domingo, 30 de septiembre de 2018

Me apeteces.


… Alec me separó de su cuerpo y rompió la deliciosa conexión que nos había unido durante los últimos minutos.
               Aprovechando que me tenía sujeta por las caderas, con las uñas bien clavadas en mi piel para ayudarme a acompañarlo mientras lo cabalgaba con una rabia que no habría reconocido en mí misma jamás, me levantó de su regazo y me colocó a su lado, girándome en el aire para hacer que quedara sentada en el banco como si no hubiera pasado nada hasta hacía medio segundo.
               En cualquier otra ocasión le habría detestado por hacer aquello, le habría gritado y me habría puesto como una verdadera furia con él. Pero no pude hacerlo, abandonada como estaba al dulce clímax que me había regalado con su pasión, esa pasión que ardía en mi pecho y en la parte más baja de mi vientre, llameando donde yo era una mujer.
               Mi cuerpo se abandonó a sí mismo y mi sexo buscó la presencia de algo que ya no estaba en su interior, la compañía que había tenido hasta hacía un instante y que me había catapultado a las estrellas. Giré la cara y lo miré mientras mis piernas temblaban por efecto de orgasmo y todo mi ser se contraía y relajaba como una estrella en sus últimos momentos de vida. Me mordí el labio para no ponerme a gritar, dejando escapar unos jadeos ahogados que a él le volvían loco… en condiciones normales.
               Alec, por su parte, se espatarró en el banco hasta dejar su nuca apoyada en el borde de la espalda, sus piernas extendidas, y cerró los ojos con fuerza. Apretó la mandíbula y yo experimenté las últimas embestidas del orgasmo observando la línea que el hueso de su mandíbula formaba al conectarse con el cuello, en ese ángulo casi recto que era mi perdición en su perfil.
               Le había visto adoptar esa postura varias veces a lo largo de la tarde, pero jamás había emanado la tensión que ahora manaba de ella. Parecía molesto consigo mismo, el ceño fruncido y las ventanillas de la nariz abiertas a medida que respiraba por las fosas nasales, tratando de tranquilizarse.
                -Alec…-jadeé cuando recuperé por fin un poco de mi discernimiento, y él abrió los ojos, pero no se atrevió a mirarme. Me acerqué a él, que se encogió un poco, como luchando contra sí mismo-. ¿Por qué has hecho eso?-me pegué a su costado y le pasé la mano por el vientre, dispuesta a descender un poco más abajo-. Quiero seguir.
               -Tú ya has acabado-jadeó con una voz oscura, ronca, tremendamente sensual. Mis entrañas se encogieron y todo mi cuerpo reclamó de nuevo su presencia en mi rincón más privado y sensible. Jamás le había escuchado hablar así. Podría recitarme el código penal entero con esa voz.
               Supe que ese tono de voz suyo me visitaría en mis mejores sueños y mis peores pesadillas, que él acuñaría el término “pesadilla erótica” y no se cansaría de protagonizarlas.
               -Pero quiero que acabes tú también. Vuelve a entrar en mí-le mordisqueé la mandíbula y pasé una pierna por encima de las suyas, dispuesta a continuar con la faena. Su miembro todavía se asomaba por entre su ropa, grande, duro, deseoso de mí. Una fina película brillante lo recubría, y me sorprendí al descubrir mis ganas de pasar la lengua por la mezcla de nuestros placeres y saborearlos en mis papilas gustativas.
               Alec sacudió la cabeza y se mordió el labio, todo eso aún sin mirarme.
               -Al…-jadeé en su cuello y él se puso tenso cuando me froté contra él, ofreciéndole el mejor regalo que poseía en ese instante: mi sensualidad, el placer que se guardaba entre mis muslos-. No quiero que te quedes así. Déjame seguir contigo. Quiero que te corras.
               -No voy a correrme dentro de ti-trató de zanjar con esa voz sucia que despertaba instintos primarios en mi interior. El saberme mujer y saberlo hombre era un sentimiento poderoso que me hacía perder la razón. Pocas veces había tomado conciencia de una forma tan clara de mi condición de parte de un juego ancestral que había llevado a la vida donde se encontraba ahora: el juego del sexo.
               Todas las veces en que había sido plenamente consciente de mi condición de criatura programada por la naturaleza para reproducirme, y por la evolución para disfrutar de cumplir con mi deber, había tenido el mismo desencadenante: él.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Trabajo de Fin de G(anas de vivir)


Después de mucho tiempo pensando en qué información tendría que dar en una entrada que me han pedido por CuriousCat referente al TFG, por fin me he animado a escribir una entrada que me habría salvado de bastantes apuros y sacado de muchas dudas (antes, incluso, de que se me plantearan) a la hora de enfrentarme al último paso a dar en un grado. El Trabajo de Fin de Grado es ese monstruo que planea sobre tu cabeza en el momento en que llegas a tercero y piensas “el año que viene me toca hacerlo”. Te meten muchísimo miedo, te dicen que es un coñazo (y lo es, no voy a mentirte) y que es la pesadilla de todo universitario. Tengo amigas, incluso, que querían decantarse por una carrera determinada porque pensaban que no había TFG en todas, cuando, hasta donde yo sé, el TFG es algo por lo que todos tenemos que pasar si queremos obtener nuestro título de graduado/a.
               Aunque el método de funcionamiento y evaluación del TFG varía en función de la carrera y la universidad que estudies, en esta entrada encontrarás unas pautas que son comunes a cualquier rama del conocimiento en que te hayas matriculado. Voy a hablar desde mi experiencia y comentando cosas que yo querría que me hubiesen dicho mientras estaba preparando mi TFG.

               -Elige bien tu tutor. Puede parecer que el tema es lo más importante a la hora de hacer tu TFG, y que el tutor es más bien secundario. A fin de cuentas, el tutor sólo te dice cómo tienes que poner el documento, qué expresiones cambiar y si una línea del trabajo está correcta o no, ¿verdad?
               ERROR. Todos al llegar a cuarto (o el curso en que se haga el TFG) pensamos precisamente esto, que el tutor no es más que alguien que te orienta en el tema del trabajo y te corrige cuando vas mal, cuando la realidad es bien distinta: no sólo el tutor no te dice que algo de tu trabajo está al revés (si tienes suerte te dirá que investigues lo que está mal más a fondo para que te des cuenta tú solo), sino que el tutor puede incluso llegar a elegir el tema por ti. A mí, por suerte, no me ha pasado nada por el estilo, pero tengo amigas que con mi mismo tutor tuvieron que hacer el tema que él les impuso en lugar del que tenían en mente.
               Así que se podría decir que el peso de elecciones de tu TFG es 65% tutor, 35% tema. Un buen tutor puede hacer que un tema durísimo te sea muy sencillo, y que el trabajo sea mucho más cómodo. Un mal tutor, por el contrario, puede hacer que tu trabajo dé asco, bien por no ser capaz de orientarte a la hora de realizar la investigación, o bien porque no te dice claramente cuándo algo del estilo está mal y debes cambiarlo.
               Es por eso que tienes que tener mucho cuidado a la hora de elegir tutor: a poder ser, ve con alguien que ya conozcas, del que hablen muy bien o que se adapte bien a como tú necesites trabajar; hay tutores que están más encima de sus alumnos que otros, hay tutores que pasan más de ti y te dan más libertad. Todo depende de si eres bueno trabajando bajo presión y organizándote o si por el contrario necesitas que alguien esté más encima de ti.
               Para elegir bien el tutor, básate en tu experiencia personal pero también en experiencias de alumnos mayores que hayan hecho el trabajo con él. Conozco casos de gente que estaba muy contenta con cómo daba clase el tutor del TFG y que luego se veían muy desencantados con cómo llevaba la tutoría, y también casos a la inversa: profesores que eran un verdadero desastre dando clase y que luego se transformaban muchísimo a la hora de dirigirte en tu trabajo. Esto puede ser porque el tutor no tiene que ejercer el trabajo de profesor en el TFG; se supone que tú estás investigando lo suficiente sobre el tema como para no cometer errores, o saber identificarlos en cuanto te digan en qué zona cojea tu trabajo.
               -Elige un tema que te guste. Vas a dedicarle muchísimas horas a tu TFG, probablemente sea la asignatura que más machaques a lo largo de la carrera. Es por eso que, si no tienes un tema que te guste, el trabajo se te va a hacer cuesta arriba. Además, si el tema te atrae, te será más fácil sentarte a leer información y más tarde a redactar tu trabajo.
               Las elecciones de tutor y de tema están muy relacionadas, hasta el punto de que tendrás que tirar hacia un departamento concreto dependiendo del tema que tengas que elegir. Mi consejo es que si tienes un tema muy concreto que te apetece tratar, pero que no es de una asignatura que haya sido de tus favoritas en la carrera, no vayas a elegir el tutor por el tema que tienes en mente. La jugada puede salirte bien, puedes hacer el trabajo como querías, y todo genial; pero también puede salirte mal, presentarte en el despacho de tu tutor y que él te diga que no puedes hacer el trabajo sobre eso, porque está muy tratado/es muy controvertido/no hay casi nada de información/el asunto es muy simple. Y entonces te verás en la tesitura de que tienes que elegir otro asunto que tratar en una asignatura que simplemente… meh. Personalmente yo no me arriesgaría si estuviera en esta situación, pero allá cada cual.
               ¿Y si no tengo un tema pensado o decidido?  No te preocupes; eso es bastante más común de lo que piensas. En ese caso, simplemente eligiendo el tutor del departamento que más te llame la atención (yo me guié por quién me había dado clase en una asignatura que había dado el año pasado) ya tienes bastante ganado. Él puede recomendarte temas sobre los que basar tu trabajo si no tienes nada en mente; o, si no consigues decidirte, darte un poco de información sobre cada uno de ellos para que finalmente tú decidas.
               -Prepara un primer borrador-esquema con los apartados que quieres que tenga tu trabajo, y envíaselo a tu tutor para que te oriente. No te preocupes si te introduce muchos cambios; es perfectamente normal. De hecho, no conozco a nadie que haya conservado un solo apartado intacto respecto de como se lo envió al tutor. Además, este esquema te va a facilitar muchísimo la tarea de recopilar información que te comentaré más adelante.
               -Busca las fuentes que te recomiende el tutor al poco de tener la primera reunión con él. Cuanto antes tengas a mano lo principal para empezar con el TFG, antes podrás pasar al siguiente punto e irle sacando ventaja al trabajo.
               -Empieza a leer con mucha antelación. Seguro que aquí ya te estás descojonando. ¿Cómo no vas a leer con antelación para un TFG, cuando es lo más tocho que vas a tener que hacer en la carrera? Pues te sorprendería la cantidad de gente que deja lo de empezar a leer para dos meses antes al trabajo. Yo entre muchos de ellos. Al principio tenemos la voluntad de mirar un poco en enero; luego, pasados los exámenes, estamos cansados y lo dejamos para febrero, cuando no hay parciales; en febrero nos ponen un parcial y ya lo dejamos para marzo… y al final acabamos llegando al último día antes de las vacaciones de Semana Santa y diciendo que nos vamos a pegar el tute del milenio a empezar con el TFG.
               Y es mentira. Vas a pasarte Semana Santa tocándote los huevos. Y lo peor de todo es que tú lo sabes.
               Así que dosifícate el trabajo. No eches cuentas de que vas a estar X días a destajo leyendo sin hacer otra cosa. Lo mejor es que vayas leyendo un poco cada día; un artículo de revista, un capítulo de un manual… vete adelantando el trabajo poco a poco.
               -Ten una libreta a mano mientras estés leyendo. Mientras vas recopilando información, se te van a ir ocurriendo cosas sobre cómo puedes orientar tu investigación. Y no te vas a acordar de ellas a los 10 minutos de que la idea se te pase por la cabeza, así que imagínate cuando empieces a redactar el trabajo. Así que una libreta a tu lado se convertirá en tu mejor amiga; cuando haya una frase que te parezca importante, puedes anotar meterla en el trabajo; cuando se haga referencia a una fuente distinta de las que tú estás consultando, puedes anotarla y buscarla más adelante para profundizar además.
               También es muy interesante que anotes tus propias reflexiones a medida que vas leyendo. Demostrarle al tribunal que leerá tu trabajo y escuchará tu defensa que tienes ojo crítico puede conseguirte puntos extra por el mero hecho de que eso demuestra que realmente has prestado atención a lo que estabas investigando.
               Y, lo más importante: en la libreta puedes ir apuntando cambios que quieres hacer en el esquema del trabajo, lo cual te será muy útil cuando comiences a redactarlo.
               -Vete subrayando lo que veas más importante de las fuentes que consultas. Yo iba subrayando y marcando cosas en mi iPad con la app de Adobe Acrobat, pero también puedes hacerlo con el ordenador mediante el mismo programa, o sacándoles fotos a pasajes concretos de libros físicos que tengas que consultar. Esto será útil más adelante.
               -Crea una carpeta específica para el TFG en tu ordenador (porque vas a tener que hacerlo a ordenador, cariño) y guarda TODO lo que consultes en ella. Documento que leas, documento que metes en la subcarpeta Fuentes. Web que visites, web que registras en el documento de Word webs. Libro que consultes, libro que apuntas en el documento de Word libros.
               -Ten un USB exclusivo para tu TFG. Imagínate que se te estropea el ordenador, Dios no lo quiera. O que por la razón que sea te vas de casa unos días y quieres trabajar un poco en tu trabajo, o estás en casa de un amigo y veis algo que es súper interesante para tu trabajo. Y no tienes manera de apuntarlo, ni de enviártelo a ti mismo. Ahí es donde entra en escena tu querido USB, que puedes llevar siempre a mano de forma más cómoda que el ordenador o la tablet.
               -NO PIERDAS EL USB. Por razones obvias.
               -Guarda el trabajo y los documentos en línea. Yo creé un grupo conmigo misma en Telegram para tenerlo separado de todas mis conversaciones, porque me habían dicho que subiendo las cosas a Dropbox podía darte plagio, pero estoy segura de que conoces muchos más sitios para guardar cosas en la nube y no arriesgarte a empezar de cero si te estropea el ordenador y el USB (y si te pasa, vete a que te quiten el mal de ojo).
               -Recoge todo lo que vayas leyendo en un documento de Word para tener acceso más fácilmente a ello. Vas a leer un porrón de cosas y no te vas a acordar de la gran mayoría. Y la gran mayoría va a ser importante para tu trabajo. Es por eso que manejar con facilidad las tablas de Word puede salvarte la vida: puedes ordenar la información en columnas (fuente, cita –sí o no–, información en sí, y páginas y apartados del trabajo) y más tarde reorganizarlo todo para que se te muestre conforme a como tú querías que apareciera. Si no sabes cómo hacerlo, hablo de ello en esta entrada.
               Dentro de esta entrada es esencial que hagas referencia a la fuente de la que sacas algo, la página en la que se encontraba, y si quieres poner cita textual o no. Lo que yo hacía era marcar en negrita lo que quería poner textual, y el resto lo reformulaba, haciendo continuas referencias a dónde lo extraía porque…
               -TEN CUIDADO CON EL PLAGIO. Es bastante más fácil de lo que parece incurrir en plagio, porque se te olvida poner unas comillas, porque reformulas un párrafo de un texto pero no pones adónde haces referencia en el pie de página… lo cual me lleva el siguiente punto.
               -Los pies de página son tus amigos. Jamás pondrás demasiados en un trabajo. El mío, que consta de 48 páginas, tenía 141. Créeme, más vale que sobren y pases los 300, que no que falten y acabes expulsado de tu universidad porque “no quieres poner tanto en pequeño como en grande”.
               -Crea un documento específico sobre el que vas a redactar el trabajo y pon las especificaciones de estilo de conformidad al reglamento del TFG de tu universidad. Puedes mirar si en la página web de tu universidad hay algún modelo con la portada y cómo debe ir; en ese caso, puedes trabajar sobre él modificando el estilo de acuerdo a cómo se supone que debes redactar el trabajo (es lo que hicimos el 99% de los de mi promoción; el otro 1% eran torpes e iban modificando los párrafos uno a uno). Hablo de cómo cambiar estilos en esta entrada de mi blog. Si no quieres que el estilo se conserve en el resto de documentos que hagas (porque escribir en Arial 12 con interlineado doble es una aberración y encima terrorismo ecológico), simplemente puedes especificarlo a la hora de cambiar el estilo marcando la casilla de “sólo en este documento”.
               -A medida que vayas redactando, vete enviándole poco a poco lo que tengas al tutor. Dale el coñazo, que para eso cobra. Envíale el trabajo según lo vayas haciendo y pregúntale todas las dudas que tengas. Es mucho mejor que vayas poco a poco y corrigiendo sobre la marcha las cosas que te indique que necesitan mejorar, a que esperes a tenerlo todo y enviárselo de una sentada al tutor, porque:
               a. el tutor va a tardar más en leer 25 páginas que 5 páginas por día.
               b. el tutor va a pasar de leer un puñetero trabajo que le aparece en la bandeja de entrada como “borrador definitivo” que consta de 25, 35, 45, o más páginas, en profundidad. Cuanto más largo sea lo nuevo que tenga que leer, más fácil es que sude de leerlo. Y créeme, lo digo por experiencia. La segunda mitad de mi TFG, no me lo leyeron. Y luego fue justo lo que más le gustó al tribunal xd.
               -Activa la opción de revisión en Word para ver los cambios que realice el tutor, y tómate tu tiempo cada día a medida que éste te envíe las correcciones de marcarlo todo como visto para que sólo se destaque los cambios que hayas hecho tú. Otra vez, eso os facilita la tarea a ambos: a él, porque ya sabe qué es lo que está diferente y en qué se tiene que fijar, y a ti, porque cuando le señales qué es lo que tiene que leer, podrá corregirte más rápido.
               -No te preocupes por cuestiones de formato según vas redactando. A la hora de escribir y poner las fuentes, yo iba haciendo las referencias a pie de página como, por ejemplo, “REV 26”. Las referenciaba conforme a cómo había llamado al documento del que sacaba la información en la carpeta de fuentes, y después, cuando ya lo tenía todo listo, ponía las citas bien.
               El ir poniendo las citas bien sobre la marcha puede tener la ventaja de que así tienes una corrección menos que enviarle al tutor, pero la grandísima desventaja de que te rompe muchísimo con el ritmo trabajo. No tardas lo mismo en poner “REV 26” que en poner “DONCASTERSKING, E., Citas que me invento para la entrada del TFG, Californian Rasbpberry (Blogger), 2018, pág. 685”, ¿a que no? Parecerá una tontería, pero cuando estás redactando, cualquier cosa que te haga perder el tiempo va en tu contra.
               -No te hagas un calendario demasiado pillado sin contar con el tutor. Conozco casos de gente que pretendía enviarle el borrador final al tutor dos días antes de finalizar el plazo de presentación. El tutor, lógicamente, no sabía nada de esto, y abría el correo cuando se acordaba y, ¡sorpresa! O lo leía y lo reenviaba tarde, o no lo leía, o lo leía con antelación pero había demasiadas cosas que cambiar… y esa gente no pudo presentar el TFG en esa convocatoria.
               -Pídele al tutor que te dé su opinión del trabajo y su visto bueno para depositarlo. En mi universidad, el papel del tutor a la hora de calificar el trabajo es inexistente; se limita a redactar un informe (que tú no puedes ver) sobre cómo has llevado el trabajo y demás. Y, aunque no es necesaria su autorización para depositarla en mi universidad, por lo menos si se la pides y luego resulta que el trabajo es una mierda, puedes ponerlo a vuelta y media.
               -Mete en la bibliografía todas las cosas que hayas leído, las hayas terminado usando en el  TFG o no. No lo haces por quedar bien; lo haces por cubrirte las espaldas. Puede que se te haya escapado algo de información en la tabla-recopilatorio que mencionamos antes, pero que hayas terminado poniéndola en el trabajo. O puede que haya ideas que tú piensas que son tuyas pero que leíste muy de pasada en algún documento. Por si acaso, haz referencia a todo lo que hayas leído para la confección de tu trabajo, no vaya a ser que la líes.
               -Si puedes, enséñale tu trabajo finalizado a alguien que no lo haya visto nunca para que lo lea. Aquí te interesa su opinión en dos cosas: la claridad de la redacción y las faltas de ortografía. Sí, vas a leer lo mismo 80 mil veces, y sí, se supone que vas a ver las faltas de ortografía más sangrantes… PERO NO. Al final de la redacción, habrás machacado tantísimo el documento que serás incapaz de distinguir qué es lo que está escrito ahí de verdad y qué es lo que recuerdas que habías mencionado en algún sitio. Hacer el TFG te agota psicológicamente, hasta el punto de que no vas a ver errores tan sangrantes como el uso de una b donde va una v, o palabras que quedan descolgadas de un párrafo porque hiciste una modificación en él (como me pasó a mí xd). Y eso da muy mala impresión frente al tribunal.
               -Finalmente: tómate descansos. Cuando empieces a redactar el trabajo, y sobre todo si lo haces pillado de tiempo, vas a estar tan exhausto psicológicamente que incluso puede que empieces a sentirte mal. Y eso será por estar horas y horas y horas sentado delante del ordenador (por suerte, yo ya sabía lo que era y a qué achacarlo, gracias al maratón de escritura que me pegué con el final de Chasing the Stars). Sé que puede parecer que tomarse descansos es una pérdida de tiempo y mucho menos importante que redactar una o dos páginas, pero cuando lo vives desde fuera, cuando amigas tuyas te llaman llorando agobiadas porque estuvieron hasta las 4 de la mañana escribiendo y el tutor les dice que lo que llevan hecho es básicamente una mierda, te das cuenta de una cosa:
               Aprobar es importante.
               Pero sobrevivir para celebrarlo y que te den el título lo es incluso más.
               Además, has llegado hasta aquí. Has sobrevivido a años de universidad, a exámenes, parciales, prácticas y horas de estudio. Un TFG de mierda no va a poder contigo si tú no le dejas.
               Y ver a Daenerys montada sobre Drogon es bastante más satisfactorio que añadir un número a esa esquinita en Word que pone “página __ de __”. 
               Te va a dar tiempo, de verdad. Te lo prometo, te lo va a dar.


Y así estarás tú en verano pensando que has sobrevivido 😍
               Además, todavía te queda el segundo asalto:
              


               ... la defensa del trabajo.
De la que hablaremos un poco más adelante 😉.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Imprudentes.


Dicen que lo bueno se hace esperar, y vosotros habéis tenido que esperar mucho, pero...

¡¡LA SEGUNDA PARTE DE CHASING THE STARS, MOONLIGHT, YA ESTÁ DISPONIBLE EN PAPEL EN AMAZON!! Comprende los capítulos desde el final de Chasing the Stars hasta Moonlight, así que es la segunda parte de la serie más especial que he escrito nunca. ¡Me hacía muchísima ilusión poder enseñaros la portada y el producto final por fin! Recordad que por vuestra compra de mi libro, plantaré un árbol.
¡Y acordaos de marcarlo como leído y reseñarlo en Goodreads! Un añadido más al reading challenge nunca viene mal. Muchísimas gracias por haberme animado hace tanto tiempo a publicar y haberme apoyado tanto durante la escritura de cts. Sin vosotros, esto no habría sido posible



No noté que me estaba comportando como una chiquilla imprudente hasta que Alec comenzó a sonreír durante nuestro beso.
               En cualquier otra circunstancia lo habría achacado a que le estaba besando genial (y, créeme, cuando besaba a Alec después de mucho tiempo sin hacerlo, lo hacía mejor que cuando nos pasábamos la tarde enrollándonos, porque volcaba todo mi entusiasmo en la tarea), a que se me notaban a leguas las ganas que había pasado durante dos semanas de hacerlo. La anticipación corría por mis venas con tanta fuerza que incluso podría saborearla en mi lengua.
               Pero yo sabía que había algo que no cuadraba con toda la situación. A pesar de que estaba disfrutando del beso, de acariciarle el pelo y la nuca, de hundir los dedos en esos mechones de color castaño, algo seguía sin cuadrar. Mi cerebro me decía que algo no encajaba del todo.
               Y su sonrisa mientras mi lengua continuaba explorando su boca le delató.
               Me separé de él y me relamí el labio, mirándolo desde abajo a través de mis pestañas. Él sonrió, me acarició la mejilla con la mano izquierda y me besó la frente, enternecido por aquel pequeño arrebato de pasión que acababa de sufrir.
               -¿No notas nada raro?-quiso saber, luchando contra una sonrisa que hacía lo imposible por formarse en sus labios.
               -¿Debería?-respondí, apartándome un rizo de la cara y comprobando que estaba un poco húmedo debido a nuestro beso. Ni siquiera nos habíamos dado cuenta de que mi melena había tratado de interponerse entre nosotros.
               Sinceramente, dudaba que pudiéramos enterarnos de un bombardeo cuando nuestras bocas estaban unidas.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Exótica.


A ninguno de los dos se nos escapó la complicidad y sintonía que necesitas tener con una persona para hacer lo que nosotros acabábamos de hacer. Intenté no pensar en que cualquiera que nos viera nos consideraría una pareja consolidada que incluso se las arreglaba para hablar a la vez, con las mismas palabras, en el mismo tono e incluso con los mismos gestos, porque pensar aquello me llevaría a una espiral de autocomplacencia que no podía permitirme ahora que estaba a punto de serle sincera.
               Alec se inclinó hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de su sillón, y estirando las piernas como quien se repantiga en el sofá de su casa después de un durísimo día de trabajo, en busca de un descanso bien merecido. Se pasó una mano por el pelo, sonriente, probablemente pensando exactamente en lo mismo que yo.
               Que estábamos hechos el uno para el otro.
               -¿No te parece, bombón, que estamos un poco casados? Ni siquiera mi madre hace lo que acabamos de hacer tú y yo con Dylan-me guiñó un ojo y yo me eché a reír. Cogí una patata, me la llevé a la boca, di un sorbo de mi bebida y apoyé la mandíbula en la palma de la mano.
               -No hagas eso.
               -Que no haga, ¿el qué?
               -Lo del pelo-hice un gesto con la cabeza en dirección a su cabellera, despeinada, en la que se adivinaban unos rizos fruto de la lluvia torrencial de la que estábamos a salvo ahora. Dios, me encantaba el pelo de Alec, esa mata ensortijada del color del chocolate con leche, con tonos de tronco de árbol milenario, de esos que resisten tormentas que arrasan con todo lo demás.
               Alec era, en cierto sentido, una tormenta. Un huracán que había entrado en mi vida y lo había puesto absolutamente todo patas arriba cuando yo decidí abrirle las puertas de mi ser… metafórica y literalmente hablando.
               -¿Por qué?-inclinó la cabeza hacia un lado y un amago de sonrisa se dibujó en sus labios.
               -Me distrae. Si vamos a tener una conversación seria acerca de nosotros, necesito estar muy centrada.
               -¿Mi pelo te distrae?-Alec se echó a reír y volvió a pasarse una mano por él, de la frente a la nuca, y luego se lo revolvió y yo solté una carcajada.
               -¡Alec! No es tu pelo, sino tú. El aura que desprendes con ese gesto.
               -O sea, que si yo hago esto…-repitió la jugada, yo puse los ojos en blanco y me recliné sobre mi asiento, apoyando una mano al lado de mi cuerpo-, tú dejas de poder pensar bien, ¿no es así?
               -Concédeme este favor, no quiero que tengamos esta conversación con distracciones.
               -Yo te concedo los favores que tú me pidas, pero eso de hablar sin distracciones va a ser un poco difícil.
               -¿Y eso por qué?-coqueteé-. ¿Piensas que podrás ganarme en alguna discusión que tengamos sólo toqueteándote el pelo?
               -¿Vamos a discutir?-esbozó una sonrisa juguetona que me encantó.
               -¿Es lo que quieres?
               -Lo que quiero es lo que viene después de las peleas. El polvo de reconciliación-su sonrisa mudó hasta convertirse en aquella sonrisa canalla, su mejor sonrisa de Fuckboy®. Me eché a reír y sacudí la cabeza.
               -Vas bien por ahí, especialmente si tienes pensado seguir con lo del pelo.
               -Voy a dejarme el pelo tranquilo, no te preocupes por eso, bombón.
               -Guay, nada de distracciones. Genial-puse las manos sobre la mesa y me senté con la espalda recta-, vale, pues…
               -No, distracciones va a seguir habiendo-contestó en tono de sabelotodo, cruzándose de brazos y clavando en mí una mirada cargada de intención.
               -¿A qué te refieres?
               -¿Tienes pensado ponerte un burka?

martes, 11 de septiembre de 2018

Elefante.


¡He vuelto! Y pronto volveré con muy buenas noticias, ¡estad atentas! 

Los colores del arcoíris estaban desordenados en el inmenso cajón con los discos de la tienda a la que había ido a la desesperada. En la forma en que había esquinas todavía sin tocar, podías notar que los dependientes los habían colocado por orden cromático, mucho más bonito que el alfabético al que solían recurrir el resto de tiendas de música, o incluso los grandes almacenes.
               Más bonito, sí, pero también más inútil y desesperante. Los clientes en potencia enseguida rompían el delicado equilibrio que se formaba en las olas de color.
               Suspiré mientras pasaba los dedos por las carátulas de los discos, maldiciéndome a mí misma por no haber insistido un poco más en Internet. Después de buscar en todas las tiendas que se me ocurrió en Oxford Street, había decidido usar el bono de transporte para venir hasta Camden y perderme en sus puestos de mercadillo interminables, pero ni por ésas había conseguido encontrar lo que buscaba: un disco de una banda coreana con la que Shasha había decidido obsesionarse después de vaciar, literalmente, las estanterías de las tiendas de música de las secciones de música extranjera.
               Me estaban entrando ganas de llorar pensando en que no conseguiría encontrarle el disco, y eso le chafaría el regalo a mi hermana. Me había acercado a los vendedores de los puestos, de rasgos asiáticos y aspecto aburrido, y les había preguntado por el nombre de la banda completo.
               -Hola, perdona, ¿tendrás algo de Bangtan Sonyeondan?
               El chico había parpadeado en mi dirección, masticando un chicle.
               -¿Quién?
               -Bangtan Sonyeondan. Es un grupo de la década de 2010-le tendí el móvil con una foto del logo de la banda, con la esperanza de que le sonara de algo. El chico chasqueó la lengua y se dio una palmada en la frente.
               -¡Te refieres a BTS!-se acercó a uno de sus cajoncitos de verja de metal y examinó por encima los títulos. Me sentí estúpida creyendo que Shasha llamaba a la banda BTS por abreviarlo, y que nadie me entendería si no usaba su nombre completo-. No, lo siento-negó con la cabeza-. Toda su discografía está descatalogada. Por los problemas que tuvieron con las empresas de entretenimiento más grandes. Es casi imposible encontrar nada-se encogió de hombros y seleccionó un disco del que tenía un montón de copias-. Pero, ¡oye! Esta banda tiene un sonido bastante parecido, quizás te guste…
               -Lo siento. Necesito que sea de BTS. Es para mi hermana.
               -Es una lástima-respondió en tono cortante el chico, y dejó que me fuera sin tan siquiera responder a mi despedida.
               Había caminado por el barrio esquivando a los turistas, tragándome el nudo de mi garganta, hasta que encontré la tienda en la que me encontraba ahora. Había bastante gente en su interior y parecía tener varios pisos, así que me animé a entrar, sólo para descubrir un santuario del rock y del indie en el que la música que Shasha solía escuchar quedaba relegada a la sección de curiosidades. Y allí estaba yo, revolviendo en un cajón de ofertas con la esperanza de encontrarme con las caras de los chicos con los que Shash había decidido obsesionarse, angustiándome porque ya veía que mi regalo tremendamente bien planeado no podría ser tal.
               Shasha nos había contado a Scott y a mí que quería ponerse pañuelo, y después de comentárselo a papá y mamá y decirle ellos que esperaran, a mí se me había ocurrido que podría regalarle su primera prenda con tintes religiosos. Aunque no pudiera ponérsela hasta dentro de un par de años (cuando estuviera “realmente preparada”), sabía que le haría ilusión tener una pieza de suave seda con la que fantasear. Y llevaba varios meses navegando por Internet en busca del disco que yo ahora buscaba a la desesperada en Camden, así que no podía dejar de sonreír pensando en la cara que pondría cuando le entregara la carátula del disco que tanto le había costado encontrar, con un pañuelo de seda doblado cuidadosamente dentro a modo de sorpresa.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Guía para Universitarios neófitos.


Estos días he visto mi cronología llena de mutuals comentando que empezaba su primer año de universidad, que estaban acojonadas y que no sabían qué esperar. Así que aquí es donde entro yo, salvadora entre salvadoras, con una pequeña recopilación de consejos que pueden seros muy útiles a la hora de sobrevivir (e, incluso, vivir) durante la universidad.

               Lo primero de todo: no seas duro contigo mismo si tur rendimiento no es el que esperabas. Yo misma entré en la universidad con muy buenas notas (saqué matrícula de honor en Bachiller no, no es coña, de verdad la saqué) y me llevé la hostia del siglo en el primer semestre de la carrera. Y es que no es para menos: la forma de aprender, estudiar y evaluarse en la universidad es radicalmente diferente a como es en el instituto. Cuando estás en el instituto, los profesores están en mayor o menor medida muy encima de ti, recordándote continuamente las cosas que tienes que hacer para obtener el mayor rendimiento posible, dándote trucos para estudiar mejor como reglas nemotécnicas, o contándote anécdotas… bueno, pues en la universidad no es así. El primer día, llegas y, si tienes suerte, el profesor sacará la hoja en la que viene la guía docente, te la explicará por encima y, dependiendo de cómo tenga el día, incluso puede empezar a dar clase. Y eso será todo lo que el profesor te ayude en cuestiones de organización: ¿prefieres continua o evaluación final? ¿Seguro que te sale rentable hacer parciales no eliminatorios y 200 prácticas al día? Bueno, tú mismo, eres universitario. Tú sabrás.
               El cambio de ritmo es radical, también. No hay momentos de repaso, todo va encadenado y se supone que tú debes ir lo suficientemente al día como para entender de qué coño te están hablando, a pesar de que sea noviembre y la clase de hoy se remita a lo estudiado en septiembre.
               No tienes que sentirte estúpido ni más torpe que los demás: el 99% de la clase está igual que tú, perdido y sin saber cómo afrontar el curso.
               Lo importante es que seas totalmente sincero contigo mismo y que vayas conociendo qué te funciona más a ti a la hora de estudiar. Yo tengo amigas que empezaban a estudiar para los exámenes de enero a mediados de noviembre; a mí me bastaba con pegarme el atracón del milenio la semana antes del examen para aprobar la asignatura. Cada persona tiene su ritmo y sus métodos, y conocerte en profundidad en temas de estudio puede suponer la diferencia entre aprobar y suspender. Averiguar pronto cuál es tu marcha a la hora de estudiar y adaptarte a ella te salvará muchos momentos de apuro (o puede que los provoque, si eres de estudio explosivo como lo soy yo).
               En resumen: la organización es fundamental, más que nunca, porque ahora tú eres el único responsable de tu calendario de trabajo. Tú decides cuándo empiezas algo, pero no cuándo lo terminas: para eso ya tienes las fechas límite.
               Es por ello que hacerte con una agenda es una de las mejores inversiones que puedes hacer en toda la carrera. Tengo que reconocer que yo tardé en aplicarme el consejo, pero precisamente por esto sé la importancia que tiene tener algo que te recuerde las cosas por ti. Sólo en cuarto de carrera terminé haciéndome con una agenda (por cuestiones de trabajo y estudios, me era imposible acordarme ya de todo) y tengo que decir que fue la mejor decisión que tomé en mis años de universitaria. Tener un sitio en el que esté apuntado todo lo que tienes que hacer, y cuándo, te da una paz mental que pocas cosas van a conseguir darte. Además, no tiene que ser una agenda muy grande ni muy florida. Mi recomendación es una de semana vista, en la que puedas ver todo lo que tienes pendiente para esa semana; las de día a día son bastante aparatosas, pesan más, y pueden hacer que se te pase que el viernes tienes algo pendiente. Con una agenda semanal, eso no te va a suceder: en cuanto abres por esa semana, ya recuerdas que el viernes tienes que entregar las prácticas de Sistema Jurisdiccional de la Unión Europea impresas, así que más te vale ir pensando en que el jueves tienes que ir a la copistería.
               Y aquí es donde entran nuestras mejores amigas: las copisterías. Entérate de qué copisterías hay en tu barrio o ciudad y sus precios, y las posibles ofertas que tengan para cuando vayas a imprimir muchas páginas. Por ejemplo, en mi ciudad, el precio normal son 5 céntimos por hoja, pero hay una en el centro que, si llevas más de 100 hojas para imprimir, te lo bajan a 4. Sé que no es mucho, pero, oye, ya me ahorro un euro muy goloso en todo lo que tenga que imprimir. Además, seguramente te salga más barato imprimir lo que necesites en estos sitios que en tu casa, porque no sólo pagas la tinta y el papel con tu impresora, sino también la electricidad.
               Imprimir las cosas que hagas tú o que te cuelguen en el campus virtual no es el único papel de las copisterías, ni la razón de que los universitarios las queramos (tú incluido) tanto. En las copisterías, muchas veces fotocopian manuales. Vale, ¿y?, estarás pensando ahora mismo, yo puedo perfectamente comprarme mis libros.
               ¿Seguro?
               El primer semestre, compré 3 manuales, de los cuales sólo utilicé uno, y encima a medias.
               Pero los 150 euros que me dejé en ellos, no me los devolvieron por mi cara bonita. Ahí se los quedó la librería.
               Es por eso que las copisterías son tan importantes: te permiten ahorrarte un pastizal en libros que puedes obtener de otros sitios, con formatos mucho más manejables a la hora de estudiar (no hay nada como una buena espiral, que se quite el lomo de un libro).
               Lo cual nos lleva a mi siguiente punto de la lista: ¿dónde encontrar los manuales? Aquí está genial tener contacto con personas de cursos superiores que los compraran (cada cual tiene sus manías, oye), o que puedan conseguírtelos de alguna forma. Incluso hay personas que fotocopian manuales y que estudian sin apenas tocarlos, con lo que llevando su copia a la copistería, sería como si llevaras el original (excepto porque tardarán menos tiempo en darte tu copia). ¿Y si no? Nuestra querida amiga: la biblioteca.
               ¿Recuerdas lo que te comenté de que el primer día de clase, el profesor se pondrá a leerte la guía docente? Bueno, pues en la guía docente suele venir una lista con los manuales recomendados. No obstante, pregúntale al profesor qué manual recomienda él (o ella), porque probablemente sea por el que se guíe a la hora de dar sus explicaciones, al que incluso se remitirá a veces y… *redoble* POR EL QUE PONDRÁ Y CORREGIRÁ SUS EXÁMENES.
               Una vez tengas el título y autor del manual que el profesor ha recomendado, CORRE A LA BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD. NO ERES EL ÚNICO QUE LO QUIERE. AQUÍ TONTO EL ÚLTIMO. Ponerte a remolonear en la máquina del café mientras tus compañeros van a toda leche a la biblioteca puede hacer que esperes hasta un mes por un libro que quieres fotocopiar. Créeme, no tienes tanta sed, y no te vas a dormir por el camino. Mueve el culo hasta la biblio.
               Otra de las cosas que más me han ayudado a lo largo de la carrera (y, no es por fardar, pero también a mis amigas) ha sido tomar mis propios apuntes. Por supuesto que el manual es importante, pero hay veces que no es suficiente o hay veces que es demasiado. Salvo en las rarísimas ocasiones en que el autor es profesor del departamento de la universidad (e, incluso si no es tu profesor directamente), el resto del tiempo tocaréis temas que no aparecen en los libros con más profundidad, y pasaréis por alto otras cosas que en los manuales recomendados se hace mucho hincapié. Tener unos apuntes en los que sepas de qué pie cojea cada profesor te ahorra un montón de tiempo de estudio, porque, a ver: si el de Civil dedicó 3 clases a explicar dos artículos del Código Civil, igual es porque le gustan mucho esos artículos (los esponsales) y no basta con los dos párrafos que le dedica el manual recomendado. Puede que, incluso, te los ponga en el examen (ALERTA DE SPOILER: NOS CAYERON EN EL EXAMEN).
               Así que la ecuación es fácil: estudiante+apuntes=aprobado=felicidad. Por supuesto, hazte con unos apuntes que sean de fiar. Es más, incluso te diría que merece la pena que tomes los tuyos propios. Aunque no calques todo lo que dice el profesor como hacen algunos. Aunque hagas dibujitos para acordarte. Aunque estén incompletos. No pasa nada. Cada cual tiene su método de estudio y su forma de tomar apuntes, y que yo necesite tener las palabras del profesor tal cual no implica que mis apuntes sean mejores que los de alguna amiga que lo toma todo mucho más esquemático. Simplemente, tenemos formas de estudio diferentes, y tomar apuntes es una buena forma de descubrir rápidamente cómo funcionas tú.
               Además, teniendo apuntes puedes hacer las posibles prácticas que te manden de una forma más fácil y directa. En mi clase de Derecho Internacional Privado, por ejemplo, la gran mayoría de gente hacía las prácticas con los apuntes de clase delante, que prácticamente nos daban la solución a cómo había que aplicar X convenio o Reglamento de la Unión Europea. Estoy segura de que lo mismo te sucederá a ti: las prácticas suelen hacerse sobre lo explicado durante esa semana, y créeme si te digo que el profesor valora y mucho que saques a colación algo que se mencionó en clase, aunque se mencionara de pasada. Si tienes la suerte de tener las prácticas disponibles de una semana para otra, lo mejor que puedes hacer es resolverlas el mismo día que se da el tema sobre el que éstas tratan. Así, te será mucho más fácil hacerlas bien, con lo que irás más rápido y las resolverás mejor. Si lo dejas para el último día, es más posible que se te olviden cosas y, por tanto, vayas más despacio y peor.
               Unas buenas prácticas y buenas intervenciones en clase conducen al consejo número 1 que dan los universitarios a los recién llegados: consigue que el profesor te conozca. Esto no quiere decir que te obsesiones hasta el punto de decirle nada más entrar a la profesora de turno “profe, qué bolso más mono” (por Dios bendito, ten un poco de amor propio y de vergüenza, aunque sea una pizquita), pero sí que estaría interesante que quien te da clase sepa más o menos quién eres y que te interesa la asignatura. Incluso algunos profesores lo admiten: la mía de Trabajo, por ejemplo, llegó a decirle a un chico que en el caso de que su examen estuviera entre el 4 y el 5, debido a su comportamiento ella no sentiría “lástima” ni trataría de “tirar hacia arriba”. ¿Sabes lo que te quiero decir? Que tu cara le suene al profesor y que éste crea que te interesas por su asignatura puede convertir un bonito 4,9 en un precioso 5.
               Y esto no lo consigues exclusivamente haciendo todas las prácticas genial, sino que también lo haces preguntando para resolver tus dudas. Cuando no entiendas algo, lo mejor que puedes hacer es levantar la mano y pedir que te lo vuelvan a explicar: la mayoría de profesores lo repetirán las veces que lo necesites y, si no hay tiempo, siempre puedes acudir a una tutoría. Yo nunca fui a ninguna tutoría, pero la gente que iba siempre salía muy contenta y luego rendía mucho mejor en clase, así que tienen que funcionar.
               Otra cosa que puedes hacer con respecto a los profesores es hablar con alumnos a los que les hayan dado clase el año anterior para ver cómo son, qué les gusta y qué no. Eso evita que te lleves sorpresas y que te relajes. Por ejemplo, de mi profesora de Trabajo se decía que era muy exigente en un parcial al que ella le daba una importancia casi anecdótica, con lo que parecía invitarte a no estudiar apenas. Pero los que supimos que exigía muchísimo ya íbamos preparados, y pudimos enfrentarnos bastante mejor que otros que no habían hablado con nadie porque habíamos estudiado más que ellos. Preguntar por profesores a antiguos alumnos puede hacer que tu rendimiento mejore por el mero hecho de que sabes qué es lo que quieren ellos desde tu perspectiva, y no la suya: cuando un examen parezca una tontería para un profesor, pero los antiguos alumnos te digan que te lo estudies más que el final, ESTÚDIATELO MÁS QUE EL FINAL. Te lo dicen por algo. Están en tu bando.
               Y a la inversa: cuando un profesor te diga que un examen es importantísimo, y los antiguos alumnos te digan que es un paseo, NO TE AGOBIES. Puede que el profesor te lo diga para que no te relajes y en realidad tenga pensado ser muy bueno corrigiendo.
               Por supuesto, no tienes por qué hacer este trabajo de investigación tú solo. Aquí es donde entra la cosa que más me gustó de la carrera, lo que más me llenó y creo que más me va a durar en la vida, más incluso que lo aprendido (porque, bueno, siempre podemos cambiar de Constitución, y literalmente a la mierda todo lo que yo estudié en la carrera, salvo Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho): los amigos que vas a hacer. Ya sé que suena a topicazo y que lo habrás oído mil veces: “los amigos de la universidad son los mejores que haces a lo largo de tu vida”, pero es que realmente es así. Es más fácil que seas mucho más compatible con la gente que hay en tu clase por la sencilla razón de que tenéis gustos similares: al fin y al cabo, estáis en la misma carrera, ¿no? Además, estos años son bastante críticos por ser la última etapa de educación de tu vida y el nivel en el que estás; es por eso que rodearte de un buen círculo de amigos, que te apoyen y te ayuden es esencial. Pero, ¡no te preocupes! Al igual que adaptarse al ritmo de estudio en la universidad es difícil, hacer amigos es facilísimo. Probablemente sea el momento en que más fácilmente trabes amistad con mucha gente.
               Los primeros días es en los que más fácil es empezar a hablar con tus nuevos compañeros: todos estáis nerviosos, os dais los números como si fueran caramelos en Halloween, y enseguida empiezan a crearse los grupos de WhatsApp y a hacerse los primeros planes para salir de fiesta todos juntos (sí, sí, todos juntos, los 124 que sois en tu clase). El hecho de que estéis viviendo algo nuevo todos a la vez hace que tengáis más cosas de las que hablar, es como si de repente todos fuéramos mucho más sociables. Hay mucho que comentar, por lo que no tengas miedo de hablar de x asignatura, x profesor o x parte del temario: no vas a parecerle ansioso a nadie, porque los demás también lo han mirado (menos yo, pero porque toda mi vida fui un poco pasota para estas cosas).
               Si eres tímido, no te preocupes. Aparta esos pensamientos de que van a pensar mal de ti por acercarte y comentar algo. Todos estáis en la misma situación; nerviosos, impacientes por ver qué tal es ese profesor del que tan duro hablan. Sal, en la medida que te sea posible, de tu zona de confort.
               Y si eres extrovertido, no dejes que se quede gente apartada. Si ves que hay alguien en una esquina mirando nervioso entre la gente, o a algún grupo, acércate y preséntate. Esa persona lo agradecerá, y puede que hayas conseguido sacar del cascarón a alguien que será muy importante a lo largo de la carrera.
               Un grupo de amigos puede ayudarte incluso cuando lo que quieres no sea emborracharte, sino sacar la mejor nota posible en una asignatura. Tus amigos pueden explicarte las cosas de una forma en que el profesor no lo hará, y quizá incluso entiendas sus explicaciones mejor que las que te han dado en clase. Podéis intercambiar apuntes, o hasta asignaros roles dentro del mismo grupo. Yo, por ejemplo, por ser la que más rápido escribe con el ordenador, era la que me ocupaba de tomar los apuntes en algunas asignaturas en que a mis amigas se les hacía más difícil. Ellas, a cambio, se ocupaban de enseñarme los powerpoints a los que el profesor se remitía o de mostrarme los artículos de los que estábamos hablando en clase en ese momento (si me estás leyendo, Hola, Miri ). Incluso puede haber veces en que tú no puedas hacer las prácticas y a tus amigos no les importe pasártelas, al fin y al cabo, estáis juntos en esto. O puede pasarte lo peor: que te hagas un esguince y no puedas ir varias semanas a clase, pero tus amigos están ahí para grabártelas y que tú puedas tomar los apuntes que tanto te obsesionan (basado en hechos reales).
               No subestimes el poder que tiene un buen grupo de amigos, que te puede hacer incluso de agenda personal (¿recuerdas lo de que me compré una agenda por primera vez en cuarto? Bueno, pues adivina qué, o más bien quiénes eran mi agenda personal en los tres primeros cursos) y darte ánimos cuando no te haya salido algo bien. Trabajar en un ambiente en el que te sientas cómodo no sólo hace que el trabajo no parezca trabajo, sino que encima te consigue mejores resultados.
               Además, Telegram mola más cuando tienes gente metiéndote stickers de Vladimir Putin en el grupo que compartes con ellos. No vas a usar sólo las apps de mensajería para enviar mensajes; también puedes organizar peleas de stickers de Pokémon.
               ¿Has visto con qué estilo acabo de mencionarte mi app favorita, Telegram? Por si no lo conoces, se trata de un servicio de mensajes como Whatsapp, con la única diferencia de que lo bueno de WhatsApp, en Telegram es 20 veces mejor. Tiene más funcionalidades, y no sólo eso: también cuenta con una versión de escritorio que puedes instalarte en tu ordenador, en la que puedes enviarte a ti mismo o a tus amigos los documentos con los apuntes y las prácticas sin necesidad de ir pasándotelo al móvil por correo. Es más, es que ni siquiera necesitas tener el móvil encendido, así que adiós a escanear códigos QR de la pantalla del ordenador.
               Por último, pero no menos importante: concédete un día a la semana para descansar. Un día exclusivamente para ti. Un día en el que no hagas nada. Estos años de universidad, los sábados han sido mi día sagrado: no hacía absolutamente nada de la uni, ni siquiera abrir los apuntes para corregirlos. Darte un día de descanso contribuirá a conservar en buen estado tu salud mental, o a mejorarla si no estás pasando por tu mejor momento. Escoge un día de la semana, el que tú quieras, para no hacer nada relacionado con tus estudios, un día en el que puedas desconectar. Puede parecer que perderás muchísimo tiempo, pero todo lo contrario: con un día de descanso, tendrás las pilas más cargadas para cuando tengas que ponerte a trabajar. Es más, incluso si eres disciplinado y tienes fuerza de voluntad, cuando hagas de ese día tu momento sagrado de la semana, te pondrás a hacer cosas con antelación para evitar tener que hacerlas en ese tiempo de descanso. No “profanarás” tu día; trabajarás antes para evitar que nada te lo estropee.
               Dedica ese día a hacer lo que más te guste. Ir al cine o ver una peli en casa, leer o escribir, quedar con tus amigos, dar una vuelta e ir a hacer fotos. Olvídate de que eres universitario. Ese día, sólo eres persona.
               Una persona que está trabajando duro para conseguir lo que quiere, y que se merece un momentito de descanso para sí misma.
               Una persona que en más o menos tiempo se sacará la carrera que ha elegido, o, quizás, otra diferente, no importa. La cuestión es… si hay tantísimos graduados en España, ¡tan imposible no será obtener un título, ¿no?!
               Mucho ánimo, y bienvenido a la universidad


¡Antes de que te vayas! Aquí tienes una lista de enlaces útiles que pueden servirte a la hora de tomar apuntes con el ordenador y de enfrentarte a los exámenes finales:
De Enero y Mayo se sale; del cementerio, no (consejos de estudio).
Cómo entrenar a tu Word (1) y 2 (comandos y consejos de Word).