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Antes de nada, tengo algo importante que decirte. Si me sigues en Twitter, seguramente ya sepas que he empezado la Universidad. Así que, como comprenderás, no tendré mucho tiempo para escribir (estaré demasiado ocupada suicidándome), de modo que he decidido volver a mi plan inicial de publicar una vez al mes, todos los días 11. Si consigo acabar Light Wings antes de que ella acabe conmigo, ya veré cómo hago, aunque seguramente deje Chasing the Stars como semanal una vez ya esté liberada de esa carga extra.
Gracias por comprenderlo ♥
Cuando Louis entró
en la cocina, no se esperaba encontrar a sus hijos más pequeños
rompiendo los huevos y echándolos en un plato, pero efectivamente
eso hacían. Suspiró, contemplando cómo estaban dejando la cocina,
y los apartó a un lado. Podrían hacer otra cosa, como...
No se le ocurría
nada, pero no necesitaba excusas para que Daniel y Astrid se alejaran
de él, ¿no?
Bajó a su hijo
pequeño de la mesa en la que estaba sentado y lo condujo a la puerta
de la cocina, como diciéndole con cariño y en silencio “vete”.
El niño lo captó en seguida, porque no ofreció resistencia, sino
que cedió y se alejó por donde había venido, cruzándose con su
hermana, que había ido a solucionar un problema de su madre.
-¿A dónde vas
tú?-preguntó Louis cuando Astrid esquivó con habilidad sus piernas
y comenzó a escalar hacia su mesa.
-¡A batir los
huevos!-exclamó ella. Louis negó con la cabeza mientras se
remangaba la camisa.
-Ve mejor a ver qué
juguetes quieres que demos a los niños pobres, ¿vale? Yo me ocupo
de esto.
Astrid abrió las
palmas de las manos mientras Eleanor terminaba de picar las patatas.
En aquella casa no se hacía la tortilla como se hacía en las demás.
No era la típica francesa, sino la española, como tenía que ser,
con sus patatas, su cebolla y su todo.
-¡De verdad que no
puedo hacerlo todo yo sola!-estalló la cría, y salió en tromba de
la habitación. Louis luchó con todas sus fuerzas por no echarse a
reír.
-Tu hermana es la
reina del drama.
-Podría haber
entrado en cualquier fandom y haberse coronado rápidamente
con esa actitud-contestó Eleanor, asintiendo con la cabeza.
-Tendrá tiempo.
-Y a quién
parecerse-la muchacha alzó una ceja y apartó la mirada de las
patatas un segundo, lo suficiente como para que el hombre lo pillara
al vuelo pero se hiciera el ofendido.
-¿Va por mí?
-Mamá-echó las
patatas en una sartén y dejó que la conversación muriera allí,
sin más estertor que el susurro de las patatas ardiendo en el
aceite.
Cocinaron en
silencio, compenetrándose en cada acción y agradeciendo los
instantes de reflexión y la mano amiga que el otro le tendía cada
vez que era necesario. Acabaron antes de lo previsto, y se
encaminaron al salón cargados con platos y vasos.
Eri ya estaba mucho
mejor que antes, con las piernas cruzadas, la espalda erguida, la
mano apoyada en la mandíbula y tamborileando con los dedos mientras
contemplaba la televisión, que vomitaba imágenes y sonidos que a
Louis le costaron comprender.
-¿Qué coño están
hablando?-espetó, señalando a dos muchachas con vestidos muy
coloridos y peinados casi imposibles.
-Son andaluzas.
Louis alzó las
cejas.
-¿Van así
siempre?
-Debe de haber
alguna fiesta.
-Vosotros siempre
tenéis fiestas-espetó él, mirándola como si el hecho de que en
España no hubiera un día que no fuera festivo aunque fuera
solamente en un barrio fuera culpa de su mujer. Eri se encogió de
hombros.
-No es culpa
nuestra que nosotros sí sepamos disfrutar de la vida,
inglés-pronunció la última palabra como si fuera más un insulto
que un gentilicio, lo que hizo sonreír a quien estaba dirigida.
Aceptó su plato de buena gana y llamó a los niños mientras los
Eleanor y Louis terminaban de acercar las comidas.
-Quiero CocaCola,
mamá-rogó Daniel, moviéndole la rodilla a su madre.
-No, que os hincha
y luego no me ayudáis-sentenció la española, y el pequeño inglés
puso ojos de cordero degollado, y la española se limitó a alzar una
ceja y negar con la cabeza. Estaba muy acostumbrada a los trucos de
los críos, y no iban a poder con ella.
Comieron mirando la
televisión. En español. Se cambió de programa para que Louis no se
sintiera insultado al no comprender del todo lo que decían las dos
chicas, que discutían porque una tercera le había robado el novio a
una segunda (oh, culebrones, qué típico, pensó Eri para sus
adentros, pero no dijo nada), pero que cambiaran de dialecto no
significó cambiar de idioma precisamente.
Después de un
empacho tanto de tortilla como de la orquesta de tenedores golpeando
y arañando los platos, después de varias botellas de agua que
Eleanor se encargó de ir a buscar, y después de miles y miles de
palabras en un idioma no germánico escupidas por presentadores de
todos los puntos de España pero cuyo origen exacto no se podía
entrever, la familia terminó de comer y se puso manos a la obra otra
vez.
Louis se fue de
casa sin despedirse, porque tenía pensado volver en poco tiempo.
Con lo que no
contaba (o en realidad sí contaba pero no quería admitirlo), era
con que Zayn estaría viendo un partido de fútbol y acabaría
entretenido con él.
Llamó a la puerta
de la casa de los Malik, y, para su sorpresa, fue Zayn quien abrió,
con una barba de longitud impensable. Sus ojos brillaron al
encontrárselo en el umbral de la puerta, alzó las cejas y abrió un
poco aquella boca enmarcada en vello azabache.
-¿Eri te ha echado
de casa?
-¿Qué?-espetó
Louis, frunciendo el ceño-. No. Vengo a por Tommy.
-Ah, claro-replicó
Zayn, estudiando a Louis como si lo viera por primera vez. Louis
abrió los brazos-. No traes nada.
-¿Acaso debería?
Creía que a Sherezade no le gustaba que trajera cosas cuando Tommy
se quedaba a tocaros los huevos.
-Hoy juega el
Manchester.
A Louis se le cayó
el mundo a los pies.
-No me jodas, Zayn,
¿va en serio?
Zayn asintió con
la cabeza y se hizo a un lado.
-Supongo que vienes
por ello. ¿Puedes quedarte?
-Eri no me echará
mucho de menos... espero.
Pero sí que lo
hizo.
Dos cervezas a
cuenta de cada uno y tres boles llenos de comida basura después,
amén de tres goles repartidos injustamente en porterías diferentes,
el teléfono de casa de Zayn y Sherezade comenzó a temblar y a
acompañar sus temblores con chillidos que dejaban poco al descanso
del oído humano.
Ninguno de los
chicos se movió, sino que fue Sherezade la que, molesta por el
ruido, bajó las escaleras a toda velocidad para precipitarse hacia
la vuelta de la tranquilidad. Descolgó el teléfono, se lo colocó
en la oreja, y dejó que su mano libre reposara en su cadera. Asintió
con la cabeza, chasqueó la lengua, se rió y frunció el ceño.
-Descuida, ahora te
los mando. ¿Quieres más ayuda? … ¿Seguro? De acuerdo. Hasta
otra, querida-sonrió Sherezade, haciendo que el sol se retorciera de
envidia a miles de millones de kilómetros de la Tierra, celoso de
que algo que no quemara pudiera ser más luminoso que él.
La mujer se volvió
en redondo, con los brazos en jarras, y chistó. No pasó nada, de
modo que tuvo que ponerse entre su marido, el amigo de éste, y la
tele, para que las cosas surtieran efecto.
Los dos hombres
levantaron la cabeza sin comprender muy bien qué pasaba y la miraron
a la vez.
-¡Eh! ¿Qué...?-iba
a empezar Zayn.
-Erika ha llamado.
Quiere que vayas, Louis. Y que cumplas con tu misión.
Louis suspiró.
-¿No podía
esperar ni quince minutos?
-Le dije que ya
estabas de camino, así que más te vale darte prisa-lo señaló con
un dedo de uña perfectamente pintada, y con un anillo de plata
engarzado en él, a modo de pistola. Louis asintió con la cabeza, se
levantó, y preguntó dónde estaba su hijo. Ya que no iba disfrutar
del final del partido como Dios mandaba, por lo menos cumpliría su
misión tal y como se la habían encomendado.
Sherezade señaló
a la sala de juegos de los Malik, y no se movió cuando se encaminó
hacia allí. Tampoco lo hizo cuando Zayn se levantó y fue a
seguirlo.
-Louis.
-Tengo que
llevármelo, Zayn-replicó el otro, alzando las manos con las palmas
vueltas hacia él. La culpa de la situación no era suya, pero era el
encargado de arreglarla. Zayn le dedicó una sonrisa por la que
muchas chicas habrían muerto tiempo atrás... claro que Louis estaba
curando de espanto, tanto por el tiempo que llevaba con Zayn como con
el que llevaba con su familia. Se limitó a alzar las cejas.
-Sabes que no estás
para muchas fiestas ahora mismo, y créeme si te digo que Tommy no se
va a ir sin luchar.
-Dios, ese cabrón
se parece demasiado a mí-asintió el otro, frotándose la cara y
suspirando. A Zayn le pareció extremadamente cómico cómo pareció
perder de repente veinte años, volver a ser aquel muchacho
veinteañero que lo único que quería era disfrutar de la vida con
las personas que le daban sentido.
-Recoge lo que
hemos ensuciado mientras yo los convenzo para que vengan,
¿quieres?-le dio una palmada en la espalda, y sin añadir nada más,
se encaminó en solitario a la habitación.
Mientras andaba,
Zayn se esforzó en contar las situaciones en las que había tenido
que caminar solo cuando los demás estaban involucrados también en
el tema que se desarrollaba.
Aquella era la
segunda.
La primera vez fue
cuando se dirigió a un altar desde el que esperaría más tarde a
una despampanante Sherezade, que le daría a la palabra “belleza”
un nivel totalmente luego, inalcanzable para el resto de morales.
No se molestó en
llamar a la puerta, simplemente la abrió para encontrarse a unos
Scott y Tommy muertos de risa, que intentaban con todas sus fuerzas
moverse al ritmo de la canción que estaba sonando en los altavoces
de la sala, siguiendo los pasos que les marcaba un monigote de la
televisión.
-Hijo de puta, hijo
de puta, no me empujes, hijo de puta-reía su hijo mientras empujaba
al otro, que no hacía más que protestar, llamándolo “cabrón”
y cosas no tan agradables.
Zayn carraspeó, y
los dos chicos se volvieron hacia él, sorprendidos de que alguien se
atreviera a entrar en su templo en plena misa.
-Erika nos
necesita, y no precisamente para que seamos sus bailarines de
apoyo-Zayn negó con la cabeza.
-Mi madre tiene que
aprender a calmarse. Lleva necesitando a la gente mucho tiempo.
Debería aprender a hacer las cosas por sí misma.
-No hables así de
tu madre, Tommy, gilipollas. La genética de Eri es más fuerte que
la de Louis, y eso claramente es de él. Además, sabes que las cosas
están cambiando y que cuantas más manos podamos reunir, mejor.
Tommy puso los ojos
en blanco, pero asintió con la cabeza. Scott se mordió el labio y
se cruzó de brazos. Zayn se dispuso a irse de la habitación, pero
algo lo retuvo. Jamás hubiera sabido decir qué había sido, ni
aunque le estuvieran apuntando con una pistola a la sien. Tal vez su
instinto, tal vez una ráfaga de aire que transportaba un susurro,
tal vez la visión de algo por el rabillo del ojo...
-¿Estáis
fumados?-espetó, incrédulo. Tommy abrió mucho los ojos, Scott
rápidamente negó con la cabeza, a tal velocidad que Zayn temió que
se le saliera disparada.
-No, papá, ¿cómo
puedes decir eso? Somos tíos sanos, jugamos en el equipo del
instituto...
-Sé cómo huele la
droga-cortó la perorata Zayn, y los dos muchachos se pusieron
colorados, como si quisieran competir contra un tomate-. Créeme, sé
de drogas, aunque no os lo creáis. Fui joven una vez, ¿sabéis?
-¿Cuando los
dinosaurios aún poblaban la Tierra?
-Scott, vete a la
mierda-se agarró al vano de la puerta y los señaló de la misma
manera en que lo había hecho su mujer minutos antes-. Más os vale
no estar enganchados.
-No le dirás nada
a mamá, ¿verdad? Ni a Louis-se apresuró a añadir su hijo, echando
un vistazo a su amigo, que se puso pálido ante la sola mención de
su segundo nombre, el primero de su padre, según se mirase.
Qué suerte
habéis tenido de que le haya mandado limpiar a él, cabrones,
murmuró para sus adentros Zayn, que se encogió de hombros.
-Louis también lo
sabe, ¿os creéis que somos imbéciles? Cuando teníamos vuestra
edad éramos mil veces más famosos que vosotros. Eso aumentaba las
posibilidades de drogarse un millón de veces.
-Papá dice que
nunca se drogó estando con mamá-intervino Tommy, que recuperaba muy
lentamente su tono natural de piel... o más bien su tono de tomate.
-Estando tu madre
en Inglaterra, no.. Pero pregúntale qué hacía entre semana, cuando
íbamos a fiestas y la cosa se desmadraba. Nunca fuimos santos, ni
estuvimos bien definidos. Simplemente intentábamos ser nosotros. Ser
jóvenes y normales. Y eso entra dentro de la normalidad-hizo un
gesto que abarcó la sala de juegos en su pequeña totalidad. Scott
alzó la cabeza y siguió el vuelo de una mosca inexistente.
-Entonces, ¿a qué
viene este discurso?-quiso saber, alzando una ceja. Se parecía mucho
a su madre cuando hacía eso.
-A que por lo menos
podríais ser un poco menos retrasados, y drogaros cuando no estéis
en casa. Esnifar en las tetas de una tía tirada en un sofá de cuero
que lleva siendo cutre desde antes de que lo compraran...
-¿Papá?
-Dios, cómo me
marcó aquello.
-¡Papá!
Zayn sacudió la
cabeza, saliendo de su dulce ensoñación, de aquellos recuerdos de
un pasado tan glorioso como irrepetible. Por desgracia, irrepetible.
Los miró como si los viera por primera vez, y volvió a cabrearse, o
a fingirse cabreado.
-¿Es que no habéis
aprendido nada,joder? Vaya par de imbéciles estamos criando
Louis y yo.
Se fue negando con
la cabeza, dejando a los chicos pensando en que se habían librado de
algo muy grande por un pelo. Y eso gracias a que Zayn tenía prisa, y
estaba de buen humor aquel día. El despertar al lado de una mujer
dispuesta a complacerte tenía sus ventajas. Pero, claro, las cosas
hubieran sido diferentes si el que hubiera abierto la puerta hubiera
sido el padre de Tommy, y no el de Scott. Éste se pondría a
gritarles, a amenazar con arrancarles la cabeza, para luego terminar
serenándose, masajeándose las sienes y sentenciando un “que no se
entere tu madre. Bastante se preocupa ya por ti” que haría que las
preocupaciones y reflexiones nocturnas de Tommy volvieran a su coto
furtivo de caza, desbordándose como las aguas de un río por una
presa cuando ha llovido más de la cuenta.
Ni la llamada de su
hermana parecía haber sido suficiente para ponerles sobre aviso.
Los pequeños que
transmitirían su apellido algún día se reunieron con quienes ya
los habían trasmitido. Louis los miró con el ceño fruncido
-¿Por qué estáis
tan rojos vosotros dos?
Eso sólo sirvió
para que sus caras se encendieran todavía más. Zayn sonrió; se le
daba bien esto de poner roja a la gente. Y lo mejor de todo era que
le hacía sentir poderoso. Le reconfortaba que al menos se pusieran
rojos. Así no habría más peligro de que la policía un día
llamase a su casa y preguntase por un alijo de drogas del que él no
sabría nada. A menos, claro, que alguna de sus hijas se drogara,
pero las chicas eran bastante más tranquilas que Scott, con su
eterno skate y su piercing en el labio, tratando de
hacerse un hueco entre las mafias de la ciudad.
Salieron de la casa
después de que Zayn besara en los labios y le acariciara la cintura
a su mujer, que le respondió con la mayor de las sonrisas y un
zalamero “te estaré esperando”.
Tommy y Scott
caminaban delante de ellos por la calle; Louis y Zayn cerraban la
comitiva. Louis le dio un codazo a Zayn y los señaló.
-¿Qué estaban
haciendo?
-¿Tú qué crees?
-Que estaban viendo
porno y que los pillaste.
Zayn se echó a
reír; los chicos dieron un brinco y miraron a sus padres un segundo.
-Algo por el
estilo.
-Tienes que
contármelo, Malik. Tú siempre me lo cuentas todo. Y yo a ti.
¿Recuerdas?
-Te lo contaré
cuando no estés agobiado y sea probable que les arranques la cabeza.
Louis se detuvo en
seco. Zayn siguió caminando, mordiéndose la sonrisa, agachando la
cabeza.
-Zayn. Zayn.
Zaynzaynzayn.
-¡No te lo voy a
decir ahora, joder! Ten paciencia.
-Nunca he sido
paciente.
-Pues entonces,
jódete.
Louis negó con la
cabeza, puso los ojos en blanco y alcanzó a los demás justo cuando
llegaban a la puerta de su casa. Tommy sacó un manojo de llaves
unidas por un llavero gigantesco y, sin seleccionar siquiera la
correcta, insertó la llave en la cerradura, y empujó la puerta.
Eri estaba subiendo
la escalera, pero la bronca que les esperaba a los hombres de la casa
era más importante que el apuro que llevaba encima. Se detuvo en
pleno tramo, se agarró a la barandilla y miró a los recién
llegados con el hielo de la Antártida, Groenlandia y los glaciares
de Canadá en los ojos.
-Oh, gracias a
dios, sus altezas Louis XVI y Thomas I se dignan a aparecer-gruñó.
Su rostro cambió radicalmente cuando se fijó en los Malik-. Scott,
Zayn, me alegro de veros. Gracias por venir. Será un momento,
disculpadme-sonrió, y Zayn instintivamente tomó de los hombros a su
hijo y lo apartó un poco. Los Tomlinson avanzaron mientras los Malik
se quedaban en un discreto segundo plano. Tommy agachaba la cabeza,
Louis miraba a su mujer, pero no con gesto rebelde, sino con una
sumisión que, de ser un perro, se traduciría en una cola entre las
piernas y un par de orejas gachas-. ¿De qué coño vais? ¿Eh?
Sabéis cuánto os necesito y os largáis LOS DOS a la vez. Ni
he parido a uno después de horas de sufrimiento ni he aguantado las
gilipolleces del otro durante décadas para que me traicionéis de
esta manera.
-Al menos somos
príncipes, mamá-replicó Tommy, buscando ser gracioso y aplacar la
ira volcánica que se cernía sobre ellos. Louis le dio una colleja.
Eri entrecerró los ojos y sonrió.
-Louis, ¿sabes por
qué eres XVI?
Louis asintió con
la cabeza.
-¿Y tú, Tommy?
¿Sabes por qué he llamado a tu padre Louis XVI?
Tommy se encogió
de hombros muy despacio, temiendo que el más mínimo movimiento
acabara por destruirle.
La sonrisa gélida
de su madre cortaría un diamante.
-El pueblo de
Francia se alzó en verano contra sus reyes y terminó mandándolos a
la guillotina. Adivina a quién le cortaron la cabeza, junto con su
mujer doña “Si el pueblo no tiene pan, que coma pasteles”.
-L... Lo...
Louis... XVI-afirmó en tono de pregunta Tommy. Louis le acarició la
cara interna del brazo para infundirle valor.
-Al menos todavía
te queda un poco de cabeza. Vale, ¿me voy a ocupar yo sola de ESTA
PUTA CASA o ME VAIS A AYUDAR?-ladró. Los dos asintieron-. PUES MOVED
EL CULO-ordenó, volviendo a su procesión furiosa.
Tommy no se hubiera
imaginado jamás que el tono rabioso de su madre traspasaría las
fronteras del teléfono. Eleanor le había llamado hacía un rato,
cuando todavía Louis y Zayn estaban tirados en el sofá viendo cómo
el Manchester luchaba por vapulear al otro equipo, y fracasaba en el
intento. Cuando vio que era su hermana quien lo llamaba le había
quitado hierro al asunto, pero la cosa se había puesto fea en cuanto
descolgó y Eleanor le soltó sin esperar a que contestara:
-Capullo, ven a
casa. La teniente te necesita.
Y él, cauto y
oportuno como siempre, había protestado, y se había ganado lo peor:
que Eleanor le pasara el teléfono a su madre, quien se limitó a
ladrar:
-Thomas-(ya la cosa
prometía si le llamaba Thomas). Mueve el culo hacia casa. Y trae a
tu puñetero padre también.
La española colgó
sin dejarle contestar.
Pero luego,
sabiendo que olvidaría su encargo, o que sería incapaz de cumplirlo
con éxito, llamó a Sherezade, quien fue más eficiente a la hora de
cumplir con las tareas.
Eleanor bajó
cargada con dos cajas entre los brazos. Sonrió con picardía al ver
a Scott, quien no dio señales de inmutarse de su coqueteo, y las
dejó en el suelo, junto a las demás, asegurándose de que éste
supiera que tenía buenas curvas. Tommy puso los ojos en blanco y se
aceró a su hermano.
-¿Qué hacemos?
Eleanor caminó
sacudiendo las caderas para ir al encuentro de la pareja, se apartó
un mechón de pelo de la cara, sonrió, y apoyó una mano de forma
“casual” en la cadera.
-Bueno, os puedo
explicar vuestras tareas, ¿mm?
A Tommy le daba
arcadas el comportamiento de su hermana, pero no había mucho que
pudiera hacer para combatirlo. Alzó una ceja, y dejó que ella los
cogiera del brazo y se los llevara hasta el rincón del salón, donde
comenzó a detallarles qué había que hacer con cada una, señalando
cada rectángulo de cartón y posando las manos en el cuerpo de
Scott, que se mantenía estoico mientras Tommy se preguntaba si algún
día aquella cría dejaría de avergonzarlo.
En ese momento, un
millar de golpes se sucedieron en el ático. Todos en la casa miraron
hacia arriba. Todos salvo Eleanor, que tenía unas vistas más
interesantes del cuello de Scott que no dejaría escapar tan
fácilmente.
Louis suspiró y
miró a Zayn.
-Vete con ella,
tío. Yo puedo ocuparme de vuestros críos, si quieres.
Louis sonrió, le
dio una palmada en la espalda y subió las escaleras, al encuentro de
su damisela en apuros.
La dama en cuestión
se golpeaba el labio con el índice, pensativa, mientras le daba unas
cuantas patadas a una caja más fuerte que las demás, y que parecía
aguantar todo lo que le echaban.
-Eri...
-¿Qué tal el
partido?-espetó ella sin mirarlo. Él murmuró un “vale”
desganado que rezó porque no oyera-. ¿Cómo han quedado?
-Aún no se ha
acabado, pero...
-¿Aún? Uy,
entonces, vete a verlo.
Se quedó en el
sitio, sin moverse.
-Eri.
-Lárgate, Louis.
-Pero.
-Que te largues.
Haz algo productivo por una vez. Hazme caso.
Louis se acercó a
ella y le tocó el brazo. Las corrientes eléctricas, que se habían
vuelto tenues con los años, hicieron el resto. No acabaron con su
enfado, pero lo aplacaron.
-Dame un
beso-pidió. Con un beso se acabaría todo y podrían volver a formar
un equipo.
-No me da la
gana-replicó la mujer, cuya fortaleza era admirable-. Vamos,
pírate.
Pero, lejos de
renunciar a la batalla, Louis la tomó de la cintura y la obligó a
mirarle.
-He venido a
ayudarte, pero a cambio de un beso.
-¿Crees que estás
en posición de exigir?
-Dámelo.
Se midieron con la
mirada, largo y tendido. Ella esbozó una sonrisa oscura, que no
dejaba entrever sus orígenes. Simplemente apareció allí, y punto.
-Quítamelo tú.
Él sonrió bajo la
mirada desafiante de ella. Finalmente, después de lo que parecía
una eternidad, se inclinó hacia su boca y la besó en los labios,
despacio, como si estuviera hecha de cerámica en vez de carne y
hueso. Ella se dejó hacer, porque aquellos besos eran sus favoritos.
-Te quiero-le
susurró Louis mirándola a los ojos y acariciándole la nuca. Ella
se puso de puntillas, a fin de estar más cerca de su boca.
-Y yo a ti, pero a
veces eres como... un crío caprichoso.
-Yo era tu crío, o
eso decías.
-Mi pequeño
niño-asintió ella, revolviéndole el pelo.
-¿No es lo mismo?
-Qué pequeño
eres-repitió. Y él la cazó al vuelo.
-Vete a la
mierda-protestó, alejándola de sí y soltándola. Ella se echó a
reír y le besó en la mejilla: la batalla había acabado en tablas.
Le gustaba estar en casa, y enfadarse y calmarse con besos. Los dos
eran demasiado orgullosos para pedir perdón sin más, pero no lo
suficiente como para dejar que una pelea, por mínima que fuera,
minara su convivencia.
Se prometió un
tratado de paz con una caricia, pero éste corrió peligro cuando una
de las partes se inclinó hacia una caja aparentemente inofensiva, y
la otra le detuvo con un:
-¡Me cago en Dios
bendito, Louis! ¡De mis libros me ocupo yo!
Así se acabó el
incidente, y así fue como toda la familia más dos invitados se
dispusieron a preparar la casa para la visita de Diana.
Fregonas, trapos, y
escobas en la mano, cada uno en la casa, tanto autóctono como
visitante, se afanó en prepararlo todo para la llegada de la
americana.
Louis se alegró de
que Erika ya no derrochara tanto nerviosismo. La besó y le dijo que
merecía descansar, porque había sido la que más había trabajado
ese día. Su mujer asintió con la cabeza, se secó el sudor de la
frente y se colocó una mano en la cadera mientras con la otra
sostenía una escoba. Louis aún tenía las manos húmedas y
arrugadas de fregar el baño, pero eso no le importó cuando él se
acercó a acariciarle la cintura.
-Deberías calmarte
un poco.
-No puedo,
Louis-alzó los ojos para mirarla-. Tal vez esté exagerando, vale,
pero... sólo quiero estar a la altura.
Louis alzó las
cejas.
-Te preocupas más
por ella que por tus propios hijos.
-A ella no la
conozco. A mis hijos, sí. Llevo años conociéndolos, y a ella
apenas la he visto varias veces. Voy a tener que hacer el mismo
trabajo que con ellos, con una base nula, y...
-Vale, vale-asintió
él, acariciándole el rostro y sonriéndole para calmarla. Consiguió
su objetivo, al menos por un rato-. Estamos en esto juntos, ¿vale?
Baja al salón, pon la tele, lee un libro, haz lo que te dé la gana.
Pero no le des más vueltas.
La española
suspiró, asintió con la cabeza y declaró la tregua al polvo y la
suciedad. Todos en la casa dejaron lo que estaban haciendo y se
concentraron en ser ellos mismos. Tommy y Scott se encerraron en el
cuarto de juegos, Eleanor subió las escaleras y se encerró en su
habitación, Dan y Astrid se juntaron para jugar al fondo del salón,
Eri buscó un buen libro y se sentó cerca de una ventana del salón,
mientras Zayn y Louis compartían el mando de la tele.
Consiguieron
encontrar un partido de un equipo irlandés. Se miraron mutuamente,
se sonrieron y echaron mano del ordenador mientras Eri alzaba la
vista de su libro con palabras incomprensibles para los dos hombres y
fruncía el ceño.
-No podéis estar
en serio. ¿Más fútbol?
-Es el Derby.
-Se puede ir a la
mierda el puto Derby, y vuestra puta obsesión con el fútbol-espetó,
negando con la cabeza y pasando una página con furia. Con tanta que
la arrugó, y chasqueó la lengua, maldijo en español, y se afanó
en devolverle su superficie lisa original.
Louis no perdió la
oportunidad para meterse con ella y su afición a ver las galas
cinematográficas de Estados Unidos en directo, sin importar a qué
hora fueran ni quién estuviera nominado. Fiel espectadora de los
Oscar desde los 17 años, la primera vez en que descubrió la manera
de verlos, no faltaba su cita de primeros de marzo, finales de
febrero, para contemplar la segunda vez en que Ellen DeGeneres
presentaba la ceremonia que paralizaba el mundo una noche y hacía
que cada ojo se volviera sobre Los Ángeles, olvidando todo lo demás.
Desde aquella noche de 2014, Eri se sentaba cada madrugada en el
sofá, se cubría con unas mantas, conectaba el ordenador a la
televisión y se inflaba a chucherías mientras todas las
celebridades de Hollywood se paseaban por la alfombra roja.
Louis decidió no
contarle a Zayn a qué se debía tanta dedicación y tantos suspiros
y envidia tan bien disimulada.
Por el contrario,
sí que hizo mención a la ceremonia inmediatamente posterior a su
boda, en la que Louis llevaba varias horas de sueño y ella entró
como un trombo en la habitación, lo destapó con furia al grito de:
-¡Despierta,
cabrón! ¡Despierta! ¡Se lo han dado! ¡Lo tiene! ¡LO TIENE! ¡SE
LO HAN DADO! ¡LEO TIENE EL OSCAR! ¡EL OSCAR ES DE LEO! THE OSCAR
GOES TO LEONARDO FUCKING DICAPRIO YOU FUCKER!
Las carcajadas de
Zayn se mezclaron con el rubor de Eri, que también recordaba lo que
pasó después, los besos, los abrazos y los gritos de satisfacción
mientras Leonardo daba las gracias por un premio que había tardado
mucho en llegar, pero que por fin había entrado en su vida. Aquella
noche, DiCaprio lo celebraría como nunca antes se había celebrado
nada, y los Tomlinson lo harían de una manera más tradicional, que
podría ser el origen de su primogénito.
Las fechas
encajaban, más o menos.
Aún se reía Zayn
cuando un irlandés sonriente, de puntas que se mantenían rubias a
pesar del trabajo que le daban a su dueño y los años que habían
pasado desde que empezara a teñirse, apareció en la pantalla del
ordenador.
-No me importaría
en absoluto saber qué os hace tanta gracia, dada la paliza que le
está dando el Derby a los otros.
-Louis me ha
contado la pasión de Eri cuando ganó DiCaprio ganó el Oscar.
-¿Perdona? Como
para no emocionarme-Eri cerró de un golpe el libro y amenazó a Zayn
con un dedo que parecía una daga-. Se lo merecía ya en Titanic.
Y no se lo dieron, por la pura envidia que le tienen, de que sea tan
guapo y actúe tan bien.
-La mejor fan del
mundo, ya te lo digo yo-asintió Niall, encerrado en una pantalla por
la que su carisma sel as arreglaba para colarse.
-Sí, bueno,
gracias, Niall. Eso me ha ofendido. Yo la introduje al mundo
DiCaprio-replicó Louis, fingiéndose ofendido, echando mano de una
de las incontables latas de cerveza que habían surgido en la mesa de
enfrente cual musgo en la parte norte de los árboles de cualquier
bosque.
-¿Qué se siente
al saber que le conozco antes que a ti y que posiblemente siga
enamorada de él? Eso son más años de relación.
-Disculpa, mi amor,
pero no sabe que existes-Louis chasqueó la lengua-. Eso sí que es
triste.
-Me llevaste a Los
Ángeles. Nos lo presentaron. Casi te da algo. ¿Lo recuerdas?
-Como para
olvidarlo.
-La vergüenza que
pasé ese día no la vuelvo a pasar en la vida.
-Yo la paso cada
vez que vas de compras y discutes con las dependientas porque no te
parece que las tallas de las tiendas sean las adecuadas.
-¿Cuándo coño he
usado yo una 44, vamos a ver?-espetó ella-. No es culpa mía que las
tallas sean minúsculas. Doy gracias al cielo todos los días porque
Eleanor no se niegue nunca a comer lo que le pongo en el plato.
-Noto mucha tensión
en el ambiente-murmuró Niall, que se estaba echando el pelo hacia
delante, ya harto de su cresta eterna.
-Hemos estado
limpiando, y ya sabes cómo se pone Louis cuando tiene que
trabajar-intervino Zayn, quien se ganó un aplauso de la española y
un codazo en las costillas de su compatriota. El irlandés se echó a
reír con aquella risa musical y fácil que hacía la vida un poco
más amena.
-¿Queréis que
vaya a ayudaros?
-Gracias, Niall,
pero no hace falta que cojas un avión sólo para ayudarnos a limpiar
el polvo. Podemos ocuparnos nosotros-susurró la chica.
-No es problema.
Mañana estaré ahí. Somos One Direction, nos seguimos ayudando.
-Ahora que lo
pienso, ¿llamo a Sherezade para que venga mañana?
-Sí, sí, que vaya
Sherezade-asintió Niall, quien no disimulaba su gusto por las
mujeres hermosas.
-Ya se ha ofrecido,
pero le he dicho que no hacía falta-declinó la invitación de Zayn
la anfitriona, que había vuelto a la lectura de su libro, cruzando
las piernas y llevándose una mano a la boca. Odiaba reconocerlo,
pero poco a poco su voz interior iba tomando tintes de inglesa, y
pronunciaba las erres como las pronunciaba Louis cuando se peleaba
con su lengua para hablar español; por eso, tenía que esforzarse en
que aquella muchacha de palabras rápidas y voz clara conservara el
acento asturiano que tanto había odiado en un principio y que tanto
de menos echaba ahora.
-Eri se siente
intimidada en su presencia-informó Louis.
-¿Qué? ¿Por
qué?-preguntó el musulmán, incorporándose en el asiento y
mirándola con los ojos como platos y la boca abierta formando una O
gigantesca. Eri se derritió por dentro, pensando en lo tierno que
podía ser a veces. Elegí mal, debí haberme quedado con él en
el fandom.
-¿La has visto,
Zayn? Es la mujer más hermosa que haya habido y habrá en este mundo
y en todos los circundantes.
-Dicen que las
marcianas estarían muy buenas-decidió intervenir Niall, a quien
nadie le hizo caso.
-Tú tampoco estás
mal, nena-trató de consolarla Louis. Sin embargo, lo fulminaron con
la mirada.
-Cuando me sueltas
esas perlas me pregunto por qué me pasé hace tanto tiempo a tu
parte del fandom, y no me quedé en el de Zayn.
-Las mías se lo
pasan mejor-Zayn alzó las manos.
-Discrepo-gruñó
Niall, para después alzar las manos y bramar-. ¡No me jodas! ¡Eso
era falta!
-Porque soy
adorable, Eri.
-Bueno... hay
opiniones-replicaron Zayn y Niall al unísono, y se echaron a reír.
Eri asintió, los señaló con la palma de la mano vuelta hacia
arriba, y volvió a su libro.
Una vez se acabó
el partido, Zayn, Scott y Niall se despidieron, y cada uno se fue a
hacer vida propia en su respectivo hogar. Tommy fue el encargado de
preparar la cena, como compensación por no haber estado por la
mañana, cuando más se le necesitaba. La familia se congregó en
torno a la mesa de la cocina, y comieron entre carcajadas y
silencios, tocando todos los temas del mundo en sus conversaciones,
salvo uno: Diana, la que pronto se convertiría en una más de la
familia. Los niños se habían dado cuenta del mal que le hacía a su
madre pensar en lo que se avecinaba, y habían decidido saciar su
curiosidad más tarde: Eleanor lo haría cuando la muchacha
apareciera, los pequeños le preguntarían a su padre más tarde, y
Tommy... no tenía mucha curiosidad por conocer a su falsa prima.
Sólo quería meterse en la cama y dormir.
Recogieron la mesa,
y los hijos se reunieron en torno a la televisión, para disfrutar de
una película importante en la infancia de todos. Unos la recordarían
más que otros por haberla visto más veces; otros, la disfrutarían
más que los primeros por ser más jóvenes.
Mientras tanto,
Louis arrastraría a su mujer al baño, la obligaría a bañarse con
él, y le masajearía los hombros para calmarla.
-Te preocupas
demasiado.
-Es uno de mis
muchos defectos.
-Deshazte el moño.
Voy a lavarte el pelo.
-No tengo 2 años.
-Tienes 37.
-Tú tienes 41.
-Cualquier día te
meto la cabeza debajo del agua-amenazó Louis, pero no lo decía en
serio. Nunca iba en serio. Le besó el hombro y le deshizo el moño
con lentitud, sintiendo cómo con cada gota de agua que le tocaba el
pelo sus preocupaciones se alejaban. El agua tenía poderes
curativos, y era capaz de lavar las preocupaciones de un alma si
sabías utilizarla correctamente.