lunes, 20 de mayo de 2013

Kiss you in Ghana.

Me había costado Dios y ayuda separarme de los chicos. Y sobre todo de él. Harry había conseguido traer de vuelta a Noemí, que ahora se sentaba con las piernas cruzadas en el avión, leyendo una revista y toqueteándose la barriga de vez en cuando. No podía creerme lo que había hecho. Y menos me creía que Harry le hubiera perdonado y la hubiera dejado con vida después de todo lo que ella había hecho. Un bebé no era algo de risa, no era algo que se pudiera tener así como así, sin el acuerdo de los dos. A mí ni se me ocurriría quedarme embarazada de Louis a esa edad. No podríamos hacernos cargo de él; además, yo sería demasiado joven, y no seguramente me quedara en la camilla del hospital en el que naciera mi hijo. Así que no podía hablar de Noemí. Tenía que abortar. Y tenía que hacerlo cuanto antes mejor.
Me llevé la mano a la chapa que Louis me había dado la noche anterior, antes de que hiciéramos los seis meses. Medio año ya con él. Medio año disfrutando de su perfección. Me había regalado un pequeño trozo de metal con nuestros nombres grabados y la fecha en la que habíamos empezado a salir. Yo le había dado una pulsera con mi nombre. Él había quedado mejor, menos egocéntrico. Y su boca aún seguía posada en la mía a pesar de que habíamos tomado rumbos distintos y no podíamos hablar.
Todavía notaba sus labios en los suyos, su lengua invadiendo mi boca, incitando a la mía a darme la caña que me debía. Mis dedos enredándose en su pelo y sus manos en mi cintura.
-Te voy a echar de menos, joder. Y dentro de unos días tengo que ir a clase. Pégame un tiro.
-Me quedaría sin ti-replicó, jugueteando con la  pulsera. Sabía que no se la iba a poner, pero no se me había ocurrido nada mejor que regalarle, así que había decidido ir por lo tradicional y no complicarle mucho la vida. Ninguno de los dos iba a tener el regalo que más deseaba: la compañía del otro. Tendríamos que conformarnos con unos trozos de metal.
-Llámame en cuanto aterrices.
-Estarás volando.
-Tú llámame.
-Sí, Superman-sonreí, pues había dormido con la parte de arriba del pijama de uno de sus superhéroes favoritos. Se echó a reír y volvió a besarme. La sombra de su barba volvía a recordarme su edad. No podía tener la suerte de estar saliendo con un tío de 21 años, ya no comentemos que ese tío de 21 años era uno de los mejores cantantes que había escuchado en mi vida.
Me dio una palmada en el culo, allí, delante de todo el mundo. La madre que lo parió.
-Te quiero.
-Yo más-me puse de puntillas para volver a probar su boca una última vez. Sonrió y, a regañadientes, me dejó marchar. Ya nos llamaban para coger el vuelo. Abracé a los demás, dejando a Victoria la última.
-Cuida de mis niños, ¿vale?-le dije a la galesa, dándole un beso en la mejilla. Ella asintió con la cabeza.
-Por ti, por ellos, por todo el mundo.
-Todos los días, de todas las formas.
-Te llevaré arriba.
-Nunca pararé.
-Sabes que te llevaré a otro mundo.
-Eri, joder, que perdemos el avión-espetó Alba, tirando de mí e interrumpiendo nuestra canción improvisada a capella. Victoria se echó a reír, se despidió con la mano igual que los demás, y desapareció tras los cristales de la pasarela en la que nos metimos Noemí, Alba y yo.
Tiré la mochila en mi asiento y protesté porque Alba había sido más rápida y se había apropiado del lugar de la ventanilla.
-Voy a sacarte los intestinos, zorra. Sal de ahí.
-No.
-Que salgas, hija de puta.
-No.
La miré con los ojos entrecerrados y me senté en el medio. Noemí se sentó en el pasillo, se abrochó rápidamente el cinturón y observó cómo las azafatas iban de acá para allá, ultimando los detalles para el despegue. Le habría dicho algo sobre la  facilidad de que perdiera el bebé con los cambios de presión, pero decidí que aquel no era el momento ni el lugar.
Me incliné en mi asiento lentamente hasta quedar prácticamente tumbada, mientras Alba escudriñaba a través de las ventanillas del avión al personal de pista, que metía las maletas en su lugar.
-Tenía que hacerlo-musitó Noemí en español. Ambas nos la quedamos mirando. Sus ojos estaban empañados de lágrimas-. Habladme, por favor. Tenía que hacerlo. No podía perderlo.
-Casi lo pierdes-repliqué yo, moderándome para no gritarle. Se me quedó mirando como si no entendiera el grave retraso que arrastraba, como si hubiera sido yo la que había dejado solo a su novio, sin importarle nada cómo se pondría él al ver que me ponía demasiado cariñosa con otro hombre. Y, encima, sin dejarle oportunidad a vengarse. En el fondo me habría gustado que Harry le diera una buena paliza a Justin, tenía que admitirlo. Había visto a Harold entrenando en el gimnasio, practicando boxeo, y la idea de que pudiera focalizar tanta rabia hacia una persona, y no hacia un saco, me seducía enormemente.
-Yo no elegí esto.
-¿Qué no elegiste, Noemí?-gruñó Alba, inclinándose hacia delante. Abrí los ojos, mirándola. No pensé que fuera a entrarle al trapo-. ¿No elegiste que fuera el ídolo equivocado el que se enamoró de ti, o no elegiste conseguir ese bombo? Porque, que yo sepa, Harry no te habría dado la posibilidad de tenerlo de saber que realmente esa posibilidad existía.
-Yo quiero a Harry. Pero sigo teniendo a Justin por encima de él. No es mi culpa no ser una chaquetera como lo fuisteis vosotras-espetó, mirándonos de arriba a abajo. Parecía la zarina de Rusia Catalina la Grande. Sólo le faltaba ponerse a dar vueltas por el avión bramando qué grande y poderoso imperio es el mío. Le daría una hostia en ese preciso instante de no estar embarazada. O tal vez la hostia nos haría un favor a los demás.
-¿Me llamas chaquetera por querer más a mi novio que a un famoso al que he visto tres veces?-ladró Alba. Le cogí de la mano y negué con la cabeza. No era ni el momento ni el lugar, por mucho que Noemí derrochara condescendencia.
-Sí.
-Si amas a dos hombres, escoge al segundo. Si realmente hubieras amado al primero, el segundo no significaría nada para ti-cité una de mis frases favoritas, que me había ayudado a dar el paso y poner a mi chico por encima de aquel que me había enseñado que nada venía sin trabajar duro, algo necesario para la salud de mi relación y, sobre todo, para la felicidad de Louis y, por tanto, la mía.
La chica a la que iba dirigida la frase se echó a reír.
-¿Eso os decís para convenceros de que sois buenas fans?
-Mira, Noemí. Te estás ganando a pulso una hostia. El bofetón de tu vida. Y sabes que me dará igual dártela aquí, dártela en casa, o dártela delante de los chicos. No me toques más los cojones, y reconoce que has metido la pata.
-Lo que os pasa es que os jode que vaya a tener un hijo con Harry y vosotras con Liam y Louis no.
-Me cago en dios-repliqué, negando con la cabeza e incorporándote. Alba musitó un prepárate, que vienen curvas al que apenas hice caso-. Mira, niña. Para empezar, no soy tan egoísta como tú. Yo no pondría a un crío que todavía ni existe por delante de lo que quiere Louis. Eso para empezar. Después, te diré que no soy una puta cagada. No saldría corriendo al otro extremo del océano para asegurarme de que voy a tener esa póliza de seguros con patas que me garantizará verlos para siempre. Y para terminar, a mí me da la mollera para darme cuenta de que, lo primero, no voy a poder parir a ese hijo porque todavía soy demasiado joven, no hablemos ya de tu estatura. Y tampoco podría criarlo. ¿Pillas lo que te digo, o te hago un jodido croquis?
Los ojos de Noemí brillaban, pero yo estaba tan cabreada que no podía ni regodearme ni sentirme mal por este hecho. A mí no iba a venir a tocarme las pelotas después de hacer llorar a Harry. Conmigo iba de culo con esa actitud. Como siguiera así, no necesitaría el avión para nada: con un buen tortazo yo misma la mandaba a España sin necesidad de barreras aéreas. Un simple ¡PUM! y ya estaría en nuestras praderas verdes del norte.
-Voy a tener el crío-espetó, limpiándose las lágrimas que aún no se atrevían a salir.
-Me la suda, nena. En realidad, me la suda. Ya irás llorando cuando Harry te diga que ha sido un error todo esto. Y te lo hemos dicho.
-Todavía puedes arreglarlo-le aconsejó Alba, estirando la mano y tocándole el brazo. Estuve a punto de vomitarle en la cabeza para que se dejara de tantos sentimentalismos. Habíamos metido al lobo en casa y ella todavía le ofrecía pastas con chocolate caliente. En aquella fila de asientos, la más normal iba a terminar siendo yo. Lo que era preocupante, jodidamente preocupante.
-El pequeño no es un error.
-Oh, mi madre.
-Dejad el tema ya, ¿vale? En realidad no es cosa nuestra-Alba se me quedó mirando, yo la miré y fruncí el ceño-. No es nuestro hijo. Es el de Harry y Noe. No es de nuestra incumbencia.
Miré a la pequeña.
-Como le hagas daño a Hazza, prepárate para correr. Sabes de sobra que iré a por ti.
-No vas a tener esa suerte.
Me eché a reír.
Sacudí la cabeza, saliendo de mi ensoñación y mis recuerdos, y comprobando por enésima vez la hora. Quedaban tres minutos para el estreno de Kiss You, pero Twitter ya celebraba por todo lo alto este vídeo. Y con razón: los chicos habían hablado mucho del vídeo, lo habían dirigido ellos mismos, y se lo habían pasado muy bien. Además, la cosa estaba que ardía, porque Louis había dicho que sería un vídeo muy estúpido, y si Louis decía algo así, con su criterio, era que no podríamos parar de reírnos con todo el vídeo.
Me senté en la cama, recolocándome las pulseras que llevaba alrededor de las muñecas para tapar los tatuajes, pues si mis padres los veían seguramente me crucificasen, y metí la mano en la bolsa de Doritos que había arrastrado hasta mi habitación. Me hundí un poco más en la cama y esperé, recargando la página cada 23 segundos. Los WhatsApps del grupo en el que los chicos me habían metido estaban que echaban humo, Niall estaba haciendo la cuenta atrás en segundos, por lo que cada dos por tres, mi teléfono vibraba. Y yo apenas hacía caso del teléfono, demasiado ocupada en suplicar a la gente que me pasara el enlace en cuanto los chicos subieran el vídeo.
Harry y Louis eran los únicos que no daban señales de vida en el grupo. Liam, Niall y Zayn se peleaban por los mensajes del irlandés mientras yo de vez en cuando mandaba un placentero jajaja para recordarles que aún respiraba... de momento.
El reloj del salón dio las siete en punto. Me puse como no disponible en el móvil y rápidamente refresqué la página. Nada. Volví a refrescarla. Nada.
Así, hasta las siete y dos minutos. Entonces, el vídeo apareció delante de mí. Me quedé muy quieta, intentando absorberlo todo. Luego, con una calma desconocida en mí, cambié la pestaña mientras dejaba que el vídeo sonara por 5ª vez. Y empecé a Twittear.
Lo siento, Directioners, pero tengo que decirlo. JODER, QUÉ VÍDEO, TÍAS,  QUÉ VÍ-DE-O. NO SÉ SI ME EXPLICO.
ME CAGO EN TODO, LOS CHICOS HAN VUELTO. DIOS.
¿Y LA PARTE DE LAS OLAS? ¿CUANDO SALE ZAYN NADANDO CON LOS MANGUITOS? ¡QUE ALGUIEN ME SUJETE, POR DIOS!
Y, llamado por una voz celestial, Louis acudió a mencionarme.
@ItsErii: Eri, te quiero, pero estás muy loca.
@Louis_Tomlinson: ¿DESDE CUÁNDO ESTÁS TAN BUENO? EH, NO, TÍO. A LA CAMA. YA.
SIN OVARIOS ME HALLO. NO SÉ VOSOTRAS CÓMO ANDÁIS.
ES QUE LOS COGÍA Y LOS ENCERRABA EN UNA HABITACIÓN Y HACÍA MIL DE ELLOS, Y NO CLONÁNDOLOS, PRECISAMENTE.
Los chicos empezaron a mencionarme, riéndose de mí y de que la fan que llevaba dentro hubiera sabido cómo hacer para superar las barreras a las que normalmente la sometía.
@ItsErii Nena, ¿todo esto te convierte en presidenta de nuestro club de fans, o algo? Me estoy asustando.
@Louis_Tomlinson mira tus mensajes directos.
@ItsErii vale :)
Entré en el perfil de Louis y rápidamente le escribí un mensaje.
-Tienes un polvo muy salvaje, Louis.
-Ya ves lo que hay. ;)
-Y Niall parece un Dorito.
-Lo sabemos. Lo embadurnamos en Doritos.
-JAJAJAJAJAJA, ¡SOIS MALÍSIMOS!
-Lo  sé JAJAJAJAJAJA ¿estás en Skype?
-No, ahora me conecto.
Corrí a abrir el programa y teclear la contraseña mientras Niall canturreaba algo de que quería presumir de mí delante de sus amigos, hacer que se rascaran la barbilla... Tamborileé con los dedos y bufé de satisfacción cuando por fin se abrió la ventana. Ni siquiera me dio tiempo a hacer una petición de videollamada, Louis fue más rápido. Acepté rápidamente, mesándome el pelo y esperando no tener un aspecto acorde con cómo me sentía: total y absolutamente desquiciada. Presentía estar asistiendo a un momento histórico. Seguramente lo fuera.
Ante mí apareció una imagen de un Louis con camiseta de tirantes, un poco de barba y el pelo echado hacia delante. Se lo echó para atrás, sonriendo, y sonrió en cuando me reconoció. Me mordí el labio y no dejé que dijera nada. Lo echaba muchísimo de menos, y necesitaba tenerlo cerca, cuanto antes mejor. Nunca era capaz de darme cuenta de cuánto lo quería, cuánto lo amaba, hasta que lo tenía delante, especialmente cuando no estaba en realidad frente a mí, sino tras una pantalla. La sensación de añoranza y vacío se multiplicaba por mil.
-Te follaba ahora mismo.
Se echó a reír. Distinguí las paredes de su habitación en el piso que compartía con Harry, el lugar donde había perdido la virginidad, entregándosela a él, meses atrás. Qué oportuno era tenerlo allí.
-Hazlo.
-No puedo. Ven.
-Ven tú.
-Me ha gustado el vídeo, por cierto.
-Lo he notado-me guiñó un ojo y yo hice una mueca.
-Eres un imbécil.
-Y tú eres preciosa.
Me encantaba cuando hacía eso, porque no sabía qué hacer. Me encantaba que me dejara desarmada, sin saber dónde meterme, recordándome que en el fondo le pertenecía de una manera en que no pertenecía a nadie.
-Te quiero.
-Yo más.
-Mientes.
-Para una vez que digo la verdad...-suspiró, mirando el móvil y sonriendo ante lo que vio allí. Luego, levantó la vista, y la calvó directamente en la cámara. Sin querer, estiré los dedos hasta tocar la pantalla del ordenador, deseando probar su boca. Sus ojos me quemaban el alma, por estar tan lejos y a la vez tan cerca-. Por cierto, feliz mesversario.

Recogimos las cosas de la parte de arriba del avión y salimos lentamente. Nos habían dicho que nuestra estancia en Ghana iba a ser muy dura, y no nos apetecía demasiado pasarlo mal porque a cuatro multinacionales estúpidas no les parecía un buen mercado el país africano, por lo que no se molestaban en enviar sus mercancías allí. Ni siquiera los residuos.
Pero estábamos ahí para cambiarlo.
Dejé la mochila en el todoterreno mientras los chicos se metían lentamente, en plan procesión, y Louis hablaba con el conductor. Nos había dado a elegir entre ir al hospital directamente, o visitar primero las escuelas, algo que me parecía totalmente estúpido, dado que por la tarde los niños no tendrían clase y el colegio al que íbamos a ir estaría vacío. Louis nos miró un momento, clavó sus ojos en Liam, que oteaba el horizonte como si la cosa no fuera con él, tal vez intentando encontrar una roca que se recortara contra él, una roca en la que un babuino estaría alzando a una cría recién nacida de león mientras todos los animales de la Sabana se inclinaban ante su nuevo príncipe. Zayn jugueteaba con una piedra en el suelo, preparándose para lo que iba a venir, algo contra lo que no podríamos luchar, y Niall miraba cada rostro que cruzaba su campo de visión, intentando memorizarlo. Empecé a mordisquearme las uñas.
-Al colegio-murmuró Louis, apenado porque ni siquiera habíamos visto a los críos y los habitantes del poblado al que íbamos a ir en general, y ya estábamos que no podíamos con el alma. Las vistas desde el avión habían podido con nosotros: cientos y cientos de kilómetros vacíos, en los que casas a medio construir eran consideradas mansiones por las que mucha gente mataría, literalmente, a varios miembros de su familia. Lo peor de lo que habíamos visto no era que la destrucción fuera la reina del lugar: era que ni tan sólo parecía haber rastro de un intento de civilización. Nadie les había ayudado a crecer. Y ellos no habían crecido, porque no podrían hacerlo solos.
Alguien me pasó una mano por el hombro y me lo acarició lentamente. Miré a mi derecha. Louis me observaba con unos ojos que gritaban soy tu hermano mayor, estoy aquí para cuidar de ti. Era la misma mirada que veían cada una de sus hermanas cuando necesitaban que alguien las protegiera.
-¿Estás bien?-me preguntó. Asentí con la cabeza, pasándome una mano por el pelo, echándomelo para atrás. Necesitaría una cinta para ver bien a los niños y transmitirles algo de felicidad.
-Sí-musité con un hilo de voz. Tragó saliva, me miró de arriba a abajo y se separó de mí para reunir a los demás. Liam se había cruzado de brazos, pensativo. Fue el último en venir al círculo y fundirse con nosotros.
-Tenemos que sonreír, aunque sea únicamente por los pequeños, ¿vale?-nos dijo Louis, no dejándonos escondernos, clavando sus ojos en cada uno de nosotros mientras hablaba, asegurándose de que escuchábamos sus palabras y las interiorizábamos como era debido. Pero yo no me podía concentrar en su discurso improvisado, no era  capaz de dejar de darle vueltas a lo mismo: Noe tenía en camino a un bebé en ese sucio mundo en el que niños con las mismas características no tenían las mismas posibilidades. Había niños que morían sin tener fuerzas ni para poder respirar. Había niños que perdían a todas sus familias y se quedaban abandonados en medio de una tierra inhóspita, condenados a vagar y conseguir alimentarse o a morir solos.
Los de Comic Relief nos habían dicho que no se nos ocurriera buscar información del país al que íbamos en Ghana. Y, como buena prohibición, la habíamos roto en cuanto llegamos a casa. Todavía recordaba haberme metido en Internet en el piso que compartía con Louis mientras él se desabotonaba la camisa que había llevado y se ponía una camiseta de los Boston Celtics, adquirida en nuestro primer viaje a Nueva York. Las tasas de mortalidad en el país y su escasa esperanza de vida nos dejaron helados. Y más nos intranquilizó la cantidad de niños que no conseguían sobrevivir a sus primeros años de vida.
-No quiero un hijo en un mundo así-me sorprendí diciendo en el coche, mientras las casas se sucedían tras de sí, en una rápida procesión avergonzada por su existencia. Los chicos se me quedaron mirando, todos a una.
-¿Cómo vas a evitarlo?-preguntó Niall, frunciendo el ceño y pasándose la lengua por los dientes. Desde que el dentista le había anunciado que en breves perdería los hierros que le rodeaban la boca, no paraba de acariciarlos con la lengua, intentando memorizarlos al máximo posible. Dudaba que, cuando se los quitaran, quisiera recordar cómo se sentía al tener algo pegado continuamente a los dientes, algo que no debería estar ahí pero que, a la vez, su desaparición no conllevaba nada bueno.
-Tal vez pueda... hablarlo con ella. Y pararlo antes de que sea tarde-me encogí de hombros, sin atreverme a establecer contacto visual con ninguno de los chicos. Louis jugueteaba con una moneda, le daba vueltas y más vueltas con los dedos, contemplando la cara y la cruz, como si esperara que fuera a cambiar por el simple hecho de que la estuviera mareando.
-¿Quieres que aborte?-preguntó Liam, inclinándose hacia delante y apoyando la cabeza en el hombro de Louis, que levantó la vista y la clavó en el horizonte al que nos dirigíamos. En el fondo, sospechaba que estaba total y absolutamente en contra del aborto. Crecer en una familia numerosa debía conllevar aquello.
Observé cómo la  nuez de mi amigo subía y bajaba mientras sus ojos buscaban algo más allá de lo que podían ver.
-No lo sé. Suena tan fuerte...
-Pero tú no quieres el bebé-replicó Louis, sin mirarme. Todos los demás se quedaron callados, esperando la tormenta cuyos rayos se adivinaban entre las colinas.
-No-admití-. No estoy preparado.
-Entonces-se giró y sus ojos nadaron en los míos. Me estremecí, sintiendo cómo el mayor de nosotros leía todos y cada uno de los pensamientos que me pasaban por la cabeza en ese instante-, díselo. Seguro que lo entiende.
-Es Noemí. Se largó lejos cuando se enteró de que estaba embarazada-le recordó Niall. Zayn sacó su eterno paquete de tabaco y nos preguntó si nos importaba que encendiera un cigarro. Todos negamos con la cabeza. Estábamos bastante acostumbrados al tema, y sabíamos lo bien que le sentaba a Zayn sentir la nicotina inundando sus pulmones.
-Técnicamente lo que hizo fue quedarse lejos-Liam se frotó los ojos y apoyó de nuevo la espalda en el asiento. Louis los miró a todos, se encogió de hombros y continuó dándole vueltas a la moneda entre los dedos. Fue entonces cuando se lo pregunté.
-¿Le pedirías que abortara?
Todos los ojos se clavaron en Tommo. Verdes, marrones, azules... todos estaban centrados en él, expectantes.
-¿A quién?
-A Eri-musité. Estaba claro que no se lo iba a pedir a Noemí; eso era asunto mío y, además, él nunca haría nada que pudiera dejar a mi chica embarazada. Ni darle esperanzas, tan sólo.
-Eri no haría eso-se encogió de hombros, pasándose una mano por el pelo y dejando la moneda en manos de Niall, que le dio vueltas, tratando de adivinar si era real o falsa.
-Si lo estuviera. Si se quedara embarazada. ¿Le pedirías que abortara?
Suspiró, cerró los ojos, pensativo, y sacudió despacio la cabeza, haciendo que sus ideas se cayeran de las estanterías de su mente, intentando decidir cuál era la correcta.
-Lo hablaría con ella.
-¿Y si no quiere?
-Sabéis lo que haría.
A Lou le gustaban los críos, le encantaban, los quería con locura, y sabía más o menos lo que era criar a alguien. Había visto cómo había que hacer para convertir no a uno, sino a cuatro bebés, en personas hechas y derechas. Había experimentado en primera plana el milagro de la vida.
Claro que Louis tendría el bebé.
-Te encargarías de él.
-Porque soy yo.
-No es porque seas tú. Es porque es lo correcto.
-Es lo correcto en mí, Harry-en su mirada había un sufrimiento sólo comparable al mío. Supe que sentía mi dolor como si fuera a él a quien le estuvieran poniendo en una situación tan difícil-. Sabes que lo que yo haría no se puede aplicar a nadie más que a mí y a Eri.
-En vosotros sería normal tener un hijo. Incluso ahora.
-Somos jóvenes.
-Pero te ocuparías de él.
-Si sucediera, sí. Pero si lo provocara ella, las cosas cambiarían. Mucho.
Asentí con la cabeza.
-Eso es exactamente lo que me pasa a mí.
-Yo no sé qué haría si Victoria se quedase embarazada a propósito-confesó Niall, pensativo. Liam se encogió de hombros.
-¿Qué más dará eso? Quiero decir, da lo mismo si lo hubiera hecho a posta, o si simplemente fuera un descuido. Lo importante es que hay una situación de la que queréis salir. Salís, y ya está.
-Si fuera Alba, ¿le pedirías que no tuviera el crío?-Louis se giró en el asiento, mirando al más sensato de todos, el mediano. Liam volvió a frotarse la cara.
-Seguramente no.
-Yo creo que el problema no es el bebé. El problema es que te mintió: se fue lejos cuando más la necesitabas y cuando más te necesitaba ella a ti, y simplemente esperó a que llegaras tarde para que no pudieras elegir.
-Podría haber elegido igual-respondí a Zayn,que había bajado la ventanilla para que el humo de su cigarro saliera-. Podría haberme quedado solo o quedarme con los dos.
-¿Y qué habrías elegido?
Se hizo el silencio en el coche.
-No lo sé-admití.
-Yo quiero mucho a Eri. Lo sabéis. Pero no sé si podría confiar en ella después de eso.
-Es que yo... ahora no sé de lo que es capaz Noe. No la creería capaz de esto.
-Pídele que lo pierda-murmuró Niall, clavando en mí aquellos zafiros irlandeses suyos.
-Ni siquiera es por el bebé, ¿a que no? Es porque ahora sabes que no puedes confiar en ella-Zayn volvió a dar otra calada.
-Nos incumbía a los dos-me excusé. ¿Tan malo era que me creyera con el derecho a saber que tenía un hijo en camino? No me parecía que fuera razón suficiente para que San Pedro me negase la entrada al cielo.
-Habla con ella, tío. Dile cómo te sientes. Cuéntaselo todo, incluso lo que nos estás diciendo a nosotros ahora.
-La destrozaré.
-Bueno, así no tienes que encargarte del pequeño estiloso, ¿no?-sonrió Louis.
-No tiene gracia, Lou.
-En realidad, si te paras a pensarlo, sí.
-Sí... si eres un puto sádico-asintió Liam, alzando el pulgar.
-Joder, Liam, que intentaba rebajar la tensión.
-Lo que más me cabrea es que ahora tengo más confianza incluso con Perrie que con Noemí.
-Ah, no, pues eso te lo miras. A mi Perrie no la tocas-me amenazó Zayn, alzando la mano en mi dirección, plantando la palma a escasos centímetros de mi cara.
-Zayn, ten cuidado, que le hace un bombo también-se burló Louis, echándose a reír. Le di lo más fuerte que pude en el brazo.
-No tiene gracia, Louis.
-¿No ves cómo me río?
-Igual te tengo que partir la cara para que dejes de reírte. Estoy hablando en serio, hostia-pero sonreí, a pesar de que luchaba por no hacerlo. No podía estar indiferente ante la risa de Louis. Si no te reías con lo que decía (lo cual era un síntoma de una enfermedad fatal que en varios días terminaría contigo), te reías con su risa.
Cuando me quise dar cuenta, el coche estaba lleno de carcajadas y pullas que nos lanzábamos los unos a los otros. Casi reventamos el coche cuando Liam le espetó algo a Louis sobre la facilidad que tendría de meterse en las bragas de su chica y Louis se puso serio de repente, mientras le aseguraba que como se atreviera a tocarle un pelo a Eri, lo mataría lentamente, no sin antes crear un par de clones para asegurarse alguien con quien ir a dar un paseo en bici si le apetecía y nadie más estaba por la labor de acompañarlo.
-¿Cuánto hacía que no nos reíamos así?-preguntó Niall, limpiándose las lágrimas que le caían a más velocidad que un deportivo por el rostro. Una nueva oleada de carcajadas le interrumpió.
-Mucho. No puede ser esto.
-Así me gusta, tíos. Tomándonos la vida con humor-Louis asintió con la cabeza, satisfecho. Nos miró con orgullo, uno por uno-. Mis niños.
Volví a reírme.
-Hablaré con Noe.
-Y le dirás todo lo que hemos hablado en este coche, porque eres así de guay-sonrió Zayn, que se había acabado el cigarro hacía ya bastante y que ahora no sabía qué hacer, después de tener la boca tan ocupada en reír.
-¿Creéis que cederá?
-Si no lo hace, haz lo que hago yo cuando quiero que Eri coma de mi mano.
-Eri ya come de tu mano-le recordé a Louis, poniéndole una mano en el hombro. Él asintió.
-Yo creo que es al revés-replicó Liam, sonriendo y chocando los cinco con Niall, que apenas podía hacer otra cosa que reír a carcajada limpia.
-Vete a la mierda, Payne. Que sepas que no te quieren ni en casa.
-¿Y tú no me quieres, Tommo?-lloriqueó, haciendo pucheros y frotando su mejilla contra el hombro de Louis.
-A ti ni agua. Bicho, que eres un bicho.
-Me están entrando ganas de suicidarme.
-Corre, hijo, corre.
-¡CORRE, FOREST!-bramó Niall, que apenas cabía en sí de tanta risa que le sacudía el cuerpo. En breves empezaría a hincharse y terminaría convirtiéndose en un dinosaurio, de esos del cuello kilométrico.
-Ruego una oración por la inteligencia de Niall-dije, limpiándome las lágrimas que me resbalaban por la cara. No podía creerme que estuviéramos hablando de esa manera en una de nuestros viajes oficiales, cuando se suponía que más serios teníamos que estar. Aunque, pensándolo bien, una buena dosis de felicidad nunca iba mal.-
-Era normal cuando lo compramos-Zayn le revolvió el pelo.
-Tiempo atrás-convine. Luego, miré a Louis-. ¿Qué le dices a tu nena?-alcé las cejas. Louis se echó a reír.
-Le digo mira, nena, ¿cómo me llamo? Busca mi nombre en la Wikipedia y alucina un ratito con lo importante que es la persona a la que te follas.
-¿Y ella qué te contesta?
-Que no tiene constancia de haberse tirado nunca al presidente de los Estados Unidos.
-Eri es Dios reencarnado en mujer.
-Eri lo que es es el demonio-protestó Louis, mordiéndose el labio y mirando la pantalla de su móvil, en la que aparecía su novia a su lado sonriendo a la cámara.
-Creo que Eri es muy nueva ídola-sonrió Zayn-. Cualquiera que vacile a Louis es mi ídolo.
-Vete a la mierda un rato.
-¿Y tú no le dices nada?
-A veces no le contesto, otras le digo que como me toque mucho los huevos le pongo los cuernos, y otras veces simplemente me echo el pelo para atrás y me río mientras ella se sujeta para no violarme.
-No es una violación si queréis los dos.
-Como el día del estreno de Kiss You-se rió Liam. Louis lo miró de arriba a abajo.
-Envidia que tienes de que a mi chica se la sude cuánta gente la vea ponerse cariñosa.
-Fue genial. ¿O me vais a decir que no? Y a las fans les encantó-sonreí, recordando cómo se habían puesto las Directioners con los tweets de Eri. No eran especialmente cariñosas con las chicas, pero, cuando vieron cómo se ponía Eri con el vídeo, cómo ella era una Directioner más cuando había eventos importantes, no dudaron en defenderla de la gente que criticaba que diera su opinión de una forma tan expresiva. Había sido bonito ver cómo las demás saltaban todas a una defendiendo a alguien que tal vez no les cayera bien, especialmente por con quién estaba.
-Lo cual demuestra que, cuando las chicas quieren ser simpáticas, pueden serlo de sobra.
-Estoy orgulloso de cómo reaccionaron-confesó Niall, mirando por la ventanilla.
Una aldea apareció por el parabrisas, el conductor nos dijo que estábamos muy cerca. Me revolví en el asiento.
-¿Cómo estarán?
-Bien-Lou se encogió de hombros, desbloqueando el teléfono-. Siempre están bien.
Iba a echar de menos a las españolas y a la galesa. Terminabas acostumbrándote a tener una presencia femenina a la que recurrir cuando estabas mal.
Y estábamos a punto de ponernos muy mal.
El todoterreno recorrió el poco camino que quedaba sumido en un silencio sepulcral. Como el conductor vio que no comentábamos nada, decidió hablar un poco con nosotros, decirnos cómo era la situación que íbamos a ver. Se suponía que nos quedaríamos en Ghana un par de días, tres a lo sumo, si la grabación era lenta y queríamos conocer más a fondo la zona a la que íbamos. A mí no me apetecía mucho ver cómo funcionaban las cosas allí, tenía miedo de encontrarme con algo demasiado doloroso.
El todoterreno fue aminorando la velocidad, y, nada más entrar en el poblado, cuando las casas nos rodeaban por ambos lados, decenas de niños salieron a nuestro encuentro, bien porque éramos quienes éramos, bien porque simplemente les gustaba correr tras los coches.
Se detuvo en un pequeño descampado. Abrimos las puertas y saltamos abajo. Los niños se nos quedaron mirando, curiosos.
Una chica rubia se acercó hasta nosotros con un pequeño en brazos, enganchado a ella. Saludó a nuestro conductor y luego se dirigió directamente a nosotros.
-Bienvenidos, chicos-sus dientes eran casi tan blancos como los de la población negra que la superaba en número. Nos tendió la mano libre, que fuimos estrechando uno por uno-. Gracias por venir.
-Gracias a vosotros por darnos la oportunidad-replicó Liam. Todos asentimos con la cabeza. Louis se moría de ganas por coger a un crío en brazos, se le notaba en la mirada. La chica debió de notarlo.
-Soy Susan. Ellos... bueno... son demasiados para que os los presente. Pero os han preparado algo. ¿A que sí, niños?
Los chicos bramaron a coro un ¡sí! perfectamente sincronizado, levantando los brazos de pura emoción, igual que una ola chocolate. Sonreí.
Parecía mentira la diversidad de rostros. Tenían el mismo tono de piel, se parecían entre sí, pero sin embargo eran todos muy diferentes los unos de los otros, únicos en su especie. Los más valientes fueron los primeros en acercarse y tomarnos de la mano, llevándonos hacia la escuela, mientras los más tímidos se quedaban a una distancia prudencial, observando nuestros movimientos. No necesariamente los más lanzados eran los mayores ni los más pequeños; cada uno respondía a un tipo de comportamiento.
Susan siguió a la marea humana dentro de un edificio bajo lleno de sillas con sus mesas incorporadas. Al fondo de la sala había una pizarra en la que se podían leer varias frases sencillas en nuestro idioma. Nos indicó con un gesto que nos pusiéramos delante, y, poco a poco, fue haciendo a los niños entrar en sus aulas y quedarse en silencio, a la espera de que nosotros dijéramos algo.
-Louis-cuchicheamos los otros cuatro a la vez, mirándolo. Louis suspiró, se adelantó un paso y saludó a su clase. Los niños contestaron un educado buenos días, tan a coro como el primer sí.
-Vale, pequeños. ¿Quién de aquí nos conoce? ¿Alguien sabe alguna canción?-preguntó Louis, acercándose a una mesa y sentándose en ella. El niño que tenía delante lo miró con ojos como platos.
Alguien al fondo de la clase levantó la mano.
-Dime, guapísima.
La chica se ruborizó.
-Vosotros cantasteis hace poco en la tele. Salís mucho.
-¿Sabes cómo nos llamamos, preciosa?-preguntó Liam. Un murmullo general se extendió por la clase, nadie se atrevía a decir nada. Sonreí a los niños, animándolos en mi fuero interno a que contestaran.
-Nosotros somos One Direction-murmuró Zayn, colocándose la gorra-. Hemos venido porque queremos ayudaros, y queremos ayudar a otros a que os ayuden.
-¿Cómo?-preguntó el niño que tenía delante a Louis. Él le sonrió.
-Es fácil-respondió Niall-. Estamos aquí para hacernos amigos. Ser amigos es bueno, y ayuda mucho. ¿Sois todos amigos?
Los niños que se llevaban mal se miraron los unos a los otros, queriendo hacernos saber que no estábamos en el país de la piruleta, donde todo el mundo era amigo de todo el mundo, y las cebras salían de paseo, cogidas de la mano con los leones.
-Eso está muy mal, niños. Muy mal. Tenéis que llevaros bien entre todos-les dije. Todos se me quedaron mirando, sentí cómo se me secaba la garganta. Miré a Louis.
-Vamos a ver, ¿quién ha hecho los deberes hoy?-preguntó, mirando a todos los niños, que empezaron a chillar a la vez, levantando la mano-. ¿Nadie?
Los niños chillaron más fuerte. Los Liam, Zayn, Niall y yo intercambiamos una mirada divertida. Estaba claro que Tommo sabía manejar a los críos.
-¿Quién quiere salir a la pizarra a corregir sus deberes?
Los gritos se hicieron más fuertes; algunos padres se asomaron para ver qué pasaba, a qué se debía todo aquel alboroto. Cerré los ojos, sin poder creerme que estuviéramos allí realmente. Íbamos a ayudar a aquello niños, que se merecían las mismas oportunidades que nosotros, pero que tenían que conformarse con ser los "afortunados" que se levantaban cada día, que habían burlado a la muerte, quien los espiaba de noche y decidía llevarse a algunos cuando menos se lo esperaban.
Louis señaló a una niña del fondo, que parecía demasiado tímida para levantar la mano más alto que los demás. La clase entera se giró para mirarla mientras su profesora habitual contemplaba lo que hacíamos con una sonrisa de satisfacción en los labios.
-Tú, preciosa, ¿cómo te llamas?
La niña murmuró algo.
-¿Cómo?
-Mercy-dijo la niña, un poco más alto. Louis le hizo un gesto.
-¿Quieres salir tú?
Ella se encogió de hombros, se levantó y cogió un papel. Se acercó despacio a nosotros.
-¿Qué teníais que hacer para hoy?-le pregunté, inclinándome hacia ella para ponerme a su altura. Me tendió el papel.
-La profe nos dijo que teníamos que escribir una especie de carta.
-¿Una carta?
-Sí-asintió la niña, no muy segura de lo que decía-. Para vosotros. Ayer nos habló un poco de vosotros.
-¿Y qué os contó?
-Bueno, que sois muy simpáticos, y que veníais porque queríais ayudarnos-la pequeña se encogió de hombros, dándome la hoja de papel-. Nos dijo que escribiéramos una carta para daros las gracias, y daros la bienvenida.
Liam sonrió.
-¿Todos tenéis la carta?
Los niños asintieron.
-Dádnoslas. Las leeremos. Ahora vamos a hacer una clase más divertida. ¡Nada de lengua, ni cosas de estas! ¡Música!-clamó Niall, alzando los brazos. Los niños gritaron de emoción. Rodeé la cintura de Mercy y leí su carta, en la que nos daba las gracias por llevarles un poco de "luz europea" a un lugar tan oscuro como su aldea. Le besé la mejilla a la nena, que se puso colorada bajo su piel color café.
-Vale, chicos, vamos a hacer una cosa. Vamos a coger todas las sillas y las ponemos hacia atrás, ¿os parece bien?-preguntó Liam. Sin necesidad de que dijera nada más, los pequeños se levantaron y corrieron a amontonar sus mesas en la parte de atrás.
-¿Sabéis algo de la canción de este año de Comic Relief?
Un  niño levantó la mano.
-Dinos.
-¿Qué es Comic Relief?
-¡Isaac!-bramó su profesora, incrédula, pero nosotros nos echamos a reír.
-Son los señores que quieren ayudaros. Los que nos han dicho que necesitabais ayuda, así que son un poco... la causa de que estemos aquí-sonrió Zayn, acercándose al niño y colocándole la gorra. Todos los chicos lo miraron con envidia; querían una gorra. Deberíamos haberles llevado gorras.
-El caso, pequeños-dijo Louis, y todos los ojos se centraron en él-, es que nosotros somos los encargados de hacer la canción de este año. Se llama One Way Or Another. Y queremos que salgáis en el vídeo con nosotros.
Decenas de bocas se abrieron lo más que pudieron.
-¿De verdad?
-Claro, tesoro-Niall le revolvió el pelo a una niña-. Todo esto es por vosotros.
-¿Os apetece?-preguntó Louis, sonriendo, pues sabía la respuesta. Claro que les apetecía.
Los niños chillaron, se levantaron de sus asientos y se acercaron a nosotros, obedeciendo en lo que les pedíamos. Se juntaron todos para poder salir en el vídeo, y empezamos a grabar. Después salimos fuera, jugamos con los pequeños, y con algunos que ya no eran tan pequeños, al fútbol, y a muchos juegos más que nos quisieron enseñar. Nos lo pasamos en grande, e hicimos muchos amigos. Después, los chicos nos fuimos separando. Louis se hizo con un pequeño grupo a los que no paraba de hacer reír, mientras Niall enseñaba a otros niños a tocar la guitarra, y Zayn dejaba que un grupo de niños le tocaran los brazos, pues no entendían que eran aquellas extrañas marcas a las que él llamaba tatuajes.
Liam y yo contemplábamos las escenas de nuestros amigos: Louis cogiendo a un niño y sentándolo en sus rodillas, haciéndole reír a base de sacudirlo, Zayn dejando a los pequeños coger su gorra y ponérsela, y Niall haciendo rular su guitarra y aplaudiendo a pesar de que las notas que nuestros nuevos amigos tocaban no eran demasiado buenas. Pero sonaban a esperanza, y nos alegrábamos de llevar esperanza allí. Unas niñas se acercaron a Liam y a mí y nos preguntaron sin queríamos jugar con ellas. Cedimos, porque aquellas sonrisas eran las más bonitas que habíamos visto nunca.

Nada más entrar en el hospital supe que deberíamos haber seguido el trayecto inverso; ir primero allí y luego al colegio, y conocer todo lo demás a continuación. Que la imagen más reciente fuera la de los niños sonriendo, chillando y correteando por todas partes, no la de bebés postrados en camas, demasiado débiles para levantar la cabeza y echar un vistazo al mundo que les rodeaba, que apenas conocían. Bebés postrados en camas esperando con sus madres a su lado una medicina que no llegaba, una muerte que acabara con aquel suplicio, algo, lo que fuera... Deberíamos haber dejado a los niños más afortunados y felices para el final para recordar más la parte pura de Ghana, no la oscura, la triste. Las risas deberían haber seguido a los llantos y los suspiros jadeantes, luchando por un poco más de oxígeno, de vida, y no al revés. Partía el corazón aquella escena,  y necesitaría otra dosis de vitalidad afortunada para combatir la penuria de aquel lugar.
Y, sin embargo, sentía que habíamos acertado. Así lucharíamos más por los pequeños, y convertiríamos aquella destrucción en vida con más fuerza y ahínco.
Cuando la mañana había avanzado, habíamos pasado de la escuela a los campos en los que intentaban ganarse el sustento los padres de algunos de los niños con los que habíamos estado, o incluso sus hermanos mayores. La imagen de Zayn contemplando el vertedero, sin poder creerse lo que veía, y quitarse la gorra cuando se acercó a un hombre para darle la mano, recordándome tanto a quien se quita la chistera cuando asiste al funeral de alguien muy querido, permanecería grabada a fuego en mi memoria.
-Encantado, yo soy Zayn-había dicho mi amigo mientras los demás mirábamos alrededor. Louis seguía siendo un imán para los críos, la mayoría de los que estaban allí trabajando se habían acercado a él, seguramente porque ya había ganado buena fama por las risas que consiguió extraer de los tiernos corazones de los más pequeños del poblado. Iluso de mí, había pensado que lo del vertedero sería de las peores cosas que iba a ver en Ghana. Había sido de las peores cosas que había visto en toda mi vida: al fin y al cabo, ver cómo alguien que revolvía en la basura, que ni siquiera era de sus vecinos, tan sólo para conseguir un par de dólares al mes, arriesgando su salud, dolía en el alma. Mi corazón se rompía cada vez que miraba a alguien que se afanaba en encontrar algo de provecho en todos esos restos que estaban destrozando su ambiente... porque en Europa nos negábamos a reducir los desperdicios, a quedarnos con ella. Para Europa, África era el contenedor de basura al que se bajaba cada mañana con una bolsa llena a rebosar, al que se lanzaba esta bolsa, y que nunca parecía tener fondo, pues de noche un camión se encargaba de recoger los deshechos para seguir con el ciclo de contaminación que habíamos creado y con el que tan a gusto nos sentíamos.
Mis ojos se habían llenado de lágrimas, me las había limpiado rápido, pero, al no haberlas derramado, éstas seguían expectantes, esperando para salir. Y eligieron el hospital para hacerlo.
Dado que Comic Relief nos había encargado que consiguiéramos fondos para los tratamientos para los niños, especialmente la malaria, nos habíamos centrado en los niños. Alguien había sugerido ir a ver a los adultos, pero yo no quería ver más, no estaba preparado para ver más. Bastaba con todo lo que tendría que ver esos días.
Tragué saliva y me senté al lado de una cama en la que un niño con una cabeza desmesuradamente grande para su raquítico cuerpo se esforzaba por mirar a todas partes a base de girar los ojos en sus órbitas. Parpadeaba muy lentamente. Liam se quedó a mi lado, apoyado en la cortina con la que las enfermeras separaban a un paciente de los demás. Una mujer que bien podría tener 30 años pero que aparentaba 300 le acariciaba despacio la mano al bebé. Supuse que sería su madre. Sonrió al pequeño con infinita ternura. Era realmente guapa.  El niño era realmente guapo. Todos los que vivían en aquel país eran muy guapos, tanto por dentro, como por fuera.
-¿Cómo se llama el pequeño?-pregunté con un hilo de voz. Volvían a picarme los ojos, pero esta vez, con más fuerza que en el vertedero. Atrás quedaban ya los instantes de risas con los niños con los que jugaba, atrás la foto de grupo que nos habíamos hecho todos juntos, la conga que habíamos bailado para el vídeo...
Una de las cámaras que nos acompañaba para documentar nuestra visita y demostrar al mundo cómo se vivía realmente allí entró. El cámara se nos quedó mirando, nos contó, y, al darse cuenta de que sólo éramos tres, preguntó por Zayn y Niall.
-Están en otra habitación-dijo Louis sin apartar los ojos de otro bebé, que, al igual que el mío, apenas se movía. Tan sólo su pequeño pecho luchaba por ir arriba y abajo, arriba y abajo, repitiendo su ritmo como si de una canción céltica se tratara. Tenía las plantas de los pies más blancas que yo.
-Se llama Joseph-respondió la mujer. Detrás de mí, Louis pidió permiso a la madre del bebé para tocarlo. La mujer se lo concedió. Louis le preguntó qué tal estaba.
-Está muriendo.
-¿Eres tú su madre?
-No.
-¿Dónde está su madre?
-Ha muerto.
Me giré justo para ver cómo Louis bajaba la mirada para contemplar al pequeño, tan joven, tan desprotegido, que ya era huérfano de madre. Louis tragó saliva y le acarició despacio la cabeza. Al bebé parecía gustarle.
Por la expresión de mi amigo supe que estaba luchando por no meterlo en una mochila y salir corriendo a llevarlo a Londres, tratar de curarlo, devolverle la vitalidad y conseguirle una nueva madre.
La primera lágrima de muchas se deslizó por mi mejilla. Me limpié con la muñeca y volví al paciente que compartía con Liam.
-¿Cuántos años tiene?
-Apenas llega al año.
-¿Y cómo está?
Liam era el que hablaba, yo simplemente callaba y escuchaba. No me daba para más. Me costaba incluso respirar. ¿Cómo podía nadie permitir que niños inocentes pasaran por eso?
-Necesita medicamentos. Antes los tenía, y mejoró bastante, pero ahora...-negó con la cabeza.
-¿Y el hospital no se los da?
-No llegan. No hay dinero para los medicamentos. Hasta hace un par de meses, teníamos aquí una ONG, pero cambió su destino.
Parpadeé.
-¿Cuánto valen sus medicamentos?
-Cada vacuna cuesta alrededor de 30 mil cedis.
Liam y yo intercambiamos una mirada.
-¿Tan caras son?
-Tan sólo son 5 libras-replicó Zayn, que se había apoyado en la puerta. También estaba llorando, aunque no tanto como yo. Luchaba por mantener el gesto serio. Era probable que se sintiera tan mal como yo por estar llorando: los niños estaban muriéndose, y simplemente miraban a su alrededor, con unas expresiones que ya no tenían miedo. Le acaricié la mano al pequeño. Sus ojos negros como la noche se clavaron en mí.
-Cómo puede nadie estar haciéndote esto...-susurré, besándole la mano. La madre permaneció impasible. Tanto tiempo de sufrimiento y de dureza, de que el mundo tratara tan mal al fruto de tu vientre, acababa pasando factura y endureciendo el carácter.
Zayn se marchó de allí, y la cámara lo siguió. Le había dicho algo de ven conmigo, porque esto es ridículo, nadie debería morir porque le faltasen 5 libras.
Me levanté despacio y me acerqué a otro niño, esta vez mayor. Yacía también tumbado sobre su cama, que se había inclinado ligeramente en la parte de arriba. Apenas pudo mantener la vista en mí. Respiraba con dificultad. Las enfermeras no se acercaban a él, no se acercaban a ningún crío, pero a nosotros no nos importaba. Estábamos allí para ayudarlos, e íbamos a ayudarlos, costara lo que costase. Yo mismo les daría mi propia salud. Vivir casi 19 años era vivir muchos años, sobre todo en un país como aquel. Tenía que buscar en Internet cuánto era la esperanza de vida, pero seguro que era muy baja, seguramente, si fuera ghanés, ya habría pasado la mitad de mi vida. O, al menos, así parecía por lo que habíamos visto en esa parte del país. Deseaba fervientemente que nos hubieran llevado a la peor parte para meternos el miedo en el cuerpo, pero sospechaba que realmente no era así.
El niño me sonrió. Le devolví la sonrisa.
-No me duele-dijo con una voz de ultratumba. Le cogí la mano y se la apreté, muy despacio, temiendo romper sus delicados huesos-. No me duele, no llores.
-Os ayudaremos. Os pondréis bien.
-No vamos a salir de esta. Casi nadie sale.
-Vosotros sí.
Cerró los ojos. Su pulso se ralentizó despacio.
-No se está tan mal. No después del dolor.
-¿Te duele?
-Echo de menos a mamá-suspiró despacio, cada vez le costaba más hablar. Noté cómo el silencio se iba apoderando poco a poco de la sala, anticipando algo que yo aún no veía venir.
-Seguro que viene a verte pronto. Espérala.
-Estoy cansado de esperar.
Pasé un dedo por su mejilla. Mis manos parecían todavía más grandes, comparadas con su pequeño cuerpecito.
-Vendrá a verte pronto.
-¿Cómo te llamas?
-Harry-susurré. Cerró los ojos, saboreando mi nombre, procesándolo como quien procesa la fórmula matemática más larga.
-Dile a mamá que papá me cuida, Harry. Y que la quiero-abrió los ojos, y se me quedó mirando.
Rompí a llorar.
Tuvo los ojos abiertos, sin cerrarlos, durante los cinco minutos que tardé en cerrárselos yo mismo.
Acababa de ver morir a un niño inocente delante de mí sin poder hacer nada para evitarlo.

Liam se inclinó en el balcón, contemplando las luces que se distinguían muy a lo lejos. Tenía las manos cerradas en un puño. Aún sentía sus brazos rodeándome, apartándome del joven cadáver y acunándome mientras me instaba a dejar de llorar, me recordaba que el niño estaría en un lugar mejor... pero a mí me jodía mucho que pusieran por delante un billete en el que salía nuestra reina a la vida de un niño cuyo único pecado había sido nacer con una enfermedad que se podía curar con los medios adecuados. Louis me había cogido y me había sacado fuera. Cuando estábamos volviendo a entrar, Niall salía hecho un mar de lágrimas. Estaba con una niña que también había parecido morirse, pero al final sólo se había desmayado. El mío no había corrido tanta suerte.
-Ni siquiera sabía su nombre-había balbuceado, apoyándome en  el hombro de Louis y empapándole la camiseta con mis lágrimas. Louis me acarició despacio.
-Ahora estará en un lugar mejor.
-¿Por qué pasa esto? ¿Por qué la gente mala sigue por ahí y esos niños no...?
Louis se separó para mirarme.
-Ojalá pudiera contestar a esa pregunta, Hazza, ojalá pudiera contestarte.
Y le dije que no pensaba traer un niño de mi sangre a ese mundo hasta que esa situación no se hubiera solucionado. Me miró, triste, y contestó que entonces podía ir preparándome para no tener hijos en la vida. Sólo nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos podrían cambiar aquello.
-De repente me parece una gilipollez que me paguen por cantar-dijo Liam, negando con la cabeza y apretando aún más los puños, hasta tal punto que sus nudillos se volvieron blancos.
-Damos esperanzas, Liam-llevaba todo el día repitiéndome ese mantra, hasta el punto de que llegué a comenzar a creérmelo. Ya lo tenía tan interiorizado que podría recitarlo en sueños. Tal vez incluso soñara con ello.
-No salvamos vidas-gruñó Liam, negando con la cabeza y bajando la mirada a la calle y la gente que paseaba por ella. En aquel 2º piso las personas se distinguían bastante bien.
-Sí... algunas sí.
Aquella a la que habíamos salvado tenía nombre. Y estaba en casa. Y estaba sana gracias a nosotros... aunque también había enfermado por culpa nuestra.
-No tantas como esos médicos que no tienen dinero ni para atender a sus pacientes. ¿No es muy injusto, Hazza? ¿No es injusto que podamos cambiar de móvil cuando nos dé la gana, las veces que nos dé la gana, que tengamos varios coches, varias casas, simplemente porque cantamos bien, y que estos médicos no tengan recursos?
-Podemos cambiar eso.
Lou sabía convencerte si se lo proponía.
-Las cosas así hacen que pierda la fe en los humanos.
-La recuperaremos. Los cinco. Juntos.
Me habría gustado decirle que habíamos pasado por situaciones peores, pero en realidad nunca había visto morir a nadie ante mis ojos. Las películas no te preparaban para eso; por muchos intestinos que vieras desparramados por el suelo de una carretera, seguían estando metidos en una pantalla, y tú sabías que aquello no era real, que la persona se había levantado en el rodaje y había recogido un bocadillo y lo había devorado como alguien que estaba vivo. Nadie te preparaba para que un niño se te quedara mirando y supieras en el momento exacto, sólo mirándole a los ojos, cuándo había dejado de contarse entre la población para pasar a engrosar la tasa de mortalidad. Nadie te preparaba para sentir los brazos de la muerte llevarse un alma que estaba a tu lado, que podría incluso reconfortar la tuya, ni nadie te preparaba para saber a qué olía morir. Ni lo que dolía.
Me brincó el estómago. No había probado bocado en todo el día, ninguno había comido, apenas. Sólo un par de galletas los que más habían podido meterse entre pecho y espalda. Y lo peor había sido que al final, todos habíamos llorado. Daba miedo cuando también el mayor de nosotros lloraba. Pero éramos humanos. Simpatizábamos con los demás.
Sentíamos su dolor.
En nuestras manos estaba cambiar la situación. Lucharíamos por cambiarla hasta romper nuestras espadas, destrozar nuestros escudos y quedarnos desarmados esperando la estocada final, la que acabaría con nosotros. Terminaríamos reuniéndonos con el niño del hospital, con la madre del niño de Louis, pero nosotros podíamos hacer que el resto de la gente tardara más en unirse a ellos.

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