miércoles, 10 de julio de 2013

100 sombras.

Bueno, antes que nada, si estás leyendo esto: ¡Enhorabuena! No tienes otra cosa mejor que hacer que inspeccionar mi blog. Acosador de mierda. A lo que iba: si tienes menos de 16 años, o 16 y no estás pervertido, o tienes una mente muy fácil de traumatizar, te recomendaría que no siguieras leyendo. Tengo una mente muy enferma y oscura en cuanto al sexo se refiere, y no me apetece que nadie se cree un trauma por mi culpa. No os voy a pagar una puta indemnización. Hala. Con dios.


Golpeé la puerta con los nudillos y me asomé para asegurarme de que el entrenador me dejaba pasar. 
Él levantó la cabeza, aquella cabeza idéntica a la de mi ídolo, asintió despacio, y siguió contemplando unos papeles en su mesa. Entré y me quedé en el umbral.
-Cierra la puerta, Jon, ¿quieres?
-Claro-repliqué con un hilo de voz. Seguía imponiéndome; no importaba que llevara más de 3 meses trabajando con él, tonificando los músculos y entrenando mis brazos, preparándome para un campeonato de boxeo. Me acerqué a él despacio, con la bolsa de Nike colgada al hombro.
James, el hermano gemelo de uno de mis ídolos, Liam Payne, era mi entrenador de boxeo. Había boxeado junto a su hermano famoso cuando eran pequeños, para defenderse del acoso escolar al que los sometían constantemente.
Yo había entrado al equipo de boxeo del instituto por razones parecidas, pero, sobre todo, porque siempre me había atraído ese deporte. Parecía el único realmente apto para hombres: nada de huir de un tío con una pistola y competir por ser el que antes llegara a la meta, nada de lanzar un palo y rezar por ser el que más lejos lo tirara. Ni siquiera corretear por una cancha con un balón en las manos, o correr tras una pelota y chutar con la esperanza de meterla entre tres palos y una red para así levantar al estadio que te estaba observando medio embobado. No. 
El boxeo sí que era un deporte  útil. Te preparaba para la vida. Si sabías boxear bien, si aprendías a dar buenos golpes de derecha, te iría bien en la vida. Así de simple.
Eso, y que los tíos que entrenaban conmigo estaban muy buenos. 
Dudaba que fuera un secreto mi homosexualidad, pero nadie me había discriminado por ello. Sin embargo, de repente, tenía la impresión de que iba a tener una charla con aquel entrenador (también conocido como el tío más guapo de la Tierra y parte de la galaxia) acerca, precisamente, de que me gustaran más los tíos que las tías.
Me vería obligado a romperle la cara si decía que mis gustos no eran "normales", o que yo era "antinatural", como muchas personas estúpidas e ignorantes acostumbraban a decirme, tratando de convencerme de que mi realidad era diferente a la suya, estaba distorsionada, estaba equivocado, enfermo, y mierdas de ese estilo.
-Siéntate, Jon, ¿quieres?-dijo, tendiendo una mano hacia una de las sillas que estaba frente a él. 
-Claro-repetí cual oveja, y obedecí. Dejé la bolsa de Nike a un lado, me senté con la espalda arqueada y alcé las cejas.
-Ahora termino-susurró, colocando unos papeles en una carpeta, repartiéndolos por doquier, abriendo y cerrando cajones. Me mordí la lengua para no repetir "claro".
Una vez terminó, se giró hacia mí. Sus ojos brillaban por la luz del sol, el lunar, en el lado derecho de su cuello, que se mostraba en el izquierdo de su gemelo, parecía tener vida propia, y atraerme hacia él. Tenía el pelo más corto que Liam, al que ya le había crecido mucho desde octubre.
Tragué saliva, notando sus ojos, de un color ligeramente caramelizado debido a la luz del sol, observándome. Sin decir nada, se giró, corrió las cortinas, y sumió su despacho en una ligera penumbra.
No me moví cuando atravesó la habitación y cerró la puerta con llave por dentro. 
Podría matarme allí mismo, pero una parte de mí, una parte muy poderosa, estaba convencida de que me mataría lentamente, de una manera que iba a terminar por encantarme.
Se acercó por detrás a mí con sigilo, y me puso ambas manos en los hombros. Me estremecí de puro placer; eran más cálidas de lo que había pensado en un principio.
-He estado observándote una temporada, Jon.
-¿En serio?
Se sentó al borde de la mesa, con sus rodillas rozando las mías, y asintió, muy serio.
-Sí. Eres bueno. Muy bueno. 
-Gra...cias-musité, sin saber muy bien que decir. ¿De qué iba todo aquel rollo de cerrar la puerta y correr las cortinas? 
O, más bien, ¿realmente estaba tan enfermo creyendo que mi profesor de gimnasia se dignaría a echarme un polvo allí?
James sonrió, casi parecía estar leyendo mis pensamientos.
-Al observarte me he dado cuenta de... algo.
Alcé las manos.
-Sí, entrenador. Soy gay. ¿Algún problema con ello? Porque, como me has dicho varias veces, tengo talento para el boxeo.
James se echó a reír.
-En realidad, iba a decirte que me había dado cuenta de que no parabas de mirarme. Y, bueno...-señaló mis pantalones; aunque estaba seguro de que había señalado algo más "central", me intenté convencer de que había señalado mis pantalones-, el uniforme que os obligan a llevar no  disimula demasiado, precisamente.
Me eché a reír, y asentí con la cabeza.
-No tengo control sobre ello, así que perdona si te ofende, entrenador.
-Eh, yo también tengo lo mismo entre las piernas, ¿sabes? Sé lo que es-comentó, pasándose una mano por sus partes, rascándose. Luché por convencerme de que era normal, todos los tíos hacíamos eso, delante de tías o de otros tíos, fuera cual fuera tu orientación sexual, pero...
...la parte de mí que se estaba poniendo histérica sentía que aquello tenía más connotaciones sexuales que una película porno.
-Y no me molesta, es más... me... excita.
Abrí la boca para responder, pero, al no tener palabras, terminé levantándome.
-¿Entrenador?
-¿Jon?-replicó él, con tono sensual pero a la vez burlón. No pude resistirme más.
Me abalancé hacia él y lo besé.
Pensé que me rompería la mandíbula de un gancho de derechas, pero, en lugar de sentir algo impactando contra mis huesos y astillándolos, lo único que sentí fue algo invadiendo mi boca. Algo cálido y húmedo.
Su lengua.
Jadeé, tiré de su camiseta y lo pegué contra mí. No me daba asco que me sacara varios años. Sí, había diferencia de edad, pero no demasiada. Era nuevo en el instituto, y yo estaba en mi penúltimo año. Me consoló saber que lo vería otro año más después del primero, con lo que tendría más confianza con él... eso, por supuesto, si no repetía "accidentalmente".
-Te... deseo-gruñí con un hilo de voz, con sus manos en mi culo, impulsando mis caderas hacia las suyas, y su boca en mi cuello, mordisqueando lentamente mi piel. Se limitó a exhalar un gruñido de advertencia, y me desgarró la camiseta por mi espalda.
Mi erección se clavó en la suya.
Traté de hacer lo mismo, pero yo no tenía su fuerza, de modo que terminé rindiéndome y tirando de su camiseta hacia arriba. Pasé las manos por su pecho torneado, mientras él me bajaba lentamente los pantalones, deleitándose en volverme loco.
-¿Listo?-inquirió después de terminar de desnudarnos y magrearnos. Asentí con la cabeza.
-¿Quién...?
Yo no era muy activo; en las pocas relaciones que había tenido, siempre preferí mantenerme en un segundo plano, disfrutando de la penetración. Raras veces había sido yo el que se colocaba encima.
Me arrastró hasta el sofá que parecía haber aparecido por arte de magia y esperó a que me tumbara sobre él.
Se metió entre mis piernas, me mordió la espalda, me la arañó, y se preparó para entrar en mí.
Lo hizo con fuerza,sin lubricante, así que grité, confuso. Una mezcla de dolor y placer me embargaron a partes iguales, como dos océanos, cada uno a un lado del muro sobre el que estaba caminando. 
Decidí tirarme al océano del placer.
Él siguió moviéndose dentro de mí, embistiéndome a intervalos regulares que fueron aumentando al ritmo de mi respiración. Gemí su nombre con un hilo de voz mientras me llevaba su mano a mi propio sexo, pero él se negó. Retiró la mano cuando vio a dónde quería conducirlo, y, tras varios minutos de lucha, se derramó en mí.
-Ahora tú-ordenó, con voz de mala uva.  Se tendió debajo de mí, yo me metí entre sus piernas, le arañé los glúteos y entré con la misma fuerza que él, tratando de hacerlo gritar, sin éxito. Me moví lo más rápido que pude, corriendo a alcanzar el clímax, pero sin llegar a él totalmente. Por fin, cuando estuvo hecho, me desplomé debajo de él. Gimió mi nombre.
-Jon...
-James-repliqué yo, tirándole despacio del pelo. Sonrió.
-¿Quieres más?
-Por favor-repliqué, aunque estaba agotado. No me importó mucho, la verdad. Podía ponerse él encima de nuevo.
Caminó hacia una de las estanterías que se pegaban a la pared de su despacho y se agachó, revolviendo en unos cajones.
Suspiré, contemplando su culo.
-Ahora-sentenció-lo haremos a mi manera-me mostró unas bridas y una pequeña fusta. Yo alcé una ceja. ¿Iba en serio?
-¿A lo 50 sombras de Grey?
-Más bien 100.
Se acercó a mí, mientras vibraba de la emoción. Me ató las manos detrás de la espalda con las bridas, me untó con un lubricante que había sacado de dios sabía donde, y se dispuso a acariciarme con la fusta. Me doblé sobre mí mismo, intentando alcanzar el orgasmo lo suficientemente rápido como para que él no lo detuviera. Sin embargo, no pude.
Seguía con su lenta tortura, negándome el orgasmo, haciendo que quisiera hundir mis dientes en su piel, herirlo de verdad, hacer que chillara de dolor. 
-Joder, Jon, joder...-empezó como una retahíla de los más horribles insultos. Yo sonreí; al final, podía torturarlo yo también.
-¿Jon?-inquirió, de pie frente a mí, al lado del archivador en cuyos cajones había guardado los expedientes. Parpadeé, confuso, y lo miré. 
Las cortinas estaban descorridas, la luz inundaba la habitación como se había inundado el Titanic. La puerta seguía abierta, sin ninguna llave en su pomo que impidiera la entrada de algún indeseado.
Me toqué disimuladamente el pecho. La camiseta hizo de escudo entre la yema de los dedos y la piel.
James estaba completamente vestido, con su gorra de Batman en la mano. Se la colocó, rasgando el silencio, y me observó un instante.
-¿Estás bien?
-Me he distraído-repliqué con un hilo de voz. Carraspeé, tratando de aclararme la garganta, y por fin me digné a alzar los ojos-. ¿Qué querías, entrenador?
-¿No me has oído? Te he propuesto para el campeonato nacional. Tienes mucho talento, Jon, y creo que podrías llegar a ser grande si te das a conocer ahora.
Tragué saliva, estudiándolo con la mirada.
-¿Va en serio?
James asintió con la cabeza, se colocó correctamente la visera de la gorra, y me dedicó una amplia sonrisa; la sonrisa de un cazatalentos que sabe que ha descubierto a una gran estrella. Sin embargo, en mí no había sitio para otra cosa que no fuera estupor. ¿Lo había soñado todo? ¿Tan hiperactiva tenía la imaginación?
-Por supuesto, tendré que hablar con tus padres para convencerlos, pero... ya eres mayor, seguro que lo entienden.
Me levanté de la silla un segundo antes de que él me lo mandara.
-Tráelos cuando puedas.
-Claro.
Me dio una palmada en la espalda y me acompañó a la puerta. Estaba cerrándola cuando me interrumpió:
-¿Jon?
-¿Qué?
-Te olvidas la bolsa-murmuró con una sonrisa divertida en la cara, que trataba de disimular para que yo no me sintiera gilipollas. Puse los ojos en blanco, la recogí, y salí precipitadamente, llevando mi secreto conmigo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤