viernes, 10 de mayo de 2013

Hakuna Matata.

Lo primero que sentí antes del dolor abismal atenazándome la cabeza y amenazándome con hacerme reventar el cerebro fueron unos labios posándose lentamente por mi columna vertebral, provocándome las típicas corrientes eléctricas que sólo su dueño podía darme. Me estremecí, todavía en sueños, pero mucho más cerca de la realidad, y abrí los ojos. La luz de la mesilla de noche estaba encendida, pero no lograba reconocer ni la lámpara, ni las paredes, ni las sábanas que me rodeaban pero que no me cubrían. Me revolví mientras aquellos labios celestiales subían un poco más por mi cuerpo, recorriendo mi espalda despacio, dando pequeños mordiscos aquí y allá, encendiendo cada uno de los poros de mi piel, haciéndome rememorar quién era el dueño de éstos.
Y luego, lo sentí. Un dolor agudo, aplastante, que me embotaba los sentidos, que apenas me dejaba concentrarme en todo lo que había a mi alrededor.
-¿Eri?
Jadeé. Su voz sonaba bien, pero no hacía falta que me gritara. Sentí su cuerpo sobre el mío y miré sus muñecas en tensión cuando se apoyó despacio sobre mí, mordisqueándome el oído y pronunciando mi nombre. Cerré los ojos con fuerza, no podía estar torturándome así. No podía.
-Eri-susurró él cuando vio que no estaba durmiendo. Abrí los ojos y lo miré. Se apoyó en un codo y me acarició despacio la mejilla. Yo ni siquiera me moví, estaba demasiado débil. Suspiré a modo de respuesta cuando él me acarició el pelo y me lo apartó despacio de la espalda. Cerré los ojos. Si estaba callado, no me dolía nada. Y si no veía, aún mejor. Pero no, tenía ganas de hablar, el cabrón.
-Menuda resaca, ¿eh?
Saqué fuerzas de sabía Dios dónde y me incorporé sólo para darle un puñetazo en el pecho, con demasiada fuerza, pero no la suficiente, pues sólo lo tiré de la cama.
-¡Nena!
-¡¡NO GRITES!!-bramé sólo para taparme los oídos un segundo después, haciendo una mueca de dolor. Cada voz era como un cuchillo hundiéndose en mis sesos, revolviéndome la cabeza en busca de algo interesante que mereciera la pena ver. Oh, Louis, por favor. Te mataré por lo que me has hecho.
Se volvió a sentar en la cama y se acercó a mí. ¿De dónde había sacado esos pantalones? ¿Y por qué estaba yo desnuda, si se podía saber?
Se inclinó hacia la mesilla de noche y me tendió una botella. La estudié con los ojos entrecerrados, intentando que por mis retinas se colaran los mínimos rayos de luz posibles.
-¿Qué es?
-De lo que bebiste ayer-explicó, dándole un rápido trago a la botella. ¿Por qué él estaba bien y yo no?
-¿Y qué bebí ayer?-no pensaba tocar aquél objeto infernal. Y, con toda esa experiencia de alcohol en la sangre, tenía más que suficiente.
-Di mejor qué no bebiste.
Abrí los ojos y me lo quedé mirando. Me tapé con la sábana y protesté que no tenía gracia por lo bajo. Me acercó la botella, y yo negué con la cabeza.
-Así se te pasará. Por eso bebo yo tanto después de ir de fiesta.
Miré el recipiente con el líquido chispeante. Fruncí el ceño, sin poder creerme lo que me estaba proponiendo. ¿Beber más? Estaba mal de la cabeza.
-No voy a beber más. Así se empieza a ser alcohólico.
-¿Seguro?-replicó, acercándose a mí y dando otro trago. Noté cómo me mareaba con sólo pensar en lo que me iba a hacer-. ¿No te duele?-inquirió en mis oídos. Apreté los dientes y asentí con la cabeza.
-Pero tiene que haber otra manera-murmuré con un hilo de voz, cogiendo la botella y dejándola de nuevo en la mesilla-. No quiero acabar como una de mi clase.
Frunció el ceño.
-¿Sois alcohólicos?
-Está bajo tierra.
Se quedó callado, esperando que dijera más. Suspiré, me llevé la mano al pelo, me lo revolví un poco y asentí con la cabeza. Rodeándome con las sábanas, le conté rápidamente lo que había pasado.
-Se llamaba Nuria. Lo había dejado con el novio. Y quería ahogar las penas. Y terminó ahogándose ella.
-¿Se cayó al mar?
-Bebió mucho y le dio un coma etílico. Murió en el hospital a los pocos días.
Tragó saliva.
-¿Ves por qué no quiero que bebas? No quiero que acabes como ella.
Suspiró.
-No sabéis beber, joder. ¿Tuvisteis clase el día que murió?
Asentí.
-No solemos quedarnos sin clase. Somos así de aplicados.
-Pues yo me quedaría sin clase.
-Porque en Inglaterra tenéis corazón. En España no aprovechamos las oportunidades.
Dio un trago distraído de la botella, apurando hasta la última gota, y mirándome mientras pasaba la bebida de su boca hasta su estómago. ¿Cómo podía beber a esas horas? Era una cosa que no me cabía en la cabeza.
Rebusqué entre las sábanas hasta encontrar mi vestido de noche. Me puse rápidamente las bragas y caminé hasta el espejo del armario. Fruncí el ceño cuando descubrí que aún tenía el sujetador puesto.
-¿No me has quitado el sujetador?-espeté en voz baja, intentando no dañarme aún más el cerebro. Me pregunté qué habríamos hecho, pues seguía en su posición idónea, cumpliendo con el trabajo para el que había sido creado a la perfección, como en muy contadas ocasiones había hecho.
-Bastante tenía con meterla con el ciego que llevaba como para andarme con gilipolleces-replicó, tumbándose sobre la cama y suspirando. Su pecho subió y bajó mientras tomaba aire y lo soltaba. Deseé recostarme contra él pero, dada la existencia de aquella cueva en la que todo reverberaba en mi interior, dudaba bastante de que los latidos de su corazón fueran a aportarme algo de placer en ese instante.
-Eres un bruto-gruñí, acercándome a él y golpeándole el brazo. Entonces recordé que no había contado con que fuéramos a dormir aquella noche, por lo que no había metido ningún pijama en la bolsa de viaje. La coloqué encima de la cama mientras Lou se apoyaba en sus codos para estudiar mis movimientos y saqué una de sus camisas. Me agarré el pelo, me la pasé por los hombros, solté la melena y comencé a abrochármela despacio, con sus ojos siempre clavados en mi pecho. Me alegré de lo que había hecho en verano, de haber conseguido lo que tenía ahora, algo digno de ver y admirar, no como lo que había tenido antes.
-¿Te acuerdas de lo que hicimos?-murmuró, zalamero, mientras se levantaba, se acercaba a mí y me abrazaba por detrás, mirando nuestro reflejo en el espejo.
Me sorprendió comprobar que recordaba cosas pero, sobre todo, lo que había sentido en ese momento. Aún sentía la liberación de mi cuerpo tras haberme acostado con él, el fuego ardiente en mi interior, que no me consumía como solía hacer cuando llevábamos tiempo sin conocernos íntimamente, sino que me aportaba calidez, la misma calidez de cuando terminábamos y nos quedábamos hablando o simplemente nos dormíamos en una espiral de cuerpos entremezclados y tiernos abrazos que podrían llevar la paz al mayor conflicto bélico del mundo con tan sólo probar un poco de aquella ternura.
-¿Estuvo bien?-repliqué, decidida a picarlo un poco, pero sólo lo justo. Asintió con la cabeza, apartándome el pelo del cuello y besándomelo despacio, muy despacio. Las corrientes eléctricas que nunca llegarían a resultarme familiares subieron y bajaron por mi cuerpo, calmando un poco mi dolor de cabeza. Sí, definitivamente Louis tenía propiedades curativas, lo cual no estaba mal. No, nada mal.
Me giré en redondo para contemplarlo, descalzo y sólo vestido con unos pantalones, y le acaricié el pecho. Le di un beso en el esternón con tanta suavidad que dudé que lo hubiera sentido. Me levantó la cabeza apoyando dos dedos en el mentón y sonrió.
-Te duele la cabeza, ¿eh?
Era extraño que fuera el experto en algo, que nos cambiáramos los papeles, pero me gustaba. Asentí despacio.
-¿Sabes cómo se soluciona?
-¿Cómo?
Me cogió de las piernas y me levantó hasta dejarme a su altura. Le rodeé la cintura con los pies, alcé las cejas y sonrió. Me hacía una ligera idea.

Salimos de la habitación, él con una sonrisa pícara en los labios, cual sabedor del mayor secreto del universo, y yo tocándome el pelo. La verdad es que tenía razón, una sesión de sexo mejoraba la  resaca bastante, pero las paredes de mi cabeza seguían haciendo rebotar algunos sonidos, convirtiendo lo que antiguamente no era ni molesto en insoportable de ser demasiado fuerte.
Liam fue el primero en girarse para mirarnos a ambos, y una sonrisa le cruzó la cara.
-¿Ya ha amanecido, pareja?
Louis le sacó la lengua.
-Ha amanecido hace mucho.
-Sí, os hemos oído-se burló Harry, metiendo la mano en una bolsa kilométrica de Doritos y atiborrándose a ellos. Me acerqué y me senté en sus piernas, le di un beso en la mejilla y le pregunté cómo estaba. Se encogió de hombros. La euforia del alcohol y la indiferencia que éste aportaba se había ido hacía mucho del cuerpo de mi amigo. Hundí los dedos en sus rizos y sus hoyuelos aparecieron, divertidos. Miré a su derecha: Alba se había sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y un bote enorme de Nutella en medio, dándole cucharadas de vez en cuando si apartar la vista de la televisión, que mostraba un canal que yo no había visto en toda mi vida. Hablaban inglés, pero inglés americano.
Y, a pesar de no haber visto el canal jamás, ¿cómo podía resultarme tan familiar el símbolo que indicaba qué cadena estabas viendo? Sólo hasta que Lucy Hale no cruzó la pantalla en dirección a un chico cuyo rostro me resultaba vagamente familiar, lo comprendí. Pequeñas Mentirosas en su canal original.
-¿Por qué temporada van?
Alba se encogió de hombros.
-Han pillado a una tal A, pero todavía no han encontrado a las demás.
-¿Quién es?-pregunté, rápidamente arrepintiéndome de mi curiosidad. Me tapé la boca con la mano y me abalancé sobre ella para que no me fastidiara la serie, aunque ya sabía quién era, pues había leído los libros. Aunque, claro, la serie no debía de ser mucho de fiar, pues un chico que moría en el primero de los libros seguía vivo en la temporada por la que fueran los estadounidenses, bastante más avanzada que la serie en Fox... o AXN, o donde la echaran. Yo la veía por Internet, lo que me causaba un retraso aún mayor.
Un momento, ¿por qué estaban echando la serie a esas horas? Ni siquiera era una reposición.
-¿Qué hora es?
-Las siete y cinco.
Asentí con la cabeza.
-Del dos de enero-sonrió Alba, metiéndose sensualmente la cucharilla y lamiéndola a conciencia, cerciorándose de que ni una sola gota de aquel chocolate celestial se escapara de su golosa lengua. Abrí la boca y los ojos como platos, me giré en redondo para mirar a Louis, que estaba cogiendo un café de la mini nevera de la suite. Como notando mis ojos en él, se giró para observarme.
-¿Qué?
-¿He estado durmiendo dos días?-ladré. Tenía que llamar a mis padres y decirles que estaba bien, seguramente estarían histéricos ante mi falta de noticias. Joder. Si había estado borracha tanto tiempo, era normal toda aquella resaca, pero no podía haber dormido un día completo.
Niall mojó un trozo de donut en su café y se lo metió en la boca mientras Victoria picoteaba en sus cereales sin leche.
-¿Qué esperabas? ¿Sabes el ciego que cogiste?-murmuró, rumiando la rosquilla y haciéndome creer que no tenía delante a mi amigo, sino a Homer Simpson en versión humano real.
-Pero no estuvo durmiendo todo el tiempo. Os lo digo yo.
-Metáforas sexuales a parte-gruñó Zayn, controlando una carcajada y tecleando rápidamente en su ordenador. Luego se giró para ver a sus compañeros-. Eh, voy a hablar con mis hermanas. Así que ya sabéis, controlad esas bocas, ¿vale?
-¿Has acabado con tu sermón mañanero, Malik?-le espetó Louis, metiendo el café en el microondas y apoyándose en la mesa, entre Victoria y Niall, frunciendo el ceño en dirección a su amigo-. Porque sabes que nos controlamos.
-Yo no-sonrió Harry, alzando un Dorito hacia el moreno, dedicándoselo a su salud.
-Creo que os voy a pegar un tiro a los cinco o algo-protestó Alba, pues apenas conseguía entender el acento de los protagonistas de la serie, y que los demás estuvieran lanzándose pullas por detrás no debía de ayudar mucho.
-Me amas, Alba-protestó Harry, inclinándose a ella y dándole un beso en la cabeza. La chica ni se molestó en apartar la vista de la televisión, aunque creo que sí que sonrió.
-Mucho, Harold, mucho. Pero déjame ver esto.
-Alison va a terminar estando viva.
-¿Quién es esa?
-La muerta. La rubia. La que dirigía el cotarro antes de desaparecer.
-¿Cómo va a estar muerta?-replicó Victoria, anonadada ante mi predicción-. ¡Si en el primer capítulo la enterraban!
-¿Y? No abrieron el ataúd. Tal vez estuviera vacío-aventuré.
-Qué sádica eres, tía.
-Sádica, no. Deberían habernos mostrado que la caja no estaba vacía.
-¡Estaba deshecha! ¡Llevaba meses descomponiéndose!
-¿Y?
-Eso, Vic, ¿y?-sonrió Louis-. ¿Qué más dará? Si no duerme por las noches por culpa de las pesadillas no me dejará dormir tampoco y montamos una orgía de esas que no se olvidan. No te preocupes; tiene razón. Deberían haber abierto el ataúd cuando tenían la oportunidad.
-Eres gilipollas perdido, Louis.
-Gracias, amor-me guiñó un ojo él, incorporándose y yendo hasta la máquina calentadora, que ya había hecho lo suyo con su café. Lo sacó humeante y se sentó en un taburete en el mismo lugar en que antes había estado apoyado. Sin establecer contacto visual con Niall, cogió un poco de su desayuno. Niall observó con ojos del tamaño de Rusia cómo un macho se atrevía a entrar en su territorio y robarle las materias primas que allí había. Pero había algo que garantizaba la supervivencia de ese macho: tal criatura era nada más y nada menos que Louis, el que conseguía hacerlo reír sin importar cómo estuviera. Y ser Louis tenía sus ventajas.
-Te quiero-le dijo mi novio cuando vio que no le iba a arrancar el brazo ni nada por el estilo de un mordisco. Niall se inclinó hacia él y puso morritos; Lou acercó su mejilla y los dos cerraron los ojos como dos chiquillos cuando boca y carrillo se encontraron.
-Qué bobos sois-comentó Vic, sonriendo y metiéndose en la boca una cucharada hasta arriba de cereales que ya goteaban leche.
-Oh, oh. Nialler, tu chica se pone celosa.
-Tendremos que arreglar eso-murmuró Niall, levantándose y yendo hasta su novia, que sonrió y le puso la mejilla. Los dos chicos la besaron, uno de cada lado.
-Así da gusto empezar el año-comentó Vic, acicalándose el pelo y alzando las cejas. Niall la besó en la boca con tanta pasión que Louis apartó la vista; era de las pocas veces que yo lo veía hacer algo así cuando una pareja cerca  de él se besaba. Si estaba mirando seguía mirando, si no había estado mirando antes de que el beso se iniciara, simplemente hacía como que la pareja no existiera.
-Cuánta tensión sexual hay en el ambiente.
-No mucha-replicó el irlandés. Todos nos lo quedamos mirando sin saber muy bien qué decir.
-¿Duende? ¿Qué insinúas?
-Que no hay tensión sexual ninguna-murmuró Victoria, poniéndose del color de las bandas sangre que rodeaban a la banda amarilla de mi bandera.
-¿¡Lo habéis hecho!?-grité, incrédula. Vic asintió, Niall se hinchó como un pavo. Ahora los chicos volvían a estar completamente igualados en algo.
Todos corrimos a felicitar a la  pareja, y los  chicos en seguida arrastraron a Niall a un aparte para que les contara con pelos y señales su primera vez. Al fin y al cabo, no todos los días uno de tus amigos perdía la virginidad, y eso era algo digno de conocer y comparar con la tuya propia.
Alba y yo cogimos a Victoria y la sentamos en la cama de la habitación que la primera compartía con Liam.
-¿Y bien? ¿Cómo es Niall?-pregunté. Y, tal y como eran mis sospechas, Vic nos contó que Niall había sido muy tierno y atento con ella, que se había preocupado siempre de que estuviera cómoda, y que prácticamente la había puesto a ella por encima de él en cuanto a prioridades se refería.
-No era tu primera vez, ¿no, Vic?-preguntó Alba, tocándole el hombro. Lo cierto es que era una verdadera lástima, pues nunca sabría lo que se sentía al acostarte por primera vez precisamente con uno de tus chicos favoritos en el mundo, uno de tus ídolos. Si ya de por sí conocerlos era algo mágico, ir a la cama era espectacular.
Victoria negó con la cabeza.
-Pero ha sido la mejor. En serio-murmuró, contemplándonos alternativamente a ambas, sin necesidad de decir nada más.
-¿Cuántas veces?
-Dos-admitió, poniéndose rojísima. Alba y yo silbamos, sólo para pincharla un poco más, para hundirla un poco más en ese mar sangriento que conseguía sacarle los colores más vivos de toda la naturaleza, aquellos que corrían por nuestras venas y sin los cuales no podíamos vivir.
Intentamos sacarle más detalles, pero se cerró a cal y canto, cual perla encerrada en la concha de su ostra, y se negó a decirnos nada más. Así que salimos de la habitación sólo para encontrarnos con que los chicos ya hacían vida totalmente normal. No miraron a Vic con esa sonrisa de suficiencia con que nos habían mirado a las demás cuando se enteraron de cómo éramos en la intimidad, sino que la dejaron tranquila, precisamente porque sabían que una mirada divertida por su parte terminaría con los nervios de la chica, que seguramente explotaría en una espiral de timidez.
Cogí un bollo de jamón york y queso y fui a sentarme en el sofá con Alba, que había recuperado su posición inicial, pero no sus víveres. Protestó por lo bajo cuando descubrió que Liam había secuestrado a su pequeña nueva adquisición y se colocó en el lugar de antes sin dejar de fulminar con la mirada al mediano de los chicos.
Louis se tumbó en el sofá cuan largo era, sin importarle que tuviera que pasar las piernas por encima de Zayn para poder estar así estirado, y colocó su ordenador encima de su vientre. Había encontrado un gorro de lana y se lo había puesto en la cabeza, de manera que el pelo volvía a hacerle un flequillo parecido al que había llevado durante la estancia de los chicos en el programa. Sonreí al recordar aquella época, en la que no tenían la misma presión que tenían ahora, y siempre podían ser ellos mismos, sin preocuparse de cómo debieran comportarse por temor a romper algunas cláusulas de un contrato abusivo. Habían firmado hacía poco las cláusulas del nuevo, donde se comprometían a estar con los mismos mánagers que los habían cogido después de su salida del concurso otros cuatro años más, con los respectivos discos y giras. Ninguno parecía haberse dado cuenta de que esos años siguientes serían agotadores tanto física como mentalmente, y, si lo habían hecho, ninguno lo había comentado con nosotras delante. Lo que pasaba dentro de One Direction se quedaba dentro de One Direction, sin importar las relaciones entramadas por fuera de la banda que en ocasiones la mantenían más unida y en otras amenazaban con separarla... como Noemí en ese instante.
Y es que se notaba a la legua que a Harry le dolía muchísimo que nosotras estuviéramos con los chicos mientras él no sabía con exactitud dónde estaba su chica, pero nunca sería capaz de decírselo a los demás, haciendo alarde de esa generosidad que lo caracterizaba. Siempre ponía la felicidad de los chicos por delante de la suya, aunque eso significara un dolor indescriptible.
Apoyé la cabeza en su hombro, él sonrió y me dio un beso en la cabeza exactamente igual que lo había hecho antes con Alba. Sonreí y le devolví el beso en su mejilla.
Louis le acarició el vientre a Zayn cuando éste se puso a hablar con sus hermanas. Zayn lo miró, le guiñó el ojo y Louis se incorporó, dejando a un lado su portátil y estampándole un sonoro beso en la mejilla. Zayn fingió desmayarse ante tal muestra de cariño desmesurado.
-¡Cuánto amor!-exclamó una de las hermanas de Zayn, nunca recordaba cómo se llamaban. Eran tan parecidas entre sí, o al menos yo creía que era así... Además, el no haberlas visto nunca, apenas en una ocasión cuando estaba demasiado nerviosa como para recordar mi propio nombre, no me ayudaba a identificarlas, de modo que las pobres chicas tendrían que conformarse con que les sonriera y las llamara a todas Malik lo que, técnicamente, tampoco sería tan incorrecto.
-¿Qué tal el fin de año, chicos?-una de ellas se anudó su largo pelo negro como la noche, más negro incluso que el de Victoria, en una trenza. De repente, me entraron ganas de llevar el mismo peinado que Lara Croft. La propia Vic me ordenó sentarme entre sus piernas en el suelo mientras me acariciaba el pelo con sus tiernas manos, preparada para hacer arte conmigo. Normalmente no me gustaban las trenzas, de hecho, ni siquiera sabía hacérmelas, pues siempre me quedaban demasiado sueltas, y no me gustaba la sensación de tener el pelo atado pero con demasiado margen de libertad. Louis bromeaba muchas veces con que le daba tantas vueltas a las gomas del pelo sólo para asegurarme de que la coleta no se me desharía con el paso del tiempo que cualquier día acabaría cortándome un dedo sin darme cuenta.
-Bueno. Bien-Zayn se encogió de hombros, no debía de parecerle muy adecuado hablarles a sus hermanas de la borrachera demencial que había cogido hacía apenas unos días. Sonreí sin girar la cabeza. Louis me miró, luego miró a Victoria, luego me volvió a mirar a mí, se mordió el labio, sonrió a algo que se le pasó por la cabeza y volvió a centrar su atención en el moreno. Fruncí el ceño y le tiré un cojín. Sus ojos volvieron a cruzarse con los míos; me encogí de hombros en una pregunta silenciosa, pregunta que no quiso contestarme. Hinché los carrillos, él puso los ojos en blanco, soltó una risa muda y me aseguró con un gesto de la mano que luego me lo diría.
-Vuestro hermano aquí presente-intervino Niall, yendo hacia Zayn y poniéndose detrás de su cabeza para entrar en el espacio que emitía la cámara- pilló una borrachera en Nochevieja de esas que no se olvidan a pesar de que pasen los años.
-Tú también, Niall-replicó Vic, jugando con mi pelo, cruzando los mechones con un cuidado y una velocidad que parecían incompatibles. Niall la miró.
-Todos nos emborrachamos.
Louis me miró a mí.
-Hasta Eri.
-Uh, sí, ya lo creo. Nuestra santa abstenia ha abandonado su lado más normal.
-No volverá a pasar.
-Y de santa no tiene un pelo-espetó mi novio.
-¡Mira a ver si cierras la boca si no quieres que te la cierre yo, Tommo!
-Sabes de sobra que no irás al cielo por cometer un pecado carnal.
Toda la habitación se quedó en silencio. La madre que lo parió. Había elegido ese preciso momento para tener razón en algo y para llevarme la contraria y hacer que me equivocara.
-Arderás en el infierno conmigo.
-Estaré bien acompañado.
-Pero estarás en el infierno.
-Ya ardo aquí arriba, lo de abajo no puede ser muy diferente.
Incluso las manos de Victoria se pusieron coloradas de tanta vergüenza, y, la verdad, que alguien te dijera algo así con tanta gente delante no ayudaba a que tus mejillas no se ruborizaran. Louis se echó a reír, se levantó del sofá y se tumbó en el suelo a mi lado. Me comió la boca a su antojo, pues yo apenas podía mover la cabeza para resistirme, por temor a fastidiar el trabajo que tan bien estaba realizando mi amiga galesa.
-Es en el buen sentido.
-Te tengo pánico cuando hablas en el mal sentido-susurré, acariciándole el pelo y llevando mi mano hasta su brazo de tatuajes. Él cogió mis muñecas y estudió las pequeñas iniciales de la banda a la que pertenecía y a través de la cual yo había llegado a tener constancia de la existencia de un ser (bueno, cinco) tan perfecto. Era un gran consuelo saber que siempre tendría aquello en el cuerpo recordándome cómo había empezado todo si alguna vez mi cerebro osaba a desechar aquella información.
-¿De qué te reías antes?-inquirí en un susurro, de forma que sólo me pudiera oír él. Sonrió.
-Estamos todo el rato con lo mismo, pero... Christian Grey le hacía trenzas a su novia.
Esta vez, en vez de arderme las mejillas, me ardió la sonrisa de puro placer. Ya sabía por dónde iban los tiros.
-¿Quieres utilizarla?
-Eso ha sonado muy mal.
-Pretendía que sonara mal-me encogí de hombros y fui yo la que se mordió el labio esa vez. Los dos zafiros de su cara bajaron a ese huequecito abierto por los dientes, incapaz de hacer nada más que mirar mi boca. Ya volvía a entrarnos hambre, lo mejor era que nos entraba a los dos a la vez, y de verdad. Lo cual estaba bien, estar coordinados siempre era una ventaja que no todos tenían.
Me besó despacio; noté cómo Victoria se detenía para dejarlo hacer lo que tuviera que hacer, aunque -seguramente fuera por pudor. La verdad es que no me la imaginaba en la cama con Niall, con Niall o con otro chico, simplemente me parecía algo antinatural con su carácter. Seguramente se muriera de vergüenza cada vez que tuviera que quitarse la ropa. Pero no contaba con algo: Niall la hacía sentir a gusto, protegida y, sobre todo, poderosa y valiente cada vez que la tocaba. Nunca entendería la compleja mente de una de las últimas incorporaciones al grupo, aunque sí que tendría alguna idea de cómo iban más o menos los procesos mentales de la chica.
Cuando se apartó de mí, noté una sensación de vacío. Él parecía un sol, mi sol, el sol alrededor del cual yo giraba, el sol que me iluminaba y me daba calor... y no tenía ni idea de hasta qué punto era acertada esta comparación.
Zayn siguió hablando un rato más con sus hermanas hasta que soltó el ordenador. Liam se rascó la barbilla y miró al mayor de los chicos, que estaba concentrado estudiando la pantalla de su propio ordenador. Carraspeó y Louis se puso de costado para mirarlo. El gorro se le movió, así que terminó quitándoselo sin usar las manos: a base de sacudir la cabeza de manera frenética y frotarse contra el sofá, el pequeño trozo de lana, tela, o lo que fuera, rojo se terminó desprendiendo de su cabeza, dejando libre su pelo, que volvía a estar alborotado como en aquél vídeo diario de tanto tiempo atrás.
-Llamó Jay.
Louis asintió con la cabeza.
-Como tenías el móvil cargando y vi que era ella, lo cogí.
-¿Y qué te dijo?
-Que la llamaras en cuanto te despertaras. Y que estabas castigado una semana por haber emborrachado  Eri-se burló Liam, mirándome. Le saqué la lengua.
-¿Ves? Hasta mi suegra sabe que su hijo es una pésima influencia.
-Si no lo sabe la mujer que me parió, mal vamos-replicó Louis, levantándose y yendo a por el teléfono. Se quedó parado a la puerta y se giró en redondo:
-¿Quieres el viejo?
-¿El cuatro?
-Sí.
-Te doy hijos-repliqué, haciendo un esfuerzo desproporcionadamente grande para no girarme y clavar mis ojos en él.
-Dame lo que quieras, pero dime si quieres el cuatro o no, que si no se lo doy a Fizzy.
-No, no. Fizzy que se joda. Yo te doy sexo cada vez que me lo pides. Me merezco ese teléfono.
-¿Es como un medio de pago?-inquirió Alba, que apenas había pronunciado palabra desde que se había sentado y recuperado su apetitoso manjar.
-Algo así.
-Eres una puta, Eri-se burló Harry en medio de una carcajada.
-¿A que te doy un bofetón?-gruñí por lo bajo, estirando un pie y tratando, irritada, de darle una patada, sin éxito.
-Pero eres mi puta-replicó Harry, tirándose a abrazarme y cubriéndome con su más de metro ochenta de alto.
-Espera, que todavía el que te da el bofetón es Louis-se rió Zayn, bajando la tapa del ordenador y echándose cuan largo era en el sofá, pues ahora que no estaba Lou, tenía toda la libertad de movimientos que deseara.
-Me voy a callar lo que estoy pensando porque como lo diga vuelve a estallar la bomba atómica y no es plan de que contamine mi país-susurré mientras los labios de Harry se posaban en mi mejilla. A pesar de todo, sonreí. Me gustaba cuando los chicos se ponía así de cariñosos.
-Dilo, anda.
-Yo no soy tu puta, Harry, principalmente porque no nos hemos acostado.
-Eso se puede arreglar.
Los dos nos echamos a reír. Se giró y le guiñó el ojo a alguien, seguramente Lou ya estuviera cogiendo el cuchillo para clavárselo en sus partes más bajas.
-Y, además, la que pagaría por el polvo, sería yo.
-A mí no me pagas por los polvos-protestó Louis, abriendo una lata de algo. Confié en que no se hubiera olvidado de su promesa y que aquello no fuera una cerveza.
-Porque no serán de la misma calidad que los de Harry.
-Puedes irte con él cuando te dé la puta gana.
-¡CÓMO SE PICA! ¡CÓMO SE PICA!-gritaron todos. Justo en ese momento, Victoria me anudó el pelo y dio la trenza por finalizada. Fui hasta mi novio, que ahora no se dignaba ni a mirarme. Me puse de puntillas para darle un beso, pero sólo llegué al cuello.
-No te enfades. Jo.
-Me enfado.
-No te enfades-lloriqueé.
Se me quedó mirando.
-¿Va en serio lo de hacerse ahora el corderito? Tengo cuatro hermanas pequeñas. Sé de eso bastante más que tú.
-Sabes de muchas cosas bastante más que yo-sonreí, acariciándole el pelo.
-Perdónala, Louis, ¿no ves cómo se arrepiente?-sonrió Liam, cogiendo a Alba de un pie y arrastrándola hasta él. Alba se rió.
-Eso, no vaya a ser que te termine dejando por Harry.
-A mí esta no me deja por Harry. Os lo digo yo. ¿Eh, nena?-preguntó. Me encogí de hombros; ahora quería ser yo la difícil.
-No sé.
-Anda, nena, díselo a Harold-susurró, rodeándome la cintura y pegándome contra él. ¡Eh! ¡Eso era jugar sucio! ¡Pues no se lo iba a consentir! Yo no le había tocado como él me tocaba a mí... claro que sus caricias en mí no surtían el mismo efecto que las mías en él.
-Lo siento, Harry-susurré, encogiéndome de hombros y pasándome el otro brazo de Louis por el pecho. Le besé el tatuaje de de las comillas que tenía en la muñeca, en el mismo sitio donde reposaba mi pequeña D.
-Tranquila, estoy acostumbrado a que me dejen tirado.
-Oh, Haz, no...-susurré. Victoria lo abrazó.
-No sabes si te ha dejado tirado.
Harry encogió sus enormes hombros, sin saber muy bien qué decir.
-Bueno, las cosas... han cambiado, y eso. Antes nos peleábamos porque era yo el que no se entregaba lo suficiente. Ahora es ella-se pasó una mano por el pelo, apartándose los rizos en un gesto tan natural en él como el hecho de respirar.
Me habría gustado adelantarme y decirle que Noemí en realidad lo quería, que seguramente tendría una razón para hacer todo lo que estaba haciendo, me habría encantado poder ir a consolar a Harry con palabras que me creyera, palabras que él pudiera creerse... Pero cuando no te crees una mentira, cuando no confías en ella, la mentira es el mayor error que puedes cometer en ese momento.
Y, además, era demasiado cobarde como para salir de aquella fortaleza que eran los brazos de mi chico.
Noté cómo tragaba saliva, alcé la cabeza y lo miré. Sus ojos bajaron para encontrarse con los míos, tristes, meditativos. Me asusté. Porque cuando ni siquiera Louis se sentía bien, él, que era capaz de ver la luz en la cueva más profunda y oscura de todo el universo, él, que era capaz de encontrar la felicidad por mucho que se escondiera, él, que conseguía convertir una situación horrible en algo, si no apetecible, por lo menos soportable, era que las cosas iban muy mal.
-Tienes que hacer algo-susurré.
-Estoy pensando qué-se excusó.
-Deberías soltarme-murmuré.
-Sí-asintió. Pero no se movió. No hizo nada. En el fondo a él le apetecía tanto soltarme como a mí que lo hiciera. Nada, absolutamente nada.
-Gracias-dije cuando vi que no tenía pensado moverse. Una cálida sonrisa se extendió por su cara.
-En el fondo sabes que estoy a gusto.
-Oh, Lou, qué cosas me dices.
Se encogió de hombros.
-Ya ves.
Le dio un sorbo a su Coca Cola y me la pasó. Tenía la garganta bastante seca, la cabeza se me iba liberando poco a poco, y me pareció buena idea dar un sorbo.
Con lo escrupulosa que yo era antes, que me daba asco hasta usar la misma cuchara que mis padres si quería probar su postre, y ahora me daba lo mismo incluso compartir helado con alguien con quien no tenía ningún vínculo de sangre... pero sí de alma, algo aún más fuerte.
Las cosas siempre me sabían mejor cuando él las había probado primero.
-¿Sabéis qué es lo peor?-preguntó Harry-. Que está sacando lo peor de mí. Ahora necesito vengarme. Y tengo la manera de hacerlo.
-Tal vez darle caña sea exactamente lo que necesite-susurró Alba. Abrí los ojos y me la quedé mirando. La resaca me estaba afectando a la cabeza, y, sobre todo, a los oídos, estaba segura de ello.
-¿Por qué, Alba?-inquirí, mordiéndome la lengua para no espetarle que desde cuándo era ella partidaria de putear a otra. De toda la vida había sido siempre la que luchaba porque la paz se mantuviera entre todos.
-Supongo que Noe piensa que tiene a Harry justo donde lo quiere y puede hacer lo que le dé la gana sin temor a las consecuencias. Y todo en esta vida tiene consecuencias.
¡La párroca Alba en acción! ¡Viva! ¡Habíamos metido a la inquisición en casa! Estaba bastante por la labor de cruzarme de brazos a esperar por mi procesamiento por golfa al no esperar al matrimonio para entregar mi virginidad, pero aquello conllevaría separarme de Louis, y la verdad es que no merecía la pena.
-Tiene su lógica-murmuró Niall, encogiéndose de hombros y acariciándole el pelo a Victoria, que se había acurrucado contra él de una manera muy similar a como lo había hecho yo con BooBear.
-Ya sé la manera de joder a Noemí-Harry me miró directamente a los ojos, y no sabría decir si fueron sus palabras, su mirada o que llamara a su novia por el nombre completo lo que me proporcionó una calma increíble, como si me hubiera tirado en plancha en un mar que se negaba a dar a luz a sus propias olas-. Una colaboración con Eri.
Y, en ese instante, lo supe. Se había acabado. Había ganado la guerra. La balanza se había inclinado a mi favor, y mi flecha había sido la más certera en la diana.
-Voy a dejaros solos-anuncié, separándome de Louis y encaminándome a mi habitación.
-También es tu futuro-protestaron ellos.
-Pero está en vuestras manos, y no podéis pedirme que no intente participar en vuestra conversación.
-Quédate, Eri-me pidió Zayn, pero yo negué con la cabeza. Una mano se entrelazó en la mía.
-Quédate por mí.
Y suspiré, porque Louis siempre iba a tener ventajas, privilegios, con todo el mundo, pero sobre todo conmigo.
-¿Y tienes idea de qué vamos a cantar, Harry?-preguntó Liam, que, al igual que su novia, era el que más abogaba por la paz y por un buen comportamiento entre nosotros-. Porque, dado que aún no tenemos previsto empezar con el próximo álbum, no tenemos ninguna canción entre manos.
-Yo tengo una idea, se me acaba de ocurrir algo...-replicó Niall. Se había quedado con las ganas de cantar conmigo después de cantar con Noe en los Juegos Olímpicos, y aquella parecía la oportunidad perfecta para resarcirse de la deuda que el destino mantenía con él.
Nos contó rápidamente su plan, sin dar muchos detalles, pues apenas era una nube en su conciencia. Alba se mordía el labio, sabía lo que iba a conllevar aquello. Una pelea monumental, y, seguramente, que dejáramos de ser los típicos ocho a perder a alguien y pasar a ser siete.
-¿Estáis seguros?-pregunté. La verdad era que tampoco me apetecía ganar por un calentón. Necesitaba ganar porque realmente lo mereciera.
Asintieron con la cabeza.
-Y, de todas formas, si os arrepentís en algún momento podéis hacer lo mismo con ella-murmuró Victoria, mirándose las uñas. El plan de Niall le había gustado bastante.
-¿Os parece bien a todos?-preguntó el irlandés, inclinándose hacia delante. Harry fue el primero en asentir, luego Liam, luego Zayn. Louis fue el último, se me quedó mirando largo rato. Me dolió que dudara en darme su apoyo o no, pues se suponía que él tenía que ser el primero en luchar por mí.
Asintió lentamente, aunque no parecía muy convencido con el tema. La cabeza me empezaba a dar vueltas de puro pánico. Joder, nunca me había pasado aquello, él siempre había sido el pilar seguro donde apoyarme. Jugueteé con el anillo, nerviosa.
-Pero tenemos tiempo para hablarlo.
-No mucho. Quiero ir a por ella-replicó Harry, decidido-. Y quiero contarle nuestros planes.
-¡No sabemos dónde está!-protestó Zayn.
-Me hago una remota idea.
-Entonces, ¿no vamos a volver a Inglaterra todavía?-preguntó el mayor de los chicos. Harry negó con la cabeza.
-Yo, por lo menos, no. Vosotros podéis ir si queréis.
-Si vas tú, vamos todos-sentenció Louis. Los demás dieron su conformidad con varios gestos-. ¿Cuándo?
-Cuanto antes.
-Bien. ¿Esta tarde cogemos un vuelo?
Era una sugerencia y una orden a partes iguales. Cuanto antes nos fuéramos, más posibilidades tendríamos de encontrarla.
Justo en ese momento, sonó un móvil. Liam dio un brinco y corrió a contestar, despertando a las bestias frenéticas que los componentes de One Direction llevaban dentro. Niall se abalanzó sobre su móvil y tecleó rápidamente, Victoria se marchó a su habitación, Alba hizo o propio con la suya, y yo me quedé mirando, acompañada por Harry, cómo Louis abría la tapa de su portátil y se conectaba a Skype. En unos minutos estaba hablando con su madre, contándole el plan, que le pidió que tuviera mucho cuidado y le suplicó que no hiciera tonterías.
-Mamá, no me voy a la guerra-Louis puso los ojos en blanco, frotándose la cara-. Mamá, escúchame...
-¡Vas a esa ciudad infernal! ¡Sabes que lo pasé muy mal en Nueva York!
-No te estoy pidiendo que vengas conmigo. De hecho, ni siquiera te estoy pidiendo permiso.
-Louis William Tomlin...
-Mamá, escúchame: Harry lo necesita. Tenemos que ir a Nueva York urgentemente.
Jay suspiró en Doncaster.
-Prométeme que tendrás cuidado.
-Sí, y que le pegaré un par de tiros a cada talibán que vea. Mamá, no me voy a la guerra-silabeó para que la mujer lo entendiera, aunque yo compartía su pánico. Era normal que tuviera miedo a que le pasara algo: Nueva York estaba muy lejos, y estar muy lejos de él dolía hasta en lo más profundo del alma.
-De acuerdo.
-Te quiero, mamá.
-Y yo a ti, mi vida.
-Ponme con las crías, voy a ver si quieren algo de allí.
Escuché el susurro del sofá cuando Jay se levantó y pasos acercándose al micrófono. Las gemelas chillaron al ver a su hermano, cuyo rostro se iluminó nada más reconocer a sus familiares.
-¡Lou!
-Hola, nenas. ¿Cómo estáis?
-Bien. Has tardado en llamar-era Fizzy.
-Ya, es que he... estado ocupado-me miró un segundo, lo suficiente como para ponerme colorada. Oh, dios, vaya si lo ha estado...-. Escuchad, nenas. Voy a ir a Nueva York. ¿Queréis que os traiga algo?
-¡Sí!-bramaron las tres a la vez. Lottie no parecía estar presente.
-¿Como qué?
-Sorpréndenos.
-No tengo imaginación.
-No importa. Cualquier cosa. ¿A qué vas?
-A pelearme con un par de neoyorquinos-sonrió Louis.
-No, Lou-era una de las gemelas, sonaba como Phoebe-. No te preocupes por nada. Hakuna Matata.
¿Akuna marara? Estos ingleses no sabían pronunciar bien absolutamente nada.
-Lo sé, pequeñas. No os preocupéis, ¿vale?
-¿Cuándo vas a volver?
-Cuando pueda.
-Bueno...
-Pero es que te echamos de menos-protestó la otra gemela. Daisy.
-Lo sé, Phoebe-mierda, joder, mierda, siempre igual-. Y yo a vosotras. Sabéis que os quiero con locura, ¿verdad?
Se me enamora el alma, se me enamora, canturreó Isabel Pantoja en mi interior.
-Sí-corearon.
-Y nosotras a ti.
La sonrisa de mi chico se hizo más amplia. Me entraron ganas de comérmelo a besos allí mismo. Era jodidamente tierno.
-Nenas, ya os llamo cuando llegue, ¿vale? ¿Y Lottie?
-Está por ahí. En su habitación. No quiere que la molestemos.
Louis suspiró.
-En fin. Hakuna Matata, ¿vale, nenas?
-Sí-repitieron las chicas.
Louis se echó a reír, se despidió de ellas y cerró el ordenador. Alzó las cejas en mi dirección.
-Lo pronunciáis mal.
-¿El qué?
-Hakuna Matata. No es Hakuna Marara. Es ma-ta-ta. Con t.
-Porque tú lo digas-Louis puso los ojos en blanco.
-No hacéis nada bien.
-Puede. Pero aún tenemos Gibraltar.
-Eres un puto gilipollas, tío-protesté, poniéndome de morros a pesar de que me daba bastante igual Gibraltar. Louis se echó a reír, más fuerte que la última vez, y se inclinó hacia mí. Me hizo cosquillas, me aplastó contra el sofá, me besó en la boca a pesar de que yo me resistía como si me fuera la vida en ello, consiguiendo que la tensión desapareciera, al menos durante ese breve período de pelea.
Y es que la cacería acababa de comenzar.

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