jueves, 9 de junio de 2016

¿Qué somos? ¡Wildcats!

Se me pasaron 3 cosas por la cabeza cuando la vi cruzar la calle sosteniendo con firmeza el paraguas, saltando un charco a pesar de que lleva botas de agua que le permitirían hundir las piernas hasta la rodilla en un lago para recoger flores de loto.
               La primera: es preciosa.
               La segunda: qué suerte tengo.
               La tercera: estoy loco por ella.
               ¿Qué me está pasando?, me pregunté mientras esperaba en una esquina de mi calle. Era de enamorarme hasta las trancas, vale, pero no tan rápido. No llevábamos ni dos semanas y, si me pedía la Luna, yo no le diría que era imposible. Le aseguraría que en 24 horas sería suya. Me rompería la cabeza, me deslomaría, pero se la conseguiría.
               Estáis casadísimos, canturrearon los chicos en mi cabeza. Sonreí un poco por escucharlos, pero sobre todo por verla llegar.
               -Vas a coger frío-fue su saludo.
               -Ahora ya no-repliqué, escaneándola de arriba abajo y de abajo arriba. Se había puesto unos leggins negros que se le pegaban como una segunda piel. Se echó a reír, porque le encantaba cuando me ponía chulo (así me había puesto antes de entrar por primera vez en ella, y había sido la mejor decisión de mi vida, el no controlarme), me puso una mano en la nuca y me besó en los labios. Seguía sabiendo a cereza.
               Me tendió el paraguas, porque era más alto que ella y lo lógico sería que lo llevase yo. Me acarició el brazo con los dedos cuando se colgó de él, haciendo que las gotas de lluvia que se precipitaban del cielo y habían ido a aterrizar en ellos se deslizaran por mi piel.
               Me apetecía deslizarme por ella igual que lo hacía la lluvia.
               -¿Qué tal el partido?
               -Perdimos-susurré, encogiéndome de hombros-. Tommy no estaba a lo que hay que estar.
               Había metido 5 triples, vale, pero eso no nos bastó.
               -Getcha head in the game, Troy!-recordó ella, sonriendo y negando con la cabeza.
               -Pero yo metí un triple-anuncié, orgulloso. Sonrió, se puso de puntillas, y volvió a besarme.
               -Ojalá no fuese lo único que vas a meter hoy.
               ¿Alá? ¿Estás ahí? Espero que no estés ocupado, quería darte las gracias por reciclar el molde que usaste conmigo para hacerla también a ella.
               -No me hagas esto, mi niña-repliqué, pasándole el brazo por la cintura. Ella hizo lo mismo con sus manos en mi nuca, y yo lo mandé todo a la mierda, dejé caer el paraguas a un lado, consiguiendo que dijera mi nombre entre risas, como mejor sonaba, la atraje hacia mí y la besé.
               Tommy no me quería cerca de ella.
               Iba a darle razones de sobra para que me matara. No podía pedirme que me alejara de mi planeta si yo era un satélite, me moriría si no la tenía cerca.
               Le aparté el pelo de la cara, y se quedó allí tieso, dócil. Le cayó una gota de lluvia en las pestañas, porque era una ninfa y yo era el mortal al que estaba a punto de arrastrar hacia las profundidades de su bosque para devorarle el alma… y, como el resto de los mortales que seguían a las ninfas, yo no podía esperar a que me destrozara la vida.
               -Estamos empapadas.
               -¿Como tus bragas cuando yo estoy cerca?-sugerí. BOOM.
               Superad eso, cabrones.
               Se echó a reír, con ganas, de verdad.
               -Dime que…-empezó.
               -Te quiero-la adelanté.
               -…te iba a decir que me dijeras que tenías algún sitio en mente donde poder hacerlo, pero… tendré que conformarme con eso.
               -Si no tuviera prisa, buscaría un banco y te lo haría allí.
               Nadie nos vería gracias al mal tiempo. Y si lo hacían, no me podía importar menos. Me apetecía de verdad estar con ella, me daba igual que se me fuera a caer más o menos el pelo por llegar tan tarde a casa, me daba lo mismo los gritos que me estaba ganando a pulso a medida que retrasaba mi llegada… quería estar con ella, quería estar en ella.
               -Hace tanto que no te veo desnuda-reflexioné, sin venir a cuento. Se mordió un poco el labio, ofreciéndome una fruta prohibida.
               -Busquemos un arbusto.
               -Nos pondríamos perdidos.
               Eso de tener que ser el sensato de los dos era una mierda. Se le daba mejor a ella. Tenía que saber decirme que no. A mí me costaba horrores.
               -Lo dices como si fuera un problema.
               -Va en serio, El, para-repliqué yo, después de mi turno de reírme-. ¿Qué te pasa hoy?
               Se encogió de hombros.
               -Mamá está cabreadísima. Va a tener a Tommy encerrado en casa una semana. Pero él tiene a Diana, y a ti seguramente te toque algo parecido…-recogí el paraguas y seguimos andando, porque si no llegaba pronto a casa, mi condena aumentaría-. ¿Cuánto nos va a costar?

               -Quince días con móvil, o una semana sin él.
               Caminamos en silencio, escuchando el sonido de nuestros pies pisando la acera mojada.
               -Ojalá sea la semana-dijo por fin-. Podríamos hace tiempo para vernos el lunes.
               -Yo prefiero los 15 días-repliqué.
               -Es mucho tiempo sin vernos-musitó, lastimera-, además, Tommy suele apostar por…
               -Tommy te ve todos los días. Vive contigo. Yo no. Serían una semana en la que no cruzaríamos palabra.
               Se quedó callada, sumida en sus pensamientos.
               -Ya hemos pasado más tiempo separados y no nos importó demasiado.
               -Ya, el problema es que ahora estamos juntos y sí que nos importa.
               Entrelazó sus dedos con los míos y no los separó ni cuando llegamos a mi casa. Miró la puerta con tristeza.
               -Me apetece muchísimo pasar.
               -Y a mí que lo hagas, nena, pero…
               -… no puede ser-asintió con la cabeza, se apartó de nuevo los mechones húmedos de la cara y me besó en los labios con muchas ganas. Se estaba despidiendo de mí y a la vez prometiéndome más.
               -Sé valiente-me pidió-… y distráete. No demasiado. Lo justo. Ya me entiendes.
               -Lo pillo, mi general; nada de porno esta semana-asentí con la cabeza y tuvo que reírse.
               -No creo que lo veas.
               -¿Es coña? Es el mayor negocio de trata de mujeres que se haya visto en el mundo. Pues claro que no lo veo.
               Lo vi de pequeño, cuando estaba aprendiendo sobre la sexualidad y mi cuerpo… pero enseguida me enteré de todo lo que había detrás de las cámaras, y no me moló nada.
               Además, ¿para qué necesitaba ver a extraños metiéndosela de formas que llegaban a resultar incluso desagradables cuando tenía recuerdos de sobra a los que recurrir? Y, aunque fuera el caso de que no estuviera particularmente despierto, siempre había otro material disponible que no se basara en el sometimiento sistemático de la mujer y…
               -¿Qué?-inquirí. Sacudió la cabeza.
               -Que más te vale contarme las novedades, o vendré y te pegaré.
               -Ocúpate de que Diana no termine de comerle la cabeza a tu hermano y mis hermanas se encargarán de mantenerme cuerdo-respondí, apoyándome en la puerta. Asintió con la cabeza, levantó el paraguas, susurró una despedida y se alejó, enredándose en la cortina de lluvia.
               -Mi amor-dije, y se detuvo y se volvió-, dime que me quieres.
               -Te quiero.
               Le dije que yo también mientras se subía la cremallera del abrigo hasta arriba. Observé cómo se marchaba, me armé de valor, y finalmente metí la llave en la cerradura. Cerré los ojos, tragué saliva, inspiré hondo, la giré y empujé la puerta suavemente.
               Duna se dio la vuelta con el sonido de la puerta abriéndose. Me afiancé la correa de la bolsa en el suelo y vi, perplejo, cómo mi hermana se incorporaba, recogía el juguete con el que se estaba cebando en el suelo del salón, y subió las escaleras rápidamente en dirección a su habitación.
               Papá cerró el libro que estaba leyendo y se me quedó mirando, con la boca en una fina línea.
               Si mamá hubiera estado sola, habría preferido que él estuviera con ella. Pero ahora que estaba acompañada, quería que estuviera sola. No sabía a qué agarrarme.
               Papá se inclinó hacia atrás y me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara. Cruzó las piernas y sonrió, tocándose la barba.
               Mamá ni se inmutó de mi presencia hasta que no estuve en el centro del salón.
               -Hola-saludé. Ella cerró los ojos, como quien lidia con un bicho particularmente asqueroso al que no puede esperar para matar, me miró, frunció el ceño y volvió a clavar la mirada en la televisión.
               Se me pusieron los pelos de punta al comprobar que estaba viendo un documental.
               Eres gilipollas, Scott, no te has confesado y vas a ir derecho al infierno.
               -Voy a cambiarme-anuncié, pero papá sonrió y preguntó:
               -¿No le vas a dar un beso a tu madre?
               Me detuve a medio paso, giré sobre los talones, me incliné hacia ella, le aparté el pelo y posé mis labios en su mejilla. Sólo parpadeó.
               Y se me quedó mirando cuando me separé.
               -¿Qué tal con Eleanor?-inquirió. No me pasó desapercibida su sonrisa macabra y sus cejas ligeramente alzadas en un gesto cínico.
               -Bien…-probé.
               -¿Vienes de estar con ella?
               -Sí-confesé.
               -Espero que lo pasaras bien, porque no vas a salir de casa en los próximos 15 días-bueno, pues ahí los teníamos, nada de elegir…-. Hasta que no terminéis el semestre vienes derecho a casa y vas derecho al instituto.
               Me la imaginé esperándome con paciencia, girándose para mirarme al abrirse la puerta y decepcionarse cuando sólo llegó Sabrae, hasta el punto de chillar: “¿DÓNDE HOSTIAS ESTÁ TU HERMANO?”.
               -Bueno…
               -Y te vas a pasar los 15 días solo. Aunque a Tommy se lo levanten, no va a poner un pie en esta casa hasta dentro de dos lunes, ¿estamos?
               -¡Pero…!-empecé.
               Porque me encantaba meter la polla, pero más me encantaba meter la pata donde no debía. Papá sonrió, se reclinó un poco más y disfrutó del espectáculo. Mamá se incorporó.
               -¡NI PERO NI HOSTIAS, SCOTT! ¿TÚ SABES QUÉ ANGUSTIA AL LLEGAR A CASA Y QUE NO ESTÉIS NINGUNO? ¿NI UNA PUTA NOTA? ¿NI NADA? YO NO SÉ PARA QUÉ ME MOLESTO EN INTENTAR EDUCAROS, DE VERDAD, SI ES QUE LO HACÉIS TODO POR MATARME, PERO NO LO VAIS A CONSEGUIR, YA OS LO DIGO DESDE ESTE MOMENTO.
               La miré fijamente y mi cerebro decidió repasar la tabla de multiplicar del 13 mientras asentía despacio. Bla bla bla, qué mal hijo eres, bla bla bla, ojalá me hubiera ligado las trompas, bla bla bla, te voy a vender en el mercado negro y voy a comprar un conejo con lo que me den, que soltará más pelo que tú pero por lo menos me cabe en una caja y…
               ¡Toma! ¡Bofetón al canto que te comes por ser el hijo mayor y con diferencia el más gilipollas!
               -¡¡¡¡¡¡¡¡SCOTT!!!!!!!!!
               Oh señor, aquí viene.
               Oh señor oh señor, que lo dice, lo va a decir.
               Sentí la tensión de mis hermanas detrás de mí, esperando que se comiera mi segundo nombre y dijera mi apellido…
               … porque si decía mi segundo nombre era que estaba a punto de matarme.
               -¡¡¡¡¡¡YASSER!!!!!!!
               Las escuché correr a esconderse en la habitación de Sabrae, no les fuera a caer una bronca a ellas también. Papá ni siquiera se movió.
               -¡¡¡¡¡¡¡¡MALIK!!!!!!-tronó, y creo que en algún punto del campo, una raza de conejos se extinguió por su grito.
               -¡No se te ocurra ni por un instante que vas a salirte con la tuya! ¡Me vas a oír! ¡TODO LO QUE TE DIGA! ¡Te voy a desheredar! ¡Ya verás! ¡Te voy a mandar a Pakistán exiliado, ya verás lo mucho que te va a gustar el ambiente allí! ¡Vas a aprender a respetarme y a hacer lo que te digo! ¡Si no es por las buenas, que sea por las malas! ¡NADA DE TOMMY DURANTE DOS SEMANAS, PONTE COMO TE SALGA DE LOS COJONES, LA QUE MANDA AQUÍ SOY YO! ¡ESTOY HARTA DE TANTO COMPORTAMIENTO DE MACHITO, ERES LA VERGÜENZA DE ESTA CASA, TE VA A SEGUIR… ¿¡NO TE ESTARÁS RIENDO!?
               Es que la muy cabrona lo hacía a propósito; sabía que a Sabrae y a mí nos hacía gracia lo de “eres la vergüenza de esta casa”, y lo utilizaba cada vez que quería cruzarnos la cara.
               -No, no-dije yo, mordiéndome el piercing, intentando controlarme.
               -¿ES QUE TE HAGO GRACIA?
               -No, mamá.
               -MENOS MAL, PORQUE IGUAL DE REPENTE ME HA CAMBIADO LA CARA Y LA TENGO GRACIOSA, ¿ZAYN?-ladró, y mi padre negó con la cabeza.
               Volvió a clavar la mirada en mí.
               -¿A que te quedas sin teléfono?
               Creo que me puse pálido. Sentí frío y calor a la vez en la cara. Esbozó una sonrisa malvada.
               -¿Quieres que te deje también sin teléfono? ¿Ni ordenador?
               -No, no-musité muy bajo.
               -PUES DI LAS PALABRAS MÁGICAS.
               -Lo siento-farfullé.
               -¿EL QUÉ?
               -Haberte preocupado tanto.
               -¿Y QUÉ MÁS?
               -No haber dejado una nota.
               -¿Y QUÉ MÁS?-exigió.
               -Haber desobedecido y haberme llevado a las chicas a casa de Tommy y luego salido de fiesta.
               -¿ALGO MÁS?
               -Mm, no sé… ¿nacer?
               Ni siquiera vi llegar la segunda bofetada. A papá ya no le hacía gracia el asunto.
               -Tú tienes ganas de que te encierre en el sótano y te tire las sobras de la comida por la escalera, ¿no es así?-espetó mi madre, mirándome de arriba abajo.
               -Es gilipollas, Sherezade, no da para más.
               -Iba a volver pronto, antes de que llegarais, no iba a pasar nada, lo hice un par de veces y nunca pasó nada-sigue, Scott, mira qué caras, lo estás arreglando-, pero me llamó Layla y…
               -Estoy. De. Tus. Excusas. Hasta. El. Santísimo. Coño-casi silabeó mamá, cerrando los ojos. Los abrió y subió la vista hasta las escaleras-. Y VOSOTRAS, A VUESTRAS HABITACIONES, ¿O ES QUE OS APETECE COMPARTIR CON VUESTRO HERMANO?
               Volvieron a correr, esta vez más deprisa.
               Mamá volvió a mirarme. Y luego suspiró.
               -No sé qué voy a hacer contigo, Scott, todo lo que te digo te entra por un lado y te sale por el otro, te da igual absolutamente todo lo que no sea emborracharte y follar… ¿es eso? ¿Te tengo que dejar sin verla también a ella? ¿Te los corto, directamente, y los guardo bajo llave? ¿Cómo vamos a hacer?
               -Bueno, Sher, para ser justos, le viene de familia, el pobre no puede ev…-empezó papá, pero mamá se giró y lo hizo callar al instante.
               -¿Con quién te casaste tú? ¿Fue con él o fue conmigo?
               Papá se frotó las manos. Volvió a clavar sus ojos verdosos en mí.
               -Quieres acabarme con la salud. Pero ya te digo que no lo vas a conseguir. Si no es por ti, por tus hermanas, pero no vas a hacer que me dé nada. Igual que te parí, te quito de en medio. Estás avisado.
               Asentí despacio, cualquier movimiento brusco podría despertar a la bestia.
               -Y ahora quítateme de delante, es que no te quiero ni ver-suspiró, se sentó en el sofá y clavó los ojos en la tele de nuevo, sin ver. Cuando doblé la esquina, me quedé quieto un momento.
               Podría hacerme cualquier cosa, encerrarme, despellejarme, quemarme vivo… que lo preferiría mil veces a escucharla llorar.
               Mamá no era una sádica. Seguro que sabía lo mucho que me dolía verla llorar, que era lo peor que podía hacerme. Por eso no se permitía perder los nervios conmigo delante.
               Pero cuando yo no estaba, ni tampoco ninguna de mis hermanas, cuando creía que la habíamos dejado sola o si estaba papá pero no lo soportaba más, se derrumbaba.
               Sabrae abrió la puerta y me miró. Yo la miré a ella. Negó con la cabeza, fue a recogerme y me llevó a su habitación.
               Hizo lo que hacía siempre que papá y mamá se peleaban y nosotros los escuchábamos, lo que hacía cuando yo empezaba a comerme la cabeza, sentado con las piernas cruzadas en la cama, esperando que uno de los dos dijera que ojalá yo no hubiera existido nunca, que sus vidas no se hubieran entrelazado más de una vez, sólo aquel polvo en aquel barco, que esta vez no me daría lugar.
               Como si alguno de los dos fuera a arrepentirse de lo mejor que les había pasado nunca… pero, ¿yo lo era? ¿Si fuera así, mamá lloraría?
               Las chicas me rodearon con los brazos y me besaron en la mejilla mientras yo intentaba controlarme. Pero no podía.
               -La única que no depende directamente de vosotros soy yo-me dijo, como me decía siempre-, pero me has salvado la vida, S. No eres malo, sólo un poco gilipollas y bocazas todo el tiempo, pero no eres malo. Los accidentes no siempre tienen por qué ser malos.
               Siempre me echaba a llorar llegado ese punto de la conversación. Y Sabrae, también. Solíamos dormir juntos, abrazados, como cuando ella era pequeña y tenía pesadillas que ahora ya no recuerda: de marco, una cesta de mimbre, y enfrente, una puerta.
               Una puerta que, a diferencia de la real, jamás se abría.
               Duna, harta de toda esa situación en la que me rebozaba en mi propio patetismo, se incorporó, me acarició la mano y caminó hacia la puerta.
               -¿Adónde vas, pequeña?-le preguntó Shasha.
               -Scott está triste porque mamá está triste. Voy a consolar a mamá para que los dos se pongan contentos.
               Sabrae se limpió las lágrimas y nos miró.
               -Es, con diferencia, la más lista de los cuatro.
               La seguimos hasta la esquina del pasillo y asomamos un poco la cabeza para verla bajar y acercarse a mamá, que sollozaba en brazos de papá:
               -… es que no sé qué hemos hecho mal, Zayn, cada día que pasa es bastante menos cuidadoso de cuando era pequeño, y a mí me preocupa muchísimo, y sus hermanas…
               -Es la edad, nena. Le van a pasar cosas malas por mucho que estemos encima de él.
               -Ya lo sé, pero es mi pequeño, no quiero que le pase nada, pero es que él lo busca y…
               -Ahora no, Duna-dijo papá.
               -No estés triste, mamá-replicó ella, cogiéndole la mano-. Scott no quiere que te pongas triste. Y él se pone triste si tú te pones triste.
               Mamá sorbió por la nariz.
               -No lo hace a posta-explicó, con la elocuencia que sólo una niña puede tener-. Es que se atolondra de noche.
               Mamá sonrió un poco.
               -¿Sólo de noche?
               -Es decir, más de lo habitual.
               Mamá la recogió, la sentó en sus rodillas y le dio un beso.
               -Bueno, ¿ya le vuelves a querer?
               -Lo único que podría hacer tu hermano para que dejara de quererlo sería mataros a una de vosotras-la acunó despacio-. Pero de verdad necesito que deje de darme disgustos. Dejad de dármelos los cuatro.
               -Como compensación, te vamos a hacer la cena-ofreció ella. Mamá se echó a reír.
               -No hace falta que…
               -¡La cena!-exigió la chiquilla.
               -Vale, dictadora.
               Duna saltó de las rodillas de mamá y subió corriendo las escaleras.
               -Ya está arreglado.
               -Deberías ser diplomática, Duna.
               -No sé qué es eso, pero se me daría bien ser embajadora, ¿no os parece?
               Shasha, Sabrae y yo sonreímos.
               -Es una buena idea.
               -Venga-instó la niña-, si nos damos prisa podemos hacerle cordero a mamá.
               Consiguió que me levantara y bajamos a la cocina. Mientras se calentaba el horno y ellas se ocupaban de las patatas y las verduras, me di una ducha rápida. Cuando salí, fui directamente a su habitación. Estaba sentada, leyendo unos papeles.
               Levantó la vista y me miró.
               -Siento haberte hecho llorar-le dije. Asintió con la cabeza.
               -Ya sé que no lo haces a posta.
               -Me fastidia un montón, mamá.
               -Yo debería controlarme un poco más estando vosotros en casa-suspiró, pasó un par de hojas y las dejó en una esquina-. Ven.
               Me acerqué a ella y me apoyé en su escritorio. Jugó con el pelo que me caía hacia la frente.
               -Te voy a decir algo que te va a molestar muchísimo.
               -¿Que soy feo?
               -Que eres igual que tu padre.
               -A mí no me molesta que me digan eso, y menos que lo hagas tú, mamá.
               Sonrió con tristeza.
               -Estoy cabreadísima contigo. Pero eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿está claro?
               -Sí.
               -Ve con tus hermanas. No me queméis la casa.
               La besé en la mejilla y me apresuré a la cocina. Se fueron al salón a ver la televisión y chillar las respuestas de los programas de la tele (a los que sólo van imbéciles, porque no me dirás que no sabes quién es el autor de El gran Gatsby, y menos aún si te dan varias letras de la respuesta…), consiguiendo que papá viniera a la cocina a aprovechar los fluorescentes. Se sentó frente a mí, levantó la mirada, asintió despacio a modo de saludo y la volvió a bajar.
               -Debes odiarme por mi talento para hacer llorar a mamá-murmuré, frotándome las manos y enredando los dedos entre sí.
               -No te odio, Scott. Eres mi hijo. Y aunque no lo fueras, te seguiría queriendo, porque gracias a ti, tu madre es mi mujer-respondió, sin levantar la mirada del libro. Por fin, la alzó-. Pero necesitamos que empieces a pensar con la cabeza de una vez. Ya vas teniendo una edad.
               Él había llegado a los 23 años haciendo lo que le daba la gana sin pensar en las consecuencias, pero me intentaba meter en vereda por todos los medios, habidos y por haber, porque un buen padre siempre debe cuidar de que sus hijos tengan una vida mejor que la suya.
               -Yo también hice locuras por amor, Scott-dijo él, poniendo el marcapáginas y pasándose una mano por el pelo-. Escribir discos. Coger aviones tras otros para ver a alguien. Dormir en el sofá para que una desconocida se quede con la única cama de la casa porque está embarazada de mí-sonrió; aquella desconocida se había convertido en la primera persona que veía al despertarse y la última a la que veía cuando se iba a la cama, la que hacía que su nombre sonara como nada y la que tenía el nombre más precioso de todos dicho de sus labios-. Siempre evité, sin embargo, los daños colaterales. Algún día conseguirás hacerlo sin más. Mientras tanto, sólo tienes que esforzarte.
               Se pasó una mano por la barba, regalándome una vista inmejorable de la golondrina de su mano. Me pregunté si tatuarse también sería una locura… o algo de lo que arrepentirse.
               No creo que cuando mis hermanas o yo le preguntábamos de pequeños quién era esa chica que tenía grabada en el brazo le hiciera mucha gracia. Sabía llevarlo con elegancia, jamás protestó.
               Pero tenía que hacerte daño que tus hijos se preguntaran por qué, si tanto querías a mamá, tenías a otra mujer grabada a golpe de aguja y tinta permanente en el brazo.
               Igual que te lo tenía que hacer que, cada vez que lo veía, tu hijo mayor apartase la mirada porque a él le habían convertido en ese tatuaje… y lo habían destrozado por dentro.
               Se inclinó hacia delante, me acarició la mejilla y me revolvió el pelo, consiguiendo que protestara y me echara hacia atrás, volviendo a colocármelo en su sitio.
               -Hay que usar más la cabeza-dijo, sonriendo y recogiendo el libro que había dejado, aun abierto, reposando sobre la mesa-que para meterla entre las piernas de alguien.
               -No sé si daré abasto-fue mi contestación. Papá se echó a reír, miró al cielo, preguntándose de dónde había sacado yo la velocidad para contestar (un poco de él, un poco de mamá) y volvió a concentrarse en su lectura.
              
              
Vivía en una casa con otras cinco personas. Me había comprometido a llevar a cabo las tareas que me correspondían a mí, y también a una de mis hermanas. Estaba en último curso, ya era diciembre, y se acercaban los exámenes finales.
               Pero me moría del asco.
               Y no podía concentrarme en mis apuntes, así que, ¿para qué desperdiciar tardes de mi vida sentado frente a los libros, si bien podía tumbarme en la cama a lamentarme de mi existencia después de hacer todo lo que tenía pendiente, e incluso más? Puse la lavadora, barrí media casa (papá levantó la mirada de los exámenes que estaba corrigiendo un momento, sin poder creerse que tuviera iniciativa doméstica después de 17 años en los que no había hecho más que demostrar que si las coliflores que se guardaban en la nevera no limpiaban, yo tampoco iba a hacerlo sin una orden directa, clara, y repetida casi hasta la amenaza con un castigo que me saldría caro), les cambié las pilas a los juguetes a los que Duna no hacía ni caso porque no funcionaban… incluso arreglé una bicicleta de Shasha, por Dios, que vivía y respiraba sólo para molestarme.
               Y aun así veía la muerte como una posibilidad más que apetecible para salir de aquel aburrimiento de existencia que llevaba.
               Y, encima, Sabrae no estaba en casa. Me aseguró que mamá le había gritado casi tanto como a mí (mentira, fijo que no le había dicho ni dos palabras antes de que ella se tirara al suelo, llorando como la cabrona que era y suplicando que le pidiera perdón –mi hermana era una zorra bastante más lista de lo que yo lo sería jamás-), que amenazó con castigarla también sin salir de casa pero, como había conseguido mantener el pico cerrado en cuanto a contestaciones a destiempo y se había echado las culpas en un alarde de fraternidad de que al final yo hubiera accedido a desobedecer a nuestra querida, venerable y siempre misericordiosa madre, al final sólo se había quedado sin su hora y media reglamentaria de internet al día.
               Eso sí, podía salir de casa.
               Así que aprovechaba para ir a entrenar y quedar a hacer trabajos sospechosamente largos en casa de sus amigas, o en la biblioteca. Qué curioso, en todos esos sitios había wifi.
               Y gratis.
               Menos mal que yo soy el único chico, porque como tuviera otro hermano, me estarían puteando las 24 horas del día, los 365 días del año.
               El día anterior había llamado a la puerta de mi habitación; no tenía ninguna excusa para marcharse, porque los martes la chica con la que entrenaba tenía una clase de no-recuerdo-qué, y era absurdo ir al gimnasio a ver cómo se entrenaban los demás.
               A no ser, claro, que entre los demás entrara Alec, pero las pistas de baloncesto estaban muy lejos del gimnasio al que iba Sabrae.
               -Estoy ocupado-le dije, tirado en la cama y bombardeando el grupo con mis amigos, que en ese momento estaban entrenando sin Tommy y sin mí, poniendo repetidas veces “quiero morirme, quiero morirme, quiero morirme, quiero morirme”.
               Me había propuesto hacer que el móvil de Tommy se estropeara cuando lo cogiera la semana siguiente y le llegaran un millón (literalmente) de mensajes de repente. Quería ver hasta qué punto aguantaban los chips de un iPhone.
               -¿Haciendo qué?
               -Ser un tocacojones-respondí, encogiéndome de hombros. Se me calló el móvil en la cara-. Me cago en mi madre-gruñí.
               -Volveré cuando te mueras-contestó, haciendo amago de cerrar la puerta.
               -Espera-dije-, ¿qué querías?
               -¿Jugamos a algo?
               Cometí una falta de ortografía. La borré y reenvié el mensaje. Porque, sí, los estaba escribiendo en lugar de cortar y pegar. Hasta ese punto llegaba mi aburrimiento.
               -¿Como qué?
               -Te dejo elegir.
               Me la quedé mirando.
               -Es coña.
               -No-sacudió la cabeza y la cola de caballo en la que había encerrado a sus rizos se balanceó a los lados.
               -¿A qué pobre infeliz has conseguido meterte en tu jardín de las delicias?-inquirí, pero ella frunció el ceño-. Dios mío, niña, tu padre es profesor de literatura, deberías aprender a identificar un par de metáforas básicas. Que a quién te has follado recientemente para que me hagas una oferta de este calibre.
               -A mi mano-se encogió de hombros.
               -Mira, Sabrae, esas cosas casi prefiero que te las guar…
               Vi en sus ojos cómo las neuronas que sostenían el cartel “FEMINISMO” se encendían a la vez y empezaban a revolucionarse.
               -Mira, Scott, para empezar, fuiste tú el que me dio la charla sobre sexo y me dijiste que la masturbación era una buena manera de conocerse a sí mismo (gracias por eso, por cierto), pero que ahora te me pongas así cuando reconozco las cosas que hago…
               -Que no me des sermones.
               -La masturbación femenina es tan legítima como la masculina.
               -Y yo que me alegro. Úteros al poder y todo eso. Pero no me cuentes esas cosas.
               -No eres más imbécil porque… ¿de qué coño te ríes? Te voy a dar una bofetada y así nos reímos los dos por algo.
               -En la literatura entra el teatro, cría-dije yo, y ella avanzó hasta mí, cogió una almohada y me golpeó muy fuerte en la cara con ella.
               -¡Eres un puto gilipollas! ¡Ya me parecía a mí raro que te volvieras tan mojigato así de repente! ¡Uf! ¡Scott! ¡te! ¡odio!
               La agarré de las muñecas, tiré de ella hacia mí y le di un sonoro beso.
               -¡Me cago en tu existencia!-bramó, pasándose la mano por la cara y limpiándose a mi camiseta-. ¡Qué asco das! ¡YA no quiero jugar contigo! Púdrete en tu cama con tu estúpido móvil.
               Salió de la habitación muy digna y dio un portazo.
               Yo dije una palabra; sólo una, pero fue tan efectiva como un discurso bien preparado, redactado por más de 20 personas expertas en oratoria, y estudiado durante décadas.
               -Karaoke.
               Abrió la puerta y metió la cabeza de nuevo en la habitación. Pestañeó.
               -¿Te ruego que me disculpes?
               Repetí la palabra, y Sabrae se metió en la habitación, se me tiró encima y empezó a cubrirme de besos.
               -¡Te adoro, S! ¡Qué guapo eres! ¡Eres el mejor hermano del mundo!
               -Ya lo sé, pero no me atosigues. ¡Quítateme de encima, niña! ¡Joder! ¡¡MAMÁ!! ¡¡SABRAE NO ME DEJA TRANQUILO!!
               -¡SABRAE! ¡SCOTT!-tócate los huevos, macho, si me llegan a capturar los nazis el siglo pasado y me mandan a un campo de concentración, seguro que ella pensaría que la culpa sería mía y que me lo merecería-, ¡BASTA YA!
               Le di una palmada en el culo a Sabrae para que se me quitara de encima.
               -¿Eso se lo haces a todas las que se te ponen encima?-preguntó, entrecerrando los ojos.
               -Reza para que encuentres uno que te haga la mitad de cosas que les hago yo a las que se me ponen encima… y si lo hace una décima parte de bien que lo hago yo… me lo mandas. La Fuerza estará en su interior. El futuro de la galaxia recaerá en sus manos.
               Se echó a reír y me arrastró a su habitación, donde la Playstation se pasaba la vida. Rebuscó en sus cajones hasta encontrar dos micrófonos. Eligió una canción.
               -¿Me haces los coros?
               -Yo no hago coros, niña.
               -Pero bien que haces pases y nunca tiras triples-espetó.
               -En lo que seas peor que alguien, apártate. En lo que seas mejor, haz que sean ellos los que se apartan.
               -¿Y crees que cantas mejor que yo?
               -No lo creo, niña. Lo sé.
               Pero terminé accediendo porque soy un hermano mayor óptimo.
               Íbamos por la mitad de Girls fall like dominoes, yo haciendo los coros y ella la voz principal, cuando Shasha abrió la puerta y entró en tromba en la habitación.
               -Dejad de hacer ruido, me molestáis.
               -Vete al otro extremo de la casa-sugerí yo, que siempre fui el más elegante de todos los hijos. Sabrae le sugirió irse directamente a la mierda.
               -Yo estaba primero-dijo-, y no me dejáis oír el manga, han subido un capítulo nuevo de… -dijo de carrerilla una palabra que, si no era inventada, me meto a monje de estos que juran castidad-, y el audio es muy malo…
               -Nos lo dices como si nos importara-espetó Sabrae.
               Shasha le soltó un tortazo y las dos empezaron a pelearse.
               -Yo estoy viejo para esto-suspiré, cogiendo un paraguas y metiéndolo entre ellas, porque si metía la mano me terminaría quedando manco-, venga, vale ya, que como mamá se entere… ¡vale ya, coño! ¡No quiero cargármela más por vuestra culpa!
               Sabrae se las apañó para ponerse encima de Shasha y sujetarle las dos manos. Tomaron aire, intentando respirar de nuevo con normalidad. Se miraron a los ojos y se echaron a reír.
               Par de psicópatas.
               -Casi ganas.
               -Buena pelea.
               -Menuda bofetada.
               -¡Gracias! ¿Y tu tirón de pelo? Bestial.
               -Ya, bueno, si vuelves a hacer que pierda el hilo de una canción, te mato.
               -No hagáis ruido y yo no haré que pierdas el hilo.
               Se marchó, y regresó de nuevo cuando habíamos reiniciado la canción. Dejé caer el micrófono y esperé a que empezaran con sus movidas otra vez.
               -¿No podéis hacerlo en cualquier otro momento? Me queda media hora.
               -¿No tienes otros puñeteros dibujos chinos que ver mientras acabamos, puta cría?-espeté yo.
               -¡Que no son dibujos chinos! ¡Son japoneses!
               -¡Nos da igual!-gritó Sabrae, y otra vez el “Scott, niñas”. Shasha puso los ojos en blanco, se cruzó de brazos y cerró la puerta de un portazo. Papá dijo su nombre y ella gritó una disculpa nada sincera.
               Episodios como el de ayer eran joyas de entretenimiento muy escasas en una mina que se explotaba en el centro del terreno más aburrido de todo el planeta.
               Estaba a punto de ponerme a estudiar, aburrido de que ninguna serie consiguiera llamarme la atención y a punto de terminarme la primera bolsa de Doritos de la que sería una tarde muy prometedora en cuanto a comida basura, cuando mi salvación acudió a mí. Me vibró el móvil al tiempo que emitía un sonido.
               Se me hincharon las mejillas cuando sonreí como un gilipollas. Pues claro.
               Eleanor.
               -¿Qué haces?
               Ni hola, ni nada. Di que sí, mi amor. Los preliminares son para los débiles.
               -¿Quieres que te sea sincero?
               -A poder ser.
               -Comer Doritos.
               -Pensé que me ibas a decir “echarte de menos” o algo así-un emoticono decepcionado.
               -Algo así.
               -Eres estúpido.
               -Soy estúpido y te echo de menos.
               -Ay-un monito que se tapaba los ojos, porque era demasiado mono (¿lo pillas?) para ser real-. Y yo a ti. ¿Y si te voy a ver? Puedo decir que voy a visitar a Sabrae.
               -Está entrenando.
               -Jo.
               Una idea se formó en mi mente. ¿Qué hacía cuando me aburría antes de terminar con Ashley? ¿Cómo hacía ella que no la echara de menos? ¿Cómo hacía yo que ella no me echara de menos a mí? Cuando no estaba demasiado ocupada poniéndome los cuernos, claro.
               Me la imaginé tumbada en la cama (a Eleanor, no a Ashley), pensando una respuesta o esperando que a mí se me ocurriera algo.
               Le gusta que seas chulo. Le encantó en el baño de Jeff, le encantó en el probador y le encantó en tu casa.
               Además, a ti también te encanta ser un chulo.
               Sé un chulo para ella.
               -¿Me mandas una foto?-pregunté, acompañándolo de un emoticono sugerente.
               -Yo no mando nudes-respondió a toda velocidad. Joder, tío.
               Me apeteció preguntarle “¿ni siquiera a mí?”, pero tenía que ser un tío decente y respetar su decisión. Si le hacía una sola pregunta, estaría cambiando de bando y no sería mejor que el gilipollas que se intentó pasar con ella aquel sábado.
               -¿No vas a suplicar?-quiso saber, tal vez sorprendida por mi integridad, o complacida de que por fin había encontrado a alguien que no era abiertamente imbécil.
               -¿Surtiría efecto?-respondí.
               -Evidentemente-dijo, clonando el emoticono que le había mandado yo-. No voy a dártelo todo a la primera, ni voy a ser yo la que ande detrás de ti siempre, Scott. Vas a tener que currarte esta relación.
               Me incorporé un poco en la cama y releí un par de veces el mensaje. Ahora sí que nos empezábamos a entender. Me gustaba incluso más.
               -¿Qué quieres a cambio?-dije por fin.
               -¿Qué me ofreces?
               Miré mi reflejo en el espejo mientras pensaba. ¿Qué podía ofrecerle que ella quisiera? O, mejor dicho, ¿qué podía ofrecerle que no tuviera ya?
               -Ponte encima la próxima vez-ofrecí finalmente, sabiendo que no era una oferta demasiado buena.
               -Follamos como, cuando, y donde yo quiero-me la imaginé diciendo la primera palabra y algo dentro de mí se despertó. Al margen de que me contestara de esa forma, esa palabra, el recuerdo que despertó de ella mirándome y mordiéndose el labio, cantando lo que me haría, empezó a encenderme-. Que no se te olvide.
               -Seré tu esclavo-repliqué.
               -¿No lo eres ya?-y me guiñó un ojo, y empezamos a mandarnos emoticonos de frutas y manos señalándolas, y lenguas que se exhibían… y empecé a tener calor. Sabía que ella también.
               -Hagamos un trueque-repuso por fin, después de revolver media frutería-. ¿Qué llevas puesto?
               Sonreí. ¿Quería jugar? Pues íbamos a jugar, pero lo íbamos a hacer bien.
               -Chándal, sudadera, camiseta de los Bulls, de Jordan para ser más exactos…
               -Scott.
               -Estoy descalzo. Sin calcetines. Casi en invierno, ¿te lo puedes creer?
               -Que te hagas una foto y me la mandes.
               -Aaaaaah-dije, y le mandé un monito que se tapaba la boca, de pura vergüenza de no haberse dado cuenta.
               -Dios mío, ¿cuántos años tienes?-protestó-, pareces virgen, me estás cortando el rollo.
               Me mordí el piercing mientras me levantaba y me ponía frente al espejo, levantándome un poco la camiseta y enseñándole los abdominales.
               -¿Fijo?
               -UF-respondió, en mayúsculas chillonas-, ASÍ ME GUSTA, ESO ES OTRA COSA.
               Cerré la puerta mientras esperaba por la mía, que no tardó en llegar. Jugaba con el tirante de una de sus camisetas, ampliando su escote. Respondí con rapidez y ella lo hizo más rápido aún, nuestras sonrisas aumentaban. Nos gustaba lo que estábamos viendo.
               Nos gustaba muchísimo.
               Pero ella jugaba con ventaja, y no era justo. Se quedó en bragas y sujetador mientras yo sólo podía comerciar con los bóxers.
               -Bóxers por sostén-dijo ella, acompañándolo de una foto en la que volvía a cogerse el tirante. Me senté en el suelo y respiré hondo. En mi cabeza había un desfile de fin de año que gritaba un único mantra: “¡NECESITAMOS FOLLÁRNOSLA!”.
               -¿Mi amor?-insistió, bajándose un poco el sujetador.
               -Estoy en el suelo-le dije, y era verdad, me había dejado caer y me daba cabezazos contra el suelo, intentando calmarme, mientras me preguntaba qué me estaba haciendo, por qué nunca me había fijado en ella hasta ahora, y cómo podía tenerle tantas ganas a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos.
               -Arriba esos ánimos, S-contestó, y me la imaginé diciendo en voz alta “y lo que no son los ánimos”.
               -Es un trato injusto-conseguí decir, me temblaban las manos y el perder el control era inminente.
               -Lo tomas o lo dejas.
               -Lo tomo, lo tomo-accedí. “Igual que te tomaría a ti ahora mismo”.
               Alá me había dado dos manos para poder seguir negociando con una mientras con la otra sujetaba el móvil.
               A ella le había dado dos por lo mismo. Se abrazó la cintura para impedirme ver lo que yo quería, y yo me puse la mano en la entrepierna para impedirle ver lo que quería.
               -Eso es trampa-protestó, y me la imaginé sentada en su habitación, sólo con las bragas puestas, y la puerta cerrada… y con muchas ganas de hacer eso que se suponía que tanto me ofendía que me contara mi hermana… lo mismo que quería hacer yo…
               -Manos al aire por bragas.
               -Vete a Facetime-respondí yo. Que me castigaran hasta que cumpliera los 40, necesitaba verla moverse, escuchar su voz…
               -No puedo; se supone que estoy estudiando.
               -¿Qué tal anatomía?-sugerí. Ella me lanzó un batallón de emoticonos riéndose.
               Y después, lo que yo más deseaba. Mi memoria no le hacía justicia, y no recordaba que tuviera un lunar en la entrepierna. Tendría que fijarme mejor la próxima vez.
               Era preciosa, tío, preciosa hasta decir basta, hasta hacerte perder la razón.
               -Pásatelo bien, mi vida-dijo, cuando le mandé la última foto.
               -Estudia mucho-dije yo.
               -Trátate bien. Sé bueno. Como lo sería yo.
               Un par de emoticonos de una marca de pintalabios. Yo me tumbé en la cama y la obedecí con gusto.
               Me traté bien, como ella me pedía, aunque no hubiera necesitado que lo hiciera. La recordé sobre mí, moviéndose, besándome… era como tenerla de nuevo conmigo.
               Iba a tener que esperar dos semanas para disfrutarla. Qué guay.
               Llegué disfrutando del proceso como pocas veces lo había hecho, y me quedé tumbado en la cama, mirando al techo. Al final, me armé de valor para vestirme y le mandé un mensaje con una sola palabra: “éxito”.
               Volvió a tirarme un beso y fue como tenerla delante, con las mejillas sonrosadas por nuestra sincronización, la ropa aún en el suelo y los dientes mordiéndole ligeramente el labio inferior.
               -Te quiero-me dijo.
               -¿Por las fotos?
               -Por todo-respondió.
               -Y yo a ti. Más por todo que por las fotos.
               Bloqueé el teléfono y me terminé la bolsa de Doritos, pensando en mi siguiente movimiento. Al menos ahora ya estaba de mejor humor.
               Si el puto Tommy hubiera suplicado por su teléfono… si se hubiera mordido la lengua cuando tocaba y no se hubiera puesto chulo, encima en español…
               Cualquiera diría que lo hacía sólo por fastidiarme a mí.
               -¿Condena?-le pregunté el domingo por la noche, tirado en la cama, pensando en acostarme pero sin demasiadas ganas de hacerlo.
               -Una semana en la Edad Media, ¿tú?
               -15 días en Guantánamo. ¿Cómo estás?
               -En la mierda, ¿hermano?
               -Hasta el cuello-coincidí.
               -Escucha, necesito que te ocupes de…
               -Tu granja. Lo sé-yo me encargaba de sus animales y sus plantas cuando a él lo dejaban sin internet, y él iniciaba sesión en las cuentas que tenía para ver películas y series para seguir acumulando puntos y conseguir canjearlos a final de mes… ah, y también iniciaba sesión en el Candy Crush para aprovechar la tirada diaria de la ruleta…
               Los dos nos encargábamos de cuidar de la aldea guerrera del otro y de seguir con la construcción de los castillos cuando no podíamos hacerlo.
               -Los cerdos siguen engordando; mañana por la mañana deberían estar listos… a la hora del recreo, por ejemplo.
               -Cuídalos tú-le dije-, te dejaré el móvil.
               -Gracias tío… pero las vacas, las tendrás que ordeñar tú por la tarde.
               -Hecho.
               -Y las lechugas las necesito para hacer pienso para los caballos. Con zanahorias. Recolecta las que haya y luego planta cebada, ¿vale? Y vende los recursos que nos quedan. Ponlos en oferta, pero lo más caros posibles. Con el 70% de descuento en los de la mina y el 90% en los demás.
               -Vale.
               -Y si llega el tren…
               -Tommy, ya me he ocupado de tu granja más veces, tranquilo. No talaré árboles ni plantaré más flores, por muy bonitas que sean, sin consultártelo en clase a ti primero.
               -Gracias, tío.
               -No se dan.
               Podría parecer que la granja me daría mucho trabajo, pero ya tenía tanta práctica que sabía de sobra qué hacer y cómo hacerlo de la manera más eficiente posible.
               Intenté conseguir criar un animal raro a base de mezclar diferentes combinaciones de criaturas, pero ninguna dio resultado. Suspiré y dejé caer el móvil a mi lado, en la cama.
               A Shasha se le cayó algo en su habitación, y yo recordé de repente que no era hijo único. Tenía tres hermanas, una estaba fuera, todavía me quedaban dos con las que entretenerme.
               Shasha alzó las cejas cuando abrí la puerta de su habitación y se quitó los auriculares, que le ocupaban media cabeza.
               -¿Qué haces?
               -Ver doramas-asentí despacio-, ¿por?
               -Me aburro un montón.
               Esta vez fue ella la que asintió, se hizo a un lado y palmeó el espacio de la cama a su lado. Me senté y apoyó el ordenador en mi rodilla, conservando la mitad para la suya. Quitó los auriculares y siguió con la reproducción.
               No me enteré de nada de lo que pasaba; estaba demasiado ocupado leyendo los subtítulos y tratando de decidir si habían usado a 4 actores con distintos colores de pelo (por lo menos habían tenido la decencia de ponerles colores fácilmente distinguibles) o si los habían mutado por ordenador. Si era cosa de tecnología, había que felicitar a los japoneses.
               La protagonista le dio una bofetada a un tío y 3 minutos después se besaba con él. Le gustaba más con el pelo naranja que rojo fuego.
               -No lo pillo, ¿por qué ha cambiado de opinión?
               -¿Qué?-suspiró mi hermana, mirándome.
               -¿Ese no era malo?
               Sacudió la cabeza con el ceño fruncido.
               -No. Era –nombre imposible de entender-, no –otro nombre imposible de entender. Se lo estaba inventando fijo.
               -Ah. Y…
               -¡Dios, Scott! ¡Cállate, quiero ver esto tranquila!
               -Pero si no lo entiendes, ¿para qué coño quieres que me calle?
               -Tú sólo cállate.
               Aguanté otros diez minutos de locura hasta que conseguí reconocer una cara. Era el malo, el del nombre imposible, pero con un pelo diferente.
               -¿Por qué se lo tiñen tanto?
               -Es otro actor-explicó, pasándose una mano por la cara.
               -Ah, ¿son gemelos?
               -No-respondió, en tono de pregunta, sorprendida de que pudiera llegar a ser tan imbécil.
               -Pues se parecen.
               Shasha abrió muchísimo los ojos.
               -No tienen nada que ver el uno con el otro.
               -Pues son iguales.
               Suspiró, abrió una nueva pestaña, tecleó al azar (o eso me pareció a mí) y bajó por Google hasta encontrar una imagen en la que se veían 12 caras.
               -¿Cuántos son?-preguntó, señalándolos.
               -El mismo-dije yo. Me miró mal-. ¿Tres?-probé. Me miró peor-. ¿Cuatro?-puso los ojos en blanco-. ¡Cinco! Repetidos tres veces, menos dos…
               -Son doce personas distintas-respondió. Nos miramos un momento. Luego, yo miré la foto. Bueno, podrían pasar por cinco tíos diferentes, pero ni de coña eran 12. Me estaba vacilando. Empezó a decir sus nombres y a explicarme en qué se diferenciaban (aparentemente, en lo mismo en que yo me diferenciaba de Tommy,  o sea, en todo). La miré un momento.
               -Voy a ver a Duna-dije por fin, levantándome y dejándola sola con su serie de 4 actores con distintos peinados.
               La pequeña se había sentado en el extremo más apartado del salón, aprovechando la poca luz del crepúsculo que conseguía colarse entre los árboles del jardín. Había dispuesto sus juguetes sobre un mapa de Europa que yo podría usar como manta de picnic. Un Tiranosaurio controlaba España; un coche de carreras que había heredado de Shasha, y ésta de Sabrae, y ésta de mí, se enfrentaba a Rusia desde la frontera ucraniana.  Un par de soldados de ahogaban en el mar báltico. Dos Bratz vigilaban a una Barbie a la que le había atado las manos a la espalda y abierto de piernas para que se mantuviera sentada y erguida en Francia. Finalmente, una oruga de cinco colores diferentes descansaba sobre Noruega, Suecia y Finlandia, y un mapache de peluche vestido de guardia del Rey, con sombrero negro, chaqueta roja y cola de los colores de nuestra bandera vigilaba a todos los demás desde Irlanda del Norte.
               -¿Qué haces, nenita?
               -Establezco mis planes de dominación mundial-dijo, contemplando el mapa y decidiendo poner un cubo de Rubik entre Italia y Grecia-. ¿Crees que servirá para detener las corrientes de refugiados que huyan de la guerra hacia África?
               Me senté a su lado.
               -Tienes 8 años.
               -La guerra lleva tiempo y tengo que planificarlo todo bien.
               Me quedé a cuadros.
               -No-decidió por fin, arrastrando un poco el cubo-, tengo que colocar algo en la frontera con Turquía… y asegurar Gibraltar… qué asco, voy a necesitar la ayuda de Estados Unidos, con lo mal que me caen, se quieren meter en todo.
               -¿Quieres que te ayude?
               -Ya lo tengo casi listo.
               Miré cómo cogía a otra muñeca y la situaba en el estrecho de Gibraltar; luego, otro peluche en miniatura en Grecia. Un llavero sobre Egipto, por si se le escapaban algunos emigrantes.
               -¿Qué vas a hacer con tantos refugiados?-quise saber.
               -Mano de obra barata-explicó-, va a haber que reconstruir mucho.
               Asentí despacio con la cabeza, preguntándome si debería tenerle más miedo a ella que a Shasha y Sabrae juntas. Papá me había advertido sobre ver películas de mayores con ella, pero yo la había subestimado, pensé que no les haría caso o que las vería como algo muy exagerado… ni de coña.
               -Oye, nena, ¿quieres que juguemos al Scalextric?
               -Hay que limpiarlo-respondió, desnudando a la Barbie. Le intentó poner la ropa de la prisionera a una de las Bratz-… puñeteros cánones de belleza imposibles-musitó al ser incapaz de abrocharle la blusa y pasársela por el pecho a la muñeca de labios y ojos inmensos.
               Entonces, lo pillé. De vez en cuando la dejaba jugar con mi aldea y mandarla a hacer misiones en el extranjero e invadir pueblos vecinos, así como recolectar impuestos. En casa de Tommy, había jugado contra Astrid al Assassins Creed. También había escuchado a Sabrae en sus intensos monólogos sobre opresión a la mujer (todos muy acertados, eso tenía que concedérselo). Y ahora lo plasmaba en sus juegos.
               -Podría limpiarlo yo.
               -La verdad es que no tengo el día muy automovilístico.
               -Ah. Vale.
               -Lo siento, S.
               -No pasa nada, mi niña-dije, inclinándome y besándola en la frente.
               Lo que había adquirido de Shasha era su capacidad para distinguir facciones asiáticas. Después de terminar el capítulo, la mediana vino en nuestra búsqueda, le preguntó a la pequeña cuántos chicos había en aquella foto, y Duna respondió.
               -Pues doce-como si fuera la pregunta más sencilla del mundo y no fueran todos idénticos entre sí.
               -Scott dijo que uno, nada más.
               -¡Scott!
               -No me atosiguéis-dije, y decidí que era el momento de largarse.
               Fui en busca de mi padre, que resultó estar en la cocina, donde mejor se concentraba, garabateando en una libreta.
               -¿Estás escribiendo?-quise saber, él asintió, mordiendo el capuchón del boli azul que tenía entre manos. La única que no mordía un boli cuando estaba concentrada era mamá; los demás, lo hacíamos todos. Lo habíamos heredado de él-. Te dejo tranquilo, entonces.
               -Espera. Ven-dijo, sacando un taburete y colocando frente a éste la libreta. Me senté y le eché un vistazo. Empezó a jugar con el bolígrafo, nervioso. Se pasó una mano por el pelo-. Voy a volver a raparme. Me salen mejor las ideas cuando me rapo.
               Louis se encerraba y no dejaba que lo molestaran; papá se rapaba al cero. Liam escribía siempre en exteriores; Harry se ponía música de otros artistas y pensaba en qué les gustaría escuchar a los que habían compuesto las canciones que ahora se colaban en sus oídos, y Niall se sentaba con una guitarra a tocar acordes al azar y balbucear palabras mientras lo grababa todo con el móvil, esperando conseguir algo.
               Cada uno tenía su propia manía para componer, y a alguien de fuera podría parecerle una gilipollez, pero cuando crecías con eso, era hasta natural. Un par de veces había intentado escribir algo sólo por descubrir cuál sería mi manía, pero nunca me había puesto en plan zen, como ellos.
               -Di algo, Scott.
               -¿Esta mierda? Es cojonuda-sentencié, tirando los papeles a su lado.
               -¿De veras?
               -Si no la cagas con los acordes (espero que no), es probable que tengamos un nuevo amigo en casa dentro de dos años.
               Me dio un beso en la frente.
               -Te dejo que sigas-dije, levantándome y jugando mi última carta.
               Me metí en el despacho de mamá, que masticaba lentamente unos palitos de pan mientras paseaba la mirada por un montón de papeles. Levantó la vista al verme entrar y volvió a bajarla.
               -Hola-saludé, y asintió con la cabeza.
               -Hola, cariño.
               Tiré de una de las bolitas que tenía en el escritorio, parte de uno de esos artilugios que se usaban en las clases de física para explicarte cosas como la inercia, la fuerza centrífuga y todo eso, y la solté. La bolita transmitió su movimiento a las demás, hasta conseguir que la última, la del extremo contrario, mágicamente, saliera expulsada y volviera a golpear a sus hermanas, transmitiendo de nuevo su fuerza y haciendo que la otra se balanceara.
               -No sabes qué hacer, ¿eh?-sonrió, porque para ser abogada necesitas tener un punto de sociópata. Lo decía ella, no lo decía yo.
               -No.
               -Pues ponte a estudiar-respondió, pasando una hoja, dando otro mordisco de su tentempié y jugando con el subrayador amarillo en la mano.
               -Ya he estudiado. He lavado los platos, los he secado, los he recogido, he puesto la lavadora y he recogido mi habitación.
               -Y eso que sólo estamos a miércoles; debería tenerte castigado más a menudo.
               Suspiró y pasó un par de hojas sin subrayarlas.
               -No vas a conseguir darme pena, Scott. Estoy cabreadísima contigo.
               -Es que Tommy está castigado, y le acaban de quitar el ordenador y no podemos hacer trabajos, y el móvil ya no lo tiene, y…
               -Tienes más amigos.
               -Están entrenando. Igual que Sabrae. Si por lo menos me dejaras ir a los entrenamientos… voy a perder calidad de juego.
               -¿Qué calidad de juego?
               -¡Exacto!-decidí ignorar su pulla por la cuenta que me traía. Luchó por contener una sonrisa, apartó un montón de papeles, y estiré la mano por pura curiosidad, para ver qué era. Me dio un manotazo.
               -No los toques. Son importantes. Los tengo que estudiar yo.
               Me la quedé mirando.
               -¿Puedo ayudarte con algo?-negó con la cabeza-. Estoy aburridísimo, mamá.
               -No es mi problema. Es el tuyo-respondió. Me estudió un segundo por encima de sus hojas-, ¿no vas a intentar que te levante el castigo usando tus encantos masculinos?
               Le sonreí con timidez.
               -Scott. Soy tu madre. Eso, conmigo, no funciona.
               -Ya lo sé-dije, y suspiré, bajando los hombros.
               -¿Ni siquiera vas a intentar que te la acorte?
               -Bueno…-atención, las palabras mágicas, el momento que todos estaban esperando; ¡abracadabra!-, en el fondo… me lo merezco-sí señor, Scott, y ahora, ¡culmínalo!-. Debería haber dejado al menos una nota para no preocuparte.
               ¡Y el ganador es…!
               ¡Leonardo DiCaprio por su increíble interpretación en el lobo de Wall Street! Matthew McGonaughey no existe.
               Mamá sonrió. Dejó su boli y los papeles.
               -Llama a Eleanor si quieres.
               Te adoro, mujer.
               Viviré para honrarte.
               Moriré luchando por tu gloria.
               Jamás te decepcionaré.
               -¿En serio?
               Asintió despacio, se inclinó hacia delante y me acarició la barbilla.
               -Ay, mi niño…
               -¿Puede venir?
               Retiró la mano.
               -Tampoco vamos a pasarnos, ¿no te parece? Estás castigado. ¿Qué te piensas? ¿Que tienes vacaciones?
               Salí corriendo del despacho, entré en mi habitación y salté hacia la cama con el móvil intentando establecer llamada.
               Me quedé tirado y esperé.
               Y esperé.
               Y esperé.
               -¡S!-celebró mi niña preciosa, con aquella voz suya. Sonreí.
               -Hola, mi amor.
               -¿Qué pasa?
               -Nada. Echaba de menos oír tu voz. Eso es todo-sí, porque llevaba sin oírla desde el domingo, cuando pude disfrutar de ella en directo, y sus labios se juntaron a los míos y mis manos bajaron por su espalda hasta su culo…
               Scott, no sigas por ahí, hazte un favor y no te empalmes ahora.
               -Oh, Scott.
               Sonreí.
               -¿Y tú qué? ¿Tu hermano y tu cuñada te dejan respirar?
               -Son una pesadilla. Me he tenido que poner los cascos para no escucharlos. Se creen que lo hacen en silencio, pero desde mi habitación se escucha todo-suspiró-. Joder, ojalá estuvieras aquí.
               -¿Para darles una lección sobre lo que es hacer ruido de veras?
               Se echó a reír.
               -¿Sigues juguetón por lo de antes?
               Me la imaginé mordiéndose el labio. Y cerré los ojos y me tapé la nariz y la boca porque, dado que no me llegaba oxígeno al cerebro, era absurdo seguir respirando. Esta puta cría va a conseguir que me dé una embolia.
               -¿Tú no?
               -Estuvo genial.
               -Deberíamos repetirlo.
               -Ajá-suspiró, y mi imaginación, que ya estaba desbocada, echó alas y decidió que era de perdedores ser un caballo de carreras cuando bien podías ser un pegaso. Dos veces en un día tampoco es tanto. Estaba con ella. No físicamente, pero sí espiritualmente. La veía en su habitación. Sonriendo. Pidiendo que le contara cualquier tontería mientras sus manos bajaban por su vientre… y se reía cuando me daba cuenta de lo que hacía… y nos dábamos placer a nosotros mismos mientras el otro disfrutaba oyéndonos…
               ¡SCOTT! bramó mi conciencia, poniéndome una imagen de Squirtle en primer plano, VAMO A CALMARNO.
               No puedo, no puedo, Alá, soy débil, perdóname.
               -¿Mi amor?-susurré, y ella suspiró de nuevo.
               -¿S?
               -Tengo que decirte algo muy, muy importante. Es vital. Creo que va a suponer un punto de inflexión en nuestra relación.
               Escuché los engranajes de su mente funcionando a toda velocidad.
               -¿Qué es?
               -Tú sin presiones, no espero que contestes nada…
               -Me estás poniendo nerviosa.
               -…si tú no quieres…
               -¿Qué pasa, Scott?
               -Me da vergüencita-repliqué, mordiéndome el piercing, y ella pudo escuchar cómo mis dientes chocaban contra el metal negro.
               -SCOTT.
               Me deleité en hacerla esperar, hasta que finalmente no pude postergarlo más.
               -Me he quedado sin vidas en el Candy Crush, ¿te importaría mandarme una?
               -ERES IMBÉCIL-bramó, y la escuché levantarse y tirar un cojín al suelo y gritar-: DIOS. SERÁS HIJO DE PUTA.
               -Ven y azótame-respondí, incorporándome un poco y apoyándome en las rodillas. Y ella gimió.
               -Deja de amargarme tanto la vida, por favor; cuando te vea te vas a enterar.
               -¿Sí?-coqueteé, volviendo a reclinarme y mordiéndome el piercing otra vez-. O sea, que vamos a celebrar mi libertad cuando la consiga por todo lo alto, ¿no?
               -Así es. Es que, ¡madre mía, Scott!-seguro que se pasó una mano por el pelo, seguro, segurísimo-, encima es como si te tuviera delante, seguro que estás riéndote…
               -Sí.
               -… mordiéndote el piercing, dios, el piercing…
               -Continúa, preciosa.
               -Tumbado en la cama…
               -Ajá.
               -Con ganas de escribir eso mismo para ponerme un lacasito con gafas de sol y hacerme rabiar…
               -Me conoces como si me hubieras parido, mi amor.
               -No sigas por ahí o se repetirá el calentón de esta tarde.
               -¿Por qué lo dices como si fuera algo que tuviéramos que evitar?-repliqué, burlón. La escuché tumbarse en la cama; los dos estábamos tumbados, en nuestros respectivos hogares, pero nos sentíamos cerca el uno del otro. Que viva la tecnología.
               -Porque no es plan de hacerlo dos veces en un mismo día.
               -¿Quién lo dice?
               -Todo el mundo.
               -El único que está contigo soy yo. El resto del mundo no sabe lo que nos traemos.
               Se quedó callada, valorando su siguiente respuesta.
               -Ay, Scott.
               -Ay, Eleanor-la imité yo, y se echó a reír. Me dijo que, por mucho que me echase de menos, no quería repetir lo de esa tarde. Si había estado bien, fue porque había sido especial, y si había sido especial era porque no solía hacer esas cosas… ni conmigo ni con nadie. No quería abusar, y yo lo respetaba, evidentemente. Me habló de los exámenes, yo le hablé de los míos: no estaba nada agobiada porque era de las que estudiaban el último día y sacaban un sobresaliente (lo había sacado de su madre), y yo tampoco, porque era de los que estudiaba partes de temas y siempre caía lo que había estudiado.
               Estábamos hablando de Layla y de lo que estaba haciendo en Irlanda con Chad (el irlandés la mantenía informada, y Layla nos informaba a todos), cuando mi teléfono empezó a vibrar. Miré la pantalla. Diana me estaba llamando.
               -Me llama la americana.
               -Cógelo. Puede que sea Tommy.
               -Si tu hermano quisiera hablar conmigo, te pediría el teléfono a ti.
               -O no. No sale de la cama.
               -No lo voy a coger.
               -Scott.
               -Vale-repliqué, y acepté la llamada, empecé a gritarle a Diana por llamarme para que supiera que estaba follando (pues me alegro por ti, no te jode, puta gilipollas, engreída de mierda…), y me callé cuando fue mi mejor amigo el que habló. Se aclaró la garganta y anunció que Diana nos iba a dar un concierto, mira, algo que me interesaba más. Colgué muy ofuscado y luego le pedí a Eleanor que le llevara el teléfono a su hermano.
               Casi nos caza porque fui un imbécil y no me di cuenta de que, poniéndola en espera, seguiría corriendo el tiempo en su teléfono en lugar de reiniciarse. Estás perdiendo facultades, macho, me recriminé.
               Bueno, o no tanto, si teníamos en cuenta la conversación de aquel fin de semana, en el que yo le había llamado la atención a Tommy por algo y él se había hecho el digno, a lo que le tuve que recordar:
               -Nos decimos cosas que nos joden porque queremos el mejor para el otro, T.
               -Si te dijera que no te acercaras a mi hermana, lo haría por el bien de ella también. Lo siento, S.
               -Tommy-bufé yo, poniendo los ojos en blanco en una actuación que me debería haber granjeado un BAFTA como mínimo.
               -Tranquilo. Pero no te acerques a mi hermana.
               Me morí un poco por dentro cuando le reí la gracia. Tarde, pensé.
               Di un paso de gigante cuando, aun escuchando su voz, no conseguí arrepentirme. Ella me quería y yo la quería a ella. Ella me deseaba y yo la deseaba a ella. Ella me respetaba y yo la respetaba a ella.
               Hacíamos lo mismo que él con la americana, la diferencia estaba en que a nosotros no nos daba miedo mirarnos a los ojos y decirnos que nos queríamos. ¿Y era yo el que me tenía que esconder?
               No me jodas, Tommy. No me jodas. Una roca no debería arrepentirse de que las olas esculpan su superficie y excaven cuevas submarinas en ella.
               Una cosa era que las cuevas estuvieran ocultas, y otra muy distinta, que fueran malas. Tal vez escondieran un tesoro. Tal vez no quisieran hacer daño.
               Seguramente supieran que podían ser peligrosas, y por eso no se ofrecían a quienes buscaban aventura y un poco de adrenalina, arriesgando todo lo que tenían por un par de segundos en el que lo perderían todo, menos una cosa: el miedo.
               Yo no podía perderlo a él. Y tampoco a ella.
               Estoy entre tres, me había dicho, todo angustiado. Sí, pero sólo te tiene una, le respondí, porque hasta en eso tenía suerte.
               Yo estaba entre dos… y me tenían los dos.

46 comentarios:

  1. POR DIOS SCELEANOE RAISING

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  2. YASSER XD ME ESTOY MEANDO TODA. QUE NOMBRE MÁS FEO LA VIRGEN

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    1. Estuve 10 minutos leyendo nombres en árabe y decidiendo cuál NO me gustaba pero seguía quedando bien con el primero xd es verídico.
      Scott no podía ser perfecto, pobrecitos los demás

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  3. QUE HE PENSADO QUE SE LO DECÍA JODER. QUE GRAN HIJO DE PUTA. YO SOY ELEANOE Y NO LE DOY SEXO EN UN AÑO.

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    1. Eleanor te haría caso si:
      1. No llevara enamorada de él desde que es una cría.
      2. No le tuviera tantísimas ganas como le tiene.
      3. Scott no fuera /tan/ guapo.

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  4. Duna es mi puto personaje favorito. Quiero que esa niña gobierne mi mierda de país.

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  5. SHEREZADE ES LA HOSTIA. ME ENCANTA.

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  6. La relación de los Malik es lo más goals de este puto mundo. Ya está.

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    1. Es que se adoran pero se putean y se chillan dios mío quiero que me adopten

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  7. La bronca que le ha echado Sherezade madre mía.....

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  8. Dios mio.... Está tan enamorado. Me duele el corazón de verdad. Quiero uno como él.

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  9. Madre del amor hermoso... Estos dos me van a provocar un paro. Están en celo.

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    1. buENO "EN CELO" ME DESCOJONO JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA GRACIAS POR ESA APORTACIÓN DE VERDAD ME HAS ALEGRADO EL DÍA

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  10. ¿Y por qué no se pueden ver en 15 días? ¿Acaso no se ven en el instituto?

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    1. Se ven, pero en plan "hola y adiós", Scott está con Tommy y sus amigos y Eleanor va con sus amigas, evidentemente no pueden "verse" como a ellos les gustaría (vaya, hablar tranquilos y morrearse y lo que surja, ya me entiendes).

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  11. Creo que una de las razones por las que Scott no le confiesa a Eleanor que está enamorado de los es porque cree que una vez que lo haya hecho ya no va a haber vuelta atrás. Sabe que habrá un momento en el que tendrá que elegir entre Tommy y ella. Me da tanta pena...

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    1. No había pensado en eso pero tienes razón, es muy probable que sea una de las cosas por las que quiere postergarlo, al margen de que lo quiera hacer especial... estoy triste de repente :(

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  12. "Hizo lo que hacía siempre que papá y mamá se peleaban y nosotros los escuchábamos, lo que hacía cuando yo empezaba a comerme la cabeza, sentado con las piernas cruzadas en la cama, esperando que uno de los dos dijera que ojalá yo no hubiera existido nunca, que sus vidas no se hubieran entrelazado más de una vez, sólo aquel polvo en aquel barco, que esta vez no me daría lugar." Vale, casi me he echadoa llorar en esta parte.

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    1. Y yo escribiéndola es que uf mi hijito precioso debemos protegerlo a TODA costa

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  13. "-Tranquilo. Pero no te acerques a mi hermana.

    Me morí un poco por dentro cuando le reí la gracia. Tarde, pensé."

    Mi pobre niño....

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  14. Cada vez que me imagino a Scott me imagino a un puto Dios griego. Una especie de Zayn pero versión mejorada. Dime que no ando mal encaminada.

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    1. PARA NADA. Si te digo la verdad me lo imagino muy parecido a Zayn en una entrevista con Louis y Liam que hicieron promocionando This is us (creo), que Zayn llevaba el pelo corto y sudadera roja y estaban sentados en asientos como de cine, pero MÁS GUAPO AÚN, mi cerebro no da para definirle totalmente la cara a Scott porque SIEMPRE encuentro algo que mejorarle.
      Es el tío más guapo que me pudiera encontrar, pero no en el sentido de los Míster Universo y cosas así, sino guapo DE VERDAD.

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  15. VALE TENGO DOS PREOMONICIONES. O SE DECLARA EN FIN DE AÑO O EL DÍA EN EL QUE SE VUELVAN A VER DESPUÉS DE UNA SESION DE SEXO DESENFRENADO.

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    1. Yo de ti, echaba la primitiva. Algo te tocará fijo.
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  16. ME MEO Y LE PIDE QUE LE CUIDE LA GRAJA. SON BROTP GOALS.

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    1. Madre mía es que a Tommy lo dejas sin Scott y sin granja y tienes que ponerlo bajo vigilancia permanente porque SE NOS MATA.

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  17. " No podía pedirme que me alejara de mi planeta si yo era un satélite, me moriría si no la tenía cerca." LA QUE SE VA A MORIR VOY A SER YO.

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  18. Molaría mucho que hicieses una historia sobre Zayn y Shrezade. Como se conocieron... enamoraron etc
    Pd: Echaba demasiado de menos a Scott y Sceleanor

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    1. Con historia, ¿te refieres a "historia como Dios manda" o "dedícales un capítulo pero métete en detalles y hazlo largo"?
      Porque ahora que lo dices, lo veo muy factible dado que vais a saber de dónde viene Scott cuando Diana consiga sonsacárselo, pero ni de coña con tanto detalle como si escribiera yo un capítulo entero (y la verdad es que me apetece porque tiene relación con otra historia que escribí).

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  19. SCELEANOR SCELEANOR AYYYYY
    El día que Scott se le declare veo que te explota el bolg por los comentarios.
    Avisada estás.

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    1. Ojalá, lo espero con ansia (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  20. QUE PENSÉ QUE SE DECLARABA JODER Y VA Y LE PIDE VIDAS PARA EL CANDY CRUSH.

    YO LO MATABA.

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    1. Hasta que te pusiera carita de no haber roto un plato en su vida

      o se mordiera el piercing

      y se te parase el corazón

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  21. Estos pueden hacerme pasar de un estado de *cachonda perdia* a *JODER que monos son la Virgen. Quiero que se casen y que tengan mil hijos*

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    1. En realidad yo he escrito este comentario pero bajo un seudónimo para no parecer patética haciendo reseñas de mi propia novela, mucho gusto, Fátima

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  22. "Era preciosa, tío, preciosa hasta decir basta, hasta hacerte perder la razón." ME DUELE TODO. BASTA YA.

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  23. POR DIOS SCOTT ES PRECIOSO

    ¿PUEDO SER MÁS FAN DE ESTA FAMILIA? NO, ¿VERDAD? NO VALE.

    SEÑOR Y ENCIMA LE HAS PUESTO EL NOMBRE DEL ABUELO ME MEO JAJAJAJAJ

    TIA LO HE PASADO MAL, UN DÍA HE TENIDO QUE ESPERAR PERO SOY LIBRE Y FELIZ

    TE QUIERE MUCHO MUCHO, VIR

    Pd.:te tengo que confesar que publico el comentario en anónimo porque me gusta pasar la prueba de verificación, vale, es guay, ya me voy.

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    1. Te prometo que ponerle el nombre de su abuelo fue una coincidencia porque mira que estuve mirando nombres árabes que me parecieran feos JAJAJAJAJAJAJAJA
      Me alegro de que ya puedas VICIARTE A LEER MI NOVELA ya era hora de verdad
      TE QUIERE MUCHO MUCHO, ERI.
      Pd: eres boba, así como dato

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