Ya sabes cómo se llama a Papá Noel en Irlanda. Para que luego digan que leyendo fanfics no se aprende nada ;D
Me tocaba estar ese fin de
semana en casa de mamá.
Pero mamá y papá no tenían inconveniente alguno en
cambiarse los turnos, si yo lo pedía.
Y papá se tomaba súper en serio las reuniones con
mamá.
Aunque se hubieran visto desnudos un montón de veces.
Aunque lo suyo no hubiera terminado de cuajar. Claro
que, teniendo un hijo en común, en mi opinión, lo suyo estaba muy cuajado.
Pero ellos se empecinaban en que no podían estar
juntos, por misterios de la vida.
Se querían lo suficiente, y siempre lo habían hecho,
como para orbitar uno al lado del otro de vez en cuando. Era como cuando el
cometa Halley pasaba al lado de la Tierra. Tardaba sus años. Pero siempre
regresaba a surcar el cielo.
Mamá se quedó a cenar, aprovechando un poco más de
tiempo conmigo. Colocó los platos y los vasos. Yo coloqué los cubiertos; papá
protestó. Se suponía que era su casa. Tenía que hacerlo él.
Mamá le quitó importancia sacudiendo la cabeza, y papá
dejó de insistir. Cenamos los tres, comentando la semana. Estaban orgullosos de
mis notas. Tampoco eran para echar cohetes, pero podría irme peor.
Eso sí, en las asignaturas de artes, yo lo bordaba. Me
encantaban. Y eso era lo que les importaba.
-¿Quieres quedarte y ver una peli con nosotros,
Vee?-preguntó papá, y ella bebió un poco de vino, haciéndose de rogar. Se
limpió con la servilleta y asintió.
Se pensaba que yo no me había dado cuenta de que se
había echado un poco de color en los labios.
No lo bastante como para que resaltara y yo le dijera
algo. Sí lo suficiente como para que papá no pudiera dejar de mirárselos.
Su cita del domingo no había resultado muy bien.
Empezaba a pensar que el universo quería juntar a papá
y mamá. Ella, también. Sabía que a mí me haría feliz. Papá podría hacerla
feliz, y ella podía hacer feliz a papá.
Por eso se acostaban de vez en cuando.
Y todos teníamos que hacer como que esas noches no
pasaban, por algún extraño misterio.
Creo que les pasó algo cuando yo era pequeño. No me
explicaría de otra manera esas reticencias.
-¿Qué queréis ver?
Papá se encogió de hombros.
-Será por canales.
-En realidad-murmuró mamá-, acaban de subir a Netflix Ex machina. Tengo ganas de volver a
verla.
Papá me miró con los ojos que también estaban en mi
cara.
-¿Chad?
-Lo que quiera mamá está bien.
Era la película favorita de mamá. A todos los
informáticos les volvía loco eso de las inteligencias artificiales, crear
robots conscientes, y esas cosas. De pequeño, mamá me había comprado un
dinosaurio mecánico, lo había desmontado y le había cambiado los chips, CPU, o
lo que fuera, por otros pirateados que hacían que el tiranosaurio se arrastrase
por el suelo sobre sus cuatro patas; dos minúsculas, dos inmensas, y ladrase
como un Border Collie.
No me lo pasé tan bien con ningún juguete en mi vida.
Hicimos palomitas, me senté entre los dos, y se
hincharon a comer mientras yo sostenía el bol. De vez en cuando, sus dedos se
rozaban.
Llevaban el suficiente tiempo juntos como para no
sobresaltarse por su contacto. Llevaban lo bastante separados como para
disfrutar de sus roces.
Empecé a recitar los diálogos de memoria. Mamá me
miró.
-¿Quieres que la cambiemos?
-Me encanta esta peli-protesté. Pero se me cerraban
los ojos. Me perdí el momento en el que un robot se liberaba.
Cuando volví a abrir los ojos, estaban viendo un
documental sobre la Segunda Guerra Mundial. Mamá había subido los pies al sofá
y se había anudado el pelo en un moño apresurado. Me acariciaba de vez en
cuando el hombro, el cuello, el pelo.
Papá se había estirado hasta casi acabar sentado en el
suelo, y me acariciaba también la cabeza. De vez en cuando, creo que se tocaban
por detrás de mí. Parecían asegurarse de que el otro estaba ahí, que no se
había marchado en un despiste.
Decidí dejarlos solos. Me levanté cuando los
americanos tiraban una bomba sobre Hiroshima, después de que mamá comentara:
-Menuda bestialidad.
-Los japoneses se lo ganaron. Es de ser especialmente
cabrón atacar un hospital-rebatió papá.
-Sí, pero aun así… fue una bestialidad-mamá se encogió
de hombros.
-Sí.
Los dos se me quedaron mirando cuando me estiré y me
levanté, como diciendo “os dejo solos, follad en el sofá si os apetece”.
En sus ojos había sendas acusaciones.
No te vayas, tu
madre está preciosa incluso con moños horrendos.
Quédate con
nosotros, no sé cómo voy a aprovechar para acariciar por accidente a tu padre.
Les di un par
de besos en la mejilla a cada uno.
-¿Te quedas a dormir, mamá?-inquirí. Ella se mordió la
uña del dedo índice, me miró a mí. Miró a papá.
Estaba decidiendo si un polvo con papá merecía el
darme esperanzas. No podríamos ser una familia normal. Las cosas eran
complicadas entre ellos dos.
Pero papá estaba tan guapo…
Me quería más a mí. No podía romperme el corazón.
-No… lo tenía pensado.
-Sabes que siempre hay sitio aquí para ti, Vee-dijo
papá, pasándose una mano por el pelo, que se seguía tiñendo con insistencia.
-Lo sé, Niall.
-Vale-susurró papá.
-De acuerdo-susurró mamá.
Se portaban como críos.
A veces, me apetecía prepararles un sándwich y darles
las mochilas y un beso en la frente. Adiós,
hijos míos, pasadlo bien el cole. Estudiad mucho.
Sonreí,
atravesé la casa, me lavé los dientes, me desnudé y me metí en la cama. Me tapé
hasta las cejas y apagué la luz. Estuve un poco mirando el móvil.
La escuché levantarse. Me imaginé a papá mirándola.
-Debería
irme-le dijo, sin que yo la oyera.
-¿Es
lo que quieres?-preguntó papá.
Mamá
se encogió de hombros.
-Es
tarde, Vee. Quédate a dormir.
Mamá
se mordió el labio.
-La
verdad es… que no me apetece conducir de noche, menos con este tiempo.
-Y
hemos bebido.
-Sí,
hemos bebido-coincidió.
-Y no
quieres preocupar a tu hijo, ni quieres preocupar al padre de tu hijo.
-No,
no quiero preocuparos a ninguno de los dos.
La escuché volverse a sentar. Supe que lo había hecho
en mi sitio. Que papá se acercó un poco a ella. Que ahora, tenían una pierna
pegada a la otra. Y que se miraron a los ojos, y sonrieron, y volvían a ser
jóvenes. Volvían a no tener ninguna atadura. Yo ya no existía. Se seguían
queriendo y seguían buscando la compañía del otro porque se sentía bien.
No porque era lo que había que hacer, por el bien del
crío.
Mamá volvió a subir los pies al sofá. Le gustaba
sentarse medio encogida. Se soltó el pelo. A papá le encantaba con el pelo
suelto.
-No he traído… nada para dormir-musitó mientras la
cámara enfocaba campos de concentración. Yo me había puesto tapones hacía
tiempo. Me gustaba darles intimidad.
Por mucho que me gustara escuchar cómo susurraban el
nombre del otro mientras lo hacían (estoy un poco enfermo, qué vamos a
hacerle), no me sentía con el derecho a echar un vistazo en lo que ocurría en
su cuarto.
No hacía eso cuando había otra chica en casa, claro.
La intimidad sólo la podían tener mis padres.
-Te puedo prestar algo-le dijo papá, acariciándole el
pelo. Mamá cerró los ojos, disfrutando del contacto-. Uno de mis pijamas.
-El de Batman me queda bien.
-Te quedan bien todos, Vee.
-Sí-asintió mamá, y se reclinó inconscientemente hacia
el cuerpo de mi padre. Papá le besó la cabeza-. Niall-recriminó-. No. Chad está
en casa.
-Eso no nos detuvo la última vez. Ni la anterior. Ni
la anterior.
-Una vez paramos-replicó ella, mirándolo. Pero
sonreía.
-Tenía 7 años-le recordó papá-. Y paramos porque entró
en la habitación a ver por qué hacías los ruidos que hacías.
-No lo he olvidado.
-Olvida todo lo que quieras, menos cómo hacer esos
ruidos. Me vuelven loco.
Mamá se echó a reír suavemente.
-Gilipollas.
Siguieron con la vista fija en la tele. Papá le pasó
un brazo por la cintura. Mamá le acariciaba la pierna y el pecho.
Les faltaba a alianza.
Para mí, ya eran un matrimonio.
-¿Qué tal con el arquitecto?-quiso saber papá. No era
interesante la planificación del Desembarco de Normandía.
-No era arquitecto. Jefe de obra-murmuró mamá-. Lo
dije para ponerte celoso. ¿Funcionó?
-Tal vez.
Mamá sonrió, volvió a apoyar la cabeza en su hombro,
suspiró cuando la mano de papá se coló por su pantalón y le acarició la cadera.
Uf, Niall, pensó.
-Sólo quería sexo-espetó por fin, sin más ceremonias.
Quizá estaba un poco molesta por creer que pedía demasiado. Quizá lo estaba
porque en esos temas, el único que podría despertar ese apetito en la primera
cita era papá.
-Sé de una al que eso le encanta.
-Gilipollas-repitió mamá, como si no hubiera quedado
claro. O como si fuera mentira.
Lo que decía papá, quiero decir.
Mamá le acarició la cara interna del brazo. Papá
volvió a mirar la televisión, y mamá no apartó la vista de la caja tonta cuando
preguntó:
-¿Cómo te va con la italiana?
Papá alzó las cejas, mirándola. Mamá lo miró a él.
Nadaron en los ojos del otro. Pero se retaban. Eran dos mares embravecidos que
luchaban a muerte por ver cuál de los dos era más profundo, cuál tenía mejores
olas. Cuál era el favorito de los surfistas que preferían morir aplastados por
la ola perfecta a quedarse en tierra mirando a los demás.
-¿Lucy, se llamaba?
-Volvió a Italia.
-Qué lástima-susurró mamá, pero no lo sentía en
absoluto. Había asentido con la cabeza cuando le hablé de la chica a la que
papá había acompañado a la puerta. Sabía que él no solía hacer esas cosas.
Yo no solía sacar el tema de los ligues de papá, y
mamá no solía mostrar interés por ellas. Se había alegrado sinceramente cuando
papá empezó a salir con una chica, pero no cuajó, y tras dos años rompiendo y
volviendo, decidieron separarse definitivamente. Yo tenía 10 años por aquel
entonces.
Se habían echado de menos el uno al otro. Mamá fue a
casa con una caja de cervezas. La levantó en el aire y le dijo que iba a
levantarle la moral al estilo irlandés.
No consiguieron llegar a la cama.
Terminaron haciéndolo en el pasillo… porque yo estaba
con mis abuelos. Podían permitírselo. Claro que eso jamás me lo dirían, ni lo admitirían,
y ni lo hablarían con gente cerca.
Mamá se incorporó un poco. Se pegó más contra él. Le
dio un beso en la mejilla. Papá le dio un beso también.
-No tengo la cama preparada-se excusó-. Pensaba
hacerla mañana, mientras Chad estuviera con Tommy.
-No importa. Somos personas adultas. Podemos dormir
juntos sin que pase nada.
-Tenía la esperanza de que pasase algo.
Mamá se mordió un poco el labio al sonreír.
-Pórtate bien-le dijo, disfrutando de cómo le
acariciaba la cintura. Se terminó el documental. Se levantaron, apagaron la luz
y recogieron lo que yo me había negado a recoger. Mamá se lavó los dientes
mientras papá le buscaba el pijama para ponerse. Solía dormir desnudo,
estuviera solo o acompañado, pero siempre lo tenía a mano, por si su compañera
de cama prefería tener algo que cubriera su desnudez.
Se asomaron a la puerta de mi habitación. Contemplaron
en silencio cómo respiraba profundamente, sumido en el más profundo sueño, sin
enterarme de que estaban allí.
Mamá apoyó el costado en el marco de la puerta,
mirándome. Seguro que estaba comparándome con papá, pensando en lo que me
parecía a él.
Papá apoyó la mano en el mismo marco en que se apoyaba
mamá, y me miró también. Pensaba en lo que me parecía a mamá.
Los dos me querían por lo que me parecía a ellos, pero
me adoraban por lo que me parecía al otro. Les recordaba tiempos mejores y
menos complicados.
-Hacíamos cosas hermosas cuando estábamos juntos,
Niall-musitó mamá, los brazos cruzados, las rodillas ligeramente dobladas.
-Aún podemos hacerlas. Depende de ti. Ya sabes lo que
siento, Vee-susurró papá, rompiendo nuestra conexión observante-observado,
estableciendo una aún más fuerte con ella.
-No es tan fácil-suspiró mamá. Papá empezó a besarle
el hombro desnudo. Sonrió-. No aceptas un no por respuesta, ¿eh?
-Uh-uh-la besó en los labios, mamá se dejó hacer-. Eso
era lo que te gustaba de mí.
-Aún me gusta.
Le echó las manos al cuello y lo besó despacio.
-Niall-susurró mamá contra los labios de papá-, Chad…
-Es mayorcito-respondió él-. Si no quieres esto, sólo
dímelo. Pero no pongas al crío de excusa. Dime cualquier cosa, ponme cualquier
pega, menos a nuestro hijo, Vee. No uses a lo que nos une como la única razón
por la que deberíamos estar separados.
Mamá no necesitó el pijama de Batman esa noche.
Durmieron totalmente desnudos, con los cuerpos entrelazados, teniéndome a mí en
espíritu con ellos, en aquella cama. Como el día en que me habían traído a casa
después de nacer, un dos de enero que les supo a gloria, después de dos días en
el hospital deseando estar solos conmigo, no compartirme con nadie más.
Alumbrarme con el sol y no con fluorescentes.
Papá fue el primero en abrir los ojos a la mañana
siguiente. Todavía era de noche. Noche bastante cerrada.
Se despertó solo por pura costumbre. El hábito de
salir a correr por las mañanas era fuerte, poderoso.
Excepto cuando había alguien más en casa.
Se dio la vuelta. Mamá seguía durmiendo. Le acarició
el costado, maravillado por lo bien que su mano seguía las curvas de ella. Mamá
abrió un ojo.
-Buenos días-susurró papá.
-Aún no es de día-replicó mamá.
-Me voy a ir a correr, ¿te importa?
-Cinco minutitos-y se dio la vuelta, dándole la
espalda.
-Vee, oye, esta casa también es tuya. Puedes quedarte
el tiempo que quieras. Puedes quedarte todo
lo que quieras.
La oferta no caducaba ni estaba limitada en el tiempo.
Incluía también años.
Mamá se acurrucó contra la almohada. Era blandita,
pero no demasiado. Olía, además, muy bien. A papá. Le encantaba la colonia que
usaba papá. La típica cara, la que mantiene el olor durante mucho tiempo, la
que hace que las chicas se vuelvan locas. Se decía que les echaban hormonas que
reaccionaban con las femeninas, para que tal sexo no se pudiera resistir a
ellas.
Kiara y yo pensábamos que todo aquello eran
gilipolleces.
-Quédate, Vee. Ven a recoger a Tommy con nosotros.
-Tengo que trabajar.
-Hoy es sábado.
-Se me están acabando las excusas.
Papá rió en silencio. Le volvió a besar el hombro.
-Niall-suspiró de nuevo mamá.
-Vee-suspiró papá, imitándola.
-Por el cuello. Bésame por el cuello. Luego, házmelo,
y luego vete a correr tranquilo. Me quedaré hasta que vuelvas. Me quedaré hasta
que se despierte Chad.
-Gracias-le dijo papá. Empezó a besarla por el cuello,
ella se dio la vuelta… y terminó poniéndose encima.
Me desperté antes de que volviera papá. Arrastrándome
fuera de la cama, como buenamente pude, conseguí ponerme unos pantalones,
muerto de sueño, y me metí en el baño. Luego, fui a la cocina. Saqué un paquete
de gofres congelados y los metí en el microondas.
No llegué a tiempo para apagar el timbre, y el aparato
pitó escandalosamente.
Los saqué del paquete en que venían y los puse en la
freidora. Cerré la puerta, pero el mal estaba hecho. Mamá se materializó por
ella al minuto. Tenía el pelo revuelto y se frotaba la cara con la manga del
pijama de Batman que se había puesto porque le parecía un poco fuerte
presentarse desnuda ante su hijo.
-Hola, cariño-dijo, abrazándome, y yo le planté un
beso en la mejilla a modo de saludo-. ¿Has dormido bien?
-Me habéis dejado, sí. Me he puesto tapones-expliqué-.
¿Y tú? ¿Has dormido algo?
-Mucho y muy bien, muchas gracias por tu
interés-replicó, burlona, sacando una taza de café, encendiendo la cafetera y
metiéndole una cápsula por la que George Clooney sería reclamado en el cielo.
-Me extraña que papá te haya dejado.
-No hemos dormido en la misma cama, Chad-me cortó.
-Sí, claro, y yo tengo 3 años, creo en Papá Noël, y te
voy a pedir un cochecito de carreras para Navidad.
Puso los ojos en blanco.
-No me parece mal-le aseguré.
-A mí tampoco… hasta que me levanto por la mañana y me
doy cuenta de lo que por la noche decidí obviar: estamos separados, Chad. La gente separada no hace estas cosas. No es
normal.
-La gente normal separada procura poner a los hijos en
contra del otro, y papá nunca me ha dicho que tú seas ninguna puta por salir
con quien te apetezca, ni tú lo has llamado cabrón a él porque se la sude que
yo esté en casa cuando se trae a alguna de sus amigas.
Puso los ojos en blanco.
-Lo que tú digas.
-Deja de comerte la cabeza, mamá.
-¡Disculpa! ¿Eres terapeuta, ahora?
-Sólo admitid que queréis volver a estar juntos. Ya sé
que con quererlo no basta, pero por lo menos no os sentiríais mal cada vez que
os separáis, y os daríais un respiro. ¿Por qué ningún tío es lo bastante bueno
como para salir con él más de 4 meses?-ataqué-. Porque no son nada comparados
con papá-ella se me quedó mirando, las cejas levantadas, la boca en una mueca
que parecía querer decir “lo que tú digas, campeón”-. ¿Por qué crees que esta
casa parece la mansión Playboy y papá no hace más que acostarse con tías a las
que es incapaz de repetir más de cuatro veces? Porque te echa de menos, y
ninguna es nada comparada contigo.
-Porque tu padre se tira a todo lo que se
mueve-respondió mamá, en un tono un poco más lacerante del que me esperaría de
ella.
-Tú te mueves-sonreí, y ella me lanzó una mirada
envenenada.
-No hay café para ti hoy-anunció-. Estás muy rebelde.
Guardó de nuevo la taza que había sacado para mí, se
lo pensó mejor, y la volvió a sacar. Levanté las cejas.
-Es para tu padre-explicó. Sonreí.
-¿Te refieres al tío al que acaricias aprovechando que
me estás acariciando a mí también?-cogió aire y lo dejó escapar, poniendo los
ojos en blanco-. Que conste que no me molesta, nunca me ha molestado ni nunca
lo hará, pero…
-¡Chad! ¡Vale ya con el tema! Tu padre y yo lo hemos
hablado un montón de veces, hay cosas entre él y yo que tú no puedes entender.
Esto es entre los dos, no los tres. Te adoramos, te queremos con locura, pero
hace falta algo más que un hijo en común para que una relación funcione. Estoy
cansada de tirar por todo, no puedo cargarme esto también a la espalda, ¿vale?
-Sabes que noto que con él todo es más fácil que
respirar.
-Sí-concedió-, pero yo estoy haciendo submarinismo en
este momento. Una bocanada de aire es lo último que necesito ahora mismo. No
sería aire, sería agua de mar.
Alcé las manos.
-¿Qué te pasa últimamente? Llevas toda esta semana de
casamentero, ¿qué? ¿Has empezado a salir con alguien y quieres rodearlo todo de
bombones y pétalos de rosa? ¿Ha sido Kiara, quizás?
Negué con la cabeza.
No le iba a decir que veía en sus ojos cuando alguien
le preguntaba por papá la misma luz que había en los de Layla cuando cogía el
móvil y veía que Tommy la estaba llamando.
Me llevaría a la tumba los sentimientos de mi amiga,
porque ella me lo había pedido. “No le digas nada a nadie, Chad, y mucho menos,
a Tommy”.
Tommy estaba con Diana.
Layla no tenía sitio en aquella ecuación.
Me tocaba guardar silencio, no soltar prenda, fingir
que Diana no era lo mismo que la “situación global” de mamá: una excusa para no
intentarlo. Algo a lo que aferrarse para no arriesgarse a que te hagan más daño
aún.
La gente es tonta.
Prefieren callarse y morirse de dudas a conseguir una
respuesta. Puede ser mala o buena, pero es mejor que el silencio.
Terminé con los gofres, los coloqué en un plato. Me
senté a la mesa con un vaso de leche, haciendo de rabiar a mamá.
-Que sea la última vez que te pones tan terco con lo
de tu padre-me dijo, colocándome la taza de café que se suponía que era para él
delante-. Es algo que tenemos que decidir nosotros.
-Sólo quiero que sepáis que, por mí, ya estáis
tardando-entornó los ojos-. Vale, perdón. No volveré a mencionarlo.
-No sé qué os pasa a todos cuando se os acerca un
Tomlinson, pero tenéis que tranquilizaros-papá daba mucha más guerra cuando se
iba a reunir con los chicos, pero la cosa ascendía a un nivel desconocido
cuando sólo iba a ver a Louis. Se hacían muchísimo la puñeta. Papá era,
normalmente, el blanco de las pullas. No nos lo tomábamos a mal.
A Tommy y a mí nos hacía gracia.
Pero nosotros no teníamos esa relación. Nos llevábamos
bien, y si tenía algún problema, sabía que podía contar con él para intentar
resolverlo. Para algo era mayor que yo.
Él podía contar conmigo para escapar de la rutina,
como iba a hacer esa tarde.
Para algo yo vivía en una casa inmensa y vacía en un
país aún más inmenso… y bastante más bonito que el suyo.
-Dame un beso, venga-me instó mamá, dando por zanjada
la pelea. Lo hice y volvimos a llevarnos bien. Yo recordé cuál era mi sitio.
Desde luego, no era por encima de ella, con lo que no tenía autoridad alguna
para decirle aquello.
Lo cual no implicaba que no tuviera derecho a sonreír
con malicia cuando papá llegó a casa y nos dio un beso a cada uno en la frente.
Sonreí con malicia porque el de ella duró medio
segundo más que el mío. Aunque, claro, a ella no le revolvió el pelo.
-¿Qué tal has dormido?
-Con tapones-sonreí yo, dando un sorbo malintencionado
de mi café. Papá miró a mamá y se echó a reír.
-Vale, somos todos adultos, me voy a duchar.
-Voy a ir con vosotros al aeropuerto. Me apetece ver a
Tommy. Hace años que no sé de él-explicó mamá-. ¿Te parece bien, Niall?
Papá negó con la cabeza.
-Hay un asiento libre.
Y se fue sin más.
Recogimos a Kiara, que esperaba a que llegáramos
asomada al balcón. Llovía, pero a mi amiga le daba igual. Su madre le gritaba
que corriese el cristal, que para algo estaba limpio, que nos vería llegar
igual.
Pero así, no tenía gracia saludarnos como lo hacíamos.
-¡Oh, Julieta, Julieta!-canturreé, empapándome,
abriendo los brazos y mirándola-. ¡Sal al jardín y deja que te toque una teta!
-¡Chad!-riñó papá.
-¡Oh, Romeo, mi querido Romeo, sube tú hasta aquí, y
te la meneo!-respondió Kiara, y su madre la llamó por su nombre completo, pero
Kiara ya estaba bajando a toda velocidad las escaleras. Nos echamos a reír y
nos abrazamos, pero ella protestó-. ¡Chad! ¡Me estás empapando!
-Es mi amor por ti-me burlé-, poderoso como el mar.
Húmedo como tus bragas cuando ves Juego
de Tronos y aparece Sophie Turner.
Kiara sacudió la cabeza, su millar de trenzas bailaron
alrededor de su cara.
-He encontrado un nuevo mix de Youtube con todas sus
intervenciones. Dura casi 3 horas. El mejor vídeo de la historia. Recuérdame
que te lo ponga en bucle.
Hice ademán de abrirle la puerta del coche, pero
cuando iba a meterse dentro, la empujé, me metí yo, y eché el pestillo.
-¡Cabrón de mierda!-ladró mi amiga, y le abrí la
puerta y me soltó una patada antes de entrar. Se acomodó la mochila de cuero
gris en el regazo y saludó-. Hola, Vee. Niall.
Mis padres saludaron sin hacer amago de entablar
conversación. Kiara sacó el móvil y empezó a decirme lo que me haría en cuanto
estuviéramos solos. Usó un montón de emojis.
Me haría cosas sucias.
El asesinato es extremadamente sucio.
Le respondí mandándole fotos de su personaje favorito
de la serie que acabábamos de mencionar. Las fotos estaban editadas para que
los ojos y la melena de la actriz destacasen más. Su piel era más pálida,
brillaba como la Luna en una noche de luna llena.
Kiara se pasó una mano por la cara, intentando
calmarse.
-La mezcla no puede ser buena, K-me reí.
-Cállate. En la diversidad se haya lo bueno-respondió.
Llegamos al aeropuerto demasiado pronto. Seguro que
Tommy ni siquiera había subido al avión para cuando aparcamos el coche.
Estaba todo bastante tranquilo. No había mucha gente
que quisiera hacerse fotos con papá. Mamá sugirió que podían ir a tomar un café
mientras esperábamos. No nos incluyó en los planes, porque quizás le apeteciera
arrastrarlo a un baño o hacerse la dura con él y no dejar ni que le tocara la
mano.
Yo lo prefería, la verdad. Así tendría más tiempo a
solas con mi mejor amiga.
Nos fuimos al kiosco más grande del aeropuerto,
observamos las revistas.
-Van a hacer un remake de Scooby Doo, yo así no quiero
vivir-Kiara suspiró, dejando la revista de cine que más leía de vuelta en la
estantería.
-Vuélvele loco:
movimientos que hacen que tu chico no dure ni dos minutos-leí, sosteniendo
la portada de la Cosmopolitan en la que una americana sonreía a la cámara. No
sabría decir quién era-. Mira, K, para cuando te eches novio y pienses en
Sophie.
-Eso es contraproducente: si se supone que vosotros
duráis menos que nosotras, ¿por qué querríamos acelerarlo aún más?
-A todo el mundo le gusta echar uno rapidito de vez en
cuando.
-¿Lo dices por experiencia, tesoro?
Alcé las cejas.
-Disculpa, ¿estamos hablando de algo en particular?
-No sé, Chad-replicó, frotándose contra mi brazo-. ¿Te
importaría ser un poco menos… abstracto?
-No. Te. Folles. A. Mi. Brazo. Muchas gracias-dije,
cerrando la revista y pasándosela. Kiara la recogió, la abrió, inspeccionó el
índice. Mientras tanto, seguía frotándose contra mí. Me eché a reír-. ¡Kiara!
-No te gusta que te dé mimos, pero me suplicas por el twerking. Pues hoy no hay twerking para el señorito.
La dejó de nuevo en el expositor.
-¿Quieres que nos la llevemos?-pregunté. Torció la
boca.
-Depende, ¿qué trae de regalo la versión mayor?
Le brillaron los ojos al comprobar que traía una crema
exfoliante e hidratante que, de normal, superaba los 12 euros.
-¡Imagínate lo que podríamos conseguir con mis
habilidades, tu cutis, y esta preciosidad! ¡Nada se nos resistiría, Chad!
-¿De qué olor la cojo?
-Extracto de coco, si es que lo tienen.
Kiara estaba obsesionada con el coco. Todos sus
cosméticos eran de coco. Su fruta favorita era el coco.
Todo el rato me daba el coñazo. Coco, coco, coco.
Seguro que su marca favorita era Chanel porque su
creadora se había llamado Coco.
-Tira-le dije, señalando la caja, pero se detuvo de
nuevo delante de un peluche. Entonces, lo comprendí.
-¡Kiara!-dije, abriendo los ojos. Ella me imitó; era
increíble lo blanco que tenía el blanco de los ojos.
-¡Chad!
-¡¿Ya has terminado de preparar mi regalo de Navidad?!
-Lo estoy ultimando-informó, y añadió, cautelosa-…
¿cómo lo sabes?
-Siempre que terminas de preparar mis regalos, te
pones a mirar cosas como loca.
-Yo… no lo hago a posta-se puso un poco roja.
Cualquier otra persona no lo habría notado en su piel de ébano.
Pero yo, sí.
-Será por pasta-dije, calmando aquella parte de ella
que le decía que yo a veces pensaba que le gustaba estar conmigo por todo lo que
la mimaba… cuando, en realidad, la mimaba por todo lo que me gustaba estar con
ella.
Y porque era la mejor del mundo, joder, se merecía
media Europa, y yo se la daría si se armase de valor para pedírmela.
Pero también había un lado oscuro en mí. Un lado
corrompido por el poder de las tinieblas. Por eso, contemplé su atuendo. Sus
leggins de cuero con varias cremalleras. Sus botas negras, rescatadas de un
mercado, a las que había añadido tachuelas caídas de una chaqueta de su hermana
mayor. El jersey blanco que ella misma se había tejido (yo tenía uno igual, y
su madre se pasaba las vacaciones haciendo uno extra para mí), al que habíamos
tratado con todo tipo de sustancias hasta conseguir que dejase de picar. Su
piercing en la nariz, el pequeño aro plateado que resaltaba lo oscuro de su
tez.
No había nada que le sentara peor a Kiara que el que
le dijera que estaba guapa cuando se sonrojaba.
Por eso, yo no perdía la oportunidad.
-Qué negra estás, Kiara-le dije. Era nuestra variante
de “estás preciosa”, porque ella insistía en que todas las chicas guapas lo
serían más si tuvieran su color de piel. Sus rasgos, su pelo.
Todas, salvo Sophie Turner. El fuerte de la pelirroja
era, precisamente, ser pelirroja.
Kiara se volvió hacia mí.
-Y tú, qué blanco, Chad.
De los dos chicos con los que había estado, los dos
habíamos sido blancos. No dejaba pasar la oportunidad diciendo que ella quería
hijos mulatos, que se dejase de tanto “orgullo negro”.
-Bueno, no me dirás que el chocolate negro está más
rico que el que lleva un poco de leche-decía siempre que yo le resaltaba la
blancura de alguno de los chicos con los que intentaba liarme.
-El que trae leche engorda más-decía yo. Y ella
empezaba con su lección magistral de “¿prefieres ser ballena o sirena?”.
-Las sirenas están delgadas pero no tienen forma de
follar…
-¿Cómo tienen hijos?-la corté yo la tercera o cuarta
vez en que me empezó a contar su tesis.
-Como las estrellas de mar, Chad: se cortan un brazo,
y el brazo les crece, y del otro sale una sirena.
-Pero son diferentes. Ariel era pelirroja, las
hermanas…
-¡Madre mía, Chad! ¿Tengo yo la cátedra de estudios de
ADN? ¿Puedes, por favor, darme un respiro?
-Vale, vale.
-Gracias por tu colaboración. Bien. ¿Por dónde iba…?
-Las sirenas están amargadas porque no follan.
-Sí. ¡Eso es! Gracias. En cambio, las ballenas están
gordas, no te lo niego, pero mira cómo abren la boca. Sonríen. Son felices.
¿Por qué? ¡Porque follan! La moraleja de la historia es…
-Echa todos los polvos que puedas.
-No. Ésa es la de la vida. Tu padre lo sabe
bien-sonrió con malicia-. No te preocupes por tu aspecto exterior, sino por
cómo eres por dentro.
-Y ten agujeros para follar.
-Contigo es imposible ponerse poética-ladraba siempre,
dando un taconazo al suelo.
Finalmente compramos la revista y una tableta
gigantesca de chocolate (con leche, y sin avellanas ni nada por el estilo,
porque eso le quita el sabor). Fuimos a sentarnos en un par de sillones frente
al panel de información de los aviones.
La puerta de salida estaba detrás.
Kiara rumiaba cual cabra militar enfurecida porque le
han quitado todo el tabaco mientras yo leía en voz alta los reportajes de la
revista qué más me interesaban…
… cuando una figura se plantó delante de nosotros.
Levantamos la mirada.
Y Tommy nos sonrió.
-Y yo que pensaba que me habías dejado solo para que
explorara y conquistara Irlanda-sacudió la cabeza, cerrando los ojos azules
como océanos sobre los que planean tormentas. Kiara y yo nos pusimos en pie a
la vez.
-¡Tommy!-celebré yo. Cualquiera diría que había sido
él el que había venido a mí, y no al revés. Bien podría haber estado esperando
por él con el resto de la gente hasta que finalmente apareciera por la puerta
de salida, arrastrando su maleta… bueno, su bolsa de viaje. Me puse un poco de
puntillas para abrazarlo.
Dos años se notan mucho a nuestra edad.
Especialmente en los chicos.
Él me devolvió el abrazo, y entendí un poco mejor a
Layla. No es que no lo hiciera ya (tengo ojos en la cara, y la escuché cuando
hablaba, y también escuchaba lo que ella no decía más que en el cariño
irreprimible que se impregnaba en su voz cuando decía la palabra que
identificaba a nuestro amigo), pero una cosa era hablar de la gente, de lo que
te hacía sentir, y otra muy diferente era tenerla delante.
Me gustaba cómo olía.
Eso, Chad,
píllate tú también por él se rió con cinismo una voz en mi cabeza. Como si
pudiera pensar en él de esa manera. Como
tiene poca gente detrás… qué más da otro. Más diversidad. Una rubia, una
castaña, y un moreno. Dos chicas y un chico.
Me abrazó como
si hiciera siglos que no me veía, en lugar de semanas. Como si fuera la madera
de un barco que acaba de naufragar en el que él iba dentro. Te hacía sentir
increíblemente especial. Increíblemente ansiado y, a la vez, increíblemente protegido.
Como si fuera mi hermano mayor. Mi hermano mayor de
verdad. Con Layla, no me había sentido así. Con Scott no me sentía así. Sólo
con Tommy. Había algo en él que te hacía pensar que podría dar la vida por ti…
Mejor aún. Que tú podrías darla por él.
No me extrañaba que Layla se sonrojara cuando pensaba
en él. Tenía que sentar muy bien, el vivir con miedo, el temer todo lo que te
rodea, y que llegue alguien y te convierta en valiente. Que haya alguien que te
recuerde que merece la pena vivir.
Alguien por quien no rajarte las venas o saltar por la
ventana.
Alguien que te llame en el momento en que te has
perdido a ti mismo.
Me soltó, y yo a él.
-Irlanda te sienta bien, tío.
-Seguro que se lo dices a todos los que vienen-se echó
a reír.
-Pues sí. De algo tiene que comer mi país. ¿Te
acuerdas de…?
-¿… Kiara?-terminó la frase, girándose hacia mi amiga.
K sonrió con orgullo-. Es más guapa de lo que recordaba.
-Es lesbiana, pierdes el tiempo-susurré, sacudiendo la
cabeza.
-Soy bisexual-aclaró, colgándose de su cuello-, y
oliendo así de bien, es imposible que pierdas el tiempo.
Tommy volvió a reírse.
-Chad también huele bien-replicó Tommy, cargándose la
bolsa sobre el hombro. Kiara se limpió la boca con el dorso de la mano. Un poco
de chocolate se materializó en ésta. Se las frotó para quitárselo; le ofreció
un trozo al inglés mientras replicaba:
-Chad es un truño andante que se baña en colonia para
tapar su verdadera naturaleza.
-Y tú una imbécil a la que su lengua va a terminar
metiendo en problemas algún día-ladré-. Sólo espero estar ahí para grabarlo y
colgarlo en Youtube. Puede que nos hagamos virales.
-Cómeme el rabo, Chad.
-Cómeme el coño, Kiara.
Tommy nos miró alternativamente.
-Los que se pelean se desean.
-Pero, ¡qué asco!-troné yo, y Kiara me miró con ojos
como platos.
-¡Qué más quisiera! ¡Me meto a monja, lo tengo claro!
-Tampoco se trata de ir hiriendo los sentimientos de
la gente-espeté.
-Es una forma de hablar, C. No llores. Pero si lo
hiciera, te prepararía galletitas. Sólo para ti.
-No me compensaría.
Kiara se frotó la cara, soltando un “oooooh” cargado
de cariño. Es que soy adorable. Ella se hace la dura, pero al final, siempre
cae ante mis encantos.
-¿Sólo estáis vosotros?-inquirió Tommy, mirando en
derredor. Sacudimos la cabeza.
-¡Claro que no! Papá y mamá están tomando un café,
haciéndose los adultos.
-¿Han vuelto?
-Tienen ganas-explicó Kiara-, pero son tercos como
mulas. Me pregunto de quién lo sacarían.
-En el caso de que yo
fuera terco, lo habría sacado de ellos, que para algo soy su hijo y vine
después. Pero no soy terco.
-No, qué va.
-Eres estúpida.
-Chicos-Tommy llamó a la calma-, me encantaría ver
cómo os arrancáis los pelos o termináis follando encima de estos asientos (lo
que antes suceda, y creo que el resultado nos sorprendería a todos), pero…
tengo un país que ver en literalmente dos días. No es por meter prisa. Vosotros
sabréis cómo tenéis los horarios.
Kiara fue a por una guía del mostrador de bienvenida a
los visitantes. Le tendió el folleto.
-Irlanda en cinco minutos-canturreó-. Te sobran 47
horas y 55 minutos.
Sonrió, y Tommy sonrió también.
Había algo de mí en Tommy.
Había algo de Scott en Kiara.
La gente es así. Las conexiones son más bien
limitadas, se van reproduciendo en diferentes personas. Las amistades son las
más diversas, pero cuanto más fuertes, más estereotipadas. Siempre hay un Scott
para un Tommy y un Tommy para un Scott, una Kiara para un Chad y un Chad para
una Kiara.
Se lo puedes aplicar a cualquiera. De dos personas,
una siempre será una y la otra siempre será otra.
Llevamos a Tommy hasta la cafetería en la que habíamos
dejado a mis padres, que se reían mientras compartían un donut. Se lo cortaban
con el cuchillo y se lo metían en la boca con un tenedor. Había que ser finos.
No compartían cubiertos.
No sería por falta de ganas.
Tommy se apoyó en la silla de papá, que lo miró, y
sonrió.
-Tommy.
-Niall-replicó el recién llegado en el mismo tono en
que lo hizo mi padre-. Dame un abrazo ahora antes de que se te quiten las
ganas.
-¿Por qué habrían de quitárseme?
-Mi padre me ha pedido que te recuerde aquella vez en
que te caíste jugando al golf.
Papá se lo quedó mirando.
-Adoro a tu madre, así que me contendré y no te
llamaré hijo de puta… pero eres tan hijo de puta como tu padre.
Tommy se echó a reír, le dio un beso en la mejilla a
mi madre. Lo recibió de vuelta.
-Te veo bien, Vee.
-Y yo a ti. Has crecido muchísimo. Por favor, ¡parad
de crecer! Me recordáis que me salen arrugas-suspiró, papá sonrió. No le dijo
que estaría guapa hasta con 120 años, por tres razones que tenía delante.
La primera: Tommy.
La segunda: Kiara.
Y la tercera: yo.
-El único que no termina de pegar el estirón es Chad.
-Cuánto odio hay hacia mi persona-repliqué, sacudiendo
la cabeza. Preguntaron si queríamos algo. Dijimos que no. Pagaron y nos
marchamos. Papá se ofreció a llevar la bolsa de Tommy.
-¿Podrán con ella tus huesos de carcamal, Niall?
-Maldita sea, crío, sí que eres hijo de Louis-bufó
papá, sacudiendo la cabeza. Se rió por lo bajo, sin embargo. Exactamente como
hacía estando con Louis. Cada vez que se hacían los enfadados, papá terminaba
perdiendo el personaje antes incluso de entrar en escena.
Si se hacían una foto el uno frente al otro cruzados
de brazos y mirándose a los ojos, papá se mordería los labios, intentando no
reírse.
Si simplemente se miraban en una entrevista mientras
otro hablaba y se retaban con la mirada, papá acababa descojonándose sin
provocación previa, con lo que todo el mundo se quedaría pensando que era gilipollas…
menos Louis, que lo sabía de sobra, y sonreiría al tener probada su tesis
universitaria.
Le preguntamos a Tommy si el viaje había sido bueno.
Nos dijo que pillaron turbulencias. Una tormenta de mierda, para ser más
exactos. Se puso los auriculares y se quedó frito. Lo despertaron las azafatas
cuando se acercaban al aeropuerto. Tenía que abrocharse el cinturón.
El tío tenía unos huevos inmensos, durmiendo en un
avión con turbulencias sin el cinturón puesto y con la música a tope de
volumen.
No se enteraría de si el avión se estrellaba ni podría
seleccionar un último pensamiento en condiciones antes de estrellarse… y perder
unos segundos valiosísimos decidiendo qué cara esbozar en su mente antes de
estirar la pata.
-¿Y tienes novia? ¿O novio?-inquirió mamá. Yo puse los
ojos en blanco. Kiara se inclinó hacia mí.
-No me habías hablado del culo que tenía.
-Pensé que lo recordabas.
-Yo también.
-Se supone que no tengo que fijarme en esas
cosas-medité en voz baja.
-Pero lo haces, porque te va el vicio. Eres un
desviado, Chad. Asúmelo ya-Kiara se encogió de hombros, riendo con malicia.
-Algo así. No vamos muy en serio, pero… alguien,
hay-Tommy sonrió al suelo, mirándose los pies.
-¿Ese alguien tiene nombre? ¿O es una chica
hipotética?-pellizcó papá.
-¿Como la fan con la que se suponía que estarías
dispuesto a salir, Niall?-pinchó mamá.
-¡Me dijiste que te gustaba nuestra música!
-Falacias.
-No tiene nada de hipotética. La conoces, Niall-Tommy
se volvió. Papá alzó las cejas.
-¿Layla?
Tommy sacudió la cabeza. No estaba nada molesto con la
sugerencia.
Layla tenía esperanzas.
Me alegré por ella.
La americana me caía bien. Era una buena tía. Algo así
como una tableta de chocolate con mousse por dentro. Dura por fuera pero luego,
cremita en el interior.
Pero Layla era directamente una mousse. Unas natillas.
Una cuajada con miel. Sin nuez. Todo tan dulce, tan suave, tan… tan
desconocedor del mal.
-Diana.
-¿Styles?
Tommy asintió.
-¡JODER! ¡LARRY VUELVE! ¡TE LO DIJE, VEE, TE LO PUTO
DIJE! ¡LARRY ES MÁS REAL QUE MI CARA!-bramó papá, y yo me puse coloradísimo.
Tommy abrió los ojos como platos. Kiara se echó a reír. Mamá sólo puso los ojos
en blanco.
-Papá, por favor, no…
-¡LARRY ES AMOR DEL BUENO, SI ES QUE TE LO DIJE, VEE,
MIRA QUE TE LO DIJE! ¡HAN TENIDO HIJOS Y SUS HIJOS SE HAN ENAMORADO! ESTO HA
SIDO EL DESTINO. ¡CREO EN EL AMOR! ¡LA VIDA ES TAN HERMOSA! ¡TÚ!-ladró papá,
señalándome con el dedo-. ¿QUÉ HACES QUE NO TE LÍAS CON LAYLA? ¿O CON SCOTT?
RESUCITA A NIAM O ZIALL, NIÑO.
-Estoy ocupado muriéndome
de la vergüenza.
-Niall-llamó
Tommy. Papá bufó. Se pasó la mano por la cara. Y luego, se lo quedó mirando-. Harry tops, Louis bottoms.
-¿En serio, chaval? ¿En serio? Mira, ya por esa
gilipollez, no duermes en mi casa. No hemos llegado al coche y ya me tienes
hasta la polla.
Ahora, todos nos reímos.
Papá se hizo el enfadado con Tommy toda la tarde.
Incluso amenazó con escupirle en el plato de la cena si no retiraba aquel
sacrilegio.
Mamá cenó con nosotros, nos dio a todos un beso en la
mejilla, y se fue a dormir a su casa.
Papá no le dijo nada. Entendía que había cosas que no
debían forzarse.
Además, sería complicado explicarle a Tommy la
situación de mis padres.
“Mira, T, mis padres están separados, pero básicamente
follan cuando les apetece, lo que viene siendo una vez cada dos meses (¡como
mucho!), y me consta que echan buenos polvos, pues de lo contrario no se
repetirían, así que no te preocupes si oyes gemidos en casa, porque no vamos a
ser Kiara y yo repitiendo lo que hicimos una vez (¿te he contado que una vez
nos acostamos? Fue muy gracioso y la verdad es que lo pasamos genial, pero
tampoco hablamos mucho de ello, no vayamos a terminar pillándonos el uno por el
otro y esto se parezca a un episodio de alguna telenovela mala de esas que
producen en México y que a mi abuela tanto le gustan), sino mi madre y mi padre
dándolo todo.
Ah, y ten cuidado con la ducha, a veces se vuelve loca
y activa el hidromasaje sin que tú le des. Estamos en ello”.
Si yo fuera Tommy, y Tommy fuera yo, y él me contara
semejante trama, me iría de esa casa en mitad de la noche. Dormiría debajo de
un puente si hiciera falta.
Es broma, les tengo cariño a mis padres.
Quizás no.
Kiara se tiró en el sofá cuan larga era, apoyó la
cabeza en mi regazo y le dio la paliza de su vida jugando al Assassins Creed.
-Escala-aconsejé a Tommy, que me miró-. Conseguirás
cargártela. Nunca mira hacia arriba.
-Pero, ¡cállate!-protestó mi amiga. Tommy siguió mi
consejo y se la llevó de calle. Kiara se cabreó conmigo. Me dio un puñetazo en
las costillas, y yo me hice el héroe tapándole la nariz y la boca. Empezó a
patalear.
-Sh. Sh. Déjate ir, pequeña. Déjate llevar. Sigue la
luz.
-Te detesto-gruñó K. Tommy también se tumbó en el
sofá. Me pasó el mando. Dijo que quería ver cómo hacía magia. La partida se
igualó y se volvió interesante. Conocía las tendencias de Kiara. Ella conocía
las mías. Así que hacíamos cosas inesperadas para sorprender al otro.
Además, añadió, estaba cansado de la excursión. Había
hecho buen día después de la tormenta de por la mañana, así que nos lo llevamos
a un lago, cerca de Mullingar. Pusimos tiendas de campaña y nos metimos dentro
después de hacer un fuego pegado a éstas.
Eso sí, no lo suficiente como para quemarlas.
Comimos bocadillos, les tiramos pan a los peces y
vimos un par de ciervos corretear entre los árboles.
Tommy no podía dejar de mirar el agua. Era hipnótica.
Juraría que le cambiaron de color los ojos de tanto bucear el lago en ellos. Se
volvieron un poco más grises.
Y un poco tristes. Se estaba acordando de Diana.
También de Layla. Se preguntó si la habría traído a esa orilla. No, fue a una
diferente. Es una selkie, las selkies viven en el mar. Le pertenecen al mar, no
a los lagos.
Kiara se empecinó en que quería subir a una barca. Nos
pareció buena idea. Nos montamos y remamos mientras ella disfrutaba de la vida
comiendo una tarrina de frutos del bosque que había comprado en un supermercado
cercano, el último en el que habíamos parado a recoger agua.
Nos quedamos en el medio del lago. La hoguera brillaba
cada vez con más fuerza a medida que caía la noche. Kiara incluso se durmió,
tapada con mi chaqueta y la de él. No hacía tanto frío como se esperaba.
Habíamos llevado abrigos extra.
-¿Te encuentras bien, T?-pregunté. Él me miró.
-Sí, claro, ¿por?
-No sé, pareces… ausente-me encogí de hombros. Sonrió
con tristeza.
-Estaba pensando.
-¿En Diana?
Sacudió la cabeza.
-No, a ella le tocó el turno antes. En Layla.
Asentí.
-¿Cómo la viste?
Carraspeé. Kiara se revolvió en sueños, mecida por las
olas.
-Al principio… pensé que estaba bien. O sea, que sólo
le preocupaban los exámenes.
-Sí, yo también.
-Pero, luego… pues, me lo contó. Todo-lo miré,
cauteloso. No sabía hasta dónde podía hablar.
Tampoco sabía todo lo que había pasado.
No sabía que le besó todo el cuerpo. Sólo que ella se
estaba enamorando de él, poco a poco. No tenía ninguna prisa.
Y viéndolo allí, comerse la cabeza contemplando el
agua, me hizo ver que él también se estaba enamorando de ella. También poco a
poco. Tampoco tenía prisa.
Sí sabía, no obstante, que se lo imaginó besándola.
-¿Me imaginó?
-Sí, cuando… terminaste de desnudarla.
-¿Ella piensa que lo imaginó?
-… ¿sí?-susurré.
-La besé de verdad. Luego, ella me besó a mí, y yo
volví a besarla. Pero, primero, la besé yo.
-Pues creyó que se lo había imaginado. Le gustó.
-A mí también-sonrió con nostalgia. Los tiempos
pasados siempre son mejores que los que nos toca vivir.
Tommy no me dijo que le había besado todo el cuerpo.
Fue la única verdad que me desveló. El único velo que decidió descorrer. El
resto de la historia le pertenecía a Layla. Él sólo cambió una coma.
Tampoco le dije que pensó en suicidarse. No creo que
me correspondiese a mí decirlo.
-Así que, cuando me lo contó, me preocupé muchísimo.
No sabría si podría con todo yo solo. Pero ella es tan buena, T. Te hace sentir
como si… no sé, hasta el más mínimo movimiento que hagas cuenta para ella.
-Lo sé-susurró.
Nos quedamos callados. La corriente del lado nos
arrastraba poco a poco de vuelta a la orilla.
-Las echo de menos. A las dos-confesó. Kiara volvió a
revolverse.
-Eso no es malo.
-Lo es. Le he dicho a Diana que la quiero, se lo dije
esta misma mañana, antes de que subiera al avión. Yo…-se miró las manos-, no sé
qué me pasó. Simplemente lo tenía que soltar. No soportaba pensar que se fuera
a ir a Estados Unidos sin saberlo, ¿me explico? Pero… ahora, pensándolo en
frío… creo que es mentira. No dormí casi nada, pasé toda la noche con ella,
porque cada segundo que pasaba lejos de ella me parecía tiempo desperdiciado,
y… Lo que estoy intentando decir es que si la quisiera de verdad, si de verdad
me gustase Diana como le he hecho creer que me gusta… yo no me habría fijado en
Layla, ¿no?
-Las emociones no ocupan espacio. En nuestro corazón cabe
todo.
Sacudió la cabeza.
-No es justo. Para ninguna de las dos. Yo no me las
merezco. Ellas no se merecen esto.
-Que creas que ellas se merecen más que tú sólo indica
lo noble que eres, T. Seguro que incluso les bastaría ser amigas tuyas. A mí me
basta-me encogí de hombros.
-Ya, pero… no sé-titubeó-. Cuando estoy con ellas, con
cualquiera de las dos, es… soy más yo, ¿sabes? Todo lo que hago, me sale de muy
dentro. No sabría decirte de dónde. Es como estar con Scott. Puedo hacer lo que
me dé la gana porque sé que a él no le va a parecer mal, ni a mí me parecerá
mal nada de lo que él haga. Pues con ellas, es lo mismo.
-Eres más tú-sugerí.
-Algo así-asintió.
-Pues tú… estás bien-torció el gesto, volvió a clavar
los ojos en el agua, que se oscurecía a pasos agigantados-. Va en serio. No
creo que debas tener prisa en averiguar a cuál quieres más. Yo creo que a las
dos les bastará con tenerte cerca. Se siente bien tenerte a mano-murmuré. Se
quedó callado.
Y, viéndome jugar con Kiara, se le formó una pregunta
en la mente.
¿Y si es a mí al
que no me basta tenerlas cerca?
Tragó saliva y siguió contemplando la televisión.
Tardó mucho en pegar ojo esa noche. Yo conocía esa
sensación.
La angustia que te produce el llegar al momento en que
te cuestionas quién eres es poderosa. Tiene muchos brazos, más bien tentáculos.
Y a esos tentáculos les encanta tocar la batería en tu mente. No dejarte
pensar. No dejarte dormir. Apenas dejarte respirar.
No, se dijo,
cerrando los ojos. No le voy a dar la
tabarra a Chad. Descubriré qué es esto yo solo… o con Scott.
Fue hábil
escondiendo su angustia. Consiguió dormir de un tirón más de lo que esperaba.
Se levantó a la misma hora que Kiara; o sea, más bien tirando a tarde. Yo
estaba en el salón, con el móvil entre las manos, viendo el tren de la vida
pasar.
Fui con él a la cocina y me empeciné en que le
prepararía el desayuno; me dijo que no hacía falta. Pero estaba en mi casa, y
en mi casa mandaba yo, por muchos años que me sacara.
Se tomó un café y dos galletas. Me lo quedé mirando.
-Fijo que desayunas más en casa.
-Como más cuando me hago yo la comida-me puteó, sonriendo-. No me puedo fiar de ti,
irlandés.
-Haces bien; pensaba asesinarte esta noche.
Kiara nos honró a todos con su presencia. Entró como
un fantasma (un fantasma de carbón), frotándose la cara y arrastrando unos
pantalones que le quedaban largos porque, ¡vaya!, resultaban ser míos.
-Buf-saludó.
-Sé una señorita educada, K. Dale los buenos días como
Dios manda a Tommy.
Kiara se giró y me miró.
-Buf-repitió.
Tommy se echó a reír.
-¿Las mañanas se nos hacen cuesta arriba, K?
Kiara lo miró.
-Buf-reiteró. Lo
pillamos, K. Buf. Enhorabuena. Pasemos página.
La espabiló su café. Como siempre. Bien cargado, sin
una sola gota de leche. Y un gofre. Se le fueron abriendo poco a poco los ojos.
Los domingos por la mañana, podría nadar en una piscina de café y seguir siendo
incapaz de despegar los párpados.
Mi pobre niña.
-¿Cuál es el plan de hoy?-quiso saber Tommy, girando
sobre el taburete de la isla de la cocina. Nos miró alternativamente a los dos.
-Morirnos-sugirió Kiara, bostezando con una boca
inmensa. Sacudió la cabeza y sus trenzas bailaron-. Buf.
-Turismo por Dublín. Ya han puesto las luces de
Navidad.
-Evidentemente, porque es la semana que viene-respondió
Kiara.
-¿No estabas muy ocupada queriendo morirte? Pues los
muertos no hacen ruido.
-¡Buf!-bramó Kiara, pegando la cara a la mesa. Tommy
rió.
-¿Por la tarde?-ofreció Tommy, y ella estiró las manos
y le tocó los brazos.
-Eres una persona maravillosa-dijo, acariciándole
suavemente los brazos-, Tommy, y espero que… joder-dijo, levantando la cabeza-,
¿haces pesas? Vaya bíceps.
-Baloncesto.
-Madre mía. Son como… no sé. Acero. Uy, perdón-retiró
las manos rápidamente, azorada.
-A Kiara le encantan los brazos fuertes-informé.
-Es lo único que cambiaría de las chicas-explicó mi
amiga-. Casi ninguna tiene unos bíceps en condiciones.
-Toca a gusto, mujer-Tommy se echó a reír-, que hay
confianza.
-Calla, mejor no le digas eso, que ésta se te echa encima
y te arranca los órganos en cuanto coge un poco de cariño.
-¡Bueno! De ti no quiero ni un trozo de hígado,
imbécil-espetó Kiara, ofendida por la verdad. Pocas cosas hieren más que lo que
se sabe cierto.
-A mí también me gustan mis brazos, así que… sé lo que
sientes-confesó Tommy, intentando levantar la tensión.
-Son lo mejor. Chad es tan esmirriado…
-No quiero que te toques pensando en mí.
-No lo haría ni aunque pudieras partir melones,
gracias.
Seguimos metiéndonos el uno con el otro. Tommy escuchaba
mis acusaciones y las de ella como un juez de silla en un partido de tenis.
Miraba a un lado, y luego a otro.
Comimos y nos largamos casi sin lavarnos los dientes.
Papá nos dejó ir sin más, tirado en el sofá, arrancando acordes de su guitarra.
Las nubes aterrorizaban a Dublín desde arriba. La
cubrían de mantos grises, casi negros. Pero nuestra capital no era miedica. No
se dejaba amedrentar. Se alzaba con orgullo ante ellas. Los paraguas estaban
preparados para una invasión acuática. La gente llevaba chubasqueros a mano.
Las tiendas entregaban bolsas de papel plastificado. Las bolsas se cerraban con
lazos para evitar mojar su contenido.
Nos metimos en varias tiendas; Kiara paseó por las
estanterías de la sección femenina mientras Tommy y yo íbamos disparados a la
masculina. Se pilló una camisa. Yo hice lo propio. Unos zapatos para mi padre y
un bolso tan precioso que Kiara me pegó en el brazo nada más verlo.
-¡Qué hermosura!-bramó, y se giró hacia mí. Me
sorprendió. Pensé que me lo iba a pedir. Ella no hacía esas cosas nunca, menos
estando acompañada. Pero lo que vino después me pareció más normal-. ¡Chad! ¡Le
quedaría genial a tu madre con esas botas que tiene con un poco de piel de
borreguillo!
La miré.
-¿Eh?
Suspiró.
-Ay, ¿las botas que parecen como de pelo, pero que no
lo son? ¿Las marrones?-probó, y yo asentí despacio.
-¿Las del forro?
-Sí.
-¡Ah! ¡Ya veo por dónde vas!
Así que allá fuimos, a la caza de aquel apetitoso
bolso que me causó un moratón.
Kiara nos invitó a unos chocolates calientes. Nos
metimos en un Starbucks. Sacó con muchísima dignidad un billete de diez euros y
nos dio vía libre. Pedí lo mismo que ella, Tommy pidió lo mismo que yo.
Nos estábamos paseando por una de las calles
principales, exhibiendo nuestras bolsas ante los demás (Kiara había cogido
también un libro para su madre y una barra de labios de rebaja para su
hermana), cuando nos cruzamos con un grupo que nos resultaba familiar.
Vimos a unos chavales del instituto apiñarse en el
escaparate de una tienda de deporte. Uno de ellos levantó la cabeza, como
sintiéndome observado.
Me quedé tieso en el sitio. Kiara y Tommy se
detuvieron un par de pasos más adelante.
Se me detuvo el corazón y luego, de repente, empezó a
bombear como loco. Se me encendieron las mejillas.
-¿Qué pasa, Chad?-preguntó Kiara.
Aiden me miró.
No, ¿qué coño digo “me miró”? Clavó los ojos en mí,
aquellos putos ojos castaños.
Me quedé sin respiración.
Tommy miró en la dirección en que yo lo hacía. Aiden
se acercaba.
JODER.
AIDEN.
SE.
ACERCABA.
-Kiara-susurré, suplicante. La necesitaba, muchísimo.
Kiara miró en la dirección de Aiden.
Y sonrió como una psicópata.
-Mira qué papelera más interesante, Tommy-dijo,
colgándose del brazo del inglés y arrastrándolo lejos de mí.
-¡Vaya que sí!-respondió Tommy-, qué curvas, qué pata,
qué agujero, qué… graffiti…
-Es preciosa-convino mi amiga.
-¡KIARA!-ladré-, ¡NO SE TE OCURRA DEJARME…!
Los amigos de Aiden habían desaparecido. Les había
mandado lejos.
Se acercó a mí, con los hombros cubiertos por una
trenka de color mostaza. Se bajó un poco la bufanda marrón.
A juego con los botones de su abrigo.
A juego con su puto pelo.
A juego con aquellos ojos.
Los ojos marrones son ojos marrones hasta que te
enamoras de alguien que los tiene de ese color. Entonces, se abre un mundo de
posibilidades ante ti.
-¡Chad!-festejó mi nombre como si fuera el de San
Patricio.
No te tires el
chocolate encima Chad por lo que más quieras NO-TE-TIRES-EL-CHOCOLATE-ENCIMA.
-Hola-susurré,
demasiado bajo. Me aclaré la garganta y repetí la palabra.
-¿De compras navideñas?-inquirió, señalando mis
bolsas. ¿Por qué me sonreía así? Dios, me temblaban las piernas.
Me sudaban las manos por dentro de los guantes.
Tenía calor.
Necesitaba quitarme lo que viene siendo… toda la ropa.
Dios mío, ¿es verano, de repente?
-Sí, tenía que… eh… coger los últimos detalles. Ya
sabes. Para… mi madre, y tal-susurré, levantando una bolsa. Nota mental: matar a Kiara.
Nota mental:
suicidarse luego por el ridículo que estoy haciendo.
-Yo estoy
igual-respondió. Me imitó-. Mi hermana se ha encaprichado de un peluche que vio
paseando ayer. Para que veas lo guay que es tener hermanas-se burló.
-Sí-dije, y contuve una risa histérica. Tenía ganas de
vomitar.
-Oye, ¿quién es tu amigo?-preguntó. Hizo un gesto con
la cabeza en dirección a Tommy y Kiara. Los miré. Los dos se envararon; nos
estaban mirando. Se volvieron y clavaron la vista en un escaparate tope
interesante…
… si estás esperando un bebé.
-Tommy-dije, casi sin aliento. Tranquilo, Chad, por dios, me recriminé-. Tomlinson-añadí, como si
eso fuera la explicación del milenio, puesta en mayúsculas alternadas con
minúsculas, letras de neón rosa y amarillo, y purpurina todo alrededor-. Ya
sabes-añadí, porque soy gilipollas de normal, imagínate delante del chico que
me gusta.
Me encogí de hombros para completar mi estado de
imbécil perdido.
Es que si no, no estoy a gusto.
-Es guapo.
-Sí-coincidí, y luego solté-, eh… supongo.
Bien, bien. Al menos no le había dicho “no como tú”.
Tengo dignidad.
-¿Estáis…?-empezó, y casi me da una epilepsia.
-No, no no, nononono, qué va. Claro que no. No. No-y
ahora sí que me eché a reír.
Pobre papá, ya
no va a tener excusa para ver a mamá. Me voy a morir aquí mismo.
¿Por qué no me
traga la tierra?
-Ah, guay. O
sea-dijo, estirando una mano-, guay no. Yo… no quería meterme, ¿sabes?-ay, mi amor, tú métete donde quieras,
susurró una voz en mi cabeza. Sonreí. Fingí no escucharla-. Es por…
conversación.
-No pasa nada-musité.
Nos miramos. Miramos al suelo. Miramos las bolsas del
otro. Miramos la ropa del otro. Nos volvimos a mirar.
Si me arden más las mejillas, yo creo que me convierto
en un volcán.
No vi a Kiara clavar la vista en mí. Ni animarme con
gestos. Ni poner los ojos en blanco cuando la miré un segundo, y clavé los ojos
de nuevo en el suelo.
-Por Dios, qué manco es-musitó Kiara, dando un
taconazo en el suelo. Tommy se inclinó
hacia ella.
-¿Vamos a ayudarlo?
-No, esto tiene que hacerlo él solo. Aiden creía que
estabas saliendo con él-explicó. Kiara es bruja y leer los labios de los demás
se le da de cine-. Es simpático. Me cae bien. Es de los pocos que acepta que
soy lesbiana aunque me haya liado con
un tío.
-Parece buen crío-murmuró Tommy.
-Lo es-convino Kiara.
-¿Te quedarás en vacaciones en Dublín?-preguntó Aiden,
educado.
Asentí.
No sé por qué coño lo hice, pero asentí.
-No sé, tengo que ver qué hago…-¡muy bien, Chad,
señales contradictorias, va a pensar que eres un cínico además de un
gilipollas!-. Igual vengo unos días, pero… no está decidido del todo.
Sí que lo estaba. Siempre pasaba las Navidades fuera.
Me alejaba de Kiara. Pero me acercaba a mi familia.
Me subía por las paredes, añorando demasiado a mi
mejor amiga.
Sin embargo, era lo que tocaba.
Aguantar al gilipollas de Theo y al resto de mis
primos.
Yupi.
-¿Por?-espeté, clavando los ojos en él. Aiden me miró
el cinturón. Ay, Jesús. Se miró las
manos.
-Me preguntaba si… te apetecería… no sé, dar una
vuelta.
¡CHAD! Chilló
la voz de mi cabeza, ¡ESTÁS LIGANDO CON AIDEN!
¡POR FAVOR, NO LA
CAGUES!
-Bueno, en unos
días iba a ir con K al cine a ver la nueva de Star Wars, por si…-empecé, y me quedé callado.
-Suena bien-me animó Aiden. Se merecía el puto mundo,
en serio.
-¿Quieres…?-sugerí. Me di de bofetadas internamente.
Me dicen de salir, y sugiero dar una vuelta con mi puñetera mejor amiga.
-¿Tienes algún otro día libre?-preguntó, todo
paciencia.
-¡CLARO!-bramé, más fuerte de lo que me gustaría
reconocer-. Claro, claro, ¡claro que sí! ¿El viernes?
El viernes iba a estar en casa de mi abuela, pero si
tenía que cargármela para ir a dar una vuelta con Aiden… a cobrar herencias, se
ha dicho.
-El viernes es perfecto-convino Aiden-. Nos vemos el
viernes.
Acuérdate, Chad:
el viernes.
-¿Dónde quedamos?-pregunté.
-¿Centro?-sugirió. Estaba hiperventilando. Yo, no él.
O sea, él era él. Convivía consigo mismo. Ya sabía lo guapo que era. Y lo buena
persona. Y lo todo.
-Centro está bien. ¿Bajo la estatua?-concreté, porque
el centro es inmenso.
-Sí, a eso de las… ¿6?
-Suena perfecto. Seis en punto. Estatua. Viernes.
-Pues… tenemos plan-sonrió. Si hubiera dicho “cita”,
habría pasado de sólido a líquido, me habría derretido a sus pies, me habría
convertido en un charco de varios colores, y luego me habría evaporado y habría
pasado a ser una nube de amor.
Me dolía el corazón.
-Tenemos plan.
-Nos vemos-sonrió, dando un paso atrás.
-Sí, claro. Guay. Vale. Esto… adiós-susurré. Él
sonrió. Se metió las manos en los bolsillos, se dio la vuelta y dio un par de
pasos. Yo me lo quedé mirando.
Volvió a girarse.
-¿Sabes? Tienes… Un poco de chocolate en la comisura
de la boca-me la toqué con un dedo helado-. No, la otra. Sí, eso es. No podía…
dejar de mirarla-se encogió de hombros-. Te veo el viernes, C.
¡ME HA LLAMADO
C!
¡QUE NO PANDA EL
PUTÍSIMO CÚNICO!
-Hasta el viernes-coincidí yo.
Sonrió, asintió con la cabeza y se perdió entre la
multitud, en dirección a sus amigos. Lo recibieron con los brazos abiertos, lo
miraron y lo jalearon. Le revolvieron el pelo. Algunos me miraron. Aiden
también me miró una última vez.
Después, doblaron una esquina y me dejaron solo entre
la multitud.
Me temblaban muchísimo las rodillas.
La cara de Kiara se materializó ante mí.
-Me ha pedido salir-susurré con un hilo de voz, como
el que acaba de correr la maratón. Kiara sonrió. Era una sonrisa cálida. Feliz.
-Te dije que no iba detrás de mí.
Lo parecía. Siempre que nos cruzábamos, me saludaba
por el pasillo. A ella le sonreía. Un saludo es menos que una sonrisa.
-¡KIARA!-grité, y dos chicas que pasaban a mi lado
dieron un brinco y me lanzaron una mirada envenenada. Tommy les pidió
disculpas, y ellas sonrieron como si tal cosa. Lo que hace ser guapo-. ¡AIDEN
FITZGERALD ME HA PEDIDO SALIR! ¡NO ESTOY NADA BIEN! ¡ME VA A DAR UN SÍNCOPE!
-¿Éste era el chico del que nos hablaste?-preguntó
Tommy, y yo asentí despacio. Me tambaleé. Me recogieron-. ¡Guau, Chad,
tranquilo! ¡Tienes que sobrevivir hasta el viernes!
Miré a Kiara.
-Tienes que ayudarme.
-Cuando se te ponga dura, la metes. Es fácil. Lo superarás-me
dio una palmada en la espalda.
-¡Kiara!-volví a chillar-. ¡No sé qué coño voy a
ponerme! ¡Esta noche no voy a dormir! ¡Ni la que viene! ¡Ni la anterior a la
anterior al viernes, lo cual es… mañana!
-Hoy es domingo-recordó Kiara, toda paciencia.
-¿Qué voy a hacer? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué me voy a poner? Joder, debería ir allí y
decirle que voy a ir a Mullingar o que me van a sacar una muela o que se me va
a morir el gato que no tengo el viernes y cancelar lo de nuestro…
-Si haces eso, del bofetón que te suelto te vuelves
negro y yo me hago blanca-gruñó-. ¿Voy a ser estilista o no? Pues no te
preocupes, cariño mío. Te voy a poner más guapo que nuestro inglés aquí
presente. Vais a pasar directamente al postre en cuanto te vea-me guiñó un ojo
y me arrastró a mi tienda favorita. Me sentó en un sofá y empezó a elegir ropa
con Tommy.
Me tiraron un montón de camisas encima. Camisas,
pantalones, chaquetas… me estaba mareando.
Para cuando terminamos y nos tocó alejarnos del
centro, no recordaba mi dirección. Pasé de largo mi propia casa, en la que
llevaba viviendo casi 16 años. Tommy se rió. Kiara también. Sacó las llaves y
abrió la puerta.
Estaba que me subía por las paredes. Kiara le dijo a
Tommy qué era lo único que podía relajarme de todo aquello.
Me metieron a rastras en el estudio de grabación. Nos
encerramos allí dentro y Tommy y yo cantamos frente al micro que colgaba de la
pared mientras Kiara ojeaba una revista.
-Precioso, precioso, el hit del verano,
precioso-comentaba ella. Tommy estaba entusiasmado. Nunca había estado en un
estudio de grabación, ya no digamos grabar nada.
Consiguió calmarme. Me tomaba demasiado en serio la
música como para poder pensar en otra cosa. Ya no me daba vueltas la cabeza.
Pasaron los días. Tommy se marchó a casa. Me pidió,
más bien ordenó, que le contara cómo había ido todo el viernes.
Quise tirarme a la pista de aterrizaje para que me
atropellara el avión en el que se iba cuando me di cuenta de que el viernes…
…era…
… el puto…
… 25 de diciembre.
-¡ESTÁ TODO CERRADO EL 25, KIARA, QUÉ SE SUPONE QUE
VAMOS A HACER, LA GENTE ESTÁ CON SU FAMILIA A ESAS HORAS…!-grité por teléfono
al darme cuenta. Me estaba dando un ataque de ansiedad. Kiara se limaba las
uñas.
-Dios, Chad, relájate. La gente come con su familia el
25. Si fuera el 24, todavía sería más preocupante. Tendríais que volver para
cenar.
-¿Y si su familia es de las que echan partidas hasta
las tantas? ¿De las que juntan comida con cena? ¡KIARA! ¡EL 25 DE DICIEMBRE VOY
A ESTAR EN MULLINGAR SÍ O SÍ! ¡SIEMPRE ESTOY EN MULLINGAR!
-Trae a Mullingar a Dublín-replicó ella.
Me arrastré hasta el salón, donde papá estaba tumbado.
Empecé a preguntar qué íbamos a hacer, si volveríamos por la tarde ese día, si
podríamos comer un poco antes, si estaría muy mal la carretera… en Mullingar me
aburría y le había cogido a Kiara unos patines para ir sobre el hielo, y
patinar el 25 sería especial, porque ponían aquellos cañones de nieve sobre la
pista de hielo que ponían en la plaza central, y…
-¡Dios, Chad, de verdad! ¿Qué te pasa? ¡Estás
rarísimo! ¿Quieres quedarte? ¡Pues dilo claramente!-tronó papá, soltando la
guitarra.
-Sí-susurré.
-¿Quieres que nos quedemos?-espetó, incrédulo-. Pero…
si te encanta ir a Mullingar por Navidad-me miró. Vio mis mejillas coloradas.
Mis ojos clavados en el suelo. Mi aura cargada de vergüenza. Y entendió-. ¿Es
por una chica?
Asentí con la cabeza.
-Es… bueno, en realidad… es por un chico.
Me miró unos segundos que se me hicieron eternos.
Me va a decir
que no, pensé. Igual, con una chica,
colaría, pero con un chico… seguro que es mentira que le da igual que sea
bisexual. Seguro que preferiría que me gustasen sólo las chicas. Seguro que…
-De puta madre-dijo por fin, y no había sarcasmo en su
voz. Sólo alegría… de que por fin dejara de ser un capullito y me decidiera a
florecer-, llamaré a tu abuela y le diré que voy a por ella mañana.
Lo miré.
-¿De… verdad?-pregunté. Temía hacerme ilusiones. Se
incorporó y me acarició la nuca.
-Claro que sí, cariño. Para un hijo que tengo, y que
el pobre me ha salido tímido como él solo, ¿qué pasaría si no hago todo lo
posible para que vaya a una de sus citas? ¿Qué clase de padre sería si me
interpusiera entre ese chico misterioso y tú?
Sonreí. Y me tiré a sus brazos.
-Gracias por entenderlo-susurré.
-No es nada, hombre. ¿Quién es?
-Aiden-musité, acariciando su nombre en mi paladar.
Se separó de mí y me miró.
-¡Aiden! ¿El de siempre?
Me sonrojé.
-Sí.
-Joder, tendré la casa libre, por si os decidís a
pasaros-bromeó.
-¡Papá!-recriminé. Me dio un beso en la mejilla, otro
en la frente, me apretó los hombros.
-Voy a llamar a tu abuela-dijo. Se levantó del sofá-.
Puede que… bueno, si nos quedamos, y tu madre no tiene planes… bueno, lo
hablaré primero con ella.
Salió de la habitación.
Lo escuché entrar en la cocina y marcar un número.
Me tiré en el sofá.
Dijo el nombre de mi madre, no de la suya.
Sonreí.
Sentía una ligera presión en el pecho. Una presión
suave. Agradable. La llaman felicidad.
Me eché a llorar de alivio. Y alegría.
Iban a ser las mejores Navidades de la historia.
Menudo regalo me traía Daidí na Nollag.
MADRE DE DIOS. CHAD ES UN BEBÉ. QUIERO MORDERLE LOS MOFLETES.
ResponderEliminarDIOS MÍO LOS DEBE DE TENER TAN PRECIOSOS DEBE SER UN PAR DE MOFLETES ANDANTES AHÍ CON DOS PIERNAS Y DOS OJOS AZULES COMO LOS DE NIALL EN MEDIO PARA NO IR CHOCÁNDOSE CONTRA TODO ESTOY GRITANDO!!!!!!!!!!
EliminarCHAD ES MÁS MONO Y ME EXPLOTA UN PULMON. MADRE MÍA. QUE RICURA DE SER HUMANO
ResponderEliminarBerdá que si dios mío mi precioso hijo
EliminarSHIPPEO UN HUEVO A NIALL Y VEE. AY JODER
ResponderEliminarYo también, pero lo más importante es que NUNCA los shippearemos como los shippea Chad
EliminarVA A QUEDAR CON EL CHICO QUE LE MOLA Y SEGURAMENTE SUS PADRES PASEN LAS NAVIDADES JUNTOS Y SE ECHA A LLORAR DE FELICIDAD. ES UN AMOR JODER. QUIERO COMERMELO ENTERO.
ResponderEliminarES UN CARAMELITO
EliminarSHIPPEO A VIALL. ADIÓS A TODO.
ResponderEliminarVÁMONOS A LA MIERDA JUNTAS
EliminarLeí en tt que ya habías hecho notas sobre el epílogo de la novela y me pregunté una cosa, ¿sobre que mes (dentro de la novela) tienes pensado acabarla?
ResponderEliminarAún no sé si la acabaré en mayo o en octubre, todo depende de al final en qué mes ponga el programa en el que va a participar Eleanor (porque con el programa se termina también la novela).
EliminarEso sí, las notas del epílogo son una especie de "vistazo en el futuro", algo así como lo que pasó en Its 1D bitches que terminó originando esto Ü
"-¡Oh, Julieta, Julieta!-canturreé, empapándome, abriendo los brazos y mirándola-. ¡Sal al jardín y deja que te toque una teta!
ResponderEliminar-¡Chad!-riñó papá.
-¡Oh, Romeo, mi querido Romeo, sube tú hasta aquí, y te la meneo!-respondió Kiara"
ME HE DESCOJONADO A MANDÍBULA BATIENTE. MADRE MÍA, NO SE COMO NO ME HA DADO ALGO SOS
SON IMBÉCILES POBRECITOS, recemos por ellos
EliminarEcho de menos que narre Scott :(
ResponderEliminarEntonces, te va a gustar el siguiente capítulo ;D ya tengo dos páginas escritas
Eliminar"Como si fuera mi hermano mayor. Mi hermano mayor de verdad. Con Layla, no me había sentido así. Con Scott no me sentía así. Sólo con Tommy. Había algo en él que te hacía pensar que podría dar la vida por ti… Mejor aún. Que tú podrías darla por él." ES QUE TOMMY ES COMO UN DIAMANTE JODER. BRILLA TANTO Y ES TAN PRECIOSO. ME DUELE TODO.
ResponderEliminarLo estaba hablando el otro día con mi mejor amiga y es que TODO el mundo que conoce a Tommy y le cae bien se siente súper protegido cuando él está cerca... incluso Scott, y eso que Scott es el mayor de los dos, pero parece que con Tommy no puede pasar nada malo; o, si pasa, se solucionará sí o sí y ❤
EliminarLA PARTE DE LO DEL BALCÓN. NO ME HE REÍDO MÁS PORQUE SI NO EN EL BAR PENSABAN QUE ESTOY COMO UNA REGADERA.
ResponderEliminarMe acordé de que lo mencionaron en mi grupo de teatro y dije "ESTO ES TAN DE KIARA Y CHAD, DEBO METERLO!!!"
EliminarTOMMY MI POBRE NIÑO. POR SUPUESTO QUE PUEDES QUERER A LAS DOS A LA VEZ. MIRA A TU PADRE, ESTÁ CASADO Y ENAMORADO DE HARRY A LA VEZ.
ResponderEliminarME DESCOJONÉ
EliminarMe ha dado por pensar que Kiara y Sabrae juntas serían la hostia. Had que pase.
ResponderEliminarDe hecho, se van a conocer en un momento de la novela y se van a poner a chillar la una frente a la otra porque la piel de la otra les va a parecer TAN hermosa!!!!!!!! A Sabrae le gusta ser mestiza y tal pero LA PIEL CASI NEGRA DE KIARA VA A SER UN IMPACTO PARA ELLA y Kiara adora ser casi de carbón pero poR FAVOR QUÉ TONO DE CHOCOLATE CON LECHE MÁS HERMOSO TIENE SABRAE son novias lo acabo de desvelar
EliminarJODER ME HE REÍDO MUCHÍSIMO CON LO DE LARRY. NO SÉ COMO NO HE CAIDO DE LA SILLA.
ResponderEliminarMe ha dado el puto venazo y lo he puesto casi sin darme cuenta, llevaba varios párrafos cuando me dije "¿qué cojones, Erika?" pero ya era demasiado tarde para quitarlo JAJAJAJAJAJA
Eliminar"-¿Podrán con ella tus huesos de carcamal, Niall?
ResponderEliminar-Maldita sea, crío, sí que eres hijo de Louis-bufó papá" ME MEO
Tommy más Tomlinson y no nace
Eliminar"-Mira qué papelera más interesante, Tommy-dijo, colgándose del brazo del inglés y arrastrándolo lejos de mí.
ResponderEliminar-¡Vaya que sí!-respondió Tommy-, qué curvas, qué pata, qué agujero, qué… graffiti…" ME HE DESCOJONADO VAYA. KIARA ES SUPER GENIAL.
♪♫ Esto es una papelera irlandesa,
Eliminarno es nada especial
pero es irlandesa.
La gente tira cosas,
no tienen sentimientos.
¡Pobre papelera!
Acuérdate de ella, acuérdate de ella. ♫♪
En este capítulo estas que te sales Eri! No he parado de reír.
ResponderEliminarAy, muchas gracias, corazón, me ha hecho muchísima ilusión tu comentario ❤ A ver si el siguiente te gusta tanto como éste
EliminarERIKA, SIENTO TANTÍSIMO NO HABER PODIDO LEER ANTES (he estado tan liada con todo lo de la uni que apoco me explota un pulmón, sólo quería leer sos), PERO YA ESTÁ, YA HE LEÍDO Y SÓLO PUEDO DECIR QUE
ResponderEliminarAMO
A
CHAD
CON
TODA
MI
ALMA
POR FAVOR QUE AIDEN NO SEA UN CABRÓN (seguro que es un Dios griego porque todos son así mecagoenlaputa (si tienes idea de cómo es pon foto gracias)) GRACIAS
AY SEÑOR, ESTE COMENTARIO, MUY A MI PESAR, VA A SER CORTO (creo que el más corto que te he escrito hasta el momento (se que te encantan mis comentarios kilométricos, pero siempre hay un primera vez para todo jeje))
TE QUIERE A TI A C A K Y A T
VIR
Pd: al igual que las pd me encantan los paréntesis dentro de paréntesis, la adrenalina de estar pensando en no dejarte el segundo paréntesis para que todo quede armónicamente cerrado
Pd2 pues al final va a ser un comentario largo y todo mae❤
Sí, al final me ha salido largo JAJAJAJAJA
EliminarNo pasa nada jo, que yo no tenga vida no significa que las demás no podáis tenerla JAJAJAJAJA
EliminarNO
ME
EXTRAÑA
Es un caramelito por favor debemos protegerlo a toda costa, él y Layla son los dulces melocotones de la novela, los demás son... no sé, piñitas coladas o algo así, pero ellos me pueden con el corazón.
NO PUEDO HACER QUE AIDEN SEA UN CABRÓN ENCIMA QUE MI HIJITO HERMOSO ESTÁ ENAMORADO DE ÉL!!!!!!! ¿De verdad piensas que Chad podría enamorarse de un gilipollas, o algo?
No sé dónde voy a encontrar fotos de este muchacho, pero si lo hago, las subo al twitter del blog porque soy marvada.
De corto nada, me da a mí eh, JAJAJAJAJAJA
TE QUIERE A TI Y A C A K Y A T
(es gracioso porque pensé que ponía "te quiere katycat" y yo en plan wtf)
ERI
PD: los paréntesis dentro de paréntesis son lo mejor del mundo, aunque es un poco agobiante tener que estar contándolos para asegurarte de que los has cerrado bien jejejejejejeje