domingo, 17 de agosto de 2014

Genio, adiós; eres libre.

Muchas veces pienso en el suicidio, y es siempre cuando estoy triste, pero no es por estar triste, no me malinterpretes. Es porque cuando estoy triste, estoy enfadada también con el mundo por ponerme así. Pienso en él con rabia, porque para mí es un castigo, más que la liberación de la que muchos hablan.  Es un castigo a los demás, que pierden su juguete y ya no pueden jugar. No es un ángel abandonando este mundo, sino un alma que desaparece y limita el juego de los demonios.
Poca gente piensa que el infierno es donde ya estamos, y que muy pocos pueden, en realidad y al contrario de lo que muchos piensan, escapar de él.
Los juguetes maltratados dejan la guardería que les tortura.
Pero yo me quiero demasiado y sé que para mí soy demasiado especial y fuerte como para renunciar a las estrellas a cambio de dejar a los agujeros negros del universo sin planetas, cometas y lunas que absorber.
Es una lástima que no todo el mundo se dé cuenta de que para sí mismo es igual de fuerte e igual de especial.
Queda tanto por hacer, tantas cosas por las que ser fuertes, y tan pocos queriendo serlo.
Esto es por todos los juguetes rotos que se precipitan a la basura sin saber que un niño puede quererlos a pesar de sus magulladuras.
Por todos los genios de la lámpara que nos conceden deseos a los demás... y luego, sin recibir un gesto de gratitud a cambio, se van.

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