jueves, 14 de abril de 2016

Si encuentras a tus musas, no las dejes ir.

El representante de Leonardo DiCaprio le dijo en los albores de su carrera que probablemente lo mejor fuera que se cambiase el nombre. A algo más “americano”. Más fácil de recordar. Que sonara menos extranjero y exótico.
Pero se mantuvo con su nombre, menos americano, más extranjero y exótico, más difícil de recordar.
Su nombre ahora es inspiración, producto, garantía de calidad.
Algo parecido me sucede a mí: escribía como por inercia, manteniendo una historia para obligarme a mí misma a tener una rutina, estar ocupada y no abandonar algo que me encantaba. Hasta que conseguí algo, a alguien, que ha hecho que llegue a casa casi corriendo, que me moleste perder el tiempo que echo esperando el bus cada día, que haga que me acueste más tarde de lo que lo hacía antes, por el simple hecho de permanecer pegada a su ordenador, siendo su esclava y dándole vida a la velocidad a que le permiten mis dedos.
Puede que las musas no lleguen al principio, pero si tu material te gusta, acabarán llamando a tu puerta y hablándote al oído en susurros mientras el resto de la gente se dirige a ti a voces, mirándote a los ojos, vigilando que no te distraigas.
Y harán que, de noche, ya no seas la protagonista de esos escenarios antes de dormir, sino que tu mente siga trabajando a la velocidad de la luz, intentando descifrar los enigmas de esta historia.
Me ducho y me dejo el pelo secando al aire porque esos minutos en los que estoy con el secador, al margen de que me destrocen la melena, no estoy hablando como lo haría Scott.
Tengo el móvil en la mesilla de noche y le bajo el brillo al mínimo, para que cuando se me ilumine otra escena, los ojos no me ardan al transcribirla.
Mantengo siempre cerca un bolígrafo y el archivador, por si acaso no puedo permitirme encender el ordenador y apuntar las cosas que se me van viniendo a la cabeza.
La religión que las vio nacer, crió y alimentó puede haber desaparecido hace mucho tiempo, pero las musas jamás habían estado tan vivas. Son una bendición, un milagro de aquella época en la que los dioses caminaban por la tierra, mantenían relaciones con humanos y daban lugar a seres divinos, a los que no puedes hacer otra cosa que adorar y temer.
Adoro y temo Chasing the stars.  La adoro, porque me ha devuelto la ilusión de teclear, ir cada vez más rápido hasta que los programas que utilizo no sean capaces de seguir el cómputo de palabras, los documentos se vuelvan demasiado largos y cada vez más pesados. Las páginas vuelan como los chicles en un patio de colegio.
La temo, porque ya no me cabreo cuando no hay internet y no puedo ver una película. No pasa nada, eso es más tiempo para escribir. Me está absorbiendo; es una estrella gigantesca que arrastra hacia sí todo lo que encuentra en su campo gravitacional. Porque no me deja escribir otras cosas, hace que mi estómago se retuerza incluso por “perder el tiempo” variando un poco y escribiendo esta entrada.
Hoy, no voy a subrayar apuntes, a pesar de que voy retrasada con mis planes. Ni siquiera aprovecharé las tres horas que quedan hasta que salga con mis padres a ver un musical para ver una película y, en lugar de tener 124 pendientes, tener 123.
Me pelearé con acentos, comas, exclamaciones e interrogantes hasta que haya terminado de exprimir mi dosis de jugo diario. Escribiré sobre sexo y drogas sin haber probado ninguna de las dos cosas; hablaré de gente que no existe en la realidad, pero que en mi cabeza están más vivos que personas a las que conocí (o, mejor dicho, dejé de conocer) hace mucho tiempo.
Es lo que ellas quieren, y no soy más que una esclava de las musas. Al igual que DiCaprio es esclavo del exotismo de su nombre.

2 comentarios:

  1. Ojala esas musas nunca dejen de llegar.Adoro como escribes, como describes las cosas y como te expresas. Espero que nunca dejes de escribir, porque te juro que me tienes enganchidisima. Espero que algún día vaya a una librería y este algun libro tuyo. Te prometo que lo comprare y recordare como empezaste. Alimenta a las musas lo maximo que puedas para que nunca se vayan.

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    1. Ay por Dios, eres CUQUÍSIMA. Intentaré tratarlas bien el mayor tiempo posible, la verdad es que me gusta esta relación que mantenemos ellas y yo. ♥

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