viernes, 6 de septiembre de 2013

Cristal contra diamante.

Harry me tendió la mano para ayudarme a bajar del autobús, a lo que le respondí con una tierna sonrisa, alentada por la esperanza de que, por fin, las cosas estuvieran volviendo a su cauce.
Caminé de su mano sin hacer caso de los gritos histéricos de las fans. ¿No podían callarse ni aunque fuera un rato? Eran capaces de volverte loca, y lo peor era que en sus cabezas la originalidad brillaba por su ausencia. Fueras donde fueras, hablasen la lengua que hablasen y tuvieran la cultura que tuvieran, lo único que conseguían gritar era "Oh, Dios mío, Harry, estás tan bueno, cásate conmigo, te amo con toda mi alma" y sutiles variantes de esta frase.
Sin olvidar los "Noemí, puta, deja a Harry" reglamentarios. Tenía la impresión de que si una fan no me insultaba, o no insultaba a Alba o a Erika, no se consideraba a sí misma fan.
Reprimí las ganas de enseñarles mi precioso dedo corazón, pintado cuidadosamente aquella misma mañana en el autobús de camino al estudio, porque aquello hubiera supuesto o bien soltarme de Harry o bien darles una prueba de que, efectivamente, había llegado a tenerle el mismo asco a ese fandom que el que me tenía a mí.
Suspiré, me eché hacia atrás el pelo y levanté la cabeza para mirar a Harry, que se había puesto las gafas de sol, pues la luz de aquel día le molestaba especialmente en sus preciosos ojos verdosos.
Entramos en una gran sala, donde una mujer vino a recibirnos con una carpeta en la mano y un auricular con micrófono incorporado arañándole un lado de la cara.
-¡One Direction! ¡Ya habéis llegado! Ben os está esperando.
Los chicos asintieron con la cabeza; Erika estaba demasiado atontada mirando por las ventanas su perfecta ciudad de Los Ángeles, como para darse cuenta de nada; Alba simplemente se mantenía, como siempre, en un segundo plano que a veces se confundía con cobardía.
O más bien era al revés.
Louis frunció el ceño, con las manos en los bolsillos, estudiando a la chica que nos había venido a recibir. Ella se lo quedó mirando; seguramente supiera de lo difícil que iba a ser convencerlo para que obedeciera. Los chicos eran una manada de cabras embravecidas sólo cuando su carnero mayor decidía desatar la locura de su interior.
Puede que en One Direction mandara la democracia, pero, desde luego, en su comportamiento no era así. Si Louis ordenaba a las emociones de los demás saltar, estas respondían "¿Cómo de alto?".
Me detuve un segundo a disfrutar del contacto de la enorme mano de Harry envolviendo la mía, la mano del tamaño de la antigua Unión Soviética, y me incliné a besársela. Harry sonrió, me besó el pelo y me acercó a él.
Algo había pasado en el bus que no habían querido contarme. Todos habían salido mucho más contentos del concierto el día anterior. Yo me había limitado a sentarme y escuchar la retahíla de ideas (todas geniales) que el fantasma de Caroline se había dedicado a meterme en la cabeza.
Tenía que reconocer que la tía era muy buena pensando.
Seguí a los chicos por el pasillo, y llegamos a una puerta suficientemente grande como para que un camión pasara por ella, y la atravesamos en silencio. Louis tuvo que detenerse y esperar a que Eri pasara delante de él; sabía de sobra que, si no la controlaba, ella se terminaría largando y correría por la calle hasta llegar al Paseo de la Fama, en el que se tiraría el resto del día, haciéndose fotos con todas las estrellas cuyos nombres escritos en ella reconocía.
-No iba a irme.
-Ya-replicó él, con aquel tono de sí, claro. Lo que tú digas.
Erika suspiró, frustrada, se apartó su casi inexistente pelo del flequillo de la cara, me miró un segundo, y pasó sus ojos por encima de mí como si no me viera. Apreté un poco más la mano que rodeaba a Harry, susurrando en mi cabeza una palabra tan fuerte que no me hubiera extrañado en absoluto que todos los presentes consiguieran oírla.
Mío.
Sabía que era absurdo creer que ella intentaría quitarme a Harry, porque a) estaba con Louis, b) eran felices, ya que acababan de cumplir su primer año juntos (viva, qué bien, tiro cohetes, tiro cohetes al cuadrado), y c) no tendría posibilidades con mi chico. Harry era mío, había conseguido dejárselo claro a todo el mundo, a todas las golfas que había por ahí sueltas.
Incluso a Caroline.
Y por eso había adelantado el parto de mi bebé a un momento en el que el pequeño no sobreviviría, consiguiendo que todo el grupo me odiara hasta hacía escasos días.
De repente, Alba se giró y nos miró a ambas. Aquel pequeño instinto que había desarrollado desde que conocimos a los chicos en aquel bar, hacía ya más de un año, y que la alertaba de nuestras inminentes peleas, había creído conveniente manifestarse. Yo apenas intercambiaba palabras con Erika, casi todo eran monosílabos, y lo mejor era que siguiera siendo así. El roce hacía el cariño, pero también hacía las guerras.
No había más que mirar hacia Alemania. Siempre habían empezado las guerras contra Francia, y eso que eran vecinos, y se suponía que, estando más cerca, lo tendrían más fácil para llevarse bien y solucionar sus problemas si es que alguna vez los tenían.
Harry y los demás se separaron de nosotras y se aceraron al que aparentemente sería el director del vídeo. Yo ya tenía Best Song Ever en el iPod, al igual que medio disco, lo que ya estaba listo y era secretamente oficial, de modo que podía hacerme una idea de cómo sería el vídeo. Una discoteca, los chicos bailando, lo que se solía hacer en ese tipo de situaciones.
Zayn se giró un momento y nos fulminó con la mirada. Le preguntó algo al director, algo sobre nosotras, porque de repente todos se giraron y se nos quedaron mirando. Ben clavó los ojos en Eri, la joya de la corona. Era una verdadera lástima que prefirieran a un cristal pulido en lugar de al verdadero diamante... pero no importaba. Ya no.
Ahora tenía una manera de terminar con aquello, de ser por fin la que más brillara, de convencer a los chicos de que el sol no era Eri, sino yo.
Ben se acercó a nosotras, se inclinó ligeramente, como un caballero, y sonrió mientras se incorporaba nuevamente y nos observaba con atención. Se detuvo un segundo más de lo necesario en Erika, y decidió quitárselo a Alba, a la que no pareció importarle mucho. Alba hizo un globo con su chicle, lo explotó en silencio y luchó por meterse el chicle en su totalidad en la boca sin dejar ni una sola mota en su cara recién lavada. Intenté no poner los ojos en blanco, pero me resultaba extremadamente difícil ahora que sabía que los eslabones que nos unían cuando saltamos a la dimensión de los chicos se habían roto para siempre. Ya no necesitaba de su presencia allí para seguir con ellas. Sería mejor compartir a los chicos con mi mejor amiga, Silvia, a hacerlo con aquellas dos. Tocaría a más hombres para mí. Seguro que a Silvia no le importaba que yo me quedara con la mayor cantidad. Dos chicos de One Direction estaban muy bien, además, yo le había hablado de los chicos. Los conocía por mí, igual que lo hacían Alba y Erika. Me lo debían.
Louis se giró a mirar a Eri, en sus ojos brillaba el mismo orgullo que siempre aparecía en cuanto establecía contacto visual con ella. Más bien parecía que la había engendrado él, en lugar de hacer que ella engendrara algo. Ego, seguramente.
Ben volvió a llamar la atención de los chicos. Liam hizo un sutil gesto con la cabeza para que nos acercáramos, y así lo hicimos. Eri se colocó a mi lado y caminó conmigo haciéndole de escudo contra Alba. Llegamos hasta los chicos.
-Necesitamos vuestra ayuda.
Miré a la mediana de las tres.
-Mira, en Hollywood te necesitan. No te acostumbres.
-Me sorprende que te hayan dejado venir. Creía que las aduanas eran más estrictas-espetó sin ninguna educación. Abrí la boca, dispuesta a replicar, pero Niall llamó a la calma.
-Chicas, en serio, ¿no podéis dejarlo por un día?
-No, no pueden-contestó Louis, haciendo una mueca y lanzándole una mirada reprobatoria a Eri, que se limitó a cambiarse el pelo de lado y lucir descaradamente la nueva joya que Louis le había regalado. Si quería convertirla en la reina de Inglaterra me parecía estupendo, pero por lo menos podía controlarse un poco, que luego la chiquilla se crecía.
Erika le sostuvo la mirada, pero, a los dos segundos, ambos habían terminado sonriendo. Me ponían histérica cada vez que hacían eso de la estúpida comunicación mental.
Tragué saliva y me acerqué a los chicos un poco más, dando un sólo paso que mis compatriotas se apresuraron a imitar. Luego, Ben hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiéramos. Miré a Alba, indecisa; no sabía si nosotras podíamos estar en la grabación del vídeo.
Muy a mi pesar, terminé preguntándole a Erika si debíamos seguirlos. Ella frunció el ceño, asintió con la cabeza, pensando un segundo, luego se encogió de hombros y terminó yendo detrás de los chicos.
La gente se daba mucha prisa para hacer un pasillo a la banda y no retrasarla para poder terminar cuanto antes con aquello. Así, habría más tiempo para la postproducción, lo que los terminaría beneficiando a todos.
Entramos en un decorado imitando una oficina de altos ejecutivos de la ciudad de Los Ángeles. Fruncí el ceño, estudiando los pósters a tamaño real que colgaban de las paredes, imitando ventanas, la mesa de un lado del estudio y los dos sofás acompañados de una larga mesa de cristal.
Los chicos rodearon la mesa y estudiaron su entorno: de las paredes colgaban estratégicamente cuadros que a su vez tapaban micrófonos y cables de las cámaras, así como las luces y focos. En una estantería pegada a otra puerta, habían colocado una estatuilla que a todo el mundo resultaba familiar.
Vi cómo Louis miraba por el rabillo del ojo a Eri, que se había quedado embobada mirando el cartel de Hollywood que había impreso en una de las paredes como para darse cuenta de la presencia de su sueño hecho metal.
-Eri-murmuré, pues quería ver su reacción.
-¿Mm?-replicó ella sin apartar la vista del cartel. Estúpida.
-Deberías ver esto-susurró con un hilo de voz Alba, señalando la estantería.
-Estoy ocupada admiran...-protestó, pero siguió el dedo acusador de Alba, y los chicos se taparon los oídos. La conocía bien. Parecía que incluso mejor que yo, porque a mí no se me ocurrió que fuera a soltar tal bramido como el que soltó. Todo el mundo en el estudio se la quedó mirando, pero a ella le importó poco: corrió a la estantería y se estiró cuanto pudo para alcanzarla.
Se giró hacia Louis.
-¿Me la bajas?
-Eri, tenemos que trabajar.
-¿Me la bajas luego?
-Depende-contestó él, contemplando el cuadro de su novia intentando alcanzar algo a lo que no llegaba, y a lo que había renunciado para estar con él, o al menos de momento. Así lo interpreté yo cuando me enteré de que había dejado el grupo de teatro; para ella, Louis era más importante que su sueño de ir un día al Nokia Theatre y recoger aquella pequeña estatua de un hombre desnudo sosteniendo un bastón en el centro, bañada en oro, de varios kilos de peso, en cuyo pedestal se grabaría su nombre, la película que le había hecho conseguir tenerlo entre las manos, el año y la categoría que había hecho posible todo aquello.
En los ojos de Louis cuando se volvió a mirar a los chicos encontré una chispa de algo que no supe identificar. ¿Culpabilidad? ¿Miedo? ¿Dolor? ¿O alivio porque se conformara de aquella manera tan ridícula con el plagio de algo que para ella representaba la gloria?
Tenía que confesar que mis sueños eran ambiciosos, tanto como los de ella. Puede que incluso más; mientras ella soñaba con que la dirigieran y ser la mejor acatando las órdenes, yo soñaba con darlas, con darlas y con gritar frente a un micrófono exhalando los sonidos más hermosos que nadie hubiera escuchado jamás.
Con uno de aquellos premios que tanto abundaban en la casa de Taylor Swift me bastaba.
-¿Qué vais a hacer aquí?-pregunté mientras Alba se acercaba a Erika y la ayudaba a intentar coger la estatua. Una chica se acercó a ellas y les pidió amablemente que desistieran en su intento. La estatua formaba parte del decorado, y tendría su propia función en el vídeo. Después de que cumpliera su función, podrían llevársela a casa, si era lo que querían.
Eri sonrió como pocas veces la había visto hacerlo, asintió con la cabeza y le pidió a Alba que le bajara al suelo. La mayor de las tres así lo hizo.
-Ya lo verás, pequeña-contestó Harry, irradiando felicidad. Ben estaba indicándoles a los chicos qué iban a hacer, y Liam escuchaba con atención, la mano en la barbilla, pensativo.
-¿Vamos a cambiarnos ahora o...?
-Creo que será mejor hacerlo después. Tendréis ayuda para la toma en la que saldréis vosotros; no quiero que os queden restos del maquillaje ni nada por el estilo. ¿Vais a vestiros así?
Una de las mánagers, la nueva, Diane, pasó por detrás de nosotras y se acercó a Ben. Le tendió la mano y le informó con su perfecto acento inglés, que no resultaba ni pedante ni duro, que los chicos se cambiarían de ropa. Ellos asintieron con la cabeza; estaban cansados, el día anterior había sido bastante duro, con entrevistas que los habían obligado a acostarse tarde, y aquella mañana, cuando los despertaron para grabar más cosas, se habían puesto lo primero que habían encontrado en el armario, sin importar que combinara o no.
Así que iban de chándal, y mi atuendo favorito era el de Zayn, porque parecía Will Smit en los créditos iniciales de El príncipe de Bel Air, donde salía rapeando a toda velocidad y jugando al baloncesto.
Lou silbó para llamar la atención de los demás.
-Tengo aquí la ropa, pueden venir a elegirla, si quieren.
Se miraron entre ellos y terminaron avanzando hacia su estilista. Estaba a punto de seguirlos cuando Ben nos chistó.
-Chicas, ¿podéis venir un momento? Quiero hablar con vosotras.
Eri se frotó las piernas, asintió con la cabeza y caminó hacia mí. Alba hizo lo propio, quedándose al otro lado de la chica. Miramos a Ben con el ceño fruncido, sin saber qué se nos venía encima.
-Veréis, supongo que los chicos ya os habrán contado un poco de qué va el vídeo. El caso es que vamos a... duplicarlos, por así decirlo. En muchos planos saldrá Niall en una versión más mayor y gorda de sí mismo seguida de su versión actual y verdadera. Tendrán diálogos entre sí-comentó, estudiando nuestras expresiones con cuidado. Nosotras asentimos con la cabeza, queríamos que supiera que lo comprendíamos. No éramos estúpidas-. Y he pensado que, ya que no vais a estar presentes en el vídeo pero formáis una parte fundamental de sus vidas, especialmente tú, Eri-dijo, señalándola con el dedo índice y haciendo que ella asintiera, seria, a la expectativa de lo que venía-, creo que será bueno para su actuación que vosotras hagáis de sus versiones no presentes cuando estén trabajando. Así será todo mucho más fluido y creíble.
Tragué saliva y las miré.
-A mí me parece bien-dije. Alba asintió con la cabeza.
-Mientras no me enfoquéis, todo irá bien-convino ella, alzando las manos. Le daba mucha vergüenza todo aquel tema de ser famosa.
-A mí no hay ni que preguntarme. Siempre he querido trabajar en Hollywood. Este no es el primer trabajo que esperaba, pero por lo menos es un papel bastante bueno-contestó Erika, asintiendo con la cabeza. Ben sonrió.
-Bien. Entonces, esperaremos a que preparen a los chicos y empezaremos a grabar. ¿Os parece bien?
Asentimos con la cabeza y fuimos a recoger los guiones de los chicos. Nos repartimos las frases, subrayando con un color cada intervención.
Media hora después, los chicos desfilaron por delante de nosotras, mostrándonos la ropa que les habían puesto. Las chicas de todo el set terminaron yendo a disfrutar de la improvisada pasarela de moda, que derrochaba más sensualidad y atractivo masculino que la semana de la moda de París. Nos echamos a reír cuando los chicos empezaron a hacer muecas como los modelos, poniendo cara de ser increíblemente interesantes. Era divertido ver cómo cambiaban de papel y terminaban siendo algo completamente diferente a lo que solían ser.
Lou enganchó de un brazo a Harry y comenzó a tirar de él.
-Tenemos que maquillaros, tenemos que maquillaros, por favor, chicos, por favor, obedeced aunque sea sólo una vez-suplicaba la mujer, cansada de tener que lidiar todos los días con lo mismo. Si no se trataba de un concierto, los chicos se volvían totalmente irresponsables, y se dedicaban a corretear por donde fuera, disfrutando de la vida que habían ganado al presentarse a The X Factor y terminar quedando terceros.
Sin embargo eran, con mucha diferencia, los que más éxito habían conseguido de aquella edición del programa, seguidos por Cher. Los chicos llegarían lejos, estaba claro, pero nadie había previsto que llegarían a tal punto.
Niall terminó siendo el que se apiadó del alma de su estilista y la siguió como un corderito hacia los tocadores. Los demás los persiguieron haciendo una conga, por lo que a Alba casi tuvieron que practicarle el boca a boca de tanto como se río.
A mí me pareció una tontería que se pusiera así, al fin y al cabo, estábamos acostumbradas, pero simplemente negué con la cabeza, puse los ojos en blanco y solté una rápida carcajada.
Estuvimos toda la tarde ensayando con los chicos, haciendo lo que podíamos para ayudarlos en el tema. Eri y yo nos sentamos en la mesa donde se suponía que se iban a colocar Niall y Louis una vez los caracterizaran, y recitamos nuestros papeles con la que sería la entonación de los dos más vivarachos del grupo.
Yo imité el acento de Niall exagerándolo mil veces y Erika empezó a dar voces igual que lo hacía Louis, haciendo que él protestara varias veces.
-¡Yo no hablo así!-chilló Louis, negando con la cabeza tras abrir la puerta por decimonovena vez y fulminándola con la mirada.
-¡Ibas a hablar así y lo sabes!
-¡Cállate!
Y dio un portazo digno de la mayor de las divas de Hollywood, a lo que sólo supe responder con otra carcajada.
El rodaje fue muy duro, porque siempre uno de los cinco tenía alguna tontería que decir o hacer, de modo que Erika, Alba y yo terminábamos riéndonos.
Ben silbó, se puso a dar gritos con su cono invertido pintado de negro, el micrófono de los directores, y señaló a mi compañera con dedo acusador.
-¿Qué pasa ahora?
-¡Es Louis! ¡Estaba poniendo caras raras!
-¡NO ESTOY PONIENDO NADA! ¡MENTIROSA!-bramó él, alzando las manos y mirando a Ben-. Te juro que no estoy haciendo nada, no sé de qué me habla.
-¡Me está haciendo reír, Ben!
-¡No estoy haciendo nada!
Tras casi un cuarto de hora de disputa, recuperamos la cordura, y por fin dimos por concluida aquella parte.
Alba se había sonrojado mil veces durante aquella tarde, pues había tenido que agacharse delante de los chicos para hacer de Verónica, la secretaria a la que interpretaría Zayn... y dejar que Louis, Liam y Harry le miraran el culo.
-No me siento muy cómoda, ¿vale, Ben? Perdona que no me mole que tres tíos a los que considero mis hermanos me miren el culo un millón de veces-protestó Alba, levantando la bandeja por encima de su cabeza, cuando Ben le preguntó. Eri dio un pequeño saltito para caer en el suelo.
-¿Quieres que te sustituya?
-¡SÍ!-bramaron los cinco a la vez. Bueno, cuatro. Louis no dijo nada, simplemente se encogió de hombros y las miró a las dos alternativamente. Alba se giró y le lanzó una mirada envenenada a Liam.
Yo tenía que admitir que Erika seguía conservando aquel culo gigantesco que había tenido cuando era una foca, pero ahora estaba mejor definido. Estaba, simplemente, mejor.
-Tener novio para esto-replicó Alba, negando con la cabeza y tendiéndole la bandeja a Eri, que no la cogió. Puso los brazos en jarras y contempló a Louis.
-Y tú, ¿por qué no dices nada?
-Porque ya te tengo el culo muy visto-contestó él, encogiéndose de hombros. Eri abrió la boca y trató de abalanzarse sobre él, pero Alba, Paul y yo terminamos impidiéndolo.
-¡Voy a matarte! ¿Qué quieres, Tommo? ¿Quieres hostias? ¿EH? ¿QUIERES HOSTIAS?-gritaba, intentando zafarse del brazo del guardaespaldas de los chicos-. ¡Suéltame, Paul! ¡Le romperé esa cara tan guapa que tiene! ¡Suéltame!
Ben se frotó la cara.
-Louis, cálmala.
-Pero... ¡es divertido!
-¡Louis!
El mayor de los cinco se levantó, suspiró y se acercó a ella. Miró a Paul y asintió un segundo con la cabeza. Paul la dejó en el suelo, y ella empezó a darle puñetazos en el pecho.
-Hala, hala. Ya. Ya. Venga-comentaba Louis en tono neutro, con los ojos en blanco. Eri terminó aburriéndose de darle, pero siguió reprochándole cosas.
-Voy a tener que echarte como sigas así, tía-amenazó Ben. Ella se lo quedó mirando, con los ojos entrecerrados.
-Tenemos dos días.
-Tengo que aprovecharlos. ¿Sabes con quién más voy a trabajar? Con Vogue, señora. Voy a hacer un pequeño vídeo junto con la revista Vogue sobre Iggy Pop.
Alba y yo fruncimos el ceño; Eri se encogió de hombros... y los chicos se pusieron histéricos.
-¿En serio? ¿Con él?
-¿Cuándo?
-¿Podemos conocerlo?
-Pero, ¿qué pasa con ese tío?-espeté yo. Eri asintió con la cabeza, señalándome-. ¿Quién es?
Zayn, Liam, Niall y Louis se me quedaron mirando como si estuviera loca. En sus ojos vi la firme decisión de plantearse si me mataban o no.
Sólo Harry se mostró un poco más amable conmigo y con las demás; parecía ser el único que comprendía realmente que alguien no supiera quién era el tal Iggy Pop.
-Es un cantante.
-¿En serio?
-¡No! ¡En realidad no es nadie! Tan sólo es el tío que revolucionó la industria musical, pero no es nadie-ladró Louis, recibiendo una mirada envenenada de su chica.
-Cinco minutos-anunció Ben, frotándose los ojos y pensando que aquello sería más difícil de lo que en un principio había pensado.
Zayn se acercó a nosotras y nos empezó a contar cosas que había hecho el tío: tenía cientos de premios en su poder, había vendido miles de discos, había obtenido varios platinos...
-Ha sacado 24 putos discos, nenas, ¿de verdad no lo conocéis?-nos gritaba Louis. Eri suspiró, miró el reloj como diciéndole "ya aburres", y negó despacio con la cabeza.
-¿Cuándo sacó el último?
-En 1999-dijeron Louis y Harry al unísono. Liam los fulminó con la mirada.
-No, tíos. Tiene un disco homenaje del 2001.
-Yo ese no lo cuento, ¿sabes?-se defendió Harry. Louis se encogió de hombros.
-Y era el tío más polémico que te podías encontrar. Respiraba, comía y dormía de una manera que daba mucho qué hablar.
-Nunca se ponía camisa, al menos en sus conciertos.
Se me iluminó la bombilla.
-¿No hubo un tío que fue con la camisa abierta a El Hormiguero?
Erika vaciló; torció la boca, pensativa.
-Creo... que sí. Uno. Mayor. ¿Rubio de ojos azules?
Ellos asintieron, y siguieron contándonos cosas suyas.
Fue entonces cuando Niall dio en el blanco.
-...participó en un anuncio de televisión, lo echan bastante últimamente... es el tío de Schweppes... y también...
-¡JODER!-gritó Alba, y todos la miramos-. ¡Chicas, el del anuncio de Schweppes! ¡El que está en la barra de un bar con una tía!
Abrí la boca y chasqueé los dedos.
-¡Sí! Joder, Erika, el tío ese que parece que tiene dos siglos.
-¿Ése?
-Ese-asentí con la cabeza.
Nos giramos a mirar a la banda.
-¿Cómo es que sabéis tanto sobre él?
Zayn fingió ofenderse.
-Joder, es Iggy Pop. Es un dios de la música. Además, yo me gano el pan cada día con ella; no está de más conocer a la gente como él.
-Marcan estilo-murmuró Liam, pasándose una mano por el pelo.
-Él empezó a lanzarse al público-nos comunicó Harry, satisfecho de poder proporcionar esa información.
-Sí, es una leyenda. Además, como ya habéis dicho, nunca lo he visto con la camisa abrochada-comentó Niall, tocándose la barbilla en el mismo gesto de Kiss You, pero esta vez no era nada forzado. Realmente estaba haciendo memoria y tratando de adivinar si alguna vez aquel hombre no había aparecido con el pecho cubierto.
-Yo sí. Cuando era pequeño, una vez-dijo Louis, hundido en sus pensamientos-. Una vez en 21 años.
-¿Lo viste en directo?-dijo Liam, abriendo la boca-. Eres mi puto ídolo, Louis.
-Lo vi más de mayor, Mark me llevó a un concierto suyo. Pero cuando lo vi con la camisa abrochada fue un día, por la tele. No es tan glamuroso como parece, pero... yo lo vi.
-¿Tienes música suya en el iPod, Boo?-inquirió Eri, balanceando las piernas. Louis asintió con la cabeza.
-Sí, pero no creo que te guste.
-¿Por qué? ¿Hace heavy metal?
-En realidad es más bien punk rock.
-Es la lista de reproducción en la que nunca te atreves a meterte.
Lo miró un segundo en silencio.
-Pone Dark.
-Porque el sonido es oscuro-Louis alzó las manos-. Eh, nena, yo no he escrito las reglas. Yo simplemente las sigo y las interpreto como mejor me viene.
Ella negó con la cabeza, se echó a reír y terminó dándole un abrazo.
-Siento haberte pegado.
-Yo sí que siento que me hayas pegado-replicó él, revolviéndole el pelo-. Y ahora, a trabajar.
Ese fue el pistoletazo de salida para que los chicos realmente trabajaran bien. Terminamos las tomas en las que salían duplicados y pasaron directamente al baile, que fue una recopilación de todos los que habían hecho en esos tres años que llevaban juntos. El vídeo saldría el 22 de julio, un día antes de su aniversario, de modo que les pareció la opción perfecta para hacer que las fans se volvieran locas con ello.
Fue su forma de entregarles a las Directioners el mejor regalo de cumpleaños que podían hacerles... al margen de tirárselas una por una, lo cual sería un poco complicado. Porque serían cuatro, no cinco.
A Harry no me lo tocaba ni Dios.
Después, Ben les metió prisa para ver si podían grabar las escenas en las que salían caracterizados. Terminamos haciéndolo a la mañana del día siguiente, y, aunque no se nos necesitaba, fuimos a darles apoyo moral.
Cuando los cinco estuvieron vestidos y listos, nos pidieron que les hiciéramos una foto. Yo saqué la BlackBerry, Alba su Samsung, y Eri su iPhone, y las tres nos convertimos en fotógrafas por un segundo.
-¿Os apetece una sesión de fotos como la que hicisteis en el penúltimo vídeo?
Ellos asintieron, y se tomaron un momento para ordenarse de una forma que hacía años que ya no utilizaban. Eri frunció el ceño.
-¿Qué hacéis?
Tardó un segundo en darse cuenta, pero yo no necesité todo ese tiempo para hacerlo.
-Directionator-gruñí. ¿Y se suponía que ella era la favorita? ¿Cómo se atrevía a no reconocer la pose que habían hecho en el programa con el que habían saltado a la fama y quedarse tan ancha? Su reinado de la estupidez iba a terminarse pronto.
Si las miradas matasen, la que me lanzó en ese instante me hubiera dejado sin cabeza.
-Canta Magic-ordenó con la voz imperante-. Cántala.
Le devolví la mirada.
-No puedo. No me la sé.
La había escuchado varias veces, pero la canción no había calado en mí demasiado hondo, y tenía demasiados famosos a los que hacer caso, de modo que no daba a basto para almacenar tantas canciones. Simplemente no podía.
-Directionator-se burló ella, utilizando el mismo tono que yo. Tragué saliva y apreté los puños, mientras ellos seguían posando para Alba, que se había alejado sutilmente de nosotras-. No por saber todos sus movimientos serás más Directioner que la que los quiere, respeta y apoya.
Era lo bastante cobarde como para no hablar en inglés para que ellos la entendieran. Me rebajé a su nivel.
-¿En serio, Erikina? ¿En serio? ¿No los respeto, quiero y apoyo?
-¿Cuándo los apoyaste tú? ¿Cuanto te largaste preñada a Nueva York? ¿Cuando decidiste tener el bebé a pesar de que Harry no lo quería? ¿Cuando lo mandaste al hospital de la pulmonía?
-¿Y tú apoyaste a Louis intentando suicidarte?
-No vengas a comparar ahora un error mío con toda tu vida de desastres, Noemí-sacudió la cabeza, una sonrisa cínica le adornaba la boca-. Sabes de sobra que no tiene nada que ver.
Me quedé callada. Su voz había terminado sumiéndome en mis recuerdos, y lo último que pensé fue que yo, al menos, seguiría conservando mi vida después del verano. Caroline me había prometido que ella no cumpliría los 17 años con nosotros. No dejaría que viviera tanto tiempo.
De repente, estaba sentada de nuevo en el sofá de mi casa, sintiendo las vibraciones que Caroline en versión fantasma desprendía como un sol despedía su luz y su calor. Mientras yo estaba sentada, casi echada, con el vientre abultado bajo una protectora mano, ella estaba de pie, observándome con los brazos cruzados y un índice golpeando lentamente su antebrazo. El pelo, perfectamente peinado, le caía en cascada por la espalda. Su maquillaje era tan impecable que hubiera puesto la mano en el fuego para asegurar que la habían maquillado así, pero seguramente me hubiera equivocado.
Nunca había sentido la necesidad imperiosa de tocarla pero, de haberlo hecho, seguramente me hubiera limitado a atravesarla. Sólo había visto a Danielle y Eleanor de lejos, y no estaba segura de si ellas permitían que las chicas las tocaran o ellas lo hacían con quererlo.
De todas formas, yo no quería tener nada que ver con Caroline. Bastante había tenido con ocupar su lugar y tener que estar soportándola cada dos por tres, cuando estaba de mal humor y decidía venir a torturarme.
Sin embargo, una parte de mí la observaba con terror reverente. Era la primera vez que me visitaba en la que se notaba mi embarazo. Ella me había dado la idea de quedarme embarazada, prometiéndome que así nada lograría separarme de Harry, pero una cosa era escuchar en mi cabeza Noemí, quédate embarazada y todos tus problemas se solucionarán a tener a mi archienemiga delante, con mi bebé en el vientre. Si quería hacerme daño, sabía de sobra cómo hacerlo.
-Eri va a volver.
-Me dijiste que no iba a hacerlo.
-Intentó suicidarse, pero Eleanor la salvó.
Un sentimiento de rabia incontenible se apoderó de mí. Eleanor era la más fuerte del trío de fantasmas, al ser la que había pedido hacer el intercambio. Podía hacer casi cualquier cosa... salvo protegerme de Caroline. Al parecer, yo no era de su jurisdicción, y no podía evitar que Caroline me tocara un pelo si ésta se lo proponía. A todos los efectos, Eleanor sólo se trataba de un espíritu que podía comunicarse conmigo pero que no me protegería ni me haría de armadura contra los ataques de la presentadora.
-¿Por qué no podía dejar que las cosas fueran como son? ¿Y por qué has vuelto a decírmelo? Así cuando vuelva...
-¿No lo entiendes? Podría matarte ahora mismo si quisiera-replicó Caroline, cortándome. Me callé y me acaricié despacio el vientre. De repente aquel bebé no me parecía tan buena idea, sentía que era una especie de manifestación del parásito mental en que se había convertido Caroline, extendiendo sus negras raíces por su mi cabeza, esperando recuperar algo que ya estaba roto- Erika ha cortado los lazos que os unían al intentar largarse de aquí.
-¿Qué hubiera conseguido?
-Volver al lugar de donde Eleanor la sacó. Y así, seguramente, Eleanor hubiera vuelto. Sola. Sin las demás.
Parpadeé.
-Sigo sin pillar, entonces, por qué no me matas.
-Tengo que conseguir que hagas un sacrificio voluntario; necesito que seas tú la que me haga volver. El caso-se encogió de hombros, suspirando-, es que, esté donde esté, no tengo más relación con Harry después del programa, y, francamente, prefiero lo malo conocido que lo bueno por conocer.
-¿A qué has venido?
-A decirte que quiero ayudarte. Estoy dejando de verte, probablemente me esté difuminando-murmuró, contemplándose las palmas de las manos con la tensión escrita en el rostro-. Ya no soy capaz de ver todo tu futuro, sólo partes. Y es demasiado negro. O, mejor dicho, blanco. Y la culpa es de Erika.
-¿Qué me va a hacer?
-No lo sé. Al no ser la mía, no tengo control sobre su futuro. Y Eleanor sabe que no debe dejar que me entere de lo que se proponen, aunque...-se inclinó hacia mí y se puso el dedo índice en los labios. Aquello era un secreto, y debía llevármelo a la tumba-, creo que ella también está dejando de verla. Es como si estuvierais echando raíces y os estuvierais escondiendo más y más en el bosque. Cada vez hay más cosas entre nosotras y vosotras.
-Estoy en peligro.
-Tú y el crío. Bueno, del crío no hay mucho de qué hablar. Te irá mejor sin él-sacudió la cabeza-. De hecho, es bastante probable que Erika lo utilice para hacerte daño. Ella no va a ser madre, no sabe hasta qué punto puede una persona luchar por otra.
-No me lo quitará.
Los ojos de Caroline se endurecieron.
-¿No lo entiendes, pequeña? El crío te hará perder la partida. Debes librarte de él. Me lo debes.
-No voy a hacerle nada. Ya es tarde; no puedo.
La sonrisa de un lobo se implantó en la cara de mi enemiga.
-Tú no podrás protegerte. Tú no podrás hacerle nada. Pero yo sí.
Se fue disolviendo en el aire, era el método que más le gustaba para desaparecer. Yo me estremecí, me tapé con una manta y cerré los ojos.
No me di cuenta de que me había dormido hasta que me desperté, con todo el cuerpo temblando, y con el vientre dolorido.
Un pensamiento aterrador, para el que aún ni siquiera me había planteado prepararme, me atravesó la mente.
Contracciones.
Hice cálculos de cuánto tiempo tenía el bebé, y no era suficiente. No podría sobrevivir con casi cinco meses de vida, simplemente no.
Tenía que ir al hospital y luchar por mi pequeño. No dejaría que me lo quitaran, fuera Caroline, Erika, o el mismísimo demonio salido de las entrañas incandescentes de la tierra.
Me levanté como pude, con las piernas doloridas por el esfuerzo de estarse quietas, y me arrastré hasta el teléfono fijo tras comprobar que mi asquerosa BlackBerry se había quedado sin batería.
Descolgué el teléfono y me dispuse a marcar el número de emergencias cuando me di cuenta de que no tenía línea.
Me llevé las manos a la frente. Calma, calma, me pedí a mí misma, sosteniéndome la barriga con fuerza, como si así fuera a detenerla.
Pero aquello sólo sirvió para que el bebé tuviera más prisa por salir. Nacer muerto.
Me detuve un segundo para pensar en qué debía hacer y, finalmente, recordando un documental que había visto antes de conocer a los chicos sobre embarazadas y bebés, lo cómodas que estaban las mujeres en su último mes de gestación cuando se metían en el agua de una piscina, fui hasta las escaleras. No me atrevía a ir a la piscina, tenía miedo de terminar ahogándome en el intento de mantener en calma a mi hijo.
Me aferré con fuerza al pasamanos, puse tanto empeño que mis nudillos se volvieron blancos. Tiré de mi cuerpo hacia arriba y, poco a poco, conseguí llegar al primer piso. Tomé aire, y, sin pararme a contemplar el rastro de sangre que había dejado en las escaleras, y por la casa en general, abrí la puerta del baño y me metí dentro.
Me incliné a abrir el grifo del agua caliente, después el del agua fría también, frustrada porque no salía ni de lejos el agua que yo necesitaba y esperaba, y me desnudé mientras la bañera se llenaba.
Sólo hubo agua para dejarla hasta la mitad.
Así no podría hacer mucho por mi pequeño, pero no me importaba. El instinto materno era más importante que cualquier otra cosa.
Entré en la bañera y me tumbé, luchando por relajarme, masajeándome el vientre como se me ocurrió para tranquilizar al pequeño.
Terminé dándole a luz.
Y jamás en mi vida olvidaría la imagen de un pequeño bebé a medio formar entre mis brazos, cubierto de sangre, envuelto en una toalla que terminaría tirando a la basura.
De repente a mí también me había apetecido suicidarme. Pero no lo hice por mi pequeño, no lo hice por Harry, al que le debía un hijo. No lo hice por muchas cosas, y una de ellas fue porque el sacrificio de mi primer hijo no iba a ser en vano.
Mataría a esa zorra. Con mis propias manos.
Pasó tanto tiempo después de aquello que no pensé que Caroline hubiera ido en serio. Mi memoria fue eliminando fragmentos de aquella conversación, y terminé autoconvenciéndome de que mi parto había sido porque algo había salido mal, no porque una fuerza sobrenatural lo hubiera provocado.
Pero en cuanto Erika entró de nuevo por la puerta de aquella casa, todo volvió a mí como un yunque cayendo sobre mi espalda.
La pagará. No va a llegar a cumplir 17 años me aseguró Caroline.
No, asentí yo para mis adentros, convencida de mis palabras. Ojo por ojo. Diente por diente. Vida por vida. No va a llegar a los 17 años.

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