martes, 26 de agosto de 2014

Spiderman existe.

Si lo prefieres, puedes leer este capítulo en Wattpad haciendo clic aquí.

Louis podría pasarse la vida durmiendo, si por él dependiera. Sentir las mantas haciendo presión sobre su cuerpo mientras le acariciaban la piel desnuda era una sensación que bien merecía perderse la gloria de las batallas diarias.
Pero, claro, las batallas había que lucharlas.
Las mantas se retiraron de la misma forma en que se retira el agua del mar cuando se aproxima un tsunami, y tras un latido frenético de su corazón, abrió los ojos, asustado y aturdido.
-Arriba, Louis. Tenemos mucho que hacer hoy-dijo una voz que conocía, la voz a la que más amaba... y que odió en ese mismo instante. Suspiró, se frotó la cara y abrió los ojos. Eri lo estaba mirando con los brazos en jarras, apoyando las manos en sus apetecibles caderas, y una ceja arqueada-. No vas a remolonear todo el día.
-Buenos días a ti también, nena-replicó él, retorciéndose y poniendo a trabajar cada músculo de su cuerpo, que protestó por el ejercicio al que se le sometió sin consideración alguna. El rostro de ella se relajó, y, rodeando la cama, se plantó a su lado y le besó la frente.
-Buenos días, mi amor. Hoy te necesito.
-¿No lo haces siempre?-contestó Louis, enganchando algo con que taparse y cubriéndose hasta la cintura. Le dedicó una sonrisa pícara que enamoró un poco más a la española.
-Hoy te necesito mucho.
-Qué romántico lo que me dices, nena-la besó en los labios, y ella se dejó hacer, pero cuando vio que estaba seduciéndola y que sus intenciones no eran del todo nobles, negó con la cabeza y se apartó.
-No, hoy no.
Se alejó de él y se sentó en el tocador de su habitación a deshacerse los nudos que se reproducían entre sus rizos castaños. Louis se dejó caer en la cama, frustrado.
-Me maltratas.
-Mucho, sobre todo de noche-contestó ella, deteniéndose un momento para contemplar el reflejo del inglés. Louis negó con la cabeza, mirando al techo, preguntándose si aquel día se volvería afortunado.
Se incorporó un poco, y dedujo que no, su mujer no estaba para mucha fiesta. Bastante había hecho ya por la noche, saliendo de la cama a buscarlo y dándole el cariño que no sabía que requería hasta que ella se lo entregó, como para que encima le exigiera más cosas. No podía quejarse, lo sabía, sabía que tenía suerte porque tenía todo lo que deseaba cuando lo deseaba, excepto eso... pero, aun así, Louis no podía evitar sentirse un poco despreciado.
Se destapó y se acercó a ella; le recogió el pelo y se lo echó a un lado para poder besarle con tranquilidad el hombro. Sin barreras, nada de melena; solos sus labios y la piel de ella. Eri cerró los ojos.
-Louis...
-Déjame. Por favor.
-Deberías vestirte-accedió ella, echándose a reír. Él se encogió de hombros y tomó el cepillo que ella le tendía.
-No tienes nada que no haya visto ya.
-Rápido, ¿quieres? Tenemos que sacarlo todo para ir mañana a comprar cosas nuevas.
Louis no dijo nada, se limitó a asentir mínimamente, pero fue suficiente para que Eri lo viera. Recogió uno de sus mechones de pelo con los dedos y se dedicó durante cinco minutos a desenredarle cada nudo con un amor infinito, y con la paciencia que había tenido su madre cuando él y sus hermanas más mayores eran pequeños.
-Ya es súper tarde-bufó ella, temblando de nerviosismo. Louis puso los ojos en blanco y se echó a reír.
-Joder, Eri, deberías calmarte. En serio. Te alteras por cualquier tontería.
-No es ninguna tontería.
-¿Te acuerdas de lo mucho que me tocaste los huevos con que no te pedía que te casaras conmigo?-ella guardó silencio, lo que le dio alas. Sí, se acordaba, ¿cómo no acordarse? Se había puesto tan terca con casarse y con que le pidiera matrimonio ipso facto que habían tenido crisis muy gordas, lo suficientes como para pensar en un final... si no fueran, claro, ellos dos-. Estuviste cerca de un año incordiando con ello. Casi vendo el puto anillo. Y luego todo salió bien, haciéndolo a mi manera. Relájate aunque sea un poco.
-No me fío de ti en estos temas.
-Eso demuestra que eres una chica lista... bueno, casi. No deberías fiarte de mí en nada. ¿No ves que te estoy haciendo la pelota?
Ella se giró y se lo quedó mirando con semblante serio.
-Hay días en los que te quitaría los tatuajes a besos, y otros en los que te los quitaría a bofetadas.
-Y hoy es uno de los primeros, ¿verdad?
-Más bien de los segundos.
Se levantó con la gracilidad de una grulla alzando el vuelo, alzó las cejas, y salió de la habitación mientras Louis no hacía otra cosa que sonreír. En ocasiones era superior a él, mucho, demasiado, y él sólo podía quedarse mirando cómo se iba y cómo hacía las cosas de aquella forma tan peculiar que ella tenía, sin sentir otra cosa más que amor.
Pero en otras, simplemente le divertía el proceso con el que le dejaba con la palabra en la boca, y pensaba “guau, de verdad, eso es tan mío...”. Y realmente era así, realmente había cosas que ella hacía que en un principio habían sido solamente suyas, al igual que él hacía cosas que cuando se conocieron eran una marca distintiva de la chica.
Louis suspiró, sonrió para sus adentros y se vistió. Cuando bajó a la cocina, Astrid y Dan ya estaban despiertos, cada uno atacando a unos cereales ahogados en leche y acorralados en sendos boles. Les dio un beso en la frente a cada uno y se volvió hacia Eri, que acababa de sentarse a la mesa con una taza de chocolate caliente y varias galletas en compañía de ésta.
-¿Y mi desayuno?
-Tienes dos manos, igual que yo-bufó ella, poniendo los ojos en blanco. La pequeña Astrid se echó a reír, y Louis le mordió una mejilla.
-¿De qué te ríes, enana?
Eso sólo hizo que la niña se riera aún más fuerte.
-¿Y Eleanor?
Eri se encogió de hombros.
-Seguirá dormida-mordió una galleta, se la tragó y bramó al cielo:-. ¡Eleanor!
Se quedaron callados, pero nadie oyó nada.
-¡¡ELEANOR!!
Esta vez hubo movimiento en el piso de arriba.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡ELEANOR!!!!!!!
-¡QUÉ! ¡NO GRITES! ¡TE OIGO BIEN!
-¡PUES CONTÉSTAME! BAJA.
Entonces, una manada de búfalos enfadados salió en estampida de la habitación de Eleanor y se derramó por las escaleras, para acabar juntándose en la figura de la chica que apareció en la puerta de la cocina.
-¿Qué?
-Desayuna y vístete. Nos vas a ayudar a preparar el cuarto de Diana.
-¿Dónde va a dormir?-espetó Eleanor, mirando a sus padres alternativamente. Louis hizo caso omiso del tono enfadado de la chica; bastante tenía con hacerse el desayuno a través de la cortina de sueño que le nublaba los sentidos.
-En el ático.
-No vamos a tenerlo listo para cuando llegue. Que, por cierto, ¿cuándo llega?
-El lunes o el martes. No sé. ¿Lou?
Louis se giró en redondo y miró a las dos mujeres de la casa.
-Tengo que preguntárselo a Harry.
Eri asintió con la cabeza, tragándose la que ya era la última galleta. Apuró su taza y se encaminó a su hija.
-Si el ático no está listo, no creo que te importe demasiado compartir habitación con ella.
Eleanor puso mala cara, Erika se rió y desapareció por la puerta. Su hija se limitó a hacerle espacio para que pasara y se sentó en la mesa.
-Si te crees que te voy a hacer el desayuno yo, estás muy equivocada-la amenazó Louis mientras la muchacha balanceaba sus piernas. Ella sonrió.
-¿Qué os pasó anoche, papá? ¿Os peleasteis?
-Estuve escribiendo-se limitó a contestar Louis, y fingió que no se daba cuenta de cómo se iluminaban los ojos de Eleanor. A la chica le encantaba cualquier cosa relacionada con el pasado de su padre y los amigos de éste: desde las antiguas canciones, hasta las fotos que se habían hecho con toda clase de famosos, pasando por los discos recogidos en una estantería a los que nadie se atrevía a acercarse... y, sobre todo, los premios. A Eleanor le encantaban los premios de su padre, y hubiera matado a una gran cantidad de gente con tal de poder llevarse uno, solamente uno, a su habitación, y dormir abrazada a él.
La música corría por sus venas de una manera que no corría por las venas de sus hermanos. Le gustaba la fama, la vivía y la disfrutaba al máximo en las pocas ocasiones que se le presentaban. Y que su padre se hubiera pasado la noche escribiendo era una de las ocasiones perfectas para colgarse la etiqueta de Tomlinson a la espalda y pasearse por el mundo como si lo hubiera creado ella.
Pero confiaba en que eso cambiara pronto, y en su familia lo sabían. Confiaba en hacerse un hueco a codazo limpio, a ser reconocida y a triunfar de una forma en que no lo había hecho su padre (de su madre ya ni se hablaba, era un caso aparte que no se tocaba casi nunca), hacer que miles y miles de personas corearan su nombre y que el mundo conociera al detalle cada una de sus facciones, y la adorara e idolatrara como no se idolatraba a muchos. Sí, se entrenaba cada día, sí, ponía mucho empeño, estaba dispuesta a pagar con sangre, sudor, y lágrimas... y sí, las canciones que su padre había plasmado en una libreta de aquella habitación de ensueño eran la oportunidad perfecta para empezar a sangrar, sudar, y llorar.
-¿Se puede leer?-inquirió con una sonrisa de oreja a oreja que ni se molestó en tratar de empequeñecer. Louis negó con la cabeza, pero eso no tuvo ningún efecto en su sonrisa.
-Aún no le he echado un vistazo. Ya sabes cómo va esto, El.
Sí, lo sabía, pero no por ello se resignaba. Sabía que su padre era exigente en aquellas cosas, que le gustaba pulir al detalle cada una de las canciones, pero, ¿qué más daba? Era bueno en aquello, realmente tenía mejor cabeza para componer que voz para cantar lo que escribía. Claro que eso no se lo iba a decir en su vida. Le gustaba tener la cabeza sobre los hombros y ser bonita.
Y mamá la mataría si se atrevía a formular aquellas palabras en voz alta, como si no supiera que eran verdad.
-Déjame verlo cuando lo tengas terminado, ¿quieres?
-Desayuna y sube.
-¿Nosotros podemos hacer algo, papá?-preguntó Dan, que había permanecido en el más absoluto de los silencios hasta entonces. Louis se encogió de hombros y le revolvió el pelo.
-Claro. Seguro que os encontramos algo que podamos hacer.
Apuró su café y se fue sin decir palabra, mientras Eleanor se bajaba de la mesa y se sentaba en una silla, al lado de sus hermanos, para vigilar que no hicieran nada desproporcionado pero conforme a su edad.
Subió las escaleras entre más y más golpes en el techo, y cuando se encontró en el ático, descubrió que Erika se había puesto las pilas a toda velocidad. Estaba colocando las cosas de aquel lugar en dos montones, no sin antes haber hecho un hueco para poder desenvolverse más o menos bien en aquel ambiente.
-Joder, nena, eres rápida.
Eri se giró, se irguió, y los huesos de su espalda crujieron.
-Ooooooooooh. Damn-baló Louis, riéndose. Ella sonrió y se encogió de hombros.
-Lo sé-se limitó a decir, y le señaló un montón de trastos de cuya existencia ya ni Louis se acordaba, y empezó a susurrarle instrucciones mientras sus dedos se movían como varitas mágicas tratando de formular hechizos. Él asintió con la cabeza después de haber escuchado sin mucha atención las instrucciones, y comenzó a cambiar de sitio cosas, dejarlas en uno u otro montón (uno era para conservarlas y otro para tirarlas). Eleanor se unió a ellos en seguida, y fue la encargada de ir montando las cajas de cartón que su madre tenía dobladas y guardadas, como si supiera en el pasado que el futuro le deparaba una tarea así. Se sentó en el rincón con más luz del ático con las piernas cruzadas, celo entre ellas, y comenzó con su tarea de montaje. Louis y ella no pararon de hablar, mientras Eri escuchaba en silencio. No le gustaba charlar mientras estaba haciendo las cosas; sentía que necesitaba concentrarse en ellas, y si habla, no lo haría.
Una vez las cosas estuvieron organizadas en dos montones (Louis no pudo evitar fijarse en que las cosas para guardar eran mil veces más que las que acabarían en algún vertedero tercermundista), empezaron a guardarlas, y Eleanor se ocupó de bajarlas al salón, colocarlas apartadas en alguna esquina y asegurarse de que los pequeños no se acercaban a ellas. Luego se ocuparían de encontrarles un sitio.
Eri colocaba las cosas en las cajas, consiguiendo que no sobrara ni un simple milímetro cúbico de cada una de ellas, y se las acercaba a Louis, que las sellaba y las etiquetaba con un rotulador permanente.
El ático estaba vacío, a excepción de las cajas supervivientes, a la hora de comer, cuando nadie había echado de menos a Tommy, que bien hubiera podido servir de ayuda y hacer que las cosas fueran aún más rápido.
Bajaron al salón como una expedición de montañeros y se dejaron caer en el sofá, con las frentes perladas de sudor y el corazón a mil por hora. Ni siquiera tuvieron fuerzas para acercarse a por el mando y encender la televisión.
Sin embargo, Astrid y Dan estaban preparados para todo: era lo que tenía el no haber cargado con objetos pesados toda la mañana. Se pusieron a corretear alrededor del sofá en el que se había dejado caer su madre, donde luchaba por recuperar el aliento y algo de calma.
-¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a comer?
Los fines de semana eran una cosa muy especial para los niños: dado que no estaban en el colegio por la mañana, cuando se decidía el menú del día, tenían mucho que decir en lo que les apetecía tener de almuerzo. Y aprovechaban este privilegio siempre que podían, ya que las cenas no eran lo mismo. Siempre más ligeras que las comidas, rara vez Eri no comía un sándwich y no extendía el brazo en dirección a la nevera, como diciendo “servíos lo que queráis” a los mayores, después de haber preparado sendos bocadillos para los más pequeños, que se contentaban con comer lo mismo que comía su madre.
A Dan y Astrid poco les importaba el cansancio de su madre: estaban demasiado emocionados ante la perspectiva de elegir el menú como para darse cuenta de que la española no estaba para muchas fiestas.
-¿Qué queréis?-preguntó con los ojos cerrados y una mano colocada trágicamente en su frente. Los niños se detuvieron al instante. Se miraron un segundo y chillaron a la vez dos platos que nada tenían que ver el uno con el otro.
Dan se abalanzó sobre Astrid, que se puso a chillar aún más. Eri trató de separarlos con el pie.
-Vale, vale, vale, ¡vale! ¡VALE!-bramó, pellizcando con el pie derecho el culo de su hijo pequeño, que abusaba de la diferencia de altura con su hermana más pequeña.
-¡Dan!-gritó Louis, y el niño se separó de su hermana-. Ayuda a tu hermana a levantarse-Dan obedeció-. Como te has portado tan mal, comeremos lo que quiera tu hermana.
Astrid se sonrojó y bajó la vista, abrumada por la atención y la consideración que todo el mundo tenía hacia ella. Le cogió la mano a Dan y murmuró que comerían lo que su hermano quisiera. En el fondo, le había gustado mucho más la idea de éste que la suya propia.
Eri sonrió.
-¿No te da vergüenza que Astrid, aun siendo más pequeña, sea más buena que tú?-acusó, y Astrid se puso aún más roja y se acercó a su madre para darle un beso en la mejilla. Dan, sin embargo, comenzó a correr por todo el salón, al grito de:
-¡Sí! ¡Sí, tortilla, tortilla! ¡Sí!
Eleanor y Erika sonrieron ante el uso del español del pequeño. Louis cerró los ojos con más fuerza y se arrebujó aún más en el sofá, como si el hecho de que el niño no estuviera usando su idioma materno le agotara todavía más.
-Eleanor, ¿puedes hacerla tú?-su hija asintió con la cabeza-. Procura no armar mucho estropicio.
-Vamos, chicos. Me ayudaréis con los huevos.
-¡Tortilla! ¡Tortilla!-corearon los pequeños de la casa, siguiendo al trote a su hermana y colgándose de sus vaqueros. Eleanor los cogió de la mano y se alejó de allí, convirtiendo el salón en un oasis de paz.
-¿Dónde está tu hijo, Louis?-preguntó Eri, abriendo los ojos lo justo para ver cómo Louis se giraba y la miraba.
-Con Scott, supongo.
-Tiene que venir. Me dolería hasta el alma, si la tuviera.
-Tienes alma, Eri-se limitó a recordarle él, asintiendo con la cabeza-. Luego lo llamaré.
-Será mejor que vayas a por él. No vendrá si no le traemos a rastras. Sabes que odia trabajar.
-Yo también odiaba muchas cosas, y me jodía, y las hacía.
Erika se echó a reír.
-No me vas a perdonar nunca que te obligara a elegir el menú de la boda, ¿verdad?
-En mi puta vida. Y seguramente cuando me muera tampoco. Estaré inclinado desde alguna nube, mirando cómo Satán te echa chimichurri por encima, y gritaré: “Eso por lo del menú de la boda, te lo mereces, zorra”.
Eri se lo quedó mirando.
-Lo de “zorra” es con cariño.
-No voy a ir al infierno porque el infierno no existe. Supéralo, Louis.
-Hay evidencias científicas de que bajo nuestros pies hay corrientes de piedra líquida que se mueven por las entrañas de nuestro planeta en forma de ríos de lava de miles y miles de grados centígrados.
-Me encanta cuando te pones en plan científico-confesó, y Louis alzó las cejas-, aunque sea con tus gilipolleces bíblicas.
-Dios existe. Lo dice la Biblia.
-Spiderman existe. Lo dicen los cómics de Marvel.
Louis se echó a reír y extendió un brazo.
-Ven aquí.
-Ven tú, no te jode. O mejor, que me lleve tu Dios.
Louis volvió a reírse.
-Te tengo muy bien enseñada, joder.
Ella asintió con la cabeza.
-Aprendo rápido y soy lista. Y soy extremadamente guapa. Deberían clonarme-se apartó el pelo de la cara con un movimiento de la mano que era más un espasmo que cualquier otra cosa. Miró a Louis, y lo descubrió contemplándola como el pirata que encuentra el tesoro de su vida, aquel que lleva buscando décadas y décadas, inclinándose sobre un mapa ajado y teñido del color del café por el paso del tiempo, con pistas inverosímiles y una gran X señalando el lugar que más se parece al paraíso.
-Y modesta. Sobre todo, modesta.
-Te quiero-replicó ella, sin pensar, pero no sin sentir. Era el típico momento en que decir aquello la dejaba sin respiración, porque era cuando más consciente era de hasta qué punto quería a aquel hombre y hasta qué punto cambiaría por él y lo daría todo por él. Incluso lo que no tenía. Incluso lo que no quería admitir que creía tener. Su alma, su vida, sus ideas, su cuerpo... todo. No bastaría con tal de escuchar aquel regalo de los antiguos dioses griegos que recibió de todas formas, a pesar de ser un trato injusto:
-Yo también te quiero, pequeña.
-¿Aunque sepas que yo no he salido de tu costilla?
-Aunque sé que no seamos el resultado de los supervivientes a un gran diluvio que arrasó con toda la vida en la tierra.
-Tienes que aceptar eso, y lo sabes.
Louis se encogió de hombros.
-Sabes que hay un Dios, pero no que la Biblia sea todo verdad.
-Yo también podría creer en el puñetero Buda de poner mis propias condiciones, Lou. Así cualquiera cree en algo.
-Hasta tú crees en algo.
Eri se irguió en el asiento.
-El Karma es una fuerza suprema cuya eficacia está demostrada. A cada hijo de puta le pasan putadas. A cada cerdo le llega su San Martín. Esto es así.
-Yo soy un hijo de puta y no me pasan putadas.
-No eres mala persona.
-Oh, sí que lo soy, créeme, soy un cabrón con suerte-asintió él, y ella sonrió.
-Ya se cobraron tu deuda hace mucho tiempo.
-¿Cuándo?
-A los diez días de nacer.
Se quedaron en silencio un minuto.
-Eres una sabia-meditó Louis. Ella asintió.
-Y podría darte mil razones más que desmoten a tu Dios y prueben a mi Karma, pero no tenemos tiempo ni yo tengo fuerzas ni tú tienes la inteligencia suficiente.
-Vale, no soy un cabrón con tanta suerte-respondió él.
Se quedaron callados, pensando cada uno en sus cosas.
-Después de comer vas a por Tommy, ¿vale?-planeó ella, y él asintió.
Volvieron a sumirse en el silencio.
-Eri.
-¿Mm?
-¿Qué es Diana?
-Una hembra de 16 años de la especie Homo sapiens.
-Quiero decir, ¿es un premio? ¿O es un castigo?
-Sólo sabes qué te ha dado el karma una vez se ha acabado-contestó ella.
Louis la miró de nuevo como si fuera un cofre abierto repleto de oro y piedras preciosas.
-Deberías escribir un libro.
-Keeping up with Louis Tomlinson-ella alzó las cejas repetidas veces, sabiendo que aquello le encantaba a Louis. Efectivamente, él se echó a reír.
-Eres tonta.
Se levantó, se acercó a ella, la besó en la frente, y se dirigió a la cocina, dejándola sola con sus pensamientos.

-¡Podías haberme encendido la puta tele!-gritó. Astrid salió de la cocina, corrió hasta la mesa donde tenían los mandos, y se lo tendió-. Gracias, mi amor-susurró, acariciándole la mejilla y dándole un beso. La niña volvió a desaparecer por la cocina, y ella se quedó tirada en el sofá, contemplando cientos de rostros desfilar ante ella. Después de pensarlo un rato, decidió poner una serie española en versión original. No la conocía, pero... qué bien sonaba el idioma con el que habías crecido, sobre todo después de estar tanto tiempo callado.

2 comentarios:

  1. Nunca había leído ninguna de tus historias, la verdad, pero pones tantas veces el enlace en twitter que me ha dado por leer algo xd. Y la verdad es que no me arrepiento, es más, me encanta. Y ahora tengo curiosidad... No es una fanfic ¿verdad? Son como pequeños relatos que vas inventando y oh, que dios bendiga a tu imaginación y tu forma de escribir *-*
    En resumen: que hablo mucho y que te mereces esas 121494. PD: leo en mensaje y me parezco a mí misma una borde xd bueno, por si a ti también te lo parece que sepas que lo he escrito con toda la buena intención del mundo jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aw Diana, siento el spam, pero no sabes cómo me alegro de hacerlo porque he conseguido justo lo que quería: que alguien que no había visitado nunca mi blog se haya animado a entrar. Me ha hecho muchísima ilusión tu comentario precisamente por eso :3
      En realidad, esta entrada es un capítulo de una novela (no quiero llamarla fanfic porque no se centra en lo mismo que las fanfics se centran para mí), que resulta ser una segunda parte muy holgada de la primera novela que terminé (tenía otra, pero la tengo abandonada, no nos vamos a engañar). Si te apetece leerlas, en el apartado de páginas, en la página "historias", está todo lo que he escrito hasta la fecha de ficción. Las entradas que no son de ficción llevan la etiqueta "quotes", y, sinceramente, son las más sinceras y de las que más me enorgullezco.
      Siéntete libre de pasarte si quieres, y comenta cuanto quieras, que me encanta, como ya te he dicho, que la gente me comente. Ojalá hubiera más como tú que se animasen a escribir algo, por poco que fuera :)
      Un besito ♥
      PD: no suenas borde, tranquila, JAJAJAJA

      Eliminar

Dedica un minutito de tu tiempo a dejarme un comentario; son realmente importantes para mí y me ayudarán a mejorar, al margen de la ilusión que me hace saber que hay personas de verdad que entran en mi blog. ¡Muchas gracias!❤