieron, y Liam miró a Victoria; como era la mayor de todas, se suponía que debía cuidarlas.
-¿Vic?
Victoria asintió.
-Nos portaremos bien, ¿verdad, chicas?
Eri asintió con la cabeza.
-Yo no sé vosotras, pero voy a ir a comprarme una bandera americana.
-¡Hala, Eri!-exclamó Zayn, haciéndome soltar una risita-. ¡Estás muy loca!
Eri se echó a reír.
-¡Vosotros ya habéis estado en América antes, y yo no! ¡Tengo derecho a hacer fangirling con mi país favorito!
Todos la miramos con el ceño fruncido.
-¿No es Inglaterra?
-Es mi segundo país favorito-se excusó ella, mirando al suelo.
-¿No lo era Irlanda?-la ataqué yo. Suspiró y bajó los hombros.
-Es el tercero.
-Menudas puñaladas nos das, niña-se burló Harry, y la cría hinchó los carrillos y frunció el ceño, mostrándonos su descontento. Todos corrimos a abrazarla, formando un círculo de ahora nueve personas donde antes había ocho.
Llevé a un aparte a Victoria y le cogí las manos.
-Escucha, nena-susurré, clavando mis ojos en los suyos; tenía que dejar de estar tanto tiempo con Louis porque él al final me pegaba las frases y maneras de llamar a las mujeres-. Si necesitas algo, solo tienes que llamarme, ¿de acuerdo? Si te sientes sola, o ellas te asustan, tú tranquila.
Victoria asintió.
-¿Tienes miedo?-me preguntó. Me mordí el labio-. De que no funcione.
Fruncí el ceño, negué con la cabeza y la tomé de la cintura para pegarla más contra mí; pude oler el aroma de su piel, sentir el calor que irradiaba su rostro acariciando la piel del mío, su respiración entrecortada por mi repentino ataque de pasión contenida que ella no se esperaba...
-¿Lo nuestro? No. Funcionará. Funciona-le aparté el pelo de la cara y enredé mis dedos en su cabello azabache, distraído. No podía ser tan perfecta y estar conmigo, no podía tenerla allí, delante de mí, una diosa hecha mujer solo para mí.
Sacudí la cabeza.
-De lo que tengo miedo es de que tú... bueno... te hagan algo. Las chicas pueden ayudarte si algo se mueve contra ti, ¿sabes?
Victoria sacudió la cabeza, no sé si diciéndome que no me comprendía, que dejara el tema o que estaba bien lo que le estaba diciendo.
-Vic-le pedí, poniéndole las manos en los hombros. No podía contarle lo de las fantasmas que se dedicaban a putear a las chicas; ahora que había encontrado a aquélla con la que quería estar, no estaba dispuesto a dejarla marchar tan fácilmente.
Victoria suspiró y se pellizcó el ceño, su dulce acento galés vino un poco después:
-No sé a qué te refieres, Niall. Creo que me hago una idea, pero no estoy del todo segura. Si te refieres a las fans, no te preocupes, creo que podré manejarlo. Además, tampoco creo que ellas me hagan todo lo que les hicieron a las demás... yo soy de la familia, ¿recuerdas?-sonrió, tratando de tranquilizarme. Tragué saliva. Sí, las fans también podían llegar a ser un problema si ellas se lo planteaban-. Además, te quieren. Y estaban como locas porque encontraras a "tu princesa"-hizo el gesto de las comillas con ternura, y yo no pude evitar devolverle la sonrisa con que me había obsequiado antes-. No me harán nada porque a ti, a vosotros, os respetan, y quieren que seáis felices. Y si tú eres feliz conmigo... entonces...-bajó la vista y se apartó el pelo de la cara, colocándose los mechones detrás de las orejas apresuradamente. Le coloqué el índice en la barbilla y le hice alzar de nuevo la vista; quería hundirme en aquellos ojos esmeralda, ver los prados de mi Irlanda natal extenderse ante mí en aquellos círculos galeses preciosos.
-Lo soy.
Se puso roja como un tomate, y me acarició la mano lentamente.
-Yo también.
Dio un paso hacia mí, yo me incliné hacia abajo (era toda una experiencia el tener que mirar un poco para abajo para ver los ojos de alguien, pues, al ser el más bajo de la banda, siempre tenía que estar alzando la cabeza), sostuve su rostro entre mi manos y la besé despacio, saboreando el momento. Ella abrió la boca y empujó mi lengua con la suya, y yo le devolví el movimiento despacio. No quería separarme de ella. ¿No podía llevármela a grabar el videoclip? ¿Y One Way Or Another? Tampoco pasaría nada porque estuviera allí, ella era de fiar, era mi novia, si se armaba, sería fácil descubrir quién había sido...
Pero ella también merecía pasar una tarde de chicas con las españolas para conocerlas mejor. Era cierto que había estado un rato con todas ellas, pero siempre habíamos estado los demás mediando, por lo que tampoco habían llegado a conocerse bien, y aquélla era la oportunidad perfecta para todas de conocerse mejor y volverse más cercanas.
¿Era ese el momento indicado para decírselo? Nos separamos y ella aún tenía los ojos cerrados y los labios un poco entreabiertos. Parpadeó y me miró.
Tal vez fuera pronto.
-¿Luego hablamos?-sugirió, balanceándose hacia atrás y adelante, sobre la suela de sus zapatos. Asentí con la cabeza.
-Te llamo cuando acabe de grabar.
Sonrió, asintió con la cabeza y se dirigió hacia Eri y las demás chicas, que la esperaban sonrientes. Se pusieron a hablar emocionadísimas de lo que iban a hacer esa tarde, calculando con precisión milimétrica todos y cada uno de los momentos que las esperaban.
Como si les hubieran hecho un gesto, las cuatro se fueron a la parte trasera del escenario y se metieron por una puerta que daba a un pasillo con final en uno de los callejones de los laterales del estadio. Me acerqué a los chicos, recordando la mirada expectante de Victoria cuando terminamos de besarnos.
No quería estropearlo por ir demasiado deprisa.
-¿Tíos?
Se acercaron a mí, sabiendo que íbamos a iniciar una de nuestras legendarias conversaciones sobre mujeres, solo que esta vez el protagonista sería otro: yo.
El único que nunca había sido el protagonista hasta entonces.
Harry me pasó el brazo por los hombros e hizo un gesto con la mano, invitándome a comenzar con mi explicación.
-¿Cuándo les dijisteis a vuestras novias que las queríais?-espeté sin preliminares, y todos se me quedaron mirando como si no entendieran lo que les había dicho. Mierda, ¿había hablado en irlandés?
Louis frunció el ceño.
-Bueno, Eri y yo... eh... ¿Qué? ¿Tres semanas?-se pasó una mano por el pelo y cerró los ojos, tratando de recordar-. Puede ser que lleváramos tres semanas.
-Yo llevaba con Alba dos.
-Yo ni siquiera había empezado con Noemí.
Y cada uno había tenido una bronca, una pelea y una ruptura (bueno, salvo Louis, pero porque tenía suerte con Eri) mayor que la anterior. Suspiré.
-¿Por qué?-preguntó Zayn, dándome un puñetazo suave en el pecho y echando a andar a seguir a nuestras chicas. Me encogí de hombros.
-No sé si es pronto para que se lo diga a Victoria.
-Tiene que salirte del alma. No necesitas nada más. Si lo sientes, dilo-me animó Louis.
-Sí, mira, Nialler-convino Liam-. ¿Alba?-la llamó casi gritando, ella se volvió y nos miró.
-¿Sí?
-Te quiero.
Alba le dedicó una media sonrisa.
-Yo también.
Y siguió caminando, corriendo para alcanzar a sus amigas.
Louis suspiró cuando Eri se cogió el pelo, se lo alzó sobre sí para que le viéramos el cuello y comenzó a sacudir las caderas.
-Venga ahí, Beyoncé-sonrió Liam, Eri se giró, se echó a reír y nos tiró un beso.
-Está mal de la cabeza-susurró Harry, mirando a Louis, esperando que saltara a defenderla como un fiero león defendería a sus cachorros.
-Ésa es la mejor parte-sonrió. Todos soltamos unos cuantos gemidos para que Louis se sonrojara, pero no lo íbamos a tener tan fácil. Por lo menos conseguimos que agachara la cabeza.
Paul estaba esperándonos sujetando a las chicas, cogiendo a Noemí de la cintura y alzándola de manera que no se fuera a ningún lado, mientras la pequeña pataleaba. Se nos quedó mirando, esperó a que formáramos un círculo que lo rodeara a él y a las mujeres y preguntó:
-¿Qué hago con ellas?
Victoria comenzó a dar brincos alrededor de Eri, que comenzó a girar sobre sí misma dando botes. Louis y yo intercambiamos una  mirada de preocupación. Eri había tardado demasiado poco en conseguir que Victoria hiciera el subnormal.
Se cogieron de la cara interna del brazo, en la parte del codo, y comenzaron a dar vueltas y más vueltas, chillando algo que ninguna vocalizaba, por lo que no se entendía.
Alba se puso a dar brincos por la calle a lo bailarina, haciendo que Liam se tapara la cara para no verla.
Y Noemí comenzó a patalear con más ahínco y a jalear a sus amigas, diciéndoles que tenían que hacerlo todo más deprisa, más rápido, mejor.
Suspiramos.
-Estaba a punto de decirte que vinieras con nosotros, pero ellas te van a necesitar más-murmuró Liam, sin poder creerse que Alba estuviera recreando Bailando Bajo la Lluvia con una farola. Qué graciosa, me recordó a mí enganchado en una farola en España cual koala, gritando que de aquél país no me sacaba nada, absolutamente nada... y ahora ni siquiera estaba en el mismo continente.
-¡NO!-gritaron todas a la vez.
-Protestó Jimmy-no pude contener la tentación, Louis se me quedó mirando con una ceja alzada mientras todos los demás se reían como locos. Estábamos tentando a la suerte, haciendo tiempo en la calle, esperando que viniera alguien a vernos.
Louis chasqueó la lengua, disgustado porque le estaba robando las bromas.
Después de mucho reírnos y de hacer un poco más el tonto, como venía siendo natural en nosotros, nos separamos de las chicas con gran pesar por nuestra parte. Paul se adelantó para  comprobar que no había una marabunta de fans esperando y poniendo en peligro nuestra seguridad, pero no pasaba nada. Alguien había hecho correr la voz de que estábamos en el otro extremo de la ciudad, esperando para embarcar en un barco que nos llevaría de paseo por el río en dirección a la Estatua de la Libertad.
Noe se giró en redondo y miró a Harry.
-Así que, ¿nos abandonáis?
Asentimos con la cabeza, aun metiéndonos en una conversación que sabíamos de sobra que no nos pertenecía.
Harry hizo pucheros.
-Luego te llevo por ahí, no te preocupes.
-¡VAMOS A BROADWAY!-bramó Eri, dando un brinco sobre Victoria y enganchándose a su espalda. Victoria se echó a reír y se balanceó adelante y atrás, chillando que irían a Broadway en unicornio.
-La madre que me parió-musitó Louis viendo a nuestras dos chicas de esa guisa. Eri ahora silbaba y movía su mano en círculos sobre sí, fingiendo ser una vaquera preparada para cazar un caballo salvaje, echarle el lazo y domarlo.
Silbó a Alba, que había dejado la farola y ahora corría como una gacela enloquecida, alzó la cuerda imaginaria en su dirección y Alba empezó a revolverse como si hubiera pillado algo.
Eso fue lo último que recuerdo antes de que todo se volviera negro y cayera al suelo.
Entonces, me puse a hacer la croqueta como un condenado, exhalando todo el aire en forma de carcajadas y rezando por no asfixiarme, lo cual sería difícil, porque las chicas no paraban. Entonces Noe corrió a socorrer a Alba, pero acabó también atrapada en las redes de Eri y Victoria, bailando una danza tribal de una de las tribus más antiguas de África.
Una mano amiga tiró de mí. Luego, otra mano amiga ayudó a esa. Juntas, las manos consiguieron ponerme de pie. Harry y Zayn. Debí suponerlo, las manos tan grandes no podían ser de Louis o de Liam, y las de Zayn tenían un tacto muy específico. Me apoyé en Louis, que lloraba de la risa (creo que era la primera vez que lo veía llorar de la risa), y nos abrazamos mientras las crías daban rienda suelta a su locura con los demás alucinando sin poder apartar los ojos de ellas.
-¡ARRE UNICORNIO!-chilló Alba, y todas salieron corriendo como locas para rodearnos en círculos. Noemí chocó con Victoria, que tiró a Eri al suelo, y ésta se comenzó a revolcar como un burro en un prado.
Zayn se frotó las manos y esperó a que pararan, en realidad yo también lo hacía, pero temía dejar de pasármelo tan bien. Cerré los ojos y negué con la cabeza, llorando en el hombro de Louis, que se convulsionaba intentando contener las carcajadas.
Cuando se calmaron, y conseguimos calmarnos, nos quedamos mirando largo rato, nos echamos a reír, nos despedimos de ellas y nos metimos en el coche para dirigirnos al estudio.
Nos llevó unos 20 minutos terminar con el tráfico de las calles principales de Nueva York y llegar a uno de los barrios más tranquilos. Algunos coches iban de aquí a allá, pero se podía circular, y se podía cruzar la calle si uno mantenía los ojos bien abiertos. El coche se detuvo en un edificio bajo, de un par de plantas, y todos asentimos con la cabeza, pues era justo lo que habíamos pedido: un lugar discreto, ya que no podríamos estar mucho tiempo trabajando en la canción sin que las fans se volvieran locas y tuviéramos que dejar el trabajo a medias, malgastando el precioso y escaso tiempo que pasaríamos en la Gran Manzana, y tampoco demasiado lujoso, pues, si no podíamos trabajar con nuestra productora habitual, preferíamos ayudar a una más pequeña.
Saltamos del coche y observamos cómo éste se alejaba bajo las órdenes de Liam, que había dicho que mejor estaba por el centro de la ciudad a la espera de que Paul pidiera auxilio porque no podía controlar a los chicos. Cuadramos los hombros, nos miramos los unos a los otros, nos calamos las gorras y colocamos las gafas de sol correctamente, respectivamente quien llevaba cada cosa, y entramos en el edificio sin llamar a la puerta. Por fortuna, el portal estaba abierto. Zayn se acercó a los buzones y echó un vistazo a las direcciones.
-Segunda planta. ¿Ascensor o escalera?
Sonreí.
-Escalera, por supuesto.
-Este sitio es más viejo que mis tres abuelas juntas, tíos, estaríamos jodidos si no quisiéramos usar la escalera-replicó Louis contemplando las paredes, negando con la cabeza y sonriendo.
-Pobres abuelas Tomlinson.
-Y Austin. No te olvides de Margaret-Louis se giró con una sonrisa pícara en los labios, pues estaba varios palmos por encima de los demás, algo que no solía ocurrir. Me apresuré a ser el segundo en la escalera y subimos lentamente al segundo piso, en procesión silenciosa.
No necesitamos ni siquiera llamar a la puerta, cuando llegamos una mujer de mediana edad, con un moño perfectamente cuidado clavado en la nuca, nos abrió y nos hizo pasar. Entramos a toda velocidad, como si estuviéramos traficando con droga, y la mujer cerró la puerta tras de sí.
A pesar de la dureza de su rostro, su sonrisa y su voz eran dulces.
-Encantada de teneros aquí, chicos. Seguidme, por favor-susurró, y dejamos que pasara entre nosotros hasta ponerse delante y guiarnos por los recovecos de aquel estudio.
Max y Joe nos esperaban en la sala de grabación, contemplando la calle por un ventanal que bañaba de luz toda la estancia, con la letra de la canción en la mano. Joe se giró.
Louis esperó con paciencia a que Max también lo hiciera para matarlo con la mirada. Y Max satisfizo al mayor de nosotros sin tardar. Lo miró de arriba a abajo, se pasó una mano por el pelo, asintió con la cabeza y apoyó el codo en el cristal de la ventana. Joe se acercó a nosotros con la letra de la canción en la mano, cinco folios perfectamente impresos y colocados, y nos los repartió.
-¿Ya tenéis la música?-preguntó Louis, mirando a nuestro mánager decente. Joe asintió con la cabeza, se colocó el lápiz que llevaba en la oreja y clavó sus ojos en la pequeña pantalla del portátil que se habían traído.
-Tenéis que decidir entre 10 canciones que hemos seleccionado nosotros y Syco-informó Max, girándose a mirar al mayor, que fingió no oírlo.
-Louis-le reprendió Harry, Louis suspiró y miró a Max.
-¿Qué?
-Que tenéis 10 para elegir.
Asintió con la cabeza, se metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros. Nos pusimos manos a la obra, acercándonos al ordenador y eligiendo la pista que más nos gustaba.
Grabar nos llevó más de lo que esperábamos, porque la canción tenía mucha energía y buen rollo, algo de lo que éramos amigos en nuestra banda. Tras varios intentos de que Harry comenzara con voz normal y de que los demás no nos riéramos por lo bajo, llegó la parte de Zayn.
Y luego la mía.
-Let's go!-gritó Louis, alzando la mano. No podía estarse quieto cuando había música, él necesitaba moverse.
-One way, or another, I'm gonna find ya, I'm gonna getcha getcha getcha getcha one way, or another-cantó Liam, y después todos nos unimos a él.
La mujer de mediana edad contemplaba alucinada cómo su hija bailaba al ritmo de la música que estábamos haciendo, de la canción a la que estábamos trayendo al mundo.
Liam y Zayn se miraron, asintieron con la cabeza y comenzamos a soltar nuestro adorado "na na na". Louis se tapó la boca para contener la risa y, cuando se vio en condiciones de seguirnos, nos persiguió a los demás.
Cada uno se encargó de los coros, que más tarde tuvimos que volver a hacer porque no habían salido como esperábamos y, por fin, salimos del estudio.
Yo llevaba un rato sin camiseta; siempre hacía mucho calor cuando nos metíamos los cinco a cantar.
Louis se puso la chaqueta vaquera sobre los hombros y alzó una ceja en dirección a Harry, que hacía girar su gorro de lana en su dedo índice, mientras esperábamos por  la canción, que estaba guardándose en la memoria del ordenador de nuestros mánagers.
-¿Y el vídeo?
-Empezamos hoy-susurró Zayn, distraído, sacando la cajetilla de tabaco y mirando a la dueña del local, pidiendo permiso. La señora asintió, Zayn se acercó a una ventana, la abrió y encendió uno de sus cigarros. Dio una larga calada, soltó el humo pausadamente y asintió con la cabeza, como diciendo esto es vida.
Fuimos los primeros en escuchar la canción, y la chica que estaba trayéndonos una bandeja con vasos llenos hasta arriba de refresco la dejó caer de la impresión.
-Cynthia, por Dios-gruñó su jefa, y la chica se puso colorada
-Perdón, mamá, yo...-balbuceó la cría, mirándonos y poniéndose roja como un tomate.
Louis y yo nos miramos y nos levantamos a ayudarla a recoger los trozos.
-Ten cuidado, no te vayas a cortar-replicó Harry, levantándose también y cogiendo los pequeños cristales. Zayn hizo un gesto de tirar el cigarro, pero negué con la cabeza; con cinco personas allí éramos bastantes.
-Tened cuidado con los pequeños-Liam inspeccionaba el suelo en busca de  cristales rotos, arrodillado, analizando la moqueta granate. La mujer ordenó a su hija buscar un recogedor.
-No os preocupéis, chicos, ya lo limpiamos nosotras-se excusó la mujer, acercándose y tirando de Louis para que se levantara, pero él apartó delicadamente el brazo.
-Bah, ¿qué más dará? Señora, tengo cuatro hermanas pequeñas, estoy acostumbrado a limpiar. No me importa.
-Pero...
-Eh, yo soy más joven. No me voy a morir, ¿sabe?
Liam asintió con la cabeza, dándole la razón al de Doncaster, y miró a la mujer.
-Tal vez necesitáramos una bolsa.
-¿Seguimos con la canción?
-Ponedla mientras limpiamos-sugirió Harry. Zayn tiró el cigarro y fue a ayudar a la chica a buscar algo para recoger el destrozo.
Louis gimió.
-No puedo sonar así.
Todos lo miramos.
-Si suenas bien.
-Parezco un pato.
-¿Llamamos a Eri y le preguntamos qué opina?
Louis sonrió al suelo mientras cogía con los dedos una ínfima espina de cristal.
-Eri no es objetiva.
-Ni falta que le hace-replicó Max, tecleando algo en el ordenador. Louis se lo quedó mirando.
-Mira, tío, si quieres ser tú el primero al que le clave algo en sobre una vena, solo tienes que decírmelo, ¿sabes?
-¿Como qué?-lo vaciló.
Louis cogió un buen trozo de cristal de la bandeja y se levantó. Todos nos quedamos quietos mientras él lo estudiaba.
-Bueno... el cristal corta.
-No serías capaz.
-¿Apostamos?
Max se había puesto pálido. Deseé confiar ciegamente en que Louis se estuviera echando un farol, pero estaba bastante seguro de que nunca había tenido más ganas de algo en su vida.
Bueno, sí, de una cosa.
Probar a Eri.
-Me cago en vuestra madre-nos había dicho aquel día que había ido a buscarla al aeropuerto, después de que ella discutiera con sus padres-, estaba a punto de hacer el amor con ella por primera vez. Sois muy oportunos-se había reído, restándole hierro al asunto, pero en sus ojos aún se veía el dolor que le había causado dejar a su novia sola en su piso, seguramente ya desnuda y lista para entregarse a él.
Max asintió con la cabeza y alzó las manos.
-La dejaré tranquila.
Louis sonrió.
-Al final, va a resultar que eres listo, y todo-tiró el trozo de cristal en la bandeja y volvió a agacharse a ayudarnos a recoger, mientras todos lo mirábamos sin saber si aplaudir lo valiente que era o abofetearle por ser tan tonto.
Harry le palmeó la espalda.
-Qué huevos tienes, Tommo.
Louis sonrió, y sus ojos se iluminaron.
-Pregúntaselo a mi novia, a ver qué te dice.
Y nos echamos a reír.
Después de pasar la canción a nuestros respectivos reproductores  de música y coger una cámara de fotos para grabar el vídeo (habíamos decidido no perder ni un segundo en aquello), salimos a la calle cuando la noche ya se cernía sobre el cielo neoyorquino.
-Dadle caña, tíos-sonreí, haciéndome con la cámara y caminando delante de los  chicos. Nos miramos entre nosotros un segundo, sabiendo lo que estábamos a punto de hacer.
Ser lo One Direction de los vídeo diarios.
Ser los chicos que se lo pasaban bien.
Ser los que hacían el tonto a todas horas.
Encendimos la música y la pusimos baja, nos colocamos los auriculares escondidos para que nadie más nos oyera, y cuando llegamos al solo de Liam en el estribillo, Liam se puso a hacer su trabajo con Louis a su lado. Cuando le tocó a éste, le pasó un brazo por los hombros al más sensato y comenzó a cantar.
Ya se notaba que nos estábamos emocionando mucho cuando Harry se puso a dar vueltas con su gorrito de lana, bailando al ritmo de la música, sin importar nada.
Y cuando al día siguiente Louis me miraría y me diría: Niall, vamos a bailar con esas señoras, y nos pondríamos a bailar como locos, mientras Louis hacía movimientos sexys a su compañera y fingía lamerle la oreja, supe que a nuestras Directioners iba a encantarles ese vídeo.

Louis se recostó en el sofá de la suite y lanzó un profundo suspiro de satisfacción mientras contemplaba la tele. Alzó la voz.
-¡Yo no tengo ninguna prisa por ir a ver un puñetero musical, eh! ¡Luego no me llores si nos cierran la puerta y no nos dejan entrar!
Eri abrió la puerta del baño y lo fulminó con la mirada; la rabia ardía en sus ojos.
-Eres Louis Tomlinson, te dejarán entrar.
Cerró la puerta con un portazo mientras Louis ponía los ojos en blanco y se rascaba la barriga. Su novia volvió a abrir la puerta.
-¡HAZ EL FAVOR DE VESTIRTE COMO UNA PERSONA QUE VA A IR A VER UN PUÑETERO MUSICAL!
-¿Cómo mierda me visto? ¿Cómo estoy ya? ¿En bolas?
-¡QUE TE QUITES LOS VAQUEROS!
-¿Que quieres que vaya en calzoncillos?
-¡VETE A LA MIERDA!
Cerró de nuevo la puerta con un sonoro portazo y Louis se echó a reír.
-¿Por qué te gusta enfadarla tanto, Lou?-se rió Liam, que también estaba esperando a que Alba se cambiara de ropa, pero ellos simplemente darían un paseo, y tal vez consiguieran subir al Empire State.
Se levantó del sofá y se encogió de hombros.
-No me digáis que no os hace gracia cuando se cabrea.
-¡Te estoy oyendo!-gritó Eri sin abrir la puerta del baño.
-¡Eso pretendía!
Se quitó la sudadera, se miró la camiseta blanca y luego a nosotros. Alzó una ceja.
-Una americana debería bastar.
-No me deja ir de vaqueros.
-El problema era la sudadera, no los vaqueros-susurré, y Victoria asintió. Le acaricié la mano y le besé la cabeza, ella alzó la vista, sonrió y me besó en los labios. Me encantaba cuando hacía eso.
Louis fue a la habitación que compartía con Eri, abrió el armario y se puso a revolver, impaciente. Si los dos no tuvieran tanto amor por la ropa, nada de eso pasaría, y no estarían tan locos por encontrar la prenda perfecta en un armario lleno de ellas.
Encontró lo que buscaba, la sacó y nos la enseñó. Asentimos con la cabeza y él la dejó cuidadosamente encima de la cama.
En ese momento Eri salía calzándose los tacones.
-Ya estoy, ya estoy, ya estoy-recitaba, pasó al lado de Louis dando saltos y se inclinó en un espejo a comprobar por millonésima vez que su maquillaje estaba bien colocado. Se atusó el pelo y miró a Louis con una sonrisa de autosuficiencia al salvar los centímetros que los separaban ayudada de su calzado.
-Cómo odio que hagas eso-Louis negó con la cabeza, mirándola de arriba a abajo y mordiéndose el labio.
-¿Que haga el qué?-replicó ella, zalamera, caminando hacia él y abrazándolo. Le estampó un sonoro beso en la mejilla mientras él posaba sus manos en su cintura.
-Eri, Eri. Eri-le advirtió Louis, parpadeando muy despacio. La chica se echó a reír.
-¡No hago nada!
Le pasó los dedos por los bíceps, siguiendo la línea de sus tatuajes, y murmuró:
-No irás a ir así.
-Tengo la chaqueta en la habitación.
-¿Qué hora es?
-Ya llegamos tarde.
-Vete a por la chaqueta.
-Ahora al que le apetece hacer esperar es a mí. ¿A que jode?
-Te va a joder más que no quiera que me toques esta noche si no veo el musical, y los dos lo sabemos.
-Si me pongo en plan de suplicar por sexo, me lo das, y los dos lo sabemos.
Eri se pasó una mano por el pelo.
-Vete a por la chaqueta, Louis.
-¿O si no?
Se echó a reír.
-Vete a por la chaqueta. Y piensa en lo que pasará si vas a por la chaqueta. ¿Eh?
Le pellizcó la mejilla y Louis sonrió.
-¿Ves cómo siempre acabo ganando yo?
Eri puso los ojos en blanco.
-Lo que tú digas, Swagmasta.
Cuando su novio volvió, colocándose bien la chaqueta, Eri se apoyó en el sofá y sonrió para sí.
-¿Qué?-preguntó Louis, divertido, pero ella sacudió la cabeza y no dijo nada. Le tomó de la mano, lo besó e hizo un gesto con la cabeza.
-Pasadlo bien-murmuramos todos a coro mientras Alba abría la puerta del baño y le pedía a Liam cinco minutos más. Harry y Noe hacía tiempo que se habían ido a dar un paseo por la ciudad, visitando los lugares a los que ella quisiera ir. Seguramente en ese momento estuvieran en Central Park.
Louis se puso a brincar, fingiendo interés:
-Bien, vamos a ver Los Miserables, bieeeeeeeeeeeeeeeeen.
Eri se giró en la puerta y lo miró.
-¿Qué pasa con eso?
-Nada.
La chica se acercó a él, le susurró algo al oído, se separó para mirarlo y los dos se echaron a reír.
-Adiós-balaron, cerrando la puerta. Pude oír las carcajadas de Eri al otro lado aún un rato después de que todo estuviera en silencio.
Liam y Alba fueron los siguientes en salir, y Zayn se quedó con nosotros en la habitación, decidiendo qué hacer aquella noche.
-Me aborrece más irme de fiesta yo solo...-susurraba, gimoteando. Victoria sonrió.
-Podemos ir contigo, ¿no, Niall?
Me encogí de hombros.
-Como queráis, aunque yo no estoy mucho para fiestas, la verdad.
Zayn asintió.
-Sé de qué me hablas. ¿Y si llamo a Lottie? Tal vez ella quiera ir conmigo.
Me encogí de hombros y le dije que podría ser, así que se vistió y se fue a la habitación en la que se alojaban los Tomlinson al completo.
Una vez estuvimos solos, miré a Victoria, y ella me miró a mí.
-¿Qué hacemos tú y yo, preciosa?-le acaricié el pelo y ella se sonrojó.
-Lo que te apetezca. Esta es tu noche.
-Técnicamente, es mañana-le besé el cuello y ella gimió de placer. Me encantó poder hacer que ella soltara esos gemidos. Algo dentro de mí se revolvió: un monstruo que llevaba años dormitando y deseaba fervientemente despertar y dar un buen bocado a la vida.
La televisión estaba encendida, pero ninguno de los dos le hacía caso. Vic se dejó caer en el sofá, apoyando la espalda en el reposabrazos, y yo me metí entre sus piernas. Las cerró alrededor de mi cintura, enredó sus dedos en mi pelo y tiró de mí para besarme mejor. Capturó mi labio superior entre sus dientes y, esa vez, el que gimió fui yo. Me acerqué más a ella, sintiendo su cuerpo bajo el mío.
Estaba endureciéndome.
Sin saber muy bien cómo, nos levantamos del sofá y nos metimos en mi habitación. Ella me desabrochó la camisa y me la sacó rápidamente mientras yo luchaba contra su camiseta, que se negaba en redondo a que la desnudara.
Íbamos a hacerlo, y me encantaba, no podía esperar a estar dentro de ella, a sentir por fin todo de lo que hablaban los chicos, por fin iba a experimentarlo yo en mi propia piel, se acabó el imaginar, se acabó todo.
-Niall-jadeaba ella, tumbada sobre mí, ahora con un sujetador y unas bragas negras a juego, que resaltaban su ya de por sí perfecta figura.
-Vic...
-Niall-replicó ella, apartándose un poco y contemplándome. Joder, era tan pálido al lado de ella. Se mordió el labio y tiré de ella para volver a buscar su boca. Quería estar dentro de ella.
Ya.
-Niall... espera. Espera. Para-se volvió a incorporar y yo me la quedé mirando, hundiéndome en aquel esmeralda tan precioso suyo. Se echó el pelo hacia atrás y se mordió el labio inferior, al borde de las lágrimas. Oh, mierda, debería haberle preguntado si quería hacerlo conmigo...
-No sé si...-tragó saliva, se negaba a mirarme a los ojos, pero yo necesitaba que lo hiciera. El que había metido la pata era yo, no ella-. No sé si soy la indicada...-volvió a apartarse un mechón de pelo rebelde detrás de la oreja-. Llevamos un mes y...
Asentí con la cabeza. Sí, ahora que lo pensaba un frío, erección y calentones aparte, tenía toda la razón del mundo. Llevábamos muy poco tiempo. Necesitábamos conocernos más, y aunque a mí me doliera cada minuto que no estaba sin ella, eso podía no significar nada. Ella podía no sentir lo mismo.
Ella podía tener miedo de que yo lo único que quisiera era acostarme con ella, allí, y luego desentenderme de todo lo que pudiera pasar.
-No sé si... soy la indicada-replicó, mirándome a los ojos con cara de cachorrito. Se mordió el labio y yo le acaricié la mejilla-. No sé si soy yo a la que has estado esperando todo este tiempo.
Agachó la cabeza, negándose a mirarme. Era entrada la noche, las luces de la ciudad brillaban bajo nosotros... y yo solo tenía ojos para ella, para aquella preciosa criatura que simplemente no se creía que fuera perfecta para mí.
Me incliné a besarla en los labios.
-Simplemente que mee hayas dicho eso confirma que tú eres mi princesa.
Volví a besarla tiernamente, tiré de ella hasta tumbarla sobre mí, le acaricié la cabeza, jugué con su piercing del ombligo, la pequeña N que se había puesto para desearme suerte, algo curioso por lo chocante que resultaba con su actitud y así, con solo querer tenerla cerca, solo querer dormir, solo querer tenerla conmigo para siempre, sin sexo, sin preocuparse porque yo quisiera utilizarla, se durmió.
Me dormí.
Más tarde, mañana, cuando Louis se levantaría con cara de no haber roto un plato en su vida y todos bromearíamos con que parecía demasiado relajado a lo que respondería que después de estar con una fiera en la cama un hombre se relajaba, después de dejar atrás el mal trago que pasó mi novia por haberme rechazado con toda la razón del mundo, la miraría justo antes de salir al escenario, antes de que las plataformas me catapultaran a la gloria eterna, antes de que ella  corriera a su palco VIP con nuestras familias, ella sonreiría y me diría.
-Yo también, Niall.
-¿Sabías qué te iba a decir?
-Llevas queriendo decírmelo, y yo que me lo digas, desde que empezamos, ¿a que sí?
Asentí con la cabeza, me pegué a ella mientras la gente se volvía loca a mi alrededor, chillando que quedaba menos de un minuto, y me  acerqué a su boca.
-Te quiero-susurré, y por primera vez en toda mi vida estaba convencido de que lo decía de verdad, a la mujer con la que quería estar el resto de mi vida.
Me pasó los brazos por los hombros, sonrió, me miró a los ojos y murmuró con dicha:
-Yo también te quiero, mucho, Nialler.
Nos besamos despacio, pero eso sería mañana. Estábamos en la cama, juntos, sinceros, puros.
Nos dormimos, juntos, en la misma cama, como marido y mujer, un amor tan sincero como el de un matrimonio de ancianos encerrados en unos cuerpos de 19 años.

Me giré en redondo en el aeropuerto, las fans les gritaban como nunca lo habían hecho. Normal. Acababan de hacer historia: se habían convertido en la primera boyband del mundo en actuar en aquella arena. Y el mayor de ellos solo tenía 20 años.
Recordé con alegría cómo yo también formé parte de todo aquello, sacando con mis amigas una pancarta que rezaba From the bottom of the stairs to the top of the world, tal y como clamaban los Trending Topics en Twitter. No podía estar más orgullosa de ellos, de cómo los cinco nos miraron desde el escenario, sus sonrisas, los besos que nos lanzaron, el Te quiero de uno de mis amigos a su chica... fue espectacular.
-¿Vamos?-me preguntó uno de ellos, Harry. Lo miré, y a los demás: Niall riéndose de algo que le contaba Louis, Zayn y Liam inclinados sobre la pantalla del móvil del último, las demás mirando una revista que acababan de comprarse.
-Creo.. que... quiero quedarme un poco más-me encogí de hombros intentando no sonar nada nerviosa, todo lo contrario de como me sentía. Frunció el ceño, pero sonrió. Los demás se nos acercaron.
-¿Y eso?
-Me apetece ver un poco más de Nueva York... ¿sería posible?-les dediqué una tierna sonrisa, apelando a sus instintos más paternales, aquellos que rara vez conseguía despertar. Ellos me la devolvieron. Era mi última oportunidad, la única oportunidad, y parecía estar a punto de conseguir abrazarla.
-Claro-me sonrió Louis.
Y desfilaron uno por uno delante de mí, que aún cargaba con la maleta, dándome besos.
Mi novio se acercó, me besó en los labios, y me preguntó:
-¿Estarás bien?
Asentí con la cabeza, volviendo a pedir su boca sobre la mía.
-Sí, no te preocupes.
-Vale. ¿Te llamo cuando lleguemos?
-Sea la hora que sea-asentí.
Volvió a besarme, empujando mi lengua con la suya, y yo a corresponderle. Era un beso que ambos sabíamos que debía terminarse, pero ninguno quería que lo hiciera, luchamos por alargarlo... porque era un beso de despedida.
Estuve con todos hasta que les tocó embarcar, y apuraron hasta el último instante para no dejarme sola.
-Te quiero-le susurré a él, y él me devolvió la declaración:
-Yo más. Ya lo sabes. Siempre.
Me eché a reír, y contemplé cómo se perdía por la terminal con la mano en el vientre en vez de en el corazón... acariciando la vida que estaba dentro de mí, la pequeña vida que él me había ayudado a crear.