lunes, 26 de mayo de 2014

Efectos colaterales.

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Los planes de Eri y Louis se vieron truncados cuando Tommy se negó rotundamente a aparecer por casa a la hora de comer. Tenía cosas que hacer con Scott.
Cosas como, por ejemplo, conjurar acerca de lo que sus padres habían hecho cuando ellos estaban juntos, en la habitación de Tommy, tirados en el suelo jugando a videojuegos de gráficos tan perfectos que no resultaban ni creíbles. Había llegado el momento en el que la tecnología superó a la ficción, y la juventud prefería, curiosamente, los juegos de antaño, de menor calidad y peores gráficos. Era el caso, por ejemplo, del Super Mario Bros.
No habían sido lo suficientemente listos como para darse cuenta de que en casa de Tommy se estaba cociendo algo, algo gordo, muy gordo, de proporciones estratosféricas, apoteósico, como le gustaba decir a Scott.
En lugar de escuchar en la sombra, como ya se había encargado de hacer Eleanor en cuanto sonó aquél teléfono en la cocina, prefirió vivir en su burbuja de ignorancia.
Así que, de la que caminaban en dirección a la casa de los Malik, sus palabras se enmarañaban y cortaban las unas a las otras, como si al discutir y no dejar que el otro terminase la frase fueran a llegar más rápidamente a la conclusión que buscaban.
-¿Sabes? Creo que estás jodido, hermano-comentó Scott, arrastrando tras de sí el skate que se había empeñado en llevar a clase, a pesar de que Sherezade no soportaba que lo hiciera.
-¿Tú crees? ¿En serio? No me digas-ironizó Tommy, dándole una patada a una piedra entrometida en su camino-. Mi hermana sabe algo y no me lo quiere decir. La zorra disfruta con mi sufrimiento.
-Es mujer-respondió Scott, encogiéndose de hombros-. Ahora, en serio. Esta noche he oído a mis padres hablando de lo que los tuyos les han dicho. Y parecen preocupados.
-Seguramente me vaya a un internado a Escocia, o algo así.
-Las escocesas están más buenas que las inglesas.
-No, tío, esas son las galesas. Las escocesas son más fáciles.
Scott se detuvo, enhiesto en la baldosa que ocupaba.
-Macho, si vas a ir a Escocia y es verdad lo que dices, no creo que sea una gorda la que se te viene encima... precisamente.
Tommy puso los ojos en blanco.
-No creo que esté para tías ahora mismo, Scott.
-Eso dijiste el fin de semana pasada. Antes de revolcarte con Amy.
-Fue sólo un polvo.
-En el cual lo pasaste bien.
-No quería “pasármelo bien”, tío, quería dejar de pensar en ella.
-¿La llamaste Megan?-inquirió Scott, alzando una ceja, viendo el toro venir antes incluso de que éste hubiera salido de las entrañas de su madre. Tommy puso los ojos en blanco.
-¿Eres gilipollas? No estaría aquí, vivo, o por lo menos hablando, si la hubiera llamado Amy.
-Entonces no hay problema.
-Sí que hay un problema. Va a pasar algo. Y yo no estoy para gilipolleces. Ni para que me saquen de aquí, ni para que me dejen.
Scott alzó las manos.
-Sabes que sólo intento ayudar.
-Pues no lo haces del todo bien.
Continuaron caminando en silencio, con los pasos acompasados, la mirada zafiro de Tommy en sus pies; la mirada de caramelo de menta de Scott, en las nubes. Creía ser capaz de leer en ellas una respuesta; una de aquellas señales ya olvidadas pero que habían tenido tanta importancia para los antiguos.
Si se habían pospuesto batallas y depuesto reyes por las señales que provenían de las nubes, ¿por qué él no habría de hacer caso a esas esponjosas formas?
-A veces me gustaría que todo esto acabara ya, Scott. Que ella se graduara y yo me quedara aquí un año más. Tal vez pirarme al continente un año. Hacer algo diferente con las mismas personas, o lo mismo con distinta gente.
-Un cambio de aires apoteósico no te vendría mal, no.
-Lo que me vendría bien es un vacío de mente y pecho. No sentir más nada. Cada vez que la veo...
-Ya te he dicho que podemos cambiar la ruta de partidos y peleas. Sólo tienes que pedirlo.
-Seguiría viéndola en los pasillos-la cortó Tommy, con la cabeza cada vez más baja. Llegaría a tocar el suelo con la frente si seguía así-. No creo que esa sea... la solución.
-Es lo mejor que se me ha venido a la cabeza-replicó Scott, alzando los hombros y las manos. Él no era el culpable de aquella situación, así que, ¿por qué le convertían en el mártir? No lo entendía. En realidad, no había nada que entender.
Tommy quería a Megan.
Pero Megan no quería a Tommy.
Y era aquello lo que había desatado todo el drama, con lo que los demás no podían hacer nada. Los efectos colaterales rara vez conseguían arreglar las cosas.
-¿Sabes qué es lo que más me jode de todo, tío?-inquirió Tommy, dándole una patada a una piedra que tuvo la osadía de cruzarse en su camino. Scott escuchó en silencio, asintió con la cabeza, invitándolo a seguir-. Lo que más me jode es no poder hablar con mi padre.
Scott se detuvo, el pequeño monopatín en su mano, colgando de ella, tratando, sin éxito, de clavarse en el suelo.
-¿Por qué?
Tommy ni siquiera se dio la vuelta para responder lo que para él era la mayor obviedad del mundo:
-Él no lo entendería, ¿es que no lo ves? Joder, es Louis Tomlinson-se obligó a recordarle, notando el peso de aquel apellido sobre sus hombros, hundiéndolo varios metros bajo la tierra.
-No lo ha sido siempre.
Tommy sí que se detuvo esta vez para esperar a Scott.
-Vale, nació con otro nombre, pero creo que pillas por dónde van los tiros, ¿no?
Después de que Scott asintiera, reanudaron la marcha. La casa de los Malik estaba a la vuelta de la esquina, y Tommy no estaba de humor de discutir aquello tan pronto, en territorio enemigo, de manera que se quedó callado, escuchando la perorata interna que había estado exteriorizando Scott.
-Tu padre es humano, en realidad, ¿sabes, tío? Quiero decir, es un hombre, también le ha tocado sufrir lo suyo, igual que al mío. Todos estuvieron donde se merecían, todos fueron estrellas, todos aún lo son... unos más que otros-musitó, pensativo, aludiendo claramente al que se escondía entre los rascacielos al otro lado del océano Atlántico, como una especie de Godzilla que se preparaba para su ataque maestro-. Pero antes de eso tuvieron vida. Fueron gente normal. Gente a la que no conocía nadie. Tu padre es legendario en Doncaster por ser quien es todo el tiempo, desde que nació hasta hoy, ¿no es así? No siempre ha sido Louis Tomlinson, el de One Direction-ambos se estremecieron ante el nombre de aquel fantasma que planeaba sobre sus vidas, amenazante, recordándoles que le debían la vida a un hombre que ni siquiera tenía parentesco sanguíneo con ellos-, sino, simplemente, Louis. Igual que mi padre simplemente es Zain cuando está en casa, y no Zayn Malik, el musulmán de la banda-sonrió para sí, dejando claro cuál era su postura acerca de la religión y su presencia en su casa. Tommy ya conocía tanto sus opiniones sobre el mundo paranormal que casi prefería que se guardara aquello para quien realmente le interesaba, pero una vez que Scott empezaba a hablar, no había quien le callara. Sólo podía acudir a su talento natural de desconectar y quedarse con las palabras clave de la conversación. Las molestas se marchaban como mariposas en plena polinización, con las patitas cubiertas del polen con el que se formarían nuevas semillas-. Ya sabes que papá no hace nada raro en casa, es... normal.
-Nosotros no hemos crecido dentro de la normalidad, Scott. Ya había gente que sabía nuestros apellidos completos incluso antes que nosotros.
-Me refiero a que no se dedica a cantar notas altas por casa ni a reventar cristales sólo con la voz.
Tommy se detuvo en la acera.
-Sí que lo hace.
-El caso-replicó Scott, molesto porque alguien osara interrumpir su diálogo interior tan bien cimentado- es que nuestros padres pueden ser famosos, pero son personas, y saben qué es sufrir.
-A mi padre le va de puta madre con su vida. Seguramente se haya olvidado de qué es eso.
-Esas cosas no se olvidan tan fácilmente-discutió Scott, negando con la cabeza y entrando en la casa, empujando la puerta lo justo para que su hermana inmediatamente inferior, Sabrae, se acordara de toda su familia y tuviera que volver a empujarla otra vez.
Comieron como si no hubiera mañana; un poco por la presencia de Tommy y las ganas de Sherezade de causar buena impresión, tratando a su invitado como ella había sido tratada la tarde anterior, y un poco porque era la costumbre de aquella familia, cuya genética había sido especialmente generosa y había consentido que los niños fueran pozos sin fondo que no engordaban ni un gramo.
A eso se le añadía la costumbre, adquirida por su madre, de decir Zayn cuando sus hijos se servían:
-Comed más, comed más, ¿no estáis creciendo? Comed más. Cariño, dales más.
Apuraba a Sherezade desde su asiento, con el plato casi sin tocar, disfrutando del silencioso placer de ver a sus hijos devorando hasta el último guisante del plato.
No había nada mejor ni más hermoso para un padre que ver comer a sus hijos hasta reventar.
-¿Has avisado a tus padres de que te quedas aquí, Tommy?-preguntó Sherezade mientras recogía la mesa. Scott ni siquiera se había movido de su sitio.
-Scott, joder, ayuda a tu madre-le instó Zayn. Cuando Tommy intentó moverse (siempre hacían lo mismo en casas ajenas: portarse como verdaderos santos a los que les faltaban las alas y la aureola para ser ángeles), pero Zayn se lo impidió con una mirada tajante y negativa.
-Les he mandado el recado a través de mi hermana-confesó Tommy, encogiéndose de hombros.
-¿Y crees que Eleanor se lo ha hecho llegar?
Sherezade le dirigió una mirada envenenada a Zayn, reprochándole que no era asunto suyo lo que un hermano pensara de otro. Pero, ¿qué iba a saber ella? Era hija única, no había tenido varias hermanas como él. Especialmente él, que había tenido sólo hermanas, y conocía el funcionamiento del cerebro de la mujer.
Estaba de acuerdo en que podían hacer varias cosas a la vez.
El problema venía cuando las cosas se prolongaban en el tiempo.
A los hombres se les olvidaba una sola cosa, de modo que, obviamente, si una mujer tenía varias cosas rondándole la cabeza, era evidente que alguna se escapaba de las garras de la mente y se perdía en el pozo negro y silencioso del olvido.
-No-se cachondeó Tommy, negando con la cabeza.
-Se parece a Louis.
-Es muy guapa-coincidió Sherezade, cortando la crítica disfrazada de broma de Zayn que veía venir, y que llegó como la explosión de una bomba.
-Y especialmente impaciente en estas cosas. Se les va la cabeza. A los dos.
-¿Nos lo dices o no los cuentas?-murmuró Scott, terminando de recoger la mesa.
-Puedes usar el teléfono fijo si quieres, Tommy.
-Gracias, Sherezade.
Ella le dedicó una cálida sonrisa que hizo que perdiera por un momento el libro de instrucciones mental en el que se explicaba, paso a paso, cómo respirar. Luego, aturdido, se dejó arrastrar por Scott hasta el salón, en el que descansaba tranquilamente el aparato, de corte moderno.
Marcó de memoria, porque había cosas que convenía guardarlas a la vieja usanza, y esperó durante lo que le pareció una eternidad (simplemente dos pitidos) hasta que escuchó el sonido de descolgar el teléfono.
Calculó sus posibilidades.
En el peor de los casos, sería una Eri histérica preguntando dónde estaba y exigiendo que fuera inmediatamente a casa, “chaval, o te juro por dios que ya puedes ir buscándote un escondite, porque cuando te encuentre te vas a acordar de mí”, y que no atendiera a razones.
Luego podía ser una mamá informada de los hechos y que le echara en cara el no avisarla directamente, en lugar de utilizar emisarios.
O también podía ser papá, en cuyo caso estaría salvado. Había fútbol ese día, y seguramente Louis ya estuviera preparando la comida con la que se iba a espatarrar el sofá, a bramar cosas como “OH DIOS MÍO ¿CÓMO HA PODIDO FALLAR ESO? ERIKA ¿LE HAS VISTO CÓMO HA FALLADO ESO?” (era gracioso porque era la única vez en que llamaba a la madre de sus hijos por el nombre completo y el único momento en que ella no se molestaba en corregirle que era Erika, no Érika, con la sílaba fuerte en mitad de la palabra, cortándola como se corta a un sándwich) y “QUÉ MATADO ERES, HIJO DE PUTA, NO SÉ CÓMO TE ESTÁN PAGANDO ESA MILLONADA EN LUGAR DE PAGARLA TÚ POR JUGAR EN EL ARSENAL” sin olvidar eh “PERO SI ESO ES UNA FALTA CLARÍSIMA, ¿ESTAMOS LOCOS O QUÉ? ÁRBITRO ¿ESTÁS CIEGO O SIMPLEMENTE ERES GILIPOLLAS?”.
Si era Louis, sólo tendría que preguntar por mamá y dejar que él hiciera de puente.
-Estoy en casa de los Malik.
-Bien. ¿Cuándo vas a volver?
-Probablemente me quede a dormir.
-No toques los cojones.
-De acuerdo.
-Menos a Zayn. A Zayn, tócaselos de mi parte.
-Está bien.
Un pequeño silencio en el que los dos esperarían a que el otro hablara.
-Y si sales, cógete la rebequita, que hace frío-terminaría Louis, riéndose a carcajada limpia y recibiendo a continuación un par de hostias de la mano de su mujer por reírse de ella y sus expresiones típicas de madre. Tommy se reiría, y colgaría sin despedirse. Odiaba despedirse por teléfono.
No quería que las últimas palabras de una conversación se dijeran a través de un aparato tan frío como aquel.
Sin embargo, el que respondió al teléfono no era ni Louis ni Erika, sino alguien mucho más inesperado e inútil: su hermana, Eleanor.
Tuvo que ahogarse una inquisición que incluiría el querer saber dónde estaban sus padres, ya que, al fin y al cabo, tal vez las cosas fueran mejor así. En el fondo, Tommy sabía que era mejor enfrentarse a su hermana y que fuera ella la encargada de llevar el mensaje a sus padres, que el pedirle que le pasara con su madre, que podría volverse loca al enterarse de que tenía la poca decencia de llamar y encima hacer que su hermana cogiera el teléfono, como si él tuviera algún control sobre a quién le tocaba ejercer de secretario ese día.
-¿Tommy?-preguntó ella a la línea silenciosa. Era lógico que fuera él, ya que era el único que faltaba en casa, y, además, había reconocido el número.
-El, ¿está mamá por ahí?
-Papá y ella se han ido de compras. ¿Qué quieres?
A Tommy le descolocó un poco esa información. ¿Papá y ella? ¿De compras? ¿Un día que había fútbol?
Se estremeció al darse cuenta de la recompensa ofrecida a cambio de semejante ultraje al deporte mundial.
-Sólo llamaba para saber si les habías dicho que estaba en casa de los Malik-murmuró, apoyándose contra la pared y enredando el cable del teléfono, rizado y blanco, entre los dedos. Scott articuló con tus labios “¿es tu hermana?” y él se limitó a asentir con la cabeza, con semblante cargado de aburrimiento y seriedad. Scott rió por lo bajo.
-Claro que se lo he dicho, ¿eres imbécil? Me lo has encargado y yo lo he hecho-espetó Eleanor, furiosa. Se escuchaba en su voz su determinación a colgar y dar por terminada la conversación.
-No sería la primera vez que me dejas tirado.
-Esta vez me interesaba contarles la verdad. Ya sabes. Así tengo el monopolio absoluto de la casa.
-¿Estás sola?
-Sí, se han llevado a los pequeños con ellos-una sonrisa de deliciosa diversión prohibida cruzó los labios de Eleanor, que luchó por no relamerse. No era un gato.
-Procura no quemarla.
-No sé si podré, no con lo que sé que va a pasar.
Tommy suspiró.
-¿Qué va a pasar?
-¡Qué grande y buena es la vida del ignorante!
-No me toques los cojones, Eleanor.
-No sé si contártelo-Eleanor estaba jugando con el cable del teléfono. Tommy lo sabía, podía verla sentada en el taburete de la cocina, sonriendo como una estúpida (como lo que es, pensó su hermano para sí), y contemplando la trama que tenía entre manos, extasiada por las dimensiones de algo que no era tan fabuloso como ella creía.
-Como quieras-dijo el chico, y se alejó el teléfono de la oreja. Escuchó los gritos de su hermana.
-¡Está bien! ¡Te lo diré, si te pones así!-se apresuró a decir la chica. Tommy le hizo una señal a Scott para que se acercara. Así no tendría que repetírselo más tarde, fuera lo que fuera. Sabía cómo se cabreaba Scott cada vez que alguien le contaba algo y omitía detalles que podían ser la clave de un giro drástico en el guión de la vida-. Dentro de poco, seremos uno más en casa.
-¡¿MAMÁ ESTÁ EMBARAZADA?!-bramó Tommy, incrédulo. Si madre ya era mayor, venga. No podía tener más hijos. O sea, ¿no le parecía que ya tenía bastantes con 4? Podría formar una puta banda con ellos, en cuanto Astrid supiera manejarse lo suficiente con algún instrumento.
Zayn se asomó a la puerta de la sala en la que se encontraban para ver qué les pasaba.
-Estamos bien, papá.
-No, estúpido-gruñó Eleanor. Puso los ojos en blanco-. Tendremos una visita... larga.
-Define “larga”.
-Tendremos a una invitada que se quedará a vivir aquí.
-¿Alguna de las tías?
-Es chica, pero prueba mejor con “primas”.
-¿TÍA LOTTIE ESTÁ EMBARAZADA?
-NADIE ESTÁ EMBARAZADO, TOMMY, JODER, PIENSA. ¿QUÉ PRIMAS TENEMOS?
-Oh-replicaron Scott y Tommy a la vez, mirándose a los ojos. Por un segundo, sólo un segundo, pasaron de ser hermanos del alma a primos de nuevo. Los hijos de One Direction eran primos, porque los miembros de One Direction eran hermanos... dijeran lo que dijeran las partidas de nacimiento.
-Diana-dijeron a la vez, comprendiendo por fin, después de descartar a Layla, la única prima libre que quedaba a parte de la neoyorquina, pues las Malik y las Tomlinson no contaban en la ecuación. Eran casos aparte en ese asunto. En otros, tal vez no, pero en ese sí.
-Premio-cacareó Eleanor-. En serio, Tommy. Sólo espero que no me quite mi habitación.
-No creo que papá y mamá nos quiten sitio por traer a una americana-respondió.
-Deberías buscarla en Facebook. La tienes agregada, ¿no es así? Con su cara y con la tuya, yo te dejaría dormir en el cubo de la basura... y eso en mis días generosos.
-Eres gilipollas-contestó él, pero su hermana ya había colgado.
Scott y Tommy se miraron anonadados. ¿Una visita? ¿En serio? ¿Ahora? ¿Ahora, que sus padres no podían con él y se había vuelto rebelde? ¿Ahora, que estaba perdido en la vida y lograba encontrar el rumbo, tenía que ser precisamente ahora que necesitaba todas las atenciones posibles, cuando sus padres decidían meter a una extraña en casa?
La palabra “extraña” tal vez fuera demasiado fuerte para Diana, pero, de todas formas, ¿acaso la conocía lo suficiente como para no considerarla una extraña? Se habían visto en contadas ocasiones; no se trataba de la relación que mantenía con los Malik, que vivían en la misma ciudad, o con los Horan y los Payne, que vivían a cierta distancia, porque a veces se reunían. No. Diana era de otro continente. Ni siquiera pertenecía al continente del que los chicos estaban aislados, ¡por el amor de Dios! Había un mundo de distancia entre Londres y Nueva York, y ahora, de buenas a primeras, ¿Diana iba a salvarla e instalarse allí? Había algo que no cuadraba en el asunto.
-Esta tía me está vacilando-murmuró Tommy. Su bolsillo vibró: tenía un mensaje. De su hermana.
Hazte el loco cuando papá y mamá te lo digan. Se supone que no nos han dicho nada. Ayer estuve escuchando.
-Yo no me fiaría de lo que ha escuchado tu hermana-comentó Scott, subiendo las escaleras en dirección a su habitación, atestada de cajas de videojuegos obsoletos que había separado mil y una veces, en todas las dificultades posibles, y aún más.
-Para estas cosas es lista, créeme-replicó Tommy, asintiendo con la cabeza con gesto de que estaba hablando muy en serio. Probablemente no hubiera dicho nunca un cumplido con tanta seriedad sobre su hermana, pero, ¿qué iba a hacer, si era la verdad? Eleanor podría ser muchas cosas, pero desde luego, no era estúpida. Sabía cazar las cosas al vuelo cuando éstas le interesaban, y no podía más que admirarla por ello. Era rápida calando a la gente, era buena sacando los trapos sucios. Ella, y no otro en la familia, era la heredera de los dos titanes que se habían unido y los habían creado a todos. Por eso se estaba preparando para ser una estrella, una auténtica supernova.
Tal vez más grande que su padre.
Y era esa necesidad de alcanzar el cielo, después de rozarlo con los dedos durante toda su vida, la que había hecho que aprovechara al máximo todo lo que la naturaleza le había dado.
Scott se limitó a encogerse de hombros, apoyándose en sus rodillas para recoger algunas botellas de cerveza vacías. Se envaró y se volvió hacia Tommy, que ya estaba estudiando la nueva pila de videojuegos con la que su amigo se había hecho.
-¿Quieres algo, tío?
Tommy se volvió y le dedicó una sonrisa traviesa, la típica sonrisa que hacía que, por un momento, el Louis de 20 años que triunfaba alrededor del mundo cobrara vida de nuevo en él. Negó con la cabeza.
-Sé dónde está la nevera.
Scott se limitó a echarse a reír, terminó de recoger las cosas y las lanzó dentro de una bolsa de basura negra que llevaba en su habitación Dios sabía cuánto tiempo. Tommy ya se había tirado en el suelo y con uno de los mandos inalámbricos de la consola de su amigo en las manos, preparado para matar a algunos cuantos soldados enemigos. Scott torció la boca.
-¿En qué crees que te afectará todo esto?
Tommy ni siquiera le dio a pausa. Simplemente observó cómo dos hordas enemigas se abalanzaban sobre él (era demasiado bueno como para recibir únicamente a una) y ensangrentaban la pantalla hasta que una voz femenina indicó, con toda la neutralidad del mundo, que había muerto.
Scott dio un paso hacia él. Le tocó el hombro. Tommy se estremeció, las manos de Scott eran enchufes para él en ese momento.
-En todo-respondió con un tono de ultratumba, los ojos cada vez más perdidos en un horizonte invisible y los labios pegados en una mueca de desagrado.
-No sé si quiero jugar a esto ahora-murmuró el Malik, esgrimiendo un dedo del color del caramelo en dirección a la pequeña caja negra. Tommy negó con la cabeza.
-Yo tampoco, hermano. ¿Una partida? ¿Billar, tal vez?
-Eso suena mejor.
De modo que así lo hicieron. Simplemente abandonaron las videoconsolas y bajaron las escaleras, haciendo caso omiso de los cuchicheos de las hermanas pequeñas de Scott, quienes sentían deferencia por el mejor amigo de su hermano. Atravesando los pasillos de aquella casa que se asentaba sobre sí misma en varios pisos, al estilo de las antiguas casas de Inglaterra, y no de las modernas (como en la que vivía Tommy), estiradas cual gato echando una siesta reparadora, y bajando escaleras llegaron al pequeño sótano con las paredes pintadas con spray, obra de Zayn. Era Antiguamente había sido el trastero de la familia, pero por su último cumpleaños Scott se había hecho con el dominio de aquel lugar, y había conseguido lo imposible: un lugar silencioso para él en el que podría hacer el ruido que quisiera, sin preocuparse de molestar a los demás. Había instalado una televisión que casi nunca usaba, un equipo de música que casi nunca etsaba apagado si él estaba en la habitación, un par de cojines raídos en el suelo para sentarse, un colchón a un lado (sí, el colchón era la clave de la importancia de aquel lugar), y varios aparatos de las ferias permanentes de los centros comerciales.
Como una canasta con un marcador de puntos.
O una mesa de air hockey.
O una de billar.
La favorita de los chicos.
Y en la que habían pasado muchas más cosas que partidas de billar.
Sin esperar a que Tommy encontrara el interruptor de la luz, Scott se dirigió a la pared en la que tenía colgados los tacos, perfectamente cuidados. Cuando su amigo encendió la luz, ya tenía dos en la mano, y esperaba impaciente a que Tommy asumiera el papel del Dios creador que había dicho al inicio de todo “que se haga la luz”.
Le lanzó el taco, que Tommy cogió al vuelo. Se pasó una mano por el pelo mientras estudiaba la punta de éste.
-Está bien-gruñó Scott, molesto porque necesitara hacer la comprobación. Eran sus tacos. Y era él. Oh, venga, ¿de verdad iba a descuidarlos? ¿Es que cabía esa posibilidad para alguien?
No vio la cara de frustración de Tommy, pues estaba demasiado ocupado colocando las bolas en su lugar. Pero que no la viera no significaba que esa cara no hubiera existido.
-¿Rompes tú o yo?
-Es tu casa. Es tu honor-replicó Tommy, recuperando por un segundo valiosísimo la compostura y haciendo una reverencia. De sus labios se escurrió un “majestad” lo suficientemente débil como para que ninguno de los dos lo oyera.
Scott así lo hizo, y la partida comenzó con el sonido de una canción aleatoria, que los dos conocían y los dos cantaron en armonía, callándose en le momento preciso en el que el otro quería cantar. Se conocían desde que habían nacido, así que no era extraño que tuvieran esa compenetración. Scott era tan familiar para Tommy como los recovecos más inusuales de su casa. Y sucedía igual a la inversa.
Y el conocerse tan bien tenía consecuencias como, por ejemplo, que Scott pudiera escuchar los pensamientos de Tommy en su propia cabeza, con un margen de error mínimo.
-Estarás bien-le animó, dándole una palmada en la espalda. Se refería a Megan.
-No lo creo.
-Llevas estándolo semanas, así que, ¿qué más dará? Se pasará con el tiempo. Lo sabes. No vas a morirte por esto. Nadie se muere porque una puta le deje.
Tommy se volvió hacia él.
-¿Qué?
-Megan.
-No estaba pensando en Megan, precisamente. Pensaba más bien en Diana.
-Un clavo saca a otro clavo. Me alegro de que pienses en la americana-la luz al final del túnel había hecho acto de presencia, por fin.
-Tío, no es por eso. Es que... no creo que esté lo bastante bien como para aguantar a otra tía en casa. Bastante tengo con Eleanor y sus referencias constantes a Megan. Ya sabes que la adora. Lo único que me faltaba era una nueva fan de mi ex novia recordándome lo perfecta que es ella y lo miserable que soy yo por haberla dejado escapar.
-Megan siempre ha sido como el humo: se extiende por todas partes, pero se escapa entre los dedos-una de las bolas de Tommy se cayó por el agujero, y Scott chasqueó la lengua. Se volvió hacia su amigo-. Falta. De nada.
Tommy alzó las cejas.
-Estoy hablando en serio.
-Yo también. Te toca sacar. Haz el favor de meter una de mis bolas, ¿quieres, matado? Ojo por ojo.
-Hoy por ti, mañana por mí.
Tommy sacó la bola blanca en silencio, que golpeó los bordes de la mesa destruyendo la atmósfera de funeral que se había instaurado entre ellos. En contadas ocasiones el aire había estado tan cargado entre un Malik y un Tomlinson, y más cuando se trataba de esos.
-Deberías darle una oportunidad a Diana.
-Yo creo que no.
-¿No crees que estará buena? Recuerdo que mis padres hablaron un día de que había salido en la Vogue. En la portada, sin ir más lejos. Lo cual suena aterrador.
-He visto cosas más aterradoras que una tía portada de una revista famosa en la vida real, créeme.
-Tommy, joder, la chica no puede ser tan fea. Ya sabes, es... hija de Noemí. Y de Harry.
-Creo que sí que es modelo profesional, o algo así-replicó el de los ojos azules, frotándose la frente. Ni siquiera tenía fuerzas para disparar otra vez una de las bolas y machacar a Scott. Quería echarse a dormir. Y eso que todavía no había oscurecido.
Sólo quería dormir.
Llevaba mucho tiempo con sueño. Con tanto sueño que incluso el colchón raído del sótano de Scott le serviría. Lo acogería como si estuviera hecho de plumas.
-El caso es que da igual, tío. Mis padres no me dejarían acercarme a ella ni aunque quisiera.
-¿Por qué?
-Por si la pervierto, ¿yo qué sé? Se supone que he pervertido a muchas chicas. Y Diana será una princesita neoyorquina. No puedo contaminarla con mi alma oscura.
-Tío, hay que hacer algo. Aunque esa tía sea una princesa, sigue siendo americana... neoyorquina, como tú has dicho. Creo que las americanas son una puta pasada. Se las saben todas. Ya me entiendes. Hay que hacer algo.
-Define “las americanas son una puta pasada”.
-Son muy zorras, hermano. Imagínate lo que podríamos hacer tú y yo conquistando el Nuevo Mundo otra vez. ¿Qué me dices?
Scott le pasó un brazo por los hombros a Tommy, incitador. Sí, podrían hacer grandes cosas si se unían. Grandes tiempos se acercaban, y una tormenta se atisbaba en el horizonte. Lo mejor de volar durante las tormentas era que, si sobrevivías a una, sobrevivías a todas, y te convertías en un héroe.
-Tienes vía libre, hermano-contestó Tommy, sonriendo con tristeza y chocando su taco con el de Scott, igual que habría hecho de tener unas cervezas en las manos. Animaría a Scott en su viaje. Le apoyaría incondicionalmente. Pero no se uniría a él.
Todavía no podría embarcarse en una nueva aventura. No podría volar.

Sus alas todavía estaban rotas, y tardarían bastante en curarse.

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