Diana suspiró cuando llamé a
la puerta. Era oficial: íbamos a casa de Scott para que no estuviera tanto
tiempo él solo, lamentándose de su vida. No podía quejarse, en realidad: me
había pasado el día anterior con ella, incluso la había acompañado al centro y
había esperado pacientemente a que terminara de entrenar a base de inspeccionar
en librerías y grandes almacenes un regalo de navidad para mi hermana y mi
mejor amigo.
También me había preguntado si debería hacerle uno a
ella, pero dado que se iba a marchar nada más empezar las vacaciones, no tuvo
mucho sentido.
Las cosas eran un poco raras con Diana: me la tiraba y
me gustaba mucho, y ella se acostaba conmigo y se notaba que yo también le
atraía, pero no nos dedicábamos ni una sola muestra de cariño estando en
público, y tampoco pensábamos en un futuro no demasiado lejano, como por
ejemplo, los regalos de navidad.
-¿Qué quieres que te regale?-le había dicho la tarde
anterior, después de un polvo como pocos había echado en mi vida, aquellos que
sólo ella podía darme.
-No voy a estar aquí el 25-respondió. Se incorporó y
me miró con aquellas selvas amazónicas, el pulmón del planeta, en los ojos-.
¿Por qué?
Me encogí de hombros.
-No sé qué regalarle a alguien que lo tiene todo-le
acaricié el costado, ella sonrió y se inclinó a besarme.
-Otro orgasmo.
-¿Adelantado?-sugerí.
-¿Por qué no?-contestó, y se me puso encima.
Shasha abrió la puerta, su melena negra recogida en
una trenza de raíz como las que se hacía su hermana.
-Señoras-saludó, inclinando la cabeza en dirección a
Eleanor y Diana-. Tommy-reconoció, inclinándola también en mi dirección.
-Venimos a ver a Scott.
-Apuesto a que sí-susurró, y sus ojos se deslizaron
por los tres. Una sonrisa divertida le cruzó la boca, pensando en la
prohibición muy expresa de su madre de que Scott me abriera la puerta de su
casa. Técnicamente, no lo estaba haciendo. Veríamos si Sherezade me dejaba
quedarme.
Había tenido que cabrearla mucho, para que nos dejara
sin nuestra mutua compañía. Mamá lo había hecho un par de veces conmigo; una de
ellas, durante una semana.
Fue la semana más larga de toda mi puta existencia.
Por lo menos podíamos abrazarnos y lamentarnos de nuestra suerte en los
recreos.
Había sido hacía un par de años. Los dos ya teníamos
unas cuantas responsabilidades en las que escudarnos y pasar el rato. Megan había pasado un par de tardes conmigo,
jugando a videojuegos y metiéndonos mano, en aquella época en la que todavía no
nos habíamos acostado.
Cuando Scott todavía la tragaba, y a mí no me dolía
pensar en ella como me seguía doliendo.
Y, aun así, incluso con la distracción de su cuerpo
sobre el mío, su boca en la mía y sus susurros en mi oído sobre lo que le
gustaría que le hiciera (ya me daba instrucciones incluso antes de dejar que me
metiera en sus bragas), cuando me dejaba solo, me volvía a morir del asco.
Pensaba en ella y en el calentón con el que me había dejado.
Pensaba en ella y en lo que diría Scott cuando se lo
contara, y luego, en qué estaría haciendo Scott, y luego, si estaría bien y no
habría empezado a comerse la cabeza otra vez (por aquella época fue cuando lo
dejó con Ashley, mi madre es jodidamente oportuna con sus castigos).
Él había estado bien. Más o menos, me dijo. Lo cual
quería decir que había estado muy jodido y que casi no había dormido nada, pero
no se le pasó por la cabeza ninguna tontería. Lo peor había pasado.
Evidentemente, ya no tenía miedo por Scott. Estaba
genial, el cabrón (incluso mejor que yo), pero seguía sintiendo un malestar
interior cuando sólo lo veía en el instituto.
Ya podíamos buscarnos unas mujeres que se llevaran
bien, porque nos veía a los dos con nietos, una barba blanca larguísima a lo
Albus Dumbledore, unas calvas inmensas (mayor la suya que la mía),
contemplándolos corretear por casa y criticando a nuestros hermanos menores.
-¿Queréis que lo llame?-quiso saber Shasha, cerrando
la puerta tras nosotros.
-Por favor, Shash-asentí yo.
-Vale-dijo la chiquilla, se dio la vuelta, cogió aire
y bramó:- ¡¡¡¡¡SCOTT!!!!! ¡ES PARA TI!
Seguro que nos esperaba. Entramos al salón, saludamos
a Sabrae, que se comía una tarrina de helado viendo un reality, y ni miró a su
hermano cuando bajó las escaleras, todo digno. Con esa actitud, le pegaba más
un traje y una corbata y que los fotógrafos que perseguían a Diana y le hacían
un millón de fotos desde distintos ángulos mientras ella trabajaba lo hicieran
también con él.
-Vaya, vaya, vaya-susurró él-, ¿a quién tenemos aquí? Pero
si es el traidor, abandona amigos, con su señora y su hermana. Hola,
señoritas-dijo, saltando el último escalón y plantándose en el suelo, tocándose
la frente como si llevara un sombrero y se quisiera descubrir a modo de saludo
y muestra de respeto hacia las chicas-. ¿Qué pasa, Tommy? ¿Diana se ha cansado
de ti? ¿Por eso vuelves a por mí? Pues no quiero recibirte, ahora el que está
demasiado ocupado para atenderte soy yo. Te vas a arrepentir de haberme dejado
toda la tarde de ayer esperando a que llegaras para estudiar juntos; como si
suspendo todos los exámenes, no pienso estar en la misma habitación que tú. Te
tendría que dar vergüenza, después de todo lo que hemos pasado… ¡Estoy harto de
que me abandones a la primera de cambio! ¡¿Qué ha sido de lo de bros before hoes y todas esas
gilipolleces que nos juramos el uno al otro cuando estamos borrachos, eh?!
¡Pero la culpa es mía! ¡Con la cantidad de veces que traicionas mi confianza,
yo sigo abriéndote las puertas de mi casa y te acojo en ella como fuera la
tuya….!
Levanté la caja que traía colgando de dos dedos. La
miró y frunció el ceño.
-¿Qué es eso?
-No lo sé, Scott, ¿a ti qué te parece?-tenía que
reconocer la caja a la fuerza; era blanca, con dibujos rosas y naranjas. El
nombre de la tienda en letras gruesas como sus productos resaltaba en el blanco
del paquete. Sabía que iba a estar de mal humor, ya lo había estado por la
mañana, cuando lo primero que me dijo fue “disculpa, Tommy, igual me he mudado
y no te lo he contado porque no me he dado cuenta, pero, ¿sabes dónde cojones
vivo? Porque tiene que ser que se te ha olvidado mi dirección, de lo contrario
habrías venido a verme ayer…”, y había decidido hacer las paces de la forma más
eficaz posible: dándole de comer.
Donuts.
-¿Me traes donuts?-quiso saber, entrecerrando los
ojos.
-No lo sé, Scott, ¿las gallinas ponen huevos?
Se llevó una mano al pecho y abrió muchísimo los ojos.
-¡¡Cómo te atreves a tratarme como a mercancía de la
que puedes disponer cuando te da la gana dándole carburante!! ¿Qué soy? ¿Un
puto coche? ¡Ajá! ¡Por eso seguimos siendo amigos! ¡Te interesa que me saque el
carnet para llevarte de paseo adonde a ti te dé la gana! ¡Pues vas de culo
conmigo, te lo digo desde ya! ¡Pírate de mi puta casa!
-¿Seguro que quieres que me vaya? Mira que los tres
donuts que te he cogido del monstruo de las galletas se vienen conmigo.
Se me quedó mirando. Los donuts del monstruo de las
galletas eran unos rellenos de crema de cacao y avellanas (Nutella cobraba por
poner su nombre, así que esa era la descripción que había en las paredes),
recubiertos de virutas de algún derivado del petróleo teñido de azul, con un
par de oreos bañadas en chocolate blanco y dos conguitos puestos
estratégicamente sobre la rosquilla haciendo las veces de ojos.
El día que a Scott le dijeran que era diabético, iría
al Dunkin Donuts y pediría 40 de esos dulces. Le daría un subidón de azúcar tal
que le reventaría el corazón, pero por lo menos se moriría feliz.
-Es mentira-dijo por fin. Yo abrí la caja y se los
enseñé. Dio un paso y se inclinó hacia ellos, para después pasarse las manos
por la cara y agarrarse el puente de la nariz, intentando controlarse.
-Madre mía, Tommy, ¡madre mía, cuánto te quiero!
Y me dio un abrazo.
-Por estas cosas eres mi hermano favorito.
-No tienes hermanos, Scott-replicó Sabrae, lamiendo
con impaciencia su cuchara.
-¡Ya, bueno, pero aunque los tuviera, seguro que
serían tan tocapelotas como tú, así que Tommy seguiría siendo mi favorito, por
mucho que me tocara los huevos!
Le dirigió una mirada de saludo a Diana, que se la
devolvió con un asentimiento, y le dio un beso en la mejilla a mi hermana
cuando se colgó de su cuello.
-Que corra el aire, o me llevo los putos donuts.
-Lo siento, El, pero son donuts-respondió Scott.
-Es igual-dijo ella.
-Ven, T, tengo que convencer a mamá para que deje que
te quedes.
Dejamos las mochilas en la habitación que daba al
jardín en la que habíamos estado la última vez, y subimos juntos las escaleras.
Me habló del inmenso aburrimiento que había tenido la
tarde anterior, pero me lo perdonaba “porque era una bellísima persona y yo
tenía unos mofletes que no le permitían estar enfadado conmigo mucho tiempo”,
palabras textuales.
Llamamos a la puerta del despacho de Sherezade a pesar
de que ya estaba abierta. Sherezade levantó la mirada y puso los ojos en blanco
al verme.
-Mamá, mira lo que me he encontrado en la puerta de
casa.
-¿Yo hablo en chino, o algo?
-¿Puedo quedármelo, mamá? ¿Por favor? Te prometo que
lo cuidaré, le daré de comer y lo pasearé varias veces al día, recogeré los
pelos que suelte, si es que los suelta, porque… Oye, T, ¿no soltarás mucho
pelo?
-En absoluto.
-¿Lo ves, mamá? Es limpio, listo, y está muy bien
educado. Mira, te hará un truco. Tommy-dijo-, da una voltereta.
-Eres gilipollas.
-Menuda novedad, Tommy-respondió Sherezade, volviendo
a sus papeles.
-No es muy obediente, pero estamos trabajando en ello,
¿verdad que sí, ricura?-comentó Scott, revolviéndome el pelo. Le di un puñetazo
en el hombro.
-¿Esto es por haberte dejado tirado ayer?
-¡Mira, mamá, te dije que era listo!
Sherezade suspiró.
-Sher-empecé yo, acercándome al escritorio y
inclinándome hacia ella-. Mira, ya sé que Scott es imbécil y nunca te hace
caso, o la mayoría de las veces, y que se merece que lo tengas encerrado en
casa…
-¿Tengo que recordarte que ya has dejado los donuts y
que por lo tanto no tienes con qué chantajearme para que te deje quedarte,
Tommy?-bufó mi mejor amigo, cruzándose de brazos.
-… pero también piensa en mí. Me pone muy triste estar
separado de él. Ya sabes que somos como siameses-Sherezade se frotó las
sienes-. Igual que Shasha no puede estar sin su móvil, yo no puedo estar sin
Scott.
-Sigue en ese plan, va a pensar que somos gays.
-Además, Shasha conoce mi casa, y Duna está muy a
gusto con mis hermanos pequeños. Lo que hizo tampoco fue tan gordo. Teníamos
que ir a ayudar a Layla.
-¿Después de emborracharos?-la madre de Scott alzó las
cejas y sonrió. Me quedé pensando.
-¿Ves por qué yo no quiero que te pongas a
convencerla? Es mejor que tú, asúmelo.
-Fue idea mía. De todas formas, ¿no me irás a mandar
volver a casa con la que está cayendo?
-Ahora mismo no llueve.
-Una semana separados es suficiente castigo, ¿no
crees? Déjalo sin móvil, si eso, pero por lo menos déjanos estar juntos.
Estamos de exámenes y nos necesitamos el uno al otro para explicarnos las
cosas. No estudiamos bien por separado.
-No estudiáis bien. Punto-chasqueó la lengua y asintió
despacio con la cabeza-. En realidad, estaba pensando en decir que te llamara,
porque no soporto cómo se pone cuando está metido en casa sin nada que hacer…
menos mal que tu hermana tenía un montón de problemas con las matemáticas y le
hizo compañía todo el fin de semana…-sonrió con malicia, mirando a su hijo-.
Pero no hagáis ruido, ¿queréis? Tengo un caso muy importante entre manos.
-No nos vas a oír, te lo prometo.
Scott se me quedó mirando cuando salimos del despacho
de su madre.
-Has tenido suerte. Pero también estaba cansada. Suele
ser más dura.
-Serán mis ojos. Seguro que le gustan.
Se quedó quieto mientras yo bajaba las escaleras.
-Como te atrevas, aunque sea sólo un instante, a pesar
en tirarle los tejos a mi madre, te abro la barriga con un cuchillo y te obligo
a comerte tus tripas.
-¿El cuchillo estaría oxidado?
-Tampoco nos pasemos, T; querría matarte, pero no
hacerte sufrir así porque sí.
Sacamos todos los libros mientras las chicas
subrayaban de sus apuntes y contrastaban con diversas fuentes. Scott sacó
Biología. Yo, Historia.
-Deberíamos ponernos con Química-sugerí yo, dado que
era el segundo examen que peor llevaba. El primero era, evidentemente, el de
Mates.
-Déjame consultar la agenda-respondió él, sacando el
móvil y echándole un vistazo a sabe dios qué aplicación-. Veamos-musitó-, el 16
de diciembre tengo un hueco libre entre “que empiece a cundir la histeria” y
“suicidio colectivo”. ¿Te viene bien a las 4 y media?
-Pon a las cuatro. Hay que merendar a las cinco. No
quiero apurarme.
-Las cuatro y cuarto es lo mejor que te puedo ofrecer,
hermano.
-Mm. Nos las apañaremos, creo yo.
-¿Vas a ir a basket?-quiso saber, fingiendo que no le
jodía que yo fuera un pajarito libre y que él aún estuviera enjaulado.
-¿Tú?-respondí. Dejó caer el bolígrafo y suspiró.
-Te juro por dios que…
-Estoy siendo cuqui-repliqué.
-Ah-sonrió-. Qué mono eres, T. Te comería entero si
ése no fuera el trabajo de Diana, ¿eh?
-No me lo como entero-respondió mi americana-, sólo la
boca, y cuando se porta especialmente bien, también la polla.
Los tres nos echamos a reír mientras Eleanor apretaba
los labios.
-Sois repugnantes.
-Venga, El, no te hagas la estrecha, como si no le
quisieras comer la polla a alguien de esta mesa-la pinché yo.
-¿Yo no puedo hacer coñas con la tensión sexual que
hay entre tu hermana y yo, pero tú puedes invitarla básicamente a que me coma
los huevos cuando te apetezca?-protestó Scott-Que, por cierto, El, si estás
libre, ya tienes mi número.
-Te haré un huequecito-contestó mi hermana, mordiendo
la tapa del bolígrafo.
-Metáforas eróticas delante de mí no, por favor-ladré,
sacudiendo la cabeza.
-Has empezado tú, deja a tu hermana
tranquila-respondió Scott, mordiéndose el piercing. Diana sonrió y sacudió la
cabeza.
No aguantamos ni tres cuartos de hora delante de los
libros. No me entraban en la cabeza las causas de la revolución rusa. Me daba
igual la revolución rusa. Tenían reyes, luego, PUM, golpe de Estado. Comunismo.
Lenin y Stalin. Eso era lo importante.
-Scott.
-Mm-bufó él, dibujándole alas de mariposa a las
diferentes ilustraciones de células del libro.
-Estoy agobiado.
-También yo-contestó.
-¿Jugamos al Call
of Duty?
-Ya pensaba que no nos lo ibas a sugerir nunca,
¡ale!-animó, cerrando el libro-. ¡Otra para la siguiente evaluación! ¡A matar
nazis!
Diana y Eleanor nos miraron.
-¿De verdad os vais a ir cuando estáis en último curso
y tenéis una millonada de cosas que estudiar?-quiso saber Diana, quien se
mantenía pegada a sus libros a pesar de que no paraba de mandarle mensajes a su
trasnochadora amiga Zoe.
-Yo tengo suerte-informó Scott, y era verdad. Si
estudiaba un apartado de un tema, caía ese apartado en el examen. Si no
estudiaba lo suficiente, el profesor no venía o se olvidaba de que teníamos
examen.
-Y yo soy listo-contesté, porque había heredado de mi
madre lo de estudiar el día anterior y bordarlo. Ahora no estaba muy inspirado,
pero aun así, me las apañaba para aprobar.
Encendió la Xbox que reposaba en su habitación,
impaciente por que alguien le diera uso, y nos sentamos en los pufs que
existían para esa simple función: dejar que los avasalláramos con nuestro peso
corporal.
Tampoco él estaba inspirado con la consola, y yo no
estaba a lo que tenía que estar. Había hablado con Layla la noche anterior, me
había asegurado que estaba bien y que no tenía pensado volver a su casa a
recoger más cosas, a pesar de que se había dejado a sus peces allí, pero yo no
las tenía todas conmigo.
A Scott, algo le rondaba por la cabeza. Se había
comido el último de sus donuts favoritos con la mirada perdida, su mente
vagando por los rincones más inalcanzables.
No podíamos coordinarnos.
-Necesito un cigarro-dijo por fin, poniendo el juego
en pausa y levantándose.
-¿De dónde lo vas a sacar? Terminamos la última
cajetilla el fin de semana pasado, ¿recuerdas?
-Se los pediré a mi padre.
Tanto mi padre como Zayn sabían que fumábamos y,
aunque se supone que deberían cabrearse y meternos en vereda, en realidad sólo
se habían cabreado un poco. Mi padre todavía había sido más insistente porque
mamá no había fumado nunca, pero Zayn, aparte de decir que le parecía “decepcionante”
que nos quisiéramos matar de esa manera, dijo que había peores formas de
morirse. De algo se tenía que morir todo el mundo, sí.
Y casi había sido más elocuente y útil que nos dijera
“ya os arrepentiréis”… mientras encendía un cigarro y expulsaba el humo hacia
arriba.
Scott volvió y se sentó sin decir nada.
-¿Y bien?
-Me mandó, básicamente, a la mierda.
-Te lo…
-No. Se. Te. Ocurra. Terminar. Esa. Frase.
-Vale-respondí. Reanudamos la partida y nos mató una
mina, porque éramos imbéciles y seguíamos el mismo camino aunque no estuviera
asegurado-… dije-sonreí, y Scott me tiró un cojín a la cara con mucha fuerza.
-¡Me tienes hasta los huevos, Tommy!
-Y eso que prácticamente suplicaste para que viniera,
¿recuerdas?
-Te odio-respondió. Dejó caer el mando al suelo y se
cagó en nuestras familias cuando batimos un récord de peor partida de la
historia. Se pasó una mano por el pelo y dijo que no quería jugar más.
Pero cuando yo le pedí que me ayudara en una misión,
accedió y recogió el mando. Nos lanzamos en paracaídas sobre un campamento y un
misil se estampó contra su cuerpo. Bufó y volvió a dejar caer el mando. Le dije
que lo recogiera. Me dijo que me fuera a tomar por culo.
-Te noto muy
poco arisco para no haber follado en todo el fin de semana.
Me miró, sonriendo mientras se mordía el piercing, y
alzó las cejas.
-Evidentemente-respondí yo, que ya me lo olía-.
¿Quién?
-¿Cuándo te he dicho yo a quiénes me traigo a casa?
-Siempre.
-Pues siempre hay una primera vez para todo-sonrió, inclinándose
hacia atrás mientras me esperaba en un punto de control.
-Scott.
-Tommy.
-Dime un nombre.
-Eleanor-accedió.
-¿Qué Eleanor?
-Tomlinson.
-Gilipollas. Vale, no me lo digas si no te sale de las
pelotas. Luego no te quejes cuando no te cuente las cosas que me hace Diana.
-Me gusta dormir por las noches.
-Eso es porque eres un perdedor.
-T-empezó-, el día que te acuestes con una décima
parte de las tías con las que he estado yo, tal vez te consienta que no me
trates de “su alteza real”, ¿estamos?
Seguimos con la partida, y conseguimos terminarla con
relativo éxito. Decidimos que era hora de dejarse de calentamientos y tratar de
avanzar en la trama del juego, y así lo hicimos.
-El lunes que viene voy a volver a ir con Diana al
centro-anuncié. Se me quedó mirando.
-¿Y esa puñalada trapera? Debería tirarme a tu
hermana, dado que te jode tanto pensar en ella estando conmigo.
-Quiero que vengas con nosotros-era un maestro en eso
de llevar una doble vida, me vacilaba con las cosas que hacía con Eleanor para
que, si alguna sospecha se formara en mi mente, yo la desechara rápidamente.
-¿Por qué haría tal cosa?
-Ya te dije que estoy con Diana… más o menos.
-Ajá-dijo; nos asaltaron y nos mataron. En la pantalla
se materializó un mensaje ensangrentado de “Misión fallida”, pero nos daba
igual.
-Creo que me estoy pillando en serio por ella.
Scott asintió despacio.
-Bueno, más zorra que Megan no puede ser, por lo menos
contigo.
-Scott, Megan no es…
-Haré mi tesis doctoral sobre por qué Megan es una
zorra sólo para que abras los ojos de una puta vez. Pero ahora no estamos
hablando de ella.
-Se lo dije el otro día, más o menos. Y ella me dijo
que también, más o menos… pero quiero saber si lo dijo porque yo se lo dije, o
si lo siente de verdad.
-¿Por qué se te hace tan difícil siempre creer que a
una chica le gustas más que para echar un par de polvos, T?-quiso saber,
cruzando los dedos sobre el vientre-. Eres un buen tío.
-Ya, pero… ella conoce a un montón mejores que yo.
-Yo no conozco a nadie mejor que tú-atacó.
-¿Podrías… fijarte? ¿Y darme tu opinión? Tú eres mejor
en eso que yo.
Asintió despacio con la cabeza y sonrió despacio.
-¿Qué?
-Nada, T. Es sólo que…-se encogió de hombros-. Me das
a dar una oportunidad cojonuda para decirte “te lo dije”, pero no puedo evitar
alegrarme de que estés así otra vez. Ya sabes, cegado por una chica.
-Diana es increíble, S.
-Ya, tu hermana estuvo todo el fin de semana
haciéndome propaganda de ella. Supongo que cada uno es gilipollas con quien le
apetece, ¿no? Todos tenemos varias caras, y mientras a ti te trate bien… os doy
mi bendición. Eso sí-añadió, muy serio-. Como se os ocurra sugerirme alguna vez
un trío, me voy a Pakistán en busca de mi familia, me cambio de nombre, y no me
veis más el pelo.
-Es modelo-le recordé.
-Sigue siendo imbécil. Pero a ti te van las imbéciles.
Problema tuyo.
No me sorprendió que Eleanor abogara por Diana después
de todo lo que había hecho la americana por ella, y tampoco lo hizo que Scott
decidiera hacerle caso a mi hermana antes que a mí. Podría tener algo que ver
su relación (algo, no; más bien bastante), pero Eleanor seguía siendo ella, la
que sabía exactamente dónde estaba el punto débil de la gente y cómo explotarlo
para conseguir lo que quería de ellos.
Había sido el domingo, cuando terminaron de hacer
ejercicios y ponerse al día con los estudios, después de irse a la cama, cuando
había salido el tema de Diana y yo.
-Seguro que nos tendrían envidia-murmuró Eleanor,
abrazándose a su pecho desnudo con una sonrisa en la boca que yo jamás le
vería: la sonrisa de después de una buena sesión de sexo.
-Ella de ti, sí-asintió Scott, acariciándole la
cintura y besándole la cabeza. Y Eleanor aprovechó para lanzarse a su punto
débil.
-Tommy la adora, S. No veas cómo la trata. Creo que
han dado otro paso en su relación…-Scott había asentido con la cabeza, sin
decir nada; era cosa mía decirle a mi hermana que Diana y yo nos habíamos
vuelto “exclusivos”, con todo lo que eso implicaba.
-No me jodas la tarde hablando de ella, mi amor.
-Dale otra oportunidad, S. Es buena. Se preocupa por
él. Y por mí. Y trata genial a mis hermanos. Tan bien como tú. Los cuida un
montón. Pero a Tommy… no sabes cómo lo mira. Y cómo él la mira a ella. Sé bueno
con ellos, por favor. Se lo merecen. Se merecen el uno al otro. Tú mismo
dijiste que un clavo saca a otro clavo.
Scott se quedó mirando el techo, pensando en las
posibilidades que había de que aquello saliera mal. Muy altas, evidentemente.
Veníamos de mundos muy distintos y ni siquiera hablábamos igual. Su acento y el
mío eran radicalmente diferentes, las dos caras de una moneda cuyo filo era el
australiano.
También pensó en ellos. La miró y estudió las
probabilidades de que los dos acabaran así. De que las cosas se fueran a la
mierda cuando yo me enterara de lo que pasaba. Muy altas. Eso no le impedía
quererla.
Igual que el que Diana se fuera a marchar en un
momento incierto no me impedía quererla a mí.
Scott dijo algo.
-¿Qué?
Sonrió, sacudiendo la cabeza y mordiéndose el
piercing.
-Me estoy empezando a sentir mal por todo lo que
estamos remoloneando.
-Sí, yo también-susurré, apagando el mando-. ¿Volvemos
abajo con nuestras chicas?
Soltó aire por la nariz con una sonrisa torcida; le
hacía gracia lo acertada que había sido mi frase. Asintió con la cabeza, se
incorporó, nos estiramos, recogimos las cosas y bajamos.
Eleanor y Diana se inclinaban sobre una revista en la
que Diana escribía de vez en cuando.
-Os veo agobiadas por los exámenes, chicas-se burló
Scott. Eleanor puso los ojos en blanco.
-Estamos descansando.
-¿Qué haces, Didi?-quise saber, acercándome a ellas y
apoyándome a su lado para ver los tachones que había hecho.
-Corrijo errores y marco las cosas que bajo ningún
concepto deberían haber salido a la luz; por ejemplo, este vestido.
-Es horrible-asintió Eleanor.
Diana volvió con sus libros en cuanto yo me senté.
Estaba a mi lado y de vez en cuando sus manos reposaban en mis piernas, y las
mías en las suyas, y nosotros sonreíamos como respuesta a nuestros apuntes
cuando los dedos del otro empezaban a recorrer nuestra anatomía.
Scott carraspeó.
-¿Os presto mi cama?-quiso saber, y nos detuvimos sólo
para dejar que empezaran Eleanor y él. Su juego fue diferente; Eleanor rebuscó
en su mochila hasta encontrar la bolsa de chucherías que se había empeñado en
coger de la que íbamos a casa de Scott, la tiró encima de la mesa y recogió una
piruleta de cereza. La desenvolvió despacio y se la metió en la boca con gesto
solemne… sin dejar de mirar a Scott.
Y Scott no podía apartar los ojos de ella.
Visto con la perspectiva del tiempo, me he dado cuenta
de algo: soy absolutamente gilipollas por no haberme dado cuenta en ese preciso
instante de que se miraban de la misma forma el uno al otro. Cosa que no había
sucedido hasta entonces. Pero, claro, había habido un cambio en su relación.
Ahora, follaban.
Antes, no.
Incluso Diana sonreía, disfrutando del impresionante
espectáculo que era ver cómo Eleanor jugaba con Scott, a quien tenía comiendo
de la palma de la mano. Eleanor se sacó la piruleta y la lamió muy despacio con
la punta de la lengua. Diana tuvo que controlarse para no descojonarse; Scott,
también, pero por motivos bien diferentes.
La hija de puta de mi hermana incluso le guiñó un ojo
mientras yo pasaba una página y subrayaba una frase muy importante a la que
antes no había hecho caso. Scott le correspondió mordiéndose el labio. No sé
cuál de los dos estaba más cachondo.
Scott decidió contratacar empezando a jugar con su
piercing, lanzándole miradas igual que hacía ella de vez en cuando. Sus vidas
pasaron a reducirse a calentarse el uno al otro, ver quién era el primero en
levantarse de la mesa pensando en una manera de aliviarse.
Eleanor se había puesto el pintalabios de cereza que a
él tanto le gustaba. Yo no me di cuenta porque, sinceramente, tengo cosas más
guapas a la que mirar (léase, Diana) que los morros de la petarda de mi
hermana. Mientras la miraba juguetear con la golosina, sí que me di cuenta de
que tenía los labios más rojos de lo normal, pero lo achaqué a la piruleta. Al
fin y al cabo, era lo que hacían los colorantes: se trasladaban de la comida a
tu boca.
Scott, sin embargo, los había probado suficientes
veces como para saber que no se debían a ninguna chuchería. Por dios, si
incluso se despertaba duro cuando soñaba con ella y con ese color en sus
labios.
-Eleanor-espeté yo.
-Mm-respondió ella, reclinándose hacia atrás y jugando
con el palo de la piruleta. Le dio vueltas y vueltas.
-Déjanos tranquilos.
Alzó las cejas, toda inocencia y recato de repente.
-No putees a Scott. Estamos ocupados.
-Scott se putea solo-contestó ella, sonriendo. S se
echó a reír, yo bufé-. Sólo estoy leyendo un artículo, Tommy. Relájate un poco.
-¿Qué hay de la piruleta?
Se la sacó de la boca, alzó las cejas, me miró y la
señaló.
-¿Esto? Madre mía, los tíos lo relacionáis todo con el sexo.
-¿Y nosotras no, El?-se cachondeó Diana, reclinándose
igual que lo hacía ella.
-Nosotras somos peores-coincidió mi hermana.
-Pero lo hacemos con más elegancia.
-Sin duda.
El sol terminó de esconderse entre los árboles del
jardín; Zayn se asomó a la puerta para preguntar si nos íbamos a quedar a
cenar. Normalmente, él y Sherezade cocinaban juntos la cena, pero dado que la
madre de Scott estaba muy ocupada con un caso muy gordo, no podría bajar a la
cocina a echarle una mano. Necesitaría más tiempo.
Scott se encogió de hombros cuando lo miré, como
pidiendo permiso para las chicas, y dijimos que sí. Ellas terminaron sus cosas,
metáforas sexuales ya apartadas, y se fueron a ver qué tal le iba a Sabrae con
sus exámenes y sus entrenamientos.
El colgar a un tío de una ventana y amenazar con
soltarlo y mandarlo de una patada en los huevos al otro barrio ayudaba a formar
lazos muy fuertes entre la gente, y las chicas no iban a ser una excepción.
-¿Qué tal viste ayer a Layla?-quiso saber Scott,
haciendo girar su bolígrafo entre los dedos como yo le había enseñado a
hacerlo. Me miró a través de unas pestañas kilométricas.
-Bien. Bueno, todo lo bien que puede estar, claro.
-¿Lloró, o algo?
-No. Sólo dimos una vuelta los tres juntos.
Scott asintió.
-¿Por qué lo preguntabas?
-Se lo ha tenido que contar a Niall. ¿Te lo ha dicho?
-Lo mencionó de pasada. Que Niall le vio uno de los
moratones y le tuvo que explicar todo estando con Chad. No les enseñó los
moratones, no obstante.
-¿Para qué?-cacareó Scott, exhibiendo su mejor sonrisa
chula, la que hacía que la mitad de la población femenina de una discoteca se
bajara las bragas en el acto y estuviera dispuesta a dejarse hacer lo que él
quisiera-. Con que se los vieras tú…
-Tú también los viste-protesté. Noté un calor en las
mejillas, exactamente lo que él andaba buscando. Se mordió el piercing en su
típica sonrisa victoriosa.
Hay ocasiones en las que Scott me cae muy, muy mal.
Ésa fue una de ellas.
-Yo no se los besé.
-Habrías hecho lo que fuera por conseguir que dejara
de martirizarse a sí misma si hubieras visto cómo se miraba y cómo me hablaba y
cómo…
-¿Como follármela?
Cuadré los hombros, haciéndome el digno.
-Yo a Layla no puedo “follármela”. No… usaría esa
palabra con ella.
-Con Diana la usas.
Me lo quedé mirando, y él me miró a mí. Siguió jugando
con su piercing. Estábamos librando la batalla que inclinaría finalmente el
resultado de la guerra y él todavía no había perdido a un solo soldado. Yo
había perdido a toda mi flota y la mitad de mis aviones estaban precipitándose
hacia el suelo sin que yo pudiera hacer poco más que mirar cómo caían, cómo
pasaban de ser lanzadores de misiles a misiles en sí mismos.
-¿Adónde quieres llegar a parar con esto, Scott?
-A que te des cuenta de que te importan las dos, T. De
lo contrario, no me pedirías que me las apañara para averiguar si Diana siente
algo por ti en serio… como tampoco pondrías tu cara de gatito abandonado al que
le están rascando la barriga cuando me dijiste que habías besado a Layla.
-¿En qué momento he dicho yo que…?
-Todavía no has elegido-me cortó-y, ¿sinceramente? No
sé si llegarás a hacerlo.
-Estoy con Diana.
-Puede-respondió-. Pero también te mueres por consolar
a Layla. Y sabes cuál es el único modo que tienes de consolarla.
Lo miré largo y tendido, él me aguantó la mirada.
-Eres un hijo de puta-dije por fin, y él se echó a
reír. Acababa de tirar una bomba atómica en mi cuartel general y contemplaba
desde el aire cómo mi último bastión se reducía a cenizas. La resistencia
desapareció.
-Me encanta cómo te pones cuando sabes que tengo
razón.
-No voy a pillarme por Layla.
-No vas a hacerlo, es verdad, ya lo estás.
-Estoy. Con. Diana.
-T, por favor, eres igual que un perrito abandonado.
En cuanto alguien te da media salchicha, ya te emocionas y juras lealtad y amor
eterno.
-Me estoy perdiendo, ¿soy como un gatito o como un
perrito?
-Tienes más bien cara de rata-reflexionó.
-Y tú eres clavado a un cuervo.
-Gracias.
Volvió a sus apuntes mientras yo echaba un vistazo
fuera. Se intuía Londres entre los árboles. En algún edificio que probablemente
estaba oculto a mi vista, Layla estaría preparándose la cena. Puede que
estuviera dando un repaso al último tema que había estudiado ese día. Esperaba
que no estuviera sola. Como también esperaba que me estuviera echando de menos;
a esos extremos de hijo de puta podía llegar.
-Scott.
Scott levantó la vista y me miró.
-¿Estaría muy mal?
Él también miró por la ventana.
-Layla no puede estar contigo ahora. Otra cosa es…
darle cariño. Como amigos. Amigos que se preocupan muchísimo el uno por el
otro. Yo también haría lo que fuera por ella, ¿sabes? Pero ella no quiere eso
de mí. Soy un amigo normal cuando tú eres un VIP.
-Si hiciera lo que me dijera… aunque yo tuviera ganas
también… si le diera lo que me pidiese…
-No estaría mal… si lo hablas con Diana. Esto también
le incumbe a ella. La quieres, T. Y me imagino que ella a ti también. Por la
cuenta que le trae. Por muy mal que me caiga, no se merece que le hagan lo que
me hicieron a mí. Ni siquiera si se lo haces tú.
Asentí despacio con la cabeza.
-Das unos consejos cojonudos, hermano.
-¿Te imaginas que me los aplicara?-sacudí la cabeza y
sonrió-. Yo tampoco. Nuestras vidas serían un poco más fáciles, pero todas las
aventuras son más divertidas cuando tienen un poco de peligro, ¿o no?
-Te dije claramente que no citaras frases de reggaetón
delante de mí-protesté.
-Haberme puesto a Sabina cuando empezaba a aprender
español y no después, no te jode. Sabes que son las primeras impresiones las
que prevalecen.
-Vete a la
putísima mierda-le dije en árabe, y él sonrió.
-¿Ves? Es la segunda frase que te enseñé a decir, ¿a
que la recuerdas perfectamente? ¿Cuál era la primera, tesorito mío? ¿Me la
sabrías decir?
-Cómeme los
cojones-le dije, también en árabe.
-Qué orgulloso
estoy de ti, joder-me respondió en español. Tenía un poco de acento, el
mismo que tenía yo hablando en el idioma de sus antepasados.
“Cómeme los cojones” fue la primera frase que me
enseñó a decir.
Era una de la millonada de cosas por las que estaba
agradecido de tener a Scott en mi vida.
Layla.
Creo que se arriesga a mostrarme sus poderes mágicos cada
vez que me toca. Que lo haga tiene que tener consecuencias muy graves. Pero no
parece importarle.
Sus
brazos me recomponen. Tiene que ponerse un poco de puntillas para abrazarme en
el “papel de chico”, pero no me importa. No nos importa a ninguno de los dos.
Quiero creer que yo merezco la pena. Pero el riesgo que corre por mí es
demasiado grande.
Y la
verdad es que no me lo merezco.
Me
estrecha entre sus brazos y me siento protegida como no lo he estado nunca. Me
da un beso en la mejilla y me pregunta qué tal estoy. Ahora, bien.
Las
piezas de mi alma vuelven a desencajarse y cada una se desparrama en una
dirección diferente de la de las demás, como las galaxias del universo, cuando
me suelta. Pero se funden hasta casi pulverizarse cuando me mira con todo el
cariño del mundo.
Tal
vez no sea tanto cariño. Tengo que estar exagerando. Sí, estoy exagerando,
claro. El pasar tanto tiempo sin que te quieran hace que te emocione la más
mínima muestra de afecto.
-Hoy
me tienes para ti sola-bromea, y yo me echo a reír. Me toca la mano y siento
cosquillas en el estómago. Tengo que reprimirlas; no, por favor, no. No es mío
ni nunca podrá serlo. Está con otra. Está con Diana.
Yo no
soy lo suficientemente buena para él. Se merece a alguien entero, alguien que
no se despierte llorando cada noche. Alguien que le pueda dar todo el amor que
él va regalando por ahí, en lugar de absorberlo y tratar de sobrevivir a ese
día.
-Qué
suerte tengo.
-El
afortunado soy yo.
Joder,
Diana es la verdadera afortunada en todo esto. Me pregunto cómo será escucharle
decir “te quiero”. Seguro que con su acento y su voz, esa frase adquiere un
significado radicalmente diferente.
Levanto
la vista y la clavo en el edificio donde Diana estará machacándose con la élite
de modelos más internacionales para conseguir alcanzar la divinidad, y me digo
que eso es, ni más ni menos, lo que él se merece.
No a
mí.
Todavía
me da miedo que alguien me toque sin que yo no me lo espere. Tommy no puede
estar con alguien que da un brinco si la coge desprevenida.
Y,
sin embargo, Tommy es la única persona en este mundo que no puede asustarme.
-¿Adónde
quieres que vayamos hoy?
Me
encojo de hombros.
-Tú
mandas.
Él
tuerce la boca, pensando en qué hacer. Scott está en casa, seguramente con
Eleanor, probablemente estudiando entre beso y beso, abrazo y abrazo y cosas
todavía más interesantes que pueden hacer dos personas, y él está aquí,
arriesgándose un trimestre en uno de los cursos más importantes de su vida,
porque yo he decidido hablar justo en período de exámenes.
Se me
enciende la bombilla. Hace mucho que no paso por ahí, y puedo preparar algo.
Ver cómo le va a la ancianita y, quizás, servirle un café al chico de la barba,
el que lo toma del mismo color que mi pelo.
-Tommy,
en realidad… se me ha ocurrido un sitio-digo, cuando estamos a punto de cruzar
la calle. Se vuelve y me mira. Estamos haciendo progresos. Estoy empezando a
hacer alarde de iniciativa propia. Llevaba sin hacerlo desde que decidí contar
lo que me pasaba.
Eso
le encanta.
-¡Genial!
¿Me guías?
Asiento
con la cabeza, cruzamos en el último momento, y estoy a punto de colgarme de su
brazo (en una manera totalmente amistosa y para nada romántica), cuando pasa un
bus con una campaña de una firma italiana de moda.
Diana
nos mira sonriente mientras juega con una manga de su jersey. Le brillan los ojos
más que de costumbre. Es lo único que le puedes achacar al Photoshop; el resto
de ella es idéntico a su yo real. Toda ella es perfecta. Sin miedos, sin
pesadillas, con labios que no tienen miedo a besar ni a decir lo que piensan…
…oh,
sí, claro, y la piel sin moratones. Eso también cuenta.
Me
toco sin darme cuenta la pequeña concha que me regaló mi hermano, la cruz que
me regaló Tommy, y la pequeña foca blanca, con morro gris, ojos negros y
brillantes y runas inscritas en azul zafiro que me dieron Chad y Kiara cuando
estaba a punto de subirme al avión.
-¿Qué
tal con Diana?-pregunto. Tommy sigue andando, me coge de la mano y tira de mí.
Es él el que está perdido y no sabe a dónde vamos, pero soy yo la que se deja
guiar.
-Muy
bien, la verdad. Se está acostumbrando a estar aquí. Está a gusto.
-Es
la compañía. Es inmejorable-respondo, y él me mira y se echa a reír.
-Venga,
princesa, ni que estuvieras con ella todo el tiempo.
Me
apetece tatuarme esa palabra en el antebrazo. “Princesa”. De su puño y letra.
Todavía no estoy segura de si la prefiero en inglés o en español. Él me la
suele decir en inglés, pero no puedo dejar de recordar la conversación en
español, cuando me dio la cruz de la victoria y yo, a cambio, le besé.
Siempre
me he sentido más querida cuando me hablan en español.
-¿No
tienes nada que contarme sobre ella?-pregunto, y él baja la mirada y se sonroja
un poco. Por dios, qué mono es.
Yo ya
lo sé.
Pero
quiero que me lo diga. Quiero confirmar lo que Diana me contó ayer por la
noche, mientras no paraba de hablar sin cesar de lo mucho que se alegraba de
ver los inmensos progresos que estaba haciendo. Se le escapó que a ella también
le iba genial con Tommy.
-Oh,
Lay, perdona, yo…
-No
pasa nada, ¿tienes buenas noticias? Porque hoy parecías tener buenas noticias.
-Sí,
bueno… para mí son buenas. Pero no quiero que te disgustes.
-No
voy a hacerlo, mujer.
-El
caso es que… hemos decidido… ir un poco más en serio. Ser exclusivos. Ya sabes.
Evidentemente, lo que te dije sigue en pie. Podemos compartirlo siempre que tú
quieras.
-Es
tuyo, Didi, y yo lo respeto. Además, es una noticia maravillosa-sonreí, porque
la gente te nota en el hablar que estás sonriendo, y me limpié con la punta de
los dedos una lágrima-. Hacéis muy buena pareja.
Me
dolía en el alma. Se me rompió un poco el corazón. Una parte de mí, la más
estúpida, había conservado esperanzas de que lo de aquella noche se repitiera.
Me había sentido tan bien teniéndolo tan cerca… me había dado vida de un modo
en el que ya no pensé que pudiera recuperarla…
Diana
enseguida dio por finalizado el tema. Era una buena chica, por mucho que Scott
no la soportara. Tenía que haberle hecho algo; Scott no le empezaba a coger
asco a la gente así, porque sí. Pero no podía imaginármela siendo mala con
Tommy. No lo era.
Y eso
era lo que contaba.
-Le
he pedido ser exclusivos-confiesa por fin. Y me mira. Y estudia mi cara,
buscando un mínimo gesto que le haga volver a casa y cancelarlo todo con Diana.
O eso creo ver yo.
No ve
nada. No le dejo que vea nada. Mi corazón ya está roto, no puede rompérmelo. Ya
lo ha roto otro por él. Lo han reducido a trozos diminutos, de esos trozos han
hecho escombros, y de los escombros, han sacado cenizas.
-Eso
es genial.
-¿De
veras lo crees?
-Pues
claro que sí, T. Scott me dijo lo triste que estabas, ya era hora de que fueras
animándote.
-Eres
un sol-me dice, y me da un beso en la mejilla que se siente precisamente como
eso: como un sol que me calienta por dentro y le da la bienvenida al día
después de una noche particularmente fría, oscura y lluviosa.
Puedo
compartir un sol. Lo hago todos los días, cuando el de verdad sale y se pone,
impasible a todo lo que ocurre a su alrededor.
Hasta
un sol con nubes es muchísimo más de lo que tenía hace 15 días.
Caminamos
en silencio. Yo me toco el colgante con los dedos. Hace frío y no llevo
guantes, pero las manos son con diferencia la parte del cuerpo que más cálida
siento.
Él,
también.
Me
pasa el pulgar por los nudillos. Le gusta mucho acariciar cosas con el pulgar.
Mis nudillos, los labios de Layla, el cuello de sus hermanas, las mejillas de
su hermano cuando se le sienta en las rodillas y le impide seguir jugando a la
consola porque le toca a él…
A
todos nos gusta que nos acaricie con los pulgares. Ya tenemos algo en común.
Lo
conduzco hacia el metro y esquivamos a la gente que sale de la boca de éste en
tropel. Nos pegamos a la pared, nos agarramos con fuerza a la barandilla para
no resbalar en el suelo húmedo, y nos agarramos con más fuerza las manos. No
puedo perderlo, y él no puede perderme a mí.
Llegamos
al andén justo cuando el tren se marcha. Me quito el gorro y él se desabrocha
el abrigo, y se me queda mirando el flequillo recién estrenado.
-Es
increíble lo bien que te queda el pelo así, princesa. En serio.
Se me
colorean un poco las mejillas. En parte, por el cambio de temperatura del
exterior; en otra parte, por el de mi interior. Es reconfortante estar con
Tommy. Te trata como si fueras especial para él. Yo lo soy, o él dice eso, pero
aun así… sienta bien.
-Yo
no estaba muy por la labor; no sabía si me favorecería…-empiezo, pero él sacude
la cabeza.
-A ti
te tiene que quedar bien hasta una bolsa de patatas puesta en la cabeza. Fijo.
Una
pareja de mediana edad se detiene a nuestro lado, saca un mapa del metro y examinan
el andén. Ella le recrimina a él no haber mirado primero el mapa en la
superficie. Ahora tendrán que gastar otras nueve libras sacando un billete
nuevo y buscando una parada nueva. Él la manda callar; después de todo lo que
les ha costado llegar hasta ahí sin preguntar a nadie (me imagino que no saben
inglés), no está dispuesto a volver a la calle.
Tommy
y yo nos los quedamos mirando. La mujer también nos mira.
-¿Crees
que podríamos preguntarles…?
-No
nos entienden. Mira cómo nos miran. No creo que sepan español, les enseñan…
-En
realidad-le dice Tommy, y los dos se ponen tiesos, porque nos han escuchado
hablar en un perfecto inglés incomprensible, y no les cabe en la cabeza lo bien
que ha pronunciado la r inicial-, sí que hablamos español.
-Nuestras
madres son asturianas-intervengo yo. El hombre abre mucho los ojos mientras la
mujer sonríe.
-¡Nosotros
somos cántabros! ¡Somos vecinos!
-¿Os
ayudamos en algo?-inquiero. Nos explican que quieren ir al Museo de Historia
Natural. Tommy bufa, coge el mapa y se pone a mirar las líneas.
-Sería
mejor si os hubierais subido en una estación que queda bastante cerca de aquí;
así no tendríais que cambiaros de tren, pero… podéis ir hasta Kings
Cross-señala un punto-. Allí hay…
-Demasiados
andenes-le corto-. Es mejor que probéis a ir hasta Victoria. Allí hay menos
líneas a las que cambiarse. Os cambiáis a la roja y no tendréis que esperar
mucho.
-¿Sabéis
llegar?-pregunta Tommy, y los dos se miran.
-¿No
está al lado?
-No-gruñe
él, poniendo los ojos en blanco-, porque al que hizo el plano del metro le
pareció una buena idea ponerlo a medio kilómetro del museo, en medio de un
lugar donde no hay nada, en vez de plantarlo lo más cerca posible para putear a
los turistas. Bienvenidos a Londres-anuncia, abriendo los brazos-, la ciudad
con más turismo del mundo y también la que más dinero invierte en amargaros la
vida a los que estáis de visita.
Se
suben con nosotros al tren. Encuentran un par de sitios libres, y el señor se
pone terco en cederme el asiento a pesar de que es mayor que yo. Como me niego
a sentarme al lado de su mujer, al final cede y se deja caer con resignación.
-¿Sabéis
algún sitio bonito al que no suela ir mucha gente?
-Y
que sea barato-añade su mujer en tono firme pero dulce.
Miro
a Tommy.
-El templo
hindú. Es un poco complicado llegar, pero…-se encoge de hombros-. Merece la
pena. Hay gente, pero como es grande, no es tan agobiante como la esquina del
Big Ben.
-Esa
esquina es infernal-asiento yo.
Nos
escuchan con atención, nos observan mientras intercambiamos opiniones de
lugares que visitar. No, Covent Garden es una pérdida de tiempo si quieren ir a
un mercadillo. Es mejor Candem. En Covent Garden lo único que hay ahora
decente, son tiendas. Eso, y los artistas callejeros, a los que tienen que ver
sí o sí.
Llegamos
a nuestra parada y yo miro cómo se abren las puertas. Tommy está pensando lo
mismo que yo.
-¿Vamos
con ellos?-le pregunto en inglés, para que no se sienta presionado por su
presencia. Él asiente con la cabeza, encogiéndose de hombros.
-Podemos
ir a ese sitio otro día.
-Sí-concedo.
La
pareja está intentando memorizar el camino. Han cogido el móvil de Tommy y
están mirando las calles por Google maps.
-Vamos
con vosotros-anuncio, y los dos nos miran.
-No
queremos ser molestia…
-No
lo es-replica Tommy-, en realidad, no sabíamos qué hacer.
-Sí,
además, creo que han conseguido un dinosaurio nuevo que poner. Tengo curiosidad
por ver en qué sitio lo han colocado.
-Apretujado
con el Triceratops.
-Qué
desperdicio-suspiro-, pero tenéis que ir a verlos. Tienen un T-Rex a escala
real. Se mueve y ruge. Es un pasada.
Los
guiamos fuera, ellos no paran de comentar lo que han visto, preguntando si han
parado en las cafeterías más caras a tomar algo y descansar. La verdad es que
sí, pero no es culpa suya. No hablar nuestro idioma y meterse por las calles
más concurridas de la capital es lo que tiene.
Se
quedan maravillados al llegar al imponente edificio. Se detienen durante un
momento, primero a contemplarlo, luego, a tomar fotos. Tommy les hace una, y
luego nos preguntan si pueden hacerse una con nosotros. Somos sus primeros
amigos ingleses.
Nos
echamos a reír y accedemos. Tommy me coge de la cintura. Sus dedos me aprietan
suavemente. Me está preguntando si estoy bien sin separar los labios. Yo lo
miro y asiento. Él sonríe, y yo también.
Se
ponen a la cola, bastante larga a pesar de que la fecha no es de las más
atareadas. Sacan un billete pero los dos nos negamos a cogerlo.
-No
ha sido nada, de verdad-digo yo.
-Estábamos
equilibrando nuestro karma.
-Habéis
recorrido media ciudad con nosotros. Coge esto, hombre, invita a tu chica a un
café.
-Con
que os toméis uno a nuestra salud, nos basta-replica Tommy. Nos abrazan, la
mujer nos da dos besos a cada uno, y se meten en el museo.
Yo lo
miro.
-No
le has dicho que no soy tu chica.
-¿No
lo eres?-contesta él, haciéndose el herido-. Porque te estoy llamando
demasiadas veces “princesa” para que no lo seas. Tal vez debería parar-musita.
-No
lo hagas. Me gusta se tu chica.
Le
doy un beso en la mejilla y en sus labios aparece una sonrisa llena de cariño.
Entrelazamos los dedos y nos dirigimos hacia Hyde Park. Nos detenemos en una
cafetería en una esquina, pequeña, con unas cuantas mesas libres y varios pisos
de altura.
-Les
debemos un café a los cántabros-le digo, y él asiente con la cabeza.
Subimos
al piso superior, desde el que se intuye el museo que hay en el corazón del
parque y un monolito dorado que sobresale en las copas de los árboles, en una
extremidad de éste.
Se
nos acerca una camarera, y los dos pedimos lo mismo mientras apartamos las
cosas de encima de la mesa. Una taza de chocolate caliente. Para ambos,
ardiendo. La chica asiente, pasa una bayeta humedecida por encima de la mesa,
luego, un trapo casi igual de húmedo intentando secarla, y baja las escaleras
de caracol del centro de la sala con agilidad.
Me
paso los dedos por el flequillo, intentando dominarlo. Termino por quitarme la
chaqueta y colgármela de la silla, igual que ha hecho él. Le suena el móvil
pero no hace amago de cogerlo. Está mirando su entorno. Las copas de los
árboles, los coches escasos que pasan por la calle más abajo, ya que no es una
zona muy concurrida, sino más bien residencial, los peatones que cruzan la
carretera casi sin mirar, confiados de una suerte que no les da la espalda, el
interior del bar, en el que hay enredaderas que tienen que ser por la fuerza de
plástico…
…
pero, sobre todo, me mira a mí. Y yo le miro a él.
Descruzo
y cruzo las piernas. Mi pie toca la suya. Ni yo me aparto ni él lo hace.
Estamos a gusto.
-¿Te
da suerte?-pregunta, señalando mis colgantes. Me cojo la cruz; es a lo primero
a lo que acudo cuando compruebo que lo conservo todo.
Suena
un poco miserable decirlo, pero prefiero perder la concha que me regaló mi
hermano (aunque me moriría si lo hiciera), a la cruz que me ha regalado Tommy.
Creo
que me terminaré colgando la selkie del llavero. Así no la estropearé.
-Sí.
-Entonces,
sabemos que funciona.
Se
instaura un silencio entre nosotros. Los dos miramos por la ventana. Una chica
coge a su novia de la mano y le planta un beso en los labios mientras su novia
se ríe. Sacude la cabeza y le dice algo.
Me
noto sonreír. Es bueno saber que hay gente que es feliz. Gente a la que
corresponden. Como Scott y Eleanor.
O
Diana y Tommy.
La
camarera nos coloca dos tazas inmensas, que más bien son tazones con un asa,
frente a nosotros. También un platito con dos pasteles idénticos. Trocitos de
una tarta de queso superior con una capa de mermelada de fresa encima y una
mora coronando la pequeña delicia.
Una
nube flota apaciblemente sobre el chocolate. La cojo con la punta de los dedos,
la sacudo y me la meto en la boca. Quema donde estuvo bañada por el chocolate,
pero está fría en la zona que estuvo en contacto con el aire.
Tommy
saca la suya y la mira con tristeza.
-¿No
te gusta?
-Así,
no.
-¿Me
la das?
Estiro
la mano para coger la cuchara, pero él estira el brazo y me acerca la cuchara a
la boca. Sonríe. La abro y dejo que me la meta (la cuchara, digo), y mastico la
nube despacio. Intento contener la risa.
Soy su chica por algo, pienso. Me auto
convenzo de que ha tenido que pensarse el pasar a mayores con Diana.
Una
parte de mí se avergüenza de cómo me estoy comportando. Hace dos semanas,
temblaba con la sola idea de que me tocaran.
Y
ahora, me apetece que me toquen.
Pero,
claro, esa parte es la más recóndita de mi ser. Todavía no ha llegado a ella la
influencia de Tommy.
-No
te voy a dejar que te comas mi pastelito como recompensa por tu nube-me burlo,
cogiendo la taza y soplando. El chocolate es más bien lava expulsada por algún
volcán que encontraba su fuente de alimentación en granos de cacao, en lugar de
una masa viscosa de rocas fundidas.
-Pues
devuélveme mi nube.
Nos
reímos entre el ruido de la gente que también se ríe, se recrimina cosas, se
levanta y se va o llega y se sienta. Hay música puesta, pero no logro entender
la voz que canta. No sé si lo hace en un idioma que pueda descifrar o si, por
el contrario, no lo entiendo. Tampoco sé si es un chico o una chica.
Tommy
da valientemente un sorbo de su chocolate y se pasa la lengua por los labios.
Limpiarse con la servilleta es de débiles, me dice. Se le ha quedado un poco en
la comisura de la boca.
Sin
pensar, porque hacer las cosas sin pensar se me da muy bien, me inclino hacia
él, le paso el pulgar por esa parte mientras me mira a los ojos y… considero
seriamente la posibilidad de lamer el chocolate.
Pero
no lo hago.
O
puede que sí.
De lo
único que me doy cuenta es de sus ojos en los míos, de su sonrisa y de que mis
mejillas me duelen por comprimirse al sonreír yo también. Me pregunto qué nos
estamos haciendo. Qué le estoy haciendo a Diana y qué le está haciendo él.
Déjate disfrutar de estar con un chico que
no te recuerde a Chris, mujer.
Bajo
la mirada hacia mi bebida. Pequeñas nubes escalan por el aire hasta ceder y
fundirse finalmente con él. Doy un sorbo mientras él mira por la ventana. Está
empezando a lloviznar. Un par de gotitas se precipitan hacia nosotros, como
queriendo atacarnos, pero el cristal de la ventana, el mejor escudo en las
ocasiones más complicadas, las detiene e impide que su misión tenga éxito.
El
chocolate tiene el mismo tono que los ojos de Chris. Contengo la respiración un
segundo. Deseo con todas mis fuerzas que no se materialice ante mí cuando
levanto la mirada.
Pero
ahí está.
Dejo
escapar todo el aire de una sentada. Es una ilusión, Tommy no está conmigo, no
he dicho nada, yo…
-Layla-repite
él, y yo levanto los ojos. No he alzado la cabeza, mi mente se ha zambullido en
el chocolate y se estaba ahogando en él.
-Perdona,
T, ¿qué decías?
-No
has vuelto a saber de él, ¿no?
Niego
con la cabeza, apoyo el codo en la mesa, y la cabeza en la mano. Paseo la
cuchara por el borde interior de la taza, rompiendo la pequeña capa de nata de
chocolate que se ha formado en la superficie.
-Ni
tienes que volver a tu piso a nada, ¿no?
No
dice “casa”, sino “piso”, porque yo no tengo casa. Mi casa podría ser él, pero
tiene una inquilina.
Y yo
no puedo estar con nadie ahora, y él se merece que estén con él.
-En
realidad-susurro-, están mis peces.
-Podemos
pasarnos por allí y recogerlos, si quieres. Más tarde. Después de esto.
-Estaría
bien.
Estaba
un poco preocupada. Le había dado las llaves a Keira y le había pedido que
fuera a ver cómo estaban. Que les diera de comer y se asegurara de que el
filtro del agua estuviera limpio. Pero seguro que se había encontrado con
alguien a quien darle conversación. Alguien con quien remolonear. Keira era
así.
-Princesa…-susurró.
En su tono se intuía la dificultad de la conversación que íbamos a tener-.
¿Quieres hablar de lo de… el otro día?
Vuelve
a mirarme como lo hizo la otra vez. Siento su boca en mis labios. Sus manos en
mi cuerpo. Sus besos en mis moratones. Su cuerpo sobre el mío. Sus manos
separándome con amabilidad las rodillas, su lengua en mis pechos, sus dientes
en mis pechos… su miembro dentro de mí…
Pero
me hace daño.
Cierro
las piernas. No es Tommy. Es Chris. Sólo te ha follado Chris. Tommy jamás te
tocará así. Asúmelo.
Y tú
tampoco podrás abrirte de piernas otra vez. Asúmelo. Eso es precisamente por lo
que Tommy no es para ti. Aparte de por quién eres. O cómo eres. O cómo estás.
Necesita sexo. Lo único que tú no puedes darle.
Por
eso tiene a Diana. La americana le da más incluso del que se atreve a pedir.
Asúmelo.
-¿Tú?-pregunto.
Me responde con un encogimiento de hombros. Haremos lo que tú quieras, parece
decir.
Quiero
que me cures. Que no seas tú el que termine de hacerme polvo acostándote con
otra. Por lo menos dime que piensas en mí cuando estás en ella. Dime que llegas
a ser así de cabrón. Me van los cabrones, los dos lo sabemos.
-Me…
gustó. Un montón-termina por admitir, porque sabe que yo no seré capaz de sacar
a flote la conversación sola. Vuelvo a sentir una especie de cosquillas en mi
interior. Le gustó. Le gustó besarme.
No
como a mí, evidentemente, pero…
-A mí
también-admito, bajando un poco los hombros. Me hago pequeñita, igual que él-.
Fue…
-Especial-decimos
los dos a la vez. Y nos miramos las bocas un segundo, y luego apartamos la
vista.
Está con Diana, me recrimino.
Estoy con Diana, se recrimina él. Lo veo
en cómo vuelve a mirar por la ventana. Doy un sorbo de mi chocolate. Él juega
con el suyo; le da vueltas a la taza, mete la cucharilla y revuelve. Se está
comiendo la cabeza otra vez, como cuando me dejó después de dormir conmigo.
-¿Te
puedo hacer una pregunta?-digo, porque nos podemos comer la cabeza juntos. Chad
me dijo una cosa justo antes de subirme al avión. Me apretó la mano y me miró a
los ojos; habló en susurros, pero con firmeza-. ¿Y me prometes que serás
totalmente sincero?
-Claro,
princesa.
Está
con Diana, pero a ella no la llama así. Ni aun gritándole su nombre a la luna
cuando acaban se le pasa por la cabeza relacionarla con esa palabra.
-Estuve
hablando con Chad, y… me preguntó si iba a denunciarlo-en realidad, me había
dicho que tenía que hacerlo. No quería presionarme, sería lo último que se le
pasaría por la cabeza, pero le parecía lo más correcto-. Y, sinceramente, no se
me había pasado por la cabeza-admito-. ¿Tú qué crees que debería hacer?
-Hombre-medita
un momento, eligiendo sus palabras, decidiendo cuál es el camino a seguir y qué
oferta va a rechazar. Sopesa las opciones un segundo, con la mirada clavada en
el techo. Doy un sorbo de mi chocolate y
me paso la lengua por los labios. Tengo un poco en la punta de la nariz. Me lo
quito con la servilleta, a pesar de que sea de débiles; no me llega la lengua
tan lejos-. Si lo denuncias, vas a tener que revivirlo todo otra vez… Me he
estado documentando esta semana, ¿sabes? No iba a ser todo vacaciones entre
sábanas para mí-bromeó-. Al margen de tener a Diana y Scott vigilando muy de
cerca los teléfonos, también he mirado cosas, y… quiero que sepas que dolerá-me
coge la mano y me acaricia los nudillos-. Un montón. Y que no tienes que ser
dura contigo misma. Date tiempo para acostumbrarte a volver a ser feliz, Lay.
-¿Pero?-sugiero,
porque en su entonación hay una remota posibilidad.
-Pero,
por otro lado, si no denuncias, estás contribuyendo a que no reciba su
merecido-se culpa por haber impedido que Diana y Sabrae no lo mataran, lo veo
en sus ojos-. Las chicas le rompieron la cara, sí, y no se acercará a ti… pero
eso no quita de que no se acerque a otra. Si denuncias, es muy fácil que lo
metan entre rejas. Lo tienes todo a tu favor. Y así las demás estarán a salvo…
y tú también. Que eres la que me importa.
Nos
miramos a los ojos, él no deja de acariciarme ni yo de centrar todos mis
esfuerzos en ampliar la adorable sensación de tener sus dedos sobre mí.
-Si
al final lo hago… ¿te quedarás conmigo?
-Claro,
princesa. No te dejaré sola si tú no quieres que lo haga. ¿Eres mi chica, o no?
Se me
encienden un poco las mejillas.
-¿Podrías…
venir conmigo… a Wolverhampton? Necesito apoyo moral para…
-No
se pregunta.
-Gracias,
T-susurro, y ahora soy yo la que lo acaricia a él-. Eres el mejor.
-Díselo
a Scott-replica-. Lleva unos días con el guapo subido y está más gallito que de
costumbre. Verás cuando por fin Sherezade lo deje salir.
-¿Puede
recibir visitas?
-Con
el tercer grado tan cerca, sí, ha conseguido ese privilegio-se encoge de
hombros y me roba la mora del pastelito. Yo protesto y él se ríe, me acerca el
suyo pero niego con la cabeza.
Me lo
como antes de que tenga la ocasión de robármelo. Y se me queda mirando.
-Layla-dice.
-Tommy-replico.
-Yo
también te quiero.
Otra
vez las cosquillitas. Ya no tengo miedo.
-Gracias.
-¿Por
quererte?-sugiere, y me dedica su propia sonrisa de Seductor™. No sabe que la
tiene, pero la tiene.
-No-respondo-,
por estar ahí.
-Siempre-responde.
Echo de menos un “princesa” en esa frase, pero es lo bastante potente como para
hacerme sentir mejor. Como si nadie pudiera alcanzarme.
Nada
malo me tocará mientras esté con él.
Nos
terminamos nuestras tazas, dejo un billete de diez libras que pagará de sobra
los dos chocolates, y salimos a la calle. Está lloviendo.
En mi
alma, brilla el sol.
Diana.
Me encantó la puta cara de
sufrimiento de Scott cuando lo invité a subir al último piso, con nosotras,
mientras entrenamos. Tommy ya se daba por invitado, pero Scott era harina de
otro costal.
Sonreí con malicia cuando se sentó y contempló
desfilar a mis compañeras en dirección a la entrada, a cada cual más desnuda
que la anterior. Incluso llevando leggins
y camisetas, seguíamos estando desnudas para ellos. Se nos marcaban todas las
curvas, la razón de que tuviéramos un nombre con mayúsculas en un mundo en el
que rigen el anonimato y la minúscula.
Tommy, oportuno como él solo, se fue a la cafetería a
coger no sé qué y se ofreció a traerle algo.
-Súbeme una tila.
Dos ángeles oficiales pasaron delante de él. Una lo
miró y le sonrió. Se frotó la cara.
-Que sean dos.
-Menos mal que no era para tanto, ¿eh?-se burló Tommy.
-Cómeme los cojones-respondió Scott, que parecía ser
un homófobo que asiste a una orgía homosexual.
-¿Qué tal sienta jugar en el patio de los mayores,
Scott?-me burlé cuando Tommy ya había desaparecido. Me miró con ojos de cordero
degollado.
-¿Por qué me haces esto, Diana? ¿Quieres tener algo
que contarle a Eleanor?
-Sólo quería comprobar si serías tan gilipollas de
decirles algo. ¿Quieres entrar, y
entrenar con nosotras?
-¿Qué te hice en la otra vida para que me odies tanto?
-Oh, cariño, yo no te odio-respondí, pellizcándole la
mejilla-. Sólo quiero que veas que no eres más que un polluelo que acaba de
romper el cascarón, en lugar del gallito chulo que te piensas que eres. ¿O vas
a ser un gallito y pedirle el nombre a alguna?
-Tengo novia-me recordó.
-Sí, y ganas de pedirle el teléfono a alguna de mis amigas.
Pauline quiere mejorar su inglés, si quieres…
Sonrió, divertido.
-Estás mal de la cabeza si te piensas que jugáis en la
misma liga que Eleanor para mí.
Le di varias palmadas en la cabeza.
-Ésa era la respuesta que quería escuchar.
Eleanor había venido la noche anterior roja como un
tomate y con un catálogo de Victorias Secret en la mano, con varios post its de
colores señalando diversas páginas. Me la quedé mirando cuando se sentó en mi
cama sin pedirme permiso (no es que se lo fuera a negar, evidentemente, pero
ella era muy educada y siempre me pedía las cosas por favor, lo cual no estaba
de más), y empezó a retorcerse las manos hasta el punto de que pensé que se
rompería un brazo.
Dejé en la percha el vestido que estaba a punto de
probarme, que me habían regalado para que lo llevara si me animaba a salir de
fiesta para promocionar a una pequeña marca de una tienda todavía más pequeña
de Londres (que, a juzgar por su tela, su corte y diseño, no se merecía ser
pequeña en absoluto), y me crucé de brazos.
-A ver, nenita, ¿qué te pasa?
-Voy a pasar un fin de semana con Scott.
Alcé las cejas.
-¿Y…?
-Quiero… impresionarlo.
-Entiendo-asentí, recogí el catálogo y me senté a su
lado con las piernas cruzadas. Lo abrí-. Vaya-comenté, y una sonrisa se me
dibujó en los labios-. Joder, El, y parecías tonta cuando te…
-¿Crees que es demasiado?
-Depende, ¿quieres acostarte con él?
Asintió.
-Es evidente.
-Entonces esto es perfecto. En cambio, si no quisieras acostarte con él… te
recomendaría que quemaras estas páginas y no las comentaras con nadie.
-El caso es que… nunca he comprado allí y… joder,
Diana, me da apuro pedirte esto porque no soportas a Scott, pero…
-Iré contigo-respondí-, si él me demuestra que se
merece que te asesore.
Acababa de pasar la prueba con creces. Mañana mismo
iría con ella a probarse lencería de esa que hace que los chicos tengan no
sueños, sino pesadillas eróticas en las que son incapaces de controlar su
cuerpo.
Kayla salió a buscarme, se quedó mirando a Scott, alzó
las cejas, asintió y se dio la vuelta. Gritó algo de que yo no tenía un novio,
sino dos, y que ahora se explicaba por qué las modelos inglesas estaban más
solas que la una. Las internacionales se echaron a reír mientras las inglesas
mandaban a la mierda a nuestra entrenadora.
Al llegar Tommy, le di un beso en los labios y me
reuní con ellas. Las chicas me aplaudieron.
-¡Joder, con la americana! ¡Menos mal que os censuran
los tacos en la televisión, de lo contrario, andarías con cuatro!
-Sólo tengo uno, chicas, guardad las garras-repliqué,
sentándome y uniéndome a los estiramientos.
-Al nuevo sí que le pasaría yo las garras.
-¿Es el Malik?-quiso saber una. Asentí con la cabeza-.
¡Joder, menuda genética! ¿Tiene hermanos?
-No, sólo hermanas.
-¿Has oído, Claude? ¡Hermanas! ¡Es tu oportunidad!-y
más risas.
-¿Primos cercanos? ¿Gente que se le parezca?
Meneé la cabeza.
-No conozco a su familia.
-Nena, ¡te estás olvidando de lo importante! ¿Qué hay
de él? ¿Está libre?
-Qué va, chiquillas, tiene novia.
-Bueno, ¿y es monógamo?
Kayla sonrió por esa expresión, nos ordenó darnos la
vuelta y arquear la espalda.
-Más que Kayla, la Suprema Mojigata-respondí, y todas
se rieron. Kayla sacudió la cabeza, se rió más que las demás, y me dijo que
aquello me costaría 25 flexiones extra.
-Qué lástima, estaba dispuesta a ponerle unos
preciosos y bien grandes cuernos a mi novio con él.
-¡Atrás, zorra! ¡Es mío!
-Seguro que Pauline estaría encantada de perfeccionar
su inglés con él-se rieron, y la parisina que se me había sentado el primer día
a mi lado sacudió la cabeza. Conservábamos nuestros sitios del primer día, era
una norma no escrita.
-La cuestión es, ¿qué tal su francés? Porque siempre
podrá mejorarse-se rió la novata, y todas nos descojonamos. Alguna sugirió que
tal vez fuera momento de sacar las armas de destrucción masiva.
-No os molestéis, nenas, no estamos a la altura de su
novia.
-¿Con quién coño sale? ¿Con Miss Mundo? Porque la
cambian cada año.
-Peor-respondí, inclinándome hacia el centro, y todas
hicieron lo mismo aunque Kayla nos había ordenado expresamente hacer lo
contrario-: con una chica de la que está enamorado.
Las veteranas sonrieron divertidas; las jóvenes, con
un montón de sueños formándose en su cabeza.
-Si queréis que los mande entrar y os los tiráis por
turnos a cambio del entrenamiento, yo lo hago, siempre y cuando cerréis la
boca-espetó Kayla. Varias la animaron a llamarlos, pero finalmente nos puso a
trabajar en condiciones. Nada de hombres, nada de sexo, sólo machacarnos con su
sadismo. Decía que le dolía a ella más que a nosotras, pero en realidad, era
una mentirosa.
Disfrutaba con el sufrimiento ajeno como una
psicópata.
Nos dejó salir diez minutos después de la hora
prevista, como castigo por haber intentado rebelarnos y escaquearnos del
entrenamiento. Cuando salí de la ducha, con la piel brillante y suave gracias a
la crema hidratante y una trenza que me recorría media cabeza, iniciándose en
un lado y cayendo hacia el otro, Layla ya estaba con los chicos. La abracé y le
pregunté qué tal estaba, y le dije que no me importaba que “me robara a Tommy”
durante media tarde. Iba a rescatar a sus peces, que habían sobrevivido
milagrosamente a una semana en soledad, y se los iba a llevar al piso de los
padres de Tommy antes de trasladarlos a Wolverhampton.
Miré a Scott.
-¿Quieres dar una vuelta?
Se me quedó mirando como si le acabara de proponer
matrimonio, así, sin más. Qué más quisiera.
-¿Te encuentras bien?-preguntó.
-Me vendrían bien un par de manos extra para llevar
bolsas, ahora que lo pienso.
-Ya me parecía.
Le había prometido a Zoe que saquearía medio Londres y
le llevaría todo lo que viera que no hubiera en Nueva York. A ella le pareció
bien.
Le dije a Alfred que se tomara la tarde libre y
estuviera pendiente del móvil, que me iba a comprar y me llevaba acompañante,
por lo que podía quedarse en casa hasta que lo llamara. Se terminó llevando a
Tommy y Layla hacia la casa de ésta antes de ir a descansar.
Miré cómo el coche se perdía en la marea de tráfico,
aminoraba en un cruce y desaparecía, aglutinado entre los edificios.
-Ser una gilipollas de tu calibre tiene sus ventajas,
¿no?-me empezó a pinchar Scott.
-Hasta siendo gilipollas soy mejor que tú-respondí, y
me recordé que era bueno con Eleanor y que tenía que ayudarla a escoger como
una buena amiga, y no a mala leche.
-No te habría elegido a ti-comentó cuando vio que no
iba a moverme, como si esperase que Tommy diera la vuelta y le cambiara el
sitio a Scott. Estaría bien, la verdad, pero Layla estaba mejor con él, y Layla
ahora era una prioridad. Además, a quien iba a buscar por la noche era a mí, no
a ella. Y no decía una puta palabra de la hija de los Payne cuando estaba
conmigo. Más le valía.
Nadie me quita a mi hombre. Tengo por regla destruir a
toda zorra que intente acercarse al tío al que me tengo pensado tirar, o me
estoy tirando, en ese momento.
Pero Layla tenía que ser la excepción, evidentemente.
La pobre es tan dulce que no puedo pensar en hacerle ningún mal. Me sigue
hirviendo la sangre imaginarme a Tommy con cualquier otra, incluso se me
calientan las entrañas imaginándomelos juntos. Me alegro por ella, pero a él… a
él quiero guardarlo en una caja, asegurarme de que sólo lo disfruto yo.
Joder, si esto es amor, es una puta mierda. No
entiendo por qué todo el mundo está tan obsesionado con él.
-Me importa una mierda-repliqué, en un tono más borde
del que usaría alguien al que algo le importa, efectivamente, una mierda.
-Se habría quedado con Layla cualquier otra situación.
Madre mía, era superior a mí, una prueba divina de que
me merecía el Wonder Bra. Respira, Diana, piensa en que vas a hacer historia.
-¿Y?-repliqué, girándome sobre mis talones y
plantándole cara. Se mordió el piercing como si mi actitud fuera graciosa.
Veríamos si se reía cuando pusiera en práctica el entrenamiento de Kayla y le
metiera un derechazo que le saltara un par de dientes; si seguía siendo tan
chulo cuando ya no fuese tan guapo-. ¿Acaso piensas que siento algo por él?
¿Por vosotros? No os conozco de nada, Scott. No te equivoques, no sois mis
amigos. Mis amigos están en Nueva York. En cualquier otra situación, yo no
estaría aquí. Empecemos por ahí. Me estaría follando a dos maromos mil veces
mejores de lo que sois vosotros en la cama; si tengo el día de humor, a la vez.
-¿Se supone que me tengo que ofender?
Jesús bendito,
Eleanor, ¿te faltó oxígeno al nacer? ¿Cómo puedes aguantar a un imbécil de este
calibre?
-Se supone que
debes ir aprendiendo cuál es tu sitio, guapo.
-Cuidado, ricura-replicó, jugando con mi trenza. Yo
abrí los ojos, invitándolo a seguir-. Aquí nos gastamos las cosas de otra
manera. Que no te rompieran la cara estando en casa porque eres una chica no
quiere decir que yo vaya a consentir que nos pisotees.
-¡Genial! ¿Me estás proponiendo una pelea? Porque yo
no las empiezo, pero sí las termino.
-Yo de ti, preciosa, no me metería en movidas que no
puedo solucionar. Ni en camas de gente que no me quiere.
-Lo tendré en cuenta, ya sabes… para cuando me canse
de que Tommy se corra diciendo mi nombre mientras soy yo la que se lo folla-le
aparté la mano de mi trenza e hice un gesto en dirección a Oxford Street. Él se
encogió de hombros.
-Menos mal que eres guapa, porque si la gente se
pillara por una personalidad…
-¿Ahora soy yo la que se tiene que ofender?
-Eso pretendía.
-Inténtalo de nuevo, S. Puedes hacerlo mejor.
-Si te soy sincero, prefiero que empieces tú. Las
damas primero y todo ese rollo. ¿Por dónde vas a salir, rubia? ¿Por mi chica,
por ejemplo?
-Me pones las vaciladas que le metes a Tommy a huevo,
si te soy sincera, pero no soy tan simple como para salirte por ahí. Eso sí, un
consejito de amiga-le di una palmada en el hombro y me colgué de él, se lo
sacudí, y él puso los ojos en blanco-: no lo vaciles tanto con lo de Eleanor.
Si al final se lo acabas contando, se lo tomará peor por todo eso.
-Diana, mi amor, mírate el oído, porque creo que
confundes el viento con una versión más gilipollas de mí mismo pidiéndote
opinión. Si alguna vez lo hago, por cierto, hazme un favor, y apuñálame.
-Debes de tenerla muy grande y saber usarla muy bien
para que ella soporte este comportamiento tuyo.
Me miró y me dedicó una sonrisa que me hizo lamentar
no estar en casa para poder entrar en un supermercado, comprar un rifle y
pegarle dos tiros, uno en cada rodilla.
-No me has decepcionado, tesoro-se inclinó hacia mí-,
sabía que al final terminarías sacando el tema del tamaño. Pero, chiquilla,
haznos un favor a los dos: si tantas ganas tienes de que te folle, primero deja
a mi mejor amigo; luego, haz que mi novia me deje a mí. Entonces, quizás, y
sólo quizás, te echaré un polvo por compasión. El primero de mi vida.
-Qué halagador, pero no, muchas gracias. Prefiero que
se me caiga a cachos a dejar que me la metas.
-Vamos teniendo cosas en común; vamos a terminar
llevándonos bien tú y yo.
-Para ser justos, haríamos bebés preciosos. Su
personalidad sería una mierda, pero tú lo has dicho, ¿no? La gente se enamora
del exterior, el interior son sólo extras.
-Yo sólo dije que estabas buena-replicó.
-Ya, bueno; no lo digas en ese tono de quien descubre
una vacuna contra el cáncer. Soy millonaria porque estoy buena. Una millonada
de personas antes que tú ya lo sabía. ¡Sorpresa! ¡El mundo es redondo!
-La Tierra es una esfera achatada en los polos que,
además, tiene más masa en el hemisferio norte que en el sur. Pero te concedo
otra oportunidad.
Me lo quedé mirando.
-Grande no, gigante-respondí.
-No te la voy a enseñar.
-Y te lo agradezco.
Pasamos de largo varias tiendas; me preguntó si en
Estados Unidos comprábamos sin tener que entrar. Yo tomé aire y lo solté,
ignoré su pulla y seguí andando. No estaba de humor para volver a castigar la
tarjeta de crédito de mis padres.
Más le valía a Tommy echarme un buen polvo por la
noche para compensarme esa tarde.
-Diana…
-Cállate. Dos segundos. ¿Te parece demasiado tiempo?
Se me quedó mirando. Pasaron dos segundos (los conté,
cuatro latidos de corazón), y abrió la boca.
-Es Tommy. Dice que hagamos el favor de no matarnos.
-Me lo pones complicado. Pobrecita Eleanor, lo que
tiene que aguantar.
-Con ella soy diferente. Además, ¿qué te importa? ¿No
se supone que te dábamos igual?
Me detuve. Mierda. Mierda,
mierda mierda, Diana, has dejado que sea más listo que tú.
Es esta puta
atmósfera. Tiene que haber algo en el aire.
Me volví de nuevo,
y me lo quedé mirando.
-Seguro que hasta te importo yo-se burló. Bufé.
-Eres un grano en el culo. Pero a Eleanor y Tommy les
importas, así que…
-Qué rica eres-respondió, pellizcándome la mejilla, y
yo le solté un guantazo.
-No me toques.
-Si te sirve de consuelo, nena, a mí también me
importas. Eres buena para Tommy.
-Apuesto a que no se ha tirado a nadie como yo.
-Lo digo a nivel espiritual.
-Es porque hago yoga. A veces. Cuando no estoy ocupada
siendo una hija de puta total.
-No debes hacerlo muy a menudo, ¿no?
-No-admití, y nos echamos a reír. Debía de ser la
primera vez que nos reíamos juntos sin estar un poco borrachos. Viendo cómo se
le cerraban los ojos y le bailaba el piercing, escuchándolo reírse, pude
entender un poco mejor por qué Tommy y Eleanor lo apreciaban tanto.
Me miró con un poco de cariño en los ojos. Lo justo.
Tampoco había que pasarse.
-Scott... mira, vamos a pasar un montón de tiempo
juntos, y lo inteligente sería que dejáramos de jodernos…
-¿Inteligente? Eres rubia. De bote, pero rubia. Tú no
haces cosas inteligentes-podría haber dicho, pero en su lugar asintió con la
cabeza, se pasó una mano por el pelo y respondió:
-Tienes razón.
A Tommy le costaba siglos conseguir que Scott le diera
la razón en algo. Estábamos haciendo progresos importantes.
-Quiero que nos llevemos bien-sentencié.
-Yo también.
-Por Tommy.
-Sí.
-Tu opinión es importante para él.
-En el tema mujeres, no me hace ni caso. Hace bien.
Para el gusto que he venido demostrando… bueno, ahora lo he mejorado, ¿sabes?
-Entonces, ¿por qué querrías llevarte tú bien conmigo?
-Porque estáis juntos-explicó, como lo haría a un niño
de 5 años que le pregunta por qué 2 y 2 son cuatro.
-No estamos…-empecé.
-No, Diana, sólo folláis todos los días, incluso varias
veces al día si es lo que os apetece-respondió en tono condescendiente, pero ya
no tanto como cuando se dirigía a mí con el único objetivo de putearme-. Vale,
pues… porque le haces sentir bien otra vez. Y olvidar. Y él lo necesitaba
muchísimo. Has sido como un soplo de aire fresco, como un regalo caído del
cielo.
¡No me lo puedo creer!
Esbocé una sonrisa estúpida, de colegiala enamorada,
que le dediqué al suelo. No podía dejar que me viera así.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-Algo te pasará. ¿O es que el suelo de Nueva York es
feo comparado con éste?
-Eso me dijo él.
-¿Que el suelo era feo?
-No, gilipollas, que le había caído del cielo.
Alzó las cejas.
-¿Sí? Joder, está pillado.
-Seguro que se lo dice a todas.
-No. No se lo ha dicho a ninguna.
-¿Y tú qué coño sabes?
-Es de Tommy de quien estamos hablando. Me lo cuenta todo. Y yo a él.
-¿Le cuentas cómo te tiras a su hermana?-me burlé. Se
llevó dos dedos al puente de la nariz.
-Ay, Diana, lo estábamos haciendo tan bien…
-Deberíais decírselo, cuanto antes, mejor.
-¿Qué te dije de los consejitos de los huevos?
-Ahora somos amigos.
-Joder, americana, ¡despacio! Invítame a cenar por lo
menos, ¿no?
-Vale-repliqué, y me metí en un restaurante. Me giré y
lo vi mirarme, suspirar, mirar al cielo, preguntarle a su Dios qué había hecho
para merecer aquello, y seguirme. Empujó la puerta y pedimos un granizado cada
uno. Al menos, no éramos normales en una medida similar. Pedir granizados en
diciembre no es de ser normal, siempre y cuando no vivas en el hemisferio sur o
no seas un pingüino.
Seguro que los koalas se asaban de calor.
Nos sentó bien. Salimos, más bien nos echaron, y nos
metimos en un bar más tranquilo. Pedimos la misma marca de cerveza y alabamos
el gusto del otro.
Habíamos elegido un lugar separado de los demás para
poder hablar tranquilos.
-Dado que vamos a pasar un montón de tiempo juntos
ahora que T te ha pedido…
-No me ha pedido.
-Vale, académica de la lengua, dejémoslo en que sois
una pareja sexual estable… ¿mejor? Bien; estaría bien que nos conociéramos un
poco.
-¿Quieres preguntarme mis medidas?
-¿Me las vas a decir?
-Puedes mirarlas en Google.
-Pueden estar mal.
-Uso una copa C. No te voy a dar más pistas.
-Pues un aplauso-replicó, y dio un par de palmadas en
mi dirección. Y me eché a reír, a pesar de todo, me odié a mí misma, pero me
eché a reír. Me gustaba que fuera tan rápido contestando y que siguiera sus
impulsos. Tommy hacía lo mismo. De una forma más elegante y espontánea, pero
eran bastante parecidos en ese aspecto-. ¿Empiezas tú?
-No se me ocurre qué preguntar.
-Cualquier cosa, mujer. Yo que sé: a qué hora me
levanto por las mañanas, cuál es mi postura sexual favorita, si…
-¿Cuál es?-pregunté, apoyando la mandíbula en la mano.
-Echado. Con ella encima.
-Quién lo diría.
-¿La tuya?
-De pie. De espaldas.
-Esa también está bien-respondió, dando un sorbo-.
Vale. ¿Qué fue lo primero que pensaste al verme?
-¿Por? ¿Vas a dejar a Eleanor por mí?
-Quiero saber qué primera impresión dejo-replicó.
-Es buena. Pensé “Vaya, seguro que folla muy bien”-lo
pinché-. ¿Tú?
-Eres menor de edad; cuando cumplas los 18, me llamas,
y te lo cuento.
-Scott.
-“Vaya puta suerte tiene Tommy, a ésta se lo haría por
delante y por detrás”.
-Luego nos conocimos, y nos empezamos a dar asco el
uno al otro.
-Tú no me das asco, mujer. Me pareces repulsiva y me
alegro de haber convencido a Tommy para liarse contigo antes de darme a mí la
oportunidad (porque, seamos sinceros, Diana, tú y yo habríamos acabado liados
de no ser por Tommy), pero, ¿asco? No, ni de coña. En fin, te toca.
-¿Estás enamorado de Eleanor?-ataqué, y sonrió.
-¿No te daba igual ella?
-Ya reconocí que me importabas incluso tú. Poquito. No
te crezcas. Pero sólo quiero saber.
-Hasta las putas trancas, hermana-replicó-. No he estado
tan pillado por una chica en mi existencia.
-¿Y se lo has dicho?
-Me toca a mí preguntar.
-¿Se lo has dicho, o no?
-No.
-¿A qué esperas?
-Eso ya son tres preguntas.
-¡Scott!
-Yo qué sé, ¿a que no me acojone decírselo? Porque,
aunque parezca mentira, tengo miedo cagarla con el momento. No sé, lleva tanto
tiempo esperando que yo se lo diga, que quiero estar a la altura, ¿entiendes?
-Tiene ganas de que se lo digas. No la tengas en vilo.
-Así lo disfruta más-sonrió, dando un sorbo-. ¿Y tú?
¿Qué sientes por Tommy? ¿Estás pillada por él?
-No lo sé-chasqueó la lengua, decepcionado-. Va en
serio, Scott. No lo sé. Y eso es un avance inmenso, créeme. Estando con él,
estoy… me cabrea mucho imaginármelo con otras. Pero cuando te digo muchísimo,
es muchísimo.
-Eso se llaman celos.
-Ya sé lo que son celos, Scott, tengo 16 años, no 3.
-¿Los habías sentido antes?
-No-admití.
-De la teoría a la práctica hay un trecho inmenso,
tesoro. Yo no lo era, pero la vida ha terminado haciéndome celoso y, buf-se frotó
la cara-, espero no ponerme gilipollas con Eleanor, y que si lo hago ella me dé
dos hostias y me ponga en mi sitio.
-¿Te han hecho celoso?
-Bueno, creo que después de que te pongan los cuernos
con básicamente medio campus, tienes derecho a ser celoso, ¿no?
-Tuvo que ser jodido.
-¿Me lo dices, o me lo cuentas?
-Siento haber sido tan gilipollas cuando me lo
contaste la primera vez.
-Tenías una fachada de víbora que mantener. No te
preocupes, no soy rencoroso. ¿Qué más con Tommy?
-Estoy súper a gusto con él. No tengo ganas de ir al
instituto…
-A eso se le llama “ser normal”.
-Es porque no estoy con él. En fin, que cuando
llegamos a casa, me apetece un montón verlo y esas cosas.
-Qué bonito-respondió.
-Eres imbécil.
-Ya verás cuando se lo diga.
-No, Scott, ni se te ocurra decirle nada. Si lo haces,
le contaré lo tuyo con Eleanor.
-Vale, vale. No diré nada. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
-No te lo voy a decir.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque en cuanto te lo diga, te pasarás la vida
mirando el horóscopo y diciendo “uy, sí, es una Tauro de manual”.
-Ajá, así que, ¿eres Tauro?
-No.
-Yo soy Tauro. 23 de abril. Pero no sé si soy de
manual. Me dan un poco igual los horóscopos. ¿Seguro que no quieres contestarme
a ésta? La siguiente va a ser gorda.
-Gasto mi comodín.
-Tú misma. ¿Por qué tus padres te mandaron aquí?
Me lo quedé mirando.
-19 de agosto.
-Tenías una cara de Leo que no podías con ella. Pero
ahora ya no vale. Exijo mi respuesta.
-Vas a necesitar algo más que invitarme a una cerveza
para sonsacarme eso, inglés.
-¿Quién dice que vaya a invitar, americana? Pagamos a
medias, que ya somos personas adultas.
-Ninguno de los dos es mayor de edad.
-Tú eres millonaria por derecho propio, ¿recuerdas?
Deberías invitarme tú a mí.
-Me lo pensaré. No es nada personal, es que…
-Te caigo mal y no quieres que lo sepa, lo capto.
-Quiero decírselo a Tommy primero, pero todavía no sé
cómo, ni cuándo lo voy a hacer.
-Se lo puedo contar yo.
-Problemas de drogas-dije, encogiéndome de hombros.
-Vale, lo pillo, no quieres decírnoslo. Y lo respeto,
porque has contestado a lo de tu cumpleaños.
-Es la verdad.
-No, no lo es-replicó, sacudiendo la cabeza-. Si lo
fuera, no te drogarías delante de nosotros, arriesgándote a que alguno se lo
cascara a nuestros padres y así, fuera el cuento hasta los tuyos.
-¿Dónde estamos? ¿En preescolar? ¿Os seguís chivando
aquí, o qué? Eso pasó de moda en Nueva York hará como… 10 años.
Nos quedamos callados, él pensando en posibles razones
por las que no quisiera decir qué hacía aquí realmente, y yo, mi siguiente
pregunta. Una acorde al calibre de la situación.
-¿Por qué tus padres adoptaron a Sabrae?
-No sé, Diana, ¿porque les apetecía?-sugirió.
-Tiene que haber algo más.
-Bueno, americana, ¿no crees que es un poco pronto en
nuestra amistad para empezar con esas preguntas? Todavía estamos empezando a
ser amigos. Guárdate eso para la tercera o cuarta cerveza, anda.
Seguimos haciéndonos preguntas, excavando un poco en
el pasado del otro. Para cuando Tommy y Layla se reunieron con nosotros, yo lo
había llamado un par de veces “S”, y él a mí, Didi. Lo de las preguntas había
tenido su lógica; ya no nos veíamos como imbéciles a los que aguantar porque a
Tommy le gusta estar con el otro. Habíamos pasado a tener defectos y virtudes,
a ser personas y no estorbos.
-¿Estáis enteros? Impresionante-se burló Tommy, y yo
sonreí.
Ya habíamos empezado el fin de semana anterior, cuando
todos los amigos fueron a casa de Scott a pasar la noche del viernes, y también
la del sábado, viendo películas en la sala de juegos similar a aquella en la
que me había liado con Tommy por primera vez, y Scott le había dicho a Tommy
que, si quería, me llevara.
Me iba a llevar igual, pero el detalle era bonito.
Puede que ninguno de los dos fuera tan gilipollas como
el otro pensaba.
Eso sí, si se pensaba que iba a dejar de pincharlo y
hacer que saltara a la mínima, estaba equivocado.
Y, si yo pensaba que, después de haberle demostrado
con mi chulería más que poniéndome seria y sincerándome con él que de verdad
quería a Tommy (no hay nada como hacerse la dura para que todo el mundo vea que
tienes sentimientos debajo de ese caparazón), no iba a seguir amargándome la
vida (aunque de forma más light) para disfrutar de mis contestaciones, también
estaba equivocada.
CHILLANDO CON EL CAPÍTULO .
ResponderEliminarEs larguísimo pero a cambio hay salseo, espero haber sabido compensar ;)
EliminarJODER TIO LAYLA, NO TE PILLES POR EL QUE NO PUEDO SHIPPEAROS HOSTIA. SOY PRO TIANA
ResponderEliminarMi corazón está dividido y creo que se nota, al final voy a terminar liando a Diana con Layla y Tommy a la puta mierda es que me veo venir
EliminarELEANOR CON LA PIRULETA LOL ME MEO
ResponderEliminarEleanor es peor que Scott es que yo flipo de verdad
EliminarMIMA QUE FIN DE SEMANA???? YA ESTOY FANGIRLEANO CON SCELEANOR
ResponderEliminar(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
Eliminarel próximo capítulo te va a hacer feliz
TÍO LOMMY SON MUY MONOS PERO ES QUE TIANA ES DEMSIADO JODER. ME DUELE LA VIDA.
ResponderEliminarno puedo con ellos de verdad me duele TANTO el corazón :(
EliminarEstoy en Londres y mientras leía la parte de los viejecitos estaba en plan *yo estuve allí ayer/hoy*
ResponderEliminarEstoy fangirleando bc Sceleanor me da la vida y conincido con Diana, Scott no debería vacilar tanto a Tommy bc cuando se entera que todas esas colas son verdad se va a liar la de Dios.
Lo del planteamiento del metro es totalmente verídico, y también que T y L ofrezcan su ayuda sin pedirlo nadie (a mí me pasó dos veces, una en Candem cogiendo el metro con una chica muy maja que iba en nuestra misma dirección, y otra precisamente yendo al Museo de Historia Natural, estábamos perdidísimos y una señora CRUZÓ LA CALLE Y TODO PARA VENIR A AYUDARNOS DE VERDAD MÁS MAJOS Y NO NACEN).
EliminarY estoy súper de acuerdo contigo y con Diana, a ver, Scott no lo hace a mala idea sino más bien para despistar, pero aun así son unas vaciladas que sinceramente son demasiado e incluso sobran, y no me parece muy bien que haga esas cosas, pero bueno, él sabrá.
GRITANDO. EN. ARAMEO. ME. HALLO. (Y ESO PORQUE NO SE SUAJILI O ALGO MÁS COMPLICADO)
ResponderEliminarVale, no, para empezar me disculpo porque voy como 4 capitulos atrasada en cuanto a comentarios se refiere. Intentare hacer un resumen de todo hasta ahora ^^
Empezando en orden: CHAD ES UNA RICURA! Yo te juro que me lo como, no se todavia con que guarnicion but me lo como <3 Me encanta el hecho de que no sea hetero, btw, y Kiara me cae genial hahahahah me gusta la dinamica que tienen entre ellos! Es muy guay tambien que nos eseñes trocitos de la vida de Niall en Irlanda, como ha evolucionado la familia y todo eso; me encata!
SCELEANOR esk alskdmñaeoijalñskdjiejfalñjsdj y me faltan consonantes! Yo te juro que me esta creciendo un aneurisma en algun punto del lobulo parietal y el dia que se lo digan a Tommy me va a explotar causandome una muerto dolorosa; PERO todo habra merecido la pena solo por haber sido testigo de semejante ternura y añsldjapeifamsd!!!! Y que le diga ya que esta enamorado de ella PORFIIIIIIIIIII que ya se lo merecen <3<3 (Por cierto, la forma en la que Scott vacila a Tommy diciendole EXACTAMENTE todo lo que hace con Eleanor como estrategia disuasoria es jodidamente BRILLANTE)
y llegamos al puto triangulo amoroso que no hace otra cosa que marear al personal. Yo te lo digo en serio: DEJANOS VIVIR! Crea algun otro maromo para Diana y deja de darla vueltas. Que si, que tiene su transfondo, que si, que tambien necesita que la cuiden y que la arreglen, pero esk Layla ha llegado a nuestros corazones como un regalo de Afrodita y ya no hay quien la mueva de alli. Layla lo necesita para sobrevivir, Diana no tanto. Fin de mi argumento.
Y por ultimo, ardo en deseos de conocer como se tomaran Liam y Alba toda la historia, y como sera también la vuelta a casa de Diana para las navidades!!
Una vez más, me quito el sombrero: gracias por escribir (y subir tan amenudo!!) <3<3<3<3
No te preocupes Olatz, mientras me comentes de vez en cuando, yo feliz de que lo hagas ♥
EliminarSobre Chad: LO SÉ, ¿VERDAD? Es tan cuquísimo, y no sé, es que siempre me lo imaginé enamorándose de gente y no de un sexo en particular, creo que por eso se lleva tan bien con Kiara, porque ninguno de los dos tiene miedo a que la gente piense que están saliendo por la complicidad que tienen entre ellos.
En cuanto a lo de Niall, es que quería que supierais qué fue de los personajes después de que se terminara Its 1d bitches, me gusta mucho fantasear con cómo son las vidas de la gente de un libro o una peli o lo que sea después de que se apaguen las luces y se vuelvan libres de hacer lo que quieran.
Sceleanor: mira, amén a todo, tengo muchas ganas de que veáis lo que pasa cuando se lo cuenten a Tommy porque creo que va a ser MUY sorprendente, igual me estoy columpiando pero sinceramente medaiwá. En lo único que disentimos es en cómo vacila Scott a Tommy, un par de veces está bien pero es que lo suyo es ya CONSTANTE y me da la sensación de que le falta al respeto, y mira, Scott, serás mucho Scott pero te me bajas 2 años.
Respecto al triángulo amoroso: AJÁ, vas a sufrir porque Tommy está hecho un puto lío y tanto Layla como Diana saben que Tommy tiene algo especial y que sólo van a estar a gusto con él, pero tampoco quieren competir la una con la otra porque se respetan y se quieren y quieren que la otra sea feliz más que ellas mismas y ay :( Puede parecer que Diana es la "fuerte", pero te aseguro que está tan jodida, si no más, que Layla, lo que pasa que lo esconde porque tiene miedo de mostrar debilidad.
Finalmente: PUES TE VAN A GUSTAR LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS, porque se acercan las navidades y cada uno se va a su casita, a estar tranquilos y pensar en sus cosas. Liam y Alba están al caer, veremos qué tal les fue a ellos ♥
Muchísimas gracias A TI por tu comentario, jo, es que me encanta cada uno de los que me dejas, eres una bizcocha, ole tú y tus dedos. Intentaré seguir subiendo así por lo menos hasta el 1 de julio (es que me voy de vacaciones). Un besote♥
mi corazón se ha roto en 578493 pedacitos cuando la parte de Layla refiriéndose a Tommy porque es que :(
ResponderEliminary también lo he pasado mal con Tommy hablando con Scott de Layla porque le gusta también y así no puedo Eri NO PUEDO
la parte del final de Diana y Scott me ha encantado porque son tan tan iguales
Y EL FIN DE SEMANA AAAAAAAAAAAY ERI QUE GANAS DEL PRÓXIMO CAP
Layla me pone tan triste de verdad se merece todo lo bueno que haya en el mundo y que le traigan lo bueno del resto del sistema solar en alguna misión espacial de éstas muy costosas y duraderas :(
EliminarPoco a poco vamos viendo lo que le pasa a Tommy por dentro gracias a Scott, que lo mira y es como si leyera un libro abierto de TODO lo que piensa. De no ser por S, T no se daría cuenta de la mitad de los sentimientos que está desarrollando. Está pasando por una etapa muy complicada de su vida pero tiene a su mejor amigo para ayudarle a descifrar qué es lo que le sucede.
Y SÍ, FIN DE SEMANA, YA VERÉIS, YA VERÉIS, me pongo a escribirlo en unas horas
Erika, por favor te lo pido PUEDES DEJAR DE QUE ME ENTREN FEELINGS CON TODA MUJER QUE SE ACERQUE A TOMMY (véase Layla o Diana) DE VERDAD, QUE ES QUE YA NO SÉ A QUIÉN COÑO SHIPPEAR, gracias.
ResponderEliminarMIRA DE VERDAD QUÉ MONOS SCOTT Y DIANA Y SCOTT DICIÉNDOLE QUE ESTÁ ENAMORADO DE ELEANOR (NO PUEDO ESPERAR AL PRÓXIMO CAPÍTULO, POR CIERTO)
T es tontico y aún no lo sabe, madre mía, la de veces que le ha podido decir Scott la verdad y él, hala, como si nada (Tommy, cariño, te quiero, pero abre los ojos, por favor y gracias)
ERIKA POR FAVOR SE ME HA HECHO INTERMINABLE ESTE CAPÍTULO, O SEA, HA SIDO COMO "VA, NARRA LAYLA Y YA ESTÁ" Y, LOS COJONES, LOS. COJONES. SON LAS DOS DE LA MAÑANA Y QUIERO DORMIR. (pero tampoco me quejo, vale)
BUENO, PUES ESO, QUE YO TE QUIERO MUCHO, COMO SIEMPRE, jeje
VIR.
P.D.: ME HAS IGNORADO AL TWEET EN EL QUE TE HE MENCIONADO DÁNDOTE LA RAZÓN A LO DE LA PERSONALIDAD DE ZAYN, CACHO PUTA.
Aún así te quiero. Ya me voy. ❤
YO TAMBIÉN ESTOY MUY CONFUNDIDA VIR, NO TE PREOCUPES.
Eliminar¿Monos? ¿Scott y Diana? ¿En serio? A mí me hacen muchísima gracia juntos, serían la típica pareja que no se soporta pero que de puertas para adentro son cuquísimos el uno con el otro (un poco va a ser así, especialmente cuando se vayan conociendo mejor).
T no es tontico, es tonto entero y punto, aunque sinceramente tampoco puede pensar en que Scott y Eleanor acabarían juntos porque él lo ve casi como una traición (imagínate en qué posición lo dejarían a él). Además, Scott se DESCOJONA cuando le dice que está con Eleanor; aunque se lo esté confesando y le diga la verdad, por el tono en que lo dice le está metiendo una vacilada más que sincerándose con él, y eso tampoco es así.
LO SIENTO MUCHÍSIMO, es que, como ya había anunciado que el capítulo de la declaración saldría publicado el 23 y no podía dejar cosas sin poner en éste, al final terminé haciendo 27 putas páginas porque estoy mal de la puta cabeza. Igual habría sido mejor subir uno ayer y otro hoy (la parte de Diana, por ejemplo) pero ya me parecía demasiada sobrecarga de entradas en tan poco tiempo :(
TE QUIERE MUCHO, COMO SIEMPRE, ERI.❤
Pd: he mirado en twitter y no he visto ningún tweet dándome la razón con lo de la personalidad de Zayn, estoy muy confusa en estos momentos.