Arrancarse una pestaña para pedir un deseo es como
disparar una bengala al frío nocturno y fingir que es una estrella fugaz.
Ir buscando el amor y rebasar esquinas buscando conocerlo
es como atajar por un parque sin levantar la mirada hacia los árboles.
Levantar la vista hacia las estrellas y preguntarte qué
constelaciones hay ahí, cuales ha habido, cuáles habrá, y cuáles existen de
forma conjunta, difuminándose en partículas brillantes en un manto de
terciopelo azul y negro, como los espectros de color.
Está bien tener metas, tener aspiraciones, tener “sueños”.
Pero lo importante del maratón no es llegar a cruzar una línea, romper una
cinta, sino todo el proceso que va antes de ella. Lo importante de una película
no es su final, sino su desarrollo. Lo importante de un sueño es hacerlo
realidad; levantarse de la cama y decidir vivir eso mismo que tu cerebro acaba
de crear. Eso es la vida.
Y tú, ¿te has muerto ya?
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