domingo, 9 de septiembre de 2018

Guía para Universitarios neófitos.


Estos días he visto mi cronología llena de mutuals comentando que empezaba su primer año de universidad, que estaban acojonadas y que no sabían qué esperar. Así que aquí es donde entro yo, salvadora entre salvadoras, con una pequeña recopilación de consejos que pueden seros muy útiles a la hora de sobrevivir (e, incluso, vivir) durante la universidad.

               Lo primero de todo: no seas duro contigo mismo si tur rendimiento no es el que esperabas. Yo misma entré en la universidad con muy buenas notas (saqué matrícula de honor en Bachiller no, no es coña, de verdad la saqué) y me llevé la hostia del siglo en el primer semestre de la carrera. Y es que no es para menos: la forma de aprender, estudiar y evaluarse en la universidad es radicalmente diferente a como es en el instituto. Cuando estás en el instituto, los profesores están en mayor o menor medida muy encima de ti, recordándote continuamente las cosas que tienes que hacer para obtener el mayor rendimiento posible, dándote trucos para estudiar mejor como reglas nemotécnicas, o contándote anécdotas… bueno, pues en la universidad no es así. El primer día, llegas y, si tienes suerte, el profesor sacará la hoja en la que viene la guía docente, te la explicará por encima y, dependiendo de cómo tenga el día, incluso puede empezar a dar clase. Y eso será todo lo que el profesor te ayude en cuestiones de organización: ¿prefieres continua o evaluación final? ¿Seguro que te sale rentable hacer parciales no eliminatorios y 200 prácticas al día? Bueno, tú mismo, eres universitario. Tú sabrás.
               El cambio de ritmo es radical, también. No hay momentos de repaso, todo va encadenado y se supone que tú debes ir lo suficientemente al día como para entender de qué coño te están hablando, a pesar de que sea noviembre y la clase de hoy se remita a lo estudiado en septiembre.
               No tienes que sentirte estúpido ni más torpe que los demás: el 99% de la clase está igual que tú, perdido y sin saber cómo afrontar el curso.
               Lo importante es que seas totalmente sincero contigo mismo y que vayas conociendo qué te funciona más a ti a la hora de estudiar. Yo tengo amigas que empezaban a estudiar para los exámenes de enero a mediados de noviembre; a mí me bastaba con pegarme el atracón del milenio la semana antes del examen para aprobar la asignatura. Cada persona tiene su ritmo y sus métodos, y conocerte en profundidad en temas de estudio puede suponer la diferencia entre aprobar y suspender. Averiguar pronto cuál es tu marcha a la hora de estudiar y adaptarte a ella te salvará muchos momentos de apuro (o puede que los provoque, si eres de estudio explosivo como lo soy yo).
               En resumen: la organización es fundamental, más que nunca, porque ahora tú eres el único responsable de tu calendario de trabajo. Tú decides cuándo empiezas algo, pero no cuándo lo terminas: para eso ya tienes las fechas límite.
               Es por ello que hacerte con una agenda es una de las mejores inversiones que puedes hacer en toda la carrera. Tengo que reconocer que yo tardé en aplicarme el consejo, pero precisamente por esto sé la importancia que tiene tener algo que te recuerde las cosas por ti. Sólo en cuarto de carrera terminé haciéndome con una agenda (por cuestiones de trabajo y estudios, me era imposible acordarme ya de todo) y tengo que decir que fue la mejor decisión que tomé en mis años de universitaria. Tener un sitio en el que esté apuntado todo lo que tienes que hacer, y cuándo, te da una paz mental que pocas cosas van a conseguir darte. Además, no tiene que ser una agenda muy grande ni muy florida. Mi recomendación es una de semana vista, en la que puedas ver todo lo que tienes pendiente para esa semana; las de día a día son bastante aparatosas, pesan más, y pueden hacer que se te pase que el viernes tienes algo pendiente. Con una agenda semanal, eso no te va a suceder: en cuanto abres por esa semana, ya recuerdas que el viernes tienes que entregar las prácticas de Sistema Jurisdiccional de la Unión Europea impresas, así que más te vale ir pensando en que el jueves tienes que ir a la copistería.
               Y aquí es donde entran nuestras mejores amigas: las copisterías. Entérate de qué copisterías hay en tu barrio o ciudad y sus precios, y las posibles ofertas que tengan para cuando vayas a imprimir muchas páginas. Por ejemplo, en mi ciudad, el precio normal son 5 céntimos por hoja, pero hay una en el centro que, si llevas más de 100 hojas para imprimir, te lo bajan a 4. Sé que no es mucho, pero, oye, ya me ahorro un euro muy goloso en todo lo que tenga que imprimir. Además, seguramente te salga más barato imprimir lo que necesites en estos sitios que en tu casa, porque no sólo pagas la tinta y el papel con tu impresora, sino también la electricidad.
               Imprimir las cosas que hagas tú o que te cuelguen en el campus virtual no es el único papel de las copisterías, ni la razón de que los universitarios las queramos (tú incluido) tanto. En las copisterías, muchas veces fotocopian manuales. Vale, ¿y?, estarás pensando ahora mismo, yo puedo perfectamente comprarme mis libros.
               ¿Seguro?
               El primer semestre, compré 3 manuales, de los cuales sólo utilicé uno, y encima a medias.
               Pero los 150 euros que me dejé en ellos, no me los devolvieron por mi cara bonita. Ahí se los quedó la librería.
               Es por eso que las copisterías son tan importantes: te permiten ahorrarte un pastizal en libros que puedes obtener de otros sitios, con formatos mucho más manejables a la hora de estudiar (no hay nada como una buena espiral, que se quite el lomo de un libro).
               Lo cual nos lleva a mi siguiente punto de la lista: ¿dónde encontrar los manuales? Aquí está genial tener contacto con personas de cursos superiores que los compraran (cada cual tiene sus manías, oye), o que puedan conseguírtelos de alguna forma. Incluso hay personas que fotocopian manuales y que estudian sin apenas tocarlos, con lo que llevando su copia a la copistería, sería como si llevaras el original (excepto porque tardarán menos tiempo en darte tu copia). ¿Y si no? Nuestra querida amiga: la biblioteca.
               ¿Recuerdas lo que te comenté de que el primer día de clase, el profesor se pondrá a leerte la guía docente? Bueno, pues en la guía docente suele venir una lista con los manuales recomendados. No obstante, pregúntale al profesor qué manual recomienda él (o ella), porque probablemente sea por el que se guíe a la hora de dar sus explicaciones, al que incluso se remitirá a veces y… *redoble* POR EL QUE PONDRÁ Y CORREGIRÁ SUS EXÁMENES.
               Una vez tengas el título y autor del manual que el profesor ha recomendado, CORRE A LA BIBLIOTECA DE LA UNIVERSIDAD. NO ERES EL ÚNICO QUE LO QUIERE. AQUÍ TONTO EL ÚLTIMO. Ponerte a remolonear en la máquina del café mientras tus compañeros van a toda leche a la biblioteca puede hacer que esperes hasta un mes por un libro que quieres fotocopiar. Créeme, no tienes tanta sed, y no te vas a dormir por el camino. Mueve el culo hasta la biblio.
               Otra de las cosas que más me han ayudado a lo largo de la carrera (y, no es por fardar, pero también a mis amigas) ha sido tomar mis propios apuntes. Por supuesto que el manual es importante, pero hay veces que no es suficiente o hay veces que es demasiado. Salvo en las rarísimas ocasiones en que el autor es profesor del departamento de la universidad (e, incluso si no es tu profesor directamente), el resto del tiempo tocaréis temas que no aparecen en los libros con más profundidad, y pasaréis por alto otras cosas que en los manuales recomendados se hace mucho hincapié. Tener unos apuntes en los que sepas de qué pie cojea cada profesor te ahorra un montón de tiempo de estudio, porque, a ver: si el de Civil dedicó 3 clases a explicar dos artículos del Código Civil, igual es porque le gustan mucho esos artículos (los esponsales) y no basta con los dos párrafos que le dedica el manual recomendado. Puede que, incluso, te los ponga en el examen (ALERTA DE SPOILER: NOS CAYERON EN EL EXAMEN).
               Así que la ecuación es fácil: estudiante+apuntes=aprobado=felicidad. Por supuesto, hazte con unos apuntes que sean de fiar. Es más, incluso te diría que merece la pena que tomes los tuyos propios. Aunque no calques todo lo que dice el profesor como hacen algunos. Aunque hagas dibujitos para acordarte. Aunque estén incompletos. No pasa nada. Cada cual tiene su método de estudio y su forma de tomar apuntes, y que yo necesite tener las palabras del profesor tal cual no implica que mis apuntes sean mejores que los de alguna amiga que lo toma todo mucho más esquemático. Simplemente, tenemos formas de estudio diferentes, y tomar apuntes es una buena forma de descubrir rápidamente cómo funcionas tú.
               Además, teniendo apuntes puedes hacer las posibles prácticas que te manden de una forma más fácil y directa. En mi clase de Derecho Internacional Privado, por ejemplo, la gran mayoría de gente hacía las prácticas con los apuntes de clase delante, que prácticamente nos daban la solución a cómo había que aplicar X convenio o Reglamento de la Unión Europea. Estoy segura de que lo mismo te sucederá a ti: las prácticas suelen hacerse sobre lo explicado durante esa semana, y créeme si te digo que el profesor valora y mucho que saques a colación algo que se mencionó en clase, aunque se mencionara de pasada. Si tienes la suerte de tener las prácticas disponibles de una semana para otra, lo mejor que puedes hacer es resolverlas el mismo día que se da el tema sobre el que éstas tratan. Así, te será mucho más fácil hacerlas bien, con lo que irás más rápido y las resolverás mejor. Si lo dejas para el último día, es más posible que se te olviden cosas y, por tanto, vayas más despacio y peor.
               Unas buenas prácticas y buenas intervenciones en clase conducen al consejo número 1 que dan los universitarios a los recién llegados: consigue que el profesor te conozca. Esto no quiere decir que te obsesiones hasta el punto de decirle nada más entrar a la profesora de turno “profe, qué bolso más mono” (por Dios bendito, ten un poco de amor propio y de vergüenza, aunque sea una pizquita), pero sí que estaría interesante que quien te da clase sepa más o menos quién eres y que te interesa la asignatura. Incluso algunos profesores lo admiten: la mía de Trabajo, por ejemplo, llegó a decirle a un chico que en el caso de que su examen estuviera entre el 4 y el 5, debido a su comportamiento ella no sentiría “lástima” ni trataría de “tirar hacia arriba”. ¿Sabes lo que te quiero decir? Que tu cara le suene al profesor y que éste crea que te interesas por su asignatura puede convertir un bonito 4,9 en un precioso 5.
               Y esto no lo consigues exclusivamente haciendo todas las prácticas genial, sino que también lo haces preguntando para resolver tus dudas. Cuando no entiendas algo, lo mejor que puedes hacer es levantar la mano y pedir que te lo vuelvan a explicar: la mayoría de profesores lo repetirán las veces que lo necesites y, si no hay tiempo, siempre puedes acudir a una tutoría. Yo nunca fui a ninguna tutoría, pero la gente que iba siempre salía muy contenta y luego rendía mucho mejor en clase, así que tienen que funcionar.
               Otra cosa que puedes hacer con respecto a los profesores es hablar con alumnos a los que les hayan dado clase el año anterior para ver cómo son, qué les gusta y qué no. Eso evita que te lleves sorpresas y que te relajes. Por ejemplo, de mi profesora de Trabajo se decía que era muy exigente en un parcial al que ella le daba una importancia casi anecdótica, con lo que parecía invitarte a no estudiar apenas. Pero los que supimos que exigía muchísimo ya íbamos preparados, y pudimos enfrentarnos bastante mejor que otros que no habían hablado con nadie porque habíamos estudiado más que ellos. Preguntar por profesores a antiguos alumnos puede hacer que tu rendimiento mejore por el mero hecho de que sabes qué es lo que quieren ellos desde tu perspectiva, y no la suya: cuando un examen parezca una tontería para un profesor, pero los antiguos alumnos te digan que te lo estudies más que el final, ESTÚDIATELO MÁS QUE EL FINAL. Te lo dicen por algo. Están en tu bando.
               Y a la inversa: cuando un profesor te diga que un examen es importantísimo, y los antiguos alumnos te digan que es un paseo, NO TE AGOBIES. Puede que el profesor te lo diga para que no te relajes y en realidad tenga pensado ser muy bueno corrigiendo.
               Por supuesto, no tienes por qué hacer este trabajo de investigación tú solo. Aquí es donde entra la cosa que más me gustó de la carrera, lo que más me llenó y creo que más me va a durar en la vida, más incluso que lo aprendido (porque, bueno, siempre podemos cambiar de Constitución, y literalmente a la mierda todo lo que yo estudié en la carrera, salvo Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho): los amigos que vas a hacer. Ya sé que suena a topicazo y que lo habrás oído mil veces: “los amigos de la universidad son los mejores que haces a lo largo de tu vida”, pero es que realmente es así. Es más fácil que seas mucho más compatible con la gente que hay en tu clase por la sencilla razón de que tenéis gustos similares: al fin y al cabo, estáis en la misma carrera, ¿no? Además, estos años son bastante críticos por ser la última etapa de educación de tu vida y el nivel en el que estás; es por eso que rodearte de un buen círculo de amigos, que te apoyen y te ayuden es esencial. Pero, ¡no te preocupes! Al igual que adaptarse al ritmo de estudio en la universidad es difícil, hacer amigos es facilísimo. Probablemente sea el momento en que más fácilmente trabes amistad con mucha gente.
               Los primeros días es en los que más fácil es empezar a hablar con tus nuevos compañeros: todos estáis nerviosos, os dais los números como si fueran caramelos en Halloween, y enseguida empiezan a crearse los grupos de WhatsApp y a hacerse los primeros planes para salir de fiesta todos juntos (sí, sí, todos juntos, los 124 que sois en tu clase). El hecho de que estéis viviendo algo nuevo todos a la vez hace que tengáis más cosas de las que hablar, es como si de repente todos fuéramos mucho más sociables. Hay mucho que comentar, por lo que no tengas miedo de hablar de x asignatura, x profesor o x parte del temario: no vas a parecerle ansioso a nadie, porque los demás también lo han mirado (menos yo, pero porque toda mi vida fui un poco pasota para estas cosas).
               Si eres tímido, no te preocupes. Aparta esos pensamientos de que van a pensar mal de ti por acercarte y comentar algo. Todos estáis en la misma situación; nerviosos, impacientes por ver qué tal es ese profesor del que tan duro hablan. Sal, en la medida que te sea posible, de tu zona de confort.
               Y si eres extrovertido, no dejes que se quede gente apartada. Si ves que hay alguien en una esquina mirando nervioso entre la gente, o a algún grupo, acércate y preséntate. Esa persona lo agradecerá, y puede que hayas conseguido sacar del cascarón a alguien que será muy importante a lo largo de la carrera.
               Un grupo de amigos puede ayudarte incluso cuando lo que quieres no sea emborracharte, sino sacar la mejor nota posible en una asignatura. Tus amigos pueden explicarte las cosas de una forma en que el profesor no lo hará, y quizá incluso entiendas sus explicaciones mejor que las que te han dado en clase. Podéis intercambiar apuntes, o hasta asignaros roles dentro del mismo grupo. Yo, por ejemplo, por ser la que más rápido escribe con el ordenador, era la que me ocupaba de tomar los apuntes en algunas asignaturas en que a mis amigas se les hacía más difícil. Ellas, a cambio, se ocupaban de enseñarme los powerpoints a los que el profesor se remitía o de mostrarme los artículos de los que estábamos hablando en clase en ese momento (si me estás leyendo, Hola, Miri ). Incluso puede haber veces en que tú no puedas hacer las prácticas y a tus amigos no les importe pasártelas, al fin y al cabo, estáis juntos en esto. O puede pasarte lo peor: que te hagas un esguince y no puedas ir varias semanas a clase, pero tus amigos están ahí para grabártelas y que tú puedas tomar los apuntes que tanto te obsesionan (basado en hechos reales).
               No subestimes el poder que tiene un buen grupo de amigos, que te puede hacer incluso de agenda personal (¿recuerdas lo de que me compré una agenda por primera vez en cuarto? Bueno, pues adivina qué, o más bien quiénes eran mi agenda personal en los tres primeros cursos) y darte ánimos cuando no te haya salido algo bien. Trabajar en un ambiente en el que te sientas cómodo no sólo hace que el trabajo no parezca trabajo, sino que encima te consigue mejores resultados.
               Además, Telegram mola más cuando tienes gente metiéndote stickers de Vladimir Putin en el grupo que compartes con ellos. No vas a usar sólo las apps de mensajería para enviar mensajes; también puedes organizar peleas de stickers de Pokémon.
               ¿Has visto con qué estilo acabo de mencionarte mi app favorita, Telegram? Por si no lo conoces, se trata de un servicio de mensajes como Whatsapp, con la única diferencia de que lo bueno de WhatsApp, en Telegram es 20 veces mejor. Tiene más funcionalidades, y no sólo eso: también cuenta con una versión de escritorio que puedes instalarte en tu ordenador, en la que puedes enviarte a ti mismo o a tus amigos los documentos con los apuntes y las prácticas sin necesidad de ir pasándotelo al móvil por correo. Es más, es que ni siquiera necesitas tener el móvil encendido, así que adiós a escanear códigos QR de la pantalla del ordenador.
               Por último, pero no menos importante: concédete un día a la semana para descansar. Un día exclusivamente para ti. Un día en el que no hagas nada. Estos años de universidad, los sábados han sido mi día sagrado: no hacía absolutamente nada de la uni, ni siquiera abrir los apuntes para corregirlos. Darte un día de descanso contribuirá a conservar en buen estado tu salud mental, o a mejorarla si no estás pasando por tu mejor momento. Escoge un día de la semana, el que tú quieras, para no hacer nada relacionado con tus estudios, un día en el que puedas desconectar. Puede parecer que perderás muchísimo tiempo, pero todo lo contrario: con un día de descanso, tendrás las pilas más cargadas para cuando tengas que ponerte a trabajar. Es más, incluso si eres disciplinado y tienes fuerza de voluntad, cuando hagas de ese día tu momento sagrado de la semana, te pondrás a hacer cosas con antelación para evitar tener que hacerlas en ese tiempo de descanso. No “profanarás” tu día; trabajarás antes para evitar que nada te lo estropee.
               Dedica ese día a hacer lo que más te guste. Ir al cine o ver una peli en casa, leer o escribir, quedar con tus amigos, dar una vuelta e ir a hacer fotos. Olvídate de que eres universitario. Ese día, sólo eres persona.
               Una persona que está trabajando duro para conseguir lo que quiere, y que se merece un momentito de descanso para sí misma.
               Una persona que en más o menos tiempo se sacará la carrera que ha elegido, o, quizás, otra diferente, no importa. La cuestión es… si hay tantísimos graduados en España, ¡tan imposible no será obtener un título, ¿no?!
               Mucho ánimo, y bienvenido a la universidad


¡Antes de que te vayas! Aquí tienes una lista de enlaces útiles que pueden servirte a la hora de tomar apuntes con el ordenador y de enfrentarte a los exámenes finales:
De Enero y Mayo se sale; del cementerio, no (consejos de estudio).
Cómo entrenar a tu Word (1) y 2 (comandos y consejos de Word).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤