miércoles, 15 de mayo de 2013

La ciudad que nunca duerme.

La primera vez que Eri se giró para mirar lo que la rodeaba, aún no estábamos sobrevolando del todo las luces de la ciudad de Valencia, aunque sí que se veían bajo nosotros algunos puntos chispeantes que, según supuse por la oscuridad que los rodeaban, eran barcos.
Esa primera vez fue seguida por muchas, mientras sobrevolábamos su país, mientras cruzábamos el país vecino, mientras el avión se encaminaba a Lisboa para finalmente alzarse a la carrera sobre el Océano Atlántico, con destino a la ciudad que nunca duerme pero que tampoco dejaba de soñar... y la ciudad donde mi mayor pesadilla por fin se atrevería a salir de las turbias aguas de mi mente, donde había nacido, sólo para atormentarme más todavía.
Me hubiera gustado ponerme los auriculares, poner el volumen a todo lo que diera el iPod y olvidarme del mundo y de mi compañera de asiento, pero, lamentablemente para mi egocentrismo, no podía hacer eso con una mujer, no con una amiga, y menos con una de mis españolas, con la española que me ayudaría si yo se lo pedía, pasara lo que pasase.
No habíamos tenido mucha suerte en lo que a los asientos se refería. Como habíamos reservado el vuelo demasiado tarde (técnicamente ni siquiera lo habíamos reservado, sino que nos habíamos ido corriendo al aeropuerto a suplicar por un billete para cada uno, lo cual sería fácil si tan sólo fuéramos un par, tres a lo sumo, no siete), nos habían puesto en asientos separados, los que quedaban libres.
Los asientos que quedarían libres en un vuelo normal de una ciudad más o menos normal a Londres estarían bastante juntos y podrían dar lugar a cambios.
Los asientos que quedaban libres en las primeras noches del año, en la isla de la fiesta por excelencia, valían su peso en oro por el mero hecho de existir, estuvieran donde estuvieran. Y a Eri y a mí nos había tocado uno al lado del otro, por una cuestión de suerte que ninguno de los dos se explicaba. Añadido a esta suerte vino el hecho de que Louis no protestó cuando le tocó sentarse lejos de su chica y no me pidió cambiarme el sitio, pues yo lo habría hecho aunque me hiciera mal. Necesitaba apoyo femenino en esos momentos, y mejor si me lo proporcionaba Eri, que era la que más cabreada estaba con Noemí, que que me lo proporcionara Alba, con su tendencia a excusar los actos de sus amigas y tratar de defenderlas incluso cuando no tenían razón y lo sabían, o incluso Victoria, que apenas conocía a mi... lo que fuera.
Pero Eri no se mostraba demasiado cooperativa, y, mientras la panza del avión se despedía de Lisboa, me quité un auricular y la pillé girada en su asiento, clavando la vista en unas filas más atrás, en la parte de en medio del gigantesco avión, luchando con todas sus fuerzas para no hundir sus dientes con rabia en su reposa cabezas, pues en ese instante una tía que más parecía una modelo con todo el derecho del mundo a poseer una isla a una chica normal que viajaba en clase turista (que esa era otra, no había billetes en primera y se armó bastante gorda cuando entramos en el aparato, tanto por parte de las mujeres que ya estaban dentro como por la gente a la que nuestra música no le hacía especial gracia). La chica no hacía otra cosa que dar vueltas y más vueltas por mi mente, me sonaba de algo, pero no sabía de qué. Estaba a gusto entre mujeres bonitas, gente como ella, y terminaba acostumbrándome a tener pensamientos sucios en algunas ocasiones, pensamientos que ni siquiera me molestaba en controlar.
Pero esa noche, cuando yo más necesitaba imaginarme en una buena sesión de sexo con alguien que no fuera Noe, era precisamente cuando no podía sacarme a la pequeña de las españolas de la cabeza.
Ya cansado de mordisquearme las uñas, de meterme casi hasta el codo el pulgar en la boca con la esperanza de encontrar algo que me hiciera tranquilizarme, me giré y toqué a Eri en la cintura. Ella dio un brinco y me miró. Justo la zona que rodeaba a su vientre era el punto neurálgico por excelencia de sus terminaciones nerviosas; estábamos seguros de que era capaz cambios de presión de menos de un hecto pascal allí sin pretenderlo siquiera.
-¿Qué miras?-pregunté despacio, haciéndome el interesante. Ella volvió a mirar en dirección a su chico, suspiró, negó con la cabeza y se deslizó lentamente hasta sentarse como era debido en su asiento. Le tendí un auricular que ella se puso sin tardar en el oído.
-Louis.
-Lo suponía-repliqué, subiendo el volumen y dándole a aleatorio. Eri frunció el ceño cuando le puse una canción de The Ramones-. ¿No te gustan?
Me miró con ojos como patos.
-En estos momentos sería cuando te digo: Tío, escucho a One Direction, ¿cómo me va a gustar esto? Pero tenemos un problema...-negó con la cabeza, sonriendo y arrebatándome el aparatito de las manos, decidida a poner música que fuera más de su estilo.
-Pero si es Sheena is a punk rocker... Espera, ¿qué? ¿Cuál es el problema?
-No sé, Harry, ¿que tú eres uno de los cantantes de One Direction, tal vez? Vamos, digo yo-puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza al encontrar una canción de los Beatles.
-Necesito evadirme, y con los Beatles no puedo. Me conectan mucho con el mundo.
Me entregó el auricular.
-Ponte a tus Ramones satánicos, pues.
-No son satánicos-protesté, riéndome. Ella asintió con la cabeza y me quitó el anillo que llevaba puesto en el dedo pulgar. Lo examinó con la atención del joyero que busca darle el valor exacto al cliente con la esperanza de que éste realice una buena transacción con él.
-Lo que tú digas-replicó ella, volviendo a ponerlo en su lugar. No pude evitar devolverle la sonrisa cuando noté que ella se había dado cuenta también de lo irónico de la situación. Era yo el que debía hacer eso con una chica, no una chica conmigo, y en aquél instante era bastante improbable que consiguiera deslizar un anillo, del tipo que fuera, en el dedo de la chica a la que a mí me apetecía. Especialmente porque la chica estaba demasiado lejos de mí, estaba huyendo de mí, y, escondida entre los altos rascacielos de la ciudad de Nueva York, me ponía los cuernos con el cantante más famoso del momento, la persona que más seguidores tenía en Twitter.
Lo había sentido mucho cuando esa misma semana Lady Gaga le cedió el puesto a Justin por culpa de su operación de cadera y las demás cosas que le habían sucedido. De repente simpatizaba más con aquella mujer que se vestía con comida que con uno de los mejores amigos de mis mejores amigos, el ídolo de uno de ellos... pero mi odio era natural. Si no odiara al que me había quitado a la chica, sería gilipollas perdido.
Cuando la canción se terminó y volví a centrarme en el interior del avión, abandonando mis cavilaciones sobre lo dichosa que debía de ser la vida de los peces, que no sufrían mal de amores y no estaban nunca totalmente separados de los demás al vivir en el mismo agua, volví a mirar a mi compañera de asiento. Y Eri volvía a estar mirando a su novio, que se reía ante los comentarios de la chica que tenía al lado.
Eri dejó de respirar cuando la chica le tocó el brazo a Louis, posando su mano "casualmente" en sus bíceps. Clavó las uñas en el asiento y el hombre que estaba sentado tras ella levantó la vista de su libro. Nadie parecía dormir en el pájaro metálico a pesar de lo avanzada que estaba la noche.
-Eri. No les mires-le pedí. Con que uno de los dos estuviera mal, ya era bastante. Y, sin embargo, una parte de mí, la parte más mezquina, se alegraba de que ella compartiera algo parecido a mis sentimientos. Me gustaba que Eri supiera por lo que estaba pasando, aunque en muy menor medida.
-Sh-replicó ella, agazapándose en el asiento-. Me cago en su puta madre.
La chica le acababa de tocar el pecho a Louis.
-Como le toque la cara y él se deje voy allá y le arranco los pelos a esa zorra-gruñó por lo bajo, entrecerrando los ojos y recordándome a una leona de esas de los documentales, preparada para abalanzarse sobre la pobre gacela que apenas sabía caminar. Agazapada entre la hierba que en ese caso era el asiento, la leona-Eri comenzó a bufar, sacando los dientes y afilando sus garras, lista para hacer que la sangre llegara al río.
Era la Eri leona la que yo más necesitaba en ese momento, y más necesitaría cuando estuviéramos en Nueva York y comenzáramos a buscar a Noemí. ¿Quién sabe?, pensé, tal vez encuentre su rastro olfateándola y nos lleve hasta ella.
Le cogí el brazo para hacer que se sentara mientras luchaba con la risa que escalaba por mi garganta al imaginarme a una Eri vestida con un traje de leopardo, cola, orejas y guantes de peluche y un bigote pintado en la cara, pegando el rostro al asfalto de Nueva York, levantando la cabeza en una dirección (oh, una dirección, jaja), y gruñendo:
-Está allí.
Y saldría corriendo a cuatro patas a la velocidad del rayo, tanto que la perderíamos de vista en seguida. Con suerte, nos traería a Noemí aún con vida, aunque seguramente le hubiese dado un par de bocados en el cuerpo para garantizar que el ratón sirviera de juguete al gato un buen lapso de tiempo.
-Y a él le corto lo que le cuelga.
-Que será poco.
Se me quedó mirando y terminó alzando una comisura de su boca, sólo una, cómplice.
-Me matará si te digo esto, pero... tienes pinta de tenerla tú mejor, Haz.
-Estás desatada últimamente, ¿eh, Eri?-me reí, tirando de ella y sentándola de nuevo en su sitio. Se encogió de hombros.
-Es que soy una víbora. Voy a por lo que se mueve.
-Ya veo, ya.
-Y ahora tengo competencia con mi hombre, y tendré que destrozar a otra. ¿Te quedarás a disfrutar del espectáculo?-me invitó, escalando de nuevo por su asiento.
-Oh, Eri, sabes que te quiere a ti.
-Ya, pero esa tía es una zorra.
-No la conoces, así que no la insultes, anda-le pedí. Ella sacudió la cabeza, su pelo voló por todas partes, azotándome despacio la cara.
Alba nos miraba con la jaula de Arena en las rodillas al otro extremo del avión. Le había tocado el asiento de pasillo, justo al lado de una pareja de ancianas que se habían quedado dormidas antes incluso de que nosotros llegáramos, y se había negado a dejar a su conejo en la bodega o en el compartimento para el equipaje de mano. Seguramente se muriera de ganas por poder levantarse y echar un vistazo para ver qué era lo que había atrapado la atención de su amiga de aquella manera, pero era precisamente Arena el que la obligaba a quedarse en su asiento como si la hubieran atado a él.
-En realidad, sí que sé quién es-replicó Eri, muy convencida del asunto, mirándome mientras clavaba más las uñas en el reposa cabezas. Ya la tres personas que iban detrás de ella intentaban con todas sus fuerzas no mirarla, temerosos de que su furia incontrolada terminara cayendo sobre ellos.
-¿Cómo vas a saberlo?-espeté-. Si sólo ha cometido el error de subirse al mismo avión que nosotros y sentarse al lado de tu novio, no te ha dado tiempo a echar un vistazo en su currículum ni nada por el esti...
-Es Kendall Jenner.
Que le pusiera nombre me dejó a cuadros, a pesar de que aquél nombre no me sonaba de nada, aunque la cara me resultara vagamente familiar.
-Ajá. ¿Y Kendall Jenner es...?
Se giró hacia mí. Sus ojos ardían. Estaba desquiciándose, rebosando poco a poco, igual que una presa en época de inundaciones que ya vagamente conseguía detener todo el agua que le llegaba.
-Si te digo Kim Kardashian, ¿te haces una idea?
Me incorporé rápidamente.
-¿Dónde está?
No era de piedra, y la señorita Kardashian era todo curvas.
-Es su hermana. O hermanastra. Me da igual. El caso es que en esa familia se es demasiado promiscua por el simple hecho de tener un mismo apellido, y una de ellas está allí, sentada con mi novio.
Miré a mi compañera de asiento mientras ella se mordía el labio, fantaseando con arrancarle la cabeza a aquella chica que, de repente, parecía haberse convertido en una puerta abierta para la lujuria...
... y la sombra de Noemí se encontraba justo al otro lado.
-Ahora ya sabes qué es que alguien más famoso que tú vaya a por alguien que quieres.
-Justin no es más famoso que tú-protestó ella, sentándose de lado e ignorando especialmente a uno de los americanos que se había sentado a su lado. Vi cómo el chico la miraba de arriba a abajo. No había parecido reconocerla, pero la conversación no la estaba ayudando a mantener su anonimato.
-Casi me cuadriplica los seguidores de Twitter.
-¿Y qué? Si dices Harry Styles, todo el mundo te conoce. Yo, en cambio, podría cargarme a esa zorra y pagar mi pena en prisión en relativa tranquilidad-una sonrisa malévola se extendió por su rostro, intentando disfrazar la tristeza que se adivinaba bajo esa máscara. Lo único que pasaba era que quería estar con Louis, y no era posible.
-Debería haberle cambiado el sitio a Lou-murmuré, volviendo a sentarme como una persona normal y tratando de no echar más leña al fuego. Eri me miró.
-¿Por qué? No, tú eres más blando que Louis. Seguro que si ella se tirara encima de ti a intentar besarte, no harías nada para no herir sus sentimientos.
-Además, no tengo nada por lo que luchar ahora-le di la razón, suspirando y cerrando los ojos. Todavía no me hacía a la idea de que Noemí ya no fuera mía, de que otro la tuviera. Se había acabado el periodo de tranquilidad que ella había traído con su presencia; ahora ya nadie se atrevía a decir que cada una de las mujeres con las que quedaba un día era otra nueva conquista del rompecorazones de la banda más famosa del momento. La locura de los flashes mientras los paparazzi gritaban preguntas sobre mi vida privada, preguntas que nadie respondía y que sin embargo encontraban misteriosamente su propia contestación en las páginas de cualquier revista. Y todo por enamorarme una vez, y no ser correspondido, en televisión. Ahora, por culpa de unos besos que ni siquiera existían, me había convertido en el mayor don juan de Inglaterra, y parte del extranjero. Y eso a los demás no les hacía ninguna gracia, porque sabían que bajo mi fachada de estoy bien, no me molesta lo que digan de mí, yo sufría por ello. También tenía un corazón. También sentía. También sabía lo que era no ser suficiente para alguien.
Y, justo cuando había encontrado a alguien que había conseguido que toda la locura a mi alrededor terminara, que consiguiera sentar la cabeza y mirar hacia un futuro que nunca había existido para mí, que encontrara tranquilidad incluso en los lugares más llenos, ese alguien había decidido abandonarme.
Me sentía utilizado, igual que un pañuelo de lágrimas lleno a rebosar de agua, que ya no podía cumplir su función, como una escalera abandonada en el desván porque las reformas ya se habían terminado, como un billete de ida arrojado a la papelera nada más salir del tren.
Necesitaba más tatuajes, necesitaba sentir aquel dolor silencioso que hacía que me olvidara de todo; quitarme la camiseta, acercarme a un espejo y descubrir un nuevo dibujo adornándome el cuerpo, gritando recuerda, Harry, recuerda. La aguja clavándose en mi piel siempre me permitía dejar la mente en blanco, y los problemas se iban muy lejos mientras el dolor me inundaba. Los tatuajes eran una buena manera de aislarse y a la vez estar siempre alerta ante todo lo que pudiera pasar. Eran el despertador que te salvaban del apocalipsis zombie.
-No digas eso, Hazza-murmuró Eri, sentándose a mi lado y acariciándome las manos. Las suyas eran tan pequeñas comparadas con las mías...-. Tienes gente a tu alrededor que te quiere y te apoya. Lucha por ellos.
Negué con la cabeza.
-No sirve de nada tener a tanta gente cuando la persona a la que más necesitas no está a tu lado.
-Entonces lucha por traerla de vuelta.
Alcé la cabeza y me encontré con su sonrisa; a pesar de los brackets estéticos, que se notaban poco, pero aún se notaban, tenía una sonrisa preciosa. Me recordaba mucho a Niall.
-¿Sabes que ninguno de los cinco puede esperar a que te quites el aparato para ver cómo es tu boca?-pregunté sin saber muy bien por qué lo hacía. Se ruborizó, me soltó las manos y comenzó a darle vueltas al anillo que le había regalado mi amigo un día después de su cumpleaños.
-¿En serio?
Asentí con la cabeza.
-Porque como nunca te vimos sin ellos...-me encogí de hombros, volviendo a tenderle un auricular. Eri se mordió el labio.
-Ésa es una de las cosas por las que me preocupo tanto cuando una chica se acerca a Louis.
-No te va a traicionar, y lo sabes.
Aceptó el auricular sin muchas ganas de hacerlo.
-Ella es muy guapa.
-Tú también lo eres. Lo que pasa que no lo sabes.
-¿Y eso es lo que me hace guapa?-se echó a reír, al segundo la estaba imitando. La Eri de la que Louis se había enamorado y que nos había robado el corazón a los demás en cuanto se dejó ver había vuelto. Esperaba que fuera para quedarse.
-Creo que deberíamos cobrarte por usar las letras de nuestras canciones.
-Debería cobraros yo a vosotros por haceros publicidad de esta manera-replicó ella, sacudiendo la cabeza. Se giró un momento más, echando un vistazo sobre el asiento, y susurró:-Gracias. Hazza.
Me encogí de hombros.
-No es nada, y lo sabes.
Una chaqueta de cuero se interpuso entre Alba y nosotros. El americano de al lado de Eri levantó la vista y se quedó petrificado al ver a Zayn.
-No me digas que eres como mi amiga-dijo él, haciendo un gesto en dirección a la dueña del conejo-, y te acojonas cada vez que ves un musulmán en un avión.
-Tenemos mala experiencia.
-Ya, bueno, mi piel no os ha tirado abajo dos torres, ¿sabéis?-replicó Zayn, luego señaló el asiento que ocupaba el yankee-. ¿Puedo?
-Me irá bien estirar las piernas.
Zayn se sentó.
-Dadme una buena razón para no pegarte un tiro.
-Los pistachos-se apresuró a decir Eri. Los dos la miramos con el ceño fruncido-. ¿Qué? Los pistachos son frutos secos simpáticos.
-Nunca he tenido el placer de hablar con ninguno-respondí yo.
-Me refiero a que tienen cáscara pero enseñan un poco piel. No como Megan Fox. Ella enseña todo lo que tiene.
-No lo enseña todo, no, no voy a tener esa suerte-suspiró Zayn, riéndose y colocando la lengua detrás de sus dientes superiores, en un gesto que encantaba a todo el mundo.
-Megan Fox es una zorra.
-Es que le viene del apellido.
-Estoy por daros una hostia a cada uno. Y me da igual que tú seas chica y tú me saques una cabeza.
Eri y yo chocamos los cinco, cuando nos giramos hacia Zayn, Louis también estaba acompañándonos, de pie en el pasillo, colocándose bien la camiseta que traía puesta.
-¿Hay reunión familiar y no me avisáis? Me parece muy mal.
-Estabas muy ocupado con tu amiguita-replicó Eri, con un deje cortante en su voz que bien podría partir a la mitad una sandía. Louis alzó las cejas.
-¿Qué?
-Me has oído perfectamente. ¿Qué le pasa? ¿Ha tenido que ir a cambiarse las bragas porque ya las había mojado mucho al sobarte todo el cuerpo?
Louis soltó una risa silenciosa, asintió con la cabeza y empujó su colmillo superior derecho con la lengua.
-¿Estás celosa?
-No-gruñó ella, hundiéndose en el asiento.
-Estás celosa.
-¡No!
-Está celosa-asentimos Zayn y yo al unísono. Eri se tiró la sudadera por encima, como si ésta fuera la capa invisible de Harry Potter. Louis se la quitó y la obligó a mirarla.
-¿Qué pasa, nena? ¿No te fías de mí?
-No me fío de ella. Es muy guapa.
-¿Qué te dije cuando te despertaste esta mañana y te pusiste como loca porque no te habías desmaquillado y tenías toda la cara llena de manchas por culpa del rímel?
Eri se encogió de hombros.
-Que creías que seguía estando preciosa.
-¿Y qué más?
Se sonrojó.
-Que desde que me conociste sólo yo era preciosa para ti, y que no había más-murmuró sin atreverse a levantar la vista. Zayn y yo intercambiamos una mirada cómplice. Ya sabíamos lo que venía después.
-Lo sigo pensando-le levantó la mandíbula y le sonrió-. En serio. Siento que ella no seas tú.
-Y yo. Me jode tenerte tan lejos.
-Siempre estamos lejos.
-No siempre, Louis.
-Bueno, nunca estamos lo suficientemente cerca. Ni siquiera en la cama.
Las mejillas de Eri se habían vuelto del color de las alarmas de los submarinos cuando había una fuga de aire y el agua inundaba el aparato.
-Ni cuando estoy dentro de ti.
La escuché gritar ¡Eres gilipollas, Louis! antes incluso de que lo dijera con una sonrisa torcida divertida. Zayn les enseñó todos los dientes.
-¡Eres gilipollas, Louis!-le gritó ella, pero él no dejó que siguiera protestando, se inclinó a besarla como si no hubiera un mañana; como siempre se besaban.
Joder, ¿por qué no podía tener yo algo así? Tampoco pedía la luna.

Comencé a morderme el labio y a juguetear con él nada más aterrizar. Odiaba  la sensación de la boca pegajosa y las pequeñas pieles muertas en la boca, preparadas para fastidiarme el día, así que no era inusual que me pasara gran parte del tiempo en que tenía las manos libres pasándomelas continuamente por la boca, algo que encantaba a las fans y enamoraba a la que una vez fuera mi chica. Ahora ya no estaba tan  seguro. Ni siquiera estaba seguro de por qué había ido en realidad a Nueva York. ¿Qué buscaba, exactamente? ¿Asegurarme de que me rompían el corazón en condiciones, y dejaban ningún resto para uso y disfrute de los demás? ¿Acaso iba a conseguir algo? Seguramente ni estuviera allí, tal vez su madre estuviera equivocada y Noemí sí que estuviera, aunque no con ella, con unas amigas, o...
-¿Harry? ¿Estás bien?-me preguntó Zayn, acercándose a mí y cogiéndome por el codo. Me encogí de hombros.
-Todo lo bien que se puede estar.
Volví a toquetearme los labios. Alba me tendió un botecito de cacao y me sonrió. Yo lo necesitaba más que ella, según parecía. Lo cogí y le devolví una sonrisa triste a modo de agradecimiento. Era de noche en la ciudad, pero aún quedaban infinitas posibilidades, los cientos de calles que se entrecruzaban entre sí tenían mil historias que contar, cada una más fascinante que la anterior.
Saqué el plano del área metropolitana que había imprimido en el hotel del bolsillo de la gabardina y lo desdoblé rápidamente, frunciendo el ceño ante la maraña de líneas que se entrecruzaban sin sentido, intentando dar lugar a un esquema de algo imposible de comprender. Niall me había marcado con un rotulador rojo la zona en la que vivía Justin, dónde tenía éste el apartamento, y las paradas de metro cercanas. No tenía pensado ir en metro,cogería un taxi y le mandaría dar un rodeo para poder aclarar las ideas y reunir el coraje necesario para hacer lo que iba a hacer. Sería una operación limpia.
Entraría.
Encontraría a Noemí.
Le diría que habíamos terminado, para siempre, sin posibilidad de que ese para siempre se convirtiera en un lapso de tiempo, por muy grande que fuera.
Me marcharía sin escuchar sus súplicas... que tal vez ni existieran. ¿Quién me iba a elegir a mí teniendo al tío más influyente de todo el mundo entre tus brazos? Sin contar al presidente de los Estados Unidos, claro. Pero Obama ya estaba cogido. Por eso me caía mejor que Bieber en se instante.
-¿Qué vais a hacer vosotros?-me giré en redondo hacia mis amigos; la terminal estaba llena de gente que no nos hacía el más mínimo caso. Era la ventaja de viajar en una  hora en la que tus fans estaban dormidas.
Louis y Eri se miraron. Sonreí al ver que tenían las manos entrelazadas, y no pude evitar fijarme en que Louis le acariciaba despacio los nudillos a su chica con el pulgar, muy lentamente. Eri parecía muy relajada precisamente por ese contacto tan  íntimo, tanto, que me sentí un intruso en un momento muy especial, de modo que aparté la vista, preguntándome qué había hecho mal, por qué yo no podía tener algo así. Todos merecíamos encontrar a nuestra alma gemela, pero yo era el primer ser humano que lo hacía y era abandonado por esta.
-Creo que... vamos al cine. Ponen una película muy buena, y...-Louis miró a Eri, que asintió con la cabeza, poniéndose roja como un tomate. Ya, claro, al cine.
-Nosotros nos vamos a dar una vuelta. Tengo que enseñarle Nueva York de noche a Alba-murmuró Liam, que le había dado la jaula del conejo a Niall. Victoria le hacía carantoñas al animal mientras Alba se acurrucaba contra Liam, no demasiado convencida de sus planes. Con la noche que hacía, casi apetecía más estar metido en una sala con calefacción, palomitas, un refresco y en la completa oscuridad, disfrutando, o no, de una película.
-Y nosotros encontraremos un sitio donde dormir-se ofreció Niall. Me fascinó la rapidez con la que resolvimos los asuntos, parecía que lo habíamos discutido durante horas cuando ninguno se había atrevido a hablar de qué pasaría cuando el avión tocara tierra.
-Ven aquí-me ordenó Louis, acercándose a mí y fundiéndonos en un cálido abrazo. Me gustaba cuando hacía eso, y más me gustó cuando los demás se unieron a nosotros. En un abrir y cerrar de ojos, nos habíamos convertido en la pequeña marabunta cinco personas que solíamos ser, sólo que ahora no éramos cinco, sino ocho, el número mágico que nos invitaba a soñar a tres de nosotros... aunque yo no fuera uno de esos tres y la octava no fuera mi española favorita sobre todas las demás.
Tragué saliva y me encaminé hacia la salida, dejándolos a todos atrás, intentando contener las lágrimas. Una mano amiga se posó en mi hombro. Me giré para encontrarme con Zayn, que esbozó una tímida sonrisa.
-Yo voy contigo-aseguró. Asentí con la cabeza-. Aunque no me hayas preguntado mis planes. Merecías saberlo.
Volví a asentir, mirando al suelo, y salí de la terminal seguido de él. Cruzamos largos pasillos abarrotados de gente que se preocupaba de poco más que de su propio equipaje, repartiendo su atención exclusivamente entre éste y los paneles que informaban de los vuelos. Levanté la vista un par de veces, y en todas me encontré con una ciudad preciosa, iluminada desde su propio suelo, que se erguía en la oscuridad de la noche, burlona, recordándome a qué había ido a allí. A acabar con el sueño que llevaba viviendo meses.
Apenas habíamos salido del aeropuerto, Zayn encendió un cigarro. Nos detuvimos al lado de un taxi, abrimos la puerta y nos metimos en silencio. Zayn me pidió el plano de Nueva York, y le indicó al hombre la calle. Tras mucho pensar, decidí que pasear un rato nos vendría bien. Al menos a mí.
-Déjenos en la 49-le dije al hombre, hundiéndome aún más en el asiento, y disfrutando de la lluvia que corría por los cristales del coche. Parecía que Nueva York se había compadecido de mí y se había echado a llorar ante mi desgracia. Lloraba ante lo que estaba a punto de hacer, romper una conexión mágica que ahora no era más que veneno para ambos. Ella sería libre para irse con quien quisiera esa noche sin tener que dejar que los remordimientos la asaltaran de vez en cuando, y yo sería libre de ir contra todas las leyes de la naturaleza, llamarla mi ex, y llorar por lo que pudo ser y terminó no siendo.
Zayn me miró un segundo, sin atreverse a pronunciar palabra.
-Está lloviendo, Harry-musitó.
-Necesito aclarar las ideas.
E ir bajo la lluvia me iría bien. Con un poco de suerte, se llevarían la tristeza de mi alma. No podía fallar.
La radio del taxi chisporroteaba de manera insolente, de manera que Zayn se limitaba a negar con la cabeza cada vez que la emisora simplemente desaparecía. El conductor jugueteó con una gorra que llevaba en el asiento delantero, a su lado, mientras esperaba a que un semáforo terco se pusiera en verde y nos permitiera pasar. Evidentemente, no tendríamos la suerte de cruzar una de las ciudades más importantes de Estados Unidos sin detenernos en alguna máquina que se empeñara en poner distancia entre mi destino y yo, haciéndome dudar más y más.
Tampoco estaba tan mal mi relación con Noemí, ¿no? Tal vez, hablando las cosas, pudiera llegar a compartirla...
No, joder. Era mía, sólo mía. No iba a compartirla con el primer gilipollas de turno, fuera ese tío Justin Bieber o un guitarrista del metro de Londres. Ni de coña.
El hombre detuvo el coche cerca de un bar con un toldo que llegaba hasta casi la calle. Tenía pinta de ser muy pijo, así que lo descarté de inmediato para mis planes post-ruptura: sería mejor una borrachera con ron del malo, o alcohol de garrafón, directamente, a una con champán. El champán era demasiado limpio para toda la mierda que me rodeaba en ese momento. Joder, Louis, ¿tenías que ir al cine justo hoy?me quejé para mis adentros.
-¿Lleváis paraguas?-preguntó el hombre, girándose después de recitar de memoria, sin apenas hacer cálculos, el importe que debíamos darle. Me apresuré a sacar la cartera y colocar el último billete de dólar que me había quedado después de nuestra estancia cuando tocamos en Madison Square Garden en la palma de su mano, antes de que Zayn pudiera hacer nada. De repente me sentí muy mal por él, tendría que acompañarme bajo aquel diluvio y esperar por ahí mientras yo resolvía mis asuntos pendientes con mi chica, además de luego ser el hombro en el que llorara... porque esa noche iba a llorar, los latidos frenéticos de mi corazón se estaban encargando de asegurarme las lágrimas.
Zayn negó con la cabeza con la voz rasgada debido al tabaco. El conductor no le había puesto pegas a que se fumara un cigarro dentro de su coche, lo que explicaba el olor a infierno que había allí dentro.
-No.
-Os calaréis hasta los huesos.
-No nos importa-repliqué yo, decidido a salir de allí, pues notaba que mi determinación menguaba a medida que el segundero de un reloj imaginario avanzaba en su vuelta completa a la esfera del reloj. Zayn se abalanzó fuera seguido por mí. El taxista apenas esperó a que cerráramos la puerta para arrancar y perderse en un par de segundos entre el tráfico demoníaco de la ciudad que nunca duerme.
Me giré a mirar a mi amigo, que esperaba a que yo liderara el paso.
-Vete a casa, Zayn. No vas a mojarte por mí.
Frunció el ceño.
-No voy a ir a ningún sitio, Harry. Además, estoy muy lejos de casa.
Tragué saliva y empecé a caminar, suspirando en cuanto noté la lluvia caer pesadamente sobre mí. Levanté las solapas de mi gabardina negra y, agachando la cabeza, me dirigí a la casa del que fuera un buen amigo y compañero de trabajo, el que podría haber patrocinado a una de mis amigas en su carrera a la fama, pero el que había terminado separándome de lo que yo más quería en este mundo.
Escuchando los pasos de Zayn detrás de mí, y mis propios chapoteos en los charcos, que no me esforzaba en sortear, comencé a entretejer las redes del diálogo que iba a mantener con Noemí, y cómo iba a romper con ella.
Llegamos al edificio mucho antes de lo previsto; al parecer, había ido apretando el paso hasta casi ir corriendo por las calles oscuras, que no contemplaban ninguna estrella sobre ellas, debido a la contaminación lumínica. Los neoyorquinos no sabían la maravilla que se perdían.
Saqué el plano con la dirección del bolsillo después de ponerme a techo, Zayn no tardó en acercarse a mí. Estábamos en el lugar ideal, ahora había que encontrar la manera de meternos dentro, algo que yo no había pensado durante los días que llevaba maquinando mi plan malévolo.
-¿Y si llamas a un piso al azar?
-Es casi la una y media de la madrugada-gruñí, sacudiendo la cabeza y haciendo que cientos de minúsculas gotitas flotaran por todas partes, yendo cada una hacia un lugar distinto. Zayn asintió con la cabeza, pasándose una mano por el pelo y bajándose lo poco que le quedaba de tupé, mordiéndose el labio a continuación. Me recordó mucho al Zayn que había estado en Japón, dichoso de la vida, sin preocupación ninguna porque todavía no tenía una chica a la que echar de menos... que nosotros supiéramos.
Me encontré abrazándolo, estrechándolo entre mis brazos y agradeciéndole al oído ser tan buen amigo. Me dio unas palmadas en la espalda mientras me devolvía el abrazo.
-A por ella, tigre-me sonrió, intentando infundirme seguridad en mí mismo. Decidí llamar directamente a su piso, tal vez, con suerte, estuviera despierta y me abriera sin oponer resistencia, o simplemente bajara, embutida en un albornoz porque justo había interrumpido una sesión de sexo (no, no iba a tener la suerte de joderle el polvo a ese par de cabrones), y tal vez consiguiera sacar a la bestia que había en mí y cruzarle la cara por todo lo que me estaba haciend... sí, claro, como si pudiera pegar a alguien, y menos a una chica, y menos a mi aún novia. Va a ser que no.
-¿Sí?-inquirió una voz al otro lado del telefonillo que se parecía terriblemente a la suya.
-Soy yo-susurré, sin saber muy bien cómo decirle que había volado miles de kilómetros sólo para dejarla en persona, porque por teléfono sería demasiado patético. Destrozaba a la gente. Ahí estaba Taylor Swift, con todo su rencor acumulado a partir de la ruptura con Joe Jonas, que no tenía otra cosa mejor que hacer que tomarse las relaciones tan a pecho hasta el punto de no podías acercarte a ella sin que pensara que querías algo con ella y terminara montándote un pollo abismal y dedicándote una canción porque eras un problema, y la culpa era de ella, porque se te veía desde que entrabas en cualquier lugar.
Miré una última vez a Zayn, que me susurró un dulce ¡suerte!, y empujé la puerta para entrar en el portal.

Subí por las escaleras, de una en una, intentando mantener un ritmo fijo, bien para no echar a correr, bien para no dar la vuelta y salir como alma que llevaba el diablo, porque en realidad, por muchos problemas de matemáticas que hicieras, por muchas combinaciones de ADN posibles que supieras hacer, por muchos análisis de las estructuras de las oraciones, nada te preparaba para las situaciones como éstas, por mucho que algunos dijeran que los institutos eran los simuladores de la vida real.
Llegué al piso indicado y me quedé mirando la puerta, esperando para ver si se abría. Seguramente ella estuviera espiando por la mirilla y estuviera esperando para soltarme mil y una excusas, intentar convencerme de que aquello no era lo que parecía, que ella no estaba allí por una razón fija, que su presencia en aquella casa era algo casual...
Al ver que la puerta no se abría, me acerqué a ella y llamé con los nudillos, empujándola sin querer. Tampoco le había  dado tan fuerte...
Terminé de empujarla con dos dedos y asomé la cabeza. Todas las luces estaban encendidas, y Noe corría de acá para allá, vestida, efectivamente, con un albornoz, y murmurando algo en su lengua. Carraspeé. Ni siquiera se giró para mirarme cuando empezó con su sarta de disculpas sin sentido.
-Perdona cómo tengo todo esto, pero es que he estado con náuseas desde principios de año, ya sabes, y no estaba para recoger todo esto... Ahora te preparo algo, ¿vale?-y se apresuró a meterse en la cocina. Dejé la puerta  casi cerrada, con tan sólo una rendija para mi próximo escape, y me crucé de brazos.
-No te molestes. Va a ser rápido.
Un plato se rompió en la cocina. ¿Qué, joder, qué? ¿Qué esperaba? ¿Que le cantara una epopeya para explicarle que no podía estar con una tía que me ponía los cuernos, y encima públicamente, y que la dejaba? Pensaba que ella tenía mejor concepto de mí y de mi dignidad.
Salió de la cocina y se quedó tiesa, mirándome.
-Ha...h...Harry-consiguió decir. Alcé las cejas y asentí con la cabeza.
-Eso parece, ¿eh?-claro, no pensaba que fuera yo. Él la tenía en modo sirvienta y esclava sexual. Me encantaba todo aquello. Cuanto antes me largara, mejor.
-¿Qué haces aquí?
-No, Noemí, ¿qué haces aquí? -di un paso hacia ella, que estaba petrificada. Sus labios apenas se habían movido cuando habló, sólo sus ojos temblaban de miedo. Me imaginé desde su punto de vista: pequeña, viendo a un chico que le sacaba varias cabezas acercándose lentamente a ella, como un depredador que sabe que su presa está acabada y se deleita en la espera, escuchando los latidos frenéticos de su corazón, que acabe esto, que acabe esto, que acabe esto...-¿Por qué no estás en casa?
Abrió la boca para contestarme, se lo pensó mejor, y volvió a cerrarla. Así un par de veces.
-Déjalo. No tienes que darme explicaciones. Estoy aquí para una cosa, y sabes de sobra cuál es. Ojalá no me doliera más que a ti decírtelo: hemos terminado.
-¿Cómo?-inquirió con un hilo de voz, llevándose una mano a la boca.
-Sí, tía, ¿cómo que como? Que lo dejamos, joder. Que ya sé que me pones los cuernos con el Justin. Y que os cunda, ¿sabes? Que os cunda-negué con la cabeza, mirándola de arriba a abajo-. Joder, Noemí, yo te quería, aún lo hago. Pero supongo que no le puedes pedir a una Belieber que ame a otro más que a su ídolo, ¿no?
-Harry... no, por favor... no...-replicó, yendo a cerrar la puerta y corriendo a refugiarse en el sofá. ¿Por qué me dejaba allí metido? ¿Le gustaba todo lo que le estaba diciendo, o sentía que se lo merecía? En todo caso, que me cerrara la puerta sólo había conseguido empeorar las cosas.
Se sentó en el sofá de la sala de estar, abrazándose el vientre, y me miró con ojos como platos. No estaba llorando. Todavía. Bien. Como se echara a llorar entonces, no podría seguir con aquello, pero debía hacerlo. Como decía el pez azul de Buscando a Nemo, sigue nadando.
-No puedo estar con alguien en quien no confío, Noemí. Me has engañado, lo sabes, lo sabe todo el mundo. ¿No podías ser un poco más discreta, joder? Un poco, nada más. ¡No te estoy pidiendo tanto!
No recordaba haber hablado tan rápido y sin titubear en absoluto en toda mi vida. Lo cual era mucho tiempo, ya.
-No me...dejes... yo... te... quiero.
-Si me quisieras de verdad, no estarías con Justin.
-¡No estoy con Justin!-chilló, llevándose las manos a la cabeza y echándose a llorar. Y, por primera vez desde que tenía uso de razón, las lágrimas de una mujer no me afectaron en absoluto.
-¡¿Te crees que soy gilipollas, o algo por el estilo?! ¡He visto vuestros tweets! ¡Y estás en su casa! ¡En bata!
-¡ESTÁ CUIDANDO DE MÍ!
-¡¿FOLLARTE ES LA FORMA DE CUIDAR QUE ÉL TIENE?! ESTOS PUTOS AMERICANOS SON TODOS IGUALES.
-NO ES AMERICANO, ES CANADIENSE.
-QUE ME LA SUDA, NOE, JODER, QUE ME DA IGUAL DE DÓNDE SEA. ¡De momento, tú has cometido más errores que yo!
-¡YO NO HE HECHO NADA!
-¡TE LO TIRAS!
-¡NO ME LO TIRO! ¡SÓLO ME ACUESTO CONTIGO!
-¡MENTIROSA!
-¿Mentirosa? ¿Yo? ¿YO? ¿En serio?-asintió con la cabeza, poniéndose de pie y mordiéndose el labio. Lágrimas del tamaño de la antigua Unión Soviética corrían por su cara a la velocidad de la luz-. ¡Aquí el único que dice mentiras y gilipolleces eres tú, Harry! ¡No tienes ni puta idea de por qué estoy aquí y ya vienes como un loco! ¡JUSTIN SÓLO ME ESTÁ CUIDANDO!
-¿CÓMO TE VA A ESTAR CUIDANDO?
-¡NOS ESTÁ DANDO UN HOGAR!
-¡EN CASA YA TENÍAS UN HOGAR!
Me la quedé mirando.
-¿Cómo que nos?
Su semblante se ensombreció.
-Quería que fuera una sorpresa. Poder ir ya con él en brazos.
-¿Con quién?
Me miró un par de segundos, evaluando mi reacción. Luego, después, muy lentamente, como quien se encuentra frente a un animal salvaje, totalmente desarmado, comenzó a desanudarse el cordón del albornoz. Lo dejó caer sobre el sillón; dejándome a mí contemplándola anonadado. A través de su pijama se veía que había cogido peso.
Y todo ese peso se había concentrado en el mismo lugar.
-Noe...
-Estoy embarazada, Hazza-dio un paso hacia mí y me cogió de la mano-. Y es tuyo.
No podía dejar de mirarle el vientre. No estaba abultadísimo, pero sí que se adivinaba que había algo cociéndose en su interior.
-No me jodas, Noemí.
Asintió con la cabeza, llorando a lágrima viva.
-Yo... yo... te gustan los niños. Me dijiste que querías niños. Que querías un hermanito. Él no será tu hermanito, pero podrás cuidarlo y criarlo... lo haremos juntos, y... así nunca nos podremos separar... nadie podrá meterse entre nosotros.
Le acaricié la cara lentamente. Dios, era un completo y absoluto gilipollas. Había ido a echarle la bronca y ella estaba así... por mí.
Se me encogió el estómago, se anudó sobre sí mismo y se negó a volver a su posición inicial. Me incliné hacia ella.
-No estoy preparado para tener un hijo-murmuré.
Se apartó de mí bruscamente.
-¿Es porque es mío?-inquirió, arrugando la nariz y luchando por dejar de llorar. Negué con la cabeza, eliminando la distancia que nos separaba.
-No quiero compartirte todavía-susurré, apartándole el pelo de la cara. Sonrió y levantó la vista.
-¿Por eso viniste a por mí?
-Sí-mentí, o tal vez no estaba mintiendo tanto como pensaba, porque, ahora que la tenía delante, sólo había una cosa clara: la había echado de menos mucho, muchísimo, como al aire que respiraba, como el agua de un oasis en medio del desierto, como la sombra en el día más caluroso del año...
-Te he echado de menos-confesó, entrelazando nuestros dedos y poniéndose de puntillas para besarme. La dejé hacer.
-Y yo a ti, pequeña.
Su sonrisa se hizo más amplia, me agarró de la chaqueta y tiró de mí para besarme mejor. Terminó quitándomela y llevándome a la habitación, donde empezamos a desnudarnos despacio, muy despacio, como si fuéramos dos extraños que se disponían a tener su primera conversación seria. La estreché contra mí y no la dejé escapar, ella se echó a reír. Sorprendentemente, su vientre estaba más duro de lo que me imaginaba. No podía tener tanta barriga desde que la había dejado, era imposible...
-¿Cómo te has quedado?-pregunté, acariciándole el pecho mientras ella me quitaba la ropa.
-No tomaba la píldora. Era mentira.
-¿Querías esto?-espeté, apartándome de ella y mirándola. Suspiró.
-Harry, estoy cansada, ¿vale? Y quiero acostarme contigo, porque te echo de menos, mucho. Los dos lo hacemos.
-¿Vas a tenerlo?
El nudo del estómago volvió a hacer acto de presencia, y un gemelo suyo surgió en mi garganta cuando asintió, muy seria, envolviéndose en las sábanas.
-Sí.
No.
-No sé si...
-Esta noche no, Hazza-se inclinó hacia mí y volvió a besarme-.Esta noche no.
La parte irracional de mi ser cedió. Llevaba demasiado tiempo puesto al límite, y no estaba preparado para una discusión de ese estilo. Terminé de quitarle la ropa, y ella hizo lo propio. Me coloqué encima de ella, y, despacio, con infinita ternura, una ternura que apenas conocíamos, me hundí en ella, que se estremeció. A veces le hacía daño, a veces le molestaba, otras veces simplemente se dejaba hacer.
Empujando dentro de ella, donde una nueva vida tan nuestra como de sí misma se preparaba para llegar al mundo, poco a poco, llegamos a lo más alto. Se dejó caer en el colchón y suspiró, con los ojos cerrados. La coloqué sobre mí y le besé la mano.
Clavé mis ojos verde mar en ella, y ella abrió los suyos, chocolate, sonrió ante mi escrutinio, y susurró:
-¿Qué?
Supe que la había enamorado aún más diciendo, mientras sacudía la cabeza:
-¿Cómo puedo llamar pequeña a alguien que me hace sentir cosas tan grandes?
Se inclinó hacia mis labios, que no decían más que la verdad. No podía vivir sin ella, mi viaje descontrolado, mis celos cuando supe que no estaba del todo conmigo y que no tenía todo el camino asegurado lo habían atestiguado.
-Porque no tienes vergüenza ni tienes nada.
En medio del silencio sólo interrumpido por el delicioso sonido de nuestros labios juntándose y separándose, declaramos, a la vez:
-Te quiero.
Ya solucionaríamos más tarde lo del pequeño (o la pequeña) Styles que venía en camino. Teníamos tiempo, no mucho, pero teníamos. Seguramente comprendiera que no estábamos listos para encargarnos de un bebé aún; ninguno de los dos iba a tener tiempo, y ninguno estaría dispuesto a dejar la manutención del pequeño en manos del otro.
Nos echamos a reír y nuestras sonrisas se unieron en una sola.


4 comentarios:

  1. ¡¡¡¡¡¡TE ADOROOOO!!!!!!
    Me he leido toda tu novela (aunque me ha sido dificil encontrar el primer capitulo) y en cada capitulo he querido comentar pero me he aguantado las ganas a terminarla pero ya no puedo mas!!! La novela es genial!! Y te puedes sentir orgullosa porque soy una lectora dificil de conquistar, no me gustan las novleas de amor no soy nada romantica pero la tuya ¡me encanta! En serio eres una diosa (como dices en la novela), me encanta lo valiente que eres para poner aqui tus sentimientos y pensamientos, para "publicar" tu novela ojala y algun dia consigas tus sueños, tengo fe en ti, espero ver dentro de unos años en los oscars a la joven actriz Eri ganando su primer oscar y decir "Eh, pero si es Eri" porque de verdad pienso que te conozco. Bueno solo una cosa mas (por la que no me he podido resistir a comentar) soy directioner y muy orgullosa de serlo, pero me gustan The Ramones, y otros grupos de ese estilo, solo decir que una cosa no esta reñida con la otra, ABAJO LOS ESTEREOTIPOS!
    Un beso!

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    1. AMÉN A LA ÚLTIMA FRASE EN MAYÚSCULAS. AMÉN, SIMPLEMENTE. Y sé de lo que hablo, cuando entras en un grupo de teatro donde hay gente que no tiene los mismos gustos musicales que tú y a los que crees que conoces, pero que luego resultan ser totalmente diferentes a como te los imaginabas, aprendes a juzgar.
      Te quiero, en serio, te quiero desde que he leído lo de "la joven actriz Eri recoge su Oscar". En serio. Me apoyas más tú que mi familia. Y eso se agradece.

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    2. Me voy a MORIR! ¿que me quieres? Yo si que te quiero, eres mi idola! En un sabado tan triste como este en el que twitter esta plagado de directioners que han ido al concierto y yo aqui en mi casa muriendo de envidia, en este sabado en el que montones de apuntes me esperan en mi escritorio veo que tu mi querida Eri me ha contestado al comentario y encima me sigue en twitter! Creo que ya puedo ponerme a estudiar feliz! Ojala y vivieramos mas cerca porque he añadido a mi lista de sueños por cumplir justo al lado de conocer a mis otros idolos, conocerte TI Eri.
      Un beso.

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    3. ¿CÓMO ES ESO DE QUE TE SIGO EN TWITTER? ¿QUIÉN ERES MI VIDA? ¡QUE TE AÑADO A LA LISTA DE #FF A PARTIR DE AHORA, Y TE AVISO, Y TE DOY MIMITOS! <33333333333333 Eres un amor, jo, ojalá nos conozcamos alguna vez <3333333333333333333333333333333

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