La historia te tiene a ti.

Esto va para aquellas personas que están a punto de empezar a escribir una historia, y no saben cómo hacerlo. Para aquellas personas a las que le atrae demasiado la idea de escribir algo y que la gente les aplauda por ello. A aquellas personas a las que les importa más el efecto que la causa.
Si vais por los logros, la subida de visitas, los seguidores, los fans, los lectores, o lo que queráis llamarlo... no os molestéis en empezar. La gente no es tonta. La gente sabe cuándo los quieres a ellos, a su atención, y cuándo quieres a tu historia.
Puedes ser muy bueno en algo, el mejor de todos, pero si ese algo sólo es un puente, créeme: no le llegarás a la suela de los zapatos ni al que peor lo haga de todos los que realmente sentimos y deseamos lo que hacemos. Puedes fingir una pasión, pero tarde o temprano esa pasión se va.
El arte no es cosa sólo de talento. El arte es cosa de talento y sentimiento.
Puedes tener la voz más bonita del mundo, pero si no sientes una canción que no estás cantando, no le llegarás a nadie.
Puedes tener las manos más exactas de la Tierra, pero si no deseas crear, no harás más que copias.
Puedes tener la mente más creativa del universo, pero si no te apetece imaginar, no conseguirás nada.
Puedes ser ambicioso, querer reconocimiento, querer que te aplauden y admiren por lo que hagas. Puedes tener talento. Y, si no sientes eso, ¿para qué?
¿Para qué pasarte tardes enteras escribiendo si luego no te compensa? Porque, ya desde aquí, te digo que escribir es un completo fracaso: lo que a ti te lleva escribir cerca de 3 horas, los demás lo leen en 15 minutos. ¿Es eso justo? ¿Realmente merece la pena?
Así que, si quieres empezar una historia, adelante. Pero debes saber esto: tú nunca vas a tener una historia, y menos si esa historia es buena. Nunca, jamás, harás una historia bonita si la escribes por escribirla. Lo que haces sólo es bueno si necesitas hacerlo, si necesitas escribirla porque ella necesita salir de ti, aunque luego no la vaya a leer nadie.
Es cierto, pequeño: nunca tienes una historia.
La historia te tiene a ti.