Lo siento si os molestan los mensajes que pongo antes de las entradas, pero es que tengo que decir algo importante o, de lo contrario, me va a reventar un pulmón: gracias por vuestra reacción al anterior capítulo, de verdad, g r a c i a s. No creo que se pueda repetir lo que sentí cuando me metí en el blog a las 11 y pico de la noche para ver si había algún comentario nuevo y me encontré con 27 así, sin más, sin haber respondido yo aún. Y cómo sonreí cuando volví a meterme y vi que habían subido a 30, y 32, y 36... Se nota que me encanta esta historia, pero ni de coña me lo pasaría tan bien escribiéndola ni querría mejorarla tanto de no ser por vosotros, porque sé que hay alguien detrás de una pantalla diferente de la mía a la que parece entusiasmarle tanto como a mí. Os mordía los mofletes a dos carillos y cuatro velocidades.
Y ahora, antes de que empieces a leer toda/o ilusionada/o, tengo que advertirte de que en este capítulo he puesto de forma consciente (no como cuando escribo “pota”, por ejemplo, sin saber que esa palabra en castellano no existe o no significa lo que significa en Asturias) una palabra en bable. La he puesto porque no hay equivalente en el castellano y porque me he imaginado realmente a Eleanor diciéndosela a su hermano, y quería mantenerme fiel.
Y porque esTOY CANSADA DE QUE SE DIGA QUE EL BABLE ES UN DIALECTO DEL CASTELLANO ME CAGO EN MI VIDA, DIALECTO TÚ, EL ASTURIANO ES MÁS ANTIGUO Y MÁS CERCANO AL LATÍN QUE EL PUÑETERO ESPAÑOL PUXA ASTURIES PUXA SPORTING QUE ES DE PRIMERA bueno ya está, fin de las reivindicaciones, disfruta del capítulo :DY ahora, antes de que empieces a leer toda/o ilusionada/o, tengo que advertirte de que en este capítulo he puesto de forma consciente (no como cuando escribo “pota”, por ejemplo, sin saber que esa palabra en castellano no existe o no significa lo que significa en Asturias) una palabra en bable. La he puesto porque no hay equivalente en el castellano y porque me he imaginado realmente a Eleanor diciéndosela a su hermano, y quería mantenerme fiel.
Al principio, no recordaba
dónde estaba ni quién me acompañaba en la cama. Cuando me incorporé un poco,
apartándome de la cara de la chica (porque era una chica, de eso estaba seguro,
sus curvas y su pelo no podían engañarme ni aunque estuviera a oscuras) para
coger perspectiva y poder contemplarla gracias a la luz que entraba por la
parte inferior de la puerta, lo primero que se me vino a la mente fue: “¿Desde
cuándo tiene Diana el pelo castaño?”.
Los rizos coincidían. Pero el color, no.
Seguía con la mano en su cintura, así que por fuerza
tenía que conocerla y quererla. Tampoco es que me hubiera quedado a dormir en
casa de muchas chicas a las que no les tuviera cariño, pero me conocía lo suficiente
como para saber que, después del sexo, empezaba a odiarme a mí mismo (como si
fuera un traidor, o algo) y no me apetecía volver a tocarlas de la misma forma.
Y poner la mano en la cintura de una chica que no era de tu familia sólo podía hacerse de una forma.
A mi mente acudieron un millar de ideas en tropel, que
se atascaron un momento, apretujándose las unas a las otras, para conseguir
pasar. Es Layla. Estás durmiendo con
Layla.
La madre que te
parió, la madre que te parió, ¡la madre que te parió!
¡La madre que te
parió!
¡ESTÁS DURMIENDO
CON LAYLA!
Me levanté un poco más, apoyándome en los codos. Ella
se revolvió en sueños, suspiró y continuó dormida. Yo no sabía el esfuerzo que
le supondría mantenerse tranquila en su cama, con su ex, pero conmigo era tan
fácil como respirar.
Terminé de incorporarme, me aseguré de que siguiera
tapada, y me incliné para coger el móvil. La una y media. Y no le había dicho
nada a mamá de que iba a tardar en llegar a casa, que me quedaría durmiendo en
el centro.
Y eso que ella estaba cabreadísima.
No lo hay más gilipollas que yo en todo Londres.
Salí de la cama, me puse la camiseta y entonces, lo
recordé.
Nota mental: decirle a Scott que me rompa las
costillas. Porque ayer besé a Layla.
Algún día dejaré de decepcionarme a mí mismo, o eso
espero. Pero ese día va a tardar bastante en llegar.
-¿T?-susurró ella, con la voz un poco ronca de sueño.
Se frotó la cara y se incorporó un poco-. ¿Qué hora es?
-Pronto. Sigue durmiendo, princesa.
Se dejó caer y me miró con un ojo medio entrecerrado.
-Tengo que llamar a mis padres, decirles que estoy
bien.
Me vinieron a la mente imágenes inconexas. Ella,
acercándose a besarme en los labios, ella, intentando quitarse la camisa que yo
le había prestado con manos temblorosas, ella, mirándome a los ojos y leyendo
en mi alma todos y cada uno de mis pensamientos, aquellos que recodaba y los
que había olvidado también…
… entreabriendo los labios, y yo dándome cuenta de lo
carnosos que eran, y pensar “joder, por una vez que los pruebe, seguro que no
pasa nada”.
Además, le gustaba que yo la besase. Se estremecía
cada vez que posaba la boca en alguno de sus moratones, y no era para mal.
Suspiraba con cada beso.
Menos mal que aún me quedaba un poco de conciencia
para no aprovecharme de que estaba cansada, la tenía desnuda delante de mí y
bastante dispuesta, porque tirarme a una amiga a la que han violado esa misma
noche no es de ser mínimamente decente.
Sentí de nuevo sus manos en mi cuello cuando la besé
despacio. Me acarició la nuca como lo hacía Megan cuando empezamos a salir, y
por Dios que no supe cómo no implosioné en ese mismo momento.
Y su torso desnudo. Lleno de moratones y mordiscos.
Pero seguía siendo preciosa de una forma romántica, nada sana… pero preciosa.
Deja de ser un
puto chimpancé en celo por dos segundos, ¿crees que podrás?, me recriminé.
-Yo hablaré con ellos, no te preocupes.
-Si les llamas tú, se preocuparán más.
-Bueno, tú… sigue durmiendo. Ya hablarás con ellos
cuando te despiertes.
Asintió, se frotó la cara y volvió a llamarme por mi
inicial. Si volvía a hacerlo, aunque fuera una vez más, yo no respondería. Le
daba a esa sílaba un poder del que siempre había carecido.
-Dime.
-Gracias.
Se encogió un poco, aovillándose.
-Fue un placer-le dije, sonriéndole. No sé si me
refiero a el haberla ayudado a acabar con su abuso doméstico, el haberle dejado
la casa de mis padres para dormir, el haber dormido con ella y sido el hombro
sobre el que llorar, si es que le apetecía, o por haberla besado, desnudado y
deseado como lo hice.
Ella tampoco lo sabía, pero jamás se atrevería a ir
más allá. Porque, aunque yo no fuera de Diana, ni estuviera con ella, ni la
americana y yo hubiéramos tenido la típica conversación de “estamos follando
muy a menudo, ¿somos novios? ¿Follamigos? ¿Vamos a ser exclusivos o cada uno es
un manatí libre de probar algas de diferentes costas?”, respetaba aquello que
tenía con ella. La primera en ver una prenda de rebajas es la que tiene derecho
a reclamarla como propia, y yo tenía que ser algo así como un jersey gordito,
de punto, abandonado en un cajón de “todo a una libra” en pleno agosto.
Si yo tuviera dos dedos de frente y fuera un tío como
Dios manda, también respetaría lo que fuera que tuviese con Diana.
-Descansa, princesa. Vamos a cuidar de ti.
Se recostó en la cama, se arrastró un poco hasta
quedar en el centro, y se tapó hasta la nariz. Cerró los ojos y se volvió a
dormir antes de que yo terminara de cerrar la puerta, recuperando el sueño de
los justos.
Me acerqué al salón, ocupado por los demás. Alcé la
mano en dirección a ellos y me fui a la cocina a por un poco de café. Me
terminé sentando en el sofá, al lado de Sabrae, que masticaba con desgana unas
galletas y contemplaba con más desgana aún la partida de ajedrez de su hermano
y la chica con la que mantenía una relación imposible de definir.
-¿Seguís con la partida?
-Llevamos 37-comentó la americana sin apartar la
mirada del tablero.
-Scott-le recriminé yo.
-A mí no me va a ganar una puñetera cría venida de
Nueva York, la capital del analfabetismo, que encima es un año menor que yo, a
ganarme en el juego de mesa que mejor se me da.
-Lo he hecho 17 veces.
-Cómeme los cojones-replicó él, molesto. Sabrae se
echó a reír, porque Scott tenía muy mal perder en el ajedrez. No le importaba
que le machacaran en el baloncesto, meter una canasta y que los demás hicieran
50 triples, pero como lo pillaras con la guardia baja y le arrebataras una victoria
comiéndote a su rey, tendrías que prepararte para sufrir su rabia.
-¿Os habéis acostado, siquiera?
-Tenemos café-fue la respuesta de ambos. Y yo suspiré.
-Hoy hay partido, acuérdate.
-Tendremos que ir directamente; no creo que mamá me
deje salir de casa una vez entre-dijo él, comiéndose el alfil de Diana y
tirándole un beso.
-Te metes el puto peón por donde te quepa, gilipollas.
Diana se tomó a pecho el comerse el peón asesino, y lo
consiguió a costa de perder la partida.
-Otra victoria para mí-canturreó mi amigo, haciendo
una raya en una libreta que habían rescatado del fondo de algún cajón.
-Puede, pero yo me he comido a tu estúpido peón de la
suerte.
-Mira, nena, sentar en la silla eléctrica al que
disparó a Kennedy no os va a devolver a vuestro presidente.
-Cargarse a Diana de Gales no le granjeó muy buena
reputación a vuestra reina, si mal no recuerdo.
-Eso está por demostrar-intervine yo. Diana se volvió.
-Sí, claro-miró a Scott-. Otra.
-Ni de coña. Aquí tienes a Tommy. Si tan aburrida
estás, fóllatelo en el suelo. Conmigo delante no, a poder ser. Si no es mucha
molestia.
-¿Y si lo es?
-Pues te vas al baño y te metes la mano en las bragas,
mi vida.
-¿Quieres acompañarme y mirar?
-No quiero quedarme ciego contemplando algo tan horrible.
-Entonces, ¿cómo haces para afeitarte?
Scott se echó a reír.
-¿Recuerdas lo que te dije de que te metería la polla
en la boca sólo para que te callaras, Diana?
-¿Y tú recuerdas lo que te dije sobre que puede que no
consiguieras sacarla entera, Scott?
-Escuchadme los dos; si estáis esperando a que yo
venga para empezar a pelearos, vuelvo a la cama con Layla y seguís echando
partidas hasta que a uno de los dos se le caiga la mano.
-Para empezar, Tommy, eres mío. Si te digo que te quedes, tú te quedas-espetó Diana-. Además,
si se tiene que caer una mano, será la mía. Scott debe de tener práctica
usándola.
-¿Bajándoles las bragas a tías más guapas que tú? Ya
lo creo.
Eleanor puso los ojos en blanco y se sonrió un poco.
Sabrae la miró, pero yo no les hice caso. Con lidiar con ellos dos, tenía
suficiente.
Scott se incorporó y se ofreció a preparar la comida.
La pregunta era, ¿qué íbamos a comer?
Cada uno dijo una cosa, así que al final primó el
único plato que sabíamos que nos gustaba a todos. Nos las apañaríamos para
preparar una buena tortilla.
El problema de darle la vuelta estaba muy lejos aún.
-No hay huevos-anunció Eleanor, que se levantó de un
brinco y fue a la nevera.
-¿Cómo que no? Tommy y yo estamos aquí-espetó Scott, y
los dos nos echamos a reír. Ella nos miró con el rostro inexpresivo. Se volvió
hacia Diana y repitió:
-No hay huevos.
-Podemos buscar algún sitio en el que comprarlos.
-O se los cortamos a Tommy y Scott-sugirió Sabrae. Fue
el turno de reírse ellas. A nosotros no nos hizo ni puta gracia.
Después de pelearse por ver quién iba a comprarlos, de
que Eleanor insistiera en que iría con Scott para que no estuviese solo, y yo
me negara en redondo medio en broma, medio en serio, al final, decidimos que
irían los tres mientras Diana y yo nos quedábamos cuidando de Layla.
Solos.
Con camas libres.
Y sofás también.
Y los sofás eran peligrosos cuando nosotros estábamos
cerca.
Se acomodó en el mío, cruzó las piernas y se me quedó
mirando.
-A ti te pasa algo-dijo por fin. Me encogí de hombros.
-Tengo la cabeza como un bombo. No dejo de darle
vueltas a lo de Layla y…
-… te acostarías con ella si no estuviera en su
situación-sonrió, pero había algo en su mirada. Algo que me resultaba familiar.
-Y si no fuera por ti.
-No somos exclusivos, Tommy-se rió, pero no tenía
ningunas ganas de hacerlo. Sólo quería quitarle hierro al asunto-. Puedes hacer
lo que quieras.
-Yo soy el
cielo, Diana-le recordé, y ella sonrió-. Tiene que molestarte.
-Y yo te he llovido del cielo. No puedo pedirte que te
escudes en algo accidental. Sería como si los reyes del pasado intentaran
poseer la lluvia y decirse sus dueños porque riega sus campos.
-La he besado.
-¿Y se supone que debo cabrearme?-preguntó. Yo me
encogí de hombros, pero terminé asintiendo despacio ante el escrutinio de sus
ojos verdes-. Sois amigos. Las cosas pueden confundirse de vez en cuando.
Además, yo acabo de llegar.
-Y cómo lo has hecho-repliqué yo. Ella sonrió con
aquellos dientes blancos que podrían iluminar un estadio de fútbol entero, se
inclinó hacia mí y me besó.
No me acordaba de lo bien que lo hacía, ni de lo bien
que sabía. Sus labios hicieron que se me olvidara todo lo que había pasado.
Bien podríamos estar en Júpiter y ser los primeros en pisar aquel planeta, o
los últimos supervivientes de una misión espacial que quería salvar la
humanidad, como en Interstellar.
-Te agradezco que hayas venido a decírmelo así-dijo,
con sus labios tan cerca de los míos que los acarició mientras hablaba. Le
acaricié las rodillas.
-Supongo que era por si… te ofendía. O algo así. Y
querías apartarte de mí.
Negó con la cabeza.
-Tienes conciencia. Qué rico. Creo que eres el primer
chico con el que me acuesto que tiene una pizca de conciencia.
-A veces tengo incluso demasiada-repliqué. Alzó un
poco las cejas.
-¿Le estás dando vueltas ahora?
Asentí.
-Por Dios, T. Fue sólo un beso. Relájate. Es guapa. Es
normal.
-Aun así, me siento mal, ¿sabes? Me estaría
aprovechando de ella.
-Ella necesitaba cariño. A alguien que la entendiera y
la quisiera. Y ahí estabas tú. Habría pasado con Scott. Incluso conmigo, si es
que nos hubiéramos conocido hace un par de meses.
Volví a encogerme de hombros, ella se apoyó un poco en
mí y clavó la mirada en la ventana. Se veían las nubes correr por el cielo, encapotándolo
y encerrando Londres sobre la cortina de lluvia que todos los turistas
exageraban. Tampoco llovía tanto, y tampoco había tanta niebla como se creía.
Muchos mitos de principios de siglo, ya antiguos antes incluso de que nacieran
mis abuelos, se mantenían aún hoy. Cualquiera que creyera en el poder de
Internet, creería que ya se habrían superado.
La realidad era bien distinta.
Las cosas que debían desaparecer terminaban
manteniéndose, y las que debían mantenerse, se acababan marchando.
Como esa necesidad mía de meter la pata hasta el fondo
y no pensar antes de actuar, ir a lo loco. Mamá decía que lo había heredado de
papá, pero la única impulsiva en casa parecía ser ella.
Aunque seguro que ella no se habría aprovechado de un
amigo en una mala situación, ni habría dejado que su cuerpo mandase sobre su
mente y que el corazón intentaba convencerla de actuar siguiendo unas
intenciones buenas cuando la realidad era que hacía las cosas porque le
apetecían, y porque no se paraba a pensar en las consecuencias.
Diana me tomó de la mandíbula y me obligó a mirarla.
-Tommy.
-¿Qué?
Sonrió, apenada.
-Perdona, es que no dejo de darle vueltas. ¿Qué
decías?
-Yo puedo hacer que pares-decidió ignorarme, espero
que no fuera nada demasiado importante-. ¿Quieres que te haga parar?
Asentí despacio. Sí, me vendrían bien sus poderes
curativos. Su capacidad de hacerme bien. Ese poder de agujero negro que
arrastra todo a su alrededor hasta que sólo te concentras en él.
-Pero, Diana… no quiero hacer nada… eso… tan cerca de
Layla, ¿vale?
-No vamos a hacer nada-concedió ella-. No te
preocupes; para eso estoy yo aquí. Yo nos detendré.
Se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a besarme muy,
muy despacio. Me recorrió el pecho con las manos, sintiendo los músculos con la
yema de los dedos a través de la camiseta. Yo coloqué las manos en la cintura y
disfruté de cómo se movía encima de mí, como si su lengua mandara sobre todo su
cuerpo y quisiera reforzar sus movimientos. Sonrió en mi boca cuando notó que
empezaba a ponerme duro. Bajé un poco las manos y gimió mi nombre.
No conocía a Layla, como tampoco conocía a Megan. Sólo
la conocía a ella. A ella y a sus piernas, a ella y a sus manos, a ella y su
boca. Ella, y el cuerpo que poseía, ese cuerpo que adoraba al mío y al que yo
adoraba de la misma forma.
Sólo la conocía a ella y esa sensación en el pecho, muy al fondo, cada vez que se
acercaba a mí. Cuando me tocaba, y me besaba, y dejaba que la penetrara.
Esto se nos está
yendo de las manos a los dos.
La tumbé sobre
el sofá y seguí besándola. Me rodeó la cintura con las piernas y suspiró cuando
bajé a sus clavículas. Se mordió el labio cuando empecé a mordisquearlas,
exhaló y susurró:
-Tommy… sube. Ven.
La obedecí y volví a su boca. Nos separamos un
momento. Tenía las mejillas sonrojadas.
Era preciosa.
La más hermosa que había visto en mi vida. Y aquellos
ojos, aquellas selvas… quería irme de caza en ellas y terminar siendo yo el
cazado, en lugar del cazador.
Ya me habían cazado.
Una voz en mi cabeza empezó a susurrar algo que al
principio no comprendí a raíz de aquellos ojos.
Pero a medida que nos fundíamos en el otro con la ropa
puesta, que nos recorríamos como si tomásemos moldes para terminar haciendo una
figura de cera, la más precisa jamás vista, mi cabeza se aclaró y la voz se
hizo con un megáfono.
Dile que la
quieres.
Dile que la
quieres, tío, es la puta verdad, la quieres.
Si no la quisieras,
no te habrías frenado con Layla pensando en ella.
Si no la quisieras,
no le habrías dicho nada.
Mis brazos
amenazaron con fallarme, así que me apoyé en los codos, quitándole espacio
vital sobre el que respirar. Nuestras caderas, y todo lo que iba más abajo,
estaban pegadas.
-Madre mía-murmuró, mirándome y moviendo la cintura
muy, muy despacio. Sí, ya lo creo que madre mía-. Recuérdame que nunca más te
haga promesas tan difíciles de cumplir.
No sé cómo hicimos, pero nos dimos la vuelta. Terminó
ella encima de mí y yo debajo de ella. Y siguió moviéndose.
Si consigue que
me corra con esto, le pido que se case conmigo, decidí.
El simple hecho de
que pienses eso ya debería darte pistas, recriminó la voz. Tenía razón.
-Diana-dije. Ella siguió besándome-, Diana-susurré,
aún más bajo, perdiendo toda mi valentía-. Didi…
Se detuvo y me miró a los ojos. Se relamió los labios
y me besó. Se apartó un mechón de pelo de la cara.
-¿Qué?
Scott, que acababa de cerrar la puerta sin que
nosotros lo oyésemos, carraspeó.
-Ejem.
Me incorporé a toda velocidad; ella se apartó aún más
rápido de mí.
-Joder, Scott-me quejé. Él me dedicó su sonrisa de
Seductor™, que, en ocasiones, podía ser su mejor sonrisa sarcástica.
-Siempre cortando el rollo, ¿eh? Vaya novedad.
Diana buscaba recuperar su aliento.
-¿Vamos a la habitación?-invitó-. Podemos hacerlo en
silencio.
Me eché a reír.
-Guárdamela para luego, ¿vale?
-Lo pensaré-respondió, poniendo mala cara e
incorporándose. No hay quien entienda a las mujeres. Anunció que tenía que
ducharse y se metió en el baño sin yo indicarle dónde estaban las toallas… o
decirle que no había suficientes para todos.
Entré en la
cocina; las chicas nos dejaron solos, y me senté a la mesa.
Scott revolvió hasta encontrar un par de fuentes en
las que ir preparando la tortilla. Recogió la bolsa que acababa de comprar con
nuestras hermanas, que se peleaban en el salón en absoluto silencio (bueno,
casi: el tirarse al suelo y reírse como podían sin hacer ruido en realidad no
era tan silencioso), me acercó un cuchillo y se sentó en la silla que miraba a
la pared, a mi lado. Empezamos a pelarlas en silencio. De vez en cuando,
mirábamos a las chicas, que se habían puesto a jugar al parchís con un dado
virtual que sacudían sin arriesgarse a despertar a Layla.
Layla…
Debía de continuar durmiendo, tapada casi hasta las
cejas en una cama que se le quedaba grande ahora que no tenía que compartirla.
Puede que estuviera teniendo una pesadilla porque yo no estaba ahí para darle
calor, recordarle que no estaba sola y que todo lo malo que le había sucedido
en el pasado se había quedado ahí, atrás. En el pasado.
-T, no entiendo mucho de tortillas, pero creo que, si
sigues así, ésa no nos va a servir para cocinar-dijo Scott, mirando mis manos y
mi cara alternativamente. Yo había terminado de pelar la primera patata hacía
tiempo pero, lejos de cambiar a otra y seguir con mis tareas, continuaba
pasando el cuchillo por su superficie, arrancándole láminas semitransparentes
que de poco nos servirían.
-Sí-murmuré, colocándola con las tres que ya había
pelado él (¡tres! ¿Qué me pasa?) y
cogiendo otra.
-¿Estás bien, T?
-Si te cuento una cosa, prométeme que no te vas a
enfadar.
-Madre mía, ¿no te habrás vuelto de los Celtics? Mira
que se me va a hacer muy difícil continuar con nuestra relación de confianza y
amistad si has hecho algo semejante.
-No.
-Bueno, entonces, creo que podré perdonártelo.
Dejé el cuchillo encima del plato, clavado en la
patata. Él hizo lo mismo, porque íbamos a tener una conversación seria.
-He besado a Layla.
-¿Que has hecho qué?
-Soy un hijo de puta, ¿a que sí?-inquirí, porque ya no
estaba tan convencido de que no me hubiera aprovechado de su situación, de que
realmente hubiera seguido un impulso que a ella también le gustó. ¿Y si me
devolvió el beso sólo para que no me sintiera mal? ¿Y si lo hizo para no
sentirme rechazado y que me quisiera ir antes? ¿Y si había pensado en hacer
cosas más gordas conmigo, las mismas cosas que me habían apetecido a mí
viéndola desnudarse y mantenerse en pie como podía, personificando la
fragilidad y la dulzura?
Confesando mis pecados en voz alta, sonaban a
capitales, más que a nimiedades que expiar con un par de oraciones. No, aquello
era más fuerte y necesitaría medidas del mismo calibre. Un peregrinaje, quizás.
-Era de noche, tío. Era de noche, y estábamos
cansados, y habíamos bebido un poco, y Layla es preciosa…-dejó morir la frase,
dándose cuenta de que, de repente, los dos estábamos en la misma situación.
Había repetido esas mismas excusas mientras se metía entre las piernas de mi
hermana, pero por lo menos había dado un paso más allá y no había permitido que
sus remordimientos le susurraran en el oído.
Me imagino que nuestras situaciones no eran tan
parecidas, aunque no podían calificarse de “diferentes”.
Lo más que podría decirse de él, aunque yo no lo
supiera, era que estaba entre la espada y la pared. Yo lo tenía más complicado
todavía. Para empezar, estaba Megan. Joder, siempre iba estar Megan.
Y luego, Diana.
También Diana iba a estar siempre.
Y acababa de llegar Layla.
-Estoy atrapado entre tres, joder. ¿Te lo puedes
creer? ¡Tres!
-Sólo te tiene una, Tommy.
Nos quedamos en silencio. Scott miró a las chicas. En
realidad, estaba mirando a Eleanor. Preguntándose si él era yo y ella era
Layla, o si yo era él y Layla era Eleanor. El quid de la cuestión estaba ahí,
en decidir quién era el reflejo y quién la persona.
-Scott.
-¿Mm?
-También me apeteció acostarme con ella.
Sus ojos volvieron a los míos.
-Ah, no. Eso,
ni de coña. No me jodas, Tommy. ¿Podrías dejar de decepcionarme, aunque fuera
sólo un segundo? ¿Qué pasa? ¿Que hablo para las paredes?-me agarró la
mandíbula-. Léeme los putos labios: ni tú ni yo vamos a acostarnos con Layla,
¿está claro? Bésala lo que te dé la gana, pero como me entere de que no te
terminas controlando, te juro que te reviento. Ella no está bien. Tenemos que
cuidarla. Y no vamos a conseguirlo haciéndole exactamente lo mismo que la ha
puesto en esta situación, ¿está claro?
Siguió soltándome un sermón que bien podría haber
durado dos siglos. Lamentablemente, no tenía un reloj cerca para poder
cronometrarlo. Me habló de la cantidad de gilipolleces que había hecho a lo
largo de mi vida y que él también había hecho, las que nos habíamos evitado el
uno al otro, pero esto no tenía nada que
envidiar a las demás. Si acaso, a una. La que nos hacía sentirnos invencibles.
Pero no íbamos a sacarla a relucir, después de acercarnos tantísimo a coquetear
con ella la noche anterior, en esa misma cocina.
Con uno de los dos que meta la pata, por no decir
otras cosas, ya bastaba. Él cumplía el cupo de ambos.
-Por favor, dime que al menos no se echó a llorar
después de que la besaras.
-Me besó a mí. Después. Cuando nos metimos en la cama.
Se quedó pensando su respuesta un momento.
-Eso es que lo hiciste bien-comentó y, ¿era orgullo lo
que se escuchaba en su voz? ¿Cómo podíamos ser los dos tan bipolares?
-Pero empecé yo. O sea, estaba desnuda. Bueno, casi.
Fue sin querer.
-Repite eso, ¿¡desnuda!?-bramó, y yo le tapé la boca,
no fuera a ser que se pusiera a gritarme y las chicas vinieran a ver qué
pasaba, o peor aún, que despertase a Layla, ella se pusiera a escuchar y se
sintiera como una verdadera mierda ante el escándalo que había en los ojos de
Scott. Por suerte, no podría verlo, pero aun así-. ¿¡Quién coño te crees eres!?
¿¡Yo!?
-¿No viste cómo se puso cuando le miramos los
moratones?-espeté, porque si íbamos a gritarnos, por lo menos lo haríamos los
dos. Y yo me defendería. Y a ella también, si hacía falta-. Les tiene miedo. Los odia.
-¿Tú no lo harías, si te recordaran a lo que ella le
recuerdan?
-Quería que viera que no tiene que detestarlos; van a
terminar desapareciendo. Ni temiéndolos. Son los últimos que nadie le va a
hacer.
Scott suspiró, se reclinó en la silla y preguntó:
-Y eso, lo conseguiste…
-Se los besé.
Intentó no sonreír.
-¿Todos?
-Sí. Bueno… tiene en los muslos. Esos, no. Por razones
obvias.
No consiguió asesinar su sonrisa antes de que naciera.
-Menudas ideas tienes, macho. A mí no se me ocurrirían
ni aunque estuviera dándole vueltas dos milenios.
-Creo que funcionó.
-Nos ha jodido que si funcionó, T. Dormiste con ella
después de eso. Te besó. Eres un puto genio-me tocó el hombro y me dio una
palmada en la mejilla-. Pero la próxima vez, haznos un favor a todos y háblalo
conmigo antes.
-No me habrías dejado hacerlo.
-Ya. Bueno, hay cosas que yo hice que tú no me permitirías
si te las hubiera contado antes, y luego terminaron resultando bien, ¿verdad?
Como sacarte de la cama ayer.
-Lo hizo Eleanor.
-Bajo mis órdenes.
Seguimos con lo nuestro. Cuando empezamos a dividir
las patatas en trozos más pequeños, quiso saber:
-¿Se lo has dicho a Diana?
-Antes que a ti.
-Eso me ha dolido.
-No quería esperar.
-Chico listo. Y, ¿cómo se lo tomó?
-Mejor que tú. Bastante mejor.
-Al final, va a ser más comprensiva de lo que yo
pensaba.
-Si le dieras una oportunidad…
-Ya se la di. Resultó ser una gilipollas. Conmigo, por
lo menos. Otra cosa es que contigo sea diferente por el bien de lo que os
traéis.
-¿Qué nos traemos?-me burlé.
-Mira, T. No me hagas decirlo. Potaré si me obligas a
decirlo. Pero los dos sabemos que te la estás tirando muy de seguido como para
que puedas seguir mucho tiempo convencido de que no estáis saliendo.
-Sólo es sexo, S. Relájate.
-Sigue repitiéndote eso hasta que no te apetezca
contarle que has besado a otra-sonrió, reclinándose en la silla, alzando las
cejas y terminando con su patata. Le clavaría el cuchillo en un ojo. Pero no
podía, porque era mi mejor amigo. Y tenía razón, más o menos. Yo no se la iba a
dar. Estaba harto de darle la satisfacción de decirle que estaba en lo cierto.
Se le subía demasiado a la cabeza y no había quien lo soportara.
Diana decidió bendecirnos con su presencia cuando yo
removía los trozos de patata en una inmensa sartén, mientras Scott se encargaba
de batir los huevos. Se sentó encima de la mesa, con las piernas colgando, se
estrujó el pelo y ofreció:
-¿Queréis que os ayude en algo?
-¿Pirándote y dejándonos tranquilos?-sugirió Scott,
volviéndose. Puse los ojos en blanco.
-S.
-Me lo pone a…-anunció, cogiendo la huevera y
enseñándomela. Me lo quedé mirando-. Antes te hacía gracia.
-Dejé de tener 8 años hace 9.
-¿Será suficiente con eso?-preguntó ella, ignorando
deliberadamente a mi amigo.
-También he comprado queso. Y embutidos. Tranqui, T.
Los escogió tu hermana.
-Guay.
Scott tendría buen ojo con las mujeres, pero con la
comida estaba más bien ciego. No se fijaba en las líneas blanquecinas del jamón
y le daba absolutamente igual el color del queso en los expositores de
cualquier tienda. Su máxima era “si no está podre, me lo llevo”.
Y si estaba podre pero no le parecía para mucho,
también se lo llevaba.
-¿Queréis que vaya cortando el queso?
-Queda un montón aún, chiquilla.
-Así lo hago con más calma.
-Didi, en serio, no hace falta que…
-Déjala, T. Si así se entretiene…
Ella se incorporó de un brinco, abrió la nevera, sacó
un cuarto de queso, lo desenvolvió y lo colocó en la mesa. Fue muy decidida a
buscar un cuchillo, y lo clavó en el centro y empezó a bajarlo.
-Ponle una tabla, mujer, ¿no ves que la mesa es de
cristal?
Obedeció sin rechistar. Scott puso los ojos en blanco,
vació el plato con los dos huevos batidos y abrió otros dos, uno con cada mano,
a la vez.
-Creído de mierda-le dije yo, que jamás había
conseguido alcanzar esos niveles de chef parisino en la calle de los
restaurantes más pijos de la capital francesa, por mucho que lo hubiera
intentado. Eso sí, yo cocinaba mejor que él. Mamá y papá me habían enseñado
bien.
Diana colocó los trozos que iba cortando encima de una
servilleta y, cuando terminó de pulverizar el queso, los fue devolviendo a la
tabla y mutilándolos, apretando el cuchillo contra ellos. Scott se la quedó
mirando. Le pasé la cuchara de madera para que hiciera algo de provecho con su
vida.
-¿Qué haces, Diana?
-Pelar el queso.
-Pélalo en condiciones, mujer. Vas a dejarte la mitad
ahí.
-Déjala que lo pele como quiera, Tommy, chico, de
verdad. Cómo eres.
-Que no se te peguen las patatas-ladré.
-Sí, chef.
-Mira-dije, cogiéndole el cuchillo a Diana, tomando
una de las muchas láminas de queso que había dividido, y cortándolo como lo
haría una persona normal. Diana lo
observó con fascinación-. ¿Ves? Así te queda mucho más para comer. Prueba tú.
-Pero me voy a cortar.
Scott se volvió.
-¿Qué acabas de decir?
-Déjala que diga lo que quiera, Scott, chico. De
verdad. Cómo eres-me burlé, él puso los ojos en blanco, me mandó a la mierda
por lo bajo y siguió revolviendo-. En cuanto a ti-comenté, volviendo la
atención en la americana-, dime que sabes
pelar el queso.
-Lo estaba haciendo.
-Diana. Pelarlo. No cortarlo y separar la corteza.
Se encogió de hombros.
-¿Sabes pelar una manzana?
-Me las como con piel. Es buena para el pelo.
Scott se empezó a descojonar.
-¿Te quieres callar?
Diana lo miraba con odio; le habría hundido la cara en
la sartén llena de aceite hirviendo si no hubiera tenido testigos que la
incriminaran. Él se pasó una cremallera imaginaria por la boca y la lanzó
lejos.
-Diana. Dime que
sabes pelar una manzana.
-Con un pelador.
Scott volvió a echarse a reír.
-¡SCOTT!
-¡Me las está poniendo en bandeja, qué quieres que le
haga yo!
-¿No has pelado nunca una manzana? ¿En tu vida?
-¿Qué parte de “la piel es buena para el pelo” es la
que no has entendido, Thomas?
-Eh, eh. Eh-se metió Scott-. El “Thomas” enfático lo
tengo reservado yo.
-Enséñame un documento que lo certifique.
-Registré la patente hace años. La tengo en casa.
-Como se te
quemen las patatas, te obligo a comértelas.
Scott se volvió sugiriéndome qué podía comerle yo.
-¿Y más frutas? ¿Qué más frutas te gustan?
Diana sonrió con malicia.
-El melón.
Scott se rió por lo bajo.
-MIRA, TÍO, TE JURO POR DIOS QUE…
-Es que la vacilada que te acaba de meter ha sido
legendaria. Enhorabuena, Diana-alabó-, acabas de ascender a la liga de
campeones-hizo una reverencia. Diana sonrió, complacida.
-No he pelado nunca con un cuchillo, ¿y qué? Tampoco
es tan grave, teniendo en cuenta que la mayoría de fruta me gusta con piel, y
la que no me gusta, es la que tienes que partir para comerte lo de dentro. ¿O
tú pelas las piñas?
Aguanté las carcajadas de los dos porque unos cambios
en mi carta astral me lo permitieron. Si no, ni en broma les consentiría tanto
cachondeo a mi costa.
-¿Y no te da vergüenza? En mi casa, todo el mundo sabe
pelar cosas con cuchillo. Hasta Astrid. Que tiene 8 años.
-¿Ya le han enseñado?
-Se lo enseñé yo porque estaba harto de que me diera
el coñazo-expliqué, porque mi hermana pequeña era una pesadilla cuando se le
metía algo entre ceja y ceja. Podía estar haciendo deberes, jugando a la
consola o incluso duchándome, que vendría igual a insistir en algo que quería.
“Tommy, Tommy, enséñame a pelar esto”. “Tommy, Tommy, enséñame a arreglar lo
otro”.
“Tommy, Tommy, reza lo que sepas que te voy a amargar
la vida hasta que me des lo que yo quiero”.
Así que terminé cogiéndola de la mano y arrastrándola
fuera de la habitación cuando decidió entrar a interrumpir el capítulo recién
estrenado de mi serie favorita, le arrastré hasta la cocina, la senté en los
taburetes, cogí un par de manzanas y un cuchillo, el más afilado de todos. Me
escuchó con fascinación cuando le expliqué qué tenía que hacer, contempló con
muchísimo interés cómo pelaba yo la mía, y gritó de alegría cuando consiguió
arrancar la piel roja de su manzana sin llevarse mucho por delante.
Si se hubiera cortado un dedo, mamá me rompería la
cara. Ese día había sido muy afortunado.
-Duna sigue con ello, erre que erre-metió baza Scott-.
Me va a volver loco. Sabrae le ha dicho que se lo enseñará cuando terminen las
vacaciones. Y desde entonces se dedica a poner cruces en todos los calendarios
de la casa, esperando con ansia que llegue ese día-se encogió de hombros-. Creo
que esto ya está, T.
Las chicas asomaron la cabeza por la puerta,
olisqueando el aire, mientras nosotros pasábamos los trozos de patata frita a
la fuente y empezábamos a mezclarlos con el huevo, compenetrándonos el uno con
el otro como sólo podíamos hacer nosotros.
-¿Le habéis echado cebolla?-preguntó Eleanor. Scott se
me adelantó.
-No lo sé, Eleanor, ¿el agua moja?
Mi hermana frunció el ceño ligerísimamente.
-No se te ocurra echarle cebolla.
-¿No os gusta con cebolla? Qué desperdicio-espetó
Diana.
-Desperdicio tú, que no sabes pelar manzanas-ataqué
yo, que tampoco me comía las tortillas con cebolla por respeto a mi abuela.
En realidad, ella había enseñado a mi madre a hacerlas
(era el único plato que mamá se había traído aprendido ya de España, el resto
habían sido cosechados en Inglaterra), y, como odiaba la cebolla cocinada, las
tortillas no llevaban cebolla. Y punto.
Un día se lo contamos a Scott, él nos pidió que le
hiciéramos una con cebolla, y terminó traicionándonos a todos los Jedis y
pasándose al lado oscuro.
-¿Quién aquí es millonaria por derecho propio?-soltó
Diana, y Scott asintió con la cabeza.
-Escucha, escucha a la americana.
-Si le echáis cebolla, la tiro por la ventana y se la
comen las palomas-amenacé.
-Si la tiras por la ventana, vas tú detrás-anunció
Sabrae, y empezamos a chillarnos entre todos hasta que Layla hizo acto de
presencia.
-Pero, ¿qué os pasa?
-¡Layla!-gritamos todos, y ella dio un brinco de la
impresión. Se frotó la cara.
-¿Qué?
-La tortilla, ¿con cebolla y sin cebolla?
-¿Qué pregunta es esa? Con cebolla, está claro.
-¡TOMA!-ladró Scott, haciéndome un corte de manga-.
TOMA, JÓDETE, CÓMETELA ENTERA, CHAVAL. CON CEBOLLA.
Sabrae y Diana se levantaron y estrecharon entre sus
brazos a Layla, haciendo una especie de donut gigante del que Eleanor no quiso
formar parte. Mi hermana se cruzó de brazos y se apoyó en la pared.
-Qué desperdicio de sangre, debería darte vergüenza,
echarle cebolla a la tortilla, si es que eso no tiene perdón… Tommy, tú azorrona, y no se la
eches-me dijo en español. Layla se echó a reír.
-Son cuatro
contra dos, El. No va a colar.
-Había que intentarlo-dijo
ella, encogiéndose de hombros.
Sabrae, que no se fiaba ni de su sombra en lo que a
comida se refería, fue la encargada de picar la cebolla, freírla y echarla en
la mezcla con gesto de satisfacción. Me miró y sonrió mientras echaba los
restos fritos en la mezcla.
-Te vas a acordar de este día-le comuniqué. Ella
sonrió.
-Haré que graben una cebolla en tu lápida, Tommy.
Scott sonrió, terminamos de mezclarlo todo y volvimos
a echarlo en la sartén. Los dos nos miramos cuando llegó el momento de darle la
vuelta. Cogí un plato, lo coloqué a modo de tapa y me preparé para la misión
más complicada de mi vida.
Las chicas contuvieron la respiración.
-¿Listo, T?
-Listo, S.
Scott tomó aire, alejó la sartén del fuego y empezó a
darle la vuelta. Un poco de tortilla a medio hacer se deslizó por el hueco
entre el plato y la sartén.
-¡Aprieta, por tu vida, aprieta!
Hice lo que me decía, terminamos de darle la vuelta y
las más pequeñas suspiraron tranquilas. Sólo Layla nos miró con preocupación.
Ahora venía la difícil tarea de volver a echarla en la sartén sin romperla.
Scott inclinó la sartén un poco, preparándose para
recibir la tortilla.
-A ver si te quemas-le dije.
-A ver si te quemas tú-protestó él, ayudándome a coger
el plato y sacudiéndolo para que su preciada carga regresara a la sartén.
Suspiramos aliviados cuando lo conseguimos, y me tocó
a mí terminar de hacerla. Redondeé sus bordes mientras ellos iban poniendo la
mesa y recogiendo sillas de donde buenamente podían, hasta que me tocó pasarla
a un plato. Reutilicé el anterior y le di la vuelta a la sartén. Demasiado
rápido. Se desmoronó como mis esperanzas de vida en el momento en que
desobedecí a mi madre y salí de casa a pesar de que ella me lo hubiera
prohibido expresamente ante mis ojos.
Todos chillaron, yo también.
Layla recogió los trozos que quedaban, me miró con
tristeza y musitó:
-El revuelto también está rico.
Yo le sonreí. Ella también sonrío. La tristeza
desapareció de sus ojos. Lo que cuenta es la esencia de la tortilla, no la tortilla
en sí. Supongo.
Comimos apretujados y con la tele apagada, pero
llenamos la habitación con nuestras risas. La que más se reía era Layla, porque
era a la que más nos esforzábamos en animar. No parecía necesitar mucho, pero
aun así nosotros queríamos esmerarnos en que estuviera bien.
Terminamos de comer, y ella y Diana se marcharon a dar
una vuelta. Layla conocía poco de esa zona de la ciudad, pero lo suficiente
como para hacer que la americana se fuera familiarizando con los sitios. Los
demás nos queramos tirados en el sofá, esperando a que llegara la amiga de
Layla y que se acercara la hora de enfrentarnos a nuestro fatídico destino.
Eleanor se había comprado una pera y comenzó a
devorarla bajo la atenta mirada de Scott, que se mordía el labio cada vez que
ella se pasaba la servilleta por la boca para evitar mancharse la ropa.
Le di un codazo y él dio un brinco.
-Se te cae la baba.
-Gilipollas-replicó. Le costó un montón no ponerse
rojo, pero lo consiguió. Por si acaso sus fuerzas flaqueaban, no volvió a
mirarla en lo que tardó en terminarse la fruta… ni cuando se levantó a tirar el
corazón de ésta… ni cuando volvió a su sitio.
Ella lo miró a él un par de veces, y él también la
miró a ella. Y se sonrieron. Pero nada más. Nada fuera de lo corriente.
Tendrían cuidado cuando tocara, y ahora tocaba tenerlo.
Para cuando volvieron Layla y Diana, habían terminado
de congeniar. Se reían de bromas que los demás no entendíamos y se apoyaban la
una en la otra, como si las dos necesitaran ser pilar y a la vez techo.
-¿Cuándo os vais?-quiso saber Layla, y yo alcé las
manos.
-¡Bueno! ¿Tanta prisa tienes por empezar tu fiesta sin
hombres?-espeté, y se echó a reír, negando con la cabeza.
-No, pero Diana me ha hablado de vuestro partido de
baloncesto, y tenéis que llamar a Chad para enseñarle lo que puede hacer Diana,
y de verdad que me apetece muchísimo ver su reacción.
-No creo que sea tan épica como la de Scott-respondió
la americana, apartándose el pelo del hombro y haciéndole ojitos a amigo, que
no se mostró para nada molesto.
-¿Quién nos iba a decir a nosotros que además de guapa
ibas a tener talento?
-Cuidado, Scott, me acabas de soltar un cumplido,
¿quieres que te tomemos el pulso, por si estás enfermo?
-Es que es la verdad-él alzó los hombros-. No serías
modelo si no fueras guapa.
-¡Vete a la mierda!-replicó ella, riéndose y tirándole
un cojín.
-Llama a Chad-ordenó Scott, mirándome. Saqué el
teléfono, lo desbloqueé y abrí Telegram.
-Con un audio bast…
-QUIERO VER SU PUTA REACCIÓN, LLAMA A CHAD.
Eleanor sacó el teléfono, marcó de memoria el número
de Chad y lo puso en manos libres. El irlandés respondió a los tres toques.
-¿El? ¿Estás bien?
Mi hermana y Chad se llevaban genial, pero no eran de
llamarse por teléfono. No había día que no se mandasen un par de mensajes
contándose sus vidas (vidas que guardaban celosamente de los demás, con lo que
Niall no se enteraría jamás de lo que Eleanor le contaba a Chad, ni yo me
enteraría nunca de lo que Chad le contaba a ella), pero las llamadas se reservaban
para situaciones de emergencia que no podían pasar por el lentísimo proceso de
teclear el mensaje, enviarlo, que éste viajara por todo el mundo hasta rebotar
en algún satélite y que el satélite lo escupiera de nuevo para mandarlo al
teléfono, que tendría que estar encendido, y debería vibrar o emitir algún
sonido para que el otro se enterara de su recepción, y luego habría que leerlo,
y contestarlo…
Esta era una situación de emergencia.
-No te preocupes, C, estoy bien-ah, sí, también lo
llamaba C-. ¿Estás sentado?
-¿Sí?-preguntó el irlandés-, ¿por qué?
-Escucha esto-y Sabrae puso muy bajo de nuevo Walking in the wind. Me imaginé la cara
de Chad, su mueca de incomprensión, sus pensamientos confusos de “¿me llama
para ponerme una canción que ya se escuchaba antes de que naciéramos?” como si
lo tuviera delante. Scott le pidió permiso para ocuparse de la parte de Niall,
Chad balbuceó algo a modo de asentimiento.
Se calló en mitad de la frase cuando Diana empezó a
cantar. Y soltó una exclamación cuando llegamos al puente de Harry y ella subió
aún más la nota del día anterior.
Nos quedamos los cuatro callados, esperando su
reacción. Eleanor tocó la pantalla del móvil; la llamada no se había cortado.
Chad estaba sin palabras.
-¿Chad? ¿Sigues ahí?
-¿Quién estaba haciendo la parte de Harry?
Sonreí y miré a Diana, que bajó la vista, un poco
sobrepasada por la atención de esta naturaleza tan desconocida para ella. Que
te miren porque eres bonita no es lo mismo a que lo hagan porque llevas algo
aún más bonito dentro. Por muy elaborada que sea una vitrina, al final, los
ojos admiran su interior.
-Su hija, Chad-anuncié yo-. Su hija.
Chad se quedó callado una vez más.
-Voy a Skype. ¿Tenéis un ordenador a mano? Quiero
verlo en directo.
Layla sacó el portátil que había ido a rescatar la
noche anterior y se conectó rápidamente. Le mandó una petición de vídeo a Chad,
que la aceptó al segundo.
-¿Estáis todos juntos? Me siento desplazado. ¿Es
porque soy irlandés?-quiso saber, haciendo pucheros.
-Han pasado un montón de cosas, tengo que
contarte-comentó Layla; el irlandés asintió. Se giró y llamó a su padre.
-Espero que no te importe cantar delante de él, Diana.
-Somos familia-respondió la americana, haciéndose una
cola de caballo. Niall se asomó en la minúscula ventana y tomó el sitio que le
ofrecía su hijo. Sabrae buscó otra canción de la banda, fue sugiriendo títulos
mientras nosotros los desechábamos.
-No, en esa canta muy poco.
-No, esa es muy larga.
-No, esa no me gusta.
-¿Qué buscáis? Pregunto-interrumpió Niall.
-Una canción en la que Harry tenga protagonismo y se
luzca-explicó Scott. El Niall de la pantalla alzó las cejas.
-Probad con Up
all night.
-Ahí no hay
nada chulo a lo que aferrarse-respondió ella. Niall puso los ojos en blanco.
-Digo el disco, chiquillos. El disco no es de One
Direction, es de él y un poco de Zayn.
-¡Papá!-protestó Chad.
-¿Estoy diciendo alguna mentira?
Todos nos echamos a reír, incluida Diana.
-¿Strong?-preguntó
Sabrae.
-Es del tercero-dijo Niall.
-¿Te acuerdas?
-Pista 7. 3 minutos y… ¿4 segundos, puede ser?
Miramos a la pantalla con ojos como platos cuando
Sabrae dijo que sí. A todo. Niall se levantó, se bajó la cremallera de la
chaqueta y nos enseñó una camiseta con el logo de la banda y una millonada de
círculos, uno por cada concierto en el que habían tocado en la gira de On the road again.
Chad suspiró.
-¿Os creíais que era coña lo que puse en Twitter de
que incluso después de que nos separásemos yo iría por ahí con ropa de la
banda? Porque iba completamente en serio.
-Menos cuando juegas a golf-intervino Chad.
-Porque hay que estar a cada cosa a su tiempo, hijo
mío.
-¿Podemos enseñarte lo que te queríamos enseñar, o no,
Niall?-los cortó Scott. Niall abrió las manos y nos invitó a empezar lo que
fuera que quisiésemos empezar.
Abrió mucho los ojos cuando Diana empezó a cantar en Strong, apartándose los mechones que no
se había recogido en la coleta detrás de la oreja, y más tarde juntando las
manos y cerrando los ojos, levantando un poco la cabeza, cuando llegaba el
estribillo y Harry subía la voz.
Scott no hizo la parte de su padre. Diana lo miró.
-Hazlo tú.
Podía odiarla, podía detestarla y pensar que era de lo
peor que se había cruzado en mi camino, pero no le permitiría decirme que no le
encantaba escucharla tanto como a mí. Puede que incluso más. Yo no me
arriesgaría a empujarla de esa forma sin saber dónde estaban sus límites, pero
él no tenía inconveniente en explorarlos y obligarla a ir más allá de ellos y
mejorar su voz.
Sabrae hizo retroceder la canción y Diana se ocupó de
las notas altas de Zayn, mientras Niall se reclinaba en su asiento, cerraba los
ojos y musitaba las frases que le habían tocado cuando decidieron la versión
final. Pero sonreía.
-Es genial, Diana. Genial.
-¿Genial? Es jodidamente bestial, Niall-corrigió
Scott. Niall asintió con la cabeza.
-Sí, bueno. Es hija de Harry, ¿no? No sé por qué os
sorprendéis tanto. Soléis mejorarnos. Chad es la excepción.
-Qué gracioso eres, papá.
-Deberíamos meteros en alguna canción del siguiente
disco-musitó Niall, levantándose de la silla y dejándole sitio a Chad-, tal
vez… los borradores que tengo…
Salió de la habitación de su hijo en busca de sabía
Dios qué papeles. Chad suspiró.
-Ahora va a estar con la puñetera banda toda la
semana. Si queréis, puedo coger un avión el viernes y visitaros… ver si vamos a
hacer algo.
-Espera, ¿qué?-replicó Diana-. Yo ya tengo un trabajo.
Soy modelo, ¿recordáis?
-Y yo estoy en la universidad.
-Y nosotros estamos en último curso-dije yo-. No sé,
si van a meternos en serio en algún disco…
-Yo no sé si quiero que me metan en ningún
disco-replicó Scott.
-Scott, tío, no empieces.
-Bueno, pues sólo por estar todos juntos, ver cómo
sonamos-Chad se encogió de hombros-. Me dais un poco de envidia, todos de
campamento y yo aquí, muerto del asco.
-En realidad… es un “campamento” un poco extraño. No
es divertido-musitó Layla, frotándose las manos, toqueteándose un anillo en el
que yo no había reparado hasta entonces-. Si quieres venir, estás en tu
derecho, Chad. Evidentemente. Y me encantaría quedar, pero… no quiero que
vengas esperando que salgamos de fiesta o algo por el estilo.
-¿Estás bien, Lay?
Ella negó con la cabeza.
-Bueno, ahora sí.
Acabo de romper con mi novio…
-Vaya, pues lo siento.
-No lo hagas. Era un hijo de puta. Bueno, aún lo es.
No creo que haya cambiado mucho en toda la noche.
-¿Esta noche?
-Me he ido de casa. Vivía con él. Pero me… trataba
mal.
Chad miró hacia la puerta de su habitación. Se
incorporó y la cerró, notando lo mucho que le costaba a Layla hablar de eso. Se
sentó y se inclinó hacia delante.
-¿Cómo de mal?
-Mal… mal.
Se mordió el labio.
-Me estás asustando.
-Con razón-Layla se apartó un mechón de pelo de la
cara-. Me… pegaba.
Chad se quedó tieso.
-Y cosas peores.
Chad no era como Scott y yo. Cuando nosotros nos
cabrearíamos y amenazaríamos con una guerra, lanzando bombas nucleares si
hiciera falta y masacrando a todo al que se pusiera por delante, él encontraba
refugios. Sitios en los que tranquilizarse y estar a salvo. Se alejaba del
peligro en lugar de enfrentarse a él y arriesgarse a que te destruyera.
Era exactamente lo que Layla necesitaba ahora.
Y Chad supo verlo.
-¿Quieres venir a casa?
Layla se limpió un par de lágrimas con el dorso de la
mano.
-No creo que pueda, tengo que estudiar y…
-Puedes estudiar aquí. Te vendrá bien. Venga, Lay.
Podemos decirle a mi padre que nos lleve a alguna playa pequeñita, pasar allí
el día, tú con tus libros y yo con mi guitarra. Irlanda hace bien.
-Tendrá cosas que hacer.
-Nadie está demasiado ocupado para pasar tiempo
contigo-Chad negó con la cabeza, encogiéndose de hombros-. Además, yo me siento
también bastante solo. Y más viéndoos a todos ahí.
Layla sonrió.
-¿Lo dices de verdad?
-Vente, mujer. Mi padre es gilipollas y se compró una
mansión para llenarla con dos personas. Será por habitaciones. Además, son las
fiestas en Mullingar el jueves. Podemos ir hasta allí y pasar la noche en el
lago. Ver las estrellas-sonrió-. Si no llueve, claro.
Layla nos miró, como pidiéndonos permiso.
-Vete, mujer-la invitó Diana-. Iremos contigo al
aeropuerto si no te apetece viajar sola.
-Suena bien el plan, ¿no, T?-intervino Scott. Yo
asentí con la cabeza.
-Te vendrá bien cambiar de aires, princesa.
Layla asintió con la cabeza, mirándome a los ojos.
-Pero, Chad, no soy la alegría de la huerta,
precisamente-se excusó ella, después de aceptar. El irlandés se encogió de
hombros.
-No pasa nada, Lay. Vienes de relax, no a hacer
comedia, ¿o sí?
Layla se limpió otra lágrima. Sabrae la estrechó entre
sus brazos y la besó.
-Supongo. ¿Cuándo me abres las puertas de tu casa?
-Mañana. Entre las 12 y la 1. Si no llegas a esa hora,
duermes en el cobertizo.
Layla se echó a reír, dijo que buscaría los billetes y
que lo llamaría en cuanto los tuviese. Chad sonrió, asintió con la cabeza y se
despidió de nosotros diciendo que iba a adelantar trabajos de clase. A él le
daban bastante más caña que a Eleanor, a pesar de tener la misma edad.
Cuando se desconectó, Layla no podía parar de llorar.
Hicimos un donut gigante alrededor de ella, las chicas le besaron las mejillas
y la frente.
-¿Ves como todo se arregla, princesa?-le dije yo
cuando las cosas se calmaron. Le acaricié la cabeza y le di un beso en la
mejilla. Ella asintió.
-No sé qué he hecho para mereceros, de verdad.
-Ser tú-respondió Scott.
A veces, las frases cortas son las más eficaces… y las
más bonitas.
Volví a casa después del
partido, yo solo. Diana y Eleanor habían vuelto en cuanto pusimos un pie en la
calle, ya dejando a Layla detrás, acompañada por Keira, a la que Scott le
hubiera gustado mantener vigilada más de cerca, pero sabía lo que se nos venía
encima.
Yo también.
Por eso insistí en que las chicas regresaran a casa,
no les fuera a caer una bronca a ellas también. Por muchas ganas que tuviera de
ver si mamá sería capaz de reñir a la americana, no me apetecía tenerlas al
lado mientras me gritase. Porque oh, sí, ya lo creo que me iba a gritar.
Le encantaba gritar.
Es por ello que me sorprendió tanto encontrármela de
pie en el salón, de brazos cruzados, con una chaqueta de punto de color marrón
que le resaltaba los ojos y el pelo. Fruncía el ceño.
No estaba en la cocina, su escenario favorito para
ponerse a dar voces.
Eso me puso tenso.
-Hola-saludé, como si no hubiera hecho nada malo. Creo
que fue el haber anotado 5 triples casi seguidos lo que me hizo pensar que, tal
vez, hubiera esperanzas de que no me encerrara en casa hasta que cumpliera los
30 años.
No contestó.
La suerte me había dado la espalda.
-Dado que detestas tanto esta casa-empezó, descruzando
los brazos, poniéndolos en jarras, y sacudiéndose el pelo para que los mechones
castaños no le impidieran ver mi desilusión-, y como soy una jodida psicópata,
pero vosotros no lo sabéis-sonrió un poco, y me entraron ganas de
estremecerme-, he decidido que te vas a quedar aquí metido una semana.
Quizás la suerte no se hubiera olvidado del todo de
mí. Me esperaba 15 días de castigo. Scott ya los tenía garantizados.
-Sólo saldrás para ir al instituto, y luego, derechito
de vuelta.
Asentí despacio.
-¿Y el baloncesto?-pregunté.
-NI BALONCESTO
NI HOSTIAS-ladró en español. Tuve que controlarme para no hacerle un saludo
a lo militar, “sí, mi general”-. COMO SI
ENGORDAS 100 KILOS ESTANDO AQUÍ METIDO.
-Tal vez puedas
darme un consejo para adelgazarlos después.
Me salió solo,
mal hecho. Pero encima, me salió en español. Peor todavía. De tres zancadas,
mamá salvó la distancia que nos separaba y me soltó tal bofetada que me hizo
retroceder un par de pasos. Me llevé la mano a la mejilla y me la quedé
mirando. Era más baja que yo y estaba bastante menos entrenada en eso de
pelearse, pero iba a ganar siempre que nos enfrentáramos por un minúsculo
detalle: me había parido ella.
Ella era la causa y yo el efecto. Nunca al revés.
Y era mi madre, joder. Se me podía ir la lengua de vez
en cuando, pero nunca la mano.
-Mañana por la
mañana, deja el móvil encima de la mesa. Te lo estás ganando a pulso, ¿eh,
Thomas?
Suspiré.
Y me soltó otra bofetada.
-¡Pero…!-empecé,
ella levantó la mano y consiguió mi silencio en el acto.
-Encima no te
me hagas el digno, que te suelto tal tortazo que te pongo de cuadro en la
pared.
Me lo saqué del
bolsillo y se lo tendí. Ella lo miró, pensativa, para terminar empujándolo en
mi dirección.
-Me lo das por la mañana-cambió al inglés, yo asentí y
me lo volví a guardar-. Avisa a Scott de que estás castigado.
-Ya nos lo imaginábamos.
-Bien-respondió, apartándose un mechón de pelo de la
cara y poniendo los ojos en blanco-.Y ahora, vete a ducharte. Luego me vas a
ayudar a hacer la cena.
Yo nunca la ayudaba a hacer la cena un domingo, lo más
que podíamos hacer sería cocinar juntos o lo que fuera cuando me pusiera malo
(para animarme) o entre semana (para animarla a ella). Subí las escaleras con
pies de plomo y me metí directamente en el baño. Me quité la camiseta, la eché
en el cesto de la ropa sucia y entré en la ducha sin abrir el agua caliente. Me
estremecí cuando el agua del ártico empezó a salir del grifo, pero espabilé
enseguida. Temblar debajo del agua me ayudó a despejar la mente y aclararme las
ideas, como si no fuera a tener tiempo suficiente esa semana que me iba a pasar
enclaustrado como si viviera en el puñetero siglo XVII y acabara de meterme con
Dios, ganándome un juicio ante el tribunal inquisitorial.
Le había pedido a Layla que me avisara de cuando
cogiera el avión, no había hablado con Chad sobre hasta qué punto estaba mal
nuestra amiga… pero no me correspondía a mí hablar con él y contarle su
historia. Seguramente Lay lo hiciera nada más llegar. Sería lo mejor. Así
sabrían a qué se enfrentaban.
Tampoco les había dicho nada a mis padres, por
petición de ella. Le había suplicado a Scott que convenciera a Zayn y Sherezade
de que no le dijeran nada a Liam y Alba. Me lo llevaría a la tumba si era eso
lo que quería, aunque no me pareciera bien, igual que no me lo parecía el estar
perdiendo el tiempo dejando que lo trataran en el hospital cuando el hijo de
puta debería estar pudriéndose en comisaría.
Y luego estaba lo que había hecho de madrugada con
ella, demasiado para considerarlo “nada”, pero no lo suficiente como para
considerarlo “algo”.
Diana, pensé
de repente. Necesitaba estar con ella. Verla. Que me indujera al mismo trance
de esa misma mañana.
Iba a tener que pasar mucho tiempo en casa, menos mal
que era yo el que compartía techo con ella, y no Scott. Me alegré de haberle
hecho caso y probarla, saber qué podía hacerme y cuáles eran sus efectos
secundarios.
Deja de fingir
que la quieres cuando lo único que te gusta es la sensación de no poder pensar
en Megan cuando estás con ella, volvió a sonar la voz de Eleanor en mi
cabeza. Estaba equivocaba. Yo no fingía que la quería.
Me encantaba estar con ella, meterme entre sus piernas
por el mero hecho de hacerlo. ¿Qué podía haber de malo en que también me
gustase su poder para dejarme la mente en blanco?
Terminé de vestirme y subí a verla. Estaba tendida en
la cama, con las piernas estiradas y una mano enredándose constantemente en su
pelo. Se incorporó un poco para mirarme.
-Tommy-saludó.
Se sentó en el colchón y me invitó a hacer lo mismo mientras se señalaba la
oreja. Estaba hablando por teléfono-. No, nena. Está aquí, conmigo… Ajá… Pero
si no te conoce, ¿para qué quieres saludarlo?... Zorra calenturienta. Está
bien. Espera, te pongo el manos libres.
Se separó el teléfono de la oreja, tocó la pantalla y
lo dejó caer. Se tumbó boca abajo con las piernas dobladas.
-Habla, zorrita.
-¡Hola!-me saludó una chica con un acento aún más
fuerte que el de Diana.
-Hola-saludé yo, frunciendo el ceño y mirando a Diana.
-Es Zoe-explicó mi amiga-, mi mejor amiga de Nueva
York.
-“Tu mejor amiga de Nueva York”-se burló la otra-,
vamos, Didi. Ni que tuvieras doscientas mejores amigas.
-Una por cada estado-cacareó la rubia, echándose a
reír.
-¿Estáis solos?
-Sí-dijimos los dos. Zoe chasqueó la lengua.
-Vaya por dios, ¿no está Scott?
Diana se encogió de hombros cuando la miré con una
pregunta en la mirada.
-¿Les has hablado de nosotros?-me reí. Estaba echando
raíces a pesar de haber venido arrastrada de los pelos.
-Ugh, cariño, no veas las sesiones de psicólogo que
tenemos cada noche-Zoe se echó a reír-. Hablamos de todo, tesoro. Por cierto, enhorabuena por los polvos que le
echas. No ha conocido a ningún tío que folle mejor que tú. Fíjate, estoy hasta
pensando en comprar un billete de ida para Inglaterra y meterme entre vosotros.
-Eres estúpida, Z-ladró Diana.
-Venga, mujer, encima que se lo digo para que se
crezca e intente superarse…
-No te voy a dar el teléfono de Scott en la vida.
-Ah, ¿le gusta Scott?-quise saber. Estrechar lazos
internacionales era un momento.
-¿Estás de coña?-replicó la americana incorpórea-. Le
dejaría que me leyera un poema en suajili mientras me tiene colgada del techo
como si fuera una piñata.
Diana puso los ojos en blanco y la mandó a la mierda
mientras yo me reía. Empezaba a entender muchas cosas del comportamiento de
ella escuchando a su mejor amiga.
-¿Didi?-la llamó Zoe.
-¿Mm?
-¿Dónde estáis?
-En mi habitación-Diana se encogió de hombros, mirando
al techo y luego mirándome a mí. Sonrió con malicia.
-Oh, pues os dejo para que hagáis preciosos bebés de
dos nacionalidades que acaben follando como su padre.
-Eres tonta.
-A mí no me molestas, Zoe. Si quieres, puedes
escuchar-me burlé.
-Otro día hacéis una sesión especial para mí. Pero con
vídeo, ¿eh? Quiero ver si exagera de tus atributos masculinos. Tiene tendencia
a hacerlo.
Y colgó sin permitir a Diana mandarla a la mierda, que
era exactamente lo que quería mi huésped.
-No entiendo por qué no soportas a Scott, si Zoe es
igual que él-le dije, acercándome a ella y apartándole el pelo del hombro.
Cerró los ojos cuando le pasé un dedo por la piel desnuda.
-Zoe no se parece en nada a Scott.
-¿Igual que yo no me parezco en nada a otros chicos
con los que has estado antes?-murmuré, besándole allí donde antes la había
acariciado.
-Bueno, no hablas como ellos, pero… eres bastante… del
montón-me provocó. Se dio la vuelta y yo empecé a besarla. Comprobé por el
rabillo del ojo que la puerta estaba cerrada. Bien, por fin hacía algo bien en
la vida.
-¿Puedo hacer que reconsideres eso?
Sonrió en mi boca. Me metí entre sus piernas.
-No lo sé, T, ¿puedes?-replicó. Yo me aparté para
mirarla. Joder, no había criatura tan bonita como ella, ni en este mundo ni en
los demás. Clavó en mí esos ojos esmeralda, se mordió el labio con aquellos
dientes que podrían iluminar un estadio de fútbol sin ayuda de más focos, y
susurró mi nombre cuando comencé a besarla por el cuello. Me quitó la camiseta
y nos peleamos con la suya. Por fin, ésta cedió. Decidió atacar mis pantalones
y yo perderme en la cremallera de sus vaqueros.
Me miró con cariño cuando la dejé en ropa interior.
Estábamos más o menos empatados. Me acarició la nuca y me besó en los labios
muy, muy despacio.
-Bonito sujetador-dije yo, jugando con el tirante de
éste.
-Gracias. Cortesía de la casa-murmuró, siguiendo mis
dedos y bajándose un poco aquel con el que yo jugaba-. ¿Quieres ver lo que
esconden?
-No sé, ¿sueles enseñárselo a los chicos del montón?
Arqueó un poco la espalda, buscando el enganche. Lo
desabrochó y deslizó la prenda gris a un lado, mostrándome sus pechos. Se los
acaricié y ella se mordió el labio. Ahora sí que estábamos empatados en ropa,
pero me llevaba la delantera en todo lo demás.
La besé en la boca, recorrí sus labios con el pulgar
mientras con el otro bajaba por su cuerpo, recorriendo su piel, haciendo que se
le pusiera la carne de gallina, hasta llegar al rincón de sus bragas. Dejó
escapar una exclamación cuando no me detuve allí, sino que me colé por la tela
del mismo tono grisáceo y empecé a masajearla.
-¿Sigo siendo del montón, Diana?
Abrió la boca, se inclinó hacia atrás, se echó a
temblar si se mordió el labio. Tenía los ojos cerrados.
-¿Diana?-insistí yo, aumentando los círculos que
describían mis dedos en el centro de su ser.
-Sí… no… No lo sé-bufó-. Pero no pares.
Aunque me apetecía muchísimo obligarla a decirme que
era especial, obedecí. Me gustó más la sensación de tenerla entre mis manos,
poder hacer con ella lo que quisiera, que el escucharla decir eso.
Tiré de sus bragas, le besé el vientre y seguí con el
masaje.
Se incorporó y empezó a besarme, me dijo al oído que
no iba a bastarme con la mano, y se hizo con el control de la situación. Me
bajó los bóxer mientras yo buscaba con desesperación un condón; por fin, lo
encontré, me lo puse y entré en ella, que me recibió con un gemido de
satisfacción. Dejó caer la cabeza en la almohada y me besó, me acarició la
espalda y acompañó mis embestidas con las caderas…
… hasta que se cansó de dejarme dirigir la situación,
me empujó hacia un lado y me hizo caer sobre las sábanas. Se sentó encima de
mí, me sonrió con malicia y continuó moviéndose, haciéndome entrar y salir,
entrar y salir, entrar y salir…
Iba a perder la cabeza. Diana quería que yo perdiera
la cabeza.
Llegó bastante antes de lo que me gustaría, pero no de
lo que esperaba: su partida era más larga que la mía. Se inclinó para besarme,
le acaricié aquellas piernas kilométricas.
-Tommy-musitó entre gemidos. Levanté la mirada y la clavé
en sus ojos, que le hacían la competencia sin esfuerzo a sus pechos-. El montón
debería ser un poco más como tú.
Ahí fue cuando terminé de perder la cabeza.
Y fue cuando ella decidió que era hora de castigarme.
Se detuvo, me apartó el pelo de los ojos se echó el
pelo a un lado.
-¿Qué pasa?
Se incorporó y me sacó de su interior.
-¿Qué haces?
Y me empujó hasta tirarme al suelo.
-¡¿Qué cojones haces?!-bramé. Se echó a reír con
maldad, recogió mi ropa del suelo y me la tendió.
-Me dejaste con el calentón esta mañana, y ahora estás
castigado.
-Estarás de coña-espeté. Negó con la cabeza,
conteniendo una sonrisa.
-Oh, T. Ya me irás conociendo, pero yo con el sexo no
estoy de coña nunca.
-¿Quién coño te
crees que eres, tía?-gruñí, subiéndome los calzoncillos sin siquiera quitarme
el condón. Puso los brazos en jarras y se irguió cuan larga era. La claraboya
del techo la hacía parecer un ángel. Exterminador, pero un ángel. Le brillaban
los ojos y la piel gracias a mí, parecía una diosa por lo que le había hecho, y
me lo pagaba así.
-Diana Styles-anunció-. Después de follar. Pásatelo
bien con tu mano.
Di un golpe con la trampilla que hacía las veces de
puerta y escuché su risa victoriosa.
Me metí en mi habitación, me tiré en la cama y
consideré seriamente la posibilidad de hacer lo que me dijo y “pasármelo bien
con mi mano”.
Pero no, no le iba a dar esa satisfacción.
Además, esto era una señal del destino. Lo que has hecho está mal.
Sí, ahora lo veía claro. El mensaje era sencillo,
aunque el mensajero cambiara: de mi mejor amigo a la que debería empezar a
considerar “mi chica”. Lo de Layla había sido porque la había visto muy mal.
Había sido un miserable y la había besado por pena. En cambio, Diana…
Diana era la que quería que me quitase la ropa de
verdad.
Tener princesas molaba, pero eran las reinas, las
emperatrices, las que te sacaban adelante.
Mamá me llamó desde el piso de abajo. Menos mal.
Estaba a punto de darle la satisfacción a la americana de hacer lo que me
decía: meter la mano de nuevo dentro de los calzoncillos.
Hoy no debía comer de su mano. Tenía que ser la
excepción.
TOMMY SE ESTÁ ENAMORANDO DE LAYLA LA PUTA HOSTIA
ResponderEliminarVAMO A CALMARNO TODO
EliminarCOMO QUE DE LAYLA???? EL CHAVAL ES TAN IDIOTA COMO SCOTT. SE ESTÁ ENAMORANDO DE DIANA Y NO SE LO QUIERE DECIR
ResponderEliminarCUANTÍSIMA TENSIÓN, ESTARÍA SIN UÑAS A ESTAS ALTURAS SI ME LAS MORDIERA.
EliminarDIOS HA ESTADO A NADA DE DECIRLE QUE LA QUERIAAAAA. PUTO SCOTT
ResponderEliminarAquí todo el mundo es súper oportuno
EliminarSCELEANOR SCENELANOR. NECESITO UNA DOSIS DE SCELEANOR CUANTO ANTES. VIVO A PALO SECO DESDE HACE DÍAS
ResponderEliminarEsta tarde me pongo a escribirlo, no nos pongamos nerviosos
EliminarEs coña, que cunda el pánico
Me pregunto porque te resulta extraño tener tantos comentarios y recibir tantas buenas criticas cuando la novela es sublime y tu escribes de puta madre.
ResponderEliminarUF dios mío, ayer, cuando leí tu comentario me puse literalmente a CHILLAR y casi lloro y todo, mi mejor amiga tiene los audios, puedes preguntarle a ella si quieres para que te dé las pruebas y las examines.
EliminarA mí me entusiasma esta historia, es evidente, pero siempre tengo la sensación de que se me olvidan cosas y la certeza de que puedo mejorarla en muchísimos aspectos; tiene algunas metáforas bonitas pero me da la impresión de que abuso un montón de las comparaciones, y eso no me gusta, pero no tengo otra manera de escribir.
Y el que me dejéis comentarios fangirleando porque a vosotras también os gusta me hace MUCHÍSIMA ilusión, siento que merece la pena realmente lo que estoy escribiendo y me alegra un montón poder llegarle a alguien y transmitirle aunque sólo sea un poco el cariño que siento por estos personajes. ♥
Muchísimas gracias por tu comentario, me ha hecho sonreír muy fuerte ♥
TOMMY Y DIANA ESTÁN CASADISIMOS Y YA ESTÁ.
ResponderEliminarYo estuve en su boda, la oficié, fue precioso, follaron delante de Jesucristo crucificado y la figura acabó por sonreír porque son la otp máxima.
EliminarDIANA Y SCOTT ME HACEN TANTA GRACIA SOS
ResponderEliminarA MÍ TAMBIÉN, ES QUE SON TERCOS COMO MULAS LOS DOS ME APETECE QUE SE CASEN Y SE PELEEN Y SE RECONCILIEN PERO ESTÁN LOS TOMLINSON Y CLARO, HAY CONFLICTO DE INTERESES
EliminarVAMOS A VER, A TODAS LAS ANTIS DE TOMMY Y DIANA. EL CHAVAL SE OLVIDA DE LOS NOMBRES DE TODO DIOS CUANDO LA BESA. YA ESTA TODO DICHO.
ResponderEliminarY una mierda espichada en un palo. El tio empezó a tener dudas en cuanto besó a Layla y SI TIENE DUDAS ES POR ALGO
Eliminar"Si no la quisieras, no te habrías frenado con Layla pensando en ella." yo te dejo esto por aqui y asi te replanteas tu argumento
EliminarChicas, chicas, tranquilas, que hay Tommy de sobra para las dos ^^
EliminarLa discusión por la tortilla xd Estoy llorando de la risa
ResponderEliminarEs que estos 7 imbéciles montan unos pollos por cada gilipollez, de verdad que estoy muy #agotada con ellos
EliminarVAMOS A VER, ¿QUIÉN NO LE ECHA CEBOLLA A LA TORTILLA? ¿ESTAMOS LOCOS O QUE?
ResponderEliminarEn mi casa no se la echamos porque a mi madre no le gusta la cebolla cocinada... :'(
EliminarA saber que hicieron esos dos cuando fueron a comprar los huevos... Fijo que se pusieron a darse el lote en la zona de los congelados xd
ResponderEliminarSabrae los dejó solos
Eliminara posta
porque la única que shippea más que yo a Sceleanor
es Sabrae
(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
pero me gusta cómo piensas, Zurita, ven que te dé un beso
Tengo unas ganas de que conozcamos un poco más a Zoe y que le venga a dar una visita a Diana
ResponderEliminarDiana va a volver para Navidades y vamos a verlos a todos en su hábitat natural mientras están en fiestas, así que no habrá que esperar a que Zoe se anime a visitar Inglaterra para conocerla un poco mejor... pero cuidadito con ella
EliminarChad es un sol, hay que protegerlo a toda costa
ResponderEliminarMi hijito hermoso
EliminarJoder, yo ya no sé que hacer con mi vida. Shippeo tanto a Lommy coo a Diana y Tommy
ResponderEliminarLa historia de mi vida, la llevo a casa, conduzco toda la noche para mantenerla caliente y el tiempo se congela, la historia de, la historia de, la historia de mi vida, le doy esperanzas, gasto su amor, hasta que se rompe por dentro, y el tiempo se congelaaaaaAAAAAAAAAAaaaaaaaaaa
EliminarNiall es el puto fangril mas grande One Direction que haya pisado este planeta y quien diga que no es que es retrasado
ResponderEliminarLa nueva edición de la Biblia va a empezar así
EliminarEcho de menos que narre Scott :(
ResponderEliminarEsta tarde me pongo con un capítulo en el que narra él, será el 49 :)
EliminarTIANA MANDA Y EL RESTO OBEDECE
ResponderEliminar"En tu barrio vasilamos y en el nuestro ps follamos"-Diana Styles y Tommy Tomlinson en algún momento, probablemente
EliminarCHAD POR FAVOR CHAD, DEFINITIVAMENTE ESTOY ENAMORADA DIOS DIOS DIOS ERIKA
ResponderEliminarY NIALL?!?!?!!!!!!??! ME LO COMO DE VERDAD YO TENGO UN PROBLEMA GRANDE CON LOS HORAN, BASTANTE GRANDE LO TENGO YA CON LOS HORAN DE VERDAD QUE AHORA HACES QUE EXISTA CHAD Y Y Y SEÑOR
Tommy hijo, tienes un cacao en la mente que ni Scott, majo JAJAJAJAJAJA
ERIKA CADA DIA TE QUIERO MÁS, VIR
ES QUE UF CHAD SÍ QUE ES UN POBRE MELOCOTÓN SE MERECE TODO EL ORO DEL MUNDO EL POBRECITO NO HARÍA DAÑO A UNA MOSCA ES LAYLA PERO EN CHICO, JOVEN Y BISEXUAL ES QUEE!!!!!!!!!!!!!!!
EliminarY Tommy va a comerse la cabeza toda la puta novela qué ganas de subir el último capítulo en el que lo ingreso en un psiquiátrico BOOM TOMA SPOILER HIJA DE PUTA
VIR CADA DÍA TE QUIERO YO MÁS
Con lo obsesionado que está Niall fijo que los obliga a montar una banda
ResponderEliminarLa próxima vez que comentes, hazlo con el nombre "Delfos" porque eres un ORÁCULO basta ya de verdad
EliminarNiall fijo que se empalma mirando las camisetas del OTRAT
ResponderEliminarVoy a hacer captura de este comentario, a imprimirlo y ponerlo en mi habitación porque si este comentario no es Cristo resucitado, que baje Dios y lo vea
EliminarVan a formar una banda.... Lo veo xd
ResponderEliminarSoy muy evidente, ¿a que sí?
Eliminar(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞
Quienes se enteraran de Sceleanor antes Tommy o Erika y Louis?
ResponderEliminarErika y Louis
EliminarComo tienes pensado que será la reacción de Erika y Louis? Y la de Tommy? Va a haber mucho salseo?
ResponderEliminarLa de Erika y Louis va a ser como SÚPER GRACIOSA (por lo menos a mí me hace gracia) pero no con mucho salseo.
EliminarA cambio, cuando se entere Tommy se va a montar un pollo de la de mi madre
Echo de menos un poquito de Sceleanor....
ResponderEliminarDentro de dos capítulos saciaré tu sed :D
EliminarNo nos puedes dar un pequeño adelanto de cuando Scott se declare? :( Ya no tengo más uñas para monderme
ResponderEliminarVa a ser en la cama
Eliminary hasta ahí puedo leer :)
Lo siento por la bizcocha de Layla pero Tiana son otp maxima y suprema (nunca más que Sceleanor eso claro)
ResponderEliminarBastante tiene Layla como para que ahora encima la metamos en una pelea de otps si es que somos mala gente :(
EliminarComo siempre yo con el amor de mi vida. La tortilla sin cebolla es una mierda absoluta
ResponderEliminarEn mi casa la comemos sin cebolla :(
EliminarEn serio Erika y Louis no se les hace extraño que hayan pasado toda la noche fuera acompañando a Layla?????
ResponderEliminarNo tiene por qué, ya fueron más veces de fiesta por el centro y se quedaron a dormir en el piso, por lo que no les extraña tanto
EliminarVeo que el idiota de Scott se nos declara en medio del baño de la discoteca de Jordan......
ResponderEliminarPUES CUIDADO CON TUS VISIONES porque va a haber una discoteca involucrada cuando se declare ;D
EliminarLA TORTILLA CON CEBOLLA DESDE CUÁNDO POR DIOS SIN CEBOLLA DE TODA LA VIDA
ResponderEliminarY QUE NO QUIERO TOMMY CON DIANA QUE NO QUE COON LAYLA HE DICHO
y bueno Chad es un cachito de pan y ojalá narre cuando Layla esté con ella o algo porque me encanta ay
EXACTAMENTE ES QUE SIN CEBOLLA SIGUE ESTANDO RICA IGUAL QUE PARA ALGO SIGUE SIENDO TORTILLA!!!!!!!
EliminarMaría tía, nos compenetramos un montón, Chad va a narrar cuando lo visite Layla, a ver cómo se me da escribir un capítulo entero con él solito :(
"Tener princesas molaba, pero eran las reinas, las emperatrices, las que te sacaban adelante." LO DICHO PERRAS. TIANA MANDA
ResponderEliminar...los demás obedecen
Eliminar"Me lo pone a…-anunció, cogiendo la huevera y enseñándomela. Me lo quedé mirando-. Antes te hacía gracia." Es super retrasado, pero lo quiero la vida..-
ResponderEliminarFíjate cuánto tiene que quererlo Eleanor para aguantarle esas gilipolleces sin parpadear de verdad es que es una santa (al margen de que él es guapo y la trata bien y se lo hace aún mejor pero BUENO nadie dijo que ella fuera tonta)
EliminarDiana es una cabrona.... Como deja a mi bebé bebé medias
ResponderEliminarHay que hacerse respetar en esta vida
EliminarA veces me pregunto si es que Tommy no quiere verlo o realmente no se entera de que algo pasa entre Sceleanor
ResponderEliminarA Tommy le faltó oxígeno al nacer, eso es un hecho incuestionable (es broma) ((o no)). Pero, en realidad, tampoco es tan rato. O sea, Scott y Eleanor se comportan casi igual que lo hacían antes de empezar a salir; los dos tonteaban delante de él MUCHÍSIMO porque ayyyyyyyy, qué tensión había ya entre ellos, estoy triste de repente :(. La diferencia ahora es que Eleanor no es la única que disfruta tonteando porque sí, sino que también lo hace Scott, y no por putear a Tommy (que también, un poco).
EliminarMe podrias describir a Eleanor y a Scott fisicamente? Es decir como tu te los imaginas en tu cabeza
ResponderEliminarYo soy malísima definiendo físicamente a los personajes en mi cabeza :( pero:
EliminarEleanor tiene el pelo largo, rizado/ondulado del color de la Nutella (ñam), los ojos del mismo tono y la nariz pequeñita.
Con Scott tengo un conflicto MUY serio porque me lo imagino bastante parecido a Zayn, pero cada vez que pienso en él, lo único que me viene a la cabeza es "no, es más guapo". Lo único que tengo claro de él, es el pelo negro (evidentemente), el piercing en el labio (me tengo que agarrar a los detalles, igual que con Eleanor me centro también mucho en los lunares de la espalda), y los ojos castaños pero con tonos verdes y dorados, iguales que los de Sherezade.
Y BUF. SUS BRAZOS. Y LOS BRAZOS DE TOMMY. QUIERO QUE ME ESTRUJEN CON ELLOS HASTA DEJARME PARALÍTICA.
Danos un pequeño adelanto de la declaracion de Scot :( Nos tienes en la agonía tia
ResponderEliminarVa a ser sencilla, lo bonito es lo que va a contestarle Eleanor y en lo que va a pensar él después de que ella le conteste :)
EliminarDiana me empieza a caer extremadamente bien
ResponderEliminarMe siento identificada
EliminarNunca dejes de escribir tia. Por favor.
ResponderEliminarAy por favor te como la carita :(
EliminarNI LOMMY, NI TIANA NI HOSTIAS. AQUI LA VERDADERA OTP ES SCOMMY. TODO DIOS A CALLAR.
ResponderEliminarZouis vive en ellos y podemos confirmar y de hecho confirmamos que lo mejor que nos dio 1d fue Zouis
Eliminar*se santigua* amén jesús