martes, 17 de septiembre de 2013

Y tú una zorra.

-No me voy a meter en la puñetera agua, Louis-gruñí, extiendo la toalla en la playa del pueblo de Alba. La premiére ya había quedado atrás, los chicos habían ido a Nueva York mientras yo visitaba a mi familia, Noemí a la suya (que, sorprendentemente, había dejado de repudiarla en cuanto se enteraron de que no iba a parir a ningún bebé de momento), y Alba a la suya, para, de paso, organizar la estancia de todos en su casa de nuevo. No habíamos ido a las fiestas de mi pueblo, lo que a mí me fastidiaba, porque había sido allí donde nos habíamos declarado por primera vez Louis y yo, así que tenía grandes esperanzas depositadas en el pueblo de mi amiga.
Louis hizo pucheros, intentando que lo acompañara a bañarse. 
Miré a Alba, que se quitaba la camiseta dando brincos sobre la arena.
-¿Te vas a bañar?
-No empecéis así otra vez-gruñó mi inglés favorito, molesto porque decidiera debatir con mi amiga en un idioma que él no dominaba en absoluto.
Alba me miró, se encogió de hombros.
-Supongo. Quiero refrescarme. ¿Tú?
-No lo sé. No me fío una mierda de Louis-dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia él, que se acercó a mí y me agarró de la cintura.
-¿A que te meto en el agua sin que te cambies de ropa?
-Yo no me voy a bañar aún. Estoy haciendo la digestión-dijo Noemí, tirándose sobre la toalla, ya en bikini, y embadurnándose el cuerpo con la crema solar que yo no pensaba echarme.
Más vale cangrejo pelado que pingüino aceitoso.
Tal vez podría tumbarme a tomar el sol, ya que este año estaba particularmente pálida... pero ella atajó mis pensamientos pidiéndome el iPod.
-¿Lo has traído?
Asentí con la cabeza.
-¿Me lo dejas?
-Claro, cógelo.
Bien, ahora lo último que necesitaba era tener tiempo para pensar en todo. Llevaba varios días con malas sensaciones, presintiendo que algo malo se avecinaba, como los que han tenido heridas profundas saben que va a cambiar el tiempo porque les duele su herida ya curada. Me sentía como si estuviera escuchando truenos muy a lo lejos, pero cada vez más cerca, y no viera ninguna nube en el cielo despejado.
Y tenía la impresión de que esa nube negra, amenazante, se acercaba levitando sobre la superficie del mar.
Me quité la camiseta y suspiré, llevándome la mano al pecho. Miré a Louis, que contempló un segundo más de lo necesario el tatuaje que me había colocado justo encima del corazón.
Su nombre completo y su fecha de nacimiento en números romanos.
Sabía que ese tatuaje le encantaba, más que la pequeña L, pero no decía nada. No parecía querer aplaudir mi comportamiento pro-tatuajes, pero tampoco se esforzaba demasiado en hacerme creer que le disgustaba.
-¿Y bien?
-Voy-repliqué con un tono más cortante del que pretendía. Él sonrió y fue hasta la orilla, metiéndose en el agua rápidamente.
-¿Te espero?-preguntó Alba. 
Alcé los hombros, saliendo de mis pantalones cortos. La prima pequeña de Alba, Tania, y su hermano Diego ya había entrado en el agua y se pasaban un disco. Zayn jugaba con ellos, devolviéndoles el disco cuando lo lanzaban demasiado lejos como para ir a buscarlo. El hermano de Alba nadaba bastante bien, pero su madre le había ordenado que no se separara de la prima de ocho años bajo ningún concepto.
Alba caminó despacio hacia la orilla, dejando que yo la alcanzara justo cuando los restos de una pequeña ola le acariciaron la punta de los pies. Di un brinco y aterricé en el terreno mojado justo en el momento en que el agua se retiraba. No me mojé, así que di un par de pasos, persiguiendo al mar, y, cuando el mar decidió volver a por mí, chillé.
-¡ME CAGO EN DIOS!-bramé, corriendo hacia fuera otra vez- ¡ESTÁ HELADA!
Los chicos se echaron a reír, Liam y Louis vinieron a buscarnos.
-Tampoco es para tanto, nena-decía Louis.
-NO ME TOQUES-ladré, estirando las os brazos y poniendo la palma de las manos paralela a su cuerpo-.  ¡NO SE TE OCURRA TOCARME!
Cometí el error más grave de toda mi vida al darle ideas sobre lo que podía hacer para sacarme de quicio. Cuando mis manos tocaron su pecho, y yo solté un gemido, porque estaba tan congelado que me extrañaba mucho que no hubiera muerto por hipotermia.
-Dame un abrazo.
-¡No!-grité con toda la fuerza de mis pulmones. La prima pequeña de Alba sonrió.
-¡Jimmy protested!
Louis se la quedó mirando y le tiró un beso.
-Alba, dile a tu prima que me ayude a meter a Eri en el agua.
-¡Sabes que me pondré a repartir hostias sin distinguir entre ingleses subnormales de 21 años o niñas de 8!
-Tania, Louis quiere que lo ayudes a meter a Eri en el agua.
-Vale-baló la chiquilla, saliendo a buscarme.
Alcé las manos.
-¡Entraré yo! ¡A mi ritmo! ¡No me toquéis! ¡Alejaos de mí!-balé, bajando las manos-. Tania, tranquila, ya entro yo sola. Vete a jugar con Diego-la insté, y ella se dio la vuelta, obediente.
Alba ya tenía el agua por la cintura. Qué aguante tenía la puta de ella.
Louis se puso a mi lado. Sentía las gotas de agua resbalar por su cuerpo, y me entró una sensación de pánico increíble. Señalé el agua a varios pasos de mí.
-Ponte delante. No te quiero detrás.
-¿No te fías de mí?
-Louis.
-¡No te fías de mí!-negó con la cabeza, cogiéndome los brazos por los codos. Di un brinco hacia delante.
-¡Estate quieto!
-¿Por qué no te fías de mí?-se inclinó por detrás hacia mi oído, y yo me eché a temblar.
-Porque te conozco como si te pariera-murmuré yo-. No te quiero detrás de mí. Ponte delante-ordené. Él suspiró, me besó el hombro y obedeció.
Tenía que reconocer que los tatuajes combinados con el agua del mar le quedaban muy bien. Prácticamente brillaban con luz propia.
Me abracé la cintura, dando pasos lentos, vacilantes, en dirección a las profundidades del mal. Sentí cómo el pelo de la nuca se me erizaba a medida que me iba hundiendo más y más, dejando que el agua devorara mi cuerpo. Siempre con los ojos un par de pasos por delante de mis pies, y de vez en cuando levantándolos para estudiar las olas que se acercaban demasiado pagadas de sí mismas, dispuestas a mojarme más de lo necesario y demasiado rápido, fui dando pequeños pasos.
A Louis no le pareció suficiente.
-¿Puede ser antes del fin del mundo? Gracias-dijo, poniendo los ojos en blanco. Le lancé una mirada envenenada.
-¿A que no entro más?
Alzó las cejas.
-¿Es una amenaza?
A modo de respuesta, me giré y comencé a salir del agua. Ni siquiera me había mojado la braga del bikini.
Escuché cómo corría detrás de mí y, antes de que pudiera escapar, me agarró del a cintura y me arrastró mar adentro.
Empecé a retorcerme en sus brazos, elevando el agua que tenía a mi alcance y mojándome cada vez más y más. Salpiqué a todo el que se me puso por delante, porque no podía soportar la idea de quedarme quieta y dejar que el agua helada me congelara los pulmones... podría hacerlo. Estaba lo bastante fría como para congelarme.
Louis me cargó sobre un hombro como si de un saco me tratara y siguió avanzando hacia el mar, alejándose de la orilla, cada vez más y más adentro. Pasé de darle patadas en el estómago y arañarle la espalda a aferrarme a él con uñas y dientes. El agua casi me alcanzaba la cara, y los dedos de los pies ya eran acariciados por las olas más altas. Cerré los ojos y empecé a rezar porque no me muriera allí, en manos de Louis.
-Me las vas a pagar-dije, dándole un puñetazo en el culo y haciendo que gotas de agua se elevaran hacia mi rostro. Grité de frustración.
-¿De veras? ¿Cómo?-contestó mi novio, que dentro de poco dejaría de hacer pie. Cerré los ojos.
-Louis, no entres más, en serio, vuelve a llevarme a la orilla.
-No. Quiero que me hagas pagar por esto-replicó él, sonriendo. Abrió los brazos y quedé apoyada en su hombro sobre mi estómago, en perfecto equilibrio. Clavé las uñas más hondo en su piel. Me daba igual estar a nada de hacerle sangre. No iba a bañarme. Así de simple.
-¡AGÁRRAME!-grité, agarrándolo yo a él con todas mis fuerzas. Me hizo cosquillas en la cintura, yo me retorcí mientras unas carcajadas traidoras se apoderaban de mí-. ¡Louis! ¡¡¡Louis!!! No me hace gracia, ¿sabes? ¡Llévame a la orilla!
-Esta ola es buena-comentó él. Y me giré en el momento justo en que una ola gigante rompía encima de nosotros, arrastrándonos a los dos al fondo. Pataleé, buscando el aire y el calor. El frío se me metía por la piel, me atravesaba músculos y roía mi carne hasta clavarse en mis pulmones. Cuando llegué a la superficie, respirar me dolió tanto que por un momento pensé que estaba inhalando fuego.
Me aparté el pelo de la cara y lo busqué con la mirada. Louis todavía no había salido, pero Niall estaba cabalgando la ola en una tabla de body board que Diego le había prestado.
Louis surgió de la nada a un metro de mí.
-¡¿Se puede saber qué coño te pasa?!-bramé, pataleando hacia él y llegando a alcanzarlo. Me apoyé en su hombro, intentando recuperar el aliento. Él simplemente me miró con aquellos ojos que se camuflaban en el mar. Parecía que en ellos le había entrado agua, y que se movía al son de su cabeza. Era precioso.
Y era gilipollas.
-Tranquila, Eri, solo es agua. Relájate.
Lo miré con la boca abierta, aun a riesgo de que una ola entrara en mi boca.
-¿Que solo es agua? ¿QUE SOLO ES AGUA? ¡ESTÁ HELADA, JODER! ¡ESTÁ MÁS FRÍA QUE EL AGUA DEL ÁRTICO! ¿Cómo voy a relajarme?
Negué con la cabeza, pasándole las piernas por la cintura y echándome a temblar. Me daba igual que él interpretara ese gesto como que lo perdonaba; tenía demasiado frío como para preocuparme en lo que estuviera pensando él en ese momento.
-No está tan fría-replicó él, inclinándose hacia delante y nadando hasta los chicos, que estaban subiéndose a unas piedras y lanzándose desde ellas. Tendrían un metro y pico de altura, sin embargo, a mi me daban escalofríos sólo de pensar en tener que tirarme desde allí.
Harry se inclinó hacia delante, estudiando el terreno, luego se irguió cuan largo era y saltó hacia delante. Gemí, tapándome la cara con las manos intentando apartar el agua de mis ojos, que me ardían más que de costumbre.
-Mierda, tengo las lentillas puestas-murmuré, separándome de Louis y nadando hasta Alba, que se había agarrado a una roca con pinchos y esperaba a que Niall y Zayn se tiraran para salir del agua y seguirlos. Las rocas hacían una especie de pasillo en el que cabían dos personas, tres muy apretadas, por lo que ella prefería esperar en el agua.
Zayn se tiró de cabeza y salió varios metros más allá. Niall gritó, cogió toda la carrerilla que la pared del acantilado adyacente le permitía y se lanzó en bomba hacia el agua.
Liam empujó a Alba y luego la siguió hasta la roca.
-¿Te vas a tirar?-preguntó Louis, incorporándose a ellos. Negué con la cabeza, cogiéndole el pie.
-No te vayas aún. Todavía me estoy acostumbrando a la temperatura del agua.
Sonrió con picardía.
-Piensa en lo del cine, en lo que hicimos antes de entrar. Eso me ayudó a mí-murmuró, llevándose dos dedos cruzados a la boca y dándoles un beso. Los levantó al aire y luego caminó hasta el borde de la piedra. Yo lo miré.
-No-negué con la cabeza; no creía posible que le hubiera ayudado. Él abrió las manos al encogerse de hombros.
-No lo elegí yo. Además, Eri, cada vez que nos miramos saltan chispas, así que, ¿por qué no aprovecharlas?-sugirió, sonriendo con aquella cara de niño malo suplicando perdón. Puse los ojos en blanco cuando se tiró al agua, pero ya había despertado ese yo nostálgico que tan peligroso podía llegar a ser.
Me acerqué a él y lo besé en la boca nada más verlo; tanto público estudiando cada uno de nuestros movimientos encendió una chispa en mi interior, que intenté y conseguí controlar.
Él se fue a terminar de hacer un par de entrevistas mientras yo hablaba con Cher. Y vino a buscarme cuando entrábamos al cine. Deslizó su mano por mi cintura y me apretó contra él.
Gemí cuando su mano bajó un poco más, apretándome el culo. Con tanto lío de gente entrando, y todos con los pases en la mano o colgados del cuello, nadie se fijaría en nuestro coqueteo.
-Deberías haberte afeitado-le reñí, ya que él sabía de sobra cómo me ponía con barba. El besarnos y notar su barba arañando mi delicada piel, raspándome los labios, era una sensación demasiado intensa como para ponerla por palabras.
-¿Cómo tienes las bragas?-replicó él, burlón, sin evitar una sonrisa de chiquillo travieso; la misma con la que se lanzó al agua.
-Compruébalo tú mismo-le reté, deteniendo nuestra marcha y abriendo sutilmente las piernas a base de separar los pies. Puse los brazos en jarras y sonreí. Él se mordió el labio, se relamió, alzó las cejas y, tras asegurarse de que nadie nos seguía, fuimos a un rincón con relativa tranquilidad, al lado de la puerta de una sala que no se utilizaría en unas horas. El cine estaba colapsado con la premiére, sólo la sala en la que íbamos a estar estaría en funcionamiento; las demás esperarían impacientes a su público.
Empujé con la espalda la puerta balanceadora mientras indicaba con el dedo a Louis que me siguiera, enrollándolo y desenrollándolo. En la puerta estaban las típicas ventanas circulares, que tanto me recordaban a las cocinas. Si alguien se asomaba a mirar, nos vería.
Y eso era lo mejor de todo; el morbo de ser descubiertos.
Louis se pegó a mí; de su pecho surgió un sonido gutural hambriento, expectante.
Tiré de su camisa y uní nuestras bocas. Su mano se deslizó de mi rodilla hasta mis muslos, arriba, un poco más arriba, cada vez más arriba. Cerré los ojos y abrí la boca cuando llegó al lugar donde yo más lo deseaba.
-Dios, Eri, estás muy húmeda...
Esa última palabra me excitó aún más. Le tomé de la muñeca y presioné su mano contra mi piel más sensible.
-Haz que me corra-le susurré en un tono suplicante.
Sonrió, metió los dedos bajo mis bragas y tiró de ellas hacia abajo. Sacudí las caderas, y se cayeron al suelo.
-Sal-ordenó. Lo hice, las empujé con el pie, y Louis me acarició despacio, muy despacio, sin apartar los ojos de mí. Llevó sus dedos al punto exacto donde más lo deseaba, y sentí cómo se ponía duro mientras me acariciaba. Puse una mano en el bulto de su pantalón y yo también lo acaricié. Movió sus dedos en círculos, yo sacudí las caderas al rimo de sus caricias. Se atrevió a meter dos dedos por la puerta cuya llave él poseía, y tuve que morderme los labios para no gritar. Seguimos tocándonos hasta que me pidió que parara.
-Voy a correrme, Eri.
-Córrete para mí, mi amor-respondí yo, pasándole una mano por la nuca y besándolo, gimiendo en su boca cuando sentí cómo sus dedos alcanzaban un nuevo nivel de intimidad.
Lo hizo. Se corrió.
Yo también, y me sorprendió cuando se llevó las manos, húmedas de mi calor líquido, a la boca. Se chupó despacio los dedos, con los ojos siempre en los míos. No había mucho, pero sí lo suficiente como para ponerme a mil.
-Eres un guarro-dije con la voz ronca por la excitación. No me habría importado que el oírme así hiciera que no lo resistiera más, me pusiera contra la pared y me penetrara con fuerza, apenas levantándome el vestido.
-Y tú una zorra-sonrió. Sí, Louis, tu zorra. Tu única y mayor zorra, pensé-. Venga-me  tendió la mano-, tenemos una película que ver en primicia.
Acepté su mano y eché a andar.
-Eri...
-Louis...
-Te dejas las bragas.
Me salpicó cuando llegó hasta mí, sacándome de mi ensimismamiento. Alzó las cejas.
-¿Y bien? ¿Sigues con frío?
-¿Sabes cómo me puso que me llamaras "zorra"?-repuse yo, incrédula. Suspiró.
-No es mi palabra favorita para llamarte, pero es que allí fuiste muy...
-Me alegro de poder ser zorra, y sobre todo ser tu zorra-aseguré, comiéndole la boca-. Deberíamos repetir eso.
-Es una pena que no hubieras ido conmigo a Nueva York-repuso, agarrándome de la cintura y metiéndose entre mis piernas. Yo floté lentamente hasta unir nuestros sexos, separados por la tela de los bañadores-. Tal vez lo hubiéramos podido repetir.
-¿Podré ser una zorra acuática?
Louis alzó las cejas.
-¿Me estás retando?
Sonreí, acariciándole el pelo y deslizándome arriba y abajo por su cuerpo, restregándome como una auténtica zorra de campeonato.
-Puede.
-Te voy a follar aquí, nena, eso te lo aseguro-sus ojos se oscurecieron de excitación, o al menos durante un segundo alcanzaron un tono metálico. Echó un vistazo a la orilla y negó con la cabeza-. Pero no ahora. Quiero hacerte gritar, gritar mucho, a pleno pulmón, y no puedes gritar a pleno pulmón con la familia de Alba aquí.
-¿Quieres apostar?
Sonrió, pegándome contra la pared. Me separó las piernas colocando sus manos en mis ingles, y me mordisqueó el cuello.
-Te quiero. Y te deseo. Para mí solo.
-Pues anda que yo...-repliqué. Noté su sonrisa en mi piel. Le cogí la cara y lo separé de mí-. Va en serio, Louis. Como te busques a otra te mataré. Muy despacio. Primero a ella, por puta, y luego a ti, por cabrón.
-¿Para qué buscarme una hamburguesa de restaurante de comida rápida en la calle si en casa tengo el mejor bistec?
-Te haré tatuarte eso-contesté, sonriendo y besándolo. Sus manos pasaron a mis caderas-. ¿Cuándo?
-Cuando tengamos un rato para estar solos.
-Puedo llamar por teléfono y fingir que les ha tocado un premio, y nosotros nos quedaríamos vigilando la casa mientras todos los demás van a por él.
Alzó una ceja.
-No colaría.
-Soy una zorra muy convincente.
-Eso te lo concedo, pequeña.
Y, dicho esto, se sumergió, dejándome sola, y tomó impulso para alejarse de mí. Negué con la cabeza, apartándome mechones rebeldes de la cara, y nadé hasta él, que se tiró varias veces más de las rocas, y luego me acompañó fuera del agua.
Me sacudí el pelo mientras él se lo echaba hacia atrás, me dejé caer en la toalla, agotada. Estar en el agua cansaba bastante, pero estar temblando en el agua te cansaba más aún. Cerré los ojos, suspiré y me puse boca arriba mientras Louis se tumbaba a mi lado, en una toalla que no le pertenecía, con la espalda vuelta al sol. Le di un cabezazo amistoso en el codo, lo que le hizo sonreír. Después, una vez se hubo acomodado, con las manos debajo de la cara a modo de almohadas y los codos en cada extremo de la toalla, me miró un segundo y cerró los ojos.
-Si ves que me duermo, despiértame.
-Vale-contesté yo, desatándome los tirantes superiores del bikini para que no me quedaran marcas. Noemí me tendió un auricular.
-¿Quieres?
-No, no te preocupes-repliqué. La presencia de Louis ahuyentaba las malas sensaciones, el silencio en el que se había sumido Eleanor desde que fuimos a Estados Unidos se evaporó. Simplemente estaba con mis amigos, en una playa desierta, a la que solo iba la gente del pueblo de Alba, observando cómo se lo pasaban bien, tomándose unas muy merecidas vacaciones después de meses dándolo todo en su trabajo, entregando hasta la última gota de sudor que sus cuerpos pudieran fabricar.
Louis se dio la vuelta y se quedó sentado contemplando el horizonte. Diego y Tania llegaron en ese momento, cogieron un cubo, y el pelirrojo se vio obligado a acompañar a la pequeña a hacer castillos de arena.
Supe que los ojos de Louis estaban fijos en los niños incluso antes de abrir los míos y mirarlo.
-Te gusta la cría, ¿verdad?
Louis asintió con la cabeza.
-Es buena.
-A mí no me soporta.
Se me quedó mirando.
-Pues no sé por qué-replicó él con ironía, dándome a entender que tampoco lo hacía. Le di una patada suave en la rodilla, sin preocuparme de si era la mala o no. Juraría que no, pero no estaba segura-. Nos ha hecho un dibujo de bienvenida-espetó a modo de excusa, dando a entender que no tenía alma por no conectar con la chiquilla tanto como lo había hecho él. Pero la culpa no era mía, yo no adoraba a los niños pequeños como él lo hacía. No se me daba bien tratarlos, por lo que no les gustaba, y ellos terminaban no gustándome a mí. Fin del asunto.
Raras veces me llevaba bien con alguna criatura a la que superase en edad... sin incluir a mi perro, claro está, o a la gente de mi generación, o la generación anterior, como mucho.
Noemí se puso a tararear una canción de Justin Bieber. Me di la vuelta y me incliné hacia atrás, revolviendo en la bolsa que habíamos bajado a la playa en busca de mis gafas de sol. La sal del mar me molestaba bastante, pero más todavía si contábamos con que me dedicaba a fruncir el ceño debido a la luz del sol.
Encontré la funda de mis RayBan debajo de toda la ropa que nos habíamos quitado. Suspiré, las limpié de arena y la abrí.
-¿Sabes la óptima vista que tengo ahora mismo?-inquirió Louis, sonriendo cual chiquillo que acababa de hacer una travesura y al que todavía no habían pillado. Alcé las cejas, mirándolo sin comprender del todo. Se sacó la mano más cercana a mí de debajo de la cara y me acarició los glúteos despacio, subiendo luego por mi vientre hasta casi el pecho, donde lo detuve antes de que siguiera escalando. Yo no era el Everest; llegar a lo más alto de mí no iba a hacer que nadie le diera un premio... a no ser que excitarme fuera un premio. Porque entonces le daría el mayor de todos.
-Gilipollas-repliqué yo, desenterrando el codo de la arena y dejándome caer sobre ellos, mirando al horizonte con las gafas de sol ya puestas. Él abrió la boca y negó con la cabeza, fingiéndose ofendido.
-Encima que te piropeo, ¿todavía me insultas? Esta noche te quedas sin marcha.
-No te lo crees ni tú, Louis-repliqué yo, bajando la cabeza para estudiarlo por el hueco que dejaban mis gafas. Sonrió.
-Me conoces bien. Muy bien-murmuró, colocándose igual que yo y estudiando a los chicos, que ahora se divertían pasándose un balón de fútbol por encima de sus cabezas. El que lo dejara caer y lo mojara, perdía, algo muy subjetivo ya que lo apoyaban en su nuca, empapada, de modo que nadie sabía exactamente cuánto se estaba mojando el balón hasta que lo lanzaban.
Louis se incorporó, se limpió la arena de las piernas, manchándonos a Noemí y a mí con ella, y fue a unirse a los chicos cuando salieron a echar un partido de fútbol. Niall llamó al hermano de Alba y le pidió que jugara también con ellos, ya que eran impares. Diego aceptó y Alba fue a ocupar su puesto.
-He estado pensando-dijo Noemí, enrollando los auriculares de mi iPod alrededor de éste y observando a los chicos y nuestra amiga jugando, ajenos a mis malas vibraciones y la sensación de mal augurio que flotaba sobre mi cabeza-. Creo que toda esta rivalidad nuestra es una soberana tontería, Eri-empezó. Me ahorré poner los ojos en blanco: ella lo había empezado, y ahora parecía ser ella quien lo acabara. Yo no estaba tan segura de que me fuera a rendir rápido, sin oponer resistencia, porque me había hecho una serie de cosas que yo no podría perdonar ni aun siendo rencorosa, pero no me importó mucho en ese instante. Tendría que darle una oportunidad, aunque fuera simplemente por los chicos. Ese clima de pelea constante al que los habíamos sometido Noemí y yo durante meses no podría serles indiferente por mucho tiempo más-. Es decir, los chicos nos quieren, cada una tiene su novio, que no es debilidad ni la otra ni nada, así que, ¿por qué deberíamos estar todo el día con peleas absurdas que no nos van a llevar a ninguna parte? Yo quiero a Harry, tú quieres a Louis, yo quiero a Louis como amigo, y tú a Harry como amigo. Ellos son mejores amigos, así que estaremos mucho tiempo juntas, pase lo que pase, en el futuro. Si lo nuestro sale bien con ellos, claro-¿era un si no te suicidas antes lo que escuché en un recoveco de mi mente cuando ella me miró de soslayo, con cierta lástima? Porque, de no serlo, se le parecía mucho-. Y voy a poner todo por mi parte para que lo mío con Harry salga bien, así que... ¿tregua?-pidió, extendiéndome la mano abierta. Miré un momento en dirección a los chicos, tan unidos, que me dieron envidia. Por mucho que tuviera el amor de Louis,  por mucho que los chicos me consideraran la parte fantasma de la banda, había barreras que ni nosotros podíamos derribar. Siempre tendrían más confianza entre ellos que conmigo, porque a mí me conocían de hacía menos tiempo, y porque yo había llegado con su éxito, no había estado en los momentos duros, apoyándolos como los demás.
A Louis le haría feliz que firmara la paz con Noemí. A las dos nos haría bien, pero a los chicos les gustaría, sería un respiro, un soplo de aire fresco. Estábamos acabando con Alba; dentro de poco acabaríamos también con los cinco que me habían salvado de tantas formas diferentes que ya no podía ni contarlas.
Volví a mirar la mano de Noemí, luego la miré a los ojos. Parecían sinceros; no había el mismo rastro de estar ocultando algo que había habido siempre en ella los últimos meses. Terminé extendiendo la mano y cerrándola en torno a la suya. Sus dedos me imitaron, capturando la mía entre el pulgar y los demás.
-Tregua-respondí yo, y una pequeña sonrisa de alivio me escaló la cara.
En ese momento, cuando nos separamos, Alba y Tania se acercaron a nosotras.
-La peque tiene una pregunta, Eri.
-Dime-repliqué, sintiendo una punzada en el corazón puesto que la cría no se atrevía a venir a preguntarme nada sin acompañamiento ni nadie que hablara por ella.
-Eri-baló como un cordero, intentando aplacar la furia que albergaba en mi interior pero que nunca, jamás, sacaría a relucir con ella-, nosotras que llevamos gafas, ¿por qué no necesitamos dormirnos con ellas puestas para ver bien en sueños?
Me quedé a cuadros,  mirándola con la boca abierta, sin saber muy bien qué decir. Para ser sincera, apenas podía comprender la pregunta de lo enrevesada e inteligente que me parecía.
Noemí se echó a reír. Los chicos se giraron, su atención atraída por la risa de la más pequeña de los tres, pero en seguida perdieron el interés y volvieron a concentrarse en su partido, en el que Louis no dejaba de gritarle a Liam que moviera el culo, que iban perdiendo por su culpa, y bla bla bla.
 -Bueno, ¡vale ya!-se giró Liam, dejando que Zayn le robara la pelota y chutara, intentando pasarla entre las piernas de Harry. No pude evitar sonreír al darme cuenta de que se habían distribuido según quién salía con españolas y quién no-. ¡No todos somos profesionales como tú, ¿sabes?!-ladró, negando con la cabeza. Louis entrecerró los ojos.
-¿Va con segundas?
-¡Por supuesto que va con segundas!
-Mira que tú eres el peor de los cinco, y justo es el que ahora es futbolista profesional-replicó Niall, dándole toques al balón.
-¿Tengo que recordaros que es por una buena causa?
-¿Sabes que los Doncaster Rovers no van a subir de categoría este año por tu culpa?-se burló Harry, y Louis se tiró a por él, literalmente. Los demás tuvieron que ir a sujetarlo y, entre todos, lo metieron en el agua, hundiendo su cabeza debajo de las olas, esperando tranquilizarlo. Mientras los veía reírse y empujarse entre sí, derrochando testosterona, recordé cómo Louis se había quedado sentado, con la mirada perdida y la carta en las manos, después de recibirla. Le pasé los brazos por el cuello y le besé la mejilla.
-¿Qué es?
-Quieren ficharme-replicó él con un hilo de voz, apenas dos palabras que consiguieron romper las barreras de su boca. Sonreí.
-Eso es fantástico.
-¿Debería aceptar? No quiero que parezca que me estoy aprovechando de One Direction para cumplir otros sueños.
-Si no aceptases, creería que eres estúpido, Lou-repliqué, volviendo a besarlo y sentándome en su regazo. Cogí la carta y alcé las cejas, pidiendo permiso en silencio. Después, la leí. Y sólo asentí con la cabeza.
-Coge la dorsal 7, ¿quieres? Por nosotros-dije, tocándome el pecho, justo en el lugar en el que tenía el corazón. Él me acarició la nuca, en el punto exacto en el que tenía el pequeño tatuaje de Sept.
Alba gimió, y su sonido me sacó de mis recuerdos con un tirón del estómago. De repente, necesité ver la cabeza de Louis asomarse entre las olas. Necesité que los cinco salieran del agua.
-¿No deberíamos irnos ya?-pregunté, observando unas nubes que se adivinaban en el horizonte, retozando muy a lo lejos junto a la línea que separaba el mar del cielo. Alba miró en la misma dirección, frunció el ceño y se llevó la mano a la frente, a modo de visera, y asintió con la cabeza.
-Esta noche lloverá.
Noemí alzó la cabeza, mirando al cielo más superior, más inmediato. Levantó una mano con la palma vuelta hacia las nubes que aún no habían llegado, sin tan siquiera estirar el brazo, igual que habría hecho si estuviera lloviendo.
-Supongo que sí. ¿Qué haremos?
-Habrá que ir a la fiesta de todas formas-susurró, mirando a los chicos, que habían ido allí a divertirse, y sabía que una lluvia que no hacía más que perseguirlos por sus orígenes ingleses no les iba a echar para atrás. Suspiré.
-Louis se va a emborrachar esta noche-anuncié, levantándome y poniéndome la camiseta. Alba se acercó al agua y empezó a gritarles a los chicos que tenían que mover el culo. Nos costó lo suyo sacarlos del agua, y mucho más que se pusieran las chanclas para comenzar el costoso trayecto de subida, pero, una vez estuvieron en marcha, no hubo manera de detenerlos.
-¿Hay algo malo en que Louis se quiera emborrachar?-preguntó Noemí mientras recorríamos el pequeño camino de vuelta a casa de Alba. Me encogí de hombros, frotándome el codo con las uñas.
-Dijo que iba a dejarlo. Y está claro que no tiene intención de hacerlo. Además, tengo un mal presentimiento.
-¿También tú?-replicó ella, deteniéndose en seco. Di un par de pasos más, sin poder reaccionar, y por fin me detuve. Me giré y la miré.
-¿Qué sientes?
-No lo sé muy bien, pero... creo que tiene que ver con las nubes-dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la columna gris que avanzaba lenta pero inexorablemente hacia nosotras. Tragué saliva.
-A mí me parece que tiene algo que ver con el agua.
Ninguna de las dos se equivocaba, desgraciadamente, pero no se nos ocurrió qué tenían que ver las nubes y el agua, al margen de que, claro estaba, las nubes eran agua evaporada, y el agua venía de la lluvia de esas masas esponjosas que iban del blanco más impoluto al más oscuro negro.
Llegamos a casa de Alba y echamos a suertes quién se ducharía primero, mientras los demás nos preparábamos para salir esa noche. A mí me tocó de las últimas, y a Louis, el primero.
Me froté contra él, intentando que me dejara entrar en la ducha, porque odiaba el tacto de mi pelo lleno de sal contra mis hombros. Me hacía más cosquillas que de costumbre, y me ponía de mal humor. Sin embargo, a Louis parecía hacerle gracia el hecho de estar cabreándome más y más. En el fondo le gustaba pincharme... demasiado.
Una vez tenía la ropa preparada, tendida en la cama, lista para ponérmela en cuanto me secara, fui con los chicos, que estaban gastando los pocos megas de Internet que a Alba le quedaban en su portátil. Como en su casa no había wifi, y los chicos no querían activar el de sus móviles, pues les saldría carísimo, estaban exprimiendo hasta la última gota de aquella tan preciada conexión.
Justo me acerqué a ver qué estaban haciendo, sin ninguna joya más que el anillo que ya llevaba casi un año adornando mi dedo, cuando la página que estaban viendo los chicos se detuvo. Todos exclamaron, frustrados, y decidieron que la culpa era mía. Me encerraron en la habitación en la que dormiríamos y se negaron a dejarme marchar.
Solamente cuando Louis vino a vestirse para irse a la fiesta se abrió la puerta y yo me pude escapar.
Me metí en el baño a toda velocidad y cerré la puerta, dejando que le peso de mi cuerpo la impulsara hasta dar a tope con el marco. Suspiré, coloqué la toalla encima de la lavadora y empecé a desvestirme. En ese momento, alguien la abrió de un empujón.
Si estuviera en mi casa no habría reaccionado saltando y tapándome con la cortina de la ducha, puesto que los chicos ya me habían visto casi desnuda muchas veces, y yo no era tan interesante ni tan egocéntrica como para creer que aquello les impresionaría.
Pero, claro; no estaba en mi casa. Estaba en casa de Alba, donde su madre, su hermano, su padre o cualquiera de su familia podría verme en pelotas si se lo proponía.
-Que soy yo, subnormal-dijo esa voz tan conocida, que yo tanto adoraba.
-Vete. Estoy enfadada contigo.
Louis se encogió de hombros, cogió la toalla y se sentó encima de la lavadora. Yo me tapé con mi camiseta, que no daba para mucho.
-¿Se puede saber qué haces?
-¿Se puede saber qué haces ?-replicó él, alzando una ceja- ¿Mm? Nena, no me prives de mi espectáculo favorito.
-Vete a ver el fútbol con los chicos. Me extraña que no te llame; se escuchan sus gritos desde aquí-espeté, poniendo los ojos en blanco cuando Niall llamó "cabrón" al árbitro. Harry le gritó si estaba ciego; aquello había sido una falta grande como el Big Ben.
-Eso no es lo que más me gusta ver. Además, es la liga americana. Y esos americanos juegan de pena-suspiró, pasándose una mano por el pelo. Me pregunté si lo habría hecho a posta, al fin y al cabo, sabía cómo me ponía que hiciera eso, pero la respuesta no se hizo esperar.
Claro, estúpida. Respira para provocarte.
Sonreí.
-Tengo que ducharme, Louis-dije, pero en mi voz no había rastro del tono duro que se suponía que debía estar usando para echarlo del baño. Además, ¿qué demonios? No iba a conseguir echarlo ni con una excavadora si a él se le metía entre ceja y ceja que quería quedarse allí. Y, efectivamente, se le había metido.
Se dejó caer de su asiento casi levitando y, muy despacio, caminó hacia mí. Me acarició el cuello y me quitó la camiseta. Me besó tan lentamente que creí derretirme entre sus brazos. Me posó la mano en la cintura y me acarició muy despacio la columna vertebral. Las corrientes eléctricas que sus dedos activaban en mí se volvían tan insoportables que me apetecía gritar... y empotrarlo contra la pared.
-Eres preciosa.
-Louis.
-Pre-cio-sa-silabeó, moviendo la lengua de una forma tan íntima que, a pesar de estar desnuda, sentí cómo me ardía cada poro de la piel.
-Tengo que ducharme.
-¿Y quién te lo impide?
-Tú.
-¿Por qué? Yo ya estoy limpio, puedes ducharte tranquila.
-No es la suciedad externa lo que me preocupa-repliqué, mirándome los pies. Tiré de él enganchando una de las tiras que sujetarían el cinturón que se negaba a ponerse y levanté la mirada. El hambre que había en sus ojos me impresionó.
-¿Pensamientos impuros?-sugirió, con su eterna sonrisa de niño travieso.
Lo besé.
-No lo sabes tú bien. Dúchate conmigo-le dije. No debería haber dejado que esas palabras se deslizaran por mi boca, pero lo hice. No era tan fuerte como debía. Abrí la boca y dejé que me invadiera con su lengua-. Por favor.
-Acabo de ducharme.
-Louis-repliqué, pasándome una de sus manos por la espalda y pegándome a él, todas mis curvas contra su cuerpo.
-Bueno, en Asturias hay mucha agua, ¿no?
-Tenemos de sobra-sonreí, metiéndome dentro y abriendo el grifo mientras él volvía a desnudarse.
Cuando acabamos, subimos a la sala de estar en la que los chicos estaban viendo un partido. Alba y Noemí se habían sentado en una de las camas de la habitación de esta, y tenían la vista fija en el ordenador. Cuando me acerqué, no pude evitar sonreír. Me vestí mientras los chicos del pasado, aquellos a los que aún no conocíamos, cantaban Use somebody en el tour de Up All Night.
Los chicos cambiaron de canal, e intercambiaron comentarios sobre el buen gusto cinematográfico que teníamos nosotras, a lo que yo me limité a responder, mientras Alba y Noemí daban palmas al son de una de las canciones.
-Veo que sabéis aplaudir.
Y todos me miraron, pusieron cara de interesantes y aplaudieron como verdaderos lores ingleses. Me eché a reír.
No pudimos ver cómo terminaba el DVD; la madre de Alba nos llamó para ir a cenar. Contuvimos a los chicos como buenamente pudimos y luego subimos directamente a la fiesta.
Cogimos dos mesas y las rodeamos de sillas; 10 personas (los típicos ocho más los dos niños) hablando a voces y riendo aún más fuerte. Al principio los chicos se dedicaron solo y exclusivamente a beber, pero después, cuando la orquesta que ni yo soportaba dio paso a un DJ que se anunció con la canción de intro del Rey León, la cosa cambió.
Efectivamente había empezado a llover a cántaros, y nadie podía salir de la carpa, de modo que el DJ hizo circular su número de teléfono para mandarle las peticiones por WhatsApp.
Me acerqué a Alba y le dije la canción que yo quería al oído, mirando de reojo a Zayn, que empezaba a acusar la cantidad de alcohol que se había metido en el cuerpo. Louis todavía estaba bien, pero Liam y Harry ya estaban como cubas, y ni siquiera era la una de la noche.
El musulmán levantó las manos y abrió los ojos y la boca como platos cuando, tras los timbrazos de un teléfono, la voz de su novia y sus tres compañeras de banda empezaron a entonar la canción que yo seguí, sentándome al lado de Zayn.
-Hey, how ya doin'? Sorry you can't get through...
-Why don't you leave your name and your number? I will get back to you!-bramaron los otros, con un Zayn que apenas se lo podía creer.
Ese fue el inicio para que entre los 8 empezáramos a pedir canciones, que el DJ no paró de pinchar, a razón de emocionar a los demás.
-¡ONE WAY OR ANOTHER!-bramamos los ocho cuando vimos que, a petición de nadie, el DJ puso la canción en la que empezaba Harry. Miré a Louis, él me miró a mí.
-Yo bailo si tú bailas-dije, sonriendo.
Se tocó el pecho, y luego, rápidamente, se puso en pie y me tendió la mano.
-Vamos, nena. Tienes un esqueleto que menear.
Probablemente si no estuviera medio borracho no hubiera dicho eso, pero lo cierto fue que terminamos saliendo todos a debajo de la lluvia y bailando la canción tal y como si el mundo se acabara esa noche.
Bailamos hasta que pudimos, y decidimos dejar a los chicos allí abandonados y volver a casa con los padres de Alba, que a las 3 decidieron irse. Mucho más tarde, casi cuando estaba saliendo el sol, Alba recibió una llamada de Liam. Los chicos estaban abajo, borrachos como cubas, sin poder tenerse en pie por sí mismos, apoyándose los unos en los otros para no caerse. Negué con la cabeza, observándolos desde la ventana, y me volví a la cama.
No supe que me había dormido hasta que algo frío y húmedo se me tiró encima y me despertó. Muy a mi pesar, pegué un grito, despertando a toda la casa.
-¡LOUIS! ¡ESTÁS EMPAPADO!
-Buenas noches-replicó él, tapándose con la manta. Yo suspiré, me incorporé e imité a Noe y Alba, que se habían levantado para, por lo menos, descalzar a los ingleses e irlandés, cuyos nombres propios no podían ni recordar.
Le quité a Louis la camiseta y él se empezó a reír en sueños.
-Oh, Eri, ¿quieres parar? Eres una máquina...
Recé en silencio para que nadie le hiciera caso y no se tuviera esto en cuenta, porque entonces me pondría roja durante muchos, muchos años.
La noche siguiente, sin embargo, fue muy diferente. Con la resaca remitiendo, apenas tenían ánimos para fiesta, así que nos acompañaron hacia abajo. Vimos una película juntos, y luego cada uno se fue a dormir a su cama.
Cuando se aseguró de que todo el mundo estaba dormido, Louis se pegó un poco a mí. Me besó el oído, despertándome de la duermevela que me mecía lentamente.
-Eri...-murmuró.
-Mm-repliqué yo, acurrucándome contra la almohada.
Sentí sus dedos pasearse por mi piel desnuda, debajo de la camiseta que utilizaba de pijama. Abrí un ojo y traté de encontrarlo en la absoluta oscuridad.
Su mano llegó al contorno de mi pecho, lo rodeó y siguió subiendo.
No me estaba acariciando.
Me estaba desnudando.
Bufé y me di la vuelta.
-Tengo sueño-dije en un murmullo...
...y su mano llegó hasta mi hombro, y empezó a bajar por el mismo recorrido. Esta vez sí que se detuvo en mi pecho, lo acarició un segundo y siguió bajando y bajando, hasta cruzar la frontera del elástico de mis bragas, aún más hondo...
Dios.
Me pegué contra el colchón, negándome a abandonar tan pronto, y él me reprendió mordisqueándome despacio la oreja.
-No quiero hacerlo con ellos aquí.
-Sí que quieres-replicó él.
-Sí, quiero, pero... no. Louis.
-Eh. Te dije que te debía un polvo en la playa. Y tú quieres un polvo. Pues vamos a la playa-dijo, y adiviné, más que vi, cómo se encogía de hombros.
Me sorprendí a mí misma poniéndome uno de los vestidos que había llevado para ir a la playa y saliendo con él a hurtadillas. Me calcé las chanclas, cogimos una linterna, y abandonamos la casa de Alba, escurriéndonos por la parte trasera y atravesando el prado que la rodeaba. Llegamos al camino y prácticamente echamos a correr hasta llegar al lugar donde se terminaba el cemento. Luego, con la linterna encendida, nos movimos con cuidado por el sendero que bajaba hasta la playa.
Le lancé la linterna encendida a Louis, que la pilló al vuelo. Reconoció la playa un momento mientras yo me acercaba a una zona con arena, y extendía una enorme toalla que había encontrado tendida en casa de mi amiga.
-¿Tienes el móvil?
Negó con la cabeza, recorriendo el terreno.
Me quité el vestido por la cabeza y las bragas. De un puntapié, las tiré sobre el vestido, y puse los brazos en jarras.
-Louis William Tomlinson-dije, haciendo que se girara y me enfocara. No me importaba mi pelo corto, que me daba un aspecto más masculino; no me importaban mis cicatrices, ni el pequeño rastro que había quedado de las estrías por mis piernas... simplemente me importaba que estábamos solos en una playa casi secreta, que no había nadie que pudiera escucharnos y, lo más importante, que no levaba ropa-. Creo que me debes algo.
Él bufó, se acercó a mí y me estudió con cautela, memorizando cada detalle de mi cuerpo.
-¿Te gusta lo que ves?
-"Gustar" es una palabra demasiado débil para lo que estoy sintiendo ahora mismo, mi querida Eri-replicó él, cogiéndome la mano y poniéndola encima de sus pantalones. Sonreí, sintiendo cómo me temblaban las rodillas por la anticipación.
Los malos presagios habían quedado atrás. Estábamos solos, él y yo, en todos los sentidos posibles.
-Pues es todo tuyo-repliqué, tirando de él y besándolo con pasión, dejando que el fuego de mi interior crepitara a través de ese beso.
Chasqueó la lengua en mi boca, haciendo que mi interior se retorciera de placer.  Me gustaba esa sensación.
-No te creas. No se puede decir que un castillo es tuyo hasta que no estás dentro.
-Tendrás que tomarlo.
-Mmm. ¿"Tomarlo"?
Tiré de él hasta sentarnos en la arena. Me senté a horcajadas sobre él y le quité la camiseta.
-Sí, tomarlo.
-Esa palabra sí que me gusta-replicó, ayudándome a quitarle la ropa. Luego, me tumbó en el suelo debajo de él, me besó el pecho, y me hizo separar las piernas.
Suspiré a la noche mientras me tomaba, porque, si había algo que se le daba mejor que cantar, mejor incluso que hacerme reír, era hacerme el amor.
Lo hicimos en la arena, lo hicimos en el agua, contra las rocas, disfrutando de que no nos cansábamos el uno del otro, porque éramos jóvenes y estábamos enamorados, hasta que la noche definitivamente pudo con nosotros, y nos dormimos en un lío de cuerpos imposible de separar.
Fueron los rayos del sol los que nos despertaron a la vez. Él me besó el pelo con los ojos brillantes de algo que yo compartía, y me tendió la mano para volver a bañarnos.
No nos preocupábamos de que podrían estar buscándonos, aunque Niall nos había oído marcharnos sin nosotros saberlo. No nos preocupábamos de que Liam, Harry, Zayn o el propio irlandés estuvieran llamando al móvil de Louis y él no contestara.
Simplemente nos preocupamos de estar lo más cerca posible el uno del otro, disfrutando del contacto de nuestra piel, del sabor de nuestros besos y la confianza de nuestras miradas.
De la felicidad que él me daba a mí en la misma medida que yo se la daba a él.
-¿Para siempre?-le dije, tendiéndole el dedo meñique. Sonrió, y enganchó el mío con el suyo.
-Para siempre.
-¿Lo prometes?
-A ver qué te parece esto: prometo hacer que lo de Edward y Bella, y todas esas parejas ñoñas a las que lees, sea odio comparado con lo que yo siento por ti, y sea efímero comparado con lo que va a durar. ¿Qué te parece?
-Que eres perfecto-repliqué, poniéndome de puntillas y besándolo en la boca, balanceándome con el agua.
Disfrutamos de esa noche juntos como si fuera la última.
En muchos sentidos, fue la más perfecta.
Y en muchos sentidos, también, fue la última.

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