sábado, 16 de julio de 2016

Daidí na Nollag.

Ya sabes cómo se llama a Papá Noel en Irlanda. Para que luego digan que leyendo fanfics no se aprende nada ;D

Me tocaba estar ese fin de semana en casa de mamá.
               Pero mamá y papá no tenían inconveniente alguno en cambiarse los turnos, si yo lo pedía.
               Y papá se tomaba súper en serio las reuniones con mamá.
               Aunque se hubieran visto desnudos un montón de veces.
               Aunque lo suyo no hubiera terminado de cuajar. Claro que, teniendo un hijo en común, en mi opinión, lo suyo estaba muy cuajado.
               Pero ellos se empecinaban en que no podían estar juntos, por misterios de la vida.
               Se querían lo suficiente, y siempre lo habían hecho, como para orbitar uno al lado del otro de vez en cuando. Era como cuando el cometa Halley pasaba al lado de la Tierra. Tardaba sus años. Pero siempre regresaba a surcar el cielo.
               Mamá se quedó a cenar, aprovechando un poco más de tiempo conmigo. Colocó los platos y los vasos. Yo coloqué los cubiertos; papá protestó. Se suponía que era su casa. Tenía que hacerlo él.
               Mamá le quitó importancia sacudiendo la cabeza, y papá dejó de insistir. Cenamos los tres, comentando la semana. Estaban orgullosos de mis notas. Tampoco eran para echar cohetes, pero podría irme peor.
               Eso sí, en las asignaturas de artes, yo lo bordaba. Me encantaban. Y eso era lo que les importaba.
               -¿Quieres quedarte y ver una peli con nosotros, Vee?-preguntó papá, y ella bebió un poco de vino, haciéndose de rogar. Se limpió con la servilleta y asintió.
               Se pensaba que yo no me había dado cuenta de que se había echado un poco de color en los labios.
               No lo bastante como para que resaltara y yo le dijera algo. Sí lo suficiente como para que papá no pudiera dejar de mirárselos.
               Su cita del domingo no había resultado muy bien.
               Empezaba a pensar que el universo quería juntar a papá y mamá. Ella, también. Sabía que a mí me haría feliz. Papá podría hacerla feliz, y ella podía hacer feliz a papá.
               Por eso se acostaban de vez en cuando.
               Y todos teníamos que hacer como que esas noches no pasaban, por algún extraño misterio.
               Creo que les pasó algo cuando yo era pequeño. No me explicaría de otra manera esas reticencias.
               -¿Qué queréis ver?
               Papá se encogió de hombros.
               -Será por canales.
               -En realidad-murmuró mamá-, acaban de subir a Netflix Ex machina. Tengo ganas de volver a verla.
               Papá me miró con los ojos que también estaban en mi cara.
               -¿Chad?
               -Lo que quiera mamá está bien.
               Era la película favorita de mamá. A todos los informáticos les volvía loco eso de las inteligencias artificiales, crear robots conscientes, y esas cosas. De pequeño, mamá me había comprado un dinosaurio mecánico, lo había desmontado y le había cambiado los chips, CPU, o lo que fuera, por otros pirateados que hacían que el tiranosaurio se arrastrase por el suelo sobre sus cuatro patas; dos minúsculas, dos inmensas, y ladrase como un Border Collie.
               No me lo pasé tan bien con ningún juguete en mi vida.
               Hicimos palomitas, me senté entre los dos, y se hincharon a comer mientras yo sostenía el bol. De vez en cuando, sus dedos se rozaban.
               Llevaban el suficiente tiempo juntos como para no sobresaltarse por su contacto. Llevaban lo bastante separados como para disfrutar de sus roces.
               Empecé a recitar los diálogos de memoria. Mamá me miró.
               -¿Quieres que la cambiemos?
               -Me encanta esta peli-protesté. Pero se me cerraban los ojos. Me perdí el momento en el que un robot se liberaba.
               Cuando volví a abrir los ojos, estaban viendo un documental sobre la Segunda Guerra Mundial. Mamá había subido los pies al sofá y se había anudado el pelo en un moño apresurado. Me acariciaba de vez en cuando el hombro, el cuello, el pelo.
               Papá se había estirado hasta casi acabar sentado en el suelo, y me acariciaba también la cabeza. De vez en cuando, creo que se tocaban por detrás de mí. Parecían asegurarse de que el otro estaba ahí, que no se había marchado en un despiste.

               Decidí dejarlos solos. Me levanté cuando los americanos tiraban una bomba sobre Hiroshima, después de que mamá comentara:
               -Menuda bestialidad.
               -Los japoneses se lo ganaron. Es de ser especialmente cabrón atacar un hospital-rebatió papá.
               -Sí, pero aun así… fue una bestialidad-mamá se encogió de hombros.
               -Sí.
               Los dos se me quedaron mirando cuando me estiré y me levanté, como diciendo “os dejo solos, follad en el sofá si os apetece”.
               En sus ojos había sendas acusaciones.
               No te vayas, tu madre está preciosa incluso con moños horrendos.
               Quédate con nosotros, no sé cómo voy a aprovechar para acariciar por accidente a tu padre.
               Les di un par de besos en la mejilla a cada uno.
               -¿Te quedas a dormir, mamá?-inquirí. Ella se mordió la uña del dedo índice, me miró a mí. Miró a papá.
               Estaba decidiendo si un polvo con papá merecía el darme esperanzas. No podríamos ser una familia normal. Las cosas eran complicadas entre ellos dos.
               Pero papá estaba tan guapo…
               Me quería más a mí. No podía romperme el corazón.
               -No… lo tenía pensado.
               -Sabes que siempre hay sitio aquí para ti, Vee-dijo papá, pasándose una mano por el pelo, que se seguía tiñendo con insistencia.
               -Lo sé, Niall.
               -Vale-susurró papá.
               -De acuerdo-susurró mamá.
               Se portaban como críos.
               A veces, me apetecía prepararles un sándwich y darles las mochilas y un beso en la frente. Adiós, hijos míos, pasadlo bien el cole. Estudiad mucho.
               Sonreí, atravesé la casa, me lavé los dientes, me desnudé y me metí en la cama. Me tapé hasta las cejas y apagué la luz. Estuve un poco mirando el móvil.
               La escuché levantarse. Me imaginé a papá mirándola.
               -Debería irme-le dijo, sin que yo la oyera.
               -¿Es lo que quieres?-preguntó papá.
               Mamá se encogió de hombros.
               -Es tarde, Vee. Quédate a dormir.
               Mamá se mordió el labio.
               -La verdad es… que no me apetece conducir de noche, menos con este tiempo.
               -Y hemos bebido.
               -Sí, hemos bebido-coincidió.
               -Y no quieres preocupar a tu hijo, ni quieres preocupar al padre de tu hijo.
               -No, no quiero preocuparos a ninguno de los dos.
               La escuché volverse a sentar. Supe que lo había hecho en mi sitio. Que papá se acercó un poco a ella. Que ahora, tenían una pierna pegada a la otra. Y que se miraron a los ojos, y sonrieron, y volvían a ser jóvenes. Volvían a no tener ninguna atadura. Yo ya no existía. Se seguían queriendo y seguían buscando la compañía del otro porque se sentía bien.
               No porque era lo que había que hacer, por el bien del crío.
               Mamá volvió a subir los pies al sofá. Le gustaba sentarse medio encogida. Se soltó el pelo. A papá le encantaba con el pelo suelto.
               -No he traído… nada para dormir-musitó mientras la cámara enfocaba campos de concentración. Yo me había puesto tapones hacía tiempo. Me gustaba darles intimidad.
               Por mucho que me gustara escuchar cómo susurraban el nombre del otro mientras lo hacían (estoy un poco enfermo, qué vamos a hacerle), no me sentía con el derecho a echar un vistazo en lo que ocurría en su cuarto.
               No hacía eso cuando había otra chica en casa, claro. La intimidad sólo la podían tener mis padres.
               -Te puedo prestar algo-le dijo papá, acariciándole el pelo. Mamá cerró los ojos, disfrutando del contacto-. Uno de mis pijamas.
               -El de Batman me queda bien.
               -Te quedan bien todos, Vee.
               -Sí-asintió mamá, y se reclinó inconscientemente hacia el cuerpo de mi padre. Papá le besó la cabeza-. Niall-recriminó-. No. Chad está en casa.
               -Eso no nos detuvo la última vez. Ni la anterior. Ni la anterior.
               -Una vez paramos-replicó ella, mirándolo. Pero sonreía.
               -Tenía 7 años-le recordó papá-. Y paramos porque entró en la habitación a ver por qué hacías los ruidos que hacías.
               -No lo he olvidado.
               -Olvida todo lo que quieras, menos cómo hacer esos ruidos. Me vuelven loco.
               Mamá se echó a reír suavemente.
               -Gilipollas.
               Siguieron con la vista fija en la tele. Papá le pasó un brazo por la cintura. Mamá le acariciaba la pierna y el pecho.
               Les faltaba a alianza.
               Para mí, ya eran un matrimonio.
               -¿Qué tal con el arquitecto?-quiso saber papá. No era interesante la planificación del Desembarco de Normandía.
               -No era arquitecto. Jefe de obra-murmuró mamá-. Lo dije para ponerte celoso. ¿Funcionó?
               -Tal vez.
               Mamá sonrió, volvió a apoyar la cabeza en su hombro, suspiró cuando la mano de papá se coló por su pantalón y le acarició la cadera. Uf, Niall, pensó.
               -Sólo quería sexo-espetó por fin, sin más ceremonias. Quizá estaba un poco molesta por creer que pedía demasiado. Quizá lo estaba porque en esos temas, el único que podría despertar ese apetito en la primera cita era papá.
               -Sé de una al que eso le encanta.
               -Gilipollas-repitió mamá, como si no hubiera quedado claro. O como si fuera mentira.
               Lo que decía papá, quiero decir.
               Mamá le acarició la cara interna del brazo. Papá volvió a mirar la televisión, y mamá no apartó la vista de la caja tonta cuando preguntó:
               -¿Cómo te va con la italiana?
               Papá alzó las cejas, mirándola. Mamá lo miró a él. Nadaron en los ojos del otro. Pero se retaban. Eran dos mares embravecidos que luchaban a muerte por ver cuál de los dos era más profundo, cuál tenía mejores olas. Cuál era el favorito de los surfistas que preferían morir aplastados por la ola perfecta a quedarse en tierra mirando a los demás.
               -¿Lucy, se llamaba?
               -Volvió a Italia.
               -Qué lástima-susurró mamá, pero no lo sentía en absoluto. Había asentido con la cabeza cuando le hablé de la chica a la que papá había acompañado a la puerta. Sabía que él no solía hacer esas cosas.
               Yo no solía sacar el tema de los ligues de papá, y mamá no solía mostrar interés por ellas. Se había alegrado sinceramente cuando papá empezó a salir con una chica, pero no cuajó, y tras dos años rompiendo y volviendo, decidieron separarse definitivamente. Yo tenía 10 años por aquel entonces.
               Se habían echado de menos el uno al otro. Mamá fue a casa con una caja de cervezas. La levantó en el aire y le dijo que iba a levantarle la moral al estilo irlandés.
               No consiguieron llegar a la cama.
               Terminaron haciéndolo en el pasillo… porque yo estaba con mis abuelos. Podían permitírselo. Claro que eso jamás me lo dirían, ni lo admitirían, y ni lo hablarían con gente cerca.
               Mamá se incorporó un poco. Se pegó más contra él. Le dio un beso en la mejilla. Papá le dio un beso también.
               -No tengo la cama preparada-se excusó-. Pensaba hacerla mañana, mientras Chad estuviera con Tommy.
               -No importa. Somos personas adultas. Podemos dormir juntos sin que pase nada.
               -Tenía la esperanza de que pasase algo.
               Mamá se mordió un poco el labio al sonreír.
               -Pórtate bien-le dijo, disfrutando de cómo le acariciaba la cintura. Se terminó el documental. Se levantaron, apagaron la luz y recogieron lo que yo me había negado a recoger. Mamá se lavó los dientes mientras papá le buscaba el pijama para ponerse. Solía dormir desnudo, estuviera solo o acompañado, pero siempre lo tenía a mano, por si su compañera de cama prefería tener algo que cubriera su desnudez.
               Se asomaron a la puerta de mi habitación. Contemplaron en silencio cómo respiraba profundamente, sumido en el más profundo sueño, sin enterarme de que estaban allí.
               Mamá apoyó el costado en el marco de la puerta, mirándome. Seguro que estaba comparándome con papá, pensando en lo que me parecía a él.
               Papá apoyó la mano en el mismo marco en que se apoyaba mamá, y me miró también. Pensaba en lo que me parecía a mamá.
               Los dos me querían por lo que me parecía a ellos, pero me adoraban por lo que me parecía al otro. Les recordaba tiempos mejores y menos complicados.
               -Hacíamos cosas hermosas cuando estábamos juntos, Niall-musitó mamá, los brazos cruzados, las rodillas ligeramente dobladas.
               -Aún podemos hacerlas. Depende de ti. Ya sabes lo que siento, Vee-susurró papá, rompiendo nuestra conexión observante-observado, estableciendo una aún más fuerte con ella.
               -No es tan fácil-suspiró mamá. Papá empezó a besarle el hombro desnudo. Sonrió-. No aceptas un no por respuesta, ¿eh?
               -Uh-uh-la besó en los labios, mamá se dejó hacer-. Eso era lo que te gustaba de mí.
               -Aún me gusta.
               Le echó las manos al cuello y lo besó despacio.
               -Niall-susurró mamá contra los labios de papá-, Chad…
               -Es mayorcito-respondió él-. Si no quieres esto, sólo dímelo. Pero no pongas al crío de excusa. Dime cualquier cosa, ponme cualquier pega, menos a nuestro hijo, Vee. No uses a lo que nos une como la única razón por la que deberíamos estar separados.
               Mamá no necesitó el pijama de Batman esa noche. Durmieron totalmente desnudos, con los cuerpos entrelazados, teniéndome a mí en espíritu con ellos, en aquella cama. Como el día en que me habían traído a casa después de nacer, un dos de enero que les supo a gloria, después de dos días en el hospital deseando estar solos conmigo, no compartirme con nadie más. Alumbrarme con el sol y no con fluorescentes.
               Papá fue el primero en abrir los ojos a la mañana siguiente. Todavía era de noche. Noche bastante cerrada.
               Se despertó solo por pura costumbre. El hábito de salir a correr por las mañanas era fuerte, poderoso.
               Excepto cuando había alguien más en casa.
               Se dio la vuelta. Mamá seguía durmiendo. Le acarició el costado, maravillado por lo bien que su mano seguía las curvas de ella. Mamá abrió un ojo.
               -Buenos días-susurró papá.
               -Aún no es de día-replicó mamá.
               -Me voy a ir a correr, ¿te importa?
               -Cinco minutitos-y se dio la vuelta, dándole la espalda.
               -Vee, oye, esta casa también es tuya. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Puedes quedarte todo lo que quieras.
               La oferta no caducaba ni estaba limitada en el tiempo. Incluía también años.
               Mamá se acurrucó contra la almohada. Era blandita, pero no demasiado. Olía, además, muy bien. A papá. Le encantaba la colonia que usaba papá. La típica cara, la que mantiene el olor durante mucho tiempo, la que hace que las chicas se vuelvan locas. Se decía que les echaban hormonas que reaccionaban con las femeninas, para que tal sexo no se pudiera resistir a ellas.
               Kiara y yo pensábamos que todo aquello eran gilipolleces.
               -Quédate, Vee. Ven a recoger a Tommy con nosotros.
               -Tengo que trabajar.
               -Hoy es sábado.
               -Se me están acabando las excusas.
               Papá rió en silencio. Le volvió a besar el hombro.
               -Niall-suspiró de nuevo mamá.
               -Vee-suspiró papá, imitándola.
               -Por el cuello. Bésame por el cuello. Luego, házmelo, y luego vete a correr tranquilo. Me quedaré hasta que vuelvas. Me quedaré hasta que se despierte Chad.
               -Gracias-le dijo papá. Empezó a besarla por el cuello, ella se dio la vuelta… y terminó poniéndose encima.
               Me desperté antes de que volviera papá. Arrastrándome fuera de la cama, como buenamente pude, conseguí ponerme unos pantalones, muerto de sueño, y me metí en el baño. Luego, fui a la cocina. Saqué un paquete de gofres congelados y los metí en el microondas.
               No llegué a tiempo para apagar el timbre, y el aparato pitó escandalosamente.
               Los saqué del paquete en que venían y los puse en la freidora. Cerré la puerta, pero el mal estaba hecho. Mamá se materializó por ella al minuto. Tenía el pelo revuelto y se frotaba la cara con la manga del pijama de Batman que se había puesto porque le parecía un poco fuerte presentarse desnuda ante su hijo.
               -Hola, cariño-dijo, abrazándome, y yo le planté un beso en la mejilla a modo de saludo-. ¿Has dormido bien?
               -Me habéis dejado, sí. Me he puesto tapones-expliqué-. ¿Y tú? ¿Has dormido algo?
               -Mucho y muy bien, muchas gracias por tu interés-replicó, burlona, sacando una taza de café, encendiendo la cafetera y metiéndole una cápsula por la que George Clooney sería reclamado en el cielo.
               -Me extraña que papá te haya dejado.
               -No hemos dormido en la misma cama, Chad-me cortó.
               -Sí, claro, y yo tengo 3 años, creo en Papá Noël, y te voy a pedir un cochecito de carreras para Navidad.
               Puso los ojos en blanco.
               -No me parece mal-le aseguré.
               -A mí tampoco… hasta que me levanto por la mañana y me doy cuenta de lo que por la noche decidí obviar: estamos separados, Chad. La gente separada no hace estas cosas. No es normal.
               -La gente normal separada procura poner a los hijos en contra del otro, y papá nunca me ha dicho que tú seas ninguna puta por salir con quien te apetezca, ni tú lo has llamado cabrón a él porque se la sude que yo esté en casa cuando se trae a alguna de sus amigas.
               Puso los ojos en blanco.
               -Lo que tú digas.
               -Deja de comerte la cabeza, mamá.
               -¡Disculpa! ¿Eres terapeuta, ahora?
               -Sólo admitid que queréis volver a estar juntos. Ya sé que con quererlo no basta, pero por lo menos no os sentiríais mal cada vez que os separáis, y os daríais un respiro. ¿Por qué ningún tío es lo bastante bueno como para salir con él más de 4 meses?-ataqué-. Porque no son nada comparados con papá-ella se me quedó mirando, las cejas levantadas, la boca en una mueca que parecía querer decir “lo que tú digas, campeón”-. ¿Por qué crees que esta casa parece la mansión Playboy y papá no hace más que acostarse con tías a las que es incapaz de repetir más de cuatro veces? Porque te echa de menos, y ninguna es nada comparada contigo.
               -Porque tu padre se tira a todo lo que se mueve-respondió mamá, en un tono un poco más lacerante del que me esperaría de ella.
               -Tú te mueves-sonreí, y ella me lanzó una mirada envenenada.
               -No hay café para ti hoy-anunció-. Estás muy rebelde.
               Guardó de nuevo la taza que había sacado para mí, se lo pensó mejor, y la volvió a sacar. Levanté las cejas.
               -Es para tu padre-explicó. Sonreí.
               -¿Te refieres al tío al que acaricias aprovechando que me estás acariciando a mí también?-cogió aire y lo dejó escapar, poniendo los ojos en blanco-. Que conste que no me molesta, nunca me ha molestado ni nunca lo hará, pero…
               -¡Chad! ¡Vale ya con el tema! Tu padre y yo lo hemos hablado un montón de veces, hay cosas entre él y yo que tú no puedes entender. Esto es entre los dos, no los tres. Te adoramos, te queremos con locura, pero hace falta algo más que un hijo en común para que una relación funcione. Estoy cansada de tirar por todo, no puedo cargarme esto también a la espalda, ¿vale?
               -Sabes que noto que con él todo es más fácil que respirar.
               -Sí-concedió-, pero yo estoy haciendo submarinismo en este momento. Una bocanada de aire es lo último que necesito ahora mismo. No sería aire, sería agua de mar.
               Alcé las manos.
               -¿Qué te pasa últimamente? Llevas toda esta semana de casamentero, ¿qué? ¿Has empezado a salir con alguien y quieres rodearlo todo de bombones y pétalos de rosa? ¿Ha sido Kiara, quizás?
               Negué con la cabeza.
               No le iba a decir que veía en sus ojos cuando alguien le preguntaba por papá la misma luz que había en los de Layla cuando cogía el móvil y veía que Tommy la estaba llamando.
               Me llevaría a la tumba los sentimientos de mi amiga, porque ella me lo había pedido. “No le digas nada a nadie, Chad, y mucho menos, a Tommy”.
               Tommy estaba con Diana.
               Layla no tenía sitio en aquella ecuación.
               Me tocaba guardar silencio, no soltar prenda, fingir que Diana no era lo mismo que la “situación global” de mamá: una excusa para no intentarlo. Algo a lo que aferrarse para no arriesgarse a que te hagan más daño aún.
               La gente es tonta.
               Prefieren callarse y morirse de dudas a conseguir una respuesta. Puede ser mala o buena, pero es mejor que el silencio.
               Terminé con los gofres, los coloqué en un plato. Me senté a la mesa con un vaso de leche, haciendo de  rabiar a mamá.
               -Que sea la última vez que te pones tan terco con lo de tu padre-me dijo, colocándome la taza de café que se suponía que era para él delante-. Es algo que tenemos que decidir nosotros.
               -Sólo quiero que sepáis que, por mí, ya estáis tardando-entornó los ojos-. Vale, perdón. No volveré a mencionarlo.
               -No sé qué os pasa a todos cuando se os acerca un Tomlinson, pero tenéis que tranquilizaros-papá daba mucha más guerra cuando se iba a reunir con los chicos, pero la cosa ascendía a un nivel desconocido cuando sólo iba a ver a Louis. Se hacían muchísimo la puñeta. Papá era, normalmente, el blanco de las pullas. No nos lo tomábamos a mal.
               A Tommy y a mí nos hacía gracia.
               Pero nosotros no teníamos esa relación. Nos llevábamos bien, y si tenía algún problema, sabía que podía contar con él para intentar resolverlo. Para algo era mayor que yo.
               Él podía contar conmigo para escapar de la rutina, como iba a hacer esa tarde.
               Para algo yo vivía en una casa inmensa y vacía en un país aún más inmenso… y bastante más bonito que el suyo.
               -Dame un beso, venga-me instó mamá, dando por zanjada la pelea. Lo hice y volvimos a llevarnos bien. Yo recordé cuál era mi sitio. Desde luego, no era por encima de ella, con lo que no tenía autoridad alguna para decirle aquello.
               Lo cual no implicaba que no tuviera derecho a sonreír con malicia cuando papá llegó a casa y nos dio un beso a cada uno en la frente.
               Sonreí con malicia porque el de ella duró medio segundo más que el mío. Aunque, claro, a ella no le revolvió el pelo.
               -¿Qué tal has dormido?
               -Con tapones-sonreí yo, dando un sorbo malintencionado de mi café. Papá miró a mamá y se echó a reír.
               -Vale, somos todos adultos, me voy a duchar.
               -Voy a ir con vosotros al aeropuerto. Me apetece ver a Tommy. Hace años que no sé de él-explicó mamá-. ¿Te parece bien, Niall?
               Papá negó con la cabeza.
               -Hay un asiento libre.
               Y se fue sin más.
               Recogimos a Kiara, que esperaba a que llegáramos asomada al balcón. Llovía, pero a mi amiga le daba igual. Su madre le gritaba que corriese el cristal, que para algo estaba limpio, que nos vería llegar igual.
               Pero así, no tenía gracia saludarnos como lo hacíamos.
               -¡Oh, Julieta, Julieta!-canturreé, empapándome, abriendo los brazos y mirándola-. ¡Sal al jardín y deja que te toque una teta!
               -¡Chad!-riñó papá.
               -¡Oh, Romeo, mi querido Romeo, sube tú hasta aquí, y te la meneo!-respondió Kiara, y su madre la llamó por su nombre completo, pero Kiara ya estaba bajando a toda velocidad las escaleras. Nos echamos a reír y nos abrazamos, pero ella protestó-. ¡Chad! ¡Me estás empapando!
               -Es mi amor por ti-me burlé-, poderoso como el mar. Húmedo como tus bragas cuando ves Juego de Tronos y aparece Sophie Turner.
               Kiara sacudió la cabeza, su millar de trenzas bailaron alrededor de su cara.
               -He encontrado un nuevo mix de Youtube con todas sus intervenciones. Dura casi 3 horas. El mejor vídeo de la historia. Recuérdame que te lo ponga en bucle.
               Hice ademán de abrirle la puerta del coche, pero cuando iba a meterse dentro, la empujé, me metí yo, y eché el pestillo.
               -¡Cabrón de mierda!-ladró mi amiga, y le abrí la puerta y me soltó una patada antes de entrar. Se acomodó la mochila de cuero gris en el regazo y saludó-. Hola, Vee. Niall.
               Mis padres saludaron sin hacer amago de entablar conversación. Kiara sacó el móvil y empezó a decirme lo que me haría en cuanto estuviéramos solos. Usó un montón de emojis.
               Me haría cosas sucias.
               El asesinato es extremadamente sucio.
               Le respondí mandándole fotos de su personaje favorito de la serie que acabábamos de mencionar. Las fotos estaban editadas para que los ojos y la melena de la actriz destacasen más. Su piel era más pálida, brillaba como la Luna en una noche de luna llena.
               Kiara se pasó una mano por la cara, intentando calmarse.
               -La mezcla no puede ser buena, K-me reí.
               -Cállate. En la diversidad se haya lo bueno-respondió.
               Llegamos al aeropuerto demasiado pronto. Seguro que Tommy ni siquiera había subido al avión para cuando aparcamos el coche.
               Estaba todo bastante tranquilo. No había mucha gente que quisiera hacerse fotos con papá. Mamá sugirió que podían ir a tomar un café mientras esperábamos. No nos incluyó en los planes, porque quizás le apeteciera arrastrarlo a un baño o hacerse la dura con él y no dejar ni que le tocara la mano.
               Yo lo prefería, la verdad. Así tendría más tiempo a solas con mi mejor amiga.
               Nos fuimos al kiosco más grande del aeropuerto, observamos las revistas.
               -Van a hacer un remake de Scooby Doo, yo así no quiero vivir-Kiara suspiró, dejando la revista de cine que más leía de vuelta en la estantería.
               -Vuélvele loco: movimientos que hacen que tu chico no dure ni dos minutos-leí, sosteniendo la portada de la Cosmopolitan en la que una americana sonreía a la cámara. No sabría decir quién era-. Mira, K, para cuando te eches novio y pienses en Sophie.
               -Eso es contraproducente: si se supone que vosotros duráis menos que nosotras, ¿por qué querríamos acelerarlo aún más?
               -A todo el mundo le gusta echar uno rapidito de vez en cuando.
               -¿Lo dices por experiencia, tesoro?
               Alcé las cejas.
               -Disculpa, ¿estamos hablando de algo en particular?
               -No sé, Chad-replicó, frotándose contra mi brazo-. ¿Te importaría ser un poco menos… abstracto?
               -No. Te. Folles. A. Mi. Brazo. Muchas gracias-dije, cerrando la revista y pasándosela. Kiara la recogió, la abrió, inspeccionó el índice. Mientras tanto, seguía frotándose contra mí. Me eché a reír-. ¡Kiara!
               -No te gusta que te dé mimos, pero me suplicas por el twerking. Pues hoy no hay twerking para el señorito.
               La dejó de nuevo en el expositor.
               -¿Quieres que nos la llevemos?-pregunté. Torció la boca.
               -Depende, ¿qué trae de regalo la versión mayor?
               Le brillaron los ojos al comprobar que traía una crema exfoliante e hidratante que, de normal, superaba los 12 euros.
               -¡Imagínate lo que podríamos conseguir con mis habilidades, tu cutis, y esta preciosidad! ¡Nada se nos resistiría, Chad!
               -¿De qué olor la cojo?
               -Extracto de coco, si es que lo tienen.
               Kiara estaba obsesionada con el coco. Todos sus cosméticos eran de coco. Su fruta favorita era el coco.
               Todo el rato me daba el coñazo. Coco, coco, coco.
               Seguro que su marca favorita era Chanel porque su creadora se había llamado Coco.
               -Tira-le dije, señalando la caja, pero se detuvo de nuevo delante de un peluche. Entonces, lo comprendí.
               -¡Kiara!-dije, abriendo los ojos. Ella me imitó; era increíble lo blanco que tenía el blanco de los ojos.
               -¡Chad!
               -¡¿Ya has terminado de preparar mi regalo de Navidad?!
               -Lo estoy ultimando-informó, y añadió, cautelosa-… ¿cómo lo sabes?
               -Siempre que terminas de preparar mis regalos, te pones a mirar cosas como loca.
               -Yo… no lo hago a posta-se puso un poco roja. Cualquier otra persona no lo habría notado en su piel de ébano.
               Pero yo, sí.
               -Será por pasta-dije, calmando aquella parte de ella que le decía que yo a veces pensaba que le gustaba estar conmigo por todo lo que la mimaba… cuando, en realidad, la mimaba por todo lo que me gustaba estar con ella.
               Y porque era la mejor del mundo, joder, se merecía media Europa, y yo se la daría si se armase de valor para pedírmela.
               Pero también había un lado oscuro en mí. Un lado corrompido por el poder de las tinieblas. Por eso, contemplé su atuendo. Sus leggins de cuero con varias cremalleras. Sus botas negras, rescatadas de un mercado, a las que había añadido tachuelas caídas de una chaqueta de su hermana mayor. El jersey blanco que ella misma se había tejido (yo tenía uno igual, y su madre se pasaba las vacaciones haciendo uno extra para mí), al que habíamos tratado con todo tipo de sustancias hasta conseguir que dejase de picar. Su piercing en la nariz, el pequeño aro plateado que resaltaba lo oscuro de su tez.
               No había nada que le sentara peor a Kiara que el que le dijera que estaba guapa cuando se sonrojaba.
               Por eso, yo no perdía la oportunidad.
               -Qué negra estás, Kiara-le dije. Era nuestra variante de “estás preciosa”, porque ella insistía en que todas las chicas guapas lo serían más si tuvieran su color de piel. Sus rasgos, su pelo.
               Todas, salvo Sophie Turner. El fuerte de la pelirroja era, precisamente, ser pelirroja.
               Kiara se volvió hacia mí.
               -Y tú, qué blanco, Chad.
               De los dos chicos con los que había estado, los dos habíamos sido blancos. No dejaba pasar la oportunidad diciendo que ella quería hijos mulatos, que se dejase de tanto “orgullo negro”.
               -Bueno, no me dirás que el chocolate negro está más rico que el que lleva un poco de leche-decía siempre que yo le resaltaba la blancura de alguno de los chicos con los que intentaba liarme.
               -El que trae leche engorda más-decía yo. Y ella empezaba con su lección magistral de “¿prefieres ser ballena o sirena?”.
               -Las sirenas están delgadas pero no tienen forma de follar…
               -¿Cómo tienen hijos?-la corté yo la tercera o cuarta vez en que me empezó a contar su tesis.
               -Como las estrellas de mar, Chad: se cortan un brazo, y el brazo les crece, y del otro sale una sirena.
               -Pero son diferentes. Ariel era pelirroja, las hermanas…
               -¡Madre mía, Chad! ¿Tengo yo la cátedra de estudios de ADN? ¿Puedes, por favor, darme un respiro?
               -Vale, vale.
               -Gracias por tu colaboración. Bien. ¿Por dónde iba…?
               -Las sirenas están amargadas porque no follan.
               -Sí. ¡Eso es! Gracias. En cambio, las ballenas están gordas, no te lo niego, pero mira cómo abren la boca. Sonríen. Son felices. ¿Por qué? ¡Porque follan! La moraleja de la historia es…
               -Echa todos los polvos que puedas.
               -No. Ésa es la de la vida. Tu padre lo sabe bien-sonrió con malicia-. No te preocupes por tu aspecto exterior, sino por cómo eres por dentro.
               -Y ten agujeros para follar.
               -Contigo es imposible ponerse poética-ladraba siempre, dando un taconazo al suelo.
               Finalmente compramos la revista y una tableta gigantesca de chocolate (con leche, y sin avellanas ni nada por el estilo, porque eso le quita el sabor). Fuimos a sentarnos en un par de sillones frente al panel de información de los aviones.
               La puerta de salida estaba detrás.
               Kiara rumiaba cual cabra militar enfurecida porque le han quitado todo el tabaco mientras yo leía en voz alta los reportajes de la revista qué más me interesaban…
               … cuando una figura se plantó delante de nosotros.
               Levantamos la mirada.
               Y Tommy nos sonrió.
               -Y yo que pensaba que me habías dejado solo para que explorara y conquistara Irlanda-sacudió la cabeza, cerrando los ojos azules como océanos sobre los que planean tormentas. Kiara y yo nos pusimos en pie a la vez.
               -¡Tommy!-celebré yo. Cualquiera diría que había sido él el que había venido a mí, y no al revés. Bien podría haber estado esperando por él con el resto de la gente hasta que finalmente apareciera por la puerta de salida, arrastrando su maleta… bueno, su bolsa de viaje. Me puse un poco de puntillas para abrazarlo.
               Dos años se notan mucho a nuestra edad.
               Especialmente en los chicos.
               Él me devolvió el abrazo, y entendí un poco mejor a Layla. No es que no lo hiciera ya (tengo ojos en la cara, y la escuché cuando hablaba, y también escuchaba lo que ella no decía más que en el cariño irreprimible que se impregnaba en su voz cuando decía la palabra que identificaba a nuestro amigo), pero una cosa era hablar de la gente, de lo que te hacía sentir, y otra muy diferente era tenerla delante.
               Me gustaba cómo olía.
               Eso, Chad, píllate tú también por él se rió con cinismo una voz en mi cabeza. Como si pudiera pensar en él de esa manera. Como tiene poca gente detrás… qué más da otro. Más diversidad. Una rubia, una castaña, y un moreno. Dos chicas y un chico.
               Me abrazó como si hiciera siglos que no me veía, en lugar de semanas. Como si fuera la madera de un barco que acaba de naufragar en el que él iba dentro. Te hacía sentir increíblemente especial. Increíblemente ansiado y, a la vez, increíblemente protegido.
               Como si fuera mi hermano mayor. Mi hermano mayor de verdad. Con Layla, no me había sentido así. Con Scott no me sentía así. Sólo con Tommy. Había algo en él que te hacía pensar que podría dar la vida por ti…
               Mejor aún. Que tú podrías darla por él.
               No me extrañaba que Layla se sonrojara cuando pensaba en él. Tenía que sentar muy bien, el vivir con miedo, el temer todo lo que te rodea, y que llegue alguien y te convierta en valiente. Que haya alguien que te recuerde que merece la pena vivir.
               Alguien por quien no rajarte las venas o saltar por la ventana.
               Alguien que te llame en el momento en que te has perdido a ti mismo.
               Me soltó, y yo a él.
               -Irlanda te sienta bien, tío.
               -Seguro que se lo dices a todos los que vienen-se echó a reír.
               -Pues sí. De algo tiene que comer mi país. ¿Te acuerdas de…?
               -¿… Kiara?-terminó la frase, girándose hacia mi amiga. K sonrió con orgullo-. Es más guapa de lo que recordaba.
               -Es lesbiana, pierdes el tiempo-susurré, sacudiendo la cabeza.
               -Soy bisexual-aclaró, colgándose de su cuello-, y oliendo así de bien, es imposible que pierdas el tiempo.
               Tommy volvió a reírse.
               -Chad también huele bien-replicó Tommy, cargándose la bolsa sobre el hombro. Kiara se limpió la boca con el dorso de la mano. Un poco de chocolate se materializó en ésta. Se las frotó para quitárselo; le ofreció un trozo al inglés mientras replicaba:
               -Chad es un truño andante que se baña en colonia para tapar su verdadera naturaleza.
               -Y tú una imbécil a la que su lengua va a terminar metiendo en problemas algún día-ladré-. Sólo espero estar ahí para grabarlo y colgarlo en Youtube. Puede que nos hagamos virales.
               -Cómeme el rabo, Chad.
               -Cómeme el coño, Kiara.
               Tommy nos miró alternativamente.
               -Los que se pelean se desean.
               -Pero, ¡qué asco!-troné yo, y Kiara me miró con ojos como platos.
               -¡Qué más quisiera! ¡Me meto a monja, lo tengo claro!
               -Tampoco se trata de ir hiriendo los sentimientos de la gente-espeté.
               -Es una forma de hablar, C. No llores. Pero si lo hiciera, te prepararía galletitas. Sólo para ti.
               -No me compensaría.
               Kiara se frotó la cara, soltando un “oooooh” cargado de cariño. Es que soy adorable. Ella se hace la dura, pero al final, siempre cae ante mis encantos.
               -¿Sólo estáis vosotros?-inquirió Tommy, mirando en derredor. Sacudimos la cabeza.
               -¡Claro que no! Papá y mamá están tomando un café, haciéndose los adultos.
               -¿Han vuelto?
               -Tienen ganas-explicó Kiara-, pero son tercos como mulas. Me pregunto de quién lo sacarían.
               -En el caso de que yo fuera terco, lo habría sacado de ellos, que para algo soy su hijo y vine después. Pero no soy terco.
               -No, qué va.
               -Eres estúpida.
               -Chicos-Tommy llamó a la calma-, me encantaría ver cómo os arrancáis los pelos o termináis follando encima de estos asientos (lo que antes suceda, y creo que el resultado nos sorprendería a todos), pero… tengo un país que ver en literalmente dos días. No es por meter prisa. Vosotros sabréis cómo tenéis los horarios.
               Kiara fue a por una guía del mostrador de bienvenida a los visitantes. Le tendió el folleto.
               -Irlanda en cinco minutos-canturreó-. Te sobran 47 horas y 55 minutos.
               Sonrió, y Tommy sonrió también.
               Había algo de mí en Tommy.
               Había algo de Scott en Kiara.
               La gente es así. Las conexiones son más bien limitadas, se van reproduciendo en diferentes personas. Las amistades son las más diversas, pero cuanto más fuertes, más estereotipadas. Siempre hay un Scott para un Tommy y un Tommy para un Scott, una Kiara para un Chad y un Chad para una Kiara.
               Se lo puedes aplicar a cualquiera. De dos personas, una siempre será una y la otra siempre será otra.
               Llevamos a Tommy hasta la cafetería en la que habíamos dejado a mis padres, que se reían mientras compartían un donut. Se lo cortaban con el cuchillo y se lo metían en la boca con un tenedor. Había que ser finos.
               No compartían cubiertos.
               No sería por falta de ganas.
               Tommy se apoyó en la silla de papá, que lo miró, y sonrió.
               -Tommy.
               -Niall-replicó el recién llegado en el mismo tono en que lo hizo mi padre-. Dame un abrazo ahora antes de que se te quiten las ganas.
               -¿Por qué habrían de quitárseme?
               -Mi padre me ha pedido que te recuerde aquella vez en que te caíste jugando al golf.
               Papá se lo quedó mirando.
               -Adoro a tu madre, así que me contendré y no te llamaré hijo de puta… pero eres tan hijo de puta como tu padre.
               Tommy se echó a reír, le dio un beso en la mejilla a mi madre. Lo recibió de vuelta.
               -Te veo bien, Vee.
               -Y yo a ti. Has crecido muchísimo. Por favor, ¡parad de crecer! Me recordáis que me salen arrugas-suspiró, papá sonrió. No le dijo que estaría guapa hasta con 120 años, por tres razones que tenía delante.
               La primera: Tommy.
               La segunda: Kiara.
               Y la tercera: yo.
               -El único que no termina de pegar el estirón es Chad.
               -Cuánto odio hay hacia mi persona-repliqué, sacudiendo la cabeza. Preguntaron si queríamos algo. Dijimos que no. Pagaron y nos marchamos. Papá se ofreció a llevar la bolsa de Tommy.
               -¿Podrán con ella tus huesos de carcamal, Niall?
               -Maldita sea, crío, sí que eres hijo de Louis-bufó papá, sacudiendo la cabeza. Se rió por lo bajo, sin embargo. Exactamente como hacía estando con Louis. Cada vez que se hacían los enfadados, papá terminaba perdiendo el personaje antes incluso de entrar en escena.
               Si se hacían una foto el uno frente al otro cruzados de brazos y mirándose a los ojos, papá se mordería los labios, intentando no reírse.
               Si simplemente se miraban en una entrevista mientras otro hablaba y se retaban con la mirada, papá acababa descojonándose sin provocación previa, con lo que todo el mundo se quedaría pensando que era gilipollas… menos Louis, que lo sabía de sobra, y sonreiría al tener probada su tesis universitaria.
               Le preguntamos a Tommy si el viaje había sido bueno. Nos dijo que pillaron turbulencias. Una tormenta de mierda, para ser más exactos. Se puso los auriculares y se quedó frito. Lo despertaron las azafatas cuando se acercaban al aeropuerto. Tenía que abrocharse el cinturón.
               El tío tenía unos huevos inmensos, durmiendo en un avión con turbulencias sin el cinturón puesto y con la música a tope de volumen.
               No se enteraría de si el avión se estrellaba ni podría seleccionar un último pensamiento en condiciones antes de estrellarse… y perder unos segundos valiosísimos decidiendo qué cara esbozar en su mente antes de estirar la pata.
               -¿Y tienes novia? ¿O novio?-inquirió mamá. Yo puse los ojos en blanco. Kiara se inclinó hacia mí.
               -No me habías hablado del culo que tenía.
               -Pensé que lo recordabas.
               -Yo también.
               -Se supone que no tengo que fijarme en esas cosas-medité en voz baja.
               -Pero lo haces, porque te va el vicio. Eres un desviado, Chad. Asúmelo ya-Kiara se encogió de hombros, riendo con malicia.
               -Algo así. No vamos muy en serio, pero… alguien, hay-Tommy sonrió al suelo, mirándose los pies.
               -¿Ese alguien tiene nombre? ¿O es una chica hipotética?-pellizcó papá.
               -¿Como la fan con la que se suponía que estarías dispuesto a salir, Niall?-pinchó mamá.
               -¡Me dijiste que te gustaba nuestra música!
               -Falacias.
               -No tiene nada de hipotética. La conoces, Niall-Tommy se volvió. Papá alzó las cejas.
               -¿Layla?
               Tommy sacudió la cabeza. No estaba nada molesto con la sugerencia.
               Layla tenía esperanzas.
               Me alegré por ella.
               La americana me caía bien. Era una buena tía. Algo así como una tableta de chocolate con mousse por dentro. Dura por fuera pero luego, cremita en el interior.
               Pero Layla era directamente una mousse. Unas natillas. Una cuajada con miel. Sin nuez. Todo tan dulce, tan suave, tan… tan desconocedor del mal.
               -Diana.
               -¿Styles?
               Tommy asintió.
               -¡JODER! ¡LARRY VUELVE! ¡TE LO DIJE, VEE, TE LO PUTO DIJE! ¡LARRY ES MÁS REAL QUE MI CARA!-bramó papá, y yo me puse coloradísimo. Tommy abrió los ojos como platos. Kiara se echó a reír. Mamá sólo puso los ojos en blanco.
               -Papá, por favor, no…
               -¡LARRY ES AMOR DEL BUENO, SI ES QUE TE LO DIJE, VEE, MIRA QUE TE LO DIJE! ¡HAN TENIDO HIJOS Y SUS HIJOS SE HAN ENAMORADO! ESTO HA SIDO EL DESTINO. ¡CREO EN EL AMOR! ¡LA VIDA ES TAN HERMOSA! ¡TÚ!-ladró papá, señalándome con el dedo-. ¿QUÉ HACES QUE NO TE LÍAS CON LAYLA? ¿O CON SCOTT? RESUCITA A NIAM O ZIALL, NIÑO.
               -Estoy ocupado muriéndome de la vergüenza.
               -Niall-llamó Tommy. Papá bufó. Se pasó la mano por la cara. Y luego, se lo quedó mirando-. Harry tops, Louis bottoms.
               -¿En serio, chaval? ¿En serio? Mira, ya por esa gilipollez, no duermes en mi casa. No hemos llegado al coche y ya me tienes hasta la polla.
               Ahora, todos nos reímos.
               Papá se hizo el enfadado con Tommy toda la tarde. Incluso amenazó con escupirle en el plato de la cena si no retiraba aquel sacrilegio.
               Mamá cenó con nosotros, nos dio a todos un beso en la mejilla, y se fue a dormir a su casa.
               Papá no le dijo nada. Entendía que había cosas que no debían forzarse.
               Además, sería complicado explicarle a Tommy la situación de mis padres.
               “Mira, T, mis padres están separados, pero básicamente follan cuando les apetece, lo que viene siendo una vez cada dos meses (¡como mucho!), y me consta que echan buenos polvos, pues de lo contrario no se repetirían, así que no te preocupes si oyes gemidos en casa, porque no vamos a ser Kiara y yo repitiendo lo que hicimos una vez (¿te he contado que una vez nos acostamos? Fue muy gracioso y la verdad es que lo pasamos genial, pero tampoco hablamos mucho de ello, no vayamos a terminar pillándonos el uno por el otro y esto se parezca a un episodio de alguna telenovela mala de esas que producen en México y que a mi abuela tanto le gustan), sino mi madre y mi padre dándolo todo.
               Ah, y ten cuidado con la ducha, a veces se vuelve loca y activa el hidromasaje sin que tú le des. Estamos en ello”.
               Si yo fuera Tommy, y Tommy fuera yo, y él me contara semejante trama, me iría de esa casa en mitad de la noche. Dormiría debajo de un puente si hiciera falta.
               Es broma, les tengo cariño a mis padres.
               Quizás no.
               Kiara se tiró en el sofá cuan larga era, apoyó la cabeza en mi regazo y le dio la paliza de su vida jugando al Assassins Creed.
               -Escala-aconsejé a Tommy, que me miró-. Conseguirás cargártela. Nunca mira hacia arriba.
               -Pero, ¡cállate!-protestó mi amiga. Tommy siguió mi consejo y se la llevó de calle. Kiara se cabreó conmigo. Me dio un puñetazo en las costillas, y yo me hice el héroe tapándole la nariz y la boca. Empezó a patalear.
               -Sh. Sh. Déjate ir, pequeña. Déjate llevar. Sigue la luz.
               -Te detesto-gruñó K. Tommy también se tumbó en el sofá. Me pasó el mando. Dijo que quería ver cómo hacía magia. La partida se igualó y se volvió interesante. Conocía las tendencias de Kiara. Ella conocía las mías. Así que hacíamos cosas inesperadas para sorprender al otro.
               Además, añadió, estaba cansado de la excursión. Había hecho buen día después de la tormenta de por la mañana, así que nos lo llevamos a un lago, cerca de Mullingar. Pusimos tiendas de campaña y nos metimos dentro después de hacer un fuego pegado a éstas.
               Eso sí, no lo suficiente como para quemarlas.
               Comimos bocadillos, les tiramos pan a los peces y vimos un par de ciervos corretear entre los árboles.
               Tommy no podía dejar de mirar el agua. Era hipnótica. Juraría que le cambiaron de color los ojos de tanto bucear el lago en ellos. Se volvieron un poco más grises.
               Y un poco tristes. Se estaba acordando de Diana. También de Layla. Se preguntó si la habría traído a esa orilla. No, fue a una diferente. Es una selkie, las selkies viven en el mar. Le pertenecen al mar, no a los lagos.
               Kiara se empecinó en que quería subir a una barca. Nos pareció buena idea. Nos montamos y remamos mientras ella disfrutaba de la vida comiendo una tarrina de frutos del bosque que había comprado en un supermercado cercano, el último en el que habíamos parado a recoger agua.
               Nos quedamos en el medio del lago. La hoguera brillaba cada vez con más fuerza a medida que caía la noche. Kiara incluso se durmió, tapada con mi chaqueta y la de él. No hacía tanto frío como se esperaba. Habíamos llevado abrigos extra.
               -¿Te encuentras bien, T?-pregunté. Él me miró.
               -Sí, claro, ¿por?
               -No sé, pareces… ausente-me encogí de hombros. Sonrió con tristeza.
               -Estaba pensando.
               -¿En Diana?
               Sacudió la cabeza.
               -No, a ella le tocó el turno antes. En Layla.
               Asentí.
               -¿Cómo la viste?
               Carraspeé. Kiara se revolvió en sueños, mecida por las olas.
               -Al principio… pensé que estaba bien. O sea, que sólo le preocupaban los exámenes.
               -Sí, yo también.
               -Pero, luego… pues, me lo contó. Todo-lo miré, cauteloso. No sabía hasta dónde podía hablar.
               Tampoco sabía todo lo que había pasado.
               No sabía que le besó todo el cuerpo. Sólo que ella se estaba enamorando de él, poco a poco. No tenía ninguna prisa.
               Y viéndolo allí, comerse la cabeza contemplando el agua, me hizo ver que él también se estaba enamorando de ella. También poco a poco. Tampoco tenía prisa.
               Sí sabía, no obstante, que se lo imaginó besándola.
               -¿Me imaginó?
               -Sí, cuando… terminaste de desnudarla.
               -¿Ella piensa que lo imaginó?
               -… ¿sí?-susurré.
               -La besé de verdad. Luego, ella me besó a mí, y yo volví a besarla. Pero, primero, la besé yo.
               -Pues creyó que se lo había imaginado. Le gustó.
               -A mí también-sonrió con nostalgia. Los tiempos pasados siempre son mejores que los que nos toca vivir.
               Tommy no me dijo que le había besado todo el cuerpo. Fue la única verdad que me desveló. El único velo que decidió descorrer. El resto de la historia le pertenecía a Layla. Él sólo cambió una coma.
               Tampoco le dije que pensó en suicidarse. No creo que me correspondiese a mí decirlo.
               -Así que, cuando me lo contó, me preocupé muchísimo. No sabría si podría con todo yo solo. Pero ella es tan buena, T. Te hace sentir como si… no sé, hasta el más mínimo movimiento que hagas cuenta para ella.
               -Lo sé-susurró.
               Nos quedamos callados. La corriente del lado nos arrastraba poco a poco de vuelta a la orilla.
               -Las echo de menos. A las dos-confesó. Kiara volvió a revolverse.
               -Eso no es malo.
               -Lo es. Le he dicho a Diana que la quiero, se lo dije esta misma mañana, antes de que subiera al avión. Yo…-se miró las manos-, no sé qué me pasó. Simplemente lo tenía que soltar. No soportaba pensar que se fuera a ir a Estados Unidos sin saberlo, ¿me explico? Pero… ahora, pensándolo en frío… creo que es mentira. No dormí casi nada, pasé toda la noche con ella, porque cada segundo que pasaba lejos de ella me parecía tiempo desperdiciado, y… Lo que estoy intentando decir es que si la quisiera de verdad, si de verdad me gustase Diana como le he hecho creer que me gusta… yo no me habría fijado en Layla, ¿no?
               -Las emociones no ocupan espacio. En nuestro corazón cabe todo.
               Sacudió la cabeza.
               -No es justo. Para ninguna de las dos. Yo no me las merezco. Ellas no se merecen esto.
               -Que creas que ellas se merecen más que tú sólo indica lo noble que eres, T. Seguro que incluso les bastaría ser amigas tuyas. A mí me basta-me encogí de hombros.
               -Ya, pero… no sé-titubeó-. Cuando estoy con ellas, con cualquiera de las dos, es… soy más yo, ¿sabes? Todo lo que hago, me sale de muy dentro. No sabría decirte de dónde. Es como estar con Scott. Puedo hacer lo que me dé la gana porque sé que a él no le va a parecer mal, ni a mí me parecerá mal nada de lo que él haga. Pues con ellas, es lo mismo.
               -Eres más tú-sugerí.
               -Algo así-asintió.
               -Pues tú… estás bien-torció el gesto, volvió a clavar los ojos en el agua, que se oscurecía a pasos agigantados-. Va en serio. No creo que debas tener prisa en averiguar a cuál quieres más. Yo creo que a las dos les bastará con tenerte cerca. Se siente bien tenerte a mano-murmuré. Se quedó callado.
               Y, viéndome jugar con Kiara, se le formó una pregunta en la mente.
               ¿Y si es a mí al que no me basta tenerlas cerca?
               Tragó saliva y siguió contemplando la televisión.
               Tardó mucho en pegar ojo esa noche. Yo conocía esa sensación.
               La angustia que te produce el llegar al momento en que te cuestionas quién eres es poderosa. Tiene muchos brazos, más bien tentáculos. Y a esos tentáculos les encanta tocar la batería en tu mente. No dejarte pensar. No dejarte dormir. Apenas dejarte respirar.
               No, se dijo, cerrando los ojos. No le voy a dar la tabarra a Chad. Descubriré qué es esto yo solo… o con Scott.
               Fue hábil escondiendo su angustia. Consiguió dormir de un tirón más de lo que esperaba. Se levantó a la misma hora que Kiara; o sea, más bien tirando a tarde. Yo estaba en el salón, con el móvil entre las manos, viendo el tren de la vida pasar.
               Fui con él a la cocina y me empeciné en que le prepararía el desayuno; me dijo que no hacía falta. Pero estaba en mi casa, y en mi casa mandaba yo, por muchos años que me sacara.
               Se tomó un café y dos galletas. Me lo quedé mirando.
               -Fijo que desayunas más en casa.
               -Como más cuando me hago yo la comida-me puteó, sonriendo-. No me puedo fiar de ti, irlandés.
               -Haces bien; pensaba asesinarte esta noche.
               Kiara nos honró a todos con su presencia. Entró como un fantasma (un fantasma de carbón), frotándose la cara y arrastrando unos pantalones que le quedaban largos porque, ¡vaya!, resultaban ser míos.
               -Buf-saludó.
               -Sé una señorita educada, K. Dale los buenos días como Dios manda a Tommy.
               Kiara se giró y me miró.
               -Buf-repitió.
               Tommy se echó a reír.
               -¿Las mañanas se nos hacen cuesta arriba, K?
               Kiara lo miró.
               -Buf-reiteró. Lo pillamos, K. Buf. Enhorabuena. Pasemos página.
               La espabiló su café. Como siempre. Bien cargado, sin una sola gota de leche. Y un gofre. Se le fueron abriendo poco a poco los ojos. Los domingos por la mañana, podría nadar en una piscina de café y seguir siendo incapaz de despegar los párpados.
               Mi pobre niña.
               -¿Cuál es el plan de hoy?-quiso saber Tommy, girando sobre el taburete de la isla de la cocina. Nos miró alternativamente a los dos.
               -Morirnos-sugirió Kiara, bostezando con una boca inmensa. Sacudió la cabeza y sus trenzas bailaron-. Buf.
               -Turismo por Dublín. Ya han puesto las luces de Navidad.
               -Evidentemente, porque es la semana que viene-respondió Kiara.
               -¿No estabas muy ocupada queriendo morirte? Pues los muertos no hacen ruido.
               -¡Buf!-bramó Kiara, pegando la cara a la mesa. Tommy rió.
               -¿Por la tarde?-ofreció Tommy, y ella estiró las manos y le tocó los brazos.
               -Eres una persona maravillosa-dijo, acariciándole suavemente los brazos-, Tommy, y espero que… joder-dijo, levantando la cabeza-, ¿haces pesas? Vaya bíceps.
               -Baloncesto.
               -Madre mía. Son como… no sé. Acero. Uy, perdón-retiró las manos rápidamente, azorada.
               -A Kiara le encantan los brazos fuertes-informé.
               -Es lo único que cambiaría de las chicas-explicó mi amiga-. Casi ninguna tiene unos bíceps en condiciones.
               -Toca a gusto, mujer-Tommy se echó a reír-, que hay confianza.
               -Calla, mejor no le digas eso, que ésta se te echa encima y te arranca los órganos en cuanto coge un poco de cariño.
               -¡Bueno! De ti no quiero ni un trozo de hígado, imbécil-espetó Kiara, ofendida por la verdad. Pocas cosas hieren más que lo que se sabe cierto.
               -A mí también me gustan mis brazos, así que… sé lo que sientes-confesó Tommy, intentando levantar la tensión.
               -Son lo mejor. Chad es tan esmirriado…
               -No quiero que te toques pensando en mí.
               -No lo haría ni aunque pudieras partir melones, gracias.
               Seguimos metiéndonos el uno con el otro. Tommy escuchaba mis acusaciones y las de ella como un juez de silla en un partido de tenis. Miraba a un lado, y luego a otro.
               Comimos y nos largamos casi sin lavarnos los dientes. Papá nos dejó ir sin más, tirado en el sofá, arrancando acordes de su guitarra.
               Las nubes aterrorizaban a Dublín desde arriba. La cubrían de mantos grises, casi negros. Pero nuestra capital no era miedica. No se dejaba amedrentar. Se alzaba con orgullo ante ellas. Los paraguas estaban preparados para una invasión acuática. La gente llevaba chubasqueros a mano. Las tiendas entregaban bolsas de papel plastificado. Las bolsas se cerraban con lazos para evitar mojar su contenido.
               Nos metimos en varias tiendas; Kiara paseó por las estanterías de la sección femenina mientras Tommy y yo íbamos disparados a la masculina. Se pilló una camisa. Yo hice lo propio. Unos zapatos para mi padre y un bolso tan precioso que Kiara me pegó en el brazo nada más verlo.
               -¡Qué hermosura!-bramó, y se giró hacia mí. Me sorprendió. Pensé que me lo iba a pedir. Ella no hacía esas cosas nunca, menos estando acompañada. Pero lo que vino después me pareció más normal-. ¡Chad! ¡Le quedaría genial a tu madre con esas botas que tiene con un poco de piel de borreguillo!
               La miré.
               -¿Eh?
               Suspiró.
               -Ay, ¿las botas que parecen como de pelo, pero que no lo son? ¿Las marrones?-probó, y yo asentí despacio.
               -¿Las del forro?
               -Sí.
               -¡Ah! ¡Ya veo por dónde vas!
               Así que allá fuimos, a la caza de aquel apetitoso bolso que me causó un moratón.
               Kiara nos invitó a unos chocolates calientes. Nos metimos en un Starbucks. Sacó con muchísima dignidad un billete de diez euros y nos dio vía libre. Pedí lo mismo que ella, Tommy pidió lo mismo que yo.
               Nos estábamos paseando por una de las calles principales, exhibiendo nuestras bolsas ante los demás (Kiara había cogido también un libro para su madre y una barra de labios de rebaja para su hermana), cuando nos cruzamos con un grupo que nos resultaba familiar.
               Vimos a unos chavales del instituto apiñarse en el escaparate de una tienda de deporte. Uno de ellos levantó la cabeza, como sintiéndome observado.
               Me quedé tieso en el sitio. Kiara y Tommy se detuvieron un par de pasos más adelante.
               Se me detuvo el corazón y luego, de repente, empezó a bombear como loco. Se me encendieron las mejillas.
               -¿Qué pasa, Chad?-preguntó Kiara.
               Aiden me miró.
               No, ¿qué coño digo “me miró”? Clavó los ojos en mí, aquellos putos ojos castaños.
               Me quedé sin respiración.
               Tommy miró en la dirección en que yo lo hacía. Aiden se acercaba.
               JODER.
               AIDEN.
               SE.
               ACERCABA.
               -Kiara-susurré, suplicante. La necesitaba, muchísimo. Kiara miró en la dirección de Aiden.
               Y sonrió como una psicópata.
               -Mira qué papelera más interesante, Tommy-dijo, colgándose del brazo del inglés y arrastrándolo lejos de mí.
               -¡Vaya que sí!-respondió Tommy-, qué curvas, qué pata, qué agujero, qué… graffiti…
               -Es preciosa-convino mi amiga.
               -¡KIARA!-ladré-, ¡NO SE TE OCURRA DEJARME…!
               Los amigos de Aiden habían desaparecido. Les había mandado lejos.
               Se acercó a mí, con los hombros cubiertos por una trenka de color mostaza. Se bajó un poco la bufanda marrón.
               A juego con los botones de su abrigo.
               A juego con su puto pelo.
               A juego con aquellos ojos.
               Los ojos marrones son ojos marrones hasta que te enamoras de alguien que los tiene de ese color. Entonces, se abre un mundo de posibilidades ante ti.
               -¡Chad!-festejó mi nombre como si fuera el de San Patricio.
               No te tires el chocolate encima Chad por lo que más quieras NO-TE-TIRES-EL-CHOCOLATE-ENCIMA.
               -Hola-susurré, demasiado bajo. Me aclaré la garganta y repetí la palabra.
               -¿De compras navideñas?-inquirió, señalando mis bolsas. ¿Por qué me sonreía así? Dios, me temblaban las piernas.
               Me sudaban las manos por dentro de los guantes.
               Tenía calor.
               Necesitaba quitarme lo que viene siendo… toda la ropa.
               Dios mío, ¿es verano, de repente?
               -Sí, tenía que… eh… coger los últimos detalles. Ya sabes. Para… mi madre, y tal-susurré, levantando una bolsa. Nota mental: matar a Kiara.
               Nota mental: suicidarse luego por el ridículo que estoy haciendo.
               -Yo estoy igual-respondió. Me imitó-. Mi hermana se ha encaprichado de un peluche que vio paseando ayer. Para que veas lo guay que es tener hermanas-se burló.
               -Sí-dije, y contuve una risa histérica. Tenía ganas de vomitar.
               -Oye, ¿quién es tu amigo?-preguntó. Hizo un gesto con la cabeza en dirección a Tommy y Kiara. Los miré. Los dos se envararon; nos estaban mirando. Se volvieron y clavaron la vista en un escaparate tope interesante…
               … si estás esperando un bebé.
               -Tommy-dije, casi sin aliento. Tranquilo, Chad, por dios, me recriminé-. Tomlinson-añadí, como si eso fuera la explicación del milenio, puesta en mayúsculas alternadas con minúsculas, letras de neón rosa y amarillo, y purpurina todo alrededor-. Ya sabes-añadí, porque soy gilipollas de normal, imagínate delante del chico que me gusta.
               Me encogí de hombros para completar mi estado de imbécil perdido.
               Es que si no, no estoy a gusto.
               -Es guapo.
               -Sí-coincidí, y luego solté-, eh… supongo.
               Bien, bien. Al menos no le había dicho “no como tú”.
               Tengo dignidad.
               -¿Estáis…?-empezó, y casi me da una epilepsia.
               -No, no no, nononono, qué va. Claro que no. No. No-y ahora sí que me eché a reír.
               Pobre papá, ya no va a tener excusa para ver a mamá. Me voy a morir aquí mismo.
               ¿Por qué no me traga la tierra?
               ­-Ah, guay. O sea-dijo, estirando una mano-, guay no. Yo… no quería meterme, ¿sabes?-ay, mi amor, tú métete donde quieras, susurró una voz en mi cabeza. Sonreí. Fingí no escucharla-. Es por… conversación.
               -No pasa nada-musité.
               Nos miramos. Miramos al suelo. Miramos las bolsas del otro. Miramos la ropa del otro. Nos volvimos a mirar.
               Si me arden más las mejillas, yo creo que me convierto en un volcán.
               No vi a Kiara clavar la vista en mí. Ni animarme con gestos. Ni poner los ojos en blanco cuando la miré un segundo, y clavé los ojos de nuevo en el suelo.
               -Por Dios, qué manco es-musitó Kiara, dando un taconazo  en el suelo. Tommy se inclinó hacia ella.
               -¿Vamos a ayudarlo?
               -No, esto tiene que hacerlo él solo. Aiden creía que estabas saliendo con él-explicó. Kiara es bruja y leer los labios de los demás se le da de cine-. Es simpático. Me cae bien. Es de los pocos que acepta que soy lesbiana aunque me haya liado con un tío.
               -Parece buen crío-murmuró Tommy.
               -Lo es-convino Kiara.
               -¿Te quedarás en vacaciones en Dublín?-preguntó Aiden, educado.
               Asentí.
               No sé por qué coño lo hice, pero asentí.
               -No sé, tengo que ver qué hago…-¡muy bien, Chad, señales contradictorias, va a pensar que eres un cínico además de un gilipollas!-. Igual vengo unos días, pero… no está decidido del todo.
               Sí que lo estaba. Siempre pasaba las Navidades fuera. Me alejaba de Kiara. Pero me acercaba a mi familia.
               Me subía por las paredes, añorando demasiado a mi mejor amiga.
               Sin embargo, era lo que tocaba.
               Aguantar al gilipollas de Theo y al resto de mis primos.
               Yupi.
               -¿Por?-espeté, clavando los ojos en él. Aiden me miró el cinturón. Ay, Jesús. Se miró las manos.
               -Me preguntaba si… te apetecería… no sé, dar una vuelta.
               ¡CHAD! Chilló la voz de mi cabeza, ¡ESTÁS LIGANDO CON AIDEN!
               ¡POR FAVOR, NO LA CAGUES!
               -Bueno, en unos días iba a ir con K al cine a ver la nueva de Star Wars, por si…-empecé, y me quedé callado.
               -Suena bien-me animó Aiden. Se merecía el puto mundo, en serio.
               -¿Quieres…?-sugerí. Me di de bofetadas internamente. Me dicen de salir, y sugiero dar una vuelta con mi puñetera mejor amiga.
               -¿Tienes algún otro día libre?-preguntó, todo paciencia.
               -¡CLARO!-bramé, más fuerte de lo que me gustaría reconocer-. Claro, claro, ¡claro que sí! ¿El viernes?
               El viernes iba a estar en casa de mi abuela, pero si tenía que cargármela para ir a dar una vuelta con Aiden… a cobrar herencias, se ha dicho.
               -El viernes es perfecto-convino Aiden-. Nos vemos el viernes.
               Acuérdate, Chad: el viernes.
               -¿Dónde quedamos?-pregunté.
               -¿Centro?-sugirió. Estaba hiperventilando. Yo, no él. O sea, él era él. Convivía consigo mismo. Ya sabía lo guapo que era. Y lo buena persona. Y lo todo.
               -Centro está bien. ¿Bajo la estatua?-concreté, porque el centro es inmenso.
               -Sí, a eso de las… ¿6?
               -Suena perfecto. Seis en punto. Estatua. Viernes.
               -Pues… tenemos plan-sonrió. Si hubiera dicho “cita”, habría pasado de sólido a líquido, me habría derretido a sus pies, me habría convertido en un charco de varios colores, y luego me habría evaporado y habría pasado a ser una nube de amor.
               Me dolía el corazón.
               -Tenemos plan.
               -Nos vemos-sonrió, dando un paso atrás.
               -Sí, claro. Guay. Vale. Esto… adiós-susurré. Él sonrió. Se metió las manos en los bolsillos, se dio la vuelta y dio un par de pasos. Yo me lo quedé mirando.
               Volvió a girarse.
               -¿Sabes? Tienes… Un poco de chocolate en la comisura de la boca-me la toqué con un dedo helado-. No, la otra. Sí, eso es. No podía… dejar de mirarla-se encogió de hombros-. Te veo el viernes, C.
               ¡ME HA LLAMADO C!
               ¡QUE NO PANDA EL PUTÍSIMO CÚNICO!
               -Hasta el viernes-coincidí yo.
               Sonrió, asintió con la cabeza y se perdió entre la multitud, en dirección a sus amigos. Lo recibieron con los brazos abiertos, lo miraron y lo jalearon. Le revolvieron el pelo. Algunos me miraron. Aiden también me miró una última vez.
               Después, doblaron una esquina y me dejaron solo entre la multitud.
               Me temblaban muchísimo las rodillas.
               La cara de Kiara se materializó ante mí.
               -Me ha pedido salir-susurré con un hilo de voz, como el que acaba de correr la maratón. Kiara sonrió. Era una sonrisa cálida. Feliz.
               -Te dije que no iba detrás de mí.
               Lo parecía. Siempre que nos cruzábamos, me saludaba por el pasillo. A ella le sonreía. Un saludo es menos que una sonrisa.
               -¡KIARA!-grité, y dos chicas que pasaban a mi lado dieron un brinco y me lanzaron una mirada envenenada. Tommy les pidió disculpas, y ellas sonrieron como si tal cosa. Lo que hace ser guapo-. ¡AIDEN FITZGERALD ME HA PEDIDO SALIR! ¡NO ESTOY NADA BIEN! ¡ME VA A DAR UN SÍNCOPE!
               -¿Éste era el chico del que nos hablaste?-preguntó Tommy, y yo asentí despacio. Me tambaleé. Me recogieron-. ¡Guau, Chad, tranquilo! ¡Tienes que sobrevivir hasta el viernes!
               Miré a Kiara.
               -Tienes que ayudarme.
               -Cuando se te ponga dura, la metes. Es fácil. Lo superarás-me dio una palmada en la espalda.
               -¡Kiara!-volví a chillar-. ¡No sé qué coño voy a ponerme! ¡Esta noche no voy a dormir! ¡Ni la que viene! ¡Ni la anterior a la anterior al viernes, lo cual es… mañana!
               -Hoy es domingo-recordó Kiara, toda paciencia.
               -¿Qué voy a hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué me voy a poner? Joder, debería ir allí y decirle que voy a ir a Mullingar o que me van a sacar una muela o que se me va a morir el gato que no tengo el viernes y cancelar lo de nuestro…
               -Si haces eso, del bofetón que te suelto te vuelves negro y yo me hago blanca-gruñó-. ¿Voy a ser estilista o no? Pues no te preocupes, cariño mío. Te voy a poner más guapo que nuestro inglés aquí presente. Vais a pasar directamente al postre en cuanto te vea-me guiñó un ojo y me arrastró a mi tienda favorita. Me sentó en un sofá y empezó a elegir ropa con Tommy.
               Me tiraron un montón de camisas encima. Camisas, pantalones, chaquetas… me estaba mareando.
               Para cuando terminamos y nos tocó alejarnos del centro, no recordaba mi dirección. Pasé de largo mi propia casa, en la que llevaba viviendo casi 16 años. Tommy se rió. Kiara también. Sacó las llaves y abrió la puerta.
               Estaba que me subía por las paredes. Kiara le dijo a Tommy qué era lo único que podía relajarme de todo aquello.
               Me metieron a rastras en el estudio de grabación. Nos encerramos allí dentro y Tommy y yo cantamos frente al micro que colgaba de la pared mientras Kiara ojeaba una revista.
               -Precioso, precioso, el hit del verano, precioso-comentaba ella. Tommy estaba entusiasmado. Nunca había estado en un estudio de grabación, ya no digamos grabar nada.
               Consiguió calmarme. Me tomaba demasiado en serio la música como para poder pensar en otra cosa. Ya no me daba vueltas la cabeza.
               Pasaron los días. Tommy se marchó a casa. Me pidió, más bien ordenó, que le contara cómo había ido todo el viernes.
               Quise tirarme a la pista de aterrizaje para que me atropellara el avión en el que se iba cuando me di cuenta de que el viernes…
               …era…
               … el puto…
               … 25 de diciembre.
               -¡ESTÁ TODO CERRADO EL 25, KIARA, QUÉ SE SUPONE QUE VAMOS A HACER, LA GENTE ESTÁ CON SU FAMILIA A ESAS HORAS…!-grité por teléfono al darme cuenta. Me estaba dando un ataque de ansiedad. Kiara se limaba las uñas.
               -Dios, Chad, relájate. La gente come con su familia el 25. Si fuera el 24, todavía sería más preocupante. Tendríais que volver para cenar.
               -¿Y si su familia es de las que echan partidas hasta las tantas? ¿De las que juntan comida con cena? ¡KIARA! ¡EL 25 DE DICIEMBRE VOY A ESTAR EN MULLINGAR SÍ O SÍ! ¡SIEMPRE ESTOY EN MULLINGAR!
               -Trae a Mullingar a Dublín-replicó ella.
               Me arrastré hasta el salón, donde papá estaba tumbado. Empecé a preguntar qué íbamos a hacer, si volveríamos por la tarde ese día, si podríamos comer un poco antes, si estaría muy mal la carretera… en Mullingar me aburría y le había cogido a Kiara unos patines para ir sobre el hielo, y patinar el 25 sería especial, porque ponían aquellos cañones de nieve sobre la pista de hielo que ponían en la plaza central, y…
               -¡Dios, Chad, de verdad! ¿Qué te pasa? ¡Estás rarísimo! ¿Quieres quedarte? ¡Pues dilo claramente!-tronó papá, soltando la guitarra.
               -Sí-susurré.
               -¿Quieres que nos quedemos?-espetó, incrédulo-. Pero… si te encanta ir a Mullingar por Navidad-me miró. Vio mis mejillas coloradas. Mis ojos clavados en el suelo. Mi aura cargada de vergüenza. Y entendió-. ¿Es por una chica?
               Asentí con la cabeza.
               -Es… bueno, en realidad… es por un chico.
               Me miró unos segundos que se me hicieron eternos.
               Me va a decir que no, pensé. Igual, con una chica, colaría, pero con un chico… seguro que es mentira que le da igual que sea bisexual. Seguro que preferiría que me gustasen sólo las chicas. Seguro que…
               -De puta madre-dijo por fin, y no había sarcasmo en su voz. Sólo alegría… de que por fin dejara de ser un capullito y me decidiera a florecer-, llamaré a tu abuela y le diré que voy a por ella mañana.
               Lo miré.
               -¿De… verdad?-pregunté. Temía hacerme ilusiones. Se incorporó y me acarició la nuca.
               -Claro que sí, cariño. Para un hijo que tengo, y que el pobre me ha salido tímido como él solo, ¿qué pasaría si no hago todo lo posible para que vaya a una de sus citas? ¿Qué clase de padre sería si me interpusiera entre ese chico misterioso y tú?
               Sonreí. Y me tiré a sus brazos.
               -Gracias por entenderlo-susurré.
               -No es nada, hombre. ¿Quién es?
               -Aiden-musité, acariciando su nombre en mi paladar.
               Se separó de mí y me miró.
               -¡Aiden! ¿El de siempre?
               Me sonrojé.
               -Sí.
               -Joder, tendré la casa libre, por si os decidís a pasaros-bromeó.
               -¡Papá!-recriminé. Me dio un beso en la mejilla, otro en la frente, me apretó los hombros.
               -Voy a llamar a tu abuela-dijo. Se levantó del sofá-. Puede que… bueno, si nos quedamos, y tu madre no tiene planes… bueno, lo hablaré primero con ella.
               Salió de la habitación.
               Lo escuché entrar en la cocina y marcar un número.
               Me tiré en el sofá.
               Dijo el nombre de mi madre, no de la suya.
               Sonreí.
               Sentía una ligera presión en el pecho. Una presión suave. Agradable. La llaman felicidad.
               Me eché a llorar de alivio. Y alegría.
               Iban a ser las mejores Navidades de la historia.
               Menudo regalo me traía Daidí na Nollag.

35 comentarios:

  1. MADRE DE DIOS. CHAD ES UN BEBÉ. QUIERO MORDERLE LOS MOFLETES.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DIOS MÍO LOS DEBE DE TENER TAN PRECIOSOS DEBE SER UN PAR DE MOFLETES ANDANTES AHÍ CON DOS PIERNAS Y DOS OJOS AZULES COMO LOS DE NIALL EN MEDIO PARA NO IR CHOCÁNDOSE CONTRA TODO ESTOY GRITANDO!!!!!!!!!!

      Eliminar
  2. CHAD ES MÁS MONO Y ME EXPLOTA UN PULMON. MADRE MÍA. QUE RICURA DE SER HUMANO

    ResponderEliminar
  3. SHIPPEO UN HUEVO A NIALL Y VEE. AY JODER

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también, pero lo más importante es que NUNCA los shippearemos como los shippea Chad

      Eliminar
  4. VA A QUEDAR CON EL CHICO QUE LE MOLA Y SEGURAMENTE SUS PADRES PASEN LAS NAVIDADES JUNTOS Y SE ECHA A LLORAR DE FELICIDAD. ES UN AMOR JODER. QUIERO COMERMELO ENTERO.

    ResponderEliminar
  5. SHIPPEO A VIALL. ADIÓS A TODO.

    ResponderEliminar
  6. Leí en tt que ya habías hecho notas sobre el epílogo de la novela y me pregunté una cosa, ¿sobre que mes (dentro de la novela) tienes pensado acabarla?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aún no sé si la acabaré en mayo o en octubre, todo depende de al final en qué mes ponga el programa en el que va a participar Eleanor (porque con el programa se termina también la novela).
      Eso sí, las notas del epílogo son una especie de "vistazo en el futuro", algo así como lo que pasó en Its 1D bitches que terminó originando esto Ü

      Eliminar
  7. "-¡Oh, Julieta, Julieta!-canturreé, empapándome, abriendo los brazos y mirándola-. ¡Sal al jardín y deja que te toque una teta!
    -¡Chad!-riñó papá.
    -¡Oh, Romeo, mi querido Romeo, sube tú hasta aquí, y te la meneo!-respondió Kiara"
    ME HE DESCOJONADO A MANDÍBULA BATIENTE. MADRE MÍA, NO SE COMO NO ME HA DADO ALGO SOS

    ResponderEliminar
  8. Echo de menos que narre Scott :(

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Entonces, te va a gustar el siguiente capítulo ;D ya tengo dos páginas escritas

      Eliminar
  9. "Como si fuera mi hermano mayor. Mi hermano mayor de verdad. Con Layla, no me había sentido así. Con Scott no me sentía así. Sólo con Tommy. Había algo en él que te hacía pensar que podría dar la vida por ti… Mejor aún. Que tú podrías darla por él." ES QUE TOMMY ES COMO UN DIAMANTE JODER. BRILLA TANTO Y ES TAN PRECIOSO. ME DUELE TODO.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo estaba hablando el otro día con mi mejor amiga y es que TODO el mundo que conoce a Tommy y le cae bien se siente súper protegido cuando él está cerca... incluso Scott, y eso que Scott es el mayor de los dos, pero parece que con Tommy no puede pasar nada malo; o, si pasa, se solucionará sí o sí y ❤

      Eliminar
  10. LA PARTE DE LO DEL BALCÓN. NO ME HE REÍDO MÁS PORQUE SI NO EN EL BAR PENSABAN QUE ESTOY COMO UNA REGADERA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me acordé de que lo mencionaron en mi grupo de teatro y dije "ESTO ES TAN DE KIARA Y CHAD, DEBO METERLO!!!"

      Eliminar
  11. TOMMY MI POBRE NIÑO. POR SUPUESTO QUE PUEDES QUERER A LAS DOS A LA VEZ. MIRA A TU PADRE, ESTÁ CASADO Y ENAMORADO DE HARRY A LA VEZ.

    ResponderEliminar
  12. Me ha dado por pensar que Kiara y Sabrae juntas serían la hostia. Had que pase.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De hecho, se van a conocer en un momento de la novela y se van a poner a chillar la una frente a la otra porque la piel de la otra les va a parecer TAN hermosa!!!!!!!! A Sabrae le gusta ser mestiza y tal pero LA PIEL CASI NEGRA DE KIARA VA A SER UN IMPACTO PARA ELLA y Kiara adora ser casi de carbón pero poR FAVOR QUÉ TONO DE CHOCOLATE CON LECHE MÁS HERMOSO TIENE SABRAE son novias lo acabo de desvelar

      Eliminar
  13. JODER ME HE REÍDO MUCHÍSIMO CON LO DE LARRY. NO SÉ COMO NO HE CAIDO DE LA SILLA.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me ha dado el puto venazo y lo he puesto casi sin darme cuenta, llevaba varios párrafos cuando me dije "¿qué cojones, Erika?" pero ya era demasiado tarde para quitarlo JAJAJAJAJAJA

      Eliminar
  14. "-¿Podrán con ella tus huesos de carcamal, Niall?
    -Maldita sea, crío, sí que eres hijo de Louis-bufó papá" ME MEO

    ResponderEliminar
  15. "-Mira qué papelera más interesante, Tommy-dijo, colgándose del brazo del inglés y arrastrándolo lejos de mí.
    -¡Vaya que sí!-respondió Tommy-, qué curvas, qué pata, qué agujero, qué… graffiti…" ME HE DESCOJONADO VAYA. KIARA ES SUPER GENIAL.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ♪♫ Esto es una papelera irlandesa,
      no es nada especial
      pero es irlandesa.
      La gente tira cosas,
      no tienen sentimientos.
      ¡Pobre papelera!
      Acuérdate de ella, acuérdate de ella. ♫♪

      Eliminar
  16. En este capítulo estas que te sales Eri! No he parado de reír.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, muchas gracias, corazón, me ha hecho muchísima ilusión tu comentario ❤ A ver si el siguiente te gusta tanto como éste

      Eliminar
  17. ERIKA, SIENTO TANTÍSIMO NO HABER PODIDO LEER ANTES (he estado tan liada con todo lo de la uni que apoco me explota un pulmón, sólo quería leer sos), PERO YA ESTÁ, YA HE LEÍDO Y SÓLO PUEDO DECIR QUE

    AMO

    A

    CHAD

    CON

    TODA

    MI

    ALMA

    POR FAVOR QUE AIDEN NO SEA UN CABRÓN (seguro que es un Dios griego porque todos son así mecagoenlaputa (si tienes idea de cómo es pon foto gracias)) GRACIAS

    AY SEÑOR, ESTE COMENTARIO, MUY A MI PESAR, VA A SER CORTO (creo que el más corto que te he escrito hasta el momento (se que te encantan mis comentarios kilométricos, pero siempre hay un primera vez para todo jeje))

    TE QUIERE A TI A C A K Y A T

    VIR

    Pd: al igual que las pd me encantan los paréntesis dentro de paréntesis, la adrenalina de estar pensando en no dejarte el segundo paréntesis para que todo quede armónicamente cerrado

    Pd2 pues al final va a ser un comentario largo y todo mae❤

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, al final me ha salido largo JAJAJAJAJA

      Eliminar
    2. No pasa nada jo, que yo no tenga vida no significa que las demás no podáis tenerla JAJAJAJAJA

      NO

      ME

      EXTRAÑA

      Es un caramelito por favor debemos protegerlo a toda costa, él y Layla son los dulces melocotones de la novela, los demás son... no sé, piñitas coladas o algo así, pero ellos me pueden con el corazón.
      NO PUEDO HACER QUE AIDEN SEA UN CABRÓN ENCIMA QUE MI HIJITO HERMOSO ESTÁ ENAMORADO DE ÉL!!!!!!! ¿De verdad piensas que Chad podría enamorarse de un gilipollas, o algo?
      No sé dónde voy a encontrar fotos de este muchacho, pero si lo hago, las subo al twitter del blog porque soy marvada.

      De corto nada, me da a mí eh, JAJAJAJAJAJA
      TE QUIERE A TI Y A C A K Y A T
      (es gracioso porque pensé que ponía "te quiere katycat" y yo en plan wtf)
      ERI

      PD: los paréntesis dentro de paréntesis son lo mejor del mundo, aunque es un poco agobiante tener que estar contándolos para asegurarte de que los has cerrado bien jejejejejejeje

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤