domingo, 14 de julio de 2013

Un camino de mil millas empieza con un solo paso.

Por un código de honor que ninguno habíamos establecido y que ninguno seguía casi nunca, nos habíamos ordenador por orden de edad para dirigirnos a nuestros mánagers, lo que me hacía entrar en la sala de reuniones del centro neurálgico de Modest! el primero. Les dirigí una tímida sonrisa, pidiendo permiso, y avancé por la habitación lo justo y necesario para que los demás chicos entraran. Harry fue el último, y se encargó de cerrar la puerta de cristal, que haría las veces de barrera antibalas por si surgía una revuelta que quisiera acabar con nuestras vidas.
Vale, no. Si nos pegaban un tiro lo único que conseguirían, además de matarnos, sería romper el cristal y llenar el edificio con el estruendo y los trocitos desperdigados. No obstante, de vez en cuando estaba bien creer que eras el protagonista de una película de James Bond.
Apoyé las manos en el respaldo de una de las sillas estratégicamente colocadas alrededor de la mesa y miré a los demás. Zayn parecía molesto porque no podía fumarse ningún cigarro allí dentro; Liam se había envarado de tal forma que parecía estar en el ejército mientras le pasaban lista, las manos entrelazadas caídas, colgando al final de sus brazos; Niall se mordía las uñas mirando a su alrededor, preocupado porque no nos habían informado de lo que nos iba a pasar allí dentro; Harry fruncía el ceño y se pasaba los dedos por los labios, distraído. Teníamos que comprarle un poco de vaselina para que se le quitara esa costumbre.
Todos se me quedaron mirando a mí, con una sincronización que asustaba, porque era la sincronización que se esperaba de todas las bandas de música encima del escenario o en los vídeos... la sincronización de la que carecíamos en One Direction.
Asentí con la cabeza. Tenía cuatro hermanas de sangre. Y cuatro hermanos de alma. Estaba acostumbrado a las familias numerosas, y ser el portavoz. Me aclaré la garganta y dirigí una mirada a nuestros mánagers; Joe seguía con nosotros; pero la chica de mirada dulce y boca fruncida en un perpetuo gesto de cálculo era nueva. Habían echado al gilipollas de Max después de que yo dejara caer mis bombas venenosas hacía menos de una semana. Era el último regalo que le había hecho a Eri, a pesar de no tenerla físicamente conmigo.
-Nos habíais llamado, ¿no?-pregunté, intentando sonar lo más tranquilo posible, a pesar de que en mi cabeza resonaban dos palabras.
Se acabó, se acabó, se acabó, se acabó.
Y tenían una acústica genial para tener eco.
La chica nos indicó con un gesto de la mano, la palma abierta hacia arriba, que nos sentáramos en la mesa. Miré a los chicos un segundo, indeciso; normalmente prefería estar de pie, las huidas eran más rápidas. Liam cogió una silla, la apartó un poco y se sentó. Nos miró a todos, pidiéndonos en silencio que lo imitáramos. Terminamos haciéndolo, algunos de mala gana, otros agradecidos por tener una oportunidad de esconder cómo les temblaban las piernas.
-Tenemos noticias para vosotros, chicos.
Parpadeé, esperando a que continuara. Sabía de sobra que si no empezaba pronto con su discurso, Joe terminaría cabreándome y haciendo que enloqueciera allí dentro.
-Y son buenas-añadió la chica, cuyo nombre siempre olvidaba. Tendría que apuntármelo en la mano, o incluso pedirle que usara un cartelito como los de las dependientas de las tiendas pijas de Doncaster.
-Estamos negociando con el estudio para que iniciéis vuestro tercer disco.
Harry y yo intercambiamos una mirada de un extremo al otro de la mesa, estupefactos e ilusionados. Liam tragó saliva y frunció el ceño, inclinándose hacia delante y mirándonos a todos alternativamente. Todo aquello parecía haberle puesto sobre alerta. La verdad era que a mí tampoco me gustaba demasiado que nos hubieran llamado precisamente cuando estábamos empezando la segunda gira: necesitaríamos descansar. Se les veía venir. Querrían que grabáramos en nuestras tardes libres, tardes que se suponía que utilizaríamos para descansar y dedicarnos a nuestros asuntos personales.
-¿Cuándo vamos a grabar?-preguntó Zayn, jugando con su botella de agua, enroscando y desenroscando el tapón azul. La chica frunció un poco más los labios. O no estaba de acuerdo con la política de la empresa, que aún desconocíamos, o no quería contárnoslo todavía.
-Eso está por decidir todavía...-dudó Joe, mirando a su compañera. La chica se aclaró la voz.
-Os prepararíamos un pequeño estudio de grabación en el autobús, para que vayáis haciendo maquetas y viendo qué es lo que mejor suena. Luego, en algunas paradas de vuestra gira, podríais ir a un estudio en el que haríais la versión oficial de la canción.
-¿Y cuándo empezamos?-inquirí, alzando una ceja y echándome hacia delante. Se acabó el estar medio tirado en la silla. Estábamos negociando, nuestro tiempo libre estaba en juego... y no me iban a quitar mis tardes de tumbarme en el sofá a tocarme los huevos y jugar a la Play con Liam a la vez. Eso sí que no. Las tardes de Play eran sagradas.
Intercambiaron una mirada. La chica se ajustó las gafas mientras Joe se levantaba y se servía un café. Sentí los ojos de todos los trabajadores de Modest! clavados en nosotros, atravesando la puerta de cristal.
-No hay mucha prisa. Tenemos pensado que lo lancéis en Navidades de este año.
-Como con Take Me Home-murmuró Niall. Ella asintió, haciendo un gesto con la mano en su dirección, el mismo que había hecho para que nos sentáramos. Debía de haberlo patentado por una millonada y necesitaría sacarle partido.
-Y Up All Night aquí-observó Harry. Asentimos con la cabeza.
-Algo por el estilo, chicos. El caso es que, como ya sabéis, This Is Us está empezando a tratarse en post producción. Tenemos pensado lanzar varios tráilers, que se unirán en uno solo en junio.
Fruncimos el ceño.
-Ah. ¿Y?-espeté yo. Ya me estaban cabreando. Zayn me dio una patada para que me relajara debajo de la mesa. Joe sonrió, dando un sorbo de su café y limpiándose con el dorso de la mano las pocas gotas que habían escapado a su boca.
-Queremos preparar una sorpresa para el tráiler final.
-¿Que será...?
Como me hicieran formular otra pregunta les rompería la cara. Me ponía enfermo tanto jueguecito y tanta gilipollez.
-Una canción.
Alcé las cejas y volví a tumbarme. Abrí la botella de agua y di un sorbo mientras Harry preguntaba pausadamente:
-¿Cuál va a ser?
-Se titulará Best Song Ever. Pondremos unos segundos de la canción.
Sonreí.
-¿No es un poco pretencioso el título? Best Song Ever. Ya me imagino los titulares-negué con la cabeza.
-Los creídos de One Direction sacan una canción que es la mejor del mundo-susurró Niall, abriendo la palma de la mano y extendiendo un cartel de aire que sólo él podía leer, tocar, ver.
-Los creídos de One Direction escalan las primeras posiciones con su mejor canción-Liam miró al cielo, siguiendo el ascenso de nuestra canción, la mejor canción de la historia, por las listas más poco exigentes del mundo.
-Los creídos de One Direction...-empezó Harry, pero la chica nos cortó.
-Basta-clamó con voz autoritaria sin levantar demasiado la voz. Era la típica chica a la que yo le cogía perfecto asco en el instituto. Y no me esforcé en demostrar que me gustaba poco más que Max-. La canción se titula Best Song Ever no porque lo sea, sino porque habláis de otra canción, la que vosotros consideráis que es la mejor de la historia.
Liam frunció el ceño.
-¿Tenéis la letra por ahí?
-Bailamos toda la noche con la mejor canción de la historia, nos sabemos la letra, pero ahora no la recordamos-citó Joe de memoria. Aquello sí que era un mánager, no los carcamales que nos acompañaban a las entregas de premios y que se creían que les debíamos todo nuestro éxito a ellos, cuando ellos lo único que hacían era esforzarse por conseguir más y más fans. Yo sólo le debía a mis fans lo que tenía, no a ellos. Ellos me representaban, sí, trabajaban para que yo tuviera un buen trabajo, pero eran demasiado egocéntricos y se negaban a pensar en que trabajaban para alguien, para el mismo grupo de personas que trabajábamos los chicos y yo. Se creían que nos daban de comer, que les daban de comer a los fans, cuando era todo lo contrario. Y eso me reventaba, era lo único que odiaba de mi trabajo: la gente que se cree que está salvando vidas cuando le están echando una mano para que no se hunda y se ahogue.
Liam hizo sobresalir ligeramente su labio inferior en relación al superior mientras arrugaba la nariz. Zayn redujo el ritmo de su juego; Niall lo miraba distraído y Harry contemplaba un punto fijo.
-Suena... bien-susurró Liam.
-No es tan pretencioso como parecía al principio-asentí con la cabeza, mostrándome de acuerdo.
-Ya deberíais estar acostumbrados a todo lo que os hacen, chicos-replicó la chica, alzando una ceja y quitándose las gafas, limpiándoselas con un trozo de tela que sacó cuidadosamente de la funda en la que las guardaba.
-Una cosa es que nos odien por hacer lo que queremos y otra muy distinta es ir nosotros pidiendo el odio por la calle-replicó Harry. Todos asentimos con la cabeza.
-Entonces, ¿aceptáis?
-Deberíamos echarle un vistazo primero, pero... a mí me gusta la idea-Niall se encogió de hombros, metiendo las manos entre sus piernas y mirándonos alternativamente a Harry y luego a los demás, que estábamos a su derecha-. ¿Chicos?
Imité su gesto sin meter las manos entre las piernas mientras Zayn murmuraba que estaba de acuerdo y Liam asentía enérgicamente con la cabeza.
-De acuerdo entonces-Joe se inclinó en la mesa y apuntó algo con un lápiz. Golpeó la parte trasera de éste contra la hoja bajo la atenta mirada de su compañera y volvió a levantar la vista-. Tenemos otra noticia.
-¿La colonia?-preguntó Liam. Él había sido el encargado de recibir los tweets pidiendo que sacáramos una fragancia, al igual que Justin Bieber.
-Ah, sí-se rascó la cabeza, enredando aún más sus rizos negros-. Sí, eso... ¿no lo hemos hablado ya, chicos?
Asentimos con la cabeza.
-Está ya preparándose, haremos un acto de presentación después de que la probéis... y...-revolvió unos papeles. Su compañera le tocó el brazo en un gesto tan tierno como poco profesional. Alcé una ceja, y miré a los chicos preguntándome si habían visto lo que yo. Zayn y Niall me devolvieron la mirada. Sí, a ellos también las parecía que allí había algo más que una simple relación profesional.
-Estamos negociando las posibilidades de un tour para 2014. Lo iniciaríais a principios de año.
Sonreímos.
-¿Por dónde?
-Aún no está claro. Es, por supuesto, para presentar el nuevo disco a los fans. Dado el tremendo éxito del que acabáis de empezar, no dudéis en que nos interesa que sigáis haciendo conciertos por el mundo.
Mi sonrisa se hizo tan ancha que empezaron a dolerme las comisuras de la boca.
No pude evitar levantarme y quedarme en la pared mientras los chicos debatían con Joe y la nueva acerca del nuevo tour, sin mediar palabra. Otros conciertos. Miles de nuevos momentos increíbles.
Cada cosa me alejaría un poquito más de ella. Cada cosa nos separaría más. Tal vez fuera justo lo que necesitara: desconectar, fingir que no había pasado nada, centrarme en el momento y lo que éste me estaba regalando. Lottie iba a terminar teniendo razón, el olvido sería la mejor forma de seguir caminando sin tropezar y caerse.
Los chicos terminaron levantándose también, a la par que Joe y la nueva, y, mientras nos acompañaban a la puerta, nos iban dando instrucciones de ventas.
-¿Cómo lleváis la actuación para Red Nose Day?
-Bien, bien-replicó Liam, que se había convertido sin previo aviso en el portavoz del grupo.
-¿Es verdad que algunos tenéis cosas que hacer ese día? Me refiero a prepararos para hacerle publicidad.
Asentí con la cabeza.
-Harry va a cocinar pasteles, Niall estará callado todo el día...
-...algo imposible de conseguir, pero nosotros haremos como que lo ha hecho de verdad-se cachondeó Zayn, interrumpiéndome, pero yo no le hice caso y seguí hablando.
-... y yo me voy a teñir de rojo.
Se detuvieron a las puertas del ascensor.
-¿Va en serio? Creía que lo decías de broma, Tommo.
Negué con la cabeza, encogiéndome de hombros.
-En realidad... quiero hacerlo. Estaría bien tener un cambio de look. Es lo más productivo. Sin ofender-añadí, mirando a mis compañeros, que asintieron con la cabeza e hicieron gestos con las manos a modo de tranquilo, no ofendes.
-Es un buen plan. Creo que Jessie J tiene pensado hacer algo también con su pelo-comentó la chica, como quien no quería la cosa, ajustándose las gafas y sonriendo por primera vez. Tenía una sonrisa muy bonita, de dientes alineados. Sujetó con fuerza el panel en el que había enganchado los papeles en los que había apuntado todo lo que habíamos dicho.
Seguimos caminando en silencio, hasta llegar a la puerta de cristal que conducía a unos ascensores diferentes, que a su vez te llevaban hasta el garaje.
-Ah, y chicos, una cosa más-dijo la chica, antes de que llegáramos a nuestro coche. Como si temiera que nos perdiéramos, nos siguió hasta él, comprobando que no nos perdíamos ni echábamos a correr por ahí para hablar de lo que habíamos comentado en la reunión y fastidiar la sorpresa. Nos giramos, yo tenía las llaves en la mano. Ni siquiera me había dado tiempo a abrir el coche-. Joe y yo no estamos demasiado de acuerdo con lo que quieren hacer, pero... los de arriba creen que estaría bien que continuarais con vuestra política de llenaros de tatuajes y la condujerais a un siguiente nivel.
-Espera, ¿qué?-inquirió Niall, que era el único que estaba limpio de nosotros. Alcé las cejas, esperando a que continuara.
-Yo no tatúo para vender más discos, ¿eh?-espetó Liam, mientras Zayn aplaudía extendiendo el sarcasmo por el aire.
-¿Vais a decir alguna gilipollez más o podemos irnos ya?-inquirió, después de separar las manos. La chica miró a Joe, pidiéndole ayuda con los ojos.
-No es que crean que los tatuajes sean para vender, chicos, pero reconocen que os dan una visión de chicos duros que a las chicas les gusta más que la que había cuando estabais en el programa.
-A mí me gusta que sepan quién soy. Y los tatuajes me ayudan a mostarlo. No me tatúo para ser un chico malo, me tatúo para ser yo-espeté, cruzándome de brazos. Sabía que ni Joe ni la otra compartían la visión de los jefes supremos, pero estaba demasiado cabreado porque hubieran aceptado mencionarlo como para detenerme a pensar que no estaba siendo justo con ellos.
-El caso es que... esa forma nueva en la que os manifestáis para alguna gente, va a atraer a más. Según ellos. Y si... aparecieran fotos accidentales de vosotros borrachos, o fumando, o algo...
-No voy a empezar a fumar para vender discos, gracias-replicó Harry, intentando abrir la puerta del coche y acercándose a mí para sacar las llaves y meterse dentro después de hacerle quedar mal sin querer.
-Ni yo-se unió Liam, que lo siguió dentro. Zayn nos miró: como fumaba y sabía lo que era, no le hacía demasiada gracia que nosotros nos subiéramos al carro. Casi habíamos discutido cuando se enteró de que había pasado a engrosar la lista de fumadores de la banda, pero terminó dejándolo correr, porque entendió que si nosotros no le decíamos nada, él no podía decirnos nada a nosotros: eran mis pulmones, no los suyos, y yo elegía si quería destrozármelos con el tabaco, que me sabía mal pero me relajaba, o no.
-Yo no les voy a decir que fumen para que vendamos, porque sé que a las chicas les jode que lo hagamos.
-¿Hagamos?-inquirió Joe, mirando a todos los chicos, preguntándose quién era el siguiente. Alcé la mano con timidez.
-He empezado a fumar. Tenéis el cupo completo.
Joe parpadeó.
-¿Estás seguro de lo que haces?
No, pero, ¿qué puedo hacer si no?
-¿Quién lo está?-repliqué, encogiéndome de hombros-. Puede que sea una etapa, puede que no. El tiempo dirá. De todas formas, diles a los jefes supremos que no son nadie para decirme qué mierdas me tengo que meter en el cuerpo, cuándo, cómo, y dónde. Eso no es de su jurisdicción. Nuestra salud no es de su propiedad. Nosotros no somos de su propiedad.
La chica asintió, susurró un leve bien dicho y se giró. Silbé cuando estaba subido al coche con el motor encendido.
-¿Cómo te llamas? Siempre se me olvida su nombre.
Se sonrojó un poco, mientras se ponía un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Diane.
Asentí con la cabeza.
-No lo olvidaré, Diane.
Se giró, alcanzó a Joe y desapareció entre la jungla de columnas mientras yo nos sacaba a la luz cegadora del Londres de principios de marzo.


Una vez terminadas las pruebas de sonido (que habíamos hecho antes sin razón aparente), me despedí de los chicos y les dije que iba a visitar a Daphne. Silbaron para demostrar que estaban de acuerdo y me dijeron que tuviera cuidado con lo que hacía. Si ellos supieran lo que hacía, se tomarían menos molestias en preocuparse por un posible embarazo.
Me subí la cremallera de la chaqueta hasta arriba y tiré con los dientes de ésta para taparme la boca. Hacía mucho frío, más del que esperaba. Con las manos en los bolsillos, y sin atreverme a sacarlas, me pregunté si me acordaría de en qué calle había dejado a Daphne cuando la acompañé hasta casa. Mientras caminaba, tenía tiempo de sobra para torturarme con ideas sucias, como, por ejemplo, lo mucho que se parecía mi relación con ella a la que había tenido con la española, con la diferencia de que no tenía que ir al aeropuerto a recoger a Daphne y podía encargarme de la placentera tarea de acompañarla a casa, algo que me habría encantado hacer con Eri, pero que nunca pude cumplir.
Crucé un paso de cebra y miré a los lados, juraría que aquella era la calle, pero no estaba del todo seguro. Justo cuando estaba a punto de darme la vuelta, meterme en una cabina para llamar a mi chica o algo, vi una cabellera rubia paseando tranquilamente por la acera de enfrente. La chica llevaba en la mano una caja del Starbucks, cerrada como si contuviera un secreto imposible de revelar por el bien de la raza humana. 
Anastasia.
Abrí la boca sin poder creerme que llevara un gorro típico de rusos en color azul claro mientras vestía unas botas hasta la rodilla con tacón grueso, un chaleco blanco peludo con un jersey azul debajo, y una falda negra como la que había querido llevar mi hermana de fiesta un día antes. Se giró para comprobar si venía algún coche; su pelo ondeó con el viento, llenando la calle con sus destellos rubios platino, y cruzó a todo correr, botando con ligereza sobre sus tacones. 
-Anastasia-dije antes de que llegara. Me miró a los ojos, confundida, y luego sonrió con aquella sonrisa de los montes Urales.
-¡Louis! ¿Cómo tú por aquí?
Me sorprendió inclinándose hacia mí y plantándome no uno ni dos, sino tres besos en las mejillas. La miré sin entender.
-¿Qué?
-Que qué haces por aquí-replicó, riéndose suavemente y poniendo una mano para que no le viera la sonrisa. No quería hacerme sentir un imbécil.
-Eh... venía a ver a Daphne. ¿Y tú?
-Yo vivo con Daphne, Louis-esta vez se carcajeó sin pudor alguno. Puse los ojos en blanco en lugar de sonrojarme. Claro, Daphne me lo había dicho. 
-Vale, entonces, ¿puedo ir contigo? No me acuerdo muy bien de dónde vive.
-Claro-replicó, asintiendo con la cabeza. Hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera, y juntos recorrimos la calle hasta el otro extremo. Le cogí la caja mientras sacaba las llaves de un bolsillo de su chaleco, sonrió mientras las insertaba en la herradura y su sonrisa se hizo más amplia cuando me negué a devolverle la caja y le sujeté la puerta para que pasara.
-Y luego dicen que no quedan caballeros-se carcajeó. Sonreí.
-Es que sé esconderme bien.
Se rió un poco más fuerte. Me gustaba mucho su risa. Entramos en el ascensor mientras me enumeraba todo lo que había comprado porque, al parecer, el apetito de Daphne era excepcional por las mañanas. Anastasia se aprovechaba de la situación para no tener que hacer las tareas; compraba su amor con dulces. Y a Daphne no parecía importarle demasiado.
Repetí la caballerosa actuación de abrirle la puerta y ella volvió a sonreírme mientras metía las llaves en la cerradura. Le dio un puntapié y entró, al sujetó para que yo hiciera lo propio.
-¿Dónde dejo esto?
-Por aquí-dijo, haciendo un gesto con la mano para que la siguiera. Me hizo entrar a una cocina pequeña que tenían a la izquierda de la entrada. Todo el mobiliario era de acero; una nevera gris metalizada observó mi entrada y cómo dejaba la caja en la mesa del mismo color. Anastasia se quitó el gorro y el chaleco, lo dejó sobre un taburete y me sonrió. Se estiró, realzando su pecho y dándome la impresión de que era aún más pequeña de lo que parecía (el uso frecuente de los tacones a los que seguramente debía estar acostumbrada, en vez de dar la impresión de que era muy alta, la hacía parecer aún más pequeña e inocente), y me miró con sus ojos glaciales.
-¿La habías avisado de que venías?-preguntó. Negué con la cabeza.
-¿Está dormida?-pregunté. Se encogió de hombros.
-Seguramente, pero podemos despertarla. Además, si no se levanta pronto, llegará tarde a su clase-miró el reloj de la pared.
-¿La despiertas tú?-le pedí. Sería un poco raro entrar en su habitación y decirle que había ido a verla para suplicarle que fuera a verme a uno de los conciertos, no importaba cuál. 
Anastasia asintió con la cabeza.
-Claro-susurró en tono que no dejaba lugar a dudas de que había dado por sentado eso. Y, cuando yo pensé que se iba a bajar de su taburete e iba a acudir a la habitación de su amiga, echó la cabeza hacia atrás, cogió aire y bramó-: ¡¡¡¡¡¡DAPHNEEEEEEEEEEEEEE!!!!! ¡LEVÁNTATE, VACA VAGA!
Miré a Anastasia con ojos como platos, más por su capacidad pulmonar que por el insulto sin provocación previa a mi chica.
-¡VOY!-gritó Daphne en algún lugar de la casa. Se abrió una puerta, se oyeron unos pasos que se acercaban, se abrió otra puerta y luego se cerró. Anastasia sonrió, abriendo la caja del Starbucks y sacando todo lo que había comprado, colocándolo cuidadosamente en una bandeja. Me preguntó en silencio si quería algo. Saqué mi móvil y le escribí café con leche. Se inclinó a mira lo que había escrito, levantó el pulgar y sacó una taza de las alacenas. Era blanca con algo escrito por un lateral.
Good morning, sunshine.
La madre de Zayn lo llamaba sunshine.
Pestañeé mientras Anastasia sacaba la cafetera y llenaba la taza delante de mí. 
-¿Leche fría o caliente?-preguntó en voz muy baja, de forma que Daphne no nos pudiera oír. No importaba, había abierto un grifo.
-Caliente.
Echó un poco de leche y lo metió en el microondas. La calentó rápido, me la tendió, y me colocó la bandeja con los dulces enfrente. Sonreí y le di un sorbo al café.
La puerta se abrió y unos pasos se acercaron.
-Anastasia, joder, ayer me dormí a las 2 y cuarto-gruñó Daphne. Sonreí, mirándola: tenía el pelo hecho un desastre, vestía una camiseta raída por los laterales, seguramente más vieja que ella, y le costaba mucho mirar a su alrededor-. Voy a matarte.
Fue entonces cuando se fijó en mí. Clavó sus ojos verde bosque en los míos, los abrió de par en par y se llevó en silencio una mano al pelo, enmarañado en una imposible red rojiza.
-Lou...is-silabeó, sin poder creerse que estuviera allí. Levanté la taza en su dirección.
-Buenos dí...
Salió disparada de la cocina. Anastasia se echó a reír, doblándose sobre sí misma y limpiándose unas lágrimas que amenazaban con destrozar su maquillaje. 
-¿HAS VISTO SU CARA?-bramó entre carcajada y carcajada. Una puerta se abrió.
-¡ERES UNA HIJA DE PUTA!
-¡TU CARA HA SIDO ÉPICA, NENA!-replicó.
-¡ME CAGO EN TU PUTA MADRE! ¡HAZ LAS MALETAS, MAÑANA TE QUIERO FUERA DE MI CASA!
Pero Anastasia hizo caso omiso de esas advertencias, se dedicó simplemente a partirse el culo mientras esperábamos a que Daphne volviera.
Diez minutos después, Daphne volvió, se me quedó mirando mientras se mordía el labio y se mesaba el pelo, capturando algunos rizos entre sus dedos y enredándolos una y otra y otra vez.
-No hacía falta que te arreglaras por mí, mujer-repliqué. Se sonrojó ligeramente.
-No lo he hecho.
Se puso todavía más roja cuando yo alcé las cejas y susurré un sí, claro.
-Tía, no te pongas así, ¿vale? Por Louis merece la pena que te arregles.
Su cara alcanzó el mismo color que su pelo. Me levanté, riéndome, y le planté un beso en la mejilla.
-Estabas guapa.
No era mentira, aunque no estaba tan guapa como Eri recién levantada, la verdad es que el pelo revuelto le quedaba bien. Me había hecho soñar, fantasear con que algún día sería capaz de apreciar aquellos pequeños detalles de ella. Que tal vez podría verla así nada más despertarme sin compararla ni sentir un vacío en mi corazón.
Daphne me miró un segundo a los ojos, se puso un poco de puntillas y me devolvió el beso en los labios. Me dejé hacer mientras Anastasia apartaba la mirada.
-¿No tienes que ir a dar clase?-espetó Anastasia después de que nos separáramos y Daphne me mirara con unos ojos chispeantes que podrían enamorar a cualquiera... a cualquiera que no estuviera cogido ya.
La pelirroja se volvió a la rubia, miró el reloj, asintió con la  cabeza, se disculpó y echó a  correr a su habitación. Minutos después atravesaba la puerta vestida completamente de negro, con una mochila colgada precipitadamente de su hombro, y nos gritaba que nos veríamos después. 
Anastasia se cruzó de brazos y me miró.
-¿Quieres ir a verla trabajar?
-¿Va en serio?-espeté, esbozando una pícara sonrisa. Anastasia la imitó.
-Pues claro. Espera; cogeré mis llaves y nos largamos.
Apenas se había hecho con su llavero, ya estábamos saliendo por la puerta. Daphne se había llevado el coche en su precipitada huida, de manera que fuimos caminando, hablando el uno con el otro, preguntándonos cosas.
-¿Cómo la conociste?-pregunté, mientras nos parábamos en un paso de cebra cuyo semáforo que lo custodiaba había decidido ponerse rojo. Anastasia frunció el ceño.
-Por Max. Él me dijo que había una chica buscando una compañera de piso, eran amigos, y como sabía que yo iba a venir pronto a Inglaterra, habló con ella. A Daphne al principio no le hizo gracia que fuera rusa, decía que con una semi extranjera en casa ya bastaba, pero Max consiguió convencerla.
Asentí con la cabeza.
-¿Llevas mucho tiempo con Max?
Se encogió de hombros.
-Un par de meses. No vamos muy en serio, pero a mí no me importa mucho. ¿Daphne y tú?
-Semanas.
Volvió a encogerse de hombros y echó a andar.
-Bueno, por algo se empieza. Rusell Crowe dice que un camino de mil millas comienza con un sólo paso.
La miré.
-Qué profundo.
Se rió.
-Bueno, podrías tatuártelo, ¿no te parece?
Me eché a reír, divertido. Las cosas malas se iban lejos cuando Anastasia abría la boca. Tal vez la oratoria fuera un talento natural de los rusos; al estar tanto tiempo metidos en casa debido al frío, seguramente inventarían y se contarían unos a otros grandes historias, adornadas hasta lo imposible con palabras que otras personas no podían ni imaginar. 
Sabía reconocer el talento cuando lo veía, y Anastasia tenía un talento especial para hacerse escuchar. Su voz no era desagradable, pero tampoco era de estas voces que hacen callar a los pájaros para disfrutar de ellas. Era la forma en que hablaba, los tintes que alcanzaba su voz gracias a su emoción. Era el típico talento vocal que podría hacer que la gente a su alrededor se callara a escuchar, sólo por el placer de involucrarse emocionalmente en el discurso de la chica, aunque las ideas que propugnara no fueran de su propio agrado.
-¿Tú tienes tatuajes?
Negó con la cabeza.
-No. Creo que duelen muchísimo. 
-Duelen bastante, sí-admití, frotándome el brazo negro sin darme cuenta-. Pero muchas veces lo valen. Y otras veces es ese dolor el que te ayuda a superar las cosas.
Se quedó callada, pensativa. Caminaba mirando al suelo, el pelo ondeaba a su alrededor, como un halo dorado.
-Se llama Eri, ¿verdad?
Me paré en seco en la calle y miré a Anastasia. Se detuvo a un par de pasos de mí, se giró, y vi todo el dolor que había en sus ojos.
-Sí. Se llama Eri.
-¿Qué pasó?-inquirió. Los glaciales de su cara parecían querer derretirse y ella luchaba por mantenerlos helados.
-Le mentí. Discutimos. Me dejó.
Parpadeó varias veces con unas pestañas negras como el carbón y largas como crines de caballo.
-Lo siento.
-Es igual-me encogí de hombros, echando a andar-. Daphne es como... mi medicina.
-¿Y es bastante?
Esa vez fui yo el que se quedó callado un momento, meditando qué decir.  No. Evidentemente no lo era. Pero no podía decírselo a Anastasia,porque ella se lo diría a Daphne, y eso la destrozaría. Y no querría verme más. No podía arriesgarme a que la chica me dejara ahora que parecía que estaba dejando de costarme el hecho de respirar.
-No-terminé por decir. Le había mentido a Eri, y la había perdido para siempre. La mentira estaba mal. Alejaba a las personas. La verdad dolía en un principio, luego ya dejaba de importar. La mentira dejaba de importar en un principio, luego dolía para siempre. Creaba heridas enormes imposibles de curar, cráteres de meteoritos que se quedarían intactos, tal y como lo hacían en la luna.
Anastasia asintió con semblante serio.
-Espero que algún día puedas ver lo que vale.
Yo también, repliqué para mis adentros.
-Si hubieras conocido a Eri entenderías por qué me ha dejado así.
Se encogió de hombros.
-No la conozco personalmente, está claro, pero sí que he visto vídeos de ella. Parecía buena chica, pero creo que todo el mundo la ha idealizado demasiado. Es decir; por todos sitios decís que es perfecta cuando nadie lo es. Seguro que tenía defectos.
Los tenía.
-La hacían perfecta.
Jodidamente perfecta.
Ella se mordió el labio.
-Nadie lo es.
-¿Ni siquiera tú?
-Ni siquiera yo. A pesar de que yo formé parte del ballet ruso. A pesar de que soy una de las voces más prometedoras de este país. A pesar de que podría desfilar como ángel de Victoria's Secret. A pesar de que...
-... eres muy modesta-terminé la frase por ella. Se echó a reír.
-Supongo-replicó con un encogimiento de hombros, el último de ese día. Se detuvo a la puerta de un edificio y empujó la puerta, que ya estaba abierta. Entramos y caminamos por unos pasillos de mármol, a través de los cuales rebotaba música de todos los tipos a la vez. Entramos en un aula del segundo piso, la 23.
Una chica bailaba una pieza de ballet con una dulzura digna de un cisne. Daphne caminaba a su lado, apartándose en el último momento para estar lo más cerca posible de la bailarina, comprobando sus movimientos. La bailarina dio un pequeño salto cruzando las piernas, aterrizó con los pies en el suelo y giró una vez. Sus ojos negros como el carbón, igual que su pelo recogido en un moño, encontraron los míos un segundo.
Se cayó de culo.
-Daphne...-empezó, dándose la vuelta rápidamente para mirarme. Sentí los ojos de todas las alumnas de mi chica posarse en mí al unísono, llamadas por algo que yo no había llegado a oír. Daphne se giró en redondo, el pelo recogido en una coleta de fuego, sin ningún mechón rebelde libre, a excepción de su flequillo. No pudo contener una sonrisa fugaz, seguramente pensando que yo le pertenecía, y se giró en redondo.
-Ignórale, Beth. Levántate y sigue desde el giro.
La chica asintió. Daphne le tendió la mano y la ayudó a colocarse en la posición correcta. Le hizo un gesto con la cabeza a una chica vestida igual que la bailarina sentada frente a un ordenador, y esta dio un poco atrás en la pieza. Con un gesto de la cabeza, Daphne le indicó a Anastasia que nos sentáramos en las sillas que había al fondo del aula. En silencio.
Cuando quisimos darnos cuenta, todas las alumnas de Daphne estaban rodeándonos y contemplándome con ojos como platos. Daphne debía de ser una profesora severa, porque no se atrevieron a abrir la boca mientras su compañera terminaba su actuación.
Beth terminó, se inclinó para dar las gracias a su profesora, y se unió a la velocidad de la luz con las demás. Daphne llamó a otra chica.
Una vez.
Dos.
Tres.
Y nadie se levantó, todos los ojos seguían fijos en mí.
Levanté la mirada para encontrarme con Daphne, que fruncía el ceño.
-¿HOLA?-bramó de repente. Las bailarinas dieron un brinco, vestidas todas igual, con los mismos moños. Decenas de cabezas prácticamente idénticas girándose a la vez hacia un mismo sitio-. ¿HABÉIS VENIDO A TRABAJAR O A ADMIRARLO A ÉL? PORQUE SI NO OS VAIS A CENTRAR, LO ECHO FUERA Y QUE ESPERE A QUE YO SALGA-ladró. Algunas se echaron a temblar, otras bajaron la vista. Anastasia simplemente se escondió para poder reírse a carcajada limpia detrás de mi espalda. Yo observaba a Daphne, preguntándome si tendría algún hermano pequeño al que tratar así. Esa manera de hacer mover a una masa sólo se adquiría si eras un hermano mayor-. KATE, TE HE LLAMADO TRES VECES. NO TE HA DADO LA GANA DE MOVER EL CULO. YA VERÁS LO QUE PASARÁ LA SEMANA QUE VIENE CON EL EXAMEN DE LA ROYAL, Y LUEGO VENDRÁS LLORÁNDOME PORQUE TE HAN SUSPENDIDO.
Kate se levantó rápidamente y, esquivando al resto de chicas, que me lanzaban miradas fugaces, se acercó al centro de la sala. Daphne se levantó y echó a andar en su dirección, con los andares de una modelo, cruzando los pies según iba caminando, tal y como si tuviera que moverse por un pasillo de 10 centímetros de grosor.
-¿Qué vas a hacer ahora?-ronroneó con una voz que me puso los pelos de punta. Era la típica voz de un psicópata.
Despertó algo oscuro en mí. Algo ardiente.
La recorrí con la mirada, fijándome más en cómo se ajustaba el mono negro de tela que llevaba a sus curvas, como una segunda piel. Iba descalza, y, por primera vez, no se había maquillado en exceso. Seguía teniendo la mirada de una gata, pero ahora, vestida totalmente de negro, me di cuenta de que no era un gato, sino una pantera. Aquellas piernas kilométricas insinuaban el sigilo de una pantera.
-Bailar.
-¿Qué vas a bailar?
-El lago de los cisnes, Daphne.
-Dios te libre de que te pidan otra cosa en el examen, porque entonces, ESTARÉIS TODAS JODIDAS-gritó de repente, acercándose a la marabunta que me rodeaba. Yo la contemplaba impasible, intentando no fantasear demasiado con aquellas piernas, pero...
...se giró para ir a por la chica del centro, que temblaba de pies a cabeza, y me dejó ver cómo dos gruesos tirantes dividían su espalda en dos triángulos. No me había fijado en lo sensual de su traje hasta que lo vi.
Podría bailar perfectamente en un escenario con aquello y hacer que el público la jaleara.
Me recordó en cierta manera a Lara Croft. Y me gustó.
Volvió a girarse, pues ya había llegado a una pared, y miró a todas sus chicas, una por una. Algunas tragaron saliva, otras se mordían las uñas.
-Bien, chicas-puso los brazos en jarras y volvió a pasearse como la ama y señora del lugar. Los únicos que no estábamos cagados de miedo éramos Anastasia y yo. El resto exhalaban tensión y pánico a partes iguales-. Vamos a hacer una cosa. Kate va a bailar para todos nosotros-el mono se detenía un poco más arriba de su pecho, pero no lo bastante como para no dejarte ver algo de su anatomía. Me deslicé un poco por el asiento y dejé caer casualmente mis manos entre las piernas. Sólo por si acaso.
Las mangas que le llegaban hasta el codo no bastaban para apagar el incendio que alguien había empezado dentro de mí.
Louis, no.
¿Cuánto tiempo llevaba sin sexo?
Louis. No.
Apartar esos pensamientos de mi cabeza era muy difícil, y más con Daphne moviéndose y vestida de aquella manera. Por fin entendía qué tenían de eróticos los uniformes de trabajo. Y que fuera hijo de una enfermera podría explicar que los trajes de enfermera no me pusieran nada.
La música empezó y sin más preámbulos Kate comenzó a moverse. Daphne se apoyó en una estantería que había cerca de nosotros, y no podía evitar mirarme de vez en cuando. Cada vez que nuestros ojos se encontraban, sentía cómo la chispa de mi interior alcanzaba un poco de hierba seca y formaba un nuevo fuego.
Daphne frunció ligeramente el ceño cuando Kate aterrizó tras un leve salto, e, inclinando ligeramente su pecho, miró al espejo y dio las gracias a un público que la observaba desde detrás.
-Tendremos que pulir ese final-la mala uva inicial parecía haber desaparecido del todo-. ¿Alguien más?
Nadie se movió.
-Vale-suspiró mi chica, frotándose la frente y acercándose a la mitad de la sala. Se sentó y empezó a estirar.
-¿Daphne?
-¿Sí?-replicó ella, sin mirar a la que le había hablado?
-¿Qué hace exactamente Louis Tomlinson en nuestra clase?
-Quiero aprender a bailar-repliqué yo antes de que la griega tuviera tiempo a hacer nada. Daphne se giró, sonrió, y se agarró los dedos de los pies sin doblar las rodillas.
-Para bailar se necesita coordinación, piernas y...
-Tengo coordinación. Y piernas. He llegado aquí sin caerme. Anastasia puede decírtelo-dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia la rusa, que hacía lo posible por esconderse de su amiga para reírse de ella a sus espaldas. Anastasia se separó de mí, asintió sin saber muy bien de qué estábamos hablando, y volvió a esconderse y a reiniciar sus carcajadas.
-... y un cerebro-se burló Daphne. Le saqué la lengua, todas se miraron confusas.
-¿Estáis juntos, Daph?
-¿Estás soltero, Louis?
-Louis, yo también estoy soltera, eh.
-Atrás, Sharon. Yo te hablé de su banda. Yo me lo merezco más.
-¡A cambiarse todo el mundo! ¡Dado que no os da la gana practicar para el examen, practicaremos para los cástings!
-¿Y si alguna no va al cásting?
-Cerráis la boca y bailáis igual. Así adelgazáis. Venga, largo. Fuera-replicó Daphne, sentándose y abriendo las piernas. Las abría mucho.
Mucho.
LOUIS. NO.
Anastasia se me quedó mirando, estaba seguro de que podía ver en mi cara cómo se me secaba la garganta. La madre que la parió. Sonrió. Efectivamente, sabía lo que pasaba dentro de mí.
Una vez las chicas se fueron, de mala gana, Daphne miró la puerta, se levantó y fue a cerrarla. Se giró hacia nosotros y nos miró.
-¿Qué tal las veis?
-Están bien. Como siempre. Sigues siendo dura con ellas, Daph-murmuró Anastasia. Yo las miré.
-¿Por qué les das clase? ¿Y qué habláis de un ensayo?
-Mi madre se apuntó en que me sacara el título oficial más alto de la Royal Academy of Music en cuanto le dijeron en mis clases de ballet que tenía mucho talento-Daphne se encogió de hombros-. Tengo el título, y las ayudo a conseguirlo a ellas también.
-Algunas no hacen el examen, vienen porque quieren ser profesionales sin el título, porque hay trabajos en los que no lo necesitan-explicó Anastasia, recogiéndose el pelo en una coleta.
-Y otras simplemente quieren aprender a bailar bien. ¿Sabías que la gente que baila bien es la que mejor folla, Louis?
-¿Me estás insinuando algo, Daphne?
-Para nada, Louis-replicó ella, acercándose hacia mí e inclinándose para besarme. Tiré de ella y la senté sobre mis rodillas, notando su sonrisa en mi boca mientras nos besábamos con rabia. Nunca nos habíamos besado así. Gruñí por lo bajo y ella gimió.
-Estoy trabajando, Louis.
-Ya-repliqué, sin soltarla.
-Luego hablamos, ¿vale? Pueden entrar en cualquier momento-se separó de mí, se sentó a mi lado y me acarició la pierna.
-Lo estás haciendo a posta, ¿verdad?
-No sé de qué me hablas-replicó, pero en sus ojos vi que sí, y le encantaba lo que estaba provocando en mí.
Como si las chicas supieran lo que estábamos haciendo y quisieran detenernos antes de que la bestia que había en mí se hiciera con el control de mi cuerpo, entraron en fila y se colocaron en una masa deforme en el centro de la sala. Daphne se levantó.
-Americano, de Lady Gaga-anunció acercándose al ordenador y poniendo la música. Las chicas asintieron, esperaron a que la música sonara, y empezaron a moverse. Anastasia no se estuvo quieta mientras las demás bailaban, como si deseara unirse a ellas pero no terminara de decidirse. Seguía con los labios la canción, y me sorprendió ver que no hacía ningún esfuerzo para seguir las frases en español.
-¡Los movimientos más rígidos!-gritó Daphne por encima de la música. Las chicas asintieron con la cabeza y trataron de obedecerla en la medida de lo posible. No entendía qué estaban haciendo mal, a mí me parecía que el baile era genial de por sí y que no necesitaba modificaciones.
-Vale, bien, nenas. Coged las gorras. More, de Usher.
Se fueron a la parte de atrás de la sala, abrieron un armario y sacaron un montón de gorras. En vez de ponérselas, las dejaron en el suelo a sus pies. Esperaron a que Usher dijera el primer more para alzarlas al aire, cogerlas al vuelo y ponérselas. Daphne asintió, se levantó y comenzó a pasear entre ellas, que tenían la vista fija en los espejos, cada una mirando cómo lo estaba haciendo, sin hacer caso de las demás. Daphne negó con la cabeza, cogió una gorra, se coló entre ellas y se puso delante.
-¡Así!-gritó, y empezó a moverse. Entonces, entendí por qué ella era la profesora y por qué tenía títulos, por qué las demás eran sus alumnas. Sabía exactamente cómo seguir la música, prácticamente respiraba al mismo ritmo que ella, por lo que sus movimientos eran mucho más acordes a ella. Era cortante cuando la canción lo era, se volvía fluida con la voz para la que bailaba. Las demás hacían lo posible por seguirla, pero sería como si una bicicleta intentara seguir a un coche. Podría seguir el mismo camino, pero no lo haría con la misma velocidad y gracilidad.
Se quedaron quietas un segundo, Daphne asintió con la cabeza y empezaron a chillar, eufóricas. Me dio la impresión de que Daphne no regalaba sus asentimientos así como así a sus alumnas, por lo que tal vez estuviéramos asistiendo a un momento histórico.
-Annie, te necesitamos aquí. Umbrella, queridas-anunció mi chica. Anastasia se levantó, cogió un paraguas que había colgado de un perchero, y se situó en el centro de las bailarinas, que se encargaron de rodearla lo más perfectamente que pudieron.
-¿Canto yo?
-Haz lo que te dé la gana-replicó Daphne, sentándose al ordenador y tecleando algo. Asintió con la cabeza y pinchó varias veces en un archivo que se resistía a abrirse. La batería principal empezó a sonar, JayZ anunció a la cantante mientras las bailarinas se movían. En cuanto Rihanna empezó a cantar, Anastasia lo hizo también, en voz baja para no cansarse. Daphne se escabulló entre sus alumnas y se colocó a mi lado, de pie, apoyada en la pared y mirándolas con ojo de águila.
-¡RÍGIDO, JODER! ¡RÍGIDO!-gritó. Hasta yo notaba que esta vez las chicas querían ser agua, no truenos. La miré y me eché a reír. Ella me observó un segundo, sin darme importancia, y luego continuó con los ojos fijos en las demás.
-You can run into my own, it's Ok, don't be alone, come into me...
-¡AHORA TENÉIS QUE SER FLUIDAS! ¡VENGA!-bramó otra vez, mientras yo me moría de la risa en el asiento. Las chicas pasaban de ella cuando bailaban, y la ponía de los nervios.
-I'll be all you need and more...ore...
-¡Cabeza!
Las chicas alzaron la cabeza, sacudiendo su pelo, con el because de la cantante americana.
-¡BIEN!-asintió Daphne, aplaudiendo como loca y alzando los pulgares. Algunas se echaron a reír-. ¡Así lo tenéis que hacer siempre!
Las chicas se pusieron a aplaudir cuando acabaron la canción. Daphne se acercó a ellas.
-¿Le regalamos algo a Louis?
Sonrieron con malicia. Abrí los ojos como platos. Anastasia corrió al ordenador.
Supe que iban a poner Kiss You antes de que la primera nota sonara. Me eché a reír sin poder creerme lo que estaban haciendo. Las chicas empezaron a bailar, con Daphne a la cabeza. Sincronizadas como nunca. Aplaudí, divertido, para luego quedarme callado mientras bailaban Va Va Voom, de Nicki Minaj. No pude evitar acordarme de Eri, pero... todo me recordaba a ella.
Y luego, sin previo aviso, la versión que hizo para los Juegos Olímpicos junto con Matt Cardle de 4 minutes empezó a sonar. Miré a Daphne, ella se encogió de hombros, se acercó a mí y se sentó a mi lado.
-¿Quieres que la quite?
Negué con la cabeza; en cada movimiento de las chicas había algo que no lograba identificar, pero me daba la impresión de que Eri estaba entre ellas. Cuando una giraba, estaba seguro de que se convertiría mágicamente en Eri, que me miraría y se echaría a reír, cuando una resoplaba por el rápido ritmo, veía a Eri en el gimnasio aquel día que la llevamos hasta su límite. 
Y, cuando Anastasia se movía mientras cantaba, metiéndose entre sus compañeras, estaba seguro de que terminaría con el pelo marrón, más morena, y más baja, siendo mi española preferida.
Las chicas acabaron la coreografía, me miraron, y les sonreí. 
-Vale, nenas, creo que basta por hoy-dijo Daphne, mirando el reloj y recogiendo las cosas.
-¿Tú no bailas, profesora?-repliqué, burlón. Quería verla moverse, unos pocos movimientos no eran suficientes. Quería verla moverse sola.
Las alumnas bufaron un prolongado ¡uh!, retando en silencio a Daphne, que se echó a reír y asintió. 
-¿Queréis que baile?
Toda la sala, asintió, sonriente.
Daphne asintió con la cabeza; Anastasia se acercó a ella, puso el oído en su boca y sonrió.
Bajaron las luces, dejando sólo una pequeña bombilla en el centro de la sala para que se la viera mejor. El aire se cargó de un halo de misterio. Nos movimos hacia el espejo, nos sentamos con la espalda pegada a él, mientras Daphne se colocaba en el suelo, hecha un ovillo.
La canción que había ganado Eurovisión el año pasado empezó a sonar. Y juro por Dios que Daphne se movió mejor que la chica que la interpretaba.

Puse a Daphne contra la pared de la cocina mientras no paraba de comerle la boca. Me daba igual todo; me daba igual que fuera posible que llegara tarde a los preparativos para el próximo concierto, me daba igual que nos conociéramos de hacía pocas semanas, me daba igual que su compañera de piso estuviera a pocos metros de distancia, con tan sólo una pared de por medio.
Quería follármela. Eso era lo único que no me daba igual.
Gimió cuando la levanté con mis brazos, me pasó las piernas por la cintura y me mordisqueó el cuello. Cerré los ojos, mientras el animal que había en mí se retorcía en sí, disfrutando del momento. Por fin. Llevaba mucho tiempo con hambre, y por fin iban a darle de comer.
-Quiero follarte, Daphne.
-Pues fóllame, Louis-replicó ella, suspirando cuando le llevé la mano a la espalda y me metí debajo del mono, acariciándome la piel, que estaba erizaba debido a la excitación. No lo habíamos hecho nunca, y una cocina era el sitio menos indicado para el primer polvo... pero teníamos tanto calor que necesitábamos secarnos ya.
La subí a la encimera y comencé a bajarle la cremallera que tenía detrás. Suspiró, tiró del cuello de mi camiseta para comerme mejor la boca, y gimió cuando llegué abajo. Con la yema de los dedos, sentí el borde de sus bragas.
Expulsó todo el aire que estaba conteniendo por la boca en una única palabra. Mi nombre. Me enloqueció todavía más. 
Era increíble cómo Eri estaba en un rincón de mi mente, encerrada, gritando a todo volumen sin que yo la oyera. Era simplemente increíble que Daphne consiguiera hacer que se callara, y eso sin haberse desnudado todavía.
Sus manos bajaron hasta mi culo y lo apretaron con fuerza, haciéndome acercarme a ella más. Sonrió cuando me sintió duro contra sí.
-¿Te alegras de verme?
-¿Eres imbécil?-repliqué, mordiéndole el cuello.
-Mm-esa fue su respuesta cuando llegué al lóbulo de su oreja y se lo mordí. Empezó a tirar de mi camiseta hacia arriba; yo no tenía pensado resistirme, pero algo a nuestro lado nos hizo detenernos.
Anastasia estaba inclinada en la nevera, sacando la cubitera y un zumo de color rojo. Como vio que no hacíamos más ruido, nos miró.
-Oh, seguid sin mí, como si no estuviera-nos instó, mientras se hacía con más cosas. 
Al principio lo intentamos, intentamos volver a fundirnos en una maraña de cuerpos imposible de separar. 
Pero lo que era realmente imposible era que siguiéramos a lo nuestro con el escándalo que estaba montando Anastasia.
Se le cayó un vaso de plástico en el que tenía planeado hacer su granizado, y espetó entre dientes:
-Me cago en la puta, mismamente.
Me la quedé mirando. Ese mismamente era demasiado familiar. Daphne suspiró, me acarició el torso y esperó a que Anastasia se fuera.
-Perdón, perdón, perdón-susurró la rusa mientras desaparecía. Su compañera de piso negó con la cabeza. Yo la miré, le acaricié el pelo, y ella hizo una mueca, como diciendo me gusta cuando haces eso.
-Has conseguido convencerme-susurró. Sonreí.
-Te dije que lo haría. De todas formas, escucha el disco, ¿vale?
Asintió con la cabeza. La besé en la boca, el fuego que había ardido entre nosotros se había extinguido por culpa del invierno ruso.
-Gracias.
-De nada-replicó, aunque yo sabía que iba a hacer un gran esfuerzo por estar en el concierto. La música que yo hacía no le gustaba. 
Le besé el cuello y se echó a reír. Tenía cosquillas. Mi móvil vibró en el bolsillo de mi pantalón. Lo saqué; Liam me preguntaba dónde estaba y me ordenaba que me presentara inmediatamente en el lugar del concierto. Le escribí que iba de camino, miré a Daphne y la ayudé a bajarse de la encimera.
-Tengo que irme.
-Te acompaño a la puerta-replicó, subiéndose la cremallera del traje.
-Cuando quieras ir, avísame-dije, saliendo.
-¿Volverás luego?
-Depende de si tengo tiempo, nena. 
-Llámame.
-Sí. Te quiero.
Se me quedó mirando, luego me di cuenta de lo que acababa de decir. Era probable que hubiera metido la pata, porque seguramente ella no sintiera lo mismo, aún era pronto, y...
Esbozó una sonrisa que me hizo ver que no era para nada pronto.
-Es la primera vez que me dices que me quieres.
-¿Y?-espeté yo.
-Yo también te quiero-susurró, con una sonrisa que le dividía la cara en dos. Más grande que el país de su amiga. Sonreí, me acerqué a ella, la besé y me largué corriendo.
Escuché cómo cerraba la puerta despacio mientras bajaba las escaleras a toda velocidad. Me la imaginé todavía con aquella sonrisa en la cara, la espalda pegada a la puerta, deslizándose hasta el suelo y riéndose como si fuera boba.
Sabía que no andaba mal desencaminado.

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