Estos días he visto mi cronología llena de mutuals
comentando que empezaba su primer año de universidad, que estaban acojonadas y
que no sabían qué esperar. Así que aquí es donde entro yo, salvadora entre
salvadoras, con una pequeña recopilación de consejos que pueden seros muy
útiles a la hora de sobrevivir (e, incluso, vivir) durante la universidad.
Lo
primero de todo: no seas duro contigo
mismo si tur rendimiento no es el que esperabas. Yo misma entré en la
universidad con muy buenas notas (saqué matrícula de honor en Bachiller no,
no es coña, de verdad la saqué) y me llevé la hostia del siglo en el primer
semestre de la carrera. Y es que no es para menos: la forma de aprender,
estudiar y evaluarse en la universidad es radicalmente
diferente a como es en el instituto. Cuando estás en el instituto, los
profesores están en mayor o menor medida muy encima de ti, recordándote
continuamente las cosas que tienes que hacer para obtener el mayor rendimiento
posible, dándote trucos para estudiar mejor como reglas nemotécnicas, o
contándote anécdotas… bueno, pues en la universidad no es así. El primer día,
llegas y, si tienes suerte, el profesor sacará la hoja en la que viene la guía
docente, te la explicará por encima y, dependiendo de cómo tenga el día, incluso
puede empezar a dar clase. Y eso será todo lo que el profesor te ayude en
cuestiones de organización: ¿prefieres continua o evaluación final? ¿Seguro que
te sale rentable hacer parciales no eliminatorios y 200 prácticas al día?
Bueno, tú mismo, eres universitario. Tú sabrás.
El
cambio de ritmo es radical, también. No hay momentos de repaso, todo va
encadenado y se supone que tú debes ir lo suficientemente al día como para
entender de qué coño te están hablando, a pesar de que sea noviembre y la clase
de hoy se remita a lo estudiado en septiembre.
No tienes
que sentirte estúpido ni más torpe que los demás: el 99% de la clase está igual
que tú, perdido y sin saber cómo afrontar el curso.
Lo
importante es que seas totalmente
sincero contigo mismo y que vayas conociendo qué te funciona más a ti a la
hora de estudiar. Yo tengo amigas que empezaban a estudiar para los exámenes de
enero a mediados de noviembre; a mí me bastaba con pegarme el atracón del
milenio la semana antes del examen para aprobar la asignatura. Cada persona
tiene su ritmo y sus métodos, y conocerte
en profundidad en temas de estudio puede suponer la diferencia entre
aprobar y suspender. Averiguar pronto cuál es tu marcha a la hora de estudiar y
adaptarte a ella te salvará muchos momentos de apuro (o puede que los provoque,
si eres de estudio explosivo como lo soy yo).
En
resumen: la organización es
fundamental, más que nunca, porque ahora tú eres el único responsable de tu
calendario de trabajo. Tú decides cuándo empiezas algo, pero no cuándo lo
terminas: para eso ya tienes las fechas límite.
Es
por ello que hacerte con una agenda es
una de las mejores inversiones que puedes hacer en toda la carrera. Tengo que
reconocer que yo tardé en aplicarme el consejo, pero precisamente por esto sé
la importancia que tiene tener algo que te recuerde las cosas por ti. Sólo en
cuarto de carrera terminé haciéndome con una agenda (por cuestiones de trabajo
y estudios, me era imposible acordarme ya de todo) y tengo que decir que fue la
mejor decisión que tomé en mis años de universitaria. Tener un sitio en el que
esté apuntado todo lo que tienes que hacer, y cuándo, te da una paz mental que
pocas cosas van a conseguir darte. Además, no tiene que ser una agenda muy
grande ni muy florida. Mi recomendación es una de semana vista, en la que
puedas ver todo lo que tienes pendiente para esa semana; las de día a día son
bastante aparatosas, pesan más, y pueden hacer que se te pase que el viernes
tienes algo pendiente. Con una agenda semanal, eso no te va a suceder: en
cuanto abres por esa semana, ya recuerdas que el viernes tienes que entregar
las prácticas de Sistema Jurisdiccional de la Unión Europea impresas, así que
más te vale ir pensando en que el jueves tienes que ir a la copistería.
Y aquí
es donde entran nuestras mejores amigas: las copisterías. Entérate de qué copisterías hay en tu barrio o ciudad y sus precios,
y las posibles ofertas que tengan para cuando vayas a imprimir muchas páginas. Por
ejemplo, en mi ciudad, el precio normal son 5 céntimos por hoja, pero hay una
en el centro que, si llevas más de 100 hojas para imprimir, te lo bajan a 4. Sé
que no es mucho, pero, oye, ya me ahorro un euro muy goloso en todo lo que
tenga que imprimir. Además, seguramente te salga más barato imprimir lo que
necesites en estos sitios que en tu casa, porque no sólo pagas la tinta y el
papel con tu impresora, sino también la electricidad.
Imprimir
las cosas que hagas tú o que te cuelguen en el campus virtual no es el único
papel de las copisterías, ni la razón de que los universitarios las queramos
(tú incluido) tanto. En las copisterías, muchas veces fotocopian manuales. Vale, ¿y?,
estarás pensando ahora mismo, yo
puedo perfectamente comprarme mis libros.
¿Seguro?
El primer
semestre, compré 3 manuales, de los cuales sólo utilicé uno, y encima a medias.
Pero los
150 euros que me dejé en ellos, no me los devolvieron por mi cara bonita. Ahí se
los quedó la librería.
Es por
eso que las copisterías son tan importantes: te permiten ahorrarte un pastizal
en libros que puedes obtener de otros sitios, con formatos mucho más manejables
a la hora de estudiar (no hay nada como
una buena espiral, que se quite el lomo de un libro).
Lo cual
nos lleva a mi siguiente punto de la lista: ¿dónde encontrar los manuales? Aquí
está genial tener contacto con personas de cursos superiores que los compraran
(cada cual tiene sus manías, oye), o que puedan conseguírtelos de alguna forma.
Incluso hay personas que fotocopian manuales y que estudian sin apenas
tocarlos, con lo que llevando su copia a la copistería, sería como si llevaras
el original (excepto porque tardarán menos tiempo en darte tu copia). ¿Y si no?
Nuestra querida amiga: la biblioteca.
¿Recuerdas
lo que te comenté de que el primer día de clase, el profesor se pondrá a leerte
la guía docente? Bueno, pues en la guía docente suele venir una lista con los
manuales recomendados. No obstante,
pregúntale al profesor qué manual recomienda él (o ella), porque probablemente sea por el que se guíe a la hora de dar sus
explicaciones, al que incluso se remitirá a veces y… *redoble* POR EL QUE
PONDRÁ Y CORREGIRÁ SUS EXÁMENES.
Una
vez tengas el título y autor del manual que el profesor ha recomendado, CORRE A LA BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD. NO
ERES EL ÚNICO QUE LO QUIERE. AQUÍ TONTO EL ÚLTIMO. Ponerte a remolonear en
la máquina del café mientras tus compañeros van a toda leche a la biblioteca
puede hacer que esperes hasta un mes por un libro que quieres fotocopiar.
Créeme, no tienes tanta sed, y no te vas a dormir por el camino. Mueve el culo
hasta la biblio.
Otra de
las cosas que más me han ayudado a lo largo de la carrera (y, no es por fardar,
pero también a mis amigas) ha sido tomar
mis propios apuntes. Por supuesto que el manual es importante, pero hay
veces que no es suficiente o hay veces que es demasiado. Salvo en las rarísimas ocasiones en que el autor es
profesor del departamento de la universidad (e, incluso si no es tu profesor
directamente), el resto del tiempo tocaréis temas que no aparecen en los libros
con más profundidad, y pasaréis por alto otras cosas que en los manuales
recomendados se hace mucho hincapié. Tener unos apuntes en los que sepas de qué
pie cojea cada profesor te ahorra un montón de tiempo de estudio, porque, a
ver: si el de Civil dedicó 3 clases a explicar dos artículos del Código Civil,
igual es porque le gustan mucho esos artículos (los esponsales) y no basta con
los dos párrafos que le dedica el manual recomendado. Puede que, incluso, te
los ponga en el examen (ALERTA DE SPOILER: NOS CAYERON EN EL EXAMEN).
Así que
la ecuación es fácil: estudiante+apuntes=aprobado=felicidad. Por supuesto, hazte
con unos apuntes que sean de fiar. Es más, incluso te diría que merece la pena
que tomes los tuyos propios. Aunque no calques todo lo que dice el profesor
como hacen algunos. Aunque hagas dibujitos para acordarte. Aunque estén
incompletos. No pasa nada. Cada cual tiene su método de estudio y su forma de
tomar apuntes, y que yo necesite tener las palabras del profesor tal cual no
implica que mis apuntes sean mejores que los de alguna amiga que lo toma todo
mucho más esquemático. Simplemente, tenemos formas de estudio diferentes, y
tomar apuntes es una buena forma de descubrir rápidamente cómo funcionas tú.
Además,
teniendo apuntes puedes hacer las posibles prácticas que te manden de una forma
más fácil y directa. En mi clase de Derecho Internacional Privado, por ejemplo,
la gran mayoría de gente hacía las prácticas con los apuntes de clase delante,
que prácticamente nos daban la solución a cómo había que aplicar X convenio o
Reglamento de la Unión Europea. Estoy segura de que lo mismo te sucederá a ti:
las prácticas suelen hacerse sobre lo explicado durante esa semana, y créeme si
te digo que el profesor valora y mucho que saques a colación algo que se mencionó en clase, aunque se
mencionara de pasada. Si tienes la suerte de tener las prácticas disponibles de
una semana para otra, lo mejor que puedes hacer es resolverlas el mismo día que se da el tema sobre el que éstas
tratan. Así, te será mucho más fácil hacerlas bien, con lo que irás más rápido
y las resolverás mejor. Si lo dejas para el último día, es más posible que se
te olviden cosas y, por tanto, vayas más despacio y peor.
Unas buenas
prácticas y buenas intervenciones en clase conducen al consejo número 1 que dan
los universitarios a los recién llegados: consigue
que el profesor te conozca. Esto no quiere decir que te obsesiones hasta el
punto de decirle nada más entrar a la profesora de turno “profe, qué bolso más
mono” (por Dios bendito, ten un poco de amor propio y de vergüenza, aunque sea
una pizquita), pero sí que estaría interesante que quien te da clase sepa más o
menos quién eres y que te interesa la asignatura. Incluso algunos profesores lo
admiten: la mía de Trabajo, por ejemplo, llegó a decirle a un chico que en el
caso de que su examen estuviera entre el 4 y el 5, debido a su comportamiento
ella no sentiría “lástima” ni trataría de “tirar hacia arriba”. ¿Sabes lo que
te quiero decir? Que tu cara le suene al profesor y que éste crea que te
interesas por su asignatura puede convertir un bonito 4,9 en un precioso 5.
Y
esto no lo consigues exclusivamente haciendo todas las prácticas genial, sino
que también lo haces preguntando para resolver tus dudas. Cuando no entiendas
algo, lo mejor que puedes hacer es levantar la mano y pedir que te lo vuelvan a
explicar: la mayoría de profesores lo repetirán las veces que lo necesites y,
si no hay tiempo, siempre puedes acudir a una tutoría. Yo nunca fui a ninguna
tutoría, pero la gente que iba siempre salía muy contenta y luego rendía mucho
mejor en clase, así que tienen que funcionar.
Otra
cosa que puedes hacer con respecto a los profesores es hablar con alumnos a los
que les hayan dado clase el año anterior para ver cómo son, qué les gusta y qué
no. Eso evita que te lleves sorpresas y que te relajes. Por ejemplo, de mi
profesora de Trabajo se decía que era muy exigente en un parcial al que ella le
daba una importancia casi anecdótica, con lo que parecía invitarte a no
estudiar apenas. Pero los que supimos que exigía muchísimo ya íbamos
preparados, y pudimos enfrentarnos bastante mejor que otros que no habían
hablado con nadie porque habíamos estudiado más que ellos. Preguntar por profesores a antiguos alumnos puede hacer que tu
rendimiento mejore por el mero hecho de que sabes qué es lo que quieren ellos
desde tu perspectiva, y no la suya:
cuando un examen parezca una tontería para un profesor, pero los antiguos alumnos
te digan que te lo estudies más que el final, ESTÚDIATELO MÁS QUE EL FINAL. Te lo dicen por algo. Están en tu
bando.
Y a
la inversa: cuando un profesor te diga que un examen es importantísimo, y los
antiguos alumnos te digan que es un paseo, NO
TE AGOBIES. Puede que el profesor te lo diga para que no te relajes y en
realidad tenga pensado ser muy bueno corrigiendo.
Por
supuesto, no tienes por qué hacer este trabajo de investigación tú solo. Aquí es
donde entra la cosa que más me gustó de la carrera, lo que más me llenó y creo
que más me va a durar en la vida, más incluso que lo aprendido (porque, bueno,
siempre podemos cambiar de Constitución, y literalmente a la mierda todo lo que
yo estudié en la carrera, salvo Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho):
los amigos que vas a hacer. Ya sé
que suena a topicazo y que lo habrás oído mil veces: “los amigos de la
universidad son los mejores que haces a lo largo de tu vida”, pero es que
realmente es así. Es más fácil que seas mucho más compatible con la gente que hay
en tu clase por la sencilla razón de que tenéis gustos similares: al fin y al
cabo, estáis en la misma carrera, ¿no? Además, estos años son bastante críticos
por ser la última etapa de educación de tu vida y el nivel en el que estás; es
por eso que rodearte de un buen círculo
de amigos, que te apoyen y te ayuden es esencial. Pero, ¡no te preocupes!
Al igual que adaptarse al ritmo de estudio en la universidad es difícil, hacer
amigos es facilísimo. Probablemente sea el momento en que más fácilmente trabes
amistad con mucha gente.
Los
primeros días es en los que más fácil es empezar a hablar con tus nuevos
compañeros: todos estáis nerviosos, os dais los números como si fueran
caramelos en Halloween, y enseguida empiezan a crearse los grupos de WhatsApp y
a hacerse los primeros planes para salir de fiesta todos juntos (sí, sí, todos
juntos, los 124 que sois en tu clase). El hecho de que estéis viviendo algo
nuevo todos a la vez hace que tengáis más cosas de las que hablar, es como si
de repente todos fuéramos mucho más sociables. Hay mucho que comentar, por lo
que no tengas miedo de hablar de x asignatura, x profesor o x parte del temario:
no vas a parecerle ansioso a nadie, porque los demás también lo han mirado
(menos yo, pero porque toda mi vida fui un poco pasota para estas cosas).
Si eres tímido, no te preocupes. Aparta
esos pensamientos de que van a pensar mal de ti por acercarte y comentar algo. Todos
estáis en la misma situación; nerviosos, impacientes por ver qué tal es ese
profesor del que tan duro hablan. Sal, en la medida que te sea posible, de tu
zona de confort.
Y si eres extrovertido, no
dejes que se quede gente apartada. Si ves que hay alguien en una esquina
mirando nervioso entre la gente, o a algún grupo, acércate y preséntate. Esa persona
lo agradecerá, y puede que hayas conseguido sacar del cascarón a alguien que
será muy importante a lo largo de la carrera.
Un grupo
de amigos puede ayudarte incluso cuando lo que quieres no sea emborracharte,
sino sacar la mejor nota posible en una asignatura. Tus amigos pueden
explicarte las cosas de una forma en que el profesor no lo hará, y quizá incluso
entiendas sus explicaciones mejor que las que te han dado en clase. Podéis intercambiar
apuntes, o hasta asignaros roles dentro del mismo grupo. Yo, por ejemplo, por ser
la que más rápido escribe con el ordenador, era la que me ocupaba de tomar los
apuntes en algunas asignaturas en que a mis amigas se les hacía más difícil. Ellas,
a cambio, se ocupaban de enseñarme los powerpoints a los que el profesor se
remitía o de mostrarme los artículos de los que estábamos hablando en clase en
ese momento (si me estás leyendo, Hola, Miri ☺). Incluso puede haber veces en
que tú no puedas hacer las prácticas y a tus amigos no les importe pasártelas,
al fin y al cabo, estáis juntos en esto. O puede pasarte lo peor: que te hagas
un esguince y no puedas ir varias semanas a clase, pero tus amigos están ahí
para grabártelas y que tú puedas tomar los apuntes que tanto te obsesionan
(basado en hechos reales).
No subestimes
el poder que tiene un buen grupo de amigos, que te puede hacer incluso de
agenda personal (¿recuerdas lo de que me compré una agenda por primera vez en
cuarto? Bueno, pues adivina qué, o más bien quiénes
eran mi agenda personal en los tres primeros cursos) y darte ánimos cuando no
te haya salido algo bien. Trabajar en un ambiente en el que te sientas cómodo
no sólo hace que el trabajo no parezca trabajo, sino que encima te consigue
mejores resultados.
Además,
Telegram mola más cuando tienes gente metiéndote stickers de Vladimir Putin en
el grupo que compartes con ellos. No vas a usar sólo las apps de mensajería
para enviar mensajes; también puedes organizar peleas de stickers de Pokémon.
¿Has
visto con qué estilo acabo de mencionarte mi app favorita, Telegram? Por si no
lo conoces, se trata de un servicio de mensajes como Whatsapp, con la única
diferencia de que lo bueno de WhatsApp, en Telegram
es 20 veces mejor. Tiene más funcionalidades, y no sólo eso: también cuenta
con una versión de escritorio que
puedes instalarte en tu ordenador, en la que puedes enviarte a ti mismo o a tus
amigos los documentos con los apuntes y las prácticas sin necesidad de ir pasándotelo
al móvil por correo. Es más, es que ni siquiera necesitas tener el móvil
encendido, así que adiós a escanear códigos QR de la pantalla del ordenador.
Por
último, pero no menos importante: concédete
un día a la semana para descansar. Un día exclusivamente para ti. Un día en el
que no hagas nada. Estos años de universidad, los sábados han sido mi día
sagrado: no hacía absolutamente nada de
la uni, ni siquiera abrir los apuntes para corregirlos. Darte un día de
descanso contribuirá a conservar en buen estado tu salud mental, o a mejorarla
si no estás pasando por tu mejor momento. Escoge un día de la semana, el que tú
quieras, para no hacer nada relacionado con tus estudios, un día en el que
puedas desconectar. Puede parecer que perderás muchísimo tiempo, pero todo lo contrario:
con un día de descanso, tendrás las pilas más cargadas para cuando tengas que
ponerte a trabajar. Es más, incluso si eres disciplinado y tienes fuerza de
voluntad, cuando hagas de ese día tu momento sagrado de la semana, te pondrás a
hacer cosas con antelación para evitar tener que hacerlas en ese tiempo de
descanso. No “profanarás” tu día; trabajarás antes para evitar que nada te lo
estropee.
Dedica
ese día a hacer lo que más te guste. Ir al cine o ver una peli en casa, leer o
escribir, quedar con tus amigos, dar una vuelta e ir a hacer fotos. Olvídate de que eres universitario. Ese
día, sólo eres persona.
Una persona
que está trabajando duro para conseguir lo que quiere, y que se merece un
momentito de descanso para sí misma.
Una
persona que en más o menos tiempo se sacará la carrera que ha elegido, o,
quizás, otra diferente, no importa. La cuestión es… si hay tantísimos graduados
en España, ¡tan imposible no será obtener un título, ¿no?! ☺
Mucho
ánimo, y bienvenido a la universidad ☺
¡Antes de que te vayas! Aquí tienes una lista de enlaces útiles que pueden servirte a la hora de tomar apuntes con el ordenador y de enfrentarte a los exámenes finales:
De Enero y Mayo se sale; del cementerio, no (consejos de estudio).
Cómo entrenar a tu Word (1) y
2 (comandos y consejos de Word).