domingo, 28 de junio de 2015

Nunca has conocido el amor, ni la amistad, y de verdad que siento lástima por ti.

La mañana del 26 de junio de 2015, Estados Unidos se despertaba desperezándose en uno de los días en que se haría honor al espíritu de esa tierra: una tierra que se creó para aceptar a todos, y cumplir los sueños de aquellos que no habían podido hacerlos realidad en sus hogares. Mientras un puñado de abogados bajaban las escaleras del edificio donde se aloja la Corte Suprema, y el primer presidente negro de una nación construida sobre los pilares de la inmigración casi sin excepciones, este día se volvió histórico. Se hizo historia, historia con mayúsculas: se leyó una Constitución que reconoce la igualdad de todos sus habitantes, y se proclamó:
Es decir, que ya no importa a quién quieras ni cuál sea vuestro sexo, que ya no importa en qué Estado vivas porque todos reconocen lo mismo: puedes casarte con una mujer siendo un hombre o una mujer, y puedes casarte con un hombre siendo un hombre o una mujer.
Pero lo mejor de este día no fueron las reacciones (muy merecidas) de los habitantes de esta nación, y también de todo el mundo (entre las que me incluyo): desde pintar pasos de cebra con la bandera arcoíris, hasta matrimonios orgullosos que corrían al juzgado para hacer efecto lo que dice la ley, o americanas que llaman a amigos de otros continentes llorando porque se les acaba de reconocer un derecho que, por desgracia, todavía es un privilegio en gran parte del mundo, y porque estaban orgullosas por una vez de su país. Ni siquiera ha sido porque se trate de un país en el que el rechazo está arraigado en importantes sectores de la sociedad, y se utilice como baza para ganar elecciones. Tampoco tiene que ver que, desde el día en que Obama ordenase que se cumpliera lo que había observado la Corte Suprema, los aproximadamente 350 millones de personas sean un poquito más iguales.
Lo mejor de todo, lo más sorprendente, es que no se ha tenido que tocar ni una sola coma del texto en el que se basaron para traducir este derecho: simplemente hubo que ponerse gafas, las gafas de la comprensión, de la igualdad y de la no hipocresía. Fue acudiendo a un texto redactado a finales del siglo XVIII (y no uno cualquiera, ¡la primera Constitución de toda la historia de la humanidad!), con el que finalmente se llegó a esta ansiada conclusión. Nada de modificar cartas magnas, ni códigos civiles; sólo leerlas y comprenderlas. El matrimonio homosexual lleva reconocido en Estados Unidos desde que llevan respondiendo a ese nombre, y no al de "las 13 colonias".
El problema era que nadie importante había querido darse cuenta, nadie había apoyado el dedo en el texto original y había dicho "eh, espera, en realidad no podemos dejarlos sin poder casarse".
No se trata de que seas hetero, homosexual, bisexual, o lo que quieras; no se trata de que seas mujer u hombre, se trata de que no eres superior a los demás. Eres igual que el resto, distinto a tu manera, pero ni mereces ni deberías tener más derechos que los que te rodean.
Por eso una nación entera clamó junta, tiñendo el suelo de arcoiris y el cielo de gritos de alegría, cuando se reconoció algo tan sencillo como los principios en los que se asentaba. Porque el sueño americano ha resucitado este viernes.

2 comentarios:

  1. A día de hoy no hay ni un día de mi vida que no agradezca que el universo te pusiera en mi camino, a pesar de las formas, que no fueron las mejores, pero bueno, ¿Qué importa eso?
    Es una delicia encontrar una persona con tantas ganas de aprender, de abrir su mente a horizontes desconocidos, una persona tan cuerda y tan loca a la vez, tan coherente, comprensiva, interesante, incansable, tan especial, tan TÚ.
    La verdad, nuestras charlas profundas y debates no los cambiaría ni por un asiento al lado de Leo en la gala de los oscars (para consolarle y hacerle amena la noche porque pa otra cosa... En fin)
    ¡Y ESO ES BASTANTE!
    Eres increíble Eri, desbordas talento por todos los poros de tu cuerpo y haces que día si, día también, me sienta orgullosa de la personita que eres.

    En cuanto al texto y dejando al lado mi brote de amor lésbico repentino, es brillante, ya lo sabes, como todo lo que escribes.

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    1. Dios mío Inés, a mis brazos tía, en serio. Y pensar que hace dos años (¿ya han pasado dos años? Je sús) no nos conocíamos y casi, casi, nos ponemos la una en contra de la otra sin saber absolutamente nada de nosotras <3
      A mí también me encantan esas charlas sobre cosas con las que no puedo hablar con nadie más (mi vida es triste), pero no pasa nada, porque para eso uso Telegram: para hablar con Inés de cosas importantes, y sólo con Inés, y con Inés es suficiente.
      Muchísimas gracias por tu comentario, y por aguantar mis polladas, y por ser tan puta ama, y por compartir obsesión conmigo por el cine (sí, he decidido catalogarla de obsesión), en fin, por ser mi amiga.
      Estamos viviendo tiempos históricos, y me alegra poder compartirlos contigo ♥

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