viernes, 19 de julio de 2013

Vine a ganar, sobrevivir, prosperar, alzarme. Volar.

Estiré un poco las piernas y bostecé, alzando la vista hacia el sol que se empeñaba en calentarnos con su perezosa luz, que parecía decir de todo menos este año tendréis un verano caluroso, tal y como decían en todos los partes meteorológicos. Pues vale.
Miré mis cartas, comprobé que no era mi turno y esperé a que Zayn echara otro mínimo montón de monedas de plástico típicas de los casinos a aquella cordillera que intentaba parecerse al Everest mientras los gritos de Noemí y Harry llegaban desde la casa.
-¡Llevas meses haciendo lo que te da la gana! ¡Antes incluso de llegar aquí! ¡No me toques más los cojones, Noemí!-bramaba Harry. Un plato se rompió. Liam levantó la vista, negó con la cabeza y colocó sus cartas en orden. Estaba seguro de que tenía un as; nunca hacía eso cuando no tenía un as.
-¿Qué habrán roto ya?-preguntó Niall, fingiéndose indiferente. Terminé por desabrocharme el último botón de la camisa y lo miré. Él se me quedó mirando un segundo el tatuaje que me cruzaba todo el pecho. Le había gustado, había terminado admirándolo aunque, desde luego, él no se lo haría.  Recordé que había sido Daphne la que, inconscientemente, me había empujado a hacerlo.
Llevaba días muy pesada con irnos a la cama, y yo todavía sentía que no estaba preparado para ello. Simplemente en mi interior se plantaba una sensación de solidaridad con Eri: sentía que la estaba traicionando en todas las escalas posibles, y el sexo era el único pedestal sin mancillar que aún le quedaba. No me apetecía ponérselo tan en bandeja a la griega.
Todavía no.
Nuestra relación era lo que era, cierto que teníamos nuestras pequeñas dificultades (ella lo había pasado muy mal cuando dejé Londres para irme de tour por Inglaterra, y ahora que tenía un par de días libres no le daba la gana verme, decía que así se pondría peor), pero no podía pretender que tuviéramos lo que había tenido con Eri. Mi relación con ella había sido lo que había sido, lo de Daphne era lo que era. Y no había más que hablar.
Para tenerlo claro y que ella lo entendiera, pero sobre todo para recordarme a mí que no tenía nada que hacer si pretendía buscar una conexión mínimamente parecida a la que teníamos la española y yo, me había tatuado esa frase en el pecho. Cada mañana, cuando me levantaba e iba a lavarme los dientes, era lo primero que leía. Y me hacía recordar quién era, qué hacía, qué quería y, sobre todo, a quién.
Zayn se pasó una mano por el pelo, tiró otra moneda más y miró a Liam, que se retiró. Dejó caer las cartas sobre la mesa y negó con la cabeza.
Mi mano era pésima. Como casi siempre. Pero era bueno con los faroles. Como siempre.
Me pasé una mano por la barbilla y esperé a que Niall decidiera qué iba hacer. El irlandés mantuvo su apuesta, pero siguió en el juego. Liam sonrió mientras me miraba.
Noemí se cagó en la madre que parió a Harry entre las cuatro paredes. Posé la vista en el agua de la piscina; de repente, me apetecía mucho bañarme.
-¿Creéis que lo tendrá?-pregunté, alzando las cejas y decidiendo si seguía adelante con mi farol. Si quería ir de duro por la vida, debería subir la apuesta, pero me estaba quedando sin fichas y la necesitaría para otra partida.
Zayn y Liam se miraron un instante.
-Yo creo que no. Está poniéndose muy terca con ir con nosotros por el mundo, y está claro que embarazada no estará para muchos trotes-Zayn se encogió de hombros, esperando a que yo decidiera qué hacer. A regañadientes, lancé una moneda hacia el montón, con tanta fuerza que la saqué de la mesa.
-No me toquéis los cojones. Nos está volviendo locos. A los cinco. Qué paciencia tiene Harry-negué con la cabeza, alcé las cejas y bufé. Niall se encogió de hombros.
-Yo creo que lo tendrá. De mala gana, pero lo tendrá.
-No me la imagino abortando, la verdad-repliqué, pronunciando abortando como si fuera veneno en mi boca a escupir. Comprendía que la gente en ocasiones no pudiera tener un bebé y decidiera matarlo antes de que naciera, pero si el pequeño venía sano, no tenías por qué no darle una oportunidad. No había hecho nada, era una criatura inocente. Si no podían ocuparse de él, para algo estaban las agencias de adopción, que se encargarían de entregárselo a una familia que pudiera cuidarlo, darle el cariño que no conocería en su vida.
Nosotros podríamos cuidar al crío entre todos, aunque no fuera nuestra responsabilidad. Eso, si Noemí lo tenía, y no decidía matarlo.
-Pues yo sí-replicó Zayn, encogiéndose de hombros y sacando la caja de cigarros del bolsillo. Me tendió uno, que yo acepté, encantado de poder destrozarme los pulmones sin que ninguno de los chicos me dijera nada-. Últimamente se está volviendo muy caprichosa.
Se rompieron varios platos en la cocina. Me llevé la mano a los ojos y me los restregué mientras Liam negaba con la cabeza y se levantaba.
-Voy a ver qué les pasa.
-Que se están matando, eso les pasa-contesté yo-. Siéntate ahí. No podemos ser cuatro, y mucho menos tres.
Liam se sentó a regañadientes, con los ojos entrecerrados fijos en las enormes ventanas de la cocina. Suspiré, me giré, y justo vi otro platillo volante dispuesto a abducir al primer ser vivo que encontrara.
-¿QUÉ HACES, SO LOCA? ¿QUIERES MATARME?-ladró Harry. Me levanté de un brinco, tiré las cartas encima de la mesa, sin importar que los demás pudieran interpretar que así abandonaba la partida y fui hasta la cocina. Estaba hecha un desastre: platos rotos por todos lados, alacenas abiertas a modo de escudo, Noemí en una esquina con una pila de cubiertos y demás utensilios, preparada para hacer de ellos balas para la pistola en que se había convertido su brazo, y Harry acurrucado detrás de la mesa, jadeante.
Aparté de mí la sensación de ternura que me inspiraba el vientre de Noemí.
-¿PODÉIS CERRAR LA PUTÍSIMA BOCA? ¡ESTOY INTENTANDO JUGAR LA PÓKER!
Los dos se me quedaron mirando sin atreverse a decir nada. Me di la vuelta girando sobre mis talones y me encaminé hacia la puerta de la terraza. Oí otro plato romperse.
-¡¡¡¡¡¡¡ME CAGO EN MI MADRE!!!!!!!-bramé con toda la fuerza de mis pulmones, sin darme la vuelta-. UN RUIDO MÁS Y VAIS A CONOCERME CABREADO.
Me senté en la mesa y terminé de fumar el cigarro. Luego extendí la mano, retirándome de la partida y declinando jugar más, y cogí el enorme libro de 1500 páginas que había terminado comprando en una gasolinera de la que venía de Doncaster justo después de contarle a mi familia que volvía a estar soltero Me había parecido impresionante que tuvieran un libro así de gordo, pero no contaba con algo muy importante: era Stephen King, y Stephen King vendía.
Así que abrí la tapa del libro, busqué el marca páginas y continué leyendo, dando lentas caladas al cigarro, disfrutándolo al máximo. Niall protestó porque había vuelto a perder. Justo en ese momento, Harry llegó hasta nosotros. Cogió una mesa y se sentó entre Zayn y yo.
-¿Qué lees, Louis?
Cerré el libro para que contemplara la portada, el payaso plasmado en ella, y el enorme IT en mayúsculas debajo de Stephen King a modo de reclamo publicitario. Abrió la boca.
-¿Qué tal está?
-Tiene que estar bien para que Louis se atreva con semejante tocho.
-Tiene buenas referencias-repliqué, encogiéndome de hombros. No tenía por qué leerlo, recordaba que había pactado con Eri hacerlo a cambio de que ella hiciera algo que ya no podía recordar, pero... sentía que le debía eso, a ella y al libro.
Los chicos se me quedaron mirando un segundo. Era evidente que ya no se acordaban de que Eri había leído este libro en septiembre del año pasado, pero era normal porque a) Eri leía muchísimos libros y b) sólo yo podía llegar a tener una lista mental de los libros que leía sin pretenderlo si quiera.
-Eri-dije a modo de explicación. Su nombre seguía quemando en mi garganta cada vez que lo pronunciaba, pero cada vez era un dolor menos lacerante, más... soportable. Los chicos abrieron la boca a modo de respuesta, queriendo decir que todo empezaba a cobrar sentido, y siguieron con su partida.
Zayn se puso a repatir las nuevas cartas mientras Harry me miraba por encima del hombro. Cada vez que exhalaba el aire, se echaba un poco hacia un lado para que no le molestara.
-¿Quieres que lo apague?-le pregunté sin mirarle; el pasaje estaba muy interesante. Un par de niños eran perseguidos por un leproso/hombre lobo con chaqueta de fútbol americano. Impresionante. Ahora entendía por qué Eri se había obsesionado tanto con aquel libro. No era para menos, porque para que me gustara a mí y su tamaño no me desanimara...
-No, da lo mismo.
-¿Qué pasaba con Noemí?-pregunté como quien no quería la cosa, aunque yo era el que más sabía de la situación; no en vano había entrado en la cocina a poner orden. Era increíble cómo podía cambiar el chip en un segundo y pasar del miembro al que menos le importaban las cosas de la banda al que podía detener una bronca monumental en cuestión de segundos.
-Nada, tonterías con el bebé.
-¿Cuánto hace que no folláis?-espetó Zayn de repente. Niall alzó la cabeza para mirarlo, con una mirada desaprobatora en sus dos zafiros. No pude evitar sonreír mientras Liam se fingía indiferente, eligiendo qué carta escoger para ganar la partida. Estaban jugando a otra cosa. Chasqueé la lengua; tal vez me interesara jugar la siguiente partida, dependiendo de cómo se desarrollara.
-¿A ti qué te importa?-gruñó Harry, tratando de darle una colleja, sin éxito.
-Dejemos a Harry, y pasemos a Louis.
Alcé las cejas y miré a Liam, que sonreía con malicia. Qué hijo de puta.
-¿Ya te has tirado a Daphne?-preguntó Niall. De repente todos estaban muy interesados en mí.
Suspiré.
-No-dije, incorporándome un poco y volviendo al libro. Tuve que levantar la vista otra vez; sus miradas me quemaban. No se lo creían. Abrí los brazos e hice una mueca-. Tíos, cuando me folle a Daphne-si es que lo llego a hacer-, seréis los primeros en saberlo. Puede que incluso los únicos-alcé una ceja, pensativo, terminando el cigarro y quitándomelo de la boca. Me pasé una mano por la mandíbula; tenía que afeitarme, la barba ya empezaba a hacer acto de presencia.
-Es que estamos preocupados, Lou-se explicó Harry. Lo miré con el ceño fruncido-. Por si pierdes práctica.
-Llevas mucho tiempo, ¿y si se te olvida y no te acuerdas?-aventuró Niall.
Tuve que aguantarme las ganas de descojonarme. Había estado mucho más tiempo sin hacerlo cuando todavía no conocía a Eri. Había estado dos meses antes de tirármela, a los que se añadían los que habían pasado desde que recaí en lo de Hannah. Podía aguantar ese tiempo, y podía aguantar más. Estaba seguro. Además, tampoco llevaba tanto, ¿no?
-Vete a la mierda, Horan-repliqué, tirándole el paquete de tabaco que Zayn no había guardado aún, y echándome a reír. Los chicos estallaron en sonoras carcajadas.
Eché cuentas, y me quedé helado al comprobar que hacía más de un mes que no sabía nada de Eri. Justo en el momento en que iba a comentárselo a los chicos (qué raro, ¿no creéis? Llevo un mes sin noticias de Eri), escuché pasos detrás de mí. Me giré. Noemí venía caminando con la mayor dignidad posible. Su vientre ya apenas se disimulaba; trataba de ponerse camisetas de Harry con la esperanza de no tener que comprar ropa de premamá, pero las camisetas habían dejado de surtir efecto hace mucho tiempo. Harry se puso rígido.
-¿Qué?
-Necesito hablar con Louis.
-¿Conmigo?-espeté, incrédulo. Asintió.
-Sí, Louis, contigo.
Miré a los demás, que me animaron a ir para averiguar qué pasaba con gestos oculares o faciales. Cerré el libro, me levanté, me abroché la camisa y seguí a la cría dentro. Me guió hasta el salón, por donde Arena correteaba feliz y contento.
-¿Qué pasa?
Encima de la mesa había unos papeles. Me rasqué la nuca, intentando adivinar qué querría Noe de mí. Ella se sentó en el sofá y me indicó que hiciera lo mismo. Me senté a su lado, pero cuidando de dejarle espacio para evitar que se sintiera invadida o incómoda, ella o su bebé.
-No sé si Harry os ha contado por qué nos estábamos peleando, pero...
-Nos hacemos una idea, tranquila-repliqué, cogiéndole las manos para que dejara de frotárselas contra los vaqueros. Estaba poniéndome nervioso.
-El caso es que... he cambiado de opinión respecto al pequeño. Ya no estoy segura de que sea lo mejor... tenerlo-susurró con un hilo de voz, mirando los papeles de encima de la mesa. No pude evitar mirarlos.
-¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
-Cosas-murmuró, tragando saliva con dificultad. Claro. Sabía que iba a llorar. Necesitaba convencer a alguien a quien le fuera indiferente que se echara a llorar en ese tema, por eso me había ido a buscar a mí. Si conseguía convencerme a mí, los demás irían sobre ruedas. Yo era el hueso duro de roer, y Noe estaba probando su dentadura.
-¿No crees que es un poco tarde para... eso?
No iba a pronunciar aquella palabra. No con ella delante. No con un bebé en camino frente a mí. No.
-Seguramente tú también lo harías si supieras lo que yo sé.
-¿Lo sabe Harry?-espeté apresuradamente, antes de filtrar lo que acababa de decirme y darme cuenta de lo que estaba insinuando. Que yo también decidiría matar  uno de mis hijos.
-No puedo contárselo, Louis.
-Pues deberías hacerlo, nena. Él es el padre, no yo. Él debe saberlo.
-Tengo miedo que se lo tome como algo personal.
-Yo me tomaría como algo personal que mi novia embarazada de mí decidiera que la final no quiere tener ese bebé-repliqué, levantándome-. Y te equivocas. Yo no lo mataría.
-Sí. Lo harías si estuvieras en mi misma situación.
-¿Tú crees?
Sólo podía imaginarme teniendo hijos con Eri, algo que iba a ser un poco complicado, dado que me era imposible dejarla embarazada si no tenía ni puñetera idea de dónde estaba. Además, estaba el tema de Daphne. No era mi estilo ir poniendo cuernos por ahí.
La sola idea de matar a un hijo mío me repugnaba, pero que encima ese hijo estuviera en el vientre de Eri, le daba al pensamiento un nuevo nivel de asco. Me estremecí, cerré las manos en puños. No iba a dejar que me convenciera, no iba a ser cómplice de un asesinato. Simplemente no.
Sorbió por la nariz mientras yo empezaba a alejarme, esquivando al puñetero conejo de Alba, que no hacía otra cosa que ponerse siempre en medio.
-¿Ni siquiera si estuviera enfermo?
Me detuve en seco, y me giré a mirarla. Lágrimas del tamaño de ruedas de camión le bajaban por la cara.
-¿Cómo que si estuviera enfermo?
Asintió con la cabeza.
-Tiene síndrome de Down, Louis-musitó, echándose a llorar. Yo me quedé muy quieto, igual que haría si de repente me encontrara en mitad de la selva con un puma acechándome.
-Pero, ¿eso no es genético? Tú y Harry sois...ya sabes... estáis sanos.
-Sí, es genético, pero es por tener más cromosomas de los normales. Uno más-susurró, tendiéndome los papeles. Recordaba vagamente haber estudiado algo así en clase de ciencias, pero... yo me pasaba la clase de ciencias haciendo aviones de papel y tirándolos por la clase cuando el profesor no miraba.
Cogí los papeles y me senté a su lado, le tendí un pañuelo y me puse a leerlos. Había mucho vocabulario del que usan los médicos; vocabulario al que 21 años de conocer a mi madre me habían terminado acostumbrando. Noemí tenía razón; en una pequeña caja de tinta ponía que el pequeño venía con síndrome de Down. El aborto sería posible si se solicitaba en un plazo de hasta una semana.
-¿Cuándo te ha llegado esto?
-Ayer-susurró-, la abrí antes del concierto. No quise decirle nada a Harry para que no se preocupara.
Miré la fecha del matasellos; no era de ayer, era de anteayer. Otra cosa era que nos la hubieran enviado a la ciudad donde estábamos, lo que nos hacía perder más tiempo aún.
-¿Por qué quieres abortar?
-¡Porque está enfermo!-gritó, limpiándose las lágrimas después.
Bufé.
-¿Por eso?
-¿No lo entiendes, Louis? No es sólo que esté enfermo. Le harán sufrir. Si ya la gente se metía con Liam y él era normal, ¿qué le harán a mi bebé? No quiero que sufra. No voy a parirlo para que sufra. Y luego estamos Harry y yo. Seguramente vivamos más que él. Y ningún padre quiere sobrevivir a su hijo.
Me quedé sentado, mirando cómo el conejo bebía agua graciosamente. Tragué saliva.
-Tienes que hablar con Harry.
-No puedo.
-Tienes que hacerlo, Noemí, no es cuestión de poder o no. Tienes que hacerlo, se merece saber esto.
-¿Es tu consejo? Porque te elegí a ti de entre todos porque eres el mejor dando consejos.
Sí, seguro.
Asentí con la cabeza, pasándome una mano por el pelo. Se sentó, se limpió las lágrimas y miró también al pequeño animal, que vivía ajeno a todo. Él jamás tendría las preocupaciones por las que nosotros teníamos que pasar. Por primera vez, sentía que alguien estaba sufriendo a un nivel igual o incluso superior al mío, porque, ¿qué era peor que perder a tu alma gemela, aparte de tener que dar muerte a tu hijo aún no nato?
-Tienes que decírselo a Harry-repetí antes de que desconectara, porque sabía que iba a hacerlo Yo llevaba haciéndolo muy a menudo últimamente. Lo mejor cuando tenías un virus en el ordenador era apagar la conexión a Internet.
Me detuve un segundo a pensar que era de Internet de lo que se alimentaban mis recuerdos. Entonces, ¿eso hacía de la española un virus y de la griega el antivirus? Me estaba liando mucho. Necesitaba salir de allí.
-Noe.
Me miró un segundo. Me senté a su lado y le cogí las manos:
-Escúchame, ¿vale?-asintió con la cabeza despacio. La estaba perdiendo, lo sabía, se le veía en los ojos-. Tienes que hablar con Harry... antes de que pase el plazo. Juntos encontraréis una solución.
-¿A ti no te ofendería si estuvieras en su situación?
Alcé las cejas, incrédulo:
-¿Ofenderme? ¿Por qué?
-Porque... bueno... al fin y al cabo sería tu bebé-se puso roja como un tomate. Negué despacio con la cabeza, aprovechando  de aquella voz que llevaba años ejercitando: la voz de hermano mayor ultra comprensivo, que jamás dejará que hieran a sus hermanas pequeñas.
-Si te he entendido bien, insinúas que Harry podría pensar que es culpa suya. Y no lo es. No es culpa de nadie. Y lo sabes.
Se acarició el vientre despacio. Todo aquello debía de ser muy difícil.
-¿Se enfadará?
-Yo no lo haría-me encogí de hombros. Conocía bastante a Harry, y un enfado suyo no me preocupaba más que que pudiera deprimirse, directamente. Tenía miedo de lo que podría pasar, pero también tenía miedo de que Harry se sorprendiera al ver que el bebé no era exactamente como él esperaba.
-Te diré lo que vamos a hacer-le dije, inclinándome hacia ella para infundirle ánimos. Le gustó ese gesto por mi parte-: os dejaremos solos en casa. Y vosotros decidiréis qué hacer, ¿vale?
Asintió con la cabeza, yo le limpié las lágrimas con los pulgares, la besé en la mejilla y le pedí que no llorara.
-Voy a decírselo a los demás.
-Vale-susurró con la voz rota, la voz de quien está a punto de perderlo todo... la voz de una madre a la que le acaban de decir que su único hijo ha muerto.
Sentí un nudo en el estómago mientras me levantaba del sofá, intentando hacer caso omiso de mi voz interior que me exigía a gritos que me quedara con ella y la protegiera de todo mal que podría haber en el mundo.
Estaba saliendo del salón cuando me llamó.
-¿Louis?
-¿Sí?
-Gracias... por todo-se limpió las lágrimas que se negaban a desaparecer. Sonreí.
-No se merecen, mujer.
-No entiendo cómo Eri ha podido alejarse de ti, Lou, en serio. Si eres... un sol. Con todo el mundo.
Mi sonrisa se hizo más ancha. No estaba solo en medio del océano, en el horizonte se dibujaba el contorno de una pequeña isla donde una persona diminuta agitaba sus brazos, animándome a remar hasta allí.


Terminé despidiéndome de los chicos a los pocos minutos de salir de casa. Cada uno había encontrado una cosa diferente que hacer para entretenerse; Liam quería ir de compras, Niall había decidido dar una vuelta con Victoria, aprovechando que la galesa estaba en la ciudad por unos exámenes en los que yo no tenía ningún interés (necesitaba ser sincero, había sonreído como un imbécil y le había dicho a Niall que me alegraba de que tuviera a su chica allí, pero eso no quería decir que quisiera que me contara toda la historia, simplemente quería estar solo para irme a hablar con Daphne, y punto) y Zayn... había mencionado algo de quedar con Perrie para suplicarle por millonésima vez que se hiciera un tatuaje, algo a lo que la chica se negaba. La verdad es que me parecía típico: Zayn se tatuaba, Perrie se cambiaba el color del pelo. Si ella no se quejaba de la forma que tenía de adornarse él, ¿por qué el intentaba cambiarla? Me había limitado a negar con la cabeza, divertido cuando Zayn confesó lo que se proponía, le había dado una palmada en la espalda y le había deseado buena suerte, porque sabía que iba a necesitarla para no fracasar estrepitosamente. Fracasaría igual, pero lo haría de una manera más suave.
Así que allí estaba, cruzando calles, sorteando coches y personas a partes iguales, dirigiéndome a casa de mi chica mientras montaba un discurso en mi cabeza, esperando que Daphne no me interrumpiera demasiado porque, si lo hacía, lo perdería y discutiríamos (si en algo superaba la griega a mi española, era que la griega Además, estaba el tema de la chica que estaba en el estudio de grabación al que habíamos ido para preparar Best Song Ever. Me daba la impresión de que la había visto en alguna otra parte; aquel pelo corto por la mandíbula me resultaba muy familiar. Se había tapado con gafas de sol nada más salir de la sala del micrófono y rapear como pocas personas lo harían la parte de Nicki Minaj en Fly, de Rihanna. Los chicos habían tenido que llamarme varias veces la atención para que me centrara en los folios subrayados a varios colores; cada color representaba la voz que lo interpretaría. Pero es que lo hacía tan bien... Tenía una voz dulce en la parte de la de Barbados, pero dura cuando llegaba la de la rapera. Me encantaba, me recordaba mucho a lo camaleónica que podía ser Eri, pero aquella chica sólo tenía talento en el ritmo. No cambiaba la voz, siempre era la misma. Nos sonrió, nos deseó suerte y se marchó después de dirigirse un minuto al que se encargaba de mezclar las partes. Mis ojos se habían clavado en el tatuaje de Sept que llevaba en la nuca, justo debajo de la raíz del pelo que, al estar tan corto, se dejaba ver. Un centímetro más lo taparía. Llevaba desde que la vi preguntándome por su significado, y pensando que para mí Sept, 7 en francés, tenía también un significado muy importante.
En resumen; no hice más que comerme la cabeza durante mi paseo.
Una vez llegué al edificio, tuve que mandarle un mensaje a Daphne preguntándome en qué piso vivía. Siempre se me olvidaba; tenía demasiadas cosas en la cabeza en que pensar, demasiadas palabras en un orden específico creando una frase con una ritmo y una entonación, como para dedicarme a memorizar pisos y direcciones. Bastante había hecho ya aprendiendo a llegar solo a su edificio.
Daphne, escribí en WhatsApp mientras lo acompañaba de un mono rascándose la cabeza. Ella me contestó con un simple signo de interrogación. Le mandé un lacasito riéndose.
Dios, ¿qué habrás hecho ya?
No me acuerdo de tu piso.
Un lacasito suspirando antes de la frase: Ana está bajando. Espera a que salga.
Vale. Subo ahora.
Guay, vas a conocer a alguien. Espero que vengas decente.
Yo SIEMPRE vengo decente.
Tú NUNCA eres decente un lacasito guiñando el ojo cerró la frase. Estaba a punto de contestarle cuando la puerta se abrió, y la rusa la cruzó bramando una canción de Bruno Mars.
-CAUSE YOU MAKE ME FEEL LIKE I'M LOCKED OUT OF HEAVEN FOR TOO LONG, FOR TOO...
Alcé las cejas, mirándola.
-Cada día estoy más seguro de que deberíamos llevarte a algún concurso de talentos, Anastasia-dije. Ella sonrió, arrastró la basura un par de metros, la echó en el contenedor y se me quedó mirando, a su lado.
-¿Me enchufarías en tu discográfica?
Me encogí de hombros.
-Puede ser. Aunque la experiencia me ha enseñado que los enchufes no son 100% efectivos-repliqué. Inclinó la cabeza hacia un lado, hizo una mueca y suspiró.
-Tal vez tengas más suerte la próxima vez.
Asentí, sumido en mis pensamientos. Empujé la puerta con la espalda y subí con ella en el ascensor, como había hecho ya más veces. Anastasia se adelantó para abrir la puerta, se asomó un poco y le preguntó algo a Daphne. Daphne le contestó gritando.
-¡Sí! ¡Entrad!
Anastasia abrió la puerta lo suficiente para que nuestros cuerpos entraran y nos metimos dentro.
-Dani, ¡DANI!-gritó Daphne, corriendo inclinada detrás de una criatura que apenas levantaba unos palmos del suelo-.-¡PARA, POR FAVOR! ¡PARA! ¡DEVUÉLVEME EL MÓVIL!
-¡MÓVIL!-bramó el tal Dani, celebrando la palabra como celebraríamos un gol en la final del mundial de fútbol. No pude evitar sonreír.
-Dani-ronroneó Anastasia, agachándose encima de sus tacones y abriendo los brazos-, dame un abrazo.
-¿De quién es este? ¿Tuyo o de Daph?
-De Daph. Pero me quiere más a mí.
-Vete a la mierda, Ana-replicó Daphne, levantándose y yendo a darme un beso en los labios. El crío se quedó alucinado, se acercó a mí y tiró de la pernera de mi pantalón para llamar mi atención.
-Hola-susurró, volviéndose tímido en milésimas de segundo. Le regalé una tierna sonrisa. Era clavado a Daphne. Daphne se inclinó, lo cogió en brazos y le plantó un beso en la mejilla. Se aseguró de que lo tenía bien sujeto y me señaló con la cabeza, haciendo que en la habitación llamearan un segundo destellos rojizos, ya que un haz de luz se colaba por una ventana y apenas hacía de foco en una parte de la pared.
-Dani, este es Louis. Louis, Daniel. Es mi hermano-susurró.
El pequeño me tendió la mano, que yo le estreché encantado, mientras mi mente funcionaba a toda velocidad: ¿qué iba a hacer? No podría convencer a Daphne de que no se cabreara conmigo (porque se iba a cabrear) con el crío allí. Había pensado seducirla como había hecho la última vez, pero, claro, no contaba con tener un público tan joven.
-Encantado-le dije, intentando hacer tiempo. Dani asintió.
-Encantado-repitió. Miró a Daphne-. ¿Me bajas, Daph?
-Claro, tesoro-replicó la chica, besándolo de nuevo en la mejilla y posándolo en el suelo. Anastasia nos miró un segundo, murmuró una excusa entre dientes y desapareció detrás del crío. Lo cogió de la mano, se lo llevó a una habitación y cerró la puerta. Daphne se giró sobre sus talones y me miró. Le puse un mechón de pelo detrás de la oreja y ella me sonrió a modo de agradecimiento.
-Te he echado de menos.
Decidí no andarme con rodeos, soltar la bomba y largarme corriendo con la esperanza de que la bomba expansiva no me alcanzara.
-Pues vas a tener que seguir haciéndolo, nena. No tengo buenas noticias. Aunque me imagino que ya las sabrás.
Asintió con la cabeza, me tomó de la mano y nos dirigimos al sofá.
-Me voy de tour, Daphne-anuncié una vez mi culo estuvo en un lugar seguro. Se mordió el labio, llamando a un oscuro instinto mío que dejó caer en algún rincón perverso de mi mente que a mí también me apetecía morderle el labio.
-¿Y cuándo vuelves?
Eché cuentas.
-En... junio. A principios, creo. Tenemos una semana libre. Y luego nos vamos a América.
-América-replicó ella, pensativa, dejando que la palabra flotara entre nosotros varios minutos.  Tragó saliva con dificultad, yo me incliné a besarla, ella me devolvió el beso, pero no parecía demasiado contenta con la situación. Yo no sabía si lo estaba: sorprendentemente me había vuelto loco al no tenerla, creía que iba a tener tiempo de aclarar mis ideas mientras nos íbamos de gira por Inglaterra, pero, desde que me había separado de ella, en lo único que había pensado había sido en que la echaba terriblemente de menos... porque no hacía más que pensar en Eri. La española era como el sol en un día de verano, y Daphne la amable nube que se interponía entre tú y los rayos ardientes, procurando que nada te quemara.
-Lo que hemos estado juntos ha...-empecé a excusarme, apelando a su  corazón para que no se enfadara, o algo peor. No la había visto llorar nunca, y me temía que eso hiciera que sus lágrimas dolieran aún más que las normales.
-Han sido dos semanas, si con "juntos" te refieres a "físicamente". Si no ya... llevamos casi un mes.
Asentí con la cabeza. Los días en que no  nos habíamos tocado sabían a poco... como siempre que la distancia hacía acto de presencia en una relación.
-Escucha-dije, cogiéndole las manos y obligándola a mirarme a los ojos. Los bosques profundos de escocia que se adivinaban en su verde parduzco me infundieron respeto y admiración-. Han sido las dos mejores semanas de este mes.
No estaba mintiendo.
-No sé por qué, pero eso no suena  a suficiente.
Me quedé callado un momento, ella se inclinó hacia mí, me acarició el cuello y me besó en los labios muy despacio. Me gustaba que me besara así, pero ya no me gustaba tanto lo que estaba intentando. Destruir mis barreras desde dentro. No. No iba a ser la Troya del siglo XXI.
-Quiero hacerlo-susurró, como si no me hubiera dado cuenta antes. Como si fuera imbécil.
-No estoy preparado, nena.
Quería seguir perteneciéndole a Eri en ese nivel el mayor tiempo posible; a pesar de que ella hubiera dejado muy claro que no tenía intención de volver, una mínima parte de mí se aferraba a la esperanza de que apareciera de la nada. Y yo no quería haberla traicionado en todo lo posible cuando eso sucediera.
Hizo una mueca de disgusto.
-Sabes que estas conversaciones suelen ser al revés, ¿no?
-Y tú sabes que las superestrellas solemos salir con gente a la que no le da asco nuestra fama, ¿no?
Aquello no era del todo cierto, pero la mayoría de parejas no famosas de la gente como yo fingían que les daba igual la fama de su pareja. Sabía que había gente a la que no le gustaba en absoluto, pero tenían que aguantarse si querían estar con la persona que querían... o tal vez  fueran puros celos.
-No me da asco tu fama-replicó ella, apartando la vista. Un silencio llenó la habitación. No dije nada; sabía que iba a explicarse.
-Me da asco lo que implica-dijo por fin, clavando la vista en la televisión apagada durante tanto tiempo que llegué a pensar que podría haberme vuelto loco y no darme cuenta de que estaba encendida.
-¿Que es...?-la animé. Me miró a los ojos.
-No verte.
Me quedé callado un momento, estudiándola.
-Te quiero. Daphne.
Sonrió, con aquella sonrisa en la que los dientes mordían el labio inferior que tan tierna me parecía. Le acaricié la pierna, pensando que tal vez las cosas no fueran a ir tan mal, al fin y al cabo. Terminé estrechándola entre mis brazos, pues no me merecía la suerte que tenía.
-Te invitaría a venir, pero como tienes trabajo y eso...-y no vamos a mencionar el hecho de que me extrañaría que quisieras venir de tour conmigo, dado que tuve que ponerte contra la pared y utilizar todas mis armas de destrucción masiva para conseguir que fueras al único que fuiste...
-Ya-replicó. Una pequeña lágrima, valiente como pocas cosas en este mundo, se deslizó por su mejilla.
-¿Por qué lloras, Daphne?-era increíble; podía odiarme a mí mismo más de lo que ya me odiaba-. ¿Porquen o quiero hacerlo o porque me tengo que ir?
-Un poco pro las dos cosas-se limpió las lágrimas en vano; las gotas le dibujaban líneas negras que le daban a su rostro un aspecto de máscara veneciana-. Es por ella, ¿verdad?
No iba a mentirle. No ahora. No a ella. No después de todo lo que había pasado. Si la conocía, si estaba allí, si ella sufría, era porque yo había mentido tiempo atrás. Una mentira me había metido en ese lío. Y de ese lío no saldría con otra, sino con la verdad.
-Sí-asentí tras suspirar. Lo era. Todo era por ella. No quería hacerlo con Daphne porque era lo último que le pertenecía a Eri, más un fantasma en mi pasado que algo que realmente sucedió. Si no hubiera habido sentimientos de por medio, lo haría, pero simplemente no me parecía que estuviera listo para entregarme en el monopolio de mi cuerpo a otra que no fuera la que no estaba-. Sí, es por ella. No puedes pretender que olvide lo que tuvimos con lo largo y fuerte que fue en tan sólo dos semanas de abrazos y besos, Daph.
Se me quedó mirando, había odio y otra cosa que no pude identificar en su mirada, mezclándose a partes iguales. Escondió la cara entre las manos y murmuró, en medio de un sollozo:
-¿Qué me estás haciendo?-cerró los ojos y volvió a limpiarse las lágrimas con la yema de los dedos-. Si fueras cualquier otro, te mandaría a la mierda y te echaría de casa a patadas por esto.
Me callé, porque era exactamente lo que debería hacer. Pero no quería que lo hiciera. La quería. Había aprendido a quererla aun con la sombra de Eri acechando desde el aire. Lo único que tenía que hacer era no levantar la cabeza.
Arrugó la nariz y frunció el ceño, reflexionando un poco.
-Prefiero ser el segundo o tercer plato a no ser nada tuyo.
-Eso me conmovió. Le pasé un brazo por los hombros y la atraje hacia mí. Se acurrucó contra mi pecho.
-Espero que puedas entenderlo.
-Yo también.
-Lo siento.
-Ojalá no tuvieras que decirlo.
-Pero tengo que hacerlo; y lo hago. Lo siento.
-Ojalá bastara-replicó, mirándome a los ojos con sus esmeraldas moteadas. Sin embargo, no se deshizo de mi abrazo.
De momento bastaba, a duras penas, pero bastaba.
Vivir a la sombra de Eri tenía que ser muy duro.

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