martes, 10 de septiembre de 2013

París en Los Ángeles.

Una carretera cualquiera de Estados Unidos, un par de días antes de terminar de grabar el vídeo de "Best Song Ever".

Algo me acarició el costado despacio, mientras yo me revolvía entre el sueño y el despertar. Estaba demasiado cómoda para moverme y conseguir despertarme; además, algo me daba calor y me prometía un sueño cálido, sin pesadillas, limpio y luminoso como pocas cosas allí.
Era impresionante cómo era capaz de notar la presencia de Louis incluso en sueños.
Sus dedos me acariciaron el otro costado, y yo le escuché decir, entre susurros:
-No puedo pasar, Tom.
Me imaginé a Tom, el que se encargaba de levantar a los chicos para que fueran a grabar, frunciendo el ceño.
-Oh, venga, Louis, es pequeña.
-¿Qué más quisiera yo que poder pasar y no despertarla? Es tan preciosa cuando duerme...-musitó, besándome el cuello. Sentí una corriente eléctrica recorrerme por dentro. Me giré un poco más, acurrucándome contra su pecho, y suspiré de felicidad cuando noté su piel en mi boca-. Nena. Mi amor. Eri...-susurró, besándome la frente y apartándome el pelo de la cara.
Abrí los ojos; los suyos se me quedaron mirando, dispuestos a leerme los pensamientos y saber qué quería sin necesidad de que abriera la boca.
-Necesito que te muevas-dijo en un hilo de voz. Yo me froté la cara.
-¿Qué hora es?
-Las dos y media. Levántate un segundo; tengo que ir a grabar. Luego puedes seguir durmiendo.
-Mmm-repliqué, cerrando los ojos.
-Eri.
-No te vayas-repliqué; no iba a poder dormir. Sonrió, acariciándome la cintura. Aunque estábamos en uno de los pequeños cajones que hacían de cama para los chicos cuando viajábamos en el bus, de modo que los gastos en hoteles y las estancias no eran tan largas.
Noté su sonrisa, enmarcada por su barba, iluminarse por mi comentario. Le apetecía tan poco como a mí irse, y yo lo sabía, así que no tenía derecho a pedirle que me dejara quedarme con él.
Cerré los ojos, suspiré, me di la vuelta y descorrí toda la cortina para sacar las piernas. Tom me tendió la mano, pero yo negué con la cabeza y salté al suelo en silencio, o al menos intentándolo.
Louis salió detrás de mí; el no tuvo que saltar, ya que era más alto que yo. Recorrió la parte baja de mi top por encima del ombligo que utilizaba de pijama con un dedo, y con la otra mano me acarició despacio los muslos.
-Volveré pronto.
-Más te vale-repliqué, derrumbándome sobre él y apoyando la mandíbula en el hueco entre su cuello y su hombro-. Quiero ir.
-No. Tú te quedas.
Gemí, pero él negó con la cabeza.
-Dame un beso-exigió. Puse los ojos en blanco, pero hice lo que me pedía.
No había pensado en que él no llevaba puestos los pantalones, y los efectos que producía en él se notaban mil veces más de lo que solían notarse cuando estaba vestido o, por lo menos, llevaba un pantalón.
Sus manos recorrieron mi cuerpo, también pobremente vestido. Y, a pesar de que eran las dos y media de la madrugada y que necesitaba dormir desesperadamente, además de que el bus estaba lleno a rebosar y no íbamos a tener ni un mínimo de privacidad, me apeteció acostarme con él.
Terminé siendo yo la que me separé de él, me mordí los labios, conservando el sabor de su boca en la mía, y lo miré a los ojos. Me quitó una pequeña lagaña del párpado, me besó los ojos cerrados y fue a vestirse.
Yo me quedé mirando cómo cogía un pantalón de chándal, el primero que encontró, y se lo enfundaba sin comprobar si quiera si era suyo. En realidad le daba lo mismo: en el caso de que fuera de Harry, o de Liam, podría simplemente enrollar los extremos de modo que no lo fuera arrastrando, y ya tendría manera de salir del bus. Se enfundó una camiseta de tirantes y cogió la gorra, que se puso en la cabeza para disimular su pelo revuelto, que me encantaba de todas formas.
-¿Cuánto tiempo vamos a tardar?-preguntó.
-Una hora, aproximadamente-dijo Tom, mirándonos alternativamente. Él asintió con la cabeza, se inclinó en la cama a coger el móvil, metido en un pequeño compartimento al lado de la ventana con un pequeño estor que podías bajar para tener más intimidad, u oscuridad si no podías dormir, y me besó.
-Vuelve a dormirte.
-No voy a poder.
-Me da igual-replicó en mi oído, pues no quería despertar a los demás-. Vuelve. A. Dormir.
En el fondo él sabía que estaba consiguiendo el efecto contrario dejando que sus labios me tocaran de aquella forma la piel de la oreja, tan dulcemente sensible, pero poco le importaba. Me metí obedientemente en la cama y me quedé sentada con las piernas colgando y el torso inclinado hacia delante, sin decidirme a tumbarme.
-Métete-ordenó Louis señalando con un dedo acusador y exigente el pequeño colchón.
-Tengo sed-repliqué, y de repente, como si quisiera reafirmar la afirmación, la garganta empezó a escocerme y picarme. La sentía seca y torpe. Y tenía la lengua como un estropajo.
Él puso los ojos en blanco, Tom se giró para buscarme una botella de agua, pero Louis negó con la cabeza.
-Ya se la doy yo.
Al parecer, al ser su novia, sentía que si no cuidaba de mí estaría tratándome mal. A mí me encantaba que me tratara como a una cría pequeña, una de sus hermanas, y era una de las cosas fundamentales por las que mi amor por él aumentaba de aquella manera. Cuando se preocupaba por mí, me hacía sentir especial; al moverse para hacerme sentir bien, o simplemente estar cómoda, me hacía ver que era mucho más importante.
Caminó lo más sigilosamente que pudo por el pasillo y se inclinó en una de las mesas del final del bus a recoger las botellas que allí había. Me tendió una de la que di un largo sorbo.
-¿Ya?
Asentí con la cabeza; él apartó la cortina para que me metiera en la cama. Una vez dentro, me arropó y me besó en los labios.
-Te voy a echar de menos.
-Yo ya lo estoy haciendo.
Sonreí, le acaricié la barba y le toqué la mejilla. Me guiñó un ojo y descorrió la cortina.
Al cabo de dos segundos, yo la había vuelto a descorrer, y asomé la cabeza para verlo salir de un salto del bus.
Rodé sobre mí misma hasta conseguir verlo por la ventana. Se alejó con Tom, que llevaba un gorro de los que solían usar él y Harry de color café para taparse del frío, en dirección a una pequeña casa.
¿Un motel de carretera? ¿Realmente iban a grabar en un motel de carretera?
Pegué los dedos al cristal cuando mi novio desapareció a través de una puerta, y cogí su viejo móvil, que ahora resultaba ser mío.
-¿Louis?-le escribí por WhatsApp.
-DIOS NENA, VETE A DORMIR, ME CAGO EN MI PUTA MADRE-respondió él.
-Sólo quería decirte dos cosas.
Me mandó un lacasito suspirando, y después una interrogación.
-Te quiero-tecleé en silencio, iluminada por la pantalla del teléfono. Me sentía sorprendentemente segura; por un lado tenía la ventana a través de la cual nada podría pasar para herirme, y por el otro estaba la cortina, que me protegía de miradas indiscretas... si es que en aquella banda podía haber miradas indiscretas.
-Y yo a ti, amor.
Le mandé todos los corazones que encontré en los emoticonos del WhatsApp, un anillo de brillantes, una carta con un sello en forma de corazón, y un lacasito lanzando un beso.
-¿Cuál es la segunda?
Rebusqué cuidadosamente entre los emoticonos, hasta que la encontré.
- ¡Taconeo intenso!
Louis me mandó varios mensajes surtidos con puntos suspensivos.
-Eres retrasada-dijo por fin.
-Queso de tetilla-repliqué yo. Había despertado mi yo más estúpido, ese yo que estaba en pleno apogeo a altas horas de la noche, y por eso soñaba cosas raras.
-Eres MUY retrasada-bramó desde la pequeña sala de estudio.
-Y tú eres imbécil.
-Seguiré insultándote cuando venga al bus.
-Si me desnudo, ¿vendrás antes?
-Si te desnudas y me mandas pruebas, estaré ahí en menos de un minuto.
Sonreí, cogí la camiseta de tirantes que había enrollado a modo de segunda almohada, le hice una foto y se la envié.
-Esa camiseta es mía.
-Tú quieres ver piel, ¿verdad?
Un lacasito sonriente y otro guiñando un ojo.
-Cómo me conoces.
-Como si te pariera.
-Boba. Tengo que dejarte. Voy a grabar ya.
-Vale. No desafines mucho.
Una mano alzando su pulgar. Yo le envié una mano con las puntas de los dedos índice y pulgar unidas.
Él no tardó ni dos segundos en mandarme una mano acusadora señalando la misma mano que le había mandado yo.
-¡Depravado!-escribí.
-Listilla-replicó él, echándose a reír, mandándome una sarta de corazones y desconectándose.
Suspiré y dejé caer el móvil a mi lado en la almohada. Me froté los ojos, con una sonrisa estúpida en la cara, y tragué saliva.
Abrí un poco la cortina y me asomé. Por lo demás, en el bus reinaba un silencio absoluto, sólo interrumpido por los coches que pasaban por la carretera de al lado del aparcamiento del motel. Suspiré, me tapé un poco más con la sábana, acusando de repente el frío que quería apoderarse de mí, y gruñí por lo bajo, molesta por la ausencia de calor.
Ya la primera vez que nos metimos en esas camas, las parejas de la banda habíamos hecho un pacto silencioso en el que nos comprometimos con nuestro compañero o compañera a dormir prácticamente desnudos. Una cosa era tener una cama normal, con su metro y pico de ancho, y otra muy distinta era tener que compartir medio metro con otra persona. Así ya no se dormía tan bien, porque apenas había espacio para revolverse o separarse, de modo que el cuerpo de uno calentaba el del otro, que a su vez desprendía más calor a modo de respuesta, provocando que el otro también desprendiera más calor... en resumen, Liam y Alba, Harry y Noemí, Louis y yo, dormíamos en auténticos hornos, pero nos negábamos a separarnos dado que seguramente no descansaríamos tanto como lo haríamos de estar separados.
Yo, simplemente, no podía dormir si no estaba tocando en todo momento a Louis. Eleanor era muy clara con eso: en cuanto lo soltaba, me despertaba para que volviera a acurrucarme a él. Así de simple.
Por eso volví a coger el móvil y me metí en Twitter. Marqué todos los mensajes privados que las fans a las que seguía me mandaban suplicándome que les dijera a los chicos que las siguieran, y entré en la cuenta de los chicos. Les mandé un corazón a cada uno.
De repente, en mi pantalla apareció una notificación de WhatsApp. Arrugué la nariz, mirándola fijamente. No era un conversación privada, sino el grupo que tenía con los chicos.
Descarté rápidamente que el mensaje fuera de Louis, porque sabía que todos los demás estarían durmiendo y sólo yo estaría despierta, así que sería más fácil y seguro para el sueño de los demás que me enviara simplemente un mensaje por una conversación privada.
Me asomé afuera y miré la litera de abajo, en la que dormía Niall. Él pareció notar mis ojos en su cuerpo, ya que abrió la cortina y sacó la cabeza. Me miró a mí, alzó las cejas y miró a los demás, pero ninguno estaba despierto.
Señaló su móvil con la mano, yo asentí con la cabeza y le enseñé el mío. Cerró la cortina y yo hice lo propio.
-¿No puedes dormir?
Negué con la cabeza a pesar de que sabía que no podía verme.
-No, Louis se acaba de ir, y no puedo dormir si no está él conmigo. ¿Y tú?
Un lacasito triste me vino.
-He discutido con Victoria.
-Joder, Niall, lo siento-repliqué, copiando su emoticono-. Si necesitas algo...
-Necesito verla.
-Ya...
Me asomé de nuevo a la cortina, y arrastré despacio la suya por la barra que la cerraba. Niall se asomó, yo le tendí la mano y él me la cogió. Negué con la cabeza, y él se encogió de hombros. Hice que me soltara la mano, le di un beso a la punta de los dedos y le volví a tener la mano.
-Te he mandado un beso-le escribí en el grupo.
Escuché cómo gemía, enternecido, debajo de mí. Sonreí.
-Seguro que no es nada pero, aun así, me revienta no poder estar con ella, ¿sabes?-comentó, y me lo imaginé encogiéndose de hombros mientras se pasaba la mano por detrás de la cabeza.
-Supongo. Cuando me alejé de Louis y estuve tanto tiempo sin él, lo que más me fastidiaba era el no saber exactamente cómo se sentía. Es decir, me hacía una idea, pero el no saber a ciencia cierta si estaba bien o no, si lo superaba, si encontraba a alguien, si se animaba... cómo se comportaba, en definitiva, me torturaba cada noche.
-Debió de ser duro.
-Muchísimo. Deberías hablar con ella.
-Estaremos bien-terció.
-¿Seguro?
-Ahá. Simplemente nos echamos de menos y estamos demasiado susceptibles.
-¿Cuándo fue la última vez que la viste?
-En el descanso antes de ir a México.
-¿Y ella no puede venir?
Un lacasito triste.
-Lo intentará, pero tiene cosas que hacer en casa. Cuidar de su familia, estar con los amigos, porque lleva mucho tiempo sin verlos...
-Ya, lo que se supone que es normal y que me hace a mí no serlo-repliqué, mordiéndome la sonrisa.
Niall se echó a reír, yo me asomé y lo vi sacar la cabeza y negar a toda velocidad con ella. Me encogí de hombros.
-Por cierto-escribió, pasando los ojos del teléfono a los míos-, felicidades.
Faltaba mucho para mi cumpleaños.
-¿Por qué?
Alzó las cejas.
-¿No lo sabes?-preguntó en la oscuridad. Yo sacudí la cabeza y me encogí de hombros. Me di la vuelta hasta quedar tumbada boca arriba y fruncí el ceño.
-¿Qué debería saber?
Sonrió.
-Mira la fecha en la pantalla de tu teléfono.
Bloqueé el móvil y pulsé el botón de menú. Abrí la boca sólo para tapármela con la mano.
-Hoy es 7 de julio.
Niall asintió con la cabeza.
-Hoy hace un año que estoy con Louis.
Volvió a asentir.
-Perdona-dije, metiéndome de nuevo en el rincón de la cama y abriendo la conversación privada que tenía con Louis.
-¿Sabes qué día es hoy?
No me respondió, pero estaba conectado.
-Louis, no me hace ni puta gracia. ¿Por qué no me has dicho qué día es?
Bajo su nombre apareció en letras cursivas la palabra "escribiendo".
-¿Qué día es hoy?
-No te hagas el tonto. Sabes de sobra que hoy es 7.
Me lo imaginé sonriendo, sentado en un sofá, esperando a que Tom preparara la mezcla de la siguiente canción.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Niall-escribí rápidamente-. Tenías que habérmelo dicho, yo... Joder, Louis, llevamos un puto año juntos. UN AÑO. ¿Sabes lo que eso significa?
-¿Que llevamos 365 días saliendo?
-Eres imbécil.
Un lacasito riéndose con los ojos cerrados y la boca bien ancha.
-Ahora necesito que vuelvas más que antes-escribí.
-Oh, Eri, eso es muy tierno.
-Ya lo sé. Cállate-repliqué, notando cómo me ponía colorada-. ¿Cuánto te queda?
-Me he ido hace 10 minutos.
-Que. Cuánto. Te. Queda.
-50 minutos. ¿Cómo llevas las matemáticas?
-Iba a suspenderlas-y un batallón de jajas siguiendo a esa afirmación que, en el fondo, no sabía cuánto tenía de verdadera-. ¿Te das cuenta? Yo, que la última vez saqué un montón de dieces al final del curso...
-...empollona...
- un jodido siete por culpa de la zorra de Gimnasia, y otro batallón de nueves, yo, suspendiendo una asignatura.
-Espeluznante, nena-aseguró, mandando el icono de un fantasma y un alienígena unidos en la distancia por unas cuantas cruces-. Casi tanto como yo yendo a la Universidad-me lo imaginé encogiéndose de hombros-. Por eso no fui. No me va demasiado protagonizar películas de terror.
Me eché a reír en silencio.
-Eres imposible-tecleé a toda velocidad.
-Ya. Venga, ahora sí que tengo que dejarte. Tengo que grabar. Cuando antes termine, antes vuelvo al bus.
-¿Vamos a celebrarlo de alguna manera?
-Es una sorpresa.
-Louis.
-Es. Una. Sorpresa.
Una caja de regalo fue su único añadido al mensaje, y luego se desconectó.
-Es increíble que llevemos tanto juntos-escribí en el grupo, conversando de nuevo con Niall. Niall envió un lacasito sonriente.
-Se os ve bien. Lo increíble sería que no hubierais vuelto.
-¿De qué habláis?-preguntó Zayn desde su rincón privado.
-De lo bien que están Louis y Eri-respondió Niall.
-Oh, son mi pareja favorita. Soy Louri shipper.
-Yo soy Ziam shipper-repliqué. Niall fingió enfadarse.
-Pues, ¿sabes qué? Yo soy Larry Shipper. Louis y Harry follan todas las noches y tú y Noemí no sois más que unas barbas intentando ocultar su homosexualidad.
Me eché a reír, tratando de contener las carcajadas, para que no despertaran a medio autobús, pero no funcionó. Niall me escuchó reírme en la parte de arriba de las literas, y empezó a reírse también.
Zayn abrió la cortina y se nos quedó mirando a los dos como si nos faltara un verano.
-Tío, Louis va a matarte por eso.
-Louis está acostumbrado-replicó Niall, cayéndose al suelo y tapándose la boca, intentando reprimir las carcajadas. Yo salí de la cama, aterricé a su lado y le di una palmada en la mejilla.
-Qué tonto eres, tío-aseguré, negando con la cabeza y haciendo una máscara con las manos de modo que sólo se me vieran los ojos. Niall siguió riéndose, estaba más rojo que una guindilla.
Liam se asomó a través de su cortina y nos miró a todos.
-¿Qué pasa?
-Niall es Larry shipper.
Liam sonrió, negó con la cabeza y estudió al irlandés, que se estaba poniendo peligrosamente rojo. Le faltaba el aire y en pocos instantes empezaría a exhalar sus últimos estertores.
-Y soy Ziam shipper, Liam-aseguré yo. Liam se echó a reír, Alba se asomó por encima de su pecho y frunció el ceño.
-¿Qué pasa?
-Vete, necesito la cama libre para tirarme a Zayn.
Alba abrió mucho los ojos.
-¿En serio?
-¿ES QUE NADIE PUEDE DORMIR EN ESTE PUÑETERO AUTOBÚS?-chilló Harry, abriendo la cortina. Noemí se revolvió en su cama; haría falta algo más que un Harry furioso para despertarla-. ¿Qué cojones os pasa? ¡Son las dos de la madrugada!
-Niall es Larry shipper-me limité a decir. Niall volvió a retorcerse, como si esas dos palabras desbloquearan la caja de carcajadas de su interior y él fuera incapaz de cerrarlas.
Harry lo miró, me miró a mí, y se encogió de hombros.
-Larry es real. Louis me ama a mí.
Y cerró la cortina, dando por zanjada la conversación.
Todos los demás nos miramos entre nosotros y nos echamos a reír, poseídos por el diablo.
En el grupo de WhatsApp apareció un nuevo mensaje.
-¿Sois subnormales? ¿De qué os reís ahora?-espetó Harry.
-¿Le petamos esto a Louis?-preguntó Zayn.
-Ya estamos tardando-escribí yo.
-Harry, eres muy guapo. Quiero hijos tuyos-tecleó Liam. Alba sonrió, se apoyó en su hombro y leyó los mensajes del grupo. Estaba metida en otro con los chicos, y en el que teníamos entre todos, pero nunca se había quejado de que esos dos grupos no surtieran mucho efecto.
Cuando había roto con Louis, me había pasado tardes enteras leyendo los mensajes de los chicos, que me habían metido en último lugar, de manera que mi nombre no aparecía en la lista a no ser que fueras expresamente a buscarlo. Aun así, hablaban bastante poco, pero siempre conseguían sacarme una sonrisa cuando veía que uno de ellos se despistaba y hablaba por allí.
No era ningún secreto que me consideraban una especie de miembro fantasma de la banda, y a mí eso me encantaba. La confianza que tenía con ellos había dejado de tenerla hace mucho tiempo con mis compatriotas. Simplemente, el hecho de que las españolas nos conociéramos desde más atrás, hacía que fuera más fácil la presencia de prejuicios y pequeñas rencillas que, sin duda, terminaban creciendo.
Pero con ellos todo era distinto, fácil. Las mujeres éramos más rencorosas para estos temas; los hombres eran más inteligentes que nosotras, y se limitaban a discutir, y a los cinco minutos la pelea estaba olvidada. Eran más felices.
-Estoy con Louis, lo siento, Liam.
-Pues te odio. Fuera de la banda.
-No puedes echar a Harry de la banda, Liam-replicó Niall.
-¿Cómo que no? ¿A que os echo a los dos?
-Madre. De. Dios-repliqué yo, enviándoles una luna a modo de cruz cristiana.
-¡EEEEEEEEEEEEEEEEEEH! ¡CHOCA!-celebró Zayn a su luna árabe. Sonreí y le enseñé una mano que él rápidamente repitió.
-Referéndum para echar a Harry y Niall de la banda. Para votar a favor, levantad la mano-escribió Liam. Yo sonreí y descorrí las cortinas. Levanté la mano a la vez que Zayn y él.
Harry se asomó de nuevo, abrió la boca, ofendido, y asintió con la cabeza.
-No me esperaba esto de vosotros, tíos.
-Pues me voy-replicó Niall, levantándose y cogiendo la guitarra-. Pero me llevo mi guitarra conmigo. A ver cómo tocáis ahora Little Things.
-Yo también me voy. Y me llevo a mis fans superficiales conmigo.
-No, Harry, tus fans superficiales no. La banda no es nada si tus mojabragas-lloriqueó Zayn, saliendo de la cama y yendo a abrazarlo. Harry lo intentó apartar, pero Zayn no se dio por vencido tan fácilmente, y le estampó un sonoro beso en la mejilla.
-Te quiero.
-Por interés-replicó el rizoso.
-El caso es que lo hago.
-¿Le petamos el jodido grupo a Louis o no?
-Estoy intentando dormir-espetó Noemí. Me asomé para tratar de verla, pero el cuerpo de Harry, tan grande que me di cuenta de que era casi físicamente imposible que cupiera en un espacio tan reducido, me impidió verla.
-Pues duerme-gruñí-, ¿chicos?
-Estoy de acuerdo, pero, ¿qué hacemos?
-Podemos escribir la letra de alguna canción.
-O criticarlo.
-O criticarlo con una canción.
-Fuck you, de Lily Allen, es perfecta para eso-alegó Alba, alzando las manos-. No tengo nada en contra de Louis, pero...
-Yo sí-aseguré, asintiendo con la cabeza y pasándome la camiseta de tirantes que se había dejado allí olvidada por encima. Estaba acusando su ausencia y ahora tenía frío-. Me ha dejado sola. Tengo frío y sueño. Se va a quedar sin sexo un mes.
Todo el mundo se me quedó mirando con cara de preocupación por las escasas neuronas que aún quedaran encerradas en mi cerebro sin utilizar.
-Eri...-contestó Zayn con voz dormida, su lengua apareció entre sus dientes a la vez que su sonrisa.
-Mm-repliqué, mirándome las uñas como si fueran la cosa más interesante del mundo.
-Tienes que controlarte para no estar las 24 horas del día tirándote a Louis. Y lo sabes.
Lo miré con los ojos entrecerrados.
-¿Eso crees?
-Un murmullo general se apoderó del autobús. Juraría que hasta Noemí asintió.
-Pues creéis bien.
Dedicamos el tiempo que nos quedaba a comentar todos los aspectos habidos y por haber de la vida desde nuestros distintos puntos de vista en el grupo de WhatsApp.
Los malos humos de Louis llegaron cinco minutos antes que él.
-¿CINCO MIL CUATROCIENTOS VENTIDÓS MENSAJES? ¿VA EN SERIO? ME CAGO EN VUESTRA PUTÍSIMA MADRE.
El móvil le vibró.
-QUE SEAN TREINTA Y CINCO.
Volvió a vibrarle.
-ME CAGO EN DIOS DEJAD DE MANDAR MENSAJES EN EL PUTO GRUPO, JODER, NO TIENE NI PUTA GRACIA-ladró.
-¿Cuántos llevas?
-SETENTA Y OCHO-tronó y casi pudo hacer que el autobús arrancara de miedo con el sonido de su voz.
-22 más, chicos-les alenté, tecleando como loca.
Louis se abalanzó sobre mí.
-La idea ha sido tuya, ¿a que sí?
Sonreí.
-¡LA IDEA HA SIDO TUYA! ¡LA MADRE QUE TE PARIÓ!
Me eché a reír.
-Oh, Louis, no te lo tomes así, ¿quieres? Sólo queríamos tomarte el pelo.
-Os voy a matar. A los cinco. Cabrones-amenazó, mirándonos uno por uno-. Y tú-se giró otra vez hacia mí-. Métete en la cama. Estás a dos gilipolleces más de quedarte sin rega... ¡NIALL! ¡DEJA DE TOCAR LOS COJONES EN EL PUTO GRUPO SI NO QUIERES QUE TE ROMPA LA CARA!-le espetó, tirándole el móvil, a lo que Niall respondió con más y más carcajadas, y poniéndose más rojo. Zayn se escondió en la cortina y asomó los ojos por la ranura, temeroso.
El resto se fue arrastrando hasta la cama, y de repente el bus volvió a quedar en silencio.
Me quité la camiseta despacio, me pasé la mano por el pelo y lo miré. Él me imitó y me acarició la parte rapada de la cabeza.
-¿Qué vamos a hacer?
-Como me sigas tocando los huevos, nada.
Sonreí y me incliné hacia él.
-Louiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiis-siseé-. Luisín. Guapo-tiré de uno de los tirantes de su camiseta y sonreí, acariciándole la piel del pecho con mi pelo-. Por favor.
-Estoy cansado-replicó-. Y me has puesto de mala leche.
-Tú te pones de mala leche por nada.
-Mira quién fue a hablar.
Asentí con la cabeza, me eché a reír, y le arranqué la camiseta. Le recorrí el pecho y el vientre con la yema de los dedos.
-Déjame entrar-murmuró, pero esta vez en su voz no había ni rastro de enfado. Ternura. Simplemente ternura.
Sonreí, me hice a un lado y esperé a que se quitara los pantalones, pero no lo hizo. Se metió conmigo y cerró la cortina.
Yo encendí la pequeña lámpara del techo, y lo miré.
-¿Qué vamos a hacer hoy, Louis?
-Para mí, todavía estamos en ayer. Mañana es nuestro aniversario.
-Pero...
-Mañana.
-De acuerdo, señor académico de la RAE. Mañana. ¿Qué vamos a hacer mañana?
-Ya lo verás-me guiñó el ojo, me besó la frente y apagó la luz-. Buenas noches.
Él sabía que no iba a dormir, y me pasó un brazo por la cintura lentamente, con parsimonia, apenas tocándome la piel, descargando todo su torrente de energía en mi interior. Cerré los ojos y me acurruqué contra él.
-Te odio.
Noté su sonrisa en mi frente.
-Eso está bien, el odio es un sentimiento ardiente.
-Deja de citar a Jacob Black. Jacob es de Taylor.
-No quiero.
Pero, con la simple mención de aquel al que él consideraba su archienemigo, me apretó un poco más contra su cálido cuerpo.
A altas horas de la noche, terminó quitándose los pantalones, y yo le acaricié las piernas con el pie. Nos dimos mimos en silencio, y sólo cuando los primeros rayos del sol despuntaban el horizonte, me quedé dormida.
Louis me despertó sacudiéndome tras lo que parecieron unos segundos pero que,  en realidad, fueron varias horas.
-Eri, Eri-repetía como un mantra. Yo me incorporé lo justo para ver cómo descorría el estor que hacía las veces de barrera contra la luz, y me tapé los ojos con el brazo, molesta.
-Louis-gemí, pegándome a él y apretando la cara contra una nueva camiseta que había surgido de él como la piel de la que se libraban los reptiles a medida que iban creciendo.
-¿No quieres mirar por la ventana?
-Quiero dormir.
-Es una lástima-murmuró, asintiendo con la cabeza, tapándome con la sábana y metiendo lo que sobraba bajo mi cuerpo, como a mí me gustaba, haciendo que pareciera una momia-. Los Ángeles está particularmente preciosa esta mañana.
-¿Los Án...?-empecé, dando un brinco y consiguiendo el cabezazo de mi vida. Me llevé la mano al a frente y él torció la boca.
-¿Yo no puedo levantarte pero dos palabras sí?
Me giré sobre mí misma y pegué la cara a la ventana. Efectivamente, estábamos en las carreteras de las afueras de Los Ángeles, preparados para llegar al centro. Abrí la boca y solté un chillido de entusiasmo; era la primera vez que pisaba aquella ciudad, con mis mejores amigos, con el amor de mi vida... y ya había pasado por el pesadísimo trance de adelgazar aquella cantidad ingente de kilos que me sobraban. Todo era perfecto.
Miré a Louis, que se inclinó hacia mí antes de que pudiera decir nada.
Antes de besarme con ternura, susurró:
-Feliz aniversario, pequeña. Te quiero.
-Feliz aniversario-contesté yo, acarciándole el cuello-. Joder, Louis, te quiero mucho, ¿vale?
-¿Es porque soy guapo, millonario, o porque te he traído a Los Ángeles?
-Un poco de las tres cosas. Pero, principalmente, la de en medio-bromeé. Asintió con la cabeza y chasqueó los dedos.
-Lo sabía-replicó, echándose a reír. Se hizo a un lado para que pudiera bajar y vestirme. No íbamos a entrar en la ciudad con el bus de los chicos; sería demasiado obvio que One Direction había llegado a la Meca del Cine, donde las fans proliferaban como en pocas ciudades, de modo que, cuando estuve lista, con unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes, nos despedimos de los chicos, que tenían planes por separado, y nos metimos en un coche descapotable.
Me enfundé las gafas de sol de aviador efecto espejo mientras Louis conducía con las degradadas en marrón.
-¿Quieres que te las cambie?
-Estoy bien-replicó él, negando con la cabeza.
Sorprendentemente, no tuvimos que pasar por el ritual de recibimiento de la ciudad, que consistía en un atasco monumental. Probablemente a esas alturas del año la gente estuviera de vacaciones en alguna isla exótica (ejem, Hawaii, ejem), cruzando Europa sin importarles que hiciera un calor insoportable en las partes centrales, a las que los americanos se empeñaban en ir, o en las costas mediterráneas (ejem, Benidorm, ejem, Mallorca, ejem ejem) poniéndose como verdaderos cangrejos en cuanto a color de piel se refería.
O tal vez estuvieran en Malibú.
-¿Qué vamos a hacer?-pregunté cuando aparcó el coche en una de las calles más céntricas de la ciudad. El mapa que había memorizado durante años de experiencia caminando virtualmente por mi ciudad favorita en el mundo gracias a Google Maps (cómo amo Internet, dios santo) me indicó que estábamos en una de las calles más concurridas. Solían celebrarse muchos estrenos allí, y el inicio de Rodeo Drive estaba a menos de medio kilómetro.
Dejó el coche en la acera y salimos de él. Él se encogió de hombros, mirando a todos lados y suspirando cuando vio un montón de paparazzi doblar la esquina con sus furgones negros, correteando tras un deportivo rosa que no podía ser de nadie más que Paris Hilton. La rubia multimillonaria se detuvo en un semáforo, suspiró aburrida y se quitó las gafas de sol para comprobarse el maquillaje, que le cubría los ojos como si de un mapache se tratara.
Miró a ambos lados, asegurándose de que tenía los ojos perfectamente enmarcados en rímel y eyeliner, y nos miró a ambos.
Le sonrió a Louis con coquetería, y yo no pude hacer otra cosa que enganchar bien su mano y pegarme a él, marcando territorio.
-Tú eres uno de One Direction, ¿no?
-Y tú eres una heredera de hoteles, ¿verdad?-replicó Louis, y me apeteció romperle la cara por coquetear con ella.
Paris se echó a reír.
-Eres un chico listo-asintió ella. El semáforo se puso en verde, pero, ¿qué más daba? Era Paris Hilton, un estúpido semáforo podía esperar por ella. Toda la ciudad podía esperar por ella-. Que sepáis tú y los de tu banda que sois muy guapos y cantáis muy bien.
-¿Cuál es tu canción favorita?
Paris sonrió, y, cuando pensé que iba a contestar Live While We're Young, o una de las canciones más famosas de los chicos, me sorprendió contestando:
-Heart Attack.
Louis asintió con la cabeza, sonriendo. Ella le guiñó un ojo y arrancó como un bólido, dejando el semáforo en ámbar. Los paparazzi reaccionaron como pudieron, y algunos se quedaron atrás, esperando que el color rojo sangre volviera a hacerse verde lechuga.
Caí en la cuenta de que no me había mirado ni una sola vez.
En el fondo me alegré de haberle cogido la mano a Louis, al fin y al cabo, era la única manera que tenía de competir con ella. Debía apelar a su corazón, porque si las dos nos enfrentábamos, estaba claro que la pija con vida de princesa de Disney me ganaría por goleada. Era más alta que yo, sus piernas eran mejores, su busto más grande, y su pelo más rubio. Era una Barbie en toda regla cuando yo era... bueno... tal vez una Bratz. Aunque sin los labios gruesos y los kilos y kilos de maquillaje, y con el pelo corto.
Louis me besó en la frente.
-Estás tan guapa cuando te pones celosa.
-No estoy celosa-protesté automáticamente. Me acarició la cintura; algunos transeúntes pasaron a nuestro lado sin hacernos caso. Era impresionante, podíamos ser una pareja normal con sólo engañar a la prensa: si les decíamos que estábamos en Massachussets, por ejemplo, a nadie se le ocurriría pensar que habríamos cruzado el país en autobús durante la noche hasta llegar a plantarnos en la otra esquina de Estados Unidos.
-Eri.
-Vale, lo estoy un poquito.
-Porque eres tonta-replicó, tirando de mi mano y obligándome a echar a andar.
Fuimos hasta Rodeo Drive, donde nos metimos en casi todas las tiendas, examinando cuidadosamente el género y comprando algo de vez en cuando. Yo le regalé un traje que a Louis le encantó pero que se negó a comprar por sí mismo, porque "no encontraba la ocasión idónea", pero yo me empeñé en comprárselo.
Él respondió a mi ataque a mi tarjeta de crédito prácticamente virgen llevándome de joyería en joyería.
Terminamos en Tiffany's, porque era mi gran debilidad.
Me incliné hacia delante en los expositores de los anillos mientras una dependienta perfectamente maquillada y con un anillo idéntico al mío en el dedo anular de la mano izquierda adornando su mano. Tenía varias pulseras, una gargantilla y unos pendientes a juego, todo de la marca para la que trabajaba.
-¿Te gusta ese?-preguntó Louis, señalando un anillo con un pequeño diamante en medio.
-Parece de compromiso-protesté. Noté la sonrisa de Louis en mi pelo cuando me besó la cabeza.
-¿Te gusta o no?
Negué con la cabeza, la dependienta no perdió ni un ápice de su perfecta sonrisa. Descubrí que en la otra mano llevaba una alianza de oro, tan pequeña que casi se confundía con un defecto de la piel, y supuse que se estaba acordando de su marido.
-¿Cómo les gustan las joyas?
-Algo simple-contesté yo automáticamente, porque el anillo que yo llevaba no era algo por lo que echar cohetes, pero era precisamente su sencillez lo que me había enamorado de él. Louis sonrió.
-Dale lo que más brillantes tenga.
La chica se echó a reír, yo le lancé una mirada envenenada a mi novio.
-No me hace ni puta gracia, ¿sabes?
Volvió a besarme la frente.
-¿Un brazalete?-sugirió la chica, acompañándonos a un nuevo expositor. Nos mostró brazaletes de todos los tipos y colores, desde uno arcoíris hasta uno dorado, pasando por uno plateado al que mis ojos se iban continuamente.
Louis se apoyó en el expositor y me miró.
-El plateado, ¿eh?
-¿Cómo lo sabes?-protesté. Se encogió de hombros y le hizo una señal a la chica para que lo fuera sacando para probármelo.
-Porque te conozco.
Terminé llevándomelo en una pequeña bolsa, con su correspondiente caja, tras asegurarme de que me quedaba bien. Volvimos a donde el coche, dejamos las bolsas en el maletero y Louis me dijo que íbamos a dar un paseo un poco más largo esta vez.
Me llevó al Paseo de la Fama, joder.
Al puto Paseo de la Fama.
Cómo quiero a este hombre, pensé mientras correteaba entre las estrellas, estudiando los nombres de todos y cada uno de los músicos y actores que más me gustaban.
Me hice una foto junto a la estrella de Audrey, y él se hizo una en la de Michael Jackson. Ese fue el pistoletazo de salida para que comenzáramos a fotografiarnos con cada estrella cuyo nombre plasmado reconocíamos, lo que en mí no era demasiado fácil, pero en él era extremadamente posible.
Puede que Louis no leyera tanto como yo; puede que yo sacara mejores notas que él, pero en cultura general, me daba mil y una vueltas.
Terminamos nuestro recorrido por el Paseo exhaustos. Me abrazó la cintura, tapándome del sol.
-¿Tienes energías para otro paseo más?
-Depende.
-Quiero llevarte a ver una cosa.
Asentí con la cabeza y, mientras atravesábamos las calles de Los Ángeles, contemplé el cartel de Hollywood seguirnos con la mirada, como si de un vigilante se tratara, siempre alerta a lo que pudiera pasar en la ciudad a la que custodiaba.
Llegamos al barrio chino, y paseamos al lado de las firmas plasmadas en cemento de gran cantidad de famosos.
Se detuvo al lado de un edificio que me sonaba de mucho. Se quedó quieto y miró al suelo.
Tuve que taparme la boca para no ponerme a gritar, porque la firma de Robert, Kristen y Taylor estaba a nuestros pies.
-Louis...
-Pensé que te haría ilusión-se encogió de hombros. A continuación, puso el pie al lado de la huella de Taylor, y sonrió-. Yo lo tengo más grande.
Me eché a reír porque comprendí a la perfección el motivo de su orgullo.
-Tal vez incluso lo veamos si salimos esta noche-comentó, señalando su firma enrevesada, que contrastaba en gran medida con la de mi novio, simple, limpia, y muy fácil de falsificar, tal y como había comprobado en varias ocasiones.
-Está grabando en Nueva York con su nueva novia, Marie-dije con cierto retintín-. ¿Sabes? Creo que está por ella todo por publicidad. Es muy sospechoso que siempre tenga por novia a la misma chica con la que trabaja en una película y luego,  cuando la película va a estrenarse, corten misteriosamente-me encogí de hombros, marchándome de allí-. Odio todos esos temas de publicidad. No son celos, ¿sabes? Pero tratan a las fans como si fuéramos estúpidas. Taylor no sale de casa si no es para estar con su novia, entonces, ¿de verdad se creen que nos vamos a tragar todo eso de que justo cuando tiene novia es cuando sale?-negué con la cabeza y suspiré. Louis sonrió, caminando a mi lado sin todavía cogerme de la mano. Fui yo la que entrelazó nuestros dedos, de hecho.
-Eso es lo que me gusta  de lo nuestro, Lou. Que no lo hacemos por publicidad. Para los cantantes todo eso es más complicado. Casi no se puede salir por publicidad si eres cantante.
-O no-replicó él-. Tal vez yo esté contigo por publicidad.
Me eché a reír y negué con la cabeza
-Nah. Hay cosas que no se fingen.
-Pero... Taylor Swift estuvo con él, ¿no?-preguntó, caminando de vuelta al coche. Frunció el ceño.
-Sí, estuvieron juntos alrededor de 3 meses.
-Ella es cantante, ¿por qué habría de salir con él por publicidad?
-Participó en una película con él. Historias del Día de San Valentín. Aunque creo que esa relación fue real. No sé, Taylor le escribió Back to December. No creo que escribiera una canción así a una relación falsa.
-¿Por eso te gusta la canción?
Suspiré.
-Un poco. Pero mi favorita sigue siendo Summer Love.
 Sonrió, y terminó llevándome al hotel, donde había reservado una pequeña habitación. Me alegré de que no pidiera nada caro ni grande, simplemente me apetecía estar con él, a su lado, piel con piel, por lo que sería un gasto absurdo el pedir una suite cuando seguramente no fuéramos a salir de la cama.
Dejamos las bolsas en la pequeña sala de estar y empezamos a besarnos. Fuimos al dormitorio ya casi sin ropa, sólo algunas prendas rebeldes se mantenían en nuestros cuerpos.
-Quiero hacerlo sin nada-susurró en mi oído una vez terminó de desnudarme. Yo suspiré, porque sabía lo que venía, pero no me apetecía enfrentarme a ello. Sin embargo, tuve que hacerlo.
-No, Lou. Hoy es especial, lo sé, y créeme que yo también quiero, pero... En México no tomamos precauciones. Ni lo hicimos con condón ni me tomé la píldora después, así que... No tentemos a la suerte, ¿te parece? Si tú quieres, te daré hijos, ya lo sabes, pero no me seduce mucho la idea de ser madre de tus hijos con 17 años.
Se quedó quieto un segundo, y me miró.
-¿No lo hicimos?
Negué con la cabeza.
-Podrías haberme dejado embarazada.
-Fue sólo una vez.
-Tal vez seas un semental...-repliqué, paseando los dedos índice y corazón por su piel, como si de las piernas de una persona diminuta se trataran-... aunque lo dudo.
Se echó a reír.
-¿Me estás retando?
Asentí con la cabeza y me tumbé en la cama.
Después de hacerlo, nos quedamos un rato hablando. Él se dedicaba a besar mi cuerpo mientras yo no paraba de retorcerme. Me hacía muchas cosquillas.
-Todavía no te he hecho un regalo de aniversario como Dios manda-murmuré.
-¿Qué tienes en mente?
-Es una sorpresa.
-Traidora-replicó, capturando mi labio inferior entre los dientes. Me eché a reír.
-Mira quién habla; el que me trae a Los Ángeles en secreto.
-Podrías haber observado los hechos y darte cuenta.
Me quedé pensando un momento mientras me besaba cada centímetro del vientre. No se me había pasado por alto que había tenido especial cuidado y cariño en mis cicatrices, y que no se había avergonzado de ellas cuando la dependienta deslizó la vista por mis brazos un segundo.
Con él, se me olvidaba que estaban allí.
-¿No tienes miedo de que esto se acabe, Lou?
-Lo tengo asumido-replicó él, besándome la cara interna del brazo y acariciándome la piel de la cintura, volviéndome verdaderamente loca-. Estoy en el cielo... y pienso disfrutarlo.
-Cómo han cambiado las cosas, ¿no crees?
Se encogió de hombros.
-Antes de conocerte, me aterraba la idea de quitarme siquiera la chaqueta frente a un chico; no digamos ya desnudarme. Y ahora, estando contigo lo último que me apetece es vestirme.
Sus dientes me acariciaron la clavícula cuando llegó hasta mi cuello.
-Sé hacerte ver que en realidad eres una diosa.
Le acaricié el pelo.
-¿Cómo de diosa?
-Mmm. ¿La virgen María?
-No soy virgen, Louis-me eché a reír-. Creo que es evidente.
-¿Atenea?
-¿Porque soy lista? Gracias-le besé la mejilla.
-¿Cuál era la guapa? ¿La del amor? Soy un desastre con la mitología griega, y eso que es bastante guay. Me gustan las películas de Percy Jackson.
-Sólo han sacado una.
-Pues me gusta. Y contesta.
-Afrodita. Es la diosa de la belleza y el amor.
-Vale, pues tú eres la parte del amor de Afrodita. Yo soy la belleza.
Le di un puñetazo suave en el hombro.
-Eres imbécil. Vete a la mierda.
-No puedo-contestó-. Estoy en el paraíso.
Me besó despacio y me separó las piernas con las suyas.
El muy cabrón sabía salirse con la suya.

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