Tú: Otra vez, la plasta de Erika con sus puñeteros mensajitos antes de la entrada, ¡cállate ya, cansina!
Sí, la verdad es que te imagino así, pero el mensaje que te traigo hoy es bastante diferente de los demás. No es feliz, más bien, un poco melancólico. Éste capítulo será el "último" durante cerca de 10 días. A partir de mañana, y aproximadamente hasta el día 8, no podré escribir nada, lo cual no implica que no te vaya a echar de menos igual que a mis chiquillos de Chasing the stars. Eso sí, espero tus comentarios con impaciencia ❤
Me tomaré un zumo de piña en tu honor, ¡feliz semanita de descanso de tanto salseo!
Scott no ponía el modo avión
como yo en el móvil cuando se acostaba, porque le daba igual que el teléfono
emitiera señales electromagnéticas que, a la fuerza, te tenían que terminar
dejando tonto.
No estaba comprobado científicamente, pero entre
arriesgarme a lesiones cerebrales y que encima la batería del teléfono me
durase menos, o dormir tranquila, con el móvil descansando y gastando apenas un
1% de batería, elegía lo último.
Él, no.
Era un temerario, le gustaba vivir al límite.
Eso sí, no había día que no se acostara sin poner el
modo “no molestar”. La luna siempre terminaba apareciendo cuando se acostaba,
igual que lo hacía la de verdad.
-Steve Jobs me ha dedicado esta mierda-le decía a
Tommy cada vez que mi hermano le dijera que quitara los datos, las llamadas, en
fin, toda conexión con el mundo exterior, en referencia al símbolo de su
religión-, no lo voy a dejar en la estacada así como así.
-Steve Jobs murió antes de que apareciera ese
modo-gruñía Tommy, y, si estaban compartiendo cama, tiraba de la manta hasta
destapar a Scott y ganarse una patada.
-Que me comas los cojones, Thomas.
Pero su luna no bloqueaba las llamadas de los
contactos que tenía en favoritos: su padre, su madre, y mi hermano. Es curioso
cómo no guardaba a ninguna de sus hermanas con una estrella al lado de su
nombre; probablemente no se fiaba de que no lo llamasen en medio de clase sólo
para conseguir que lo echaran. Sí, tenía que ser eso.
Marcaba siempre el número de Tommy de memoria, casi
sin mirar, y mi hermano hacía lo mismo, pero se mantenían el uno al otro con la
estrellita precisamente para enterarse de si se necesitaban.
Es por eso que la pantalla del teléfono se encendió un
segundo antes de que comenzara a sonar. Yo suspiré, me incorporé un poco
mientras él bufaba, se daba la vuelta y cogía el teléfono sin mirar quién le
llamaba. Sólo podían ser tres personas; las reconocería por la voz.
-¿Sí?-preguntó, y mi hermano empezó a chillar al otro
lado de la línea-. Joder, Tommy, me cago en dios, son las tres de la madrugada, ¿qué cojones quieres?
Encendí la luz y me senté sobre las piernas cruzadas.
Me dejó sin aliento verlo desnudo a mi lado, con el pelo alborotado, los ojos
entrecerrados y el ceño fruncido intentando descifrar los gritos de Tommy.
-¡… TRAICIONAR MI CONFIANZA DE MANERA SEMEJANTE,
DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO POR TI, DESPUÉS DE TODOS LOS RECURSOS QUE TE HE
MANDADO, TENÍAMOS UNA RELACIÓN ESPECIAL Y TÚ LA HAS JODIDO POR CULPA DE TU
AVARICIA! ¡CÓMO COJONES TE AREVES A DECLARARME LA GUERRA E INVADIR MI ALDEA,
ESTO ES LA PUTÍSIMA GUERRA, PREPÁRATE PARA SUFRIR, MALIK!
Y colgó sin darle tiempo a responder mientras el
monstruo de mi interior, al que Scott alimentaba, pasaba sus zarpas por los
barrotes de su jaula. Quería follármelo pero estaba demasiado cansada. Además,
ya lo habíamos hecho de noche muchas más veces. Sabía cómo era.
En cambio, todavía tenía cosas que investigar del sexo
de día.
Juraría que el sol nos espabilaba más.
Se tumbó sobre su vientre y su expresión concentrada
brilló con luz propia cuando apagué la luz y me volví a tumbar. Le di la
espalda, pero tiró de mí para tener nuestros cuerpos en continuo contacto. Le
acaricié una pierna y lo visualicé sonriendo.
-¿Qué haces?-murmuré, con los ojos cerrados,
arrebujándome bajo las mantas, metiendo las manos debajo de la almohada y
suspirando de satisfacción al sentir el calor que manaba de su cuerpo.
Los hombres son estufas.
Está comprobado científicamente.
-Tengo una posición estratégica, ni de coña ese hijo
de puta va a darle la vuelta a la situación.
-Da la luz, te vas a quedar ciego mirando
eso-aconsejé, deslizándome un poco más por las mantas, tapándome hasta la
nariz. Le bajó el brillo a la pantalla-. Scott, me cago en mi puta madre.
-Vale, joder-replicó, estirándose y encendiendo su
lámpara.
Mm, sí. Estáis
cabreados los dos. Podríais probar a follar enfadados. Seguro que echa unos
polvos de rabia estupendos.
Como si los demás
no lo fueran.
-Apaga esa mierda, Scott-ordené después de aguantar
más de 10 minutos la luz que se colaba por mis párpados.
-El hijo de puta ha conseguido un dragón y no me lo dice, se va a cagar, me voy a cargar
a su reina y sus hijos, a ver qué cojones hace cuando se vea sin descendencia,
seguro que provoco una guerra civil-y se echó a reír con malicia.
-Scott.
-Vale, vale, ya voy.
Siguió sin hacerme caso.
-¡Scott!-bramé.
-Que ya voy, hostia.
Uf, mira qué
enfadados estáis.
Le acaricié una pierna muy, muy despacio.
-¿Qué tengo que hacer para que pares?
-Ponerte cariñosa-contestó sin pensar, de manera
automática, igual que me había dicho que esperaba que mi maquillaje no fuera lo
único que se corría la noche en que nos enrollamos por primera vez.
Me encantaba que fuera tan impulsivo, que soltara la
lengua antes de pensar. Me hacía valorar más todo lo que me decía. Que me
follaría muy fuerte, que me quería como no había querido a nadie, que yo se lo
hacía como no se lo había hecho otra, que era la cosa más bonita con la que se
había cruzado… sabía que le salía de dentro, que era su alma la que hablaba y
su lengua realizaba una traducción simultánea del idioma que todo el mundo
habla pero que nadie sabe poner por palabras, al que utilizamos para
comunicarnos.
Tenía que darle 10 hijos. A poder ser, todos chicos. A
poder ser, copias de él. Tenía que conseguir una carrera en la que escudarme
para obligarle a hacer de nuestros retoños clones suyos, copias a su imagen y
semejanza, que fueran igual de chulos y tiernos como él.
Me volví, le acaricié la espalda, le besé el hombro y
fui subiendo por el cuello. Vi de reojo cómo intentaba repeler a las hordas de
Tommy.
-Le estás haciendo caso al Tomlinson equivocado-susurré.
Tomó aire y lo soltó muy despacio.
-Di mi nombre, Eleanor.
-Scott-susurré en su oído, acariciándole el lóbulo de
la oreja con mis labios.
-Dios, por esa boca, me desinstalaría el
juego-respondió-. Y eso que tengo un imperio comparable al de mis
ancestros-informó-. Al Andalus 2.0, perra.
-Scott-Andalus, quizás.
-Sí, algo así-respondió, apagando la pantalla del
teléfono y dejándolo encima de la mesilla de noche. Senté a horcajadas encima
de él.
-Estás cansada-susurró.
-Tú también-acusé.
-Vamos a palmarla de agotamiento.
-Inshallah-dije
yo, la única palabra en árabe que había aprendido a lo largo de mi vida. Sonrió
debajo de mí. Me pasó las manos por las rodillas, subiendo por mis muslos,
deteniéndose en mis caderas.