miércoles, 10 de agosto de 2016

La hija más hermosa de la ciudad.

Zayn me miraba como si fuera yo la que pusiera las estrellas en el cielo.
               Nunca pensé que nadie pudiera mirarme de una manera más bonita de la que él lo hacía, que nadie sería capaz de transmitir con sus ojos una cantidad superior de amor… pero me equivocaba, porque la adoración con la que me miraba por las mañanas, cuando nos despertábamos y yo le daba los buenos días, no era nada, absolutamente nada, comparado con la que chispeaba en sus ojos como el rocío en un campo en pleno verano mientras sostenía a nuestro hijo en brazos.
               No me esperaba que romper aguas fuera una sensación tan extraña y, a la vez, familiar. En algunos libros que había devorado durante las primeras semanas, se decía que, en ocasiones, algunas mujeres lo confundían con una “fuga orinal”.
               No sé cómo nadie puede confundir mearse con que tu hijo te diga que ya es hora de venir al mundo.
               Apenas había cerrado la cremallera de la bolsa en la que había metido todo lo que me parecía que necesitaría en el hospital (llevaba haciendo una lista mental varios días, no tenía pensado enseñársela a Z, no fuera a empezar a añadir cosas sin sentido), cuando el bebé me dio el aviso. “Bueno, mamá, ya es hora de absorber tu energía vital, de machacarte por dentro y no dejarte dormir; creo que voy a ir saliendo, me apetece conocer gente. No es por ti, es por mí.”
               Cogí el teléfono, temblando de los nervios, y llamé a Zayn, que me contestó con agotamiento. No le quise decir lo que me pasaba, sólo meterle prisa, porque sabía que, si le decía que me acababa de poner de parto, sería capaz de marcarse un Spiderman y subir por la fachada hasta su… nuestra casa.
               La verdad es que me hizo gracia verlo correr de un lado para otro, buscando las cosas, todo nervioso. Me alegraba de tener a alguien como él a mi lado, de tenerlo a él, porque podía confiar en él ciegamente y esperar que me tratase con respeto y cariño.
               Que fue lo que necesité durante los dos días en los que mi hijo se abrió camino por mi cuerpo, haciéndome atravesar un dolor indescriptible que ni yo misma hubiera pensado que no sería mortal. El padre me apretaba la mano, me decía palabras de ánimo (si me hubiera dicho la gilipollez de “empuja y respira, nena”, lo habría estrangulado, me daba igual que mi hijo fuera medio huérfano), mientras el hijo se negaba a salir: había decidido que estaba muy a gusto en mi interior, con alguien que se lo diera todo hecho y sólo le dedicase mimos.
               Pero por fin, después de sentir cómo una apisonadora me pasaba por encima, una motosierra me abría las entrañas, un avión tiraba de los huesos de mi cadera para separármelos y un ejército de melones se abrían paso por un hueco en el que a duras penas cabía un limón, el sufrimiento se vio recompensado.
               Es verdad lo que dicen de que cuando ves a tu hijo por primera vez, se te olvida todo por lo que acabas de pasar. O, por lo menos, coges perspectiva. Lo cogí en brazos y se me llenaron los ojos de lágrimas; era precioso, simplemente precioso. No abrió los ojos, no me miró, su primera mirada no fue dedicada a mí, pero no me importaba.
               Era un milagro, era magia, era todo lo bueno que había en el universo, en potencia y en esencia, contenido en un punto minúsculo. Le cubrí la cara de besos, le acaricié las mejillas, la frente, los ojitos; le limpié la sangre que me había costado darle vida del rostro… le sonreí a Zayn, que también me miraba, me quedé sin aliento por cómo me besó; en parte, porque todavía estaba agotada; en parte, por cómo lo hizo…

               Dejé que lo cogiera, él lo hizo con muchísimo cuidado, con infinito cariño, y empezó a hablar con él. Y yo me alegré un montón de haber hablado con él, decidir que nos quedaríamos los tres juntos un tiempo. “Dame, no sé, 20 años”, me había dicho él.
               Porque me enamoró el tono con el que le hablaba, dulce, sin prisa, asegurándose de que supiera que era la criatura más hermosa y amada de todo el universo.
               Yasser abrió los ojos.
               Y tenía los míos.
               Era Zayn, pero con mis ojos, la mezcla perfecta de lo que éramos nosotros. Volví a recogerlo, a besarlo, lloré de lo feliz que era y de lo afortunada que me sentía de que Zayn hubiera conseguido levantarme durante una noche la maldición que pesaba sobre mí, lo suficiente como para regalarme aquella obra de arte.
               Me incliné hacia ellos dos, todavía tendida en la cama y con mi cuerpo obsequiándome con latigazos de dolor con más o menos regularidad, aunque nada comparado con lo que había pasado hacía unos instantes. Zayn le acarició la naricita; Yasser le sonrió, todavía con los ojos puestos en él.
               Y yo no lo soporté más.
               -Devuélvemelo-le pedí, porque me era imposible estar tan lejos de él. ¡Yo lo había tenido dentro, no podían esperar que permitiera que se separara de mí más de 2 centímetros después de nueve meses esperando con impaciencia aquel momento!
               Zayn protestó, me lo devolvió de mala gana, se acercó a nosotros y apoyó la cabeza en el colchón, mirando cómo le hacía carantoñas. Las enfermeras siguieron revoloteando a nuestro alrededor, pero yo me sentía como la última mujer en un planeta desierto de humanos, rico en todo lo demás, acompañada de dos chicos, los más importantes de mi vida.
               Mi hijo, el que nunca había creído que podría tener.
               El padre de mi hijo, el que nunca pensé que habría llegado a encontrar.
               Zayn le besó un pie al pequeño; Yasser volvió a reírse. Su risa era el sonido más hermoso del mundo.
               Noté que me fallaban las fuerzas; volví a entregárselo a Zayn. Él volvió a cogerlo con cariño, lo sostuvo entre sus brazos mientras Yasser se aferraba a mi dedo y me hacía morirme de amor.
               Una enfermera se acercó a nosotros; nos dijo que nos lo tendría que arrebatar un momento para ir a hacerle unas pruebas.
               Zayn la miró con desconfianza, como el cordero que observa al tigre que se acerca lentamente hacia él, anticipando el momento en que le echará los dientes al cuello.
               -Deja que se lo lleve, Z-susurré, notando que mi conciencia navegaba a la deriva por un mar infinito en el que por ningún sitio se animaba a desafiar la inmensidad oceánica una costa. Él me miró, se mordió el labio y asintió despacio. Haría lo que fuera por mí.
               Y tú por él, susurró una voz en mi cabeza, y me sacudí la idea pensando que sí, que podía ser… al fin y al cabo, Yasser había sido trabajo de los dos.
               Se acercó aún más a mí después de que la muchacha saliera con el bebé en brazos, acariciándole la cara.
               Me besó la frente.
               -¿Cómo estás?
               -Agotada-susurré; me apartó unos mechones de pelo pegados a la frente, perlada de sudor, y sonrió.
               -Estoy tan orgulloso de ti, Sher. Tan, pero tan orgulloso. No te haces idea. Eres una diosa. Eres mi heroína. Nunca pensé que fuera a sentir esto por nadie.
               Sonreí, cansada, sintiendo que un terremoto se desataba en mi interior, echando abajo aquellas construcciones que mi sufrimiento había ido levantando poco a poco desde que me anunciaron con 15 años que yo nunca tendría hijos, que no podría saber lo que era ser madre, que jamás llegaría a entender lo que era querer a alguien a quien no has conocido hasta el punto de cambiar gustosa tu vida por la suya, sin rechistar, aun sabiendo que tu mayor deseo es sostener en brazos a una hija que Alá se ha resistido a otorgarte… porque, o ella nace muerta, y tú sostienes su cadáver, o ella viene al mundo gritando por las dos…
               … ya que en tus pulmones no va a quedar aire.
               Ella se agitará por las dos…
               … mientras la sangre se detiene en tus brazos.
               Ella no tardará en abrir los ojos…
               … para que tú veas a través de los de ella, porque la luz de los tuyos se apagará con la discreción con que muere una mariposa. Y ya nunca podrás verla. Jamás sabrás si se parece a ti.
               Jamás sabrás si es verdad que el dolor que sientes dando a luz desaparece cuando sostienes a tu hija en brazos.
               Porque el dolor es lo que te sacará de este mundo.
               Me acerqué un poco más a él, le acaricié el pelo, deseé con todas mis fuerzas que Yasser fuera una copia suya, que a los 20 años se pareciera tanto a él que, cada vez que lo mirara, pudiera ver claramente a su padre a mi lado en ese mismo instante. Zayn me sonrió, me besó la punta de los dedos, me acarició los nudillos.
               -Z-murmuré; él alzó las cejas-. Soy tu chica-anuncié con orgullo-asintió, sonriente.
               -Sí, gatita, eres mi chica. Y yo, ¿soy tu chico?
               -Sí-asentí, apoyando la mejilla en su cabeza, cerrando los ojos, dejando que mi cerebro tuviera un momento de descanso.
               -Sher-musitó; hacía meses que no me molestaba cómo pronunciaba esa palabra, hacía meses que pensaba en él por la noche, cuando no podía dormir; hacía meses que aquella minúscula palabra, que tanto me había cabreado que dijera la primera vez que estuvimos juntos, era mi favorita cuando sonaba de sus labios.
               -Z-repetí; me gustaba llamarlo así, a él le gustaba que yo lo llamara así.
               -También eres la madre de mi hijo. ¿O no, gatita?
               Oh, dios, adoraba que me llamase “gatita”. Asentí despacio, sintiendo que mis pies dejaban de responderme, que el sueño se iba apoderando de mí.
               -Déjate llevar, gatita. Me imagino que hacer magia como la que has hecho tú hoy es agotador. Yo te cuido.
               Cerré los ojos, mi alma se evaporó en los terrenos del sueño. Me desperté un par de veces, impaciente por volver a reunirme con Yasser.
               En ninguna de esas ocasiones en que me desperté y abrí los ojos, Zayn me había soltado la mano. Sus dedos seguían entrelazados con los míos.
               Volvieron a traernos al pequeño; la enfermera lo depositó en brazos de Zayn, anunció que era sano y fuerte, además de precioso. Menuda novedad. Zayn tuvo que separarse un poco de mí para poder sostenerlo mejor, pero se acomodó en la silla y le acarició la mejilla, la nariz, lo cubrió de besos, mientras yo los miraba, fascinada, porque todas las obras de arte de todos los museos del mundo no eran más que burdos espectáculos y combinaciones aleatorias de color y formas, comparado con lo que era ver la carita de mi hijo recién nacido sonriendo ante las muestras de afecto que le dedicaba su padre.
               -Mis hombres-musité, y Zayn levantó un segundo la mirada, sólo un segundo, pero a mí me bastó, a él también le bastó. A los dos nos bastó con un segundo para darnos cuenta de que yo no iba a estar un año con él, nada más.
               Quizás nos enterrasen juntos.
               Con suerte, así sería.
               Cerré los ojos, y me dejé llevar por el sueño. Fue un sueño reparador, muy tranquilo, sin imágenes poblándome la mente, y sin cuerpos dentro del mío que me dieran patadas de vez en cuando ni se aseguraran de despertarme cuando llegara algún momento importante en mi fantasía. Fue un sueño exclusivamente mío, y lo disfruté y repudié a la vez, por lo que significaba: que ya no estaba embarazada, que ya no había nada creciendo en mi interior.
               Y eso se debía a que ya me había convertido en madre. Ya había homenajeado a la mía como mejor podría.
               Cuando desperté, el sol asomaba tímidamente por la habitación, besando la piel de Yasser, que dormía en silencio en los brazos de Zayn. La luz del astro rey se me antojó triste al lado de la que desprendía mi hijo, lúgubre en comparación con los ojitos de él, y sucia, tremendamente sucia, especialmente si tomábamos como referencia la piel suave de mi pequeñín.
               Zayn le besaba la frente a intervalos regulares: era incapaz de apartar los ojos de él. Bostecé y me estiré; fue consciente de que había despertado, y me echó un vistazo.
               -Buenos días, gatita.
               -Buenos días-sonreí, estirando los brazos, pidiéndome que me dejara cogerlo. Se levantó y lo puso en mi regazo, después de que me incorporara para recibir a Yasser con toda la pompa que se merecía. Le di un beso en la nariz; se despertó, clavó aquellos ojos verdosos en mí, abrió la boca en un bostezo, y volvió a cerrarlo todo: ojos, y boca, en perfecta sincronía.
               -¿Has dormido algo?-quise saber, pero él negó con la cabeza.
               -No tenía ganas-hizo un gesto con la cabeza en dirección a Yasser-. Es hipnótico mirarlo.
               -Es tan guapo-coincidí, acunándolo, volviendo a besarlo.
               -¿Sher?-murmuró Zayn, incorporándose para sentarse con la espalda recta, quizá un poco inclinada hacia mí. Apoyó los codos en las rodillas y clavó sus ojos castaños en mí-. Tengo que decirte algo. Pero no te enfades.
               Me lo quedé mirando, todavía con la sonrisa que Yasser ponía en mi boca tatuada en ella.
               -No creo que pueda enfadarme por nada hoy.
               -Prométeme que no vas a enfadarte.
               Me puse tiesa.
               -¿Qué pasa?
               Mierda, mierda, mierda, se había tirado a otra, había vuelto con aquella puñetera modelo que parecía un dálmata de tantos lunares que tenía; seguro que quería llevarle al crío para que lo viera y lo acariciara y le besara y…
               Ni de puta coña iba a tocar esa tía a mi hijo.
               -Le he puesto… otro nombre.
               Parpadeé.
               -¿Qué nombre, Zayn?
               Se frotó las manos.
               -Lo he llamado Scott.
               Miré al bebé. Miré a su padre. Volví a mirar al bebé y volví a mirar a su padre. Y empecé a descojonarme.
               A descojonarme en serio. No fue una risa histérica, ni una risa forzada; me hacía gracia que intentara tomarme el pelo de esa manera.
               Sonrió con timidez.
               -¡No has llamado Scott a mi puto hijo!-dije entre lágrimas, limpiándome las carcajadas cristalinas que me resbalaban por la mejilla, volví a vomitar una carcajada, negando con la cabeza.
               Se rió también, pero su risa fue nerviosa.
               -¡Pues sí!-soltó, y había un deje de pánico en su voz.
               Volví a mirarlo.
               Solté una risa, pero ya no era una risa en serio.
               -¡ES EL NOMBRE MÁS HORRENDO QUE HAS ENCONTRADO! ¡MADRE MÍA! ¡TE FELICITO, ZAYN, TU GUSTO ES HORRIBLE!-vale que pudiera no gustarle Yasser, incluso entendería que hubiera protestado, había un montón de nombres en nuestra cultura que ponerle al pequeño, no había ninguna necesidad de que fuera precisamente ése; al fin y al cabo, era el nombre de nuestro hijo, de los dos, la palabra con la que definiríamos a lo que más debíamos querer, y no me parecería justo que fuera yo la única que tuviera algo que decir en cómo se llamaba el pequeñín.
               Pero de ahí, a esa putísima traición de darle un nombre que ni siquiera era árabe… tela.
               -¡NI CUSTODIA COMPARTIDA NI HOSTIAS! ¡NO VAS A VERLO NUNCA! ¡¿POR QUÉ LO LLAMAS SCOTT?! ¡ES UN NOMBRE HORRIBLE, ERES GILIPOLLAS, VAS AHORA MISMO A CAMBIARLO, O TE DENUNCIO, TE JURO POR DIOS, ALGO SE ME OCURRIRÁ! ¡SE TE VA  A CAER EL PELO!
               Seguí gritándole hasta que le pareció que era bastante, y me detuvo con dos palabras, sólo dos palabras.
               -Scott Malik-soltó. Y frené mi perorata en seco, y me lo quedé mirando. A continuación, miré al bebé, que dormía tranquilamente, ajeno a mis gritos.
               Lo estudié con atención.
               -Scott Malik-repetí en voz baja; Zayn asintió despacio, pero yo no le estaba prestando atención-. Scott. Malik. Scott Malik-saboreé su nombre en mi boca, lo probé, lo entoné de varias maneras diferentes… y de todas sonaba deliciosamente bien-. Scott-dije nada más, y lo cierto era que el nombre no era tan horrendo como en un principio parecía… al bebé parecía gustarle. Abrió un ojo con mucho esfuerzo; le costaba estar despierto-. Scott-repetí, y metí el dedo entre los pliegues de la manta y le acaricié la naricita…
               Y Scott sonrió.
               -Vale, suena bien-admití con frialdad-, pero, ¿puedo saber por qué cojones lo has llamado Scott?
               Se remangó la camisa, apoyó la espalda en la silla, y se cruzó de brazos. Me apeteció que me estrechara entre ellos.
               Me apeteció follármelo sobre aquella silla.
               Sherezade, tranquila, me dije, ya acostumbrada a aquellos brotes de excitación en los que miraba a Zayn y de la nada me lo imaginaba arrancándome la ropa y haciéndomelo con fuerza donde quisiera que estuviéramos, fuera cual fuera el tamaño de mi vientre.
               -El 17 de septiembre fue el día que me dijiste que te quedabas a vivir conmigo… exactamente 7 días antes del aniversario del nacimiento de Scott Fitzgerald, autor de El Gran Gatsby, la primera película que vimos los dos juntos, la primera película en la que pensé cuando te vi, y el libro que me regalaste en árabe en Navidad. La primera vez que te volví a ver desnuda fue en Escocia. Es-co-cia-silabeó-. Fue en Escocia en el primer lugar donde pasamos la noche juntos. Donde la pasamos de verdad, quiero decir.
               Lo escuché en silencio, asintiendo con la cabeza. Cuando terminó, tragué saliva, dirigí un momento los ojos a Scott.
               -¿A qué te refieres con que pensaste en Gatsby cuando me viste?
               -¿Recuerdas la escena en la que Tom no sabe quién es Gatsby, y éste se presenta con fuegos artificiales de fondo, y brindando en honor de él? ¿Sonriendo hacia la cámara?-asentí-. Sé cómo se sintió exactamente Tom, porque a mí también me miró mi Gatsby particular en Ibiza. Cuando posaste los ojos en mí, me quedé… asombrado. No pensé que nadie pudiera ser como eras tú, Sher. Como aún eres tú. Fue…guau-bufó-. Increíble. Todavía no me creo que me eligieras para pasar la noche contigo.
               Chasqueé la lengua, sonriendo.
               -Creo en Dios-me aseguró-. Creo en Dios y en todos los dioses, y especialmente en las diosas, porque las vi esa noche. Las veo cada día por la mañana desde que viniste a mí. Las estoy viendo ahora.
               Noté cómo se me encendían un poco las mejillas.
               -Hablas demasiado bien como para que sea capaz de matarte por ser un hijo de puta que le ha cambiado el nombre a mi hijo a mis espaldas.
               Se echó a reír.
               -Ésa es la idea, gatita: que seas incapaz de hacerme daño por cómo hablo.
               -Aun así-susurré-, ya sabías todo eso, ¿por qué no me lo dijiste cuando hablamos de cómo llamarlo?
               -Ha nacido el 23 de abril-explicó, como si fuera evidente.
               -¿Y qué?
               -Gatita, el 23 de abril es el día del libro.
               Le acaricié el costado a mi niñito.
               -Has nacido hoy porque querías asegurarte de que supiéramos que eras poesía, ¿verdad, mi amor?-dije, besándole la frente.
               -¿Poesía? No le insultes: el chiquillo es literatura pura. No hay poemas que le hagan justicia, ni juntando una obra de teatro con un poema y una novela conseguirías algo tan bonito como él, Sher.
               -Zayn, por favor, acabo de parir; si quieres echar un polvo, espera a decirme estas cosas cuando lleguemos a casa.
               Se echó a reír, se sentó en la cama a mi lado y me acarició la barbilla.
               -¿Yo soy poesía, Z?
               Negó con la cabeza, dedicándome una sonrisa torcida.
               -Tú eres música.
               -¿Qué género soy?
               -Muchos. Tus ojos son clásica: no hay nadie que no los valore. Tu boca es rap; sabes cómo hacer que los demás nos callemos con cualquier corte. Tus caderas son samba, porque nadie puede apartarse cuando se mueven. Y tu cuerpo es R&B.
               -¿Por qué?-coqueteé.
               -Porque es mi trabajo. Y me lo trabajaría un montón, si tú estuvieras por la labor-soltó, guiñándome un ojo. Me reí, y me disponía a contestarle cuando una doctora entró en la habitación, acompañada de una enfermera. Las dos me preguntaron cómo estaba (genial, evidentemente), me felicitaron por mi hijo, un muchachito fuerte y sano que había vuelto locas a las estudiantes de prácticas, quienes se habían peleado prácticamente por sostenerlo en brazos, y me informaron de todo lo que una necesitara saber.
               Excepto por una cosa.
               -¿Cuándo podré darle el pecho?-pregunté, y Zayn me dedicó una mirada de apenas una millonésima de segundo, pero pude ver su sonrisa en sus ojos, a pesar de que se pasó la mano por la mandíbula, acariciándose la barba incipiente, para que yo no pudiera ver lo que le entusiasmaba la sola idea de poder echarle un vistazo más profundo a mi anatomía, especialmente ahora que mis curvas, ya de por sí envidiables, se habían acentuado más.
               Tenía muchísimas ganas de saber qué era dar de mamar; siempre me había dejado fascinada, ya de pequeña, esa capacidad que teníamos las mujeres de no sólo generar vida en nuestro interior, sino también de alimentarla hasta que tal vida fuera independiente. Cuando era pequeña, me quedaba mirando a las vecinas que le daban el pecho a sus hijos mientras nosotros estábamos en su casa, devorada por la fascinación. En un rinconcito de mi interior latía la envidia: de todos mis hermanos, yo era la única que no había tenido esa conexión tan especial con nadie.
               -En cuanto él te lo pida. Tardarás un poco en segregar leche tal y como la conocemos, un par de días, tres, como mucho; pero ya estás preparada para alimentar a tu hijo. Es esencial que le des el pecho por lo menos durante los primeros seis meses de su vida. Ayuda a desarrollar su sistema inmunológico-informó la doctora, comprobando algo en la libreta que traía bajo el brazo-. Veo que es el primero-asentí-. Muy bien; has de saber que en ocasiones puede llegar a ser un poco doloroso, pero también es algo muy bonito. Ayuda a crear una conexión muy fuerte entre vosotros dos.
               Asentí; esperó con paciencia para saber si teníamos más preguntas. Zayn y yo negamos con la cabeza.
               -En cuanto al sexo-dijo, y los dos nos miramos-, tomáoslo con calma-Zayn volvió a sonreír, escondiendo su carcajada silenciosa detrás de la mano-. Date tiempo, Sherezade, y Zayn-se volvió hacia él, que alzó las cejas, invitándola a continuar-, sé amable.
               -Sí, Z, sé amable-reforcé yo, y él me miró, alzando las manos.
               -¿Acaso no lo soy siempre?
               Las mujeres nos dejaron solas, pero pudimos disfrutar poco de la tranquilidad con el bebé. Enseguida llegó mi padre, creyendo que todavía estaba de parto, por lo que su reacción al ver que ya teníamos nuestro regalo en brazos habría sido digna de grabar. Lo cogió con mucho cuidado, lo destapó para comprobar que estaba en perfectas condiciones, y lo volvió a envolver con la manta. Zayn se escabulló un momento; volvió con un vaso de café de casi un litro. El café era puro, sin una gota de leche. Traía un poco de azúcar.
               -No te puedo querer más, Z-susurré, dando un sorbo, dejando que me recargara las pilas.
               Scott se sorprendió de la cantidad de gente que vino a visitarlo, pero le dedicó unas atenciones especiales a su abuela paterna.
               Trisha y Yasser entraron en la habitación con un peluche de un osito en las manos, y lo colocaron frente a mí. Yasser se inclinó primero hacia su nieto mientras Trisha me daba dos besos y me preguntaba por el parto.
               Parece que a las brujas les enternece saber que has pasado por un poco de dolor. Les encanta el sufrimiento que dura varios días.
               Zayn seguía escondiéndose la sonrisa detrás de la mano cuando Yasser murmuró:
               -Trisha, mira; se parece a Zayn.
               Les permití cogerlo en brazos; Trisha abrió la manta para verlo mejor. Sonrió con calidez. Vaya, vaya, parece que, después de todo, yo sería una fulana, pero una fulana que decía la verdad: el fruto de mi vientre venía de la semilla de su hijo.
               -No se parece a Zayn-rebatió-, es igual que Zayn.
               Llevaba puteándome prácticamente desde que me conoció, con una elegancia que yo no podía discutirle. Eso sí, los comentarios malintencionados eran mejores cuando nadie más notaba el doble sentido, y yo no había tenido más remedio que aguantar estoicamente puñalada tras puñalada tras puñalada.
               Ahora, puede que tuviera la espalda como un colador, que hubiera perdido la mayoría de las batallas, pero, indudablemente, la guerra había terminado inclinándose a mi favor. Había conseguido resistir sin montarle ningún espectáculo porque sabía que el tiempo acabaría por darme la razón.
               -He pedido una prueba de paternidad-anuncié, y todos me miraron. Todos menos Zayn, a quien le encantaba que fuera una zorra de cuidado. Puede que fuera precisamente eso lo que más le gustaba de mí.
               -Eso no será necesario, querida-replicó Trisha, con una pizca de frialdad en la voz, pero sosteniendo a mi hijo con cariño. Era innegable que era su nieto. Lo tendría que querer por las buenas o por las malas; era sangre de su sangre, por mucho que sus ojos me pertenecieran a mí.
               Dios, habría dado lo que fuera por verla debatirse todas las navidades entre sonreír al pequeño porque era un Malik o tenerle asco porque venía de mí.
               Qué dulce es la victoria, qué sabroso el odio enemigo.
               -Insisto, Trisha; si así te quedas más tranquila, la haremos, ¿eh, Z?-miré a su hijo, que se encogió de hombros.
               -No le tengo miedo a las agujas.
               Me vi a mí misma recibiendo una llamada de Bradford en más o menos un mes, sosteniendo a mi Scott entre los brazos, y escuchando a su abuela decir que la prueba había dado positivo.
               -Evidentemente-soltaría son maldad, sonriendo cínicamente.
               -Así que, Scott, ¿eh?-comentó Yasser, y los dos asentimos.
               -Íbamos a llamarlo Yasser-comentó Zayn-, pero cambiamos de idea en el último momento.
               -También habíamos barajado Zayn, pero nos pareció poco inteligente. Por lo de Junior, y tal.
               -Me imagino que me lo merezco-dijo solamente Trisha, y yo alcé las cejas-. Es precioso, Sherezade. Muchas gracias.
               Sonreí.
               -Mamá-recordó Zayn, y yo lo miré-. Pídele perdón.
               -No va a hacer falta-repliqué yo.
               Pero Trisha me pidió perdón; ojalá tuviera una grabadora entre las tetas para poder disfrutar de escuchar aquella frase que no volvería a repetirse nunca antes de acostarme.
               Por la tarde, Scott empezó a llorar, y creímos saber lo que quería. Lo acerqué a mis pechos y dejé que el instinto hiciera el resto: abrió la boca, puso los labios alrededor de un pezón, y empezó a mamar. La doctora tenía razón: molestaba un poco, pero no era nada comparado con cómo me hacía sentir, cómo disfrutaba viendo al pequeño alimentándose de mí. Le acaricié la cabeza, se la besé, mientras él mamaba tranquilamente, con los ojos cerrados, disfrutando de nuestra cercanía como yo lo estaba haciendo también.
               Zayn me había pedido permiso para subir una foto a todas sus redes sociales para conmemorar tan feliz día; me ofrecí a hacérsela, pero terminé posando mirando por la ventana con Scott en brazos en una foto cuyo pie sería:
               -Zaddy… no, en serio, literalmente.
               -Nunca subes nada de tu vida privada-susurré. Me había presentado oficialmente como “su chica” cuando accedí a acompañarlo a una gala benéfica y posamos juntos, y todo Instagram explotó al ver mi embarazo y como nos mirábamos él y yo en una foto que había subido él a su cuenta.
               No tardaron en llegar los insultos.
               Y no tardó en llegar la contestación de Zayn.
               -Seguid metiéndoos con Sherezade y no os doy más música en lo que queda de milenio (que, por si no sabéis hacer cuentas, es bastante)-gruñía en un vídeo-. Puedo vivir de sobra de lo que me habéis dado hasta la fecha, y no penséis ni por un segundo que voy a dejar que pisoteéis a nadie que me importa sólo porque no os parece bien lo que haga con mi vida más allá del escenario.
               Enseguida empezaron a llenarme las fotos con comentarios felicitándome y alabando lo guapa que era, y yo me lo había comido a besos, tanto por salir a defenderme como por el voto de confianza que había sido presumir de mí y de mi embarazo, demostrándome que confiaba en mí, cuando la única base que tenía para fiarse era mi palabra.
               No habría sido lo mismo si me hubiera presentado al mundo tras conocer a Scott. Lo que contaba era que lo había hecho antes, y había puesto la mano en el fuego por mí, teniendo como único cabo al que agarrarse el que yo lo hubiera buscado tan fervientemente.
               La foto hizo venir a Louis y Eri, quienes no se enfadaron por enterarse por las redes sociales. Es más, Louis se metió con él por subirla en blanco y negro (“¿Quién te crees que eres? ¿Nuestro querido Harry?”) mientras Eri recogía a Scott con infinito cuidado.
               -Así vas cogiendo práctica para cuando te toque a ti.
               Se echó a reír; desde que en febrero se dieran cuenta de que ella también estaba esperando, la pareja brillaba con luz propia. El día siguiente a que Eri le contara que llegaba tarde, Louis se había metido en el coche sonriendo, y había soltado, antes de decir siquiera hola:
               -Eri tiene un retraso.
               Zayn se había girado con el ceño fruncido en su dirección.
               -¡Tío!-tronó-. ¡Un respeto, que es tu mujer! ¡Tú tienes ocho al lado de ella, mejor te vas callando!
               -Digo de la regla, subnormal-replicó Louis.
               Ellos no eran como nosotros: en cuanto se pasó el primer trimestre, período crítico en los embarazos, habían empezado a anunciarlo a los cuatro vientos. Y ahora le daban amor a mi hijo ansiando el momento en que podrían disfrutar del suyo propio.
               Nos dejaron irnos a casa al día siguiente, y nos pasamos el día metidos en la cama, acariciando a Scott, que no hacía otra cosa que dormir. Lo tumbamos entre nosotros y le hicimos cosquillas, le dimos besos y recorrimos su cuerpecito con la yema de los dedos.
               Scott era un bebé feliz, Zayn era un padre feliz, y yo era una madre feliz. Me alegraba estar los tres juntos en el apartamento, aislados del mundo, disfrutando sólo de la presencia de los demás, alimentando nuestra felicidad con la de los otros.
               Zayn dejó de dormir conmigo para darme más espacio para descansar.
               -¿Es lo que quieres?-inquirí, y él se encogió de hombros. Me cogía las manos, me acariciaba la cintura, cuando me dijo:
               -Nunca voy a estar lo suficientemente cerca de ti, gatita, pero entiendo que necesites tu espacio. Con la cama para ti sola, descansarás mejor.
               Me imagino que sí, porque tendría más libertad de movimientos, pero confieso que se me rompió el corazón un poquito la primera vez que apagué la luz y no hubo ningún brazo rodeándome la cintura.
               Quería a Zayn, lo quería con locura, llevaba queriéndolo desde aquel 14 de agosto en el que no recibí la visita que yo esperaba, porque había sido obra suya. Le quería porque era una buena persona, por cómo me hacía sentir, por cómo me había cuidado mientras estaba embarazada, cómo me había defendido de todo y de todos, y cómo cuidaba ahora de Scott.
               Era el compañero perfecto, pero era el padre ideal, y lo echaba terriblemente de menos. Echaba terriblemente de menos besarlo sin preocupaciones, disfrutar de nuestros cuerpos unidos, suspirar su nombre mientras nos acostábamos. Sólo lo había tenido una vez, pero él era adictivo.
               Y, sin embargo, algo me frenaba. Tenía miedo de él. Me asustaba que me hiciera daño.
               Niall y Vee nos visitaron al día siguiente; Harry y Noemí cogieron un vuelo en cuanto se enteraron de la noticia y se plantaron en nuestra casa deseosos de conocernos a Scott y a mí. Me causaron buena impresión, pero con la visita que más disfruté fue con la de Liam, Alba y Layla.
               Liam había cogido a Layla para que llamara al timbre, y la niña se tiraba de la falda cuando le fui a abrir. Les sonreí a sus padres y me incliné hacia ella, que bajó la cabeza, tímida.
               -Hola, guapísima-sonreí-, ¿te acuerdas de mí?
               Asintió, clavando la parte delantera de unos zapatitos rojos monísimos en el suelo y haciendo bailar su pie.
               -Di hola, Layla-pidió su padre, y ella susurró un suave:
               -Hola.
               -¿Cómo me llamo, mi amor?
               -Sher-concedió, tendiéndome una margarita que aferraba con fuerza entre sus deditos.
               -La ha cogido en el parque-explicó Alba, sonriendo.
               -Qué bonita, ¿es para mí?-pregunté, y Layla volvió a asentir-. Qué bien, ¡gracias!
               -De nada-musitó en solitario, sin necesidad de invitación por parte de sus padres. Liam le acarició la cabeza, premiando aquella muestra de valentía.
               -¿Sabes? Yo también tengo una cosita para ti.
               -¿De verdad?-preguntó, animada. Dije que sí con la cabeza y le tendí la mano.
               -¿Me das la mano, o ya eres mayor?
               -Ya soy mayor-respondió, pero se aferró a la palma de mi mano y dejó que la llevara hasta la cocina, donde la esperaba un conejo de pascua de chocolate. Chilló, me dio las gracias y le pidió a su madre que la subiera a la mesa para poder comérselo; Alba así lo hizo, advirtiendo que sólo podría comer un poco, no fuera a ser que se terminase poniendo mala por un empacho.
               Lo mejor fue cuando le enseñamos a Scott después de que alba y Liam aseguraran que no habían visto a un niño tan precioso. Layla se sentó en el sofá con las piernas balanceándose, y miró al bebé con extrema curiosidad: nunca había visto a un niño tan pequeño.
               -¿No juega?-preguntó.
               -Es muy pequeño-explicó Zayn, y Layla frunció el ceño.
               -Qué aburrido.
               -¡Layla!-recriminó su madre, pero yo negué con la cabeza, dije que estaba bien. Se acercó un poco más a él, echó un vistazo a su cara y dijo algo en español. Alba nos lo tradujo.
               -Dice que le gustan sus mejillas. Le encanta cómo se dice “mejillas” en español.
               -Mofletes-dijo Layla, soltando una risita. Acercó una mano con timidez a su mejilla, y hundió el dedo en ella.
               -Despacio, Lay.
               -Sí-asintió la niña, comprobando que Scott estaba hecho de gelatina. Sonrió.
               -¿Quieres cogerlo?-pregunté, y ella se puso a dar palmadas y abrió los brazos. Pegó la espalda al sofá y recogió a Scott con cuidado, lo envolvió en la mantita con cariño y lo acunó despacio.
               Le dio un beso en la mejilla; Scott bostezó, abrió los ojos, la miró largamente, mientras Layla clavaba los ojos en él, y, finalmente, volvió a cerrarlos. Layla volvió a tocarle la mejilla. Scott volvió a abrir los ojos y empezó a llorar. Layla se asustó, alzó las manos, como diciendo que no había hecho nada, y se apresuró a devolvérmelo. Acuné a mi hijo, le susurré palabras de calma, pero no hicieron efecto. Caí en la cuenta de la hora que era, así que me la blusa y lo acerqué a mi pecho.
               Layla se acercó a nosotros con muchísima curiosidad.
               -¿Qué hace?-preguntó.
               -Está comiendo, Lay-informó su madre.
               -¿Comiendo?-replicó la chiquilla, mirando a su madre, sin entender-. ¿No come verdura?
               -No, es muy pequeño todavía para los potitos.
               Layla torció el gesto.
               -Qué suerte-susurró, y tanto yo como Alba nos reímos. Cuando Scott se dio por satisfecho, Layla se acercó a él y lo recogió de nuevo. Scott ahora estaba despierto y no apartaba los ojos de ella. Layla lo acunó y empezó a cantarle, y Scott volvió a dormirse.
               -¿Quieres llevártelo, Lay?-preguntó Liam, y Layla asintió-. Pídele permiso a Sherezade para llevártelo.
               -¿Me lo puedo llevar?
               -¡No!-repliqué yo, haciendo un puchero, y ella hizo otro puchero, y todos nos reímos.
               Cuando Scott se dio por satisfecho, Layla volvió a acercarse a nosotros, estiró las manos y lo recogió y lo acunó contra su pecho, cantándole nanas. Scott abrió los ojos y la miró un momento; los dos entablaron contacto visual, era como si se comunicaran sin necesidad de hablar.
               Scott cerró los ojos, y la chiquilla lo envolvió a conciencia con la mantita mientras Alba y yo charlábamos; me interesaba saber cuándo iba a recuperar mi cuerpo, a ella le había llevado casi un año (¡un año! ¡Yo no tenía un año para volver a ser yo! ¡Echaba de menos ponerme mi ropa!). Layla pensaba que no le estábamos haciendo caso, pero lo cierto era que ambas teníamos un ojo puesto en ella. Se acercó por fin a su madre y, con la excusa de que tenía sed, abrió la bolsa que traían con sus cosas, se puso a revolver, la vació, y empezó a meter a Scott disimuladamente dentro de la bolsa.
               -¡Layla!-dije, y ella dio un brinco y me miró. Scott ya tenía medio cuerpo dentro de la bolsa, y tenía los ojos fijos en Layla, como recriminando que estuviera intentando secuestrarlo-. ¿Qué haces?
               La chiquilla enrojeció.
               -Nada.
               -¿Me lo querías quitar?-inquirí, y ella negó con la cabeza muy despacio.
               -No.
               -¿Seguro?-insistí, sonriendo. A Alba no le hacía gracia la situación, pero yo me había ocupado de ella.
               -¡ES MÍO!-bramó, agarrando a Scott, espachurrándolo contra sí. Scott la miró con ojos como platos, y luego clavó los ojos en mí, como diciendo: “¿qué le pasa a esta loca? ¡que alguien me ayude, por favor, alejadme de ella!”-. ¡Yo quiero un bebé!
               Nos echamos a reír.
               -Bueno, señorita, ¿no crees que eres un poco joven para querer un bebé?-preguntó Alba, inclinándose hacia ella. Layla empezó a llorar, intentando controlarse; se sentía mayor y responsable de Scott, no quería que él pensara que se derrumbaría a la mínima de cambio.
               -¡No! ¡Yo quiero un bebé! ¡Quiero llevarme a Scott! ¡Lo cuidaré! ¡Lo bañaré! ¡Le daré de comer!-bueno, puede que mi hijo pasase hambre en manos de Layla, pero por lo menos no estaría sucio-. ¡Seré buena! ¡Me portaré bien!
               Lo sacó de la manta y lo estrechó contra su pecho. Alba le dijo cómo tenía que cogerlo para que la cabeza de Scott no se fuera hacia atrás. Layla le puso torpemente la mano en la nuca y lo pegó a sí con delicadeza. Le dio un beso. Scott bostezó y se volvió a quedar dormido.
               -¿Ves?-dijo la niña-. Me quiere. Y yo le quiero a él. Bonito-le dijo, dándole un beso en la mejilla.
               Se echó a llorar y se arrastró por el suelo y se aferró al sofá cuando le dijeron que tenían que irse, pero la tranquilizó el saber que volverían el fin de semana siguiente.
               Ese día le tocaba a Zayn bañarlo; siempre nos peleábamos por meternos en la bañera con Scott y disfrutar de cómo pataleaba en el agua. Cuando era yo la que se metía con él, Zayn se sentaba en la alfombrilla y nos contemplaba con adoración, exactamente igual que hacía yo cuando le tocaba a él disfrutar de mojar al chiquitín.
               Me costó dios y ayuda convencerlo de que tenía que volver a clase para no perder el curso, pero lo conseguí jugando sucio: le dije que necesitaba que me trajera los apuntes de mis amigas, que se pusiera al día por mí en la universidad. A mí no me importaba perder el año, sabía que podría con el doble de asignaturas, especialmente teniendo en cuenta que, cuando Scott dormía, yo aprovechaba para estudiar… o para ir al gimnasio.
               Porque mentiría si dijera que no echaba mucho de menos cómo me miraban los demás cuando iba por la calle, cómo los ojos se clavaban en mí mientras doblaba una esquina, o me inclinaba en alguna estantería del supermercado para examinar una posible compra.
               Pero añoraba terriblemente unas miradas en particular. Me las apañé para convencerme de que me machacaba para sentirme mejor (que también, porque el ejercicio genera endorfinas y éstas, sumadas a las que me producía estar con mi pequeño, me hacían la mujer más feliz del mundo) y verme mejor exclusivamente yo, pero en un rincón de mi mente una vocecita me recordaba por qué tenía verdadera prisa.
               Quería recuperar mi cuerpo por mí, indudablemente, pero también quería hacerlo por Zayn. Me gustaba cazarlo mirándome cuando no debería, saber que tenía la boca seca después de contemplarme el culo que estirara la mano para acariciarme y se arriesgara a una bofetada porque yo soy demasiado preciosa como para no comprobar que soy real.
               Quería volver a sentirme deseada, anhelada como me había sentido el tiempo en que habíamos estado juntos, cada uno preguntándose cuándo el otro no lo soportaría más y vendría a hacernos una visita nocturna.
               Mis apetitos volvían a estar ahí. Nunca se habían ido, en realidad. Y confieso que me había despertado más veces de las que me gustaría admitir estando sola en la cama y considerando la posibilidad de ir a buscarlo. Había disfrutado demasiado con él como para dejar que aquello se perdiera.
               Pero conseguimos superar la primera semana juntos sin sexo, y yo empecé a comerme la cabeza. Surgieron rumores de él con varias chicas, y yo me moría de envidia y a la vez era incapaz de culparlo, me echaba todas las culpas a mí, porque no me debía nada por el simple hecho de haberme dejado embarazada.
               Me era imposible no adorarlo después de que me diera a Scott, me era imposible no querer que me estrechara entre sus brazos cada vez que lo veía con él. El pequeño se reía muchísimo cuando estaban los dos juntos, y Zayn comía a la velocidad del rayo para poder aprovechar al máximo cada instante en el que nuestro hijo estuviera despierto. Grababa de noche, se metía varios cafés en vena por la mañana, se iba a clase, me traía los apuntes y todo lo que le hubieran dado mis amigas, y se tumbaba en el sofá con Scott encima, acariciándole la espalda y besándole la cabeza y susurrándole un montón de cosas que yo no hubiera concebido posibles de tan hermosas que eran; jugaba con él, lo sacudía para que él se riera, le hacía cosquillas, le soplaba la tripa, o le mordía en broma los mofletes, y Scott se reía y se reía y se reía, y yo no podía apartar los ojos de ellos, estando cada vez más y más segura de que había muerto hacía tiempo, antes de quedarme embarazada, y estaba en el cielo.
               De noche, estando sola, escuchando los latidos de mi corazón con una oreja apoyada en la almohada, me decía que quería a Zayn por todo el bien que le hacía a Scott. Me negaba a complicar más las cosas. “Es el padre de tu hijo, le quieres porque le hace feliz”.
               Sí, incluso me decía a mí misma que Zayn me hacía feliz porque Scott era feliz con él, porque él era feliz con Scott.
               Zayn empezó a darse cuenta de que me pasaba algo con él, porque me acercaba más cuando estábamos solos. Empezó a notar los cambios en mi cuerpo antes que yo, y me lanzaba miradas cargadas de intención cuando pensaba que yo no miraba. Yo me daba cuenta de esas miradas, y me regodeaba por dentro.
               -Tus amigas me zorrean-espetó una vez, estando solos, ya de noche, con Scott durmiendo plácidamente en su habitación. Lo dijo en un tono que no daba lugar a dudas sobre lo graciosa que le parecía la situación.
               -Pues párales los pies-repliqué, y, antes de que pudiera parar, ya estaba cabreándome por dentro, sintiendo cómo un volcán tomaba posesión de mi alma y encendía mi estado de ánimo, porque él era el padre de mi hijo y ellas deberían tener un poco más de respeto; no sé, quizá, empezar a intentar desestructurar mi familia ya de por sí bastante carente de una forma definida después de que Scott fuera un poco mayor, lo suficiente como para manejar que sus padres no estuvieran juntos-, ¿quién cojones se creen que son? Eres mi chico, sólo mío, ¿entiendes? El puto padre de mi hijo, ya verán esas zorras lo que es bueno, cuando vuelva se van a quedar todas…
               -Estás celosa-admiró Z.
               -No estoy celosa-gruñí, intentando sacudirme de encima la imagen de una de mis amigas con Zayn-, me toca la moral que no respeten nada, como por ejemplo, ¡a Scott!
               -Estás celosa porque te importo-soltó sin hacerme caso, acariciándome el pelo, el cuello, la mandíbula-. Celosa-repitió-. Joder, Sher, estás muy guapa poniéndote celosa.
               -Vete a la mierda, Zayn.
               -Me quieres, y por eso te pones así.
               -Que te vayas a la mierda, Zayn.
               -Vamos, Sher, admítelo y podrás dormir mejor por las noches. Me quieres. De lo contrario, no te reirías como lo estás haciendo ahora-observó.
               -No me estoy riendo-repliqué, pero sí que me estaba riendo. Tiró de mí hasta meterme entre sus piernas, apoyarme en su pecho como cuando Scott todavía estaba dentro de mí y sólo podíamos acariciarlo y esperar para ver si se parecía a él o se parecía a mí.
               -No te culpo, gatita. Soy muy guapo.
               -Yo también soy muy guapa-contesté, y me besó la cabeza, y yo me acomodé en su pecho. Estaba deliciosamente a gusto allí.
               -Nadie lo duda-informó-. Y cada día lo estás más y más.
               Suspiré, cerré los ojos y me dejé acunar por su respiración. Él se revolvió debajo de mí, buscando una posición en la que estuviéramos más cómodos.
               -No me mires las tetas, Zayn-ordené, sabiendo que era exactamente lo que estaba haciendo.
               -No te miro las tetas, Sherezade.
               -Una pena, te perderías una vista buenísima-repliqué.
               -No lo sabes tú bien-respondió, nos echamos a reír, seguimos viendo la televisión en silencio, pero acariciándonos despacio. Él, mi vientre, mucho menor, y yo, sus brazos.
               Bajó lentamente hasta llegar a mi ombligo, intentó seguir un poco más allá.
               -¿Adónde vas?-inquirí.
               -Quería saber dónde estaba la frontera-dijo, deteniéndose.
               -Ya la has pasado, y no te rompo la cara por Scott.
               -¿Qué cosas no me harías, o me harías, por Scott?-fue su contestación, coqueto. Le invité a descubrirlas, pero no hicimos más experimentos.
               Pensé en él aquella noche, igual que él pensaba en mí cuando estábamos solos en nuestras respectivas habitaciones.
               Tuve que ir a los exámenes, y lo mejor era volver a casa para experimentar lo mismo que Zayn: regresar y que Scott celebrara que habías vuelto a su lado, cubrirlo de besos y preguntarle si te había echado de menos. Z me dijo que no había parado de llorar desde que me marché, casi más para escuchar los comentarios del tipo “Sherezade acaba de parir y la del cuerpo de post parto soy yo, manda huevos”.
               Por mis santísimos ovarios que yo en julio volvía a estar buena, les había dicho cuando me preguntaron si me merecía la pena todo el esfuerzo. La respuesta era obvia: sí, claro que sí. El gimnasio estaba al lado de casa, si Scott necesitaba algo, Zayn podría llamarme y en menos de 10 minutos estaría ya con ellos.
               Terminamos el curso; Zayn consiguió un suficiente bajo en una asignatura que detestaba, lo celebramos hinchándonos a pizza hawaiiana y a ver películas mientras Scott dormía la siesta. No hacía más que dormir, este chiquillo nuestro.
               Z pasó a vivir exclusivamente para el bebé mientras yo, por lo menos, salía de casa a hacer algo. Casi no lo dejaba solo, esperaba con ansia a que se despertara para ir a cuidarlo, y jugaba con él, lo lanzaba al aire y lo recogía, y a mí me daba un infarto cada vez que veía a Scott flotando un segundo lejos de las manos de su padre.
               -¡ZAYN!-chillé la primera vez que lo vi hacerlo-. ¡NO LO TIRES ASÍ AL AIRE!
               -Relájate, Sher, no le va a pasar nada.
               -¡ME DA MAL CADA VEZ QUE HACES ESO!-grité.
               -Si de verdad te piensas que voy a dejar que se me caiga nuestro hijo, y que voy a dejar que le pase algo estando cerca de él, es que eres estúpida y te cogieron en la universidad por tu cara bonita-atacó, firme.
               Yo había bufado y me había marchado a estudiar, pero no había sido capaz de dejar de pensar en lo bien que sonaban esas dos palabras. “Nuestro hijo”. No “tu hijo”. No “mi hijo”. “Nuestro hijo”. Y sonreí igual que lo hacía viéndolos juntos, casi más que cuando yo estaba con él.
               Scott seguía reclamándonos a los dos por igual y exigiendo nuestro cariño como si viviera de él más que de la leche que yo le proporcionaba gustosa, y que él tomaba con más gusto aún.
               Una tarde de mediados de julio en que yo estaba en la ducha y Z había salido, comenzó a llorar sin tregua. Me envolví en una toalla a toda velocidad, hice lo mismo con mi pelo, y fui corriendo a ver qué le sucedía. Lo cogí en brazos, le acaricié la cabeza, lo cubrí de besos, me senté y lo acerqué a mis pechos, pero nada surtió efecto.
               Temblando de la impotencia y preocupación, cogí el móvil y llamé a Zayn todavía sin soltar a Scott, que agitaba las manitas con furia, frustrado porque yo no era capaz de entender lo que le pasaba.
               -Z-susurré-, Z, ven rápido, creo que a Scott le pasa algo-dije.
               -Ya estoy ahí-replicó, colgó sin despedirse, sin siquiera escuchar mi “vale”, y en unos minutos estaba entrando por la puerta.
               -No sé lo que le pasa, ha empezado a llorar como loco mientras me duchaba, tiene el pañal limpio, no tiene hambre, creo que se encuentra mal, Zayn... no sé qué le pasa, si le duele algo o…-empecé, Zayn me preguntó con la mirada y lo cogió en brazos.
               En cuanto su padre lo tocó, Scott cerró la boca.
               Me lo quedé mirando, incrédula.
               Zayn le acarició la cabecita y le besó la frente, sonriendo.
               -A mí me parece que está bastante bien.
               -Trae-pedí, volviendo a cogerlo. Scott empezó a llorar de nuevo. Zayn estiró la mano, Scott se calló en cuanto lo tocó. Volví a pasárselo.
               -Traidor de mierda-espeté entre dientes-, ¡yo te di la vida! ¡Te llevé en mis entrañas! ¿Cómo te atreves a hacerme esto, a preferir a tu padre antes que a mí? ¡Madre mía, Scott, te detesto, en cuanto Zayn se dé la vuelta, te abandono en un convento!
               -Parece que alguien echaba de menos a papá-comentó Zayn con sorna, y Scott sonrió.
               -Vete a la puta mierda. Idos a la puta mierda los dos.
               Fui hasta mi habitación y me tumbé en la cama, enfurruñada. Zayn no tardó en aparecer por la puerta con Don Traidor en brazos.
               -Me ha dicho que quiere a mamá ahora-dijo, sentándose a mi lado y pasándomelo. Tumbó a Scott a mi lado, que agitó los pies en el aire, estiró las manos en mi dirección y empezó a abrirlas y cerrarlas, pidiéndome que le prestara todas las atenciones del mundo.
               -Es un caprichoso-protesté, pero lo recogí y le acaricié la carita, y le saqué la lengua y él se rió.
               -Yo lo voy a consentir muchísimo-se excusó Zayn-; no sé tú.
               -Madre mía, yo no puedo ser la de la mano dura, Zayn. Mira qué carita. ¿Cómo le voy a decir que no a esa carita?
               Lo sostuve en alto y le di un beso, y Scott se rió. Z le dio un toquecito en la nariz, y Scott volvió a reírse.
               -Sigo enfadada con vosotros, por cierto-informé-. En esta casa mando yo. Ya sé que ni siquiera es mía, pero aquí mando yo.
               -Mamá está de morros, Scott-se burló Zayn, y Scott nos miró alternativamente antes de soltar un estornudo cargado de satisfacción. Le limpié la nariz.
               -Me ha sentado mal lo que acaba de hacer. Estaba preocupada, Zayn. No sabía qué le pasaba. Y te prefiere a ti antes que a mí. Manda huevos, con todo lo que he hecho por él. Estuve pariéndote dos días, señorito-dije, sosteniendo a Scott en alto-. Estas cosas no se le hacen a la mujer que te ha dado la vida.
               Acerqué la cara de Scott a mi mejilla para que me diera un beso; el pequeño lo intentó. Zayn me besó la que le quedaba libre.
               -No me hagáis esto-les dije-. Los dos a la vez, no. No puedo con los dos. De uno en uno para la próxima.
               -Mamá quiere mimos, Scott-sonrió Zayn, y acerqué a Scott a mi pecho y lo abracé despacio. Él cerró los ojos y suspiró con satisfacción, aferrándose a mi pelo.
               Era increíble lo precioso que era, la facilidad que tenía para enviar lejos mis problemas en cuanto me reclamaba, me tocaba o me miraba. Además, sacaba de mí una faceta que yo no conocía, sacaba de Zayn una faceta que él tampoco había conocido hasta entonces: no podíamos alejarnos de él, le echábamos de menos aunque estuviéramos a una habitación de distancia.
               Zayn no era capaz de apartar la mirada de nosotros cuando yo jugaba con él, ni yo podía dejar de escuchar las cosas que le decía mientras estaban solos en el salón.
               -¿A qué hora te vas?-quise saber, mirando el reloj. No era que quisiera que se marchara pronto; más bien al contrario, me gustaba tener a Zayn sólo para mí, disfrutar de las noches los dos juntos, tirados en el sofá.
               -¿Eh?
               -La fiesta. Por el aniversario de la banda.
               Era 23 de julio. Scott cumplía 3 meses.
               One Direction, 7 años.
               -¿Qué te hace pensar que voy a ir?-espetó-. Hoy el pequeño cumple tres meses. Alguien se hace mayor, ¿verdad, Scott?
               Scott se giró al escuchar su nombre; iba relacionándolo poco a poco con una idea de “yo” que tardaría todavía en asimilar.
               -Entonces, ¿no vas a ir?
               -Hoy mi hijo cumple 3 meses, Sherezade. ¿Cuántas veces va a cumplir tres meses mi hijo en la vida, gatita? ¿No crees que prefiero estar con él?
               -Tengo mis dudas-contesté, acunando despacio a nuestro tesoro. Había cancelado un montón de eventos a los que tenía pensado asistir, eventos que ya eran de por sí escasos. Había sido previsor antes de que yo diera a luz y se había comprometido a lo menos posible, pero fue poner los ojos en Scott y saber que ya no le seguirían llamando la atención las noches de juerga y lujo como le habían gustado hasta entonces.
               Zayn había pasado de pasearse por medio mundo en traje a permanecer en casa, dándole mimos a nuestro bebé, con chándal y sudadera.
               Yo no acusaba el cambio. Es más, me entusiasmaba.
               -No lo sé, Sherezade, ¿el agua moja?
               Sonreí, le acaricié la mandíbula y dejé que se lo llevara al salón. Siguió jugando con él, Scott no paraba de reírse.
               Esa noche me tocaba a mí hacer la cena, de manera que Zayn podía pasar todo el tiempo del mundo cantándole a Scott. Hacía apenas un mes, había llegado de uno de mis exámenes y Zayn se había abalanzado sobre mí, me había arrastrado hasta el salón y me había dicho:
               -Mira lo que he descubierto, Sher.
               Scott se chupaba los pies cuando estaba distraído; nos habían dicho que era algo totalmente normal cuando se lo preguntamos al pediatra, y a los dos nos hacía gracia con qué facilidad se agarraba del tobillo y se mordisqueaba el pulgar. Eso estaba haciendo cuando yo llegué: levantó los brazos, dejó escapar un gritito de felicidad, y suspiró con alegría cuando lo cogí en brazos, le di un beso en la mejilla y le acaricié la cabeza.
               Volví a dejarlo en el sofá, donde estaba, y se cogió un pie. Zayn esperó con impaciencia a que se lo metiera en la boca y, cuando lo hizo, puso música.
               No una música cualquiera: su música.
               Scott clavó la mirada en el pequeño altavoz de bolsillo por el que se escupían los acordes, y se soltó el pie y abrió la boca cuando Zayn empezó a cantar.
               Los dos intercambiamos una mirada.
               -Creo que sabe que soy yo-dijo con orgullo, y yo le besé la frente, porque era demasiado precioso para el mundo.
               Desde entonces, Zayn le cantaba sus propias canciones, no las nanas que se había aprendido de escuchárselas a su madre, bien dedicadas a él, bien a sus hermanas menores. Y Scott disfrutaba escuchándolo con fascinación mientras yo prestaba toda la atención que me permitían mis tareas desde la habitación contigua, rezando en silencio por que Scott algún día tuviera la voz que tenía su padre.
               Por que les cantara a sus hijos como lo hacía Zayn, y porque cambiara los pronombres para conseguir que las canciones que iban sobre otras mujeres girasen en torno a él, como hacía Z con cada una de las palabras que había dedicado a otras personas y con que ahora obsequiaba a nuestro hijo.
               Me apoyé en el reposabrazos del sofá, los dos levantaron la mirada, y el mayor de ellos sonrió. Me acarició la cintura.
               -Es hora de cenar-anuncié, y Zayn me cedió el sitio, cogí a Scott en brazos y me desabotoné la blusa. Zayn siempre miraba con fascinación cómo le daba el pecho a nuestro hijo. De vez en cuando me tomaba el pelo, preguntando qué tenía que hacer para recibir aquellas atenciones por mi parte.
               -Estate dentro de mí nueve meses-respondía.
               -Dilo en ese tono otra vez, gatita, me gusta que lo consideres un reto cuando sería, más bien, un privilegio.
               -Y luego hazme sufrir durante 2 días, no me dejes dormir, ni comer, ni nada. Sólo gritar.
               -Más cosas que no son más que privilegios-espetaba, y los dos nos reíamos.
               Cuando Scott se dio por satisfecho, lo dejé en su cunita y cenamos en el salón. Me preguntó por mi día, yo, por el suyo y por su música. Estaba atascado con el álbum, nada le parecía bueno.
               -A mí me gustó la canción que me enseñaste el otro día.
               -Seguramente ésa sea la única que se quede.
               -Me dijiste que no era de las mejores.
               -Si a ti te gusta, se queda-sentenció, y yo asentí, chocamos nuestros vasos y terminamos de cenar riéndonos. Fuimos al salón, encendimos la televisión; vi las noticias con Scott en brazos, Zayn ignoró su programa favorito por jugar con él, arrancarle unas risas de bebé.
               Yo los miré.
               Intenté repetir las razones por las que no debería dar un paso más, seguir reteniéndome.
               Esa noche, se me acabó la última.
               Perrie.
               La llevaba tatuada en su brazo, debería detenerme eso. Le había hecho daño, mucho daño, incluso él lo admitía y lo reconocía… pero era parte de él, un pasado del que no podía deshacerse, pero sí podía aprender de él. Y me daba la sensación de que estaba dispuesto a poner en práctica lo aprendido conmigo, si yo le dejaba.
               Tenía la impresión de que haría lo que fuera por mí, que me quería más de lo que había querido a nadie.
               Y no le importaba no ser correspondido: con tenerme cerca bastaba.
               El problema era, ¿me bastaba a mí?
               ¿Yo no le correspondía?
               Mirándolos jugar, sintiéndome la chica más afortunada del mundo, más incluso que si fuera a Las Vegas y desplumara a todos los casinos sin gastar una sola moneda, mi respuesta cambió. Dejé de engañarme a mí misma, de cortarme las alas, de impedirme volar.
               Dejé de decir que no le correspondía.
               Y reconocí que sí.
               Sí, desde hacía tiempo.
               Sí, desde Escocia.
               Sí, desde que me defendió de su familia.
               Sí, desde que me acompañó a la ecografía.
               Sí, desde que se negó en redondo a dejarme marchar de noche.
               Sí, desde el día en que me había abierto la puerta.
               Sí… casi desde el día en que me dejó embarazada de Scott.
               Scott se quedó dormido, Zayn lo sostuvo entre sus brazos un momento. Levantó la vista.
               -¿Qué pasa, gatita?
               Negué con la cabeza.
               -No es nada.
               Pero sí que era. Le deseaba, le necesitaba, le quería. Y no soportaba pasar otra noche sola, pensando en él, desenado poder disfrutarle y tener que conformarme sólo con pensarlo.
               Acostamos a Scott, nos quedamos mirándolo dormir plácidamente en su cuna desde la puerta de la habitación. La luz que se colaba entre nuestros cuerpos, cada uno apoyado en un lado del marco de la puerta, enmarcaba a Scott en un halo casi divino. Si Miguel Ángel hubiera estado allí, con nosotros, habría llenado la cúpula más majestuosa del Vaticano con aquella imagen.
               Z me miró.
               Yo lo miré a él.
               Sus ojos bajaron un segundo a mis labios.
               Y los míos, a los suyos.
               Me acerqué a él, que simplemente me esperó con las manos en los bolsillos. Le acaricié el brazo, subí por su hombro, le pasé los dedos por debajo de la mandíbula y me detuve en su nuca.
               Me puse de puntillas y lo besé en los labios, con el mismo cuidado que puso él la primera vez que me besó a mí. Apenas fue un poco de presión, poco más que un roce, pero a mí me bastó para saber que estaba con el hombre de mi vida.
               Él llevaba sabiéndolo desde que me vio, pero yo había necesitado más tiempo, y era un verdadero santo por haber sido capaz de esperar sin presionarme.
               Me separé de él. Zayn sonrió, y yo también. Se inclinó un poco para volver a probarme, y yo le dejé hacer. Le eché las manos al cuello, mi lengua atravesó mi boca y se coló en la suya, acariciando con timidez su lengua, que hizo lo mismo. Llevó las manos a mi cintura, y nos besamos despacio pero profundamente, como el submarinista experto que consigue reunir el dinero para ir a la Gran Barrera de Coral, y lo hace, y disfruta del proceso.
               Volvimos a separarnos, me pasó el pulgar por los labios. Lo miré a los ojos.
               -Duerme conmigo, Z.
               Sonrió.
               -¿Esta noche?
               -Y las que están por venir.
               -Mil y una-replicó, y sonreí. Sabía que llevaba tiempo queriendo decirme eso, pero no lo había hecho para no ofenderme de lo tonto que podía llegar a ser. Dejamos arrimada la puerta de la habitación de Scott y fuimos a la mía, la más grande. Le quité la sudadera despacio, él me soltó el pelo de la coleta y me pasó las manos por él, asegurándose de liberar mi melena. Cerré los ojos, disfrutando del contacto de sus dedos por mi piel.
               Me desabotonó despacio la blusa mientras yo no paraba de besarlo. Me la quité y seguí dejando que me acariciara. Le quité la camiseta, me senté en la cama, se acercó a mí, se metió entre mis piernas y dejó que le acariciara la espalda, y le bajara los pantalones.
               Salió de ellos y empezó a tirar de los míos.
               -Zayn-susurré entre beso y beso-, hay algo que… deberías saber.
               Se detuvo en seco. Creo que en sus ojos pude ver cómo se preguntaba si tendría que ver con Scott.
               -Es sobre mí-expliqué-, yo… hay cosas que no están como las recuerdas. Todavía estoy trabajando en ello.
               -¿Qué?-inquirió.
               -Tengo marcas. Del embarazo. Y la tripa… ha estado mejor. Nada que no puedas manejar, seguro, pero… quería que lo supieras. Para que no te sorprenda. Por si te haces ilusiones.
               Se echó a reír. Dios, no podía quererlo más.
               -Seguro que las superas, Sher… con marcas y todo.
               Sonreí, le besé, dejé que tirara los pantalones y me acariciara las piernas. Me besó el ombligo.
               -Me gustas incluso más que la última vez.
               Terminó de desnudarme, yo hice lo propio con él. Se echó encima de mí.
               -¿Me pongo gomita, Sher?-coqueteó.
               -¿Para volver a romperla, Z?-respondí.
               Le mordí la oreja despacio, me separó las piernas, me acarició en el punto exacto donde lo había hecho hacía casi un año, y entró despacio en mí. Me miró a los ojos, yo le miré a él, y seguimos moviéndonos despacio, sin perder contacto visual, acariciándonos y besándonos y moviéndonos como sólo podíamos saber hacerlo cuando estábamos juntos.
               Se rompió antes que yo, pero no me defraudó, continuó embistiéndome lentamente, besándome el cuello, los pechos, acariciándome el costado.
               Me lo hizo despacio, porque yo ya no era la tía más buena del barco. Era la madre de su hijo.
               Se lo hice despacio, porque él ya no era la única estrella a la que podía merecer la pena tirarse. Era el padre de mi hijo.
               No sé cómo, terminamos dándonos la vuelta; él se situó debajo y continuó acariciándome, recorriendo con sus dedos mi anatomía mientras mis caderas hacían el resto. Me contempló desde abajo, fascinado en mi divinidad.
               -Sher.
               -Z-repliqué, dejando que me acariciara la espalda.
               -Mírame. Quiero ver cómo te brillan los ojos.
               Obedecí, bajé la mirada, me eché a reír, y me rompí gracias a ese pequeño empujón. Suspiré su nombre, luego, suspiré a secas. Lo besé, y me quedé allí un rato, borracha de él, llena de él, absolutamente perdida en él. Enamorada de él como no lo había estado de ningún otro.
               Zayn tampoco dejó que me separar de él. Acarició mi desnudez.
               -Cásate conmigo-me pidió. Sonreí.
               -No eres nada convencional, Zayn Malik.
               -Esa última palabra es lo único que cambiaría de ti. Tu hijo lleva mi apellido. Llévalo tú también. Conviérteme en el tío más afortunado de la puta historia. Termina de escribir la epopeya de mi vida con el mejor verso que nadie haya leído jamás. Déjame matar a la bestia, hacer caer al tirano. Quedarme con la chica.
               -La chica es tuya. Ahora y siempre-respondí, inclinándome y besándolo en los labios.
               -Eres mi chica, gatita. Sé mi mujer también-dijo, acariciándome los muslos, arrancándome suspiros con unas caricias que no le había dedicado a nadie más.
               -Acabo de convertirme en ella-susurré.
               -¿Eso es un sí?
               -Pues claro que es un sí, Zayn.
               Sonrió, me besó, me estrechó contra él, y yo me dejé hacer. No podía creerme lo que estaba sucediendo. Llevaba sin poder desde que descubrí que estaba embarazada. Me había convertido en madre, había cumplido el único deseo imposible que había atesorado en mi interior.
               Y ahora, quería ser mío, y que yo fuera suya, para siempre.
               Recordé una foto que me había enviado mi mejor amiga, cuya importancia residía en la leyenda. Todo se aplicaba a Zayn:
               “Cásate con alguien que te deje beberte su zumo, incluso después de que les dijeras que no estabas sedienta. Cásate con alguien que se ría de las mismas cosas que tú. Cásate con alguien que te bese la nariz en los días fríos, con quien puedas ver películas de Disney todo el día. Cásate con alguien que se enorgullezca de que ganes 5 libras al día, o 5 mil. Cásate con alguien a quien puedas contárselo todo, que no tema o se avergüence de darte la mano en público. Cásate con alguien que te permita decorar la tarta que llevan haciendo toda la tarde, con quien puedas pasarte una tarde en Ikea sin estresarte. Cásate con alguien que te envuelva con su abrigo en invierno. Cásate con alguien que te haga sentir mariposas en el estómago cada vez que escuchas su llave en la puerta. Cásate con quien te acepte todos los días durante todo el día, incluso sin que te sientas en tu mejor momento. Cásate con alguien que te eche tres azucarillos en el té, a pesar de que tú les digas que sólo quieres dos”.
               Sus dedos recorrían mi espalda como lo haría un barco en el curso de un río, dejándose arrastrar por la corriente. Se me hacía increíblemente natural tenerlo tan cerca, era como si hubiéramos nacido para estar muy juntos.
               -Mañana no me esperes levantada. Voy a ir a la mejor joyería del mundo y te compraré el anillo más precioso que tengan.
               -No me hace falta-aseguré, apoyando la cabeza en su pecho y cerrando los ojos un momento, disfrutando de la sensación de su cuerpo contra el mío y de su corazón martilleando en su pecho, justo debajo de mi costado.
               -No te mereces menos.
               -Pero tengo más. Está dormido en su habitación. Está debajo de mí.
               Volvimos a besarnos, y a hacernos el amor, tan despacio como queríamos los dos a Scott. Disfruté viéndole disfrutar, disfruté haciéndole disfrutar. Me pasó un dedo por la mandíbula cuando acabamos, tumbados el uno mirando al otro.
               -¿En qué piensas, mi amor?
               Puede que  me encantara mi nombre de sus labios, que hiciera sonar mi apodo como nadie, que me estremeciera cada vez que me llamaba “gatita”… pero todo aquello no era nada comparado con cómo sonaba dedicándome aquellas palabras.
               -En que espero que Scott se parezca a ti-confesé.
               -¿Lo dices por mi talento por dejar embarazadas a desconocidas?-inquirió, besándome el pelo. Me eché a reír.
               -Sigues siendo el chico más guapo de ese barco. El único en que podría fijarme.
               -Qué suerte tengo.
               -La suerte es mía.
               -La suerte, jóvenes, favorece a los audaces.
               Nos miramos en silencio, memorizando el cuerpo del otro.
               -Zayn.
               -Mm.
               -No me dejes ir-le pedí.
               -Nunca, gatita.
               -Si he tenido hijos contigo, es por algo. Es el destino. Tengo que ser tuya. Yo quiero ser tuya.
               -Yo ya lo soy desde la primera vez que te vi en aquel barco.
               Me acerqué a él, le besé los labios.
               -Me apetecía tantísimo volver a probarte…
               -Hemos tardado por tu culpa, Sher.
               Me incorporé un poco.
               -¿Qué pasa, nena? ¿Sigues sin querer que te llame así? Porque te he follado y te he hecho el amor; te he acogido en mi casa sin esperar nada a cambio, quizás conseguir que cayeras en mis redes como finalmente has hecho… he estado contigo en el hospital mientras dabas a luz y he cuidado de tu hijo, nuestro hijo, cuando tú no podías hacerlo.
               -Nunca dejes de llamarme Sher.
               -Vale, nena-sonrió.
               -Y tampoco nena.
               -Algo habrá que te moleste que te llame-fingí pensar un poco, luego negué con la cabeza. Se echó a reír, sonrió, me besó, le besé, nos besamos, probamos el sabor del cariño recién descubierto y cocinado a fuego lento durante casi un año que por fin podíamos saborear en nuestras lenguas.
               -Vamos a ver al pequeño.
               Nos levantamos; Zayn se puso unos pantalones, y yo, la camiseta que le había quitado. Fuimos a ver a Scott, que dormía plácidamente, ajeno al pequeño génesis que acababa de suceder en la habitación de al lado.
               -¿Crees que algún día sabrá que es un milagro andante?-pregunté. Z me acarició la cintura.
               -Quizá lo asimile cuando tenga hijos-meditó-. Lo que cuenta es lo que le diremos cada día.
               -¿Que será…?
               -Que es el bebé más querido y deseado del mundo.
               Apoyé la cabeza en su hombro, seguí mirando a Scott.
               -Te quiero, Z-susurré, y fue un alivio poder sacármelo de dentro por fin. No sabes que estás cargando peso hasta que se hace insoportable a tu espalda… o te lo quitas de encima.
               -Yo también te quiero, Sher.
               Volvimos a la cama, volvimos a acostarnos, volvimos a decirnos que nos queríamos, volvimos a hacernos el amor, nos juramos amor eterno, y nos dormimos con su mano en mi cintura y mi cabeza en su cuello.
               Así dormiríamos a partir de entonces, con un hijo, con dos, tres, y hasta cuatro.
               Siempre.

46 comentarios:

  1. SI CHILLO MÁS SE ME PARTEN LAS CUERDAS VOCALES. ME HAGO EN MI PUTA VIDA.

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    1. ESTE CAPÍTULO ES TOPE SALSEANTE y para nada la primera nota que tengo de toda la historia de cómo se conocieron los padres de Scott es el momento en el que Sherezade invita a Zayn a volver a acostarse con ella, qué va.

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  2. SENCILLAMENTE MARAVILLOSO!!!! Y ESE FINAL HA SIDO TAN PRECIOSO QUE SE ME HAN SALTADO LAS LÁGRIMAS Y TODOOOOO

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    1. Muchas gracias mi amor ♥ me alegro de que te haya gustado ♥

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  3. POR DIOS SANTO LAYLA ES LA CRIATURA MÁS HERMOSA DE ESTE PLANETA

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  4. "Así dormiríamos a partir de entonces, con un hijo, con dos, tres, y hasta cuatro.Siempre." BUAH CHAVAL. ME HA EXPLOTADO LA AORTA.

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    1. A mí me estallaron ambos pulmones mientras lo escribía, a mi amiga casi le da un puto chungo y me mata mientras esperábamos en la cola del cine cuando le enseñé la nota en que apunté eso

      Alguien debería detenerme, soy una terrorista literaria

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  5. Porque ya he encontrado a mi propio Scott, que si no viviría deprimida por estar soltera y no poder tener al lado a un hombre que sea como él.

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    1. Casate conmigo tía. Me da igual que tengamos 17 años,que aún sigas durmiendo con pijamas de Hello Kitty y que yo me siga emocionando como un niño cuando veo Dragon Ball. Casate conmigo.

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    2. POR DIOS CAROLA, ESO HA SIDO PRECIOSO, OS SHIPPEO DURAMENTE aunque no debería porque todas las parejas que he shippeado hasta la fecha han terminado rompiendo, así que creo que mejor NO os shippeo para shippearos ♥

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    3. Por cierto Guillermo, te echaba de menos, me preguntaba si ya no me leías o algo, es bueno saber que sigues por aquí :3

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  6. SI YA ME HE DADO UN NIÑO INFARTO CON EL PRIMER ENCUENTRO A LAYLA Y SCOTT, LUEGO NO SALGO VIVA DESPUÉS DE LEER EL DE SCOMMY

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    1. POR FAVOR LAYLA ES TAN HERMOSA HEMOS DE PROTEGERLA.
      Ahora me preocupa que lo de Scommy no esté a la altura de Scayla :(

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  7. Cada dia de mi vida me preguntó que como hacen en el mercado libros como After o de los Gemeliers y maravillas como estas están en un blog.
    Erika, naciste para escribir. En serio.

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    1. Mira Gabriela, te como, con las cosas que me decís me entran ganas de intentar que me lo publiquen sólo para mandaros un ejemplar firmado a casa diciendo lo mucho que significan para mí vuestros comentarios de apoyo ♥

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  8. "-¿Poesía? No le insultes: el chiquillo es literatura pura. No hay poemas que le hagan justicia, ni juntando una obra de teatro con un poema y una novela conseguirías algo tan bonito como él, Sher." SCOTT YA ESTABA DESTINADO A DECIRLE ESAS COSAS A ELEANOR DESDE EL DIA EN QUE NACIO.

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    1. Lo lleva de sangre, estoy TAN ofendida con los Malik, son los mejores de esta novela, se suponía que yo era team tomlinson

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  9. SCOTT YA ERA UN PEQUEÑO CABRONCETE DESDE PEQUEÑO. MIRA QUE TRAICIONAR A SHER

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  10. "Esa última palabra es lo único que cambiaría de ti. Tu hijo lleva mi apellido. Llévalo tú también. Conviérteme en el tío más afortunado de la puta historia. Termina de escribir la epopeya de mi vida con el mejor verso que nadie haya leído jamás. Déjame matar a la bestia, hacer caer al tirano. Quedarme con la chica." DIOS MIO ME DUELE EL ALMA

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    1. Lo gracioso del tema es que sólo soy capaz de escribir estas cosas; no puedo decirlas en voz alta




      te imaginas que tengo un accidente de coche y me quedo tetrapléjica :(

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  11. "-Muchos. Tus ojos son clásica: no hay nadie que no los valore. Tu boca es rap; sabes cómo hacer que los demás nos callemos con cualquier corte. Tus caderas son samba, porque nadie puede apartarse cuando se mueven. Y tu cuerpo es R&B." Joder macho y a mi lo mas "bonito" que me han dicho ha sido *Recoje el papel que te envuelve bombón*
    Puta depresión.

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    1. Te has dejado la parte de "R&B porque me encantaría trabajármelo" pero te lo perdono porque siempre comentas y ya estamos entre amigas.
      ¿No te han preguntado si te dolió cuando te caíste del cielo?

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  12. Madre mía, no voy a sobrevivir al primer encuentro de Scommy. Por otra parte le estoy rezando a Odin para que lo subas pronto porque me duele la vida.
    Pd: Soy bipolar.

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    1. Voy a leer en WATTPAD (sí sí en WATTPAD, reza por mí) una fic de Zayn porque soy así de congruente con mi vida, hace un año no soportaba que hablaran de él y silenciaba a todas las cuentas de Zayn que tenía en la tl y ahora estoy que no existo con él por culpa de su hijo.
      Ya llevo 6 páginas escritas del siguiente capítulo, a ver cuándo puedo subirlo ☺

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  13. "Es más, Louis se metió con él por subirla en blanco y negro (“¿Quién te crees que eres? ¿Nuestro querido Harry?”) mientras Eri recogía a Scott con infinito cuidado." ME HE DESCOJONADO. EL BULLYING A HARRY ES REAL SOS.

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  14. "¿Crees que algún día sabrá que es un milagro andante?-pregunté. Z me acarició la cintura." ME HE ECHADO A LLORAR CON ESTA FRASE PORQUE A PARTE DE QUE YA EN SI EL PERSONAJE DE SCOTT SEA UN MILAGRO POR EL SIMPLE HECHO DE QUE ES EL MEJOR QUE HE VISTO EN UN MUCHO TIEMPO, ES UN MILAGRO DENTRO DE LA NOVELA.
    GRACIAS A ÉL SHER Y ZAYN VOLVIERON A ENCONTRARSE.
    GRACIAS A ÉL TOMMY NO LLEGO A HACER NINGUNA LOCURA QUE LO LLEVASE A LA MUERTE POR CULPA DE LA ZORRA DE MEGAN.
    GRACIAS A ÉL ELEANOR NO FUE VIOLADA.
    GRACIAS AL HECHO DE QUE SUS PADRES ESTABAN JUNTOS (GRACIAS A ÉL) SHER PUDO ENTERARSE DE LOS MORATONES DE LAYLA.
    GRACIAS A ÉL SABRAE FUE ADOPTADA.
    GRACIAS A ÉL TOMMY NUNCA SUFRIÓ EL HECHO DE VIVIR DURANTE 7 MESES ESTANDO INCOMPLETO.
    GRACIAS A ÉL ESTÁ NOVELA ES TAN PRECIOSA.

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    1. MADRE MÍA TIENES RAZÓN tenía pensado que Scott salvara a Eleanor de la violación ya desde el principio y sí que me había fijado en un par de cosas con respecto a Tommy pero NUNCA habría pensado lo importante que sería Scott en esta novela, básicamente es él el que hace que toda la trama avance.
      Y yo que pensaba hacer de él un secundario importante, pero un secundario al fin y al cabo, cuando es un protagonista en toda regla, manda huevos conmigo.
      TE ADORO POR TU COMENTARIO COQUITO❤

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  15. POR FAVOR ME MUERO DE AMOR CON LAYLA INTENTANDO METER A SCOTT EN LA BOLSA.

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    1. Layla adorando a Scott y Tommy desde 2017, el año en que ellos nacieron.

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  16. "Se tumbaba en el sofá con Scott encima, acariciándole la espalda y besándole la cabeza y susurrándole un montón de cosas que yo no hubiera concebido posibles de tan hermosas que eran; jugaba con él, lo sacudía para que él se riera, le hacía cosquillas, le soplaba la tripa, o le mordía en broma los mofletes, y Scott se reía y se reía y se reía." Me duele el hígado cosa mala

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    1. Me he puesto triste porque es imposible imaginarse una escena que haga justicia a lo que está viviendo Sherezade viendo a Z y S juntos

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  17. "-Eri tiene un retraso.
    Zayn se había girado con el ceño fruncido en su dirección.
    -¡Tío!-tronó-. ¡Un respeto, que es tu mujer! ¡Tú tienes ocho al lado de ella, mejor te vas callando!" ME ESTOY DESCOJONANDO SOCORRO

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    1. Olvidémonos de Sher gritándole a Zayn por ponerle el nombre al crío a sus espaldas.
      Olvidémonos de Zayn y Sher acostándose de nuevo.
      Olvidémonos de Sher dándose cuenta de que está enamorada de Zayn.
      LA PARTE EN LA QUE ZAYN SE METE CON LOUIS PORQUE PIENSA QUE HA LLAMADO A ERI RETRASADA ES LA MEJOR. PUNTO.

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  18. DIOS MIO ME HE IMAGINADO A UNA MINI LAYLA SOSTENIENDO A SCOTT DE BEBÉ Y CASI ME EXPLOTA EL CORAZÓN

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    1. Son tan hermosos por favor hemos de proteger a Scayla :(

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  19. MI CORAZÓN NO VA A PODER SOPORTAR A SCOMMY. QUE VA. PARA NADA.

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    1. VA A SER MEMORABLE o eso espero, sinceramente, si escribo una mierda que no os guste termino cerrando el blog

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  20. Espero que en el siguiente expliques ya el porqué de la adopción de Sabrae.
    Sorry si ya lo has dado a entender y yo soy tan lenta que no lo he pillado :/

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    1. Lo voy a explicar, tranquila ☺ de todas formas, cuando volvamos al "futuro", Diana se va a quedar pillada por lo mismo y le va a preguntar a Scott por qué se adoptó a Sabrae, y Scott le va a dar una contestación muy épica.
      No eres lenta jo, no seas tan dura contigo misma ♥ es que hay muchísimas cosas de las que quiero hablar y no voy tan rápido como querría

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  21. En el algun momento de la novela vas a hablar sobre la primera vez que Scott vio a Eleanor?

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    1. La verdad es que no tenía pensado porque dudo que Scott se acuerde (tenía 2 años y casi un mes cuando nació Eleanor), pero quizá escriba algo, si a vosotras os apetece que lo haga ☺

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  22. Recordé una foto que me había enviado mi mejor amiga, cuya importancia residía en la leyenda. Todo se aplicaba a Zayn:
    “Cásate con alguien que te deje beberte su zumo, incluso después de que les dijeras que no estabas sedienta. Cásate con alguien que se ría de las mismas cosas que tú. Cásate con alguien que te bese la nariz en los días fríos, con quien puedas ver películas de Disney todo el día. Cásate con alguien que se enorgullezca de que ganes 5 libras al día, o 5 mil. Cásate con alguien a quien puedas contárselo todo, que no tema o se avergüence de darte la mano en público. Cásate con alguien que te permita decorar la tarta que llevan haciendo toda la tarde, con quien puedas pasarte una tarde en Ikea sin estresarte. Cásate con alguien que te envuelva con su abrigo en invierno. Cásate con alguien que te haga sentir mariposas en el estómago cada vez que escuchas su llave en la puerta. Cásate con quien te acepte todos los días durante todo el día, incluso sin que te sientas en tu mejor momento. Cásate con alguien que te eche tres azucarillos en el té, a pesar de que tú les digas que sólo quieres dos”.


    Voy a morir sola, sola, sola.

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    1. Tengo que decir antes que nada que lo de la foto es verdad, esa parte del capítulo no es mía (aunque la encontré yo sola, pero necesitaba ponerla).

      De todas formas, podemos hacernos compañía la una a la otra ☺

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