sábado, 4 de junio de 2016

Duelo de tortillas.

Lo siento si os molestan los mensajes que pongo antes de las entradas, pero es que tengo que decir algo importante o, de lo contrario, me va a reventar un pulmón: gracias por vuestra reacción al anterior capítulo, de verdad, g r a c i a s. No creo que se pueda repetir lo que sentí cuando me metí en el blog a las 11 y pico de la noche para ver si había algún comentario nuevo y me encontré con 27 así, sin más, sin haber respondido yo aún. Y cómo sonreí cuando volví a meterme y vi que habían subido a 30, y 32, y 36... Se nota que me encanta esta historia, pero ni de coña me lo pasaría tan bien escribiéndola ni querría mejorarla tanto de no ser por vosotros, porque sé que hay alguien detrás de una pantalla diferente de la mía a la que parece entusiasmarle tanto como a mí. Os mordía los mofletes a dos carillos y cuatro velocidades.
 Y ahora, antes de que empieces a leer toda/o ilusionada/o, tengo que advertirte de que en este capítulo he puesto de forma consciente (no como cuando escribo “pota”, por ejemplo, sin saber que esa palabra en castellano no existe o no significa lo que significa en Asturias) una palabra en bable. La he puesto porque no hay equivalente en el castellano y porque me he imaginado realmente a Eleanor diciéndosela a su hermano, y quería mantenerme fiel.
Y porque esTOY CANSADA DE QUE SE DIGA QUE EL BABLE ES UN DIALECTO DEL CASTELLANO ME CAGO EN MI VIDA, DIALECTO TÚ, EL ASTURIANO ES MÁS ANTIGUO Y MÁS CERCANO AL LATÍN QUE EL PUÑETERO ESPAÑOL PUXA ASTURIES PUXA SPORTING QUE ES DE PRIMERA bueno ya está, fin de las reivindicaciones, disfruta del capítulo :D




Al principio, no recordaba dónde estaba ni quién me acompañaba en la cama. Cuando me incorporé un poco, apartándome de la cara de la chica (porque era una chica, de eso estaba seguro, sus curvas y su pelo no podían engañarme ni aunque estuviera a oscuras) para coger perspectiva y poder contemplarla gracias a la luz que entraba por la parte inferior de la puerta, lo primero que se me vino a la mente fue: “¿Desde cuándo tiene Diana el pelo castaño?”.
               Los rizos coincidían. Pero el color, no.
               Seguía con la mano en su cintura, así que por fuerza tenía que conocerla y quererla. Tampoco es que me hubiera quedado a dormir en casa de muchas chicas a las que no les tuviera cariño, pero me conocía lo suficiente como para saber que, después del sexo, empezaba a odiarme a mí mismo (como si fuera un traidor, o algo) y no me apetecía volver a tocarlas de la misma forma. Y poner la mano en la cintura de una chica que no era de tu familia sólo podía hacerse de una forma.
               A mi mente acudieron un millar de ideas en tropel, que se atascaron un momento, apretujándose las unas a las otras, para conseguir pasar. Es Layla. Estás durmiendo con Layla.
               La madre que te parió, la madre que te parió, ¡la madre que te parió!
               ¡La madre que te parió!
               ¡ESTÁS DURMIENDO CON LAYLA!
               Me levanté un poco más, apoyándome en los codos. Ella se revolvió en sueños, suspiró y continuó dormida. Yo no sabía el esfuerzo que le supondría mantenerse tranquila en su cama, con su ex, pero conmigo era tan fácil como respirar.
               Terminé de incorporarme, me aseguré de que siguiera tapada, y me incliné para coger el móvil. La una y media. Y no le había dicho nada a mamá de que iba a tardar en llegar a casa, que me quedaría durmiendo en el centro.
               Y eso que ella estaba cabreadísima.
               No lo hay más gilipollas que yo en todo Londres.
               Salí de la cama, me puse la camiseta y entonces, lo recordé.
               Nota mental: decirle a Scott que me rompa las costillas. Porque ayer besé a Layla.
               Algún día dejaré de decepcionarme a mí mismo, o eso espero. Pero ese día va a tardar bastante en llegar.
               -¿T?-susurró ella, con la voz un poco ronca de sueño. Se frotó la cara y se incorporó un poco-. ¿Qué hora es?
               -Pronto. Sigue durmiendo, princesa.
               Se dejó caer y me miró con un ojo medio entrecerrado.
               -Tengo que llamar a mis padres, decirles que estoy bien.
               Me vinieron a la mente imágenes inconexas. Ella, acercándose a besarme en los labios, ella, intentando quitarse la camisa que yo le había prestado con manos temblorosas, ella, mirándome a los ojos y leyendo en mi alma todos y cada uno de mis pensamientos, aquellos que recodaba y los que había olvidado también…
               … entreabriendo los labios, y yo dándome cuenta de lo carnosos que eran, y pensar “joder, por una vez que los pruebe, seguro que no pasa nada”.
               Además, le gustaba que yo la besase. Se estremecía cada vez que posaba la boca en alguno de sus moratones, y no era para mal. Suspiraba con cada beso.
               Menos mal que aún me quedaba un poco de conciencia para no aprovecharme de que estaba cansada, la tenía desnuda delante de mí y bastante dispuesta, porque tirarme a una amiga a la que han violado esa misma noche no es de ser mínimamente decente.
               Sentí de nuevo sus manos en mi cuello cuando la besé despacio. Me acarició la nuca como lo hacía Megan cuando empezamos a salir, y por Dios que no supe cómo no implosioné en ese mismo momento.
               Y su torso desnudo. Lleno de moratones y mordiscos. Pero seguía siendo preciosa de una forma romántica, nada sana… pero preciosa.
               Deja de ser un puto chimpancé en celo por dos segundos, ¿crees que podrás?, me recriminé.
               Y vuelta a sentir en mi piel la suya, en mi boca, su beso; en mis ojos, su mirada.
               -Yo hablaré con ellos, no te preocupes.
               -Si les llamas tú, se preocuparán más.
               -Bueno, tú… sigue durmiendo. Ya hablarás con ellos cuando te despiertes.
               Asintió, se frotó la cara y volvió a llamarme por mi inicial. Si volvía a hacerlo, aunque fuera una vez más, yo no respondería. Le daba a esa sílaba un poder del que siempre había carecido.
               -Dime.
               -Gracias.
               Se encogió un poco, aovillándose.
               -Fue un placer-le dije, sonriéndole. No sé si me refiero a el haberla ayudado a acabar con su abuso doméstico, el haberle dejado la casa de mis padres para dormir, el haber dormido con ella y sido el hombro sobre el que llorar, si es que le apetecía, o por haberla besado, desnudado y deseado como lo hice.
               Ella tampoco lo sabía, pero jamás se atrevería a ir más allá. Porque, aunque yo no fuera de Diana, ni estuviera con ella, ni la americana y yo hubiéramos tenido la típica conversación de “estamos follando muy a menudo, ¿somos novios? ¿Follamigos? ¿Vamos a ser exclusivos o cada uno es un manatí libre de probar algas de diferentes costas?”, respetaba aquello que tenía con ella. La primera en ver una prenda de rebajas es la que tiene derecho a reclamarla como propia, y yo tenía que ser algo así como un jersey gordito, de punto, abandonado en un cajón de “todo a una libra” en pleno agosto.
               Si yo tuviera dos dedos de frente y fuera un tío como Dios manda, también respetaría lo que fuera que tuviese con Diana.
               -Descansa, princesa. Vamos a cuidar de ti.
               Se recostó en la cama, se arrastró un poco hasta quedar en el centro, y se tapó hasta la nariz. Cerró los ojos y se volvió a dormir antes de que yo terminara de cerrar la puerta, recuperando el sueño de los justos.
               Me acerqué al salón, ocupado por los demás. Alcé la mano en dirección a ellos y me fui a la cocina a por un poco de café. Me terminé sentando en el sofá, al lado de Sabrae, que masticaba con desgana unas galletas y contemplaba con más desgana aún la partida de ajedrez de su hermano y la chica con la que mantenía una relación imposible de definir.
               -¿Seguís con la partida?
               -Llevamos 37-comentó la americana sin apartar la mirada del tablero.
               -Scott-le recriminé yo.
               -A mí no me va a ganar una puñetera cría venida de Nueva York, la capital del analfabetismo, que encima es un año menor que yo, a ganarme en el juego de mesa que mejor se me da.
               -Lo he hecho 17 veces.
               -Cómeme los cojones-replicó él, molesto. Sabrae se echó a reír, porque Scott tenía muy mal perder en el ajedrez. No le importaba que le machacaran en el baloncesto, meter una canasta y que los demás hicieran 50 triples, pero como lo pillaras con la guardia baja y le arrebataras una victoria comiéndote a su rey, tendrías que prepararte para sufrir su rabia.
               -¿Os habéis acostado, siquiera?
               -Tenemos café-fue la respuesta de ambos. Y yo suspiré.
               -Hoy hay partido, acuérdate.
               -Tendremos que ir directamente; no creo que mamá me deje salir de casa una vez entre-dijo él, comiéndose el alfil de Diana y tirándole un beso.
               -Te metes el puto peón por donde te quepa, gilipollas.
               Diana se tomó a pecho el comerse el peón asesino, y lo consiguió a costa de perder la partida.
               -Otra victoria para mí-canturreó mi amigo, haciendo una raya en una libreta que habían rescatado del fondo de algún cajón.
               -Puede, pero yo me he comido a tu estúpido peón de la suerte.
               -Mira, nena, sentar en la silla eléctrica al que disparó a Kennedy no os va a devolver a vuestro presidente.
               -Cargarse a Diana de Gales no le granjeó muy buena reputación a vuestra reina, si mal no recuerdo.
               -Eso está por demostrar-intervine yo. Diana se volvió.
               -Sí, claro-miró a Scott-. Otra.
               -Ni de coña. Aquí tienes a Tommy. Si tan aburrida estás, fóllatelo en el suelo. Conmigo delante no, a poder ser. Si no es mucha molestia.
               -¿Y si lo es?
               -Pues te vas al baño y te metes la mano en las bragas, mi vida.
               -¿Quieres acompañarme y mirar?
               -No quiero quedarme ciego contemplando algo tan horrible.
               -Entonces, ¿cómo haces para afeitarte?
               Scott se echó a reír.
               -¿Recuerdas lo que te dije de que te metería la polla en la boca sólo para que te callaras, Diana?
               -¿Y tú recuerdas lo que te dije sobre que puede que no consiguieras sacarla entera, Scott?
               -Escuchadme los dos; si estáis esperando a que yo venga para empezar a pelearos, vuelvo a la cama con Layla y seguís echando partidas hasta que a uno de los dos se le caiga la mano.
               -Para empezar, Tommy, eres mío. Si te digo que te quedes, tú te quedas-espetó Diana-. Además, si se tiene que caer una mano, será la mía. Scott debe de tener práctica usándola.
               -¿Bajándoles las bragas a tías más guapas que tú? Ya lo creo.
               Eleanor puso los ojos en blanco y se sonrió un poco. Sabrae la miró, pero yo no les hice caso. Con lidiar con ellos dos, tenía suficiente.
               Scott se incorporó y se ofreció a preparar la comida. La pregunta era, ¿qué íbamos a comer?
               Cada uno dijo una cosa, así que al final primó el único plato que sabíamos que nos gustaba a todos. Nos las apañaríamos para preparar una buena tortilla.
               El problema de darle la vuelta estaba muy lejos aún.
               -No hay huevos-anunció Eleanor, que se levantó de un brinco y fue a la nevera.
               -¿Cómo que no? Tommy y yo estamos aquí-espetó Scott, y los dos nos echamos a reír. Ella nos miró con el rostro inexpresivo. Se volvió hacia Diana y repitió:
               -No hay huevos.
               -Podemos buscar algún sitio en el que comprarlos.
               -O se los cortamos a Tommy y Scott-sugirió Sabrae. Fue el turno de reírse ellas. A nosotros no nos hizo ni puta gracia.
               Después de pelearse por ver quién iba a comprarlos, de que Eleanor insistiera en que iría con Scott para que no estuviese solo, y yo me negara en redondo medio en broma, medio en serio, al final, decidimos que irían los tres mientras Diana y yo nos quedábamos cuidando de Layla.
               Solos.
               Con camas libres.
               Y sofás también.
               Y los sofás eran peligrosos cuando nosotros estábamos cerca.
               Se acomodó en el mío, cruzó las piernas y se me quedó mirando.
               -A ti te pasa algo-dijo por fin. Me encogí de hombros.
               -Tengo la cabeza como un bombo. No dejo de darle vueltas a lo de Layla y…
               -… te acostarías con ella si no estuviera en su situación-sonrió, pero había algo en su mirada. Algo que me resultaba familiar.
               -Y si no fuera por ti.
               -No somos exclusivos, Tommy-se rió, pero no tenía ningunas ganas de hacerlo. Sólo quería quitarle hierro al asunto-. Puedes hacer lo que quieras.
               -Yo soy el cielo, Diana-le recordé, y ella sonrió-. Tiene que molestarte.
               -Y yo te he llovido del cielo. No puedo pedirte que te escudes en algo accidental. Sería como si los reyes del pasado intentaran poseer la lluvia y decirse sus dueños porque riega sus campos.
               -La he besado.
               -¿Y se supone que debo cabrearme?-preguntó. Yo me encogí de hombros, pero terminé asintiendo despacio ante el escrutinio de sus ojos verdes-. Sois amigos. Las cosas pueden confundirse de vez en cuando. Además, yo acabo de llegar.
               -Y cómo lo has hecho-repliqué yo. Ella sonrió con aquellos dientes blancos que podrían iluminar un estadio de fútbol entero, se inclinó hacia mí y me besó.
               No me acordaba de lo bien que lo hacía, ni de lo bien que sabía. Sus labios hicieron que se me olvidara todo lo que había pasado. Bien podríamos estar en Júpiter y ser los primeros en pisar aquel planeta, o los últimos supervivientes de una misión espacial que quería salvar la humanidad, como en Interstellar.
               -Te agradezco que hayas venido a decírmelo así-dijo, con sus labios tan cerca de los míos que los acarició mientras hablaba. Le acaricié las rodillas.
               -Supongo que era por si… te ofendía. O algo así. Y querías apartarte de mí.
               Negó con la cabeza.
               -Tienes conciencia. Qué rico. Creo que eres el primer chico con el que me acuesto que tiene una pizca de conciencia.
               -A veces tengo incluso demasiada-repliqué. Alzó un poco las cejas.
               -¿Le estás dando vueltas ahora?
               Asentí.
               -Por Dios, T. Fue sólo un beso. Relájate. Es guapa. Es normal.
               -Aun así, me siento mal, ¿sabes? Me estaría aprovechando de ella.
               -Ella necesitaba cariño. A alguien que la entendiera y la quisiera. Y ahí estabas tú. Habría pasado con Scott. Incluso conmigo, si es que nos hubiéramos conocido hace un par de meses.
               Volví a encogerme de hombros, ella se apoyó un poco en mí y clavó la mirada en la ventana. Se veían las nubes correr por el cielo, encapotándolo y encerrando Londres sobre la cortina de lluvia que todos los turistas exageraban. Tampoco llovía tanto, y tampoco había tanta niebla como se creía. Muchos mitos de principios de siglo, ya antiguos antes incluso de que nacieran mis abuelos, se mantenían aún hoy. Cualquiera que creyera en el poder de Internet, creería que ya se habrían superado.
               La realidad era bien distinta.
               Las cosas que debían desaparecer terminaban manteniéndose, y las que debían mantenerse, se acababan marchando.
               Como esa necesidad mía de meter la pata hasta el fondo y no pensar antes de actuar, ir a lo loco. Mamá decía que lo había heredado de papá, pero la única impulsiva en casa parecía ser ella.
               Aunque seguro que ella no se habría aprovechado de un amigo en una mala situación, ni habría dejado que su cuerpo mandase sobre su mente y que el corazón intentaba convencerla de actuar siguiendo unas intenciones buenas cuando la realidad era que hacía las cosas porque le apetecían, y porque no se paraba a pensar en las consecuencias.
               Diana me tomó de la mandíbula y me obligó a mirarla.
               -Tommy.
               -¿Qué?
               Sonrió, apenada.
               -Perdona, es que no dejo de darle vueltas. ¿Qué decías?
               -Yo puedo hacer que pares-decidió ignorarme, espero que no fuera nada demasiado importante-. ¿Quieres que te haga parar?
               Asentí despacio. Sí, me vendrían bien sus poderes curativos. Su capacidad de hacerme bien. Ese poder de agujero negro que arrastra todo a su alrededor hasta que sólo te concentras en él.
               -Pero, Diana… no quiero hacer nada… eso… tan cerca de Layla, ¿vale?
               -No vamos a hacer nada-concedió ella-. No te preocupes; para eso estoy yo aquí. Yo nos detendré.
               Se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a besarme muy, muy despacio. Me recorrió el pecho con las manos, sintiendo los músculos con la yema de los dedos a través de la camiseta. Yo coloqué las manos en la cintura y disfruté de cómo se movía encima de mí, como si su lengua mandara sobre todo su cuerpo y quisiera reforzar sus movimientos. Sonrió en mi boca cuando notó que empezaba a ponerme duro. Bajé un poco las manos y gimió mi nombre.
               No conocía a Layla, como tampoco conocía a Megan. Sólo la conocía a ella. A ella y a sus piernas, a ella y a sus manos, a ella y su boca. Ella, y el cuerpo que poseía, ese cuerpo que adoraba al mío y al que yo adoraba de la misma forma.
               Sólo la conocía a ella y esa sensación  en el pecho, muy al fondo, cada vez que se acercaba a mí. Cuando me tocaba, y me besaba, y dejaba que la penetrara.
               Esto se nos está yendo de las manos a los dos.
               La tumbé sobre el sofá y seguí besándola. Me rodeó la cintura con las piernas y suspiró cuando bajé a sus clavículas. Se mordió el labio cuando empecé a mordisquearlas, exhaló y susurró:
               -Tommy… sube. Ven.
               La obedecí y volví a su boca. Nos separamos un momento. Tenía las mejillas sonrojadas.
               Era preciosa.
               La más hermosa que había visto en mi vida. Y aquellos ojos, aquellas selvas… quería irme de caza en ellas y terminar siendo yo el cazado, en lugar del cazador.
               Ya me habían cazado.
               Una voz en mi cabeza empezó a susurrar algo que al principio no comprendí a raíz de aquellos ojos.
               Pero a medida que nos fundíamos en el otro con la ropa puesta, que nos recorríamos como si tomásemos moldes para terminar haciendo una figura de cera, la más precisa jamás vista, mi cabeza se aclaró y la voz se hizo con un megáfono.
               Dile que la quieres.
               Dile que la quieres, tío, es la puta verdad, la quieres.
               Si no la quisieras, no te habrías frenado con Layla pensando en ella.
               Si no la quisieras, no le habrías dicho nada.
               Mis brazos amenazaron con fallarme, así que me apoyé en los codos, quitándole espacio vital sobre el que respirar. Nuestras caderas, y todo lo que iba más abajo, estaban pegadas.
               -Madre mía-murmuró, mirándome y moviendo la cintura muy, muy despacio. Sí, ya lo creo que madre mía-. Recuérdame que nunca más te haga promesas tan difíciles de cumplir.
               No sé cómo hicimos, pero nos dimos la vuelta. Terminó ella encima de mí y yo debajo de ella. Y siguió moviéndose.
               Si consigue que me corra con esto, le pido que se case conmigo, decidí.
               El simple hecho de que pienses eso ya debería darte pistas, recriminó la voz. Tenía razón.
               -Diana-dije. Ella siguió besándome-, Diana-susurré, aún más bajo, perdiendo toda mi valentía-. Didi…
               Se detuvo y me miró a los ojos. Se relamió los labios y me besó. Se apartó un mechón de pelo de la cara.
               -¿Qué?
               Scott, que acababa de cerrar la puerta sin que nosotros lo oyésemos, carraspeó.
               -Ejem.
               Me incorporé a toda velocidad; ella se apartó aún más rápido de mí.
               -Joder, Scott-me quejé. Él me dedicó su sonrisa de Seductor™, que, en ocasiones, podía ser su mejor sonrisa sarcástica.
               -Siempre cortando el rollo, ¿eh? Vaya novedad.
               Diana buscaba recuperar su aliento.
               -¿Vamos a la habitación?-invitó-. Podemos hacerlo en silencio.
               Me eché a reír.
               -Guárdamela para luego, ¿vale?
               -Lo pensaré-respondió, poniendo mala cara e incorporándose. No hay quien entienda a las mujeres. Anunció que tenía que ducharse y se metió en el baño sin yo indicarle dónde estaban las toallas… o decirle que no había suficientes para todos.
                Entré en la cocina; las chicas nos dejaron solos, y me senté a la mesa.
               Scott revolvió hasta encontrar un par de fuentes en las que ir preparando la tortilla. Recogió la bolsa que acababa de comprar con nuestras hermanas, que se peleaban en el salón en absoluto silencio (bueno, casi: el tirarse al suelo y reírse como podían sin hacer ruido en realidad no era tan silencioso), me acercó un cuchillo y se sentó en la silla que miraba a la pared, a mi lado. Empezamos a pelarlas en silencio. De vez en cuando, mirábamos a las chicas, que se habían puesto a jugar al parchís con un dado virtual que sacudían sin arriesgarse a despertar a Layla.
               Layla…
               Debía de continuar durmiendo, tapada casi hasta las cejas en una cama que se le quedaba grande ahora que no tenía que compartirla. Puede que estuviera teniendo una pesadilla porque yo no estaba ahí para darle calor, recordarle que no estaba sola y que todo lo malo que le había sucedido en el pasado se había quedado ahí, atrás. En el pasado.
               -T, no entiendo mucho de tortillas, pero creo que, si sigues así, ésa no nos va a servir para cocinar-dijo Scott, mirando mis manos y mi cara alternativamente. Yo había terminado de pelar la primera patata hacía tiempo pero, lejos de cambiar a otra y seguir con mis tareas, continuaba pasando el cuchillo por su superficie, arrancándole láminas semitransparentes que de poco nos servirían.
               -Sí-murmuré, colocándola con las tres que ya había pelado él (¡tres! ¿Qué me pasa?) y cogiendo otra.
               -¿Estás bien, T?
               -Si te cuento una cosa, prométeme que no te vas a enfadar.
               -Madre mía, ¿no te habrás vuelto de los Celtics? Mira que se me va a hacer muy difícil continuar con nuestra relación de confianza y amistad si has hecho algo semejante.
               -No.
               -Bueno, entonces, creo que podré perdonártelo.
               Dejé el cuchillo encima del plato, clavado en la patata. Él hizo lo mismo, porque íbamos a tener una conversación seria.
               -He besado a Layla.
               -¿Que has hecho qué?
               -Soy un hijo de puta, ¿a que sí?-inquirí, porque ya no estaba tan convencido de que no me hubiera aprovechado de su situación, de que realmente hubiera seguido un impulso que a ella también le gustó. ¿Y si me devolvió el beso sólo para que no me sintiera mal? ¿Y si lo hizo para no sentirme rechazado y que me quisiera ir antes? ¿Y si había pensado en hacer cosas más gordas conmigo, las mismas cosas que me habían apetecido a mí viéndola desnudarse y mantenerse en pie como podía, personificando la fragilidad y la dulzura?
               Confesando mis pecados en voz alta, sonaban a capitales, más que a nimiedades que expiar con un par de oraciones. No, aquello era más fuerte y necesitaría medidas del mismo calibre. Un peregrinaje, quizás.
               -Era de noche, tío. Era de noche, y estábamos cansados, y habíamos bebido un poco, y Layla es preciosa…-dejó morir la frase, dándose cuenta de que, de repente, los dos estábamos en la misma situación. Había repetido esas mismas excusas mientras se metía entre las piernas de mi hermana, pero por lo menos había dado un paso más allá y no había permitido que sus remordimientos le susurraran en el oído.
               Me imagino que nuestras situaciones no eran tan parecidas, aunque no podían calificarse de “diferentes”.
               Lo más que podría decirse de él, aunque yo no lo supiera, era que estaba entre la espada y la pared. Yo lo tenía más complicado todavía. Para empezar, estaba Megan. Joder, siempre iba estar Megan.
               Y luego, Diana.
               También Diana iba a estar siempre.
               Y acababa de llegar Layla.
               -Estoy atrapado entre tres, joder. ¿Te lo puedes creer? ¡Tres!
               -Sólo te tiene una, Tommy.
               Nos quedamos en silencio. Scott miró a las chicas. En realidad, estaba mirando a Eleanor. Preguntándose si él era yo y ella era Layla, o si yo era él y Layla era Eleanor. El quid de la cuestión estaba ahí, en decidir quién era el reflejo y quién la persona.
               -Scott.
               -¿Mm?
               -También me apeteció acostarme con ella.
               Sus ojos volvieron a los míos.
               -Ah, no.  Eso, ni de coña. No me jodas, Tommy. ¿Podrías dejar de decepcionarme, aunque fuera sólo un segundo? ¿Qué pasa? ¿Que hablo para las paredes?-me agarró la mandíbula-. Léeme los putos labios: ni tú ni yo vamos a acostarnos con Layla, ¿está claro? Bésala lo que te dé la gana, pero como me entere de que no te terminas controlando, te juro que te reviento. Ella no está bien. Tenemos que cuidarla. Y no vamos a conseguirlo haciéndole exactamente lo mismo que la ha puesto en esta situación, ¿está claro?
               Siguió soltándome un sermón que bien podría haber durado dos siglos. Lamentablemente, no tenía un reloj cerca para poder cronometrarlo. Me habló de la cantidad de gilipolleces que había hecho a lo largo de mi vida y que él también había hecho, las que nos habíamos evitado el uno al otro, pero esto no tenía nada que envidiar a las demás. Si acaso, a una. La que nos hacía sentirnos invencibles. Pero no íbamos a sacarla a relucir, después de acercarnos tantísimo a coquetear con ella la noche anterior, en esa misma cocina.
               Con uno de los dos que meta la pata, por no decir otras cosas, ya bastaba. Él cumplía el cupo de ambos.
               -Por favor, dime que al menos no se echó a llorar después de que la besaras.
               -Me besó a mí. Después. Cuando nos metimos en la cama.
               Se quedó pensando su respuesta un momento.
               -Eso es que lo hiciste bien-comentó y, ¿era orgullo lo que se escuchaba en su voz? ¿Cómo podíamos ser los dos tan bipolares?
               -Pero empecé yo. O sea, estaba desnuda. Bueno, casi. Fue sin querer.
               -Repite eso, ¿¡desnuda!?-bramó, y yo le tapé la boca, no fuera a ser que se pusiera a gritarme y las chicas vinieran a ver qué pasaba, o peor aún, que despertase a Layla, ella se pusiera a escuchar y se sintiera como una verdadera mierda ante el escándalo que había en los ojos de Scott. Por suerte, no podría verlo, pero aun así-. ¿¡Quién coño te crees eres!? ¿¡Yo!?
               -¿No viste cómo se puso cuando le miramos los moratones?-espeté, porque si íbamos a gritarnos, por lo menos lo haríamos los dos. Y yo me defendería. Y a ella también, si hacía falta-. Les tiene miedo. Los odia.
               -¿Tú no lo harías, si te recordaran a lo que ella le recuerdan?
               -Quería que viera que no tiene que detestarlos; van a terminar desapareciendo. Ni temiéndolos. Son los últimos que nadie le va a hacer.
               Scott suspiró, se reclinó en la silla y preguntó:
               -Y eso, lo conseguiste…
               -Se los besé.
               Intentó no sonreír.
               -¿Todos?
               -Sí. Bueno… tiene en los muslos. Esos, no. Por razones obvias.
               No consiguió asesinar su sonrisa antes de que naciera.
               -Menudas ideas tienes, macho. A mí no se me ocurrirían ni aunque estuviera dándole vueltas dos milenios.
               -Creo que funcionó.
               -Nos ha jodido que si funcionó, T. Dormiste con ella después de eso. Te besó. Eres un puto genio-me tocó el hombro y me dio una palmada en la mejilla-. Pero la próxima vez, haznos un favor a todos y háblalo conmigo antes.
               -No me habrías dejado hacerlo.
               -Ya. Bueno, hay cosas que yo hice que tú no me permitirías si te las hubiera contado antes, y luego terminaron resultando bien, ¿verdad? Como sacarte de la cama ayer.
               -Lo hizo Eleanor.
               -Bajo mis órdenes.
               Seguimos con lo nuestro. Cuando empezamos a dividir las patatas en trozos más pequeños, quiso saber:
               -¿Se lo has dicho a Diana?
               -Antes que a ti.
               -Eso me ha dolido.
               -No quería esperar.
               -Chico listo. Y, ¿cómo se lo tomó?
               -Mejor que tú. Bastante mejor.
               -Al final, va a ser más comprensiva de lo que yo pensaba.
               -Si le dieras una oportunidad…
               -Ya se la di. Resultó ser una gilipollas. Conmigo, por lo menos. Otra cosa es que contigo sea diferente por el bien de lo que os traéis.
               -¿Qué nos traemos?-me burlé.
               -Mira, T. No me hagas decirlo. Potaré si me obligas a decirlo. Pero los dos sabemos que te la estás tirando muy de seguido como para que puedas seguir mucho tiempo convencido de que no estáis saliendo.
               -Sólo es sexo, S. Relájate.
               -Sigue repitiéndote eso hasta que no te apetezca contarle que has besado a otra-sonrió, reclinándose en la silla, alzando las cejas y terminando con su patata. Le clavaría el cuchillo en un ojo. Pero no podía, porque era mi mejor amigo. Y tenía razón, más o menos. Yo no se la iba a dar. Estaba harto de darle la satisfacción de decirle que estaba en lo cierto. Se le subía demasiado a la cabeza y no había quien lo soportara.
               Diana decidió bendecirnos con su presencia cuando yo removía los trozos de patata en una inmensa sartén, mientras Scott se encargaba de batir los huevos. Se sentó encima de la mesa, con las piernas colgando, se estrujó el pelo y ofreció:
               -¿Queréis que os ayude en algo?
               -¿Pirándote y dejándonos tranquilos?-sugirió Scott, volviéndose. Puse los ojos en blanco.
               -S.
               -Me lo pone a…-anunció, cogiendo la huevera y enseñándomela. Me lo quedé mirando-. Antes te hacía gracia.
               -Dejé de tener 8 años hace 9.
               -¿Será suficiente con eso?-preguntó ella, ignorando deliberadamente a mi amigo.
               -También he comprado queso. Y embutidos. Tranqui, T. Los escogió tu hermana.
               -Guay.
               Scott tendría buen ojo con las mujeres, pero con la comida estaba más bien ciego. No se fijaba en las líneas blanquecinas del jamón y le daba absolutamente igual el color del queso en los expositores de cualquier tienda. Su máxima era “si no está podre, me lo llevo”.
               Y si estaba podre pero no le parecía para mucho, también se lo llevaba.
               -¿Queréis que vaya cortando el queso?
               -Queda un montón aún, chiquilla.
               -Así lo hago con más calma.
               -Didi, en serio, no hace  falta que…
               -Déjala, T. Si así se entretiene…
               Ella se incorporó de un brinco, abrió la nevera, sacó un cuarto de queso, lo desenvolvió y lo colocó en la mesa. Fue muy decidida a buscar un cuchillo, y lo clavó en el centro y empezó a bajarlo.
               -Ponle una tabla, mujer, ¿no ves que la mesa es de cristal?
               Obedeció sin rechistar. Scott puso los ojos en blanco, vació el plato con los dos huevos batidos y abrió otros dos, uno con cada mano, a la vez.
               -Creído de mierda-le dije yo, que jamás había conseguido alcanzar esos niveles de chef parisino en la calle de los restaurantes más pijos de la capital francesa, por mucho que lo hubiera intentado. Eso sí, yo cocinaba mejor que él. Mamá y papá me habían enseñado bien.
               Diana colocó los trozos que iba cortando encima de una servilleta y, cuando terminó de pulverizar el queso, los fue devolviendo a la tabla y mutilándolos, apretando el cuchillo contra ellos. Scott se la quedó mirando. Le pasé la cuchara de madera para que hiciera algo de provecho con su vida.
               -¿Qué haces, Diana?
               -Pelar el queso.
               -Pélalo en condiciones, mujer. Vas a dejarte la mitad ahí.
               -Déjala que lo pele como quiera, Tommy, chico, de verdad. Cómo eres.
               -Que no se te peguen las patatas-ladré.
               -Sí, chef.
               -Mira-dije, cogiéndole el cuchillo a Diana, tomando una de las muchas láminas de queso que había dividido, y cortándolo como lo haría una persona normal. Diana lo observó con fascinación-. ¿Ves? Así te queda mucho más para comer. Prueba tú.
               -Pero me voy a cortar.
               Scott se volvió.
               -¿Qué acabas de decir?
               -Déjala que diga lo que quiera, Scott, chico. De verdad. Cómo eres-me burlé, él puso los ojos en blanco, me mandó a la mierda por lo bajo y siguió revolviendo-. En cuanto a ti-comenté, volviendo la atención en la americana-, dime que sabes pelar el queso.
               -Lo estaba haciendo.
               -Diana. Pelarlo. No cortarlo y separar la corteza.
               Se encogió de hombros.
               -¿Sabes pelar una manzana?
               -Me las como con piel. Es buena para el pelo.
               Scott se empezó a descojonar.
               -¿Te quieres callar?
               Diana lo miraba con odio; le habría hundido la cara en la sartén llena de aceite hirviendo si no hubiera tenido testigos que la incriminaran. Él se pasó una cremallera imaginaria por la boca y la lanzó lejos.
               -Diana. Dime que sabes pelar una manzana.
               -Con un pelador.
               Scott volvió a echarse a reír.
               -¡SCOTT!
               -¡Me las está poniendo en bandeja, qué quieres que le haga yo!
               -¿No has pelado nunca una manzana? ¿En tu vida?
               -¿Qué parte de “la piel es buena para el pelo” es la que no has entendido, Thomas?
               -Eh, eh. Eh-se metió Scott-. El “Thomas” enfático lo tengo reservado yo.
               -Enséñame un documento que lo certifique.
               -Registré la patente hace años. La tengo en casa.
                -Como se te quemen las patatas, te obligo a comértelas.
               Scott se volvió sugiriéndome qué podía comerle yo.
               -¿Y más frutas? ¿Qué más frutas te gustan?
               Diana sonrió con malicia.
               -El melón.
               Scott se rió por lo bajo.
               -MIRA, TÍO, TE JURO POR DIOS QUE…
               -Es que la vacilada que te acaba de meter ha sido legendaria. Enhorabuena, Diana-alabó-, acabas de ascender a la liga de campeones-hizo una reverencia. Diana sonrió, complacida.
               -No he pelado nunca con un cuchillo, ¿y qué? Tampoco es tan grave, teniendo en cuenta que la mayoría de fruta me gusta con piel, y la que no me gusta, es la que tienes que partir para comerte lo de dentro. ¿O tú pelas las piñas?
               Aguanté las carcajadas de los dos porque unos cambios en mi carta astral me lo permitieron. Si no, ni en broma les consentiría tanto cachondeo a mi costa.
               -¿Y no te da vergüenza? En mi casa, todo el mundo sabe pelar cosas con cuchillo. Hasta Astrid. Que tiene 8 años.
               -¿Ya le han enseñado?
               -Se lo enseñé yo porque estaba harto de que me diera el coñazo-expliqué, porque mi hermana pequeña era una pesadilla cuando se le metía algo entre ceja y ceja. Podía estar haciendo deberes, jugando a la consola o incluso duchándome, que vendría igual a insistir en algo que quería. “Tommy, Tommy, enséñame a pelar esto”. “Tommy, Tommy, enséñame a arreglar lo otro”.
               “Tommy, Tommy, reza lo que sepas que te voy a amargar la vida hasta que me des lo que yo quiero”.
               Así que terminé cogiéndola de la mano y arrastrándola fuera de la habitación cuando decidió entrar a interrumpir el capítulo recién estrenado de mi serie favorita, le arrastré hasta la cocina, la senté en los taburetes, cogí un par de manzanas y un cuchillo, el más afilado de todos. Me escuchó con fascinación cuando le expliqué qué tenía que hacer, contempló con muchísimo interés cómo pelaba yo la mía, y gritó de alegría cuando consiguió arrancar la piel roja de su manzana sin llevarse mucho por delante.
               Si se hubiera cortado un dedo, mamá me rompería la cara. Ese día había sido muy afortunado.
               -Duna sigue con ello, erre que erre-metió baza Scott-. Me va a volver loco. Sabrae le ha dicho que se lo enseñará cuando terminen las vacaciones. Y desde entonces se dedica a poner cruces en todos los calendarios de la casa, esperando con ansia que llegue ese día-se encogió de hombros-. Creo que esto ya está, T.
               Las chicas asomaron la cabeza por la puerta, olisqueando el aire, mientras nosotros pasábamos los trozos de patata frita a la fuente y empezábamos a mezclarlos con el huevo, compenetrándonos el uno con el otro como sólo podíamos hacer nosotros.
               -¿Le habéis echado cebolla?-preguntó Eleanor. Scott se me adelantó.
               -No lo sé, Eleanor, ¿el agua moja?
               Mi hermana frunció el ceño ligerísimamente.
               -No se te ocurra echarle cebolla.
               -¿No os gusta con cebolla? Qué desperdicio-espetó Diana.
               -Desperdicio tú, que no sabes pelar manzanas-ataqué yo, que tampoco me comía las tortillas con cebolla por respeto a mi abuela.
               En realidad, ella había enseñado a mi madre a hacerlas (era el único plato que mamá se había traído aprendido ya de España, el resto habían sido cosechados en Inglaterra), y, como odiaba la cebolla cocinada, las tortillas no llevaban cebolla. Y punto.
               Un día se lo contamos a Scott, él nos pidió que le hiciéramos una con cebolla, y terminó traicionándonos a todos los Jedis y pasándose al lado oscuro.
               -¿Quién aquí es millonaria por derecho propio?-soltó Diana, y Scott asintió con la cabeza.
               -Escucha, escucha a la americana.
               -Si le echáis cebolla, la tiro por la ventana y se la comen las palomas-amenacé.
               -Si la tiras por la ventana, vas tú detrás-anunció Sabrae, y empezamos a chillarnos entre todos hasta que Layla hizo acto de presencia.
               -Pero, ¿qué os pasa?
               -¡Layla!-gritamos todos, y ella dio un brinco de la impresión. Se frotó la cara.
               -¿Qué?
               -La tortilla, ¿con cebolla y sin cebolla?
               -¿Qué pregunta es esa? Con cebolla, está claro.
               -¡TOMA!-ladró Scott, haciéndome un corte de manga-. TOMA, JÓDETE, CÓMETELA ENTERA, CHAVAL. CON CEBOLLA.
               Sabrae y Diana se levantaron y estrecharon entre sus brazos a Layla, haciendo una especie de donut gigante del que Eleanor no quiso formar parte. Mi hermana se cruzó de brazos y se apoyó en la pared.
               -Qué desperdicio de sangre, debería darte vergüenza, echarle cebolla a la tortilla, si es que eso no tiene perdón… Tommy, tú azorrona, y no se la eches-me dijo en español. Layla se echó a reír.
               -Son cuatro contra dos, El. No va a colar.
               -Había que intentarlo-dijo ella, encogiéndose de hombros.
               Sabrae, que no se fiaba ni de su sombra en lo que a comida se refería, fue la encargada de picar la cebolla, freírla y echarla en la mezcla con gesto de satisfacción. Me miró y sonrió mientras echaba los restos fritos en la mezcla.
               -Te vas a acordar de este día-le comuniqué. Ella sonrió.
               -Haré que graben una cebolla en tu lápida, Tommy.
               Scott sonrió, terminamos de mezclarlo todo y volvimos a echarlo en la sartén. Los dos nos miramos cuando llegó el momento de darle la vuelta. Cogí un plato, lo coloqué a modo de tapa y me preparé para la misión más complicada de mi vida.
               Las chicas contuvieron la respiración.
               -¿Listo, T?
               -Listo, S.
               Scott tomó aire, alejó la sartén del fuego y empezó a darle la vuelta. Un poco de tortilla a medio hacer se deslizó por el hueco entre el plato y la sartén.
               -¡Aprieta, por tu vida, aprieta!
               Hice lo que me decía, terminamos de darle la vuelta y las más pequeñas suspiraron tranquilas. Sólo Layla nos miró con preocupación. Ahora venía la difícil tarea de volver a echarla en la sartén sin romperla.
               Scott inclinó la sartén un poco, preparándose para recibir la tortilla.
               -A ver si te quemas-le dije.
               -A ver si te quemas tú-protestó él, ayudándome a coger el plato y sacudiéndolo para que su preciada carga regresara a la sartén.
               Suspiramos aliviados cuando lo conseguimos, y me tocó a mí terminar de hacerla. Redondeé sus bordes mientras ellos iban poniendo la mesa y recogiendo sillas de donde buenamente podían, hasta que me tocó pasarla a un plato. Reutilicé el anterior y le di la vuelta a la sartén. Demasiado rápido. Se desmoronó como mis esperanzas de vida en el momento en que desobedecí a mi madre y salí de casa a pesar de que ella me lo hubiera prohibido expresamente ante mis ojos.
               Todos chillaron, yo también.
               Layla recogió los trozos que quedaban, me miró con tristeza y musitó:
               -El revuelto también está rico.
               Yo le sonreí. Ella también sonrío. La tristeza desapareció de sus ojos. Lo que cuenta es la esencia de la tortilla, no la tortilla en sí. Supongo.
               Comimos apretujados y con la tele apagada, pero llenamos la habitación con nuestras risas. La que más se reía era Layla, porque era a la que más nos esforzábamos en animar. No parecía necesitar mucho, pero aun así nosotros queríamos esmerarnos en que estuviera bien.
               Terminamos de comer, y ella y Diana se marcharon a dar una vuelta. Layla conocía poco de esa zona de la ciudad, pero lo suficiente como para hacer que la americana se fuera familiarizando con los sitios. Los demás nos queramos tirados en el sofá, esperando a que llegara la amiga de Layla y que se acercara la hora de enfrentarnos a nuestro fatídico destino.
               Eleanor se había comprado una pera y comenzó a devorarla bajo la atenta mirada de Scott, que se mordía el labio cada vez que ella se pasaba la servilleta por la boca para evitar mancharse la ropa.
               Le di un codazo y él dio un brinco.
               -Se te cae la baba.
               -Gilipollas-replicó. Le costó un montón no ponerse rojo, pero lo consiguió. Por si acaso sus fuerzas flaqueaban, no volvió a mirarla en lo que tardó en terminarse la fruta… ni cuando se levantó a tirar el corazón de ésta… ni cuando volvió a su sitio.
               Ella lo miró a él un par de veces, y él también la miró a ella. Y se sonrieron. Pero nada más. Nada fuera de lo corriente. Tendrían cuidado cuando tocara, y ahora tocaba tenerlo.
               Para cuando volvieron Layla y Diana, habían terminado de congeniar. Se reían de bromas que los demás no entendíamos y se apoyaban la una en la otra, como si las dos necesitaran ser pilar y a la vez techo.
               -¿Cuándo os vais?-quiso saber Layla, y yo alcé las manos.
               -¡Bueno! ¿Tanta prisa tienes por empezar tu fiesta sin hombres?-espeté, y se echó a reír, negando con la cabeza.
               -No, pero Diana me ha hablado de vuestro partido de baloncesto, y tenéis que llamar a Chad para enseñarle lo que puede hacer Diana, y de verdad que me apetece muchísimo ver su reacción.
               -No creo que sea tan épica como la de Scott-respondió la americana, apartándose el pelo del hombro y haciéndole ojitos a amigo, que no se mostró para nada molesto.
               -¿Quién nos iba a decir a nosotros que además de guapa ibas a tener talento?
               -Cuidado, Scott, me acabas de soltar un cumplido, ¿quieres que te tomemos el pulso, por si estás enfermo?
               -Es que es la verdad-él alzó los hombros-. No serías modelo si no fueras guapa.
               -¡Vete a la mierda!-replicó ella, riéndose y tirándole un cojín.
               -Llama a Chad-ordenó Scott, mirándome. Saqué el teléfono, lo desbloqueé y abrí Telegram.
               -Con un audio bast…
               -QUIERO VER SU PUTA REACCIÓN, LLAMA A CHAD.
               Eleanor sacó el teléfono, marcó de memoria el número de Chad y lo puso en manos libres. El irlandés respondió a los tres toques.
               -¿El? ¿Estás bien?
               Mi hermana y Chad se llevaban genial, pero no eran de llamarse por teléfono. No había día que no se mandasen un par de mensajes contándose sus vidas (vidas que guardaban celosamente de los demás, con lo que Niall no se enteraría jamás de lo que Eleanor le contaba a Chad, ni yo me enteraría nunca de lo que Chad le contaba a ella), pero las llamadas se reservaban para situaciones de emergencia que no podían pasar por el lentísimo proceso de teclear el mensaje, enviarlo, que éste viajara por todo el mundo hasta rebotar en algún satélite y que el satélite lo escupiera de nuevo para mandarlo al teléfono, que tendría que estar encendido, y debería vibrar o emitir algún sonido para que el otro se enterara de su recepción, y luego habría que leerlo, y contestarlo…
               Esta era una situación de emergencia.
               -No te preocupes, C, estoy bien-ah, sí, también lo llamaba C-. ¿Estás sentado?
               -¿Sí?-preguntó el irlandés-, ¿por qué?
               -Escucha esto-y Sabrae puso muy bajo de nuevo Walking in the wind. Me imaginé la cara de Chad, su mueca de incomprensión, sus pensamientos confusos de “¿me llama para ponerme una canción que ya se escuchaba antes de que naciéramos?” como si lo tuviera delante. Scott le pidió permiso para ocuparse de la parte de Niall, Chad balbuceó algo a modo de asentimiento.
               Se calló en mitad de la frase cuando Diana empezó a cantar. Y soltó una exclamación cuando llegamos al puente de Harry y ella subió aún más la nota del día anterior.
               Nos quedamos los cuatro callados, esperando su reacción. Eleanor tocó la pantalla del móvil; la llamada no se había cortado. Chad estaba sin palabras.
               -¿Chad? ¿Sigues ahí?
               -¿Quién estaba haciendo la parte de Harry?
               Sonreí y miré a Diana, que bajó la vista, un poco sobrepasada por la atención de esta naturaleza tan desconocida para ella. Que te miren porque eres bonita no es lo mismo a que lo hagan porque llevas algo aún más bonito dentro. Por muy elaborada que sea una vitrina, al final, los ojos admiran su interior.
               -Su hija, Chad-anuncié yo-. Su hija.
               Chad se quedó callado una vez más.
               -Voy a Skype. ¿Tenéis un ordenador a mano? Quiero verlo en directo.
               Layla sacó el portátil que había ido a rescatar la noche anterior y se conectó rápidamente. Le mandó una petición de vídeo a Chad, que la aceptó al segundo.
               -¿Estáis todos juntos? Me siento desplazado. ¿Es porque soy irlandés?-quiso saber, haciendo pucheros.
               -Han pasado un montón de cosas, tengo que contarte-comentó Layla; el irlandés asintió. Se giró y llamó a su padre.
               -Espero que no te importe cantar delante de él, Diana.
               -Somos familia-respondió la americana, haciéndose una cola de caballo. Niall se asomó en la minúscula ventana y tomó el sitio que le ofrecía su hijo. Sabrae buscó otra canción de la banda, fue sugiriendo títulos mientras nosotros los desechábamos.
               -No, en esa canta muy poco.
               -No, esa es muy larga.
               -No, esa no me gusta.
               -¿Qué buscáis? Pregunto-interrumpió Niall.
               -Una canción en la que Harry tenga protagonismo y se luzca-explicó Scott. El Niall de la pantalla alzó las cejas.
               -Probad con Up all night.
               -Ahí no hay nada chulo a lo que aferrarse-respondió ella. Niall puso los ojos en blanco.
               -Digo el disco, chiquillos. El disco no es de One Direction, es de él y un poco de Zayn.
               -¡Papá!-protestó Chad.
               -¿Estoy diciendo alguna mentira?
               Todos nos echamos a reír, incluida Diana.
               -¿Strong?-preguntó Sabrae.
               -Es del tercero-dijo Niall.
               -¿Te acuerdas?
               -Pista 7. 3 minutos y… ¿4 segundos, puede ser?
               Miramos a la pantalla con ojos como platos cuando Sabrae dijo que sí. A todo. Niall se levantó, se bajó la cremallera de la chaqueta y nos enseñó una camiseta con el logo de la banda y una millonada de círculos, uno por cada concierto en el que habían tocado en la gira de On the road again.
               Chad suspiró.
               -¿Os creíais que era coña lo que puse en Twitter de que incluso después de que nos separásemos yo iría por ahí con ropa de la banda? Porque iba completamente en serio.
               -Menos cuando juegas a golf-intervino Chad.
               -Porque hay que estar a cada cosa a su tiempo, hijo mío.
               -¿Podemos enseñarte lo que te queríamos enseñar, o no, Niall?-los cortó Scott. Niall abrió las manos y nos invitó a empezar lo que fuera que quisiésemos empezar.
               Abrió mucho los ojos cuando Diana empezó a cantar en Strong, apartándose los mechones que no se había recogido en la coleta detrás de la oreja, y más tarde juntando las manos y cerrando los ojos, levantando un poco la cabeza, cuando llegaba el estribillo y Harry subía la voz.
               Scott no hizo la parte de su padre. Diana lo miró.
               -Hazlo tú.
               Podía odiarla, podía detestarla y pensar que era de lo peor que se había cruzado en mi camino, pero no le permitiría decirme que no le encantaba escucharla tanto como a mí. Puede que incluso más. Yo no me arriesgaría a empujarla de esa forma sin saber dónde estaban sus límites, pero él no tenía inconveniente en explorarlos y obligarla a ir más allá de ellos y mejorar su voz.
               Sabrae hizo retroceder la canción y Diana se ocupó de las notas altas de Zayn, mientras Niall se reclinaba en su asiento, cerraba los ojos y musitaba las frases que le habían tocado cuando decidieron la versión final. Pero sonreía.
               -Es genial, Diana. Genial.
               -¿Genial? Es jodidamente bestial, Niall-corrigió Scott. Niall asintió con la cabeza.
               -Sí, bueno. Es hija de Harry, ¿no? No sé por qué os sorprendéis tanto. Soléis mejorarnos. Chad es la excepción.
               -Qué gracioso eres, papá.
               -Deberíamos meteros en alguna canción del siguiente disco-musitó Niall, levantándose de la silla y dejándole sitio a Chad-, tal vez… los borradores que tengo…
               Salió de la habitación de su hijo en busca de sabía Dios qué papeles. Chad suspiró.
               -Ahora va a estar con la puñetera banda toda la semana. Si queréis, puedo coger un avión el viernes y visitaros… ver si vamos a hacer algo.
               -Espera, ¿qué?-replicó Diana-. Yo ya tengo un trabajo. Soy modelo, ¿recordáis?
               -Y yo estoy en la universidad.
               -Y nosotros estamos en último curso-dije yo-. No sé, si van a meternos en serio en algún disco…
               -Yo no sé si quiero que me metan en ningún disco-replicó Scott.
               -Scott, tío, no empieces.
               -Bueno, pues sólo por estar todos juntos, ver cómo sonamos-Chad se encogió de hombros-. Me dais un poco de envidia, todos de campamento y yo aquí, muerto del asco.
               -En realidad… es un “campamento” un poco extraño. No es divertido-musitó Layla, frotándose las manos, toqueteándose un anillo en el que yo no había reparado hasta entonces-. Si quieres venir, estás en tu derecho, Chad. Evidentemente. Y me encantaría quedar, pero… no quiero que vengas esperando que salgamos de fiesta o algo por el estilo.
               -¿Estás bien, Lay?
               Ella negó con la cabeza.
               -Bueno, ahora . Acabo de romper con mi novio…
               -Vaya, pues lo siento.
               -No lo hagas. Era un hijo de puta. Bueno, aún lo es. No creo que haya cambiado mucho en toda la noche.
               -¿Esta noche?
               -Me he ido de casa. Vivía con él. Pero me… trataba mal.
               Chad miró hacia la puerta de su habitación. Se incorporó y la cerró, notando lo mucho que le costaba a Layla hablar de eso. Se sentó y se inclinó hacia delante.
               -¿Cómo de mal?
               -Mal… mal.
               Se mordió el labio.
               -Me estás asustando.
               -Con razón-Layla se apartó un mechón de pelo de la cara-. Me… pegaba.
               Chad se quedó tieso.
               -Y cosas peores.
               Chad no era como Scott y yo. Cuando nosotros nos cabrearíamos y amenazaríamos con una guerra, lanzando bombas nucleares si hiciera falta y masacrando a todo al que se pusiera por delante, él encontraba refugios. Sitios en los que tranquilizarse y estar a salvo. Se alejaba del peligro en lugar de enfrentarse a él y arriesgarse a que te destruyera.
               Era exactamente lo que Layla necesitaba ahora.
               Y Chad supo verlo.
               -¿Quieres venir a casa?
               Layla se limpió un par de lágrimas con el dorso de la mano.
               -No creo que pueda, tengo que estudiar y…
               -Puedes estudiar aquí. Te vendrá bien. Venga, Lay. Podemos decirle a mi padre que nos lleve a alguna playa pequeñita, pasar allí el día, tú con tus libros y yo con mi guitarra. Irlanda hace bien.
               -Tendrá cosas que hacer.
               -Nadie está demasiado ocupado para pasar tiempo contigo-Chad negó con la cabeza, encogiéndose de hombros-. Además, yo me siento también bastante solo. Y más viéndoos a todos ahí.
               Layla sonrió.
               -¿Lo dices de verdad?
               -Vente, mujer. Mi padre es gilipollas y se compró una mansión para llenarla con dos personas. Será por habitaciones. Además, son las fiestas en Mullingar el jueves. Podemos ir hasta allí y pasar la noche en el lago. Ver las estrellas-sonrió-. Si no llueve, claro.
               Layla nos miró, como pidiéndonos permiso.
               -Vete, mujer-la invitó Diana-. Iremos contigo al aeropuerto si no te apetece viajar sola.
               -Suena bien el plan, ¿no, T?-intervino Scott. Yo asentí con la cabeza.
               -Te vendrá bien cambiar de aires, princesa.
               Layla asintió con la cabeza, mirándome a los ojos.
               -Pero, Chad, no soy la alegría de la huerta, precisamente-se excusó ella, después de aceptar. El irlandés se encogió de hombros.
               -No pasa nada, Lay. Vienes de relax, no a hacer comedia, ¿o sí?
               Layla se limpió otra lágrima. Sabrae la estrechó entre sus brazos y la besó.
               -Supongo. ¿Cuándo me abres las puertas de tu casa?
               -Mañana. Entre las 12 y la 1. Si no llegas a esa hora, duermes en el cobertizo.
               Layla se echó a reír, dijo que buscaría los billetes y que lo llamaría en cuanto los tuviese. Chad sonrió, asintió con la cabeza y se despidió de nosotros diciendo que iba a adelantar trabajos de clase. A él le daban bastante más caña que a Eleanor, a pesar de tener la misma edad.
               Cuando se desconectó, Layla no podía parar de llorar. Hicimos un donut gigante alrededor de ella, las chicas le besaron las mejillas y la frente.
               -¿Ves como todo se arregla, princesa?-le dije yo cuando las cosas se calmaron. Le acaricié la cabeza y le di un beso en la mejilla. Ella asintió.
               -No sé qué he hecho para mereceros, de verdad.
               -Ser tú-respondió Scott.
               A veces, las frases cortas son las más eficaces… y las más bonitas.
              

Volví a casa después del partido, yo solo. Diana y Eleanor habían vuelto en cuanto pusimos un pie en la calle, ya dejando a Layla detrás, acompañada por Keira, a la que Scott le hubiera gustado mantener vigilada más de cerca, pero sabía lo que se nos venía encima.
               Yo también.
               Por eso insistí en que las chicas regresaran a casa, no les fuera a caer una bronca a ellas también. Por muchas ganas que tuviera de ver si mamá sería capaz de reñir a la americana, no me apetecía tenerlas al lado mientras me gritase. Porque oh, sí, ya lo creo que me iba a gritar.
               Le encantaba gritar.
               Es por ello que me sorprendió tanto encontrármela de pie en el salón, de brazos cruzados, con una chaqueta de punto de color marrón que le resaltaba los ojos y el pelo. Fruncía el ceño.
               No estaba en la cocina, su escenario favorito para ponerse a dar voces.
               Eso me puso tenso.
               -Hola-saludé, como si no hubiera hecho nada malo. Creo que fue el haber anotado 5 triples casi seguidos lo que me hizo pensar que, tal vez, hubiera esperanzas de que no me encerrara en casa hasta que cumpliera los 30 años.
               No contestó.
               La suerte me había dado la espalda.
               -Dado que detestas tanto esta casa-empezó, descruzando los brazos, poniéndolos en jarras, y sacudiéndose el pelo para que los mechones castaños no le impidieran ver mi desilusión-, y como soy una jodida psicópata, pero vosotros no lo sabéis-sonrió un poco, y me entraron ganas de estremecerme-, he decidido que te vas a quedar aquí metido una semana.
               Quizás la suerte no se hubiera olvidado del todo de mí. Me esperaba 15 días de castigo. Scott ya los tenía garantizados.
               -Sólo saldrás para ir al instituto, y luego, derechito de vuelta.
               Asentí despacio.
               -¿Y el baloncesto?-pregunté.
               -NI BALONCESTO NI HOSTIAS-ladró en español. Tuve que controlarme para no hacerle un saludo a lo militar, “sí, mi general”-. COMO SI ENGORDAS 100 KILOS ESTANDO AQUÍ METIDO.
               -Tal vez puedas darme un consejo para adelgazarlos después.
               Me salió solo, mal hecho. Pero encima, me salió en español. Peor todavía. De tres zancadas, mamá salvó la distancia que nos separaba y me soltó tal bofetada que me hizo retroceder un par de pasos. Me llevé la mano a la mejilla y me la quedé mirando. Era más baja que yo y estaba bastante menos entrenada en eso de pelearse, pero iba a ganar siempre que nos enfrentáramos por un minúsculo detalle: me había parido ella.
               Ella era la causa y yo el efecto. Nunca al revés.
               Y era mi madre, joder. Se me podía ir la lengua de vez en cuando, pero nunca la mano.
               -Mañana por la mañana, deja el móvil encima de la mesa. Te lo estás ganando a pulso, ¿eh, Thomas?
               Suspiré.
               Y me soltó otra bofetada.
               -¡Pero…!-empecé, ella levantó la mano y consiguió mi silencio en el acto.
               -Encima no te me hagas el digno, que te suelto tal tortazo que te pongo de cuadro en la pared.
               Me lo saqué del bolsillo y se lo tendí. Ella lo miró, pensativa, para terminar empujándolo en mi dirección.
               -Me lo das por la mañana-cambió al inglés, yo asentí y me lo volví a guardar-. Avisa a Scott de que estás castigado.
               -Ya nos lo imaginábamos.
               -Bien-respondió, apartándose un mechón de pelo de la cara y poniendo los ojos en blanco-.Y ahora, vete a ducharte. Luego me vas a ayudar a hacer la cena.
               Yo nunca la ayudaba a hacer la cena un domingo, lo más que podíamos hacer sería cocinar juntos o lo que fuera cuando me pusiera malo (para animarme) o entre semana (para animarla a ella). Subí las escaleras con pies de plomo y me metí directamente en el baño. Me quité la camiseta, la eché en el cesto de la ropa sucia y entré en la ducha sin abrir el agua caliente. Me estremecí cuando el agua del ártico empezó a salir del grifo, pero espabilé enseguida. Temblar debajo del agua me ayudó a despejar la mente y aclararme las ideas, como si no fuera a tener tiempo suficiente esa semana que me iba a pasar enclaustrado como si viviera en el puñetero siglo XVII y acabara de meterme con Dios, ganándome un juicio ante el tribunal inquisitorial.
               Le había pedido a Layla que me avisara de cuando cogiera el avión, no había hablado con Chad sobre hasta qué punto estaba mal nuestra amiga… pero no me correspondía a mí hablar con él y contarle su historia. Seguramente Lay lo hiciera nada más llegar. Sería lo mejor. Así sabrían a qué se enfrentaban.
               Tampoco les había dicho nada a mis padres, por petición de ella. Le había suplicado a Scott que convenciera a Zayn y Sherezade de que no le dijeran nada a Liam y Alba. Me lo llevaría a la tumba si era eso lo que quería, aunque no me pareciera bien, igual que no me lo parecía el estar perdiendo el tiempo dejando que lo trataran en el hospital cuando el hijo de puta debería estar pudriéndose en comisaría.
               Y luego estaba lo que había hecho de madrugada con ella, demasiado para considerarlo “nada”, pero no lo suficiente como para considerarlo “algo”.
               Diana, pensé de repente. Necesitaba estar con ella. Verla. Que me indujera al mismo trance de esa misma mañana.
               Iba a tener que pasar mucho tiempo en casa, menos mal que era yo el que compartía techo con ella, y no Scott. Me alegré de haberle hecho caso y probarla, saber qué podía hacerme y cuáles eran sus efectos secundarios.
               Deja de fingir que la quieres cuando lo único que te gusta es la sensación de no poder pensar en Megan cuando estás con ella, volvió a sonar la voz de Eleanor en mi cabeza. Estaba equivocaba. Yo no fingía que la quería.
               Me encantaba estar con ella, meterme entre sus piernas por el mero hecho de hacerlo. ¿Qué podía haber de malo en que también me gustase su poder para dejarme la mente en blanco?
               Terminé de vestirme y subí a verla. Estaba tendida en la cama, con las piernas estiradas y una mano enredándose constantemente en su pelo. Se incorporó un poco para mirarme.
               -Tommy-saludó. Se sentó en el colchón y me invitó a hacer lo mismo mientras se señalaba la oreja. Estaba hablando por teléfono-. No, nena. Está aquí, conmigo… Ajá… Pero si no te conoce, ¿para qué quieres saludarlo?... Zorra calenturienta. Está bien. Espera, te pongo el manos libres.
               Se separó el teléfono de la oreja, tocó la pantalla y lo dejó caer. Se tumbó boca abajo con las piernas dobladas.
               -Habla, zorrita.
               -¡Hola!-me saludó una chica con un acento aún más fuerte que el de Diana.
               -Hola-saludé yo, frunciendo el ceño y mirando a Diana.
               -Es Zoe-explicó mi amiga-, mi mejor amiga de Nueva York.
               -“Tu mejor amiga de Nueva York”-se burló la otra-, vamos, Didi. Ni que tuvieras doscientas mejores amigas.
               -Una por cada estado-cacareó la rubia, echándose a reír.
               -¿Estáis solos?
               -Sí-dijimos los dos. Zoe chasqueó la lengua.
               -Vaya por dios, ¿no está Scott?
               Diana se encogió de hombros cuando la miré con una pregunta en la mirada.
               -¿Les has hablado de nosotros?-me reí. Estaba echando raíces a pesar de haber venido arrastrada de los pelos.
               -Ugh, cariño, no veas las sesiones de psicólogo que tenemos cada noche-Zoe se echó a reír-. Hablamos de todo, tesoro. Por cierto, enhorabuena por los polvos que le echas. No ha conocido a ningún tío que folle mejor que tú. Fíjate, estoy hasta pensando en comprar un billete de ida para Inglaterra y meterme entre vosotros.
               -Eres estúpida, Z-ladró Diana.
               -Venga, mujer, encima que se lo digo para que se crezca e intente superarse…
               -No te voy a dar el teléfono de Scott en la vida.
               -Ah, ¿le gusta Scott?-quise saber. Estrechar lazos internacionales era un momento.
               -¿Estás de coña?-replicó la americana incorpórea-. Le dejaría que me leyera un poema en suajili mientras me tiene colgada del techo como si fuera una piñata.
               Diana puso los ojos en blanco y la mandó a la mierda mientras yo me reía. Empezaba a entender muchas cosas del comportamiento de ella escuchando a su mejor amiga.
               -¿Didi?-la llamó Zoe.
               -¿Mm?
               -¿Dónde estáis?
               -En mi habitación-Diana se encogió de hombros, mirando al techo y luego mirándome a mí. Sonrió con malicia.
               -Oh, pues os dejo para que hagáis preciosos bebés de dos nacionalidades que acaben follando como su padre.
               -Eres tonta.
               -A mí no me molestas, Zoe. Si quieres, puedes escuchar-me burlé.
               -Otro día hacéis una sesión especial para mí. Pero con vídeo, ¿eh? Quiero ver si exagera de tus atributos masculinos. Tiene tendencia a hacerlo.
               Y colgó sin permitir a Diana mandarla a la mierda, que era exactamente lo que quería mi huésped.
               -No entiendo por qué no soportas a Scott, si Zoe es igual que él-le dije, acercándome a ella y apartándole el pelo del hombro. Cerró los ojos cuando le pasé un dedo por la piel desnuda.
               -Zoe no se parece en nada a Scott.
               -¿Igual que yo no me parezco en nada a otros chicos con los que has estado antes?-murmuré, besándole allí donde antes la había acariciado.
               -Bueno, no hablas como ellos, pero… eres bastante… del montón-me provocó. Se dio la vuelta y yo empecé a besarla. Comprobé por el rabillo del ojo que la puerta estaba cerrada. Bien, por fin hacía algo bien en la vida.
               -¿Puedo hacer que reconsideres eso?
               Sonrió en mi boca. Me metí entre sus piernas.
               -No lo sé, T, ¿puedes?-replicó. Yo me aparté para mirarla. Joder, no había criatura tan bonita como ella, ni en este mundo ni en los demás. Clavó en mí esos ojos esmeralda, se mordió el labio con aquellos dientes que podrían iluminar un estadio de fútbol sin ayuda de más focos, y susurró mi nombre cuando comencé a besarla por el cuello. Me quitó la camiseta y nos peleamos con la suya. Por fin, ésta cedió. Decidió atacar mis pantalones y yo perderme en la cremallera de sus vaqueros.
               Me miró con cariño cuando la dejé en ropa interior. Estábamos más o menos empatados. Me acarició la nuca y me besó en los labios muy, muy despacio.
               -Bonito sujetador-dije yo, jugando con el tirante de éste.
               -Gracias. Cortesía de la casa-murmuró, siguiendo mis dedos y bajándose un poco aquel con el que yo jugaba-. ¿Quieres ver lo que esconden?
               -No sé, ¿sueles enseñárselo a los chicos del montón?
               Arqueó un poco la espalda, buscando el enganche. Lo desabrochó y deslizó la prenda gris a un lado, mostrándome sus pechos. Se los acaricié y ella se mordió el labio. Ahora sí que estábamos empatados en ropa, pero me llevaba la delantera en todo lo demás.
               La besé en la boca, recorrí sus labios con el pulgar mientras con el otro bajaba por su cuerpo, recorriendo su piel, haciendo que se le pusiera la carne de gallina, hasta llegar al rincón de sus bragas. Dejó escapar una exclamación cuando no me detuve allí, sino que me colé por la tela del mismo tono grisáceo y empecé a masajearla.
               -¿Sigo siendo del montón, Diana?
               Abrió la boca, se inclinó hacia atrás, se echó a temblar si se mordió el labio. Tenía los ojos cerrados.
               -¿Diana?-insistí yo, aumentando los círculos que describían mis dedos en el centro de su ser.
               -Sí… no… No lo sé-bufó-. Pero no pares.
               Aunque me apetecía muchísimo obligarla a decirme que era especial, obedecí. Me gustó más la sensación de tenerla entre mis manos, poder hacer con ella lo que quisiera, que el escucharla decir eso.
               Tiré de sus bragas, le besé el vientre y seguí con el masaje.
               Se incorporó y empezó a besarme, me dijo al oído que no iba a bastarme con la mano, y se hizo con el control de la situación. Me bajó los bóxer mientras yo buscaba con desesperación un condón; por fin, lo encontré, me lo puse y entré en ella, que me recibió con un gemido de satisfacción. Dejó caer la cabeza en la almohada y me besó, me acarició la espalda y acompañó mis embestidas con las caderas…
               … hasta que se cansó de dejarme dirigir la situación, me empujó hacia un lado y me hizo caer sobre las sábanas. Se sentó encima de mí, me sonrió con malicia y continuó moviéndose, haciéndome entrar y salir, entrar y salir, entrar y salir…
               Iba a perder la cabeza. Diana quería que yo perdiera la cabeza.
               Llegó bastante antes de lo que me gustaría, pero no de lo que esperaba: su partida era más larga que la mía. Se inclinó para besarme, le acaricié aquellas piernas kilométricas.
               -Tommy-musitó entre gemidos. Levanté la mirada y la clavé en sus ojos, que le hacían la competencia sin esfuerzo a sus pechos-. El montón debería ser un poco más como tú.
               Ahí fue cuando terminé de perder la cabeza.
               Y fue cuando ella decidió que era hora de castigarme.
               Se detuvo, me apartó el pelo de los ojos se echó el pelo a un lado.
               -¿Qué pasa?
               Se incorporó y me sacó de su interior.
               -¿Qué haces?
               Y me empujó hasta tirarme al suelo.
               -¡¿Qué cojones haces?!-bramé. Se echó a reír con maldad, recogió mi ropa del suelo y me la tendió.
               -Me dejaste con el calentón esta mañana, y ahora estás castigado.
               -Estarás de coña-espeté. Negó con la cabeza, conteniendo una sonrisa.
               -Oh, T. Ya me irás conociendo, pero yo con el sexo no estoy de coña nunca.
               -¿Quién coño te crees que eres, tía?-gruñí, subiéndome los calzoncillos sin siquiera quitarme el condón. Puso los brazos en jarras y se irguió cuan larga era. La claraboya del techo la hacía parecer un ángel. Exterminador, pero un ángel. Le brillaban los ojos y la piel gracias a mí, parecía una diosa por lo que le había hecho, y me lo pagaba así.
               -Diana Styles-anunció-. Después de follar. Pásatelo bien con tu mano.
               Di un golpe con la trampilla que hacía las veces de puerta y escuché su risa victoriosa.
               Me metí en mi habitación, me tiré en la cama y consideré seriamente la posibilidad de hacer lo que me dijo y “pasármelo bien con mi mano”.
               Pero no, no le iba a dar esa satisfacción.
               Además, esto era una señal del destino. Lo que has hecho está mal.
               Sí, ahora lo veía claro. El mensaje era sencillo, aunque el mensajero cambiara: de mi mejor amigo a la que debería empezar a considerar “mi chica”. Lo de Layla había sido porque la había visto muy mal. Había sido un miserable y la había besado por pena. En cambio, Diana…
               Diana era la que quería que me quitase la ropa de verdad.
               Tener princesas molaba, pero eran las reinas, las emperatrices, las que te sacaban adelante.
               Mamá me llamó desde el piso de abajo. Menos mal. Estaba a punto de darle la satisfacción a la americana de hacer lo que me decía: meter la mano de nuevo dentro de los calzoncillos.
               Hoy no debía comer de su mano. Tenía que ser la excepción.

80 comentarios:

  1. TOMMY SE ESTÁ ENAMORANDO DE LAYLA LA PUTA HOSTIA

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  2. COMO QUE DE LAYLA???? EL CHAVAL ES TAN IDIOTA COMO SCOTT. SE ESTÁ ENAMORANDO DE DIANA Y NO SE LO QUIERE DECIR

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    1. CUANTÍSIMA TENSIÓN, ESTARÍA SIN UÑAS A ESTAS ALTURAS SI ME LAS MORDIERA.

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  3. DIOS HA ESTADO A NADA DE DECIRLE QUE LA QUERIAAAAA. PUTO SCOTT

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  4. SCELEANOR SCENELANOR. NECESITO UNA DOSIS DE SCELEANOR CUANTO ANTES. VIVO A PALO SECO DESDE HACE DÍAS

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    1. Esta tarde me pongo a escribirlo, no nos pongamos nerviosos
      Es coña, que cunda el pánico

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  5. Me pregunto porque te resulta extraño tener tantos comentarios y recibir tantas buenas criticas cuando la novela es sublime y tu escribes de puta madre.

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    1. UF dios mío, ayer, cuando leí tu comentario me puse literalmente a CHILLAR y casi lloro y todo, mi mejor amiga tiene los audios, puedes preguntarle a ella si quieres para que te dé las pruebas y las examines.
      A mí me entusiasma esta historia, es evidente, pero siempre tengo la sensación de que se me olvidan cosas y la certeza de que puedo mejorarla en muchísimos aspectos; tiene algunas metáforas bonitas pero me da la impresión de que abuso un montón de las comparaciones, y eso no me gusta, pero no tengo otra manera de escribir.
      Y el que me dejéis comentarios fangirleando porque a vosotras también os gusta me hace MUCHÍSIMA ilusión, siento que merece la pena realmente lo que estoy escribiendo y me alegra un montón poder llegarle a alguien y transmitirle aunque sólo sea un poco el cariño que siento por estos personajes. ♥
      Muchísimas gracias por tu comentario, me ha hecho sonreír muy fuerte ♥

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  6. TOMMY Y DIANA ESTÁN CASADISIMOS Y YA ESTÁ.

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    1. Yo estuve en su boda, la oficié, fue precioso, follaron delante de Jesucristo crucificado y la figura acabó por sonreír porque son la otp máxima.

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  7. DIANA Y SCOTT ME HACEN TANTA GRACIA SOS

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    1. A MÍ TAMBIÉN, ES QUE SON TERCOS COMO MULAS LOS DOS ME APETECE QUE SE CASEN Y SE PELEEN Y SE RECONCILIEN PERO ESTÁN LOS TOMLINSON Y CLARO, HAY CONFLICTO DE INTERESES

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  8. VAMOS A VER, A TODAS LAS ANTIS DE TOMMY Y DIANA. EL CHAVAL SE OLVIDA DE LOS NOMBRES DE TODO DIOS CUANDO LA BESA. YA ESTA TODO DICHO.

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    1. Y una mierda espichada en un palo. El tio empezó a tener dudas en cuanto besó a Layla y SI TIENE DUDAS ES POR ALGO

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    2. "Si no la quisieras, no te habrías frenado con Layla pensando en ella." yo te dejo esto por aqui y asi te replanteas tu argumento

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    3. Chicas, chicas, tranquilas, que hay Tommy de sobra para las dos ^^

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  9. La discusión por la tortilla xd Estoy llorando de la risa

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    1. Es que estos 7 imbéciles montan unos pollos por cada gilipollez, de verdad que estoy muy #agotada con ellos

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  10. VAMOS A VER, ¿QUIÉN NO LE ECHA CEBOLLA A LA TORTILLA? ¿ESTAMOS LOCOS O QUE?

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    1. En mi casa no se la echamos porque a mi madre no le gusta la cebolla cocinada... :'(

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  11. A saber que hicieron esos dos cuando fueron a comprar los huevos... Fijo que se pusieron a darse el lote en la zona de los congelados xd

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    1. Sabrae los dejó solos
      a posta
      porque la única que shippea más que yo a Sceleanor
      es Sabrae
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
      pero me gusta cómo piensas, Zurita, ven que te dé un beso

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  12. Tengo unas ganas de que conozcamos un poco más a Zoe y que le venga a dar una visita a Diana

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    1. Diana va a volver para Navidades y vamos a verlos a todos en su hábitat natural mientras están en fiestas, así que no habrá que esperar a que Zoe se anime a visitar Inglaterra para conocerla un poco mejor... pero cuidadito con ella

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  13. Chad es un sol, hay que protegerlo a toda costa

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  14. Joder, yo ya no sé que hacer con mi vida. Shippeo tanto a Lommy coo a Diana y Tommy

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    1. La historia de mi vida, la llevo a casa, conduzco toda la noche para mantenerla caliente y el tiempo se congela, la historia de, la historia de, la historia de mi vida, le doy esperanzas, gasto su amor, hasta que se rompe por dentro, y el tiempo se congelaaaaaAAAAAAAAAAaaaaaaaaaa

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  15. Niall es el puto fangril mas grande One Direction que haya pisado este planeta y quien diga que no es que es retrasado

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  16. Echo de menos que narre Scott :(

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    1. Esta tarde me pongo con un capítulo en el que narra él, será el 49 :)

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  17. TIANA MANDA Y EL RESTO OBEDECE

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    1. "En tu barrio vasilamos y en el nuestro ps follamos"-Diana Styles y Tommy Tomlinson en algún momento, probablemente

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  18. CHAD POR FAVOR CHAD, DEFINITIVAMENTE ESTOY ENAMORADA DIOS DIOS DIOS ERIKA

    Y NIALL?!?!?!!!!!!??! ME LO COMO DE VERDAD YO TENGO UN PROBLEMA GRANDE CON LOS HORAN, BASTANTE GRANDE LO TENGO YA CON LOS HORAN DE VERDAD QUE AHORA HACES QUE EXISTA CHAD Y Y Y SEÑOR

    Tommy hijo, tienes un cacao en la mente que ni Scott, majo JAJAJAJAJAJA

    ERIKA CADA DIA TE QUIERO MÁS, VIR

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    1. ES QUE UF CHAD SÍ QUE ES UN POBRE MELOCOTÓN SE MERECE TODO EL ORO DEL MUNDO EL POBRECITO NO HARÍA DAÑO A UNA MOSCA ES LAYLA PERO EN CHICO, JOVEN Y BISEXUAL ES QUEE!!!!!!!!!!!!!!!
      Y Tommy va a comerse la cabeza toda la puta novela qué ganas de subir el último capítulo en el que lo ingreso en un psiquiátrico BOOM TOMA SPOILER HIJA DE PUTA

      VIR CADA DÍA TE QUIERO YO MÁS

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  19. Con lo obsesionado que está Niall fijo que los obliga a montar una banda

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    1. La próxima vez que comentes, hazlo con el nombre "Delfos" porque eres un ORÁCULO basta ya de verdad

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  20. Niall fijo que se empalma mirando las camisetas del OTRAT

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    1. Voy a hacer captura de este comentario, a imprimirlo y ponerlo en mi habitación porque si este comentario no es Cristo resucitado, que baje Dios y lo vea

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  21. Van a formar una banda.... Lo veo xd

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    1. Soy muy evidente, ¿a que sí?
      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  22. Quienes se enteraran de Sceleanor antes Tommy o Erika y Louis?

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  23. Como tienes pensado que será la reacción de Erika y Louis? Y la de Tommy? Va a haber mucho salseo?

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    1. La de Erika y Louis va a ser como SÚPER GRACIOSA (por lo menos a mí me hace gracia) pero no con mucho salseo.
      A cambio, cuando se entere Tommy se va a montar un pollo de la de mi madre

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  24. Echo de menos un poquito de Sceleanor....

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  25. No nos puedes dar un pequeño adelanto de cuando Scott se declare? :( Ya no tengo más uñas para monderme

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  26. Lo siento por la bizcocha de Layla pero Tiana son otp maxima y suprema (nunca más que Sceleanor eso claro)

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    1. Bastante tiene Layla como para que ahora encima la metamos en una pelea de otps si es que somos mala gente :(

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  27. Como siempre yo con el amor de mi vida. La tortilla sin cebolla es una mierda absoluta

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  28. En serio Erika y Louis no se les hace extraño que hayan pasado toda la noche fuera acompañando a Layla?????

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    1. No tiene por qué, ya fueron más veces de fiesta por el centro y se quedaron a dormir en el piso, por lo que no les extraña tanto

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  29. Veo que el idiota de Scott se nos declara en medio del baño de la discoteca de Jordan......

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    1. PUES CUIDADO CON TUS VISIONES porque va a haber una discoteca involucrada cuando se declare ;D

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  30. LA TORTILLA CON CEBOLLA DESDE CUÁNDO POR DIOS SIN CEBOLLA DE TODA LA VIDA

    Y QUE NO QUIERO TOMMY CON DIANA QUE NO QUE COON LAYLA HE DICHO

    y bueno Chad es un cachito de pan y ojalá narre cuando Layla esté con ella o algo porque me encanta ay

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    1. EXACTAMENTE ES QUE SIN CEBOLLA SIGUE ESTANDO RICA IGUAL QUE PARA ALGO SIGUE SIENDO TORTILLA!!!!!!!
      María tía, nos compenetramos un montón, Chad va a narrar cuando lo visite Layla, a ver cómo se me da escribir un capítulo entero con él solito :(

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  31. "Tener princesas molaba, pero eran las reinas, las emperatrices, las que te sacaban adelante." LO DICHO PERRAS. TIANA MANDA

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  32. "Me lo pone a…-anunció, cogiendo la huevera y enseñándomela. Me lo quedé mirando-. Antes te hacía gracia." Es super retrasado, pero lo quiero la vida..-

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    1. Fíjate cuánto tiene que quererlo Eleanor para aguantarle esas gilipolleces sin parpadear de verdad es que es una santa (al margen de que él es guapo y la trata bien y se lo hace aún mejor pero BUENO nadie dijo que ella fuera tonta)

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  33. Diana es una cabrona.... Como deja a mi bebé bebé medias

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  34. A veces me pregunto si es que Tommy no quiere verlo o realmente no se entera de que algo pasa entre Sceleanor

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    1. A Tommy le faltó oxígeno al nacer, eso es un hecho incuestionable (es broma) ((o no)). Pero, en realidad, tampoco es tan rato. O sea, Scott y Eleanor se comportan casi igual que lo hacían antes de empezar a salir; los dos tonteaban delante de él MUCHÍSIMO porque ayyyyyyyy, qué tensión había ya entre ellos, estoy triste de repente :(. La diferencia ahora es que Eleanor no es la única que disfruta tonteando porque sí, sino que también lo hace Scott, y no por putear a Tommy (que también, un poco).

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  35. Me podrias describir a Eleanor y a Scott fisicamente? Es decir como tu te los imaginas en tu cabeza

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    1. Yo soy malísima definiendo físicamente a los personajes en mi cabeza :( pero:
      Eleanor tiene el pelo largo, rizado/ondulado del color de la Nutella (ñam), los ojos del mismo tono y la nariz pequeñita.
      Con Scott tengo un conflicto MUY serio porque me lo imagino bastante parecido a Zayn, pero cada vez que pienso en él, lo único que me viene a la cabeza es "no, es más guapo". Lo único que tengo claro de él, es el pelo negro (evidentemente), el piercing en el labio (me tengo que agarrar a los detalles, igual que con Eleanor me centro también mucho en los lunares de la espalda), y los ojos castaños pero con tonos verdes y dorados, iguales que los de Sherezade.
      Y BUF. SUS BRAZOS. Y LOS BRAZOS DE TOMMY. QUIERO QUE ME ESTRUJEN CON ELLOS HASTA DEJARME PARALÍTICA.

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  36. Danos un pequeño adelanto de la declaracion de Scot :( Nos tienes en la agonía tia

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    1. Va a ser sencilla, lo bonito es lo que va a contestarle Eleanor y en lo que va a pensar él después de que ella le conteste :)

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  37. Diana me empieza a caer extremadamente bien

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  38. Nunca dejes de escribir tia. Por favor.

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  39. NI LOMMY, NI TIANA NI HOSTIAS. AQUI LA VERDADERA OTP ES SCOMMY. TODO DIOS A CALLAR.

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    1. Zouis vive en ellos y podemos confirmar y de hecho confirmamos que lo mejor que nos dio 1d fue Zouis
      *se santigua* amén jesús

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