jueves, 21 de julio de 2016

Aviones de papel.

Alec podía decir misa, protestar porque le sacábamos de la cama o porque le espantábamos a una chica, o cabrearse porque según él “no era normal lo mucho que le vacilábamos, si no le queríamos en el grupo, se lo decíamos claramente y él se buscaría la vida con otros”, pero, a la hora de la verdad, el cabrón cruzaría el infierno descalzo con tal de echarnos un cable.
               Igual que haríamos nosotros con él.
               Pero teníamos que hacernos los duros. Y putearnos de vez en cuanto, porque éramos tíos, y en eso se basan las amistades masculinas; en clavarte puñales en el ojo y luego defender al otro a muerte cuando no está, cueste lo que cueste.
               -Ya estoy en el metro-me había dicho por mensaje de texto, en una conversación privada, porque no era tan gilipollas como podíamos esperar de él. Eleanor se inclinó hacia el móvil pero yo aparté la pantalla para que no viera con quién hablaba. Me gustaba ponerla nerviosa. Había protestado muchísimo cuando le dije que habría que comprarle unos leggings o algo, incluso para estar por casa, porque no podía pasarse desnuda todo el fin de semana.
               -No finjas que no te encana que me pasee desnuda por la casa, Scott-espetó, fingiendo estar molesta y no sintiéndoselo en absoluto. Le gustaba provocarme más que a mí el sentirme provocado.
               -No quiero ganarme un puñetazo de tu hermano porque cojas un resfriado sólo por calentarme, El.
               -Puedo calentarte incluso con burka-respondió.
               -Yo estoy entrando-tecleé, y Alec me mandó un puño con el pulgar en alto. Tenía que hacerse el duro conmigo. Le mandé otro igual. Y me envió un corte de manga.
               Pero sonrió cuando me vio aparecer, con muchísima malicia, contento de descubrir por fin mi secreto… y de ver que era más jugoso de lo que esperaba. Ni siquiera se levantó cuando nos plantamos ante él. Ya había confianza.
               Habíamos crecido juntos, y había visto crecer a Eleanor.
               Masticó con parsimonia su chicle, hizo un globo, y soltó, antes de que pudiéramos siquiera decirle “hola”, “sentimos haberte sacado de la cama tan temprano” o “qué feo eres, payaso”:
               -¿Tienes un cigarro?
               -¿No habías dejado de fumar?-ataqué.
               -¿Quién eres? ¿Mi madre?
               Saqué un paquete de tabaco del bolsillo interno de la chaqueta y se lo tiré, ignorando la mirada reprobatoria que me lanzó Eleanor. Lo miré como diciendo “éste es el último, ¿vale, tío? Necesito que no te dé cáncer para seguir haciéndote de rabiar con 80 años”.
               Seré cínico. Yo fumo más que él.
               -Más vale que sea importante el motivo por el que me has despertado de mi apetitosa siesta-sonrió, alzando las cejas, dando una calada y soltando el aire despacio. Miró a Eleanor.
               Ya lo sabía, pero quería asegurarse.
               Vi cómo Eleanor se sentía pequeña bajo la mirada de Alec, quizás por todas las veces que había estado en su casa, o él en la de ella, y las cosas habían sido tan diferentes. Fue como si los dos años que le sacábamos, que conmigo no eran nada, se multiplicaran por diez con él. Parecía, incluso, que lo nuestro estaba mal.
               La cogí de la mano, y ella me miró, se abrazó a mi brazo y me acarició la cara interna. Miré a Alec desafiante.
               Alec sólo sonrió, satisfecho por fin con la verdad.
               -Sabía que te pasaba algo, tío, llevabas unas semanas rarísimo. No es normal que no intentes quitarme a las castañas. Para que luego digas que no tienes un tipo de tía-se burló, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a la melena de Eleanor. Vale, sí, me gustaba el pelo marrón, ¿pasa algo? Hay gente que tiene fetiches sexuales muy raros, como untar de queso suizo los pies de sus parejas y masturbarse mientras los chupan, y salen a la calle sin ningún tipo de pudor.
               -Yo no te quito a nadie-protesté.
               -Eres envidioso, Scott, asúmelo, y viviremos mejor todos. Además-añadió-, ya me parecía a mí que estabas de demasiado buen humor a pesar de que llevabas varios fines de semana sin echar un polvo.
               -Llevo echando polvos todos los fines de semana desde hace mes y pico, pero gracias por tu interés-repliqué. Sacudió la cabeza.
               -Y luego tienes los cojones de decirme que no me enrolle con tu hermana. Vale.

               -Trae-dije, y le cogí el cigarro y di una calada. Eleanor puso los ojos en blanco-. Y tú… ni se te ocurra empezar a fumar.
               -Hay vicios mejores-se burló Alec, sacando un manojo de llaves impresionante y metiendo a la primera la que era. Empujó la puerta y estiró un brazo-. Las damas primero.
               Eleanor me miró, yo asentí (joder, es Alec, es de fiar), y entró con paso firme, lento aunque seguro.
               Alec tecleó en la alarma y la desactivó cuando quedaba un segundo para que empezara a sonar.
               -Eres un temerario.
               -Soy un puto ninja, chaval-replicó, sonriendo, cogiéndome el cigarro y dando otra calada. Se inclinó a coger un skate del expositor-. Mira cómo mola esta mierda, y el hijo de puta dice que no tiene pasta para comprarle nada a la cría. Pues ya tengo regalo para Mary-se burló, quitándole la etiqueta y apoyándose en el mostrador. Los dos nos descojonamos.
               Alec tenía un hermano, además de a Mary, pero no se llevaba con él. Nosotros éramos más familia suya que su hermano, cinco años mayor. Cuando los padres de Alec se separaron, habiéndolo tenido a él casi de milagro, intentando solucionar algo que estaba roto, su hermano le echó la culpa a él. Se ve que el hijo recién llegado es el causante de que la convivencia incluso anterior a él sea pésima.
               Y terminó de cruzarlo cuando, quedándose a vivir con su madre, recibió con los brazos abiertos a Mary. A Alec no podía importarle menos; no se consideraba familia de él.
               Se seguían viendo en las fiestas, pero no se trataban de usted casi de milagro. Mary intentó interceder por los dos, hacer que se acercaran, diciendo que eran todos familia en mayor o menor medida;  pero cuando las cosas llevan frías mucho tiempo, es difícil insuflarles de nuevo calor, no digamos ya conseguir que el fuego vuelva a arder.
               De dónde había sacado Alec las llaves de aquella tienda era un misterio, pero yo estaba acostumbrado a no preguntar en cuanto a movidas familiares se refería.
               Escuchándonos hablar un día en casa, Sabrae había fruncido el ceño.
               -Creía que sólo tenías una hermana, Alec.
               Alec se volvió hacia ella.
               -En todas las familias hay un hermano guapo y un hermano listo. Yo soy los dos en la mía-sonrió, y creo que ahí fue cuando empezó a atraerle a mi hermana. Le iban los chulos, como yo, y Alec era todavía peor. Para que luego se quejara de que yo era insoportable.
               Eleanor se acercó a unas perchas de la pared, inspeccionó una sudadera blanca de letras azul eléctrico. Se puso de puntillas.
               -¿Quieres que te ayude?-preguntamos los dos a la vez, pero ella negó con la cabeza, y sus bucles chocolate bailaron en su espalda. Se puso a buscar su talla, luchando por estirarse. Se le subió un poco la falda.
               Tanto Alec como yo torcimos la cabeza, disfrutando de las vistas de su culo que amenazaban con aparecer. Joder, qué culo tenía.
               Me di cuenta de la sincronización con mi amigo más tarde de lo que me habría gustado. Le di un golpe en el pecho.
               -Eh-gruñí.
               -Nunca me había fijado en lo guapa que es-se excusó, y yo se lo agradecí en el alma, de verdad. Si hubiera dicho “lo buena que está”, le habría partido la cara allí mismo. Lo había dicho así no porque fuera mi chica, sino porque era la hermana de Tommy-. Buen gusto y buena suerte. La mejor combinación que puede tener un tío.
               Sonreí.
               -¿Te gusta cómo le quedan mis bóxers?
               -Ya me parecía a mí que me sonaban de verlos tirados por mi habitación después de una buena sesión de sexo salvaje heteroflexible.
               Nos reímos.
               -Eres gilipollas, Alec.
               Eleanor bufó, se acercó a una esquina, cogió un taburete y lo plantó delante de las sudaderas. Era terca como ella sola. Siguió revolviendo.
               -¿Por qué no nos lo dijiste, Scott? Somos tus amigos, joder-quiso saber Alec-. No sólo quedamos para echar unas canastas. También nos contamos las cosas buenas.
               -Tommy no lo sabe-expliqué.
               -¿Y?
               -Que sois unos putos bocazas. Es más fácil guardar un secreto entre dos que entre 5. Pero, si esos 5 sois vosotros, olvídate.
               Puso los ojos en blanco.
               Cogió el paquete y me tendió un cigarro.
               -Voy a dejarlo.
               -¿Por ella?-inquirió.
               -Alec-lo frené.
               -Me hace gracia, eso es todo-lo encendió y le dio una calada-. Deberías contárselo a Tommy. Te está matando por dentro. Lo veo.
               -¿Y que se cabree conmigo?-espeté.
               -No va a dejar de hablarte siempre. Joder, Scott, ¡sois hermanos! Todos lo somos. Yo me cabreo con vosotros, no nos hablamos en un par de días, nos damos de hostias y volvemos a echar partidos y hacer las cosas de siempre.
               -No aguanto dos días sin ella, como para pasarlos también sin él.
               -Estáis tan enamorados el uno del otro-suspiró trágicamente.
               -Y no llevamos ni dos meses.
               -Hablo de ti y de Tommy, retrasado.
               -¿Llamamos a la prensa?
               Eleanor por fin encontró su sudadera, y se bajó de un brinco del taburete. Fue a recogerlo, pero Alec la detuvo.
               -Déjaselo ahí. Quiero que sepa que he estado aquí.
               Eleanor alzó las manos y se dirigió a unas perchas con leggings negros y bolitas minúsculas de colores; era como si hubieran entretejido hilos de colores por dentro y se hubieran dedicado a hacer nudos en el exterior. Parecían lunares de arcoíris.
               Pasó a la parte interna del mostrador. Se apoyó en el cristal, yo apoyé los codos en el mismo lugar. Éramos pacientes en lo que a mujeres respectaba.
               Eleanor recogió unos pantalones y se los pegó a las piernas.
               -¿Quieres probártelos?-preguntó Alec, y ella asintió con la cabeza y se fue derecha al probador.
               -Se te da bien esta mierda-le dije cuando nos dejó solos.
               -Se me dan bien las mujeres-corrigió-. Te las buscas cercanas, ¿eh? Cuando te dijimos que procuraras echarte novia del instituto, no nos referíamos a esto.
               Habían protestado un montón cuando empecé a salir con Ashley, porque teníamos que ir al centro para que yo pudiera verla. Además, la zona por la que habíamos pasado a salir era más cara. Tales eran las pullas que Tommy tuvo que terminar intercediendo por mí.
               -El chiquillo se nos ha enamorado y vosotros le decís que se busque una más cercana. No se puede ser exigente con vosotros alrededor, tíos. Así no vamos a mejorar la especie.
               -No veas lo bien que me siento por dentro estando con ella, A-dije, observando la cortina detrás de la que se ocultaba Eleanor.
               -S, no hagas como que el sexo no es cojonudo.
               Me mordí el piercing, en mi mejor sonrisa de Seductor™.
               -¿Tan bueno es?
               -¿Crees que es genético?
               -¿La calidad? Sin duda.
               -Entonces, Tommy es mil veces mejor que yo.
               -Dios nos libre, no soportaría que alguien fuera 999 veces peor que yo. Ni yo, ni Londres. Son ellas-aclaró-. Lo hacen mejor.
               Me miró con intención, pero yo no recogí el guante, obligándole a espetar:
               -Tu hermana me debe una mamada.
               -Y me lo cuentas, porque…
               -Que lo sepas-me dijo, encogiéndose de hombros.
               -¿Qué coño soy, Alec? ¿Su secretario sexual? ¿Quieres pedir cita? ¿La llamo, y comparamos fechas? ¿Te viene bien el jueves?
               -A mí me vienen bien todos los días.
               -Me cago en tu madre.
               -Me la ha metido doblada. Tu hermana, no mi madre. Dios nos libre; en mi familia no somos tan pervertidos.
               -En algún momento tenía que pasar… y me alegro de que haya sido ella.
               -Pero se la metí antes-sonrió, orgulloso, y me apeteció estamparle la cara contra el cristal y aplanarle la nariz.
               -Mi más sincera enhorabuena. Y ahora, te alejas de mi hermana.
               -Aléjate tú de la de Tommy.
               Me mordí el piercing.
               -Hijo de puta-musité por lo bajo, mientras en su cabeza se reproducía la imagen de la panda de tíos de instituto gritando al ver que uno había soltado la vacilada del siglo.
               -Tenía que pasar, S. Tenemos química. Sabrae es hembra, yo soy macho, así son las cosas, y así han sido siempre.
               Puse los ojos en blanco y lo miré.
               -Dime que te pusiste condón, por lo menos.
               -¡Pues claro que uso condón! ¿Cuándo no lo he usado yo?
               -No lo sé, Alec, ¿cuando una tía no te insiste, quizás?-sugerí.
               -¡PERDONA!-ladró-, yo siempre me pongo protección, no me gusta ir haciendo bastardos por ahí. Igual a ti te va ese rollo, pero a mí, no. Como tampoco me mola tener que estar cada dos días preguntando a la tía en cuestión si sus bragas se han vuelto comunistas.
               Me eché a reír, porque era un gilipollas gracioso. Le di una palmada en la nuca mientras sonreía, con una ceja alzada.
               Tuve que perdonarle a esa carita de perrito abandonado todas las veces que decíamos que su hermana era guapa y nos contestaba “no os acerquéis a Mary, es mi tesorito”.
               Alec era súper protector con Mary. Si Tommy y yo éramos pitbulls con nuestras hermanas, Alec era un puto león, un dragón enfurecido. Nadie le haría daño a Mary y se saldría de rositas mientras él tuviera un hálito de vida en su pecho.
               Una vez, un tío detrás del que iba Mary le dijo que quizás le interesara si tuviera un poco más de información de cómo era su cuerpo. Mary se sintió presionada, lo habló con sus amigas, que le dijeron que ni de coña hiciera nada de ese estilo para un subnormal semejante…
               …. Alec lo oyó…
               … y lo cazó en el gimnasio del instituto, le arrebató toda la ropa, la guardó en una taquilla, y lo lanzó en calzoncillos al patio.
               Ahora, el muy gilipollas vivía en Gales.
               Mary se cabreó muchísimo con Alec por aquello.
               -¡No puedes ir hundiendo en la miseria a la gente de esa manera!
               -¿Que no qué?-ladró su hermano-. Que el siguiente hijo de puta que se meta contigo dé gracias si no lo planto en una silla de ruedas-espetó.
               Menos mal que estaba él para defenderla, porque Mary era demasiado tímida y buena persona para hacer ese tipo de cosas. Era un poco como Logan; los demás lo protegíamos del mundo, porque sabíamos que había bien en ellos y que bajo ningún concepto debían salir heridos.
               Claro que a Mary, sus amigas no se la llevaban a dar palizas a violadores.
               Pero es que somos tíos.
               La testosterona nos hace ser incongruentes.
               -¿Estabas cerca de aquí?-inquirí mientras Eleanor abría la cortina y nos enseñaba los leggings. Los dos asentimos con la cabeza.
               -Tenía el metro cerca, así que llegué rápido-contestó.
               -¿Cómo se llama?
               -¿Por? ¿Vas a empezar una lista?-se burló, le hice un corte de manga-. Kristal. Con K. Exótico, ¿eh?
               -Como tu cara.
               Le tocó a él poner mala cara, y reírme, a mí. Eleanor dejó los leggings en la percha.
               -Quémala.
               -¿El qué?
               -La lista.
               Sonrió.
               -Joder, vas en serio, ¿eh?
               -O vas duro, o te vas a casa.
               -En cuanto llegue a casa y le prenda fuego, ya no va a haber vuelta atrás, S. Toda la gloria que te espera cuando llegues a las 200 se evaporará. Y, si vuelves, tendrás que empezar de 0.
               -Lleva sin haber vuelta atrás un mes, Alec-anuncié, contemplando cómo Eleanor se detenía y miraba una camiseta.
               Alec sonrió, y me puso una mano en el hombro.
               -Tenía unas ganas de que volvieras a enamorarte, tío…
               -Yo también.
               Nos quedamos en silencio, contemplando nuestro tema de conversación. Eleanor se paseó por media tienda… curiosamente, por la sección de tíos. Creo que quería comprarme algo, no sé si para pedirme perdón por lo de su regla, porque no me había cogido nada para el aniversario (aunque yo tampoco… aún), o, simplemente, porque le apetecía mimarme.
               -Me da igual que Tommy no te deje follártela-dijo de repente Alec-. Ella te hace bien.
               -Yo no me “follo” a Eleanor-protesté-. Que conste.
               -¿Se la metes?-replicó, y puse los ojos en blanco.
               -Y cómo lo hago, A-me burlé, y él se rió.
               -Entonces, te la estás follando, hermano. Siento romper tu fantasía.
               Eleanor depositó la ropa encima del mostrador. Los dos la miramos.
               -¿Es todo?
               Asintió, y fue a revolver en su bolso.
               -¿Qué se supone que estás haciendo?-dijimos los dos a la vez, y nos miramos, y ella también nos miró.
               -Buscar la cartera para… pagar.
               -Te invito yo-dije, y Alec:
               -Que le jodan a mi hermano, me debe un montón de pasta. Espera. Trae-cogió los leggings y pasó la etiqueta por la luz, que pitó de repente, encendiéndose la pantalla de la caja registradora. Se abrió el cajón y Alec sacó doscientas libras-. Qué hijo de puta, mira la pasta que tiene aquí, y luego en Navidades no le quiere regalar nada a Mary porque dice que “anda corto de dinero”… será desgraciado.
               Eleanor se echó a reír.
               -¿Me das una bolsa?
               -Cinco peniques-espetó, diligente. Y Eleanor volvió a reírse-. Hay que concienciarse, y dejar de usar tanto plástico.
               Pero se la tendió y Eleanor metió las cosas dentro.
               Fue la primera en salir a la calle. Lloviznaba, pero había metido un paraguas en el bolso.
               -¿Quieres que te acompañemos hasta el metro?-le pregunté, pero sacudió la cabeza.
               -Sólo es agua. Además, seguro que a mi chica le gusta verme así, mojadito-bromeó, y Eleanor volvió a reírse.
               -Gracias por esto, Alec. Eres un sol-dijo, poniéndose de puntillas y dándole un beso en la mejilla, y Alec se dejó hacer, porque le encantaba sentirse querido.
               -Menuda novedad-respondió-. El día que te canses de este payaso-dijo, señalándome-, ven a verme. Y, si se pasa contigo, me lo dices, y le rompemos la cara entre tu hermano y yo.
               -Me portaré bien-prometí, levantando el meñique, y él me lo cogió con el suyo.
               -Promesa de meñique, quien la incumpla, que muera-sentenció, soltándolo-. Pero, ahora en serio. No le pases ni media, El. Por muy guapo que sea.
               -Tampoco pensaba hacerlo… aunque él es bueno-respondió mi chica, mirándome a los ojos, colgándose de mi brazo.
               -Hasta que coge confianza.
               Se puso la capucha de la sudadera y tiró un poco de los cordones para que se le ajustara a la cabeza, aplastándose un poco el pelo castaño contra la frente.
               -Me voy antes de que os empecéis a morrear y me propongáis un trío, porque llevo unos días muy tontos y digo que sí a cualquier cosa-anunció-. Pasadlo bien, ¿vale? Usad condón, y todo eso.
               -Tengo la regla-respondió Eleanor con resignación. Alec se dio la vuelta y caminó un par de pasos hacia atrás.
               -¿Y? No nos importa ensuciarnos de vez en cuando. Merece la pena, ¿o no, S?
               Asentí con la cabeza, y Eleanor se mordió el labio, sonriendo.
               -Oye, El-llamó Alec con los pies en el bordillo-. Mi hermana… ¿tiene novio?
               -Iba a Canterbury con ganas de ligar.
               Suspiró.
               -Ay, mi niña preciosa, que me la pervierten, los putos sureños.
               Se llevó los dedos a la frente, haciendo el saludo militar, miró a ambos lados (porque era más listo que yo) y cruzó la calle con las manos en el bolsillo. Si se hubiera caído de morros, me habría dado tal ataque de risa que me habría muerto allí mismo.
               No hubo suerte.
               Sus palabras cuando me abrazó resonaron en mi mente mientras se perdía entre la bruma, la poca gente que iba por la calle, y los edificios.
               -Hace años que no te veo así de bien, S.
               -Hace años que no estoy así de bien, A.
               Eleanor apoyó la cabeza en mí, y suspiró.
               -¿Vamos a casa?
               Asintió.
               -¿Estás cansado?
               -No, ¿por?
               -Me apetece ir dando un paseo.
               -A estirar las piernas, ¿eh?
               -No, Scott. A aprovechar para ir de tu brazo.
               Sonreí. Sospeché que ella también llevaba años sin estar así de bien. La besé en los labios, ella me acarició la cara mientras lo hacía.
               Corrección, Alec, por si me escuchas en la distancia: nunca he estado así de bien.
              
Dejó la caja de bombones que había comprado de camino a casa encima de la mesa de la cocina. Por fin, reconoció que había cogido dos. Era imposible que una abultase tanto.
               No podía culparla.
               Si ya de por sí el chocolate estaba bueno, cuando tienes el cuerpo en modo autodestrucción, debe de estar el doble de rico.
               Además, aquellos bombones tenían crema de almendra por dentro.
               Creo que Alá estaba en ellos.
               Igual debería lavarme las manos y rezar un par de oraciones antes de sentarme a comerlos… a poder ser, descalzo.
               Se apartó el pelo de la cara y se masajeó el cuello; sacó las dos cajas, abrió una, y se metió un bombón en la boca. Tenían forma de cosas marinas: caracolas, conchas, gambas, ostras… incluso mejillones, y caballitos de mar.
               Dejé la chaqueta en el perchero de la puerta, asegurándome de que la carga que contenía estaba bien guardada en el bolsillo interno. No tenía ni idea de cuándo le daría el regalo, pero sí sabía que lo haría antes de dejarla marchar.
               Casi podía verla llevándolo delante de todo el mundo, clamando que tenía dueño pero sin decir quién… o, más bien, que ella era dueña de alguien.
               Se acercó a mí y me besó en los labios, y su boca sabía a cereza de nuevo (hola, vieja amiga), y a chocolate. Se colgó de mí, y yo la sujeté de la cintura.
               Era un día de mierda en Londres; llovía a cántaros, hacía un poco de viento en algunos puntos, y las nubes encapotaban el cielo y asfixiaban la ciudad, alejando al sol de sus dominios. Pero, para nosotros, era un día genial. Nos habíamos despertado juntos (más o menos), habíamos dado un paso más en la relación presentándonos ante alguien con las manos unidas, habíamos ido por la calle del brazo y nos habíamos besado en cada esquina sin mirar por encima del hombro que no hubiera conocidos espiándonos, gente que pudiera ir con el cuento de nuestro amor a personas que no nos convenía que se enterasen aún.
               -¿Qué hacemos, S?-preguntó, y me encantó cómo utilizaba mi diminutivo, al igual que me encantaba cómo decía mi nombre, de la misma manera que me encantaba que me llamara de cualquier otra manera… incluso por mi segundo nombre, aquél que detestaba de labios de los demás.
               -Todo lo que queramos-susurré, y sonrió, y se echó a reír cuando le mordisqueé el cuello. Me apeteció dejarle marcas en su perfecta piel-. Te diré lo que haremos-le dije-. Vamos a irnos a la cama, y te voy a besar por todo el cuerpo, especialmente en los labios, hasta que se te olvide en qué día vivimos.
               -No vas a tener que hacerlo mucho-reconoció. Le tendí la mano y ella la cogió. Se estiró para coger la caja de bombones ya abierta, siempre en contacto con mi mano, y me siguió hasta la cama. La dejó encima de la mesilla de noche, donde habían reposado los tazones del desayuno, donde reposó la tarrina de helado hasta que nos dimos cuenta de que no conservaría sus propiedades frías muy bien si lo dejábamos a la intemperie.
               Me senté en el borde de la cama, ella se sentó sobre mis rodillas, a horcajadas, y empezamos a besarnos despacio. Me desnudó, la desnudé, nos desnudamos, siempre con las bocas uniéndose, las lenguas acariciándose, los suspiros mezclándose, las respiraciones acelerándose y las manos perdiéndose en las del otro, en el cuerpo del otro. Nos dejamos los bóxers, no obstante. Sospecho que ella no quería que viera ningún rastro de la forma en que se rebelaba contra nosotros su cuerpo.
               A mí, desde luego, no me habría importado un ligerísimo defecto. El cuadro entero, en sí, era perfecto.
               Le acaricié el costado cuando me tumbé y coloqué la cabeza sobre las almohadas y ella se arrastró sobre mí, sentándose sobre mí como cuando nos acostábamos y se ponía encima y decidíamos que había que perder un poco el control. Un poco, nada más.
               Mis manos subieron por su cintura, pasaron por la parte delantera de su torso, se detuvieron muy despacio en sus pechos.
               -Avísame si te duele-le dije, mientras se los acariciaba despacio. Negó con la cabeza, arqueando un poco la espalda, cerrando los ojos.
               Layla me dijo una vez que cerrábamos los ojos cuando experimentábamos otras sensaciones, especialmente durante el sexo, porque la vista es el sentido que más información recaba y, por tanto, al que más atención presta el cerebro. Así, con la vista anulada, hay muchísimo más espacio para centrarse en otras sensaciones: oído, gusto, tacto, olfato.
               Por eso besábamos con los ojos cerrados.
               Por eso abrazábamos con los ojos cerrados.
               Por eso cerrábamos los ojos cuando nos acercábamos al orgasmo.
               Era el cerebro, decidiendo que ver no era lo importante, que la belleza se sentía, se olía, se degustaba o se escuchaba, en lugar de verse.
               Me incorporé: estábamos sentados el uno frente al otro. Ella abrió los ojos. Le besé las clavículas, y volvió a cerrarlos. Fui por su hombro, su mandíbula, su cuello, su oreja, de nuevo por su mandíbula, su mejilla, su boca, su nariz, sus ojos, su frente, de nuevo a la boca.
               Jamás me cansaría de besarla.
               Jamás terminaría de recorrerla con los labios.
               -Voy más abajo-anuncié en su oído, y me mordió el lóbulo de la oreja. No, no; no me lo mordió.
               Me lo besó con los dientes.
               -No me hagas eso, ¿vale? Sólo… bésame.
               -He hablado de besos, no de cunnilingus, Eleanor. Tampoco te me lances al espacio.
               Se echó a reír, dejó escapar una exclamación cuando salté de su mandíbula a sus pechos. Se los besé despacio. No me atrevía a mordisquearlos ni un poco. No me imaginaba lo sensibles que podía tenerlos, y era la primera vez que estaba con ella estando ella así, así que tampoco tenía mucho espacio para emocionarme. Subí por sus clavículas, volví a bajar. La tumbé sobre su espalda y le besé la cara interna de un brazo, y luego, del otro. Se echó a reír; le estaba haciendo cosquillas.
               -El-dije, entre beso y beso-, te voy a hacer una pregunta, y quiero que seas sincera, ¿vale?
               -Sí-suspiró, cerrando los ojos. Estaba por su vientre, llegaba a su ombligo.
               -¿Notas el piercing?
               -¿Ahora?
               -Y siempre.
               -A veces-respondió, y se mordió el labio-. Depende.
               -¿De qué?-me reí.
               -De muchas cosas. De la zona. Cuando estás…
               -¿Ya sabes, ahí?-sugerí, y la noté sonreír cuando espiró.
               -Sí… ahí, lo noto. En los labios, evidentemente. También depende de… si haces más o menos presión. De qué lado me estés besando… de si te ríes cuando me besas.
               -¿Lo notas cuando me río?-dije, sonriendo.
               -Sí-volvió a suspirar-, porque también lo haces con más profundidad, es como si… quisieras tatuarme tu sonrisa. Me gusta cuando me besas mientras sonríes.
               -A mí también me gusta besarte cuando lo haces tú.
               -Oh, Scott…
               ¡Dios! ¡Nuevo tono de llamada en 3… 2… 1…!
               Le bajé un poco el elástico de los bóxers, y protestó.
               -Te he dicho que…
               -Voy a tus caderas, no tu sexo. Relájate.
               Se encorvó un poco cuando le mordisqueé la piel por encima del hueso de su cadera.
               -Has nacido para pronunciar esa palabra.
               -¿Cuál?-la puteé-. ¿Relájate?
               -No, la otra.
               -¿Caderas?
               -Oh, Scott, eres un… un…-sacudió la cabeza. Vamos, nena, insúltame. ¿O es que no puedes? ¿Mi boca te distrae?
               Fuera lo que fuera lo que hubiera dicho en cualquier otra situación, en ese momento, se quedó callada. Me incorporé y me puse encima de ella, con las manos a cada lado de su cabeza.
               -Eleanor-susurré, reclamando su atención. Abrió los ojos y me acarició la espalda-. Eleanor-insistí, porque quería que me lo preguntara, quería que anticipara el momento… o pillarla por sorpresa.
               -¿Qué?-preguntó en voz baja, apenas un susurro, pero estaba lo suficientemente cerca para escucharla. Sonreí como sonreiría Mojo Jojo si consiguiera derrotar a las Supernenas.
               -Sexo-respondí, y ella sonrió, y me besó, y recogió aquella palabra con su lengua, arrancándomela de la mía. Volví a bajar por su cuerpo, más deprisa. Le separé un poco las piernas y empecé a ir más allá, bajando por su muslo, hasta su rodilla… su tobillo…
               Dejó escapar un bufido cuando volví a su tobillo. Seguí subiendo. Volvió a bufar cuando me detuve en su rodilla, y arqueó la espalda y dejó escapar un gemido ahogado cuando seguí por su muslo. Me detuve.
               -¿Estás bien?
               Asintió despacio con la cabeza.
               -¿Seguro? ¿Quieres que pare?
               -Si paras, acabas conmigo-murmuró, y sonreí, y seguí besándola. Me estaba poniendo a cien. Tranqui, Scott, no te lances al espacio; ya sabes lo que hay.
               Sí, lo sabía, claro que lo sabía, pero eso no hacía que la desease menos.
               Volví a su cadera, subí hasta su ombligo y volví a bajar. Ella se mordió el labio. Le mordisqueé un poco la piel por encima del hueso de la cadera, robándole un “oh, Scott” que me sonó a gloria. Seguí bajando… y volvió a bufar cuando llegué a su muslo. No le hice caso, pensé que estaba cabreándose consigo misma por estar en su situación y no poder satisfacerse como le apetecía.
               -Scott-llamó cuando llegué a su rodilla, y me incorporé para mirarla, y ella me miró a mí.
               Y me lo dijo.
               Y yo obedecí, evidentemente.
               -Para.
               Me tumbé a su lado y dejé que me acariciara el costado mientras cerraba los ojos.
               -¿Demasiado para ti?
               No contestó, estaba meditando, sumida en sus pensamientos, perdida en su mente, demasiado lejos de la última frontera a la que yo podía llegar.
               -Quiero que te vayas-dijo finalmente, pero sus dedos continuaron persiguiendo las líneas invisibles que trazaban los músculos de mi espalda.
               -¿Qué?-inquirí, seguro de que no la había oído bien.
               -Las piernas…-empezó a explicar, con voz entrecortada-. No me las aguanto. Me… arden. Me pasa a veces. Especialmente, en invierno. No te… quiero aquí-vale, eso me dolió un poco. Qué coño, me dolió un montón-. Me pongo… insoportable-dejó de dolerme, pero se quedó marca.
               -Pero yo me quiero quedar aquí, contigo. Puedo cuidarte.
               -Esto no es tan fácil de cuidar. Puedes cuidarme lo de fuera, pero por dentro, tengo que apañármelas yo sola.
               -Puedo traerte lo que necesites.
               -No necesito nada.
               -Cuando lo necesites.
               -Si llego a hacerlo.
               -Sí, si llegas a hacerlo.
               Se quedó con los ojos cerrados, valorando las posibilidades. No dijo nada más, así que me imaginé que había ganado ese terreno. No lo concedió de muy buena gana, pero tenía que aguantarse. Yo hacía cosas que no me gustaban todos los días (incluso ese fin de semana, como no hablarle a Tommy de lo feliz que era cuando él me preguntaba qué tal estaba, y no poder compartir algo como lo que tenía con Eleanor con mi mejor amigo hacía que se me retorciera el alma de una forma en que no se había retorcido nunca), y tenía que apechugar.
               Se abrazó a mí, cogió la sábana y nos tapó con ella… pero me percaté de cómo alejaba las piernas de mi cuerpo y las sacaba a la intemperie. Respiraba profundamente, como si le costara mover el diafragma y, a cambio, cada vez que lo hacía, quisiera aprovechar al máximo el esfuerzo.
               -¿Qué se siente?-pregunté, y ella frunció el ceño. Creo que en ese momento le apeteció estar soltera.
               -Es como si… se estuvieran ensanchando. Y la piel no lo soportara. La carne crece, pero la piel se queda ahí. Como llevar unos pantalones que te quedan pequeños durante varias horas, y ya no poder ni estar de pie, ni sentado, ni nada. Es… agobiante. Y duele. Pero, sobre todo, es agobiante, porque no puedo hacer nada por mejorarlo. Haga lo que haga, el fuego sigue ahí.
               Fue entonces cuando decidí meter la pata hasta el fondo, sugiriéndole a una chica lo que tenía que hacer cuando estaba menstruando, como si fuera la voz de la experiencia, una especie de oráculo vaginal o algo por el estilo.
               -¿Has probado a darte una ducha de agua fría?
               Ni siquiera lo vi venir, en serio. Un segundo estaba tumbada a mi lado, luchando por respirar, y al siguiente había abierto los ojos, se había incorporado y me gritaba con rabia en la mirada:
               -¡VAYA, SCOTT, ERES UN GENIO, CÓMO NO SE ME HABRÁ OCURRIDO EN ESTOS TRES AÑOS Y PICO QUE HACE QUE TENGO LA REGLA!
               Me la quedé mirando, en parte de mala hostia por su contestación, en parte cabreado conmigo mismo por ser tan imbécil, en parte arrepentido por no haber hecho lo que me decía y dejarla sola… y en parte triste por pensar en dejarla sola a cambio de estar tranquilo yo.
               -Perdón-susurró cuando volvió en sí-. ¿Ves lo que te decía? Yo… lo siento mucho, S-se arrastró y me besó en los labios-. Te quiero-me dijo, y si cada vez que me fuera a dar voces o fuéramos a pelearnos lo iba a zanjar así… bueno, tenía unas ganas locas de que me intentara tirar platos a la cabeza, a ver cómo lo solucionaba.
               -Sí que te afecta, ¿eh?-sonreí-. A Sabrae, casi se podría decir que la calma. Mi madre se vuelve loca.
               -¿Y Shasha?
               -Paso bastante de ella, la verdad. Además, le suele tocar cuando a mi madre, así que…-me encogí de hombros, acariciándole los suyos con el pulgar.
               -¿Y?
               -Que procuro largarme. ¿Te das cuenta de las semanas en las que como en tu casa, me paso el día en tu casa, y sólo voy a la mía a dormir? ¿Hay días que ni eso?-asintió-. Es porque le viene a mi madre. Deberías ver cómo se pone con mi padre. Está a dos habitaciones de distancia y ella empieza a gritar cosas como: “¿Tienes que respirar así de fuerte, subnormal?”
               -Pobre Zayn-susurró.
               -Que apechugue. Se casó con ella. Además, cuando no está subiéndose por las paredes porque no nos soporta a ninguno, le echa a mi padre unos polvos tremendos.
               Abrió mucho los ojos.
               -¿Zayn te lo cuenta?
               -Tommy y yo hablamos de sexo con nuestros padres más de lo que os pensáis las demás. Mis hermanas se tienen las unas a las otras, además de a mi madre. Lo nuestro es más reducido. Además, es normal. Somos hombres, nos va presumir-me encogí de hombros, porque, ¿cómo iba a comentar con Sabrae mis preocupaciones acerca de ciertas partes que parecían arder cuando lo hacía muy de seguido, o, quizás, con más fuerza de la que debería?
               -Mi madre se pone cariñosa-comentó-. Es inaguantable. Le da besos a todo el mundo. Bueno-meditó-, ya ves que incluso te los da a ti, a veces.
               -¡Oh, sí! Qué pecado, ¿eh?
               -¿No te molesta?-me miró con el ceño fruncido, preguntándose si sería tonto.
               -Nena, soy el primer hijo de mis padres, y de los tuyos también. Que a ti te vaya el incesto, y a mí también me guste, no quiere decir que esto no sea como incesto.
               -No nos une nada, S-replicó, sonriente.
               -Tenemos un hermano en común-contesté-. Quizá T y yo no tengamos los mismos padres, pero… es el único hermano que tengo.
               -Por esa regla de tres, yo soy tan hermana tuya como lo es Sabrae.
               Puse los ojos en blanco.
               -He pasado cosas con ella y cosas contigo, vale-admití-, pero eso no te convierte a ti en mi hermana ni a ellas en mis novias, El. El único que viene por asimilación es T. Por ejemplo, estuve mientras Tommy te animaba cuando te rompieron el corazón por primera vez, cuando rom…
               -Tommy no estuvo conmigo cuando me rompieron el corazón por primera vez. Lo pasé sola.
               La miré sin entender.
               -Estaba contigo-explicó-. Fuiste tú. Empezando a salir con Ashley. Os oí cuando le contabas qué tal te fue la primera vez que… bueno, supongo que te lo imaginarás-se encogió de hombros, fingiendo que  no le importaba, pero el dolor estaba ahí-. Una parte de mí tenía la esperanza de que lo hiciéramos juntos, ¿sabes? Tú y yo. Así, pasara lo que pasase… yo siempre tendría una parte de mí viviendo en ti, y una parte de ti viviendo en mí.
               -Lo siento-susurré, y lo decía de corazón, porque ella no se merecía que le hicieran daño, ya no digamos que se lo hiciera yo, y mucho menos que se lo infligiera con la ayuda de Ashley.
               -No importa-respondió, besándome el pecho-. Es más, te lo agradezco. Así sé lo que es estar con otros. Te puedo apreciar más.
               Movió las piernas, acomodándose, y dejó escapar un gemido. Y a mí se me ocurrió una idea.
               -Vengo ahora.
               -¿Adónde vas?-preguntó, pero yo repetí que volvía ahora, salí de la cama, me puse los pantalones y salí de la habitación mientras ella se incorporaba y se quedaba sentada, con la sábana rodeándole la cintura. Se la subió un poco para cubrir su desnudez, y tiró de ella para destapar más sus piernas.
               Empecé a abrir cajones a diestro y siniestro hasta encontrar lo que buscaba: un par de rodillos. Abrí una botella de agua de la nevera, la vertí sobre uno de ellos, mientras empapaba el otro en agua del grifo y lo introducía en la nevera, al lado de la botella, en un hueco entre un par de yogures.
               Me senté en la cama a su lado, le pedí que se tumbara y le cogí una pierna. Sonrió cuando el paño, húmedo y frío, entró en contacto con su piel. Se echó sobre su espalda y cerró los ojos.
               -Me preguntaba cuándo se te ocurriría hacer esto-confesó, y me la quedé mirando-. Tommy me lo hace siempre que me pongo así.
               -Deberías habérmelo dicho-recriminé; menuda gilipollez que estuviera aguantando el dolor como una lerda si sabía que yo podía hacer algo para que menguase.
               -Tommy protesta.
               -A Tommy le encanta darte mimos, lo que pasa es que los hermanos mayores nos tenemos que hacer los duros, no vaya a ser que descubráis que sois nuestra debilidad, y lo explotéis al máximo.
               Se estiró como una gatita a la que le acarician el vientre. Ay, mi niña.
               -Yo ya lo sabía-admitió-. De hecho, tengo mis métodos. Tengo que acariciarle el cuello y ponerme melosa, decirle “jo, T”… y lo tengo comiendo de mi mano.
               -Los cuellos son una mierda. Las chicas se cuelgan del mío cuando quieren algo. Me hunden en la miseria.
               -Tienes fetiche por el cuello-respondió ella-. Lo he notado. Te gusta que te lo acaricie mientras me beso.
               -¡Buf! ¿Y la nuca? De puto cine. No dejes de tocármela en tu vida, por lo que más quieras. Me vuelve loco.
               Se sonrojó un poco.
               -A mí me gusta cuando me acaricias…
               -¿Ya sabes, ahí?-sugerí, y me incliné a besarla.
               -No-sacudió la cabeza, su pelo bailó, y si no era el animal más bonito que vería en mi vida, que me quedase ciego en ese instante. No quería experimentar más belleza que la suya. No podría-. Los pechos. No sé, lo haces… con cuidado. Pero también con pasión. Es raro.
               -Es que los tienes muy bonitos, no quiero estropeártelos.
               -Eres tonto, Scott-se echó a reír, y me incliné hacia ella, la besé, ella me acarició la nuca, y yo le acaricié el pecho, y suspiró durante nuestro beso.
               Iba a acabar conmigo, pero yo la arrastraría a las profundidades. No permitiría que me dejara solo.
               Seguí pasándole el paño, y eso pareció calmarla. Me levanté y fui a por el otro; dejé el primero de reserva, esperando con impaciencia volver a recorrer sus piernas. Eleanor cerró los ojos, creo que se quedó dormida. Yo seguí pasándole la mano, paciente, sumido en mis pensamientos.
               Me había comprometido a hablarme de lo que me había pasado, las cosas que ella no sabía, pero no tenía ni idea de cómo iba a afrontar esos temas ahora que el momento se acercaba.
               -Vamos a empapar la cama-dijo, sobresaltándome, pues creía de verdad que dormía. Sonrió y me acarició la nuca, pidiéndome perdón.
               -¿Tanto te gusta que te pase la mano, mujer?-me burlé yo.
               -¡Eres tontísimo, Scott!
               Seguí acariciándola, tranquilizándola. Clavó los ojos en el techo, y, luego, en los míos.
               -Scott.
               -Mm.
               -Te voy a hacer una pregunta, y quiero que seas totalmente sincero cuando me respondas. Lo que te diga el corazón, ¿vale?
               -No me apasiona el sexo anal, pero por ti, podemos intentarlo.
               -¡Y DALE! ¡QUÉ OBSESIÓN CON DAR POR CULO!-chilló, y yo me eché a reír, me tiré sobre el colchón, pataleando. Me dolía la tripa y se me empaparon los ojos. Eleanor se incorporó y me miró, cansada de lo gilipollas que puedo llegar a ser cuando tengo el día tonto-. ¿Has acabado?
               -¡Deberías ver qué cara has puesto! ¡Madre mía! ¡Ya sé que no vas de eso, mi nena!-rodé y me situé sobre mi vientre, y le dediqué mi sonrisa de Seductor™-. Porque… no vas de eso, ¿verdad?-insuflé un poco de esperanza en mi voz. Puso los ojos en blanco, me cogió la mano, me la puso en sus piernas, se dejó caer, y ordenó:
               -A frotar.
               Seguí con mis tareas, le pregunté si no me iba a hacer aquella pregunta tan misteriosa (sospechaba por qué derroteros iba a terminar llevando la conversación), pero me dijo que me había cargado el momento, que la atmósfera ya no era propicia.
               -Lleva sin serlo años, porque Estados Unidos se empeña en seguir quebrantando el Tratado de París.
               Me detuve.
               -Pregúntamelo, El. Quiero saber qué es lo que quieres saber de mí.
               Suspiró, se pasó una mano por la cara, asintió, y clavó sus ojos de gacela en mí.
               -¿De verdad crees que las demás te consideran un objeto sexual?
               La desobedecí. No hice lo que me pedía: soltar lo que decía mi corazón nada más él dijera algo.
               Porque lo que dijo no le gustaría.
               Una única palabra, llena de rotundidad, rebotando en mi cuerpo y mi alma como si de un eco en una cueva se tratara.
               Sí.
               -Soy… como unos zapatos caros que se quieren poner-no podía ir directamente al grano, sabía que no le iba a gustar mi contestación… y lo peor era que sabía que la iba a entristecer, y bastante tenía con lo que tenía como para que yo le echara aún más mierda-. Espero que unos Louboutin de los que tiene mi madre-sonreí, pero mi sonrisa no escaló a mis ojos, y la suya tampoco. Supongo que hasta ese punto son empáticas-.Tienes muchas ganas de ponértelos, y una vez que los compras, te haces un par de fotos con ellos. Las subes a Instagram, esperas a que llegue la millonada de “me gusta”, y los guardas en la caja. Ya los has conseguido. Ya tienes la fama y la atención que querías. No hay necesidad de volver por ellos. Ni ellos tampoco van a suplicar por ti. Ellos van de que no quieren compromiso… y a ti no te merece la pena aguantarlos el tiempo suficiente como para que te empiecen a hacer daño.
               Me armé de valor para mirarla, y no me gustó lo que vi. Le brillaban los ojos.
               Qué grande eres, Scott.
               Aquí tienes la prueba de por qué quiere Tommy mantenerte lejos de ella.
               Sí que me quiere, pensé. Más de lo que creía.
               -Pero la culpa es mía-le aseguré, intentando quitarle hierro al asunto-. Si no hubiera empezado…
               -La culpa no es tuya-replicó, meneando la cabeza. Miró al techo y se pasó el dorso de la mano por los ojos.
               -Ojalá nunca sepas lo que es sentirte tan vacío por dentro como lo hice yo, Eleanor. Empecé a tirarme a todo lo que se movía porque necesitaba volver a sentirme vivo. Que algo en mí, por nimio que fuera, todavía funcionaba. Que alguien podía volver a desearme y centrar su atención en mí, aunque fueran un par de minutos. Hasta esos niveles te destroza que te pongan los cuernos: te vendes barato. Regalado, diría yo. Todo con tal de olvidarte de que la persona a la que más querías se olvidó de ti. Aunque fueran dos minutos. Dios, El, dos minutos son una puta eternidad. En dos minutos, pierdes el tren de tu vida. En dos minutos, los aviones se caen del cielo. En dos minutos, un volcán entra en erupción. En dos minutos, una estrella explota. Toda tu vida puede cambiar en dos minutos. Y no quieres que te pille sin nadie teniéndote en mente.
               Me picaban los ojos. Aparté la mirada.
               No llores delante de ella, Scott.
               ¡Scott! ¡Ni se te ocurra! ¡Ella no es Tommy! ¡No lo va a aguantar!
               Tomé aire y lo solté muy despacio. Está superado, estoy bien.
               Cuando me volví para mirarla de nuevo, la encontré a centímetros de mí. Me acarició la mejilla. Las galaxias que había en sus ojos de gacela brillaban como nunca. Era como si acabaran de nacer; el Big Bang había sucedido hacía escasos segundos.
               -Yo jamás sería tan gilipollas de hacerte eso, Scott.
               -Me dejó jodidísimo, pero ahora ya estoy bien.
               -Hay que ser retrasada para liarse con otro cuando te tenía a ti-espetó, y en su tono había una dureza que no había escuchado jamás. Ni cuando hablaba de Simon. Ni cuando le soltaba cualquier bordería a Tommy, en respuesta a una mayor de él.
               -Mm-fue todo lo que pude decir, porque puedes soportar que te traicionen, pero no que te arrebaten tu amor propio hasta hacer que nadie pueda volver a tomarte en serio. Sólo un puñado de privilegiados.
               Menos mal que yo había tenido la suerte de rodearme de privilegiados antes de que lo fueran.
               Suspiré.
               -Si alguna vez te pasa eso… déjame, ¿vale? Aunque sea por mensaje. No lo soportaría una segunda vez-le pedí.
               -No me voy a apartar de tu lado, mi amor-me aseguró, acariciándome el cuello, el pelo, la nuca. No podía apartar la vista de mí, pero yo apenas soportaba mirarla. Era tan preciosa… debería ser ella la que me rompiera el corazón. Debería haber llegado a ella intacto. No así.
               -Eso dicen todas.
               -Yo no soy todas.
               Sonreí, un poco con cansancio, un poco agradecido por mi suerte.
               -Ya lo sé, mi amor.
               Se inclinó y me besó. Con profundidad, pero despacio. Con pasión, pero con calma. Me acarició la mejilla; yo la atraje hacia mí. Quería perderme en ella, quería deshacerme sobre ella, pasar a ser polvo y atravesar su piel, fundirme en su ser, que nos volviéramos literalmente inseparables. Se me aceleró el corazón y la respiración se me volvió irregular. Le acaricié el costado mientras ella enredaba los dedos en mi pelo.
               No sé cómo, de la misma manera que escaló el tono de los besos, volvió a decrecer. Era como si hubiéramos mantenido una discusión, yo le hubiera soltado algo bonito, y ella se hubiera tranquilizado. Nos quedamos con las frentes pegadas; ella se pasaba un mechón rebelde por detrás de la oreja, recuperando el ritmo normal de su respiración.
               -Yo no creo que las demás te traten como un objeto, S. Estoy segura de que te respetan mucho más de lo que piensas. No sabes lo que impones. Tampoco sabes cómo atraes. Eres… como el imán más fuerte del mundo. Pero no atraes metal.
               -Menos mal, ¿te imaginas que me diera por entrar en una tienda de cuchillos?
               Se echó a reír; era una risa sincera, no la típica risa de “mi novio se está deprimiendo y suelta tonterías sin gracia, pero me tengo que reír para no hundirlo más en la mierda”.
               -¿Ves? Eres guapo, eres gracioso, eres listo…
               -No te olvides de que tengo pasta. Mucha pasta.
               Sonrió, y el amor que había en su expresión me atravesó.
               -También eres rico-concedió-, pero, sinceramente, ¿crees que eso me importa a mí?-negué con la cabeza-. Pues seguro que a la mayoría tampoco les importaba. Haces que nos sintamos bien, S. Si te tuviera que considerar un objeto, no te consideraría unos zapatos de tacón. Más bien… unas zapatillas.
               -Ah, vale, muchas gracias-repliqué.
               -No lo entiendes. Las hay más bonitas que unos zapatos de tacón… son cómodas… y son lo que más ganas tengo de ponerme cuando salgo de fiesta y me matan los pies. Mis zapatillas de dinosaurio rosa y el pijama de Stitch.
               Nos miramos un segundo.
               -No entiendo por qué flipas con las cosas que te digo si tú me las dices cien veces más bonitas.
               -Me comparas con galaxias, Scott, ¿cómo quieres que me lo tome?
               -Las zapatillas molan más que las galaxias-protesté. Y me cogió la cara y me dijo un “lo que tú digas, tesoro” que me supo a gloria, y me besó sin dejarme escapatoria… como si me quisiera ir a algún sitio.
               Salimos de la cama sólo para comer, y terminamos pidiendo que nos trajeran hamburguesas a casa. Nos sentamos en el sofá a comerlas, a ponernos perdidos de kétchup y mostaza, y a terminar besándolos y amenazando con mandar a la mierda las precauciones de por la mañana…
               … hasta que Eleanor volvió a quejarse de sus piernas, y ahora parecían estar peor. Volví a pasarle los paños húmedos y fríos, y eso pareció calmarla, aunque no tanto como antes.
               Eso, o estaba echándole cuento para que no le concediera cualquier deseo, incluido cantar para ella.
               Tommy y yo teníamos un trato: si la hermana de uno estaba enferma y estábamos los dos cuidándola, cantaría el hijo de los mismos padres. Yo no podía cantarle a Astrid por mucho que me suplicara, y Duna no podría escuchar a Tommy por muchas lágrimas de cocodrilo que intentase derramar.
               No lo habíamos hablado nunca estrictamente, pero sí era verdad que respetábamos aquel terreno del otro. Era lo único que no compartíamos. Bueno, eso, y las tías con las que nos liábamos porque, seamos claros: T no tenía posibilidades contra mí, por mucho que alzara las cejas para centrar su atención en esos ojos que tenía.
               Los dos éramos unos cabrones y haríamos lo que fuera por destruir a la competencia.
               Mejor no fijarse en la misma chica.
               -¿Me cantas como cuando yo era pequeña?-inquirió, de nuevo desnuda, porque mis atenciones tenían un precio. Suspiré.
               -¿Qué te canto?
               Sonrió con malicia, porque las mujeres son el demonio hecho carne.
               -Pillowtalk.
               -Estás con la regla, no con las tripas desparramadas por el suelo. Tampoco nos vamos a lanzar al espacio-protesté. Puso los ojos en blanco y se incorporó.
               -¿Por qué no te gusta Mind of mine?
               Sonreí.
               Vaya, vaya. Un misterio por resolverse.
               Si mi vida fuera una novela, qué putada sería que la escritora decidiera acabar aquí el capítulo. ¡Nos vemos la semana que viene!
               -¿Qué pasa?-bufó Eleanor
               -Que es mi puto disco favorito.
               Se quedó a cuadros, mirándome.
               -Es coña.
               -No.
               -Pues no lo entiendo, ¿cómo va a…?
               -¿… cómo va a serlo si nunca lo canto? Ése es el problema, nena. Es el único disco de mi padre que no está dedicado a mi madre. Y debería… no sé-me encogí de hombros-, cabrearme, o aborrecerlo, o… simplemente, darme igual, pero… no puedo. Es una mierda cojonuda, es-alcé un dedo-la mierda cojonuda, nada comparable a lo demás que ha hecho mi padre. ¿Comprendes?
               -¿Y por qué nunca lo cantas?-quiso saber, perspicaz. Me encogí de hombros y entrelacé las manos un momento.
               -Porque no quiero que me comparen con él-admití, y decirlo en voz alta de nuevo era como abrir la caja de Pandora y ver cómo todas las enfermedades se esparcían por el mundo mientras tú sólo podías quedare pasmado, mirando el estropicio que acababas de montar-. No es como en la banda, ¿sabes? Yo no sé si voy a poder hacer las cosas que él hizo en ese disco. Un par de notas altas en un álbum pop son bastante fáciles si tienes voz. Y los dos sabemos que la tengo-sonrió y asintió con la cabeza, decidiendo que no iba a alabar mi modestia porque, joder, yo soy modesto, para lo guapo, lo listo, lo gracioso, la buena voz que tengo y todo, podría pasarme las 24 horas del día chuleándome… pero sólo lo hago de noche-. He heredado muchas cosas de él, y la que más me importaba y me interesaba, la primera. Pero en un disco así… es muchísimo más jodido, y está todo tan… entrelazado. Yo no podría hacer algo así-sacudí la cabeza.
               -¿Tommy lo sabe?
               -Nena, lo único que no sabe T de mí es cómo te follo, cómo me follas, y cómo follamos.
               Nos quedamos callados un momento, mirándonos. Me había tumbado y ella se había echado encima de mí.
               -¿Nunca te ha pedido que la cantes?
               -Sabe que lo mandaría a la mierda en cuanto empezara a formular la petición-respondí.
               -¿Y a mí? ¿Si yo te lo pidiera? ¿Me mandarías a mí a la mierda?
               Iba a soltarle: “no lo sé, Eleanor, ¿el agua moja?”.
               Pero me escuché a mí mismo decirle a mi madre: “depende, ¿qué pasa cuando llevas paraguas? ¿Te mojas?”
               Mierda, mierda, mierda. Ella es mi excepción. Estoy jodidísimo. Le cantaría hasta un puto single si me lo pidiera.
               -Scott-susurró. La miré-. Scooooooooooooooooooooooott-suplicó.
               -No, no me hagas lo de “Scott”. Ni Scott ni hostias. No.
               Creo que no soné tan tajante como me hubiera gustado. Joder, estaba acojonadísimo. ¿Y si no daba la talla? No podía dejar que fuera precisamente ella, ya no sólo por lo que me hacía sentir, sino por la voz que albergaba en su garganta, la que descubriera el límite al que no me había atrevido a llegar solo.
               -Scoooooooooooooooooooooooooott-repitió.
               Suspiré.
               -Si lo cuentas, te mato. Te lo juro. Por mi vida.
               -¿¡Eso es un sí!?-chilló, extasiada, y se sentó sobre sus piernas, olvidando que le ardían. Seguro que ni lo hacían, todo había sido una treta para que yo accediera a ponerme a bailar claqué sobre arenas movedizas.
               A veces odio muchísimo a los Tomlinson.
               Cogí el móvil y abrí iTunes.
               -¿Cuál quieres?
               -It’s you-dijo, sin vacilar. Ya que me iba a probar, lo iba a hacer a lo grande.
               -Joder, nena, ¿no hay otra más jodida?
               -Drunk.
               Sonreí.
               -Es mi favorita.
               -La verdad es que tienes cara de ello. La mía es She.
               -Típico.
               -¡Cállate!-espetó, ofendida, riéndose. Busqué la canción. Mi favorita, no la suya; tampoco se trata de dejarme avasallar así, porque sí. Le di a reproducir, pero ella me quitó el móvil-. Sin música.
               -¿Su Majestad quiere algo más? ¿Le hago el saludo al sol mientras tanto? ¿O prefiere el pino? Pida por esa boca-protesté.
               -¡Te quiero oír bien, Scott!
               -Y yo quiero coger el tono; dame ese puto móvil, o no hay canción.
               Me lo entregó a regañadientes y se acercó muchísimo a mí.
               -Respecta mi espacio personal, gracias.
               -Deja de ser tan diva.
               Chasqueé los dedos.
               -¡Mi amor! Este cuerpo es arte, por favor, no lo toques, ayúdanos a preservar las esculturas, gracias.
               Se rió y se pegó a mí.
               -No, en serio, déjame respirar.
               -¡Madre mía, Scott, ponte a cantar de una puta vez!
               Me la quedé mirando con los ojos entrecerrados, y finalmente le di a reproducir. Empecé bastante nervioso, porque nunca había cantado una canción de mi padre con nadie delante, y menos con alguien que me importara tanto. Nunca había cantado nada de Mind of mine y no sabía si mi voz se adaptaría bien a la de papá en su primer disco.
               A medida que iba avanzando la música, yo me fui calmando. Descubrí que no necesitaba adaptarme, ni esforzarme en lo que él había hecho. Me sentía como si el disco lo hubiera grabado yo. Cantar era fácil como respirar. No tenía que intentar adaptarme sobre la marcha a un tono superior o inferior al mío, porque el rango vocal de mi padre estaba dentro de mí, era mi naturaleza, igual que lo era de él.
               Eleanor me escuchaba con muchísima atención. Me miraba como si fuera sorda y leyera la letra de mis labios, más que estuviera escuchando lo que estaba haciendo. La sonrisa que esbozó cuando empecé a cantar y descubrió que sonaba exactamente igual que lo hacía mi padre en la grabación se fue ampliando a medida que pasaba el tiempo.
               Y soltó una carcajada cuando, sorprendentemente, bordé las partes del final de la canción, con unos agudos imposibles que acabarían con cualquiera.
               Menos conmigo.
               Porque soy un puto Malik.
               Se abalanzó sobre mí apenas me quedé callado.
               -Dios, Scott… ha sido… gracias… tan precioso… gracias…
               -No me llores, ¿eh?-dije, y ella sonrió en mi cuello. Me besó con cariño, y siguió estrechándome entre sus brazos, mientras un torbellino de emociones me ponía patas arriba por dentro. Intenté asimilar lo que acababa de hacer.
               Había hecho lo que me daba más miedo delante de ella, casi sin inmutarme. Le había mostrado mi alma sin pudor y ella la estaba besando, la abrazaba con la suya, curaba todo mal que pudiera haber nacido en mí.
               Fui consciente de mi piel contra la suya, de su cuerpo desnudo contra el mío, de sus manos en mi espalda, con los dedos estrechándome contra ella, como asegurándose de que cada una de mis células entendiera que no me iba a dejar marchar, y mucho menos, después de eso.
               Había sido valiente porque ella me hacía valiente. Ella era valiente. Podría soportar lo que le tenía que decir.
               No quería estropear un momento, pero sabía que, si no se lo decía ahora, si no le contaba todo, con más o menos detalle, si no arrancaba con mi historia, no podría hacerlo nunca. Siempre intentaría protegerla de sí misma, de mí mismo, creyendo que yo podía hacerle un daño que nunca, nadie, debería tatuar en su espíritu.
               -¿Quieres que te lo cuente ahora?-pregunté en su oído, mientras le acariciaba la espalda muy despacio.
               -Espera-me pidió-. Cinco minutitos. Por favor.
               Asentí en su cuello, cerré los ojos, y le besé el punto donde empezaba su mandíbula. Inhalé el aroma que despedían su piel y su melena, me emborraché de su esencia como nadie se había emborrachado jamás de una chica, ni tampoco de una bebida. Para cuando pasaron los cinco minutos, yo estaba convencido de que nos tendrían que separar con una espátula. No quería alejarme de ella ni un solo milímetro.
               Eleanor tampoco quería alejarse de mí.
               Después de lo que me pareció un segundo, susurró:
               -Estoy lista.
               -Yo no-protesté, e intuí cómo sonreía.
               -¿Otros cinco?
               -Porfa.
               Creo que nuestras auras se mezclaron. Que dejamos de ser dos personas para convertirnos en una que tenía la capacidad de dividirse en dos cuerpos. Por fin, armé el valor suficiente para separarme y hundirme en sus ojos de chocolate.
               -¿Preparada para que fastidie el momento?
               -No; un segundo-me dio un beso rápido en los labios-. Te quiero. Vale, ya puedes.
               -¿Prefieres la versión…?-empecé, aún con el fantasma de cereza de su boca en la mía.
               -Vaya, no, espera-se acercó más, me comió la boca, y cuando nos separamos, me miró a los ojos y me soltó-: ¿Scott? Tu cuerpo es droga para el mío, pero tu voz es agua para mi alma.
               Qué.
               Coño.
               Se.
               Supone.
               Que.
               Le.
               Puedes.
               Contestar.
               A.
               Alguien.
               Cuando.
               Te.
               Dice.
               Algo.
               Semejante.
               Que alguien me lo diga, porque yo no lo sé.
               -Necesitas calmarte, Eleanor-susurré.
               -Jamás-replicó, echándose el pelo hacia atrás. Su semblante adquirió un gesto serio. Se había acabado la magia y la fiesta; ahora venía lo oscuro, el funeral-. ¿Qué decías?
               -¿Prefieres que sea directo, o me ande con las ramas?
               Lo meditó un instante.
               -Directo-sentenció por fin-. Me pusiste nerviosa antes, cuando intentaste rodear el tema.
               -Casi me suicido-espeté como quien habla de que se ha quedado un buen día. Abrió los ojos un momento, sorprendida, intentando entender. Apoyó la barbilla en la mano y me miró, invitándome a seguir, demostrándome que tenía toda su atención. Y se lo conté todo: cómo había cazado a Ashley con dos tíos (¡dos tíos, la muy zorra no tenía bastante con uno, que me los ponía con dos a la vez, que yo supiera!), cómo había intentado convencerme de que era una cosa puntual, aunque todo indicaba a que no era así; cómo Tommy había estado conmigo todo el rato, negándose a dejarme solo, porque, de alguna forma, intuía lo que me proponía hacer; cómo me encerré en mí mismo y me tiré al pozo más profundo que encontré; cómo él hizo todo lo que pudo para, si no me sacaba, por lo menos, conseguir que viera un poco de luz desde allí abajo; cómo los chicos intentaban animarme, cómo me daba miedo no volver a sentir lo que había sentido con ella, cómo había creído que era culpa mía, y no de ella, lo que había pasado…
               Y cómo, un día, de repente, se me había ocurrido.
               Veía a Tommy sufrir, marchitarse a mi lado, y creo que eso me dolió más que todo lo de Ashley en sí. “Tienes que acabar con esto, S, no lo puedes arrastrar contigo”, me dije. Él no me dejaba solo, aunque, claro, de vez en cuando tenía que ir a casa, dormir allí, estar un poco con sus hermanos mientras las mías intentaban animarme…
               Imagínate la cara que se le quedó cuando entró en mi habitación y yo tenía un puñado de somníferos en la mano, que había conseguido falsificando una receta de Shasha, quien, convenientemente, había tenido insomnio por aquella época.
               Una de mis hermanas no podía dormir, casi no tenía ganas de acostarse, y yo estaba loco por irme un día a la cama y no volver a levantarme.
               Deberían poner a Tommy en una línea de autoayuda; la cantidad de gente que no se ha suicidado gracias a él es demencial.
               -¿Qué cojones haces con eso?-espetó, muy quieto, mirándome desde arriba. Cerró la puerta de la habitación y se quedó allí, contemplándome.
               -Acabar con todo-le había contestado.
               -¿Acabar con qué, Scott? ¿Cómo se supone que me voy a tomar yo que tú quieras hacer esta gilipollez? ¿Te crees que me voy a quedar de brazos cruzados? Trágatelas, si tienes cojones. Te las sacaré del estómago con mis propias manos. Te haré un lavado en el acto, me da igual si te tengo que meter la mano en la boca hasta el codo, o si te tengo que abrir en canal para sacarte esa mierda. No seas gilipollas-ladró-. Nadie vale el quitarnos lo único que tenemos en este puto mundo.
               Me lo había quedado mirando.
               -No lo soporto más, T. Y mira lo que te estoy haciendo. ¿Hace cuánto que no duermes bien?
               -¿Qué pollas importa cuánto haga que no duerma bien? Ya dormiré lo que me salga de los cojones cuando esté bajo tierra-estiró la mano-. Dame esa mierda.
               Aferré el bote con más fuerza, mis nudillos se pusieron blancos.
               -No-fue lo único que pude decir, y su ceño se acentuó aún más.
               -¿Quieres que te pegue la paliza de tu vida? ¿Que te las quite a guantazo limpio? Porque créeme, chaval; si es lo que tengo que hacer, lo voy a hacer. Joder, seguramente, incluso disfrute.
               Nos habíamos medido con la mirada...
               … y finalmente, ganó él. Siempre ganaba él. Yo aflojé un poco mi abrazo, pero fue suficiente para que él se abalanzara sobre mí y me quitara el bote.
               -Abre la mano-ordenó, porque tenía un puño escondido.
               -No.
               -Scott, abre la puta mano.
               -No.
               -Te reviento a hostias, Scott-me aseguró Tommy, y yo puse los ojos en blanco, y abrí la mano, y me quitó las cinco pastillas que había guardado, por si acaso. Con suerte, cuando me fuera, no sufriría. El sueño sería lo bastante profundo.
               Me miró con desconfianza.
               -Vacíate los bolsillos.
               -¿Qué?
               -¡LOS PUTOS BOLSILLOS, SCOTT!-tronó mi mejor amigo, y yo hice lo que me pedía. No había nada en ellos porque la cabeza no me daba para tanto. Se sentó encima de la cama.
               -¿No tendrás más?-inquirió. Negué con la cabeza. Miró en derredor, examinándolo todo-. Más te vale no tener más-dijo-. Madre mía, Scott, como tengas más, te hago polvo…
               -No tengo más-aseguré, porque era la verdad.
               -Joder, Scott, como hagas alguna subnormalada… es que no te van a hacer falta pastillas. Te mato yo. Y luego me tiro del Big Ben, te persigo hasta el infierno, y te pego la paliza de tu vida… bueno, de tu muerte-sonreí, y él también, porque a cada cual era más imbécil que el otro-, y lo voy a disfrutar, joder, ahora mismo, te tengo ganas, te sacaría los ojos si me dieras la oportunidad.
               Nos quedamos callados, Tommy con el botecito naranja aún en las manos.
               -¿Qué iba a pasar con Sabrae, Scott?-espetó, hurgando en la herida-. ¿Con Shasha? ¿Duna? ¿Tus padres? ¿Cómo crees que se lo tomaría tu madre?
               -Mi madre es mayorcita.
               -Tu madre debería seguir dándote el pecho, dado que te comportas como un puto bebé. ¿Qué iba a ser de mí?-atacó, y me dio justo donde más me dolía-. ¿Eh? ¿Me ibas a dejar solo? Ay,  hijo de puta, me llegas a dejar solo, y es que te destruyo. Te arranco de los brazos de esas 40 vírgenes que se supone que te esperan en el cielo y te bajo a puñetazo limpio de vuelta aquí. Me cago en dios, Scott. Me. Cago. En. Dios.
               -Ella era mi mundo, T-susurré, con un hilo de voz.
               -Pues te jodes. Explora el espacio. Hostia puta, Scott. Tú eras el listo de los dos. Míranos. Ni media neurona conseguimos reunir juntos. Manda cojones, Scott, manda cojones-sacudió la cabeza-. Ni se te ocurra moverte de aquí. Es que… ni respires. Me voy a deshacer de esta basura. Y luego, vas a espabilar. Como si te tengo que meter un pie en la boca. Me tienes hasta la polla.
               No me moví, pero sí que respiré. Era jueves, y conseguí llegar a un viernes en el que se las apañó para arrastrarme de fiesta, emborracharme, y hacer que viera las cosas de otro modo.
               Estaba soltero, vale, yo no lo quería.
               Pero joder, estar soltero y saber follar más o menos bien era el sueño de todo tío de nuestra edad.
               Fueron curándome poco a poco a base de chupitos y acercarme a chicas, y descubrir que yo era bueno atrayéndolas. No, no era bueno: era mejor que Alec, al que se le daba de miedo ligar. Consiguieron despertar a la bestia que había en mí, vieron que habían creado un monstruo, pero era nuestro monstruo, y a todos nos encantó su nacimiento.
               Fueron sacándome del pozo poco a poco, tirándome cordones con los que iba escalando lentamente, y con la ayuda de tiritas para curar el alma, alcohol para olvidar, y sexo para revivir, habían conseguido curarme.
               Tommy no las tenía todas consigo, y me tenía vigilado todavía de cerca. Estaba presente en los momentos en que me daba el bajón, y me levantaba el ánimo como sólo él sabía.
               Lo bueno de Ashley, lo bueno de Eleanor, lo bueno de cualquier chica a la que me acercara, era que tenía la certeza de que no eran mis almas gemelas. Yo ya tenía mi alma gemela. Había nacido casi 7 meses después que yo, y la había conocido al día siguiente de que volviera al mundo, a reunirse conmigo.
               Me curé totalmente un día que, después de no poder parar de llorar, finalmente Tommy me había calmado con un montón de golosinas y unas partidas al Assassins Creed. Le dije que me iba a ir a duchar, me contestó con inquina que me desnudara delante de él (para asegurarse de que no llevaba nada al baño y no intentaba engañarlo), y yo le solté:
               -Guau, Thomas, si querías salir del armario en privado, podrías haberlo hecho de una forma más elegante.
               Tommy se había reído, y me había mirado con orgullo. El orgullo no se disipó ni cuando salí por la puerta, porque ya no se hacía el orgulloso para que yo me animara. Lo estaba de verdad.
               Eleanor se sentía asqueada, repugnada… y tampoco podía dar crédito a lo que oía.
               -Espero de corazón que no te divorcies nunca, Scott, porque si pensaste en eso con una relación de… ¿año y qué? ¿Año y medio?
               -Año y ocho meses-espeté, envarándome, y ella alzó las cejas. No lo estarás defendiendo, gruñó mi conciencia, con voz de Tommy.
               -Quisiste… hacer eso… por esa puta…-bufó, y se echó a temblar, porque los temblores eran de familia.
               -Eleanor-espeté-, Ashley no cobra por follar.
               ¡La estás defendiendo! ¿Qué coño te pasa, Scott?
               -Me da igual. Es una puta. Y tú no la defiendas, pareces mi hermano defendiendo a la zorra de Megan.
               Escucha, escucha a tu chica.
               -Yo era un crío, El, y me creía que se me estaba cayendo el mundo encima. Ahora ya soy un hombre hecho y derecho.
               -Ni siquiera puedes votar-atacó, como si ella pudiera, o algo así.
               -Tampoco marcaría mucho la diferencia, ¿o sí?
               Sonrió… pero sin una gota de felicidad. Era una sonrisa cínica, lobuna.
               -No puedo creerme que esa furcia… joder, Scott, de todo lo que podrías haber hecho, pensar justo en eso…
               Me encogí de hombros. Era gilipollas hace un par de años, qué íbamos a hacerle. Por lo menos, había tenido suerte.
               -¿La añoras?-espetó.
               -La añoré muchísimo-contesté-, pero ahora no significa nada para mí. Joder, me viste con ella, Eleanor.
               -Y me dio muchísima rabia que te diera un beso porque me hacía a la idea de quién era ella.
               -Pasamos cosas juntos. Somos adultos. Ella, por lo menos. Yo intento comportarme como tal.
               -¿Para compensar?
               -Eleanor-suspiré.
               -Te zorreó-dijo, y sí, era verdad, porque la tía era así, qué íbamos a hacerle-. Delante de mí. Muy adulta, no es.
               -¿Estás celosa?-y no pude evitar sonreír, me tendría que haber partido la boca, me merecía que me partiera la boca… pero no lo hizo.
               -Sí-dijo sin dudar, como si fuera algo de lo que enorgullecerse. A mí Ashley me había hecho celoso por lo que me había hecho, y no era un sentimiento agradable-. De esa fulana a la que le entregaste tu corazón, siempre.
               -Pero lo recuperé, El. Y ahora es tuyo.
               Respiró con normalidad, dejó caer los hombros.
               -Por mí no vas a plantearte eso.
               -Menudo complejo de superioridad tiene la tía-comenté, alzando las cejas. Sonrió, muy a su pesar.
               -Yo no te dejaré. Y si ella te pide volver…
               -Yo la dejé, ¿recuerdas? Sólo yo tengo el poder para volver. ¿Te crees que quiero estar con alguien en quien no puedo confiar? Lo mío con Ashley no está muerto, Eleanor. Está muerto, enterrado, incinerado, vuelto a enterrar, y al planeta en el que se enterró, se lo ha tragado un agujero negro.
               Se puso de morros, se inclinó hacia atrás.
               -Prométemelo-exigió.
               -¿De quién estoy enamorado?-repliqué.
               -De mí, pero prométemelo.
               -No te confundas, chata. No te tengo que prometer nada cuando no hago más que demostrártelo. He hecho contigo en este mes y pico que llevamos juntos más cosas importantes que las que hice con Ashley en año y medio. ¿Le venía la regla? Yo desaparecía. ¿No podía salir? Yo no iba a verla. ¿Tenía un fin de semana libre, y ella también? De puta madre, íbamos al cine, nos metíamos mano, follábamos si había suerte en su casa, y luego cada uno se iba por donde había venido, ya nos veríamos el viernes siguiente. Ella sería mi primer amor, Eleanor, pero mi gran amor estás siendo tú.
               Su expresión se suavizó un poco.
               -Y perdona, mi amor, pero si crees que me paraba en medio de un polvo para decirle que la quería, o que la despertaba de noche para decirle que estaba enamorado de ella, es que estás de psiquiátrico.
               Sonrió un poco.
               -Y no canté para ella-dije, poniendo la guinda del pastel-. Nunca. No te voy a prometer nada porque ya te lo demuestro cada vez que respiro cerca de ti.
               Apoyó los codos en sus rodillas, la barbilla en sus brazos unidos.
               -¿Te salían frases tan bonitas cuando estabas con ella?
               -Bueno, para la edad que tenía, no estaban mal-me encogí de hombros-. Ahora he leído más libros.
               -Han estado bien aprovechados-comentó, sonriente-. Siento haberte pedi…
               -Te lo prometo-consentí, porque le prometería lo que me diera la gana, la Luna, si hacía falta… pero no cuando me lo pidiera. Y si me lo exigía, como si le debiera algo, menos aún. Yo era libre; le pertenecían mis sentimientos por ella, no mi voluntad en general. Otra cosa era que quisiera tener la voluntad doblegada por sus sentimientos, pero no iba a bailar siempre a su son.
               -Me fío de ti, S.
               -Menos mal-sonreí, acercándome un poco a ella.
               -¿Zayn y Sherezade… nunca… lo sospecharon?
               -Me imagino que algo se olían, porque hubo una temporada en que no me dejaban solo. Pero da igual-me encogí de hombros.
               -¿Y ahora ya estás bien? ¿Completamente bien?
               -Sí, claro. Llevo mes y pico estando bien.
               Se echó a reír.
               -Buf, Scott, me fascina ese talento que tienes para quedar como un señor sin apenas esfuerzo.
               -¿Verdad que sí? Soy poco menos que un dios.
               Volvió a acercarse a mí, y me perdonó que hubiera sido imbécil con un beso. Nos tumbamos en la cama, el sol se estaba poniendo, pero arrancaba todavía destellos de sus preciosos ojos. Enredamos las manos, nos besamos, nos acariciamos hasta saciarnos. El paño de cocina húmedo estaba en el suelo, olvidado, templándose. Ya no le dolían las piernas.
               Estuvimos hablando de tonterías y cosas muy profundas, como a qué lugar del mundo no viajaría ni loco (a Estados Unidos, o, al menos, hasta que no pidieran perdón por toda la islamofobia de la que habían hecho despliegue desde principios de siglo), alguna fantasía sexual que fuera más o menos escandalosa (hacerlo al aire libre, no había nada de escandaloso, era poco original en esas cosas… ah, la de ella era hacerlo en un ascensor; a poder ser, acristalado, como en el que habíamos ido a acompañar a Diana para el casting de Victorias Secret)…
               -Espera, espera, también me va en un avión, una macro orgía como en El lobo de Wall Street. No me importa que haya tíos.
               -Eso te convierte en bisexual.
               -No, me convierte en tolerante-repliqué, y ella se rió.
               …si de verdad no sabía lo que iba a hacer en la universidad…
               -Me voy a tomar un año sabático-le dije-. T y yo nos iremos de mochileros por Europa.
               -¿Y no hay nada que te atraiga?
               -Ingeniería aeroespacial me gusta-contesté, después de pensarlo un momento-. Pero no sirvo para eso.
               -Un sabio me dijo una vez que no me limitara y dejara de despreciarme. Quizás al sabio le fuera mejor aplicándose sus propios consejos.
               Sus mejillas se encendieron como un faro cuando cae la noche cuando preguntó, en voz muy baja, como temiendo que malinterpretara la pregunta:
               -¿Quieres tener hijos?
               -¿Me estás proponiendo algo?-la pinché, disfrutando de cómo se le encendían aún más las mejillas-. Sí.
               -¿Cuántos?
               -Pues… dos. Chico y chica.
               -¿Cómo?
               -El chico, el mayor. Para que la cuide. Como hago yo con mis hermanas.
               Bastante mal lo pasaba yo siendo tío preocupándome de mis hermanas, como para encima ser del sexo oprimido.
               -Pensé que querrías todo chicos-comentó.
               -Adoro a las niñas. ¿Qué remedio me queda?-nos reímos-. ¿Y tú, mi amor?
               -También dos. Pero al revés. Nosotras somos más fáciles de criar.
               -Eso es lo que os creéis, pero nosotros terminamos siendo más dóciles.
               Soltó una risita.
               -Lo que tú digas.
               Continuamos charlando, acariciándonos, enredando nuestras manos. Yo me mordía el piercing y ella protestaba, porque le gustaba, le encantaba.
               -El-susurré-, ya que nos estamos sincerando, me gustaría…
               -Siete chicos-soltó sin dudar.
               -¿Yo soy el séptimo?-espeté antes de poder contenerme. Asintió. Qué rica era-. No, yo… lo que quería decir es que me gustaría decirte con cuántas he estado. Le he preguntado a Alec.
               Apoyados en el mostrador de cristal, me había girado a Alec mientras Eleanor se probaba unos leggings que finalmente no le habían convencido.
               -¿Por casualidad… no sabrás… cuántas llevo?-inquirí.
               -198-contestó Alec, resuelto, sin vacilar, sin temor. Parecía estar diciéndome cuántas libras le había costado una pieza de la moto, no con cuántas chicas me había enrollado.
               Me volví y lo miré.
               -Es puta coña.
               -Con Eleanor, 198-amplió la información-. Una lástima. Te quedaba poco para el premio gordo.
               -¿Cómo puedo llevartantas, Alec?-ladré, como si fuera culpa suya que fuera algo así como un gigoló de caridad-. ¿Estás seguro? ¿Las has contado bien? ¡A ver si has puesto varias dos veces!
               Negó con la cabeza.
               -Fuimos de vacaciones 15 días.
               Eso lo explicaba todo bastante bien. En vacaciones, yo me ponía las botas. Me alteraba un montón. Rara era la noche que no terminaba “acostándome” (léase: hacerlo en la playa, en un coche, en el hotel de alguna de ellas, en el baño de alguna discoteca, de algún bar, un largo etcétera) con 3 tías…
               … como mínimo.
               Menos mal que mi padre era quien era; de lo contrario, tendría ya más bastardos que Ramsés el Grande, de quien se decía que descendían dos tercios de la población asiática, europea y africana.
               -Sorpréndeme-invitó Eleanor.
               -Eres la 198-dije, y ni parpadeó-. Lo siento-añadí rápidamente, porque sí, la verdad es que me avergonzaba un poco de mi promiscuidad.
               -Son… me siento como si hubiera ganado las Olimpiadas. Hay 198 países en el mundo, tú has estado con 198 chicas… y se supone que yo soy la mejor, así que…
               -Lo eres. Pero hay 199 países. Palestina también cuenta.
               Se abrazó a mí y me mordisqueó el lóbulo de la oreja, por favor, que no parara nunca.
               -¿Podrás ser monógamo, Scott?
               -Mira, menos cachondeo con lo vicioso que soy, muchas gracias.
               -No me molesta-me aseguró-. Es más… imagínate lo que me excita. Imagínate la cantidad de cosas que yo no sé, y que tú conoces como la palma de tu mano. Esta relación va a ser muy enriquecedora para mí-y volvió a besarme-. Por curiosidad… ¿cómo las llamabas? No sería “mi amor”, ¿verdad? Eso sí me dolería. Me gustan esas palabras. Me gustaría que fueran especiales.
               -No tienes el monopolio de la lengua, que lo sepas.
               -¿Las llamabas así?-inquirió, apagándose su llama.
               -No, sólo a la chica a la que elegí en el orfanato, a la que vi crecer en el vientre de mi madre, y a la que vi nacer. Ah, y a la que me desvirgó y me rompió el corazón por primera vez. Espero que la nueva no me haga ese daño.
               -No lo hará-me prometió, explotando su ilusión por ser especial de nuevo, como unos fuegos artificiales que recibían un año cargado de promesas e ilusiones. Seguimos besándonos, yo más a ella que ella a mí, hasta que el sol se puso, y mucho después.
               Se incorporó, clavando el codo en el colchón, y se quedó mirando el reloj de encima de la mesilla de noche.
               -¿A qué hora has reservado?
               Ni siquiera la escuché; seguí besándola, arrancándole suspiros y carcajadas, hasta que me tomó de la mandíbula y me obligó a mirarla. Recordé la conversación con la chica, cómo había insistido en que era imposible conseguir una mesa tan tarde…
               … pero yo no me di por vencido tan fácilmente. Y dejé caer mi apellido.
               La chica me pidió que repitiera el nombre, tecleando. Vaya, pues igual que había una mesa libre.
               -Scott-uf, allá va, la palabra mágica- Malik. Sí, su hijo-sonreí-. No, no, tiene otras tres. Ajá. No sé, ¿del ganador de varios Grammys, te refieres, no? Sí, pues ese-sonreí, y, al final, conseguí mesa.
               Boom.
               Tener un apellido con importancia mola, a veces.
               -Vete a ducharte, anda-le dije, sabiendo que tardaba más que yo en arreglarse. Y salió disparada, literalmente. Recogió ropa para salir de la ducha y se metió como un resorte. Se estaba secando cuando yo entré, y protestó cuando salí a los dos minutos y me eché espuma de afeitar por la cara. Era la costumbre, tenía que perdonármelo.
               Me quedé esperándola en el salón, con la minúscula cajita que había cogido para ella esa misma mañana (era increíble la suerte que tenía, anda que encontrarse una joyería pequeña en liquidación porque iban a cerrar… no me digas que eso no es el destino) entre los dedos.
               Por favor, que le guste, Alá, haz que le guste, Alá, haz que lo pille, ay, por favor, nunca te he pedido nada… bueno, sí, vale, te he pedido muchas cosas, pero ésta va muy en serio.
               -Ya estoy casi-anunció desde el otro extremo de la casa, y yo asentí para mis adentros. La escuché caminar sobre unos tacones.
               Me dejó sin aliento apareciendo por la puerta con un vestido azul con estampado de estrellas blancas. El vestido se le anudaba al cuello y le resaltaba las curvas, y caía en vuelo hasta sus rodillas, al descubierto.
               No llevaba medias. Tragué saliva. Nunca llevaba medias.
               -El-susurré-. Tengo una cosa para ti.
               Frunció el ceño un segundo, sorprendida. Miró la cajita que tenía entre las manos. Se la entregué.
               -¿Y esto?
               -Hemos hecho un mes-dije, con toda la naturalidad que pude.
               Y empecé a hablar como un gilipollas, como si era fuera ciega o algo. Deshizo el lazo que el dependiente le había hecho esa mañana, lo colocó en la mesa y abrió la caja despacio, deleitándose con mi vómito de palabras.
               -Es precioso, Scott-susurró, le brillaban los ojos, pero no porque fuera a llorar, sino porque realmente lo pensaba. Sostuvo el avión de papel plateado frente a ellos, lo examinó con ojos expertos-. Jo, y yo te lo pago teniendo la regla, si es que…
               -Eh. Eh eh eh. Eh-la detuve, cogiéndola de la mandíbula y haciendo que me mirara-. Tú no eres un premio, El. Eres la competición entera.
               -S… no sé qué… decir o…
               -Prueba con mi nombre-sonreí-. Tú sólo… di mi nombre.
               -Eres el mejor, Scott-susurró, besándome, me pidió que se lo pusiera, y lo hice. Le pasé la cadena por el cuello, se la enganché atrás, mientras ella se recogía el pelo, que llevaba suelto, y le besé la nuca. Suspiró por el contacto cálido de mis labios y se observó en el espejo del hall.
               -No me lo voy a quitar jamás-me prometió-. Pero, ¿por qué un avión de papel?
               Le conté lo que me creía, hasta hacía poco, me pensaba un dragón, un fénix, un pájaro en mis momentos más bajos, pero ella me había demostrado que era eso, un avión de papel, que puede volar cuando tiene brisa, y, ¿qué mejor que la brisa del mar?
               Apenas me dejó terminar mi explicación. Volvió a besarme. Me acarició la espalda. Yo le miré el escote, porque no te tiras a 198 tías sin adquirir ciertos hábitos.
               -Uf, El, ahora me arrepiento de haberte sugerido salir.
               -No podemos. Acuérdate. Tengo la regla.
               -No me afecta que tengas la regla para besarte cada centímetro de ese cuerpo perfecto que tienes.
               -Pues hazlo-respondió, llevando la mano al cuello y tirando un poco del nudo que se había hecho para sujetarse el vestido, que éste siguiera ceñido a su cuerpo.
               Terminamos yendo a la cama, no sé quién guió a quién. Su vestido se quedó olvidado en el salón, abandonado como una nueva Chernobyl tras una nueva catástrofe nuclear. Mi camisa también voló, igual que mis pantalones, o mis zapatos… me dejó con los bóxers, descubrí que seguía llevando los míos, y, no sé por qué, pensar en ella llevando como ropa interior la que hasta hacía poco había sido la mía en público, aunque nadie fuera a verla, con todos los demás dando por sentado que llevaría unas bragas, me calentó muchísimo.
               Ella también estaba muy excitada, lo notaba en el hambre que había detrás de sus besos, en cómo intentaba frenarse y era incapaz, simple y llanamente incapaz. Le quité el sujetador sin tirantes, disfruté de su anatomía. No me atreví a ir más allá, pero ella, sí.
               Empezó a besarme como preguntando algo, y yo no creí entenderlo bien. Empezó a bajar por mi mandíbula, mi cuello, mi pecho, mis abdominales…
               … tiró un poco de mis calzoncillos…
               -¿Qué vas a hacer, Eleanor?-casi chillé. Me estaba poniendo histérico. Cachondo perdido, sí, pero histérico.
               -Confía en mí, Scott.
               La acarició un poco. Tampoco es que hiciera mucha falta. Empezó a besar la punta, y yo cerré los ojos, reprimiendo un gemido.
               -No tienes que hacer esto por… MADRE MÍA.
               -Me apetece-respondió ella. Y volvió a besarla, y sus besos cada vez eran más profundos, y yo cada vez estaba más nervioso y cada vez me creía menos lo que me estaba pasando, la suerte que tenía…
               Llevaba con ganas de hacerme aquello toda la tarde. Lo había notado cada vez que se frotaba contra mí. Me acariciaba con las caderas, sugerente, sin mirarme a los ojos, sino contemplando mi anatomía, haciéndome perder la razón.
               Quería encenderme, hacer que le pidiera la única cosa que no le iba a pedir.
               Aunque no sería por falta de ganas.
               Scott, tiene la regla, Scott, no podéis, Scott, contrólate, Scott, tranquilo, Scott, no te emociones.
               Pero a mi amiguito colgante le daba igual ocho que ochenta, y se animaba con ella y me instaba a mí a bajar la guardia dos segundos, igual que me lo instaba ella.
               La deseaba casi tanto como yo entero.
               Recordé la conversación en aquel banco, cuando no llevábamos ni una semana, y me vi en la obligación de espetar:
               -No uses los dientes, ¿eh?
               Alzó el pulgar. No podía contestarme de otra manera.
               -Va en serio, Eleanor, ni se te ocurra usar los dientes, como uses los dientes…
               Negó con la cabeza. No sé cómo se las apañó para negar con la cabeza, pero lo hizo.
               Tenía unos labios geniales.
               Tenía una lengua genial.
               Tenía una boca cojonuda, joder, hasta en eso era perfecta.
               Se hartó de jugar conmigo, hacerme lo que le diera la gana a ella, suspirar, moverse, acariciarme, sonreír cuando me hacía algo inesperado y yo no podía contener un gemido, o cuando me acercaba y frenaba para que durase más, y me decía:
               -Tómate el tiempo que necesites, Scott.
               Si la chupas igual que tomas piruletas, niña, vamos a tardar poco.
               Es literalmente imposible que la que tenía ahora mismo entre las piernas fuera la misma chica que me decía cosas que me hacían quedarme pensando cuántas reencarnaciones tendrían que pasar para que yo asimilara la belleza de sus sentimientos.
               Aunque, ahora que lo pienso, tiene sentido que una boca tan sabia pueda hacer cosas tan bestiales.
               Lo paso mal cuando me la chupan. A ver, lo paso bien, evidentemente, como todo hijo de vecino; lo que quiero decir es que lo paso mal porque no sé qué coño hacer con las manos, ni con la boca, ni, básicamente, con el resto del cuerpo. ¿La agarro del pelo y la guío?
               ¿Qué somos, aquí? ¿Un perro labrador con su dueño ciego? ¿Vamos, Eleanor, el semáforo está en verde, es hora de cruzar la calle?
               ¿Le acaricio la cabeza como si fuera un gato? ¡Muy bien, Misifú, estoy orgulloso de lo rápido que has aprendido a usar la caja de arena!
               Opté por clavar los dedos en el colchón. Mi cuerpo ya no me respondía. Su dueña era ella. Seguía los movimientos de su boca con todo mi ser, con todo lo que tenía.
               -El… voy a…
               No se movió.
               O sea, sí se movió, vaya que si se movió. Pero no se apartó, eso es lo que quiero decir.
               -Eleanor-llamé, y ella volvió a levantar el pulgar-. Quítate. Voy a… acabar… ya. En… seguida. No… quiero… que…
               Ay, señor, estaba a punto.
               -Ele…or.
               Casi.
               -ELEANOR-bramé….
               … y me rompí.
               ¿Sabes? Ni siquiera lo lamenté. Ni un poco.
               Me quedé allí, tumbado, con la mente totalmente en blanco, mi cerebro en huelga, registrando todos los sentimientos a la vez.
               La escuché tragar.
               Mentiría si dijera que no sonreí, que eso me encantó.
               Apareció como un delfín en un espectáculo de un zoológico en el que le tratan bien, sonriendo, majestuosa. Fue a limpiarse, pero tiré de ella y la besé antes, porque si te besa después de que le hagas un oral, es que vas a casarte con ella, tío.
               Lo mismo tenía que aplicarse con nosotros.
               La noté sonreír en mi boca. Estaba salada. Ella sabía mejor que yo, pero ese toque de mar también tenía el encanto de darse por lo que acababa de hacerme.
               La miré a los ojos.
               -Has usado los dientes-le recriminé, y ella se echó a reír.
               -Te ha encantado, ¿a que sí?
               -Ha sido genial, El-se acurrucó contra mí, yo me subí los bóxers. Estábamos empatados de nuevo en desnudez-. Gracias.
               -Un placer. En serio.
               -Ha sido mío, créeme-nos echamos a reír.
               -Seguro que es la mejor que te han hecho en tu vida.
               -Estoy decidiendo si entra en el top 10-contesté.
               -Eres un sobrado-me recriminó, como si eso no le encantara, o algo por el estilo. Me besó en los labios.
               -Vamos a hacer un equipo genial, tú y yo.
               -¿No lo hacemos ya?-me acarició las piernas con un pie, y me eché a reír.
               -Si te hago otra, ¿me metes en el top 5?
               -No voy a aguantar otra, gatita-respondí.
               -Es una lástima. Me ha gustado escucharte. Ahora entiendo por qué a ti te encanta oírme gritar.
               Sí, lo mejor de ese fin de semana estaba siendo escucharla gritar sin preocuparme de que pudieran oírla… es más, me gustaba pensar que la oían. Me reí de nuevo.
               Nos quedamos de nuevo acurrucados, disfrutando del calor que nuestro cuerpo absorbía de el del otro, disfrutando también del que le entregábamos.
               Eleanor miró la hora. Había pasado casi media hora desde que le di el avión de papel, el que relucía en su pecho.
               -Hemos perdido la reserva.
               Y Alá decidió iluminarme como algunas veces tenía a bien, haciendo que dijera:
               -Tú ya has cenado.
               Eleanor se echó a reír, sacudió la cabeza y volvió a besarme. No me llevó la contraria, porque, ¿acaso había dicho alguna mentira?

               

54 comentarios:

  1. "-Vamos a hacer un equipo genial, tú y yo." UN EQUIPO DE QUE?? SE REFIERE A PAREJA NO???

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  2. PODEMOS HABLAR DEL HECHO DE QUE CON LA ÚNICA PERSONA QUE SE HA ATREVIDO A CANTAR UNA CANCIÓN DE PILLOWTALK ES CON ELEANOR. NO CON TOMMY. SI NO CON ELEANOR. ME VOY A LA ESQUINA A LLORAR. CHAU.

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    1. Tommy no se atreve a sacarlo de su zona de confort de esa manera porque él #sabe lo que es que te comparen continuamente con tu padre perO SORPRESA A ELEANOR SE LA SUDA QUE LA COMPAREN CON SU FAMILIA PORQUE SABE QUE ES SUPERIOR A ELLOS
      Y
      POR
      ESO
      SCOTT
      PUEDE
      CANTAR
      DELANTE
      DE
      ELLA

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  3. Tommy siempre sera el alma gemela de Scott, pero recordemos que la persona al lado de la que quiere morir Scott algun día es Eleanor.

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    1. Me duele el corazoncito tanto porque tienes TANTA razón

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  4. Deberías ver cómo se pone con mi padre. Está a dos habitaciones de distancia y ella empieza a gritar cosas como: “¿Tienes que respirar así de fuerte, subnormal?” Me meoooooooo lol

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    1. Sherezade tiene un carácter de la virgen madre mía es peor que yo (y me encanta)

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  5. "-Estáis tan enamorados el uno del otro-suspiró trágicamente.
    -Y no llevamos ni dos meses.
    -Hablo de ti y de Tommy, retrasado." HE CHILLADO

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  6. Perdona si soy corta. A que giró de 180 grados te referías en Twitter???

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    1. A que están todo cuquis diciéndose que se quieren y de repente PAM mamada al canto me encanta esta puta pareja

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  7. "¿Qué somos, aquí? ¿Un perro labrador con su dueño ciego? ¿Vamos, Eleanor, el semáforo está en verde, es hora de cruzar la calle? ¿Le acaricio la cabeza como si fuera un gato? ¡Muy bien, Misifú, estoy orgulloso de lo rápido que has aprendido a usar la caja de arena!" ME ESTOY DESCOJONANDO

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    1. Estaba iluminadísima en ese instante gracias por tanto, perdón por tan poco

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  8. SE ME HAN SALTADO LAS LÁGRIMAS CUANDO LE HA CONTADO LO DEL SUICIDIO. ¿COMO ALGUIEN COMO EL PODRÍA IMAGINARSE HACER TAL COSA?

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    1. Scott da el 150% de su ser en las relaciones (creo que se nota), imagínate cómo se tuvo que quedar el pobrecito al ver que eso no era suficiente para Ashley

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  9. "De esa fulana a la que le entregaste tu corazón, siempre.
    -Pero lo recuperé, El. Y ahora es tuyo." HASTA LUEGO SEÑORAS.ME HA EXPLOTADO UN RIÑÓN

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    1. La quiere tantísimo por favor estoy sufriendo por ellos

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  10. "Yo ya tenía mi alma gemela. Había nacido casi 7 meses después que yo, y la había conocido al día siguiente de que volviera al mundo, a reunirse conmigo." ME DA IGUAL TODO. SCOMMY ES LA OTP SUPREMA Y ORIGINAL.

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    1. Ni Sceleanor ni Lommy ni Tiana: Scommy es la verdadera pareja de esta novela

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  11. Como alguien como el pudo plantearse abandonar este mundo. Quiero llorar hasta el 2030 pensando como sería este mundo sin el.

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    1. Siempre cortas la flor más bonita para regalársela a alguien, pues eso le pasó a Scott y le está pasando a Layla

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  12. LO DE LAS PIERNAS HA SIDO SUPER PRECIOSO. ¿POR QUE NO TODOS SON COMO ÉL JODER? ¿POR QUE ACTÚAN COMO SI TUVIÉSEMOS EBOLA Y SE PIRAN A LA OTRA ESQUINA DEL MUNDO? ¿POR QUE A VER?
    Pd:estoy con la regla

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    1. ES BÁSICAMENTE PORQUE SON UNOS ADELANTADOS A NUESTRA ÉPOCA o sea la novela se desarrolla (¡ATENCIÓN, FECHA!) en 2033, algunos avances ha hecho el feminismo: los tíos saben que sangramos, empiezan a entender de tampones y saben que cada una lleva la regla de una manera

      y bueno, Scott es hijo de Sherezade, lo ha medio criado Eri, es hermano de Sabrae, ¿de verdad podíamos pensar que no iba a echarle una mano a Eleanor cuando ella lo necesitase?
      pd: yo también, ole nuestros coños sincronizados

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  13. "Ella sería mi primer amor, Eleanor, pero mi gran amor estás siendo tú." DI MEJOR QUE LA ZORRA DE ASHLEY FUE TU PRIMER AMOR PERO ELEANOR VA A SER EL ÚLTIMO

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    1. No veo NINGUNA MENTIRA en este comentario, estrellita dorada para ti, Triana
      ¯\_(ツ)_/¯

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  14. "-No me apasiona el sexo anal, pero por ti, podemos intentarlo.
    -¡Y DALE! ¡QUÉ OBSESIÓN CON DAR POR CULO!-chilló, y yo me eché a reír" ES TANTÍSIMO MADRE MÍA. LO QUIERO

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    1. Me tiene harta este puto chaval qué pesado es, en tu tumba RIP en la de Scott sexo anal, ya verás

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  15. La relación de Tommy y Scott me recuerda tantísimo a la de Scott y Stiles de Teen wolf. Se conocen desde que tienen uso de razón y darían la vida el uno por el otro.
    No sé si has visto la serie, pero si no lo has hecho mirate aunque sea algun video de ellos dos y fliparas.

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    1. Es gracioso, porque ya me hablaron en otro capítulo (en el que Sherezade/Erika le dice a Tommy/Scott "te castigo sin Scott/Tommy y ya verás qué puta gracia te hace" -no me acuerdo de cuál es-) de que eso también salí en Teen Wolf y me preguntaron que si la veía y yo me quedé en plan NO PUEDE SER, SI ESO LO SAQUÉ DE UN POST EN TUMBLR DE HARRY POTTER, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
      Tal cual me lo cuentas, el Scott y Stiles de Teen wolf son mi Scott y mi Tommy (madre mía, si es que incluso uno se llama igual que el de la serie, me descojono dos años), y me e n c a n t a .
      No me atrevo a ver la serie porque dicen que hay sustos y tal, pero seguramente vea algunos vídeos de los que me dices, que me ha picado la curiosidad ♥

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  16. "-Tenía unas ganas de que volvieras a enamorarte, tío…
    -Yo también." LLORANDOOOOO

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  17. Alec me cae tan bien ay. Es de esos tíos que me caerían bien pero que a veces diría cosas idiotas y me darían ganas de reír y pegarle a la vez.
    Pd: Me lo imagino completamente como Matt Daddario.

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    1. A mí también, y encima me alegro TANTO de que por fin se haya liado con Sabrae, es que para mí hacen una pareja genial porque son como Sceleanor pero PEORES y uf, mi corasonsito.
      ¿Es por el nombre? Porque me consta que Matt da vida a un Alec, ponerse a dar vida a otro es un momento JAJAJAJAJAJAJA.
      Ahora en serio, estaba hablando el otro día con mi mejor amiga y me di cuenta de que Alec es una especie de fusión de Scott y Tommy (se parece físicamente a Tommy, pero la personalidad es la de Scott elevada a la enésima potencia, así que)...
      Por si te apetece ver una aproximación a la cara que le pongo yo en la novela, en el twitter de mi blog subí una foto que encontré que me recordaba a él: https://twitter.com/caliraspberry/status/752157792300101632

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  18. "De esa fulana a la que le entregaste tu corazón, siempre.
    -Pero lo recuperé, El. Y ahora es tuyo" ME ACABO DE DISPARAR EN UN PIE

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    1. SCOTT MALIK, DEJANDO COJA A LA GENTE DESDE 20__.



      Muy pronto sabréis qué año nacieron todos ;D

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  19. "Corrección, Alec, por si me escuchas en la distancia: nunca he estado así de bien." ELEANOR LE HACE TAN FELIZ QUE BUAH. TENGO GANAS DD LLORAR

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  20. Estoy atacadisima pensando en la forma en la que se va a enterar de todo Tommy pfffff Va a haber un salseo de la virgen

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    1. VA A HABER UNA MOVIDA DE LA DE DIOS *movimientos espásmicos de las manos* YA VERÉIS YA VERÉIS

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  21. "¿Scott? Tu cuerpo es droga para el mío, pero tu voz es agua para mi alma." LA CHAVALA ES UNA POETA. NO ME EXTRAÑA QUE SCOTT ESTÁ ENAMORADO DE ELLA

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    1. A veces se nos olvida que ella es Eleanor TOMLINSON por favor recordemos que Louis ha sido el que más canciones ha escrito en los discos, algo bueno tenía que tener para poder pasarles a sus hijos

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  22. "Por eso besábamos con los ojos cerrados. Por eso abrazábamos con los ojos cerrados.Por eso cerrábamos los ojos cuando nos acercábamos al orgasmo.Era el cerebro, decidiendo que ver no era lo importante, que la belleza se sentía, se olía, se degustaba o se escuchaba, en lugar de verse." MADRE MIA QUE BONITO TE HA QUEDADO ESTO ERIKA

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    1. Muchas gracias, jo ♥ recuerdo que pusieron algo así como "las mejores cosas no se experimentan con la vista, por eso besamos y soñamos con los ojos cerrados" y me vino a la mente mientras escribía y me dije PUES VENGA.

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  23. Erika por Dios haznos algún teaser de como se va a enterar Tommy o algo. Vivimos en agonía.

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    1. NO. Soy malvada y disfruto del sufrimiento ajeno.

      ¡AHJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! *truenos en el horizonte* *relámpagos recortando mi macabra silueta* *llevo capa porque las capas son de gente maligna y elegante* *me da la tos porque soy asmática*
      Creo que vas pillando la maldad de mi espíritu, no voy a insistir más.
      Paciencia, queridos míos; paciencia ♥

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  24. HOLA QUE TAL ADIVINA QUIEN TE COMENTA TARDE PORQUE ES RETRASADA
    JAJAJAJAJAJJNIPUTAGRACIA

    ME ENCANTA ALEC, VALE, ES UN CHULOPUTAS PERO ES UN CHULOPUTAS MONO, COMO SCOTT (198 TÍAS WTF SCOTT, 17 AÑOS 198 TÍAS MAE MÍA), ASÍ QUE SE LO PERDONAMOS AMBOS

    POR FAVOR HAZ QUE SCELEANOR SE CASEN, GRACIAS.

    SABES QUE ME HE RALLADO MUCHÍSIMO POR LO DEL AVIÓN (ANTES DE DECIR SCOTT SUS RAZONES DE POR QUÉ UN AVIÓN DE PAPEL) PORQUE CLARO, EN "LA REALIDAD" ES HARRY QUIEN TIENE ESE COLGANTE Y YO CUANDO LO LEÍA ESTABA EN PLAN QUÉ PORQUE NINGUNO DE LOS DOS ES HIJO DE HARRY, PERO LUEGO HE LEÍDO EL PORQUÉ (muy jahxjakdjakz por cierto) Y YA ME HA QUEDADO TODO CLARO, ASI QUE TRANQUILIDAD, VIR YA SE HA ACLARADO

    Tia, me descojoné con lo de la regla de Sherezade porque soy exactamente igual me meo JAJAJAJAJAJAJAJJAA

    Y sufrí mucho con lo de Scott vale, ósea soy Tommy y lo mato yo con mis propias manos, jurao

    BUENO ESO, CREO QUE NO ME DEJO NADA, ASI QUE

    TE QUIERE MUCHO MUCHO VIR

    JEJEJE

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    1. Pd. Por favor admiremos mi talento con los pasados en la redacción del 4° párrafo, por favor, matame.

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    2. Pd2 bueno en todo el comentario en realidad, me mato JAJAJAJAJA

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    3. No pasa nada Virginia coménteme usted tarde o temprano, cuando desee, yo ansío leerla con todo mi ser *lametón en una teta*

      PODEMOS APRECIAR POR FAVOR QUE SCOTT HA IDO A MÁS DE 10 POR AÑO VIVIDO Y QUE PERDIÓ LA VIRGINIDAD A LOS 13/14 O SEA NO SE LE CAYÓ A CACHOS AL PUTO CRÍO DE MILAGRO

      Ya tengo pensada la manera en que Scott le va a pedir matrimonio a Eleanor porque estoy así de puto enferma hola buenos días

      VIRGINIA ME CAGO EN DIOS SI SCOTT DICE LO DE QUE ES UN AVIÓN DE PAPEL A SU LADO EN EL ANTERIOR CAPÍTULO A VER SI ENTRENAMOS ESA COMPRENSIÓN LECTORA te acabas de quedar sin lametón en la teta ale.

      Yo me pongo cariñosa, lo que dice Eleanor de mí es verídico (encima ya lo soy de por mí (no sé si se dice así), imagínate todavía más cariñosa).

      TE QUIERE MUCHO MUCHO, Eri

      JEJEJE

      PD: no sé de qué nos reímos
      pd2: tu dominio del español me asombra
      pd3: Cervantes llora todas las noches porque no es capaz de escribir como tú
      pd4: ya sabes, porque él está muerto, es manco, y no puede usar un teclado, AHJAJAJAJAJAJAJAJA soy terrible

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    4. Grrr no puedes retirar el lametón cuando ya lo has hecho 😏

      LA PREGUNTA ES CÓMO COJONES HA PERDIDO LA VIRGINIDAD CON 13 AÑOS, MADRE MIA PERO SI ERA UN PUTO CRÍO Y LO SIGUE SIENDO, si lo piensas, todos excepto Layla lo son, y ya han hecho más cosas que tu y yo juntas madredelamorhermoso qué triste o raro, ya no se qué pensar JAJAJAJAJAJAJA

      puto enferma estás, pero se te quiere igual, o al menos un pelín de cariño se te tiene jeje

      TÍA NO ME ACUERDO DE LO QUE HE COMIDO HOY, COMO PARA ACORDARME DE ESOOOO, AY SEÑOR, NO TE DIGO YO... NO IR A CLASES HACE QUE EN MI CEREBRO SOLO HAYA TELARAÑAS Y POLVO

      Madre cariñosa, a mi como se me acerque alguien le meto una hostia, no soy cariñosa de normal, como para serlo con la regla JAJAJAJAJAJA fíjate, sólo soy cariñosa cuando voy borracha, ahí soy una puta plasta o eso dicen vaya JAJAJAJAJAJAJ

      ❤💙💚💛💜

      Pd NOS REÍMOS PORQUE YOLO

      Pd2 me he descojonado vale, bye

      JAJAJAJAJAJA

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    5. Pues lo retiro, que lo sepas, que te pese en la conciencia.

      NO SÉ ES QUE HAY MUCHO VICIO, DE TODAS MANERAS ME LO IMAGINO CON 13 LARGOS CASI 14, date cuenta de que él nació en Abril y en ese diciembre tiene 17 años o sea que ya hace bastante que la perdió (?) En todo caso estuvo tiempo con Ashley antes de hacerlo porque TENÍA QUE SER ESPECIAL LA PRIMERA VEZ DE MI NIÑO HERMOSO
      Sí, todos son críos, pero viendo las cosas que hacen los críos ahora... no sé, yo todavía me considero "pequeña" y eso que voy a cumplir 20, va en la mentalidad de cada uno, hay gente de mi generación que ya ha pasado por cada cosa que dices tú bUENO.

      Pues muy mal, hay que hacer caso a Scott cuando habla, que cada palabra suya es una profecía sobre la grandeza de los dioses

      BUF yo soy cariñosísima, les planto besos a mis amigas sin provocación previa y ellas se quedan en plan ?????? qué pasa erika y yo QUE ERES HERMOSA y punto, soy extrovertida hasta en eso

      Soy fan del desfile de corazones, que se ven muy graciosos en el ordenador

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  25. Si no me quieres hacer un teaser por lo menos dime cuantos capítulos faltan. NO PUEDO CON ESTA AGONÍA MUJER.

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    1. No te puedo decir ni aproximación de los capítulos que faltan porque el fin de semana de Scott iba a ser un capítulo nada más y YA VAN A SER 3. No obstante, me comprometo a subiros el capítulo en el que Tommy se entera antes de que llegue Septiembre, espero que eso te sirva :)

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