lunes, 20 de junio de 2016

Donuts del monstruo de las galletas.

Diana suspiró cuando llamé a la puerta. Era oficial: íbamos a casa de Scott para que no estuviera tanto tiempo él solo, lamentándose de su vida. No podía quejarse, en realidad: me había pasado el día anterior con ella, incluso la había acompañado al centro y había esperado pacientemente a que terminara de entrenar a base de inspeccionar en librerías y grandes almacenes un regalo de navidad para mi hermana y mi mejor amigo.
               También me había preguntado si debería hacerle uno a ella, pero dado que se iba a marchar nada más empezar las vacaciones, no tuvo mucho sentido.
               Las cosas eran un poco raras con Diana: me la tiraba y me gustaba mucho, y ella se acostaba conmigo y se notaba que yo también le atraía, pero no nos dedicábamos ni una sola muestra de cariño estando en público, y tampoco pensábamos en un futuro no demasiado lejano, como por ejemplo, los regalos de navidad.
               -¿Qué quieres que te regale?-le había dicho la tarde anterior, después de un polvo como pocos había echado en mi vida, aquellos que sólo ella podía darme.
               -No voy a estar aquí el 25-respondió. Se incorporó y me miró con aquellas selvas amazónicas, el pulmón del planeta, en los ojos-. ¿Por qué?
               Me encogí de hombros.
               -No sé qué regalarle a alguien que lo tiene todo-le acaricié el costado, ella sonrió y se inclinó a besarme.
               -Otro orgasmo.
               -¿Adelantado?-sugerí.
               -¿Por qué no?-contestó, y se me puso encima.
               Shasha abrió la puerta, su melena negra recogida en una trenza de raíz como las que se hacía su hermana.
               -Señoras-saludó, inclinando la cabeza en dirección a Eleanor y Diana-. Tommy-reconoció, inclinándola también en mi dirección.
               -Venimos a ver a Scott.
               -Apuesto a que sí-susurró, y sus ojos se deslizaron por los tres. Una sonrisa divertida le cruzó la boca, pensando en la prohibición muy expresa de su madre de que Scott me abriera la puerta de su casa. Técnicamente, no lo estaba haciendo. Veríamos si Sherezade me dejaba quedarme.
               Había tenido que cabrearla mucho, para que nos dejara sin nuestra mutua compañía. Mamá lo había hecho un par de veces conmigo; una de ellas, durante una semana.
               Fue la semana más larga de toda mi puta existencia. Por lo menos podíamos abrazarnos y lamentarnos de nuestra suerte en los recreos.
               Había sido hacía un par de años. Los dos ya teníamos unas cuantas responsabilidades en las que escudarnos y pasar el rato.  Megan había pasado un par de tardes conmigo, jugando a videojuegos y metiéndonos mano, en aquella época en la que todavía no nos habíamos acostado.
               Cuando Scott todavía la tragaba, y a mí no me dolía pensar en ella como me seguía doliendo.
               Y, aun así, incluso con la distracción de su cuerpo sobre el mío, su boca en la mía y sus susurros en mi oído sobre lo que le gustaría que le hiciera (ya me daba instrucciones incluso antes de dejar que me metiera en sus bragas), cuando me dejaba solo, me volvía a morir del asco. Pensaba en ella y en el calentón con el que me había dejado.
               Pensaba en ella y en lo que diría Scott cuando se lo contara, y luego, en qué estaría haciendo Scott, y luego, si estaría bien y no habría empezado a comerse la cabeza otra vez (por aquella época fue cuando lo dejó con Ashley, mi madre es jodidamente oportuna con sus castigos).
               Él había estado bien. Más o menos, me dijo. Lo cual quería decir que había estado muy jodido y que casi no había dormido nada, pero no se le pasó por la cabeza ninguna tontería. Lo peor había pasado.
               Evidentemente, ya no tenía miedo por Scott. Estaba genial, el cabrón (incluso mejor que yo), pero seguía sintiendo un malestar interior cuando sólo lo veía en el instituto.
               Ya podíamos buscarnos unas mujeres que se llevaran bien, porque nos veía a los dos con nietos, una barba blanca larguísima a lo Albus Dumbledore, unas calvas inmensas (mayor la suya que la mía), contemplándolos corretear por casa y criticando a nuestros hermanos menores.
               -¿Queréis que lo llame?-quiso saber Shasha, cerrando la puerta tras nosotros.
               -Por favor, Shash-asentí yo.
               -Vale-dijo la chiquilla, se dio la vuelta, cogió aire y bramó:- ¡¡¡¡¡SCOTT!!!!! ¡ES PARA TI!
               Seguro que nos esperaba. Entramos al salón, saludamos a Sabrae, que se comía una tarrina de helado viendo un reality, y ni miró a su hermano cuando bajó las escaleras, todo digno. Con esa actitud, le pegaba más un traje y una corbata y que los fotógrafos que perseguían a Diana y le hacían un millón de fotos desde distintos ángulos mientras ella trabajaba lo hicieran también con él.
               -Vaya, vaya, vaya-susurró él-, ¿a quién tenemos aquí? Pero si es el traidor, abandona amigos, con su señora y su hermana. Hola, señoritas-dijo, saltando el último escalón y plantándose en el suelo, tocándose la frente como si llevara un sombrero y se quisiera descubrir a modo de saludo y muestra de respeto hacia las chicas-. ¿Qué pasa, Tommy? ¿Diana se ha cansado de ti? ¿Por eso vuelves a por mí? Pues no quiero recibirte, ahora el que está demasiado ocupado para atenderte soy yo. Te vas a arrepentir de haberme dejado toda la tarde de ayer esperando a que llegaras para estudiar juntos; como si suspendo todos los exámenes, no pienso estar en la misma habitación que tú. Te tendría que dar vergüenza, después de todo lo que hemos pasado… ¡Estoy harto de que me abandones a la primera de cambio! ¡¿Qué ha sido de lo de bros before hoes y todas esas gilipolleces que nos juramos el uno al otro cuando estamos borrachos, eh?! ¡Pero la culpa es mía! ¡Con la cantidad de veces que traicionas mi confianza, yo sigo abriéndote las puertas de mi casa y te acojo en ella como fuera la tuya….!

               Levanté la caja que traía colgando de dos dedos. La miró y frunció el ceño.
               -¿Qué es eso?
               -No lo sé, Scott, ¿a ti qué te parece?-tenía que reconocer la caja a la fuerza; era blanca, con dibujos rosas y naranjas. El nombre de la tienda en letras gruesas como sus productos resaltaba en el blanco del paquete. Sabía que iba a estar de mal humor, ya lo había estado por la mañana, cuando lo primero que me dijo fue “disculpa, Tommy, igual me he mudado y no te lo he contado porque no me he dado cuenta, pero, ¿sabes dónde cojones vivo? Porque tiene que ser que se te ha olvidado mi dirección, de lo contrario habrías venido a verme ayer…”, y había decidido hacer las paces de la forma más eficaz posible: dándole de comer.
               Donuts.
               -¿Me traes donuts?-quiso saber, entrecerrando los ojos.
               -No lo sé, Scott, ¿las gallinas ponen huevos?
               Se llevó una mano al pecho y abrió muchísimo los ojos.
               -¡¡Cómo te atreves a tratarme como a mercancía de la que puedes disponer cuando te da la gana dándole carburante!! ¿Qué soy? ¿Un puto coche? ¡Ajá! ¡Por eso seguimos siendo amigos! ¡Te interesa que me saque el carnet para llevarte de paseo adonde a ti te dé la gana! ¡Pues vas de culo conmigo, te lo digo desde ya! ¡Pírate de mi puta casa!
               -¿Seguro que quieres que me vaya? Mira que los tres donuts que te he cogido del monstruo de las galletas se vienen conmigo.
               Se me quedó mirando. Los donuts del monstruo de las galletas eran unos rellenos de crema de cacao y avellanas (Nutella cobraba por poner su nombre, así que esa era la descripción que había en las paredes), recubiertos de virutas de algún derivado del petróleo teñido de azul, con un par de oreos bañadas en chocolate blanco y dos conguitos puestos estratégicamente sobre la rosquilla haciendo las veces de ojos.
               El día que a Scott le dijeran que era diabético, iría al Dunkin Donuts y pediría 40 de esos dulces. Le daría un subidón de azúcar tal que le reventaría el corazón, pero por lo menos se moriría feliz.
               -Es mentira-dijo por fin. Yo abrí la caja y se los enseñé. Dio un paso y se inclinó hacia ellos, para después pasarse las manos por la cara y agarrarse el puente de la nariz, intentando controlarse.
               -Madre mía, Tommy, ¡madre mía, cuánto te quiero!
               Y me dio un abrazo.
               -Por estas cosas eres mi hermano favorito.
               -No tienes hermanos, Scott-replicó Sabrae, lamiendo con impaciencia su cuchara.
               -¡Ya, bueno, pero aunque los tuviera, seguro que serían tan tocapelotas como tú, así que Tommy seguiría siendo mi favorito, por mucho que me tocara los huevos!
               Le dirigió una mirada de saludo a Diana, que se la devolvió con un asentimiento, y le dio un beso en la mejilla a mi hermana cuando se colgó de su cuello.
               -Que corra el aire, o me llevo los putos donuts.
               -Lo siento, El, pero son donuts-respondió Scott.
               -Es igual-dijo ella.
               -Ven, T, tengo que convencer a mamá para que deje que te quedes.
               Dejamos las mochilas en la habitación que daba al jardín en la que habíamos estado la última vez, y subimos juntos las escaleras.
               Me habló del inmenso aburrimiento que había tenido la tarde anterior, pero me lo perdonaba “porque era una bellísima persona y yo tenía unos mofletes que no le permitían estar enfadado conmigo mucho tiempo”, palabras textuales.
               Llamamos a la puerta del despacho de Sherezade a pesar de que ya estaba abierta. Sherezade levantó la mirada y puso los ojos en blanco al verme.
               -Mamá, mira lo que me he encontrado en la puerta de casa.
               -¿Yo hablo en chino, o algo?
               -¿Puedo quedármelo, mamá? ¿Por favor? Te prometo que lo cuidaré, le daré de comer y lo pasearé varias veces al día, recogeré los pelos que suelte, si es que los suelta, porque… Oye, T, ¿no soltarás mucho pelo?
               -En absoluto.
               -¿Lo ves, mamá? Es limpio, listo, y está muy bien educado. Mira, te hará un truco. Tommy-dijo-, da una voltereta.
               -Eres gilipollas.
               -Menuda novedad, Tommy-respondió Sherezade, volviendo a sus papeles.
               -No es muy obediente, pero estamos trabajando en ello, ¿verdad que sí, ricura?-comentó Scott, revolviéndome el pelo. Le di un puñetazo en el hombro.
               -¿Esto es por haberte dejado tirado ayer?
               -¡Mira, mamá, te dije que era listo!
               Sherezade suspiró.
               -Sher-empecé yo, acercándome al escritorio y inclinándome hacia ella-. Mira, ya sé que Scott es imbécil y nunca te hace caso, o la mayoría de las veces, y que se merece que lo tengas encerrado en casa…
               -¿Tengo que recordarte que ya has dejado los donuts y que por lo tanto no tienes con qué chantajearme para que te deje quedarte, Tommy?-bufó mi mejor amigo, cruzándose de brazos.
               -… pero también piensa en mí. Me pone muy triste estar separado de él. Ya sabes que somos como siameses-Sherezade se frotó las sienes-. Igual que Shasha no puede estar sin su móvil, yo no puedo estar sin Scott.
               -Sigue en ese plan, va a pensar que somos gays.
               -Además, Shasha conoce mi casa, y Duna está muy a gusto con mis hermanos pequeños. Lo que hizo tampoco fue tan gordo. Teníamos que ir a ayudar a Layla.
               -¿Después de emborracharos?-la madre de Scott alzó las cejas y sonrió. Me quedé pensando.
               -¿Ves por qué yo no quiero que te pongas a convencerla? Es mejor que tú, asúmelo.
               -Fue idea mía. De todas formas, ¿no me irás a mandar volver a casa con la que está cayendo?
               -Ahora mismo no llueve.
               -Una semana separados es suficiente castigo, ¿no crees? Déjalo sin móvil, si eso, pero por lo menos déjanos estar juntos. Estamos de exámenes y nos necesitamos el uno al otro para explicarnos las cosas. No estudiamos bien por separado.
               -No estudiáis bien. Punto-chasqueó la lengua y asintió despacio con la cabeza-. En realidad, estaba pensando en decir que te llamara, porque no soporto cómo se pone cuando está metido en casa sin nada que hacer… menos mal que tu hermana tenía un montón de problemas con las matemáticas y le hizo compañía todo el fin de semana…-sonrió con malicia, mirando a su hijo-. Pero no hagáis ruido, ¿queréis? Tengo un caso muy importante entre manos.
               -No nos vas a oír, te lo prometo.
               Scott se me quedó mirando cuando salimos del despacho de su madre.
               -Has tenido suerte. Pero también estaba cansada. Suele ser más dura.
               -Serán mis ojos. Seguro que le gustan.
               Se quedó quieto mientras yo bajaba las escaleras.
               -Como te atrevas, aunque sea sólo un instante, a pesar en tirarle los tejos a mi madre, te abro la barriga con un cuchillo y te obligo a comerte tus tripas.
               -¿El cuchillo estaría oxidado?
               -Tampoco nos pasemos, T; querría matarte, pero no hacerte sufrir así porque sí.
               Sacamos todos los libros mientras las chicas subrayaban de sus apuntes y contrastaban con diversas fuentes. Scott sacó Biología. Yo, Historia.
               -Deberíamos ponernos con Química-sugerí yo, dado que era el segundo examen que peor llevaba. El primero era, evidentemente, el de Mates.
               -Déjame consultar la agenda-respondió él, sacando el móvil y echándole un vistazo a sabe dios qué aplicación-. Veamos-musitó-, el 16 de diciembre tengo un hueco libre entre “que empiece a cundir la histeria” y “suicidio colectivo”. ¿Te viene bien a las 4 y media?
               -Pon a las cuatro. Hay que merendar a las cinco. No quiero apurarme.
               -Las cuatro y cuarto es lo mejor que te puedo ofrecer, hermano.
               -Mm. Nos las apañaremos, creo yo.
               -¿Vas a ir a basket?-quiso saber, fingiendo que no le jodía que yo fuera un pajarito libre y que él aún estuviera enjaulado.
               -¿Tú?-respondí. Dejó caer el bolígrafo y suspiró.
               -Te juro por dios que…
               -Estoy siendo cuqui-repliqué.
               -Ah-sonrió-. Qué mono eres, T. Te comería entero si ése no fuera el trabajo de Diana, ¿eh?
               -No me lo como entero-respondió mi americana-, sólo la boca, y cuando se porta especialmente bien, también la polla.
               Los tres nos echamos a reír mientras Eleanor apretaba los labios.
               -Sois repugnantes.
               -Venga, El, no te hagas la estrecha, como si no le quisieras comer la polla a alguien de esta mesa-la pinché yo.
               -¿Yo no puedo hacer coñas con la tensión sexual que hay entre tu hermana y yo, pero tú puedes invitarla básicamente a que me coma los huevos cuando te apetezca?-protestó Scott-Que, por cierto, El, si estás libre, ya tienes mi número.
               -Te haré un huequecito-contestó mi hermana, mordiendo la tapa del bolígrafo.
               -Metáforas eróticas delante de mí no, por favor-ladré, sacudiendo la cabeza.
               -Has empezado tú, deja a tu hermana tranquila-respondió Scott, mordiéndose el piercing. Diana sonrió y sacudió la cabeza.
               No aguantamos ni tres cuartos de hora delante de los libros. No me entraban en la cabeza las causas de la revolución rusa. Me daba igual la revolución rusa. Tenían reyes, luego, PUM, golpe de Estado. Comunismo. Lenin y Stalin. Eso era lo importante.
               -Scott.
               -Mm-bufó él, dibujándole alas de mariposa a las diferentes ilustraciones de células del libro.
               -Estoy agobiado.
               -También yo-contestó.
               -¿Jugamos al Call of Duty?
               -Ya pensaba que no nos lo ibas a sugerir nunca, ¡ale!-animó, cerrando el libro-. ¡Otra para la siguiente evaluación! ¡A matar nazis!
               Diana y Eleanor nos miraron.
               -¿De verdad os vais a ir cuando estáis en último curso y tenéis una millonada de cosas que estudiar?-quiso saber Diana, quien se mantenía pegada a sus libros a pesar de que no paraba de mandarle mensajes a su trasnochadora amiga Zoe.
               -Yo tengo suerte-informó Scott, y era verdad. Si estudiaba un apartado de un tema, caía ese apartado en el examen. Si no estudiaba lo suficiente, el profesor no venía o se olvidaba de que teníamos examen.
               -Y yo soy listo-contesté, porque había heredado de mi madre lo de estudiar el día anterior y bordarlo. Ahora no estaba muy inspirado, pero aun así, me las apañaba para aprobar.
               Encendió la Xbox que reposaba en su habitación, impaciente por que alguien le diera uso, y nos sentamos en los pufs que existían para esa simple función: dejar que los avasalláramos con nuestro peso corporal.
               Tampoco él estaba inspirado con la consola, y yo no estaba a lo que tenía que estar. Había hablado con Layla la noche anterior, me había asegurado que estaba bien y que no tenía pensado volver a su casa a recoger más cosas, a pesar de que se había dejado a sus peces allí, pero yo no las tenía todas conmigo.
               A Scott, algo le rondaba por la cabeza. Se había comido el último de sus donuts favoritos con la mirada perdida, su mente vagando por los rincones más inalcanzables.
               No podíamos coordinarnos.
               -Necesito un cigarro-dijo por fin, poniendo el juego en pausa y levantándose.
               -¿De dónde lo vas a sacar? Terminamos la última cajetilla el fin de semana pasado, ¿recuerdas?
               -Se los pediré a mi padre.
               Tanto mi padre como Zayn sabían que fumábamos y, aunque se supone que deberían cabrearse y meternos en vereda, en realidad sólo se habían cabreado un poco. Mi padre todavía había sido más insistente porque mamá no había fumado nunca, pero Zayn, aparte de decir que le parecía “decepcionante” que nos quisiéramos matar de esa manera, dijo que había peores formas de morirse. De algo se tenía que morir todo el mundo, sí.
               Y casi había sido más elocuente y útil que nos dijera “ya os arrepentiréis”… mientras encendía un cigarro y expulsaba el humo hacia arriba.
               Scott volvió y se sentó sin decir nada.
               -¿Y bien?
               -Me mandó, básicamente, a la mierda.
               -Te lo…
               -No. Se. Te. Ocurra. Terminar. Esa. Frase.
               -Vale-respondí. Reanudamos la partida y nos mató una mina, porque éramos imbéciles y seguíamos el mismo camino aunque no estuviera asegurado-… dije-sonreí, y Scott me tiró un cojín a la cara con mucha fuerza.
               -¡Me tienes hasta los huevos, Tommy!
               -Y eso que prácticamente suplicaste para que viniera, ¿recuerdas?
               -Te odio-respondió. Dejó caer el mando al suelo y se cagó en nuestras familias cuando batimos un récord de peor partida de la historia. Se pasó una mano por el pelo y dijo que no quería jugar más.
               Pero cuando yo le pedí que me ayudara en una misión, accedió y recogió el mando. Nos lanzamos en paracaídas sobre un campamento y un misil se estampó contra su cuerpo. Bufó y volvió a dejar caer el mando. Le dije que lo recogiera. Me dijo que me fuera a tomar por culo.
               -Te noto muy  poco arisco para no haber follado en todo el fin de semana.
               Me miró, sonriendo mientras se mordía el piercing, y alzó las cejas.
               -Evidentemente-respondí yo, que ya me lo olía-. ¿Quién?
               -¿Cuándo te he dicho yo a quiénes me traigo a casa?
               -Siempre.
               -Pues siempre hay una primera vez para todo-sonrió, inclinándose hacia atrás mientras me esperaba en un punto de control.
               -Scott.
               -Tommy.
               -Dime un nombre.
               -Eleanor-accedió.
               -¿Qué Eleanor?
               -Tomlinson.
               -Gilipollas. Vale, no me lo digas si no te sale de las pelotas. Luego no te quejes cuando no te cuente las cosas que me hace Diana.
               -Me gusta dormir por las noches.
               -Eso es porque eres un perdedor.
               -T-empezó-, el día que te acuestes con una décima parte de las tías con las que he estado yo, tal vez te consienta que no me trates de “su alteza real”, ¿estamos?
               Seguimos con la partida, y conseguimos terminarla con relativo éxito. Decidimos que era hora de dejarse de calentamientos y tratar de avanzar en la trama del juego, y así lo hicimos.
               -El lunes que viene voy a volver a ir con Diana al centro-anuncié. Se me quedó mirando.
               -¿Y esa puñalada trapera? Debería tirarme a tu hermana, dado que te jode tanto pensar en ella estando conmigo.
               -Quiero que vengas con nosotros-era un maestro en eso de llevar una doble vida, me vacilaba con las cosas que hacía con Eleanor para que, si alguna sospecha se formara en mi mente, yo la desechara rápidamente.
               -¿Por qué haría tal cosa?
               -Ya te dije que estoy con Diana… más o menos.
               -Ajá-dijo; nos asaltaron y nos mataron. En la pantalla se materializó un mensaje ensangrentado de “Misión fallida”, pero nos daba igual.
               -Creo que me estoy pillando en serio por ella.
               Scott asintió despacio.
               -Bueno, más zorra que Megan no puede ser, por lo menos contigo.
               -Scott, Megan no es…
               -Haré mi tesis doctoral sobre por qué Megan es una zorra sólo para que abras los ojos de una puta vez. Pero ahora no estamos hablando de ella.
               -Se lo dije el otro día, más o menos. Y ella me dijo que también, más o menos… pero quiero saber si lo dijo porque yo se lo dije, o si lo siente de verdad.
               -¿Por qué se te hace tan difícil siempre creer que a una chica le gustas más que para echar un par de polvos, T?-quiso saber, cruzando los dedos sobre el vientre-. Eres un buen tío.
               -Ya, pero… ella conoce a un montón mejores que yo.
               -Yo no conozco a nadie mejor que tú-atacó.
               -¿Podrías… fijarte? ¿Y darme tu opinión? Tú eres mejor en eso que yo.
               Asintió despacio con la cabeza y sonrió despacio.
               -¿Qué?
               -Nada, T. Es sólo que…-se encogió de hombros-. Me das a dar una oportunidad cojonuda para decirte “te lo dije”, pero no puedo evitar alegrarme de que estés así otra vez. Ya sabes, cegado por una chica.
               -Diana es increíble, S.
               -Ya, tu hermana estuvo todo el fin de semana haciéndome propaganda de ella. Supongo que cada uno es gilipollas con quien le apetece, ¿no? Todos tenemos varias caras, y mientras a ti te trate bien… os doy mi bendición. Eso sí-añadió, muy serio-. Como se os ocurra sugerirme alguna vez un trío, me voy a Pakistán en busca de mi familia, me cambio de nombre, y no me veis más el pelo.
               -Es modelo-le recordé.
               -Sigue siendo imbécil. Pero a ti te van las imbéciles. Problema tuyo.
               No me sorprendió que Eleanor abogara por Diana después de todo lo que había hecho la americana por ella, y tampoco lo hizo que Scott decidiera hacerle caso a mi hermana antes que a mí. Podría tener algo que ver su relación (algo, no; más bien bastante), pero Eleanor seguía siendo ella, la que sabía exactamente dónde estaba el punto débil de la gente y cómo explotarlo para conseguir lo que quería de ellos.
               Había sido el domingo, cuando terminaron de hacer ejercicios y ponerse al día con los estudios, después de irse a la cama, cuando había salido el tema de Diana y yo.
               -Seguro que nos tendrían envidia-murmuró Eleanor, abrazándose a su pecho desnudo con una sonrisa en la boca que yo jamás le vería: la sonrisa de después de una buena sesión de sexo.
               -Ella de ti, sí-asintió Scott, acariciándole la cintura y besándole la cabeza. Y Eleanor aprovechó para lanzarse a su punto débil.
               -Tommy la adora, S. No veas cómo la trata. Creo que han dado otro paso en su relación…-Scott había asentido con la cabeza, sin decir nada; era cosa mía decirle a mi hermana que Diana y yo nos habíamos vuelto “exclusivos”, con todo lo que eso implicaba.
               -No me jodas la tarde hablando de ella, mi amor.
               -Dale otra oportunidad, S. Es buena. Se preocupa por él. Y por mí. Y trata genial a mis hermanos. Tan bien como tú. Los cuida un montón. Pero a Tommy… no sabes cómo lo mira. Y cómo él la mira a ella. Sé bueno con ellos, por favor. Se lo merecen. Se merecen el uno al otro. Tú mismo dijiste que un clavo saca a otro clavo.
               Scott se quedó mirando el techo, pensando en las posibilidades que había de que aquello saliera mal. Muy altas, evidentemente. Veníamos de mundos muy distintos y ni siquiera hablábamos igual. Su acento y el mío eran radicalmente diferentes, las dos caras de una moneda cuyo filo era el australiano.
               También pensó en ellos. La miró y estudió las probabilidades de que los dos acabaran así. De que las cosas se fueran a la mierda cuando yo me enterara de lo que pasaba. Muy altas. Eso no le impedía quererla.
               Igual que el que Diana se fuera a marchar en un momento incierto no me impedía quererla a mí.
               Scott dijo algo.
               -¿Qué?
               Sonrió, sacudiendo la cabeza y mordiéndose el piercing.
               -Me estoy empezando a sentir mal por todo lo que estamos remoloneando.
               -Sí, yo también-susurré, apagando el mando-. ¿Volvemos abajo con nuestras chicas?
               Soltó aire por la nariz con una sonrisa torcida; le hacía gracia lo acertada que había sido mi frase. Asintió con la cabeza, se incorporó, nos estiramos, recogimos las cosas y bajamos.
               Eleanor y Diana se inclinaban sobre una revista en la que Diana escribía de vez en cuando.
               -Os veo agobiadas por los exámenes, chicas-se burló Scott. Eleanor puso los ojos en blanco.
               -Estamos descansando.
               -¿Qué haces, Didi?-quise saber, acercándome a ellas y apoyándome a su lado para ver los tachones que había hecho.
               -Corrijo errores y marco las cosas que bajo ningún concepto deberían haber salido a la luz; por ejemplo, este vestido.
               -Es horrible-asintió Eleanor.
               Diana volvió con sus libros en cuanto yo me senté. Estaba a mi lado y de vez en cuando sus manos reposaban en mis piernas, y las mías en las suyas, y nosotros sonreíamos como respuesta a nuestros apuntes cuando los dedos del otro empezaban a recorrer nuestra anatomía.
               Scott carraspeó.
               -¿Os presto mi cama?-quiso saber, y nos detuvimos sólo para dejar que empezaran Eleanor y él. Su juego fue diferente; Eleanor rebuscó en su mochila hasta encontrar la bolsa de chucherías que se había empeñado en coger de la que íbamos a casa de Scott, la tiró encima de la mesa y recogió una piruleta de cereza. La desenvolvió despacio y se la metió en la boca con gesto solemne… sin dejar de mirar a Scott.
               Y Scott no podía apartar los ojos de ella.
               Visto con la perspectiva del tiempo, me he dado cuenta de algo: soy absolutamente gilipollas por no haberme dado cuenta en ese preciso instante de que se miraban de la misma forma el uno al otro. Cosa que no había sucedido hasta entonces. Pero, claro, había habido un cambio en su relación.
               Ahora, follaban.
               Antes, no.
               Incluso Diana sonreía, disfrutando del impresionante espectáculo que era ver cómo Eleanor jugaba con Scott, a quien tenía comiendo de la palma de la mano. Eleanor se sacó la piruleta y la lamió muy despacio con la punta de la lengua. Diana tuvo que controlarse para no descojonarse; Scott, también, pero por motivos bien diferentes.
               La hija de puta de mi hermana incluso le guiñó un ojo mientras yo pasaba una página y subrayaba una frase muy importante a la que antes no había hecho caso. Scott le correspondió mordiéndose el labio. No sé cuál de los dos estaba más cachondo.
               Scott decidió contratacar empezando a jugar con su piercing, lanzándole miradas igual que hacía ella de vez en cuando. Sus vidas pasaron a reducirse a calentarse el uno al otro, ver quién era el primero en levantarse de la mesa pensando en una manera de aliviarse.
               Eleanor se había puesto el pintalabios de cereza que a él tanto le gustaba. Yo no me di cuenta porque, sinceramente, tengo cosas más guapas a la que mirar (léase, Diana) que los morros de la petarda de mi hermana. Mientras la miraba juguetear con la golosina, sí que me di cuenta de que tenía los labios más rojos de lo normal, pero lo achaqué a la piruleta. Al fin y al cabo, era lo que hacían los colorantes: se trasladaban de la comida a tu boca.
               Scott, sin embargo, los había probado suficientes veces como para saber que no se debían a ninguna chuchería. Por dios, si incluso se despertaba duro cuando soñaba con ella y con ese color en sus labios.
               -Eleanor-espeté yo.
               -Mm-respondió ella, reclinándose hacia atrás y jugando con el palo de la piruleta. Le dio vueltas y vueltas.
               -Déjanos tranquilos.
               Alzó las cejas, toda inocencia y recato de repente.
               -No putees a Scott. Estamos ocupados.
               -Scott se putea solo-contestó ella, sonriendo. S se echó a reír, yo bufé-. Sólo estoy leyendo un artículo, Tommy. Relájate un poco.
               -¿Qué hay de la piruleta?
               Se la sacó de la boca, alzó las cejas, me miró y la señaló.
               -¿Esto? Madre mía, los tíos lo relacionáis todo con el sexo.
               -¿Y nosotras no, El?-se cachondeó Diana, reclinándose igual que lo hacía ella.
               -Nosotras somos peores-coincidió mi hermana.
               -Pero lo hacemos con más elegancia.
               -Sin duda.
               El sol terminó de esconderse entre los árboles del jardín; Zayn se asomó a la puerta para preguntar si nos íbamos a quedar a cenar. Normalmente, él y Sherezade cocinaban juntos la cena, pero dado que la madre de Scott estaba muy ocupada con un caso muy gordo, no podría bajar a la cocina a echarle una mano. Necesitaría más tiempo.
               Scott se encogió de hombros cuando lo miré, como pidiendo permiso para las chicas, y dijimos que sí. Ellas terminaron sus cosas, metáforas sexuales ya apartadas, y se fueron a ver qué tal le iba a Sabrae con sus exámenes y sus entrenamientos.
               El colgar a un tío de una ventana y amenazar con soltarlo y mandarlo de una patada en los huevos al otro barrio ayudaba a formar lazos muy fuertes entre la gente, y las chicas no iban a ser una excepción.
               -¿Qué tal viste ayer a Layla?-quiso saber Scott, haciendo girar su bolígrafo entre los dedos como yo le había enseñado a hacerlo. Me miró a través de unas pestañas kilométricas.
               -Bien. Bueno, todo lo bien que puede estar, claro.
               -¿Lloró, o algo?
               -No. Sólo dimos una vuelta los tres juntos.
               Scott asintió.
               -¿Por qué lo preguntabas?
               -Se lo ha tenido que contar a Niall. ¿Te lo ha dicho?
               -Lo mencionó de pasada. Que Niall le vio uno de los moratones y le tuvo que explicar todo estando con Chad. No les enseñó los moratones, no obstante.
               -¿Para qué?-cacareó Scott, exhibiendo su mejor sonrisa chula, la que hacía que la mitad de la población femenina de una discoteca se bajara las bragas en el acto y estuviera dispuesta a dejarse hacer lo que él quisiera-. Con que se los vieras tú…
               -Tú también los viste-protesté. Noté un calor en las mejillas, exactamente lo que él andaba buscando. Se mordió el piercing en su típica sonrisa victoriosa.
               Hay ocasiones en las que Scott me cae muy, muy mal.
               Ésa fue una de ellas.
               -Yo no se los besé.
               -Habrías hecho lo que fuera por conseguir que dejara de martirizarse a sí misma si hubieras visto cómo se miraba y cómo me hablaba y cómo…
               -¿Como follármela?
               Cuadré los hombros, haciéndome el digno.
               -Yo a Layla no puedo “follármela”. No… usaría esa palabra con ella.
               -Con Diana la usas.
               Me lo quedé mirando, y él me miró a mí. Siguió jugando con su piercing. Estábamos librando la batalla que inclinaría finalmente el resultado de la guerra y él todavía no había perdido a un solo soldado. Yo había perdido a toda mi flota y la mitad de mis aviones estaban precipitándose hacia el suelo sin que yo pudiera hacer poco más que mirar cómo caían, cómo pasaban de ser lanzadores de misiles a misiles en sí mismos.
               -¿Adónde quieres llegar a parar con esto, Scott?
               -A que te des cuenta de que te importan las dos, T. De lo contrario, no me pedirías que me las apañara para averiguar si Diana siente algo por ti en serio… como tampoco pondrías tu cara de gatito abandonado al que le están rascando la barriga cuando me dijiste que habías besado a Layla.
               -¿En qué momento he dicho yo que…?
               -Todavía no has elegido-me cortó-y, ¿sinceramente? No sé si llegarás a hacerlo.
               -Estoy con Diana.
               -Puede-respondió-. Pero también te mueres por consolar a Layla. Y sabes cuál es el único modo que tienes de consolarla.
               Lo miré largo y tendido, él me aguantó la mirada.
               -Eres un hijo de puta-dije por fin, y él se echó a reír. Acababa de tirar una bomba atómica en mi cuartel general y contemplaba desde el aire cómo mi último bastión se reducía a cenizas. La resistencia desapareció.
               -Me encanta cómo te pones cuando sabes que tengo razón.
               -No voy a pillarme por Layla.
               -No vas a hacerlo, es verdad, ya lo estás.
               -Estoy. Con. Diana.
               -T, por favor, eres igual que un perrito abandonado. En cuanto alguien te da media salchicha, ya te emocionas y juras lealtad y amor eterno.
               -Me estoy perdiendo, ¿soy como un gatito o como un perrito?
               -Tienes más bien cara de rata-reflexionó.
               -Y tú eres clavado a un cuervo.
               -Gracias.
               Volvió a sus apuntes mientras yo echaba un vistazo fuera. Se intuía Londres entre los árboles. En algún edificio que probablemente estaba oculto a mi vista, Layla estaría preparándose la cena. Puede que estuviera dando un repaso al último tema que había estudiado ese día. Esperaba que no estuviera sola. Como también esperaba que me estuviera echando de menos; a esos extremos de hijo de puta podía llegar.
               -Scott.
               Scott levantó la vista y me miró.
               -¿Estaría muy mal?
               Él también miró por la ventana.
               -Layla no puede estar contigo ahora. Otra cosa es… darle cariño. Como amigos. Amigos que se preocupan muchísimo el uno por el otro. Yo también haría lo que fuera por ella, ¿sabes? Pero ella no quiere eso de mí. Soy un amigo normal cuando tú eres un VIP.
               -Si hiciera lo que me dijera… aunque yo tuviera ganas también… si le diera lo que me pidiese…
               -No estaría mal… si lo hablas con Diana. Esto también le incumbe a ella. La quieres, T. Y me imagino que ella a ti también. Por la cuenta que le trae. Por muy mal que me caiga, no se merece que le hagan lo que me hicieron a mí. Ni siquiera si se lo haces tú.
               Asentí despacio con la cabeza.
               -Das unos consejos cojonudos, hermano.
               -¿Te imaginas que me los aplicara?-sacudí la cabeza y sonrió-. Yo tampoco. Nuestras vidas serían un poco más fáciles, pero todas las aventuras son más divertidas cuando tienen un poco de peligro, ¿o no?
               -Te dije claramente que no citaras frases de reggaetón delante de mí-protesté.
               -Haberme puesto a Sabina cuando empezaba a aprender español y no después, no te jode. Sabes que son las primeras impresiones las que prevalecen.
               -Vete a la putísima mierda-le dije en árabe, y él sonrió.
               -¿Ves? Es la segunda frase que te enseñé a decir, ¿a que la recuerdas perfectamente? ¿Cuál era la primera, tesorito mío? ¿Me la sabrías decir?
               -Cómeme los cojones-le dije, también en árabe.
               -Qué orgulloso estoy de ti, joder-me respondió en español. Tenía un poco de acento, el mismo que tenía yo hablando en el idioma de sus antepasados.
               “Cómeme los cojones” fue la primera frase que me enseñó a decir.
               Era una de la millonada de cosas por las que estaba agradecido de tener a Scott en mi vida.


Layla.

Creo que se arriesga a mostrarme sus poderes mágicos cada vez que me toca. Que lo haga tiene que tener consecuencias muy graves. Pero no parece importarle.
               Sus brazos me recomponen. Tiene que ponerse un poco de puntillas para abrazarme en el “papel de chico”, pero no me importa. No nos importa a ninguno de los dos. Quiero creer que yo merezco la pena. Pero el riesgo que corre por mí es demasiado grande.
               Y la verdad es que no me lo merezco.
               Me estrecha entre sus brazos y me siento protegida como no lo he estado nunca. Me da un beso en la mejilla y me pregunta qué tal estoy. Ahora, bien.
               Las piezas de mi alma vuelven a desencajarse y cada una se desparrama en una dirección diferente de la de las demás, como las galaxias del universo, cuando me suelta. Pero se funden hasta casi pulverizarse cuando me mira con todo el cariño del mundo.
               Tal vez no sea tanto cariño. Tengo que estar exagerando. Sí, estoy exagerando, claro. El pasar tanto tiempo sin que te quieran hace que te emocione la más mínima muestra de afecto.
               -Hoy me tienes para ti sola-bromea, y yo me echo a reír. Me toca la mano y siento cosquillas en el estómago. Tengo que reprimirlas; no, por favor, no. No es mío ni nunca podrá serlo. Está con otra. Está con Diana.
               Yo no soy lo suficientemente buena para él. Se merece a alguien entero, alguien que no se despierte llorando cada noche. Alguien que le pueda dar todo el amor que él va regalando por ahí, en lugar de absorberlo y tratar de sobrevivir a ese día.
               -Qué suerte tengo.
               -El afortunado soy yo.
               Joder, Diana es la verdadera afortunada en todo esto. Me pregunto cómo será escucharle decir “te quiero”. Seguro que con su acento y su voz, esa frase adquiere un significado radicalmente diferente.
               Levanto la vista y la clavo en el edificio donde Diana estará machacándose con la élite de modelos más internacionales para conseguir alcanzar la divinidad, y me digo que eso es, ni más ni menos, lo que él se merece.
               No a mí.
               Todavía me da miedo que alguien me toque sin que yo no me lo espere. Tommy no puede estar con alguien que da un brinco si la coge desprevenida.
               Y, sin embargo, Tommy es la única persona en este mundo que no puede asustarme.
               -¿Adónde quieres que vayamos hoy?
               Me encojo de hombros.
               -Tú mandas.
               Él tuerce la boca, pensando en qué hacer. Scott está en casa, seguramente con Eleanor, probablemente estudiando entre beso y beso, abrazo y abrazo y cosas todavía más interesantes que pueden hacer dos personas, y él está aquí, arriesgándose un trimestre en uno de los cursos más importantes de su vida, porque yo he decidido hablar justo en período de exámenes.
               Se me enciende la bombilla. Hace mucho que no paso por ahí, y puedo preparar algo. Ver cómo le va a la ancianita y, quizás, servirle un café al chico de la barba, el que lo toma del mismo color que mi pelo.
               -Tommy, en realidad… se me ha ocurrido un sitio-digo, cuando estamos a punto de cruzar la calle. Se vuelve y me mira. Estamos haciendo progresos. Estoy empezando a hacer alarde de iniciativa propia. Llevaba sin hacerlo desde que decidí contar lo que me pasaba.
               Eso le encanta.
               -¡Genial! ¿Me guías?
               Asiento con la cabeza, cruzamos en el último momento, y estoy a punto de colgarme de su brazo (en una manera totalmente amistosa y para nada romántica), cuando pasa un bus con una campaña de una firma italiana de moda.
               Diana nos mira sonriente mientras juega con una manga de su jersey. Le brillan los ojos más que de costumbre. Es lo único que le puedes achacar al Photoshop; el resto de ella es idéntico a su yo real. Toda ella es perfecta. Sin miedos, sin pesadillas, con labios que no tienen miedo a besar ni a decir lo que piensan…
               …oh, sí, claro, y la piel sin moratones. Eso también cuenta.
               Me toco sin darme cuenta la pequeña concha que me regaló mi hermano, la cruz que me regaló Tommy, y la pequeña foca blanca, con morro gris, ojos negros y brillantes y runas inscritas en azul zafiro que me dieron Chad y Kiara cuando estaba a punto de subirme al avión.
               -¿Qué tal con Diana?-pregunto. Tommy sigue andando, me coge de la mano y tira de mí. Es él el que está perdido y no sabe a dónde vamos, pero soy yo la que se deja guiar.
               -Muy bien, la verdad. Se está acostumbrando a estar aquí. Está a gusto.
               -Es la compañía. Es inmejorable-respondo, y él me mira y se echa a reír.
               -Venga, princesa, ni que estuvieras con ella todo el tiempo.
               Me apetece tatuarme esa palabra en el antebrazo. “Princesa”. De su puño y letra. Todavía no estoy segura de si la prefiero en inglés o en español. Él me la suele decir en inglés, pero no puedo dejar de recordar la conversación en español, cuando me dio la cruz de la victoria y yo, a cambio, le besé.
               Siempre me he sentido más querida cuando me hablan en español.
               -¿No tienes nada que contarme sobre ella?-pregunto, y él baja la mirada y se sonroja un poco. Por dios, qué mono es.
               Yo ya lo sé.
               Pero quiero que me lo diga. Quiero confirmar lo que Diana me contó ayer por la noche, mientras no paraba de hablar sin cesar de lo mucho que se alegraba de ver los inmensos progresos que estaba haciendo. Se le escapó que a ella también le iba genial con Tommy.
               -Oh, Lay, perdona, yo…
               -No pasa nada, ¿tienes buenas noticias? Porque hoy parecías tener buenas noticias.
               -Sí, bueno… para mí son buenas. Pero no quiero que te disgustes.
               -No voy a hacerlo, mujer.
               -El caso es que… hemos decidido… ir un poco más en serio. Ser exclusivos. Ya sabes. Evidentemente, lo que te dije sigue en pie. Podemos compartirlo siempre que tú quieras.
               -Es tuyo, Didi, y yo lo respeto. Además, es una noticia maravillosa-sonreí, porque la gente te nota en el hablar que estás sonriendo, y me limpié con la punta de los dedos una lágrima-. Hacéis muy buena pareja.
               Me dolía en el alma. Se me rompió un poco el corazón. Una parte de mí, la más estúpida, había conservado esperanzas de que lo de aquella noche se repitiera. Me había sentido tan bien teniéndolo tan cerca… me había dado vida de un modo en el que ya no pensé que pudiera recuperarla…
               Diana enseguida dio por finalizado el tema. Era una buena chica, por mucho que Scott no la soportara. Tenía que haberle hecho algo; Scott no le empezaba a coger asco a la gente así, porque sí. Pero no podía imaginármela siendo mala con Tommy. No lo era.
               Y eso era lo que contaba.
               -Le he pedido ser exclusivos-confiesa por fin. Y me mira. Y estudia mi cara, buscando un mínimo gesto que le haga volver a casa y cancelarlo todo con Diana. O eso creo ver yo.
               No ve nada. No le dejo que vea nada. Mi corazón ya está roto, no puede rompérmelo. Ya lo ha roto otro por él. Lo han reducido a trozos diminutos, de esos trozos han hecho escombros, y de los escombros, han sacado cenizas.
               -Eso es genial.
               -¿De veras lo crees?
               -Pues claro que sí, T. Scott me dijo lo triste que estabas, ya era hora de que fueras animándote.
               -Eres un sol-me dice, y me da un beso en la mejilla que se siente precisamente como eso: como un sol que me calienta por dentro y le da la bienvenida al día después de una noche particularmente fría, oscura y lluviosa.
               Puedo compartir un sol. Lo hago todos los días, cuando el de verdad sale y se pone, impasible a todo lo que ocurre a su alrededor.
               Hasta un sol con nubes es muchísimo más de lo que tenía hace 15 días.
               Caminamos en silencio. Yo me toco el colgante con los dedos. Hace frío y no llevo guantes, pero las manos son con diferencia la parte del cuerpo que más cálida siento.
               Él, también.
               Me pasa el pulgar por los nudillos. Le gusta mucho acariciar cosas con el pulgar. Mis nudillos, los labios de Layla, el cuello de sus hermanas, las mejillas de su hermano cuando se le sienta en las rodillas y le impide seguir jugando a la consola porque le toca a él…
               A todos nos gusta que nos acaricie con los pulgares. Ya tenemos algo en común.
               Lo conduzco hacia el metro y esquivamos a la gente que sale de la boca de éste en tropel. Nos pegamos a la pared, nos agarramos con fuerza a la barandilla para no resbalar en el suelo húmedo, y nos agarramos con más fuerza las manos. No puedo perderlo, y él no puede perderme a mí.
               Llegamos al andén justo cuando el tren se marcha. Me quito el gorro y él se desabrocha el abrigo, y se me queda mirando el flequillo recién estrenado.
               -Es increíble lo bien que te queda el pelo así, princesa. En serio.
               Se me colorean un poco las mejillas. En parte, por el cambio de temperatura del exterior; en otra parte, por el de mi interior. Es reconfortante estar con Tommy. Te trata como si fueras especial para él. Yo lo soy, o él dice eso, pero aun así… sienta bien.
               -Yo no estaba muy por la labor; no sabía si me favorecería…-empiezo, pero él sacude la cabeza.
               -A ti te tiene que quedar bien hasta una bolsa de patatas puesta en la cabeza. Fijo.
               Una pareja de mediana edad se detiene a nuestro lado, saca un mapa del metro y examinan el andén. Ella le recrimina a él no haber mirado primero el mapa en la superficie. Ahora tendrán que gastar otras nueve libras sacando un billete nuevo y buscando una parada nueva. Él la manda callar; después de todo lo que les ha costado llegar hasta ahí sin preguntar a nadie (me imagino que no saben inglés), no está dispuesto a volver a la calle.
               Tommy y yo nos los quedamos mirando. La mujer también nos mira.
               -¿Crees que podríamos preguntarles…?
               -No nos entienden. Mira cómo nos miran. No creo que sepan español, les enseñan…
               -En realidad-le dice Tommy, y los dos se ponen tiesos, porque nos han escuchado hablar en un perfecto inglés incomprensible, y no les cabe en la cabeza lo bien que ha pronunciado la r inicial-, sí que hablamos español.
               -Nuestras madres son asturianas-intervengo yo. El hombre abre mucho los ojos mientras la mujer sonríe.
               -¡Nosotros somos cántabros! ¡Somos vecinos!
               -¿Os ayudamos en algo?-inquiero. Nos explican que quieren ir al Museo de Historia Natural. Tommy bufa, coge el mapa y se pone a mirar las líneas.
               -Sería mejor si os hubierais subido en una estación que queda bastante cerca de aquí; así no tendríais que cambiaros de tren, pero… podéis ir hasta Kings Cross-señala un punto-. Allí hay…
               -Demasiados andenes-le corto-. Es mejor que probéis a ir hasta Victoria. Allí hay menos líneas a las que cambiarse. Os cambiáis a la roja y no tendréis que esperar mucho.
               -¿Sabéis llegar?-pregunta Tommy, y los dos se miran.
               -¿No está al lado?
               -No-gruñe él, poniendo los ojos en blanco-, porque al que hizo el plano del metro le pareció una buena idea ponerlo a medio kilómetro del museo, en medio de un lugar donde no hay nada, en vez de plantarlo lo más cerca posible para putear a los turistas. Bienvenidos a Londres-anuncia, abriendo los brazos-, la ciudad con más turismo del mundo y también la que más dinero invierte en amargaros la vida a los que estáis de visita.
               Se suben con nosotros al tren. Encuentran un par de sitios libres, y el señor se pone terco en cederme el asiento a pesar de que es mayor que yo. Como me niego a sentarme al lado de su mujer, al final cede y se deja caer con resignación.
               -¿Sabéis algún sitio bonito al que no suela ir mucha gente?
               -Y que sea barato-añade su mujer en tono firme pero dulce.
               Miro a Tommy.
               -El templo hindú. Es un poco complicado llegar, pero…-se encoge de hombros-. Merece la pena. Hay gente, pero como es grande, no es tan agobiante como la esquina del Big Ben.
               -Esa esquina es infernal-asiento yo.
               Nos escuchan con atención, nos observan mientras intercambiamos opiniones de lugares que visitar. No, Covent Garden es una pérdida de tiempo si quieren ir a un mercadillo. Es mejor Candem. En Covent Garden lo único que hay ahora decente, son tiendas. Eso, y los artistas callejeros, a los que tienen que ver sí o sí.
               Llegamos a nuestra parada y yo miro cómo se abren las puertas. Tommy está pensando lo mismo que yo.
               -¿Vamos con ellos?-le pregunto en inglés, para que no se sienta presionado por su presencia. Él asiente con la cabeza, encogiéndose de hombros.
               -Podemos ir a ese sitio otro día.
               -Sí-concedo.
               La pareja está intentando memorizar el camino. Han cogido el móvil de Tommy y están mirando las calles por Google maps.
               -Vamos con vosotros-anuncio, y los dos nos miran.
               -No queremos ser molestia…
               -No lo es-replica Tommy-, en realidad, no sabíamos qué hacer.
               -Sí, además, creo que han conseguido un dinosaurio nuevo que poner. Tengo curiosidad por ver en qué sitio lo han colocado.
               -Apretujado con el Triceratops.
               -Qué desperdicio-suspiro-, pero tenéis que ir a verlos. Tienen un T-Rex a escala real. Se mueve y ruge. Es un pasada.
               Los guiamos fuera, ellos no paran de comentar lo que han visto, preguntando si han parado en las cafeterías más caras a tomar algo y descansar. La verdad es que sí, pero no es culpa suya. No hablar nuestro idioma y meterse por las calles más concurridas de la capital es lo que tiene.
               Se quedan maravillados al llegar al imponente edificio. Se detienen durante un momento, primero a contemplarlo, luego, a tomar fotos. Tommy les hace una, y luego nos preguntan si pueden hacerse una con nosotros. Somos sus primeros amigos ingleses.
               Nos echamos a reír y accedemos. Tommy me coge de la cintura. Sus dedos me aprietan suavemente. Me está preguntando si estoy bien sin separar los labios. Yo lo miro y asiento. Él sonríe, y yo también.
               Se ponen a la cola, bastante larga a pesar de que la fecha no es de las más atareadas. Sacan un billete pero los dos nos negamos a cogerlo.
               -No ha sido nada, de verdad-digo yo.
               -Estábamos equilibrando nuestro karma.
               -Habéis recorrido media ciudad con nosotros. Coge esto, hombre, invita a tu chica a un café.
               -Con que os toméis uno a nuestra salud, nos basta-replica Tommy. Nos abrazan, la mujer nos da dos besos a cada uno, y se meten en el museo.
               Yo lo miro.
               -No le has dicho que no soy tu chica.
               -¿No lo eres?-contesta él, haciéndose el herido-. Porque te estoy llamando demasiadas veces “princesa” para que no lo seas. Tal vez debería parar-musita.
               -No lo hagas. Me gusta se tu chica.
               Le doy un beso en la mejilla y en sus labios aparece una sonrisa llena de cariño. Entrelazamos los dedos y nos dirigimos hacia Hyde Park. Nos detenemos en una cafetería en una esquina, pequeña, con unas cuantas mesas libres y varios pisos de altura.
               -Les debemos un café a los cántabros-le digo, y él asiente con la cabeza.
               Subimos al piso superior, desde el que se intuye el museo que hay en el corazón del parque y un monolito dorado que sobresale en las copas de los árboles, en una extremidad de éste.
               Se nos acerca una camarera, y los dos pedimos lo mismo mientras apartamos las cosas de encima de la mesa. Una taza de chocolate caliente. Para ambos, ardiendo. La chica asiente, pasa una bayeta humedecida por encima de la mesa, luego, un trapo casi igual de húmedo intentando secarla, y baja las escaleras de caracol del centro de la sala con agilidad.
               Me paso los dedos por el flequillo, intentando dominarlo. Termino por quitarme la chaqueta y colgármela de la silla, igual que ha hecho él. Le suena el móvil pero no hace amago de cogerlo. Está mirando su entorno. Las copas de los árboles, los coches escasos que pasan por la calle más abajo, ya que no es una zona muy concurrida, sino más bien residencial, los peatones que cruzan la carretera casi sin mirar, confiados de una suerte que no les da la espalda, el interior del bar, en el que hay enredaderas que tienen que ser por la fuerza de plástico…
               … pero, sobre todo, me mira a mí. Y yo le miro a él.
               Descruzo y cruzo las piernas. Mi pie toca la suya. Ni yo me aparto ni él lo hace. Estamos a gusto.
               -¿Te da suerte?-pregunta, señalando mis colgantes. Me cojo la cruz; es a lo primero a lo que acudo cuando compruebo que lo conservo todo.
               Suena un poco miserable decirlo, pero prefiero perder la concha que me regaló mi hermano (aunque me moriría si lo hiciera), a la cruz que me ha regalado Tommy.
               Creo que me terminaré colgando la selkie del llavero. Así no la estropearé.
               -Sí.
               -Entonces, sabemos que funciona.
               Se instaura un silencio entre nosotros. Los dos miramos por la ventana. Una chica coge a su novia de la mano y le planta un beso en los labios mientras su novia se ríe. Sacude la cabeza y le dice algo.
               Me noto sonreír. Es bueno saber que hay gente que es feliz. Gente a la que corresponden. Como Scott y Eleanor.
               O Diana y Tommy.
               La camarera nos coloca dos tazas inmensas, que más bien son tazones con un asa, frente a nosotros. También un platito con dos pasteles idénticos. Trocitos de una tarta de queso superior con una capa de mermelada de fresa encima y una mora coronando la pequeña delicia.
               Una nube flota apaciblemente sobre el chocolate. La cojo con la punta de los dedos, la sacudo y me la meto en la boca. Quema donde estuvo bañada por el chocolate, pero está fría en la zona que estuvo en contacto con el aire.
               Tommy saca la suya y la mira con tristeza.
               -¿No te gusta?
               -Así, no.
               -¿Me la das?
               Estiro la mano para coger la cuchara, pero él estira el brazo y me acerca la cuchara a la boca. Sonríe. La abro y dejo que me la meta (la cuchara, digo), y mastico la nube despacio. Intento contener la risa.
               Soy su chica por algo, pienso. Me auto convenzo de que ha tenido que pensarse el pasar a mayores con Diana.
               Una parte de mí se avergüenza de cómo me estoy comportando. Hace dos semanas, temblaba con la sola idea de que me tocaran.
               Y ahora, me apetece que me toquen.
               Pero, claro, esa parte es la más recóndita de mi ser. Todavía no ha llegado a ella la influencia de Tommy.
               -No te voy a dejar que te comas mi pastelito como recompensa por tu nube-me burlo, cogiendo la taza y soplando. El chocolate es más bien lava expulsada por algún volcán que encontraba su fuente de alimentación en granos de cacao, en lugar de una masa viscosa de rocas fundidas.
               -Pues devuélveme mi nube.
               Nos reímos entre el ruido de la gente que también se ríe, se recrimina cosas, se levanta y se va o llega y se sienta. Hay música puesta, pero no logro entender la voz que canta. No sé si lo hace en un idioma que pueda descifrar o si, por el contrario, no lo entiendo. Tampoco sé si es un chico o una chica.
               Tommy da valientemente un sorbo de su chocolate y se pasa la lengua por los labios. Limpiarse con la servilleta es de débiles, me dice. Se le ha quedado un poco en la comisura de la boca.
               Sin pensar, porque hacer las cosas sin pensar se me da muy bien, me inclino hacia él, le paso el pulgar por esa parte mientras me mira a los ojos y… considero seriamente la posibilidad de lamer el chocolate.
               Pero no lo hago.
               O puede que sí.
               De lo único que me doy cuenta es de sus ojos en los míos, de su sonrisa y de que mis mejillas me duelen por comprimirse al sonreír yo también. Me pregunto qué nos estamos haciendo. Qué le estoy haciendo a Diana y qué le está haciendo él.
               Déjate disfrutar de estar con un chico que no te recuerde a Chris, mujer.
               Bajo la mirada hacia mi bebida. Pequeñas nubes escalan por el aire hasta ceder y fundirse finalmente con él. Doy un sorbo mientras él mira por la ventana. Está empezando a lloviznar. Un par de gotitas se precipitan hacia nosotros, como queriendo atacarnos, pero el cristal de la ventana, el mejor escudo en las ocasiones más complicadas, las detiene e impide que su misión tenga éxito.
               El chocolate tiene el mismo tono que los ojos de Chris. Contengo la respiración un segundo. Deseo con todas mis fuerzas que no se materialice ante mí cuando levanto la mirada.
               Pero ahí está.
               Dejo escapar todo el aire de una sentada. Es una ilusión, Tommy no está conmigo, no he dicho nada, yo…
               -Layla-repite él, y yo levanto los ojos. No he alzado la cabeza, mi mente se ha zambullido en el chocolate y se estaba ahogando en él.
               -Perdona, T, ¿qué decías?
               -No has vuelto a saber de él, ¿no?
               Niego con la cabeza, apoyo el codo en la mesa, y la cabeza en la mano. Paseo la cuchara por el borde interior de la taza, rompiendo la pequeña capa de nata de chocolate que se ha formado en la superficie.
               -Ni tienes que volver a tu piso a nada, ¿no?
               No dice “casa”, sino “piso”, porque yo no tengo casa. Mi casa podría ser él, pero tiene una inquilina.
               Y yo no puedo estar con nadie ahora, y él se merece que estén con él.
               -En realidad-susurro-, están mis peces.
               -Podemos pasarnos por allí y recogerlos, si quieres. Más tarde. Después de esto.
               -Estaría bien.
               Estaba un poco preocupada. Le había dado las llaves a Keira y le había pedido que fuera a ver cómo estaban. Que les diera de comer y se asegurara de que el filtro del agua estuviera limpio. Pero seguro que se había encontrado con alguien a quien darle conversación. Alguien con quien remolonear. Keira era así.
               -Princesa…-susurró. En su tono se intuía la dificultad de la conversación que íbamos a tener-. ¿Quieres hablar de lo de… el otro día?
               Vuelve a mirarme como lo hizo la otra vez. Siento su boca en mis labios. Sus manos en mi cuerpo. Sus besos en mis moratones. Su cuerpo sobre el mío. Sus manos separándome con amabilidad las rodillas, su lengua en mis pechos, sus dientes en mis pechos… su miembro dentro de mí…
               Pero me hace daño.
               Cierro las piernas. No es Tommy. Es Chris. Sólo te ha follado Chris. Tommy jamás te tocará así. Asúmelo.
               Y tú tampoco podrás abrirte de piernas otra vez. Asúmelo. Eso es precisamente por lo que Tommy no es para ti. Aparte de por quién eres. O cómo eres. O cómo estás. Necesita sexo. Lo único que tú no puedes darle.
               Por eso tiene a Diana. La americana le da más incluso del que se atreve a pedir. Asúmelo.
               -¿Tú?-pregunto. Me responde con un encogimiento de hombros. Haremos lo que tú quieras, parece decir.
               Quiero que me cures. Que no seas tú el que termine de hacerme polvo acostándote con otra. Por lo menos dime que piensas en mí cuando estás en ella. Dime que llegas a ser así de cabrón. Me van los cabrones, los dos lo sabemos.
               -Me… gustó. Un montón-termina por admitir, porque sabe que yo no seré capaz de sacar a flote la conversación sola. Vuelvo a sentir una especie de cosquillas en mi interior. Le gustó. Le gustó besarme.
               No como a mí, evidentemente, pero…
               -A mí también-admito, bajando un poco los hombros. Me hago pequeñita, igual que él-. Fue…
               -Especial-decimos los dos a la vez. Y nos miramos las bocas un segundo, y luego apartamos la vista.
               Está con Diana, me recrimino.
               Estoy con Diana, se recrimina él. Lo veo en cómo vuelve a mirar por la ventana. Doy un sorbo de mi chocolate. Él juega con el suyo; le da vueltas a la taza, mete la cucharilla y revuelve. Se está comiendo la cabeza otra vez, como cuando me dejó después de dormir conmigo.
               -¿Te puedo hacer una pregunta?-digo, porque nos podemos comer la cabeza juntos. Chad me dijo una cosa justo antes de subirme al avión. Me apretó la mano y me miró a los ojos; habló en susurros, pero con firmeza-. ¿Y me prometes que serás totalmente sincero?
               -Claro, princesa.
               Está con Diana, pero a ella no la llama así. Ni aun gritándole su nombre a la luna cuando acaban se le pasa por la cabeza relacionarla con esa palabra.
               -Estuve hablando con Chad, y… me preguntó si iba a denunciarlo-en realidad, me había dicho que tenía que hacerlo. No quería presionarme, sería lo último que se le pasaría por la cabeza, pero le parecía lo más correcto-. Y, sinceramente, no se me había pasado por la cabeza-admito-. ¿Tú qué crees que debería hacer?
               -Hombre-medita un momento, eligiendo sus palabras, decidiendo cuál es el camino a seguir y qué oferta va a rechazar. Sopesa las opciones un segundo, con la mirada clavada en el  techo. Doy un sorbo de mi chocolate y me paso la lengua por los labios. Tengo un poco en la punta de la nariz. Me lo quito con la servilleta, a pesar de que sea de débiles; no me llega la lengua tan lejos-. Si lo denuncias, vas a tener que revivirlo todo otra vez… Me he estado documentando esta semana, ¿sabes? No iba a ser todo vacaciones entre sábanas para mí-bromeó-. Al margen de tener a Diana y Scott vigilando muy de cerca los teléfonos, también he mirado cosas, y… quiero que sepas que dolerá-me coge la mano y me acaricia los nudillos-. Un montón. Y que no tienes que ser dura contigo misma. Date tiempo para acostumbrarte a volver a ser feliz, Lay.
               -¿Pero?-sugiero, porque en su entonación hay una remota posibilidad.
               -Pero, por otro lado, si no denuncias, estás contribuyendo a que no reciba su merecido-se culpa por haber impedido que Diana y Sabrae no lo mataran, lo veo en sus ojos-. Las chicas le rompieron la cara, sí, y no se acercará a ti… pero eso no quita de que no se acerque a otra. Si denuncias, es muy fácil que lo metan entre rejas. Lo tienes todo a tu favor. Y así las demás estarán a salvo… y tú también. Que eres la que me importa.
               Nos miramos a los ojos, él no deja de acariciarme ni yo de centrar todos mis esfuerzos en ampliar la adorable sensación de tener sus dedos sobre mí.
               -Si al final lo hago… ¿te quedarás conmigo?
               -Claro, princesa. No te dejaré sola si tú no quieres que lo haga. ¿Eres mi chica, o no?
               Se me encienden un poco las mejillas.
               -¿Podrías… venir conmigo… a Wolverhampton? Necesito apoyo moral para…
               -No se pregunta.
               -Gracias, T-susurro, y ahora soy yo la que lo acaricia a él-. Eres el mejor.
               -Díselo a Scott-replica-. Lleva unos días con el guapo subido y está más gallito que de costumbre. Verás cuando por fin Sherezade lo deje salir.
               -¿Puede recibir visitas?
               -Con el tercer grado tan cerca, sí, ha conseguido ese privilegio-se encoge de hombros y me roba la mora del pastelito. Yo protesto y él se ríe, me acerca el suyo pero niego con la cabeza.
               Me lo como antes de que tenga la ocasión de robármelo. Y se me queda mirando.
               -Layla-dice.
               -Tommy-replico.
               -Yo también te quiero.
               Otra vez las cosquillitas. Ya no tengo miedo.
               -Gracias.
               -¿Por quererte?-sugiere, y me dedica su propia sonrisa de Seductor™. No sabe que la tiene, pero la tiene.
               -No-respondo-, por estar ahí.
               -Siempre-responde. Echo de menos un “princesa” en esa frase, pero es lo bastante potente como para hacerme sentir mejor. Como si nadie pudiera alcanzarme.
               Nada malo me tocará mientras esté con él.
               Nos terminamos nuestras tazas, dejo un billete de diez libras que pagará de sobra los dos chocolates, y salimos a la calle. Está lloviendo.
               En mi alma, brilla el sol.

Diana.

Me encantó la puta cara de sufrimiento de Scott cuando lo invité a subir al último piso, con nosotras, mientras entrenamos. Tommy ya se daba por invitado, pero Scott era harina de otro costal.
               Sonreí con malicia cuando se sentó y contempló desfilar a mis compañeras en dirección a la entrada, a cada cual más desnuda que la anterior. Incluso llevando leggins y camisetas, seguíamos estando desnudas para ellos. Se nos marcaban todas las curvas, la razón de que tuviéramos un nombre con mayúsculas en un mundo en el que rigen el anonimato y la minúscula.
               Tommy, oportuno como él solo, se fue a la cafetería a coger no sé qué y se ofreció a traerle algo.
               -Súbeme una tila.
               Dos ángeles oficiales pasaron delante de él. Una lo miró y le sonrió. Se frotó la cara.
               -Que sean dos.
               -Menos mal que no era para tanto, ¿eh?-se burló Tommy.
               -Cómeme los cojones-respondió Scott, que parecía ser un homófobo que asiste a una orgía homosexual.
               -¿Qué tal sienta jugar en el patio de los mayores, Scott?-me burlé cuando Tommy ya había desaparecido. Me miró con ojos de cordero degollado.
               -¿Por qué me haces esto, Diana? ¿Quieres tener algo que contarle a Eleanor?
               -Sólo quería comprobar si serías tan gilipollas de decirles algo.  ¿Quieres entrar, y entrenar con nosotras?
               -¿Qué te hice en la otra vida para que me odies tanto?
               -Oh, cariño, yo no te odio-respondí, pellizcándole la mejilla-. Sólo quiero que veas que no eres más que un polluelo que acaba de romper el cascarón, en lugar del gallito chulo que te piensas que eres. ¿O vas a ser un gallito y pedirle el nombre a alguna?
               -Tengo novia-me recordó.
               -Sí, y ganas de pedirle el teléfono a alguna de mis amigas. Pauline quiere mejorar su inglés, si quieres…
               Sonrió, divertido.
               -Estás mal de la cabeza si te piensas que jugáis en la misma liga que Eleanor para mí.
               Le di varias palmadas en la cabeza.
               -Ésa era la respuesta que quería escuchar.
               Eleanor había venido la noche anterior roja como un tomate y con un catálogo de Victorias Secret en la mano, con varios post its de colores señalando diversas páginas. Me la quedé mirando cuando se sentó en mi cama sin pedirme permiso (no es que se lo fuera a negar, evidentemente, pero ella era muy educada y siempre me pedía las cosas por favor, lo cual no estaba de más), y empezó a retorcerse las manos hasta el punto de que pensé que se rompería un brazo.
               Dejé en la percha el vestido que estaba a punto de probarme, que me habían regalado para que lo llevara si me animaba a salir de fiesta para promocionar a una pequeña marca de una tienda todavía más pequeña de Londres (que, a juzgar por su tela, su corte y diseño, no se merecía ser pequeña en absoluto), y me crucé de brazos.
               -A ver, nenita, ¿qué te pasa?
               -Voy a pasar un fin de semana con Scott.
               Alcé las cejas.
               -¿Y…?
               -Quiero… impresionarlo.
               -Entiendo-asentí, recogí el catálogo y me senté a su lado con las piernas cruzadas. Lo abrí-. Vaya-comenté, y una sonrisa se me dibujó en los labios-. Joder, El, y parecías tonta cuando te…
               -¿Crees que es demasiado?
               -Depende, ¿quieres acostarte con él?
               Asintió.
               -Es evidente.
               -Entonces esto es perfecto. En cambio, si no quisieras acostarte con él… te recomendaría que quemaras estas páginas y no las comentaras con nadie.
               -El caso es que… nunca he comprado allí y… joder, Diana, me da apuro pedirte esto porque no soportas a Scott, pero…
               -Iré contigo-respondí-, si él me demuestra que se merece que te asesore.
               Acababa de pasar la prueba con creces. Mañana mismo iría con ella a probarse lencería de esa que hace que los chicos tengan no sueños, sino pesadillas eróticas en las que son incapaces de controlar su cuerpo.
               Kayla salió a buscarme, se quedó mirando a Scott, alzó las cejas, asintió y se dio la vuelta. Gritó algo de que yo no tenía un novio, sino dos, y que ahora se explicaba por qué las modelos inglesas estaban más solas que la una. Las internacionales se echaron a reír mientras las inglesas mandaban a la mierda a nuestra entrenadora.
               Al llegar Tommy, le di un beso en los labios y me reuní con ellas. Las chicas me aplaudieron.
               -¡Joder, con la americana! ¡Menos mal que os censuran los tacos en la televisión, de lo contrario, andarías con cuatro!
               -Sólo tengo uno, chicas, guardad las garras-repliqué, sentándome y uniéndome a los estiramientos.
               -Al nuevo sí que le pasaría yo las garras.
               -¿Es el Malik?-quiso saber una. Asentí con la cabeza-. ¡Joder, menuda genética! ¿Tiene hermanos?
               -No, sólo hermanas.
               -¿Has oído, Claude? ¡Hermanas! ¡Es tu oportunidad!-y más risas.
               -¿Primos cercanos? ¿Gente que se le parezca?
               Meneé la cabeza.
               -No conozco a su familia.
               -Nena, ¡te estás olvidando de lo importante! ¿Qué hay de él? ¿Está libre?
               -Qué va, chiquillas, tiene novia.
               -Bueno, ¿y es monógamo?
               Kayla sonrió por esa expresión, nos ordenó darnos la vuelta y arquear la espalda.
               -Más que Kayla, la Suprema Mojigata-respondí, y todas se rieron. Kayla sacudió la cabeza, se rió más que las demás, y me dijo que aquello me costaría 25 flexiones extra.
               -Qué lástima, estaba dispuesta a ponerle unos preciosos y bien grandes cuernos a mi novio con él.
               -¡Atrás, zorra! ¡Es mío!
               -Seguro que Pauline estaría encantada de perfeccionar su inglés con él-se rieron, y la parisina que se me había sentado el primer día a mi lado sacudió la cabeza. Conservábamos nuestros sitios del primer día, era una norma no escrita.
               -La cuestión es, ¿qué tal su francés? Porque siempre podrá mejorarse-se rió la novata, y todas nos descojonamos. Alguna sugirió que tal vez fuera momento de sacar las armas de destrucción masiva.
               -No os molestéis, nenas, no estamos a la altura de su novia.
               -¿Con quién coño sale? ¿Con Miss Mundo? Porque la cambian cada año.
               -Peor-respondí, inclinándome hacia el centro, y todas hicieron lo mismo aunque Kayla nos había ordenado expresamente hacer lo contrario-: con una chica de la que está enamorado.
               Las veteranas sonrieron divertidas; las jóvenes, con un montón de sueños formándose en su cabeza.
               -Si queréis que los mande entrar y os los tiráis por turnos a cambio del entrenamiento, yo lo hago, siempre y cuando cerréis la boca-espetó Kayla. Varias la animaron a llamarlos, pero finalmente nos puso a trabajar en condiciones. Nada de hombres, nada de sexo, sólo machacarnos con su sadismo. Decía que le dolía a ella más que a nosotras, pero en realidad, era una mentirosa.
               Disfrutaba con el sufrimiento ajeno como una psicópata.
               Nos dejó salir diez minutos después de la hora prevista, como castigo por haber intentado rebelarnos y escaquearnos del entrenamiento. Cuando salí de la ducha, con la piel brillante y suave gracias a la crema hidratante y una trenza que me recorría media cabeza, iniciándose en un lado y cayendo hacia el otro, Layla ya estaba con los chicos. La abracé y le pregunté qué tal estaba, y le dije que no me importaba que “me robara a Tommy” durante media tarde. Iba a rescatar a sus peces, que habían sobrevivido milagrosamente a una semana en soledad, y se los iba a llevar al piso de los padres de Tommy antes de trasladarlos a Wolverhampton.
               Miré a Scott.
               -¿Quieres dar una vuelta?
               Se me quedó mirando como si le acabara de proponer matrimonio, así, sin más. Qué más quisiera.
               -¿Te encuentras bien?-preguntó.
               -Me vendrían bien un par de manos extra para llevar bolsas, ahora que lo pienso.
               -Ya me parecía.
               Le había prometido a Zoe que saquearía medio Londres y le llevaría todo lo que viera que no hubiera en Nueva York. A ella le pareció bien.
               Le dije a Alfred que se tomara la tarde libre y estuviera pendiente del móvil, que me iba a comprar y me llevaba acompañante, por lo que podía quedarse en casa hasta que lo llamara. Se terminó llevando a Tommy y Layla hacia la casa de ésta antes de ir a descansar.
               Miré cómo el coche se perdía en la marea de tráfico, aminoraba en un cruce y desaparecía, aglutinado entre los edificios.
               -Ser una gilipollas de tu calibre tiene sus ventajas, ¿no?-me empezó a pinchar Scott.
               -Hasta siendo gilipollas soy mejor que tú-respondí, y me recordé que era bueno con Eleanor y que tenía que ayudarla a escoger como una buena amiga, y no a mala leche.
               -No te habría elegido a ti-comentó cuando vio que no iba a moverme, como si esperase que Tommy diera la vuelta y le cambiara el sitio a Scott. Estaría bien, la verdad, pero Layla estaba mejor con él, y Layla ahora era una prioridad. Además, a quien iba a buscar por la noche era a mí, no a ella. Y no decía una puta palabra de la hija de los Payne cuando estaba conmigo. Más le valía.
               Nadie me quita a mi hombre. Tengo por regla destruir a toda zorra que intente acercarse al tío al que me tengo pensado tirar, o me estoy tirando, en ese momento.
               Pero Layla tenía que ser la excepción, evidentemente. La pobre es tan dulce que no puedo pensar en hacerle ningún mal. Me sigue hirviendo la sangre imaginarme a Tommy con cualquier otra, incluso se me calientan las entrañas imaginándomelos juntos. Me alegro por ella, pero a él… a él quiero guardarlo en una caja, asegurarme de que sólo lo disfruto yo.
               Joder, si esto es amor, es una puta mierda. No entiendo por qué todo el mundo está tan obsesionado con él.
               -Me importa una mierda-repliqué, en un tono más borde del que usaría alguien al que algo le importa, efectivamente, una mierda.
               -Se habría quedado con Layla cualquier otra situación.
               Madre mía, era superior a mí, una prueba divina de que me merecía el Wonder Bra. Respira, Diana, piensa en que vas a hacer historia.
               -¿Y?-repliqué, girándome sobre mis talones y plantándole cara. Se mordió el piercing como si mi actitud fuera graciosa. Veríamos si se reía cuando pusiera en práctica el entrenamiento de Kayla y le metiera un derechazo que le saltara un par de dientes; si seguía siendo tan chulo cuando ya no fuese tan guapo-. ¿Acaso piensas que siento algo por él? ¿Por vosotros? No os conozco de nada, Scott. No te equivoques, no sois mis amigos. Mis amigos están en Nueva York. En cualquier otra situación, yo no estaría aquí. Empecemos por ahí. Me estaría follando a dos maromos mil veces mejores de lo que sois vosotros en la cama; si tengo el día de humor, a la vez.
               -¿Se supone que me tengo que ofender?
               Jesús bendito, Eleanor, ¿te faltó oxígeno al nacer? ¿Cómo puedes aguantar a un imbécil de este calibre?
               -Se supone que debes ir aprendiendo cuál es tu sitio, guapo.
               -Cuidado, ricura-replicó, jugando con mi trenza. Yo abrí los ojos, invitándolo a seguir-. Aquí nos gastamos las cosas de otra manera. Que no te rompieran la cara estando en casa porque eres una chica no quiere decir que yo vaya a consentir que nos pisotees.
               -¡Genial! ¿Me estás proponiendo una pelea? Porque yo no las empiezo, pero sí las termino.
               -Yo de ti, preciosa, no me metería en movidas que no puedo solucionar. Ni en camas de gente que no me quiere.
               -Lo tendré en cuenta, ya sabes… para cuando me canse de que Tommy se corra diciendo mi nombre mientras soy yo la que se lo folla-le aparté la mano de mi trenza e hice un gesto en dirección a Oxford Street. Él se encogió de hombros.
               -Menos mal que eres guapa, porque si la gente se pillara por una personalidad…
               -¿Ahora soy yo la que se tiene que ofender?
               -Eso pretendía.
               -Inténtalo de nuevo, S. Puedes hacerlo mejor.
               -Si te soy sincero, prefiero que empieces tú. Las damas primero y todo ese rollo. ¿Por dónde vas a salir, rubia? ¿Por mi chica, por ejemplo?
               -Me pones las vaciladas que le metes a Tommy a huevo, si te soy sincera, pero no soy tan simple como para salirte por ahí. Eso sí, un consejito de amiga-le di una palmada en el hombro y me colgué de él, se lo sacudí, y él puso los ojos en blanco-: no lo vaciles tanto con lo de Eleanor. Si al final se lo acabas contando, se lo tomará peor por todo eso.
               -Diana, mi amor, mírate el oído, porque creo que confundes el viento con una versión más gilipollas de mí mismo pidiéndote opinión. Si alguna vez lo hago, por cierto, hazme un favor, y apuñálame.
               -Debes de tenerla muy grande y saber usarla muy bien para que ella soporte este comportamiento tuyo.
               Me miró y me dedicó una sonrisa que me hizo lamentar no estar en casa para poder entrar en un supermercado, comprar un rifle y pegarle dos tiros, uno en cada rodilla.
               -No me has decepcionado, tesoro-se inclinó hacia mí-, sabía que al final terminarías sacando el tema del tamaño. Pero, chiquilla, haznos un favor a los dos: si tantas ganas tienes de que te folle, primero deja a mi mejor amigo; luego, haz que mi novia me deje a mí. Entonces, quizás, y sólo quizás, te echaré un polvo por compasión. El primero de mi vida.
               -Qué halagador, pero no, muchas gracias. Prefiero que se me caiga a cachos a dejar que me la metas.
               -Vamos teniendo cosas en común; vamos a terminar llevándonos bien tú y yo.     
               -Para ser justos, haríamos bebés preciosos. Su personalidad sería una mierda, pero tú lo has dicho, ¿no? La gente se enamora del exterior, el interior son sólo extras.
               -Yo sólo dije que estabas buena-replicó.
               -Ya, bueno; no lo digas en ese tono de quien descubre una vacuna contra el cáncer. Soy millonaria porque estoy buena. Una millonada de personas antes que tú ya lo sabía. ¡Sorpresa! ¡El mundo es redondo!
               -La Tierra es una esfera achatada en los polos que, además, tiene más masa en el hemisferio norte que en el sur. Pero te concedo otra oportunidad.
               Me lo quedé mirando.
               -Grande no, gigante-respondí.
               -No te la voy a enseñar.
               -Y te lo agradezco.
               Pasamos de largo varias tiendas; me preguntó si en Estados Unidos comprábamos sin tener que entrar. Yo tomé aire y lo solté, ignoré su pulla y seguí andando. No estaba de humor para volver a castigar la tarjeta de crédito de mis padres.
               Más le valía a Tommy echarme un buen polvo por la noche para compensarme esa tarde.
               -Diana…
               -Cállate. Dos segundos. ¿Te parece demasiado tiempo?
               Se me quedó mirando. Pasaron dos segundos (los conté, cuatro latidos de corazón), y abrió la boca.
               -Es Tommy. Dice que hagamos el favor de no matarnos.
               -Me lo pones complicado. Pobrecita Eleanor, lo que tiene que aguantar.
               -Con ella soy diferente. Además, ¿qué te importa? ¿No se supone que te dábamos igual?
               Me detuve. Mierda. Mierda, mierda mierda, Diana, has dejado que sea más listo que tú.
               Es esta puta atmósfera. Tiene que haber algo en el aire.
               Me volví de nuevo, y me lo quedé mirando.
               -Seguro que hasta te importo yo-se burló. Bufé.
               -Eres un grano en el culo. Pero a Eleanor y Tommy les importas, así que…
               -Qué rica eres-respondió, pellizcándome la mejilla, y yo le solté un guantazo.
               -No me toques.
               -Si te sirve de consuelo, nena, a mí también me importas. Eres buena para Tommy.
               -Apuesto a que no se ha tirado a nadie como yo.
               -Lo digo a nivel espiritual.
               -Es porque hago yoga. A veces. Cuando no estoy ocupada siendo una hija de puta total.
               -No debes hacerlo muy a menudo, ¿no?
               -No-admití, y nos echamos a reír. Debía de ser la primera vez que nos reíamos juntos sin estar un poco borrachos. Viendo cómo se le cerraban los ojos y le bailaba el piercing, escuchándolo reírse, pude entender un poco mejor por qué Tommy y Eleanor lo apreciaban tanto.
               Me miró con un poco de cariño en los ojos. Lo justo. Tampoco había que pasarse.
               -Scott... mira, vamos a pasar un montón de tiempo juntos, y lo inteligente sería que dejáramos de jodernos…
               -¿Inteligente? Eres rubia. De bote, pero rubia. Tú no haces cosas inteligentes-podría haber dicho, pero en su lugar asintió con la cabeza, se pasó una mano por el pelo y respondió:
               -Tienes razón.
               A Tommy le costaba siglos conseguir que Scott le diera la razón en algo. Estábamos haciendo progresos importantes.
               -Quiero que nos llevemos bien-sentencié.            
               -Yo también.
               -Por Tommy.
               -Sí.
               -Tu opinión es importante para él.
               -En el tema mujeres, no me hace ni caso. Hace bien. Para el gusto que he venido demostrando… bueno, ahora lo he mejorado, ¿sabes?
               -Entonces, ¿por qué querrías llevarte tú bien conmigo?
               -Porque estáis juntos-explicó, como lo haría a un niño de 5 años que le pregunta por qué 2 y 2 son cuatro.
               -No estamos…-empecé.
               -No, Diana, sólo folláis todos los días, incluso varias veces al día si es lo que os apetece-respondió en tono condescendiente, pero ya no tanto como cuando se dirigía a mí con el único objetivo de putearme-. Vale, pues… porque le haces sentir bien otra vez. Y olvidar. Y él lo necesitaba muchísimo. Has sido como un soplo de aire fresco, como un regalo caído del cielo.
               ¡No me lo puedo creer!
               Esbocé una sonrisa estúpida, de colegiala enamorada, que le dediqué al suelo. No podía dejar que me viera así.
               -¿Qué pasa?
               -Nada.
               -Algo te pasará. ¿O es que el suelo de Nueva York es feo comparado con éste?
               -Eso me dijo él.
               -¿Que el suelo era feo?
               -No, gilipollas, que le había caído del cielo.
               Alzó las cejas.
               -¿Sí? Joder, está pillado.
               -Seguro que se lo dice a todas.
               -No. No se lo ha dicho a ninguna.
               -¿Y tú qué coño sabes?
               -Es de Tommy de quien estamos hablando. Me lo cuenta todo. Y yo a él.
               -¿Le cuentas cómo te tiras a su hermana?-me burlé. Se llevó dos dedos al puente de la nariz.
               -Ay, Diana, lo estábamos haciendo tan bien…
               -Deberíais decírselo, cuanto antes, mejor.
               -¿Qué te dije de los consejitos de los huevos?
               -Ahora somos amigos.
               -Joder, americana, ¡despacio! Invítame a cenar por lo menos, ¿no?
               -Vale-repliqué, y me metí en un restaurante. Me giré y lo vi mirarme, suspirar, mirar al cielo, preguntarle a su Dios qué había hecho para merecer aquello, y seguirme. Empujó la puerta y pedimos un granizado cada uno. Al menos, no éramos normales en una medida similar. Pedir granizados en diciembre no es de ser normal, siempre y cuando no vivas en el hemisferio sur o no seas un pingüino.
               Seguro que los koalas se asaban de calor.
               Nos sentó bien. Salimos, más bien nos echaron, y nos metimos en un bar más tranquilo. Pedimos la misma marca de cerveza y alabamos el gusto del otro.
               Habíamos elegido un lugar separado de los demás para poder hablar tranquilos.
               -Dado que vamos a pasar un montón de tiempo juntos ahora que T te ha pedido…
               -No me ha pedido.
               -Vale, académica de la lengua, dejémoslo en que sois una pareja sexual estable… ¿mejor? Bien; estaría bien que nos conociéramos un poco.
               -¿Quieres preguntarme mis medidas?
               -¿Me las vas a decir?
               -Puedes mirarlas en Google.
               -Pueden estar mal.
               -Uso una copa C. No te voy a dar más pistas.
               -Pues un aplauso-replicó, y dio un par de palmadas en mi dirección. Y me eché a reír, a pesar de todo, me odié a mí misma, pero me eché a reír. Me gustaba que fuera tan rápido contestando y que siguiera sus impulsos. Tommy hacía lo mismo. De una forma más elegante y espontánea, pero eran bastante parecidos en ese aspecto-. ¿Empiezas tú?
               -No se me ocurre qué preguntar.
               -Cualquier cosa, mujer. Yo que sé: a qué hora me levanto por las mañanas, cuál es mi postura sexual favorita, si…
               -¿Cuál es?-pregunté, apoyando la mandíbula en la mano.
               -Echado. Con ella encima.
               -Quién lo diría.
               -¿La tuya?
               -De pie. De espaldas.
               -Esa también está bien-respondió, dando un sorbo-. Vale. ¿Qué fue lo primero que pensaste al verme?
               -¿Por? ¿Vas a dejar a Eleanor por mí?
               -Quiero saber qué primera impresión dejo-replicó.
               -Es buena. Pensé “Vaya, seguro que folla muy bien”-lo pinché-. ¿Tú?
               -Eres menor de edad; cuando cumplas los 18, me llamas, y te lo cuento.
               -Scott.
               -“Vaya puta suerte tiene Tommy, a ésta se lo haría por delante y por detrás”.
               -Luego nos conocimos, y nos empezamos a dar asco el uno al otro.
               -Tú no me das asco, mujer. Me pareces repulsiva y me alegro de haber convencido a Tommy para liarse contigo antes de darme a mí la oportunidad (porque, seamos sinceros, Diana, tú y yo habríamos acabado liados de no ser por Tommy), pero, ¿asco? No, ni de coña. En fin, te toca.
               -¿Estás enamorado de Eleanor?-ataqué, y sonrió.
               -¿No te daba igual ella?
               -Ya reconocí que me importabas incluso tú. Poquito. No te crezcas. Pero sólo quiero saber.
               -Hasta las putas trancas, hermana-replicó-. No he estado tan pillado por una chica en mi existencia.
               -¿Y se lo has dicho?
               -Me toca a mí preguntar.
               -¿Se lo has dicho, o no?
               -No.
               -¿A qué esperas?
               -Eso ya son tres preguntas.
               -¡Scott!
               -Yo qué sé, ¿a que no me acojone decírselo? Porque, aunque parezca mentira, tengo miedo cagarla con el momento. No sé, lleva tanto tiempo esperando que yo se lo diga, que quiero estar a la altura, ¿entiendes?
               -Tiene ganas de que se lo digas. No la tengas en vilo.
               -Así lo disfruta más-sonrió, dando un sorbo-. ¿Y tú? ¿Qué sientes por Tommy? ¿Estás pillada por él?
               -No lo sé-chasqueó la lengua, decepcionado-. Va en serio, Scott. No lo sé. Y eso es un avance inmenso, créeme. Estando con él, estoy… me cabrea mucho imaginármelo con otras. Pero cuando te digo muchísimo, es muchísimo.
               -Eso se llaman celos.
               -Ya sé lo que son celos, Scott, tengo 16 años, no 3.
               -¿Los habías sentido antes?
               -No-admití.
               -De la teoría a la práctica hay un trecho inmenso, tesoro. Yo no lo era, pero la vida ha terminado haciéndome celoso y, buf-se frotó la cara-, espero no ponerme gilipollas con Eleanor, y que si lo hago ella me dé dos hostias y me ponga en mi sitio.
               -¿Te han hecho celoso?
               -Bueno, creo que después de que te pongan los cuernos con básicamente medio campus, tienes derecho a ser celoso, ¿no?
               -Tuvo que ser jodido.
               -¿Me lo dices, o me lo cuentas?
               -Siento haber sido tan gilipollas cuando me lo contaste la primera vez.
               -Tenías una fachada de víbora que mantener. No te preocupes, no soy rencoroso. ¿Qué más con Tommy?
               -Estoy súper a gusto con él. No tengo ganas de ir al instituto…
               -A eso se le llama “ser normal”.
               -Es porque no estoy con él. En fin, que cuando llegamos a casa, me apetece un montón verlo y esas cosas.
               -Qué bonito-respondió.
               -Eres imbécil.
               -Ya verás cuando se lo diga.
               -No, Scott, ni se te ocurra decirle nada. Si lo haces, le contaré lo tuyo con Eleanor.
               -Vale, vale. No diré nada. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
               -No te lo voy a decir.
               -¿Qué? ¿Por qué?
               -Porque en cuanto te lo diga, te pasarás la vida mirando el horóscopo y diciendo “uy, sí, es una Tauro de manual”.
               -Ajá, así que, ¿eres Tauro?
               -No.
               -Yo soy Tauro. 23 de abril. Pero no sé si soy de manual. Me dan un poco igual los horóscopos. ¿Seguro que no quieres contestarme a ésta? La siguiente va a ser gorda.
               -Gasto mi comodín.
               -Tú misma. ¿Por qué tus padres te mandaron aquí?
               Me lo quedé mirando.
               -19 de agosto.
               -Tenías una cara de Leo que no podías con ella. Pero ahora ya no vale. Exijo mi respuesta.
               -Vas a necesitar algo más que invitarme a una cerveza para sonsacarme eso, inglés.
               -¿Quién dice que vaya a invitar, americana? Pagamos a medias, que ya somos personas adultas.
               -Ninguno de los dos es mayor de edad.
               -Tú eres millonaria por derecho propio, ¿recuerdas? Deberías invitarme tú a mí.
               -Me lo pensaré. No es nada personal, es que…
               -Te caigo mal y no quieres que lo sepa, lo capto.
               -Quiero decírselo a Tommy primero, pero todavía no sé cómo, ni cuándo lo voy a hacer.
               -Se lo puedo contar yo.
               -Problemas de drogas-dije, encogiéndome de hombros.
               -Vale, lo pillo, no quieres decírnoslo. Y lo respeto, porque has contestado a lo de tu cumpleaños.
               -Es la verdad.
               -No, no lo es-replicó, sacudiendo la cabeza-. Si lo fuera, no te drogarías delante de nosotros, arriesgándote a que alguno se lo cascara a nuestros padres y así, fuera el cuento hasta los tuyos.
               -¿Dónde estamos? ¿En preescolar? ¿Os seguís chivando aquí, o qué? Eso pasó de moda en Nueva York hará como… 10 años.
               Nos quedamos callados, él pensando en posibles razones por las que no quisiera decir qué hacía aquí realmente, y yo, mi siguiente pregunta. Una acorde al calibre de la situación.
               -¿Por qué tus padres adoptaron a Sabrae?
               -No sé, Diana, ¿porque les apetecía?-sugirió.
               -Tiene que haber algo más.
               -Bueno, americana, ¿no crees que es un poco pronto en nuestra amistad para empezar con esas preguntas? Todavía estamos empezando a ser amigos. Guárdate eso para la tercera o cuarta cerveza, anda.
               Seguimos haciéndonos preguntas, excavando un poco en el pasado del otro. Para cuando Tommy y Layla se reunieron con nosotros, yo lo había llamado un par de veces “S”, y él a mí, Didi. Lo de las preguntas había tenido su lógica; ya no nos veíamos como imbéciles a los que aguantar porque a Tommy le gusta estar con el otro. Habíamos pasado a tener defectos y virtudes, a ser personas y no estorbos.
               -¿Estáis enteros? Impresionante-se burló Tommy, y yo sonreí.
               Ya habíamos empezado el fin de semana anterior, cuando todos los amigos fueron a casa de Scott a pasar la noche del viernes, y también la del sábado, viendo películas en la sala de juegos similar a aquella en la que me había liado con Tommy por primera vez, y Scott le había dicho a Tommy que, si quería, me llevara.
               Me iba a llevar igual, pero el detalle era bonito.
               Puede que ninguno de los dos fuera tan gilipollas como el otro pensaba.
               Eso sí, si se pensaba que iba a dejar de pincharlo y hacer que saltara a la mínima, estaba equivocado.
               Y, si yo pensaba que, después de haberle demostrado con mi chulería más que poniéndome seria y sincerándome con él que de verdad quería a Tommy (no hay nada como hacerse la dura para que todo el mundo vea que tienes sentimientos debajo de ese caparazón), no iba a seguir amargándome la vida (aunque de forma más light) para disfrutar de mis contestaciones, también estaba equivocada.

18 comentarios:

  1. CHILLANDO CON EL CAPÍTULO .

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    1. Es larguísimo pero a cambio hay salseo, espero haber sabido compensar ;)

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  2. JODER TIO LAYLA, NO TE PILLES POR EL QUE NO PUEDO SHIPPEAROS HOSTIA. SOY PRO TIANA

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    1. Mi corazón está dividido y creo que se nota, al final voy a terminar liando a Diana con Layla y Tommy a la puta mierda es que me veo venir

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  3. ELEANOR CON LA PIRULETA LOL ME MEO

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  4. MIMA QUE FIN DE SEMANA???? YA ESTOY FANGIRLEANO CON SCELEANOR

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    1. (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      el próximo capítulo te va a hacer feliz

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  5. TÍO LOMMY SON MUY MONOS PERO ES QUE TIANA ES DEMSIADO JODER. ME DUELE LA VIDA.

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    1. no puedo con ellos de verdad me duele TANTO el corazón :(

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  6. Estoy en Londres y mientras leía la parte de los viejecitos estaba en plan *yo estuve allí ayer/hoy*
    Estoy fangirleando bc Sceleanor me da la vida y conincido con Diana, Scott no debería vacilar tanto a Tommy bc cuando se entera que todas esas colas son verdad se va a liar la de Dios.

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    1. Lo del planteamiento del metro es totalmente verídico, y también que T y L ofrezcan su ayuda sin pedirlo nadie (a mí me pasó dos veces, una en Candem cogiendo el metro con una chica muy maja que iba en nuestra misma dirección, y otra precisamente yendo al Museo de Historia Natural, estábamos perdidísimos y una señora CRUZÓ LA CALLE Y TODO PARA VENIR A AYUDARNOS DE VERDAD MÁS MAJOS Y NO NACEN).
      Y estoy súper de acuerdo contigo y con Diana, a ver, Scott no lo hace a mala idea sino más bien para despistar, pero aun así son unas vaciladas que sinceramente son demasiado e incluso sobran, y no me parece muy bien que haga esas cosas, pero bueno, él sabrá.

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  7. GRITANDO. EN. ARAMEO. ME. HALLO. (Y ESO PORQUE NO SE SUAJILI O ALGO MÁS COMPLICADO)

    Vale, no, para empezar me disculpo porque voy como 4 capitulos atrasada en cuanto a comentarios se refiere. Intentare hacer un resumen de todo hasta ahora ^^

    Empezando en orden: CHAD ES UNA RICURA! Yo te juro que me lo como, no se todavia con que guarnicion but me lo como <3 Me encanta el hecho de que no sea hetero, btw, y Kiara me cae genial hahahahah me gusta la dinamica que tienen entre ellos! Es muy guay tambien que nos eseñes trocitos de la vida de Niall en Irlanda, como ha evolucionado la familia y todo eso; me encata!

    SCELEANOR esk alskdmñaeoijalñskdjiejfalñjsdj y me faltan consonantes! Yo te juro que me esta creciendo un aneurisma en algun punto del lobulo parietal y el dia que se lo digan a Tommy me va a explotar causandome una muerto dolorosa; PERO todo habra merecido la pena solo por haber sido testigo de semejante ternura y añsldjapeifamsd!!!! Y que le diga ya que esta enamorado de ella PORFIIIIIIIIIII que ya se lo merecen <3<3 (Por cierto, la forma en la que Scott vacila a Tommy diciendole EXACTAMENTE todo lo que hace con Eleanor como estrategia disuasoria es jodidamente BRILLANTE)

    y llegamos al puto triangulo amoroso que no hace otra cosa que marear al personal. Yo te lo digo en serio: DEJANOS VIVIR! Crea algun otro maromo para Diana y deja de darla vueltas. Que si, que tiene su transfondo, que si, que tambien necesita que la cuiden y que la arreglen, pero esk Layla ha llegado a nuestros corazones como un regalo de Afrodita y ya no hay quien la mueva de alli. Layla lo necesita para sobrevivir, Diana no tanto. Fin de mi argumento.

    Y por ultimo, ardo en deseos de conocer como se tomaran Liam y Alba toda la historia, y como sera también la vuelta a casa de Diana para las navidades!!

    Una vez más, me quito el sombrero: gracias por escribir (y subir tan amenudo!!) <3<3<3<3

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    1. No te preocupes Olatz, mientras me comentes de vez en cuando, yo feliz de que lo hagas ♥

      Sobre Chad: LO SÉ, ¿VERDAD? Es tan cuquísimo, y no sé, es que siempre me lo imaginé enamorándose de gente y no de un sexo en particular, creo que por eso se lleva tan bien con Kiara, porque ninguno de los dos tiene miedo a que la gente piense que están saliendo por la complicidad que tienen entre ellos.
      En cuanto a lo de Niall, es que quería que supierais qué fue de los personajes después de que se terminara Its 1d bitches, me gusta mucho fantasear con cómo son las vidas de la gente de un libro o una peli o lo que sea después de que se apaguen las luces y se vuelvan libres de hacer lo que quieran.

      Sceleanor: mira, amén a todo, tengo muchas ganas de que veáis lo que pasa cuando se lo cuenten a Tommy porque creo que va a ser MUY sorprendente, igual me estoy columpiando pero sinceramente medaiwá. En lo único que disentimos es en cómo vacila Scott a Tommy, un par de veces está bien pero es que lo suyo es ya CONSTANTE y me da la sensación de que le falta al respeto, y mira, Scott, serás mucho Scott pero te me bajas 2 años.

      Respecto al triángulo amoroso: AJÁ, vas a sufrir porque Tommy está hecho un puto lío y tanto Layla como Diana saben que Tommy tiene algo especial y que sólo van a estar a gusto con él, pero tampoco quieren competir la una con la otra porque se respetan y se quieren y quieren que la otra sea feliz más que ellas mismas y ay :( Puede parecer que Diana es la "fuerte", pero te aseguro que está tan jodida, si no más, que Layla, lo que pasa que lo esconde porque tiene miedo de mostrar debilidad.

      Finalmente: PUES TE VAN A GUSTAR LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS, porque se acercan las navidades y cada uno se va a su casita, a estar tranquilos y pensar en sus cosas. Liam y Alba están al caer, veremos qué tal les fue a ellos ♥

      Muchísimas gracias A TI por tu comentario, jo, es que me encanta cada uno de los que me dejas, eres una bizcocha, ole tú y tus dedos. Intentaré seguir subiendo así por lo menos hasta el 1 de julio (es que me voy de vacaciones). Un besote♥

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  8. mi corazón se ha roto en 578493 pedacitos cuando la parte de Layla refiriéndose a Tommy porque es que :(
    y también lo he pasado mal con Tommy hablando con Scott de Layla porque le gusta también y así no puedo Eri NO PUEDO

    la parte del final de Diana y Scott me ha encantado porque son tan tan iguales

    Y EL FIN DE SEMANA AAAAAAAAAAAY ERI QUE GANAS DEL PRÓXIMO CAP

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    1. Layla me pone tan triste de verdad se merece todo lo bueno que haya en el mundo y que le traigan lo bueno del resto del sistema solar en alguna misión espacial de éstas muy costosas y duraderas :(
      Poco a poco vamos viendo lo que le pasa a Tommy por dentro gracias a Scott, que lo mira y es como si leyera un libro abierto de TODO lo que piensa. De no ser por S, T no se daría cuenta de la mitad de los sentimientos que está desarrollando. Está pasando por una etapa muy complicada de su vida pero tiene a su mejor amigo para ayudarle a descifrar qué es lo que le sucede.
      Y SÍ, FIN DE SEMANA, YA VERÉIS, YA VERÉIS, me pongo a escribirlo en unas horas

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  9. Erika, por favor te lo pido PUEDES DEJAR DE QUE ME ENTREN FEELINGS CON TODA MUJER QUE SE ACERQUE A TOMMY (véase Layla o Diana) DE VERDAD, QUE ES QUE YA NO SÉ A QUIÉN COÑO SHIPPEAR, gracias.

    MIRA DE VERDAD QUÉ MONOS SCOTT Y DIANA Y SCOTT DICIÉNDOLE QUE ESTÁ ENAMORADO DE ELEANOR (NO PUEDO ESPERAR AL PRÓXIMO CAPÍTULO, POR CIERTO)

    T es tontico y aún no lo sabe, madre mía, la de veces que le ha podido decir Scott la verdad y él, hala, como si nada (Tommy, cariño, te quiero, pero abre los ojos, por favor y gracias)

    ERIKA POR FAVOR SE ME HA HECHO INTERMINABLE ESTE CAPÍTULO, O SEA, HA SIDO COMO "VA, NARRA LAYLA Y YA ESTÁ" Y, LOS COJONES, LOS. COJONES. SON LAS DOS DE LA MAÑANA Y QUIERO DORMIR. (pero tampoco me quejo, vale)

    BUENO, PUES ESO, QUE YO TE QUIERO MUCHO, COMO SIEMPRE, jeje

    VIR.

    P.D.: ME HAS IGNORADO AL TWEET EN EL QUE TE HE MENCIONADO DÁNDOTE LA RAZÓN A LO DE LA PERSONALIDAD DE ZAYN, CACHO PUTA.

    Aún así te quiero. Ya me voy. ❤

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    1. YO TAMBIÉN ESTOY MUY CONFUNDIDA VIR, NO TE PREOCUPES.
      ¿Monos? ¿Scott y Diana? ¿En serio? A mí me hacen muchísima gracia juntos, serían la típica pareja que no se soporta pero que de puertas para adentro son cuquísimos el uno con el otro (un poco va a ser así, especialmente cuando se vayan conociendo mejor).
      T no es tontico, es tonto entero y punto, aunque sinceramente tampoco puede pensar en que Scott y Eleanor acabarían juntos porque él lo ve casi como una traición (imagínate en qué posición lo dejarían a él). Además, Scott se DESCOJONA cuando le dice que está con Eleanor; aunque se lo esté confesando y le diga la verdad, por el tono en que lo dice le está metiendo una vacilada más que sincerándose con él, y eso tampoco es así.
      LO SIENTO MUCHÍSIMO, es que, como ya había anunciado que el capítulo de la declaración saldría publicado el 23 y no podía dejar cosas sin poner en éste, al final terminé haciendo 27 putas páginas porque estoy mal de la puta cabeza. Igual habría sido mejor subir uno ayer y otro hoy (la parte de Diana, por ejemplo) pero ya me parecía demasiada sobrecarga de entradas en tan poco tiempo :(
      TE QUIERE MUCHO, COMO SIEMPRE, ERI.❤

      Pd: he mirado en twitter y no he visto ningún tweet dándome la razón con lo de la personalidad de Zayn, estoy muy confusa en estos momentos.

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