¿Te imaginas que hubiera podido aguantar diez minutos
más sin besarla?
Yo tampoco.
Empezaba a sospechar que era yo quien necesitaba que lo protegieran de ella, y no ella de mí.
Dios, me estaba volviendo loco.
Debería ir a las Vegas y dilapidar la fortuna familiar
en la ciudad del pecado. Si mi suerte continuaba de esa manera, podría comprar
todo Estados Unidos, incluso las partes aburridas, y todavía me sobraría dinero
para hacerme con algún par de estados caribeños para cuando me aburriera del
continente.
Tendría que haberme imaginado que aprovecharía hasta
la más mínima baza que tuviera para estar cerca de mí; lo que más me fastidió
era que no se me hubiera ocurrido. Hacía los ejercicios mal a propósito (bueno,
la mayoría; algunos sí que le costaban, especialmente los de raíces) sólo para
que yo pudiera seguir a su lado.
Para que pudiera inclinarme hacia su hoja y explicarle
dónde había metido la pata.
Y ella me pudiera acariciar por debajo de la mesa.
Y luego el adicto al sexo soy yo. Tócate los huevos.
No sé
si morder la parte trasera del lápiz mientras fruncía el ceño y fingía escuchar
lo que le decía (porque sabía de sobra dónde había metido la pata) era un acto
reflejo o estaba destinado a calentarme más aún. Fuera como fuese, lo
conseguía.
Y
tenía ese pequeño arco en el labio, justo debajo de la nariz…
Cuando
terminó el primer ejercicio, bien porque se hartó de jugar conmigo, y decidió
recompensarme por mi paciencia y saber estar con un beso, creí que se había
vuelto loca.
Éramos
tal para cual.
Dejó
que me tranquilizara y me dedicara a lo mío unos minutos, pero supe en cuanto
anunció que iba al baño que quería que la siguiera.
Mil millones de estrellas fugaces surcaron el cielo
sin que yo las viera cuando me di cuenta de que necesitaba materiales para
poder continuar con mis ejercicios. Siguieron brillando y precipitándose hacia
la atmósfera para mí cuando subí las escaleras y me la encontré en mi
habitación. Evidentemente.
Cerré la puerta, abrí un cajón y me abalancé sobre
ella, que me esperaba incluso con más hambre de la que yo tenía. Acababa de
echarse el pintalabios de cereza, y yo no podía parar de besarla, y ella
suspiraba en mi oído.
-No vuelvas a hacer lo de esta tarde.
-¿El qué? ¿Echarte una mano con tus deberes de
matemáticas? ¿Ya no quieres que te eche una mano en nada?
-Eres gilipollas, Scott-todavía que me calentó más que
me insultara. Alá, por favor, si así lo deseas, cúrame esta enfermedad mental
con la que me has hecho nacer. Soy tu humilde servidor, pero soy demasiado
débil. La empotré contra el armario y le sujeté las manos en alto con una mano
mientras con la otra recorría todo su cuerpo.
Todo su
cuerpo.
-¿Qué te hago que te sienta tan mal?-la pinché,
disfrutando de cómo se deshacía ante mis caricias. Abrió sus ojos de gacela y
los clavó en mí. Mi corazón se saltó un latido, porque seguir un ritmo regular
durante toda una vida es algo demasiado aburrido, propio de perdedores.
-Te quitaste la camiseta.
-Ayer me la quité y no te pusiste así.
-Te la quitaste por la cabeza-me recriminó. Oh, dios
mío, soy el Hitler del siglo XXI. Voy a iniciar una guerra. Mataré a millones
de personas.
-¿Y qué?
Se liberó de mi prisión y me empujó contra el armario.
Se abalanzó hacia mí y empezó a pelearse con los botones de mi camiseta.
Señor, señor,
el polvo que podríamos echar si seguíamos en ese plan. Lo poco que me
importaría que su hermano estuviera escaleras abajo.
-Pues la manera que tienes de hacerlo, y la línea de
pelitos que te bajan desde el ombligo hasta…
-Como lo digas, vamos a tener problemas tú y yo.
Sonrió en mi boca y me mordió el labio. Se pegó un
poco hacia mí. Había terminado de desabrocharme la camisa.
-Y, encima, después de haber hecho ejercicio...
-Vaya, nena, si lo llego a saber, no me ducho.
Volvió a reírse en mi boca. Sus labios de cereza
riéndose eran el mayor manjar que hubiera conocido este planeta, y los demás.
-¿Eso que noto en tu pantalón, es tu móvil, o es que
te alegras de verme?
Se frotó contra mí.
Madre mía, vamos bien.
-Eleanor, en serio, para. Puede parecer que lo aguanto
todo, pero hasta yo tengo un límite.
-Habértelo pensado mejor, antes de quitarte la
camiseta así.
-Lo hago todo para provocarte.
-Me había dado cuenta-gimió en mi oído cuando mis
manos llegaron hasta su culo, y supe que como dijera mi nombre otra vez,
estaría perdido. Tendría que tenerla.
La cogí en brazos, sujetándola bien por las piernas, y
la pegué contra la pared. Sonrió.
-S…
-No me hagas esto. No podemos liarnos. Tommy me lo
notará.
-Me da igual que mi hermano te lo note, lo necesito.
Me mordisqueó el cuello. Eso, sí señor, déjame más
marcas, ¿no me dejaste pocas ayer?
Hizo que me estremeciera, y, de repente, se me ocurrió
una idea.
El escritorio.
¡El escritorio!
La llevé hasta el borde de éste, la senté en él e hice
espacio apresuradamente. Se cayeron varias libretas al suelo. Era perfecto,
joder. El pronto que tenía cuando no encontraba algo me serviría de coartada.
Y le daría a ella lo que quería. Ya nos ocuparíamos de
mí más tarde.
Fui bajando por
su torso mientras luchaba por mantener la respiración a un ritmo normal. Le
besé el ombligo y fui bajando más.
Le quité el pantalón, y escuché en su suspiro cuando
mis manos se colaron por el elástico de sus bragas.
-Dime que lo tienes cerca.
-No vamos a hacer eso.
Abrió sus ojos de gacela de par en par.
-¿Qué?
Me enfrenté a su mirada con mi sonrisa de Seductor™.
La besé en los labios; ella ni siquiera cerró los ojos, tan aturdida como
estaba.
-¿Confías en mí?-inquirí, con una mano dentro de sus
bragas, y la otra en su mejilla: mis pulgares hacían movimientos circulares que
la volvían loca, tanto arriba como abajo.
-Sí-murmuró, en su voz se entreveía el nudo que tenía
en el estómago, de puros nervios. ¿Qué te estoy haciendo, mi nena?
-Pues espera. Te va a gustar. Te lo prometo.
Apenas tendría que hacer mucho, pero yo también quería
disfrutar del proceso, aunque la estrella y protagonista fuese ella. Volví a
besarla, fui bajando por su clavícula y seguí descendiendo por su vientre, aún
cubierto por la camiseta. Me puse de rodillas y ella empezó a retorcerse, y eso
que todavía no había llegado a mi objetivo.
Le quité las bragas.
Ella gimió; estaba muy, muy cerca.
-¿Te tengo que tapar la boca?
Negó con la cabeza, mordiéndose el labio. Pero cuando
empecé a besarla, se le hizo insoportable.
-Te tengo que
tapar la boca-puse los ojos en blanco y alcé la mano-. No te muevas.
-No… puedo… estarAH. Quieta.
-El, si no te callas, subirán a ver qué pasa, y
entonces nos meteremos en problemas. Y tú no llegarás. Y quieres llegar, ¿o no?
Asintió con rapidez.
-Inténtalo.
Di por perdido que estuviera callada cuando volví a
concentrarme en sus muslos y continuó suspirando. Empezó a subir el volumen, lo
cual no hizo más que calentarme a mí.
Justo cuando noté que se iba a correr, le di una
patada a una estantería y varios libros se precipitaron hacia el suelo, así
como diversas cajas, que acallaron el estruendo de su grito.
Me quedé de rodillas un rato, recuperando el aliento y
tratando de calmarme. En vano, evidentemente. ¿Quién se puede calmar entre las
piernas de otra persona? Que me lo presenten, necesito que me cuente su
secreto.
-Jesús bendito-murmuró Eleanor, pasándose una mano por
la frente. Todavía estaba temblando. Qué poder me daba el sólo ver cómo se
ponía, y todo eso se debía a mí.
-Lo sé.
-¿Hay algo que se te dé mal?-preguntó muy seria.
-Resistirme a ti, mi amor.
NO SÉ DE DÓNDE ME SALEN ESTAS
CONTESTACIONES, PERO ME ALEGRO DE QUE LAS MUSAS ME QUIERAN.
QUE FLUYA EL AMOR.
Sonrió con tanta amplitud que me pregunté cómo era que
no se le rompía la cara.
-Y luego tienes el morro de preguntarme por qué te
elegí a ti. Si lo tienes todo.
-Hasta a ti.
Se apoyó en sus rodillas e hizo un gesto para que me
sentara y tenerme a su altura. Arrastré la silla del escritorio y obedecí a su
orden implícita.
Nos miramos en silencio durante una eternidad.
-¿Podría resistírsete alguna mujer?
-Diana. Pero me la estoy trabajando.
-Como trabajártela haga que yo deje de estar entre tus
prioridades, te vas olvidando de ella.
-Eso nunca.
Se deslizó como pudo hacia el suelo y recogió la ropa
que yo le había quitado con tanta habilidad de encima de la alfombra. Se puso
las bragas y, antes de ponerse el pantalón, se sentó a horcajadas encima de mí.
No me habría importado lo más mínimo que la silla no
hubiera soportado nuestro peso y nos hubiéramos caído y yo me rompiera la
cabeza y me quedara en el sitio.
Estaba tan contento de tenerla tan cerca…
-Me siento un poco mal por cómo te quedas tú ahora.
-Me pongo un vídeo de perritos y se me pasa enseguida.
Se echó a reír, terminó de vestirse y se dirigió hacia
la puerta.
Observé todo el proceso, incluso cuando se dio la
vuelta y murmuró:
-¿Scott?
-¿Eleanor?
-No me llames “mi amor”. De tu boca suena demasiado
bonito.
-Vale-sonreí-… mi amor.
Ella sonrió también.
Si me hubiera funcionado media neurona, me habría dado
cuenta de que se le notaba que le había hecho algo. Tenía las mejillas
sonrosadas y no podía dejar de sonreír, algo no demasiado común en una persona
que lleva toda la tarde haciendo ejercicios de matemáticas.
Pero no me funcionaba media neurona, sino sólo un
cuarto, y ese cuarto estaba demasiado ocupado deseando que Tommy se diera cuenta,
me rompiera la cara y me dejara estar con ella tranquilo de una puta vez.
La situación con Diana era
incluso cómica. Primero, me decía que no me acercara a Eleanor, y luego, pam,
me dejaba en bandeja la oportunidad de pasar la tarde a solas con ella.
Si no estuviera tan ocupada luchando porque la
incluyeran entre las mejores modelos del mundo, se habría negado en redondo a
ofrecernos quedarnos solos durante tanto tiempo. Pero hasta a ella le venía
bien que nos fuéramos; así podría tontear con T todo lo que quisiera, sin tener
que aguantarme a mí.
Observamos la silueta de la ciudad mientras el
ascensor descendía suavemente, tanto que apenas se notaba su movimiento.
-Mis amigas se han dado cuenta-me informó, volviéndose
hacia mí. Alcé las cejas.
-No es que seamos muy discretos, El.
-Especialmente tú-se burló, y tuve que reírme. La
verdad es que tenía razón, pero no podía resistirlo. Me había quedado hasta
bastante tarde despierto hablando con ella, contándole lo que había hecho y
asegurándome que había estado bien (omití el detalle de que había ido solo
hasta la mañana), consolando su disgusto por haberla dejado sola.
Me dijo que le gustaba que la hubiera besado en la
frente, y yo le respondí que me gustaba besarla, en la frente, en los labios, o
donde fuera. Me la imaginé sonriendo en su habitación, con el pijama puesto y
las piernas en alto, el vientre pegado al colchón, y yo también sonreí.
-Tendrías que haberme dejado ir contigo-siguió
recriminándome.
-No nos vamos a enrollar en el instituto.
-Me habría quedado más tranquila.
-Pero yo no.
Y luego había corrido a abrazarme y plantarme un beso
en la mejilla. Delante de Tommy. Estábamos los dos mal de la cabeza, pero lo
cierto era que nos daba igual.
Y, claro, cuando se colgó de mi cuello y me besó en la
mejilla, perdí el control un segundo. Lo suficiente para que todo el mundo se
diera cuenta; no lo bastante como para que no fuera otro que el subconsciente
el que registrara tal información.
El subconsciente, o varios pares de ojos de adolescentes
más pequeñas que yo. Las pobrecitas no podían resistirse a los encantos de
depredador que me había dado la madre naturaleza.
Querida Madre Tierra: por si no te has dado cuenta,
los humanos estamos superpoblando tu adorado planeta. Ya puedes empezar a
modificar a las siguientes generaciones para que no disfruten del sexo como lo
hace la mía.
Eleanor me había sonreído con tristeza cuando se
separó de mí. Algo en mi interior se revolvió.
Lo hacía por fastidiar, estaba seguro.
O para que Diana se diera cuenta de lo que estaba
sucediendo.
Pero, claro, unas alas de mentira eran más importantes
que proteger a la hermana pequeña de Tommy del demonio que era yo, ¿no es así?
Y luego tendría los huevos de decir que era una mala
persona, que me estaba aprovechando de ella y bla bla bla, cuando era más bien
al revés.
-Diana también lo sabe-informé, volviendo a tomar
conciencia de mi propio cuerpo y del suyo a mi lado. Se volvió y me miró-. Pero
no se lo va a decir a Tommy.
-¿Por qué?
-Porque sabe que, si yo lo niego, él me creerá a mí.
Torció la boca, sopesando lo que le había dicho y
decidiendo que yo tenía razón. Pobre Tommy, para él, todo lo que yo dijera era
misa.
-Entonces, ¿estamos a salvo?-preguntó, cogiéndome de
la mano en cuanto se abrieron las puertas del ascensor. Le acaricié los
nudillos con el pulgar, lo cual tuvo un efecto curioso en su boca: hizo que se
curvara.
Me sentía una mariposa que con un simple aleteo de sus
alas, podía provocar un huracán al otro lado del mundo.
-De momento sí.
-Genial-replicó, animada al salir a la luz del sol. No
era normal el buen tiempo que nos había traído Diana, pero los ingleses
estábamos dispuestos a aprovecharlo. Las calles estaban abarrotadas; en los
parques incluso estaban las típicas chicas con pantalón corto y medias
intentando activar un poco la melanina de su piel; los padres paseaban a sus
hijos y les instaban a que les lanzaran migas de pan a los patos y los cisnes…
Y siempre había turistas con gafas de sol.
Tuvimos que coger el metro para llegar hasta la tienda
a la que quería ir (“Es cara, lo siento”, murmuró ella al entrar, pero yo no le
di importancia, “Mis padres son millonarios”, “los míos también, qué
casualidad”, y nos echamos a reír).
Casi mejor, así, si Tommy y Diana acababan pronto, lo
tendrían más complicado para encontrarnos. Sería como si estuviéramos realmente
solos en una ciudad con millones de habitantes.
No sabría decir si era por el buen tiempo o por los
precios, pero el caso es que en la tienda había muy poca gente. La mayoría,
parejas o tríos de chicas con acentos de todos los rincones del mundo
(distinguí a dos hablando en urdu, poniendo a parir un libro que les habían
mandado leer para clase) que se acercaban con curiosidad a la moda londinense.
Se mira, pero no se toca.
Seguí a Eleanor como un dócil corderito seguiría a su
pastor por entre las estanterías. Me detenía cuando ella lo hacía, contemplaba
sus elecciones y le daba mi opinión.
No conseguía decidirse por dos tops radicalmente
diferentes: uno blanco con encaje que se ataba al cuello y dejaba la espalda al
aire, y otro negro (parecía hecho con espuma) con varios tirantes rodeándole el
pecho.
-Llevarme los dos sería mucho, ¿verdad?-me puso
ojitos, pero no colaba. No tenía una hermana pequeña: tenía tres. A mí esos trucos
baratos no me afectaban.
-No te sobres-le dije yo-. Te dije que un top, no que
media tienda.
-¿Cuál te gusta más?
-Eres tú la que se va a poner.
-Ya, pero si te portas bien, tú lo vas a
disfrutar-contestó, dándome un golpecito con la cadera y dirigiéndose a los
probadores, vacíos excepto por un chico sentado en uno de los sillones, con
cara de querer morirse. Me sonrió al verme llegar, y yo a él.
Su novia, mejor amiga, rollo, o lo que fuera
(dejémoslo en “la chica a la que acompañaba”) abrió su cortina mientras Eleanor
cerraba la suya y giró sobre sí misma.
-¿Qué tal estos? ¿Mejor?
-Igual que los anteriores, nena. Te quedan genial.
Como los de antes. Y los de antes. Y los de antes. Y los dos primeros-bufó.
Ella se miró en el espejo.
-Me hacen el culo inmenso.
-Ah, ¿que no se trata de eso?
-Eres gilipollas, Sky.
Cerró las cortinas con dignidad y anunció que iba a
probarse otros pantalones. El tal Sky puso los ojos en blanco.
-Tío, ¿me harías un favor? ¿Me matarías? ¿Por caridad
cristiana?
-Soy musulmán-repliqué, echándome a reír.
-Bueno, hombre, seguro que a tu dios no le importará
en nombre de quién hagas una buena acción-contestó; yo me limité a encogerme de
hombros-. ¿Cuánto llevaba tu chica?
Ni siquiera se me pasó por la cabeza decirle que no
era mi chica.
¿Acaso no lo era?
Me había metido demasiadas veces entre sus piernas
como para decir “no es mi chica”.
Más tarde, Eleanor me contaría que sonrió al no
escucharme ninguna corrección.
-Sólo dos.
-Eres un hombre con suerte. No la dejes marchar.
-No tenía pensado, tranquilo, tío.
-¿Y tú a mí sí, Sky?
-Cielo, te quiero, te adoro y bebo los vientos por ti,
pero es un puto sufrimiento venir a comprar contigo.
-Eres un gilipollas.
-A mí por menos seguro que me envían al sofá-metí yo baza,
y Eleanor se echó a reír mientras la otra chica aplaudía en su vestuario.
Eleanor abrió la cortina y dio un paso al frente.
Llevaba el top negro puesto.
-¿Qué tal?
-Si silbo, ¿te ofende?
-A mí también me entusiasma.
La chica sacó la cabeza por la cortina.
-Ay madre, ¡qué bonito! ¿Dónde estaba?
-A la entrada, en la estantería de la izquierda.
Sky se cruzó de brazos.
-Amber. Céntrate.
Eleanor volvió a meterse en su probador.
-¿Cuánto lleváis?
-¿Qué?
-Saliendo. Que cuánto lleváis.
-Es… complicado llevar la cuenta.
-Pues hacéis buena pareja.
-Gracias, hermano. Y tú con tu chica. Aunque te haga
sufrir.
-Los amores sufridos son los más queridos, ¿o no,
tesoro?
-El refrán no es así.
-Qué cosas hacemos por nuestras mujeres, ¿verdad?
No lo sabes tú
bien, hermano.
Eleanor abrió la cortina y me pidió que me adelantara.
Se echó el pelo a un lado para permitirme hacerle un nudo mientras los otros se
marchaban, deseándonos suerte. Nosotros se la deseamos a ellos; la iban a
necesitar.
Cuando por fin terminé de hacerle el lazo, me percaté
de los lunares que tenía en la espalda. Los uní con los dedos mientras ella se
miraba en el espejo. Se estremeció, y se le pusieron los pelos de punta. Me
encantaba su espalda, tan suave… parecía un lienzo que se preparaba para que lo
expusieran en algún museo.
-¿Qué opinas?
Miré su reflejo en el espejo: se sujetó el pelo con la
mano a modo de coleta para permitirme verla. El otro le quedaba bien, pero éste
hacía que se me secara la garganta. Le resaltaba el ligero bronceado que
conseguía en España cada verano, también parte de su herencia familiar, y le
favorecía el busto hasta el punto de resaltarle los pechos. Lo habían hecho
para ella. Para que lo llevara puesto ella, y verlo yo.
-Eres una diosa, El.
Sonrió.
Le acaricié la espalda desnuda. Se había quitado el
sujetador para poder probárselo, evidentemente.
Prácticamente se derritió entre mis brazos.
-Te queda bien con esa falda.
-Me la he puesto para ti-se burló.
Te voy a follar
súper fuerte, niña. Tú sigue en ese plan.
-Te daría un beso, pero estás demasiado guapa como
para que sólo sea un beso.
-Puede que yo quiera más. Por ejemplo, darte las
gracias por lo de ayer.
No se molestó en constatar que estábamos solos en los
probadores. Me levantó un poco la mandíbula para asegurarse de que mirara donde
tenía que mirar, y tiró un poco del extremo del lazo, deshaciéndose el nudo y
haciendo que el top, ahora convertido en poco más que un trapo bonito, se
deslizara por su piel y se cayera el suelo.
Miró con satisfacción cómo en mis ojos se veía toda mi
actividad cerebral revolucionándose justo antes del apagón. Y luego, la nada.
Sólo tenía ojos para ella y su semidesnudez; hacía un poco de frío en la calle,
y todavía se notaba en sus pechos.
No podía
controlarme, no quería controlarme,
no iba a controlarme.
Madre mía, estaba follando incluso por encima de mis
posibilidades. Me había tocado la lotería con ella.
Entré en el probador y cerré la cortina y anudé el
cordón para que no se abriera por casualidad mientras ella se peleaba con el
cinturón de mis vaqueros.
Me di la vuelta, la cargué sobre mis brazos y la pegué
contra el espejo. Gimió mi nombre. Si seguía en ese plan, llegaría antes
incluso de entrar en ella.
Se bajó las bragas y se subió un poco la falda para
que no nos molestara, siempre con mis manos a su alrededor.
-Tengo… el bolso… en la cartera…-susurró entre suspiro
y suspiro; mi boca no conseguía lo suficiente de ella. Me entretuve demasiado
en sus pechos. Llegué incluso a morderla, y se echó a temblar.
Consideré seriamente la posibilidad de hacerlo sin
nada, a pesar de que sabía lo que aquello conllevaría: que la podía dejar
embarazada, que nos podíamos pasar algo incluso más gordo (espero que no), que
me comería la cabeza pensando si efectivamente la había dejado embarazada
durante semanas, hasta que le viniera el periodo otra vez…
Gracias a dios que estaba ella allí, porque se inclinó
hacia su bolso mientras yo no paraba de besarla, revolvió como pudo y consiguió
sacar la cartera. Tiró el bolso al suelo y continuó revolviendo. Yo miré lo que
hacía, respirando con dificultad.
-Casi… lo tengo… un segundo.
Levantó el paquete con gesto triunfal.
-¡Sí! Ah, sí-el primer sí era por el paquete; el
segundo, por mí.
Tuve que dejarla en el suelo para poder abrirme los
pantalones, pero mereció la pena. Me lo puso ella y casi lo rompe.
Pero me gustó la forma que tuvo de ponérmelo. Volví a
recogerla, la pegué contra la pared, afiancé mi abrazo y entré con fuerza.
Gritó una sonrisa. La música era atronadora. La
embestí y ella recibía cada empujón con un gemido, un movimiento de cadera
ayudándome a llegar más profundo, más lejos, más, más, jamás conseguiríamos
suficiente el uno del otro. Me besó en la boca, en la frente; yo en la boca, en
el cuello, en los pechos. Me arañó la espalda por encima de la camiseta; creo
que me la rasgó con las uñas.
Tenía que saberlo, dios, tenía que saber que ésa era
mi fantasía desde que había probado el sexo por primera vez. Ni tríos, ni
mujeres exóticas, ni hostias: sexo fuerte, en un probador.
Todo lo que yo quería, ella me lo daba.
15 años haciendo el gilipollas, buscando en otras lo
que tenía en ella.
Yo sí que me merecía una paliza, y no el puto Simon.
Palpitaba a mi alrededor, me necesitaba tanto como yo
a ella. Me corrí mucho antes que ella, pero no por eso me di por vencido.
-Ni se te ocurra dejarme a medias.
-Tendrás suerte si mañana puedes caminar.
Se echó a reír y en mitad de la carcajada volvió a
suspirar; la risa producía un efecto curioso en nuestra unión.
Seguí empujándola, besándola y mordiéndole el cuello
mientras ella se acercaba cada vez más y más. No faltaba nada. Casi estaba. Un
poco más.
Cerró los ojos, se inclinó hacia atrás, dándome un
ángulo perfecto para volver a cebarme con sus pechos, y gritó mi nombre.
-Córrete para mí, niña-habló Eros por mi boca. Y
obedeció, se rompió conmigo dentro, con una sonrisa en la boca, con sus manos
en mi nuca. Se echó a reír; le besé los labios de cereza.
Se apartó el pelo de la cara y se examinó los pechos.
-Me has dejado marca, Scott.
-Te diría que lo siento, pero te estaría mintiendo.
Salí de ella y la dejé en el suelo. Me puse bien los
pantalones y observé cómo se recorría las marcas que le había ido dejando con
los dedos. Los pechos (en los pezones, no, tampoco era tan hijo de puta; estaba
demasiado descontrolado como para morderla y no hacerle daño), la clavícula, el
cuello…
…tenía el labio un poco hinchado y sensible.
Todo lo que me había hecho la noche del sábado, se lo
acababa de devolver.
Se colocó las bragas y la falda, pero siguió desnuda
de cintura para arriba cuando me preguntó:
-¿Te he convencido para que me compres los dos?
Tuve que echarme a reír. De todas las cosas que me
podría haber dicho, y justo se le ocurría esa.
Le besé la frente.
-Me lo pensaré.
Volvió a contemplarse en el espejo; que no le diera
ningún pudor estar así conmigo hizo que la adorara aún más. Se recorrió de
nuevo las marcas; mis manos siguieron las suyas. Le di un ligero pellizco allí
donde no me había atrevido a morder, y ella me dio un manotazo.
-Ahora no intentes arreglarlo.
-¿Te duele?
-Un poco, pero… me gusta. Casi tanto como gritar tu
nombre.
-Tendremos que encontrar un sitio en el que puedas
gritar a gusto-contesté yo, que también había reparado en su tendencia a ser
ruidosa. Y me gustaba. Me encantaba. Abrazaba su sexualidad y se envolvía en
ella como había visto a pocas chicas hacer. Por desgracia, todavía hacían que
crecieran en su gran mayoría teniendo miedo de pedir cosas con las que
disfrutaban y darse carta blanca para disfrutar como se merecían.
-¿Cuándo crees que pararemos de querer follarnos todo
el día, El?-inquirí, apoyándome contra la pared del probador. Se encogió de
hombros.
-Tan sólo nos estamos poniendo al día. Además-se cruzó
de brazos, pero no por eso cubrió por completo su desnudez-, yo voy a
emborracharme de ti hasta que decidas abandonarme. Entonces, me volveré
abstemia.
-¿Qué te hace pensar que voy a abandonarte?
-Que siempre lo haces.
-¿Y siempre echo polvos bestiales en probadores?-sonreí,
burlón.
-No estoy al tanto de tu rutina sexual, Scott.
-Pues no. Mi vida es bastante más interesante desde
que te incluí en ella.
Se mordió el labio.
A mí me volvieron a entrar ganas de tenerla entre mis
brazos, y el hecho de que no se hubiera vestido no ayudaba.
-Deja de hacer eso.
-¿El qué?
-Follar tan fuerte y luego decirme esas cosas. ¿Es que
quieres que les ponga tu nombre a mis hijos?
-Ah, ¿que ya vamos a hablar de críos? Tal vez vayamos
un poco rápido.
Alzó las cejas y se echó a reír. Se tapó los pechos
sin darse cuenta. Dios, qué animal más precioso era. Debíamos protegerla a toda
costa.
-Para eso sí, pero no para que me comas lo que viene
siendo todo el coño estando mi hermano en el piso de abajo, ¿no?
Es la mujer de tu vida, tío.
-De 0 a 100 en 3 segundos, como los Audis, nena.
Le tendí el sujetador mientras recogía la ropa de la
tienda del suelo. Colocó los tops en sus perchas y luchó por abrocharse el
enganche.
El mundo se divide en dos tipos de mujeres: las que se
lo abrochan por delante y luego lo giran, y las que pasan los brazos por los
tirantes y luego están dos horas para abrochárselos.
-Te ayudo-susurré, le aparté el pelo, le besé la nuca,
consiguiendo que se estremeciera, y abroché el pequeño enganche.
Me miraba con la adoración del beato al que se le
presenta la Virgen en la puerta de su casa.
-Nunca me habían enganchado el sujetador.
-Bueno, El, si no te tiré al suelo cuando te cogí al
ser tú un bebé y yo un crío, creo que podrías confiarme la difícil tarea de
ayudarte a vestirte.
-Todo el mundo te ayuda a desnudarte antes de tener
sexo, pero nadie te ayuda a vestirte después. Nadie te ayuda cuando estás
jodido-estaba citando a alguien, pero no sabía a quién. Le acaricié la mejilla
y le besé despacio la comisura del labio.
-Siento haberme pasado tantísimo ahora. Si mañana te
sigue doliendo, se lo cuentas a Tommy para que me rompa las piernas.
-Creo que te he roto la camiseta. Ya tenemos otra
excusa para meternos en un probador-bromeó, acariciándome la espalda. Terminó
de vestirse, recogió sus cosas y salimos al mundo exterior, reventando la
burbuja.
Se dirigió hacia la estantería donde había cogido el
top negro.
-¿El elegido es el blanco?
-Es especial-respondió, sonriendo.
-Coge el otro.
-¿Qué?
-Que cojas el otro, chiquilla.
-No hace falta, con uno…
-Oye, quiero hacerlo, ¿vale, El? Me apetece volverte
un poco consentida.
Dio un brinco y me abrazó por el cuello. No me soltó
la mano ni cuando fuimos a pagar; tuve que pedírselo yo para que me dejara sacar
la cartera, y en cuanto la guardé volvió a entrelazar sus dedos en los míos.
¿Que si me quejé? Será coña, ¿no?
Me encantaba llevarla de la mano, detenerme cuando me
diera la gana a darle un beso y dejar que ella me lo diera a mí, poniéndose de
puntillas (qué pequeña era, qué mona era poniéndose de puntillas para
alcanzarme), acariciándole los nudillos y ella a mí el antebrazo.
Si nos hubiéramos encontrado con alguno de los chicos,
habrían empezado con la coña de “tíos, estáis casadísimos, ¿para cuándo los trillizos?”.
No fue hasta que estuvimos a varias calles de
distancia de la tienda cuando me detuve antes de un paso de cebra, tiré de ella
hacia mí, la besé acariciándole la mejilla, y le comenté:
-Creo que nos han oído.
Ella asintió, relamiéndose los labios. La tenía tan
cerca que casi la sentía pestañear contra mi cara.
-Me encanta esa tienda. No voy a poder volver, pero
que me quiten lo bailao-sonrió,
poniéndose de puntillas y reclamando mis labios.
Seguramente nos hubiera visto besarnos, pero yo no la
vi a ella hasta que no la tuve prácticamente delante. Se puso las gafas de sol
a modo de diadema, exactamente como había hecho Diana al conocer a Chad, alzó
las cejas y espetó:
-¡¿Scott?!
¿A qué el tono de sorpresa? Yo también vivía en
Londres.
Eleanor se retiró a un discreto segundo plano mientras
yo repartía besos cual panadero bollos. A ella, y a todas sus amigas, que me
miraron de arriba abajo. El tiempo había acabado dándome la razón a mí,
haciendo que ella lamentara lo que se había perdido, y que sus amigas
comentaran más tarde que, a diferencia de los zumos que acostumbraba a
consumir, yo era como el vino. Mejoraba con el tiempo.
-¡Ashley!
-Os acordáis de Scott, ¿no, chicas?
Sí, chicas, el
Scott al que le puso los cuernos con medio Londres. No creo que haya más. A no
ser que contemos a los demás Scotts con los que se estuvo acostando mientras
estaba con Scott. Ése Scott.
-Te veo
genial-comentó, fijándose en mis brazos. A todas les encantaban nuestros
brazos, era como una especie de fetiche. Nuestros brazos eran sus piernas, y
nadie parecía querer protestar por tanta desigualdad.
-¿Y quién es?
-Una amiga.
-¿A la que coges de la mano?
-Ya sabes que soy cariñoso-me encogí de hombros. Todas
las chicas se echaron a reír, incluso Eleanor.
Hora de largarse antes de que quedaran para una orgía
a la que yo no estuviera invitado.
-Y, ¿qué haces por mi territorio? ¿Acaso pretendes
invadirme?
-Relájate, nena: sólo una incursión de caza.
Me miró a los ojos durante un momento, decidiendo si
acababa de hacer lo que acababa de hacer.
Dado que ella había sido la primera con la que había
estado, conocía demasiado bien los efectos que el sexo tenía en mí. Miró la
bolsa, a Eleanor, y por último a mis ojos brillantes.
-¡No me lo puedo creer! Después de todo este tiempo,
¿por fin?
Me encogí de hombros.
-¿Y qué tal?
-Bestial, la verdad.
-Tendré que probarlo-replicó. Me abrazó, me dijo que
teníamos que quedar para ponernos al día (claro que sí, campeona), abrazó
también a Eleanor (qué imagen más surrealista, por dios, esto parece un cuadro
de Van Gogh) y les hizo un gesto a sus amigas para continuar con el camino.
Observamos cómo se marchaban.
-Yo me habré puesto más guapo, pero ella sigue siendo
tan zorra como el día en que la conocí.
-¿Quién era?
-Ashley.
-¿Qué Ashley?
-La Ashley-informé,
estirando la mano para alcanzar la suya. Echó a andar, pero se volvió hacia el
lugar por el que el batallón se había difuminado entre la gente.
-Es muy guapa.
-Tú también, El-contesté yo, porque a) notaba en su
tono una ligera tristeza, b) no iba a dejar que se menospreciara otra vez y c)
era la pura verdad, y me habían educado para no decir mentiras.
Bueno, las menos posibles.
-¿Cuántos años tiene?
-Va a cumplir 20.
Silbó.
-Y muy mayor.
-Para tu edad, bueno…
Me llevaba dos años y pico. Aproximadamente el tiempo
que yo a ella. Nunca la consideré una asaltacunas, y mucho menos ahora que era yo el que estaba en una posición
equivalente a la de ella. Lo único que yo no iba a ser un hijo de puta con
Eleanor como lo fue Ashley conmigo.
-¿Te van mayores?
-Me vais guapas-repliqué-. Cuando era un crío, me
gustaban zorras. Me sentía poderoso estando con ellas.
Sólo que cuando era un crío, yo no sabía que eran
zorras. Las descubría después, y nacía el hombre.
Mata al niño, Jon Nieve, mata al niño y que nazca el
hombre.
-Define “crío”.
-Antes.
-¿Con mi edad?
-Más o menos. Pero tú no eres una cría. Maduramos a
diferente edad-me apresuré a explicar-. Ya sabes. Son las hormonas. Me parece.
Me dio un beso en la mejilla.
-No estoy enfadada, S.
Nos metimos en un bar y cogimos la mesa de la esquina,
desde la que se vigilaba la entrada de la calle. Se oponía a una inmensa
cristalera que hacía que los dueños se ahorraran la luz varios meses, pero que
impedía que nos vieran a los que estábamos dentro. Se acurrucó contra mí cual
felina, apoyó la cabeza en mi hombro y bufó con satisfacción cuando le pasé el
brazo por los hombros, porque eso significaba estar más cerca de ella, y ella
de mí.
No había estado tan cómodo en toda mi triste
existencia.
Le sonreímos al camarero cuando nos trajo nuestras
bebidas. Ella cruzó las piernas, alcanzó una pajita y dio un sorbo de su zumo
muy, muy despacio. Apenas osciló el nivel de líquido.
Yo no era tan fino como ella, y di un trago
directamente de la botella.
-¿Sabes qué es lo malo de que hayamos hecho lo del
probador, El?
-¿Que hacerlo de pie y con tanta fuerza puede provocar
desgarros vaginales?-sugirió, contemplando la puerta.
-¿En serio?
-No, sólo quería ver cómo reaccionabas.
Corrección: me
siguen gustando zorras. Pero otro tipo de zorras. El “zorras” no-misógino. Ese “zorras”.
-Eres gilipollas.
-¿Vas a ilustrarme, o no?
Me puse de morros; ella se echó a reír y me acarició
la pierna. Bueno, si nos ponemos así, a acariciar piernas… pues me vuelvo
dócil.
-Que ya no nos va a apetecer ir a una cama, y yo no
voy a poder acariciarte esas piernas del millón de dólares que tienes.
-Deberíamos ser más precavidos-comentó, disgustada-.
Aunque si es por mí, podemos romper la tuya.
Me acarició la espalda.
-¿Igual sigues con ganas?
-Soy un pozo sin fondo, Scott.
-Fondo tienes-espeté yo-. Profundo, pero lo tienes.
-No vamos a discutir mi anatomía femenina, si es por
ahí por donde estás intentando llevar la conversación.
-Seguro que aquí tienen baño-repliqué, alzando las
cejas. Sacudió la cabeza.
-No hay quien te aguante.
Sus dedos siguieron recorriendo mi espalda muy
despacio. Noches más tarde, cuando volviera a repetir ese gesto que era como su
seña de identidad, y yo le preguntase que a qué se debía esa obsesión, me diría
que le encantaba sentir los músculos en la yema de los dedos. Que no sabía qué
era peor, si la parte trasera o la de delante.
Yo le diría que la delantera tenía cosas más
importantes que la trasera. Ella se reiría y sugeriría que las pusiéramos a prueba.
Y me pondría encima de ella. Y ella separaría un poco las piernas, se
incorporaría y me besaría…
… no necesito seguir, ¿verdad que no?
-Eleanor.
-Scott.
Y dale con decir mi nombre en ese tono que me haría
seguirla hasta los confines del mundo.
-Los lunares, ¿los tienes desde siempre?
-¿Claro? ¿Qué pensabas? ¿Que me los pinto?
-Parecen una constelación-repliqué, apartándole el
pelo del cuello y acariciándoselo despacio. Cerró los ojos.
-Son sagitario. Creo.
-Eso me pareció.
Seguí acariciándola con la yema de los dedos. La mano
que tenía libre se posó en sus muslos. Entreabrió los labios.
Vaya, vaya.
Vaya, vaya.
-Scott…
-Mmm-dije, y me incliné hacia su cuello y empecé a
besárselo. Y el hombro, y la mandíbula.
-Si quieres que vaya contigo al baño, tan sólo tienes
que pedírmelo.
Me reí contra su piel de gallina.
-Eres boba. No, venga, hay que ponerse serios. Tenemos
que hablar.
Asintió con la cabeza, se separó de mí (pero, ¡adónde
va!), descruzó las piernas, volvió a cruzarlas y pegó sus rodillas a las mías. Estábamos
frente a frente, sentados en el mismo sofá.
No me había fijado en lo cortísima que era su falda
hasta entonces.
Scott, tío.
No lo puedo
evitar, te prometo que no lo puedo evitar.
-¿Qué vamos a hacer a partir de ahora?-pregunté. Se encogió
de hombros, jugando con la pajita.
-Lo que quieras.
-No; lo que quiera, no. Esto nos concierne a los dos,
así que vamos a decidir entre los dos.
-Mi texto sagrado me impide estar con más de una
persona a la vez. A ti, en cambio…-sonrió, pero su sonrisa no subió hasta sus
ojos. Mi estómago se retorció.
-Me la suda el Corán ahora mismo, Eleanor-espeté,
porque, ¿qué más daba? Iba a ir de cabeza al infierno de todos modos-. No puedo
ofrecerte mucho…
-…yo sólo te quiero a ti.
Me sonrió con tristeza, y yo le devolví la sonrisa.
-Eso sí que te lo puedo dar, pero… ¿qué hay de los
fines de semana? Te apetecerá estar con gente de tu edad.
-Me llevas dos años, Scott, no 50.
-Los chicos se darán cuenta de que pasa algo en cuanto
me niegue a acercarme a las demás.
-Pues acércate a ellas. Enróllate con las que te
parezcan mejor, como si no hubiera pasado nada.
-Me has demostrado que la Tierra no es plana, ¿y ahora
pretendes que me haga al mar, buscando el fin del mundo?
Me dio un beso rápido en los labios.
-Cómo se nota que Zayn es profesor de literatura.
-Tengo mis momentos.
-Me he dado cuenta.
-Pero, en serio, El. ¿Será bastante? ¿No te cansarás
de que te vea todos los días, de la que voy a ver a tu hermano? ¿No querrás ir
al cine? ¿No querrás que te coja de la mano, que te bese cuando nos encontremos
de noche? ¿Que me comporte como un novio decente, y no como… no sé… Batman?
-Puedo arreglármelas con un Batman. Es muchísimo más
de lo que tenía hace una semana.
-No es lo suficientemente bueno para ti.
-Scott. Batman eres tú. Por si te estabas perdiendo la
alegoría.
-No podemos decírselo a tu hermano.
-Lo sé.
-No vas a poder besarme cuando él esté delante.
-Ya lo sé.
-No voy a poder besarte yo cuando él esté delante-musité, con tristeza. Se acercó a mí,
pasó mi brazo por su cintura y sus manos por mi cuello.
-Mi niño precioso.
-Todo esto es tan jodido…
-Tommy no se lo tomaría tan mal.
-Eres chica, tú estas cosas no las entiendes. Liarte con
la hermana de un amigo es lo peor que puedes hacer.
-¿Por qué?-espetó, la rabia burbujeando en su
garganta.
-Ningún tío es bueno para nuestras hermanas pequeñas. Y
menos un amigo nuestro. Les hemos visto hacer el gilipollas demasiado,
emborracharse demasiado, como para quererlos cerca de vosotras.
Tragó saliva. La besé en los labios, y el mundo se
detuvo: las palomas se mantuvieron en el aire, con las alas totalmente
detenidas; los semáforos que parpadeaban mantuvieron su color durante una
eternidad, las nubes de contaminación que escalaban de los tubos de escape se
convirtieron en sólidos contra un aire que también lo era. El bar quedó en silencio,
una tragaperras se quedó a medio escupitajo de una moneda flotante.
El cielo era ella, y su boca, las puertas.
-Te quiero, El-susurré, y sonrió un poco-. Te quiero y
quiero compensarte por todos estos años en los que he sido un gilipollas por no
darme cuenta de que estabas ahí. Quiero compensarte la espera, y lo que vas a
tener que esperarme a partir de ahora hasta que sepa que Tommy no se lo va a
tomar mal. Quiero darte todo lo que te mereces. Pero ahora mismo no puedo
prometerte más que cinco minutos por aquí y otros cinco por allá. Y cuando no
te baste, sólo tendrás que decírmelo y podrás mar…
-Scott.
-…charte a rehacer tu vida, porque es lo que te mereces, estar con alguien que
no se tenga que esconder para besarte y…
-Scott.
-… y que te lleve a sitios y hacer cosas de pareja y…
-Scott-me puso una mano en los labios. Estaba sonriendo
a través de una cortina húmeda en sus ojos.
-Pero no me llores, por favor.
-¿No lo entiendes, Scott? Cinco minutos contigo valen
más que cincuenta años con los demás. Claro que me bastará. Tú siempre vas a
bastarme-me besó tan despacio, como si tuviera miedo que me rompiera, que creo
que me rompió un poco el corazón. No pensé que fuera capaz de querer a alguien
como la quería a ella. Y sólo habían pasado dos días.
¿Cómo estaría cuando pasara un mes? ¿Y dos? ¿Y un año?
¿Se cansaría de mí antes?
Volvió a acurrucarse contra mi pecho y me acarició los
brazos cuando la abracé.
-No quiero preguntarte en qué nos convierte esto,
porque tengo miedo de la respuesta-musitó, apoyando su cabeza en mi pecho y
cerrando los ojos un momento.
-Pregunta. Puede que te sorprenda.
-No quiero hacerme ilusiones y luego tener que salir
los fines de semana y tener a mis amigas vigilando para no verte ir al baño con
otra, o salir fuera con otra, siquiera estar en una esquinita apartada con otra…
-No voy a hacerlo.
-Los demás se darán cuenta.
-Todo el mundo cambia. Yo también puedo hacerlo.
-En esto, no. Estarías condenando los fines de semana.
-Hoy es lunes y me has dado una de las mejores tardes
de mi vida.
-Scott…
-No, Eleanor. No hace falta que me lo preguntes. Sabes
de sobra lo que somos. Lo sabías en el probador. Lo sabías en mi casa. Lo sabías mientras estabas sentada en la ventana, mirando Londres, y yo me
desperté y decidí dibujarte. Lo sabes desde que me besaste y yo te devolví el
beso. Estás mal de la cabeza si piensas que te dibujé porque me apetecía, y no
porque lo necesitaba.
-A veces tengo la sensación de que eres dos personas
distintas.
-La mayoría del tiempo soy el tío del probador. Con
muy poca gente me apetece ser el que soy ahora.
La basura que no puede hacer más que promesas de
mierda, ése soy yo.
-Me gustan los dos.
-No voy a tocar a otras-le aseguré. Sonrió, frotándose
la cara.
-Cinco minutos es muy poco en un día. No vas a
aguantarlos solo.
-No voy a estar solo.
-¿Qué vas a hacer en las otras 23 horas, 55 minutos?
¿Esperar por esos 5?
-Lo dices como si fuera una locura.
-Es que es una
locura.
-¿Cuánto tiempo me esperaste tú?
-¿No lo entiendes, Scott? No hay otro como tú. Ése es
mi problema. Y también es mi suerte. Yo no tenía alternativa. Las tuyas hacen
cola por ponerse de rodillas frente a ti.
-Se van a llevar una decepción cuando se enteren de
que yo sólo me arrodillo ante una.
Sacudió la cabeza, dio un sorbo de su zumo y
contemplamos la calle. La gente iba y venía sin enterarse del pequeño génesis
que se desarrollaba en aquel sofá.
Una chica se desvió de la ruta de los demás y entró en
el local. Colgó su boina en uno de los percheros, se sacudió los rizos
chocolate que había sacado de su padre y saludó al camarero.
-Layla-replicó el otro.
Debería haberme separado de ella. Ella debería haberse
separado de mí más rápido.
En lugar de eso, antes de que Layla nos viera, se
volvió a mí, me besó en los labios y me pidió:
-Vuelve a decirme que me quieres. Sobre todo ahora que
lo dices de corazón.
-Te quiero-dije, acariciándole la mano por debajo de la
mesa. Ella sonrió.
-Scott-fue su contestación.
Creo que el ser hijos de músicos tiene un efecto en
nuestros cerebros que hace que nuestros gustos se guíen por sonidos, por
palabras o melodías.
Nunca, ni en un millón de años, me habría imaginado
que a Eleanor le gustaba escuchar que la quería por la magia de la frase, pero
muy diferente de la que tiene para el resto de la gente: la magia de un
milagro, la melodía perfecta que el compositor mediocre logra extraer de su
alma. El principio y el fin.
Las únicas palabras que no se atrevía a soñar que yo
iba a decirle precisamente a ella, saliendo de mi boca como la primera nota
musical salió de la flauta hecha de huesos del hombre de neandertal.
"-¿Sabes qué es lo malo de que hayamos hecho lo del probador, El?
ResponderEliminar-¿Que hacerlo de pie y con tanta fuerza puede provocar desgarros vaginales?-sugirió, contemplando la puerta.
-¿En serio?
-No, sólo quería ver cómo reaccionabas.
Corrección: me siguen gustando zorras. Pero otro tipo de zorras. El “zorras” no-misógino. Ese “zorras”.
-Eres gilipollas.
-¿Vas a ilustrarme, o no?" SON ALMAS GEMELAS JODER. CÓMO NO ACABEN JUNTOS TE JURO QUE TE HUNDO EN LA MISERIA (vale no, en el fondo eres un amor h te adoro) PERO NO DEJES QUE SE SEPAREN JODER
No sabes lo que sufro escribiendo porque no soy capaz de hacerles NADA malo y tampoco tiene que ser esto una telenovela en la que nunca suceda nada DDDDD:
EliminarNo quiero ser mala, pero que manden a Tommy a tomar por culo y que sean libres de una vez, como ya.
ResponderEliminarEl problema es que la única de los dos que está dispuesta a dejar de llevarse con Tommy es justo la que nunca va a poder separarse de él.
EliminarY Scott y Tommy se adoran mutuamente.
VAYA, QUE VA A HABER SALSEO
Una cosa, ¿desde cuándo Liam ha tenido el pelo rizo? Lol
ResponderEliminarTe voy a dar una bofetada por no acordarte de los ricitos hermosotes de Liam en el vídeo de Gotta be you. Lo mejor que le ha pasado en la vida.
Eliminar"No, Eleanor. No hace falta que me lo preguntes. Sabes de sobra lo que somos. Lo sabías en el probador. Lo sabías en mi casa. Los habías mientras estabas sentada en la ventana, mirando Londres, y yo me desperté y decidí dibujarte. Lo sabes desde que me besaste y yo te devolví el beso. Estás mal de la cabeza si piensas que te dibujé porque me apetecía, y no porque lo necesitaba."
ResponderEliminarPORQUE LO NECESITABA. LO NECESITABA JODER. AY LA VIRGEN. SE ESTÁ ENAMORANDO DE ELLA HASTA LOS PUTOA HUESOS. DENTRO DE NADA SE LA VA A SUDAR HASTA LO QUE PIENSE TOMMY.... ADIÓS
¡¡TALUEGUITO!!
Eliminar"-Pues acércate a ellas. Enróllate con las que te parezcan mejor, como si no hubiera pasado nada.
ResponderEliminar-Me has demostrado que la Tierra no es plana, ¿y ahora pretendes que me haga al mar, buscando el fin del mundo?" Esta claro, está enamorado de ella hasta la médula. Que mande a la mierda los 'Te quiero' y que empiece a escupir los 'Te amo'
MADRE MÍA, me ha encantado esa frase, igual te sorprendo de un tiempo a esta parte.
EliminarO no.
¿Quién sabe? ;)
Tu pretendes que nos volvamos todos diabeticos, ¿no? ASJLAÑIAFJASMAEBLADFSHR!!! ESA es mi reaccion.. sin palabras(y no soy una persona que se quede sin palabras facilmente)! Vale, por partes: lo del probador ha sido BESTIAL! Pero , sin duda, lo mejor es cuando Scott se vuelve humano, y no un humano cualquiera. NO. QUE EL CHIQUILLO ESTA ENAMORAOOOO!! Son la pareja mas goals de toda la historia de las parejas (?) Estoy DESEANDO ver la que se lia cuando Tommy se entere... ESO SI! Como ha dicho alguien en el comentario de arriba: NO ME LOS SEPARES, QUE SINO EXPERIMENTARAS LA FURIA VASCA! *emoji llorando de la risa*
ResponderEliminarMejor regalo de cumpleaños del dia, tu sigue escribiendo <3
"Tú pretendes que nos volvamos todos diabéticos" M'has cazao, kabenzotz
Eliminar(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
PD: feliz cumpleaños atrasado Olatz <33
SCELEANOR ES MI PUTO SHIP AHORA MISMO. ENTRE QUE ELLA ES UN AMOR CON PATAS Y UNA DIVA AL MISMO TIEMPO Y QUE EL NO TIENE NI PALABRAS QUE LO PUEDAN DESCRIBIR, ME TIENES CONTENTA VAMOS. SON GENIALES, ERI. NO SÉ COMO CONSIGUES EMOCIONARME TANTO CON SÓLO UN CAPÍTULO Y PROVOCAR ESTÁ CLASE DE EUFORIA QUE SÓLO LOS MEJORES ESCRITORES CONSIGUEN DESPERTAR EN MI. ENHORABUENA TÍA. (perdona por las mayusculas, acabo de darme cuenta ahora pero me da pereza volver a escribirlo)
ResponderEliminarAY POR DIOS NO TE DISCULPES POR LAS MAYÚSCULAS CORAZÓN, SI SON LO MEJOR DEL MUNDO, ERES UNA DELICIA,me alegro de que os encante Sceleanor tanto como lo hace a mí, en serio, son demasiado cuquis para mi pobre corazón de melón <3
EliminarSCELEANOR AL PODER JODER.
ResponderEliminarSon los nuevos Brangelina fight me on this (ง'̀-‘́)ง
Eliminar"El cielo era ella, y su boca, las puertas." TÍA JODER, MI PUTO CORAZÓN. EL CHAVAL ESTÁ PERDIDITO. LO ÉSTA DEMASIADO Y YO NO PUEDO ALEGRARME MÁS, EL SERIO CONSOGUES DESPERTAR UNA EUFORIA EN MI CASA VEZ QUE LEO ALGO DE ESTOA DÍA EQUIPARABLE A LA QUE SENTÍ LA PRIMERA VEZ QUE HAZEL Y AUGUSTUS HABLARON POR PRIMERA VEZ.
ResponderEliminarMe dan ganas de suicidarme por culpa de mi Corrector. *CONSIGUES *casi *estos *dos
EliminarNo te preocupes por el corrector, mujer, yo tengo errores más graves y no me decís nada D:
EliminarY lo de Hazel y Augustus es un HONOR así de claro te lo digo, te voy a estampar un beso en tu lindísima cara.
Como no le diga de una vez que ya está enamorado de ella voy a empezar a pensar que el muy cabron también está jugando con nosotras.
ResponderEliminarEs un bizcocho chulo, pero también es tímido (a veces) (cuando no está entre las piernas de alguien) (aproximadamente una vez cada 7 años)
EliminarPOR FIN HA LLEGADO LAYLA. Tengo ganas de como será ella, conociendo a su padre..... xd
ResponderEliminarUF LAYLA POBRECITA ella sí que es un pobre melocotón, de veras, la adoro, vosotras también cuando la conozcáis, de buena que es parece tonta
EliminarEms la escena del probador me ha dejado con la boca un tanto seca. Voy a meter la cabeza un rato en el retrete. Hasta luego.
ResponderEliminarYo os voy dando ideas a mis lectores y ya vosotros decidís si queréis llevarlas a cabo o no, aquí cada cual es libre de decidir qué hacer con su vida
EliminarEL BOLUDO DE SCOTT NO QUIERE DARSE CUENTA DE QUE ESTÁ ENAMORADO "-Para eso sí, pero no para que me comas lo que viene siendo todo el coño estando mi hermano en el piso de abajo, ¿no? Es la mujer de tu vida, tío." POR SUPUESTO QUE SI TARADO ASH. VOS SEGUI ESCRIBIENDO ASÍ REINA!
ResponderEliminarTE ADORO POR ESE REINA ♥
EliminarESOS ÚLTIMOS PÁRRAFOS SON PRECIOSOS ERI. ¿CÓMO ESCRIBES ASÍ DE BIEN JODIDA??
ResponderEliminar¡A mí también me sorprenden un montón #no #te #preocupes! Vamo a calmarno
EliminarNo, en serio, de verdad que no sé cómo se me ocurren esas cosas, simplemente... aparecen.
me sumo al ataque de diabetes de las de arriba jajaja yo necesito un Scott en todos los aspectos de mi vida, y cuandlodigo en todos es en TODOS, omg que muchacho
ResponderEliminary que se entere ya Tommy y a tomar por culo tó
Es que es ODIOSO de verdad tan pronto se mete entre tus bragas como te acaricia la mejilla y te compone medio Quijote, no lo soporto
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