lunes, 18 de julio de 2016

La chica de los labios con sabor a frutas.

Tengo 17 años y ya he encontrado a la mujer de mi vida. Prácticamente la vi nacer.
               Y eso que todavía no es una mujer.
               Pero su forma de moverse encima de mí, su forma de hacerme el amor y de follarme, su forma de mirarme y apartarse el pelo a un lado cuando se inclina para besarme no es la forma de hacer las cosas de una chica. Es la de una mujer.
               La de una mujer que está con el hombre de su vida.
               Yo no he nacido con estrella; Alá me ha dedicado una galaxia entera.      
               Lo estábamos haciendo sin nada. Ella me miraba a los ojos, y yo la miraba a ella, y aquellas dos esferas chocolate, sus ojos de gacela, brillaban con todo el universo contenido en ellas. El amanecer era horrendo comparado con lo que ella tenía en la mirada. Me acarició la espalda. Se incorporó un poco y me besó. Suspiró mi nombre.
               -Oh, Scott…
               Había encontrado un ángulo mejor en el que entrar en ella, y lo había aprovechado. Me encantaba la sensación de piel contra piel, calor con calor, humedad y humedad. La sentía palpitar, pero, a la vez, estaba tranquila. Extremadamente tranquila.
               Era la tranquilidad de la chica que espera toda la vida a que por fin el chico que le gusta se fije en ella, le diga que la quiere, que está enamorado de ella. El chico es gilipollas, y tarda mucho en hacerlo, pero lo importante es que lo hace.
               Me acerqué peligrosamente al orgasmo. Me detuve un poco. Quería durar para ella. Quería que llegáramos juntos. La acaricié. Le besé los pechos. Ella sonrió.
               -Scott-fue todo lo que dijo. Ojalá mis padres hubieran hecho como los de Beyoncé y hubieran patentado el nombre de su hijo. La simple idea de pensar que había tíos que se llamaban como yo, tíos que podrían estremecerse porque compartían conmigo la magia que era escuchar nuestro nombre de sus labios, me volvía loco. Me enfurecía y entristecía a partes iguales.
               Toda mi vida me había creído un pájaro que podía volar libremente, ir donde fuera, escalar la más alta de las cumbres sin llegar a entrar en contacto con el suelo, descender al más profundo de los abismos sin temer la caída, porque mis alas me protegían.
               Estando con Eleanor, había descubierto mi verdadera naturaleza. No era un pájaro, ya no digamos un ave fénix, como me creía en mis mayores delirios de grandeza, cuando estaba borracho y conseguía meterla.
               Era un avión, un avión de papel. Y ella era la brisa marina de la villa pesquera de casas blancas y pequeñitas. La brisa cargada de sal, la que enreda melenas, forma olas, acaricia acantilados.
               Era ella la que me hacía volar, la que me mantenía lejos de las olas.
               Volví a empujarla despacio, y ella suspiró. Cerró los ojos y se mordió el labio.
               -Eleanor-susurré, se estremeció un poco más-, Eleanor, mírame. Escucha.
               Abrió los ojos y los clavó en mí.
               -Estoy enamorado de ti-repetí.
               Estaba a punto de echarse a llorar.
               Todo su cuerpo respondía al mío. Todas sus curvas me pertenecían como le pertenecían mis ángulos. Follármela no era nada comparado con hacer el amor los dos.
               Y menos, hacerlo como lo estábamos haciendo. No me importaría una mierda que se quedase embarazada. Seguro que a ella tampoco.
               Estar así, juntos, juntos de verdad, te hacía perder la calma. Era una locura. Era sentiros y responder a lo que el otro quería como no se podía hacer de ninguna otra forma. Perdías la calma cuando se corría para ti, porque lo notabas de verdad, sentías su calor rodeándote, al tuyo rodeándola.
               Pero tenías conciencia, y la mayoría de las veces no te compensaba. Por mucho que te volviera loco sentir cómo ella se corría contigo en su interior, y cómo celebraban eso vuestros cuerpos desnudos, le decías que disfrutabas igual cuando te lo quitaban.
               Que no había casi diferencia.
               En realidad, era abismal.
               Pero tú te callas.
               Para que no se sienta obligada. Para no poneros en peligro.
               Para hacer los momentos como éste mil veces más especiales.
               Porque la unión de vuestros cuerpos no es ya lo bastante especial. También tiene que serla la de vuestro placer.

               Su respiración se volvió irregular, la mía respondió de la misma manera. Contuve el impulso de acelerar; algunas cosas tienen que ir con calma. Sonrió al notar que me frenaba para esperarla. Había cerrado los ojos, pero los volvió a abrir cuando se dio cuenta de mi intención.
               -Te quiero, S-susurró, acariciándome la mejilla. La besé en los labios.
               -Yo a ti también, mi amor-dije, con mi boca tan cerca de la suya que se comió mis palabras mientras mis labios acariciaban los suyos. Entreabrió un poco la boca. Exhaló mi nombre mientras temblaba cada vez con más violencia. La besé, degusté su orgasmo mientras llegábamos a la vez.
               Por dios, qué bien sabía su boca justo cuando se rompía para mí, a la vez que yo.
               Me odié por no haberme separado y ver cómo se estremecía, ya acabado todo… pero me felicité a mí mismo por haber conseguido esperarla, dejado que me alcanzara, haberla besado y haber probado lo que no le había dado a ningún otro chico.
               Nos miramos el uno al otro. El sol quería asomarse con timidez, pero la Luna se lo impedía. Éramos sus hijos. Nuestros suspiros eran su creación. Ella siempre había observado nuestras primeras veces: la primera vez que me besó, la primera vez que la desnudé, la primera vez que entré en ella, el primer te quiero que me regaló, la primera vez que le dije que me estaba enamorando de ella…
               … y cuando por fin ya me había enamorado del todo, y se lo confesé, y allí estábamos.
               Me acarició la nariz con la suya.
               -Me dejaría matar ahora mismo-confesó, mirándome-. Es insoportable lo feliz que soy ahora mismo, Scott.
               -Quédate conmigo. Ni se te ocurra largarte-ordené-. Te seguiría hasta el fin del mundo. Más allá, incluso.
               Se me quedó mirando. Yo nadé en sus ojos, me perdí en los bosques otoñales que había en ellos. Ella vagó por la espesura de los míos.
               -Cada segundo que esperé durante toda mi vida a que me dijeras eso ha merecido la pena-dijo por fin, rompiendo el hechizo. Me acarició el brazo. Seguía dentro de ella.
               Pero ya no nos importaba.
               Lo nuestro iba más allá de nuestros cuerpos.
               Mataría a todo aquel que se atreviera a decir que no compartíamos un alma a partir de ese instante, que la mía era la suya y la suya era la mía, que estaban mezcladas como la nata y la fresa en los postres preferidos por medio mundo.
               No supe qué contestar. ¿Qué puedes contestar a eso? Me había dejado sin palabras, a mí, que siempre tenía una contestación en la punta de la lengua, lista para ser disparada. Así que hice lo segundo que mejor se me daba hacer en el mundo: amarla. La volví a besar, mi lengua acarició la suya, con la frase que me acababa de decir incluida. Y sabía terriblemente bien.
               Y en mi cabeza, sólo había un pensamiento.
               Tus hijos van a ser los de ella.
               Sonreí.
               Inshallah.
               Me separé de ella, me tumbé a su lado, y ella se acurrucó contra mi pecho. Cerró los ojos. Me compadecí de sus sueños, de los tíos con los que pudiera fantasear. Ninguno iba a poder darle lo que yo le había entregado. Ninguno conseguiría que sintiera todo lo que yo le hacía sentir.
               Sonreí con malicia, mirando al techo, con el pensamiento diabólico de que era mía, y yo era suyo, rondándome por la cabeza. Escalando por mi mente, conquistando cada rincón, adueñándose de cada célula.
               Le acaricié la espalda por la zona de los lumbares, y ella suspiró con satisfacción.
               -S-dijo nada más.
               -Di mi nombre.
               -S-repitió, traviesa. Sonreía con infinita ternura en los labios.
               -Mi nombre entero.
               -Scott Yaser Malik-murmuró, y ni siquiera me molestó mi segundo nombre. Sonaba, incluso, bien. Me contuve para no pedirle que repitiera la segunda palabra. Por fin tenía sentido. “Protegido de Dios”. Vaya que sí.
               No sé qué coño habré hecho, ni lo que me deparará el futuro, pero Alá me adora. De lo contrario, no me la habría dado.
               -Tampoco tan entero-susurré, besándole el pelo.
               -Di tú el mío.
               -Eleanor.
               -Y ahora dime cómo me llamas.
               -Mi amor-susurré, volviendo a besarle la cabeza. Se abrazó a mi espalda.
               Nos quedamos en silencio, sumidos en nuestros pensamientos. Recordé, de repente, quién era ella y quién era yo. Que ella tenía un hermano al que le debía lealtad.
               Me apeteció muchísimo celebrar aquello.
               Le acaricié la espalda.
               -Voy a decírselo el 29-anuncié. Suspiró, se aferró un poco más a mí, pero no dijo nada.
               -¿El qué?
               -Lo nuestro. A Tommy-expliqué.
               -¿Por qué el 29?-quiso saber, sin apenas abrir los ojos.
               -No me va a dirigir la palabra, pero en Nochevieja nos emborracharemos y se le olvidará que está enfadado conmigo por enamorarme de su hermana y…
               -No olvidemos cómo te follas a su hermana-intervino, abriendo un ojo y echándome un vistazo entre aquellas pestañas suyas. No podía con ella, nunca iba a poder con ella. Qué ganas tenía de pasarme toda la vida pensando en qué momento conseguiría alcanzarla, qué ganas tenía de morirme en mi cama con su mano en la mía y descubrir que, en efecto, mis sospechas habían sido acertadas: ella estaría siempre por encima de mí.
               -… para cuando recupere la conciencia, ya será tarde. Me habrá perdonado, y Tommy no retira un perdón. No es rencoroso. Yo, sí.
               -Algún defecto tenías que tener.
               -También soy celoso-le recordé, pero se encogió de hombros.
               -Conmigo no vas a serlo.
               -¿Cómo lo sabes?
               -Lo sé. Yo no te voy a dar razones para que te pongas celoso. Seguro que estás muy guapo, pero estás muy guapo así… desnudo. Borracho de mí. Mío.
               Sonreí.
               -Además-continuó-, después de esto…-sacudió el pelo, se incorporó, volvió a sacudir la cabeza y un par de mechones rebeldes se le colocaron alrededor del rostro, enmarcándolo. Parpadeó despacio, como el ángel que era, el que venía a decirme los planes que Alá tenía para mí-. De lo que me has dicho y de lo que me has hecho… no voy a poder irme muy lejos de ti. Desde luego, no lo suficiente como para darte opción a tener celos.
               Le acaricié la cara, le dije que era preciosa, y ella apoyó ligeramente la mesilla sobre la palma de mi mano. No quería dejarme marchar, ni yo quería marcharme.
               -Me preguntaba cuándo me lo dirías-dijo por fin, después de clavar sus ojos de gacela en mí y dejarme sin respiración-. Has tardado.
               -¿Ya lo sabías?
               -Scott-dijo, como si fuera evidente-, me miras como Fitzgerald desearía que Gatsby mirara a Daisy.
               -Es por el nombre-expliqué. Frunció ligeramente el ceño.
               -¿Qué?
               -Scott Fitzgerald. Me llamo Scott-dije, en el mismo tono de evidencia. Alzó una ceja.
               -¿Te lo pusieron por él?
               -No sé, Eleanor, ¿el agua moja? Mi padre es profesor de Literatura, el único con un nombre más o menos “común” en Gran Bretaña soy yo… ¿por quién coño me lo iban a poner, entonces? ¿Por nuestros vecinos’?
               -Creí que era por si algún día te apetecía convertirte en rey. Para que no tuvieras que romperte la cabeza buscando un país.
               -Pobres escoceses-murmuré-, seguro que han tenido malas experiencias y no quieren reinas que se llamen Eleanor.
               -Sería la primera de mi nombre-tonteó, acercándose a mí. Me besó en los labios, yo le acaricié la parte baja de la espalda. Suspiró cuando mi mano bajó un poco más, por sus nalgas, y un poquito más-. Oh, Scott…
               Si volvía a hacerme eso, a decir mi nombre así, la obligaría a grabarse y mandarme el audio para poder ponérmelo de tono de llamada.
               Me vino la contestación mientras su lengua estaba en la mía; quizás fue por la cercanía de nuestros cuerpos o la mezcla de nuestras almas, pero el caso es que se me encendió una chispa… y le acerqué paja seca para provocar un incendio.
               -¿El?-susurré. Se separó de mí, se relamió aquellos labios con un ligero toque a cereza y un fortísimo sabor a sexo. Mi combinación favorita-. Todavía no se han escrito libros que contengan una mínima mención de lo que me haces sentir tú.
               Me pegó un puñetazo, así, por la cara.
               -¡Deja de hacer eso!-bramó, y yo la miré, interrogante-. ¡Ser tú! Con cada palabra que sueltas por esa boca, me quitas un mes durmiendo cuando me dejes.
               -¿Y si no lo hago nunca?
               -No voy a tener esa suerte.
               -Me vas a dejar tú a mí-repliqué, y no sabía hasta qué punto tenía razón. De dos veces que lo dejaríamos, las dos veces cortaría ella. Y las dos volveríamos también porque yo insistiría, pero terminaría cediendo ella.
               -No estoy loca-aseguró. Y nos quedamos mirando, y en sus ojos empezó a crecer una estrella, y yo me creía un cometa, y me apetecía muchísimo acercarme a ella para derretirme y terminar estampándome contra ella en una patética imitación de toda mi gloria pasada.
               La besé, pidiéndole lo que ella me llevaba solicitando todo el fin de semana. Noté su consentimiento en mi garganta.
               -Ponte encima-susurré, y ella sonrió en mis labios-. Te siento mucho mejor.
               -Como quiera Su Majestad.
               Se sentó sobre mí, yo me hundí en las sábanas.
               -¿Sabes? Mi apellido significa “rey”.
               Eleanor sonrió.
               -Te lo han puesto a posta.
               -Podrían haberme puesto el nombre de mi padre y a él, buscarle otro. Zain significa “belleza”.
               Me preguntó qué significaba mi segundo nombre.
               -Rey protegido por dios-susurró, pensativa-. Tiene mucho sentido.
               -La pena es el “Scott”, pero es lo que más me gusta.
               -No tienes cara de Yaser-convino ella-, pero tampoco la tienes de Zayn.
               -Tengo cara de Scott-asentí.
               Ella nos lo hizo con más rabia. Ya sabía a qué atenerme cuando se ponía encima. Tenía muchísima pasión dentro, muchas ganas. Cerré los ojos y me dejé llevar. Me derramé en ella, ella se rompió sobre mí, me besó en los labios, y me dijo que deberíamos dormir un poco.
               Se acurrucó contra mí.
               -Te veo en mis sueños-le dije, más por putearla que por otra cosa. Me pellizcó el costado.
               -Eres insoportable-protestó, pero sonreía.
               Me propuse que la última palabra que dijera antes de dormirse fuera mi nombre, así que volví a acariciarla muy despacio. Me encantaba cómo su cuerpo respondía a mis manos. Se le ponía la piel de gallina.
               -Oh, Scott-conseguí que dijera, por fin. Deseé que Tommy estuviera allí, que la escuchara decir mi nombre, que la viera mirarme y que me viera tocarla. Todo aquello, lo había conseguido ella sola.
               Entendía que pensara que no me la merecía.
               Pero no que pudiera creer que no podría hacerla feliz.
               Estaba claro que yo era el único que podía hacerla feliz de aquella forma.
               Se dio la vuelta, y yo no pude apartar la mirada de ella. Cómo respiraba despacio, cómo brillaba, sintiéndose protegida y amada como nunca antes, qué suave tenía el pelo al tacto, qué hermosos eran los lunares de la constelación de su espalda, las únicas estrellas que seguían con nosotros incluso cuando no estábamos haciendo nada, como una especie de recordatorio de adónde conseguíamos llegar cuando nos lo proponíamos… no pude reprimirme y le acaricié el pelo, la espalda, los lunares, y ella suspiró de satisfacción varias veces en sueños. No más “oh, Scott”, pero a mí me bastaba, sinceramente. Lo hacía.
               Las voces de mi cabeza volvieron a mí. No habían sido lo bastante potentes como para apartarme de sus brazos o de su mirada hipnótica.
               Ahora, pude entenderlas.
               Algún día.
               Sonreí.
               -Inshallah.
               Me acerqué a ella, le pasé una mano por la cintura, sonreí al notarla sonreír… y yo también cerré los ojos.
              

Arriba, dormilón, parecía decir el sol. Hijo de puta. Me apetecía seguir durmiendo, había sido una noche muy intensa. Cualquiera diría que Eleanor y yo éramos las mismas personas. Había un mundo de diferencia entre los que habían echado un polvo de la hostia en el baño de aquella discoteca, a los que se habían hecho el amor a primera hora del día, cuando el cielo todavía era feminista y no se decantaba ni por el rosa ni por el azul.
               Y, encima, me daba el sol en la cara.
               Me di la vuelta, decidido a seguir durmiendo. Ni siquiera miré qué hora era. Estiré el brazo, buscando a Eleanor, pero no estaba allí. El hueco estaba caliente, así que no tardaría en volver. Seguramente había ido al baño.
               No sé por qué, evoqué el momento en que me había acercado a mi padre, fingiendo que no me moría de los nervios por si me decía que no, y le solté en el tono más casual que conseguí:
               -¿Me dejas las llaves del piso?
               Papá me miró un segundo, sólo un segundo, en el que se dejó llevar por su familia, y no por su vocación.
               -Ya sabes dónde están-dijo, y mentiría si dijera que no me cabreó que no preguntara para qué las quería. Me dio vía libre y volvió a su lectura.
               Me cago en la puta, podría estar radicalizándome, harto de la forma en que trataban a mi religión los medios de comunicación, harto de cómo se suponía que vivían mis parientes de Asia según las noticias occidentales. Podría estar mandando a la mierda la educación de respeto y tolerancia que me habían dado mis padres, sucumbiendo por fin a mi sed de venganza.
               Pero, claro, papá y mamá confiaban en mí. Sabían que eso no se me pasaría por la cabeza.
               Me cago en la puta, podría ser camello, o algo.
               Vale, eso no.
               Joder, algo malo podría hacer en el puto piso. Por lo menos pregúntame para qué quiero las llaves, o algo, tío. Muestra un poco de interés por tu puto primogénito.
               -Ya-solté-, si tenía pensado cogerlas de todos modos, aunque me dijeras que no.
               Papá sonrió.
               -Te encontrarías las maletas en la puerta, valiente.
               Entorné los ojos.
               -¿No quieres saber para qué las quiero?
               Suspiró, dejó su libro, y llamó a mi madre, que se inclinó hacia atrás.
               -¿Qué pasa?
               -Scott quiere las llaves del piso.
               -Vale, ¿y?
               -¿Para qué crees que las quiere?
               Mamá entrecerró los ojos.
               -No lo sé, Zayn. ¿Para qué las querrá?
               Papá sonrió.
               -Para estar con Eleanor.
               Y los dos me miraron. Me puse pálido. Y luego, rojo como mi sudadera de Deadpool.
               -¿Tan evidente es?-quise saber-, porque tengo una vida muy…
               -No lo sé, Scott-espetó mamá-, ¿el agua moja?
               Y volvió a desaparecer de la vista, sentada de nuevo correctamente en su silla. Miré a papá.
               -Se te olvida algo. Sabemos que existes desde antes de que nacieras. Se te ve venir a leguas, Scott.
               -Podría quererlas para muchas otras cosas-espeté, todo digno.
               -¿Las quieres para muchas otras cosas?-replicó, sonriendo como lo hacía yo, y joder, vaya si nos parecíamos, era una copia de mi puñetero padre.
               -No-admití, y sonrió con malicia.
               -Pues ahí lo tienes. ¿Cuándo te la llevas?
               -El 18.
               -El 19 vamos a Bradford-informó mamá.
               -¿Y tengo que ir?
               Volvió a asomar su melena de azabache por la puerta.
               -No lo sé, Scott. ¿El agua moja?-insistió.
               -Depende, ¿llevamos paraguas? ¿O vamos vestidos con materiales hidrofóbicos?
               Mamá se me quedó mirando, y luego miró a su marido.
               -¿Tu hijo me acaba de vacilar?
               -Bueno, Sher, técnicamente…
               -¿Quieres que te castigue otra vez?
               -No.
               -¿Moja el agua, o no, Scott?
               -Sí, sí.
               -Pues ya está-y se volvió a reclinar sobre sus papeles. Suspiré.
               -Mamá-empecé-, yo la quiero, y no vamos a poder…
               -No se te ocurra venir a comerme la cabeza.
               -… estar juntos, y la echo muchísimo de menos, y… papá, échame un cable, ven a darle un beso, llévatela a vuestra habitación, o algo.
               -A mí no me metas en tus movidas.
               Se me cruzaron los cables, se me encendieron las bombillas.
               -A la abuela no le gustará que no vaya a verla, tienes razón, mamá.
               Y mamá sonrió con malicia.
               -Sí… a Trisha no le gustará que no vayas…-meditó, tamborileando con el dedo en su mandíbula. Papá suspiró.
               -¿Qué vas a hacer cuando se muera tu abuela, Scott?
               -Espero estar independizado para aquel entonces.
               -De puta madre, la mujer se morirá con 200 años-gruñó papá.
               -Dios no lo quiera-susurró mamá por lo bajo.
               -¡Sherezade!
               -¿He dicho eso en voz alta? ¡Vaya por dios! Estoy perdiendo facultades-y se echó a reír.
               Abrí un ojo. La puerta estaba cerrada.
               ¿Por qué iba a cerrar la puerta, si se suponía que volvería pronto?
               Me incorporé un poco.
               -¿Eleanor?-llamé, pero no me contestó.
               Sabrae se había puesto como una fiera cuando me vio hacer mi bolsa y no meterla en el maletero, con las demás.
               -¿Dónde va Scott?-ladró a la nada, cruzando los brazos.
               -De fin de semana, con Eleanor-explicó Duna, que siempre escuchaba todo lo que se hablaba en aquella casa. Era lo bueno de ser pequeña, caber en todos los huecos, y que los demás no se fijaran en tu presencia si tú no querías. Sabrae abrió muchísimo los ojos.
               -¿¡Qué!? ¡será coña! ¡Mamá! ¿Por qué tengo que ir yo a Bradford y él no? ¡Al es gilipollas, es un misógino de mierda y un homófobo, no lo soporto! ¿¡ES PORQUE ES EL CHICO!? ¿O PORQUE YO SOY ADOPTADA? ¿O PORQUE ES EL MAYOR? ¡MIRA QUE LO SABÍA, SABÍA QUE ERA VUESTRO FAVORITO, PERO QUÉ RASTRERO POR VUESTRA PARTE DEMOSTRARLO PRECISAMENTE EN NAVIDAD, MENUDA TRAICIÓN, ESTO NO ME LO ESPERABA DE LOS QUE ME DIERON LA VIDA…!
               -Metafóricamente, claro-pinchó Shasha, ocupada con su cubo de Rubik.
               -¡Tú te callas! ¡Protesta conmigo! ¡Abajo al opresor! ¡Igualdad en la casa!
               -Sabrae, como no cierres esa boca aterrizas en Bradford, en lugar de ir en coche-espetó papá, y Sabrae se puso de morros y subió corriendo a su habitación-. ¡Y no se te ocurra dar un…!
               PUM. Portazo.
               -Me cago en Dios-gruñó papá, tiró en el sofá la chaqueta que tenía entre las manos y subió las escaleras de dos en dos, en pos de su hija mayor.
               -¿Sabes dónde tiene el clítoris, Scott?-sonrió Shasha.
               -Vete a la puta mierda-le dije, y se rió más fuerte. Mamá no le hacía caso-. ¡Y tú! ¿No le vas a decir nada? Eres su madre, haz el favor de controlarla.
               -El sexo es algo natural-replicó mamá.
               -No me digas.
               -Vigila ese tono, o te controlo a ti también, y se te acaban las vacaciones antes de empezarlas-susurró, y yo le di un beso en la mejilla. Y dos a Shasha, que se apartó y se limpió con la mano.
               La despedida fue súper emotiva, sobre todo la de Sabrae. No me dejó marchar hasta que no terminó de amenazarme.
               -Voy a imprimir la foto en la que más feo salgas de Instagram… ¡qué digo de Instagram! De Facebook. Voy a empapelar media Inglaterra con ella. Y, cuando todo el mundo te esté buscando, te asesinaré. Te clavaré un cuchillo jamonero en el ojo.
               -¿Algo más?-pregunté.
               -Luego, te descuartizaré y se lo daré de merienda a los perros del refugio. Y, después, adoptaré a los perros y los acariciaré antes de irme a dormir, porque ellos no se merecen que les odie por tu culpa.
               -Una historia preciosa. Paténtala antes de que te la roben. Ah… vete ahorrando para unos guantes de boxeo nuevos-aconsejé, y me miró con el ceño fruncido-. En cuanto vuelva de estar con Eleanor, te los rajo todos.
               -¡MIRA!-bramó en mi oído, y me soltó y me apuntó con un dedo acusador-. TÓCAME LOS GUANTES DE BOXEO, Y TE TOCO YO LA CARA CON UN MARTILLO, A VER SI SIGUES SIENDO ASÍ DE CHULO CUANDO SEAS FEO.
               -Soy chulo porque me lo puedo permitir; tú, en cambio, tienes que recurrir a tu personalidad de mierda para poder defenderte. Nadie te permitiría ser chula con esa cara.
               -No hay quien te aguante-espetó, sacudiendo la cabeza.
               Mis queridas hermanas pequeñas.
               Qué suerte tenían Chad y Diana, por ser hijos únicos.
               Me incorporé. Rebusqué en la cama hasta encontrar mis calzoncillos negros. Me los pasé por las piernas y terminé poniéndome unos pantalones de chándal, los que había usado el día anterior mientras andaba por casa.
               Abrí la puerta y me asomé. La luz del sol rechazaba la casa. Las cortinas seguían corridas, defendiéndolas defendiendo sus dominios del imperio del sol.
               Todas, salvo la del salón. Allí, reinaba la luz. Me acerqué despacio, dejando que se me acostumbrara la vista.
               Hubiera preferido que no lo hiciera nunca.
               Eleanor estaba sentada en el sofá, con la cabeza vuelta hacia la ventana, la cara vuelta a la pared. Me quedé allí quieto, contemplándola. Se abrazaba las piernas y sollozaba suavemente.
               Se me cayó el alma a los pies.
               ¿Qué cojones le has hecho, Scott?
               ¡Qué coño le has dicho!
               Debió de notar que me había levantado, porque se volvió y me miró con ojos vidriosos, rojos de tanto llorar. Madre mía, ¿cuánto llevaba así?
               Entré en el salón. Se pasó la manga de la sudadera gris (mi sudadera) por la cara.
               -¿Qué pasa, nena?
               Negó con la cabeza, volvió a limpiarse las lágrimas. Se abrazó con más fuerza las rodillas, yo me senté a su lado, y le besé la cabeza. Sorbió por la nariz.
               -¿Es algo que he dicho?
               Yo por la noche no rindo bien. No me llega la sangre al cerebro. Suele ser cuando más follo, la noche. El cuerpo tiene que distribuir. Y, a veces, las prioridades se reorganizan.
               Sacudió de nuevo la cabeza, sorbió por la nariz, y susurró:
               -Lo siento tantísimo, cariño…-dijo, simplemente.
               -¿Por qué?
               -Nos he jodido el fin de semana-dijo, controlando un sollozo.
               -Pero… si estamos a domingo.
               -Me ha venido la regla-explicó. Fue entonces cuando reparé en la toalla oscura sobre la que se había sentado.
               Me la quedé mirando.
               Son unas reinas del drama, las tías. Todas ellas. Joder. Hacen montañas de granos de arena, eso si tienen la suerte de encontrar granos de arena. Si no, pues hala. Te montan un pollo sin haber puesto un puto huevo.
               Menudas jefas.
               De mayor quiero ser como ellas.
               -¿Y?
               -¿Cómo que y?-espetó, furiosa-. No vamos a poder volver a acostarnos-¡MADRE MÍA, LLAMAD A LA PRENSA, MENUDA CATÁSTROFE!-. A ti seguro que te da asco, y…
               -Tampoco es para tanto, El. Sólo es sangre.
               Bueno, y fluidos vaginales, y un poco de endometrio por aquí, otro poco por allá, coágulos… pero tampoco íbamos a entrar en detalles.
               -… y a mí también me lo da, y se me pone muy sensible… ya sabes, ahí-le gusta que le diga cosas sucias, se crece diciéndome cosas sucias a mí… y luego es incapaz de llamar vagina a su vagina.
               Qué rica, por favor. Me la comería con patatas.
               -Dios, Scott, perdóname…-casi suplicó, y odié ese tono en su voz.
               -No tengo nada que perdonarte. Yo sólo quería estar contigo. Aún lo quiero. El sexo es secundario.
               -Pero seguro que te apetecía-insistió, porque cuando se le metía entre ceja y ceja que había que hacerse la mártir, no iba a consentir que yo le quitara parte de su lucha. No. Era un monstruo, una criatura diabólica, y se merecía mi odio, parece ser.
               -Evidentemente-concedí-, o sea, mírate. Eres preciosa. Mira lo que me haces. Mira cómo me lo haces, El. Eres la mejor con la que he estado-aseguré, y era verdad, por Dios que sí-. Me lo paso genial, y es un poco putada todo esto, pero tú no tienes la culpa. Podemos hacer un montón de cosas que no sean follar.
               -¿Como qué?-quiso saber, y eso empezó a cabrearme.
               -Cosas de novios-dije.
               -¿Como qué?-insistió.
               -No lo sé, Eleanor-ladré, ya de mala uva-, como no tratarme como un puto objeto sexual como hacen todas las demás, por ejemplo, y dejar que te lleve… yo que sé. De compras. O algo así.
               Me miró con tristeza. Me había pasado un poco.
               -Tú no eres un objeto sexual.
               Me había pasado, pero ella me lo perdonaría todo.
               Suspiré. No me la merecía. Ni viviendo 100 vidas me la merecería.
               -Las demás me tratan así. En parte, me lo merezco-me encogí de hombros-. No puedes follarte a tantas sin que terminen perdiéndote el respeto.
               -Si te pierden el respeto es que son imbéciles-murmuró. Apoyó la mejilla en las rodillas, mirándome a través de la cortina contra la que estaba logrando sobreponerse-. Joder, encima después de cómo lo hicimos ayer, de lo que me dijiste ayer… si es que no es justo, Dios-susurró, frotándose la cara-, no es justo.
               -Podemos volver a hacerlo así siempre que queramos-sugerí, y le acaricié la espalda. Pareció relajarse nada más tocarla yo. Algo en mí la tranquilizaba, igual que algo en ella me ponía nervioso a mí. No podía decepcionarla; a ella, no.
               Hazle tu magia, Scott, susurró una voz en mi cabeza. La voz de Tommy. Tommy era mi conciencia, estuviéramos juntos o separados.
               -Fue especial por lo que me dijiste antes-susurró.
               -Te puedo decir que estoy enamorado de ti todos los días-respondí-. Mira: estoy enamorado de ti.
               Se me quedó mirando. Una sonrisa apareció por su boca.
               -Estoy enamorado de ti-repetí. La sonrisa floreció. Me mostró un poco los dientes. Se limpió la mejilla. Me incliné y la besé-. Estoy enamorado de ti, estoy enamorado de ti, estoy enamorado de ti-dije, y lo acompañé con un beso, y me metí entre sus piernas, pero ella puso una mano para que no fuera más allá.
               -No quiero ensuciarte.
               -No me importa que me ensucies.
               -A mí, sí.
               Suspiré.
               Pegué mi frente a la suya, miré sus labios. Luego, cerré los ojos.
               -Estoy enamorado de ti-dije, una última vez, y ahora fue ella la que buscó mi boca, fueron sus manos las que se enredaron en mi pelo. Fue su cuerpo el que se acercó al mío. Creo que me estaba dando las gracias.
               Sonrió suavemente en mi boca, y lo único mejor que una chica sonría mientras la besas, es que esa chica sea Eleanor.
               -¿Mejor?-pregunté.
               -Sí-respondió en tono suave, el típico de una enamorada. Dios, qué suerte tenía de que ella me lo dedicara a mí.
               -¿Eres tonta por ponerte a llorar por esta tontería?
               -Sí.
               -¿Estoy enamorado de ti?
               -Sí-su sonrisa se amplió un poco.
               -¿Y tú de mí?
               -Sí.
               -Ven aquí-la cogí, la senté en mis piernas, y la abracé. Me importaba una mierda que me pudiera ensuciar.
               Ella apoyó la cabeza en mi hombro, se secó las lágrimas, y respiró mi olor. Huelo genial, se supone. Cerró los ojos. Se empapó de mi aroma.
               Estaba pensando en la suerte que tenía de haber crecido conmigo.
               También pensaba en la suerte que tenía de que yo sea su primer recuerdo.
               -¿Tienes todo lo que necesitas?
               -No-murmuró, abriendo los ojos, contemplando su entrepierna. Hizo ademán de levantarse.
               -Mira, mi amor, como te alejes de mí ahora, no te vuelvo a dirigir la palabra.
               Sonrió.
               -¿Cuál es tu grupo sanguíneo?
               -B negativo, creo.
               -Entonces, mi sangre no te sirve de nada, no intentes recolectarla.
               -Eres tonta-me eché a reír-. ¿Quieres que baje a por ello?
               -Puedo ir yo-me aseguró.
               -Pero prefieres quedarte en casa-repliqué, apartándole el pelo de la cara.
               -Sí…-admitió, suspirando.
               -¿Qué te cojo?
               -Tampones.
               -¿Marca?
               -Tampax.
               -Un clásico-asentí con la cabeza-. Evidentemente. ¿Tamaño?
               -Normal.
               -Guay. ¿Absorción?
               -También. ¿Sabrás…?
               -Eleanor-corté-. Vivo con cuatro mujeres. Tres de ellas pueden quedarse embarazadas. Por el bien del planeta, espero que dos no lo consigan nunca-imagínate a Sabrae con un hijo, peor, imagínate a Shasha con un hijo-. Cuando se les acaban las cosas, me mandan a por ellas. Creo que estoy suficientemente cualificado para completar esta misión con un porcentaje considerable de éxito.
               Podía confiar un poco en mí. Confiaba en Tommy. No era la primera vez que le mandaba un mensaje y Tommy ponía los ojos en blanco, mirando la pantalla, y daba media vuelta y volvía a la tienda de la que acabábamos de salir porque…
               -Adivina qué, S. No voy a ser tío de aquí a 9 meses.
               -Guay, ¿no?
               -Sí, si la pesada de Eleanor se acordase de que su cuerpo tiende a autodestruirse cada mes.
               Y los dos nos encogíamos de hombros, porque en el fondo sabíamos la suerte que teníamos de no tener que echar cuentas para hacer planes a largo plazo. Eso sí, nos seguía puteando que nuestras hermanas nos utilizaran de esclavos.
               Pero era lo que tocaba. Nos habían criado bien.
               Eleanor me miró, decidiendo las posibilidades que había de que tuviera razón. Sí, podría confiar en mí. Después de todo, tampoco era una tarea tan complicada. Además, tenía su número de teléfono. Y ella, el mío. Era lo que solía darse la gente que follaba con regularidad. Había que tener un modo de contactar el uno con el otro.
               Se recostó contra mí, volvió a cerrar los ojos y suspiró con cansancio… pero con satisfacción. Quizás no pudiera hacerme todo lo que quería, pero seguía siendo yo.
               -¿El?-musité, acariciándole la espalda. Notaba su aliento en mi pecho; se estaba quedando dormida.
               -¿S?
               -Me encanta cuando te pones en modo koala conmigo, pero, si no me sueltas, no voy a poder bajar a comprarte eso.
               Sonrió con los ojos cerrados, se separó un poco de mí, susurró un hastiado “está bien”, y aflojó el abrazo de sus dedos en mi cuello. Le besé la frente.
               -En la boca también, porfa-susurró.
               -No tienes que pedirme por favor que te bese. Puedes ordenármelo-sugerí, porque me gustaba cuando tomaba el control, me volvía loco. Cuando me miraba desde abajo, y sonreía y torcía la cabeza, y me empujaba para ponerse encima, o cuando me ponía contra la pared, o cuando me guiaba por sus curvas (como si yo necesitara indicaciones para perderme por su cuerpo, pero bueno), o me mordía el labio y tiraba un poco de él… le daría lo que me pidiera.
               Mi libertad, si así lo quería.
               Era horrible. Me estremecía hasta en lo más profundo de mi ser cuando se volvía tímida y se sonrojaba al decirme lo que quería que le hiciera (bésame… ya sabes, ahí), y luego hacía que todo mi cuerpo se negase a hacerme caso y bailara al son que dictaba ella porque, ¡vaya! Ella mandaba, yo obedecía.
               Lo tenía todo, joder.
               Ninguna había conseguido todo lo que ella extraía de mí… sin esfuerzo aparente.
               -Porfa-fue su contestación, y yo me eché a reír, y la besé con profundidad pero con infinito cariño, mi piercing me dijo que se pasaba a sus labios, que había sido un placer conocerme pero que era hora de expandir horizontes… y a mí me pareció bien.
               -Hija de mi vida, llámame cuando te venga la regla para pasar todo el tiempo conmigo, ¿vale? Da gusto cómo te pones. Sabrae se hace la tetrapléjica y casi me obliga a darle de comer-comenté-. Menos mal que tengo los huevos bien puestos y no dejo que me pisotee cada mes.
               -Lo hace cada día-dijo, echándose a reír.
               -Porque es una cabrona, y encima es más lista que yo.
               Volví a besarla en la frente, me dijo que me quería y que me esperaría allí, apoyó la cabeza en el sofá y me miró mientras me iba. Estoy seguro de que se quedó con los ojos clavados en la puerta hasta que volví a aparecer por ella, ya vestido, pasándome por los hombros la chaqueta negra. Ninguno de los dos intentó impedirme salir de la casa, aun sabiendo que el hechizo se rompería en cuanto una de mis células franqueara la puerta.
               Era más importante que ella estuviera cómoda, se sintiera a gusto, que nuestra libido intergaláctica.
               -¿Quieres alguna pastilla?
               Negó con la cabeza.
               -¿Seguro?
               Asintió; cogí las llaves y las levanté.
               -Vuelvo ahora.
               -Scott-murmuró, y me detuve, y me volví para mirarla-. No voy a tomar la píldora. Que sea lo que tenga que ser.
               La miré como viéndola por primera vez. Estaba encogida, con las piernas desnudas, los pies clavados en el sofá, negándose a permitir que viera cómo la mancha rubí de su ropa interior se expandía, el pelo alborotado, las mejillas coloradas, pero no tanto como los ojos… y la boca ligeramente curvada en una sonrisa.
               Y lo supe, en ese mismo momento.
               Haría lo posible por ver esa imagen una y mil veces a lo largo de mi vida, cambiarle el apellido, levantarme después de una noche intentando darle hijos y encontrármela allí, y verla negar con la cabeza, y yo asegurarle que no importaba, que teníamos tiempo de sobra…
               Y sería verdad.
               Porque si algo nos sobraría, precisamente, era tiempo.
               Además, claro de amor el uno por el otro.
               Estáis casadísimos, Scott, me recriminó una voz en mi cabeza. Era demasiado joven para estar tan casado.
               Me la bufaba.
               La quería a ella, solo a ella, siempre a ella.
               -Me parece bien.
               -Sería gracioso-susurró-. Que se repitiera la historia. Pero conmigo en el lugar de Sherezade.
               -Descansa un poco, El-dije, acercándome y besándole la cabeza. Se la notaba agotada.
               Estaba entrando por la puerta del ascensor cuando me di cuenta de que me faltaba un punto del itinerario de la misión. Puse la mano en la puerta para detenerla y volví a entrar en casa.
               -¿Los cojo con aplicador o sin él?
               -Con-sentenció. Se había tumbado, con las piernas dobladas, y se masajeaba la frente-. Y deberías hacer tu tesis doctoral sobre tampones.
               -Estoy preparando el power point.
               -Tonto-y noté su sonrisa en su voz. Estuve esperando un rato por el ascensor, pero, como no venía, me puse los cascos y bajé a toda velocidad por la escalera. Salí a la calle y el diluvio me recibió como a un viejo amigo. Suspiré, me puse la capucha de la sudadera que traía por debajo de la chaqueta y me encaminé al supermercado de dos calles más allá, con heavy atronando en mis oídos.
               Me hacía sentir bien.
               Pero el aleatorio era caprichoso, y enseguida me puso una canción más cercana a mí, más familiar. A veces, Duna cogía mi móvil para escuchar música, así que le había dejado meter unos discos en la memoria.
               Ni siquiera me sorprendí al ver que los que había elegido eran los de papá, como no teníamos todas las versiones en físico en casa…
               Me detuve en seco al escuchar las voces como de un mundo metafísico que abrían la canción. Alcé las cejas.
               Vi lo cómico de la situación antes de que mi padre empezara a cantar. Una copia de Zayn, poco más joven de lo que había sido él cuando grabó aquella canción, detenida debajo la lluvia, con la misma ropa que solía llevar él, escuchando su música.
               -She puts her spirit in a nightcap
               ¿Me eché a reír?
               Claro.
               ¿Pasé la canción?
               No sé, ¿el agua moja, querido lector?
                Pues eso.
               Le dediqué una sonrisa torcida al cielo, me calé la capucha, y crucé la calle sin mirar a ningún lado, porque era un temerario, además de un cabrón con suerte. Me metí en el supermercado, me bajé la capucha, me sacudí el pelo y avancé por la línea de caja sin quitarme los auriculares.
               Nadie me miró.
               Y, aunque lo hubieran hecho, no podría haberme importado menos.
               Sólo un par de chicas que se inclinaban sobre una máscara de pestañas en la sección femenina repararon en mi presencia. No dejaron de mirarme mientras me detenía frente a los tampones. Seguramente esperaban que me girara hacia ellas y les pidiera ayuda.
               Pobrecitas. Seguro que sabía yo más de su aparato reproductor que ellas mismas.
               Desde luego, tenían pinta de ser heterosexuales las dos, así que estaba claro que yo había visto más coños que ellas dos juntas.
               Cogí el paquete que se adaptaba a lo que buscaba, lo lancé en el aire y me las quedé mirando. No apartaron la vista de mí. Me llevé dos dedos a la frente, les hice un saludo militar, y ellas se echaron a reír, nerviosas. Me largué de allí; se me había ocurrido una idea.
               Estaba revolviendo en los congeladores del suelo cuando pasaron a mi lado, y volvieron a mirarme. Yo las miré a ellas, sonreí, me mordí el piercing, y seguí a lo mío. Nunca está de más que unas desconocidas te suban la moral, ¿no? Seguro que a Eleanor no le importaría que me mordiera el labio como lo hacía delante de ella, cuando ella no estaba delante.
               Pesaron una bosa de frutas, sin dejar de mover los labios. Entre canción y canción, escuché un trozo de su conversación. No me sorprendió para nada enterarme de que yo era el tema principal. Bajé el volumen de la música para ver qué era lo que decían de mí, si tan fascinante me encontraban.
               -¿Tendrá novia?-inquirió una.
               -Igual son para su hermana-sugirió su amiga, sonriendo.
               -Uf, lo que le haría.
               -Lo que le haríamos las dos, ¿eh? Tiene cara de poder aguantar a dos chicas a la vez.
               Ay, muñeca, si hubieras venido a verme hace mes y medio, cómo de diferentes habrían sido las cosas…
               -Me da igual que tenga novia-replicó la que había hablado primero, colocando la pegatina con el peso de las frutas en la bolsa, mientras yo cerraba las puertas y me encaminaba a las cajas-, y seguro que a él también. A los tíos les encanta jugar.
               -Rubia, si tanto te gusto, ven a pedirme el teléfono-invité, sonriendo, pasando al lado de las dos y guiñándoles un ojo. Ahora se rieron todavía con más nervios.
               Lo peor que puede ser una persona es guapa y tímida a la vez.
               Menos mal que yo había nacido más espabilado que nadie.
               Una vez en casa, levanté la bolsa de papel (que se deshacía por momentos) sobre mi cabeza.
               Eleanor sonrió, pero lo hizo más cuando le anuncié qué más había comprado.
               -Traigo helado.
               Se incorporó como un resorte.
               -¡¿De chocolate?!-bramó.
               -Y galleta. Y también de fresa y nata, no sabía cuál era el que preferías, así que he decidido traer los…-empecé, pero me alcanzó en su carrera, dio un brinco y se pegó a mí como un auténtico koala. Me rodeó con las piernas y me estampó un beso en los labios con tanta pasión que incluso me dolió.
               No metafóricamente. Literalmente.
               Me pegó con toda la nariz en la mía, pero no me pudo importar menos.
               -¡Eres el mejor novio del mundo!
               -Ya lo sé.
               -¡Te adoro!
               -Ya lo sé.
               Se separó un poco de mí, para mirarme. La bolsa estaba en el suelo. La carga que sostenía ahora era mil veces más preciada.
               -Ahora me apetece acostarme contigo-musitó con un poco de lástima.
               -Me he dado cuenta-repliqué, acariciándole la cintura-. ¿Qué hacemos hoy? ¿Ir de compras?
               -Está todo cerrado.
               Buena esa, Scott.
               -¿Al cine?
               -No me llama la atención ninguna peli.
               -¿Nos quedamos en casa?-sugerí, entonces.
               -Nos quedamos en la cama-replicó, metiendo la cara por mi cuello, y me encantaba cuando hacía eso, y puede que se me pusiera un poco dura, quizás…-. Me gusta nuestra cama-joder, mi nena, a mí también, sobre todo pensando en lo que hacemos dentro de ella-. Podemos ver pelis, abrazarnos-oh, dios, qué bien suena esto, sigue hablando…-, tú me puedes acariciar…
               -¿No decías que tenías “ya sabes, ahí”, sensible?-inquirí, acariciándole el pelo.
               -Puedes acariciarme como cuando nos besamos por primera vez.
               Aquella noche, la había desnudado yo. Fue la primera vez que había hecho eso, y me había sorprendido lo fácil que se me había hecho cuando, a la vez, había puesto un cuidado infinito. Todavía era Eleanor, la hermana de Tommy, y no Eleanor, mi Eleanor. No quería pasarme con ella, que se abrumara por lo expertas que podían ser mis manos en cuanto a anatomía femenina y quitar ropa se refería… ni tampoco quería decepcionarla.
               Cómo habían cambiado las cosas. La había salvado de que se la follaran en un baño, y ahora, el que se la follaba en baños, y no podía conseguir suficiente de ella, por mucho que su cuerpo dijera basta y que aquel polvo debía ser el último por el bien de su salud, era yo.
               -Otra misión que puedo completar con altas posibilidades de éxito.
               Nos quedamos allí. La apoyé en la pared para repartir un poco su peso. Estaba cansándome.
               -No me apetece caminar.
               -¿Qué te crees que soy? ¿Tu esclavo? Baja esos pies al suelo y ponlos uno detrás de otro y tira para la habitación.
               No sólo me desobedeció, sino que además disfrutó consiguiendo que me postrara ante ella. Me besó la mandíbula, me mordisqueó despacio el cuello, y subió hasta la oreja. Me habría derretido en sus manos de no ser porque, de ceder a sus deseos, habría perdido el control sobre los míos.
               Se detuvo. Y me miró entre aquellas pestañas que atravesaban medio mundo. Sonrió.
               -¿Me llevas, esclavo?
               -… porque me apetece a mí, no porque sea tu voluntad.
               La posé despacio en la cama y, entonces, recordó lo que le había sucedido. Se incorporó, me dio un beso en los labios, otro en la mejilla, y corrió a encerrarse en el baño.
               -¿Tanto trabajo para nada?-bramé.
               -¿No decías que te apetecía hacerlo?-gritó desde el otro lado de la puerta. Y me tuve que echar a reír, porque si yo era rápido con la lengua, ella lo era más.
               Escuché cómo la chasqueaba.
               -¿Qué pasa?
               -No tengo bragas limpias.
               -Coge de mis bóxers.
               Abrió la puerta y sacó la cabeza.
               -¿Qué clase de sacrilegio es ese?
               -¿Estás desnuda?-inquirí yo. Puso los ojos en blanco.
               -Ya tengo el tampón puesto, Scott.
               -¿Y?-espeté yo-, te quedan otros dos agujeros en el cuerpo. Lo que nos gusta a los tíos es meterla; dónde ya no tiene tanta importancia.
               -Me cago en tu especie-y se echó a reír, sacudió la cabeza-. ¿Harías eso?-inquirió, con ojos brillantes.
               -¿Sexo anal? Hombre, es un poco antihigiénico y, desde luego, no vas a disfrutar como con el vaginal, pero…
               -No, gilipollas, digo que si me darías unos calzoncillos tuyos.
               -Será puta coña, ¿por qué lo dices en ese tono, como si no fuera un mito erótico, o algo así?
               -Si yo te imaginase con mi ropa interior, me entraría la risa.
               -No te molestes. No me cabe. Estoy muy bien dotado, por si no te has dado cuenta.
               -No tanto como crees.
               -¿QUÉ COÑO SE SUPONE QUE SIGNIFICA ESO?-ladré, pero ella ya había cerrado la puerta y se había echado a reír.
               Mujeres.
               Arpías.
               Son lo mismo.
               No os fieis de ellas.
               Rebusqué en mi bolsa hasta encontrar los que estaban en mejor estado y se los tiré.
               -Me los acabo de quitar.
               -¿Estás desnudo?-replicó, y vi por el espejo cómo se sentaba en el suelo, se estremecía por el frío de las baldosas, y pasaba las piernas por donde yo había pasado las mías tantas veces.
               -Sí.
               Abrió la puerta e hizo pucheros.
               -Mentiroso.
               -Tienes el tampón puesto-le recordé. Se echó el pelo a un lado y aleteó con las pestañas.
               -Scott-dijo-, tengo otros dos agujeros en el cuerpo. Te interesa meterla; dónde lo hagas ya es secundario.
               Es yo, tío.
               Es puto yo.
               Gracias, Alá. Eres el mejor. Eres Dios.
               ¡Literalmente, además!
               -El 95% de las veces que me corro, lo hago pensando en que vas a hacerlo tú gracias a mí.
               -Qué considerado. Supongo que el otro 5% te haces pajas.
               -No, cuando me las hago, también me corro pensando en que tú lo harías pensando en mí. El otro 5%, me las haces tú.
               Sacudió la cabeza, riéndose.
               -Si Tommy se enterara de lo que estamos hablando…
               -Tommy no está aquí.
               -Y lo que te encanta que mi hermano no esté, ¿eh?
               -Yo hago tríos con dos tías. Mariconadas, las justas.
               Se incorporó y me besó.
               -¿Has desayunado?-quise saber. Negó con la cabeza.
               -No quería ir dejando toda la casa llena de sangre y que esto pareciera el set de rodaje de Saw. ¿Tú?
               -No quería que te siguieras comiendo la cabeza por los muebles de mis padres. Porque, ya sabes, son muy caros, y tal. Sin presión.
               Sois tal para cual, macho.
               -¿Lo hacemos en la cama?
               -Mira que estás pesada con el sexo anal, eh. Te advierto que no es tan guay como te imaginas.
               -Desayunar-dijo.
               -Me imagino que la princesa también querrá que se lo lleve, ¿no?
               -Sí.
               Nos miramos el uno al otro.
               -Esto es esclavitud-dije por fin, y ella dio un brinco, me besó y se fue corriendo a la cama, no fuera a cambiar de idea. Cogió el bol cargado de cereales que le tendí y hundió la cuchara, capturando varios cuadraditos de pasta de chocolate con más chocolate en el interior.
               -Yo quería huevo frito-dijo, sin embargo.
               -Ya, bueno, y yo quería hincharme a follar como un loco este fin de semana, pero supongo que me tendré que conformar con haber usado sólo un condón de la segunda caja que te empeñaste en comprar.
               -Imagínate que no la hubiéramos comprado-respondió, ignorando mi pulla-, seguro que te encanta hacer la marcha atrás.
               -Oh, sí, me encanta privarme del orgasmo para no dejar preñada a la tía cuando se puede quedar de todos modos. Me apasiona. Es lo mejor.
               -No te piques tantísimo, Scott-me dijo, cogiéndome la cara y besándome la mejilla. Me terminé mis cereales y le robé unos pocos a ella, que se echó a reír. Para cuando quise darme cuenta, estaba tumbada encima de mí, y yo le levantaba la sudadera y la besaba muy despacio, y le acariciaba los lumbares, y suspiraba en mi boca. Los boles reposaban en la mesilla de noche, uno encima del otro, uno dentro del otro.
               -El-murmuré, y ella se detuvo-, deberíamos tranquilizarnos. Los dos sabemos a dónde va a llevar esto.
               Asintió despacio.
               -¿Tomamos helado?-preguntó, y esta vez fui yo el que asentí. Recogió los tazones a pesar de mis protestas (“yo también estoy viviendo en esta casa, así que también es un poco mía”, me dijo), y volvió con la tarrina de fresa y nata y una cuchara clavada. Torció el gesto-. Mierda, no he traído dos cucharas.
               -No las necesitamos.
               -¿No te da asco?-preguntó.
               -Eleanor. Te he comido el coño en repetidas ocasiones-le recordé, y ella sonrió, recordando momentos mejores-. Creo que hemos pasado esa etapa de la relación en la que comemos con cubiertos diferentes. ¿O te da asco a ti?
               -No-respondió, y sus mejillas se encendieron-. No creo que haya nada que venga de ti que pueda darme asco.
               Me encantó su tono tierno, más que el mensaje que venía oculto tras él. Le besé la frente y le acaricié la espalda, y se sentó entre mis piernas, y nos pasamos continuamente cuchara hasta que me la acercó a la boca en lugar de a la mano, y yo acepté comer de ella, y ella de mí, hasta que me pasó helado por la mejilla, se echó a reír y me lo quitó con la lengua.
               Y nos miramos.
               Y yo cogí un poco de helado con el dedo y se lo puse en la punta de la nariz, y luego, hice lo que había hecho ella. Volvió a reírse, yo también me reí.
               Apartó el helado, se dio la vuelta, me miró a los ojos. En los suyos, sus ojos de gacela dulce, había una pregunta. Asentí con la cabeza. Dejé que me quitara la camiseta y yo le quité la sudadera. Se quedó en una de tirantes. No llevaba sujetador.
               Le aparté el pelo del hombro, se lo besé, cogí un poco de helado con el índice y recorrí su anatomía, desde el esternón hasta el hombro, pasando por la línea de su clavícula. Cerró los ojos ante el contacto frío, y entreabrió la boca cuando la mía siguió la línea blanca y roja que había dibujado en su cuerpo.
               Hizo lo mismo conmigo.
               Y, luego, cogió un poco más, con dos dedos, siguió la línea de mis abdominales, y empezó a besarme por donde había hecho las dos líneas. Siguió subiendo, porque había cogido suficiente helado; recogió un poco más, me lo pasó por la mandíbula y siguió hasta la comisura contraria de mi boca. Con el pulgar, me puso un poco en los labios.
               Me estaba poniendo a mil.
               Lo único que había frío en aquella habitación era nuestro recién descubierto juguete.
               Fue por mi mandíbula, subió por mi barbilla, fue hasta mi piercing, me lo mordisqueó un poco…
               Se me puso dura.
               Empezó a besarme. Recogió un poco más de helado. Volvió a dibujar líneas en mi cuerpo y siguió el recorrido con los labios. Cerré los ojos, disfrutando de la sensación de frío de la crema que se iba convirtiendo poco a poco en líquido sobre mi piel, la sensación de su boca cálida siguiendo la línea de frío, eliminando todo rastro de éste y haciendo que dominara el fuego donde antes lo había hecho el hielo.
               Llegó un poco más abajo, hasta mis caderas. Me las besó. Luego, se quedó quieta. Abrí los ojos, vi cómo contemplaba mi erección.
               Estiró la mano del helado y me acarició despacio, por encima de la tela de los calzoncillos. Volví a cerrarlos, entreabrí la boca, y su lengua entró en aquel rincón.
               -¿Qué podemos hacer, Scott?
               -Puedes… quitártelo y… buscar una toalla-dije, sin pensar, porque ahora mismo, lo único que me importaba era que me moría de ganas de sentirla rodeándome. Que el helado había sido una mala idea y, a la vez, la mejor que habíamos tenido nunca.
               -No estoy preparada-argumentó, en tono de disculpa. Negué con la cabeza, sacudiéndome la contestación de “pero yo necesito estar dentro de ti, mi amor, quiero estar dentro de ti”, y, en su lugar, razoné:
               -No pasa nada.
               Siguió acariciándome, siempre por encima de los calzoncillos. Mi respiración se volvió irregular. Me los bajó un poco. La rodeó con la mano, apretó casi nada, un poquito, y deslizó la palma de la mano arriba y abajo.
               -Tú también… oh… yo también puedo… si tú quieres… te va a costar…-musité, pero negó con la cabeza.
               -Ya nos ocuparemos de mí más tarde-dijo, citando lo que le había dicho yo la primera vez que probé su sabor con mi lengua y descubrí que me gustaba muchísimo degustarla… y que a ella le encantaba que lo hiciera.
               -¿Se…ah, dios, El… segura?-pregunté.
               -Sí. Me basta con saber que esto es por mí.
               Me besó. Sus labios sabían a nata y fresa.
               Eleanor, la chica de los labios con sabor a frutas, pensé. Y sonreí, porque era preciosa, me recordaba a las macedonias en verano, y lo mejor de los veranos era siempre ir con los chicos a una playa e hincharnos a comer fruta fresca, que llevábamos en una nevera portátil.
               Ella era lo mejor de la mejor estación del año, lo mejor del mejor fin de semana de mi vida, la mejor de todas las chicas con las que había estado.
               Eleanor también sonrió, seguramente pensando que lo hacía exclusivamente por lo que me estaba haciendo (en parte, era así, pero no del todo).
               -Así me gusta, mi amor-susurró en mis labios-, que te pongas a ti por delante de mí de vez en cuando.
               ¿Cómo podría hacer eso, si era mi diosa, y yo su humilde sacerdote, el que se dedicaba a predicar sus milagros para que todo el mundo abriera los ojos?
               Acabé pronto, con los pelos de punta y los labios agradecidos de todos y cada uno de sus besos, la piel un poco pegajosa por el helado… y mi mente dando vueltas a miles de kilómetros por hora, orbitando la situación en sí. Todavía no podía creerme mi suerte.
               Quizás, nunca lo haría.
               Se me quedó mirando, sonriendo con aquella camiseta que insinuaba más de lo que escondía, con aquellas piernas terminados en aquellos pies acariciándome las mías, la mano aún en mi sexo…
               … y me di cuenta de lo muchísimo que la había hecho esperar, no sólo para decirle todo lo que tenía que decirle, sino para empezar a sentir lo que finalmente le había confesado.
               Me entraron ganas de decir algo, pero cualquier cosa que se me ocurría era, sencillamente, inmerecedora de romper aquel silencio mágico. Sólo podía hablar ella.
               Sólo ella estaba hecha de pura magia.
               Y, por fin, después de unos instantes eternos en todo lo que nos dijimos, en que nuestras almas se fusionaron aún más si cabía, susurró:
               -No quiero salir de esta cama. Quiero morirme aquí, y que me entierren aquí, y desaparecer para siempre aquí.
               -No tenemos que salir-le dije yo, acariciándole la mejilla, poniéndole un mechón de pelo detrás de la oreja. Cualquier acto de erosión sobre su rostro sería un sacrilegio, pero qué le íbamos a hacer, no soportaba tenerla tan cerca y no poder tocarla-. Podemos quedarnos aquí para siempre. Olvidarnos del mundo, y convertirla en él. Hacer que el tiempo seamos nosotros, y todo el universo, nuestros cuerpos unidos.
               -Quedémonos hasta mañana-me pidió-. No soporto irme hoy. No después de esto.
               -Quedémonos hasta que echen el edificio abajo y caigámonos con él-asentí. Y sonrió como sólo podía hacerlo cuando estaba conmigo, despertando un terremoto en mi interior.
               Deseé que Tommy estuviera con nosotros.
               Que viera lo hermosa que era cuando recordaba que yo la quería.
               Que viera lo bueno que podía llegar a ser para ella.
               Se acurrucó contra mí, y que Alá me perdone, pero me gustó mil veces más que cuando lo hacían mis hermanas. Me sentía muchísimo más fuerte con Eleanor que con ellas. Bastante más especial.
               Y eso que, cuando mis hermanas me abrazaban al venir a compartir cama, me creía el tío más afortunado del mundo.
               -Déjame llevarte a cenar-le pedí, y ella me miró-. Me apetece fardar de chica.
               -¿Adónde?
               -Es sorpresa.
               -¡Scott!-protestó, y me insté a mí mismo a hacerla de rabiar todo lo posible, para poder arrancarle mi nombre en ese tono. Se incorporó un poco-. No tengo que ponerme. Sólo vestidos. Yo… no contaba con esto.
               -No pasa nada.
               -Hace frío-respondió-. No he traído medias, más que las del viernes. Y, aunque las hubiera traído, no me las podría poner. Me hincho un montón.
               Se le humedecieron los ojos.
               -Ni se te ocurra llorar por esta gilipollez.
               -Pero…-empezó, y se incorporó, y yo me incorporé y la tomé de la mandíbula.
               -La próxima vez que llores, nena, que sea por algo jodido, y no porque me estés poniendo pegas a los planes que te propongo.
               -Nos he jodido el fin de semana-susurró.
               -Tú no tienes control sobre esto-protesté-. Además, la única forma que tendrías de joderme el fin de semana sería diciéndome que no me quieres, que todo esto es sólo sexo para ti, sexo muy bueno… pero eso, sólo sexo. Y marchándote. Si no haces eso… no podrías joderme el fin de semana, El. Hasta mirándote jugar al parchís sola seguiría siendo un buen fin de semana para mí.
               -No es sólo sexo-me aseguró, en tono bajo pero firme.
               -Pues menos mal.
               Sonrió un poco. Por algo se empezaba. Se pasó el dorso de la mano por la nariz, deteniendo su reacción.
               -Intentaré no llorar delante de ti, y punto-dijo, en el tono más seguro que pudo.
               -No, mi amor-sacudí la cabeza, ¿tan difícil era de entender?-. Cuando llores, que sea conmigo delante, para que no lo hagas sola, sin nadie que te abrace. Pero por cosas que importen. Me duele un montón verte mal.
               Me acarició la mano en la que me apoyaba.
               -No lo hago para que te sientas mal.
               -Ya lo sé.
               -Ni tampoco pongo pegas por ponerlas, es que...-suspiró-. Te mereces mucho más que esto.
               -Vale, ahora me estoy cabreando, ¿qué te dije la noche en que te dije que me estaba enamorando de ti?
               Sonrió, recordándolo todo. Cómo lo hicimos en aquel baño, cómo le dije que se fuera a mi casa a pesar de que yo nunca traía a ligues a casa, cómo le presenté a mi cama, desnudándola y poseyéndola despacio sobre ella, mi cama, de la que se había hecho íntima amiga… cómo la dibujé, cómo volví a hacerla mía.
               -Que dejara de infravalorarme.
               -Tenemos que escondernos de tu hermano-tomé su rostro entre mis manos-, porque él sabe lo que vales realmente. Sabe que nadie te merece. Y menos yo. Si vieras las gilipolleces que he llegado a hacer…-sonreí, y ella sonrió-. Tengo un pasado oscuro, El. Más que mi pelo. Y tú… tú eres todo luz. Pero supongo que hace falta luz en la oscuridad y oscuridad en la luz, ¿no?
               Asintió.
               -¿Me hablarás de él? ¿Algún día?
               -Puedo hablarte hoy de él, si quieres.
               -Me gustaría.
               -Esta tarde te contaré todo lo que tú quieras saber. Pero ahora, vas a buscar algo que ponerte y vamos a ir a buscarte ropa. Por si nos apetece ir mañana a dar una vuelta, o lo que sea.
               -Nos las apañaremos.
               -No, te las apañarás tú, porque yo me marcaré un Spiderman por culpa de esas piernas que tienes. Sí, esas, con las que me estás acariciando las mías. No te rías así. Deja de hundirme en la miseria. Se supone que me quieres-se echó a reír-, si fuese verdad, no me estarías haciendo esto.
               -Claro que te quiero, S.
               -Pues para. No me provoques. Coño ya. Me estoy ofendiendo-siguió subiendo y bajando el pie por mis piernas-. ¡Deja el puñetero pie quieto ya!
               -Es que es divertido-sonrió, y por su mejilla se deslizó una lágrima rezagada, la única valiente que había conseguido salir de sus ojos y enredarse en sus pestañas.
               -¿Sabes qué va a ser divertido?-espeté-. La puta cara que se te quede cuando te coma el coño aun teniendo la regla. Te llevo años de ventaja, cría. No me calientes.
               -No tienes huevos.
               -¿Que no tengo qué?
               -Huevos.
               -¿Qué pasa? ¿En tu reconocimiento de hace unos minutos no los encontraste, o algo?
               Se echó a reír, y empezó a chillar mi nombre entre carcajadas cuando me lancé a su pecho, y lo besé por encima de la camiseta, y se estremeció y pataleó, negándose a que empezara a besarla donde más me deseaba.
               -¿Vas a ser buena?
               -Sí, sí sí sí, sísísísísísí.
               -¿Fijo?
               -Sí.
               La acaricié. Por dentro de las bragas. Porque, ya que vas a putear a tu chica, la gracia es hacerlo en condiciones. Se estremeció, entreabrió la boca y cerró los ojos.
               -Sí que lo tienes sensible, ¿eh?
               -Cállate-replicó, y que me parta un rayo si no es la mujer de mi vida.
               -Vístete-dije, sacando la mano de sus bragas y dándole una palmada en el muslo. Se incorporó y se arrastró hasta su bolsa blanca de asas marrones; empezó a revolver hasta encontrar las medias del otro día, y una falda negra de vuelo.
               -Voy a necesitar una camisa tuya.
               -¿Y si te obligo a ir en sujetador por Londres?
               Se volvió.
               -Eres celoso, Scott.
               -Hay mucho hijo de puta por ahí suelto-gruñí, y se echó a reír.
               -La blanca-me dijo.
               -Que no te voy a dejar mi ropa, no seas pesada. Seguro que me la estiras.
               Terminó suspirando, diciendo que yo me lo buscaba, poniéndose el sujetador de encaje del viernes (¡dios mío, lo que le haría!), la misma camiseta de tirantes de cuando se tumbó a mi lado en la cama… y la chaqueta de cuero, mi chaqueta de cuero, la que le había regalado cuando metí la pata hasta el fondo y la probé, traicionando a Tommy de la única manera en que podía traicionar a mi mejor amigo.
               Me miró, y si no era el animal más hermoso de la Tierra, yo... no volvería a mirarla. Nunca. Jamás.
               Me estaba retando con los ojos.
               -¿No deberías ducharte para quitarte los restos de helado, genio?
               Suspiró.
               -Me tienes hasta el coño, Scott.
               -No, tesoro, me tienes hasta en el coño. La diferencia es sutil, pero ahí está.
               Entrecerró los ojos.
               -Eres de género faltoso-me dijo en español, y yo alcé las cejas.
               -¿Qué es eso?
               -Lo que eres tú-y se fue muy digna, y yo le di las gracias por aquella explicación tan exhaustiva. Dio un portazo, y a los dos minutos abrió la puerta y me preguntó si nos duchábamos juntos.
               No: si me apetecía que nos ducháramos juntos.
               -¿Con qué te duchas, Eleanor?-se quedó callada.
               -Como me digas lo de que si…
               -¿Con qué te duchas?
               -Con agua-respondió.
               -¿Y el agua moja?
               -¿Por qué no te vas un poquito a la mierda, Scott?
               Me eché a reír, me quedé tumbado en la cama, hablando por teléfono, pidiendo favores, reclamando los pasados.
               -Scott-gruñeron con voz ronca al otro lado de la línea. Le acababa de despertar después de una noche de juerga. Seguro que todavía estaba en la cama con su chica-. Qué pasa.
               -Necesito que me abras la tienda.
               -Scott, será puta coña, son las… once de la mañana de un puto domingo.
               -Deberías estar en misa, para contrarrestar todos tus pecados, y seguro que estás rebozándote en tu lujuria.
               -Joder, la lujuria es lo mejor-bostezó-. Pero no te voy a abrir la puta tienda de mi hermano.
               -¿Te acuerdas de aquella vez que se te jodió la moto y Tommy y yo recorrimos medio Londres para conseguirte la pieza que te faltaba?
               -Además de musulmán, rencoroso. Desde luego, chaval, lo tienes todo.
               -¿Qué te cuesta, tío? Por un amigo, lo que sea. Bros before hoes y toda esa mierda.
               Suspiró.
               -¿No se supone que estás en Bradford?
               -La gente supone muchas cosas hoy en día.
               Noté su sonrisa cuando contestó:
               -Ya me parecía a mí que ibas a pasar demasiado tiempo fuera, y más teniendo en cuenta que no protestaste ni una sola vez por los planes de tus padres. ¿Qué haces en Londres?
               -Te lo cuento cuando te vea.
               -No, me lo cuentas ahora-ladró mi amigo-. Nada, nena. Scott. Que es imbécil. Y un mentiroso.
               -Pídele perdón a tu chica de mi parte, pero ahora el que te necesita soy yo.
               Suspiró de nuevo.
               -Me visto y te la abro. Pero, ¡eh! El próximo viernes, me invitas a chupitos. A los que a mí me dé la gana.
               -Interesado de los cojones.
               -Hay que andar espabilado en la vida; vivimos en un sistema capitalista, cariño. Nada es gratis.
               -Ya lo veo, ni el cariño de un amigo.
               -Uf, eso, especialmente-nos echamos a reír-. ¿Cuánto tiempo me das?
               -En media hora estaré ahí.
               -Vuela-contestó él-. Los dos estamos de humor para un polvo mañanero, ¿eh, preciosa?
               -Dale lo que quiera y luego vete, no seas sinvergüenza y avaricioso.
               -Voy a colgar, porque me excita que me digas esas cosas y me hables en ese tono.
               -De puta madre, nos vemos en media hora.
               Colgué y esperé a que Eleanor me llamara, porque me encantaba hacerme de rogar.
               -¡Scott!
               Sonreí.
               Eleanor era orgullosa como ella sola, y terca como una mula, y no reconocería un error ni aunque le fuera la vida en ello.
               Me pregunto a quién se parecería, a qué cierto chico de ojos azules y pelo castaño que tenía cierta relación con ella.
               Pero los dos eran iguales, los tres éramos iguales en una cosa: si queríamos algo, lo cogíamos. O lo pedíamos hasta la saciedad.

               Ni nuestro orgullo de mierda nos iba a impedir saciarnos.

72 comentarios:

  1. ME DUELE EL PUTO CORAZÓN CON LO BONITOS QUE SON

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  2. "Tengo 17 años y ya he encontrado a la mujer de mi vida. Prácticamente la vi nacer." ASÍ EMPIEZA LA PUTA BIBLIA TÍAS.

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    1. MI MEJOR AMIGA CASI ME PEGA CUANDO LE LEÍ LA NOTA EN LA QUE TENÍA ESCRITA LA PRIMERA PARTE DEL CAPÍTULO

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  3. "Tengo 17 años y ya he encontrado a la mujer de mi vida. Prácticamente la vi nacer."
    olé ahí empezando fuerte el capítulo di que sí Eri
    Scott me arruina mi patética existencia deja ya de escribir estas cosas que entro en depresión fuerte

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    1. Me duele el corazón cada vez que tengo que narrar con él porque es que está TAN enamorado de Eleanor, y buf, ya era hora porque ella puede hacerlo feliz como nadie más podría y me duele el corasonsito de repente necesito un minuto

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  4. "Tengo un pasado oscuro, El. Más que mi pelo. Y tú… tú eres todo luz. Pero supongo que hace falta luz en la oscuridad y oscuridad en la luz, ¿no?" YO SI QUE NECESITARE UN POCO DE LUZ EN MI VIDA CUANDO ESTA NOVELA TERMINE Y ME SUMERGA EN UN POZO SIN FONDO DE AGONÍA.

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    1. PERDONA, YO SÍ QUE ME VOY A SUMERGIR EN UN POZO CUANDO TERMINE LA NOVELA Y LAS ENTRADAS NO LLEGUEN NI A LAS 100 VISITAS CUANDO AHORA LAS PASAN EN LAS PRIMERAS DOCE HORAS, NI TENGA COMENTARIOS, NI NADA, ASÍ QUE TE BUSCAS OTRO POZO SIN FONDO QUE EL DE LA AGONÍA YA ESTÁ RESERVADO

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  5. MENOS MAL QUE TENÍA EL TANQUE DE OXÍGENO AL LADO MIENTRAS LEÍA EL CAPÍTULO

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  6. "Se acurrucó contra mí, y que Alá me perdone, pero me gustó mil veces más que cuando lo hacían mis hermanas. Me sentía muchísimo más fuerte con Eleanor que con ellas. Bastante más especial." PUM! ADIÓS PULMÓN IZQUIERDO.

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    1. El Scott de Eleanor>>>>>>>>>>>>>>> el Scott de Duna>>>>>>>>>>> el Scott de Shasha>>>>>>>>>>>>> el Scott de Sabrae

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  7. "-¿Lo hacemos en la cama?
    -Mira que estás pesada con el sexo anal, eh. Te advierto que no es tan guay como te imaginas.
    -Desayunar-dijo." ME MEO JODER. ES TAN TONTO Y TAN MONO A LA VEZ.

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  8. Quiero que esta novela no se termine nunca en serio. Necesito leer sobre ellos hasta el día en el que me muera.

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    1. UY, SI POR MÍ FUERA, YO SEGUÍA ESCRIBIENDO 2000 CAPÍTULOS MÁS, PERO TAMPOCO QUIERO RESULTAROS PESADA JAJAJAJAJAJA

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  9. "Se separó un poco de mí, para mirarme. La bolsa estaba en el suelo. La carga que sostenía ahora era mil veces más preciada." MIL VECES MAS PRECIADA AH AH AH AAAAAAAAAAAAH

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    1. Si eso ha sido un orgasmo, quisiera decir que estoy de acuerdo

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  10. ME HE REÍDO MUCHÍSIMO CON LO DE SEXO ANAL. ELLA ESQUIVANDO EL TEMA Y EL OTRO PENSANDO QUE SE REFERÍAA ELLO TODO EL TIEMPO XD

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    1. Scott es un vicioso por favor que alguien lo sumerja en dos kilolitros de agua bendita muchas gracias

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  11. SE HA PUESTO ROJO CUANDO LE HAN DICHO QUE SABÍAN QUE SE IBA CON ELEANOR. ME LO COMOOOOO

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    1. </3 mi primogénito hermoso con complejo de tomate cherry

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  12. "No me va a dirigir la palabra, pero en Nochevieja nos emborracharemos y se le olvidará que está enfadado conmigo por enamorarme de su hermana " QUE TE LO HAS CREIDO CHAVAL. EN CUANTO TERMINES LA FRASE TE VA A SOLTAR UN PUÑETAZO DEL TAMAÑO DE CÁCERES. LO VEO VENIR. Y VOY A LLORAR

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    1. LO DEL PUÑETAZO DEL TAMAÑO DE CÁCERES VA A SER #TALCUAL

      Me he descojonado con esa frase, muchísimas gracias ♥

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  13. "Todavía no se han escrito libros que contengan una mínima mención de lo que me haces sentir tú." TODAVÍA NO HA EXISTIDO NI EXISTIRÁ UN TÍO COMO TU HIJO DE MI VIDA.

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    1. No me puedo creer que este chaval sea producto de mi imaginación de verdad cómo puede alguien como YO conseguir crear a alguien como ÉL y esas frases



      Bienvenidos a la Nave del Misterio

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  14. "Tengo 17 años y ya he encontrado a la mujer de mi vida. Prácticamente la vi nacer."
    Tengo 16 años y ya he encontrado al hombre de mi vida. Es un personaje literario.

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    1. Tengo 19 años y ya he encontrado al hombre al que quiero entregarle mi virginidad.

      Lo he creado yo y vive exclusivamente en la fanfic de mi puñetero blog

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  15. "Era un avión, un avión de papel. Y ella era la brisa marina de la villa pesquera de casas blancas y pequeñitas. La brisa cargada de sal, la que enreda melenas, forma olas, acaricia acantilados. Era ella la que me hacía volar, la que me mantenía lejos de las olas." M A D R E D E L A M O R H E R M O S O

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    1. (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      Has sido muy sabia fijándote en lo del avión de papel, Paula, va a ser importante a partir del siguiente capítulo
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  16. YA TENEMOS FECHA DEL SALSEO. 29 DE DICIEMBRE.

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  17. Cuando crees/tienes pensado que terminarás las novela?

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    1. Buf, todo depende de cuánto escriba este verano, porque una vez que empiece el curso ya sólo tendré media hora "garantizada" al día para poder escribir... pero espero tenerla terminada para... ¿Marzo, quizás?
      En todo caso, no quiero llegar a Junio del año que viene y seguir aquí tocando los huevos con Scott, Tommy y compañía (aunque, al paso que voy, imaginándome cada vez más y más cosas, tendré que dar gracias si la termino en 2050) ^^

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  18. "Y en mi cabeza, sólo había un pensamiento.Tus hijos van a ser los de ella.Sonreí.Inshallah."
    ME QUIERO TIRAR DE UN TREN EN MARCHA.

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    1. POR FAVOR PODEMOS APRECIAR EL HECHO DE QUE LOS DOS NOS HAN CONTADO ESE MISMO MOMENTO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE CADA UNO

      MUCHAS GRACIAS

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  19. Dime que el siguiente capítulo lo narran el o ella. Quiero saber a donde la llevaaaaaa

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    1. Lo narra Scott :3 iba a hacer un corte de capítulo y seguir, pero me enrollé demasiado con la parte en la que hacen el amor, así que tenéis capítulo extra, de nada

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  20. No me canso de decir que son la pareja literaria más mona de este planeta.

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    1. Ojalá vivamos en un universo paralelo y sean ellos los que son reales, y no nosotros

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  21. "Ella era lo mejor de la mejor estación del año, lo mejor del mejor fin de semana de mi vida, la mejor de todas las chicas con las que había estado." Mi corazón ha hecho BUM BUM y ha explotado.

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  22. "Estáis casadísimos, Scott, me recriminó una voz en mi cabeza. Era demasiado joven para estar tan casado.Me la bufaba.
    La quería a ella, solo a ella, siempre a ella."
    TE EXIGO ESCRIBIR LA ESCENA DEL DIA EN QUE SCOTT LE PIDA MATRIMONIO. LO NECESITO COMO EL AIRE PARA RESPIRAR.

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    1. Ya la tengo pensada

      y es genial, en mi humilde opinión

      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  23. "Yo por la noche no rindo bien. No me llega la sangre al cerebro. Suele ser cuando más follo, la noche. El cuerpo tiene que distribuir. Y, a veces, las prioridades se reorganizan." ES TAN SUBNORMAL JAJAJAJJAJA

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  24. No sabes lo feliz que me haces cada vez que subes un capítulo. Me ayudas a desconectar durante una hora y consigo olvidarme un poco de todo y sumergirme en esta historia tan bonita. Gracias y gracias.

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    1. AY POR FAVOR KARLA, TE DEVORO LOS MOFLETES, QUÉ RICA ERES, VEN QUE TE BESE.
      Me encanta escribir esta historia (creo que se nota por la longitud de los capítulos y lo rápido que subo, teniendo en cuenta que 20 páginas cada 3 días pues... cuidao, no se escriben si algo no te apasiona) pero que me digáis estas cosas refuerza todavía más lo mucho que me gusta esta novela, el cariño que le tengo y el asdfghjklñ que siento en general cuando me siento a escribir ♥
      Muchísimas gracias a ti, cosa linda

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  25. "Yo no he nacido con estrella; Alá me ha dedicado una galaxia entera." CHAITO

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    1. ESTABA ANSIOSA POR QUE ALGUIEN COPIARA ESA FRASE DE VERDAD, MUCHÍSIMAS GRACIAS, TE COMO EL ROSTRO

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  26. "Y lo supe, en ese mismo momento.
    Haría lo posible por ver esa imagen una y mil veces a lo largo de mi vida, cambiarle el apellido, levantarme después de una noche intentando darle hijos y encontrármela allí, y verla negar con la cabeza, y yo asegurarle que no importaba, que teníamos tiempo de sobra…" ESTÁ HASTA LAS TRANCAS POR ELLA. ME CAGO EN MIS MUERTOS JODER

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    1. Yo tengo la teoría de que lleva enamorado de ella desde que la conoció después de que Erika (aka "yo" hola buenas tardes) le diera a luz pero no se ha dado cuenta hasta que han crecido los dos y mira esa idea es
      tan
      hermosa
      tengo algo en el ojo discúlpame se me ha metido una buena dosis de THIS IS FATE en la retina

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  27. COMO QUE VAN A ROMPEE DOS VECES Y LAS DOS ROMPERÁ ELEANOR. ESPERO QUE LA PRIMERA NO SEA CUANDO TOMMY SE ENTERA PORQUE LA LÍO PARDA

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  28. "-De puta madre, la mujer se morirá con 200 años-gruñó papá.
    -Dios no lo quiera-susurró mamá por lo bajo.
    -¡Sherezade!" CASI ME MEO ENCIMA. PUTA SHEREZADE, ES MI DIOSA.

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    1. Sherezade NO SOPORTA A TRISHA; enseguida veréis por qué

      porque SÍ, voy a subir pronto un capítulo en el que Scott le cuenta a Diana cómo se conocieron sus padres... misteriosamente, narrado por uno de ellos.
      O por los dos.
      Quién sabe.

      Sólo yo lo sé JAJAJAJAJAJAJAJA basta de teasers

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  29. Me encantan tanto joder

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  30. "Sonrió suavemente en mi boca, y lo único mejor que una chica sonría mientras la besas, es que esa chica sea Eleanor." ESTÁ TAN ENAMORADO DE ELLA QUE QUIERO LLORAR

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  31. NO MIENTO CUANDO DIGO QUE EN CIERTAS PARTES DE ME HAN SALTADO LAS LÁGRIMAS. TIENEN UNA RELACIÓN TAN SANA, MÁGICA PRECIOSA QUE PUFFFFFF

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    1. Para mí es muy importante que no caigan en los míticos tópicos de pareja tóxica pero no sé si consigo librarme de todos :( en cualquier caso, NECESITO que sean lo más hermosos posible porque de verdad te digo que no concibo a nadie mejor que Scott para Eleanor ni nadie mejor que Eleanor para Scott

      me duele el coraçao

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  32. "Todavía no se han escrito libros que contengan una mínima mención de lo que me haces sentir tú." Mis instintos suidas afloran cada vez mas

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    1. Me va a explotar el dedo gordo del pie si siguen siendo tan lindos

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  33. "Qué ganas tenía de pasarme toda la vida pensando en qué momento conseguiría alcanzarla, qué ganas tenía de morirme en mi cama con su mano en la mía y descubrir que, en efecto, mis sospechas habían sido acertadas: ella estaría siempre por encima de mí." Que ganas tengo yo de clavarme un boli en el ojo derecho

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  34. ¡PERO POR FAVOR! COGERÍA UN FRAGMENTO Y TE DIRÍA LO MARAVILLOSO QUE ES PERO ENTONCES TENDRÍA QUE COJER EL CAPÍTULO ENTERO, SON PURO AMOR, O SEA SCOTT ESTÁ HASTA LAS TRANCAS Y A MI ME HA ESTALLADO UN PULMÓN SOLO CON LA PUTA PRIMERA FRASE, NO PUEDO ESPERAR A LEER CÓMO SCOTT LE CUENTA ESE PASADO OSCURO Y VER LA REACCIÓN DE EL, Y SOBRETODO CUANDO SE LO CUENTEN A TOMMY, VOY A SUFRIR MUCHO DIOS MIO AYÚDAME ������

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    1. POR DIOS QUÉ HERMOSA ERES TE COMO LA CARA VEN AQUÍ MUACK MUACK
      Scott está tan perdido en ella de verdad yo quiero tener algo como lo que tiene él y Eleanor lo ama con locura, creo que está peor incluso que él, imagínate cómo reaccionará cuando le suelte el bombazo de su pasado (que se menciona en otros capítulos muy, muy de pasada, pero espero que sea sorpresita).
      Y CUANDO TOMMY SE ENTERE, DOS PALABRAS: MADRE. MÍA.

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  35. ERIKA, SE ME PASÓ COMENTARTE OMG MATAME


    LOS

    JODIDAMENTE

    AMO

    TE VOY A DECIR LO DE SIEMPRE Y LO SABES: QUIERO UN PUTO SCOTT, Y LO QUIERO YA. VALE YA CON LA TONTERÍA.

    ME REÍ CON LO DE LA REGLA DE ELEANOR Y SU LLORERA (soy mala, lo se) PORQUE CON TODO LO QUE HAN FOLLADO EN 2 DIAS Y ENCIMA LA ÚLTIMA VEZ SIN CONDÓN, MADRE MIA, YO TAMBIÉN LLORARIA PERO DE LA EMOCIÓN EN PLAN:

    "SÍ JODER QUE NO ME HE QUEDADO EMBARAZADA, SCOTT, SOMOS LOS PUTOS AMOS, FOLLEMOS OTRA VEZ"

    JAJAJAJJAJAJAJAJAJA NO SE SI ME EXPLICO, VALE.

    Últimamente te dejo comentarios más cortos de lo normal y me siento mal por ello pero es que el calor me mata las pocas neuronas que me quedan (que encima son vagas) y me da pereza pensar.

    PERO YO COMO SIEMPRE TE QUIERO

    VIR.

    Pd. Hoy me abstengo a pd

    Pd2 ups

    Pd3 ya me voy

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    1. NO PASA NADA VIR I TRUSTED YOU

      YO

      TAM-

      BIÉN

      Son tan hermosos de verdad debemos protegerlos.
      A mí, por una parte, me dio pena por Eleanor, porque se nota que quiere estar con él y que demasiado Scott no es suficiente i dON'T NEED MY LOVE YOU CAN TAKE IT YOU CAN TAKE IT TAKE IT I DONT NEED MY HEART YOU CAN BREAK IT YOU CAN BREAK IT BREAK IT vale ya bastó la venada High School Musical.
      Que le ha venido la regla ahora no significa que no pueda quedarse embarazada (?) no sé, no entiendo mucho de esas cosas, pero si se supone que puedes quedarte embarazada follando con la regla, por qué no cuando lo haces y justo después te baja... tiene sentido, en mi cabeza al menos
      PERO POR OTRA PARTE ME ALEGRO POR SCOTT PORQUE ESTÁ AGOTADO EL POBRE CHIQUILLO ES QUE YA NO PUEDE NI CON EL ALMA MADRE MÍA ELEANOR LE SACA BRILLO QUE DA GUSTO YOU GO GIRL DISFRUTA DE TU NOVIO QUE BIEN BUENO QUE ESTÁ.

      No pasa nada que sean más "cortos", lo importante es que me comentas y haces que te quiera dar un besote en esos lindos morros (k). Con el calor yo también estoy más vaga, por eso abro todas las ventanas de la que estoy escribiendo, para que fluyan las ideas (y lo que no son las ideas)

      COMO SIEMPRE TE QUIERO

      ERI

      pd: me da a mí que no
      pd2: hi
      pd3: aió ü

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    2. Supuestamente si has follado sin condón te puedes quedar embarazada (obviamente) pero si te baja la regla es como que has "abortado" vaya, que no estás embarazada y por lo tanto yo lloraría de felicidad, y todo eso, y no tengo ni idea de si te puedes quedar embarazada o no haciéndolo con la regla, ya hasta ahí no llegan mis escasos conocimientos JAJAJAJAJA

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    3. Pero no sé, me parece demasiado pronto para que se pueda relacionar esa regla con que no se va a quedar embarazada (que no se lo va a quedar), ten en cuenta que pasan sólo un par de horas entre que lo hacen y a ella le baja, no creo que sea tiempo suficiente para que los espermatozoides lleguen a la trompa de Falopio (no sé dónde oí yo que tardan 10 horas en llegar, igual fue en Aquí no hay quien viva JAJAJAJAJAJA).
      Sí sí, te puedes quedar embarazada incluso haciéndolo con la regla, otra cosa es que sea más complicado, pero por poder, se puede

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