domingo, 5 de mayo de 2013

Liam es droga.

Alguna le estaba haciendo algo igual que Danielle me lo hacía a mí. ¿Caroline? Probablemente fuera Caroline la que había convencido a Noemí para que abandonar a Harry, pues lo cierto era que a nadie le iba a beneficiar tanto como a la fantasma que una de nosotras desapareciera, y encima que fuera la que ocupaba su lugar.
Bajé la vista, pensativa, hundiendo los ojos en la tierra, y comencé a cavilar. ¿Cómo se las habría arreglado? ¿Éramos todas débiles, no sólo la más pequeña? ¿Cómo era posible que hubieran conseguido separarnos hasta el punto de que Noemí nos hubiera engañado, yendo a clase y fingiendo que seguía aquí, acudiendo a su casa cada tarde, sin que ninguna sospechara nada? De Eri se esperaría. Erika no tendría por qué enterarse: entre ellas se había abierto un abismo difícil de salvar, un abismo que dudaba bastante nadie pudiera eliminar después de tanto tiempo, un abismo que ellas en persona se habían encargado de ensanchar en su lucha por el amor absoluto de los chicos, por la fama que ellos tenían para regalar, la fama que estaban dispuestos a repartir entre las dos pero que, de ser dividida, no sería suficiente.
-¿Sabes algo?-espetó mi amiga, echando mano del veneno de su voz, aquel veneno que solamente reservaba para aquellos a los que más odiaba, aquellos a los que no podía ver, aquellos que se metían con los chicos.
Levanté la cabeza y la miré rápidamente, intentando aplacarla.
-¡No!
-¿Seguro?
-¡SÍ!
-¡MENTIROSA ¿DÓNDE ESTÁ?-ladró, abalanzándose hacia mí, fuera de sí. Joder, ¿tanto le preocupaba Noemí?
Los brazos de su novio pasaron pro su cintura, sujetándola, alejándome del desastre. Como Eri me cogiera sería prácticamente imposible hacer que me soltara, y todos lo sabíamos, nadie podía negarlo. En sus ojos había un odio y una rabia que no había visto jamás, en ella, o en otra persona. Me habría echado a temblar de no estar estupefacta por la reacción desmesurada de la otra española que estaba con nosotros. No era la chica que había ido conmigo a los preestrenos de la última película de nuestra saga favorita, no era la chica que se había abrazado a mí cuando los primeros focos del Madison Square Garden iluminaron a nuestros cinco idiotas de las escaleras... era otra chica distinta, una chica que sería capaz de matar si le dejaban las manos libres.
Gracias a Dios, Liam estaba más cerca de mí que ella. Podría apartarla en el caso de que Louis bajara la guardia y le diera una oportunidad para librarse de su abrazo e ir a por mí a toda velocidad, sin dejarme tiempo ni siquiera a respirar.
-¡NO LO SÉ!-le grité, con los ojos ardiéndome, más de la rabia porque no confiara en mí que por el miedo que tenía a que me hiciera algo. Seguro que Liam no dejaría que me tocara. Y los demás me ayudarían. Sólo esperaba no tener que ponerlos en el compromiso de sujetar a una Erika enfurecida.
-¡SÍ QUE LO SABES! ¡¿DÓNDE SE ESCONDE?!-chilló, fuera de sí. Louis la apretó aún más contra su pecho mientras ella pataleaba, desesperada por alcanzarme.
-¿Cuánto tiempo lleva fuera?´-inquirió él, tapándole la boca a Eri, que gritaba improperios acordándose de toda mi familia, tanto la viva como la muerta, subiendo y subiendo en mi árbol genealógico hasta toparse con Adán y Eva.
-Tres semanas-murmuró Harry con un hilo de voz, mientras las gotas de lluvia la resbalaban por la cara, el abrigo que se había puesto, o caían al vacío, descolgándose de sus rizos. Tragué saliva. Eri pareció tranquilizarse; seguramente el dejar de prestarme atención le había hecho mejorar en su mal humor.
-Qué hija de puta-replicó rápidamente Zayn. Eri y él cruzaron una mirada. Zayn se la aguantó. Al ver que ella ya no gritaba, Louis le bajó poco a poco la mano de la boca, dejándosela libre. Sonreía.
Sonreía porque ya no se sentía sola en su guerra contra Noe.
Sonreía porque su guerra se había acabado. Había ganado.
Pero la sonrisa era tan mínima que no daba lugar a interpretaciones.

Le tendí el plato a Eri, que se había levantado a recogerlos. Lo cogió, lo colocó sobre los otros y cargó con él a la otra parte de la cocina, mientras los demás discutíamos sobre qué podíamos hacer. Louis abrió una lata de cerveza después de mirarla durante un largo rato, evaluando su reacción. Como la chica no hizo ninguna mueca, dio un trago. Se pasó una mano por el pelo y luego la dejó caer en la parte trasera de la silla de ella cuando se volvió a sentar.
-¿Qué queréis de postre?
Louis se mordió la lengua para preguntarle por qué no se había quedado de pie, si se iba a levantar entonces.
Todos miramos a Harry, que jugueteaba con su vaso. Apenas había probado bocado, sumido en sus pensamientos, con sus ojos verdosos clavados en un punto de la mesa, como si pudiera ver todo lo que sucedía alrededor de su novia (porque aún es su novia, ¿no?) allí, cual espejo mágico.
-Yo no quiero nada.
Todos negamos con la cabeza, Eri asintió y se puso a tamborilear con los dedos.
-¿Por qué me hace esto?-inquirió Harry por fin, rompiendo el silencio con la valentía que ninguno había conseguido reunir. Victoria le acarició la mano.
-Seguro que todo tiene una explicación.
-¿Que Noemí es una zorra que no sabe la suerte que tiene?-espetó Eri, alzando las cejas. Louis le dio un codazo.
-Cierra la boca, nena.
Ella puso los ojos en blanco pero no dijo nada más. Liam apenas me tocaba, sabedor de que el contacto cariñoso en un momento tan delicado para nuestro amigo podría ser fatal con el poco autoestima que le quedaba. Cerré los ojos, tragué saliva y deseé sentir sus manos alrededor de las mías, su cabeza al lado de la mía, su hombro en mi mejilla, su boca en la mía, sus brazos en mi cintura, su...
Suspiré. No iba a ser fácil estar tan cerca y a la vez tan lejos de él. Liam era la misma droga hecha hombre, la mejor droga de todas, aquella que no te destruía por mucho que lo consumieras, la que más acusabas cuando no la tenías, la que podías probar a todas horas... la única droga que te amaba.
Le puse una mano en la pierna y se la acaricié despacio. Me miró un segundo, sólo un segundo, con la tristeza reflejada en sus preciosos ojos marrones, los más bonitos que había visto en mi vida. Le dolía no poder tocarme tanto como a mí que no me tocara. Aquello era, cuanto menos, un consuelo.
Zayn sacó la cajetilla de tabaco, miró a Eri mientras sacaba un cigarrillo, y ella le dio su consentimiento con un gesto de la mano, restándole importancia. El moreno se levantó a por un cenicero, volviendo a sentarse pasados unos segundos, absorbiendo la atención de todos los demás de manera que Liam pudiera bajar su mano hasta debajo de la mesa y posarla sobre la mía, acariciándome despacio los nudillos, abrasándome la piel con sus cálidas yemas.
Louis esbozó una sonrisa triste en dirección a uno de sus mejores amigos, su opuesto en la banda.
-¿Quieres ir a ver si la encontramos y aclarar las cosas?
Harry se frotó los ojos con sus enormes manos, murmurando algo parecido a "necesito pensarlo un rato, dadme unos minutos".
Miré a Victoria, que pasó sus ojos verde esmeralda de mí a Eri. Eri bajó la vista, ocupada en jugar con su vaso. No sabía qué decir, sus ojos la delataban. Me dio ternura verla tan desconcertada, preocupada por los sentimientos de alguien con quien no tenía una conexión tan poderosa como tenía con Louis, totalmente dispuesta a hacer lo posible, incluso regalar su ausencia, con tal de mejorar las cosas, a pesar de que, si cedía y colaboraba, le devolvería el novio a una chica que ni siquiera yo tenía por seguro que mereciera a alguien como Harry.
Alzó la cabeza y se me quedó mirando. Tragó saliva, alejándose cada vez más de aquella chica que parecía más que dispuesta a matarme cuando cometí el error de pensar en mi torturadora en su presencia. Seguramente Eleanor también hubiera cambiado y le estuviera haciendo daño como a mí. Si no, la pelea monumental que los chicos habían mencionado entre ella y Louis no habría tenido lugar, si la chica hubiera contado en todo momento con el apoyo de la que le había cedido su sitio.
Tamborileé con los dedos en la mesa.
-Quiero ir de fiesta-musitó Harry con un hilo de voz-. Necesito evadirme.
Todos asentimos.
-¿Pachá?-insistió Louis, cuyos ojos se habían iluminado como los de un crío cuando le decían que iba a ir a Disneyland. Estaba pesado con Pachá, pero supuse que se debía a su antigua visita y lo bien que lo había pasado en la isla de la marcha por excelencia. Exacto, no recuerdo absolutamente nada de esa noche...
-¿Estamos todos de acuerdo?-preguntó Liam, receloso. Ya desde el primer momento, cuando Louis había sugerido su idea, había clavado sus ojos en Eri y evaluado su reacción, disgustándose con lo que se había encontrado. A veces simplemente me gustaría que pasara de ella y que dejara que fuera el propio Louis quien se encargara de manejar a aquella bomba atómica a punto de explotar en la que últimamente Erika se empeñaba en convertirse.
Eri le dio un manotazo a su novio, devolviéndome a la realidad a mí. Louis le frunció el ceño, contemplándola sin entender qué había hecho mal ahora.
-Por mí, vamos, pero... ¿será buena idea?
Victoria carraspeó y se puso del color de un pimiento: era su manera de pedir la palabra. Todos los ojos se clavaron en ella, haciendo que sus mejillas se incendiaran aún más.
-¿Por qué no lo pensáis un rato? Todavía no tenemos que decidirlo. Aún tenemos tiempo.
-No mucho, cariño-replicó Niall, negando con la cabeza y girándose para  contemplar el reloj de la pared, que estaba justo sobre él. Harry lo imitó. Se pasó una mano por el pelo y se dejó caer en la silla.
-No puedo con esto-replicó tras un minuto de remover la cuchara que había utilizado para el yogur-. Será mejor que vayáis sin mí.
-¿A que te parto la cara?-espetó Louis, muy serio, clavando sus ojos azules en los de Harry, verdes. Harry negó lentamente con la cabeza.
-No quiero joderos la fiesta.
-No nos vas a joder nada-intervine yo, sacudiendo la cabeza enérgicamente. Noté la mirada enfurecida de Eri clavarse en mí por mi atrevimiento. ¡Era una puñetera descarada! ¡Estaba en su casa y me atrevía a pronunciar palabra!
-No puedo con esto-repitió Harry, levantándose y yéndose de la cocina. Louis los miró a todos, se pasó una mano por el pelo y se levantó. Los demás lo siguieron, sólo Liam permaneció allí, con las demás. Los ojos de mi anfitriona no se apartaban de mí en ningún momento. Y, aunque me hubiera atrevido a levantar la vista, estaba segura de que no conseguiría descifrar su expresión imperturbable, rota exclusivamente por la rabia que emanaba de ella por cada uno de sus poros como lo hacía el fuego del interior de una estrella. Victoria se levantó, tocó a la chica en el brazo, despertándola de su trance, y la sacó de allí. Respiré tranquila por primera vez en varias horas, me dejé caer en la silla y me tapé la cara con las manos. No iba a poder con esto, no el tiempo suficiente. ¿Acaso no tenía bastante con mi tortura personal y silenciosa? ¿No me castigaban ya bastante? ¿Ahora también las puñaladas y el dolor tenían que venir de fuera, de alguien que se suponía que me quería?
Me tapé la boca con las manos, conteniendo un sollozo, y aparté la cara. No quería que Liam me viera llorar, sabía lo que le dolía, y no quería causarle daño alguno.
-Alba-me llamó, pero yo me negué en redondo a mirarle. Con que Harry lo pasara mal, con que uno de ellos estuviera mal, ya eran demasiados-. Alba, mírame, por favor-me pidió, apartándome delicadamente las manos de la cara, tomándome de la barbilla y mirándome con aquellos discos marrones a través de los que podía ver el universo en todo su esplendor. Me sonrió, triste-. No llores, por favor. No llores. No estés mal.
-Me odia-susurré, sin saber muy bien en qué me basaba aparte de las miradas enrabietadas de la que fuera una de mis mejores amigas, tiempo atrás-. Cree que sé algo que ella no sabe.
-Y, en cierto modo, es así, ¿no?
Tragué saliva, negando rápidamente con la cabeza, sin atreverme si quiera a levantar la vista para mirarlo. Luego la sacudí a ambos lados, no muy segura de que todo aquello fuera como yo fingía que era. Tal vez Noemí me hubiera mencionado algo que me había empeñado en olvidar, algo que nos daría una pista de dónde estaba y de cómo resolver todo el tema, pero justo en ese momento...
-No... no lo sé-tartamudeé. Me pasó un brazo por los hombros y tiró de mí hasta colocarme contra su pecho. Me acunó con su lenta respiración, el leve vaivén que lo mantenía vivo, que nos mantenía vivos a los dos.
-La encontraremos.
-Todos me odian.
-No te odian.
-Están enfadados conmigo.
-No lo están.
-Lo parece-insistí, terca como una mula. Liam suspiró.
-Estamos preocupados porque es la primera vez que vemos a Harry así.
Me quedé quieta, mirándolo.
-Así, ¿cómo?
-Así de... perdido. Sin saber a dónde va ni de dónde viene, qué va a hacer ni con quién. Míralo a los ojos y dime si no te parece un cachorrillo que acaba de ser abandonado.
Me separé un poco de él y me pasé las manos por la cara, apartándome el pelo, decidida a mirarlo a los ojos, pasara lo que pasara. Sí, Harry estaba hundido en la miseria, sí, Noemí podría  dar más señales de vida, pero era todo lo que había en ese momento. Era mejor que nada, que estar separada de ellos. Estando cerca podría ayudar, aportar mi granito de arena, colaborar en todo lo posible para devolver las aguas a su cauce habitual, pero sólo si contaba con la ayuda de los demás. Y parecía claro que nadie quería tener nada que ver conmigo.
Volví a suspirar, regresando a mi asiento. Él no se movió, sólo sus manos se encargaron de depositarme donde yo quería en ese momento, asegurándose de que no me hacía daño, como el perfecto caballero, mi salvador, que era. Y, de repente, lo entendí. Necesitábamos volver a estar solos, tanto tiempo de vacaciones, el uno con el otro, había terminado haciéndonos adictos a aquella sensación de intimidad, cuando podíamos hacer lo que quisiéramos sin temor a lo que los demás dijeran o hicieran.
A pesar de que los chicos se mostraban muy respetuosos con las españolas, siempre había algún momento en que a las chicas nos apetecía disfrutar de nuestra debilidad, nuestro favorito, totalmente a solas. Eri había tenido varios días extra. ¿Por qué no podía yo gozar de ese privilegio?
Le acaricié el pecho lentamente.
-¿Me acompañas a mi casa? Tengo que avisar a mis padres del cambio de planes.
Esperaba que captara la indirecta, porque eso de zorrear no se me daba demasiado bien. No era de las que ponían voz melosa cuando querían algo, ni de las que sabían aletear con las pestañas a su antojo. Mis párpados se negaban a obedecer cuando yo les instaba a hacerlo. Cuando intentaba utilizar mis pocas armas de mujer en mi beneficio, casi siempre las balas se atragantaban en la ametralladora y se negaban a salir, apelotonándose las unas contra las otras en un infructuoso intento por conseguir mi objetivo, al precio que fuera.
Liam suspiró, dejándose llevar por mis caricias. Esperaba que cayera pronto en mis redes; no podría jugar a eso durante demasiado tiempo.
-No podemos irnos ahora-termino replicando, para mi gran sorpresa. Abrí la boca y lo contemplé con ojos como platos, preguntándome si le había oído bien.
Me encontré con sus ojos, que me confirmaron que tenía los oídos sanos... de momento. 
-Por lo de Harry-se apresuró a añadir, evitando herirme en mi más profundo ego. Asentí despacio con la cabeza, temiendo reaccionar tal y como lo había hecho Eri antes, a pesar de que notaba un fuego abrasador subiéndome por el esófago y que lo único que me apetecía era gritar muy fuerte:
-¿QUIÉN ES MÁS IMPORTANTE? ¿TU AMIGO O TU NOVIA? ¡DÍMELO!
Pero me contuve, me levanté de la silla y me encaminé a una habitación cualquiera. No miré ni la puerta, entré en la que más cerca encontré.
Los pósters de mi amiga me observaron mientras me sentaba en la cama, contemplando los edificios que se alzaban valientemente del suelo a través de la ventana... y entendiendo por qué Noemí había decidido largarse sin mirar atrás, a pesar de que la recompensa era muy grande.
Pero es que la pérdida era aún mayor.
A medida que estudiaba las posibilidades de dónde podría estar la Belieber  mientras los coches pasaban a toda velocidad por la calle, ajenos a quiénes compartían asfalto con ellos, y quiénes estaban respirando el mismo aire que ellos contaminaban, comencé a trazar mi propia estrategia. Si querían meterme en el juego, me meterían en el juego, perro yo no haría de corderito degollado que no sabía muy bien a dónde ir.
Y fue entonces cuando Danielle comenzó a susurrarme en el oído de nuevo.


Eri

-No os preocupéis por mí, chicos, de verdad. Estaré bien-insistió Harry con su terquedad de siempre. Puse los ojos en blanco al tiempo que me hundía en el sofá, deslizándome hacia él y negando con la cabeza, sabiendo que era un mentiroso empedernido y recordándole que la mejor contando trolas en el grupo era yo. Por algo iba a teatro.
-No iremos a ningún sitio mientras tú estés así, Hazza-replicó Niall, y los demás asintieron con la cabeza. Justo en ese momento entró Liam en el salón, cabizbajo. Alcé una ceja. ¿También Alba había terminado dándole la patada? ¿Sus secretitos con Noemí eran más fuertes que el amor que sentía por Liam? ¿Acaso el amor no era más fuerte que la amistad?
Louis se me quedó mirando en silencio, utilizando ese talento oculto suyo de leerme el pensamiento cada vez que se le antojaba. No me pareció justo, pero me quedé en silencio, a la espera de ver cómo se desarrollaban los acontecimientos, a pesar de que me moría de ganas por preguntarle por la traidora. Yo misma iría a por ella, la torturaría y le sacaría la información que los demás rezaban porque ella no tuviera. Sabían que era capaz de hacerlo. Lo era. Lo haría si era necesario. No iban a quitarme a mi nueva familia por andar haciendo el gilipollas con cuatro tíos guapos, también conocidos como rollos de una noche.
Alba sabía dónde estaba Noemí. Se le había visto en los ojos. Había sido lo bastante lista como para engañarme durante el tiempo que estuve con ella sin saber que Noe había desaparecido, pero cuando sus logros habían salido a la luz, la cabeza no había dado para más y había tenido que bajar la vista, ocupada en buscar una nueva salida al callejón en el que se había metido ella sola, con una perseguidora mucho más implacable que un Harry cuya rabia y poder de decisión ni estaba, ni se le esperaba.
Yo.
No iba a detenerme. En lo que respectaba a que alguien me tocara a los chicos, no tenía escrúpulos. Y eso era bueno. Las leonas tampoco los tenían. Y eran las que sacaban adelante realmente a las camadas de los reyes del reino animal.
-¿Y Alba?-preguntó Zayn, extrañado porque la traidora no se atreviera dar la cara. A mí no me extrañaba ni un pelo, pero no estaba para abrir la boca. Bastantes movidas había tenido con Louis hasta entonces como para seguir pinchando, tocarle los huevos lo suficiente para cabrearlo y comenzar a gritarnos de nuevo, justo cuando ahora teníamos que estar más unidos que nunca, debido a aquel objetivo común: recuperar los hoyuelos de la preciosa sonrisa del pequeño de la banda, el que más alto era.
-Se encontraba mal. Necesitaba estar sola-la excusó Liam mientras yo luchaba, agarrándome a las hechuras del alma, por controlarme y no soltarle una señora bordería.
-¿Creéis que sabe dónde está?-inquirió Louis. Oh, dios, cómo te quiero en este momento.
-Sí-casi ladré-. Seguro que sabe hasta el piso en el que se ha metido la tía.
-Eri-me riñeron todos utilizando ese tono serio que yo odiaba. Puse los ojos en blanco. Noté una mano acariciándome el brazo, mostrando su apoyo. Miré a mi derecha para encontrarme con la dueña de aquella caricia que me había levantado el ánimo y la moral cuando estaba a punto de hundirme. Victoria me sonrió, tímida. Ella me creía. Pues claro, éramos mujeres. Nos apoyábamos mutuamente, y nos enterábamos mucho antes de qué se cocía a nuestro alrededor. Simplemente nos sentábamos a esperar a que los hombres se dieran cuenta de en qué líos se habían metido, trataran de salir solos, en ocasiones lo consiguieran o, en otras, nos pidieran ayuda. Y nosotras la ofrecíamos con una sonrisa en la cara que equivalía al te lo dije más glorioso de todos.
Me aparté el pelo de la cara con parsimonia, echando mano de una chulería que no conocía en mí, y suspiré teatralmente mientras ellos hacían un esfuerzo por no enfadarse conmigo, y Louis procuraba no mirarme a los ojos y darme una bofetada mental.
Acurrucándome en el sofá contra Victoria, susurré una disculpa:
-Es que Harry no se merece todo esto.
Los chicos suspiraron y asintieron con la cabeza. Ellos también estaban molestos, en mayor o menor medida, pero su enfado o molestia no iba a hacer que Noemí volviera a los brazos de Harry.
El chico se pasó una mano por el pelo, apoyando los codos en las rodillas e inclinando la cabeza. Bufó lentamente, y todos nos congelamos, rezando porque la situación no lo superara. Debía ser más fuerte que aquello. Tenía que pasar por encima del dolor y encontrar una manera de tirar hacia delante.
-¿Cómo he podido ser tan gilipollas?-espetó por fin, con su voz lentísima cargada de rabia. Me estremecí; no me gustaba que Harry sonara así. Su voz era demasiado bonita como para ir cargada de veneno.
Liam le acarició la espalda.
-Ya verás cómo no va a ser nada.
-No podías adivinarlo, Hazza. Nadie podría adivinar esto. Ella te quería-Zayn había vuelto a encender otro cigarro.
Harry levantó sus preciosos ojos, que estaban enrojeciéndose, preparados para canalizar toda su rabia en forma de lágrimas que caerían cuales cataratas, tal y  como cantaba Coldplay.
-Si de verdad me quisiera, me habría dejado con un poco de dignidad. Aunque fuera tan sólo un poquito-acercó los dedos índice y pulgar entre sí, dejándolos a escasos milímetros, mientras yo me mordía el labio. No, tampoco era así. Noemí lo había querido, seguro que aún lo quería, y lo que estaba haciendo no era por él.
Era por mí, era la forma de castigar a los chicos por darme una oportunidad que yo no había pedido, que ella deseaba más que yo, por la que ella había suplicado sólo para obtener un "vete a las audiciones, como hicimos los demás" por respuesta.
Un gran nudo en el estómago se me formó en cuanto comprendí aquello. El sufrimiento de Harry lo estaba causando yo, indirectamente, porque mi (no sabía si ex) amiga no entendía que los chicos también le darían una oportunidad en su momento si ella la pidiera con más insistencia. Me miré las uñas mientras ellos continuaban hablando.
-¿Tú crees de verdad que te ha dejado?-preguntó Louis, subiendo un pie al sofá y cogiéndose la rodilla, clavando sus preciosos ojos azules en los preciosos ojos verdes de Harry. Harry lo contempló sin saber muy bien qué decirle: parecía estar eligiendo cada palabra como si hablara turco y tuviera que buscarlas una por una en un diccionario traducido al inglés. Su concentración era máxima, su rostro y su expresión corporal lo delataban. La tensión casi podía cortarse con un cuchillo.
No pude evitar contemplar a Louis y su semblante serio, pues casi nunca lo había visto así, sólo una vez, cuando sus hermanas pequeñas vieron por accidente la película de Tom Cruise en la que también salía Dakota Fanning, La guerra de los mundos, algo nada apto para alguien de la edad de las gemelas, o incluso de Fizzy, por lo que me vi inmensamente atraída por esa faceta de mi novio prácticamente desconocida para mí. Me llevé el pulgar a la boca y comencé a mordisqueármelo, consciente de repente de la edad de Louis, de que bien podría criar un hijo si lo quisiera, de que a pesar de que fuera el más inmaduro del grupo y el más payaso de los cinco, tenía la cabeza muchísimo mejor amueblada que muchos chicos que conocía.
-Ya has visto sus tweets.
-¿Qué tweets?-inquirió Niall, frunciendo el ceño y sacando su teléfono. Suspiró cuando recordó que allí no había Internet, pero cuando le susurré la contraseña del Wifi de mi casa, rápidamente recuperó la sonrisa, sonrisa que apenas estuvo en su boca medio minuto. Torció el gesto. Victoria se incorporó, abandonando el abrazo que me había reconfortado y me había alejado del sentimiento de vacío porque los chicos pudieran haberse enfadado conmigo, y estudió con aquellas esmeraldas suyas la pantalla del teléfono de su novio. Parpadeó.
-No creo que estén juntos ni nada, Harry...
-¿No está con Selena?-inquirí. Todos los ojos se centraron en mí-. Justin, digo.
Niall negó con la cabeza.
-No, lo dejaron a principios de mes.
-Aun así, eso no significaría nada-Zayn dio una larga calada de su cigarro, llenando el ambiente de humo, y aplastó la ceniza contra el cenicero-. Podrían ser sólo amigos.
-¿A un amigo le mandas cuatrocientas mil equis porque sí?-gruñó Harry, frotándose la cara. No estaba llorando, pero poco le faltaba.
-Yo lo hago. Y Alba. Y Vic.
-Con nosotros, Eri-replicó Louis. Lo miré con los ojos entrecerrados; de tener realmente una conexión mental que pudiera enviar palabras, le preguntaría si era gilipollas y le daría un bofetón virtual.
Sacudí la cabeza rápidamente. ¿Yo, cruzarle la cara a Louis? Sería lo último que hiciera con vida.
No porque él fuera a hacerme nada (que sabía que no lo haría y seguramente llegaría a excusarme), sino porque me tiraría por la ventana en cuanto la idea de darle pegar a alguien tan perfecto se me pasara por la cabeza, materializándose en algo serio.
-Pero no es lo mismo, eso tenéis que reconocerlo. Somos amigos todos, muy buenos amigos. Yo no me pongo celoso cuando Noe os manda besos a vosotros, o vosotros no os lo ponéis cuando Eri o Alba os abrazan y esas cosas-replicó Harry, mirando hacia Liam y mi novio, pues Victoria nunca se había atrevido a tomarse muchas confianzas con los chicos. La fan que había en ella aún era una parte muy poderosa, pero con el tiempo aprendería a controlarla y dejarla en un segundo plano, al menos cuando estuviera con los chicos, y tratarlos como a otra gente de la calle, gente que no agotaba  las entradas de sus conciertos a los cinco minutos de sacarlas a la venta.
Liam le puso una mano en el hombro a Harry.
-¿Quieres ir a buscarla?
Harry negó despacio con la cabeza. Mi corazón se detuvo. ¿Qué quería, pues? ¿Qué íbamos a hacer? Había contado desde el primer momento en que me enteré de que Noemí no estaba en nuestro país, tal y como nos había dicho, con una bronca épica en la que terminaríamos decidiendo que iríamos a por la cría y le daríamos su merecido allí donde estuviera.
-No-murmuró con su voz adormilada cargada de sentimiento-. Cuando quiera aparecer, aparecerá-levantó la cabeza-. Nosotros nos vamos a Ibiza de fiesta.
Louis no pudo evitar mirarme con una sonrisa de autosuficiencia en la cara. Suspiré, alzando también las comisuras de la boca. Siempre se salía con lo que quería, tarde o temprano conseguía lo que deseaba, no importaba los problemas que se cruzaran en su camino.
-Pues yo no tengo vestido-replicó Victoria, que parecía ser una de las que más ganas tenía de acabar con toda esa historia y volver a ser el grupo unido y fuerte al que todo el mundo envidiaba de antes. Exactamente igual que había acabado pasando con las Directioners, que se habían ido fragmentando poco sin darse cuenta, viéndolo solo demasiado tarde, cuando el acantilado era demasiado profundo y lo único que garantizaba era un buen tortazo de arriesgarse a tirarse por él.
-Pero, ¿estás seguro, Harry?-inquirió Liam, haciendo gala de su sensatez natural. El rizoso asintió.
-Sí, necesito olvidarme un rato de ella, y un poco de música y luces sería perfecto.
-Te conseguiremos una buena tía con la que pegarte un revolcón-bromeó Zayn, dándole un codazo y sacándole una pequeña sonrisa a nuestro amigo, pues hacía mucho tiempo que Harry no andaba con mujeres, algo que no le gustaba nada a la prensa. El Harry que, según la prensa, se tiraba a todo lo que se movía era mucho más interesante que aquel Harry enamorado y fiel a su chica, totalmente entregado a ella y a su relación.
-Te irá bien distraerte, Ricitos, sí-asentí yo, levantándome y yendo a darle un beso-. Y ya sabes, si necesitas calor femenino...
-Se lo pides a tu madre que yo a Eri no la comparto-gruñó Louis, levantándose y tirando de mí en un ataque de celos muy impropio de él. Me arrastró hasta su pecho y cerró sus brazos alrededor de mi cuerpo, sonriendo con sorna. Estaba de broma, claro. Y consiguió lo que se proponía, como ya venía siendo natural en él: los hoyuelos de Harry aparecieron a la velocidad de la luz.
-¿Ni conmigo, BooBear?
-Bueno, tal vez pueda hacer una excepción contigo, Hazza-sonrió Louis, dejándome escaparme de su abrazo y correr a los de Harry. Lo besé en la mejilla.
-Así me gusta. Todos contentos, y todo amor.
-Vete a buscar a Alba y hacemos un abrazo grupal de esos que tanto le gustan a nuestras españolas.
-Y galesa-replicó Victoria, alzando una ceja. Zayn alzó las manos.
-Perdón, es la costumbre, ya sabes-se excusó el moreno, abrazando a la chica y haciendo que se sonrojara cuando le besó el pelo.
Alba volvió al salón, nos miró a todos, uno por uno, demorándose un par de segundos más de lo necesario en mí, y se acercó a Harry.
-¿Estás bien ya?
Harry asintió con la cabeza.
-Yo no sé nada, Ha...-empezó a decir, bla, bla, bla, excusas baratas de esas que nadie se cree. No he hecho los deberes, se los ha comido mi perro.
-Te creemos, Alba-la cortó el chico- . Ya está. Sólo Noe sabe dónde está, ¿vale? No es culpa tuya. De ninguna.
Louis me apretó la cintura, como diciendo escucha lo que dice, ¿eh? Escucha lo que le está diciendo y aplícate el cuento. Puse los ojos en blanco, lo miré, él bajó la vista y me miró, le saqué la lengua para hacerle ver que lo había pillado, y volví a mirar a mi pequeña familia compuesta principalmente por hombres.
-Chicos, detesto interrumpir, pero es que no tengo ningún vestido que llevar a una de las mayores discotecas de Europa, ¿sabéis?-murmuró Victoria entre la maraña de brazos y cuerpos que se enredaban entre sí en aquel abrazo. Sonreí.
-Eso no es problema. Nos vamos de compras y seguro que encontramos algo.
-¿Y quién os lleva?-espetó Niall.
-Vamos en bus-sugirió Alba, mirándome sin terminar de hacerlo del todo. La señalé con la palma de la mano vuelta hacia el techo, y Louis me masajeó lentamente la cintura a modo de premio. Mm.
-¿Seguras?
-Sí-asentimos con la cabeza y nos largamos a nuestra habitación. Rebusqué entre los cajones de mi mesilla de noche hasta encontrar la cartera donde tenía mis ahorros de antes de ser millonaria. Cogí los billetes, los metí en otra cartera y la metí precipitadamente en el bolso, acompañándolo de las llaves y todo lo que fuera necesario para una buena tarde de compras.
Nos despedimos de los chicos y caminamos en silencio bajo el frío cielo encapotado, que amenazaba con descargar su lluvia sobre nosotros de un momento a otro, y nos dirigimos a la parada de autobuses.
-No sé nada, Erika-se escudó Alba ante el inminente interrogatorio que yo estaba preparando en mi cabeza. La miré torciendo el gesto.
-Algo tienes que saber. Sois amigas.
-Lo somos las tres.
Victoria miró la pantalla de su teléfono, temiendo meterse en la conversación. Me habría puesto a hablar en mi lengua materna de no ser porque era precisamente ella, a quien le había terminado cogiendo mucho cariño por hacer feliz de esa manera a Niall.
-Las cosas entre Noemí y yo no están precisamente bien, Alba-repliqué, negando con la cabeza y comprobando la hora. El autobús debería llegar de un momento a otro.
Alba me agarró el brazo justo por la parte del codo, obligándome a encontrarme de nuevo con sus ojos.
-No sé nada, ¿cuándo lo vas a entender?
-Cuando me digas por qué estás tan rara últimamente.
Soltó su garra.
-¿Rara? ¿Yo?
Asentí con la cabeza, apartándome el pelo de la cara.
-Estás loca, Eri.
-Puede ser. Pero no voy a dejar que me jodáis lo mejor que tengo, ¿vale? No voy a dejar que consigas que Liam se ponga como se ha puesto Harry hoy. No vas a tener la suerte de seguir con vida si consigues que me despiste y que la historia se repita con diferentes protagonistas.
-Yo quiero a Liam-ladró, echándose a temblar de la rabia.
-Y Noemí también quería a Harry. Y mírala ahora dónde está. En Nueva York.
-¿Cómo sabes que está en Nueva York?-espetó, mirándome de arriba a abajo.
-No cogió el avión de vuelta con nosotros, Alba. ¿No lo entiendes? Seguro que ha conseguido algún lugar donde esconderse como una rata.
-¿Por qué debería esconderse?-inquirió Victoria, que ya no soportaba más que la dejáramos aislada en la conversación.
-No lo sé. Trama algo. Estoy segura.
La advertencia que me había hecho Eleanor hacía un par de meses flotaba sobre mi igual que lo hacían las nubes de tormenta. Noemí va a hacer algo, cree que estará bien, que será una buena decisión, pero no va a ser así. Tenéis que controlarla. Los dos.
Joder, Eleanor, podías haberme dicho que se iba a quedar en Nueva York como la perra subnormal que es, protesté para mis adentros, así nos habríamos quedado las tres en casa y esto no estaría pasando.
No es sólo Nueva York replicó aquella voz conocida que en contadas ocasiones se dirigía a otra que no fuera yo. Fruncí el ceño mientras esperaba el autobús; ahora Alba volvía a mirar al suelo con los ojos empañados en lágrimas (joder), y Victoria estudiaba toda la calle, contemplando cada recoveco de las casas de allí como si le fuera la vida en ello.
-No llores, Alba-le pedí, suspirando y pasándole un brazo por los hombros. No podía estar haciéndome eso, ponerse a lloriquear cual cachorrito en medio de la calle. Tenía que estar de coña. Pero mi cabeza estaba muy lejos de allí, preguntándole a Eleanor y el infinito silencio que inundaba mi mente cada vez que ella se marchaba y tardaba en volver, a qué se refería con que no sólo era Nueva York. Mierda, ¿qué más podía pasar a parte de que Noemí le pusiera los cuernos a Harry?


Contemplé a Louis mientras los dos nos movíamos por la pista, dando brincos el uno al lado del otro, sensualmente a pesar de que él llevaba una buena borrachera encima. Las luces parpadeantes de mil colores distintos le ensombrecían el rostro, lo que le daba un aspecto místico que no le quedaba nada mal. En los sillones de la pared, Niall y Victoria se enrollaban sin pudor ninguno, envalentonados por el alcohol.
-¡CINCO MINUTOS, CHICOS!-bramó el DJ mientras la pista de Ibiza se volvía loca al reconocer la siguiente canción. Titanium. Qué grande. David Guetta alzó los brazos mientras los acordes de una de sus canciones amenazaban con echar las paredes abajo.
-I'M BULLET PROOF, NOTHING TO LOOSE, FIRE AWAY FIRE AWAY-canté por encimad del murmullo de la gente mientras Louis me acercaba a él, agarrándome de la cintura. Me acarició las piernas desnudas, deteniéndose despacio en el borde del vestido/mono que había elegido, asimétrico, con una única manga larga, de color azul verdoso, recubierto de brillos que me hacían parecer una sirena sin cola.
-¿No decías que no te gustaban las discotecas?-me preguntó en el oído, levantando la voz por encima del estruendo. Sonreí y le besé el cuello-. Me parece que te lo estás pasando muy bien.
-¡Esto es diferente!
-Luego te extrañas de que no me acordara de nada.
-¡¡Quiero acordarme de hoy toda mi vida!!-espeté, alejándome de él y bailando por la pista. Volvió a recogerme, me pegó contra él y buscó mi boca. Nadie nos hacía caso, y eso a él le encantaba. Recuperar el anonimato con el que había crecido era un pequeño lujo que no todos los días podía permitirse, y menos en una fiesta.
-¿Dónde está Harry?-pregunté, mirando sobre las cabezas, arrastrando mis rizos de un lado a otro, intentando encontrar al más alto de los chicos, decidida a bailar con él. Debíamos reunirnos para cambiar de año todos juntos; quería empezar el 2013 con ellos. Cogí de la mano a Louis y lo arrastré entre la gente en dirección a la barra. Allí, Zayn hablaba con un grupo de chicas que no paraban de toquetearse el pelo. Se fingía interesado, pero lo justo, pues no quería que Perrie tuviera que pasar por el mal trago de un posible rumor de cuernos.
-¿Has visto a Harry?-le pregunté a voces sobre el murmullo de las tías, que no se creían su suerte. Zayn sonrió, me señaló en dirección a la pared donde se enrollaban Niall y Victoria, y por fin lo vi. No había sido muy buena idea que se hubiera puesto una camiseta negra, porque se camuflaba a la perfección. Mi amigo hablaba con una rubia despampanante que no paraba de tocarle el hombro mientras se reía por algo que él le había dicho. Me giré a mirar a Zayn y le grité que teníamos que coger las uvas y reunirnos todos de nuevo.
-¡Faltan Liam y Alba!-gritó Louis. Las chicas soltaron un gritito ahogado. Su anonimato se había acabado, tal vez si las emborracháramos las cosas no se salieran demasiado de tono.
-¿Dónde están?-pregunté; atrás había quedado mi cabreo monumental con Alba. Y es que que ella bailara la coreografía de Hoedown Throwdown mientras yo cantaba, peleando con Fizzy y las gemelas, unía mucho a las personas. Al final las Tomlinson nos habían ganado por mil puntos, una diferencia mínima, pero que había hecho que Felicité se creciera y sacudiera un hipotético polvo de sus hombros mientras mascullaba:
-Lo llevo en la sangre, lo llevo en la sangre, esto se hereda, no se consigue con un matrimonio, lo llevo en la sangre...
Louis se había echado a reír, pues era el único que ganaba perdiera quien perdiese. Recordé la cara de Victoria mientras contemplaba a las gemelas hacer un baile coordinado a la perfección a pesar de que se suponía que era improvisado, enfadarse y tirar el mando al suelo, diciendo que ya se explicaba por qué Gales iba tan mal en las Olimpiadas y demás competiciones que tenía que unirse con los creídos de Inglaterra. Todos los chicos se habían picado con ella, menos Niall, cuyo nacionalismo irlandés lo había llevado a chocar los cinco con aquella no inglesa y a ponerse de acuerdo con ella.
-Los vi en dirección al baño-sonrió Zayn, pícaro, cogiendo una copa y llevándonos hasta los sofás. El irlandés y la galesa se separaron en cuanto nos vieron. La rubia me lanzó una mirada envenenada cuando le robé a Harry, que no parecía enterarse muy bien de la hora que era.
-¡CASI SON LAS DOCE!-le grité al oído a un Harold que estaba más en la calle del coma etílico que en la de la sobriedad. Harry asintió con la cabeza, se despidió de la chica con un movimiento de la mano, y ni siquiera se quedó para contemplar cómo ella abría mucho la boca y se marchaba con la poca dignidad que su vestido de fulana de discoteca le otorgaba. Una cosa era que enseñaras carne, como yo, que llevaba un monoshort, y otra muy distinta es que llevaras un vestido más corto incluso que mi atuendo, lo cual, hasta antes de ver a la rubita, había creído imposible.
Victoria se colocó su vestido negro de topos blancos y sonrió con timidez a los demás mientras hundía los dedos en su pelo, intentando deshacer el desastre creado por Niall. Louis le hizo pasar un mal rato tomándole el pelo, preguntándole si no había cenado al salir de casa, cuando todos sabíamos que nos habíamos hinchado a comer como si no hubiera un mañana.
-¡Ven conmigo a por Alba!-le grité, cogiéndola de la mano y llevándomela conmigo mientras reptaba entre la gente en dirección a los baños. Vic cerró la puerta tras de sí, de manera que los últimos acordes de la canción se escuchaban mucho más bajos. Parecía que estabas dentro de la discoteca embutido en un casco hecho de varias decenas de almohadas.
-¿¡ALBA!?-bramamos las dos, caminando por el baño de las chicas. Oímos una queja por lo bajo, y, a los pocos segundos, una puerta se abrió. Alba apareció por ella, ajustándose el vestido verde mientras Liam se aseguraba de que su vestuario estuviera en perfectas condiciones. Alba nos miró, enmascarada tras unos ojos ahumados.
-¿Por qué siempre me jodéis los polvos?-espetó de repente. Vic y yo nos echamos a reír, un poco contentillas las dos pues, contra todo pronóstico, Louis había conseguido que me metiera en vena mi primera mini ración de alcohol. No era mucho, pero por algo se empezaba. Y él me había dicho que ver cómo mis mejillas se enrojecían no tenía precio y que terminaría la noche borracha. Sí, ya, en sus sueños.
-Porque vosotros me jodisteis a mí mis tres primeros-repliqué yo, recordando cuando estuve en casa de Louis y, por una razón u otra, terminamos dejando para otro día la sesión de sexo.
-Además, parece que le estáis cogiendo el gusto a esto de los baños, ¿eh, Liam?-se burló Victoria, que ya estaba al corriente de todo lo que habían hecho sus amigos en el cumpleaños de éste. Liam sonrió, negó con la cabeza y nos escoltó fuera de los lavabos. Justo a tiempo, pues acababan de conectar una pantalla gigante cuya existencia no había notado hasta entonces para poder ver las campanadas de la Puerta del Sol. Corrimos a los sitios, cogimos nuestros cuencos con las doce uvas de la suerte, y esperamos a que nos dieran la salida. Los chicos se negaban a comerlas, sólo Niall se había solidarizado con nosotras y había puesto en práctica la costumbre de ese país que tanto le gustaba.
A Louis le pareció muy gracioso convencer a los que no comían de que nos echaran a las demás sus uvas en el platillo, de manera que cuando el reloj dio la duodécima campanada, yo me había comido trece uvas sin darme cuenta y en el plato aún me quedaban 17.
-¡Eres un grandísimo hijo de puta!-le grité a mi novio, tirándole las pequeñas frutas, que desaparecieron en el suelo de la discoteca.
-¿Has terminado?-replicó cuando me quedé sin munición. Le hice un corte de manga, él tiró de mí y me devoró la boca. Me dejó sin aliento. Cuando se separó de mí, me lo quedé mirando, haciendo un esfuerzo por respirar.
-¿Qué ha sido eso?-inquirí mientras una gloriosa sonrisa acompañada del pensamiento mío, sólo mío se instalaba en mi cara. Se encogió de hombros.
-Digamos que me he vuelto yankee y que me apetecía celebrar la entrada de año como mi novia. ¿Te ha molestado?
El móvil de Harry vibró. Un mensaje.
De Noemí.
Feliz año, mi vida. Te quiero muchísimo. Un millón más contigo, ¿vale?
Harry tragó saliva.
-¿Harry?-preguntamos todos a la vez, con la misma coordinación de los chicos cuando entonaban su famoso Hi, we're One Direction.
-Quiero emborracharme-replicó el rizoso, alzando la cabeza y mirando a mi novio.
-Entonces estás con la persona idónea, Harold-contestó Louis, tirando de él-. Pero espera un momento, ¿vale? Mi novia me debe un beso.
Me incliné hacia él y le devoré la boca como él me lo había hecho a mí, con gran voracidad. Sonrió.
-Joder, Eri. Ahora no me apetece beber más. Y eso que tengo que emborracharte-sacudió la cabeza. Me eché a reír.
-Eres bobo.
-Y tú en breves instantes estarás arrastrándote por el suelo. Te lo puedo asegurar.
-Más quisieras.
-Te lo aseguro.
-Entonces calla y aprovecha que todavía me tengo en pie para comerme la boca, ¿no, Louis?
Me miró con tanta intimidad impregnada en su mirada que sentí cómo me desnudaba.
-Prefiero emborracharte y ya probarte después.
Recordé cada momento con él, cómo nos mirábamos, cómo había probado tantas cosas que había jurado no probar antes de conocerlo cuando él entró en mi vida. Los besos bajo la lluvia, los besos en la cama, los besos a secas, dormir con otra persona, trasnochar, acostarme con él aunque lleváramos unos meses... hacerme tatuajes. Dos tatuajes, tres si contábamos que uno era compuesto. Qué grandes sois, joder, qué grandes sois todos.
-Cállate y bésame, Tommo.
-Está hecho.
Y volvimos a besarnos, mientras yo recordaba cada uno de nuestros piques, nuestras peleas, nuestras reconciliaciones. Sus tonterías, el truco de magia en casa, cuando sacó la carta que Liam había elegido contra todo pronóstico, y le preguntaron cómo lo había hecho, a lo que había respondido:
-Un buen mago nunca revela sus trucos.
-¿Ni siquiera a mí?
-A ti ni agua, Eri, mal bicho-había respondido él, muy serio. Y mi vida sin él ya sería como una pizza sin base de tomate, como un refresco en verano sin hielo, como una hamburguesa sin pan, como un móvil sin cobertura, un ordenador sin internet, o un iPod sin música.
-¿Eri?
-¿Qué?-repliqué, saliendo de mis ensoñaciones.
-Sigo empeñado en emborracharte.
Me eché a reír, sus manos me agarraron bien de la cintura para que no me cayera de los tacones.
-Eres imbécil.
-Puede ser.
-Pero eres mi imbécil.
-Eso me gusta.
-Feliz año nuevo-susurré, dándolo ya por imposible. No iba a ganar una discusión con él. No lo hacía nunca. Y un nuevo año no iba a cambiar las cosas.
-Feliz año nuevo, nena.
Terminó consiguiendo emborracharme.
Cabrón.

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