domingo, 10 de febrero de 2013

Se duerme bien con Victoria.

Negué con la cabeza, puse los ojos en blanco y le saqué la lengua a Zayn mientras me recogía el pelo en una apresurada coleta. Niall me observó en el espejo, demasiado ocupado en ejecutar el baile de Justin Bieber en As long as you love me como para girarse.
Me recoloqué la gorra que me había prestado el irlandés y me senté en el suelo con las piernas cruzadas, contemplando los movimientos de éste y Noemí, que solo tenía ojos para sí misma, mientras Alba echaba una carrera contra Louis en las cintas de correr.
-Rapéanos algo, Lil Mama-se volvió a burlar Zayn. Me incliné hacia atrás, le hice un corte de manga y alcé las cejas. Liam se echó a reír, por lo que tuvo que dejar las pesas en su soporte para poder soltar una buena carcajada.
-Yo de vosotros no la vacilaba, cuando va con gorras es mucho más agresiva-aconsejó Harry, haciendo sabía Dios qué con una máquina que yo no había visto en mi vida. Niall deslizó los pies por el suelo y volvió a levantar la vista.
-¿Por qué sois tan malos con ella?-espetó de repente. Me entraron ganas de abrazarle.
-Porque escucha a Nicki Minaj-contestó Louis, sin jadear, dándole palmadas en la espalda a Alba, intentando ponerla de más mala leche. Alba hizo una mueca y trató de soltarle una bofetada, pero Louis la esquivó en el último momento.
-¿Qué pasa con que escuche a Nicki Minaj?-ladré, levantándome y yendo hacia él.
-Mira cómo camina-se burló Zayn, porque estaba sacudiendo las caderas más que de costumbre. Yo con las gorras me crecía.
-Malik-gruñí, y por lo menos me dejó en paz, pero no cesó en sus carcajadas.
-Todos sabemos lo que pienso de Nicki, Eri-sonrió Louis cuando llegué a la cinta. Acaricié los botones lentamente, mirándolo a los ojos.
-El día que sepas hablar tan rápido como ella, me avisas.
-Sé hablar. Yo soy inglés, ¿recuerdas? Y ella no. Le llevo ventaja.
-Ella habla inglés.
-Ella habla americano.
-¡OH DIOS MÍO! ¿VAS A PERMITIRLE QUE SE META CON ESTADOS UNIDOS?-chilló Zayn, muerto de risa. Cerró los ojos y comenzó a balancearse sobre sí mismo, adelante y atrás, adelante y atrás, sin poder creerse la gracia que acababa de soltarme. El pánico se extendió por su rostro cuando me encontró a su lado, arrodillada, contemplándole como lo hacían los vampiros malos de Crepúsculo. Tragó saliva lentamente.
-Ya no somos tan gallitos, ¿eh?
-Apuesto lo que quieras a que ahora mismo Zayn está a punto de poner un huevo-se carcajeó Louis, y todos los demás fueron detrás. Lo miré.
-A mí me vaciláis de uno en uno, ¿vale? Sabéis cómo me pongo cuando me sacáis de la cama para meterme en este sitio infernal.
-También conocido como gimnasio-ahora Harry había abandonado la máquina extraña y se acercaba a un saco de boxeo. Noemí no apartó los ojos de él, por lo que chocó con Niall y se disculpó débilmente.
-Es un antro infernal-apostilló Niall, sentándose en el suelo para recobrar el aliento. Ni que estuvieran bailando salsa.
Me levanté ágilmente y fui hasta el irlandés. Le ofrecí la mano, que aceptó de buena gana.
-¿Por qué eres tú la única buena persona que hay aquí dentro, Niall?
-Tenemos también a Liam.
Me giré y Liam me saludó con la mano, recuperándose de las carcajadas.
-Te queremos, Liam.
-Oh, por favor, no empecéis, que me pongo romántico-comentó Louis, limpiándose una lágrima que ni existía. Fruncí el ceño.
-Eres tontísimo, hermano.
-¿A que sí?
Acompañada de Niall, fuimos a darle en el culo a Louis mientras Noemí continuaba con su baile, esta vez de una canción que yo no reconocí. Pues nada, que no me iban a dejar el espejo para moverme yo también.
Le hice un gesto a Niall para que se quedara detrás de Louis mientras yo iba hacia el panel de mandos de la cinta. Me incliné y señalé un botón.
-¿Para qué es?
Sabía de sobra para qué era, pero debía cansarlo para que mi plan funcionara.
-Ajustan la velocidad.
Alba pulsó uno, como si quisiera mostrármelo, y su cinta fue más despacio. Pasó de trotar a caminar rápido. Se apoyó en las barras a ambos lados de ella y jadeó, exhausta. Louis sonrió, sabiéndose vencedor.
-¿A cuánto llegas a correr?-pregunté, contemplando la pequeña pantalla con la velocidad.
-No lo sé.
-Vamos a mirarlo-espeté, dándole rápidamente a los botones. Louis chilló, Niall se echó a reír, peo no se movió de su sitio.
-¡Para, Eri! ¡Para! ¡PARA!-bramaba mi novio, pero yo no le hice caso, estaba demasiado ocupada dándole al botón todo lo rápido que podía. Trató de apartarme la mano, pero la cinta ya se había vuelto loca. Trastabilló y se deslizó hacia atrás, llevándose al irlandés consigo al suelo. Me eché a reír, caí de rodillas y comencé a revolcarme por el suelo. Las lágrimas me inundaban los ojos.
Pude distinguir la silueta de Harry imitándome y a Alba bajándose de la cinta y flexionando las rodillas para echarse a reír. Noemí siguió a lo suyo, Zayn olvidó el susto monumental que acababa de darle y se unió a las risas. Liam se había sentado en el banco de las pesas y negaba con la cabeza; creo que también lloraba de la risa.
-Me. Cago. En. Vuestra. Puta. Madre. ¡En la de todos!-bramó Louis, arrastrándose lejos de Niall, que también se había dejado llevar por el momento y pataleaba como un niño-. ¡A MÍ NO ME HACE NI PUTA GRACIA!
-Ya me río yo por ti, no te preocupes-chillé, negando con la cabeza. Esa frase me llevó más de un minuto, pues me interrumpían mis propias carcajadas.
Cuando volví a abrir los ojos, Louis me imitaba. Se había arrodillado a mi lado y me estudiaba como si fuera la criatura más extraña del mundo. Jadeé, dejé de reírme despacio y me limpié los ojos para verlo bien. Sonreía.
-Me las vas a pagar.
-Todas juntas-asentí yo, y, de repente, las carcajadas volvieron. No podía ni conmigo misma, así que, ¿cómo iba a poder con él? Por favor, era absurdo, ridículo.
Me tocó la mandíbula y me acarició el cuello. Sorprendentemente, no estaba enfadado.
-Venga, Nicki Minaj, rapéame algo.
Le di un manotazo en el brazo y bufé. Aquello ya no era tan divertido.
-No te rías de ella, Lou. Va en serio-advertí, alzando mi dedo índice y colocándolo a escasos centímetros de su nariz. Reprimió una risita sarcástica y me tendió la mano. Y, mientras las corrientes eléctricas ya familiares me recorrieron por completo, adueñándose de mí, en cuanto le toqué, recordé la última vez que me había echado una mano.

Me revolví en la cama, agradecida por el dulce aroma que llegaba hasta mi nariz, procedente de aquel que había dormido conmigo. Aquel al que amaba.
Louis.
Entreabrí los ojos lo justo para mirarlo. Se había apoyado en sobre sus codos y me miraba con absoluta adoración. Sonreí mientras me estiraba, perezosa.
-Buenos días, pequeña.
Abrí la boca y dejé escapar un largo bostezo, pegándoselo a él.
-Buenos días, mi amor.
Se inclinó y me besó la frente.
-¿Has dormido bien?
-En Inglaterra siempre duermo bien-murmuré, acurrucándome contra su pecho y dejando que me pasara un brazo por los hombros. Menudo despertar más perfecto. Cualquiera diría que hacía unas horas se había puesto a gritarle a su madre, más enfadado de lo que yo nunca lo había visto. Encajé mi cabeza en su  cuello y suspiré cuando sus manos me acariciaron lentamente la cintura-. ¿Tú?
-Yo acompañado siempre duermo bien. Por eso viene Victoria Beckham entre semana a casa.
Estaba demasiado feliz como para enfadarme. Lo miré a los ojos.
-Te quiero-susurré. Silbó.
-Tengo que dejarte leer guarradas más a menudo-replicó, riéndose. Uní nuestros labios, y jadeó, considerando que mi boca sabía bien-. Um, nena, ¿qué te pasa? Estás mas mimosa que de costumbre.
Me deslicé por la cama y me tumbé boca arriba. Cerré los ojos.
-Mataría por despertarme todos los días así, simplemente-me encogí de hombros y dejé que se colocara sobre mí. Automáticamente abrí las piernas; era ya una costumbre meterlo entre ellas cuando estaba tumbada y él se ponía encima.
Me sujetó la mandíbula y me miró a los ojos. Clavó aquellos pozos de mar en mí, derritiéndome, explorando mi alma, que se desnudó para él.
Dios, ¿qué me pasa? Estoy aún más alucinada con él que de costumbre...
Le acaricié el pecho y sonreí.
-¿Qué?-inquirió. Negué con la cabeza.
-Es verdad. Es que... estoy flipando mucho, Louis. Hace un año...-me encogí de hombros, él esperó, dejándome continuar-. Hace un año ni siquiera sabía de tu existencia, y ahora estás aquí, siendo el centro de todo...
-Ah, te entiendo. No te preocupes, estoy acostumbrado a ser el centro del universo de mucha gente-hizo un gesto con la cabeza, restándole importancia al asunto. Me besó el cuello y se posó lentamente sobre mí, asegurándose de que no me pesaba demasiado, que no me aprisionaba. Me eché a reír.
-Creído.
Asintió con la cabeza.
-Oh, ya lo creo que sí.
Dejó caer la cabeza en mi pecho y cerró los ojos, disfrutando de los latidos frenéticos de mi corazón. Una tierna sonrisa cruzó su rostro.
-¿Es por mí?
-Estoy pensando en Taylor Lautner.
-Eso explica muchas cosas-se burló, posando sus labios en los míos, incorporándose y dándome una palmada en la cintura, a falta de no poder dármela en el vientre-. Arriba, tenemos que desayunar.
Bufé, me incorporé y me mesé el pelo. Estaba hecho un desastre, como siempre, pero no me importaba ya que a él no le importaba. Me estiré en la cama y posé mis piernas sobre las suyas cuando se sentó en la cama e hinché los mofletes cuando me apartó delicadamente de sí para levantarse y vestirse.
Contemplé cómo se desnudaba para ponerse ropa limpia con la boca abierta, sin capaz de creerme que aquel ser tan perfecto pudiera ser mío.
Moví las piernas hasta doblarlas debajo de mí y, entonces, lo noté.
Humedad.
Humedad aún mayor de la que normalmente sufría cuando él y yo estábamos juntos.
Sin apartar la vista de su espalda, de las vértebras que se le intuían mientras estaba agachado revolviendo en los cajones de su cómoda para buscar una camiseta en condiciones, eché cuentas.
Y me tocaba aquella semana. De hecho, debería haberme llegado de noche.
Aquello que todas las chicas amábamos incondicionalmente.
Tras comprobar que no había manchado la sábana, metí la cabeza disimuladamente bajo ésta y gemí: sí que había manchado la que cubría el colchón.
-Eri, ¿qué haces?-preguntó Louis. Lo miré sobre mi improvisada capa.
-Nada. Eh... vete yendo. Ahora te alcanzo.
-¿De veras?-soltó, irónico. Oh, mierda, acababa de despertar su curiosidad.
-Sí, no te preocupes.
Se sentó de nuevo en la cama, cerca, muy cerca de mi mancha de sangre. Y recordé, horrorizada, que se había dejado caer sutilmente sobre ella. Miré sus pantalones sin disimulo.
-¿Qué me escondes?-continuó con su inquisición, alzándome la mandíbula. Dejé escapar un leve gemido.
-No te enfades. Ni te asustes.
Frunció el ceño.
-¿Qué has hecho?
Tragué saliva, puse una pierna sobre la otra y levanté la sábana.
Miró la mancha y suspiró, entendiéndolo todo.
-¿Solo es eso?
-No te enfades.
-¿Cómo me voy a enfadar? Tú no eliges cuándo te tiene que venir la regla.
-No digas esa palabra-musité con un hilo de voz. Sonrió.
-Regla.
-No es una palabra que deba decir un chico-no podía apartar mis ojos de la mancha roja, de mis bragas. Posó una mano en mi muslo.
-No es una palabra sucia, nena.
-Lo que implica sí. Y no es algo de chicos.
-¿Seguro?
-Seguro.
-Entonces, explícame cómo es que fui yo el que le llevó su primera compresa a Felicité.
Me quedé mirándolo a cuadros.
-¿Tú?
Asintió.
-No me voy a morir por ver un poco de sangre, amor. Y menos si es tuya. ¿Tanto asco piensas que te tengo?
Noté cómo me ponía del color de mis bragas.
-A veces me olvido de que tienes cuatro hermanas.
-Conviví con cinco mujeres, de las cuales tres en algún momento de su vida chillaron: ¡Louis, tráeme una compresa, por favor! Así que no me asustaré si la sexta decide convertirse también en la cuarta-me guiñó un ojo. Me puse todavía más roja.
-¿No te importa?
-¿Quieres que vaya?
-Sí, por favor... Y... tengo que lavarte la ropa de cama.
Se encogió de hombros.
-La echaremos a lavar.
-¿¡Y si piensan que es de otra cosa!?-mi voz se elevó tres octavas... nada que envidiar a la suya cuando se ponía a cantar. Puso los ojos en blanco.
-¿Hola? Tierra llamando a Eri. Saben que nos acostamos. Saben que ya no te puedo hacer sangrar por eso.
Le di con la almohada.
-Es un asco no poder asustarte ni con mis armas más íntimas, Louis.
-Vas a necesitar un poco más que unas gotas de sangre en mi cama para asustarme, Eri.
Y se levantó, me hizo una señal para que lo imitara, me envolvió en la sábana limpia para que nadie sospechara y me llevó hasta el baño. Me hizo esperar mientras él revolvía en los armarios, buscando mis pequeñas salvadoras, haciéndome pensar que él sería, definitivamente, el hombre que me daría mis hijos.

Mientras me asentaba sobre las plantas de los pies, me limpié las lágrimas que aún me rodaban por las mejillas, rezagadas. Louis me acarició fugazmente la cintura, me besó el pelo y me empujó hacia el espejo. Noemí me miró un segundo mientras me acercaba a ella, se dio la vuelta, me clavó una mirada helada y pasó a mi lado sin quitar los ojos de mí. Pero yo no me quedé atrás, o no. La tensión entre nosotras se podía cortar con un cuchillo, pero, ¿qué más daría? A mí no iba a putearme ella.
Se acercó a la cinta de correr en la que se había colocado Alba y se subió de un salto, alardeando de una agilidad que yo no conocía en ella. Tragué saliva y sacudí el iPod para que el modo aleatorio decidiera por mí. Quité el de Niall del soporte con los pequeños altavoces y asentí con la cabeza al reconocer la canción, I go crazy because of you, de T-Ara, un grupo coreano que una amiga me había dado a conocer hacía tiempo.
Los chicos se pusieron rígidos cuando empecé a moverme, pero no era por lo que yo hacía. Era porque debía de ser la primera vez que nadie entendía la música que yo escuchaba.
-¿Qué dicen?-espetó Harry, viniendo hacia mí desde el saco de boxeo e inclinándose al lado de mi reproductor de música, intrigado.
-Están invocando al diablo. Seguro-Louis hizo una  cruz delante de sí con los dedos, apartándose de la minicadena como si ésta estuviera envuelta en llamas.
-Oh, chicos, relajaos, tan solo es coreano-les insté yo. Alba se sentó sobre el step gris que había encontrado  por allí y con el que esperaba para ponerse a hacer ejercicio.
-Y pensar que hubo una vez que me sonaba el inglés igual.
-A mí me suena igual que el español-murmuró Zayn, y todos nos echamos a reír.
-No puede sonarte igual, Zayn-le provoqué, tirándole un beso y afanándome en el estribillo; para algo que conocía y comprendía, estaba decidida a cantarlo, aunque me asfixiara en el intento.
-Parecido. Las chicas-señaló el aparato por el que salía la música- dicen más cosas con Ch que vosotras.
Me encogí de hombros y me tiré la capucha por la cabeza para hacer la parte del rap.
-¿Entiendes lo que dicen?-preguntó Niall. Negué con la cabeza.
-Busqué una vez la traducción de la canción, me parece, pero ya hace mucho que se me ha olvidado lo que significa.
-A mí me está dando muy mal rollo-ahora Louis estaba pegado a la puerta, esperando la más mínima señal de la presencia de un demonio para salir corriendo hasta los confines del mundo.
La canción se acabó, yo me senté en el suelo a retomar el aire. Esto de cantar, responder a mis amigos y moverme al ritmo del pop coreano cansaba.
Alba se arrastró sentada en el step por medio gimnasio hasta llegar a mi lado. Me saludó con la cabeza, y yo me eché a reír.
-Dios, Eri, eres una vaga.
-Baila conmigo la próxima, Tommo-me pasé una mano por el pelo, soltándome varios mechones de la coleta, y me lo solté.
-Yo no bailo a cosas que no entiendo.
Como queriendo que Louis meneara el esqueleto, el iPod saltó a Single Ladies. Alcé una ceja y lo miré. Se puso pálido.
-No. Ni de coña. No.
-¿Dj Malik? ¿Daddy Direction?
Zayn, entre risas y pullas hacia Harry, que negaba con la cabeza porque sabía que terminaría haciendo que todos bailaran conmigo, se plantó a mi lado y me tendió la mano para que me levantara. Alba empezó a hacer la croqueta por el suelo, para deleite de Louis, que tuvo que sentarse al lado de ella para aguantar la risa.
Liam negó con la cabeza sin dejar de mirar a Alba.
-Eso es trabajo de Tommo.
-Que yo no bailo, coño-de repente éste se había puesto serio. Pero Alba se puso a hacer la gamba, aburrida de la vida y puede que un poco achispada por un par de tragos de algún que otro martini secreto, y Louis volvió a centrar toda su atención en ella.
Niall se acercó a mí, me quitó la gorra y se la colocó sobre su melena cada vez menos rubia.
-¿Sirvo yo?
-Tú siempre vales, Niall-repliqué, dándole un abrazo que no tardó en devolverme-. A veces incluso tú solo eres suficiente.
-Oh, Louis, ¿has oído? Eri me ama.
Louis sonrió.
-Yo también lo hago.
-Oh, qué bonito. ¿Nos casamos los tres? ¿Una boda en Las Vegas? ¿Eh? Yo ya lo estoy viendo.
-Coméntaselo a tu chica primero, ¿no, hermano?-Louis le acarició las piernas con un pie; era demasiado vago para levantarse. Niall asintió, sonriente.
-Suéltate el pelo, Eri-me pidió Alba cuando me acerqué al iPod para que la canción volviera a empezar. Yo obedecí por una vez en mi vida, sacudí la cabeza, y mi campo de visión se convirtió en una mancha marrón en continuo movimiento. Me llevé las manos al pelo, intentando deshacer los nudos, y corrí a colocarme entre Niall y Zayn, que no podía aguantar su emoción por ir a bailar a Beyoncé.
Louis y Alba se arrastraron hacia atrás para dejarnos sitio, y, cuando terminamos de bailar y nos tiramos los unos encima de los otros, él murmuró:
-¿Cómo puede ser que me pone más esto que verla en pelotas?
Todos nos echamos a reír, y Zayn contestó:
-Porque Beyoncé es la ama.
-Lo es Britney-replicó Liam. Alcé el pulgar en su dirección.
Noemí se acercó a nosotros.
-¿Hacemos aeróbic?-sugirió a Alba. Me puse de pie y me coloqué bien la ropa. Alba asintió y esperó a que Noemí me ofreciera lo mismo-. ¿Eri? ¿Te unes?
Me encogí de hombros.
-Un poco. Quiero hacer kick boxing con Harry.
-De acuerdo. Ha sido un placer conocerte-se burló, mirando a Harry, que se afanaba realmente en machacar al pobre saco de boxeo. ¿Qué le había hecho?
Louis se tiró cuan largo era en el suelo a contemplar nuestras coreografías, quejándose cada dos por tres de que hacíamos cosas demasiado complicadas como para que no pudiera seguirnos.
-Si ni siquiera lo estás intentando-replicó Noe cuando hicimos un descanso para beber agua. Louis alzó las cejas.
-Porque se me satura el cerebro con ver la cantidad de cosas que hacéis.
-Ponte a hacer algo, Louis-le insté, estirando la mano. La cogió y tiró de mí, decidido a tirarme al suelo, pero yo fui más rápida y salté por encima de él, dándole finalmente la espalda. Sonreí a Liam, que empujaba arriba y abajo unas pesas de Dios sabía cuánto, y tiré de mi novio hacia arriba. Protestó.
-No quiero.
-No puedes-repliqué, echándome el pelo hacia un lado con un movimiento de la cabeza.
-No quiero-gruñó él, clavando los ojos en mí. Tiré un poco más, y conseguí levantarle el torso.
-No puedes-repetí, y esta vez Harry dejó a un lado su saco de boxeo para asentir. Louis le dedicó una gélida mirada.
Se levantó de un brinco y se nos quedó mirando a ambos.
-No vais a conseguirlo.
-¿Qué?-preguntó Harry, pasándose una mano enguantada por el pelo. Noemí no perdía ojo de lo que su novio hacía.
Cerré los ojos, pidiéndole al karma que me alimentara con su infinita paciencia.
-Ponerme de mala uva.
Solté una risa sarcástica.
-Ya estás de mala uva.
Louis se giró sobre sus talones para clavarme una gélida mirada. Y me retó. Me retó a competir para ver quién era el mejor de los dos en cada prueba.
He de decir que su cara fue épica cuando, en flexibilidad, yo casi conseguí abrir las piernas totalmente mientras que él se quedó a mitad de camino. Niall no podía parar de reírse, pero el esfuerzo mereció la pena.
Tras machacarme en todo lo que pudo, y después de que hiciera unas cuantas pesas con Liam, declaró que iba siendo hora de ir a casa.
Me eché el pelo hacia atrás bajo la ducha y me di la vuelta para que la cálida agua resbalara por mi espalda, masajeándome. Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro de satisfacción. Noemí me miró.
-¿Agujetas sexuales?
Me habría puesto roja de no haber sido una chica la que me hizo la pregunta.
-No sabes cómo me lo pasé ayer por la noche-repliqué. Alba se echó a reír mientras se frotaba el pelo, haciéndose espuma.
-Lo sabemos. Te oímos.
-¿Se nos oye?-espeté, abriendo los ojos y mirándolas, sin hacer caso de la sensación ardiente en los ojos.
Ambas asintieron con la cabeza, y noté cómo me ponía del color de los tomates-. ¿Mucho?
Se encogieron de hombros.
Mierda, ya no podría acostarme con Louis en casa con ellas, estaba segura de que algo me haría parar en el último momento... hacer lo que a él más le gustaba, en resumen.
Nos envolvimos en una toalla y salimos en fila india a secarnos. Estábamos en el vestuario privado de los chicos (el gimnasio parecía hecho para la visita de famosos, por lo que había salas privadas en las que podías hacer ejercicio y también contaba con vestuarios, algo que me había encantado y sorprendido desde el primer momento en que lo supe), así que ellos estaban haciendo el tonto con las toallas, esperando mientras nosotras terminábamos de vestirnos.
Harry besó a Noe antes de entrar en la ducha. Louis me hizo una mueca, y Liam le dedicó una tierna sonrisa que hizo que Alba tropezara y casi se cayera al suelo de no ser porque la sujetamos en el último momento.
-Tienes que dejar de hacer eso-le reprendí. Esta vez fue ella la que se sonrojó.
Cuando salieron de la ducha, decidieron tratar de ponernos a todas rojas a base de tirarse de la toalla los unos a los otros, de manera que solo Zayn consiguió mantener su toalla por la cintura mientras los demás corrían tras él, tapándose sus vergüenzas para desnudarlo, y nosotras mirábamos al suelo, horrorizadas.
Louis se sentó a mi lado y yo le tiré la sudadera encima.
-Louis, por favor.
-Tampoco es para tanto.
-Mira a ver si te vistes. Vestíos todos-amenacé con mi voz de madre del grupo. Liam miró a los demás, reprochándoles que no hubieran sido tan rápidos como él, que ya se había vestido hacía un rato.
Me sorprendí cuando Niall le pasó su bolsa de deporte a Harry se acercó a un espejo para comprobar su vestuario.
-¿Cómo estoy?-inquirió, dándose la vuelta y mirándonos sobre todo a las chicas. Zayn levantó la cabeza.
-Precioso.
-Cállate, Zayn. Va en serio. ¿Cómo estoy?
Alcé el pulgar y Noemí respondió por las demás.
-Bien, ¿por qué?
-Tiene una cita-sonrió Louis, alzando las cejas en su dirección. Niall se abalanzó sobre él.
-¡Cállate!
-Pero si tienes una cita, Niall, tienes que alegrarte-le pinchó Harry.
-¡Calláos todos! ¡Ya!
-¿Con Victoria?
¡Vaya! Parecía que aquel era el día de sonrojarse. Y nadie me había avisado.
-Sí... con... Victoria-tartamudeó el irlandés, enterneciéndome. Me levanté del banco y corrí a darle un abrazo.
-Suerte-susurré. Me dedicó una sonrisa nerviosa-. Aunque no la necesitas.
Su sonrisa se ensanchó y me acarició la cabeza, enredando sus dedos en mi pelo.
-Si no estuvieras con Louis y a mí no me gustara Victoria...-murmuró en voz baja, temiendo pronunciarlo. Le acaricié la mejilla.
-Oh, Nialler, ya sabes que siempre serás mi irlandés favorito, no importa qué pase.
Le besé en la mejilla y él me estrechó entre sus brazos.
-Vomitaría de no ser porque es bonito-gruñó Harry, y nos echamos a reír.
Louis condujo a casa sin parar de hacer bromas sobre qué estaría haciendo Niall en ese momento: se estará mordiendo las uñas, mirará su reloj, comprobará la calle para ver si la ve aparecer... en el fondo, yo sabía que Louis estaba tan emocionado como el rubio con la cita de éste (todos lo estábamos, en realidad, Niall se merecía encontrar a su princesa), y la forma que encontraba de manejar su nerviosismo era esa.
En casa, cada uno se dedicó a hacer lo que más le gustaba: todos nos pusimos a gandulear. Yo me tiré sobre Liam para ver la tele después de pedirle permiso a Alba, que hizo un gesto restándole importancia al asunto y dijo que se iba al jardín a hojear una de las muchas revistas a las que se había acostumbrado.
A Louis y Noe les tocó trabajar.
Cuando Louis la tocó con una cuchara de madera, haciendo que Liam se pusiera tenso ante la cercanía de un objeto tan maligno, Noe levantó la vista.
-¿Qué?
-Vas a ayudarme, enana.
La pequeña bufó.
-¿Ahora?
-¿No tienes hambre?
-Un poco-admitió.
Toqué a Louis en el culo con un pie mientras Noe se levantaba del sofá en el que se había acomodado.
-¿No te servía yo?
-Quiero comer, Eri, no suicidarme, pero gracias.
Alcé una ceja, ofendida, y miré a los demás. Todos evitaron mis ojos. Muy bien.
Alargué la mano y hundí los dedos en el pelo de Arena, maquinando un plan diabólico al que ninguno sobreviviría.

Alba comprobó por millonésima vez la cremallera de su vestido, un vestido azul y negro, muy parecido a uno que recordaba había llevado Kristen Stewart, pero no sabía dónde. Se paseó por el pasillo del probador hacia los sofás en los que nos habíamos sentado Lottie, Ruth y yo. Ruth asintió con la cabeza, como llevaba haciendo toda la tarde, pero Lottie esbozó una amplia sonrisa.
-¿Os gusta?
-¿A ti?-espeté yo sin venir a cuento, pues estaba claro que le gustaba. Lo había elegido ella. Asintió con la cabeza y fue hasta un espejo. Se miró el pelo, se pasó los dedos entre él y nos miró-. A mí sí-cedí, suspirando. No había encontrado un vestido que me enamorara en aquella tienda, por lo que no estaba para tirar cohetes, pero sí, me gustaba el vestido de Alba. Le marcaba la figura.
-¿Ruth?-preguntó. Su cuñada asintió, perdida en sus pensamientos, seguramente recordando el pánico que la embargó cuando descubrió que se había olvidado la tarjeta de crédito en casa y que, por consiguiente, tenía que dejar que Liam le pagara las compras, lo que significaba que incluso se colaría en el metro para evitar eso.
-Es de los mejores que te has probado.
Alba contempló a Lottie un momento.
-A mí es el que más me gusta. Es el mejor.
-¿Me lo llevo ya, o espero a ver si encuentro otro mejor?
-Siempre puedes devolverlo-murmuró Ruth. Lottie y yo asentimos con la cabeza.
Alba asintió con la cabeza.
-No tengo zapatos.
-Se compran-sentenció Charlotte, levantándose de un brinco y caminando hacia ella. Aún con sus envejecidas Converse era mucho más guapa que yo. Tenía el estilo que solo conocían los que nacían en las islas británicas. Se colocó en su espalda, cogió su pelo en una improvisada cola de caballo y lo colocó a un lado mientras contemplaba cómo se cruzaba el vestido en la espalda. Asintió con la cabeza-. ¿Ruth?
-Zapatos clásicos negros.
-Sin terminar en punta.
-Eso nunca-asintió la mayor de todas.
-¿Plataforma?-sugirió Lottie, pasando un dedo por el tirante de Alba, que las contemplaba con ojos como platos.
-Sería mejor tacón.
-Pero ancho, ¿eh? A mí tacón ancho. Bastante tengo con ir de vestido-musitó. Me eché a reír, crucé las piernas y negué con la cabeza.
-Tacón ancho servirá.
-Yo vi unos en un centro comercial...-empecé, pero ambas me cortaron.
-Este vestido es de diseño. No vais a llevar zapatos de vuestros puñeteros centros comerciales con un vestido de diseño, gracias-espetó Lottie, alzando una mano en mi dirección, como negándose a mirarme. Fruncí el ceño.
-¿Qué tienen de malo los centros comerciales de España?
-Que son de España-Ruth se levantó y caminó hasta Alba, que ahora se había dado la vuelta y nos contemplaba. Me levanté, pero no me moví.
Yo no era la persona más indicada para hacer de embajadora de mi país (desde que tenía uso de razón me había dado cuenta de las injusticias que había en él, la cantidad de tonterías que se consideraban normales, y había decidido poner tierra entre ese lugar y yo), pero una cosa era que a mí no me gustara mi país y que yo lo criticara (cosa que no hacía demasiado a menudo), y otra muy distinta era que viniera una extranjera a criticarlo. Una extranjera en cuyo país la mitad de la gente visitaba al menos una vez en su vida al mío, y muchos llegaban a mudarse a España.
Era cierto que no había tiendas como en Inglaterra, sí, pero nosotros también teníamos cosas interesantes. La comida, por ejemplo. Éramos los mejores cocineros del mundo, y eso parecía olvidárseles a los turistas cuando de criticar aquel lugar en el que tan bien habían comido se trataba.
Fuimos a la caja, y la dependienta me miró con gesto adusto. Le habría hecho ilusión que la futura estrella que yo era llevara un vestido de su tienda y se paseara por una alfombra roja con él.
Lo segundo sucedería.
Lo primero, no.
Miré en la pantalla de mi móvil y respondí a un mensaje de Louis, diciéndole que aún no había encontrado el vestido adecuado, a lo que me contestó con tres palabras.
Mujeres y vestidos.
Sonreí para mis adentros y me metí el móvil en el bolso.
Salimos de la tienda con una Alba a la que poco le faltaba brincar, y entramos en la siguiente. Llevábamos ya cuatro visitadas, la tarde avanzaba, y no iba a tener otra oportunidad de comprar un vestido digno de la premiére de la que sería la última entrega de la Saga Crepúsculo, mi saga. Mi saga, la que iba a ser eterna.
Me encaminé a la sección de vestidos de fiesta de aquella tienda y comencé a revolver. Una chica de pelo cobrizo se acercó a mí.
-¿Puedo ayudarte?
Y, como inspirada por un ser superior, asentí con la cabeza, le dediqué una cálida sonrisa a la dependienta y saqué el móvil. Le enseñé una de las fotos que más me gustaban, una foto que había guardado en la memoria para poder contemplarla cuando quisiera. La foto tenía más tiempo que mi amistad con los chicos. Llevaba deseando aquel vestido seguramente más de un año, pero no me había importado en absoluto; estaba decidida a ponérmelo al menos una sola vez.

La chica se inclinó sobre la pantalla de mi teléfono, como si le fuera a dar un mordisco si lo tocaba, y sonrió.
-Ah, sé cuál es. De la colección de 2009. Seguramente tendremos alguno por aquí: se venden muy bien.
Ruth me arrebató el teléfono un momento y exhaló una exclamación. Se lo pasó a Lottie.
-Será carísimo, Eri.
-Paga tu hermano-me encogí de hombros y las dos nos echamos a reír, compartiendo una broma privada. Alba y Ruth se miraron con el ceño fruncido. Sí, pagaba Louis.
Sí, iba a devolvérselo.
Con intereses.
No importaba cuántos ni cuánto tiempo me llevaba, estaba decidida (al igual que Lottie en cuanto a la universidad se refería) a devolverle a Louis hasta el último penique que invirtiera en mí.
La chica regresó de las filas y filas de percheros con una bolsa larga hasta el suelo. La abrió con ceremonia ante mí, que sonreí satisfecha, pensando Por fin lo he encontrado.
-Oh Jesucristo-gruñó Alba, contemplando los cristales que se extendían por el pecho del vestido, blanco como la nieve.
Lottie se acercó lentamente hacia él, como si de un animal salvaje muy peligroso se tratara, estiró los dedos y tocó la tela. La dependienta sonrió.
-¿Es este?
-Lo es-asentí con la cabeza, acercándome a mi cuñada y reprimiendo mi impulso más primitivo de imitarla.
-¿Te gustaría probártelo?
-Me gustaría que me quedara bien-repliqué, maravillada ante el juego de luces que se desarrollaba ante mis ojos. Atenea debió de ser la última persona en ponerse ese vestido.
Nos condujo por un pasillo marmóreo hasta una sala llena de cortinas rojas de terciopelo. Miré a una chica que, acompañada de su madre, contemplaba su reflejo en el espejo, embutida en un traje de novia. Todas sonreímos. La chica se giró para mirarnos, observó el vestido y miró a Ruth y Lottie, preguntándose para quién sería.
Mi futuro vestido era tan bonito que podría casarme con él si me diera la gana.
Acaricié la cintura del vestido, también con brillantes, y me metí en el probador. Juro por Dios que me sentí como si el pequeño deseara que yo lo llevara, me acarició la piel. Me pasé el único tirante que tenía por el hombro, me miré en el espejo y, sacando al Louis Tomlinson que llevaba dentro, silbé.
Hasta a una marmota le quedaría bien aquel vestido.
Salí, azorada, y miré al suelo mientras las tres saltaban de sus asientos y corrían hasta mí.
-Me casaré con él. Decidido.
-¿Que lo llevarás puesto o que te vas a casar con el vestido?-se rió Alba.
-Que me voy a casar con el vestido-repliqué yo, burlona, dando vueltas sobre mí misma y contemplando cómo devolvía reflejos a las paredes. La novia me miró y sonrió.
-Te queda bien-murmuró. Su madre asintió con la cabeza.
-Gracias. Enhorabuena. Espero que sea bueno.
-Es el mejor-aseguró la chica, sonrojándose. Ruth asintió con la cabeza.
-Tiene suerte.
-La afortunada soy yo.
Me eché el pelo hacia atrás y me miré en el espejo. No podía esperar a que los chicos me vieran así.
-¿Qué tal? ¿Te queda holgado de algún sitio? Podemos solucionarlo en ese caso-dijo la dependienta, alardeando de la corrección correspondiente a los ingleses. Vaya, sí que tenían más estilo que los españoles. La última vez que me había probado un vestido me habían preguntado si me quedaba apretado... claro que pesaba quince kilos más que entonces. Negué con la cabeza.
-Es perfecto. Me lo llevo.
La chica asintió con la cabeza, me abrió la cortina y esperó a que me metiera dentro para volver a cerrarla. Me dio mucha lástima meterme en mis vaqueros y mi blusa, porque, aunque fueran de marca también, no podían compararse a aquel vestido. Le entregué mi adquisición a la chica, que caminó con paso decidido a la caja.
-Nenas-me giré en la calle cuando mi preciosidad favorita en el mundo reposaba en una bolsa que colgaba de mi brazo-, creo que es momento de ir a por unos zapatos adecuados.
Y las cuatro nos pusimos a dar gritos, emocionadas.
Ruth empujó la puerta del Starbucks y nos hizo entrar a todas, indicándonos que ella se encargaría de pedir las cosas mientras nosotras buscábamos un sitio. Teníamos suerte; una mesa en el fondo del local, en una discreta esquina desde la que se controlaba todo, estaba libre. Caminamos hacia ella y nos sentamos, emocionadas, con la felicidad post-consumismo aún corriéndonos por las venas.
-Parar en Victoria's Secret ha sido una de las mejores ideas que has tenido en tu vida, Lottie-sonrió Alba. Al principio de la tarde se había mostrado tímida con mi cuñada, temerosa de que no se pareciera a su hermano en su sociabilidad, pero había descubierto algo: los Tomlinson eran sociables por naturaleza.
Lottie alzó una ceja, imitando a Louis.
-Querida, queridísima Alba: Victoria's Secret es siempre una buena elección.
Sacudió las bolsas que ni ella ni Ruth se habían resistido a llenar en la tienda de lencería. Cuando las dos españolas las habíamos mirado con las cejas alzadas, ellas se habían limitado a encogerse de hombros y decir que una mujer siempre necesitaba buena lencería. Y tenían razón, vaya si la tenían.
-Lo tenemos todo ya, ¿no?
-Sí-asentí con la cabeza, colocando sobre las cajas de zapatos unos que habíamos decidido comprarle a Noemí. La pequeña se había negado a ir con nosotras a la premiére, diciendo que era cosa nuestra, y no le había apetecido venirse de compras. Así que habíamos pensado en comprarle un pequeño regalo. Las cosas estaban demasiado mal entre nosotras como para que yo llegara a casa con un vestido como aquél que pensaba ponerme y se lo restregara por la cara.
Ruth se sentó en la mesa y contempló al chico que le había servido los batidos con una sonrisa.
-¿Ruth? ¿Hay algo que no nos hayas contado?-sonrió Lottie, sacando su vaso de la bandeja de cartón y metiéndose la pajita en la boca, seductora. Ruth sonrió.
-Sí. Acaba de dejarme embarazada.
-Eres una bruta, tía-explotó Alba, atragantándose con su bebida y obligándome a darle unas palmadas en la espalda para que no muriera. La necesitaba desesperadamente para comentar la película, que tenía pinta de ir a ser diferente, pues ya en el tráiler se veía una escena que no aparecía para nada en los libros. Esa misma semana sabríamos si Bill Condon había metido la pata con el final de nuestra querida saga o, por el contrario, había mejorado algo de por sí inmejorable.
Ruth alzó las manos.
-Es broma, chicas. Estoy bien con mi novio.
-Ese novio fantasma del que nadie ha oído hablar hasta ahora-se carcajeó Lottie. Ruth le pellizcó la mejilla.
-¿Y tú con el mejor amigo de tu hermano? Me sorprende que puedas llevártelo a la cama sin que Louis se suba por las paredes.
-Te sorprendería la cantidad de cosas que le hago a Stan que harían que Louis se subiera por las paredes-Lottie aleteó con las pestañas de modo sugerente, haciéndonos estallar a todas en sonoras carcajadas.
-En serio, chicas, ¿por qué no podemos salir con los mejores amigos de nuestros hermanos?-preguntó Alba, contemplando su vaso de plástico. Movió en círculos la pajita, revolviendo la nata en el chocolate.
-¿Por qué? ¿Te interesa algún amigo de tu hermano pequeño? Tal vez sea ilegal, Alba-reí aún más fuerte, como si estuviera borracha, o algo por el estilo. Negó con la cabeza y me sacó la lengua.
-Lo digo por Louis. Lo sabes. ¿No tuvisteis una pelea o no sé qué por Stan?-preguntó a mi cuñada, que negó con la cabeza.
-Mi hermano lleva toda la vida intentando juntarnos.
-Stan tiene su punto-comenté.
-Tiene muchos puntos-me aseguró la experta en la materia, colocando los brazos en la mesa con las manos unidas entre éstos y su pecho.
Puse los ojos en blanco.
-Pero tiene más tu hermano.
-¿Mi hermano? Mi hermano es guapo, y da gracias.
Ruth frunció el ceño.
-Tu hermano está bueno, Lottie.
-El tuyo sí que está bueno, Ruth. Si hasta tiene tableta. Louis no tiene de eso.
-Pero, ¿y los brazos? Y ahora, con los tatuajes... Dios-Alba se echó a reír mientras Ruth se abanicaba la cara con la mano-. Que alguien llame a los bomberos, y, a poder ser, que vengan con Louis.
Me eché a reír.
-No te ofendas, ¿eh, Eri?
Negué con la cabeza.
-Te sorprendería la cantidad de veces que me pillo a mí misma fantaseando con los brazos de Louis.
-Sus nuevos tatuajes me gustan. Le quedan bien-comentó Alba, girando su vaso y observando la mezcla blanca y marrón. Me encogí de hombros: nunca, jamás, admitiría lo muchísimo que me ponían los tatuajes de Louis en voz alta.
Ahora, con su ya típico monigote, los pájaros, las comillas en la muñeca, y ese Far Away que se había tatuado, y cuyo significado yo sospechaba, era mucho más fácil que mirara en dirección a sus brazos y que mi torrente sanguíneo aumentara.
-Va a empezar a tatuarse mierdas varias, ya veréis-Lottie arrugó la nariz.
-¿No te gustan?
-Sí, pero... en fin, mirad a Zayn. Y que Dios me libre de criticar a Zayn, pero... mirad sus brazos. No quiero que Louis acabe así. Louis no está hecho para eso. Un par de tatuajes le quedan bien, pero los que tiene Zayn...-sacudió la cabeza y su pelo rubio voló a su alrededor.
-¿Y Harry?-preguntó Alba-. A mí me preocupa. Pero a Noemí le gustan. Y seguro que Harry no parará si a Noe le gustan.
-No me los imagino dentro de veinte años, ya envejeciendo, con los tatuajes, y pensando: Mierda, ¿eran para siempre?-rió Ruth, y todas nos unimos a sus carcajadas.
-Seguro que Harry se tatúa algo sobre Noe. Con la facilidad que tiene...-di vueltas nerviosas al vaso, pensando en esa posibilidad, en lo insoportable que se pondría mi (todavía) amiga... y en la envidia que yo sentiría en un rincón oscuro de mi persona porque Louis no haría lo mismo. Porque yo no quería que Louis hiciera lo mismo, ¿o sí?
-A mí me gustan los de Liam. Las  flechas y eso, ¿sabéis?-comentó Ruth, dando un lento sorbo de su capuccino-. Son bonitas por su significado. Siempre estarán en su corazón.
-Liam es un amor de criatura-convine yo. Ruth me sonrió, lo mismo hizo Alba.
-Alba tiene suerte.
-¿No vas a decir que me lo merezco?
-No.
-Eres una puta, Ruth.
Lottie y yo nos reímos ante la cara de ofendida de la cuñada de Alba. Echaba de menos una conversación así, sin importancia, sin problemas, sin tener miedo de cometer un error al no elegir bien las palabras...
-¿A tu madre le gustan los tatuajes de tu hermano?
-¿Tú te drogas, o algo, Eri? Pues claro que no. Pero es lo que hay. Aunque sea el pequeño, mi hermano ya no es un crío. Sabe lo que hace.
-No creo que sea como cierta persona que aquí todas conocemos cuyo primer tatuaje es un chico hecho de un círculo y cuatro palos haciendo skate, ¿eh?
-Cómo te pasas con Lou, Lottie.
Se encogió de hombros.
-A ver, no es que sea muy maduro.
-En algunos aspectos, lo es. ¿O me vas a negar que el fin de semana pasado no estuvo genial?
Asintió.
-Sí, en eso sí. Pero un tío de 20 años hecho y derecho no se larga de casa a la mínima de cambio y deja solas a sus hermanas cuando sus padres acaban de soltar el bombazo de que se van a divorciar, ¿o sí?
Negué con la cabeza.
-Louis es impulsivo, y tú mejor que nadie lo sabes.
-Claro-se encogió de hombros.
-¿Qué tal llevas lo de tus padres?-preguntó Alba, alzando las cejas en el ceño. Lottie sonrió, cansada.
-Mejor de lo que esperaba. Al fin y al cabo, no estoy tanto en casa como antes. Con la universidad, y esas cosas, no noto los cambios.
-¿Y Fizzy?-preguntó Ruth. Lottie se encogió de hombros.
-También lo lleva bien. Es la que peor lo lleva, pero...-se encogió de hombros-. Mi hermana es fuerte. Se parece a Louis. Es la que más se parece a Louis de todos.
-Tú también lo eres, Lot. Fea. Zorra-sonreí, y ella se echó a reír.
-Sí, pero Louis y Fizzy están hechos de otra pasta. A mí me da igual que me hagan daño, y me enfada que se metan con los demás...
-Pero, hablando de Louis, cuando se meten con los demás de su entorno, está dispuesto a matar-murmuró Alba-. El otro día casi se carga a un mánager.
Sonreí.
-¿Por qué será que si pienso en Louis enfadado y rompiendo cosas me entra mucho calor?-Ruth se quitó la chaqueta, y yo me reí con más fuerza-. Es coña, Eri. Es tuyo, lo respeto. Para mí es Zayn. Me lo llevo reservando un milenio.
-Tía, tú pareces familia de Louis, no de Liam.
-Soy el puente entre Nicola y Liam-se encogió de hombros-. Sólo eliminas la tensión entre ellos con humor.
Asentí con la cabeza.
-¿Tan mal se llevan?
-No es que se lleven mal, es que... no se llevan. Chocan mucho. Nicola es como... el Louis que repitió curso porque no quería estudiar-miró a Charlotte, esperando que no se ofendiera. No lo hizo-. Y Liam... Liam es clavado a un padre protector.
-Es parte de su encanto-lo defendió Alba. Ruth asintió.
-Y luego estoy yo, la rara de la familia, intentando unir fuego y hielo y deseando que no se destruyan.
-Pues lo has hecho bien.
Ruth sopló un mechón de pelo que le caía sobre la frente; el mechón voló por los aires.
-Porque, cariño, soy Ruth Payne. Hermana de Liam y Nicola Payne. Y él es la prueba viviente de que los Payne no nos rendimos hasta conseguir nuestros objetivos.
Alzó las cejas.
-Y luego estamos los Tomlinson, que nos dedicamos a amenizar el ambiente cuando hay un Payne cerca-Lottie le pasó un brazo por los hombros a Ruth, las dos se miraron, se pusieron morritos y todas nos echamos a reír.

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