martes, 23 de julio de 2013

Oscuridad.

Petadme la sección de comentarios. Ya estáis tardando.



Sentí que algo malo acababa de pasar justo al terminar mi solo en Back For You. Una especie de empujón me echó hacia atrás. Miré a ambos lados, preguntándome qué había sido eso, si había habido algún terremoto o algo por el estilo, pero nadie, ni los chicos ni el público, pareció notarlo.
Tampoco habían podido empujarme, porque el amigo más cercano, Harry, estaba a más de cinco metros de distancia, ocupado con el estribillo. Me quedé en blanco, sin saber qué me tocaba decir. Los miré a todos, pidiéndoles que me ayudaran en silencio. Zayn pareció darse cuenta de que mis ojos se posaron en él, suplicantes; se dio la vuelta y me miró. Luego, hizo la parte que me correspondería a mí mientras el público de Lisboa aullaba. Su favorito parecía ser Zayn. Cerré los ojos con fuerza un par de segundos, consciente de que no me podía permitir mucho más, avancé un par de pasos, mucho más calmado, y recuperé lo que era mío por derecho. Zayn no protestó, sonrió, se dio la vuelta y fingió tocar una batería hecha de aire que estaba mucho más arriba de lo que solían estarlo las baterías normales. 
Seguí todo el concierto con aquella sensación de intranquilidad, la misma que me había asaltado cuando colgué el teléfono y lo lancé contra la pared, destrozándolo después de la llamada de Eri. Pero en eso tuve suerte; estábamos a más de la mitad, no tuve que aguantar mucho. Una vez nos despedimos, tanto del concierto como de Europa, corrimos al vestuario y yo, sin molestarme en volver a vestirme, en calzoncillos y sin camiseta, y la cadena con la chapa y el anillo de Eri colgados del cuello, busqué mi teléfono entre la pila de ropa.
Tenía un mensaje de mi madre.
Louis, llámame cuando acabéis.
Miré a los chicos un segundo, que se vestían comentando lo increíble que había sido. Las portuguesas habían terminado siguiendo el ejemplo de sus vecinas y levantándose las unas sobre las otras, tal y como ya habían hecho en Barcelona. El tour estaba siendo increíble; globos, palitos luminosos, estadios iluminados por la luz de los móviles cuando Zayn lo pidió para Little Things... y los carteles de gracias del viernes anterior. No esperábamos menos de nuestras fans, pero ver lo que eran realmente capaces de hacer te ponía los pelos de punta.
Me senté en el lavabo cuya utilidad nadie comprendía y toqué el nombre de mamá con el pulgar, mientras me llevaba la mano libre a los labios y comenzaba a morderme las uñas. Me había prometido dejarlo, pero las promesas eran fáciles de formular, y difíciles de cumplir.
-Mamá-dije nada más oír que descolgaban, revolviéndome en el asiento. Estaba frío, aunque supuse que era normal. Al fin y al cabo, estaba hecho de mármol.
-Louis-replicó una voz que no era la de mi madre. Su novio. Fruncí el ceño, y los chicos se me quedaron mirando; Zayn ya completamente vestido, Niall y Harry en trance, y Liam todavía como yo, peleándose con las camisetas que había usado mientras las doblaba. Estudiaron mis facciones en silencio. Notaba que en ese momento me había convertido en el libro abierto que a veces odiaba ser.
-¿Dónde está mi madre?-espeté sin tan siquiera saludar. Dan carraspeó.
-Ahora te la paso.
Asentí con la cabeza, mordiéndome el labio. No podía verme, pero me daba lo mismo.
-¿Louis?
-¿Qué pasa, mamá?-estaba a dos palabras más de ponerme a chillar a qué se debía su mensaje, por qué había notado un terremoto en mi interior, por qué mi estómago se estaba encogiendo más y más a medida que las manecillas del reloj avanzaban inexorablemente.
-¿Estás sentado?
Sentí ganas de ir a Inglaterra y darle un par de bofetadas por estar haciéndome esto, pero había una pega: era mi madre. Gruñí:
-Sí, joder. ¿Qué pasa?
-Es tu abuela. Marge.
Abrí la boca y miré a los chicos. Sentí como el suelo se iba desvaneciendo debajo de mí. Llamados por una voz que sólo ellos escucharon, los chico se acercaron hacia mí y me tocaron, intentando darme el calor de sus cuerpos. Me estaba congelando.
-No...-repliqué, segundos antes de que mi madre me dijera que mi abuela acababa de morir.


Cerré los ojos en el avión mientras Bruce Springsteen se afanaba con una balada en mis oídos. Liam y Harry jugaban a las cartas, Zayn dibujaba, y Niall estaba tirado cuan largo era en dos asientos, con la capucha tapándole los ojos, y roncando suavemente. Aunque tal vez no tan suavemente, dado que era capaz de oírlo con la música puesta.
Había decidido poner el iPod en modo aleatorio, y él parecía dispuesto a arruinarme el vuelo de vuelta a casa. Los cuatro se habían ofrecido a ir al funeral, yo no sabía si aquello se podría hacer, pero también creía que ellos podían pensar que era su deber, por eso de que éramos amigos, trabajáramos juntos, y todo lo que nos unía. Era raro, sí, porque nunca habían conocido a mi abuela. Mi increíble abuela. La única abuela que era toda para mí, que no tenía que compartir con mis cuatro hermanas, y ahora... ya no estaba.
Echaría mucho de menos las tardes hablando con ella, cuando ella me contaba las anécdotas más divertidas de cuando era joven, cuando cocinaba gofres de sobra, para sus nietos "legítimos" y para mí. Echaría de menos ir a su casa, que estuviera siempre sentada en el sillón con la televisión puesta y me dijera:
-Louis, mi vida, ya has llegado. Tienes dulces en la nevera.
Yo siempre le daba un beso y corría a la nevera a sacar todas las chucherías que me había reservado. Toda la vida sospeché que era su nieto favorito, y un día llegó a confirmármelo; el día que le fui a decir que me habían admitido en The X Factor, pero que iba a entrar en un grupo para poder seguir en el concurso. Ella se inclinó hacia mí, me hizo acercarme a ella, y susurró:
-No tengo nada en contra de los demás, pero siempre supe que tú eras el especial. Siempre le dije a Troy-otra cosa que me encantaba de ella era que me consideraba su nieto pero jamás, nunca, me había recordado los lazos de sangre que me unían a Troy, y que nunca se romperían por mucho que mi madre y yo intentáramos alejarme de él- que tú eras un diamante en bruto. No me hizo caso. Mi hijo es estúpido, por suerte, mi nieto es inteligente, sabe lo que puede hacer, y va a hacerlo.
Echaría de menos la forma única y especial que tenía de consolarme. Cuando quedamos terceros en el programa, había vuelto a casa unos días, y ella misma había caminado desde su casa a la mía para espetar, con el resto de mi familia allí, que también la adoraba:
-¿A qué esa cara? Eres famoso; has salido en la televisión más tiempo que pelos en la cabeza tenemos los demás que estamos aquí. Estás hecho de otra pasta, Louis. ¿No tenías un contrato?
Recordé haber asentido.
-Entonces disfrútalo, mi vida, porque ahora es cuando realmente empieza lo divertido.
La adoración que había en casa por la abuela Marge, la tía Marge, se debía a su forma de ser. Muchos decían que ella era la versión femenina de mi abuelo Ketih, que, a su vez, era la versión vieja de mí mismo. La abuela Marge no le tenía miedo a nada, consolaba como nadie, y siempre pasabas un buen rato con ella. Todos los veranos mis hermanas y yo íbamos unos días a dormir a su casa, y nos encantaba, porque nos dejaba quedarnos hasta las tantas viendo dibujos animados o, incluso, jugando con nosotros a juegos de mesa. En ocasiones incluso se levantaba y decía que se iba a la cama; cuando nosotros hacíamos amago de levantarnos para acostarnos, ella nos miraba, levantaba las manos con el bastón a modo de espada y proclamaba:
-Conozco el camino y ninguno de vosotros tendrá el privilegio de dormir en mi cama.
Con eso nos quería decir que podíamos irnos a dormir cuando quisiéramos, lo cual era lo más de lo más en críos que ni siquiera pasaban de los diez años. Además, lo mágico  de ella, era que siempre se levantaba la primera, en el más absoluto silencio, y tenía el desayuno preparado para cuando tú te levantaras, no importaba si era nada más hacerlo ella. Siempre había una mesa plagada de comida esperándote.
Cerré los ojos, preguntándome si me echaría a llorar en el funeral. Tenía que ser fuerte por mi familia, pero no podía serlo porque ella se había ido. Me pregunté quiénes iríamos, y, lo más importante, si Troy intentaría establecer contacto conmigo después de todos sus estrepitosos fracasos.
Uno de los chicos me tocó el hombro. Volví a abrir los ojos, seguramente me había quedado dormido, porque de repente Bruce Springsteen se había convertido en The Who. Zayn. Bostecé, me estiré y lo miré.
-Estamos a punto de aterrizar.
Asentí con la cabeza, me quité los auriculares y los enrollé en el iPod mientras Niall se enderezaba, venía a sentarse a mi lado y se colocaba el cinturón. Guardé el iPod en el bolsillo de la chaqueta y tiré de la cremallera hasta hacer que me tapara media cara. Los chicos me miraron en silencio.
-¿Qué tienes pensado que hagamos?
Evité con todas mis fuerzas poner los ojos en blanco; no quería molestarlos, sabía que podía ponerme muy cascarrabias cuando algo no iba bien y yo no me sentía a gusto, pero la verdad era que no me apetecía para nada pensar en qué podía hacer. No me parecía que estuviera para pensar, tenía demasiadas cosas en la cabeza. ¿Por qué me había sentido igual cuando colgué el teléfono con lo de Eri? ¿Realmente era capaz de sentirla a ella de una forma tan fuerte que no necesitaba haber muerto para saber que algo no iba bien? Toda la  teoría que los demás me habían ayudado a construir alrededor de mi todavía chica favorita en el mundo comenzaba a desmoronarse: por primera vez, había pensado que puede que ella lo estuviera pasando tan mal como yo, que incluso pudiera haberse intentado poner en contacto conmigo, sin éxito. Que, realmente, no hubiera rehecho su vida, lo hubiera intentado o no, tal y como me pasaba a mí.
Cerré los ojos, me masajeé las sienes y me puse a pensar. Accionada la manivela con el primer pensamiento de Eri, Daphne apareció en mi cabeza, haciendo de analgésico contra el dolor.
-Tengo que avisar a Daphne. Íbamos a quedar para vernos.
Todo lo que habíamos planeado se desmoronaba poco a poco ante mí, y yo no hacía otra cosa más que mirar cómo todo se hacía añicos, impasible, sin importarme lo que aquello trajera consigo. Lo único que sentía era asombro de lo poco que me importaba todo-. Y luego... iremos a Doncaster.
Ellos asintieron con la cabeza, sin protestar.
-El funeral es mañana-dije, aunque ya lo sabían; volvieron a asentir, contentos de que estuviera hablando con ellos de una forma más o menos normal. Me había vuelto muy callado desde que había pasado a tener el número de abuelas que normalmente poseía una persona normal. No me gustaba tener las mismas abuelas que una persona normal-, pero... no quiero ir por la carretera así.
-¿Dónde dormiremos?-preguntó Harry en voz baja, con una discreción que me hizo saber que no pretendía que yo escuchara esa pregunta.
-En mi casa hay sitio. Nos apretujaremos un poco, y listo-me encogí de hombros y miré por la ventana, estudiando las nubes que poco a poco se iban alejando de nosotros, ascendiendo hacia el cielo. Vi el Big Ben, no pude evitar sonreír ante los recuerdos que me embargaban. A Eri no le había impresionado la primera vez que lo vio, pero le encantó que la besara justo al pie del monumento el día de su cumpleaños. Aquel  8 de septiembre se me antojaba tan remoto, como si perteneciera a otra época, a pesar de que hacía menos de un año que lo había vivido...
Claro, era exactamente eso. Aún vivía, aún sentía algo cuando ella estaba conmigo. Llevaba emocionalmente muerto pero físicamente vivo desde que me dejó. Y sólo la muerte de mi abuela me enseñó aquello: podía sentir dolor, pero no podía sentir felicidad, porque la razón de mi felicidad máxima me había abandonado.
Apenas aterrizó el avión, me despedí de los chicos, que prometieron coger mis maletas, y corrí a buscar un taxi. Me metí a la velocidad de la luz en él, le indiqué que quería ir hasta el centro de la capital, y le mandé un mensaje a Daphne.
Estoy en Inglaterra.
Pasó un minuto, dos, tres, y ella no contestó. Empecé a impacientarme; la emisora de radio dio por finalizada una canción y comenzó con la siguiente.
Daphne.
Nada.
Daphne, joder, contéstame.
Un minuto.
Joder, chico, tranquilo. Bienvenido a tu país de ORIGEN, por cierto. Nunca en mi vida había visto a nadie ponerse así por volver.
¿Podemos vernos?escribí a toda velocidad, antes de que las tentaciones de mandarla a la mierda se hicieran realidad. Me refiero a ahora.
Vale. Estoy bailando.
Voy para allá.
Vale.
Suspiré, le comuniqué al taxista el cambio de dirección, y en unos diez minutos me dejó en la puerta del edificio. Le tendí un billete de veinte, le dije que se quedara con el cambio y salté fuera del coche. Crucé la calle a toda velocidad, haciendo caso omiso de los bocinazos (llegué hasta a sentirme tentado de levantar el dedo corazón hacia aquellos que se atrevían a tocarme las pelotas hoy que estaba de capa caída pero que jamás lo harían si me vieran en mis días de gloria), empujé la puerta siempre abierta del edificio y entré.
Busqué la sala en la que Daphne daba clase. Anastasia estaba sentada en las sillas de siempre, contemplando cómo mi novia daba las órdenes adecuadas a sus chicas.
-Quiero que seáis más fuertes en los hombros, ¿vale? Como si os pesaran y os costara moverlos. Los movimientos más cortantes que cuando JLo está cantando, ¿de acuerdo?-sus chicas asintieron, distraídas mirándome. Ella me miró, suspiró, se pasó una mano por el pelo, destrozándose la coleta, murmuró algo para sí, dio una palmada y exclamó-: ¡Vale! ¡Desde el principio!
Me dejé caer en las sillas mientras Anastasia me dedicaba la más cálida de sus sonrisas.
-Louis-saludó, contenta de tenerme con ella. Había días en las que se comportaba como si fueras el centro de su mundo, el sol que se alzaba en el horizonte nada más terminar el invierno, y te encantaba. Pero hoy no. Me pasé una mano por la cara mientras las bailarinas se afanaban en darle a Daphne lo que les pedía con Dance Again. Gemí para mis adentros, ¿hoy me tocaba recordarlo todo? Zayn y Eri habían cantado la misma canción cuando ella tuvo aquella gala llena de oportunidades en la que Simon terminó rechazándola meses después.
-¿Qué te pasa?-preguntó Anastasia, sentándose sobre sus rodillas en las sillas. La miré.
-Mi abuela ha muerto.
Se me quedó mirando en silencio, los ojos como platos.
-Oh, Louis, yo... lo siento mucho-susurró. Me puso una mano en el brazo, y yo me estremecí. Sentí algo que hacía mucho tiempo que no sentía, pero no conseguí identificarlo. Retiró la mano, dolida por mi gesto, y susurró-: ¿Estaba enferma?
Negué con la cabeza. Ella comprendió que no me apetecía hablar del tema, de manera que se quedó callada y no hizo más nada. Simplemente se quedó allí sentada un par de minutos más, esperando a que Daphne viniera a hacerme compañía, y cuando la griega llegó, la rusa se levantó apresuradamente, se disculpó y salió pitando de la sala, con las chicas ahora bailando a Ciara.
-¿Y esa cara?-preguntó Daphne, inclinándose a darme un beso y haciendo una mueca cuando yo le puse la mejilla.
-Cosas.
Tenía la impresión de que no lo entendería, y, de repente, no me apetecía nada contárselo.
-¿Qué cosas?
Me encogí de hombros.
Louis, es tu novia, me recordó una voz en mi mente. La odié por recordarme algo que, de repente, no me gustaba en absoluto. No quería esta novia, quería otra diferente que no necesitaría palabras para apoyarme. Eri sabría qué pasaba con sólo mirarme a los ojos. Tienes que contárselo.
Cuéntaselo, Louis,asintió Eri en mi cabeza. Me dejé llevar por su voz, enredándome en ella como si fuera una tela. que me protegiera del frío.
-Mi abuela ha muerto-espeté, mirándola a los ojos. Alzó las cejas hasta casi juntar una con otra, y me miró en silencio.
-¿C...cuál?
Decir que era mi abuela favorita sería muy cruel con las otras dos.
-Marge.
Siguió mirándome en silencio, suspiré.
-La madre de mi padre... biológico.
-Ah-asintió con la cabeza, se sentó a mi lado, miró a sus chicas y suspiró. Yo también suspiré, pero por causas diferentes: eso de mi padre biológico era el típico comentario que no tendría que hacer jamás con Eri. Eri sabría que tendría que ir adivinándolo, diciendo nombres hasta dar con el adecuado, en lugar de hacer que yo lo dijera.
-El entierro es mañana.
Volvió a mirarme.
-¿Quieres que...?
-No-negué con la cabeza-. Sería incómodo. Tú no la conociste, y no sabes nada de mi familia, y...-me encogí de hombros. Ella asintió, intentando tragarse su orgullo por una vez en la vida. Ni siquiera se me ocurrió que ella pudiera pensar que quería que me acompañara al funeral de mi abuela... si ni siquiera la había conocido.
Se frotó las piernas, les dijo a sus chicas que bailaran Bad Romance, luego Moves Like Jagger, luego les dejó elegir canción, y finalmente las mandó irse a casa. Yo la acompañé a la suya en silencio, sin que ninguno de los dos se esforzara por mediar palabra y romper aquella bestia devora-ruido que se había instalado entre nosotros. Me detuve en el portal, ella sacó las llaves de su bolso e hizo un gesto con la cabeza.
-¿Quieres subir?
Negué con la mía. Ella asintió, se acercó a mí, me besó, me miró a los ojos, y me dijo que lo sentía. La abracé. Seguramente fue el abrazo más sincero que nos dimos. Probablemente fuera el único abrazo que nos dimos cuyo significado de verdad entendíamos.
-¿Me llamas esta noche?-preguntó.
-Depende.
-Vale-susurró, volviendo a besarme-. Debía de ser muy buena.
-Era genial.
-La echarás de menos. Seguro que estaba orgullosa de ti.
No me importaba, me importaba una puta mierda su orgullo. Quería que volviera. La besé en la mejilla y me di la vuelta.
-Adiós, Louis.
-Adiós, griega-respondí yo. No dijo nada de ningún yogur. Justo cuando yo más necesitaba que bromeara, no lo hizo. Joder.


Horas después de despedirme de Daphne, los chicos y yo cruzábamos nuestro país (bueno, técnicamente, el de Niall no) para ir a mi ciudad. Habíamos puesto la radio para llenar el silencio en el que nos habíamos sumido y, nada más ponerla, nos enzarzamos en una pelea acerca de qué mujer del mundo de la música, del cine, la moda, o del entretenimiento en general, estaba más buena.
-¡Victoria Beckham no es la que más buena está, Louis!-protestó Liam, inclinándose hacia delante a mirarme. Me lo quedé mirando con las cejas alzadas.
-¿Disculpa?
-¡Me has oído de sobra!
-¡Envidia que tienes! ¡Leona Lewis es un orco!
Harry se echó a reír en el asiento de atrás, mientras Niall hacía sonidos azuzando a Liam a que me contestara. Zayn se inclinó hacia delante.
-¿Le vas a permitir eso? ¡¡¿Le vas a permitir eso?!!-le gritaba a Liam-.¡Rómpele la cara!
Liam se dejó caer en el respaldo de su asiento.
-No te voy a hacer nada porque sé que estás jodido.
Me eché a reír.
-Oye, tío, no soy Christian Grey, ¿sabes? Puedo soportar la mierda que me eches mientras no se relacione con mujeres.
-¡¡YO SIGO DICIENDO QUE LA MEJOR ES MIRANDA KERR!!-chilló Niall con todas sus fuerzas.
-Yo me la follaría-reflexionó Harry. Yo asentí con la cabeza.
-Y yo.
-Yo también.
-¡Ajá!-replicó Liam, señalándome. Me encogí de hombros.
-¿Qué?
-No le eres fiel a Victoria.
-¡Ella está casada!
-¿Y qué? Deberías serle fiel.
-¡Ella me pone los cuernos desde mucho antes de que yo se los empezara a poner a ella!
-¡Cornudo!-bramó Zayn.
-¡Cállate tú, eh! ¡Cállate, que tu querida Megan es madre!
Zayn se inclinó hacia delante y fingió llorar.
-Me apetece cortarme las venas porque cuando la conozca no querrá dejar a su marido por culpa de su hijo.
-No puedo creer que estemos teniendo esta conversación-replicó Harry, masajeándose las sienes mientras yo tomaba la salida a Doncaster en la autopista. Estar con ellos me hacía bien, más de lo que podía recordar. Hacía mucho tiempo que no hablábamos de gilipolleces, demasiado ocupados con todo lo que teníamos que hacer, ahogados en la rutina, pensando cómo nos las íbamos a arreglar para no volvernos locos por la fama y terminar siendo unos divos creídos.
-¿Por qué?-repliqué yo, escuchando las palabras hablando de su casi paternidad antes de pronunciarlas y mordiéndome la lengua antes de tiempo. Harry me miró a través del espejo retrovisor.
-No sé... ¿hace cuánto que no hablamos de mujeres así?
-Por lo menos, desde que metiste a la tuya en casa-susurró Zayn, abriendo la ventanilla del coche sin pedir permiso (tampoco lo necesitaba) y encendiendo un cigarrillo. Harry lo miró con ojos como platos y la boca abierta.
-¡Se metió ella sola!
-No digas eso en público, Harold, porque suena muy mal-repliqué, estirando el brazo y pidiéndole una calada a Zayn sin palabras. Él me lo colocó entre los dedos, yo di una larguísima calada, exhalé el humo, asentí con la cabeza y se lo devolví.
-¿Sabe tu madre que fumas?
-¿Sabes que soy mayor de edad?
Se echaron a reír.
-No lo sabe. Y vosotros no se lo vais a decir. Panda de maricones. Marujas. Sois peores que las viejas de mi barrio, así que tendré que manteneros bien vigilados.
-¿No lo sabe nadie en tu casa?-preguntó Niall, mirando por la ventanilla. Tenía la impresión de que mi ciudad era de las que más le gustaban de Inglaterra. Modestia aparte, Doncaster era un sitio precioso. Y no lo decía porque yo hubiera nacido allí.
-Lo sabe mi hermana.
-Entonces, ¡tenemos coartada!-celebró Liam, dando palmas y silbando. Los chicos se volvieron locos, gritando con euforia incontenible, sacudiendo los brazos en el reducido espacio del coche y asintiendo con la cabeza al ritmo de la música que había en la radio. Ninguno conocía la canción, pero poco importaba eso ahora. Simplemente la bailaríamos, aunque fuera la primera vez que la escuchábamos, celebrando el buen humor que teníamos mientras durara. Sabíamos que iba a ser efímero, por lo que lo aprovechamos todavía con más fuerza.
Apenas detuve el coche y salimos a la fría calle de finales de invierno en Doncaster, la puerta de casa se abrió con un estruendo, y Fizzy bramó con todas sus fuerzas:
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡CHICOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS!!!!!!!!!!!!!
Se alegraba más de ver a los compañeros de banda de su hermano que a su hermano en sí. Suspiré mientras ella corría, saltando los escalones de la casa, y se lanzaba a los brazos de Zayn, que era el que iba delante. Lo estrechó contra ella con todas sus fuerzas. Luego pasó igual que un orangután entre las ramas de un chico a otro, hasta que llegó a mí. La miré con los ojos entrecerrados.
-Sí, lo sé, llevamos mucho tiempo sin vernos. Sí, te he echado de menos. Tráeme una cerveza-espeté, cruzándome de brazos para que no me abrazara.
-¡Estás celoso!
-¿Yo? ¿Porque mi hermana se abalanza sobre mis compañeros de banda y pasa de mí como de la mierda, a pesar de que YO LE CAMBIÉ LOS PAÑALES, YO LA CRIÉ, YO ESTUVE CON ELLA, Y COMPARTO SU SANGRE? ¿YO? ¡PARA NADA!-le grité, para deleite de los chicos, que hacían lo posible por no reírse en mi cara. Fizzy abrió los brazos.
-Pero yo a ellos no les digo que les quiero.
-A mí tampoco me dices que me quieres.
-Pero te quiero, aunque no te lo diga-replicó, poniendo cara de no haber roto un plato en su vida y haciendo aletear sus pestañas. Una sonrisa me cruzó la cara, tiré de mi hermana y la estreché contra mí. Le besé la cabeza mientras los chicos entraban a saludar, dándonos intimidad.
Cuando fui a separarme de Felicité, descubrí que estaba tirando del pecho de mi camiseta para no dejarme ir tan rápido.
-Fizz...
-Te he echado de menos-susurró en mi pecho que, de repente, estaba mojado.
-Fizzy, estamos en medio de la calle. Vamos a casa.
-Pero... te he echado de menos.
-Yo también te he echado de menos. Pero no tengo ningún regalo para ti.
Me miró a los ojos con aquellos ojos suyos, mis ojos.
-Tendrías que comprarme el Taj Mahal para compensar tu ausencia. Y no creo que lo consiguieras.
-Qué cosas más bonitas me dices-repliqué, besándola en la mejilla. Ella me devolvió la sonrisa, pegó la mejilla a mi pecho y suspiró-. ¿Fizzy?
-¿Sí?
-¿Vas a correrte, o algo? Porque... recuerda que soy tu hermano.
Se rió.
-Ésa es una de las cosas que más se echan de menos en casa.
-Vale, pero déjame entrar, anda. Las fans no tardarán en saber que los cinco estamos aquí, y entonces todo esto se volverá una locura.
De mala gana, mi hermana me soltó y me siguió hasta la puerta de casa, temiendo que fuera a escaparme. Ted se acercó corriendo a mí, meneando el rabo frenéticamente, negándose a dejarme marchar esta vez. Me agaché para acariciarle la barriga, y las gemelas aprovecharon para tirarme al suelo y cubrirme de besos. Me las quité de encima, les devolví los besos y miré a Lottie, que tonteaba de una manera espectacular con Liam. Liam le devolvía los cumplidos educadamente, recordando que Alba estaba en algún lugar de España, estudiando para sus exámenes finales con un ojo puesto en el móvil, pendiente de noticias nuestras, cualquier tipo de noticia.
Ahora que lo pensaba, no la había avisado de lo de mi abuela...
-Vi lo que hicieron las españolas el día 24-dijo Lottie, sentándose en el sofá y echándose el pelo hacia un lado. Hizo una mueca cuando le quité el sitio a Liam, pero no dijo nada, porque sabía que era perfectamente capaz de mandarla a la mierda si me tocaba los huevos con suficiente insistencia-. Vuestras fans son geniales.
-Sí, Lottie, lo somos-replicó Fizzy, asintiendo con la cabeza y subiéndose la capucha de la sudadera que le había regalado hacía meses, con el logo de nuestra banda en las mangas y la espalda. Niall se echó a reír y chocó los cinco con ella, que hizo lo posible por controlarse.
-Mamá estará de compras-dije, mirando a las gemelas, que se habían tirado al suelo y coloreaban entretenidas en sus libros. Liam estiró la mano y cogió el mando de la televisión, pero fue Harry el que la encendió y se estiró a costa del mediano, que tuvo que aguantar cómo Harold le ponía las piernas encima de las suyas y se apoyaba contra Niall.
-Ella no tenía ningún vestido negro.
Alcé las cejas.
-Impresionante.
-¿Vosotros qué vais a llevar?
-Traje-replicamos todos a la vez, nos miramos y nos sonreímos. Nos encantaba cuando nos compenetrábamos sin motivo aparente y hablábamos al unísono. Reforzaba aún más nuestro vínculo ya de por sí irrompible.
Fizzy tomó aire de forma muy ruidosa.
-¿Qué pa...?-empecé, pero me quedé callado al ver que ponía ojos como platos.
-¿¡ME ESTÁS DICIENDO QUE VOY A VER A ONE DIRECTION DE TRAJE!? ¿EN DIRECTO? ¿FRENTE A MÍ? SERÁ EL MEJOR DÍA DE MI VIDA.
Lottie puso los ojos en blanco.
-Será el entierro de la tía Marge.
-Entonces será la mejor mañana de mi vida.
-¿A qué hora la entierran?-preguntó Niall, que sentó a Phoebe en sus rodillas, haciendo que la pequeña se pusiera roja como un tomate.
-Creo que a las cuatro, pero... no me hagáis mucho caso-Lottie se encogió de hombros y sonrió cuando Daisy le llevó el dibujo en el que se había estado esmerando tanto. Sonrió, le dio un beso en la mejilla y le dijo que era precioso.
Suspiré.
-Voy a echarla de menos.
Mi hermana me dio un cabezazo.
-¿Te pones sentimental? ¿Quieres mimos?
-Vete a la mierda, Charlotte.
-¡Quieres mimos!
-¡Quiere mimos!-replicó Zayn, levantándose y yendo a darme un beso.
-¡No! ¡NO! ¡Parad!-empecé a gritar, porque sabía lo que venía. Me cogerían entre todos, me inmovilizarían y me harían cosquillas. Era su manera de animarme, pero también su manera de molestarme; sabían que odiaba no poder revolverme cuando alguien me hacía cosquillas-.¡Por favor! ¡No! ¡Parad! ¡En serio! ¡No me hace ni puta gracia!
-Al tarro de las palabras sucias-susurró una de las gemelas en mi oído, juraría que fue Phoebe, pero no estaba seguro.
Cuando llegó mi madre, seguían torturándome. Y ella, lejos de ayudarme, se echó a reír, negó con la cabeza, dio la bienvenida a los chicos y les preguntó qué querían de cenar. Ellos no protestaron, cualquier cosa estaría bien. Cabrones.
Al día siguiente, yo me pasaría el viaje hacia el cementerio abochornado porque Fizzy tuvo la poca vergüenza de pasearse por casa en camiseta de tirantes y bragas con la esperanza de que uno de los chicos le robara la virginidad. Lottie y yo le suplicamos que se vistiera, pero a ella los comentarios mordaces de los chicos no hacían más que animarla a seguir pavoneándose de unas curvas incipientes que sólo ella veía. Los chicos estaban siendo amables, pero se estaban pasando tres pueblos precisamente por eso. Mi hermana no nos hacía caso a Lottie y ya mí porque le gustaba que Liam, Harry, Niall y Zayn la miraran de aquella manera.
-Louis-replicó mi madre, mientras los chicos nos seguían en el coche de detrás. Lottie lo conducía, mamá quería charlar conmigo, advertirme de lo que no debía hacer en el funeral, como si no lo supiera, o fuera un crío de tres años incontrolable. Vale que muchas veces me comportaba como uno, vale que en el fondo todo el mundo sabía que mi cerebro se había estancado en edad de feto, pero todavía tenía una mínima parte que sabía comportarse.
Había estado delante de la mismísima reina de Inglaterra y no le había gritado la pregunta de oro, a saber: ¿dónde guardaba el anillo de Mordor? Todo el mundo sabía que lo tenía ella. Por algo controlaba el mayor imperio del mundo.
-¿Qué?-espeté, las gemelas y Fizzy estaban en los asientos de detrás, escuchando música por los auriculares, ajenas al mundo. Estaba bastante seguro de que Fizzy había creado una lista de reproducción con las canciones más tristes de la banda y la estaba escuchando sin detenerse un segundo y preguntarse si aquello realmente servía de algo.
-No me estabas escuchando-suspiró mamá. Yo me encogí de hombros, tenía demasiadas cosas en las que pensar como para escuchar sus gilipolleces acerca de lo inmaduro que era y la manera en que iba a cagarla.
-Perdón.
-Te estaba diciendo que tu padre va a estar ahí, y...
-Troy no es mi padre-espeté, terco como una mula. Técnicamente lo era, pero, bueno, no me gustaba considerarlo como tal. Mamá suspiró.
-Sabes que lo es. El caso es que no quiero que seas un borde.
-¡Yo no soy borde!
Me miró, alzó las cejas y puso los ojos en blanco.
-Lo que tú digas, mi amor. ¿Y eso que acabas de hacer?
Me tocó a mí poner los ojos en blanco.
-No quiero que te pongas borde. Hoy es un día difícil para todos, ¿está claro?
Bufé.
-¿Louis?
-Sí, mamá.
-Serás educado. Si algo no te interesa, te callas, y finges estar prestando atención. Me da igual que no escuches a Troy (de hecho, casi lo prefiero, dada la cantidad de gilipolleces que es capaz de decir en un minuto)-caviló-, pero, por lo menos, finge interés.
-¿El mismo que él tuvo por mí mientras crecía?
Se me quedó mirando.
-¿Cómo puedes ser tan rencoroso?
Me encogí de hombros.
-Me has criado bien.
Sonrió.
-Sí, la verdad es que sí.
Aparcó y salimos del coche en silencio. Toda la familia de Troy (mi familia, pensé con ironía) estaba allí, hablando los unos con los otros en una especie de mancha gigante. Una melena rubia se giró y unos ojos claros se me quedaron mirando. Georgia se acercó.
-Louis-dijo, asintiendo con la cabeza.
-Georgia.
-¿Qué tal estás?
Me encogí de hombros.
-¿Tú?
-Más de lo mismo.
Mis hermanas se acercaron, Georgia dijo sus nombres uno por uno, como queriendo asegurarse de recordarlos aún. Sonrió al ver a Lottie.
-Tomlinson.
-Austin-replicó mi hermana, cruzándose de brazos. Georgia sonrió con sorna.
-He oído que estás estudiando en Londres.
-Has oído bien.
-¿Qué hay de Stan?
Miré a Georgia.
-¿Conoces a Stan?
-Me lié con él una vez-susurró, indiferente. Lottie tragó saliva.
-Por desgracia, antes de que yo saliera con él. De haberlo sabido le habría hecho desinfectarse la boca antes de acercarme a él.
Ya ni siquiera me acordaba del rollo de una noche que había tenido Stan con Georgia. Hacía muchísimo tiempo de aquello. ¿Todavía se lo estaban restregando mutuamente? Qué triste.
-Disfrutó más conmigo.
-He de reconocer, Austin-asintió Lottie, mirándose las uñas. Yo miré por encima del hombro, en busca de los chicos, que hablaban con mi madre y mis hermanas-, que en eso tienes razón. Al fin y al cabo, yo no soy tan puta-se encogió de hombros. Miré a Lottie. Tenía los genes de una campeona.
-Al final del día, no cuentan los insultos, sino las veces que puedes hacer correrse a un tío.
Me aguanté la risa. Lottie dio un paso.
-¿Qué has oído?
-Que no conseguías que se acostara contigo cuando tú querías, eso es todo.
-Austin-gruñó Lottie, con un tono peligroso en la voz. Comencé a tirar de ella para que se callara-. No tienes huevos a decírmelo cuando estemos solas.
-¿Y tú...?
-Vale ya, en serio-repliqué, poniéndome entre las dos-. No sé qué mierda os traéis entre manos, pero no es momento de pelearse por gilipolleces. La abuela Marge ha muerto-les recordé, ignorando la punzada en el corazón-. Tened un poco de respeto por el último día en el que el sol la verá.
Georgia puso los ojos en blanco, asintió con la cabeza, y se alejó. Miré a Lottie, riñéndola con la mirada, pero ella no hizo caso de mí. Caminó muy digna hasta mamá y los demás, y yo me vi obligado a seguirla.
Un cura bajó de un coche y, a los cinco minutos, uno aún más grande traía el ataúd donde reposaba mi abuela. Estaría allí encerrada por el resto de la eternidad. La idea me dio escalofríos.
Siguiendo la comitiva, los chicos y yo nos colocamos alrededor de la tumba, mirando la caja funeraria en su descenso implacable hacia las profundidades. Y, sin previo aviso, algo se despertó en nosotros. Liam se aclaró la garganta, y empezó a cantar.
-Shut the door, turn the lights off, I wanna be with you, I wanna feel your love, I wanna lay beside you, I cannot hide this, eventhough I try...
Todo el mundo se nos quedó mirando, pero nosotros seguimos, despidiéndonos de mi abuela como mejor sabíamos. Liam dio paso a Harry, que a su vez dio paso a Niall, luego me tocó a mí (pude sentir cómo todo el mundo aguantaba la respiración al ver que me disponía a cantar, muchos sin poder creerse que hubiera vínculos de sangre que nos unían), luego Harry de nuevo, luego Zayn, y luego los cinco juntos.
Cuando nos callamos, el cementerio se sumió en un oscuro silencio, un silencio que pesaba como mil planchas de acero en la espalda, cada una de mil kilos. Cerré los ojos, aguantándome las lágrimas.
Te quiero, abuela. Te quiero mucho, le dije, abriendo los ojos y mirando el ataúd en que la habían metido, en que alguien más poderoso que yo y que nada en este mundo la había obligado a permanecer hasta que todo esto desapareciera. No iba a decirle adiós. No estaba preparado para decir adiós aún.
Miré a los chicos, que parecían tan afectados como yo. Fruncí el ceño. El ataúd se detuvo, ellos se apartaron y me dejaron solo. Se llevaron a mis tres hermanas más pequeñas, dejándonos a Lottie, mamá y a mí solos con los demás.
Mamá se acercó a Troy, le dio la mano y le dijo que lo sentía. Él le agradeció su presencia con una sonrisa, y le dijo que si necesitaba algo, que no dudara en hablar con él. Luego le llegó el turno a Lottie, que le dio el pésame rápidamente.
Cuando me planté delante de él, Troy me miró de arriba a abajo. Me estremecí; era impresionante lo mucho que nos parecíamos, lo mucho que yo tenía de él... y sin embargo no tenía nada.
-Louis-dijo por fin.
-Troy-repliqué yo en el mismo tono cansado-. Estoy aquí por ella-hice un gesto con la cabeza sin tan siquiera mirar al agujero que poco a poco se iba tapando con tierra. Me daban igual las tradiciones, yo no iba a echar tierra encima de mi abuela. No iba a asfixiarla.
Asintió con la cabeza. Tenía sus ojos. Sus ojos y su voz. Pero el resto era todo de mi madre, o algo que me había terminado entregando Mark.
-Enhorabuena por tu tour.
-Gracias-repliqué, metiéndome las manos en los bolsillos-. Siento que... estemos aquí.
-Yo siento que tengamos que vernos así.
Asentí con la cabeza; notaba los ojos de mi madre y mi hermana fijos en mi espalda.
-Supongo que las cosas son difíciles-me encogí de hombros. Asintió con la cabeza. Le tendí la mano, y él me la estrechó.
Más tarde, me daría cuenta de que sería la primera y única vez en que toqué a mi padre biológico por voluntad propia. La primera vez que era yo el que buscaba el contacto. Y, seguramente, la última vez que lo veía. Así que, en ese momento, le dije:
-Suerte.
Él entendió que era una forma de despedirme, por si había llegado el momento.
-Gracias. Igualmente, aunque tú no la necesitarás.
Sonreí, me alejé y me perdí entre las tumbas. Se equivocaba. De cabo a rabo.
Porque, cuando llegué a casa y les pregunté a los  chicos por qué habían hecho eso, por qué se habían puesto a cantar cuando ni siquiera conocieron a mi abuela, se miraron entre ellos.
-Es el momento-anunció Niall. Liam frunció el ceño.
-¿Seguro?
-No podemos posponerlo más.
Los miré con el ceño fruncido. Me sacaron al jardín, me hicieron sentar, y sacaron una cuchilla con un poco de sangre. La cogí y la examiné, sin entender muy bien qué pasaba.
-Louis... Eri está muerta.
Alcé la vista y los miré uno por uno. No. Era mentira. Me estaban mintiendo.
Zayn señaló la cuchilla.
-La encontró Niall en su casa cuando fuisteis a por ella.
La miré. Así que era su sangre... y seguramente la hubiera sacado de las maquinillas de afeitar que me había dejado en su casa cuando estuve allí. Se me revolvió el estómago. No.
-Eri... se suicidó, Louis-susurró Niall, con la voz rota. Yo sí que tenía algo roto, algo mucho más importante, ¿y ahora me lo pisoteaban?
Tragué saliva.
-¿Con esto?
Asintieron con la cabeza.
-Creemos que sí.
Cerré la mano en un puño, sintiendo cómo los bordes cortantes se clavaban en mi piel, y cómo la sangre fluía de las heridas.
-Creemos que se cortó las muñecas y... murió.
Se desangró. Cerré los ojos y negué con la cabeza. Menudo día, no sólo había perdido a mi abuela; también a mi alma gemela. La razón por la que vivía.
Dios, ¿por qué ella? ¿Por qué no yo?, gemí para mis adentros; los ojos me ardían, la cabeza me daba vueltas, tenía unas ganas tremendas de vomitar.
Me la imaginé tirada en el suelo, su preciosa sangre alrededor de ella, como un halo infernal, carmesí... y me helé por dentro. Porque la culpa era mía. Era un mentiroso, y la había matado.
¿Cómo mierda iba a vivir ahora con la culpa?
-¿Desde cuándo lo sabéis?-espeté, abriendo la palma de la mano y mirando cómo las gotas de sangre corrían por ella, precipitándose hasta el suelo. Ted corrió a lamerme la herida, yo lo aparté, dejando el pelaje en el que lo había tocado rojo, del color de mi sangre. Su sangre.
-Desde el día en que fuimos a verla.
-¿Estáis seguros?
Harry se sacó un papel del bolsillo de los vaqueros, lo alisó, y me lo tendió. Tenía toda la pinta de ser un papel de periódico. No entendía nada, sólo su nombre.
Lo tiré al suelo, entendiendo qué era antes de que Niall me aclarara:
-Es su esquela.
Negué con la cabeza, impotente.
-Necesito estar solo-les dije. Lo entendieron a la perfección, se despidieron de mí, y cogieron el coche para volver a Londres. Cada uno iría luego a su ciudad. Y yo me quedaría pensando la manera de pedir perdón por lo que había hecho.
Tendría que mirar hacia delante. No iba a matarme. Yo no tenía huevos para hacer lo que había hecho Eri. Llevaría una existencia patética porque yo no tenía fuerza para acabar con mi vida, no era tan fuerte como lo era ella...
Unos ojos verdes con motas marrones aparecieron en mi mente. Daphne. Sin pensarlo, cogí una chaqueta, me despedí de mis hermanas con un grito, y conduje a Londres a toda velocidad. En la mitad del tiempo que me hubiera llevado un día normal, estaba ya plantado en su casa. La boca me sabía a vómito, porque había tenido que parar en el camino varias veces a devolver, consciente de lo que pasaba, lo que había hecho, pero a ella no pareció importarle.
-¿Qué te pa...?-empezó, pero yo la devoré con furia. Ella me devolvió el beso, confundida, y me echó las manos al cuello. La arrastré hasta su habitación, cerré la puerta y la miré.
-Quiero hacerlo.
-¿Ahora?
-Ahora-repliqué, besándole el cuello. Era el último vínculo que tenía con Eri. La última cosa que me recordaba a ella.
Desnudé a Daphne rápidamente, sin darle tiempo a ella a responder a todo lo que le hacía, confundiéndola. La tumbé en la cama, me tumbé encima de ella, le besé el pecho, ella separó las piernas, y terminé fundiéndome con ella.
Me gustó.
Me gustó, joder.
Me gustó.
Me sentí como si utilizaran un desfibrilador conmigo cuando llevaba varios minutos muerto: veía las luces de la vida extenderse ante mí, devorando la oscuridad de la muerte, pero la muerte siempre volvía.
Terminamos, y Daphne me besó en la boca. A ella también pareció gustarle.
Una vez acabamos de hacerlo, se acurrucó contra mí. Le besé el pelo y ella me acarició los tatuajes. Fui consciente de algo: la quería, la quería mucho, tal vez incluso la amara. Pero, si era así, ¿por qué quería que parase? ¿Por qué no soportaba que fuera ella la que me abrazaba así?
Fácil: era un traidor. Que Eri estuviera muerta no significaba que pudiera irme con otras, que fuera libre.
-Daphne...
Abrió los ojos; se había dormido pegada a mí.
-Tengo que irme.
Los abrió más, confusa. En su cabeza se estaba preguntando si nuestros besos y nuestros te quieros eran reales. Y lo fueron cuando nacieron, lo seguían siendo, pero yo no la quería lo suficientemente fuerte que debías querer a una novia. No se merecía ser el segundo plato de nadie, y mucho menos el mío. Además, tenía que llorar a Eri. Tenía que hacer algo que me hiciera sentir que ella sería inmortal.
 Tragó saliva con dificultad, con el dolor reflejado en el rostro, y me miró.
-No, por favor...
Sonó tan suplicante, tan poco como solía sonar ella, que me partió el corazón... lo poco que quedaba de él.
-Perdóname, por favor.
-No te vayas.
-Tengo que hacerlo.
-Yo te quiero.
-Y yo a ti. Pero no como debería y tú querrías. Lo siento, nena.
Cerró los ojos.
-Encontrarás a otro mejor que yo.
-Ni siquiera hay otro como tú-protestó, con las lágrimas deslizándose en silencio por sus mejillas.
Le acaricié la boca y ella me cogió la mano, deslizándola por la suya mientras me iba. Se echó a llorar, y ella nunca lloraba. Cerré los ojos y la puerta se su habitación.
Adoraba a las mujeres. Las tenía en un pedestal: madre, hija, hermana... tenían vínculos que las hacían sufrir mucho más de lo que nosotros sufríamos.
Entonces, si tanto las adoraba, ¿por qué lo único que hacía era hacerles daño?
Me metí en el coche y me eché a llorar. Busqué en mi cabeza lugares a los que pudiera ir, pero todos me parecían malos. Todos salvo uno. Uno impregnado con la esencia de Eri en cada esquina, porque nadie más había entrado a contaminarlo. Allí podría llorarla a mis anchas.
Arranqué el coche, encendí las luces y zigzagueé entre los coches más rezagados, mientras el reloj del salpicadero marcaba que ya había pasado la medianoche.
Llegué al apartamento de las afueras de Londres atravesando calles sólo iluminadas por la Luna. Aparqué fuera, metí las llaves en le bolsillo, y entré en casa.
Me paré en seco; había una luz encendida. Había oído que habían entrado a robar en una casa de las afueras, pero en el otro extremo de Londres. ¿Era posible que...?
Avancé lo más sigilosamente que pude por la casa, pero apenas había recorrido la mitad del camino, cuando alguien me agarró por detrás y me colocó algo helado y delgado en el cuello. Un cuchillo.
Suspiré, y no pude evitar sonreír. Las cosas no iban a ir tan mal, después de todo. Iba a volver a verla, y estaríamos juntos para siempre.
Sentí que la mano que sostenía el cuchillo vacilaba. Tal vez fuera su primera víctima. Noté el pánico correrme por las venas, envalentonándome. Podría haber tumbado fácilmente a ese hijo de puta, pero lo cierto era que ese hijo de puta terminara lo que acababa de empezar.
-Hazlo-susurré con un hilo de voz. Mi captor cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, escuchándome con atención-. Ya estoy muerto. Llevo muerto desde que se fue ella.
Por fin había comprendido a qué se refería Eri con aquello de que un corazón no podía latir sin su mitad, y un alma no puede volar sin su gemela.
La mano que aguantaba el cuchillo volvió a moverse. Sentí un tirón en el estómago.
Y cerré los ojos.

20 comentarios:

  1. ¡¿CÓMO ERES TAN HIJA DE PUTA DE DEJARLO ASI?! ¿EHH? Me cago en ti Erika.
    Con amor,
    Vir.

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    1. Me gusta torturaros. ¿Qué le vamos a hacer?
      Con amor,
      Eri.

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    2. Puta. puta. PUTA. pUTA. P-U-T-A. .I.

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  2. POR QUE NOS DEJAS ASI, EH? COMO TE ATREVES, ME CAGO EN LA SANGRE
    PD:Creo que ta sabes quien soy :)

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  3. A VER ÉRICA, ¿DISFRUTAS HACIENDONOS SUFRIR? ¿EH? SI, QUIZAS SEA ESO. TU PUTA MADRE EN TOMATE, (no se me olvida la coma esta vez) ERIKA. ADIVINA QUIEN SOY BITCH. ADEMAS, QUE ME HE QUEDADO POR LA PARTE DE TROY Y ME HE IDO A PASEAR AL PERRO PENSANDO QUE YA NO PASARIA TAMPOCO NADA ESPECIAL Y COJO Y LO TERMINO Y ME HACES ESTO. MUE-RE-TE. No, es coña, sigue viviendo exclavizada para escribir everytime.

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    1. JEJEJEJEJEJEJE HOLA HELBIRA, TANTO GUSTO DE QUE ME VISITES WEI.
      Me encanta que te hayas ido en mitad de un capítulo mío y te hayas dejado la mejor parte para el final, así aprendes una cosa: JÓDETE, MIS CAPÍTULOS SON ORO PURO, ASÍ QUE HASTA QUE NO SE ACABAN TÚ NO TE LEVANTAS DE LA SILLA. Como si te cagas en ella porque no te aguantas las ganas de ir al baño. Me la suda.

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  4. OMFG! ERI TE VOY A MATAR! ¡¿PERO COMO NOS DEJAS ASÍ?! Disfrutas haciéndonos sufrir ¿no? Yo creo que es eso... ;)

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    1. Soy Christian Grey en este sentido. *afilando el látigo*

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  5. ERIKA COMO PUEDES SER TAN HIJA DE PUÑETERA PARA DEJARLO AHII EEEH??? TE GUSTA VERNOS SUFRIR!
    pd: todo con cariño

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    1. LO GOZO, LO GOZO.
      PD1. ¿Eres Noe? Tu reticencia a poner tacos me dice que es así. Y el PD también.
      PD2. Hola Noe :D
      PD3. Ahora es cuando no eres Noe y yo quedo mal.
      PD4. Queso de tetilla.

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  6. Ay Érica, Érica, Érica...pensaba que era Lou el que tenía el pene en vuestra relación. Y tranquila, no tengo incontinencia senil, bitch. Además, tampoco tardo tanto en leerme una entrada tuya:]

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    1. Querida Helbira: en la vida he oído hablar de la incontinencia senil. Querrás decir "demencia". Lo cual me recuerda terriblemente a Demetria. Demetrina pa los friends. Pero con Love.
      Sé que me has releído. Lo veo en tus ojos.

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  7. Hola Erika, te he dicho cuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaantooooooooooo te ODIO en este momento!!!!!!!!! Ya estas subiendo un nuevo capítulo, y más que vale que no muera nadie, por tu bien (yo aviso)

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    1. ¿A QUE LOS MATO A TODOS EN EL SIGUIENTE, SÓLO PARA VER QUÉ ME HACES?

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  8. Ni se te ocurra, te lo suplico: porfiiiiiiiiiii

    Gracias :D

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    1. JAJAJAJAJAJAJAJAJA bueno, si te pones así, no os mato

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  9. Eri cuando te conozca pienso matarte por lo que me has hecho llorar con este capitulo :''( Dios lo he sentido como si fuera real...........

    Cuando termine de leer la novela me da a mi que me da un jodido infarto

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  10. Eri cuando te conozca pienso matarte por lo que me has hecho llorar con este capitulo :''( Dios lo he sentido como si fuera real...........

    Cuando termine de leer la novela me da a mi que me da un jodido infarto

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