jueves, 11 de septiembre de 2014

María Antonieta.

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Antes de nada, tengo algo importante que decirte. Si me sigues en Twitter, seguramente ya sepas que he empezado la Universidad. Así que, como comprenderás, no tendré mucho tiempo para escribir (estaré demasiado ocupada suicidándome), de modo que he decidido volver a mi plan inicial de publicar una vez al mes, todos los días 11. Si consigo acabar Light Wings antes de que ella acabe conmigo, ya veré cómo hago, aunque seguramente deje Chasing the Stars como semanal una vez ya esté liberada de esa carga extra.
Gracias por comprenderlo ♥
Cuando Louis entró en la cocina, no se esperaba encontrar a sus hijos más pequeños rompiendo los huevos y echándolos en un plato, pero efectivamente eso hacían. Suspiró, contemplando cómo estaban dejando la cocina, y los apartó a un lado. Podrían hacer otra cosa, como...
No se le ocurría nada, pero no necesitaba excusas para que Daniel y Astrid se alejaran de él, ¿no?
Bajó a su hijo pequeño de la mesa en la que estaba sentado y lo condujo a la puerta de la cocina, como diciéndole con cariño y en silencio “vete”. El niño lo captó en seguida, porque no ofreció resistencia, sino que cedió y se alejó por donde había venido, cruzándose con su hermana, que había ido a solucionar un problema de su madre.
-¿A dónde vas tú?-preguntó Louis cuando Astrid esquivó con habilidad sus piernas y comenzó a escalar hacia su mesa.
-¡A batir los huevos!-exclamó ella. Louis negó con la cabeza mientras se remangaba la camisa.
-Ve mejor a ver qué juguetes quieres que demos a los niños pobres, ¿vale? Yo me ocupo de esto.
Astrid abrió las palmas de las manos mientras Eleanor terminaba de picar las patatas. En aquella casa no se hacía la tortilla como se hacía en las demás. No era la típica francesa, sino la española, como tenía que ser, con sus patatas, su cebolla y su todo.
-¡De verdad que no puedo hacerlo todo yo sola!-estalló la cría, y salió en tromba de la habitación. Louis luchó con todas sus fuerzas por no echarse a reír.
-Tu hermana es la reina del drama.
-Podría haber entrado en cualquier fandom y haberse coronado rápidamente con esa actitud-contestó Eleanor, asintiendo con la cabeza.
-Tendrá tiempo.
-Y a quién parecerse-la muchacha alzó una ceja y apartó la mirada de las patatas un segundo, lo suficiente como para que el hombre lo pillara al vuelo pero se hiciera el ofendido.
-¿Va por mí?
-Mamá-echó las patatas en una sartén y dejó que la conversación muriera allí, sin más estertor que el susurro de las patatas ardiendo en el aceite.
Cocinaron en silencio, compenetrándose en cada acción y agradeciendo los instantes de reflexión y la mano amiga que el otro le tendía cada vez que era necesario. Acabaron antes de lo previsto, y se encaminaron al salón cargados con platos y vasos.
Eri ya estaba mucho mejor que antes, con las piernas cruzadas, la espalda erguida, la mano apoyada en la mandíbula y tamborileando con los dedos mientras contemplaba la televisión, que vomitaba imágenes y sonidos que a Louis le costaron comprender.
-¿Qué coño están hablando?-espetó, señalando a dos muchachas con vestidos muy coloridos y peinados casi imposibles.
-Son andaluzas.
Louis alzó las cejas.
-¿Van así siempre?
-Debe de haber alguna fiesta.
-Vosotros siempre tenéis fiestas-espetó él, mirándola como si el hecho de que en España no hubiera un día que no fuera festivo aunque fuera solamente en un barrio fuera culpa de su mujer. Eri se encogió de hombros.
-No es culpa nuestra que nosotros sí sepamos disfrutar de la vida, inglés-pronunció la última palabra como si fuera más un insulto que un gentilicio, lo que hizo sonreír a quien estaba dirigida. Aceptó su plato de buena gana y llamó a los niños mientras los Eleanor y Louis terminaban de acercar las comidas.
-Quiero CocaCola, mamá-rogó Daniel, moviéndole la rodilla a su madre.
-No, que os hincha y luego no me ayudáis-sentenció la española, y el pequeño inglés puso ojos de cordero degollado, y la española se limitó a alzar una ceja y negar con la cabeza. Estaba muy acostumbrada a los trucos de los críos, y no iban a poder con ella.
Comieron mirando la televisión. En español. Se cambió de programa para que Louis no se sintiera insultado al no comprender del todo lo que decían las dos chicas, que discutían porque una tercera le había robado el novio a una segunda (oh, culebrones, qué típico, pensó Eri para sus adentros, pero no dijo nada), pero que cambiaran de dialecto no significó cambiar de idioma precisamente.
Después de un empacho tanto de tortilla como de la orquesta de tenedores golpeando y arañando los platos, después de varias botellas de agua que Eleanor se encargó de ir a buscar, y después de miles y miles de palabras en un idioma no germánico escupidas por presentadores de todos los puntos de España pero cuyo origen exacto no se podía entrever, la familia terminó de comer y se puso manos a la obra otra vez.
Louis se fue de casa sin despedirse, porque tenía pensado volver en poco tiempo.
Con lo que no contaba (o en realidad sí contaba pero no quería admitirlo), era con que Zayn estaría viendo un partido de fútbol y acabaría entretenido con él.
Llamó a la puerta de la casa de los Malik, y, para su sorpresa, fue Zayn quien abrió, con una barba de longitud impensable. Sus ojos brillaron al encontrárselo en el umbral de la puerta, alzó las cejas y abrió un poco aquella boca enmarcada en vello azabache.
-¿Eri te ha echado de casa?
-¿Qué?-espetó Louis, frunciendo el ceño-. No. Vengo a por Tommy.
-Ah, claro-replicó Zayn, estudiando a Louis como si lo viera por primera vez. Louis abrió los brazos-. No traes nada.
-¿Acaso debería? Creía que a Sherezade no le gustaba que trajera cosas cuando Tommy se quedaba a tocaros los huevos.
-Hoy juega el Manchester.
A Louis se le cayó el mundo a los pies.
-No me jodas, Zayn, ¿va en serio?
Zayn asintió con la cabeza y se hizo a un lado.
-Supongo que vienes por ello. ¿Puedes quedarte?
-Eri no me echará mucho de menos... espero.
Pero sí que lo hizo.
Dos cervezas a cuenta de cada uno y tres boles llenos de comida basura después, amén de tres goles repartidos injustamente en porterías diferentes, el teléfono de casa de Zayn y Sherezade comenzó a temblar y a acompañar sus temblores con chillidos que dejaban poco al descanso del oído humano.
Ninguno de los chicos se movió, sino que fue Sherezade la que, molesta por el ruido, bajó las escaleras a toda velocidad para precipitarse hacia la vuelta de la tranquilidad. Descolgó el teléfono, se lo colocó en la oreja, y dejó que su mano libre reposara en su cadera. Asintió con la cabeza, chasqueó la lengua, se rió y frunció el ceño.
-Descuida, ahora te los mando. ¿Quieres más ayuda? … ¿Seguro? De acuerdo. Hasta otra, querida-sonrió Sherezade, haciendo que el sol se retorciera de envidia a miles de millones de kilómetros de la Tierra, celoso de que algo que no quemara pudiera ser más luminoso que él.
La mujer se volvió en redondo, con los brazos en jarras, y chistó. No pasó nada, de modo que tuvo que ponerse entre su marido, el amigo de éste, y la tele, para que las cosas surtieran efecto.
Los dos hombres levantaron la cabeza sin comprender muy bien qué pasaba y la miraron a la vez.
-¡Eh! ¿Qué...?-iba a empezar Zayn.
-Erika ha llamado. Quiere que vayas, Louis. Y que cumplas con tu misión.
Louis suspiró.
-¿No podía esperar ni quince minutos?
-Le dije que ya estabas de camino, así que más te vale darte prisa-lo señaló con un dedo de uña perfectamente pintada, y con un anillo de plata engarzado en él, a modo de pistola. Louis asintió con la cabeza, se levantó, y preguntó dónde estaba su hijo. Ya que no iba disfrutar del final del partido como Dios mandaba, por lo menos cumpliría su misión tal y como se la habían encomendado.
Sherezade señaló a la sala de juegos de los Malik, y no se movió cuando se encaminó hacia allí. Tampoco lo hizo cuando Zayn se levantó y fue a seguirlo.
-Louis.
-Tengo que llevármelo, Zayn-replicó el otro, alzando las manos con las palmas vueltas hacia él. La culpa de la situación no era suya, pero era el encargado de arreglarla. Zayn le dedicó una sonrisa por la que muchas chicas habrían muerto tiempo atrás... claro que Louis estaba curando de espanto, tanto por el tiempo que llevaba con Zayn como con el que llevaba con su familia. Se limitó a alzar las cejas.
-Sabes que no estás para muchas fiestas ahora mismo, y créeme si te digo que Tommy no se va a ir sin luchar.
-Dios, ese cabrón se parece demasiado a mí-asintió el otro, frotándose la cara y suspirando. A Zayn le pareció extremadamente cómico cómo pareció perder de repente veinte años, volver a ser aquel muchacho veinteañero que lo único que quería era disfrutar de la vida con las personas que le daban sentido.
-Recoge lo que hemos ensuciado mientras yo los convenzo para que vengan, ¿quieres?-le dio una palmada en la espalda, y sin añadir nada más, se encaminó en solitario a la habitación.
Mientras andaba, Zayn se esforzó en contar las situaciones en las que había tenido que caminar solo cuando los demás estaban involucrados también en el tema que se desarrollaba.
Aquella era la segunda.
La primera vez fue cuando se dirigió a un altar desde el que esperaría más tarde a una despampanante Sherezade, que le daría a la palabra “belleza” un nivel totalmente luego, inalcanzable para el resto de morales.
No se molestó en llamar a la puerta, simplemente la abrió para encontrarse a unos Scott y Tommy muertos de risa, que intentaban con todas sus fuerzas moverse al ritmo de la canción que estaba sonando en los altavoces de la sala, siguiendo los pasos que les marcaba un monigote de la televisión.
-Hijo de puta, hijo de puta, no me empujes, hijo de puta-reía su hijo mientras empujaba al otro, que no hacía más que protestar, llamándolo “cabrón” y cosas no tan agradables.
Zayn carraspeó, y los dos chicos se volvieron hacia él, sorprendidos de que alguien se atreviera a entrar en su templo en plena misa.
-Erika nos necesita, y no precisamente para que seamos sus bailarines de apoyo-Zayn negó con la cabeza.
-Mi madre tiene que aprender a calmarse. Lleva necesitando a la gente mucho tiempo. Debería aprender a hacer las cosas por sí misma.
-No hables así de tu madre, Tommy, gilipollas. La genética de Eri es más fuerte que la de Louis, y eso claramente es de él. Además, sabes que las cosas están cambiando y que cuantas más manos podamos reunir, mejor.
Tommy puso los ojos en blanco, pero asintió con la cabeza. Scott se mordió el labio y se cruzó de brazos. Zayn se dispuso a irse de la habitación, pero algo lo retuvo. Jamás hubiera sabido decir qué había sido, ni aunque le estuvieran apuntando con una pistola a la sien. Tal vez su instinto, tal vez una ráfaga de aire que transportaba un susurro, tal vez la visión de algo por el rabillo del ojo...
-¿Estáis fumados?-espetó, incrédulo. Tommy abrió mucho los ojos, Scott rápidamente negó con la cabeza, a tal velocidad que Zayn temió que se le saliera disparada.
-No, papá, ¿cómo puedes decir eso? Somos tíos sanos, jugamos en el equipo del instituto...
-Sé cómo huele la droga-cortó la perorata Zayn, y los dos muchachos se pusieron colorados, como si quisieran competir contra un tomate-. Créeme, sé de drogas, aunque no os lo creáis. Fui joven una vez, ¿sabéis?
-¿Cuando los dinosaurios aún poblaban la Tierra?
-Scott, vete a la mierda-se agarró al vano de la puerta y los señaló de la misma manera en que lo había hecho su mujer minutos antes-. Más os vale no estar enganchados.
-No le dirás nada a mamá, ¿verdad? Ni a Louis-se apresuró a añadir su hijo, echando un vistazo a su amigo, que se puso pálido ante la sola mención de su segundo nombre, el primero de su padre, según se mirase.
Qué suerte habéis tenido de que le haya mandado limpiar a él, cabrones, murmuró para sus adentros Zayn, que se encogió de hombros.
-Louis también lo sabe, ¿os creéis que somos imbéciles? Cuando teníamos vuestra edad éramos mil veces más famosos que vosotros. Eso aumentaba las posibilidades de drogarse un millón de veces.
-Papá dice que nunca se drogó estando con mamá-intervino Tommy, que recuperaba muy lentamente su tono natural de piel... o más bien su tono de tomate.
-Estando tu madre en Inglaterra, no.. Pero pregúntale qué hacía entre semana, cuando íbamos a fiestas y la cosa se desmadraba. Nunca fuimos santos, ni estuvimos bien definidos. Simplemente intentábamos ser nosotros. Ser jóvenes y normales. Y eso entra dentro de la normalidad-hizo un gesto que abarcó la sala de juegos en su pequeña totalidad. Scott alzó la cabeza y siguió el vuelo de una mosca inexistente.
-Entonces, ¿a qué viene este discurso?-quiso saber, alzando una ceja. Se parecía mucho a su madre cuando hacía eso.
-A que por lo menos podríais ser un poco menos retrasados, y drogaros cuando no estéis en casa. Esnifar en las tetas de una tía tirada en un sofá de cuero que lleva siendo cutre desde antes de que lo compraran...
-¿Papá?
-Dios, cómo me marcó aquello.
-¡Papá!
Zayn sacudió la cabeza, saliendo de su dulce ensoñación, de aquellos recuerdos de un pasado tan glorioso como irrepetible. Por desgracia, irrepetible. Los miró como si los viera por primera vez, y volvió a cabrearse, o a fingirse cabreado.
-¿Es que no habéis aprendido nada,joder? Vaya par de imbéciles estamos criando Louis y yo.
Se fue negando con la cabeza, dejando a los chicos pensando en que se habían librado de algo muy grande por un pelo. Y eso gracias a que Zayn tenía prisa, y estaba de buen humor aquel día. El despertar al lado de una mujer dispuesta a complacerte tenía sus ventajas. Pero, claro, las cosas hubieran sido diferentes si el que hubiera abierto la puerta hubiera sido el padre de Tommy, y no el de Scott. Éste se pondría a gritarles, a amenazar con arrancarles la cabeza, para luego terminar serenándose, masajeándose las sienes y sentenciando un “que no se entere tu madre. Bastante se preocupa ya por ti” que haría que las preocupaciones y reflexiones nocturnas de Tommy volvieran a su coto furtivo de caza, desbordándose como las aguas de un río por una presa cuando ha llovido más de la cuenta.
Ni la llamada de su hermana parecía haber sido suficiente para ponerles sobre aviso.
Los pequeños que transmitirían su apellido algún día se reunieron con quienes ya los habían trasmitido. Louis los miró con el ceño fruncido
-¿Por qué estáis tan rojos vosotros dos?
Eso sólo sirvió para que sus caras se encendieran todavía más. Zayn sonrió; se le daba bien esto de poner roja a la gente. Y lo mejor de todo era que le hacía sentir poderoso. Le reconfortaba que al menos se pusieran rojos. Así no habría más peligro de que la policía un día llamase a su casa y preguntase por un alijo de drogas del que él no sabría nada. A menos, claro, que alguna de sus hijas se drogara, pero las chicas eran bastante más tranquilas que Scott, con su eterno skate y su piercing en el labio, tratando de hacerse un hueco entre las mafias de la ciudad.
Salieron de la casa después de que Zayn besara en los labios y le acariciara la cintura a su mujer, que le respondió con la mayor de las sonrisas y un zalamero “te estaré esperando”.
Tommy y Scott caminaban delante de ellos por la calle; Louis y Zayn cerraban la comitiva. Louis le dio un codazo a Zayn y los señaló.
-¿Qué estaban haciendo?
-¿Tú qué crees?
-Que estaban viendo porno y que los pillaste.
Zayn se echó a reír; los chicos dieron un brinco y miraron a sus padres un segundo.
-Algo por el estilo.
-Tienes que contármelo, Malik. Tú siempre me lo cuentas todo. Y yo a ti. ¿Recuerdas?
-Te lo contaré cuando no estés agobiado y sea probable que les arranques la cabeza.
Louis se detuvo en seco. Zayn siguió caminando, mordiéndose la sonrisa, agachando la cabeza.
-Zayn. Zayn. Zaynzaynzayn.
-¡No te lo voy a decir ahora, joder! Ten paciencia.
-Nunca he sido paciente.
-Pues entonces, jódete.
Louis negó con la cabeza, puso los ojos en blanco y alcanzó a los demás justo cuando llegaban a la puerta de su casa. Tommy sacó un manojo de llaves unidas por un llavero gigantesco y, sin seleccionar siquiera la correcta, insertó la llave en la cerradura, y empujó la puerta.
Eri estaba subiendo la escalera, pero la bronca que les esperaba a los hombres de la casa era más importante que el apuro que llevaba encima. Se detuvo en pleno tramo, se agarró a la barandilla y miró a los recién llegados con el hielo de la Antártida, Groenlandia y los glaciares de Canadá en los ojos.
-Oh, gracias a dios, sus altezas Louis XVI y Thomas I se dignan a aparecer-gruñó. Su rostro cambió radicalmente cuando se fijó en los Malik-. Scott, Zayn, me alegro de veros. Gracias por venir. Será un momento, disculpadme-sonrió, y Zayn instintivamente tomó de los hombros a su hijo y lo apartó un poco. Los Tomlinson avanzaron mientras los Malik se quedaban en un discreto segundo plano. Tommy agachaba la cabeza, Louis miraba a su mujer, pero no con gesto rebelde, sino con una sumisión que, de ser un perro, se traduciría en una cola entre las piernas y un par de orejas gachas-. ¿De qué coño vais? ¿Eh? Sabéis cuánto os necesito y os largáis LOS DOS a la vez. Ni he parido a uno después de horas de sufrimiento ni he aguantado las gilipolleces del otro durante décadas para que me traicionéis de esta manera.
-Al menos somos príncipes, mamá-replicó Tommy, buscando ser gracioso y aplacar la ira volcánica que se cernía sobre ellos. Louis le dio una colleja. Eri entrecerró los ojos y sonrió.
-Louis, ¿sabes por qué eres XVI?
Louis asintió con la cabeza.
-¿Y tú, Tommy? ¿Sabes por qué he llamado a tu padre Louis XVI?
Tommy se encogió de hombros muy despacio, temiendo que el más mínimo movimiento acabara por destruirle.
La sonrisa gélida de su madre cortaría un diamante.
-El pueblo de Francia se alzó en verano contra sus reyes y terminó mandándolos a la guillotina. Adivina a quién le cortaron la cabeza, junto con su mujer doña “Si el pueblo no tiene pan, que coma pasteles”.
-L... Lo... Louis... XVI-afirmó en tono de pregunta Tommy. Louis le acarició la cara interna del brazo para infundirle valor.
-Al menos todavía te queda un poco de cabeza. Vale, ¿me voy a ocupar yo sola de ESTA PUTA CASA o ME VAIS A AYUDAR?-ladró. Los dos asintieron-. PUES MOVED EL CULO-ordenó, volviendo a su procesión furiosa.
Tommy no se hubiera imaginado jamás que el tono rabioso de su madre traspasaría las fronteras del teléfono. Eleanor le había llamado hacía un rato, cuando todavía Louis y Zayn estaban tirados en el sofá viendo cómo el Manchester luchaba por vapulear al otro equipo, y fracasaba en el intento. Cuando vio que era su hermana quien lo llamaba le había quitado hierro al asunto, pero la cosa se había puesto fea en cuanto descolgó y Eleanor le soltó sin esperar a que contestara:
-Capullo, ven a casa. La teniente te necesita.
Y él, cauto y oportuno como siempre, había protestado, y se había ganado lo peor: que Eleanor le pasara el teléfono a su madre, quien se limitó a ladrar:
-Thomas-(ya la cosa prometía si le llamaba Thomas). Mueve el culo hacia casa. Y trae a tu puñetero padre también.
La española colgó sin dejarle contestar.
Pero luego, sabiendo que olvidaría su encargo, o que sería incapaz de cumplirlo con éxito, llamó a Sherezade, quien fue más eficiente a la hora de cumplir con las tareas.
Eleanor bajó cargada con dos cajas entre los brazos. Sonrió con picardía al ver a Scott, quien no dio señales de inmutarse de su coqueteo, y las dejó en el suelo, junto a las demás, asegurándose de que éste supiera que tenía buenas curvas. Tommy puso los ojos en blanco y se aceró a su hermano.
-¿Qué hacemos?
Eleanor caminó sacudiendo las caderas para ir al encuentro de la pareja, se apartó un mechón de pelo de la cara, sonrió, y apoyó una mano de forma “casual” en la cadera.
-Bueno, os puedo explicar vuestras tareas, ¿mm?
A Tommy le daba arcadas el comportamiento de su hermana, pero no había mucho que pudiera hacer para combatirlo. Alzó una ceja, y dejó que ella los cogiera del brazo y se los llevara hasta el rincón del salón, donde comenzó a detallarles qué había que hacer con cada una, señalando cada rectángulo de cartón y posando las manos en el cuerpo de Scott, que se mantenía estoico mientras Tommy se preguntaba si algún día aquella cría dejaría de avergonzarlo.
En ese momento, un millar de golpes se sucedieron en el ático. Todos en la casa miraron hacia arriba. Todos salvo Eleanor, que tenía unas vistas más interesantes del cuello de Scott que no dejaría escapar tan fácilmente.
Louis suspiró y miró a Zayn.
-Vete con ella, tío. Yo puedo ocuparme de vuestros críos, si quieres.
Louis sonrió, le dio una palmada en la espalda y subió las escaleras, al encuentro de su damisela en apuros.
La dama en cuestión se golpeaba el labio con el índice, pensativa, mientras le daba unas cuantas patadas a una caja más fuerte que las demás, y que parecía aguantar todo lo que le echaban.
-Eri...
-¿Qué tal el partido?-espetó ella sin mirarlo. Él murmuró un “vale” desganado que rezó porque no oyera-. ¿Cómo han quedado?
-Aún no se ha acabado, pero...
-¿Aún? Uy, entonces, vete a verlo.
Se quedó en el sitio, sin moverse.
-Eri.
-Lárgate, Louis.
-Pero.
-Que te largues. Haz algo productivo por una vez. Hazme caso.
Louis se acercó a ella y le tocó el brazo. Las corrientes eléctricas, que se habían vuelto tenues con los años, hicieron el resto. No acabaron con su enfado, pero lo aplacaron.
-Dame un beso-pidió. Con un beso se acabaría todo y podrían volver a formar un equipo.
-No me da la gana-replicó la mujer, cuya fortaleza era admirable-. Vamos, pírate.
Pero, lejos de renunciar a la batalla, Louis la tomó de la cintura y la obligó a mirarle.
-He venido a ayudarte, pero a cambio de un beso.
-¿Crees que estás en posición de exigir?
-Dámelo.
Se midieron con la mirada, largo y tendido. Ella esbozó una sonrisa oscura, que no dejaba entrever sus orígenes. Simplemente apareció allí, y punto.
-Quítamelo tú.
Él sonrió bajo la mirada desafiante de ella. Finalmente, después de lo que parecía una eternidad, se inclinó hacia su boca y la besó en los labios, despacio, como si estuviera hecha de cerámica en vez de carne y hueso. Ella se dejó hacer, porque aquellos besos eran sus favoritos.
-Te quiero-le susurró Louis mirándola a los ojos y acariciándole la nuca. Ella se puso de puntillas, a fin de estar más cerca de su boca.
-Y yo a ti, pero a veces eres como... un crío caprichoso.
-Yo era tu crío, o eso decías.
-Mi pequeño niño-asintió ella, revolviéndole el pelo.
-¿No es lo mismo?
-Qué pequeño eres-repitió. Y él la cazó al vuelo.
-Vete a la mierda-protestó, alejándola de sí y soltándola. Ella se echó a reír y le besó en la mejilla: la batalla había acabado en tablas. Le gustaba estar en casa, y enfadarse y calmarse con besos. Los dos eran demasiado orgullosos para pedir perdón sin más, pero no lo suficiente como para dejar que una pelea, por mínima que fuera, minara su convivencia.
Se prometió un tratado de paz con una caricia, pero éste corrió peligro cuando una de las partes se inclinó hacia una caja aparentemente inofensiva, y la otra le detuvo con un:
-¡Me cago en Dios bendito, Louis! ¡De mis libros me ocupo yo!
Así se acabó el incidente, y así fue como toda la familia más dos invitados se dispusieron a preparar la casa para la visita de Diana.
Fregonas, trapos, y escobas en la mano, cada uno en la casa, tanto autóctono como visitante, se afanó en prepararlo todo para la llegada de la americana.
Louis se alegró de que Erika ya no derrochara tanto nerviosismo. La besó y le dijo que merecía descansar, porque había sido la que más había trabajado ese día. Su mujer asintió con la cabeza, se secó el sudor de la frente y se colocó una mano en la cadera mientras con la otra sostenía una escoba. Louis aún tenía las manos húmedas y arrugadas de fregar el baño, pero eso no le importó cuando él se acercó a acariciarle la cintura.
-Deberías calmarte un poco.
-No puedo, Louis-alzó los ojos para mirarla-. Tal vez esté exagerando, vale, pero... sólo quiero estar a la altura.
Louis alzó las cejas.
-Te preocupas más por ella que por tus propios hijos.
-A ella no la conozco. A mis hijos, sí. Llevo años conociéndolos, y a ella apenas la he visto varias veces. Voy a tener que hacer el mismo trabajo que con ellos, con una base nula, y...
-Vale, vale-asintió él, acariciándole el rostro y sonriéndole para calmarla. Consiguió su objetivo, al menos por un rato-. Estamos en esto juntos, ¿vale? Baja al salón, pon la tele, lee un libro, haz lo que te dé la gana. Pero no le des más vueltas.
La española suspiró, asintió con la cabeza y declaró la tregua al polvo y la suciedad. Todos en la casa dejaron lo que estaban haciendo y se concentraron en ser ellos mismos. Tommy y Scott se encerraron en el cuarto de juegos, Eleanor subió las escaleras y se encerró en su habitación, Dan y Astrid se juntaron para jugar al fondo del salón, Eri buscó un buen libro y se sentó cerca de una ventana del salón, mientras Zayn y Louis compartían el mando de la tele.
Consiguieron encontrar un partido de un equipo irlandés. Se miraron mutuamente, se sonrieron y echaron mano del ordenador mientras Eri alzaba la vista de su libro con palabras incomprensibles para los dos hombres y fruncía el ceño.
-No podéis estar en serio. ¿Más fútbol?
-Es el Derby.
-Se puede ir a la mierda el puto Derby, y vuestra puta obsesión con el fútbol-espetó, negando con la cabeza y pasando una página con furia. Con tanta que la arrugó, y chasqueó la lengua, maldijo en español, y se afanó en devolverle su superficie lisa original.
Louis no perdió la oportunidad para meterse con ella y su afición a ver las galas cinematográficas de Estados Unidos en directo, sin importar a qué hora fueran ni quién estuviera nominado. Fiel espectadora de los Oscar desde los 17 años, la primera vez en que descubrió la manera de verlos, no faltaba su cita de primeros de marzo, finales de febrero, para contemplar la segunda vez en que Ellen DeGeneres presentaba la ceremonia que paralizaba el mundo una noche y hacía que cada ojo se volviera sobre Los Ángeles, olvidando todo lo demás. Desde aquella noche de 2014, Eri se sentaba cada madrugada en el sofá, se cubría con unas mantas, conectaba el ordenador a la televisión y se inflaba a chucherías mientras todas las celebridades de Hollywood se paseaban por la alfombra roja.
Louis decidió no contarle a Zayn a qué se debía tanta dedicación y tantos suspiros y envidia tan bien disimulada.
Por el contrario, sí que hizo mención a la ceremonia inmediatamente posterior a su boda, en la que Louis llevaba varias horas de sueño y ella entró como un trombo en la habitación, lo destapó con furia al grito de:
-¡Despierta, cabrón! ¡Despierta! ¡Se lo han dado! ¡Lo tiene! ¡LO TIENE! ¡SE LO HAN DADO! ¡LEO TIENE EL OSCAR! ¡EL OSCAR ES DE LEO! THE OSCAR GOES TO LEONARDO FUCKING DICAPRIO YOU FUCKER!
Las carcajadas de Zayn se mezclaron con el rubor de Eri, que también recordaba lo que pasó después, los besos, los abrazos y los gritos de satisfacción mientras Leonardo daba las gracias por un premio que había tardado mucho en llegar, pero que por fin había entrado en su vida. Aquella noche, DiCaprio lo celebraría como nunca antes se había celebrado nada, y los Tomlinson lo harían de una manera más tradicional, que podría ser el origen de su primogénito.
Las fechas encajaban, más o menos.
Aún se reía Zayn cuando un irlandés sonriente, de puntas que se mantenían rubias a pesar del trabajo que le daban a su dueño y los años que habían pasado desde que empezara a teñirse, apareció en la pantalla del ordenador.
-No me importaría en absoluto saber qué os hace tanta gracia, dada la paliza que le está dando el Derby a los otros.
-Louis me ha contado la pasión de Eri cuando ganó DiCaprio ganó el Oscar.
-¿Perdona? Como para no emocionarme-Eri cerró de un golpe el libro y amenazó a Zayn con un dedo que parecía una daga-. Se lo merecía ya en Titanic. Y no se lo dieron, por la pura envidia que le tienen, de que sea tan guapo y actúe tan bien.
-La mejor fan del mundo, ya te lo digo yo-asintió Niall, encerrado en una pantalla por la que su carisma sel as arreglaba para colarse.
-Sí, bueno, gracias, Niall. Eso me ha ofendido. Yo la introduje al mundo DiCaprio-replicó Louis, fingiéndose ofendido, echando mano de una de las incontables latas de cerveza que habían surgido en la mesa de enfrente cual musgo en la parte norte de los árboles de cualquier bosque.
-¿Qué se siente al saber que le conozco antes que a ti y que posiblemente siga enamorada de él? Eso son más años de relación.
-Disculpa, mi amor, pero no sabe que existes-Louis chasqueó la lengua-. Eso sí que es triste.
-Me llevaste a Los Ángeles. Nos lo presentaron. Casi te da algo. ¿Lo recuerdas?
-Como para olvidarlo.
-La vergüenza que pasé ese día no la vuelvo a pasar en la vida.
-Yo la paso cada vez que vas de compras y discutes con las dependientas porque no te parece que las tallas de las tiendas sean las adecuadas.
-¿Cuándo coño he usado yo una 44, vamos a ver?-espetó ella-. No es culpa mía que las tallas sean minúsculas. Doy gracias al cielo todos los días porque Eleanor no se niegue nunca a comer lo que le pongo en el plato.
-Noto mucha tensión en el ambiente-murmuró Niall, que se estaba echando el pelo hacia delante, ya harto de su cresta eterna.
-Hemos estado limpiando, y ya sabes cómo se pone Louis cuando tiene que trabajar-intervino Zayn, quien se ganó un aplauso de la española y un codazo en las costillas de su compatriota. El irlandés se echó a reír con aquella risa musical y fácil que hacía la vida un poco más amena.
-¿Queréis que vaya a ayudaros?
-Gracias, Niall, pero no hace falta que cojas un avión sólo para ayudarnos a limpiar el polvo. Podemos ocuparnos nosotros-susurró la chica.
-No es problema. Mañana estaré ahí. Somos One Direction, nos seguimos ayudando.
-Ahora que lo pienso, ¿llamo a Sherezade para que venga mañana?
-Sí, sí, que vaya Sherezade-asintió Niall, quien no disimulaba su gusto por las mujeres hermosas.
-Ya se ha ofrecido, pero le he dicho que no hacía falta-declinó la invitación de Zayn la anfitriona, que había vuelto a la lectura de su libro, cruzando las piernas y llevándose una mano a la boca. Odiaba reconocerlo, pero poco a poco su voz interior iba tomando tintes de inglesa, y pronunciaba las erres como las pronunciaba Louis cuando se peleaba con su lengua para hablar español; por eso, tenía que esforzarse en que aquella muchacha de palabras rápidas y voz clara conservara el acento asturiano que tanto había odiado en un principio y que tanto de menos echaba ahora.
-Eri se siente intimidada en su presencia-informó Louis.
-¿Qué? ¿Por qué?-preguntó el musulmán, incorporándose en el asiento y mirándola con los ojos como platos y la boca abierta formando una O gigantesca. Eri se derritió por dentro, pensando en lo tierno que podía ser a veces. Elegí mal, debí haberme quedado con él en el fandom.
-¿La has visto, Zayn? Es la mujer más hermosa que haya habido y habrá en este mundo y en todos los circundantes.
-Dicen que las marcianas estarían muy buenas-decidió intervenir Niall, a quien nadie le hizo caso.
-Tú tampoco estás mal, nena-trató de consolarla Louis. Sin embargo, lo fulminaron con la mirada.
-Cuando me sueltas esas perlas me pregunto por qué me pasé hace tanto tiempo a tu parte del fandom, y no me quedé en el de Zayn.
-Las mías se lo pasan mejor-Zayn alzó las manos.
-Discrepo-gruñó Niall, para después alzar las manos y bramar-. ¡No me jodas! ¡Eso era falta!
-Porque soy adorable, Eri.
-Bueno... hay opiniones-replicaron Zayn y Niall al unísono, y se echaron a reír. Eri asintió, los señaló con la palma de la mano vuelta hacia arriba, y volvió a su libro.
Una vez se acabó el partido, Zayn, Scott y Niall se despidieron, y cada uno se fue a hacer vida propia en su respectivo hogar. Tommy fue el encargado de preparar la cena, como compensación por no haber estado por la mañana, cuando más se le necesitaba. La familia se congregó en torno a la mesa de la cocina, y comieron entre carcajadas y silencios, tocando todos los temas del mundo en sus conversaciones, salvo uno: Diana, la que pronto se convertiría en una más de la familia. Los niños se habían dado cuenta del mal que le hacía a su madre pensar en lo que se avecinaba, y habían decidido saciar su curiosidad más tarde: Eleanor lo haría cuando la muchacha apareciera, los pequeños le preguntarían a su padre más tarde, y Tommy... no tenía mucha curiosidad por conocer a su falsa prima. Sólo quería meterse en la cama y dormir.
Recogieron la mesa, y los hijos se reunieron en torno a la televisión, para disfrutar de una película importante en la infancia de todos. Unos la recordarían más que otros por haberla visto más veces; otros, la disfrutarían más que los primeros por ser más jóvenes.
Mientras tanto, Louis arrastraría a su mujer al baño, la obligaría a bañarse con él, y le masajearía los hombros para calmarla.
-Te preocupas demasiado.
-Es uno de mis muchos defectos.
-Deshazte el moño. Voy a lavarte el pelo.
-No tengo 2 años.
-Tienes 37.
-Tú tienes 41.

-Cualquier día te meto la cabeza debajo del agua-amenazó Louis, pero no lo decía en serio. Nunca iba en serio. Le besó el hombro y le deshizo el moño con lentitud, sintiendo cómo con cada gota de agua que le tocaba el pelo sus preocupaciones se alejaban. El agua tenía poderes curativos, y era capaz de lavar las preocupaciones de un alma si sabías utilizarla correctamente.

2 comentarios:

  1. Tal y como te prometí (aunque llegue un poco tarde, pero es cuando he podido coger el bendito ordenador) aquí empieza mi comentario.
    No se por donde empezar, supongo que empezaré adorando lo largo que es el capítulo, realmente merece la espera para leer algo tan bueno.
    Pero bueno, a lo que iba. Un capítulo genial, como todos y cada uno de ellos, con sus toques de humor y siempre notándose que eres tu la escritora.
    Eso si, el carácter de Eri es genial, puramente español compitiendo con el Louis tocacojones pero que sabe ser serio en los casos necesarios.
    No se como te las arreglas para hacerme meterme de lleno en la historia, poca gente lo consigue así que siéntete importante jajaja
    Y yo iba a hacerte un pedazo testamento de esos largos largos que a veces me salen, pero no se si es el sueño de que sea casi la una de la madrugada o el dolor de cabeza que me causa la jodida regla pero voy a ir despidiéndome ya.
    Eso si, no cambies nunca, Eri, ni dejes que nadie trate de hacerlo, eres genial tal y como eres.
    Gracias por contestarme la primera vez que te hablé y por escucharme a veces (aunque hayan sido pocas), gracias por todo.
    Un beso enorme

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    Respuestas
    1. Aw Mari, me encantan los comentarios que me dejan, me halaga muchísimo que hagas tiempo para escribir algo en mi blog ♥
      Sí, el capítulo es muy largo, es que no controlo y me pongo a escribir y pasa lo que pasa... ahora os va a tocar esperar más, pero espero que la espera (valga la redundancia) siga mereciendo la pena :)
      Muchísimas gracias (y procuraré escucharte más a menudo a partir de ahora) a TI también. ☺
      Un beso <3

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