viernes, 1 de febrero de 2013

Aunque seas idiota, sigues siendo mi hermano.

Mi estómago se tensó cuando puso la intermitencia y se metió en un desvío a una gasolinera. Mierda pensé, lo he puesto de mala leche.
Clavé las uñas en el asiento, disimuladamente, cuando detuvo el coche. Se me quedó mirando, sonriente.
-No pienso bajarme-le atajé, amenazante. Su sonrisa se ensanchó.
-Pues te saco a patadas.
Gemí para mis adentros.
-Nada de esto es necesario, Lou...
Llevó su índice al contador de gasolina. Estaba en reserva. Suspiré de alivio.
-¿De verdad creías que te iba a dejar aquí?
-Sí.
-Crees bien. Abajo.
-Pero...
-Abajo.
-Louis.
-Vamos, venga. Abajo-alzó las cejas, y yo suspiré. Me desabroché el cinturón y abrí la puerta; me lo quedé mirando cuando empezó a reírse más fuerte.
-¿Echo yo la gasolina?-espeté, echando mano de mis recursos de arpía. Negó con la cabeza.
-¿Sabes?
-Vete a la mierda.
Puso los ojos en blanco, abrió su puerta y salió  del coche. Me gustaría decir que no miré fijamente su culo, pero mentiría descaradamnete.
Me acurruqué en el asiento, volví a abrocharme el cinturón y miré cómo se movía, colocando la manguera en  el agujero del coche. Sonreí al pensar que tenía experiencia colocando su manguera en mi agujero. Me tapé la cara con la sudadera, evitando así un accidente de avión, que podría confundir mi cara con una de las luces rojas de la pista de aterrizaje. Bien, Eri. ¿Sexo en un coche? Eres muy original.
Me puse los ojos en blanco a mí misma y contemplé cómo Louis pagaba la gasolina y volvía a entrar en el coche.
-Me has mirado el culo-me acusó. Me encogí de hombros.
-Sí. ¿Qué pasa? ¿Tengo que pedir permiso? Eres mío-le recordé, irguiéndome en el asiento y dejando que la sudadera me mostrara la cara. Sonrió, y llegó incluso a estremecerse ante esa palabra. Mío. Esa vez fui yo la que se estremeció, más por su reacción que por la naturalidad con la que yo había dicho eso.
Mío. Era mío, solo mío.
-Luego te ofendes cuando te miro el escote-se burló, arrancando y volviendo a meterse en la autopista. Abrí la boca y lo miré, incrédula. Me señaló con el índice, sin levantar la mano del volante-. Así. Justo así.
Puse los ojos en blanco y le saqué la lengua.
-Louis, eres tonto.
-Ya.
-Pero mucho.
-Ahá.
-Tontísimo. De hecho, no me explico cómo es que a Jay  no le han dado nunca una paga por criarte. Rayas la subnormalidad.
-Tanto, que en ocasiones se me olvida respirar. ¿Vas a decirme algo nuevo o te callas para escuchar la radio?
Fruncí el ceño.
-No hace falta ser tan borde...
-Tienes 5 segundos para decidir si quieres escuchar They Don't Know About Us o quieres cambiar de radio. Tres. Rapidito.
Contemplé el aparato por el que estaban saliendo unas notas de piano, desconcertada.
-Pero si sale el 13...
-Han decidido publicar algunas-se encogió de hombros y se apoyó en la ventanilla, contemplando de vez en cuando mi reacción, cuando los chicos comenzaron a cantar.
Liam.
Harry.
Todos.
Niall.
Zayn.
Todos.
Louis.
-Joder, Luisín-gruñí por lo bajo, y me tapé la boca rápidamente. Mierda. Mierda, mierda, mierda. Acababa de llamarlo como lo llamaba cuando estaba con las chicas, y nunca antes lo había llamado así a él directamente. Sonrió.
-¿Qué?
Dejé escapar todo el aire que había contenido.
-¿Qué me has llamado?
Apreté los párpados y volví a suspirar. Que fuera lo que Dios, o el karma, quisiera.
-Luisín.
Arrugó la nariz, pero su sonrisa no se borró de su rostro.
-¿Y eso es...?
-Pequeño Louis. En español.
-¿Cómo es?
-Luisín.
-Suena gracioso.
-Como tú.
-Tu cara es graciosa-espetó, negando con la cabeza y sacudiéndola al ritmo de una canción de un grupo inglés. Como no tenía demasiada cultura en cuanto a música británica se refería, en cuanto alguien cambiaba la radio y no era ni Adele, ni Cher Lloyd, ni, por supuesto, One Direction los que sonaban, estaba jodida, muy jodida.
Yo, que podía recitar las canciones de Britney Spears especificando cuál era single, cuál tenía videoclip, la fecha de estreno y el disco al que pertenecía.
Yo, que me aprendía una canción con escucharla un par de veces.
Yo, que quería hacerme un hueco en el mundo de la música, en la música británica.
-¿Sabes decirlo en francés?
-Petit Louis.
Negó con la cabeza.
-No, que si sabes el diminutivo.
-Yo qué sé, Louis.
-Luisín-sonrió él, sin poder contener la gracia que le hacía. Le miré con los ojos entrecerrados.
-Estás disfrutando con esto, ¿eh?
-¿Cómo serías tú?
Me quedé pensando un momento.
-Erikina.
-Joder, eso es muy difícil. Uno más normal.
-¡Eh!-le di un codazo-. ¡Menos con mi nombre!
-Es eslavo, majestad, significa la que reina por siempre o princesa honorable-me imitó, como le había dicho yo a la reina de Inglaterra cuando me llevaron a Buckingham Palace la primera vez.
-Estoy a dos segundos se soltarte una bofetada. Tú verás si quieres seguir así.
-Oh, majestad, yo soy española, y quiero que me devuelva Gibraltar.
-Louis...
-Oh, majestad, en mi país comemos que da gusto. Mi novio ha engordado cuatro kilos, pero no se preocupe, que le hago bajar de peso en seguida.
-Louis.
-Oh, majestad.
-¡LOUIS!
-Vale, vale.
Volví a hundirme en el asiento y me acurruqué sobre mí misma contra la ventanilla. Los coches pasaban a toda velocidad a nuestro alrededor, las señales se sucedían a un ritmo de vértigo... sería un buen momento para ponerme las gafas.
Me miré las uñas y me preguntó, suavemente.
-¿Te ha gustado?
-¿El qué? ¿Que te burles de mis orígenes? No. Ni gota.
-La canción, retrasada-replicó, poniendo los ojos en blanco. Sonreí.
-Sí. La canción sí.
Volví a girarme y contemplar por la ventanilla.
-Tenéis que dejar de hacer eso.
-¿Qué?
-Canciones así. Y tú... tú tienes que dejar de destrozarme los ovarios cada vez que abres la boca-le miré a los ojos. Se controló para no reírse en mi cara, sabía que en el fondo, si lo hacía, le soltaría tal bofetada que llegaría a la luna.
Bueno, no.
Pero pasaría ganas y, a modo de venganza, me haría la estrecha cuando quisiera sexo. Y eso a él no le gustaba demasiado.
-Voy a tener que dejar de existir para dejar a tus ovarios tranquilos-me provocó. Sonreí y miré al frente.
-Es una posibilidad.
-Oh, estoy temblando, nena.
La comisura izquierda de mi labio se elevó en una ligera sonrisa. Sacudí la cabeza.
-Eres imposible.
-Puede, pero yo te destrozo los ovarios de una forma que nadie más lo hace. Nadie.
Alcé una ceja y me lo quedé mirando.
-¿Estamos hablando de cierto actor americano con el que acabaré casándome?
-No me digas esas cosas, amor, que ya sabes que me afectan-hizo pucheros. Le hice cosquillas en el cuello.
-Me va el acento inglés.
-Eso es mentira. Odias nuestro acento.
-¡Es que es horrible! ¡Mira cómo pronunciamos! ¡Doncastah! ¡Manchestah! ¡Teachah!
-Eh, a las finales, me las dejas.
-Patata-repliqué yo, en uno de mis muchos momentos de lucidez. Se me quedó mirando y ya no pudo soportarlo más, se le escapó la risa.
-Eres muy tonta, nena.
-Ya lo sé, Lou.
-¿Cómo era mi nombre?
-Luisín.
-Joder, macho, es que hasta en español sueno bien-sacudió la cabeza-. No puede ser.
Le hice un corte de manga.
-Creído.
-Eso siempre.
Y seguimos así, metiéndonos el uno con el otro, durante todo el trayecto, como si no nos estuviéramos acercando a su casa, donde tendría que lidiar con el divorcio de sus padres, además de la charla inevitable que de seguro le tenían prevista por haberse ido así, sin avisar.
En cuanto vio el letrero que anunciaba su ciudad, su humor cambió. Comenzó a tensarse a medida que desfilábamos por las calles. Muy pocas me sonaban. Descubrí, no sin sorpresa, que me estaba llevando por un sitio diferente; estaba haciendo tiempo. Intentaba estirar al máximo aquellos instantes de tranquilidad, de paz, que nos quedaban.
Nos detuvimos en un semáforo, y el coche que teníamos la lado hizo sonar su claxon. Nos giramos a la vez y miramos a los chicos de al lado, que saludaron animados. Louis sonrió y bajó la ventanilla.
-¿Qué pasa, Swagmasta?
Toqué el brazo de Louis, recordándole lo de la pronunciación de las palabras. Me miró y me sacó la lengua.
-¿Qué hay, tíos?
-No se te ve el pelo, cabrón. De llegar a saber que cuando te ibas a Londres decidirías quedarte te abríamos atado a un banco-el chico más cercano a Louis extendió la mano, que mi novio le chocó rápidamente. Debían de tener la misma edad. Los ojos del chico, verdes, el pelo negro cortado muy corto, casi tanto como Liam... y seguían siendo guapos. Estaba empezando a pensar que el único lugar donde no había chicos guapos era mi país.
Un rubio se asomó y le enseñó el dedo corazón a Louis.
-Eres un hijo de puta, Jack-espetó Louis, riéndose.
-¿Qué haces aquí, capital? Vete a tu puta ciudad. No te queremos ya en Doncaster.
-Muérete, tío, en serio. Ojalá te deje tu novia.
-No te preocupes, que Layla no me deja. Le doy demasiada caña, tú ya me entiendes-le guiñó un ojo y finalmente se percató de mi presencia-. Haz el favor de ser un caballero y presentarnos a esa dama que traes ahí secuestrada.
El otro chico clavó sus ojos en mí. Deseé no sonrojarme, y creo que lo deseé con la fuerza suficiente como para que se cumpliera.
-Es Eri. Mi novia. Ya sabéis, tocadla y os mato-se encogió de hombros, y se giró a mirarme-. Ellos son John y Jack. Como puedes comprobar, sus madres eran muy originales. Union J al poder.
No pude reprimir una sonrisa.
-Vete a tomar por el culo, Louis.
-Nena, cuando te canses de este gilipollas, me llamas, ¿vale?
-Vale-sonreí.
-¿Hola? Como me baje os rompo la cara. Es mía. Está  co-gi-da. Tú quieres una hostia, ¿a que sí, John?
John se encogió de hombros.
-¿Sabes qué podría hacer yo con ella? Sin ofender, nena-me guiñó un ojo, yo me encogí de hombros.
-Estoy acostumbrada a que me traten de objeto sexual.
-Nada oye, que tengo que repartir hostias hoy-replicó Louis, sacudiendo la cabeza. Sonreí.
-¿Cuándo te he quitado yo algo tuyo, Louis?
-En el jardín de infancia.
-Pero mira que eres rencoroso-le reprochó Jack.
-¡ME ROMPIÓ EL POWER RANGER!-gritó mi novio, a modo de excusa. Me eché a reír.
-¿En serio?-pregunté. Los otros chicos asintieron.
El semáforo se puso en verde, pero no había ningún coche detrás para pitarnos.
-¿Saldrás hoy?-quiso saber el rubio, metiendo la primera sin apartar la vista de Lou. Éste se encogió de hombros.
-Si lo hago, os llamo.
-Guay. Ah, por cierto, Stan está con tu hermana.
-Ya lo sé, tío, es mi mejor amigo, ¿recuerdas?
-Era por si no lo sabías. A mí no me haría gracia que Lucas fuera por ahí con mi hermana.
-Es buen chaval.
-Lo que es es un necesitado de dos tortazos como una casa-John sonrió. Louis negó con la cabeza.
-No vayáis a por él sin mí. Eso es jugar sucio.
-No lo haremos, Louis-Jack se llevó dos dedos a la frente e hizo el saludo militar. Me miró-. Buenas tardes, señorita.
El otro me hizo un gesto con la cabeza, y los dos coches se separaron en direcciones distintas. Miré a Lou, interrogante.
-¿Se llevan mal con Stan?
-Stan tuvo alguna que otra pelea con John. Nada importante.
Asentí con la cabeza.
-¿Son amigos?
-Oh, sí. Ya entenderás la lógica masculina. No somos tan falsos como lo sois las chicas. Yo puedo pegarme con un tío y a las dos horas ser tan amigo de él, invitarle a algo, y todo. Vosotras sois mucho más rencorosas, os tomáis todo muy a pecho. Por ejemplo, Fizzy y la hermana de Jack no se aguantan.
-Por algo será.
-Fizzy le copió una sudadera a la hermana de Jack-alzó una ceja en mi dirección, como echándome en cara que justificara a su hermana.
-¿Y?
-Que entonces la hermana de Jack le copió unos vaqueros a mi hermana-se encogió de hombros-. Y casi se pegan. Porque nos metimos Jack y yo entre ellas, si no, una de las dos acabaría calva. Seguramente mi hermana; siempre le he defendido yo, así que no tiene ni puta idea de lo que es pelearse.
-Louis el chungo del hotel de Madrid.
Aunque yo sonreía, a él no le hizo ni pizca de gracia. Su mirada se oscureció, recordando a su mánager, que me había llamado zorra.
Cobró el mismo color que cuando se acercó hasta mí y me apartó la cara de la ventana.
-¿Estás bien?-me había preguntado. Yo había asentido-. Voy a matarlo-anunció él por fin.
-Déjalo estar.
-Es personal.
-Déjalo estar. No pasa nada. Tú simplemente déjalo estar.
Había terminado convenciéndolo, pero, ¿a qué precio? Y, lo más importante, ¿por cuánto tiempo? Si en algo nos parecíamos él y yo era en que éramos tercos como mulas, y cuando se nos metía una cosa entre ceja y ceja, nada nos hacía cambiar de opinión.
Cuando quise darme cuenta, habíamos llegado a su casa. Detrás de las cortinas se notaba movimiento. Aparcó en la acera, en la calle, y se me quedó mirando. Consiguió salir del coche, y me lanzó una mirada de disculpa por no cogerme la mochila, algo a lo que yo le quité importancia con un gesto. Sabía que no siempre podría ser mi caballero inglés, y yo tampoco sería eternamente su damisela en apuros. Ese era uno de los momentos en los que las tornas cambiaban, y era yo la que defendía y recogía a un niño asustado.
Esperó a que llegara a su lado y entrelazó sus dedos con los míos.
-¿Lista?
-He nacido lista. ¿Y tú?
-No.
Me puse de puntillas y lo besé en los labios. La gente se giraba al pasar, pero a mí no me importaba. Estábamos solos él, yo, mis manos en su pelo y la suyas en mi barbilla y mi cintura.
Apenas nos separamos, nos miramos a los ojos un segundo.
-Te quiero-susurré. Sonrió.
-Siempre-se llevó una de mis manos a los labios y me la besó.
Entramos en el pequeño jardín delantero de su casa y nos quedamos mirando la puerta. Sacó las llaves de su bolsillo, y yo me colgué de su brazo; casi ronroneé de placer.
Metió las llaves lentamente en la cerradura y me miró.
-Que empiece la función-alzando las cejas.
-Mucha mierda-repliqué yo.
-Amén, hermana.
Y empujó la puerta.

El primero en venir a recibirnos fue, cómo no, el perro. Ted corrió a toda velocidad en nuestra dirección, y se dedicó a saltar y enredarse en nuestras piernas mientras chillaba de alegría. Louis sonrió y, cuando su mascota colocó sus patas delanteras en sus piernas, exigiendo un poco de amor, se inclinó y le rascó la barriga. Sonreí.
Lottie apareció poco después de que el perro echara a correr por casa, lloriqueando porque todos los Tomlinson estaban reunidos otra vez. Miró a Louis un segundo, sin poder creerse quién estaba en el vestíbulo, me miró a mí, y corrió a abrazar a su hermano.
Louis la cogió al vuelo y hundió su rostro en el pelo rubio de Lottie, cerró los ojos, feliz por tener cerca a su hermana de nuevo. Esperé pacientemente a que los hermanos se separaran. Lottie le plantó un sonoro beso en la mejilla. Su cara brillaba, el rímel se deslizaba lentamente por su cara. Estaba llorando.
-No vuelvas a hacernos esto, BooBear-dijo, dándole un puñetazo en el pecho. Se apresuró a abrazarme, evitando así que me sintiera desplazada-. Gracias por cuidar de él, Eri.
Estreché a la mayor de mis cuñadas entre mis brazos.
-Sabes que es un placer, Lottie.
-¡Chicas! ¡Mamá! ¡Louis está en casa!-bramó, alzando la cabeza. Sentí, más que oí, los pasos apresurados de Felicité, que salió de su cuarto como una bala para abalanzarse escaleras abajo, en dirección a alguien a quien yo sabía bien hasta qué punto se hacía echar de menos.
Louis volvió a abrazarla, y Fizzy también se echó a llorar. Pero a ella no la soltó, dado que era más pequeña, cargó con ella y le besó la mejilla.
-Hala, pequeña, ya está. No llores, Fiz-susurró, apartándole los mechones chocolate de la cara y colocándoselos detrás de la oreja. Miró a Lottie-. ¿Esa sudadera no es mía?
Lottie asintió.
-¿Y eso?
-Te he echado de menos, gilipollas. Aunque seas un idiota, sigues siendo mi hermano, y te quiero. No vuelvas a hacernos esto. Las gemelas no lo entienden. Eres un cabrón-se limpió las lágrimas con la manga de la sudadera y se apartó el pelo de la cara, intentando controlarse.
-Te sienta bien-replicó su hermano. Lottie le dedicó una sonrisa empañada por el agua que caía de sus ojos-. Estás muy guapa.
-Cabrón. Encima ahora vienes de adorable. Cabrón-replicó Lottie, volviendo a hundirse en los brazos de él. Besó a Felicité y cerró los ojos.
-Yo me habría puesto ropa tuya, pero me quedaba demasiado grande-se excusó Fizzy-. Lottie se puso esa sudadera porque aún olía a ti.
-No se lo cuentes, porque se crece-la riñó la mayor, sonriéndole.
-¡LOUIS!-bramó un dúo de voces perfectamente sincronizadas. Pues claro, llevaban sincronizadas desde el día en que fueron creadas. Louis dejó a Fizzy al suelo y recogió a las gemelas, que empezaron a chillar de alegría. Ellas no lloraron. Fizzy vino a abrazarme, yo le di un sonoro beso y le pasé el brazo por el hombro cuando nos separamos.
Las pequeñas reían de felicidad. Me sentí mal inmediatamente por no haber obligado a Louis a ir antes a Doncaster, no haberlo llevado el día anterior mismo.
Daisy se me quedó mirando y sonrió.
-¡ERI!-chilló en el oído de su hermano, que dio un brinco, pero no dejó que se cayeran; las tenía bien agarradas.
Louis las dejó en el suelo y las dos corrieron a mí, gritando mi nombre en un coro celestial. Las crías llegarían lejos si decidían que Louis podía enchufarlas.
-Louis-murmuró una mujer a la que yo le debía la vida en ese momento. Jay se estaba secando las manos en un rodillo de cocina, y contemplaba a su hijo con una dureza que me paralizó. No sé cómo Louis consiguió mover la cabeza, tal vez los años de experiencia jugaran a su favor.
-Mamá.
Me miró, como pidiéndome permiso, yo le devolví la mirada.
Jay cruzó el espacio que los separaba de dos rápidas zancadas y le cruzó la cara a su hijo mayor, el único varón que tenía. Deseé devolverle la bofetada, pues nadie tocaba a mi niño. Ni siquiera su creadora.
Louis asintió con la cabeza, los pies no se habían movido de su sitio. Se quedó mirando una foto de todos los niños juntos, de pequeños, que había colocada en una cómoda del recibidor. Tragó saliva y cerró los ojos.
-Espero que estés contento-empezó su madre-, casi me muero del susto-le tocó la mejilla que empezaba a sonrojarse con la palma de la mano y con la otra lo obligó a clavar sus ojos azules en los de ella, idénticos-. -No vuelvas a hacerme eso, mi vida.
Louis asintió, abrió los brazos y esperó a que su madre se metiera dentro. Jay no se hizo de rogar; se coló entre ellos y abrazó su cintura. Me miró un segundo, un único segundo, cerró los ojos y se echó a llorar. Louis tragó saliva y rodeó a su madre con sus brazos, muchísimo más fuertes, igual de cariñosos.
-Mamá, no llores-le pidió.
-Me lo has hecho pasar muy mal, Louis-le reprendió su madre, escondiéndose en su pecho. Yo sabía lo que era llorar allí. Te sentías bien, porque te consolaba, pero a la vez mal, porque le hacías daño.
-Lo siento.
Lottie se limpió las lágrimas con los dedos, intentando conservar el poco maquillaje que le quedaba, y le dedicó una mirada triste a su hermano, que se encogió de hombros, como diciendo ya ves lo que tengo que aguantar.
Jay se fue tranquilizando, se separó de mi novio y se limpió los ojos. Me miró y sonrió.
-Gracias por cuidar de mi niño, Eri-susurró, abriendo los brazos tal y como él lo había hecho antes. Me acerqué a ella y la estreché, parecía tan pequeña ahora que no era la mujer que me había recibido en su casa y me había amenazado con matarme si le rompía el corazón a Louis, sino la mujer que se había visto sola con un bebé, que había perdido a su marido, al que creía que la amaba pero que en realidad no era así...
-No ha sido nada.
-Como si no le hubiera encantado, mamá.-sonrió él, acariciándome la cintura. Las gemelas se engancharon de sus piernas y miraron a su madre.
-¿Qué le pasa a mamá?-preguntó Phoebe. Lottie negó con la cabeza.
-Nada, ya sabéis el pánico que le tiene a los aviones. Se preocupa.
Louis miró a la mayor de sus hermanas con el ceño fruncido, Lottie le hizo una señal que quería decir que ya le pondría luego al día. Suspiró.
Jay miró a sus niñas y negó con la cabeza.
-Yo también tengo derecho a echar de menos a vuestro hermano, ¿no creéis?
-¿Por qué le has pegado?
-Porque no hice la cama cuando me fui-la cubrió Louis. Jay la miró agradecida, Lou le dedicó una tímida sonrisa-. ¿Y papá?
El rostro de su madre cambió, y comprendí, con solo mirarlo, que era precisamente eso lo que Louis quería. Putear a su madre hasta que ella se diera cuenta de que estaba cometiendo un grandísimo error dejando atrás al hombre con el que había tenido 4 hijas y había criado a un chico más.
-Trabajando, ya lo sabes.
-Ah-Louis se encogió de hombros y se fue a la cocina, arrastrando con él a las gemelas. Las pequeñas ya habían asumido su papel de satélites orbitantes alrededor de él.
-¿A dónde vas?-preguntó Fizzy, intentando contener la risa sin dejar de mirar a sus hermanas. Louis se volvió, no sin dificultad.
-Tengo hambre.
Oh, una novedad.
Me miró a los ojos y me hizo un gesto con la  cabeza para que lo siguiera.
-¿Comeremos lo de la última vez?-le provoqué. Sonrió y sacudió la cabeza.
-Si eso quiere la dama...
Jay puso los ojos en blanco.
-Tengo que ir al supermercado. ¿Va a acompañarme alguien o iré sola?
No contestó nadie, casi se oían los grillos del jardín.
-Todos a la vez no, por favor-Jay cogió su bolso y señaló a Lottie, pero luego miró a su hijo mayor y suspiró-. Bueno, las normas son las normas. Louis, te quedas a cargo de la casa hasta que vuelva.
Lottie abrió la boca.
-¡Pero si es un chaquetero!
-Cómeme el rabo, Charlotte-replicó Louis, haciéndole un corte de manga.
-¡Cómeme tú a mí el coño, Louis!-espetó mi cuñada.
-¡NIÑOS!-bramó Jay. Las gemelas comenzaron a corear que tenían que meter monedas en el tarro de las palabras sucias. Yo estaba demasiado ocupada comprobando en mis registros memorísticos que nunca había escuchado a Louis decir nada por el estilo. Cómo le cambiaban sus hermanas-. Seguid así y se quedará Daisy al mando.
-¡SÍ!-chilló la más pequeña. Su copia se indignó.
-¡¿Por qué ella y yo no?!
-Basta, niñas.
-¡Mamá!-gritó la menor de todo cuando Phoebe le arañó la mano.
-¡Vale!
-¡MAMÁ!-bramaron las dos cuando empezaron a devolverse las agresiones.
-¡Parad!-gritó su madre-. ¡Ahora mismo!
-¡VALE YA, ME CAGO EN LA PUTA!-bramó Louis, sacudiendo las piernas y zafándose de ellas. Daisy y Phoebe lo contemplaron con ojos como platos. Felicité flipó en colores. Charlotte alucinó aún más. Yo, todavía más, pensando en el padre que sería ese tío dentro de unos pocos años.
La que más alucinó fue Jay, que contempló cómo las niñas se quedaban calladas en silencio y agachaban la cabeza.
¡Extra, extra! ¡Louis cabreado impone más que su madre!
-Has dicho una palabrota...
-¿QUERÉIS QUE DIGA MÁS?
-No...
-Al salón. Sin tele.
-¡Pero...!
-¡YA!
Las gemelas desfilaron una tras otra hasta el salón, se sentaron en el sofá y comenzaron a lloriquear.
Louis se apoyó en la puerta.
-Pedíos perdón.
-Perdón-balaron ambas, dóciles como ovejas.
-Y daos un beso.
Las pequeñas hicieron todo lo que él les dijo, obedientes.
Jay contempló a su hijo, satisfecha.
-Hemos hecho un buen trabajo contigo-murmuró para sí, solo yo debí de oírla. Comprobó que llevaba todo en su bolso y abrió la puerta-.Volveré en una hora, más o menos-añadió en voz más alta. Todos asentimos-. Mirad a ver lo que hacéis-clavó la vista en Louis y en mí, noté cómo me sonrojaba cuando Louis se me quedó mirando, divertido.
-Adiós, mamá.
Nada más cerrar la puerta su madre, las gemelas se giraron y contemplaron a Louis.
-¿Podemos encender la tele?-inquirieron al unísono. Eran tan monas.
-No.
-Por favor.
-No.
-Por favoooooooooooooooooooooooooor.
Louis las atravesó con la mirada. Las crías se callaron y se dejaron caer en sus asientos. Decidieron torturar al perro, que dormía plácidamente sobre la alfombra del salón.
-Fiz-llamó a su hermana. Fizzy lo miró-. Déjame una gorra. Quiero echar una siesta antes de que se arme de noche.
-¿Cómo sabes que se va a armar?-espetó Lottie, comprobando su BlackBerry, que se había sacado del bolsillo gigantesco de la sudadera. Louis alzó una ceja.
-Porque soy muy listo.
-¿Tú? No me hagas reír.
-Y tú no me pongas de mala hostia, porque sabes que ahora mismo, si me da la gana, te encierro en tu cuarto y te quito el teléfono.
-Tengo el portátil.
-Te lo quito también.
-Me quedan las revistas-se estaban acercando el uno al otro, y, en ese punto, el pecho de Lottie chocó con el de Louis. Aparté la ensoñación en la que yo era mi cuñada y era yo la que me hundía en los ojos de Louis, no ella.
-¿Te encierro en mi habitación?
-Te destrozo la ropa.
-Eres una zorra.
-Tú un gilipollas.
-Guarra.
-Retrasado.
-Esto está cogiendo connotaciones sexuales, y, eh... es mío, Lottie-repliqué, tirando de Louis hacia atrás. Se sonrieron.
-Nunca ha tenido connotación sexual cuando se trata de nosotros, Eri.
-Sí, yo antes de tirármela  permanezco casto y puro el resto de mi vida.
Lottie frunció el ceño.
-Reconoce que te pongo, Louis.
-Oh, sí. Muchísimo. Enfermo.
Lottie se echó a reír y le enseñó su dedo corazón. Se fue al salón con sus hermanas; Fizzy se había deslizado hacía ya tiempo a controlar a las gemelas. Louis me miró a los ojos.
-No vuelvas a hacer eso.
-¿El qué? ¿Fastidiar a mi hermana? Llevo 18 años haciéndolo, así que va a ser difícil que cambie de costumbres.
Negué con la cabeza, clavándole las uñas en los bíceps. Estaba segura de que si me dejaba masajearlos un ratito podría correrme con su contacto.
-Lo otro. Lo de ponerte así con las crías.
-¿Y eso?
Me puse de puntillas y le mordisqueé el labio.
-No sabes lo caliente que me has puesto, amor. No tienes ni idea.
Y era cierto, de hecho, todavía notaba las corrientes eléctricas que anticipaban su contacto, y la ligera contracción del centro de mi ser, pidiéndome a gritos que le dejara estar con él un momento.
Se inclinó hacia mí y me susurró al oído con aliento abrasador:
-Ahora ya sabes qué siento yo cada vez que te veo ponerte mi ropa.
Parpadeé un par de veces y lo miré con los ojos entrecerrados.
-No deberíamos estar hablando de estas cosas con toda tu familia en la habitación de al lado.
-No. Faltan mis padres. Y mis abuelos.
Sonreí.
-Eres bobo.
-Eso siempre-posó sus labios fugazmente en los míos y subió las escaleras con aire cansado. Ya nadie recordaba la promesa de Nutella.
Me senté con Fizzy y pegué su cara  a la suya. Fizzy sonrió y me arrugó la nariz, divertida, a lo que respondí sacándole la lengua. Echaba de menos tener a una chica con la que hacer tonterías sin preocuparme de lo que dirían los demás. Y Fizzy era tan parecida a su hermano, pero a la vez tan diferente, que era la chica ideal.
Louis bajó con una gorra azul de Superman colocada sobre la cabeza. Se tocó la visera en mi dirección y miro a Fizzy. Procuré recordarme que debía respirar cuando me di cuenta de que hacía juego con sus ojos, que resaltaba sus ojos.
-DJ Tommo is in da house-sonreí, y él me devolvió la sonrisa.
-Fiz, ¿te puedo coger esta?
-La que quieras-replicó ella sin mirarlo si quiera, tan ocupada estaba tecleando en el ordenador de su hermana para enseñarme un vídeo. Louis se colocó tras las gemelas y las miró.
-Podéis encender la tele.
Las niñas se pusieron a chillar que era su hermano favorito, a lo que respondió alzando las cejas, sarcástico.
-Soy el único hermano que tenéis, par de piojos-les revolvió el pelo y Daisy se echó a reír mientras Phoebe corría a encender la tele, temiendo que Louis cambiara de opinión. Lottie levantó la vista y gimió cuando las chicas pusieron Nickelodeon y se pusieron a canturrear la canción de Bob Esponja.
Louis puso los ojos en blanco y se tumbó en el sofá a la larga. Los pies le sobresalían por un extremo, pero no le importaba.
Daisy infló los mofletes en dirección a BooBear. Louis se colocó la corra y frunció el ceño.
-Ahí estábamos nosotras.
-No haberos levantado.
-¡Abusón!
Se encogió de hombros y se palmeó las piernas.
-Ya sabéis qué hacer.
Phoebe subió de un brinco sobre las piernas de Louis y se acomodó lentamente en sus espinillas, mientras Daisy se tomaba su tiempo en escalar hasta colocarse entre sus rodillas y sus caderas. Las gemelas se miraron un segundo y se echaron a reír. Louis sonrió, feliz de escuchar ese sonido, y se bajó la visera de la gorra hasta taparse la cara.
-¿Vas a dormir?-preguntó Lottie.
-Voy a intentarlo.
-Qué lástima, yo que tenía que escuchar unas cuarenta canciones de Maroon 5.
-¿Las tienen?
Lottie se encogió de hombros.
-Entonces, ¿no puedo ponerlas?-lloriqueó la rubia. Louis la mandó a la mierda.
-Al tarro de las palabras sucias.
-Apuntadlo por algún sitio, nenas-les pidió, sacándose el móvil del bolsillo y mirando la hora. Daisy le tendió la mano, en la que Louis colocó su teléfono. Me miró un momento.
-Está a punto de salir el vídeo de Little Things.
Me giré en redondo a contemplar a Fizzy, que abrió la boca y se dio un golpe en la frente, culpándose por haber olvidado tan ansiada fecha. Lo mismo que debería haber hecho yo, porque, al fin y al cabo, la canción estaba dedicada a mí y a mi amada anorexia.
Corrimos a abrir una nueva ventana en Youtube y otra de Twitter, esperando a que la cronología de Fiz se volviera loca proclamando que el vídeo era (como siempre) perfecto.
Le tendí un auricular a mi cuñada, que lo aceptó encantada, dedicándome una cálida sonrisa muy al estilo de su hermano. Louis sonrió, negó con la cabeza cuando nos apoyamos la una en la otra para infundirnos ánimos, y volvió a bajarse la visera de la gorra justo en el momento en que comenzábamos a darle a refrescar, ansiosas por ver lo que los chicos (mis chicos, pensé con un arranque de ternura y amor por aquellos a los que llamaba mis pequeños cuando todos me superaban en estatura y edad) nos habían preparado esta vez. Lottie nos miró, sonriendo, Phoebe y Daisy se inclinaron un poco para poder contemplar la pantalla del ordenador, haciendo que Louis se quejara.
Contuvimos la respiración cuando un nuevo vídeo en el canal oficial de One Direction apareció de la nada. Estaba allí. Lottie se levantó y se acercó por detrás del sofá a mirar el vídeo mientras Felicité se acordaba de toda la familia de las personas que elegían en qué vídeos poner los anuncios, pues habían decidido que aquél sería una buena elección para colocar un anuncio de un minuto, de esos que no se podían saltar. Daisy y Phoebe se deslizaron hacia el suelo desde las piernas de Louis, que protestó pero no se levantó del sofá.
-¿No vas a verlo?-pregunté.
-Ya lo he visto-se encogió de hombros y se llevó la mano al bolsillo cuando el móvil vibró en su interior, seguramente fuera Niall anunciando en el grupo de mensajes que el vídeo estaba fuera y que el Apocalipsis de Youtube había comenzado.
Lottie se llevó la mano a la boca y comenzó a mordisquearse las uñas a medida que la pantalla se volvía negra y los chicos desfilaban uno tras otro por ella, riéndose en silencio, dejando que las guitarras hicieran su parte. Fizzy bufó y se abanicó cuando el primer plano de Zayn llenó toda la pantalla, las gemelas se miraron y sonrieron.
Todos los ojos se centraron en mí cuando le llegó el turno a Louis. Noté cómo se me secaba la garganta, cómo todas y cada una de las gotas de agua que componían mi cuerpo se evaporaban bajo la abrasadora mirada de mi novio, que me contemplaba a través de un cristal infernal (el mismo cristal que se instalaba entre nosotros entre semana), y que también se hallaba tumbado en el sofá, intentando dormir. Miré a Louis cuando se acabó su solo, contemplé la manera en que había cruzado los brazos sobre el pecho, ¿de verdad intentaba dormir así?
Una sonrisa pícara cruzó su rostro, se instaló en él. Deseé besarla, pero tenía el ordenador sobre las piernas, así que me limité a susurrar su nombre.
-¿Lou?
-¿Sí, amor?
-Te quiero. Te amo. Muchísimo.
-Lo sé, nena.
Se levantó la visera y me contempló con aquellos ojos azules, preciosos, los mismos ojos que se habían clavado en mí unos segundos antes, mientras Harry murmuraba algo de que aún tenía que sacudirme para entrar en los vaqueros.
-¿Sabes?
-¿Qué?-ronroneé, de repente estábamos solos, él en el sofá, yo en el otro. Él tumbado, yo sentada.
Él vestido, yo desnuda bajo su mirada, aquella mirada que tan bien me conocía, que tantas veces me había visto de aquella manera.
-Yo te quiero más.
Sonreí y negué con la cabeza.
-Mentira.
Fizzy se sonrojó. Seguramente nunca le había dicho a ningún chico (sin contar Louis y Mark) que le quería. No tenía ni idea de lo liberada que te sentías cuando aquellas dos palabras (tres en inglés) salían de tu boca, era quitarte un peso enorme de encima. Y cuando te respondían que también lo hacían, cuando alguien como Louis me lo decía a mí... entrabas en el cielo, cerrabas los ojos y oías trompetas acompañando aquellas palabras.
Lottie sonrió, estaba claro que ella entendía por lo que yo estaba pasando, salvo por una excepción: no encontraría nunca un chico que fuera como su hermano, que pudiera decirte que te quería delante de cientos de miles de personas, sabiendo que estábamos siendo grabados, que te llevara al séptimo cielo en la cama para luego sonreírte y preguntarte qué querías de desayuno, llamarte bicho raro porque respondías que querías un dulce...
Y besarte. Besarte y mirarte a los ojos y decirte: Te quiero, pequeña. Eres lo más importante.
Mentía, mentía descaradamente, pero era una mentira tan deliciosa que había decidido creérmela.
Nunca ninguno te escribirá una canción, Erika. Nunca ninguno será capaz de igualar a Little Things me recordé para mis adentros.
No necesitaría a ningún otro, con el bobo que estaba tumbado en el sofá intentando dormir con una gorra de Superman puesta me bastaba.
El regalo de cumpleaños que llevaba varios días rondándome la cabeza en forma de nube lluviosa comenzó a descargar su torrente de gotas de agua, alimentando a la semilla que acabaría germinando en Diciembre.
-¿Replay?-inquirió Fizzy, mirándome. Asentí, sonriendo.
-No lo dudes, nena. Aquí se viola al botón de replay como que me llamo Erika.
Daisy y Phoebe se echaron a reír, y, cuando vimos el vídeo por segunda vez, ya más tranquilas y cantando la letra en voz baja, regresaron a sus asientos sobre Louis. Lou les sonrió cuando las notó sobre sí.
Mientras Felicité y yo nos poníamos moradas a ver vídeos de los chicos haciendo el tonto, Lottie hablaba con Stan por mensajes, y le transmitía lo que le decía su mejor amigo a su hermano.
-Stan dice que eres estúpido.
-Dile a Stan que cuando quiera que le rompan la cara, sabe dónde encontrarme-sonrió Louis, pasándose las manos por detrás de la cabeza y sonriéndose a sí mismo, como si hubiera hecho un chiste genial sin apenas esfuerzo.
-Dice que será al revés.
Louis negó con la cabeza y le hizo un corte de manga a su hermana, que ella rápidamente transmitió a su chico.
Nos estábamos riendo como si no hubiera mañana con el momento en que Louis se presentaba en una televisión americana como Jennifer cuando él apretó los labios.
-¿Tenemos Bollicao?
-No-contestó Lottie inmediatamente. Louis gimió.
-Quiero un Bollicao.
Se revolvió hasta conseguir sacarse la cartera del bolsillo y se la tiró a Fizzy.
-Coge diez libras y lárgate a comprar un Bollicao.
-¿Puedo comprar algo para mí?
-Vale.
-¿Y quedarme con el cambio?
-No seas plasta y mueve el culo.
Fizzy se levantó, yo paré el vídeo y la miré.
-¿Le compro algo a Eri?
-Si quiere algo, que pida por esa boca.
-A Eri le van otros Bollicaos, me parece a mí-replicó Lottie con una sonrisa sarcástica.
Louis se quitó la gorra y la miró.
-No tienes ni idea de lo buena que es comiéndolos-le guiñó un ojo, alzó las cejas y volvió a ponerse la gorra. Las mejillas me ardían.
-¿Tenías que dar detalles?
-Seguro que es mejor que tú.
-Por un estilo-replicó Louis, moviendo la mano en el aire.
-Cualquiera es mejor que tú, Louis.
-Mira, Charlotte-comenzó, incorporándose y pasándose la visera de la gorra a un lado. Todo su pelo se revolvió bajo ésta, pero no le importó-. No te sugiero una prueba, porque sé que es lo que estás esperando. Así que vete a tomar un poco por el culo, ¿quieres?
-Tarro.
-Palabras.
-Sucias-puntualizaron las dos gemelas juntas, terminando el trabajo que habían realizado antes por separado.
-Apuntádmelo, pequeñas.
Phoebe cogió su libreta y anotó una nueva palabra más.
Louis volvió a tumbarse y tiró de sus hermanas más pequeñas para que se colocaran como él, sobre él. A ellas solo les faltó ronronear de puro placer, aunque no podía culparlas.
Me arrastré en el sofá y me acurruqué contra el reposa brazos. Hice pucheros, y Louis levantó la cabeza.
-Vosotras no queréis que duerma.
-No-repliqué, inclinándome y posando mis labios en los suyos.
-¿Por qué tienes que dormir ahora?-espetó Lottie, arrugando el entrecejo-. No lo entiendo.
-Ya os lo he dicho, boba. Tenemos que ahorrar energías para por la noche.
-¿Vais a ir de fiesta?-inquirió Daisy inocentemente.
-Sí, nena-Louis le acarició la cabeza. Qué bien mentía ese chaval cuando quería.
Fizzy volvió cinco minutos después, le tiró la cartera a Louis, que dio un brinco cuando le cayó en el pecho, pues no la esperaba, y se sentó a mi lado de nuevo. Abrió una bolsa de Cheetos y me la tendió. Negué con la cabeza, pero, pensando que tal vez conseguiría poner de mala leche a Louis si me negaba a comer, terminé aceptando hundir la mano un momento y buscar pelotazos.
Louis estiró el brazo, mostrando sus músculos en todo su esplendor, esperando su ansiado dulce. Le besé el monigote haciendo skate, sonrió y me acarició las piernas de la que retiraba la mano.
-¿Me das un mordisco?
-¿Lo quieres entero?
-Un mordisco está bien, amor.
Me tendió el Bollicao, aún sin estrenar, y le metí una buena dentellada, digna del mayor de los tiburones blancos. Se levantó la gorra y silbó.
-Jo-der, nena-negó con la cabeza y se me quedó mirando. Me encogí de hombros.
-Se me da bien comer Bollicaos-no pude evitar guiñarle el ojo. Lottie se tapó la boca disimuladamente con la sudadera para no reírse. Louis asintió con la cabeza, dando un mordisco mucho más discreto que el mío.
-Doy fe de ello.
Le di un suave puñetazo en el hombro, notando cómo volvía a sonrojarme. Seguramente le encantaba hacérmelo pasar mal.
El mejor momento llegó cuando en la tele mencionaron Italia, y las gemelas se incorporaron como un resorte, exigiendo de inmediato sus regalos. Louis suspiró, quejándose de que no le dejábamos dormir, y gruñó:
-¿Por qué os tengo que traer siempre regalos?
-Porque tienes mucho dinero.
Louis asintió con la cabeza y les cogió las manos a ambas.
-Escuchad, pequeñas: que tenga mucho dinero no significa que pueda compraros cosas en todos lo sitios a los que vaya. ¿Lo entendéis?-ellas fruncieron el ceño, pero no dijeron nada, presintiendo que su hermano no había acabado-. Se me acaban las ideas. Sabéis que no soy muy listo,  así que tarde o temprano se me acabarán las ideas, y prefiero dejaros ahora sin un regalo que que os paséis 20 años sin nada nuevo porque a mí no se me ocurra qué regalaros.
Ellas fruncieron aún más el ceño, sus ojos apenas se veían.
-¿No has traído nada?
En el rostro de Louis apareció una amplia sonrisa.
-Claro, pequeñas. Pero porque sois vosotras.
En las caras de sus hermanas, las criaturas que más se parecían a él y que tanto en común con él, se dibujaron sendas sonrisas: Daisy, Phoebe y Fizzy se permitieron exhibir toda su dentadura en una sonrisa pletórica de felicidad, mientras Lottie alzó una de las comisuras de su boca en una sonrisa muy sexy.
Ya sabía de quién sacaba los trucos sucios Louis.
Éste le tiró las llaves del coche a Fizzy mientras estrechaba un poco más a las gemelas contra su pecho.
-En el maletero, Fiz.
Felicité se levantó y corrió como un bólido a abrir la puerta de casa y abalanzarse sobre el coche. Louis gimió cuando sintió el ruido que hizo Fizzy el frenar bruscamente contra el coche, apoyándose en él. Su hermana volvió arrastrando una bolsa que yo no le había visto meter.
-Quitaos de encima, pequeñas-les pidió el chico a las gemelas, que obedecieron como si les fuera le vida en ello: se apresuraron a apartarse del camino de su hermano para que él pudiera sentarse y luego estirarse. Louis las miró, contempló sus caras de anhelo, los ojos clavados en la bolsa que la mediana portaba, y sonrió. Le acarició la cabeza a Daisy, que lo miró con una adoración solo conocida en ellas.
Deseé en el fondo de mi corazón que aquella mirada se repitiera en mis ojos cada vez que yo lo miraba; deseaba adorarlo como hacían las gemelas, hasta el punto de quererlo sin importarme que me dejara en casa y se fuera lejos durante días, semanas, meses.
Louis se apartó el pelo de la frente, y yo me mordí el labio. Nos miramos un segundo, y nos echamos a reír, divertidos ante nuestra broma privada. Lottie nos miró con una ceja alzada, pícara, alternativamente. Su hermano se encogió de hombros, pidiéndole que lo dejara estar.
Louis tendió un delicioso brazo en dirección a su hermana y cerró los dedos y los abrió repetidas veces, pidiéndole a Fizzy que le entregara la bolsa. Ella lo hizo a regañadientes, culpándose por no haber echado un vistazo primero.
Los ojos de mi novio se clavaron en los míos, y, justo después, en el sitio que había a su lado en el sofá. Me levanté, obediente, e hice lo que me había pedido sin palabras mientras él se peleaba con una bolsa de plástico. ¿Por qué conseguía siempre que hiciera lo que me pedía? ¿Por qué siempre conseguía salirse con la suya, sin que nadie pudiera hacer realmente nada por imitarlo?
Por favor, Eri. Es Louis repliqué para mis adentros, poniéndome los ojos en blanco a mí misma. Me senté en el reposa brazos y él frunció el ceño, pero sonrió cálidamente a Felicité cuando se sentó en el sitio que yo había declinado.
Me apoyé en el respaldo y cerré los ojos, disfrutando del contacto de su pelo en mi cara.
-Lottie-llamó a la mayor de todas, que se levantó como un resorte. Se acabó el fingir que no le interesaba en absoluto el tema de los regalos. Soltó un gritito ahogado cuando Lou le tendió una bolsa de papel de Prada y contempló con dos dedos su contenido.
-Oh. Dios. Mío. En estos momentos te amo muchísimo, Louis-gimió, sacando una blusa que mencionaba su origen: Roma. Se la pegó al pecho y dio varias vueltas sobre sí misma. Louis trató de sonar indignado cuando espetó:
-¿En estos momentos?-extendió la mano-. Entonces devuélvemela. No te la he traído para que me ames en unos momentos nada más.
-¡TE QUIERO!-bramó la rubia, inclinándose y plantándole un sonoro beso en la mejilla. Louis se la quedó mirando, divertido.
-¿Cuánto hacía que no me dabas un beso así?
-¿Cuánto hacía que mi hermano el pelota no estaba en casa?-se burló, brincando en círculos con la blusa pegada al cuerpo. Puñetera Lottie. Era igual de pija que Louis.
-Piojos-sonrió Louis, sacando unos paquetes con envoltorio de regalo de la gran bolsa. Phoebe estiró sus manos hacia ellos. Daisy le pasó uno y comenzó a rasgar las cajas.
Unos ositos de peluche con una camiseta que rezaba I love Roma.
Se tiraron sobre Louis y lo cubrieron de besos.
-¿Qué se dice?-preguntó Fizzy.
-¡Gracias!
-A mí no me las tenéis que dar, pequeñas-replicó Louis,  devolviéndoles los besos.
Sentí un arrebato de amor crecer en mi interior.
-Fiz-sonrió Louis, pasándole una camiseta. Fizzy se apartó el pelo de la cara y la contempló estirada sobre sí; la boca abierta.
-Todavía no están a la venta-murmuró Felicité Tomlinson, también conocida como la Directioner número uno del mundo, que sostenía, cómo no, la primera camiseta de One Direction hechos dibujo. Parpadeó un par de veces, asegurándose de que efectivamente estaba viendo dibujada la portada de One Thing, y miró a su hermano, que la contemplaba como si fuera estúpida perdida.
-¿Quién coño soy, Fizzy?
Las gemelas estaban demasiado absortas fingiendo que sus peluches eran novios como para notar el taco.
-Te quiero, Lou.
-Joder, voy a dejar de traeros regalos, últimamente sólo me decís que me queréis cuando os doy algo-sacudió la cabeza y cerró los ojos. Sonreí.
-Te quiero siempre, BooBear, y lo sabes.
-Mola que me lo digáis de vez en cuando.
Fizzy imitó a la mayor.
Lottie se sentó en el sofá y se me quedó mirando.
-¿Qué te ha dado él?
Negué con la cabeza.
-Solo encargos.
-Eso crees tú-me corrigió Louis. Alcé una ceja.
-Te dije que nada de regalos.
-Te dije que tengo dinero de sobra.
Puse los ojos en blanco.
-¿Es una joya?
-Sí.
-¡Louis!
-No lo es. Toma-dijo, sacando un paquete plateado de la bolsa y tendiéndomelo. Lo sostuve.
-Oh. Es un taxi. Muchas gracias. Me hace ilusión-discutí, sarcástica.
-No es una joya. Cierra la boca y ábrelo.
Suspiré, me devolvió el suspiro y comencé a sacar la cajita del papel.
-Ahora te pide matrimonio-se carcajeó Lottie,y su hermana acabó coreándola.
-Vete a la mierda, Charlotte-gruñó Louis.
Abrí la caja y me encontré con una minúscula copia del Coliseo.
En plata.
Abrí la boca para protestar.
-Cállate. Es acero. Haz el favor de callarte-se adelantó Louis, poniéndome la mano en la cara. La lamí para que la apartara, y funcionó.
Las gemelas no podían parar de reírse.
Era una copia genial. La contemplé a la luz, maravillándome por los destellos que desprendía.
-Es precioso, amor. Gracias-me incliné y le di un beso en los labios. Sonreía.
-Mira lo que pone debajo.
Le di la vuelta y sonreí.
-¿Qué pone?
-Città dell'amore.
-¿Qué significa?
-Ciudad del amor-contestamos los dos a coro, y nos echamos a reír.
-¿Por qué no habéis ido juntos?
-Porque yo ya conocía Roma.
-Y porque a mí me dejó Eri solo.
-Ibas con los chicos.
-Me dejaste solo.
-Vete a la mierda.
-Me quedas lejos.
-He dicho que vayas a la mierda, no que la mierda venga a mí.
Volvimos a reírnos nos alzamos las cejas mutuamente, haciéndonos muecas.
-Esa es una de las cosas por las que Stan no va a conseguir tan fácilmente que me convierta en su chacha en un hipotético futuro-caviló Lottie, golpeando su barbilla con su Blackberry.
-Eso es ser puta. Sin ofender, Eri-apuntó Fizzy, moviendo las manos en alto.
Negué con la cabeza.
-No es puta, te lo digo yo. Eso se nota.
-¿Perdona?-gruñí-. Soy buenísima en la cama.
-Eso te hago creer-Louis me guiñó un ojo.
-¡Oye, chaval! ¡Que soy latina! ¡Llevo la pasión en el cuerpo!
-Yo también llevo la pasión en el cuerpo y no me voy chuleando por ahí-volvió a guiñarme el ojo. Me eché a reír.
-Ya quisieras.
-No lo quiero. Lo tengo.
Fizzy se sentó en el sofá a contemplarnos.
-Yo necesito a un Louis en mi vida.
Todos nos reímos, aunque yo sabía que todo el mundo necesitaba un Louis en su vida.

1 comentario:

  1. Cielo. Ve a "50 sombras de Tomlinson" YA. Es que no sé si habrás leído mi comentario, es que para no perder el hilo te contesté allí xD

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