jueves, 28 de julio de 2016

Mil divinidades, un cuerpo.

             Se nos hizo cuesta arriba abrir la puerta del camarote; no ayudaba que estuviera atrancada, que el mar estuviera animándonos a continuar con lo que nos proponíamos hacer, ni que no pudiera alejar mucho las manos de ella, ni ella las suyas de mí.
             Pero lo conseguimos.
             Se rió en mi oído cuando abrí la puerta, satisfecha de no sentirse atraída por un inútil. Entramos y apoyó la espalda en ella, volviendo a cerrarla. Eché el pestillo; así nadie nos molestaría.
            Sonrió en mi boca mientras me besaba, suspiró cuando empecé a bajar por su cuello, besándole cada centímetro de aquella piel de color café, acariciando con mis labios sus clavículas… el pequeño lunar que tenía en el escote, de un tono chocolate puro en un cuerpo de chocolate mezclado con leche, quizá, un poco de tofe…
           Volví a subir, a encontrarme con sus labios, y ella empezó a pelearse con mi camisa. Me las apañé para meterme entre sus piernas, la levanté agarrándola por los muslos, y ella me pasó las
piernas por las caderas.
              Me acarició la espalda, todavía por encima de la camisa. De noche refrescaba, de día hacía calor… pero nada comparado con lo que sentía por dentro en aquel instante. Joder, si el Sáhara fuera una persona, si tuviera la capacidad de transformarse en alguien, ese alguien sería yo.
              La empujé un poco más contra la pared, disfrutando de cómo se le ponía la piel de gallina cuando metí la mano por la falda de su vestido granate. Su cuerpo celebraba el mío como si lleváramos años esperando.
              Era como si hubiéramos nacido para estar con el otro.
              Mis dedos llegaron hasta el centro de su ser. La acaricié despacio; estaba excitadísima, lista para recibirme. Tiré un poco del encaje de sus bragas, y ella sonrió.
              -¿No quieres echarle un vistazo más profundo al género?-se burló.
              -De momento, tengo suficiente con las vistas de las que disfruto.
              -Qué lástima. Gano muchísimo desnuda.
              -¿Más?-repliqué, tirando un poco más de su ropa interior, disfrutando de cómo se materializaba su deseo por mí en forma de oasis en un cuerpo que, por lo demás, ardía como un bosque en un incendio de verano, el mayor que hubiera conocido el mundo.
              Se mordió el labio mientras mi mano le daba un adelanto de lo que le esperaba.
              -¿Te llamabas…?-inquirí, provocándola, y sonrió.
              -No hagas como si no fueras a olvidar mi nombre en tu vida, Zayn.
              -Vale, Sher.
              -No me llames Sher-protestó, pero su protesta se convirtió en un nuevo gemido.
              -Como tú digas, Sher.
              -Puto gilipollas-replicó, echándose a reír y estremeciéndose por mi contacto.
              Abrió los ojos, y los clavó en mí. Nos quedamos quietos un momento, mirándonos. Me dio la impresión de que algo vibraba en el ambiente. Se me detuvo el corazón mientras aquellos dos pozos negros con tintes dorados y verdes se clavaban en los míos, bebiendo de mi hambre, devorando mi sed, desnudando mi alma y escudriñando dentro con una claridad que me asustó.
              Me alegré muchísimo de haberme alejado del barullo de la gente, haber subido a la parte de arriba del barco y mirado por el balcón a los demás, cómo bailaban, cómo bebían e, incluso, se drogaban sin pudor alguno.
              No me extrañaba que los españoles protestaran por cómo éramos los ingleses, pero la culpa la tenían ellos: si no sabían disfrutar de sus islas como era debido, si no convertían Ibiza en el santuario del exceso que debía ser, nosotros lo haríamos. Alguien tenía que hacerlo, ¿no? Quiero decir, los americanos tienen Las Vegas. Nosotros no podemos quedarnos atrás.
              Cuál fue mi sorpresa cuando me la encontré apoyada en la barandilla, como Jack se encontró a Rose en el Titanic, mirando hacia abajo, dando un sorbo de una copa cuyo contenido disminuía poco a poco. A la luz de los focos, brillaba con luz propia. Su piel intentando imitar al ébano, pero quedándose en la madera del mueble más lujoso del mayor castillo del mundo, resplandecía con un fulgor azabache… no tanto como su pelo, negro como la noche.
              Como una noche de luna nueva, en la que las estrellas, que tendrían que ser su rostro, brillaban con más intensidad aún. Había cruzado los tobillos, se inclinaba hacia delante; sus labios sonreían ante algo que sólo a ella parecía hacerle gracia, sus ojos, de los tonos de la jungla más salvaje, escudriñaban a todo el mundo debajo de ella.
              La confundí con una diosa.
              No, no, con una diosa, no.
              Con todas las diosas.
              Tenía que ser Hera, Artemisa, Atenea, Penélope, Perséfone… no podía haber ninguna divinidad femenina que no se manifestara en ese cuerpo.
              De lo contrario, no serían diosas. Serían otra cosa, pero no podían ser inmortales como lo era ella.

              Di un sorbo de mi copa, y la seguí contemplando, memorizando sus curvas; aquellas piernas de varios kilómetros de longitud, que se alargaban incluso más gracias a unos tacones de aguja del mismo color que el vestido que traía; su culo (joder, menudo culo), iniciando una espalda que me moría por acariciar; su busto, subiendo y bajando despacio mientras respiraba, su cuello…
              Le habría dicho que le escribiría el disco que más Grammys ganaría en toda la historia. Joder, incluso entraría en la categoría de cánticos religiosos.
              Lo hacía con todas a las que me quería tirar.
              Pero no lo hice. Ella no se lo merecía.
              Se merecía que lo consiguiera, punto, nada de avisar: oye, nena, voy a hacer esto, esto, y esto. Te conquistaré Roma, te regalaré medio Egipto.
              No.
              No se merecía promesas, se merecía hechos.
               Que me maten si no es una musa que me han enviado para que mejore el primer disco, pensé. Todavía no me había puesto a escribir el segundo. Bueno, había esbozado un par de borradores de las primeras canciones, pero siempre había terminado tirándolos a la basura, preguntándome cómo cojones iba a conseguir sacar todo lo que había sacado con Mind of mine de dentro, si había vertido todo el contenido de mi alma en aquella primera grabación.
              Se volvió para mirarme, y me sonrió.
              -¿Disfrutando de las vistas?-se echó a reír, y yo decidí que no dejaría que se me escapara, que la haría mía, que no se alejaría de mí.
              -Para que luego digan que en el Vaticano tienen la mayor colección de arte del mundo-repliqué, acercándome a ella. Volvió a sonreír, se pasó un mechón de pelo detrás de la oreja, enseñándome un minúsculo pendiente plateado, y volvió a clavar la mirada en el piso de abajo.
              -Puedes seguir mirándome-se burló, porque era incapaz de apartar los ojos de ella.
              -Las vistas son inmejorables.
              -Apuesto a que sí.
              Volvió a sonreír, y le dio otro sorbo a su copa, y yo no había estado nunca tan celoso de algo como lo estuve de esa copa.
              Me fijé en la cremallera dorada de la parte de atrás de su vestido. Madre mía. Le iba desde la parte de arriba, entre los omóplatos, hasta abajo. Me imaginé tirando de ella, deleitándome de cómo se deslizaría sobre su piel, de cómo el contacto del metal frío haría que se le pusiese la carne de gallina…
              Zayn, chico, cálmate dos años.
              -Abajo es una puta locura, ¿eh?-dije, sacudiendo esos pensamientos de mi cabeza. Primero hay que seducir, nada de pasar a la gran final sin más.
              -Me alegro de que mis amigas me convencieran para venir.
              -¿Quiénes son?
              Les mandaría flores por haber traído a mi musa. Señaló un par de chicas.
              -Ah, y la stripper. Creo que le están haciendo un hijo-suspiró, cerrando los ojos, exhibiendo unas pestañas que podrían atravesar el mundo de una punta a otra.
              Había habido una chica de pelo castaño que se había empezado a desnudar para un chaval que, supuse, sería su novio. Con las palabras de ella, empecé a pensar que tal vez no lo conociera de tanto.
              -¿Y cómo es que no estás abajo, con tus tan queridas amigas?
              -No había muchas cosas que me llamaran la atención.
              Me miró de arriba abajo, se mordió el labio, y yo sonreí mordiéndome, también, un poco el labio por la parte izquierda.
              Qué curioso, donde tendría mi hijo 17 años después el piercing.
              Qué curioso, en la misma sonrisa que sus amigos bautizarían como su sonrisa de “Seductor ™”.
              -¿Y aquí las hay?
              -Puede.
              La escena de El gran Gatsby en el que los fuegos artificiales llenan la pantalla mientras Leonardo DiCaprio se da la vuelta, anunciando que él es es Gatsby, y levantando una copa a modo de brindis se desarrolló en mi interior.
              -¿Cómo te llamas, preciosa?-inquirí, y me dio igual ser un puto maleducado o algo por el estilo. Estiré la mano y le aparté un mechón rebelde del cuello. Tenía el pelo más suave del mundo.
              -¿Cómo crees que me llamo, precioso?-respondió, volviendo a dar un sorbo, agitando la melena y volviéndose un poco hacia mí.
              No le mires las tetas.
              Zayn, no le mires las tetas.
             ¡ZAYN! ¡NO! ¡ESTATE QUIETO! ¡MÍRALA A LOS OJOS!
              -Dudo que haya una palabra en cualquier idioma que te pueda hacer justicia.
              Se echó a reír.
              -Las chicas deben de bajarse las bragas corriendo con sólo escucharte, ¿eh?
              -Se me dan bien las palabras.
              -Lo sé-respondió-, pero… no hagas esto tan raro, dime cómo te llamas, finjamos que los dos somos normales.
              -Zayn.
              -¿Con mayúsculas, con las minúsculas y mayúsculas alternadas, sólo con minúscula…? ¿Cómo quieres que te llame?
              -Llámame Zayn. Va en serio. Llámame todo lo que quieras, preciosa-se volvió a reír, íbamos bien-. ¿Y tú eres...?
              -Sherezade.
              Joder, claro, ¿cómo se iba llamar si no? Sherezade, la única mujer en el imperio del sultán de Las mil y una noches que consiguió deshacerse de la maldición de las concubinas. Sherezade, que lo tuvo entretenido durante 3 años para que no la matara. Sherezade, que se había salvado la vida con su ingenio cuando su belleza casi la había mandado a la tumba.
     Sherezade, que había conseguido que un hombre déspota y misógino como no había habido otro en el mundo literario (y puede que en el real) se enamorase de ella, le perdonase la vida y la convirtiera en su reina, ya con un hijo en común.
              Hay muy poca gente que nace para llevar un nombre; y, desde luego, pocas mujeres podrían llevar ese nombre con tanto orgullo.
              Pero ella lo hacía.
              -¿Qué más?-inquirí, acercándome a ella. No hizo ademán de apartarse.
              -Por la cara que has puesto cuando te he dicho mi nombre, dudo que necesites saber más.
              -¿Qué cara he puesto?-me reí, y ella sonrió, se acercó un poco a mí. Tocó mi cadera con la suya.
              -La del tío que acaba de escuchar el nombre de la tía que lo va a hundir en la miseria… por la que él se hundiría en la miseria.
              -Quizás lo seas.
              Sacudió la melena.
              -Lo dudo, Z-coqueteó.
              -Demuéstrame que puedo perderme en ti, Sher.
              -No me llames Sher-espetó, dura, pero su cadera volvió a tocar la mía.
              Seguimos tonteando mientras la Luna se desplazaba por el cielo nocturno, deseando que nos fuéramos a la cama antes de que la Tierra la obligara a dejarnos solos.
              Le gustaba.
              Lo notaba en su lenguaje corporal.
              Y ella sabía que me gustaba. Lo veía en cada vez que me mordía el labio o me relamía cuando hablaba, en cómo le miraba el cuello cuando se apartaba el pelo a un lado…
              -Voy a besarte-la avisé, porque ya no soportaba ver cómo movía los labios y preguntarme cómo sabrían. Se rió.
              -Pueden pasar dos cosas si me besas ahora.
              -¿Y esas cosas son…?
              -La primera: que te puedo soltar una bofetada. Y doy bofetadas muy buenas.
              -Me arriesgaré, ¿la segunda?
              -Que quizás, te bese yo a ti después.
              -Cuánta presión has puesto en mis hombros, Sher.
              Puso los ojos en blanco.
              -Depende de cómo lo hagas, Z.
              Me incliné hacia ella, le acaricié la mejilla, la miré a los ojos, los cerramos, y juntamos nuestras bocas muy despacio.
              Creo que me morí un par de segundos y fui al cielo, y comprobé cómo sabía en su boca. Sonreí en sus labios, y ella hizo lo mismo, y decidí que no quería que ninguna otra sonriera cuando yo la besaba, que ninguna otra sabría así de bien.
              Sabía a noche estrellada, a mar en calma en verano, a paseo por la playa…
              … y a cereza.
            La debilidad de Scott por los labios de su chica sería genética.
              Nos separamos y nos miramos a los ojos.
              -No ha estado mal-sonrió.
              -¿Beso, o bofetada?
              Se rió, se incorporó un poco, me acarició la nuca y se inclinó hacia mí.
              Y todo empezó a acelerarse.
              Volvía a estar con ella en aquel camarote, volvía a tenerla lista para mí. Tiré un poco más de sus bragas, y ella suspiró.
              -No pensé que fueras de los que follan vestidos.
              -Con tal de follar, yo hago lo que sea.
          Me cago en la puta, Zayn, ¿puedes dejar de ser tan bocazas un solo segundo?
              Pero ella se rió, para nada ofendida con mi comentario fuera de lugar. Los dos queríamos aquello. No la estaba usando, ni ella me usaba a mí. O, en el caso de que me estuviera usando, yo también la usaba a ella, así que…          
              Éramos iguales.
              Estiró la mano hasta coger su bolso, lo abrió como pudo, medio temblando, y me pasó un paquetito plateado.
              -No sé cómo tomarme que te pasees por el mundo con eso tan a mano.
              -Tómatelo como que soy una chica a la que le encanta el sexo seguro, ¿mm?
              -Bueno, no pensaré mal de ti, pero porque me has caído bien.
              Volvió a reírse.
              Le quité las bragas (perdón, el tanga negro de encaje, joder, Alá, ¿crees que necesito otra señal? Ya me he dado cuenta de que quieres que estemos juntos, tranquilízate un poco, tío), la ayudé a bajarme los pantalones, me puse el preservativo y me deleité entrando en ella, que abrió la boca, cerró los ojos, y dejó escapar una exclamación sorda.
     La embestí despacio, disfrutando de cómo disfrutaba ella de nuestros cuerpos unidos… y, claro, también disfrutando yo.
              -Oh, dios mío, Zayn…
              -¿Lo hago bien?-la puteé, porque sabía que lo hacía bien. Asintió. Sus caderas se movieron al ritmo de las mías, despacio, muy despacio. Acabé más pronto de lo que me habría gustado, pero no la dejé tirada. No podría ni aunque me lo hubiera propuesto.
              Se estremeció, se rompió conmigo dentro, cerró los ojos y sonrió.
              Nos miramos, brillando el uno para el otro, deshaciéndonos el uno en el otro. Se inclinó y me besó, todavía había hambre en sus labios.
              -¿Y tú?-inquirió-. ¿Ganas desnudo, Zayn Malik?-se burló, y yo me eché a reír, y suspiramos al darnos cuenta del efecto que eso tenía en nuestra todavía reminiscente unión.
              -Dímelo tú, Sherezade.
              Me abrió la camisa, me besó el pecho, yo me estremecí mientras le daba sentido a cada rincón de mi cuerpo con su alma…          
              Llevaba una pulsera, y estaba fría al tacto. Era la pulsera de plata que les habían dado a las chicas cuando subían la barco, como rememorando lo que sucedía. Cada una tenía una frase, pero no tuve valor ni fuerza de voluntad suficiente para intentar leer lo que ponía.
              Me tumbó encima de la cama del que tendría que ser el capitán y continuó besándome. La ayudé a quitarme los pantalones. Me dejó en bóxers.
              Sonrió, contemplando lo preparado que estaba para ella.
              Se quitó los zapatos, se subió un poco el vestido, y se sentó sobre mí. Suspiró, balanceándose ligeramente, disfrutando de aquella provocación sin igual.
              -¿Reciclamos condón?-inquirió.
              -Soy millonario-le respondí, y ella se echó a reír.
              -Claro que sí, a veces se me olvida que tengo algo por los millonarios-replicó, echó un vistazo a su bolso, demasiado lejos. Le indiqué mi cartera. La abrió y sacó otro paquete.
              -No sé cómo tomarme que te pasees por el mundo con esto tan a mano-me pinchó.
              -Tómatelo como que soy un chico al que le gusta el sexo seguro, ¿mm?
              Se rió, me lo puso y se sentó encima de mí. Pero encima, encima.
           Suspiré, dejando que fuera ella la que tomara las riendas.
              -Sherezade-susurré, y ella se detuvo y me miró-. Quiero ver si es verdad.
              -¿El qué?
              -Que ganas desnuda.
              Asintió con la cabeza, sonriendo siempre.
              -¿Quieres quitarme tú el vestido, o me lo quito yo?
              Me incorporé como respuesta, la besé, y metí la mano por la parte baja, acariciándole el trasero, subiendo por su anatomía mientras, por la parte de arriba, deslizaba la cremallera, al encuentro de mi mano. Por fin, el vestido cedió. La ayudé a quitárselo y me quedé mirando su sujetador, que hacía juego con su tanga, de encaje negro.
              -Alguien ha decidido tener sexo esta noche-sonreí, mirándola, porque “si cuando desnudas a tu chica descubres que lleva la ropa interior combinada, es porque no has sido tú el que ha decidido follar esta noche”.
              -Soy optimista por naturaleza-se encogió de hombros, y siguió besándome, y moviéndose sobre mí y yo debajo de ella. Volví a romperme, y ella se quedó muy quieta.
              -No me jodas-susurró, y yo abrí los ojos y la miré.
              -¿Qué pasa?
              -No me jodas-repitió.
              -Creía que eso era lo que querías.
              Se incorporó y me quitó el condón. Yo también me incorporé.
              -Se ha roto-dijo, a modo de explicación.
              -¿Qué?-espeté-, pero, esto no se rompe tan fácilmente, ¡joder, si cabe un brazo dentro!
              -Ya lo sé, pero se ha roto.
              Nos quedamos mirando un rato el trozo de látex.
              -Tengo otro… pásame la…
              -Ya está. Lo he notado tarde-se encogió de hombros-. ¿No tendrás nada, no?
              -Que yo sepa…
              Se me quedó mirando.
              -Joder, Zayn, como tengas algo, yo… es que te asesino. Te lo juro. Te asesino.
              -Relájate, nena, tendríamos que tener mucha mala suerte para que te lo hubiera pegado.
              -Me lo puedes pegar ahora.
              La miré.
              -¿Quieres seguir?
              Se me quedó mirando como si fuera imbécil. Se llevó el puño a la boca, cerró los ojos, decidiendo si me pegaba o no.
              -Zayn-dijo por fin-. Estás muy bueno, ¿vale? Muy bueno. No me ha bastado lo de antes. Joder, dudo que aunque estuviéramos dándole toda la noche, me siguiera bastando. Y yo no me he corrido ahora.
              -Me he dado cuenta.
              -Así que te diré lo que vamos a hacer: olvídate de condones. El mal ya está hecho. Me voy a poner encima de ti y me vas a echar el polvo de tu vida, y luego te vas a poner tú encima…
              -Me parece bien-repliqué, burlón.
              -Y me vas a echar el polvo de mi vida, y luego, mañana, iré a una farmacia, tomaré una píldora, y todos contentos. ¿Qué te parece?
              -¿Tengo otra alternativa, Sher?
              Sonrió.
              -Dejar de llamarme Sher.
              Me eché a reír.
              -Venga, chiquilla, tienes un orgasmo que alcanzar.       
              Hice todo lo que me dijo, incluso más. Joder, incluso la devoré, y no había hecho eso con muchas chicas. Disfruté de cómo se estremecía, cómo se retorcía entre mis manos, cómo susurraba mi nombre como si fuera la mejor palabra del universo…
              Y la miré mientras se vestía, agotado.
              -Pásame el tanga-me pidió; yo negué con la cabeza-. Zayn, no seas crío, pásame el tanga.
              -No-sonreí.
              Se me tiró encima y volvió a besarme.
              -Zayn, Zayn, Zayn. Pásame el tanga o te ganas el bofetón que te anuncié cuando me besaste.
              -Puede que me vaya el sado, ¿te apetece que lo probemos?
              Se rió.
              -Eres imbécil.
              Me la arrebató y se la puso. Y también el sujetador.
              -Así deberías haberme visto antes de acostarnos-dijo, abriendo los brazos-, pero adivina quién es demasiado impaciente para esperar por lo bueno.
              -No me arrepiento de nada.
              Se puso el vestido, me pidió que se lo abrochara, le dije que no se pasara de la raya tentando a la suerte, se rió, se contoneó mientras se subía la cremallera con manos expertas, se inclinó hacia mí, y me besó en los labios.
              -Ha estado genial. No lo olvidaré-me dijo, entre beso y beso-. Gracias, Z.
              -El placer ha sido mío, Sher.
              Sonrió en mi boca.
               -No me llames Sher.
               -¿Por qué?
               -Sólo la gente con la que tengo confianza me llama Sher.
               -Hemos echado un par de polvos, nena, creo que me he ganado el derecho a llamarte así.
               Se echó a reír, negó con la cabeza, volvió a besarme, recogió el bolso y se mesó el pelo. Comprobó que su maquillaje seguía en perfecto estado y avanzó hacia la puerta.
               -Sherezade-la llamé, y se volvió-. ¿Qué más?
               -¿Quieres buscarme en Facebook? Buena suerte, mi amor-respondió-. Sólo los amigos de mis amigos pueden mandarme peticiones de amistad.
               -No te lo digo por quedar bien; te agregaría si me lo dijeras, ¿o te crees que les pregunto el apellido a todas?
               -¿Te crees que hay alguien que no quiera saber cómo encontrarme después de follar?
               Tuve que reírme, porque la verdad es que era rápida con la lengua. Rápida y buena, extremadamente buena.
               Me guiñó un ojo, abrió la puerta, me tiró un beso y se marchó, llevándose consigo mi copa, y toda esperanza que tuviera de volver a verla…
               Y poder confirmarle que sí, que aquellas canciones que me sonaban en la mente y que tendría que transcribir rápido para que pudieran cosechar todo tipo de premios, las había compuesto para ella.


Había pasado casi un mes desde aquel 28 de julio de 2016, y no sabía hasta qué punto había cambiado mi vida aquel día.
               Ya nada era igual o, al menos, no para mí. Había seguido escribiendo, empecinado en demostrarle al mundo que, por muchas musas que me intentara enviar y muy poco que ellas quisieran quedarse, yo conseguiría sacar adelante más música.
               Tenía récords que superar, marcas propias que mejorar. Y eso que todavía no había pasado el año desde que saqué mi primer disco, pero ya notaba la presión de la anticipación mediática sobre mí.
               Al margen, claro está, de las clases. Pronto empezaría el segundo año de Literatura Inglesa, compartiendo campus (Humanidades y Artes) con Louis, que empezaba a estudiar Música. Eri también empezaba sus estudios superiores, pero en una escuela de Artes del centro de Londres, en un edificio de la época victoriana en el que yo mataría por estudiar.
               A medida que se acercaba el final de agosto y el comienzo de septiembre, había notado un nerviosismo interior que me era complicado de detener. Sabía lo que significaba, lo había sabido desde siempre, y no iba a dejar que se volviera insoportable como sucedió en marzo del año pasado.
               Tenía que escribir.
               Era la hora.
               Estaba tirado en el sofá, con la tele encendida y dando vueltas a un bolígrafo entre los dedos, jugueteando con él como deberían estar jugueteando mis neuronas con mis sentimientos para conseguir crear frases más o menos dignas de adquirir inmortalidad, alejándose de la efervescencia de los pensamientos, cuando llamaron al timbre.
               Era viernes.
               Pensé que era Louis, y ni me molesté en levantarme. Cogí el móvil y le envié un mensaje.
               -Escribiendo-le dije, pero hacía tiempo que no se conectaba, y no lo leyó.
               Volvieron a insistir.
               -Joder, Louis-gruñí para mis adentros, pensando si debería mandarle un mensaje a su recién estrenada mujer (se habían casado hacía mes y pico, descolocándonos a todos las estadísticas y siendo Eri la última de las españolas en pasar por el altar, y no la primera, como todos habíamos pensado que sucedería), decidiendo si merecía la pena arriesgarme a que una metáfora bastante buena que se me había ocurrido en el último minuto desapareciera con tal de volver a desbloquear el teléfono…
               … y mandarle un mensaje a Erika para decirle que le pidiera a Louis que por favor no me tocara los cojones…
               … porque volver a meterme con él por Twitter y conseguir que medio fandom me odiara, y el otro medio le odiase a él, sería un momentito…
               … cuando volvieron a llamar.
               Tiré la libreta encima de la mesa frente a la tele, me incorporé y me arrastré hasta la puerta.
               Abrí la puerta sin mirar por la mirilla, dispuesto a empezar con mi perorata de:
               -Ya te he dicho que no voy a ir a ningún sitio, Louis, algunos no estamos de descanso y tenemos que trabajar, y encima lo hacemos solos, ¿sabes lo que es eso? Sí, exacto, tío, es escribir un puto disco por nuestra cuenta, sin tener que andar diciéndole a Niall que se tranquilice con las putas notas altas, todos sabemos que tengo una voz cojonuda, pero tampoco se trata de que hagáis lo imposible por que sea yo el único que se luce en los discos, y, en serio, necesitamos quitar What makes you beautiful del setlist, tengo 23 putos años, no estoy para ir por el mundo diciendo cosas como “así que va, va, vamos, lo llevas claro…”
               No dije una puta palabra, porque todas las diosas metidas en un cuerpo de mujer habían vuelto a mí.
               Sherezade alzó las cejas, sonriendo con aquellos labios suyos que ambos sabíamos que sabían bien.
               -Hola-saludó, echando un vistazo al interior-. ¿Tienes un momento? Tengo que hablar contigo.
               Me hice a un lado, murmurando frases inconexas del tipo “sí, claro, pasa, pasa”, y cerré la puerta tras ella.
               -Espera, Sherezade, ¿cómo has…? ¿Cómo has averiguado mi dirección?
               Se me pusieron los pelos de punta. Si ella había llegado hasta allí, significaba que muchísimas otras podrían presentarse en mi puerta. Ya no había un puto lugar seguro para mí en Londres.
               Yo me había pasado tardes enteras buscándola en Facebook (todavía lo hacía cuando me emborrachaba lo suficiente) sin conseguir ni el más mínimo avance.
               Y ahora ella se presentaba en mi casa como si nada.
               -Yo…-bajó un poco la mirada, ruborizándose-. Bueno, he hecho un trabajo de investigación bastante… exhaustivo. Miré en varias webs de direcciones, cosas así, contrasté datos… y visité casas. O sea, una millonada de casas. Ésta es la-dijo, sacando una lista muy arrugada e intentando alisarla. Tenía un montón de nombres, la mayoría tachados- treinta y cuatro-sentenció por fin.
               Me la tendió y yo la recogí, le eché un vistazo… y, sin querer, me fijé en sus piernas.
               Y me empecé a perder.
               -¿Has visitado todos estos sitios… buscándome?
               -Bueno, tengo bono de metro, así que tampoco… he tardado tanto. Empecé el miércoles de hace dos semanas. Los fines de semana no venía, me imaginaba que irías a tu casa en el norte-meditó, poniendo los brazos en jarras y mirando a su alrededor-. ¡Mierda! ¿Estás solo? ¿Esperas a alguien? Puedo… volver otro día. Mañana, o el lunes, si te parece bien.
               -No tenía planes para esta noche.
               -Guay, bien-asintió, mirando alrededor.
               -¿Quieres… no sé, tomar algo?
               Asintió, de manera que la guié hasta la cocina. Se sentó en una de las sillas de la isla del centro y depositó el bolso a su lado, sobre el mármol.
               -Sólo tengo…-empecé, pero sacudió la cabeza.
               -Es igual.
               Llené un vaso con ron y se lo pasé. Desde que me había dado por Piratas del Caribe, no paraba de beber ron. Me sentía un poco como Jack Sparrow.
               Se quedó mirando el vaso.
               -Bueno, si no es molestia… creo que debería tomar agua.
               -Vale-asentí, saqué una de las tropecientas botellas que tenía en la nevera y la coloqué frente a ella-. Está sin usar.
               Sonrió, la abrió y dio un trago. Y luego otro, y otro, y otro, y se terminó la botella.
               -Joder, Sher, ¿quieres más?
               Negó con la cabeza.
               -Tengo que hablar contigo. Súper seriamente-dijo, colocando las manos entrelazadas encima de la mesa, serenándose, y mirándome a los ojos-. Mira… cuando volví al hotel después de la noche que pasamos juntos-empezó, y me habló de todo lo que hizo, joder, si incluso me podría enseñar si yo se la pidiera la factura de la farmacia para demostrarme que había tomado la píldora, claro que, como ella misma me señaló, no podía significar nada, porque se la podría haber dado a una amiga suya en su lugar. Pasó a contarme todo lo del viaje, cómo volvió a casa sin sospechar nada-. Y, ¿cuál es mi sorpresa cuando, después de comprar como una puta subnormal varios paquetes de tampones porque, oh, vaya, en verano parece que me los como con patatas…. Pero bueno, eso a ti te da igual… resulta que no me viene la regla el 14 de agosto?-espetó, y lo hizo de aquella forma porque no lo podría haber dicho de otra manera, prefería ser la del barco a la que entró en casa casi temblando-. Guau.
               -Podría ser una falta-dije yo, que ya iba por el tercer vaso de ron.
               -Soy un reloj suizo, cariño; si no me bajó a las 3 y media del 14 de agosto, es que estoy embarazada.
               Nos miramos el uno al otro.
               -Felicidades a ti y a tu novio-intenté.
               -No tengo novio. Y no te rías así, Zayn, podría ser algo muy traumático para mí,, una espinita clavada en mi corazón. Podría ser la típica chica que sufre porque no tiene novio, y se revuelca en lo duro que es estar soltera, compadeciéndose de sí misma.
               -Dudo que haya una gota de típica en tu sangre. Pues tu follamigo, o lo que sea.
               -Tampoco tengo follamigos, Zayn. Soy muy exigente con mis parejas sexuales. ¿No se nota?
               -No me costó mucho hacer que te abrieras de piernas, la verdad-repliqué, y una voz en mi interior me dijo que cerrara la boca, que estaba allí para decirme algo importante y yo era lo bastante imbécil como para tirarle los trastos en mi puta casa.
               -Voy a serte sincera, Zayn: eres el tío con el que he estado que más bueno está. No voy a entrar en detalles de cómo lo haces…
               -¿Cómo lo hago?
               -Si insistes-sonrió-. De 10 en olimpiadas, guapo. El caso es que no he estado con otros chicos en todo el verano. Bueno, con uno a principios de julio, pero… no cuenta. Me vino después.
               Me la quedé mirando.
               -A ver si me aclaro. Estás embarazada. Y dices que es mío-susurré.
               -Sí.
               Los dos dimos un sorbo de nuestras respectivas bebidas.
               -Lo que no entiendo es… usamos condón.
               -Se rompió, ¿no lo recuerdas?-sí, recordaba cómo se había incorporado, cómo me dijo que seguiríamos adelante… cómo me gustó notarla correrse sin nada que nos separara…-. Y decidimos que no pasaba nada, y que nos correríamos, y que luego yo tomaría la píldora.
               -Cosa que no hiciste-respondí, dando otro sorbo, sonriendo.
               -Lo hice, de hecho, y por eso voy a tener este bebé-soltó, y yo me atraganté. Se encogió de hombros-. Se nos rompió el condón, mala suerte. Tomé la píldora, no fue efectiva, mala suerte. Él quiere que este chiquillo nazca, tiene grandes planes para él, y yo no soy quién para cuestionar lo que quiere.
               -¿Él?-inquirí.
               -Alá-respondió, como si fuera lo más evidente del mundo.
               -¿Eres musulmana?-espeté, envarándome, mirándola de nuevo. No sé por qué, pero me la había imaginado de cualquier otra religión que no fuera la mía. Tenía cara de judía. Bueno, menos por la nariz; no tenía nariz de judía.
               -Teniendo en cuenta mis rasgos-ladró-, no lo sé, Zayn, ¿el agua moja?
               Le dediqué una sonrisa torcida. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro.
               -Entonces… ¿quieres tenerlo?
               -No, no quiero, la voy a tener.
               -¿Puedo preguntar por qué, o no tengo autoridad?
               -No creo que se me vuelva a plantear una oportunidad como ésta.
               -Eres preciosa, Sherezade, seguro que tienes una cola de tíos inmensa esperando tener críos contigo.
               Negó con la cabeza.
               -No es tan fácil.
               Decidí no insistir, ya me diría ella por qué se mantenía en sus trece.
               -¿Estás segura?
               Asintió con la cabeza.
               -Me he hecho 4 tests. Tengo uno en el bolso, si quieres, me lo hago ahora para demostrarte que…
               -No será necesario.
               Había algo en sus ojos que me decía que tenía que creerla. Había algo en su mirada que me decía que tenía que cuidar de ella, responsabilizarme, que si había algo creciendo en su interior, ese algo era de los dos, no sólo un marrón que se tuviera que tragar sola.
               -Supongo que te imaginarás a qué he venido.
               -Sorpréndeme.
               -No quiero sonar a interesada ni aprovechada ni nada por el estilo, pero… tener un hijo es caro. Y yo… bueno, vengo de una familia humilde, seguro que tú sabes lo que eso conlleva… un montón de restricciones y ese tipo de cosas. No me malinterpretes,  no he vivido mal, ni mucho menos, pero… todo el mundo desea una infancia mejor para sus hijos, ¿no? ¿Y cómo se consigue mejorar?
               -Con dinero-concedí.
               -Sí, bueno, así que… también es tuya, por lo que… quería saber si te harías cargo de lo  que ella necesite por las buenas, o te lo tendría que sacar por las malas.
               -Me gustaría verte yendo a un juzgado a intentar tirarme abajo; tengo abogados muy buenos.
               -Hasta el mejor abogado del mundo es incapaz de combatir una prueba de paternidad, cariño.
               -Menos mal que eso no va a ser necesario en nuestro caso, muñeca.
               Sonrió con satisfacción.
               -Guay. No me esperaba que fuera tan fácil.
               -¿No te has recorrido medio Londres? A mí no me ha parecido “fácil”, precisamente.
               Se estiró.
               -Entonces, ¿nada de demostraciones?-sacudí la cabeza-. ¿Seguro?-asentí-. Está bien-se puso en pie y recogió su bolso-. Pues… creo que me voy a ir marchando. Para que estés a tu bola, y eso. Si quieres, podemos quedar la semana que viene, o cuando te apetezca, y hablamos un poco de lo que vamos a hacer. Me gustaría que estuviéramos juntos cuando empezara a echar tripa, pero me imagino que eres un tío ocupado, y...-se encogió de hombros.
               -No te creas.
               Me miró.
               -¿Z? Yo… mira, me da no sé qué decirte esto, pero…
               -Andas corta de pasta y no sabes si te llegará para prepararlo todo.
               -Pues sí-suspiró-. Ya lo discutiremos más adelante, pero… vas a gastar también un poco en mí.
               -Tengo dinero de sobra.
               Sonrió.
               -Lo dices por decir.
               -No, va en serio, tengo dinero de sobra-crucé los brazos, me encogí de hombros-. Tú pide por esa boca, que yo te lo daré.
               Sonrió.
               -Te lo devolveré.
               -No hará falta, Sher, en serio.
               Puso los ojos en blanco.
               -No me llames Sher.
               -Se supone que llevas un hijo mío dentro, creo que eso me da derecho a llamarte como a mí me dé la gana.
               Volvió a poner los ojos en blanco.
               -Lo que tú digas-se cargó el bolso y se dirigió hacia la puerta.
               -¿Adónde se supone que vas?
               Se giró sobre sus talones, con aquellas piernas infinitas.
               -A mi casa-respondió.
               -¿Dónde vives? Te puedo acercar en coche.
               Se echó a reír.
               -En Kidlington.
               -Ajá, ¿dónde está eso?
               -A 20 minutos en bus de Oxford.
               Me la quedé mirando.
               -Es coña.
               -No; me mudé allí cuando empecé la carrera. Tengo un billete de tren; sale a medianoche. Si cojo un par de buses hasta la estación de Victoria… llegaré bien.
               -Ni de puta coña vas a ir de noche tú sola. Y menos a Oxford.
               -¿Qué sugieres, entonces? ¿Quieres pagarme una habitación de hotel?
               -Quédate aquí a dormir.
               Abrió mucho los ojos, aquellos ojos verdosos.
               -¿Qué?
               -Me has oído, tía. Quédate a dormir. Puedes dormir en mi cama, y yo… dormiré en el sofá, o lo que sea. Si te quieres marchar, te puedes ir mañana-se echó a reír-. Oye, Sherezade, no me hace especial gracia dejarte irte sabiendo cómo estás, pero mucho menos de noche, y mucho menos teniendo en cuenta cómo eres.
               -¿Cómo soy?
               -Preciosa-respondí-. Y tengo tres hermanas. Sé lo que sentís las tías yendo solas por la noche.
               Se quedó un segundo mirando la puerta indecisa, y luego me miró a mí. Dio un paso en mi dirección, y luego otro, y con cada centímetro que se acercaba a mí, mi corazón se aceleraba un poco más.
               Por fin la tenía delante.
               -No tienes que hacer eso-susurró. La miré; como ella estaba de pie, y yo sentado, era más alta que yo. Sólo sonreí.
               -¿Has traído pijama?
               Negó con la cabeza.
               -Puedes ponerte alguna camiseta mía, si quieres.
               -No sé qué decir-dijo, y hundió inconscientemente sus dedos en mi pelo, y yo no me lo volvería a rapar como me lo había rapado al irme de la banda jamás.
               -“Gracias” estaría bien.
               -Gracias-consintió, sonriendo. Apartó la mano de mi pelo, como consciente de repente del contacto, y la pasó a su melena, echándosela hacia atrás. Me mordí el labio inconscientemente, deseando ser esa mano y, a la vez, ese pelo, que me acariciara y acariciarla.
               Se quedó sentada mientras le preparaba algo de cenar, y nos fuimos al salón y contemplamos la tele en silencio. De vez en cuando, ella me miraba a mí, y de vez en cuando, yo la miraba a ella.
               Por fin, abrió los brazos, se estiró, regalándome una visión de su ombligo que valdría oro, y anunció que se iba a dormir, que me dejaría con mis cosas.
               En ningún momento me sugirió que podríamos dormir juntos; creo que sabía que aprovecharía la más mínima oportunidad para volver a tocarla como lo había hecho aquel día en el que nos convertimos en un solo ser, al menos, por unas horas.
               La acompañé a la habitación más grande de la casa, la única que tenía una cama lista para dormir en ella, con unas ventanas en las que la noche comenzaba a gobernar, hice un gesto en dirección al armario y le dije que se sirviera.
               -Puedo dormir yo en el sofá, si quieres-dijo, encogiéndose de hombros, haciendo como que no le importaba-; al fin y al cabo, ésta es tu casa.
               -Eres mi invitada-protesté.
               -No me importa, Zayn, de verdad.
               -¿Quién es la que está embarazada?
               Me dedicó una sonrisa torcida que necesitaba desesperadamente cinco canciones que le hicieran justicia. Menos mal que a mí se me daban bien las palabras.
               Se acercó y me dio un beso en la mejilla, y decidí que dormiría toda la vida en el sofá si por lo menos me garantizaba sentir sus labios en mi cara una vez al día.
               -Que descanses-susurró, y yo le acaricié la cintura, y por un momento volvimos a estar en aquel barco, ella llevaba aquel vestido de color vino que tanto me había gustado, y me decía que si la besaba podría ganarme una bofetada u otro beso…
               -Buenas noches, Sher.
               Sonrió.
               -No me llames Sher.
               -Si necesitas algo… ya sabes, un vaso de agua, alguien que te caliente la cama… estaré en el salón.
               Se echó a reír.
               -Estoy segura de que estaré bien, en cuanto a calor se refiere.
               -Yo tendré de sobra, especialmente contigo aquí-volvió a reírse, alcé las cejas, y la dejé tranquila.
               Cerró la puerta de la habitación mientras yo atravesaba el pasillo, desnudándome. Llevaba medio verano durmiendo en calzoncillos, y no me apetecía cambiar de hábitos sólo porque estuviera ella en casa.
               O, precisamente porque estaba en casa, tenía menos ganas que nunca de vestirme.
               Me tumbé en el sofá cuan largo era, saqué los pies por encima del reposabrazos, y sacudí un poco la almohada para estar más cómodo.
               Seguí con la mirada los acontecimientos del mundo mirando las noticias, preguntándome cuándo tardarían en anunciar otro disco mío en canales como aquel.
               Si Sherezade se quedaba conmigo, seguramente, menos de lo que esperaban. Probablemente menos de lo que yo me imaginaba, también.
               Cerré los ojos y disfruté de un sueño tranquilo, sin ningún tipo de imagen ni pesadilla, un sueño que me reparó hasta en lo más profundo de mi ser. Estaba tranquilo.
               El destino me había regalado una segunda oportunidad, y yo no iba a desaprovecharla.
               Me despertaron unos ruidos procedentes de alguna parte cercana de la casa; alguien abría y cerraba puertas intentando ser silencioso, sin llegar a conseguirlo realmente. Me incorporé despacio, echando un vistazo más allá de la puerta del salón, y me puse los pantalones en el más absoluto silencio. Podía ser como un gato si me lo proponía; desaparecía de los radares de los fotógrafos cuando me convenía y reaparecía cuando mis fans empezaban a preguntarse si seguía vivo (claro que sí, Zquad, no os voy a dejar solas tan fácilmente).
               Mi cerebro funcionaba a toda velocidad. Ladrones, fue la hipótesis que antes tomó forma en mi cabeza, y a la que me aferré con más intensidad. Aquella zona era tranquila, pero siempre había gente con el ingenio avispado y las manos lo bastante largas como para burlar los mapas de zonas en que sería más fácil perpetrar un crimen.
               Además, en mi casa encontrarían un montón de cosas interesantes, y no sólo premios.
               Los premios, pensé, y miré la estantería, recorrí con la mirada la cantidad de estatuas, de mayor o menor tamaño (joder, incluso estaba ahí la tabla de surf de nuestros primeros Teen choice awards), decidiendo con cuál me sería más útil defenderme.
               Porque sí, claro, iba a tener que defenderme. Ni se me pasó por la cabeza que no tuviera que hacer uso de la fuerza. Valgo mi peso en oro.
               Podría estamparles la tabla de surf, pero tampoco me manejaría muy bien con ella.
               Mi vista se detuvo en una figura cónica, una pirámide muy alargada que haría mucha pupa si sabías cómo usarla. El corazón me martilleaba en los tímpanos. Claro que sí, el ARIA.
               Me incorporé de un brinco y lo recogí, lo sujeté con firmeza entre los dedos, y atravesé el salón, dispuesto a atacar ante la más mínima señal de peligro. Decidido a mantener el factor sorpresa, y temiendo que fueran varios los que hubieran entrado en casa, me materialicé con un brinco en la puerta de la cocina.
               Y la criatura más hermosa que había visto en mi vida se dio la vuelta y me miró con aquellos ojos verdosos chispeando con curiosidad.
               -¿Qué ibas a hacer con eso, Zayn?-inquirió, volviéndose y siguiendo con su festival de apertura de puertas, la búsqueda de su Santo Grial particular-. ¿Un ritual satánico? Porque la gracia está en sacarme al bebé de la tripa cuando tenga tripa, y ella tenga forma humana; no cuando tiene el tamaño de una lenteja… si es que ya ha conseguido tener ese tamaño.
               -Se me había olvidado que estaba solo-me excusé, dejando el premio, que le había birlado a Niall sin que el irlandés se diera cuenta, encima de la mesa. Sonrió.
               -Si vas a hacerme algo, por lo menos cásate conmigo primero; así, por lo menos consigo pensión de viudedad cuando me defienda y te mate.
               Soy un puto ninja, nena, me habría gustado decirle, pero decidí lanzar un golpe aún más bajo.
               -¿Quieres que nos casemos en serio, muñeca?-y solté una risa sarcástica. Ella se volvió y me miró; su pelo negro como una noche de verano en la que consigues mantener relaciones con la chica detrás de la que llevas todas tus vacaciones se balanceó por su espalda, como una liana en plena selva, la selva que tenía en los ojos.
               -No te conozco-respondió.
               -Sherezade, vas a tener un hijo mío-ataqué, quizás un poco herido por lo tajante de la respuesta, un no como una catedral. Al fin y al cabo, había dormido en mi casa, ¿no? Algo tendría que gustarle; de lo contrario, se habría largado pitando.
               Sí, o puede que prefiriera quedarse aquí y arriesgarse a tener que quitarte a ti de encima de ella, a marcharse y tener por seguro que algún hijo de puta le pondría una navaja en el cuello y le obligaría a abrirse de piernas.
               Me estremecí sólo de pensarlo.
               -Pero lo voy a tener dentro de 9 meses-se encogió de hombros-. Eso es mucho tiempo, suficiente para que dos personas se conozcan. Otra cosa es… casarse. Podríamos ir al juzgado ahora mismo.
               -¿Es una proposición?
               -Madre mía, ¿por qué no me quedaría en casa y te buscaría después de dar a luz?-suspiró.
               -Porque necesitas mi pasta… y te morías de ganas de volver a verme-la provoqué, mordiéndome el labio mientras sonreía.
               -Si esto es “encuentra la mentira”, el nivel es de principiante-replicó, mirándome de arriba abajo-. Buenos días, por cierto.
               Se volvió y siguió revolviendo en las alacenas, sacando cosas y volviendo a meterlas.
               No pude evitarlo. Le miré el culo.
               ¿Que por qué? Porque soy hombre, y ella es preciosa, y está buenísima. Se había puesto una camiseta blanca con bordes grises, le llegaba hasta la cintura, aproximadamente como a mí, pero se le subía cuando se estiraba para alcanzar algo, por eso de que tiene tetas, y yo no.
               Y llevaba un híbrido entre braga y tanta que le dejaba medio culo al aire, y el otro medio, lo enmarcaba en un encaje rosa fucsia bordeando una tela gris que sólo realzaba su cuerpo, el tono de su perfecta piel…
               -Vaya que si son buenos.
               -¿Qué te apetece que te haga?-inquirió, girándose.
               -¿Qué?-solté, escalando por su cuerpo. No sé, me gustaban todas las posturas del Kamasutra, me adaptaba bien a lo que surgiera.
               Sherezade sonrió, y el mundo se habría detenido un momento para contemplarla de no ser porque, si lo hacía realmente, desaparecería. Viajar a grandísima velocidad, rotando no sólo alrededor de una estrella, sino también sobre nosotros mismos, hacía que una parada en seco destrozara todo lo que hubiera sobre la faz de la tierra: sería como chocar contra un muro de hormigón después de varios minutos de caída libre desde un avión que sobrevolaba la estratosfera… eso, mientras otro centenar de muros de hormigón se te caía encima.
               Mi corazón se detuvo, eso sí. Y con eso le bastó a ella y me bastó a mí.
               -¿Qué desayunas?-preguntó con dulzura, como si fuera un niño de 3 años que se acerca a su profesora favorita, la paciente y guapa, para entregarle una tarjeta de San Valentín el día de los enamorados-. ¿Café? ¿Té?
               -Café-respondí en un susurro, temiendo levantar demasiado la voz y que se evaporase en el aire.
               -¿Solo, o con algo?
               -Contigo-espeté, porque, a veces, cuando tengo a una chica muy guapa delante, las dos neuronas que me funcionan relativamente bien se desconectan, y corren a asomarse a las ventanas de mis ojos para comprobar por sí mismas que ella es tan guapa como lo pienso. Pero es mucho más.
               Sher se echó a reír, y sonaba tan bien… tenía que conseguir arrastrarla a un estudio de grabación, hacerle cosquillas, contarle chistes, lo que fuera con tal de que repitiera ese precioso sonido y lo registrásemos para la posteridad. Pero no lo compartiría con nadie; lo metería en un disco, haría cientos de copias, las repartiría por sitios que nadie más conocía en el mundo, y me dormiría escuchándola cada día.
               Joder, Zayn, tranquilízate un poco, tío.
               -¿De veras?
               -Con leche. Leche-asentí, pasándome una mano por el pelo-. Sí-añadí, y ella sonrió.
               -¿Te funciona eso de hacerte el embelesado con nuestra belleza con las demás?
               Contigo no me hago el embelesado; eres el ser más precioso que he visto en mi vida, me habría gustado soltarle, pero no parecía la típica chica que se deja llevar por un par de piropos. Al margen, claro está, de que tampoco quería que pareciera que me tenía comiendo de su mano como efectivamente me tenía.
               Las relaciones, especialmente al principio, son una constante lucha de poder en la que juegas a encontrar los límites, debilidades y fuerzas del otro mientras finges que tú no los tienes.
               Y, si le soltaba eso, mandaría ella a partir de entonces.
               Hay que hacerse un poco el duro, no va a ser todo quedarse embobado.
               -Si te soy sincero, sí-admití, porque en parte era verdad. No solía jugar a mi contra el que fuera precisamente yo el que tiraba los tejos, pero las palabras adecuadas en el momento adecuado te pueden arreglar una noche.
               Volvió a reírse.
               -Pero no desayuno con ellas-aseguré, porque soy un gilipollas incongruente que toma una decisión y, al minuto, actúa al contrario de lo que ha decidido.
               -Ni las dejas preñadas, que yo sepa-coqueteó, girándose y encendiendo la cafetera, que empezó a trabajar-. Soy una tía con suerte, ¿eh?
               -Algún bastardo tengo por ahí, ¿por qué crees que me marché de la banda? Demasiadas bocas que alimentar y muy poco dinero después de repartírmelo con los demás-la noté sonreír-. Pero ahora en serio, Sher. No las traigo a casa. Siéntete especial.
               Al menos, si las traigo a casa, no dormía en el sofá por darles espacio. No, nena, si estás de visita en mi piso, duermes conmigo, o no duermes. Hay tres opciones: follamos toda la noche; echamos un polvo y dormimos juntos, o follamos y luego te largas. No pienso meterme en un sofá sólo porque de repente te vuelvas pudorosa.
               -Habrías quedado como un santo y puede que te follase aquí mismo si siguieras un poco más por ese camino, Z, pero he visto las marcas de uñas en la pared del cabecero de la cama.
               -Y me imagino que eres demasiado lista para dejarte convencer por el asesinato de la prostituta adicta al a heroína que tuvo lugar en esta casa, en esa habitación, y volver a lo de “te follase aquí mismo”, ¿no?-me burlé.
               -A veces lamento tener cerebro-suspiró trágicamente-; parece que esa historia me interesaría mucho.
               -No lo dudes. Sería un best seller. Por eso estoy estudiando Literatura, para poder escribir la historia de la prostituta como se merece.
               Se volvió y me miró.
               -Ya me parecía raro que no tuvieras el típico ego de estrella del pop.
               ¡Perdona, ricura, pero hago R&B, no pop!
               -Voy a ignorar que me acabas de insultar y celebraré que te vuelvas a poner chula, porque ésa es mi chica, me preguntaba qué le había pasado ayer.
               -Es mejor ir de dócil-admitió-, y luego clavarla por la espalda si hace falta.
               -¿Dócil tipo “soy una chica a la que le gusta el sexo seguro”, o tipo “sí, amo, haré lo que tú quieras, amo”?
               Puso los ojos en blanco, pero le divertía aquel festival de puñaladas traperas en que estábamos participando.
               -¿Quieres que te diga por dónde me paso tu recochineo?
               -¿Por qué me da la impresión de que va a ser un sitio en el que me gusta estar?
               Me dejó la taza cargada de café encima de la mesa, frente a mí, y me guiñó un ojo.
               -Cuidado, cariño, no te me vayas a espabilar más y acabes en la estratosfera.
               Me incliné hacia ella.
               -Me iré a donde me digas con tal de que me vuelvas a llamar “cariño”.
               Volvió a reírse (joder, no hace más que reírse conmigo, puede que deba meterme a cómico y dejar la música), se soltó el pelo, sacudió la cabeza para asegurarse de que lo tenía bien, se hizo un café y se sentó frente a mí. Le acerqué un paquete de donuts con varios tipos de glaseado y ella lo aceptó encantada.
               Sacó uno recubierto de mermelada de fresa y tiras de chocolate blanco, le pasó el índice para probarlo y luego lo mordió.
               Yo cogí uno de chocolate negro.
               Nos miramos mientras comíamos, y me puse a mil, tengo que admitirlo.
               -¿A qué te dedicas?-inquirí.
               -Estudio-contestó con aburrimiento, como si hubiera tenido esa conversación mil veces.
               -¿Qué estudias?
               -Derecho.
               -Vaya-repliqué.
               -Ajá-asintió.
               -¿Te queda mucho?
               Sonrió con sorna; sabía que estaba tanteando la edad que tendría, aunque, sinceramente, si me dijera que tenía 40 años, yo aceptaría encantado ser el típico chico de 20 que se lía con una mujer que bien podría ser su madre.
              -Bastante.
               -¿Sabes contestar con algo más que una palabra a cada pregunta que se te hace?
               Volvió a sonreír. Me apeteció devorarle la sonrisa, hacer que sonriera de verdad por probar el chocolate de mis labios, saborear la fresa de los suyos.
               -Quizá.
               Nos echamos a reír.
               -¿A qué te quieres dedicar?
               -No lo sé, Zayn-replicó, haciendo bailar el último trozo de donut delante de ella-, estoy dudando entre veterinaria o arqueóloga. ¿A ti qué te parece?
               -Te quedaría mejor stripper-la puteé.
               -¿Porque se me da bien quitarme la ropa?-replicó, en absoluto ofendida. Me pareció que tendría que esforzarme más si quería cabrearla. Estaba muy por encima de aquellas gilipolleces que solemos soltar los tíos, tratando a las mujeres como objetos sexuales. Las tontas se ríen, divertidas de que en lo único que pienses sea en meterles la polla.
               Las listas te llaman la atención, te dicen que no son una cara bonita o un trozo de carne.
               Pero las inteligentes se ponen por encima de ti y te llaman gilipollas, misógino, y demás, sin tener que levantar la voz, sin dejar de sonreír, haciendo que te avergüences de cómo las tratas… a la par que sigues queriendo acostarte con ellas. Tendrás que esforzarte más con este tipo de mujeres, campeón, te decían con la mirada.
               -Porque ganas desnuda.
               -No dices más que verdades-respondió-; deberías ser predicador.
               Cogió otro donut y lo mordió.
               -¿Trabajas en algún sitio?
               -¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio? ¿Llamo a alguno de mis profesores? Porque todavía no estoy colegiada; por tanto, no puedo ejercer, y todo lo que oigas aquí no podrá ser utilizado en un juicio, so pena de que se declare nulo.
               Sonreí.
               -¿“So pena”?
               -Si te impresiona mi vocabulario, espera a que me lance y te suelte palabras en latín. Frases enteras, chaval-alzó las cejas, provocativa.
               -Podemos pasar a seducirnos el uno al otro en lenguas muertas cuando nos conozcamos un poco mejor.
               -Me parece bien-dio un sorbo del café-. Trabajo en el Hooters.
               Vaya, ahora sí que sonreí. El Hooters era una cadena americana que había hecho su imperio basándose, básicamente, en la testosterona de los tíos que lo visitaban: las camareras tenían más curvas que una carretera de montaña, y presumían de ellas con unos uniformes que se podrían calificar de ropa interior: pantalones cortísimos, tops muy ajustados que siempre mostraban el ombligo y unos escotes que podrían competir con alguna región alpina…
               … y las piernas, no nos olvidemos de las piernas. Claro, todo tenía sentido, por eso ella había conseguido un puesto en aquella franquicia.
               No me importaría una mierda que me hiciera una llave de judo y me rompiera el cuello con aquellas piernas.
               -No te rías así-protestó, porque había encontrado su punto débil: hazme la puñeta todo lo que quieras, pero ni se te ocurra ir contra mis compañeras, mis hermanas, las mujeres en general-. Las strippers son todas unas diosas listísimas; la que menos estudios tiene, se está doctorando.
               -Tiene que ser agotador estar entre tanto genio-dije, refiriéndome más bien a los clientes con los que tendrían que lidiar, y no a sus compañeras, con las que seguro tendría unos lazos muy fuertes. Y ella entendió por dónde iba.
               Era del tipo inteligente, al fin y al cabo.
               -La gente las respeta bastante, aunque no te lo creas-se chupó un dedo, eliminando cualquier rastro de glaseado. Tenía que estar haciéndolo a posta, no era normal que despertara instintos tan básicos en mí sin pretenderlo-. Siempre hay algún gilipollas con la mano larga, como en todos los lados. El problema-sonrió con cinismo-, es que yo la tengo más larga, y no es la primera vez que me echan la bronca por hacer salir a algún imbécil volando con mi mano tatuada en su cara. Qué suerte tienen, la verdad es que tengo unas manos preciosos.
               -Así que…-medité, inclinándome-, si yo hago esto…-le acaricié la rodilla. No me atrevía a ir más allá, no sería por falta de ganas, sino porque la respetaba y no quería pasarme con ella.
               -Te ganas un bofetón-sentenció, cruzando los brazos-. No te lo voy a dar todavía, porque para algo eres el padre de mi hija y estamos conociéndonos, y me extrañaría que fueras así. Me decepcionaría, la verdad: suelo cazar a los gilipollas prepotentes, como comprenderás, no me abro de piernas para ellos. No suelo acostarme con gente que me repugna. Pero que te sirva de advertencia: me tocas de esa manera otra vez, y te suelto tal tortazo que te vuelvo albino.
               -La gatita tiene garras-joder, me encantaba aquel tono que le había salido, duro pero sensual. Había algo en su voz que me atraía hacia ella como lo haría una luz en un porche si fuera un mosquito. Sabía que me iba a ir mal, pero tenía que ir de todos modos.
               -A mí no me manosea ni Moisés tras cruzar el Mar Rojo. Que te quede claro, Zayn.
               -Vale, Sher.
               Su expresión se suavizó un poco, incluso las comisuras de sus labios se alzaron cuando dijo:
               -No me llames Sher.
               Me daba cuenta a leguas de que se estaba haciendo la dura, que en realidad le encantaba que la llamara así, que le gustaba el tono con el que yo lo decía.
               -Tú mandas, Sher.
               -Subnormal-replicó.
               Seguimos pinchándonos el uno al otro, y con cada palabra que salía de mis labios y cada contestación genial que me daba ella, me iba dando cuenta más y más de que no iba a poder dejarla marchar, que se me haría imposible decirle adiós. Es por eso que le solté si ya se había matriculado en el siguiente curso de la universidad, y ella me dijo que sí, que llevaba desde junio. No había aprobado todo con una media de sobresaliente para dejar correr el plazo.
               -¿Seguirás en Kidlington?
               Me miró con suspicacia.
               -¿A qué viene eso?
               -A que tengo una habitación libre, y si estás mal de pasta…
               En sus ojos brilló algo, no sabría decir si fue sorpresa, incredulidad, o, incluso, ilusión. Tuve que imaginármelo, ¿qué le iba a hacer ilusión de vivir conmigo, dejar atrás todo lo que conocía por meterse en un piso con un desconocido que, sí, vale, la había atraído una vez?
               Eres Zayn Malik, me recordó una voz en el fondo de mi cabeza.
               Y, no sé por qué, escuché a una entrevistadora diciendo que miles de chicas darían lo que fuera por estar conmigo, a las fans diciéndome que me querían por cómo era y cómo las hacía sentir, y no quién era.
               -No puedes ir en serio, Zayn.
               -¿Por qué no? Tú andas mal de dinero; a mí me sobra. Vamos a la misma universidad; podríamos compartir coche. Y hay cosas que nos unen, lazos muy fuertes-razoné, y sus ojos volvieron a chispear-. E, incluso si no te sirve con eso… concédeme el capricho, nena. Sé que es verdad que es mío…
               -¿Por qué?-me interrumpió.
               -Porque no habrías cruzado medio Londres buscándome como lo has hecho.
               -Podría ser mentira; podría haber encontrado tu dirección a la primera.
               -¿Y de verdad te molestarías en arrugar el papel y tachar con diferentes bolis las direcciones anotadas apresuradamente, y en mojarlo para que pareciera que te desesperaste varias veces pensando que no me encontrarías nunca y te empezaban a sudar las manos sólo de pensar que estarías sola en esto?
               Miró la taza, luego volvió a mirarme.
               -Podría ser mentira. No has querido que me haga ningún test delante de ti.
               -Y me lo podrías haber sugerido para que yo no sospechara que me intentabas engañar, pero… hay cosas que no se pueden forzar. Todo tu cuerpo me dijo ayer que me estabas contando la verdad. Cómo respirabas, cómo me mirabas, cómo te relamías los labios… joder, Sherezade, incluso te acercaste las manos al vientre un par de veces, como si tuvieras ganas de que empezara a crecer. Claro que no llegaste a tocártelo, pero la intención estaba ahí. Estás embarazada, y es mío-concluí, y ella se me quedó mirando.
               -Ha sido la mejor argumentación de clausura de juicio que he escuchado en mi vida; ¿seguro que quieres seguir en Literatura?
               -A mí no me van esos rollos de los criminales; con CSI ya cojo bastantes paranoias, pero gracias por tu cumplido.
               Frunció ligeramente el ceño, invitándome a continuar.
               -Y, bueno, dado que ahora están claras las posturas… quiero tenerte cerca, poder cuidar de ti y del pequeño. Y ver cómo crece. A la última a la que vi echar tripa fue a mi madre cuando estaba con mis hermanas-me encogí de hombros-, pero no es lo mismo.
               Torció la boca, pensando.
               -En el fondo, también querrías esto cuando viniste en mi busca, ¿no?-asintió muy despacio, escuchándome-. No estar sola.
               -Tengo compañeras de piso.
               Puse los ojos en blanco y ella se mordió el labio, evitando sonreír.
               -Vale, sí, son imbéciles y paso bastante de ellas, pero… no sé, Zayn, no nos conocemos ni nada, ¿crees que saldrá bien?
               -Puedes venir aquí un mes, y si ves que no funciona, te pagaré un alquiler en Oxford. Podrías irte a vivir con quien quieras: amigas de tu clase, alguna que conozcas del instituto-me encogí de hombros-. Yo, lo que no quiero, es que estés sola, sin nadie cerca que te eche un vistazo de vez en cuando y una mano cuando la necesites.
               -Quince días-negoció.
               -Un mes-repliqué, tajante-. Tenemos que ver cómo nos apañamos con las clases, y todo.
               Torció la boca.
               -Tres semanas.
               Me eché a reír.
               -No vas a coger el mes sólo porque te lo he ofrecido yo, ¿eh, nena?
               -Tengo que practicar para cuando curre.
               -Tres semanas y media.
               Entrecerró los ojos y luego, lentamente, estiró la mano. Se la estreché.
               -Tenemos un trato, Zayn.
               -Tenemos un trato, Sherezade-sonreí, y ella también sonrió; se apartó un mechón de pelo de la cara y se terminó el café.
               Me dejé convencer para no acompañarla a por su ropa; llenaría un par de maletas y volvería por la tarde; no me dijo a qué hora. Se quedaría a comer en su casa, terminaría de recoger, empaquetar lo que no quisiera dejar atrás, y regresaría “pronto”.
               Insistí en que me concretara qué entendía ella por “pronto”, pero sólo conseguí que se riera, me diera un beso en la mejilla y me dijera que estaba muy mono cuando me preocupaba así, especialmente por ella.
               Joder, no sé si me compensaba que me siguiera besando en la mejilla a cambio de sentir esa angustia interior.
               Por lo menos, conseguí que se llevara uno de mis coches; bajé con ella al garaje y se empecinó en que quería llevarse un deportivo, que nunca había conducido uno, pero yo no las tenía todas conmigo.
               -Por favor, Z, relájate. No te lo voy a rayar, ni nada. Me saqué el carnet a la primera.
               -¿Dónde piensas meter las maletas, lista?
               Puso los ojos en blanco, dándose cuenta de que tenía razón…. Y se giró hacia el Range Rover que me había comprado en un impulso. Acarició su capó negro y se volvió para mirarme, aleteando con las pestañas.
               -Vale-concedí, de mala gana; no me molaba cómo iba el coche y no acostumbraba a cogerlo-. Pero vete despacio, ¿eh? Y nada de saltarse semáforos ni mierdas de éstas; es un puto tanque, pero no hay que ponerlo a prueba, ¿estamos?
               Estiró las manos para coger las llaves, pero yo las puse en alto.
               -¿Sherezade? ¿Me estás escuchando?
               -Que sí. Iré con cuidado, respetaré las señales… seré una buena ciudadana.
               Estiró los dedos, pero yo sonreí, volviendo a apartar las llaves de su alcance.
               -Dame un beso.
               Alzó una ceja.
               -¿Por un coche? ¿Tan bajo te crees que me vendo?
               -Es un Range Rover-repliqué, y ella suspiró.
               -Iré en tren.
               -Que es coña, mujer, toma-y lancé las llaves al aire, esperé a que las cogiera al vuelo. Sonrió, las hizo sonar, y me plantó un beso en la mejilla-. No era eso a lo que me refería-suspiré.
               -Es lo que hay.
               Abrió la puerta del coche y lo arrancó, sonrió para sí misma escuchando el ronroneo del motor.
               -Estaré todo el día en casa, esperándote. ¿Sabrás volver?
               -He puesto una chincheta en el gps del móvil; todo irá bien. Relájate, Zayn-dijo, acariciándome el pelo, la nuca, el cuello, el hombro-. No me voy a la guerra.
               Asentí despacio con la cabeza.
               -¿Z?
               La miré.
               -Te habría dado ese beso-admitió.
               -Lo sé-respondí, porque sí, vi cómo me había mirado, cómo sus ojos habían bajado a mis labios una milésima de segundo, sopesando las posibilidades-, pero tenía que salir de ti.
               Se apoyó en la ventana bajada.
               -Iremos despacio, ¿vale?
               Joder, y tan despacio que íbamos a ir.

               -Vuelve pronto-fue todo lo que le dije, y asintió y sacó el coche del garaje, y yo la vi marchar con un nudo en el estómago. Algo dentro me decía que iba a tardar en volver a verla, que me había dejado engañar. 

46 comentarios:

  1. CHILLANDO ESTOY

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  2. "Pero que te sirva de advertencia: me tocas de esa manera otra vez, y te suelto tal tortazo que te vuelvo albino." MADRE DE DIOS SABRAE

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  3. SI SCOTT NO ES UNA RÉPLICA DE ZAYN QUE ME PASE UN CAMIÓN POR ENCIMA AHORA MISMO

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    1. Por favor son IGUALES necesito tranquilizarme, encima Sabrae es Sherezade TAL CUAL.
      POR FAVOR QUE ALGUIEN ME PARE

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  4. "-Cuidado, cariño, no te me vayas a espabilar más y acabes en la estratosfera.
    Me incliné hacia ella.
    -Me iré a donde me digas con tal de que me vuelvas a llamar “cariño”." MADREEE. LO QUE LE GUSTA AL PUTO ZAYN JUGAR AL PÓKER

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  5. "Y la criatura más hermosa que había visto en mi vida se dio la vuelta y me miró con aquellos ojos verdosos chispeando con curiosidad." HASTA LUEGO MARICARMEN

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    1. Zayn le mintió a Scott, se enamoró de Sherezade nada más verla, pero el pobrecito tenía que hacerse el duro

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  6. Erika ME ENCANTAN Z Y S TE JURO QUE NO PUEDO, ES QUE SCOTT ES LA MEZCLA PERFECTA ENTRE ESOS DOS, ZKJDKkdjsja

    Me ha encantado el "bah ya está roto, el mal ya está hecho, follemos sin condón" porque, eres consciente de que no estaría embarazada de uno si no de 5, no? JAJAJAJAJA (ya sé que el número de polvos sin condón no determina el número de hijos, era broma, vale JAJAJAJAJA)

    Ayyy también me encanta que Sherezade trate al bebé de "ella", está tan segura de que va a ser chica... qué palo se llevaría cuando viese que en realidad es Scott, no? (no, Scott, te quiero)

    28 de julio de 2016, vaya, Scott nació en abril de 2017, me siento puto pederasta... *Se va a llorar*

    No me esperaba para nada que narrara Zayn y no sé por qué lol

    Bueno, te dejo ya

    ADIVINA QUIEN TE QUIERE








    SÍ, VIR
    JEJE

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    1. SÍ SÍ SÍ SCOTT MALIK YA ESTÁ AQUÍ

      Yo no sé del tema porque soy más virginal que tu nombre y nuestro signo del zodíaco, pero creo que sí que hay diferencia entre hacerlo con condón y sin él (que notas más cosas, vaya, aunque como dice Scott, no te compensa la mayoría de las veces por lo mucho que te comes la cabeza y tal), pero sabiendo que el daño está hecho y queriendo Sherezade pararlo de otra manera, ¿no es mejor disfrutar a tope y al, vivir la vida, que son dos días? Hay que gosar, que la vida es un Carnaval, y las penas se van cantando ♪♫

      Y BUF al principio lo iba a tratar de "él" pero conociendo a Sherezade al final me di cuenta de que es más lógico que la considere una niña, además de que tiene una historia detrás el que le dé un pronombre femenino y no masculino, ya la veréis en el siguiente capítulo ☺
      Y también su reacción (la de los dos) cuando se enteren de que es un chico, va a ser muy épica JAJAJAJAJAJAJAJA

      Todavía no ha nacido, pero mira el lado positivo: ya tenemos a Layla por ahí suelta, y está en camino. Tommy va a tardar un poco más.

      Pues a mí se me hizo natural que narrara Zayn, no me iba a poner a narrar con Sherezade JAJAJAJJA ya he narrado con Zayn antes (tú lo sabes, yo lo sé, las vips lo saben) y se me ha hecho muy tierno volver a cogerlo para que narre él, ay.

      No me dejes :(

      ADIVINA QUIÉN TE QUIERE.
      SÍ, ERI. JEJE.
      PD. ya lo sabía, ni me había dado cuenta de que no habías empezado un capítulo con "hola, soy Vir", PARA QUE VEAS CÓMO TE VOY CONOCIENDO JAJAJAJAJA

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  7. ESTA NOCHE ZAYN Y SHEREZADE SE CONOCERÍAN Y NO PUEDO CON MI VIDA, OH DIOS, ESTA NOCHE CONCIBEN A SCOTT, ESTOY POR IR A LA IGLESIA A ENCENDER UNA VELA EN HONOR A ALGÚN SANTO Y DARLE GRACIAS POR ESTE MOMENTO Y NI SIQUIERA SOY RELIGIOSA

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    1. POLY POR FAVOR, TUS COMENTARIOS SON CANELITA EN RAMA, tenía muchas ganas de que alguien se diera cuenta de que el día en que Zayn y Sherezade se conocerían y se acostarían sería el mismo en el que yo subiría el capítulo
      Lo he hecho a posta, toma operación de márketing

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  8. ESTE PUTO CAPÍTULO HA SIDO UN INCESTO TOTAL MIRES POR DONDE LO MIRES BC ZAYN ES SCOTT Y SHEREZADE ES SABRAE O SEA XS

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    1. O no, porque en realidad Scott salió de Zayn y Sherezade, y a Sabrae, aunque no salió de ellos, también la han convertido en quien es, por lo que Zayn no es Scott ni Sherezade es Sabrae:
      Scott es Zayn, y Sabrae es Sherezade

      A MÍ ESO ME AYUDA VALE ASÍ NO ME SIENTO UNA PUTA ENFERMA (al margen de que Sabrae y Sherezade no se parecen físicamente)

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  9. "Abrió los ojos, y los clavó en mí. Nos quedamos quietos un momento, mirándonos. Me dio la impresión de que algo vibraba en el ambiente. Se me detuvo el corazón mientras aquellos dos pozos negros con tintes dorados y verdes se clavaban en los míos, bebiendo de mi hambre, devorando mi sed, desnudando mi alma y escudriñando dentro con una claridad que me asustó." Y ESTE FUE EL MOMENTO EN EL QUE LOS PADRES DE NUESTRO DIOS Y SALVADOR SCOTT MALIK SE ENAMORARON

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    1. Yo creo que ahí Zayn terminó de enamorarse de ella y Sherezade empezó, ella va a tardar muchísimo más que él en desarrollar unos sentimientos que se empezaron a manifestar en Zayn nada más verla.
      Ya lo veréis, pero a Sherezade le asusta empezar a sentir eso por él, por un motivo que probablemente os imaginéis :3

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  10. THE BEGINNING OH ZEREZADE.

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    1. TOMA FLASHBACK, ESTO NO LO CONSIGUEN NI EN STAR WARS

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  11. "Sherezade sonrió, y el mundo se habría detenido un momento para contemplarla de no ser porque, si lo hacía realmente, desaparecería.... Mi corazón se detuvo, eso sí. Y con eso le bastó a ella y me bastó a mí." MADRE MÍA LOS ESTOY SHIPPEANDO MÁS QUE A SCELEANOR. ESTO NO PUEDE SER

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    1. SÍ QUE PUEDE MI AMOR, SÍ QUE PUEDE, ELLOS SON LA RAZÓN DE QUE SCELEANOR EXISTA

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  12. ESTA NOCHE ZAYN Y SHEREZADE FOLLARAN Y CONCEBIRAN A UN HIJO Y ESE HIJO SERÁ SCOTT MALIK.
    PUEDE SER UN DÍA MÁS FELIZ?
    LA RESPUESTA ES UN PUTO NO

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    1. *sacude las caderas vestida con un traje de frutas al ritmo de Celia Cruz*

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  13. "Sabía a noche estrellada, a mar en calma en verano, a paseo por la playa … y a cereza.La debilidad de Scott por los labios de su chica sería genética." ESTOY CHILLANDO EN SUAJILI

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  14. PODEMOS HABALR DE QUE SCOTT MALIK SERÁ CONCEBIDO ESTA NOCHE Y QUE NACERÁ EL AÑO QUE VIENE?????? ESTOY CHILLANDO EN 20 IDIOMAS

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    1. DEBATAMOS *se sienta en una silla de psicólogo y bebe chocolate a la taza mientras te mira por encima de las gafas y escucha con atención*

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  15. "-¿Disfrutando de las vistas?-se echó a reír, y yo decidí que no dejaría que se me escapara, que la haría mía, que no se alejaría de mí.
    -Para que luego digan que en el Vaticano tienen la mayor colección de arte del mundo-repliqué, acercándome a ella." MADRE MIA. ESTAMOS EN LAS VEGAS QUERIDAS AMIGAS.

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  16. Cuenta como los chicos conocieron a Sherezade o aunque sea como Niall la conoció porque con lo vicioso que es fijo que se le cayeron los calzoncillos cuando la vio por primera vez.

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    1. En esa época ya va a estar con Vee y Niall va a mirar a Sherezade con los ojos como platos y Vee le va a dar un puñetazo en los huevos porque las mujeres de esta novela tienen los ovarios en su sitio ☺

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  17. ESTA NOCHE ZEREZADE FOLLAN Y CONCIBEN A SCOTT. ESTOY SACANDO EL CHAMPÁN ZORRAS

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  18. "porque volver a meterme con él por Twitter y conseguir que medio fandom me odiara, y el otro medio le odiase a él, sería un momentito" Di que si chaval. Sois unos hijos de puta y os va más el shade que a un cazador de sombras.

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    1. Esto sí es un festival de puñales y no lo que se tiran Scott y Tommy cuando van borrachos

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  19. "Había pasado casi un mes desde aquel 28 de julio de 2016" LA MADRE QUE ME PARIÓ. SCOTT MALIK FUE CONCEBIDO HOY MISMO. MI DÍA SE HA ALEGRADO.

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    1. No lo veíais venir, eh
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  20. "-¿Qué te apetece que te haga?-inquirió, girándose.
    -¿Qué?-solté, escalando por su cuerpo. No sé, me gustaban todas las posturas del Kamasutra, me adaptaba bien a lo que surgiera." MADRE MIA ES SCOTT. SCOTT ES LA PUTA REENCARNACIÓN DE SU PADRE. NO HAY MÁS

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    1. Ese momento es MUY SCELEANOR con Sherezade aprovechando lo que le hace a Zayn como si fuera Eleanor frotándose contra Scott mientras están en la cama
      desnuditos

      me ha subido la tensión

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  21. "Pero que te sirva de advertencia: me tocas de esa manera otra vez, y te suelto tal tortazo que te vuelvo albino." TELL HIM GIRL

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    1. Sherezade Malik, taking no shit from anybody since 1994

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  22. La tensión sexual entre Zayn y Sherezade me ha producido una úlcera
    J O D E R

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    1. Tengo muchísimas ganas de que follen, una lástima que vayan a hacerlo después de que nazca Scott. Sinceramente, no sé cómo voy a hacer para controlarme.

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  23. ESTE CAPÍTULO HA SIDO COMO SI SCOTT Y SABRAE HUBIESEN FOLLADO Y NO PUEDO ESTAR EMOCIONADA Y CONMOCIONADA A LA VEZ.
    ESTOY SUPER ENFERMA.

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