sábado, 6 de agosto de 2016

Orquídeas y Grammys

La escuché levantarse de madrugada, pero ya estaba acostumbrado a sus peripecias nocturnas, de manera que no me levanté a ver qué era lo que le pasaba, si necesitaba que le echara una mano. Si quería ayuda, me la pediría, incluso sin darse cuenta de ello.
               Sólo me incorporé un poco, sin encender la luz. Esperé a que entrara en el baño. No lo hizo; pasó de largo y continuó con paso sutil, intentando no despertarme, en dirección a la cocina.
               Sonreí.
               El bebé iba a nacer fuerte por narices; debía hacerlo, a cambio de toda la comida que le reclamaba a su madre, gracias a los paseos en vigilia de ésta.
               Sherezade abrió la nevera y empezó a revolver despacio, buscando algo que probablemente no estuviera allí. Me giré y miré el reloj digital; las 3 y media de la madrugada.
               Pasaron 3 minutos, el tiempo que le daba de margen para ser independiente. Me puse los pantalones y fui a su encuentro. Me apoyé en la puerta y pregunté:
               -¿Qué es?
               Dio un brinco, miró el reloj del horno y suspiró. No le gustaba despertarme, pero no le quedaba más remedio que aguantarse. Sería una ninja, vale, pero yo tenía un detector de ninjas en la cabeza.
               -Atún. A la plancha. Con un poco de zanahoria y perejil.
               -No tenemos atún.
               -Lo sé, estaba… comprobando si habría algo con qué cambiarlo.
               -¿Y lo hay?
               Negó con la cabeza, yo asentí, descrucé los brazos y fui a mi habitación. Cogí una camiseta, la cartera, las llaves, y le dije que volvía enseguida. Bajé al súper de la esquina, aquel que estaba abierto 24 horas, cogí una bandeja de atún en rodajas y volví a casa en el más absoluto silencio. Llovía a cántaros, con lo que me empapé, pero me daba igual: sólo era agua, no era ácido ni nada por el estilo, no podría hacerme daño.
               Sher ya había picado un poco de zanahoria y la freía con la mirada ausente. Sus movimientos eran automáticos.
               Eché los filetes en la plancha y esperé a que empezaran a hacerse. Hizo ademán de coger el tenedor de madera con el que estaba preparándolos, pero negué con la cabeza. Se sentó encima de la mesa, con los pies cada uno en una silla, y se acarició el vientre, y me miró mientras los iba cocinando poco a poco.
               -Zayn-me reclamó, y yo no me giré cuando respondí con su nombre en todo su esplendor-. Si yo no estuviera embarazada, ¿me concederías tantos caprichos?
               ¿Me está preguntando lo que creo que me está preguntando?
               -Si no estuvieras embarazada, no serías tan caprichosa-repliqué, aunque dudaba que llamar “caprichos” a sus antojos fuera justo de alguna manera. No me parecía sensato ni para mí ni para ella.
               -Zayn-pidió, suspirando.
               -No, no te los concedería, no tendría por qué-repliqué, sonriendo, como si por ella, por ella solamente, no estuviera dispuesto a cruzar el infierno, a atravesar un desfiladero de lava descalzo, a dejar que me pisoteara una manda de elefantes.
               Llevaba sabiendo que estaba enamorado de ella bastante tiempo, casi desde el día en que me comí la cabeza pensando que no iba a volver, pero la constatación de ese sentimiento a veces me golpeaba como una maza a un yunque.
               -Qué mentiroso eres-replicó, riéndose, con una risa cristalina como un manantial de montaña-. Quieres tenerme contenta. Te gusta-acusó, y me obligó a volverme.

               -Yo soy un mentiroso, y tú una caprichosa; esperemos que el crío no se parezca a nosotros, o no le irá muy bien en la vida.
               Me acerqué a ella, me metí entre sus piernas… y se mordió los labios mirando los míos. Sabía que no íbamos a llegar a nada, pero me gustaba asegurarme, de vez en cuando, de que todavía despertaba cosas en ella, que sensaciones y anhelos que a veces parecían dormidos no lo estaban tanto. En definitiva: me gustaba saber que me deseaba, incluso cuando era de noche y estaba cansada, sobre todo cuando era de noche y estaba cansada, porque no podía mantener esos instintos a raya por más tiempo.
               -A nosotros no nos ha ido tan mal.
               -Porque nos hemos encontrado.
               Se incorporó un poco, sonrió, y me acarició el pelo, la nuca, el cuello. Quería deshacerme entre sus manos, ser una llama y ella un trozo de madera, perderme en sus dedos, envalentonarme por el contacto de nuestra piel.
               Algo en su mirada cambió, y si fuera el Zayn de hacía un año, al que le importaban una mierda las promesas a otras personas, los anillos en dedos como símbolo de un futuro que quería a intervalos más o menos regulares, me habría lanzado hacia ella, la habría devorado, me la habría follado allí mismo, porque era una criatura egoísta y me encantaba el placer del momento, no pensar en las consecuencias, en el dolor que pudiera causar más tarde.
               Pero ya no lo era.
               Sher me estaba cambiando por dentro, me hacía mejor. Y me hacía saber que aquello que veía en sus ojos, aunque nacía en ella, no era del todo la voluntad de mi chica. Durante el embarazo, las hormonas están revolucionadas, y el equilibrio químico del cuerpo desaparece. La libido de las mujeres sube y baja, pueden estar subiéndose por las paredes por las ganas tremendas de sexo que tienen, y al minuto siguiente querer que acabes rapidito con ellas porque ya no te soportan en su interior.
               Sherezade se estaba subiendo por la pared ahora mismo, pero yo no iba a permitir que me arrastrara a aquel juego.
               No por ella.
               También por mí.
               -Se me va a quemar tu antojo-coqueteé, apartándome un poco de ella.
               -Ahora tengo otros apetitos-replicó, acariciándome la cintura con el pie, y sonriendo.
               -Estás cansada-repliqué, cogiéndole la pierna y dejándosela de nuevo en su posición original. Como diga esa palabra de cuatro letras, vamos apañados.
               -No lo estoy. Sé lo que quiero, sé por qué lo quiero-me pasó el dedo por la mandíbula, fue hasta mis labios, siguió su línea-. Eres tan guapo…
               -Menudas hormonas tenemos hoy, ¿eh, gatita? Venga, voy a terminar de hacerte la cena; pensarás mejor con el estómago lleno.
               -Que ahora mismo te desee no tiene nada que ver con mis hormonas-protestó
               -Un poco sí. Además-añadí, encogiéndome de hombros-, no significa nada. Dijiste que no me conocías, ¿o no? Que sabes que algunas cosas que todavía no han pasado terminarán haciéndolo-hay que ver lo rencoroso que puedo llegar a ser con ella, antes de conocerla no era así ni de lejos-. Que debes tener cuidado. Pues ahora vamos a tenerlo los dos.
               Lleva el fruto de tu semilla en su vientre, Zayn, protestó una voz en mi cabeza, aquella que me aplaudía silenciosamente y me felicitaba en la bruma de mi conciencia cuando invitaba a una chica cuyo nombre había olvidado a la habitación del hotel de turno.
               Sí, ya, pero yo no soy un puto capricho. Soy una persona, tengo sentimientos. No estoy disponible para cuando ella quiera.
               Me enorgullecí de no dejarme arrastrar tan bajo, de tener, en resumen, amor propio.
               -Convierte tu vida en Cincuenta sombras de Grey-susurró ella con tono oscuro, sugerente, seductor, pero me dio la impresión de que me estaba poniendo a prueba… y no sabía si me gustaba aquel examen.
               -Antes te dije que me interesaba tenerte consentida económicamente, a cambio de que tú me consintieras sexualmente. Eso fue antes. He cambiado de opinión.
               -Tú, puede-concedió, sonriendo-. Tu cuerpo, no.
               -Yo estoy en mi cuerpo, no soy mi cuerpo.
               Se volvió a incorporar, acercándose a mí, volviendo a mi nuca.
               -Sherezade-advertí.
               -Sólo… siento habértelo pedido. Me alegro de que no me dejes ganar siempre.
               -Ajá, así que, ¿esto era una prueba?-sacudió la cabeza.
               -De verdad que me apetece acostarme contigo. Pero no va a ser todo como yo diga, ¿no?
               -Depende de cómo lo digas-le guiñé un ojo, me volví a salvar su plato, y la contemplé comer a la luz del fluorescente de la cocina. Joder, era preciosa hasta decir basta incluso con el pelo revuelto, los ojos hinchados de dormir, y unas ojeras más o menos pronunciadas debajo de los ojos. Me dio a probar del plato, y la verdad es que estaba bueno. Quería fregarlo, pero yo le dije que se tranquilizara un poco, que al día siguiente teníamos clase y no era plan de quedarnos despiertos toda la noche… y me obedeció por segunda vez aquella noche, me dio un beso en la mejilla, volvió a pedirme perdón por obligarme a ponerme firme, y se marchó en dirección a la habitación.
               Me metí en la cama y me quedé mirando el techo, decidiendo si era gilipollas por haber perdido la oportunidad de volver a follar con ella, o estaba orgulloso de mí por no involucrarme todavía más, perderme en su cuerpo y arriesgarme a ser incapaz de volver a sentirme a gusto cuando no lo tenía cerca.
               El fin de semana siguiente, fuimos a su casa, después de que me preguntara con timidez si me gustaría conocer a su familia, mirando nuestros pies según íbamos por Edimburgo a primera hora de la mañana; había que aprovechar el día. Yo le dije que me encantaría y ella sonrió y brilló con luz propia.
               No le pareció tan buena idea una vez llegó el sábado. Volvió a levantarse antes de que sonara el despertador y se metió en mi habitación.
               Me la quedé mirando.
               -Estoy nerviosa-dijo solamente, como si no se notara. Se llevó una mano al vientre, fijo que todavía no le había dicho a nadie de su casa el estado en que se encontraba.
               No cerró la boca en todo el trayecto hacia la casa donde se crió, deteniendo el monólogo sobre su familia sólo para darme indicaciones para llegar hasta Burnham. Por lo demás, no hubo muchos cambios en la mañana con respecto a la de la semana anterior, con la excepción de que para ir a mi casa se había puesto un poco de maquillaje, haciendo que yo me preguntara si no habría ido al cielo o algo en el período en que ella estuvo en el baño terminando de arreglarse, porque aquellos  ojos de gata y aquellos labios de color ligeramente aframbuesado no podían ser normales.
               En cambio, iba a su hogar con la cara lavada, y parecía todavía más niña de lo que ya era. En realidad los dos éramos unos críos que intentaban averiguar cómo iban a convertirse en los mejores padres posibles, pero fingíamos ser adultos por el bien de nuestra relación y lo que estábamos esperando.
               -¿Sabes… dónde está Burnham on Sea?-me preguntó cuando cogimos la autopista en dirección a Gales. Negué con la cabeza-. Mira qué bien, vas a hacer turismo, para que luego digas que no aprendes nada conmigo.
               -Yo nunca he dicho que no aprenda nada contigo-protesté, porque no era gilipollas. Aprendíamos un montón el uno del otro, no sólo de nuestras respectivas carreras, sino de las cosas que a los dos nos interesaban. Desde el momento en que le dejé ver mis primeras canciones, ella se había interesado muchísimo por mi trabajo y el proceso que se desarrollaba desde que unas palabras aparecían en mi mente hasta que finalmente las coreaba un estadio.
               A cambio, ella me hablaba fundamentalmente de los efectos que tenía la existencia de la raza humana sobre el planeta.
               Spoiler: no eran muy buenos, precisamente. Por mucho que nos esforzáramos en conservar, destruíamos bastante más de lo que construíamos.
               Empezó a contarme cómo había afrontado eso de la pubertad en una casa en la que ella era la única chica.
               -Tuve que empezar a afeitarme las piernas con las maquinillas de afeitar de mis hermanos-nos reímos.
               -Así que de ahí te viene esa obsesión por coger la mía.
               -Las nuestras son más caras, y me hacía el mismo efecto. Me pasaba jabón y punto. Eso sí, no fue hasta que un día Abdel me cazó pasándomela cuando empecé a afeitármelas bien. Contra el crecimiento del pelo.
               -¡Evidentemente!
               -¡A ti te han enseñado a afeitarte, yo partía de cero, era lo lógico para mí!
               Volvimos a carcajearnos.
               -No me imagino llevando a tu primer novio a casa.
               -Imagíname perdiendo la virginidad en una casa donde yo era la princesita a la que todo el mundo tenía que proteger-replicó, se apartó el pelo de la cara-. Pero lo conseguí. Era misión imposible, pero parece ser que yo era Tom Cruise, o alguien por el estilo-se desperezó.
               -Me alegro de que hubieras superado esa tarea.
               -Yo también-sonrió, mirándome, y volvió la vista a la carretera, igual que yo-. Ah, por cierto, para papá soy literalmente una princesita, así que… no te lo tomes muy a pecho si intenta arrancarte los ojos nada más verte.
               -Stevie Wonder era ciego y aun así su música era buena.
               -Y nada de decirle que estábamos drogados cuando follamos. Ni que follamos en un barco.
               -¿Qué tiene de malo follar en un barco?
               -Son lugares pérfidos-contestó, señalando una salida-. Y ni se te ocurra contarle que follamos a la hora de conocernos, ¿está claro?
               -No nos conocemos, Sher-me burlé, ella alzó las cejas.
               -Bien, Z, entonces ni una palabra de que nos conocimos después de follar, ¿está claro?
               -Sí, mi general.
               Tomé el desvío y continué por una autopista que no parecía muy convencida de la dirección que llevaba. Llevábamos varias horas de viaje, en múltiples ocasiones nos habían anunciado la dirección hacia Gales, como si el sueño de todo inglés fuera escapar al país de la bandera del dragón. De hecho, si hubiéramos seguido recto, habríamos atravesado un inmenso puente que se burlaba de la rotura que había hecho el mar en la isla, juntando dos puntos del país que, de otra manera, estarían a varias horas de distancia, en lugar de minutos.
               La miré, estudiando la carátula de mi disco. Le gustaba tanto que yo estaba hasta los cojones de escucharme a mí mismo, pero a ella no le importaba. Cada vez que se detenía, volvía a ponerlo a reproducir. Puede que lo hiciera para cabrearme, pero no se lo iba a poner tan fácil.
               -¿Por qué alternaste mayúsculas y minúsculas en los títulos de las canciones?
               -Porque queda muy artístico-respondí, apoyando el codo en la puerta un momento y acariciando el volante mientras vigilaba nuestro alrededor.
               -Queda raro. Parece un disco cani.
               -Gracias por tu apoyo, nena.
               -Es la verdad; ya sabes que yo te digo la verdad.
               -Vale, pues, ¿cómo te apellidas?-puso los ojos en blanco, porque habíamos decidido jugar a un siniestro juego en el que yo intentaba adivinar su apellido y, si lo acertaba, me dejaba buscarla y agregarla a Facebook. No había habido todavía ningún avance-. Es para saber cómo llamar a tu padre.
               -Mi padre se llama Nasser.
               -No voy a llamar a tu padre Nasser sin conocerlo.
               -Tu madre me ha hecho llamarla “Señora Malik”-replicó, sonriendo y haciendo el gesto de las comillas con los dedos.
               -La cabrean las mujeres más guapas que ella.
               -Joder, la pobre debe de pasarse la vida amargada-espetó, hiriente.
               -Sherezade-gruñí yo, y ella se echó a reír y me dio un beso en la mejilla-. Sherezade, estoy conduciendo.
               -¿Y? Será que no te han hecho cosas peores mientras conduces.
               -Soy un buen ciudadano.
               -¿Nada peor?
               -Valoro mi vida.
               Chasqueó la lengua.
               -¿Me vas a decir ahora que se la has chupado a algún novio tuyo mientras conducía?
               -Sí-admitió, yo la miré.
               -¿Quieres salir conmigo?
               -Eres un gilipollas-replicó, echándose a reír y arrebujándose en la chaqueta-. Assad.
               -¿Qué?
               -Me apellido Assad.
               -Sherezade Assad… suena bien. No tanto como Sherezade Malik, por ejemplo-la pinché.
               -Sí, “por ejemplo”-respondió.
               -Fue el primer apellido que se me vino a la cabeza.
               -No es mi apellido en Facebook. Tendrás que esforzarte más.
               -¿Cuál tienes?
               -Es secreto. Averígualo, cariño-me acarició la rodilla, y yo bufé.
               -Así que tenemos… a tu padre, Nasser, alias, el señor Assad. Tus hermanos: el mayor, Abdel, con el que tendré que irme con más cuidado…
               -Él es el que más sabe que soy una perra mala-respondió-. La perra más mala que ha conocido-sonrió, desperezándose como una gata-. Es el único que sabe que estoy embarazada. Pero tiene curiosidad por conocerte.
               -Y luego los gemelos, Ihsan y Khaliq.
               -El verdadero peligro de mi casa. ¿Y la mujer de mi padre? ¿Cómo se llama?
               -Rebekah-respondí-. Con K y H-añadí, y ella asintió, complacida de que le hubiera prestado atención mientras me soltaba su perorata sobre su árbol familiar. Su padre la había criado junto con sus tres hermanos mayores, le habían inculcado unos valores ligeramente machistas que ella se había sacudido de encima cuando empezó a utilizar internet, especialmente en el instituto, y a sacar libros de la biblioteca para informarse sobre feminismo. Ahora, la que sentaba cátedra en casa cuando abría la boca era ella, y no su familia.
               Su padre había conocido a su madrastra cuando ella tenía 15 años, y Sher se lo había olido desde el principio, porque empezó a salir los fines de semana y a preocuparse por las zonas por las que salía, los itinerarios exactos, sin centrarse en si se metía en zonas peligrosas o no. Finalmente, le presentó a su novia cuando tenía 16 años, le pidió permiso, literalmente, para meterla en casa, y Sherezade le dijo algo así como:
               -¿Quién ha pagado esta casa? ¿Tú o yo? Basta ya de tanta viudedad, el luto me carcomía por dentro.
               Se casaron justo cuando Sherezade se marchaba a la universidad, para asegurarse de que había siempre una mujer en casa que controlara a los “búfalos cavernarios” que eran sus hermanos.
               -Ya será para menos, mujer.
               -No sabéis lo brutos y lo primitivos que podéis llegar a ser los tíos cuando os juntáis. Imagínate lo que pasa cuando crecéis juntos.
               -Me pregunto cómo has podido salir tú tan sofisticada, secuestrando cobayas para recuperar faldas de Armani.
               -El pez grande se come al chico en mi barrio, cariño. Y yo decidí mucho tiempo que me convertiría en una puta ballena.
               -Lo has llevado hasta el extremo, ¿eh?-respondí, señalando su tripa, y ella sonrió, se la acarició con cariño y se reclinó en el asiento.
               -Zayn.
               -Sherezade.
               -¿Vamos a darle cerdo a la niña?
               La miré.
               -¿No quieres dárselo?
               -Lo que no quiero es prohibirle tomarlo. Yo no lo tomo por decisión propia-se encogió de hombros-, pero… si tú lo tomas… la cosa se complica.
               -Yo lo tomo porque en mi casa somos unos musulmanes pros y muy modernos-dije, como si tal cosa, encogiéndome de hombros y dedicándole una media sonrisa a la carretera. Se rió.
               -Z-me pidió simplemente, me encantaba cómo ya rara vez me llamaba Zayn, sólo cuando íbamos a empezar una conversación. El resto del tiempo, yo era Z, simple y llanamente Z, igual que ella ya era Sher, simple y deliciosamente Sher.
               -En realidad se debe a que mi madre se convirtió al islam cuando se casó con mi padre… pero le dijo que ni de coña iba a renunciar al cerdo. A papá le pareció un trato justo. Es decir: ¿una esposa, y un menú más amplio? Fue una puta ganga. Eso le pareció.
               -A mí también-asintió ella-. Además, no es lo mismo que te lo quiten a nunca tenerlo, ¿no?
               -Exacto. Además, piensa que a mí también se me habría hecho cuesta arriba estar con los chicos y no comerlo. Por ejemplo, cuando fuimos a España. Se lo comen crudo. O sea, literalmente, crudo. Le cortan la pata al cerdo, lo ponen a secar, y luego lo cortan y se lo comen-ella abrió los ojos.
               -Qué asco.
               -Ni de coña.
               -Dios, es asqueroso, Zayn.
               -Que Eri no te oiga decirlo. Pero está cojonudo. Lo mejor de ese puto país. Después de su tortilla.
               -Siempre he querido probar tortilla española.
               -Podemos pedirle a Eri la receta, y te la hago un día de estos, ¿qué te parece, gatita?
               -Estaría bien-asintió, y señaló un cartel-. Es por ahí. Estamos cerca.
               Apagó el reproductor de música y me fue indicando las calles por las que había de meterme, los giros que tenía que dar, y las direcciones prohibidas, hasta que acabamos en un pequeño barrio en el otro extremo de la población, cerca del puerto donde reposaban pequeñas embarcaciones, esperando tiempos mejores en el que el clima les permitiera pasear.
               Lucía el sol. No como cuando ella sonreía, sino… literalmente. Hacía sol, un sol bonito para una tarde de Noviembre.
               Dejé el coche en la acera y ella dio un brinco hacia afuera. Cerró la puerta, se pasó la mano por la cara, apartándose el pelo, se colocó bien la chaqueta ocre que traía puesta (y que no hacía más que recalcar el tono de caramelo de su piel) y frunció el ceño.
               -¡La reina ha llegado, Dios salve a la reina!-gritó, y se abrió la puerta mientras yo me acercaba a ella. Sonrió. Un chaval de unos pocos años más que nosotros se plantó en el porche, con las cejas alzadas. Tenía una expresión dura, pero no podía evitar sonreír al ver a su hermana pequeña.
               -Se acabó la paz en esta casa-se lamentó, y dejó que Sherezade corriera a abrazarlo, la cogió en brazos y la soltó cuando ella empezó a patalear, protestando. Me dirigió una inclinación de cabeza; Sherezade estaba demasiado emocionada para presentarnos.
               -Apártate, Khaliq, déjame ver a la enana-ordenó una voz en el vestíbulo, y el hermano mayor de Sherezade la estrechó entre sus brazos y la cubrió de besos. Sherezade se echó a reír.
               -¡Abdel!
               -¿Cómo es lo tuyo, cría? ¿Vienes reclamando el trono siendo la pequeña y llevando años sin pisar estos terrenos? ¡Golpe de estado!
               Khaliq la miraba con suspicacia, intentando decidir si estaba engordando o le pasaban cosas más interesantes. Me acerqué a la familia siguiendo un gesto de Sherezade.
               -Quiero presentaros a alguien-dijo, y me pasó una mano por la cintura, y yo hice lo mismo con ella-. Éste es Zayn. Soy su chica-proclamó, orgullosa. Que yo la llamase “gatita” era lo que tenía-. Mis hermanos-añadió, mirándome, mientras ellos me estrechaban la mano y me preguntaban qué tal iba eso-, Abdel y Khaliq. ¿Dónde está Ihsan?
               -Siendo feo-respondió Khaliq.
               -Sois, literalmente, genéticamente iguales-protestó Sherezade.
               -Quizá, pero a él se le han manifestado los genes feos.
               -Está ayudando a Rebekah-respondió Abdel-. Por dios, Sherezade, mételo en casa-añadió, haciendo un gesto con la cabeza en mi dirección-, antes de que piense que nos vamos a poner de picnic en el jardín.
               -Ah, ¿que no íbamos a hacer un picnic?-repliqué, chasqueando la lengua, y los tres se rieron.
               Entramos en la casa; le eché un vistazo al mobiliario mientras Sherezade me conducía, de la mano, hacia el salón. Una copia idéntica de Khaliq estaba tirado en el sofá, viendo un partido en la televisión.
               -¡Tú! ¿No tienes ganas de ver a tu hermana?-acusó Sher, agarrando un cojín y estampándoselo en la cara. Ihsan simplemente lo apartó con un suspiro; años y años viviendo con ella le habían enseñado cómo tratarla. Y, desde luego, no era como lo hacía yo.
               -Te tengo muy vista, enana.
               Sherezade le volvió a golpear con el cojín. Ihsan le dedicó una mirada.
               -Te estás poniendo gorda-le dijo solamente, y Sherezade volvió a darle un cojinazo, esta vez con más mala leche.
               -Sé un hombre, ponte de pie, voy a presentarte a mi novio.
               -Pobre desgraciado, no sabe dónde se ha metido-se incorporó y me estrechó la mano-. Corre ahora que puedes, chaval-aconsejó. Ya era un poco tarde.
               No sólo porque la había dejado embarazada, sino porque la había visto.
               Una mujer de piel clarísima, llena de pecas, y pelo de un ligero tono rojizo salió a recibirnos. Sus ojos azules chispearon al ver a su hija adoptiva.
               -¡Sher!
               -¡Bek!
               Se dieron un abrazo, y la recién llegada se separó de ella, la miró un momento, miró su vientre, y susurró, tocándoselo con la palma de la mano:
               -¿Estás…?
               Sherezade asintió.
               -¡Sorpresa!
               -¡Es una noticia estupenda, cariño! ¿Dónde está tu padre? Quiero verle la cara cuando se lo cuentes.
               -Arriba-dijeron los tres chicos. Rebekah se fijó por fin en mí.
               -¿Él es tu novio? Es muy guapo, Sher.
               -Tengo buen gusto-Sher se encogió de hombros, Rebekah se acercó a mí y me dio un beso.
               -Bienvenido, cariño.
               -Gracias, señora Assad.
               -Rebekah. Bek para cuando haya nacido mi nieto-sonrió, y yo asentí.
               -Se llama Zayn.
               Rebekah se volvió hacia él.
               -Sé quién es, tesoro.
               Sherezade soltó una exclamación de asentimiento y meneó la cabeza, pidiendo disculpas por menospreciar sus conocimientos de mujer que ve el telediario. Había salido un par de veces; hacía ya bastante tiempo, pero a las noticias les seguía un programa de corazón en el que yo aparecía en más ocasiones.
               Ahora, me echaban de menos.
               Era un ninja: sólo saldría cuando a mí me interesara… y no me interesaba presentar a Sherezade al mundo. Todavía no. Sabía cómo podían machacarla. No me apetecía someterla a tanta presión.
               Escuchamos pasos en el piso de arriba; los hermanos de Sher sonrieron mientras Bek se sentaba en el sofá, al lado de Ihsan, que había vuelto a sentarse. El padre de Sher, de más o menos la edad de los míos, apareció por la puerta frotándose el bigote.
               Sherezade le sonrió, y los ojos de su padre se iluminaron.
               -¡Nenita!-celebró, y Sher echó a correr hacia él, lo abrazó con fuerza y dejó que él hundiera su cara en su melena, aspirando el aroma de su pelo. Se abrazaron largo y tendido, con los ojos de todos puestos en ellos dos. Su padre la llenó de besos, le acarició la cara, le dijo que estaba preciosa…
               … y entonces se fijó en su cuerpo, ligeramente diferente de como había sido la última vez que la vio.
               Clavó sus ojos en su tripa, se llevó una mano a la boca.
               -¡Sherezade! ¿Estás… esperando?-inquirió, y Sherezade asintió.
               -¡Sí!
               -¡Mi niña preciosa!-replicó su padre, y volvió a besarla y a abrazarla con fuerza, pero con un poco menos, no fuera a hacerle daño al nieto que venía en camino…
               -No llores, papá-sonrió Sher, cogiéndole la cara y acariciándole las mejillas con los pulgares. Me volvía loco cuando me lo hacía a mí.
               -¡Vas a ser madre, mi vida! ¡Nunca pensé que te fuera a ver tan preciosa! ¡Mírate, estás deslumbrante!
               -Deslumbrante y gorda-puntualizó Ihsan, y Sherezade le hizo un corte de manga-. No, en serio, creía que sólo estabas gorda.
               -¡Que no llores papá!-le gritó Sherezade, y empezó a llorar ella también, y se besaron y se abrazaron y se dijeron que se querían muchísimo mientras nosotros mirábamos, sonriendo, incapaces de apartar la vista de un momento tan bonito. A ninguno le pareció estar entrometiéndose en un momento íntimo, sino participando de una felicidad que crecía a medida que más gente sabía de ella.
               Sher se limpió un par de lágrimas con el dorso de la mano y me miró. Estiró la mano en mi dirección y yo me acerqué a ella. Entrelazamos los dedos.
               -Éste es Zayn.
               Su padre se limpió las lágrimas también, bastante más abundantes en un rostro curtido por los años, y me miró con dureza fingida.
               -Le has hecho un bombo a mi hija-acusó.
               -Papá, no te pongas en modo macho dominante con…-empezó Sher, pero él la hizo callar.
               -¿Quién te ha dado a ti permiso para acercarte a mi hija?
               -Ella.
               El señor Assad sonrió.
               -Ah, bueno, entonces, estamos bien-me estrechó la mano, con fuerza, indicándome quién mandaba: no era yo, que me quedase claro-. Un placer, Zayn.
               -Igualmente, señor Assad.
               -Puedes llamarme Nasser.
               -Gracias, señor.
               -Pero sigue con lo de señor. Me hace sentir importante.
               Sonreí.
               -Usted manda, señor.
               Pasamos a comer; habíamos llegado antes de lo previsto, pero la comida estaba a punto. Le faltaron unos retoques de los que enseguida se encargaron los gemelos, pinchándose el uno al otro como dos críos hasta que finalmente su padre puso orden. Sherezade se sentó al lado de su padre, que presidía la mesa, y yo me senté a su lado, con los gemelos en frente y Abdel a mi lado, frente a madrastra.
               No me dieron tregua; fue Sherezade la que pudo comer tranquila. Se interesaron por mi familia, mis creencias (a su padre le tranquilizó saber que compartíamos dios)… y también por cómo me ganaba la vida.
               -Papá-advirtió Sher, pero yo sacudí la cabeza.
               -Ahora mismo estoy estudiando.
               Abdel y los gemelos sonrieron, haciendo bailar su comida por el plato, esperando la gran revelación.
               -¿Qué estudias?-preguntó el abuelo de mi hijo.
               -Literatura.
               -Ajá.
               -Pero ya ha trabajado-añadió Sherezade, consciente de la suspicacia de su padre. ¿Cómo iba a cuidar de ella? ¿Cómo iba a mantener al bebé?
               -¿En qué?
               -Canto.
               -¿En serio?
               -Tiene cinco discos-intervino Sher. Su suegro alzó las cejas.
               -¿Cinco?
               -Estuve en una banda. One Direction.
               -¡Ah! ¡De eso me sonaba tu cara! Pero te fuiste, ¿no?
               -Sí. Con un post en Facebook-añadí, y mis cuñados se echaron a reír-. Fue muy elegante por mi parte.
               -¿Siguen juntos?
               -¿Los demás? Sí, claro. Bueno, ahora se están dando un tiempo.
               -O sea, que no.
               -Llevaban cinco años trabajando sin parar. Eso acaba con cualquiera. Casi acaba conmigo. Era una vida muy estresante.
               -Me imagino. A Sherezade no le gustaba vuestra música. Salisteis en las Olimpiadas, ¿no? Cuando aparecisteis, se fue de la habitación.
               -Me gustan algunas canciones-corrigió mi chica, ante mi mirada sonriente-. Pero what makes you beautiful es una mierda. Lo siento, Z.
               -Yo también estoy harto de ella.
               -¿Puedes mantener a mi niña?
               -¡Papá!-ladró-. ¡No necesito que me mantengan! ¡Soy una mujer fuerte e independiente que no cree en tener un marido que le pague las facturas!
               Le acaricié el muslo, y ella me miró.
               -… lo nuestro es una situación temporal, Z.
               -Ya-me volví hacia mi suegro-. Sí, tengo unos ahorrillos.
               -¿Imponentes?
               -Siete cifras.
               Alzó las manos.
               -¿Quién soy yo para competir con siete cifras?
               Todos nos echamos a reír.
               -Y llevas pendientes-añadió después de un rato hablando de su familia, cómo había criado a sus hijos y a su niña solo.
               -Sí, señor.
               -Eso es de tía.
               -Papá-gruñó Sherezade, poniendo los ojos en blanco.
               -No lo espantes, papá. Para uno que encuentra Sherezade que es capaz de soportarla…-pinchó Khaliq, y Sherezade le lanzó una mirada envenenada.
               -Te voy a asfixiar mientras duermes.
               -Denúncialo-pinchó Ihsan.
               -Eso haré. A los dos.
               -Bien.
               -Bien.
               -Vale.
               -Genial.
               -Estupendo.
               -Guay.
               Abdel me dio las gracias por hacer que disminuyera el brote de ninfomanía de su hermana.
               -¿A qué viene eso?-atacó Sher.
               -Me han dicho que lo tuyo en Oxford era un no parar, hermanita. Que sabías pasártelo bien.
               -¿Sabes contar con cuántos estuviste?-azuzó Khaliq, ante la sonrisa de su hermano gemelo.
               -Dios, por favor, ese slut shaming, que no se note. Me he acostado con menos tíos que vosotros, y aun así tenéis los huevos de decir que yo soy una fresca-espetó-. El heteropatriarcado en esta casa bien, ¿no?
               -A ver, Sher, las cosas como son: fuiste la más precoz de la casa.
               -Envidiosos que sois, que encontré el amor antes que vosotros-su padre permanecía en silencio, pero intentaba no sonreír ante lo poco que se dejaba amedrentar su única hija. Eran años y años de práctica defendiéndose de sus hermanos-. Estábamos enamorados-alegó-, además, que levante la mano el que sea virgen aquí.
               Nadie hizo amago de hacerlo; Rebekah y Nasser se miraron, conteniendo una sonrisa.
               -Ib, tío, levanta la mano: irse de putas no cuenta-atacó Abdel.
               -¡Serás imbécil! ¡Quieres dejarme mal delante de nuestro invitado e incipiente cuñado?
               -Yo no juzgo-repliqué, tomando un sorbo de mi bebida-; cada uno hace lo que puede con lo que tiene.
               -Sí-asintió Sher, sonriendo con malicia-, y como Ib no tiene cara, tira de cartera.
               -¿De verdad vamos a dejar que esta víbora ponga huevos?
               -Víbora tú-gruñó Sher.
               -Lo siento, serpiente. No entiendo lo que dices. No hablo pársel.
               Sherezade se echó a reír, se inclinó un poco hacia delante y siseó como lo hacía Daniel Radcliffe en Harry Potter:
               -Ssssaaaaaaaiiagaaaaasashiiiiiii.
               Después de comer, Sherezade me llevó al jardín para enseñarme unas plantas que había dejado atrás después de años y años cuidándolas. Me cogió de la mano y contempló el cielo mientras avanzábamos por la pequeña parcela, plagada de flores de lo más exóticas. Acarició los pétalos de un tulipán y se detuvo a comprobar que unas rosas, de diferentes colores, estuvieran en perfecto estado. Asintió despacio con la cabeza y me llevó hasta un pequeño estanque, rodeado de piedras, en el que nadaban con parsimonia un par de carpas koi: una era blanca, con motas rojas y negras; la otra, completamente roja, con la tripa a pinceladas blanquecinas.
               Me explicó que Abdel había conseguido a sus padres en una feria, y se las había regalado junto con una pecera. Los animales empezaron a crecer y ella y sus hermanos hicieron el pequeño estanque, aprovechando un riachuelo que transcurría por debajo de las casas en dirección al mar. Era la segunda generación; sus hermanos habían sacado al resto y las habían repartido por el barrio para que estuviesen más cómodas.
               Me encantó con qué emoción hablaba de sus peces, cómo desmenuzaba un poco de pan con los dedos para echárselos a comer, y sonreía mientras los animales sacaban la boca del agua para alimentarse.
               -Es como si ya fueras madre-dije yo, y ella me miró, asintió con la cabeza, y se acercó un poco a mí. Le aparté el pelo del hombro, le miré los labios, ella me miró los míos-. Gatita, ¿si te beso ahora… me gano una bofetada?
               Se echó a reír.
               -Prueba tu suerte.
               Me incliné y nuestros labios se encontraron, y fue un beso tranquilo pero a la vez apasionado; mi lengua atravesó la frontera de mis labios y exploró los dominios de su boca, y ella correspondió  con una contrainvasión. Le acaricié el vientre mientras la besaba; con la mano libre me afané en recorrer su cintura, y noté cómo sonreía, cómo me pasaba los brazos por el cuello para corresponder mi cariño.
               Nos separamos, pegamos las frentes, nos miramos los labios y tratamos de normalizar nuestra respiración.
               -Ojalá nunca pares de hacerme lo que sea que me haces.
               Volvió a reírse, me dio un beso rápido, y dejó que le acariciara los nudillos. Entramos en la casa, se sentó con sus hermanos a jugar al Monopoly y me invitó a hacer un par de inversiones. Se reía cada vez que yo abría la boca.
               Nasser miraba a sus hijos, pasado, presente, y futuro unidos en el vientre abultado de Sherezade, que se llevaba la mano de vez en cuando a la tripa y no paraba de reír con cualquier gilipollez que yo decía. Empezó a llover; me acerqué a la ventana para ver cómo se embravecía el mar mientras los hermanos continuaban a lo suyo.
               -¿Quieres un café, Zayn?-inquirió, haciendo un gesto mínimo en dirección a la cocina con la cabeza. Yo entendí lo que quería: hablar conmigo, a solas, de hombre a hombre, sin que estuviera Sherezade para cuidar de que no me fuera de la lengua ni acabara diciendo una gilipollez. Asentí y lo seguí hacia la cocina; volcó el contenido de la jarra de café en la taza y me lo tendió. Aún estaba caliente.
               Sherezade protestó porque alguien le había quitado una estación de tren. Nasser se sentó frente a mí; la mesa nos separaba como me había separado de su hija el día en que vino a decirme que iba a ser madre… de mi hijo.
               -No soy tan tonto como a Sherezade le gusta pensar-empezó-. Sé que os conocéis de hace menos tiempo.
               Me imagino que ser padre te hace tener una especie de sentido arácnido que te permite cazar las mentiras de tus hijos al vuelo. Me lo quedé mirando en silencio.
               -¿Por qué no nos decís cómo os conocisteis realmente?
               -Porque no fue como se conocen las parejas normales.
               Sí, las parejas normales podían conocerse en fiestas; sí, las parejas normales podían follar al poco de conocerse… pero no solían salir de la vida del otro sólo para empezar a vivir juntos un mes después.
               Y, en el caso de que fuera así, no se sumergían en un período de abstinencia sexual ni tenían miedo de desarrollar sentimientos el uno por el otro. Se supone que es precisamente eso lo que buscas iniciando una relación: sentimientos. Huir de ellos es antinatural.
               -No importa que no fuera algo usual-replicó, negando con la cabeza, dando un sorbo y concentrándose en la bebida. Volvió a mirarme con aquellos ojos negros, unos ojos que no eran los de mi compañera-. Amas a mi hija-acusó, como si me avergonzara de considerarla la mujer de mi vida o no me gustara despertarme y verla cada mañana.
               -Sí, señor.
               -Y ella te ama a ti-dijo, como quien constata un hecho. Sonreí, mirando mi reflejo vacilante en el café.
               -De eso no estoy tan seguro.
               -Puede que el sentimiento no sea muy fuerte, que sólo parezca cariño, pero créeme: esté ahí. Terminará amándote. Siempre queremos a quien nos levanta una maldición, de la misma manera que odiamos a quien nos arrebata un don. Y tú le has hecho el regalo más preciado que podrías darle a mi hija. Ella terminará viendo lo que siente por ti. Sinceramente, chico: no sé l que le haces a mi niña, ni sé si lo quiero saber; pero, sea lo que sea, no pares nunca.
               -Es el bebé, señor-respondí.
               -No, no puede ser el bebé todavía-me dedicó una media sonrisa, una media sonrisa que su hija había heredado de él… pero que elevaba a un nuevo nivel de belleza con aquellos labios que contenían todas las cerezas del mundo en cada una de sus células-. Cada vez que abres la boca, ella se ríe. Parece hasta tonta-soltó como si tal cosa-. Y me encanta que mi niña parezca tonta, con lo lista que es.
               Su esposa entró en la cocina en busca de una botella de agua para Sher. Nos miró con el ceño fruncido.
               -¿Qué hacéis aquí, los dos tan solos?
               -Debatir sobre fútbol-respondió Nasser, y ella puso los ojos en blanco y regresó al salón, donde Sherezade estaba montando un hotel en una de las calles de su hermano Abdel, que le había cedido terrenos a cambio de libertad de paso por una de las estaciones de tren que ella había conseguido ya en la primera vuelta.
               Sherezade se retorció cual gata en el coche, abrió los brazos y soltó un suspiro de satisfacción.
               -Estás muy contenta.
               -Le has gustado a mi padre.
               -Me he dado cuenta.
               -Mis novios no suelen gustarle a mi padre.
               -¿Soy tu novio, Sherezade?-inquirí, y ella sonrió, cariñosa, mirando hacia delante. Sacudió despacio la cabeza, y no voy a decir que eso no me mató un poco por dentro, pero era la verdad.
               -Eres mi chico-lo arregló, y yo sonreí-. Llévame a Gales.
               -Te llevaría a la Luna-repliqué, mirándola, acariciándole la mano.
               -Me conformo con Gales.
               -Menos mal.
               Pasamos una noche increíble, como en Escocia. Ella no se avergonzó de su desnudez a pesar de que yo volví a mostrarme embobado al comprobar los cambios en su ya de por sí precioso cuerpo. No podía creerme que yo fuera la causa de todo lo que sucedía en su interior. Nos acariciamos, nos besamos por toda la cara salvo por los labios, nos miramos a los ojos y no dijimos absolutamente nada en toda la noche.
               Sólo nuestros nombres.
               Lo cual ya fue un concierto de sensaciones en sí.
               No queríamos volver a la rutina, pero teníamos que hacerlo. No parábamos de tontear, pero ahora también nos dábamos cariño de una manera en que no nos habíamos atrevido hasta entonces. Ella me rozaba con la cadera cuando nos cruzábamos por el pasillo, yo le compraba golosinas antes de que le viniera el antojo, porque ya iba adivinando por dónde se movían sus deseos, ella me acercaba las toallas aunque yo no se lo pidiera, yo le dejaba el ordenador para que hiciera lo que quisiera con él, incluido leer lo que había escrito…
               Todo era genial, simplemente genial, salvo por un minúsculo detalle: no estaba realmente con ella.
               Un día, me visitó por la noche. Se acercaban los exámenes de mediados de curso y habíamos estado encerrados en el salón, sentados cada uno en un extremo de la mesa de cristal que tenía un jarrón con filigranas doradas en el centro, leyendo y releyendo nuestros apuntes. Apenas nos habíamos dirigido un par de palabras, porque los dos estábamos liados, pero estar con el otro nos bastaba. No dio señales de que le sucediera nada malo, pero tampoco nada malo, así que, cuando se sentó en mi cama, sin que yo me enterara de que estaba despierta, y encendió la luz, me preocupé muchísimo.
               ¿Volvía a estar mal?
               -Z-susurró, apartándome el pelo de la cara con infinito cariño. Era hora de ir cortándomelo.
               -¿Qué pasa, gatita? ¿Te encuentras mal? ¿Te duele algo? ¿O es otro antojo? ¿Quieres que…?-empecé, incorporándome, pero ella me cogió la mano, me la puso en su vientre, y esperó. La miré. Una sonrisa intentaba asomar por su boca, pero ella la contenía mordiéndose el labio-. ¿Qué…?-volví a empezar, pero me quedé callado.
               Sentí una presión un segundo en la palma de la mano.
               Clavé los ojos en su tripa.
               -¿Eso ha sido…?
               -Una patadita-susurró, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad-. Tu hija se mueve, Z.
               Como queriendo corroborar ese hecho, la pequeña criatura del interior de Sher volvió a darme una patada. Su tripa se deformó un poco cuando el bebé se movió; le salió un bulto que no tardó en desaparecer.
               Y no pude evitarlo: yo también me eché a llorar. Le acaricié el vientre, se lo besé, le dije mil y una cosas, todo lo que se me ocurrió, todo lo más hermoso posible, y ella también se acarició la barriga, pero también me acarició a mí la cabeza, y sonreía como nunca, y me apetecía besarla muchísimo, así que lo hice. Ni siquiera le pedí permiso. Un segundo estaba con los labios pegados a su piel, y al siguiente los juntaba a los de ella, que se echó a reír, sorprendida por mi atrevimiento, y se dejó caer hacia atrás mientras yo seguía besándola y acariciándola.
               Le gustó que la besara, porque al bebé le pareció bien. Me dio otra patada, como diciendo “bien hecho, papá”, y detuvo su festival futbolístico.
               Miré a Sherezade a los ojos, aquellos ojos pardos, y no lo soporté más.
               -Déjame dormir con vosotros-le pedí, y ella sonrió, me acarició despacio la mejilla con la yema de los dedos. Necesitaba ser lo último que viera cuando me fuera a dormir y lo primero que viera al despertarme, sentir su cuerpo junto al mío, abrazarla cuando me diera la gana, dormir profundamente sin preocuparme de que pudiera no oírla si me dejaba llevar demasiado por el sueño en el caso de que me necesitara.
               Dijo una palabra, una palabra minúscula y, a la vez, inmensa en su poder. Con aquella palabra se conseguían grandes cosas. Por aquella palabra llegaban a librarse guerras.
               -Sí.
               Y volví a besarla, y le di las gracias un millón de veces, y nos fuimos a su habitación, nos metimos en la cama y nos pegamos el uno al otro, nos miramos en la oscuridad, con las manos unidas, las puntas de los dedos acariciándose mientras acariciábamos a nuestro hijo aún no nacido.
               Recordé cómo, tres noches antes, habíamos estado prácticamente igual en una cama galesa, pero con una presencia silenciosa que ahora se hacía notar.
               Y, ahora, Sherezade estaba radiante de felicidad.
               -No quiero salir de esta cama nunca, Z-susurró-. Quiero quedarme aquí contigo, y olvidarnos del mundo, y compartir a nuestro bebé, y quedarnos solos y que esta noche dure para siempre.
               -Una palabra, Sher-respondí-. Con una palabra te basta para cumplir todos tus deseos. Déjame convertirte en la chica más afortunada del mundo.
               -Ya lo soy.
               -Déjame consentirte hasta que ya no tengas nada más que pedir.
               -Ya lo haces.
               -Déjame ser el hombre de tu vida.
               -Ya lo eres, Z, ¿no lo ves?
               Se acercó a mí, me dio un beso fugaz en los labios, y más tarde me parecería estar soñando, durmiendo con ella en brazos. Pero nos despertamos al día siguiente, nuestro hijo protestó por el despertador con una furiosa patada, reclamando un período de descanso que llevaba durando meses para él.
               Nos despertamos en la misma posición, descubriendo que no era un sueño, y nos quedamos acurrucados un poco más, disfrutando de la oscuridad con el otro. Sherezade dejó de lavarse el pelo por las mañanas para disfrutar de ese tiempo juntos.
               Todo aquello había empezado en Escocia, recordaba haber pensado cuando ella salió de la cama para ir al baño e iniciar el día.
               Creo que ahí fue cuando empezó a ocurrírseme el nombre para nuestro hijo, viéndola vestirse y avanzar hacia la puerta.
               Sólo nos separamos para ir en Navidad a cenar con nuestras respectivas familias y, después de que mi madre insistiera en que no me hiciera demasiadas ilusiones con el hijo de Sherezade, y yo replicar que ya era un tío hecho y derecho y que no podía estar protegiéndome siempre, que tendría que dejarme volar, volví a casa. No volví en malos términos con ella; no sería capaz de algo así, y papá me pegaría una paliza (con razón, por otro lado, por disgustar a mi madre).
               Pero echaba terriblemente de menos a Sherezade, necesitaba volver a verla… y necesitaba sentir la patadita a modo de saludo de nuestro hijo en su interior. Solía estar muy activo cuando estábamos juntos; en cambio, Sherezade decía que en clase casi no se movía. No le gustaba el derecho. No le entusiasmaba que estuviéramos solos.
               -Seguro que te conoce-decía cuando yo la saludaba y el bebé correspondía a mi saludo. Era como si supiera quién era sólo por mi voz. Había leído que los recién nacidos podían distinguir las voces que habían oído antes de nacer, especialmente la de la madre, y que así se relacionaban mejor con ellas por crear vínculos tan fuertes antes incluso de ver la luz del sol.
               Pero eso de que el bebé se alegrara de escucharme cuando no sabía quién era, ni nunca me había visto, me parecía surrealista.
               Y también había cosas que quería hacer en casa. Había encontrado la noche anterior, tumbado en la cama, pensando en ella, por fin, su Facebook. Era más fácil de lo que había pensado. Contemplé su foto de perfil, de ella con una orquídea blanca de centro amarillento en el pelo, sonriendo con un vestido vaporoso blanco que, seguro, había comprado en Ibiza, y terminé de ultimar su regalo de navidad.
               Orquídeas.
               Le gustaban mucho las orquídeas.
               Recordaba haber visto un par de ellas en su casa.
               Incluso tenía de fondo de pantalla en Telegram varios ramos de orquídeas, éstas de un color rosáceo, con motas moradas y fondo blanco.
               Así que le aseguré a mi madre que no estaba enfadado con ella, que entendía su posición aunque no la compartiera, y que sí, tendría cuidado con mis sentimientos y no me dejaría destruir por ellos, le dije que me marchaba antes de que me obligara a hacer tareas (me había pedido que sacara la basura, y cuando te piden que saques la basura es cuando tienes que levantar el campamento y escapar, porque eso significa que ya vuelves a estar en casa), cogí el coche y conduje hasta Londres.
               Subí con el jarrón con las orquídeas blancas en el ascensor, metí la llave en la puerta y entré. Descubrí que me había dejado una luz encendida.
               Y lo primero que pensé fue: Sherezade me matará si se entera.
               Y, después: manda huevos que en lo primero que piense sea en que Sherezade se va a cabrear conmigo por dejar encendida una luz.
               Resultó, sin embargo, que me preocupé sin necesidad. Ella también estaba en casa.
               -¡Zayn!
               -¡Sher!-celebré-. ¿No… volvías mañana?
               Se encogió de hombros, se miró los pies descalzos, cubiertos por unos calcetines rechonchos, y explicó:
               -Te echaba de menos.
               Sonreí.
               -No me extraña, soy tan guapo…
               Se echó a reír con aquella risa suya, se acercó, me dio un beso en la mejilla y se quedó mirando las flores.
               -¿Y esto?
               -Son para ti.
               Las cogió, acercó una a su nariz e inhaló profundamente. Las colocó en la mesa de cristal, donde solíamos estudiar.
               -Son preciosas.
               -Ya lo sé. Son tus favoritas-expliqué, y ella se volvió para mirarme-. ¿O no… Sher Malik?
               Se puso colorada.
               -No me dijiste que tu madre se apellidaba como yo.
               -Creí que tardaría menos en ocurrírsete.
               -Quizás, por tu arrogancia, termine por no agregarte.
               -Tengo fotos en bikini-replicó, poniéndose una mano en la cadera.
               -Perfecto-repliqué, sacando el teléfono-. Te acabo de mandar la petición.
               -¡Eres más tonto! Tengo algo para ti-anunció-; espera aquí.
               -Yo también; voy por ello-nos metimos cada uno en una habitación, yo en la que había tenido para mí solo, y ella, la que había ocupado siempre, y salimos con nuestros regalos. Nos sentamos en el sofá-. Empiezo yo-dije, tendiéndole la bolsa de cartón plastificado. Deshizo el lazo que le había hecho la encargada de la tienda y sacó una caja de cartón blanca con la inscripción Céline hecha como a pinceladas. Sonrió, la abrió, y sacó un bolso delante del que se quedaba parada todos los días que íbamos por el centro y pasábamos delante de la tienda. Tenía asas negras, cremallera negra, y un bolso más pequeño en un lado, del que sólo se sabía por la cremallera también negra que enmarcaba su abertura.
               -Dios, Zayn, es precioso, pero es carísimo, no tenías que…
               -Puedes pagármelo a plazos. A interés compuesto. 3% de base mínima; más el añadido del Euribor dependiendo de su valor diario. Empezaron a correr desde el día 1, que fue cuando te lo compré-contesté, y se echó a reír y me dio un beso en la mejilla.
               -Eres el mejor.
               -Y sigo sin Grammys, y Justin Bieber con uno. Desde luego, manda huevos-repliqué; ella sacudió la cabeza. Cogió un paquete y me lo tendió. Lo reconocí al instante. La librería en la que trabajaba no era una librería corriente: todos los libros eran envueltos en papel marrón, atados con un cordón, y se les escribían tres palabras que los definieran para que los lectores no los juzgaran por sus tapas.
               Había tres palabras escritas con lo que yo ya conocía como su letra con rotulador negro.
               Idealismo.
               Decadencia.
               Obsesión.
               La miré con los ojos entrecerrados.
               -Seguro que nunca consigues adivinar qué libro es.
               Sonreí.
               -Gatsby.
               Se le borró la sonrisa.
               -¿Tan jodidamente evidente es?
               -No puedes juntar “obsesión” e “idealismo” para describir un libro y que yo no piense en él. Aunque no creo que Gatsby esté obsesionado-alzó las cejas, meneó la cabeza.
               -Consiguió una puñetera mansión en el otro borde de la bahía de la chica que le gustaba sólo para poder espiarla.
               -No la espiaba, estaba demasiado lejos-alzó las manos.
               -De acuerdo; bueno, ¡ábrelo!
               Normalmente rasgaría el papel y lo sacaría a la primera, pero me gustaba hacerla sufrir. Desenredé la cuerda, quité el celo con parsimonia, lo separé despacio para no romper el papel… y ella chasqueó la lengua, dijo mi nombre, molesta.
               -Lo hago para hacerte de rabiar.
               -¿Te crees que no me doy cuenta? Me estás poniendo nerviosa.
               -Yo te pongo nerviosa siempre, nena.
               -En tus sueños, cariño.
               Lo saqué y lo miré. Acaricié la portada. Las letras que tenían millones de años. Unas letras que se leían de derecha a izquierda, no de izquierda a derecha.
               Me lo había regalado en árabe.
               -No sabía si llegaría a tiempo, pero me llamaron hoy por la mañana y me dijeron que ya estaba aquí y que podía pasar a recogerlo; tardaron un montón porque lo tuvieron que pedir a no sé qué librería de Andalucía; resulta que allí hay una tienda de varios pisos con libros en árabe, y yo pensaba “dios, espero que sea nuestro árabe y no el africano, porque si no, vamos apañados”, aunque, bueno, no sé si tú entiendes ese; el caso es que me dieron la excusa perfecta para volver antes, y tenía pensado… no sé, salir a dar una vuelta o algo, porque me aburría muchísimo en casa y me estaba poniendo nerviosa pensando que tal vez se te olvidara que la eco es mañana y… ¡no te rías así! ¿Qué coño te hace tanta gracia?
               -Sí que estás nerviosa, gatita. No callas cuando estás nerviosa.
               -Cállate-respondió, sonriendo, apoyando la cabeza en el sofá y dándome un puñetazo en el hombro-. ¿Te gusta?
               -No lo sé, Sherezade, ¿el agua moja?
               Se echó a reír.
               -Como fue la primera peli que vimos juntos, pensé… además, me fijé en que tenías tu ejemplar muy arrugado. Como si lo hubieras leído un montón de veces-asentí-. Seguro que ninguna en el idioma de nuestros padres-negué con la cabeza-. Genial. ¿No vas a decirme que no tenía que molestarme?
               -Hombre, teniendo en cuenta que llevas desde agosto viviendo de gorra en mi puñetera casa y que yo llevo desde agosto sin sexo, pues… sí, yo creo que deberías haberte molestado.
               Soltó una carcajada de nuevo.
               -Hay algo al fondo-me indicó, y yo miré el paquete y descubrí una pequeña cadena de plata-. Es una pulsera. La compré en Escocia; así que espero que te guste, porque volver hasta allá sólo para cambiarla…
               La saqué; tenía algo parecido a runas a lo largo de sus anillos. Formaban intrincados dibujos imposibles de descifrar.
               -Yo también tengo otra sorpresa. Mira en el bolsillo pequeño del bolso.
               Lo abrió y sacó una cadena de plata, una placa con varias anillas que se ajustaban entre sí con un pequeño enganche.
               Se la quedó mirando.
               -Es puta coña.
               -No.
               -¡¡Es puta coña!!-replicó, leyendo la inscripción. “Como ella no compite con nadie, nadie puede competir con ella”.
               Era la pulsera que le habían dado en la fiesta la noche en que la conocí, la misma pulsera que había llevado puesta mientras engendrábamos a Scott, la pulsera que había perdido apenas salió del camarote.
               -¡¡ZAYN!! ¿HAS IDO HASTA IBIZA PARA BUSCAR LA PULSERA?
               -No seas tonta, Sherezade; he hecho que trajeran el barco hasta Londres tal cual estaba en cuanto me dijiste que habías perdido la pulsera, y lo revolví entero cuando lo trajeron al Támesis.
               Lo solté como si fuera una cosa que pudiera hacer cualquier chico por cualquier chica, y la verdad es que, si la chica te importa lo suficiente, lo harías… si no fuera por la pasta.
               -Estás mal de la cabeza-replicó, sonriendo, mirando la pulsera, comprobando que era la suya.
               -Y además estoy forrado; es una combinación pésima.
               Me plantó un beso en los labios sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Tampoco pude hacer mucho por disfrutarlo. Sabía que ella me los daba porque ella sabía que yo los deseaba, no porque le salieran de dentro. Era una especie de premio por portarme bien y no ser un capullo integral con ella. Me dolía que no le apeteciera besarme casi nunca; me dolía no poder considerarla mi novia, pero me encantaban aquellos pequeños oasis, aquellos mares en calma en una tempestad de sentimientos, porque cuando nuestros labios se encontraban, todo lo que era complicado con nosotros se volvía sencillo; sólo éramos un chico y una chica que se besaban como nunca habían besado a nadie. Y una sensación tal bastaba para meses y meses aguantándote las ganas.
                Cuando se separó de mí, la miré con fastidio.
               -Eres una mojigata, me merezco que, por lo menos, me sugieras hacer un trío con tu mejor amiga, o algo así.
               Pedimos una pizza, porque éramos así de normales, y nos sentamos a comerla viendo los programas más patéticos que echaban en la televisión. Sher empezó a echarle kétchup y mostaza a una pizza cuyos ingredientes había tardado 3 minutos y 37 segundos (sí, la cronometré) en enumerar al chico que tomó nota de nuestro pedido.
               -Estoy empezando a dudar de que lo que llevas dentro sea humano.
               Pero lo era, como comprobamos al día siguiente: el bebé había crecido un montón, tenía las extremidades totalmente formadas y pudimos ver un par de veces cómo se movía.
               -¿Queréis saber el sexo?-preguntó la ginecóloga.
               -¡Sí!-espetamos los dos a la vez, y ella se echó a reír.
               -Es un niño.
               Sherezade me miró, yo la miré a ella, y saqué la lengua.
               -Habrás ganado esta vez-espetó-, pero la guerra la voy a ganar yo.
               -¿No queríais un niño?-preguntó la mujer, echándose a reír.
               -Claro-volvimos a decir a la vez, y Sherezade añadió-: pero yo pensaba que sería una niña.
               Cuando volvimos a casa, se acariciaba el vientre, lo miraba, y sonreía. Pensé que se lo iba a tomar peor, creí que se ofendería o le molestaría que su niña resultara ser un niño, pero sólo estaba feliz de que fuera, punto.
               -Quería una niña para criarla y que fuera fuerte e independiente… y por mi madre. Ella murió por tenerme a mí, ¿sabes?-dijo, mordisqueando una manzana, ya en casa-. Y ni siquiera pudo sostenerme ni una vez en brazos. Quería ponerle su nombre.
               -¿Amira?-inquirí, y asintió.
               -Es una redundancia, lo sé, Amira Malik-la traducción sería “princesa reina”-, pero a mí me gusta.
               -A mí también-aseguré. Aunque, si te soy sincero, me alegro de que sea un chico.
               -Evidentemente-se mofó.
               -Vamos, nena, yo prefiero un chico porque no soportaría tener a dos diosas en casa. Con una me basta. Me volveríais loco entre las dos-se echó a reír-. Además… ¿quién te dice que no puedes tener más?
               -Los médicos.
               -Los médicos no saben una mierda; si tuvieran razón, no estaríamos aquí. Pero estamos. Podemos tener más, si tú quieres.
               Sonrió, subiéndose la manta.
               -Lo pensaré.
               -Pero tiene que ser conmigo-añadí, y ella se giró para mirarme.
               -¡Pero bueno! ¿Y este monopolio sobre mi útero?
               -El primero en colonizar es el que puede poblar el terreno. Derecho internacional público. Para que luego digas que no te presto atención.
               Se echó a reír, apoyó la cabeza en mi pecho y suspiró:
               -Dudo que pudiera con otro, Z.
               Llegó la última noche del año, y fuimos a casa de Louis y Eri a cenar. Liam y Alba, Niall y su nueva novia, Vee, ya estaban allí cuando llegamos.
               Todo el mundo clavó los ojos en Sherezade, excepto Vee, que me miró con curiosidad sólo un segundo, antes de  darle un codazo a Niall para que dejara de escanearla con los ojos. Era como si quisiera memorizarla para poder evocarla en sus mejores fantasías.
               Qué hijo de puta, el irlandés, como se atreviera a pensar en Sherezade de ese modo, me lo cargaría.
               Sherezade los saludó a todos uno por uno, repartió besos primero entre las chicas, y luego entre los chicos, porque Niall, si es algo en la vida, es espabilado, y no va a dejar pasar la oportunidad de besar a una chica guapa así como así.
               Para cuando terminaron de presentarse, Vee ya lo miraba descaradamente con la furia en los ojos.
               -Alguien no folla esta noche-anunció Louis, y los chicos nos reímos. Eri inclinó la cabeza.
               -¿Lo dices por ti, Louis? Suelta otro comentario como ése y tendrás bastardos toda tu puta vida, te lo prometo.
               Sherezade y Vee sonrieron; no se iban a llevar mal, y todas las mujeres entendían que tenían que atarnos en corto… y que Niall era un puto cocodrilo al que había que tener vigilado, o se pondría a dar dentelladas aquí y allá en cuanto tuviera ocasión, puede que por el hambre, o puede que por el hecho de que se le pusiera comida delante. Le encantaba presumir de dientes.
               Entonces, Sher vio a la pequeña Layla, que la observaba con cierta preocupación, pero interés en los ojos. Para tener un año y medio, me parecía espabiladísima.
               -¿Puedo?-inquirió Sher, mirando a Alba, que le dio luz verde.
               -Le encanta la gente nueva.
               Sher se arrodilló al lado de Layla, que dejó a un lado su juguete para contemplarla  ya exclusivamente con interés.
               -Hola, guapísima-dijo Sher, tocándole la nariz-. ¿Cómo te llamas?
               Miró a su madre, indecisa.
               -Dile a Sher cómo te llamas, Lay.
               -Layla-respondió con timidez, agarrándose la camiseta y mirando sus minúsculas manitas. Sher sonrió.
               -Qué nombre más bonito.
               Layla le cogió un mechón de pelo.
               -¿Tú?-preguntó.
               -Yo me llamo Sher-y Layla parpadeó, y asintió despacio. Ya dejaríamos lo de llamarla Sherezade para más adelante-. ¿Quieres ser mi amiga?
               Layla inclinó la cabeza, volvió a mirar a su madre.
               -Sí-dijo por fin.
               -¡Qué bien! ¿Me das un beso?
               Se apartó un pelo de la cara que apenas tenía y se inclinó hacia Sher, que le había mostrado la mejilla. Liam sonrió.
               -Es súper cariñosa-informó.
               -Me pregunto de quién lo habrá sacado-se burló Alba, cruzándose de brazos y dejando que Liam le pasara un brazo por la cintura.
               Nos sentamos cada uno al lado de su respectiva pareja, cenamos cordero (hasta ese punto quería Eri que se sintiera cómoda Sher, dado que era su plato preferido), nos hinchamos a reírnos y a dulces, y a hacerle mimos a la pequeña Layla, a la que le entusiasmaba el turrón blando y a quien Eri se había tomado como algo personal cebar. Le pasaba trocitos minúsculos de turrón y se llevaba un dedo a los labios, como diciéndole “no le digas nada a mamá”, y le sacaba la lengua, y Layla se reía mientras se metía en la boca los trocitos de turrón.
               -Erika, por dios te lo pido-recriminó Alba en español-, como se atragante mi niña, te asesino.
               -Tranquila, tía, por eso le doy de poco en poco.
               -Me da igual, no le des más.
               -Pero ella quiere.
               -Vas a ser buena madre tú, si no eres capaz de decirle que no a mi hija.
               -Mira qué ojitos tiene, Alba.
               Alba suspiró.
               -Los veo todos los días.
               -Son tan bonitos.
               -Sí que lo son-asintió. El reloj de pared dio las once menos cuarto, y las españolas se levantaron y fueron al salón. Sherezade se volvió y me miró. Le expliqué una tradición extraña a la que nosotros estábamos acostumbrados: le pareció genial aquello de tomar una uva por cada campanada. Nos reunimos alrededor del sofá, con los ojos clavados en la televisión mientras la cadena nacional española enfocaba una plaza abarrotada de gente, todos pendientes de un reloj.
               -Pero, ¿no es muy complicado, lo de tomar las uvas?-inquirió Sherezade, las dos españolas asintieron.
               -Ésa es la idea: por cada uva que te tomas, pides un deseo. Si consigues tomar las 12, será un año de buena suerte.
               -¿Y no es peligroso?
               -Siempre hay algún zumbado que se mete un puñado y luego no es capaz de tragarlas-sonrió Alba, sentando a Layla sobre su regazo y besándole la cabeza. Layla alzó los brazos, se dio la vuelta y se encaramó al cuello de su madre, que le acarició despacio la espalda. Se quedó dormida en esa posición-. Liam, ¿puedes…?-empezó; Liam recogió a su hija, se sentó al lado de su mujer y la acunó despacio. Ya era demasiado grande para tenerla en brazos, pero no lo suficiente como para que a la chiquilla no le encantara estar con sus padres, dormir en sus brazos, sentirse protegida-. Gracias, amor-le dio un rápido beso en los labios-. El caso-se volvió hacia Sherezade-, es que es muchísimo más divertido precisamente por estar con la familia y ver quién es el que se atraganta.
               -Yo las compro de bote. Vienen catorce, peladas y sin pepitas, es como tomar gelatina-Eri se encogió de hombros.
               -Eso le quita la gracia-protestó Alba.
               -Ya, pero así puedes pedir más deseos.
               -¿Qué podrías pedir tú, nena?-atacó Louis-. Te tengo consentida en todo lo que te da la gana.
               -Un cambio de marido.
               -¿Quién no folla esta noche, Louis?-se rió Niall, girándose hacia él. Louis lo miró con frialdad.
               -¿Te acuerdas de cuando te caíste jugando al golf en directo?
               A Niall se le congeló la sonrisa en la cara.
               -Ya me parecía.
               -¿Te acuerdas de cuando Zayn te dijo que si recordabas lo que era tener vida propia y no meterse en la de los demás?-replicó su mujer. Niall le guiñó un ojo.
               -Siempre fuiste mi española favorita, Eri.
               Se repartieron botecitos con uvas, las chicas escucharon con atención una perorata que se sabían de memoria, una información sobre los cuartos del reloj que se repetía cada año. No había que tomar ninguna, en la pantalla se mostrarían las campanadas una vez empezaran. Vee se unió a la tradición; las chicas tomaron uvas mientras nosotros las mirábamos, cada uno maravillado por su reina particular. Liam balanceaba hacia delante y hacia atrás a Layla, que dormía profundamente un sueño del que sólo disfrutan los niños.
               Vee fue la primera en tragarse las uvas.
               -¡Toma! ¡Un deseo extra para mí!-baló, sonriendo, cogiendo un mazapán y metiéndoselo en la boca. Las chicas se echaron a reír. Layla se despertó, se frotó los ojos, se bajó del regazo de su padre, cogió el conejito de peluche con una zanahoria cosida al brazo que le había regalado Niall, y empezó a agitarlo en el suelo, ajena a todo lo demás. De vez en cuando se acercaba un poco a la pierna de su madre.
               Liam no podía dejar de mirarla. Nos cantó las alabanzas de ser padre, cómo no sabía si sería capaz de volver a marcharse de tour después de saber lo que era estar con ella en casa sin hacer nada, mientras Alba seguía con sus estudios de Empresariales.
               -Es genial ser padre, tíos, en serio; te va a encantar, Zayn, mi hija es el amor de mi vida, es tan preciosa… y tan buena…
               -¿Te imaginas que son novios?-espeté, y se me quedaron mirando-. Quiero decir, cuando sean mayores, ¿os imagináis que algunos de nuestros hijos acaben juntos?
               -Sería algo así como… una putísima pasada-replicó Niall, dando un sorbo de su cerveza de lata.
               -Pues ya sabes, Nialler: a ponerse a ello-contestó Louis, dándole una palmada en la espalda.
               -Yo no me veo con hijos-protestó el irlandés, sacudiendo la cabeza-. Son mucha responsabilidad. No quiero sentar la cabeza así.
               -Si la voy a sentar yo, tú también puedes-lo animé, y él torció la boca, dijo que no sabía-. ¿Y tú, Louis? ¿Haces progresos?
               -Os mantendré informados, pero de momento, seguimos como hasta ahora-se encogió de hombros-. Lo peor es que Eri se desespera.
               -¿Por qué? Si es muy joven, tiene tiempo de sobra-inquirió Liam.
               -Quiere tener cuatro, y no ser demasiado mayor para poder pelearse con ellos todo lo que haga falta.
               -¡Cuatro!-respondí yo-. ¿Y a ti te parece bien?
               Se encogió de hombros.
               -Yo no soy el que los va a parir; por mí, como si quiere tener 50. Si nos organizamos, pudimos con ellos. Mi madre tuvo más, y la mayoría le salieron normales.
               -Sí, menos el mayor-atacó Niall.
               -Mira, Niall, te juro por toda mi familia que te asesino esta noche como sigas en este plan. ¿Recuerdas cuando…?
               -¿… tuvimos un partido de fútbol de caridad, yo era el entrenador, tú estabas en el campo, y fue Harry el que metió un gol? Estoy hablando de Harry, el que no es futbolista, el que no tiene contrato con ningún club ni es dueño de ninguno. Harry. Styles. Nuestro Harry. El que se hace trenzas para salir al escenario Ese Harry. Sí, lo recuerdo perfectamente, ¿y tú, inglés?
               Liam y yo nos echamos a reír mientras Louis lo miraba, el odio inflamando sus ojos azules.
               -Fuera de mi puta casa.
               Niall se echó a reír.
               -No sé de qué coño te ríes: fuera de mi puta casa.
               Niall salió al jardín; Louis echó el pestillo, le hizo un corte de manga, y le tuvo que abrir la puerta cuando el rubio rodeó la casa y llamó al timbre. Se acercaba la media noche, nos congregamos en el sofá para recibir el año nuevo, y celebramos su llegada cada uno besando a su chica.
               Empecé 2017 bastante mejor que lo hice con 2016. No es que 2016 hubiera sido un mal año para mí: había sacado mi primer disco, había sabido lo que era entregar por fin un trabajo del que estabas verdaderamente orgulloso al público, por haber puesto tu alma en él… y había conocido a Sherezade.
               Pero 2017 me traía cosas mejores: un beso suyo apenas llevábamos unos segundos en una nueva añada, un hijo en camino, la posibilidad de poder sacar otro trabajo al mercado antes de que se terminase el año…
               Nada comparado a ver a Niall total y absolutamente enamorado, perdido en una chica como nunca pensamos que lo estaría, pero… se le acercaba, eso de ser padre y que la mujer de mi vida me besara.
               Sher había hablado de ir de fiesta con un par de amigas de la universidad; yo no había hecho planes porque sabía que terminaría no saliendo. No me sorprendí cuando se inclinó hacia mí y me susurró al oído que si podíamos irnos, que estaba cansada. Asentí, volvimos a repartir besos, nos despedimos de Layla haciendo que ella nos diera uno a cada uno, nos metimos en el coche y condujimos tranquilamente, sin necesidad de vigilar el tráfico. Todo el mundo estaba por el centro, caminando, pasándoselo bien a pie. Sólo unos pocos se mantenían a las afueras.
               Se desnudó, ni se molestó en buscar una camiseta, y se metió debajo de las mantas sin lavarse los dientes. Yo fui más limpio, me reuní con ella con el aliento fresco. Abrió ligeramente un ojo.
               -Me lo he pasado genial.
               -Yo también, nena.
               Se acercó un poco a mí, yo le acaricié la cintura, el vientre. Nuestro hijo me correspondió con una nueva patada; me había dado otra a los diez minutos de medianoche. Los bebés tardan más en percibir el cambio de año.
               -Se han alegrado de que sea un chico-susurró, pegando su frente a mi cuello. Habían aplaudido y habíamos brindado a la salud del pequeño que venía en camino, el que se confirmaba que iba a ser un niño y nos habían felicitado por todo.
               -No más que nosotros.
               Suspiró con satisfacción cuando le alcancé los lumbares. Comenzaban a dolerle.
               -Espero que se parezca a ti.
               -Pero con tus ojos, por favor-contraataqué-. Necesito que tenga tus ojos. Quiero verte cada vez que lo mire a él.
               -Ojalá seáis idénticos.
               -Dame los ojos, gatita.
               -Está bien-consintió.
               -Sher-susurré.
               -Mm.
               -Me da igual que no follemos-espeté por fin, llevaba tiempo queriendo quitármelo de dentro, sacarme la espinita, y había sido un buen propósito de año nuevo-. Me da igual que no nos besemos ni nos cojamos de la mano cada dos por tres. Joder, soy todo tuyo, Sher. Soy tu chico. Y tú eres mi chica, ¿no, gatita?
               Siguió el trayecto de mi mano arqueando la espalda, disfrutando de su cuerpo pegándose al mío
               -Sí, Z, soy tu chica.
               Me pasó un brazo por el costado, pegándose más a mí, bebiendo de mi calor corporal. No necesitábamos poner la calefacción, nos bastaba con el cuerpo del otro. Decía que yo era como una estufa, pero ella no se quedaba atrás.
               -Sher-susurré, de nuevo.
               -Z.
               -No podría haber elegido mejor a la madre de mi hijo.
               Sonrió, me besó el pecho.
               -Estoy a una frase de ese estilo de pedirme que nos acostemos, Zayn.
               -Ya estamos en la cama.
               -Ya sabes a qué me refiero.
               -¿Te valen repetidas?
               Se rió suavemente, su aliento arrancó una ligera brisa de mi pecho, le insufló una ventisca a un corazón cuyas alas medían kilómetros y aprovecharían cualquier huracán para volar.
               -Tengo mucho sueño-fue su respuesta. Chasqueé la lengua.
               -Tendremos que hacer algo con eso, amor. No me va la necrofilia.
               -Nada de sexo, pues.
               -Nada de sexo, gatita.
               Atrás había quedado aquella noche en la que le había desvelado la identidad de la chica con la que había tenido mi último revolcón.
               -Fue Gigi-concedí-. Ahí supe que lo nuestro se había terminado. Que ya no estaba interesado en otras. Estaba dispuesto a echarte de menos toda mi vida, pero apareciste en mi puerta, y… sigo echándote de menos. Joder, te tengo aquí al lado, y te echo muchísimo de menos. Pero es diferente. Sin ti, me sentía fatal. Me volvía loco tu ausencia, pensar que no te iba a volver a ver… pero ahora es diferente. Puedo sobrellevarlo. Y cada vez que me miras, y me tocas, o dejas que yo te toque… y encima estás así.
               Me quedé callado, sus ojos brillaban.
               -¿Estás enamorado de mí, Zayn?
               Tragué saliva.
               -No me hagas decirlo, Sherezade.
               -¿Por qué?
               -Sabes que es así. Sabes que es un sí rotundo, un sí como una casa, un sí como una catedral, como la catedral que deberían dedicarte en cada capital de cada país de este mundo. Y los dos sabemos que tú no sientes lo mismo.
               -Te tengo muchísimo cariño-replicó, acariciándome el rostro.
               -Sí, lo sé, pero el problema es que yo te amo.
               Se pegó a mi pecho, se quedó callada, escuchando los latidos de mi corazón, a los pulmones trabajando.
               -No te distancies de mí. No me duele que me des mimos. Me dolería más que no me mirases. Olvida esta conversación.
               -Pero… es hermoso.
               -Olvida esta conversación, Sherezade.
               -¿Lo lamentas?
               -¿Amarte? Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
               -Tú también.
               -No-sonreí, cínico-, yo te he dado lo mejor que te ha pasado en la vida. Vas a ser madre pronto.
                -¿Por qué no me lo dijiste?-preguntó después de un rato, y yo me encogí de hombros.
                -Creí que se me notaba.
            -Yo no lo hacía.
               -Pues... supongo que porque no quiero que dejes de darme cariño. No me importa que me des alas, nena. Me gusta volar, aunque no sea muy lejos.
               -Si lo hiciera, sería porque no quiero hacerte daño, no por no darte alas.
               -Soy mayorcito. Puedo soportar que me hagan un poco de daño. Además... dudo que tú pudieras. Sólo dejándome serías capaz.
               No dejó de darme un beso ni un solo día desde que se lo conté, y yo se lo agradecía. Ahora, sabía que nos besábamos porque a ella le apetecía, no para premiarme nada. Me gustaba saber que me necesitaba, si bien no como yo a ella, estaba bien sentir que alguien necesitaba tenerte en su vida para ser más feliz.
               Con enero, empezamos los preparativos para recibir al pequeño. Vaciamos una habitación que habíamos dedicado a almacenar trastos, nos deshicimos de lo que no nos interesaba y nos quedamos con lo imprescindible. Era la mejor habitación de la casa, quitando la mayor. También daba al este, por lo que era calentita.
               Las paredes, antes blancas, ahora lucían unos graffitis que me habían llevado días y días de dedicación. Sherezade se asomó a la puerta mientras pintaba una pared, con un pañuelo atado a la nuca para que no me mareara la pintura.
               -No los borres-pidió.
               -No entres más, Sher-gruñí; si a mí me molestaban los vapores, no quería pensar en lo que les harían a ellos.
               -Me gustan-se lamentó.
               -No voy a dejar a Batgirl vestida de cuero en la pared de la habitación de mi hijo-repliqué.
               -Les habrás hecho foto, al menos.
               -Se trata de pintarlos, no de conservarlos. Pinto porque me gusta cómo se siente, no porque quiera llegar a algo.
               Puso los ojos en blanco.
               -Dime que le has hecho una foto.
               -No.
               -¡Zayn!-protestó, y fue a por el móvil y volvió y se metió en la habitación, y yo me volví loco y la eché y le dije que no la quería allí dentro con la pintura recién colocada en la pared. Hice las fotos que pude, se las enseñé, ella sonrió, me besó en la mejilla y se fue al salón.
               Me lo pensé mejor y moví un armario para tapar a Batgirl. Si le gustaba, se quedaría un poco más, pero no a la vista.
               Menudo pagafantas estás hecho, Zayn, me dije a mí mismo, y no pude evitar sonreír, pero no pasaba nada, porque con el pañuelo, nadie habría visto que me reía de lo triste que me volvía cuando me enamoraba.
               -Tenemos que pensar un nombre-le dije cuando ya teníamos la habitación pintada y los muebles más importantes colocados. Faltaba la cuna, pero iríamos a por ella en unos días. Tenía una tripa increíble.
               -A mí me gusta Zayn-respondió, ojeando una revista. Sonrió cuando la miré, y rumió el chicle de mora mientras esperaba mi contestación.
               -No lo vamos a llamar Zayn-sentencié.
               -A tu madre le encantaría que le llamásemos Zayn-se burló Sherezade, pasando una página. Mamá todavía no me había dicho con ella delante que el hijo que llevaba dentro no era mío, pero Sherezade no era gilipollas y sabía de lo que hablaba con mi madre cuando salía de la habitación para atender su llamada.
               -No. Lo. Vamos. A. Llamar. Zayn.
               -Zayn como su padre-y se echó a reír. Sus hermanos tenían razón, sí que era un poco víbora-. Zayn con i latina.
               -Yo me llamo Zayn con i latina.
               -No lo pone así en el disco.
               -Gatita, ¿te crees que Lady Gaga se llama Lady Gaga en su carnet de conducir? No, tesoro, están los nombres artísticos, y los nombres reales. Además, en árabe no hay esa distinción.
               -Pues de segundo nombre-replicó.
               -Sherezade, mi vida, ¿estás sorda de repente? ¿O te has vuelto tonta? No. Vamos. A. Ponerle. Zayn. Al. Crío. Punto.
               -Está bien, ¿qué sugieres?
               -¿Antes que Zayn? Eustaquio. O Eduvigio. Puede que Ramiraldo.
               Puso los ojos en blanco.
               -Quiero que tenga amigos, llámame sociópata.
               -Te diré por qué no le vamos a poner Zayn…
               -¿Porque tú no quieres, y vas a ser tú el que cubra los papeles?-sugirió.
               -No; porque, si le ponemos Zayn, va a ser Zayn Malik, y ya hay un puñetero Zayn Malik en casa, y…
               -Yo en ningún momento he dicho que le vaya a poner tu apellido.
               -¿No quieres?-salté, estupefacto.
               -Claro que quiero.
               -¿Pues entonces? Joder, Sher, continuaremos con esta conversación cuando no estés en modo tocacojones.
               -Es la regla-replicó.
               -Estás preñada-le recordé.
               -Mierda, es verdad-asintió con la cabeza, hizo un globo con el chicle-. Pues es… el clima.
               -De puta madre; hablaremos cuando haga sol.
               -Venga, Zayn. Ilumíname con tu disertación.
               -Si le ponemos Zayn, Zayn Malik, habrá dos en casa que nos llamemos igual, lo cual nos dejaría con llamarlo junior, y no hay palabra que deteste más en este puto idioma que ésa.
               -Me parece justo-asintió, se inclinó hacia mí-. Tengo otra idea.
               -Tampoco va a llamarse Patrick en honor a mi madre. Lo compararán con el amigo retrasado de Bob Esponja.
               -No es Patrick.
               -Entonces, me gustará.
               -Yasser.
               Nos miramos un segundo.
               -No es por el nombre-dije por fin-. Es lo que significa.
               -Creo que le honra. Si un nombre describiera a una persona, es el único que podríamos ponerle.
               -Me parece bien. Pero tienes que saber que mi padre se llama Yasser.
               -Podemos decirle a tu madre que se lo pusimos en honor de su abuelo.
               -¿Por qué te encanta tanto mi madre?
               -Es un cielo de mujer-sonrió con maldad. Yasser no me apasionaba, pero tampoco me disgustaba, y yo era el que le había dado el sexo al bebé, no ella, así que me sentía un poco en deuda con Sher.
               -¿Y de segundo?
               Se encogió de hombros.
               -Lo que te venga cuando lo inscribas.
               Fuimos a cenar en San Valentín como si fuéramos novios o algo así, y luego tuvimos una conversación súper profunda sobre lo que sucedería una vez ella diera a luz. Cada vez se acercaba más el momento, y lo anticipábamos con ansia y, a la vez, no queríamos que llegara.
               Por una parte, me moría de ganas de conocer a mi hijo, ver si se parecía a mí o a su madre. Ni se me pasaba por la cabeza que pudiera no ser mío.
               Pero por otra, deseaba que Sherezade no diera a luz nunca, que siempre estuviera embarazada, para así tener una buena excusa para cuidarla. Disfrutar de echarme en el sofá y que ella se tumbara entre mis piernas y se quedara dormida mientras yo le acariciaba el vientre, acunada por mi respiración.
               Tener una razón para despertarme mejor que la de escribir canciones, producir más música, ir a eventos o tomar cualquier droga para saber qué me producía: el volver a verla, que me sonriera y me diera los buenos días.
               -¿Qué va a pasar cuando nazca el pequeño?-quiso saber ella.
               -¿Qué quieres decir?
               -No puedo quedarme aquí-constató, en un tono que no dejaba equívoco a que me consideraba imbécil.
               -¿Por qué no?
               -Tú tienes tu vida, y yo tengo la mía.
               -No quiero separarme de él tan pronto-repliqué-. Dame… no sé, 20 años-se rió-. Viviremos juntos hasta entonces.
               -¿Y si te echas novia? ¿O me lo echo yo?
               -Oye, gatita, si quieres irte, puedes hacerlo. Pero quiero veros a los dos. A él especialmente, pero… a ti también. Podemos hacer que funcione. Hay un montón de padres separados que se llevan bien.
               -Es difícil-susurró.
               -Lo sé.
               -Pero yo estoy a gusto contigo-admitió, como si yo no lo supiera o no se le notase.
               -Yo contigo también.
               -Está bien-consintió-, creo que sobreviviré a estar mantenida 20 años-se echó a reír, y a la semana siguiente, consideró mejor dejar de ir a clase. Y yo me quedé con ella, dejando mis estudios el mismo día en que lo hizo mi chica, ya en abril, casi contando los minutos para el día en que creíamos que nos convertiríamos en padres: el 28 de abril.
               Cuál fue mi sorpresa cuando, estando en el supermercado una semana antes de la gran final, me llamó.
               -¿Qué se te ha olvidado?-pregunté, fastidiado, porque siempre me hacía dar la vuelta justo cuando estaba en la línea de caja porque no se había acordado de apuntar berenjenas, o manzanas, o galletas de chocolate.
               -No te pongas nervioso-contestó.
               -Joder, Sherezade, muchas gracias, ahora estoy nervioso.
               -Necesito que vengas.
               -¿Te pasa algo?-espeté, medio histérico.
               -¡Que vengas, coño!-ladró, y yo dejé las cosas tal y como estaban y salí disparado hacia casa. Me abrió la puerta, con las mejillas sonrosadas. Me la quedé mirando.
               -¿Qué…?
               -Tengo la ligera impresión… de que acabo de romper aguas.
               -¿¡QUÉ!?-chillé, y ella asintió con la cabeza, y yo empecé a correr por la casa buscando las cosas que necesitaríamos en el hospital, mientras ella se sentaba en la cocina y se acariciaba el vientre, y me llamaba a voces, pero yo no la escuchaba-. Zayn. Zayn. ZAYN.
               Me asomé a la puerta de la cocina.
               -¿Qué?
               -Ya he hecho la bolsa-y se echó a reír, y contuvo una exclamación-. Joder, justo he terminado de hacerla, y él… plop. Parecía estar esperándolo. Tu hijo es muy considerado con su madre, ya lo creo que sí.
               No lo fue en absoluto, si tenemos en cuenta que Sherezade se puso de parto el 21 de abril y nuestro hijo no nació hasta el día 23.
               Fuimos al hospital, nos dijeron que no estaba preparada para ir al paritorio, que tendríamos que irnos a casa, pero Sherezade les montó un pollo de mil demonios, diciendo que no se iba a mover de allí hasta que tuviera a su hijo en brazos, y yo aseguré que cerraría medio hospital a base de tirar de cartera con tal de que nos dejaran quedarnos, y finalmente nos dieron una habitación para nosotros solos. Avisamos a nuestras familias; Abdel fue el primero en visitarnos, seguido de Doniya, a quien contempló con curiosidad nada más llegar ella.
               Luego llegaron nuestros padres, a la vez, se conocieron mientras Sherezade estaba tendida en la cama. Mi madre se guardó sus reservas sobre la legitimidad del crío para cuando estuviéramos solos. Les dije que podían quedarse en nuestra casa, a lo que asintieron y, cuando hablaron con las enfermeras, decidieron poner en práctica mi sugerencia, dejar a Sherezade tranquila y darnos espacio.
               Sherezade respiraba con dificultad, respiró con dificultad toda la tarde del 21, la madrugada del 21 al 22. A primera hora de la mañana del día 22, ya se acordaba de toda mi familia, pero las enfermeras decían que no estaba lista aún para dar a luz.
               -¿Cuándo voy a estarlo?-gruñó, antes de que un nuevo latigazo de dolor le hiciera contener una exclamación. La enfermera la miró por encima de sus gafas.
               -¿Es el primero?
               -¡Sí!
               -Buf, pues buena suerte, chica. Pueden llegar a ser días.
               -¿¡¡¡¡DÍAS!!!!?-gritó Sherezade, con la frente perlada de sudor.
               -Una vez tuvimos a una que llegó a la semana, la pobrecita tuvo que aguantar seis días sin epidural ni nada, porque…
               -Muchas gracias-repliqué yo; lo último que necesitaba Sherezade eran aquellos ánimos. Sher inclinó la cabeza hacia un lado y me miró, intentando calmarse.
               -Como esté… un puto día de parto… te juro que te mato, Zayn, yo te mato.
               -¿Podrás perdonarme?-dije, besándole el dorso de la mano.
               -NoOOOOOOOOOOO-bramó, cerrando los ojos.
               No me mató, pero estuvo más de un día de parto. De hecho, a las cuatro de la tarde empezaron las contracciones en serio, y yo me incliné a mirar con los médicos.
               -Uf, por ahí no pasa, eh-anuncié, y Sherezade me miró con odio. Me habría estrangulado de tenerme a tiro.
               -¡Fuera de aquí!
               -Pero…
               -¡LÁRGATE! ¡NO TE QUIERO AQUÍ! ¡FUERA!
               -¡También es mi hijo!-protesté.
               -¡POR DIOS BENDITO, QUE ALGUIEN LO ECHE!
               Yo también me acordé de familiares de los dos, salí por la puerta, me retorcí en la silla esperando noticias, y volví a entrar cuando una enfermera me dijo que me quería con ella, que le cogiera la mano. Hice lo que me pedía, procuré no mirar en dirección a la apertura de su bata ni sus rodillas.
               -Perdona, Z, no quería ponerme así, pero… ¡te odio tantísimo, cabrón, tú me estás haciendo esto, deberías pasar por esto tú también, la culpa es tuya!
               Yo la aguanté estoicamente, porque tenía razón, en realidad. Llegó la noche, las contracciones se volvieron más seguidas, yo tuve la decencia de no decirle la típica gilipollez de “empuja y respira, nena”, sólo esperé, insuflándole palabras de ánimo, besándole al mano, secándole el sudor de la frente, no diciendo una palabra mientras me desmenuzaba la mano…
               Sherezade llenó la sala con sus gritos, lloró de rabia, de angustia, de dolor, varias veces estuvo a punto de desmayarse, pero la mantuvieron despierta y empujando hasta el final… y por fin se dejó caer en la cama, riendo, lágrimas corriéndole por las mejillas… y el llanto de nuestro hijo sustituyendo sus gritos.
               Le cortaron el cordón, lo envolvieron en una manta y nos lo entregaron. Sherezade se incorporó para recogerlo. El bebé había dejado de llorar. Le acarició la nariz, riendo y llorando, yo me incliné hacia ellos, riendo y llorando también, sonreí, contemplándolo, porque era precioso, la cosa más bonita que había visto nunca…
               Y miré a Sher, una heroína, una verdadera diosa. La miré y la vi por primera vez como realmente era: fuerte, valiente, de piel brillante por su divinidad, que se manifestaba en el sudor que le había costado traer al pequeño al mundo. Necesité besarla, e hice caso omiso a todo lo que me decía que no lo hiciera: probé la maternidad de sus labios, sonreí cuando ella sonrió, acaricié al pequeñín, su pequeña carita, volví a besarla, los dos llorábamos, el chiquillo se mantenía en silencio.
               ¿Cómo iba a alejarme de ella? Me era insoportable dejar de quererla cuando todavía estaba embarazada, imagínate cómo sería no amarla después de convertirse en la madre de mi hijo.
               Su cuerpo volvió a contraerse, pero le dolió menos esta vez, tanto porque no debía doler, como porque ya teníamos a nuestro pequeño con nosotros.
               -Mi niño, mi preciosidad, eres tan bonito, te quiero tantísimo-lo cubrió de besos, el pequeño no abría los ojos, pero nos daba igual. Bostezaba, respiraba con tranquilidad, con unos pulmones ansiosos por funcionar, pero cautelosos: querían empezar haciéndolo bien-. ¿No vendrá otro?-inquirió, viendo cómo su cuerpo se rebelaba de nuevo.
               -Es la placenta, querida, tranquila.
               Se arrastró por la cama, limpiándole su propia sangre al bebé de la carita. Me miró.
               -¿Y si ahora te digo que no te dejo cogerlo?
               -Pues te lo quito. Llevas 9 meses monopolizándolo. Creo que ya va siendo mi turno.
               Se echó a reír, me permitió coger al chiquillo, y lo acomodé en mi regazo, temiendo que se me cayera. Le di un beso, le acaricié la naricita.
               -La nariz es tuya-susurró ella.
               Me recordaba a mis hermanas, y yo me había parecido a mis hermanas, según mis padres, cuando nací.
               El pequeño abrió los ojos.
               -Joder-susurré-, joder, joder, Sherezade, mira.
               Sherezade se inclinó.
               Y se encontró mirándose en sus mismos ojos: las mismas motas verdes, los mismos puntos dorados. Se quedó sin aliento.
               -Es tú…-empezó.
               -… con tus ojos-terminé.
               -Como queríamos-concluyó, y se inclinó para volver a besarlo, y al pequeño le encantó esto. Sonrió con la timidez de quien no lo ha hecho nunca, pero con la decisión de quien es tremendamente feliz.
               -Ay, dios mío. Devuélvemelo-pidió Sherezade. Negué con la cabeza.
               -Monopolio, ¿recuerdas? Estos nueve meses, es exclusivamente mío.
               -Z-suplicó, y yo se lo concedí de mala gana, pero acerqué aún más la silla a ellos. Las enfermeras comprobaron que todo estuviera en orden, nos dejaron solos. Le besé los pies, el bebé volvió a reírse-. Es precioso. Míralo, Zayn, es precioso, es imposible que sea mío, yo no puedo haber hecho algo así, es tan… por dios, Zayn, le quiero muchísimo, le quiero muchísimo y no llevamos nada juntos-susurró, acariciándole la mejilla.
               Volvió a pasármelo, una enfermera joven se acercó a nosotros. Por la ventana de la pared, se veía que era de noche.
               -Tengo que llevármelo para hacerle un par de pruebas, comprobar que está bien.
               Yo no quería entregárselo, pero Sherezade me dijo que dejara que se lo llevara. Pronto nos lo devolvió, nos dijo que era sano y fuerte, además de muy guapo, como nosotros ya podíamos ver. Sher me dejó seguir sosteniéndolo: necesitaba dormir.
               Se dejó vencer por el sueño con los ojos clavados en nosotros dos; lo último que dijo antes de dormirse por primera vez siendo madre fue:
               -Mis hombres-con un cariño que me conmovió, un cariño que había escuchado estando nosotros dos solos, compartiendo cama por primera vez.
               La misma enfermera volvió con un formulario, me dijo que podía ir rellenándolo, sin prisa, para inscribir al pequeñín.
               Sherezade suspiró en sueños, su dedo índice capturado por nuestro hijo.
               Cogí el bolígrafo y me dispuse a escribir.
               Apellido: Malik.
               Nombre: Ya…
               Me fijé en la fecha de nacimiento. 23 de abril.
               Miré al chiquillo. Era una profecía, una señal de lo que tenía que hacer. Un montón de información se agolpó en mi cabeza.
               El día del libro.
               Escocia.
               Gatsby.
               Sonreí, miré al pequeño… a Scott.
               -¿Quieres cabrear un poco a tu madre, pequeño?
               Sherezade se revolvió en la cama, Scott le soltó el dedo y clavó sus ojos, aquellos ojos castaños, verdes y dorados, en mí. Le volví a tocar la naricita. Y volvió a sonreír.

62 comentarios:

  1. VIVA LA MADRE QUE TE PARIÓ ERI!!! Olé tu papo asturiano y lo jodidamente bien que escribes. Cada capitulo que pasa me encanta más y...HABLEMOS DE LO BONITO QUE SON ZAYN Y SHEREZADE!!
    "-¿Estás enamorado de mí, Zayn?

    Tragué saliva.

    -No me hagas decirlo, Sherezade.

    -¿Por qué?

    -Sabes que es así. Sabes que es un sí rotundo, un sí como una casa, un sí como una catedral, como la catedral que deberían dedicarte en cada capital de cada país de este mundo. Y los dos sabemos que tú no sientes lo mismo.

    -Te tengo muchísimo cariño-replicó, acariciándome el rostro.

    -Sí, lo sé, pero el problema es que yo te amo."
    Esta parte me ha destrozado el corazón y los pelos de punt nada más leerlo, como se puede ser tan jodidamente adorable.DIOS ME ENCANTA. Escribe 20.000 capítulos más de ellos si hace falta!

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    1. AY MUCHÍSIMAS GRACIAS CORAZÓN, me alegro de que te gusten mis capítulos ♥
      Y sí, Sherezade y Zayn son TAN cucos, me estalla un pulmón.
      Lo mejor es que Zayn está enamoradísimo de ella, lo está tanto que no le importa que ella no sienta lo mismo con tal de seguir teniéndola cerca, ya valora él las caricias por los dos <3

      20.000 capítulos no sé, pero igual subo dos en lugar de uno del siguiente JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

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  2. SON JODIDAMENTE PRECIOSOS DE VERDAD. EL MOMENTO EN EL QUE LE HA CONFESADO QUE ESTÁ ENAMORADO DE ELLA HA SIDO TAN MARAVILLOSO QUE CASI ME EXPLOTA UNA VENA

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    1. ME LO IMAGINÉ HACE COMO DOS SEMANAS Y PENSÉ "NO PUEDE SER TENGO QUE PONER ESTO SÍ O SÍ", he construido el capítulo alrededor de esa frase porque tenía miedo de volver a olvidármela (originalmente iba a estar en la noche que pasan los dos juntos en Escocia y tenía pensado cerrarlo con aquella confesión pero soy retrasada y se me olvidó ponerla), imagínate mi satisfacción cuando mi cerebro chilló "¡QUIETA PARADA!, tenemos que meter eso ahí"
      En ocasiones adoro a mi cerebro

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  3. SCOTT YA HA NACIDO. ME DUELE TODO. ESTOY LLORANDO. QUE CAPITULO MAS PRECIOSO JODER.

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  4. ME ENCANTAN LOS HERMANOS DE SHER Y EL PADRE DE SHER Y LA MADRASTRA DE SHER. AYYY ME ENCANTA TODA LA PUTA FAMILIA DE SHER.

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  5. "Quiero decir, cuando sean mayores, ¿os imagináis que algunos de nuestros hijos acaben juntos?
    -Sería algo así como… una putísima pasada-replicó Niall, dando un sorbo de su cerveza de lata." ME DESCOJONO HASTA EL 2030 BC DOS DE ELLOS NO PUEDEN ESTAR MÁS ENAMORADOS Y OTROS TRES ESTÁN EN UN TRIÁNGULO AMOROSO QUE ME TRAE POR LA CALLE DE LA AMARGURA

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    1. Me encanta cuando en las novelas pasan cosas como ésta no me podía resistir a ponerla que Dios se apiade de mi alma voy a ir al infierno por pactar con el diablo 80 años más de vida sólo para poder terminar esta putísima historia

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  6. "Era la pulsera que le habían dado en la fiesta la noche en que la conocí, la misma pulsera que había llevado puesta mientras engendrábamos a Scott, la pulsera que había perdido apenas salió del camarote.
    -¡¡ZAYN!! ¿HAS IDO HASTA IBIZA PARA BUSCAR LA PULSERA?
    -No seas tonta, Sherezade; he hecho que trajeran el barco hasta Londres tal cual estaba en cuanto me dijiste que habías perdido la pulsera, y lo revolví entero cuando lo trajeron al Támesis."
    ME HA DADO UN PUTO ATAQUE CARDÍACO

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    1. The perks of being millonario
      The perks of fucking a millonario

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  7. ME HE REÍDO CON LO DE IMAGINARSE QUE ALGUNO DE SUS HIJOS SALIESE EN UNOS AÑOS. QUE PUTO PLOT TWIST

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    1. (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      no me veíais venir eh PERRAS
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞ cómo gozamos todas con esa parte

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  8. "Con un post en Facebook-añadí, y mis cuñados se echaron a reír-. Fue muy elegante por mi parte." Si claro. No siquiera lo escribiste tu hijo de puta.

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    1. Intentaría rebatir este comentario pero mis padres me han educado para que proteja la verdad así que
      ¯\_(ツ)_/¯

      es broma, no me han educado para eso, pero a mí me la bufa y hago lo que me parece correcto de todas maneras

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  9. "-La cabrean las mujeres más guapas que ella.
    -Joder, la pobre debe de pasarse la vida amargada-espetó, hiriente." ME ESTOY DESPOLLANDO LOL

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  10. LO DEL DISCO CANÍ ME MEO
    YO TAMBIÉN PENSÉ LO MISMO LOL

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    1. Es que es una pollada vamos a ver qué puta necesidad había de alternar minúsculas y mayúsculas es que??????

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  11. "-Deslumbrante y gorda-puntualizó Ihsan, y Sherezade le hizo un corte de manga-. No, en serio, creía que sólo estabas gorda." ME MEO QUE CABRONAZO LOL

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    1. Los gemelos Assad son los mejores pOR FAVOR APRECIEMOS QUE SCOTT
      ES
      SU
      PUTO
      SOBRINO
      si os pensabais que el putoamismo le venía de la rama Malik, estabais confundidas

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  12. "-¿De verdad vamos a dejar que esta víbora ponga huevos?
    -Víbora tú-gruñó Sher.
    -Lo siento, serpiente. No entiendo lo que dices. No hablo pársel."
    ME ENCANTAN SU. ME HE REÍDO LA DE DIOS.

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    1. Y Sherezade le contesta "ábrete"porque mi niña es Potterhead

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  13. EL PUTO IRLANDÉS. SABÍA QUE SE LE IBA A CAER LA BABA CON SHER.

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    1. Tiene unas hormonas peores que las mías con 15 años yendo a ver Luna Nueva sólo para poder dar gritos cuando Taylor Lautner se quita la camiseta

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  14. SCOTT MALIK NIESTRO DIOS Y SALVADOR YA HA NACIDO AYYYY DIOS ME LLORA EL ALMA

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  15. SI SCOTT HA HA NACIDO ESO SIGNIFICA QUE TOMMY YA SE ESTÁ GESTANDO EN TU ÚTERO

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    1. YA VERÉIS QUÉ HERMOSO ES EL MOMENTO EN QUE SE CONOCEN

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  16. ME DUELE TODO. SON TAN PRECIOSOS. ESTÁN TAN ENAMORADOS

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    1. Mi corazoncito no puede más con su belleza os lo digo en serio

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  17. SHEREZADE podría dejar de hacerse la idiota y confesarme que está enamoradisima de él

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    1. *coge un megáfono* Sherezade Malik por favor preséntese en el pasillo 2 para que la hagan espabilar de una bofetada, gracias *musiquita de fin de mensaje de megafonía*

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  18. SIGUE CONTANDO LA HISTORIA DE ESTOS DOS EN SERIO. ME MUERO DE AMOR. NECESITO SABER LA PRIMERA PALABRA DE SCOTT. EL PRIMER BALO DE SCOTT CON ZAYN Y SHER. LA PRIMERA VEZ QUE SCOTT LOS PILLO HACIÉNDOLO.CUANDO SCOTT CONOCIÓ A TOMMY. JODER YA ME ESTÁN ENTRANDO GANAS DE LLORAR.

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    1. LO VOY A SEGUIR HACIENDO Y OS VAIS A MORIR CON EL SIGUIENTE CAPÍTULO EN SERIO

      Y el momento en el que Scott conoce a Tommy os va a hacer CHILLAR

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  19. LA FAMILIA DE SHER ES LA CLAVE. LO QUE ME HE REÍDO LEYENDO LA PARTE DE LA COMIDA.

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    1. ¿Podemos apreciar por favor el momento en el que Nasser está contentísimo porque Sherezade está embarazada y luego coge y le suelta a Zayn "LE HAS HECHO UN BOMBO A MI HIJA TE VOY A ASESINAR MIENTRAS DUERMES"?

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  20. Me encantará ver la reacción de Trisha cuando vea Scott por primera vez y no pueda negar que ese niño es hijo de Zayn.

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    1. Madre mía Sherezade la va a putear TANTO estoy iorando

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  21. "-Ib, tío, levanta la mano: irse de putas no cuenta-atacó Abdel." ESTOY LLORANDO DE LA RISA ay

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    1. el putoamismo del hermano mayor de Sher por favor, #el #putoamismo

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  22. "¿os imagináis que algunos de nuestros hijos acaben juntos?"
    JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA
    Con algunose refiere a cinco, no?? Bueno, puede que 7 porque porque a mi lo de Duna y Dan me huele ya mal xd

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    1. Me puse a gritar con mi mejor amiga cuando leímos este comentario porque sON MUY SHIPPEABLES UN SPINOFF ES UN MOMENTO

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  23. AYYYY quiero ver la reacción de los chicos cuando vean a Scott por primera vez. Puff me llora el corazon sólo de pensarlo maemia

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    1. He pasado un poco de puntillas por eso, pero a cambio tienes el momento en el que Layla conoce a Scott, que vale por mil veces Niall, Liam, Louis y Harry conociendo al pequeñín ♥

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  24. En lo único en lo que pienso ahora es en que necesito más que nada leer sobre la primera vez que Scott y Tommy se vieron porque pongo la mono en el fuego porque es el mejor primer encuentro que se leerá en esta novela.

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  25. ESCRIBES TAN BIEN QUE CADA VEZ QUE ANUNCIAS POR TWITTER QUE VAS A SUBIR NUEVO CAPÍTULO ME PONGO HIPER FELIZ.

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    1. PUES TE COMO EL ROSTRO QUERIDA NURIA VEN QUE TE BESE

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  26. SCOTT MALIK YA HA NACIDO AY JODER.
    NO ME CABE LA ALEGRÍA EN EL PECHO EN SERIO.

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  27. A veces, cuando acabo de leer un capítulo me paro a pensar y imagino lo flipante y la gran sobrada que seria que de repente el año que viene Zayn diese la noticia de que va a tener un niño y con una chica que no es muy conocida y tal, vamos como Sher.
    Quedarías como la PUTISIMA ama

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    1. OJALÁ bueno, ¿te imaginas la publicidad que me reportaría eso?
      Tenemos que conseguir que Zayn preñe a alguna chica rápido, ya vamos con 15 días de retraso

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  28. ZEREZADE ME DA OXÍGENO. PERO DEL BUENO. DE ESE QUE SÓLO SE ENCUENTRA EN LO ALTO DE LAS MONTAÑAS DONDE LA CONTAMINACIÓN DE LA CIUDAD NO LLEGA Y TODO ES PURO Y LIMPIO.

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    1. ASDFGHJKLÑ TOTALMENTE ES QUE SON TAN HERMOSOS Y SE PUTEAN TANTÍSIMO Y SE QUIEREN A RABIAR UF DIOS MÍO

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  29. Y pensar que Scott tuvo que esperar 7 meses de su existencia para dejar de estar incompleto y que su otra mitad naciese.

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  30. Podría leerme una saga entera sobre Zayn y Sherezade. Estoy enamoradísima de Sceleanor pero es que Z y Sher son otp máxima.
    Quería decirte que me encanta tu novela (aunque llego un poco tarde pero espero ponerme pronto al día con ella) fíjate si estoy enamorada de esta novela que el otro día solté un "no sé, ¿el agua moja?"sin darme cuenta, los Malik me están haciendo mal 😂
    Siento comentar en un capítulo que escribiste hace tanto pero descubrí esta novela hace poco tiempo y con los exámenes no he podido avanzar mucho. A partir de ahora iré dejando comentarios en varios capítulos para expresarte mi amor eterno. 😊
    -Ana.

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    1. Awwwwwwwwwwwww por favor pero serás cuqui Ana, no me importa en absoluto que me pongas un comentario en un capítulo que subí hace tiempo, es más, me hace muchísima ilusión entrar en la sección de comentarios y ver otros nuevos en capítulos que ya no están tan expuestos, me anima a seguir haciendo publicidad de mi novela para que gente como tú se anime a leerla. Así que comenta, porfa, comenta en todos los capítulos que puedas porque adoro leer vuestros comentarios. Es más, diría que una de las razones por las que me encanta tanto mi novela es porque siento que hay gente apreciando lo que hago, y eso lo noto con los comentarios. ❤
      Sinceramente, al principio tenía pensado que Zayn narrara un capítulo y Sherezade otro, pero me encantaron TANTO que tuve que hacer una especie de miniserie dentro de la novela con ellos dos. Me apasiona su historia y todo lo que ofrecen, cómo se conocieron y cuánto se alegra Scott de que lo hicieran. Estoy como tú, me encantan tanto que casi, casi, los prefiero a Sceleanor (en eso somos diferentes, pero no pasa nada, en la diversidad está la riqueza).
      Yo digo muchísimo lo de "el agua moja",y mi mejor amiga no hace más que referencias a gacelas para que yo fangirlee pensando en Scott y Eleanor.
      Muchísimas gracias por tu comentario, guapísima, espero que te encante la novela y seguir leyéndote de vez en cuanto. Un besote. ❤

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