jueves, 30 de junio de 2016

Accidentes premeditados.

Tú: Otra vez, la plasta de Erika con sus puñeteros mensajitos antes de la entrada, ¡cállate ya, cansina!
Sí, la verdad es que te imagino así, pero el mensaje que te traigo hoy es bastante diferente de los demás. No es feliz, más bien, un poco melancólico. Éste capítulo será el "último" durante cerca de 10 días. A partir de mañana, y aproximadamente hasta el día 8, no podré escribir nada, lo cual no implica que no te vaya a echar de menos igual que a mis chiquillos de Chasing the stars. Eso sí, espero tus comentarios con impaciencia  
Me tomaré un zumo de piña en tu honor, ¡feliz semanita de descanso de tanto salseo! 
Scott no ponía el modo avión como yo en el móvil cuando se acostaba, porque le daba igual que el teléfono emitiera señales electromagnéticas que, a la fuerza, te tenían que terminar dejando tonto.
               No estaba comprobado científicamente, pero entre arriesgarme a lesiones cerebrales y que encima la batería del teléfono me durase menos, o dormir tranquila, con el móvil descansando y gastando apenas un 1% de batería, elegía lo último.
               Él, no.
               Era un temerario, le gustaba vivir al límite.
               Eso sí, no había día que no se acostara sin poner el modo “no molestar”. La luna siempre terminaba apareciendo cuando se acostaba, igual que lo hacía la de verdad.
               -Steve Jobs me ha dedicado esta mierda-le decía a Tommy cada vez que mi hermano le dijera que quitara los datos, las llamadas, en fin, toda conexión con el mundo exterior, en referencia al símbolo de su religión-, no lo voy a dejar en la estacada así como así.
               -Steve Jobs murió antes de que apareciera ese modo-gruñía Tommy, y, si estaban compartiendo cama, tiraba de la manta hasta destapar a Scott y ganarse una patada.
               -Que me comas los cojones, Thomas.
               Pero su luna no bloqueaba las llamadas de los contactos que tenía en favoritos: su padre, su madre, y mi hermano. Es curioso cómo no guardaba a ninguna de sus hermanas con una estrella al lado de su nombre; probablemente no se fiaba de que no lo llamasen en medio de clase sólo para conseguir que lo echaran. Sí, tenía que ser eso.
               Marcaba siempre el número de Tommy de memoria, casi sin mirar, y mi hermano hacía lo mismo, pero se mantenían el uno al otro con la estrellita precisamente para enterarse de si se necesitaban.
               Es por eso que la pantalla del teléfono se encendió un segundo antes de que comenzara a sonar. Yo suspiré, me incorporé un poco mientras él bufaba, se daba la vuelta y cogía el teléfono sin mirar quién le llamaba. Sólo podían ser tres personas; las reconocería por la voz.
               -¿Sí?-preguntó, y mi hermano empezó a chillar al otro lado de la línea-. Joder, Tommy, me cago en dios, son las tres de la madrugada, ¿qué cojones quieres?
               Encendí la luz y me senté sobre las piernas cruzadas. Me dejó sin aliento verlo desnudo a mi lado, con el pelo alborotado, los ojos entrecerrados y el ceño fruncido intentando descifrar los gritos de Tommy.
               -¡… TRAICIONAR MI CONFIANZA DE MANERA SEMEJANTE, DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO POR TI, DESPUÉS DE TODOS LOS RECURSOS QUE TE HE MANDADO, TENÍAMOS UNA RELACIÓN ESPECIAL Y TÚ LA HAS JODIDO POR CULPA DE TU AVARICIA! ¡CÓMO COJONES TE AREVES A DECLARARME LA GUERRA E INVADIR MI ALDEA, ESTO ES LA PUTÍSIMA GUERRA, PREPÁRATE PARA SUFRIR, MALIK!
               Y colgó sin darle tiempo a responder mientras el monstruo de mi interior, al que Scott alimentaba, pasaba sus zarpas por los barrotes de su jaula. Quería follármelo pero estaba demasiado cansada. Además, ya lo habíamos hecho de noche muchas más veces. Sabía cómo era.
               En cambio, todavía tenía cosas que investigar del sexo de día.
               Juraría que el sol nos espabilaba más.
               Se tumbó sobre su vientre y su expresión concentrada brilló con luz propia cuando apagué la luz y me volví a tumbar. Le di la espalda, pero tiró de mí para tener nuestros cuerpos en continuo contacto. Le acaricié una pierna y lo visualicé sonriendo.
               -¿Qué haces?-murmuré, con los ojos cerrados, arrebujándome bajo las mantas, metiendo las manos debajo de la almohada y suspirando de satisfacción al sentir el calor que manaba de su cuerpo.
               Los hombres son estufas.
               Está comprobado científicamente.
               -Tengo una posición estratégica, ni de coña ese hijo de puta va a darle la vuelta a la situación.
               -Da la luz, te vas a quedar ciego mirando eso-aconsejé, deslizándome un poco más por las mantas, tapándome hasta la nariz. Le bajó el brillo a la pantalla-. Scott, me cago en mi puta madre.
               -Vale, joder-replicó, estirándose y encendiendo su lámpara.
               Mm, sí. Estáis cabreados los dos. Podríais probar a follar enfadados. Seguro que echa unos polvos de rabia estupendos.
               Como si los demás no lo fueran.
               -Apaga esa mierda, Scott-ordené después de aguantar más de 10 minutos la luz que se colaba por mis párpados.
               -El hijo de puta ha conseguido un dragón y no me lo dice, se va a cagar, me voy a cargar a su reina y sus hijos, a ver qué cojones hace cuando se vea sin descendencia, seguro que provoco una guerra civil-y se echó a reír con malicia.
               -Scott.
               -Vale, vale, ya voy.
               Siguió sin hacerme caso.
               -¡Scott!-bramé.
               -Que ya voy, hostia.
               Uf, mira qué enfadados estáis.
               Le acaricié una pierna muy, muy despacio.
               -¿Qué tengo que hacer para que pares?
               -Ponerte cariñosa-contestó sin pensar, de manera automática, igual que me había dicho que esperaba que mi maquillaje no fuera lo único que se corría la noche en que nos enrollamos por primera vez.
               Me encantaba que fuera tan impulsivo, que soltara la lengua antes de pensar. Me hacía valorar más todo lo que me decía. Que me follaría muy fuerte, que me quería como no había querido a nadie, que yo se lo hacía como no se lo había hecho otra, que era la cosa más bonita con la que se había cruzado… sabía que le salía de dentro, que era su alma la que hablaba y su lengua realizaba una traducción simultánea del idioma que todo el mundo habla pero que nadie sabe poner por palabras, al que utilizamos para comunicarnos.
               Tenía que darle 10 hijos. A poder ser, todos chicos. A poder ser, copias de él. Tenía que conseguir una carrera en la que escudarme para obligarle a hacer de nuestros retoños clones suyos, copias a su imagen y semejanza, que fueran igual de chulos y tiernos como él.
               Me volví, le acaricié la espalda, le besé el hombro y fui subiendo por el cuello. Vi de reojo cómo intentaba repeler a las hordas de Tommy.
               -Le estás haciendo caso al Tomlinson equivocado-susurré.
               Tomó aire y lo soltó muy despacio.
               -Di mi nombre, Eleanor.
               -Scott-susurré en su oído, acariciándole el lóbulo de la oreja con mis labios.
               -Dios, por esa boca, me desinstalaría el juego-respondió-. Y eso que tengo un imperio comparable al de mis ancestros-informó-. Al Andalus 2.0, perra.
               -Scott-Andalus, quizás.
               -Sí, algo así-respondió, apagando la pantalla del teléfono y dejándolo encima de la mesilla de noche. Senté a horcajadas encima de él.
               -Estás cansada-susurró.
               -Tú también-acusé.
               -Vamos a palmarla de agotamiento.
               -Inshallah-dije yo, la única palabra en árabe que había aprendido a lo largo de mi vida. Sonrió debajo de mí. Me pasó las manos por las rodillas, subiendo por mis muslos, deteniéndose en mis caderas.

               Noté algo duro detrás de mí. Y sonreí, y él sonrió. Estaba excitado, los dos lo estábamos. Empecé a mover las caderas adelante y atrás, como hacía cuando lo tenía dentro, pero ahora no era ése el caso.
               Y, sin embargo, me gustaba el contacto de mi piel desnuda contra su piel desnuda, aunque no fuera exactamente lo que cabría esperar.
               -Sería un polvo de mierda.
               -Tú no puedes echar polvos de mierda.
               -¿Quieres probar, a ver si puedo?-replicó, alzando las cejas y riéndose.
               -Sí, pero no vas a poder.
               -Mi amor, si mi primer polvo fue una mierda, créeme que puedo volver a rebajarme a aquel nivel.
               -Me consuela saber que tu primera vez fue un asco. Yo no te habría dejado que perdieras la virginidad mal. Eso es el karma.
               -No perdí la virginidad mal. Me follé a Ashley salvajemente y con mucha pasión… durante 13 segundos.
               -Eso es un récord.
               -Ella no se corrió.
               -Prueba fehaciente de que tu ex es gilipollas-sonreí en sus labios, me acarició la espalda.
               -Started from the bottom, now we’re here.
               Lo mejor de Scott era que conocía sus limitaciones, y era generoso. Te daría todo lo que pudiera si sabía que era de calidad. Es por eso que se deslizó debajo de mí, y me empezó a besar la cara interna de las rodillas, y siguió subiendo, y me agarró de las caderas y se aseguró de tenerme cerca cuando empezó a besarme. Yo me mordí el labio, cerré los ojos, arqueé la espalda.
               Hizo prisión en mi cintura, y yo entendí lo que quería, me arrastré hasta la parte superior de la cama y me di la vuelta.
               Apareció entre las sábanas como un barco en la bruma, celebrando que ve tierra después de una travesía particularmente ardua. Sonrió en mi boca; sabía un poco a sal. Él me convertía en un mar infinito.
               Empezó a bajar por mi cuerpo, deteniéndose en mis pechos (le encantaban, y a mí habían empezado a encantarme más por ese hecho), besándome el ombligo, siguiendo más y más abajo, descendiendo al polo sur, no satisfecho con recorrer el mundo entero de este a oeste. Tenía que conocer también el polo norte y el polo sur.
               Arqueé la espalda y la bestia de mi interior celebró su salida de la jaula frotándose contra los barrotes. Me mordí el labio y dejé escapar una exclamación cuando llegó al monte de Venus.
               -No te pongas tensa, El.
               -No estoy tensa.
               -No, qué va-se echó a reír, me mordió un poco y yo di un brinco. Me gustaba, me gustaba muchísimo-. Cada vez que me acerco a tu sexo, prácticamente te echas a temblar.
               -Es que impones.
               -Soy tuyo-susurró, y yo gemí que yo era suya, pero no pudo escucharme, tan ocupado que estaba en darme placer con la boca. Me acarició el costado, disfrutó de cómo mis caderas se pasaban de mi equipo al suyo y le obedecían a él y no a mí. Si no fuera tan ruidosa, lo habría escuchado acariciarse y derramarse sobre la sábana mientras se encargaba de mí. Se acarició durante más de 13 segundos, pero tampoco mucho más. Gimió en mis entrañas, bufó, le noté sonreír al igual que notaba el piercing allí abajo… y no se apartó cuando, como el mar que era, me acercaba a la orilla y rompía con mis olas en ella, como tampoco se apartó cuando un maremoto arrasó la costa.
               Mordisqueó muy despacio, con ternura casi infinita, la costa arrasada. Podría volver a hacerme llegar si se lo pidiera. Sabía que él quería. Besó la costa un par de veces más y comenzó a subir, explorando de nuevo el mapamundi que era mi torso. Volvió a detenerse en mis pechos, que subían y bajaban mientras mis pulmones luchaban para conseguir oxígeno. Quería matarme, estaba segura.
               -Eres un dios-le dije cuando llegó a mi boca, y sus ojos se encontraron con los míos, y uf, por favor, empezó a acariciarme, y lo notaba contra mí, y me volvió a apetecer que se metiera en mi interior e investigara la cueva de las maravillas, aquella a la que sólo él podía acceder para llenar de multitud de tesoros.
               -Dijo la que cada vez que se corre diciendo mi nombre me lleva al cielo, el lugar del que salió.
               Le acaricié la espalda.
               -¿Qué sacas haciéndome esto, Scott?
               -Que la diosa que llevas dentro se despierte y vea que tu cuerpo es demasiado pequeño para contener tanta perfección.
               Mis manos subieron hasta su nuca.
               -Dime algo que no me haga enamorarme más de ti.
               Le brilló el piercing al sonreír.
               -¿Material de pajas?-probó, y nos echamos a reír.
               -Me sirve.
               Se tumbó a mi lado, yo estiré la mano y lo acaricié un poco. Cerró los ojos, disfrutando de mi contacto, y me pidió que no parara. No lo hice.
               Nos miramos el uno al otro, saciados, desnudos debajo de las sábanas, con la luz encendida.
               -Tenerte contenta-murmuró después de un rato contemplándonos. Los dos estábamos sumidos en un arrecife de coral de recuerdos, cada uno evocando memorias diferentes con planos distintos.
               -¿Sólo eso?
               -¿Te parece poco, mi amor?-y me besó la mano, se acercó a mí y yo a él, y me pasó una mano por la cintura. Le acaricié el vientre, él hizo lo mismo con mi espalda.
               Y yo me sentí no menos que una estrella fugaz que surca el cielo hasta encontrarse con la Tierra, por fin, y que se precipita en la atmósfera con la esperanza de que algún mortal la vea y la utilice para pedirles un deseo a sus hermanas, y alguien, efectivamente, la ve, y le pide un deseo precioso.
               Me imaginé a mí misma siendo yo y a la vez la estrella, levantando la vista al cielo en una noche despejada. Decidí probar suerte.
               Que Scott se muera después de una vida larga y feliz pensando en mí. Y que se muera sonriendo.
               Y, por favor, que lo haga después de que me muera yo.

No estaba acostumbrada a dormir con nadie, y me había portado bien las veces que dormí con Scott, pero en cuando me desplacé un poco por la cama, y él se despertó, me miró, se encogió de hombros, se dio la vuelta y volvió a dormirse, mi imaginación dio rienda suelta a mi cuerpo.
               Empecé a soñar, más tarde no recordaría con qué, pero sabría que fue un buen sueño. No me desperté con mal cuerpo ni con una sensación rara.
               Más bien, me despertó Scott, pero porque, antes, le desperté yo a él, dándole un manotazo en lo que viene siendo toda la cara (ole y ole, Eleanor).
               -AU-ladró, y yo me incorporé.
               -¡Ay, mi vida, lo siento mucho, tesoro, es la costumbre de tener la cama para mí sola!
               -Seguro que quieres que hagamos sado, pero no se te ocurría cómo pedírmelo-bromeó, sacudiendo la cabeza. Hombre, tenía su lógica; todavía me ponía un poco roja cuando le pedía que me hiciera algo “poco convencional”.
               Léase: sexo oral.
               Léase: masturbarme.
               Me eché a reír. Me encantaba su voz por la mañana: áspera como sus polvos de pie, pero, a la vez, dulce como cuando me hace el amor. Scott es todo contradicciones, y a mí me encantan las contradicciones.
               Se acercó a mí y me abrazó la cintura, empezó a besarme, y cada vez que me besaba, decía mi nombre.
               -El. El. El.
               -Mmm.
               Me dejé caer en el colchón, y él empezó a besarme la espalda, y la constelación de lunares decidió convertirse en una central eléctrica que hacía que me recorriesen escalofríos.
               -Déjame probarte ahora-me pidió-, quiero saber qué es el sexo por la mañana contigo.
               Quisiera hacer una pausa para agradecerle no sólo a Dios, sino a Jesucristo y todos sus apóstoles (Judas incluido, el tío seguro que era un incomprendido al que la historia había tratado mal); antiguos dioses de Invernalia, los Siete, el Señor de Luz, Nyx, los seis de Idhún, Buda, olímpicos y egipcios, por haberme puesto en ese mundo en la misma época en que vivía él. No sólo habían elegido la misma galaxia, el mismo sistema solar, el mismo planeta, el mismo continente y el mismo país: me habían dado la misma ciudad, el mismo barrio y la misma casa en la que él se había pasado su infancia.
               Y eso era tener muchísima suerte, porque, vale. Scott se consideraba un accidente, pero, ¿quién no lo era? ¿Se había parado a pensar en la cantidad de accidentes que habían tenido que suceder para que él, sus padres, los míos, yo, mis hermanos, o cualquier otra persona hubieran llegado a existir?
               Empecemos por el principio: el Big Bang. Átomos de un número tan elevado que nadie sería capaz de leerlo concentrándose en un punto minúsculo, cuyo tamaño sería inferior al mayor aumento del mejor microscopio jamás construido, decidiendo que había que independizarse, y, ¡pum!, lanzándose en miles de direcciones diferentes, interactuando, creando los elementos, eligiendo entre gas, líquido o sólido, formando galaxias, estrellas, planetas.
               Y, de repente, el sol. Y, de repente, la Tierra, así, por accidente. Y, de repente, una tormenta que originaba la vida, la sopa primigenia que daba lugar a todo. Radiación, mutaciones: la vida se abría camino, como decían en Jurassic Park. Iba evolucionando, los seres se diferenciaban los unos de los otros, empezaban a multiplicarse y a multiplicarse, hasta que, de repente, un mono tomaba conciencia de sí mismo. Se cansaba de usar herramientas rudimentarias y construía las suyas propias. Se ponía a andar erguido y descubría el fuego. Emigraba por todo el mundo, se iba a lugares recónditos.
               Un puñado de ellos tuvo suerte y se instaló en Europa, y sus miembros decidieron considerarse los reyes del mundo. Otros, no tanto, y se vieron reducidos a esclavos. Un continente entero se mantenía oculto hasta que un tío lo descubría… sí, por accidente, porque lo confundía con otro.
               Guerras, sangre, gente que moría contra todo pronóstico y gente que sobrevivía. Luchas internas, siempre lo mismo, siempre una competición, una posibilidad entre millones… pero estaban allí.
               La abuela de mi madre se mudó a Asturias. El bisabuelo de mi madre se mudó a Asturias, conocieron a sus parejas, se casaron y tuvieron hijos.
               La bisabuela de mi padre se marchó de Bélgica. Conoció a su pareja, se casó, y tuvo hijos. Y así sus descendientes, y los descendientes de estos, siempre accidentes, porque ser el espermatozoide ganador es serlo por accidente.
               Mamá conoció a papá. De casualidad, por accidente; ella entró en un bar y, desde entonces, no se separaron jamás.
               Zayn se acostó con Sherezade, y Sherezade se quedó embarazada. De casualidad. Por accidente. Y fue a ver a Zayn y no le consintió que la dejara en la calle, que los dejara a los dos.
               El roce hace el cariño, y terminaron volviendo a enamorarse por accidente, cuando Scott, “el accidente”, ya había nacido.
               Y, después, del millón de posibilidades de hermanos que podría tener, terminó surgiendo Tommy. Puede que lo hubiesen buscado, pero Tommy seguía siendo un accidente.
               Y, después, del millón de posibilidades de personas que podrían ser la segunda hija de mi madre, terminé surgiendo yo. Puede que me hubiesen planeado, pero seguía siendo un accidente.
               Yo también era un accidente; todos lo éramos. La diferencia estaba en que Scott era un accidente especial, porque era de los pocos que se lo consideraba a sí mismo, que sabía de lo difícil de su existencia…
               … pero se torturaba por ello.
               -Lo que tú hagas de él-murmuré contra la almohada, sintiendo cómo me acariciaba y me separaba un poco las piernas.
               Me sentí más afortunada que si me hubiera tocado la lotería (mira, otro accidente). Ningún chico había estado tanto tiempo sin poder saciarse de mí. Enseguida se cansaban. Tenía que ser él. Él, y su don para moverse. Su don para besarme. Su don para hacer que me rompiera mucho antes de lo que lo habían conseguido los demás. Su don para acariciarme donde más lo deseaba y hacer que anticipase el momento en el que me penetrara con escalofríos y temblores.
               Scott sonrió. Le gustaba mi voz de recién levantada igual que mi piel suave y mi pelo enredado en una maraña que lo único que tenía claro era que estaba hecha de chocolate.
               Debió de leer mis pensamientos, porque susurró contra mi espalda:
               -Jamás me voy a hartar de ti.
               -No hagas promesas que no puedes cumplir, S-repliqué, pero ya estaba llegando y yo lo esperaba impaciente, enredando los dedos en la sábana.
               -Tendré suerte si te olvido en mis cinco siguientes reencarnaciones.
               Me separó las piernas y bajó hasta mi sexo. Me besó despacio, me lamió. Se aseguró de que estuviera al borde del orgasmo con cada vez que me tocaba. Lo que no sabía era que, prácticamente cada vez que me miraba y me tocaba, yo ya estaba lista.
               Arqueé la espalda, mordiéndome el labio. Lo escuché sacársela y acariciarse tan despacio como me estaba degustando a mí. A veces, yo era una hamburguesa en un sábado de juerga; otras, un plato delicatesen del mejor restaurante del mundo. Adoraba cómo me probaba de forma diferente dependiendo de la situación.
               Su mano aceleró un poco, y eso me encendió aún más. Necesitaba sentirlo en mis manos, saber que era yo la que le hacía temblar y suspirar y morderse el labio y gemir, y no él. Él inspirado en mí, sí… pero el mérito seguía siendo suyo.
               -Quiero hacértelo yo, mi niño.
               -No voy a aguantar hasta que te corras, mi amor-no, no podíamos renunciar a estar con el otro, no podía renunciar a tenerlo en mi centro, como tampoco podía pasar mucho más tiempo sin él.
               -Entonces-susurré-, háznoslo a los dos a la vez.
               -Búscalo-ordenó en tono autoritario, hambriento, y yo me estiré y tiré la caja al suelo. Suspiré, me arrastré, recogí la caja y saqué un paquete-. ¿También quieres que lo haga? ¿Lo tengo que hacer todo yo?-se quejó, un poco en tono de broma, y un poco en serio.
               -Menos protestar y más follar, gracias-ladré yo, y me obedeció. Entró en mí despacio, como me estaba devorando y no como se estaba acariciando, y empezó a moverse, y me gustaba muchísimo el ángulo recién descubierto, pero echaba de menos ver el efecto que mi cuerpo tenía en el suyo.
               Uf. Vaya fin de semana me espera.
               Voy a parecer una vaquera cuando salga de esta casa.
               -S-gemí.
               -¿Sí?-replicó él, con el aliento en mi nuca, su cintura entre mis piernas, su sexo en el mío. La constelación de Sagitario no paraba de agitarse.
               -¿Me lo puedes hacer por delante? Es que…
               -¿Es que?-animó, empujándome despacio, y yo dejé escapar una exclamación.
               -Me apetece verte.
               Sonrió en mi omóplato. Asintió despacio, salió de mi interior y se separó de mí unos segundos, los necesarios para que me diera la vuelta… pero se dejó caer en la cama.
               -Háznoslo tú-me dijo, y yo sonreí y me volví a dar la vuelta, colocándome encima de él. Él me acarició el vientre, me besó en los labios, subió con sus manos hasta mis pechos y luego de nuevo a mis costados. Nos lo hice con tranquilidad. Era un polvo de por la mañana en el que estábamos haciendo el amor.
               -Buenos días, mi amor-susurró, frotándose la cara, preguntándose si éramos reales. Sí, claro, que algo sea un accidente no le impide no ser real.
               -Buenos días, mi vida-respondí.
               Llegamos al orgasmo con tranquilidad. No gritamos: susurramos el nombre del otro contra sus dientes. Habíamos llegado al clímax besándonos y sonriendo.
               Terminamos a la vez. Y yo me tumbé sobre él, dejé que me acariciara la espalda, y lo contemplé a la luz del sol que empezaba a manifestarse más allá de los rascacielos. Tenía motitas doradas y verdes en los ojos, las mismas de Sherezade.
               De todos los hijos mayores de One Direction, Scott era el único que no tenía los ojos de su padre.
               De todos los hijos mayores de One Direction, Scott era el único con el que deseaba pasar el resto de mi vida.
               Qué cosas. Puede que tuvieran relación.
               Sonreí, y él sonrió.
               -¿Qué?
               -Eres precioso-susurré, porque era la verdad, y me habían educado para que mintiera lo menos posible. Su piel de bronce, que no se merecía ser el premio que se da al que entra en el podio por los pelos, sus ojos, que se asemejaban a echar la vista al cielo cuando estás en la selva, sólo para descubrir la razón de por qué una gota de lluvia puede tardar 10 minutos en alcanzar el suelo, sus labios, cincelados por Miguel Ángel después de años de entrenamiento, el piercing negro que hacía juego con su pelo, negro como una noche de verano, justo antes de que se lancen millones de farolillos, cada uno con un deseo, para que las estrellas los adopten y lean la voluntad de sus protegidos; pero que, a la vez, contrastaba con un alma pura, blanca, impoluta, la mejor que había visto nunca.
               -Tengo a quién parecerme.
               -Te quiero, y, ¿puedo decirte algo, aunque suene a gilipollas?
               -Bueno-pero sonrió, impaciente por escuchar lo que le tuviera que decir. Paseó el pulgar por mi costado.
               -Lo de aquel baño… creo que fue lo mejor que me pasó en mi vida.
               -¿Sabes qué ha sido lo mejor que me ha pasado a mí?
               -¿Qué?
               Esperaba un “verte crecer”, “haber abierto los ojos”, “tu hermano y tú”. Cualquier cosa, salvo lo que vino:
               -Evitar lo que estaba a punto de pasarte en ese baño. Estar ahí.
               -Como siempre-susurré, besándole la mandíbula. Rascaba un poquito por la barba incipiente que se mostraba ansiosa por salir. Ya tenía sombra.
               -Como siempre-me concedió.
               Me besó, y yo le besé a él, y sentía los latidos de su corazón en mi cuello, pues teníamos las arterias pegadas la una a la otra. Me regaló un te quiero que valía su peso en oro, diamantes, rubíes, zafiros, esmeraldas, y platino, todo junto. Yo le dije que yo también. Me besó la frente y dejó que me durmiera, acunada por su pecho.
               No se movió hasta que por fin fui yo, en sueños, la que me giré y me dejé caer sobre el colchón. Se me quedó mirando, más espabilado que nunca, saciado de mí y ensimismado en cómo me brillaba la piel por la magia que me hacía cada vez que me tocaba.
               Estaba sumido en sus pensamientos, decidiendo si era más bonita ahora o cuando me vio por primera vez.
               Ahora, evidentemente. Más alta. Más mujer. Más… suya.
               Supo que no iba a volver a quedarse dormido, pero se quedó tumbado boca arriba a mi lado, con una mano tras la cabeza y la otra en el vientre. De vez en cuando me miraba, a mí y al brillo que me daba el sol naciente.
               Se levantó, rebuscó en su mochila, sacó el bloc de dibujo y me dibujó sin que yo me enterara. Se quedó mirando su pequeña obra de arte, y me miró a mí, y volvió a bajar la vista al dibujo. No era como yo, nada sería como yo… pero servía. Era bonito.
               Me di la vuelta, me puse boca arriba, y me destapé sin darme cuenta. Se mordió el piercing, recordando cómo sabía mi placer en su lengua, y se afanó con otro dibujo mío en el que mis senos desnudos eran los protagonistas.
               El sol se levantó, Londres se fue desperezando poco a poco, pero yo no me movía. Y él tampoco. Era una ninfa. Era Afrodita. No iba a renunciar a mirarme tan fácilmente… hasta que se dio cuenta de que tenía hambre, y no había nada que comer.
               Yo también la tendría cuando me despertara. Era más pequeña que él.
               Cerró el bloc, se levantó y se inclinó a besarme.
               -Era mentira-me confesó, pero yo no me enteré-. Lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido estar vivo cuando también lo estás tú.
               Me besó la frente, me tapó con cariño para que no me resfriara (porque era, y siempre sería, un hermano mayor, y los hermanos mayores hacen esas cosas) y se fue a la cocina. Estaba cruzando la puerta del dormitorio cuando me giré y suspiré. Ahora, estaba en su lado de la cama. Me habría abrazado a él de estar él allí.
               Scott llegó a barajar la posibilidad de meterse en la cama a mi lado. Se sorprendió a sí mismo imaginándose separándome las piernas y besándome despacio donde yo más sentía que era él. Sería una buena manera de despertarme; puede que mañana. Tenía que averiguar qué hacer con la comida, porque si abandonaba la casa, el hechizo se rompería.
               Y, nosotros, con él.
               -Estoy tan enamorado de ti, El…-susurró, como si no pudiera creérselo.
               No me vio sonreír en sueños.
               El Scott con el que soñaba me había dicho lo mismo.
               -Scott-susurré.
               Y el de verdad sonrió, satisfecho, sabiendo que no me había enterado de lo que me había dicho pero lo había sentido en mi corazón, cerró la puerta y se fue a la cocina.
               Me despertó el olor de beicon y huevos fritos. Mi estómago rugió, yo me incorporé y estudié la habitación, desorientada en un principio. Miré a mi alrededor; luego, el hueco que Scott había dejado a mi lado en la cama.
               Y sonreí. Sonreí de una manera que me hizo desear ser famosa en ese mismo instante para tener cámaras que documentaran mi vida, y por tanto grabaran aquella sonrisa, porque me dolió lo ancha que fue, me entristeció que nadie pudiera verla porque sabía que era preciosa… y sentí cómo absorbía la felicidad de toda la ciudad con aquella sonrisa, como un dementor opuesto a su naturaleza.
               Me incorporé, cómoda por primera vez con mi desnudez, recogí la ropa del suelo y, después de meditarlo un instante, pasé los brazos por las mangas de su camisa. Me la abotoné y me hundí en ella, disfrutando del olor de Scott, que todavía seguía impregnado en la prenda. Era como estar con él, como si me estuviera abrazando. Quise creer que estaba un poco calentita, como si se la acabara de quitar y me la hubiera dejado allí para que la compartiéramos.
               Revolví en mi bolsa de viaje hasta encontrar unas bragas, me las pasé por las piernas, y me enredé el pelo del flequillo en una coleta a medio acabar. Me incliné hacia el espejo, decidiendo si estaba lo suficientemente guapa para que me viera. Sí, evidentemente.
               Fui descalza hacia la cocina, recordando sus comentarios sobre que tenía unos pies preciosos. Pero él lo era más. Meneaba un par de tiras de beicon sobre la sartén, sin miedo a que el aceite se abalanzara sobre él, se mordía el labio y les daba vueltas y más vueltas.
               Me apoyé en el marco de la puerta, mirándolo, preguntándome cuánta gente sería desgraciada porque yo estaba acumulando la suerte de demasiadas personas.
               Y me vio.
               -¿Ha salido el sol, mi amor?-preguntó, sonriendo. Me acerqué a él, le di un beso en la mejilla (le encantaba que le diera besos en la mejilla, y a mí me encantó ése en especial, porque me dio una buena cata de la barba que se abría paso por su piel) y le acaricié el vientre.
               -Hace 17 años.
               Se echó a reír y buscó mi boca.
               -Tengo esto casi listo, si quieres ir preparando la mesa…
               Me senté impaciente con las cosas ya puestas, cogí un puñado de cereales con chocolate dejados por las chicas que vivían en la casa mientras duraba el curso, que no había probado nunca y que me encantaron, igual que muchas de las cosas que probé ese fin de semana, y los vertí en un bol blanco.
               Scott sacó un zumo de la nevera y lo dejó en el centro de la mesa, exactamente en el centro, como si del propio sol se tratara. Tenía más o menos el mismo color.
               -Estaba sobadísimo-se disculpó mientras cogía un huevo-, no va a ser como las cosas que prepara tu hermano, que lo sepas.
               A Tommy se le daba genial cocinar. Mejor incluso que a mi madre, y eso que mamá era lo que venía siendo la Jefa Máxima de la Cocina.
               -Tommy va a ser chef.
               -Tommy no va a ser chef, Tommy va a inventar la cocina. Se hace el indeciso porque sabe que, en cuanto me diga que quiere concursar en Mastherchef, ganar, y luego ir a la versión española a enseñarles a los propios jueces cómo cocinar, yo le haré la vida imposible.
               -Eres malo con Tommy-protesté. Se encogió de hombros.
               -Que hubiera nacido antes.
               Scott aprovechaba todos y cada uno de los días de diferencia que había entre ellos para tomarle el pelo a mi hermano. En cuanto cumplía un año más que él y Tommy hacía alguna gilipollez, Scott le ponía una mano en el hombro y le decía “en mis tiempos, esa subnormalada que acabas de hacer se solucionaba con un par de azotes”.
               Tommy acostumbraba a pedirle con muchísima educación que le comiera la polla.
               -Has hecho un montón.
               Scott se hizo el ofendido.
               -Que me perdone Su Majestad, pero, ¿acaso no piensas gastarlo?
               -Sí.
               -Sólo soy previsor. De nada-respondió, y yo me incorporé y volví a darle un beso en la mejilla.
               Para darle el gusto, rebañé el plato con un trozo de pan de molde, porque, ¡sorpresa!, el pan de ayer estaba reservado.
               Me palmeé la tripa, llena. Scott apoyó los codos en la mesa y me miró.
               -¿Estaba rico?
               -No, sólo como porque me gusta regodearme en que haya gente en África muriéndose de hambre.
               -Siempre me fueron las tías cabronas, no sé por qué me sigo sorprendiendo cuando por fin os desenmascaráis.
               -¿Una tía cabrona haría esto?-pregunté, incorporándome, tirando de su silla y sentándome en su regazo. Me desabroché un botón de la camisa.
               -Sí-sonrió, hundiendo su cara en mi escote y haciendo que me echara a reír. Le acaricié el pelo mientras me besaba.
               -Creía que lo de ayer… era un sueño, ¿sabes? Cuando me desperté. Era demasiado bueno para ser real.
               -Pues lo es-replicó, escapando de mi embrujo, mirándome a los ojos y siendo él quien me hechizaba a mí.
               -Tenemos que haber conseguido que nos perdonen lo de Adán y Eva, S.
               -No, mi amor-replicó-, esto es bastante mejor que el Edén.
               Sus manos fueron hasta los bordes de su camisa, y sus ojos se clavaron en los míos, pidiéndome permiso mientras sus dedos se afanaban con los botones. Asentí con la cabeza y él empezó a desnudarme. Metió las manos por dentro de la camisa, acariciándome la piel, exactamente igual que lo había hecho Tommy con Layla.
               La diferencia fue que Scott me besó. Profundamente, despacio, sin ningún tipo de agobio ni presión. Me dijo que me deseaba sin que sus cuerdas vocales trabajaran.
               La camisa me acarició la piel mientras descendía hacia el suelo.
               -Siempre termino yo desnuda antes que tú.
               -Todavía no estás desnuda-protestó, ofendido de verdad, porque ni de lejos iba a admitir que pudiera estar desnuda llevando puestas las bragas.
               -Deja de llevarme ventaja-me quejé.
               -No es mi problema si no andas espabilada-fue su contestación, y yo metí las manos por su camiseta, y tiré de ella, y él me ayudó a quitársela, y luego deslicé las manos por sus pantalones, y él se incorporó lo justo para que también se cayeran. Así mejor.
               -Vamos al sofá-murmuré.
               -¿No te sirve aquí?
               -Nunca lo he hecho en un sofá.
               -Yo nunca lo he hecho en una silla.
               Me eché a reír.
               -Si te portas bien, quizás… para cuando hagamos dos meses…
               -¿Adónde quieres que te lleve, por cierto? ¿Bahamas?
               -Fiji.
               Me levanté, muy a mi pesar, pero no le solté la mano.
               -Sígueme, S.
               Lo empujé sobre el sofá y yo me puse encima, pero él terminó haciéndose con el control a base de acercarse a mí. Esperé con impaciencia a que se pusiera el condón teniéndolo entre mis piernas, y entró en mí tan despacio que pensé que me volvería loca. Me mordió el cuello, seguramente me dejó marcas, y me acarició las venas que se me hinchaban cuando aceleró, encendiéndome y haciendo que subiera la voz.
               Me rompí sin apenas espacio, teniéndolo encima, gimiendo su nombre y adorando cada segundo que lo había esperado, porque habían conseguido que lo valorase incluso más. Él gruñó cuando terminó, un poco antes que yo, pero siguió sin bajar el ritmo, esperándome.
               Si el sexo en sí era un parque de atracciones con un tío que te lo hace medianamente bien, Scott es el puñetero Disneyland. Y así se lo dije.
               -Te estoy haciendo algo mal-murmuró en mi pecho-, si me comparas con Disneyland y no con el Wizarding World de Orlando.
               -En Disneyland puedes abrazar a Stitch-protesté.
               -En Orlando puedes ir a Hogsmeade.
               Asentí despacio con la cabeza.
               -No te acostumbres a ganar tan fácilmente.
               -Ya lo hago, lo que pasa es que tú no te das cuenta.
               Alcé las cejas.
               -Eleanor-me instó-, ¿no crees que el hecho de que estemos follado como conejos se debe a que yo nos he traído aquí? ¿No te has parado a pensar que, quizás, todo esto ha sido un plan elaborado hasta el milímetro para hincharme a follar a cambio de que no voy a poder hacerlo sin que tu hermano me mate estas vacaciones?
               -¿Tenías en mente echar cuatro polvos en un día?
               -Sí.
               -Scott. Son las diez de la mañana. Me acabo de levantar, literalmente.
               Entrecerró los ojos.
               -¿Ves por qué te decía que no te acostumbraras a ganar?-inquirí, y él asintió.
               -En realidad-meditó-, para la hora que es, deberíamos ir por el sexto.
               Tuve que concederle la victoria porque era tan rápido contestándome como haciendo que quisiera bajarme las bragas.
               -¿Quieres más?-pregunté, en tono sugerente, moviendo las caderas, porque aún lo tenía dentro. Suspiró.
               -Menos mal que las chicas sois sutiles, esto a nosotros nos costaría pillarlo.
               -Algún defecto tenías que tener.
               -¿Cuál?
               -Ser un tío.
               -Sí, como si te lo tomaras a mal que lo fuera.
               -¿Sinceramente? Es bastante posible que me volviera lesbiana si tú fueras una chica.
               -Pues no sé a qué esperas, ya hay una versión mía en chica. Es Shasha. Bueno… yo no soy tan tocacojones.
               Se alejó un poco de mí, qué lástima. Hoy en día, nadie les tiene respeto a los horarios.
               Recogimos los trastos del desayuno tras recoger la ropa y vestirnos. Me sacó el pelo de la camisa, y me besó la nuca, antes de ponerse a fregar.
               -Scott.
               -Ay, Dios-sacudió la cabeza-, ese tono. ¿Qué pasa?
               -Si te hago una pregunta…-murmuré, contemplando el paquete con un lado plateado del que salía lo que cuidaba de nosotros cada vez que lo hacíamos-, ¿me prometes que no te reirás?
               Cerró el grifo.
               -Está bien.
               -Si un tío va a una playa nudista con un condón puesto, ¿se pone moreno?
               Se me quedó mirando.
               -Justo cuando se me olvida que eres la hermana de Tommy, boom, preguntas una gilipollez que sólo me espero de él.
               -¿Tú qué opinas?
               -No sé, Eleanor, ¿son transparentes, o no?
               -Ya. ¿Y uno con sabor a fresa?
               -Ay, la virgen-replicó, sacudiendo la cabeza-. No lo sé, y, sinceramente, ¿para qué quieres saber eso?
               -Curiosidad científica.
               -Resérvate esas preguntas para cuando te admitan en la NASA.
               -¿Cómo hacen para que sepan a fresa?
               -Los sumergen en zumo.
               -¿De veras?
               Me volvió a mirar.
               -¿Cómo puedes ser tan rica y, al minuto siguiente, echarme el polvo de mi vida? No lo sé, El, no he entrado nunca en una fábrica de condones… aunque deberían ponerle mi nombre a un par de ellas, dado que he mantenido a tanta gente lejos del paro durante bastante tiempo-meditó.              
               -Modestia aparte-me burlé yo, porque era tan típico que un tío fardara de su vida sexual… aunque, para ser sincera, me sorprendía un poco de Scott.
               -Soy mayor que tú y he estado con muchísimas, Eleanor. Pasa página ya, por favor.
               -Si tú lo dices…
               Sonrió.
               -No pueden haber sido tantas-dije por fin, cuando terminamos de colocar los platos. Se encogió de hombros.
               -Es posible que sean más que tíos tengas tú de contactos en el móvil.
               Prácticamente lo arrastré hasta la habitación. Me tumbé en la cama y me puse a contarlos, y él se acercó a mí.
               -No te alejes tanto-me pidió.
               -97-anuncié por fin, lo cual, a mi modo de ver, no estaba nada mal. Sonrió, acariciándome el pelo.
               -Soy un cabrón con suerte.
               -¿Por qué?
               -Porque estoy casi seguro de que paso de las 100.
               -¿En serio, Scott? ¿En puto serio?-y me eché a reír-. ¿Qué número soy yo? Lo digo para ir poniéndomelo en los foros y tal. Eleanor367, por ejemplo.
               -Alec lleva la cuenta, el muy envidioso. Seguro que él te lo sabe decir con exactitud.
               -¿150?-probé.
               -Es posible. ¿Los tríos cuentan en pack, o individualmente?
               Le di un puñetazo.
               -Eres un capullo.
               -A ninguna la he querido como te quiero a ti, El.
               Me besó despacio, y yo, que ya llevaba perdida bastante más tiempo del que tardó en contestarme, me dejé besar. Lo bueno de él es que era sincero, y si me decía que ninguna se lo había hecho como lo hacía yo, que ninguna le había hecho sentir lo que yo le hacía sentir, es porque era verdad.
               Me puse encima de él, ni siquiera me quité las bragas. Se bajó un poco los pantalones y los calzoncillos, me eché el pelo a un lado, y moví despacio la cintura. Me miró a los ojos, fascinado, mientras me movía con él dentro.
               -Si luego te duele hasta por respirar, que sepas que la culpa es sólo tuya-bromeó, y nos echamos a reír y tuvimos que detenernos, porque aquello sentaba tan bien… Sentíamos las ganas del otro en nuestra unión. Yo palpitaba, y eso le volvía loco. Él ardía, y eso me volvía loca a mí
               Terminamos juntos, susurrando el nombre del otro en una canción más antigua que el mundo.
               Me quedé sentada encima de él, recuperando el aliento. Sentía el pelo más suave y la piel más brillante.
               -Cuantísimas cosas le vas a ocultar a tu mejor amigo, ¿eh?-me eché a reír, sentándome a su lado en la cama y besándole la frente.
               -No sé qué coño me pasa, El. Te lo digo en serio. Nunca lo he hecho tan de seguido.
               -No encontrarías a la adecuada.
               -Sería eso.
               Cogió el ordenador y dejó que me acurrucara contra él. Vimos una película y sólo nos levantamos cuando empezamos a tener hambre.
               Podría acostumbrarme a no salir de la cama si Scott me acompañaba.
               Me cambié la camisa por una azul (“¿Es de Tommy?”, le pregunté cuando la saqué de su maleta, y él se encogió de hombros, porque, ¿realmente importaba que fuera de mi hermano o suya? Lo compartían todo, todo excepto las novias) y lo guié a la cocina. Lo puse a freír el pan mientras yo picaba unas verduras, para luego echarlas a freír en la misma sartén y darle una última pasada a las rebanadas doradas.
               Con lo que no había contado era con que él se quedaría ocioso bastante tiempo, y la única manera de entretenerse era yo. Cuando me pasé la mano por la frente, apartándome mechones de pelo rebeldes que se empeñaban en caer sobre mis ojos como lo hacían las lianas de la selva, se acercó a mí y empezó a besarme el hombro. Y cerré los ojos, y paré de cortar, porque necesitaba todos mis dedos para acariciarlo, porque 10 en las manos no eran suficientes, porque ni 20 en cada mano serían suficientes para poder acariciarlo todo lo que yo quería y todo lo que él se merecía.
               -Estás muy guapa, nena-susurró entre beso y beso, y yo suspiré cuando se pegó a mí y me acarició la cadera. Inhaló en mi cuello y mi corazón se saltó un latido.
               -¿Sabes cómo lo estaría más?-inquirí, juguetona, y sentí cómo sonreía.
               -Creo que me hago una idea.
               Ni siquiera me di la vuelta para desabotonarme la camisa; lo hice, dejé que me la quitara, y no nos molestamos en apartarla de entre nosotros. Me había quedado en bragas y sujetador (porque era más lista que él y me había puesto más ropa, sabía que le gustaba verme desnuda y no iba a estar dándole el gustazo siempre de gratis). Bajó por mi vientre y metió las manos en mis bragas, y me acarició tan despacio que me incliné hacia atrás, apoyé la nuca en su hombro y dejé escapar un suspiro.
               -¿Sabes? De repente me ha entrado mucha hambre.
               Y, sin previo aviso, me agarró de la cintura, me dio la vuelta y me sentó en la mesa, y se abalanzó sobre mí, y me besó con rabia, y yo a él, y de repente estaba bajando por mi pecho, ya me había quitado las bragas, y…
               … y…
               Dios mío.
               Arqueé la espalda, empujé un poco con la pierna sin darme cuenta el plato con las verduras a medio cortar. Sonreí un grito y grité una sonrisa, mi cuerpo no me respondía porque mi cuerpo se prolongaba más allá de mí, mi cuerpo ahora también era Scott, con aquella boca, aquel piercing, aquella lengua y aquellas manos que no dejaban de recorrerme. Se me aceleró el corazón y mis pulmones decidieron que 15 años trabajando a pleno rendimiento no eran suficiente, que eran unos aficionados y tenían que empezar su período de prácticas, así que volvieron a ser unos estudiantes nerviosos en su primer día, que no dan pie con bola y que no sirven para casi nada.
               Me retorcí, clavé las uñas en la mesa, susurré su nombre, lo grité y luego lo volví a susurrar, quizá porque hubiera hecho un pacto con el diablo y gritar el nombre de Scott cada vez que él me recordaba que era suya, y sólo suya, era el precio a pagar por conseguir lo imposible, que se enamorara de mí.
               Lo mejor de todo era que no se apartaba cuando yo terminaba. Parecía que lo hacía porque tuviera sed y quisiera beber de mí, no por “tenerme contenta”, como él decía.
               Se incorporó y lo miré, y él se inclinó y me besó en la punta de la nariz, y yo lo agarré de la nuca cuando se apartó y lo acerqué y lo besé en los labios, probándome. Noté cómo sonreía cuando nuestras lenguas se encontraron. Esa lengua me ha reclamado, pensé.
               Me gustaba probar el sabor que sólo él podía darme.
               Nos miramos a los ojos, lo sentí nadar en mi alma, y la suya era una catarata en la que yo me pasaba las manos por el pelo, lavándomelo como en un anuncio en el que la chica prácticamente tenía un orgasmo de tan bueno que era el champú que estaba utilizando.
               -¿Qué quieres de postre?-le pregunté, y se echó a reír.
               -A ti, entera.
               Los dos miramos la sartén, percatándonos del olor fuerte que desprendía. No nos dimos por vencidos y luchamos por rescatar las tostadas. Necesitarían un poco más de aceite cuando las sirviéramos, y que las verduras se mudaran de utensilio, pero, por lo demás, conseguiríamos sacar adelante la comida.
               Volvió a besarme el hombro cuando me ocupé de los tomates.
               -Scott-le reñí.
               -No estoy haciendo nada.
               -Sí, quieres más, pero no quieres pedírmelo para poder meterte conmigo por tener una libido del tamaño de un cetáceo.
               Expulsó el aire de su pecho con una sonrisa.
               -Ya era hora de que me fueran gustando las listas.
               Sacudí la cabeza.
               -Eres tonto.
               -¿Y de postre, qué vamos a hacer?
               -¿Pero qué te acabo de decir, Scott?
               -¿Sinceramente? No escucho la mitad de lo que dices cuando empiezas con mi nombre; se me revoluciona el cerebro pensando “joder, qué bien lo pronuncia”, “joder, me está bautizando”, “joder, qué buen gusto tuvieron mis padres eligiendo esa palabra”.
               -S.
               -No-sacudió la cabeza-, con mi diminutivo no consigues lo mismo-alcé una ceja-. Dios, El, te lo decía en serio. Nada de metáforas. ¿Qué hacemos de postre?
               -Frixuelos.
               Frunció ligeramente el ceño.
               -Son como tortitas. Pero asturianas. Podemos añadirles casi cualquier cosa, como chocolate, o fruta, o…
               -Que no sean fresas, por favor-me pidió-, me voy a empachar de tanto comer fresas.
               Le solté un manotazo.
               -¡Eres gilipollas!-ladré, pero me reía, porque me encantaba que estuviera hecho de pura contradicción, que fuera adorable y, al minuto siguiente, fuera insoportablemente chulo; que hiciera que quisiera esconderlo en lo más profundo de la cueva más apartada de la humanidad posible para que nada ni nadie pudiera llegar a ella, y que quisiera empotrarlo contra una pared y tirármelo hasta romperlo, o que él me rompiera a mí, lo que antes sucediera.
               Me reía porque me gustaba tanto que me dijera que me quería como que me deseaba, que mataría por mí como que me mataría a polvos.
               Me reía porque era genial cómo me acariciaba, con qué cariño lo hacía y, a la vez, cómo me devoraba, o se metía dentro de mí, o simplemente se frotaba contra mi espalda para que supiera que yo era la que mandaba, que estaba listo para mi señal.
               Escuchó con atención mientras le explicaba lo que tenía que hacer; me fiaba de él y dejé que hiciera el postre solo mientras yo terminaba con el plato principal. No me decepcionó. Les echamos un poco de miel por encima, un par de fresas (Scott protestó, pero yo me callé diciendo que me ofendía que me comparase con esas preciosidades tan deliciosas, a lo que respondió que yo era mil veces mejor, y se ganó un beso, y casi, casi, un poco más) y nos volvimos a tirar en el sofá, a ver la tele mientras comíamos.
               Me acurruqué sobre él, cerré los ojos, y creo que nos quedamos dormidos. Él estaba agotado del poco sueño del que había disfrutado desde el miércoles, y yo estaba demasiado a gusto como para resistirme a los brazos de Morfeo.
               Cuando volví a abrirlos, él tenía el móvil entre las manos, y tranquilizaba a mi puñetero hermano mayor, que decía que era insoportable cuando estaba en casa, pero me echaba terriblemente de menos cuando no estábamos juntos para hacernos de rabiar.
               -Llama a tu hermano, anda-me pidió, mostrándome la pantalla.
               -Mi hermana no me llama-protestaba Tommy, furioso.
               -Pues llámala tú, tío, es que??????-replicaba Scott.
               -Debería llamarme ELLA, que para algo es LA PEQUEÑA y la que me debe un poco de RESPETO.
               -Ahora le digo que te llame-había tecleado Scott.
               -Si esto es una disculpa por la aldea, que sepas que no va a haber paz hasta que tu puñetero castillo arda.
               Le di al botón de llamada y Scott me arrebató el teléfono y se me quedó mirando.
               -¿Eres tonta?
               -¿Qué pasa?
               -¿Cómo se supone que vas a llamar a Tommy con mi teléfono si yo estoy teóricamente en Bradford, y tú, en Canterbury? ¡Nos separan mil y pico kilómetros, Eleanor, por dios, hay que usar un poco la cabeza!
               Puse los ojos en blanco, me incorporé, cabreada conmigo misma porque yo no solía meter la pata de esa manera, y me dejé caer en la cama mientras marcaba el número de mi hermano.
               -Scott me ha dicho que querías hablar conmigo-dije, frotándome la mejilla.
               -Ten hermanas para esto, para que pasen de ti a la mínima de cambio, ¿qué? ¿Ya te has tirado a algún sureño de mierda?
               -Mira, Tommy, si me vas a echar la bronca por disfrutar de mi sexualidad, me avisas y bloqueo tu número.
               -¿Tan ocupada estás disfrutando de tu sexualidad que ni siquiera puedes llamarme? Estaba preocupado por ti. Me dijiste que me ibas a mandar un mensaje cuando llegaras, pero nada. Pensé que te habían secuestrado y papá y mamá no me habían dicho nada para no preocuparme…
               -Qué bonito, T.
               -… en mandar las invitaciones para el fiestón del año. Pero ya veo que no he tenido suerte-suspiró-, qué pena, Chad estaba mirando ofertas de champán en supermercados cercanos por internet.
               Pensé en decirle “me voy a tirar a Scott con mucha rabia sólo para joderte a ti”, pero había hablado con Diana y la americana me había aconsejado que no metiera cizaña. Además, tenía su lógica. Si ya sabíamos que Tommy se iba a poner de mala hostia cuando se lo contásemos, hasta el punto de que Scott no me quisiera cerca de él cuando se enterara, no era muy inteligente vacilarlo de esa manera.
               Yo no era Scott.
               Scott tenía unos privilegios con mi hermano de los que yo no podía disfrutar.
               A veces, la sencillez conlleva la victoria, así que lo mandé a la putísima mierda. Tommy se echó a reír, buf, detestaba cuando estaba de buen humor y no había quien le arrancara una mala contestación. Me preguntó qué tal estaba, si me lo pasaba bien, yo le dije que de cine, y le pregunté por lo que llevaba de estancia en Irlanda, y me dijo que “de blockbuster”, yo le llamé envidioso, él me llamó gilipollas, seguimos insultándonos, Scott se sentó a mi lado y sonrió cuando puse los ojos en blanco.
               -Voy a ir de acampada.
               -Yupi-repliqué.
               -Bajo las estrellas.
               Eso ya no me era tan indiferente.
               -En el lago.
               -Eres un cabrón, me dijiste que iríamos este verano y no fuimos, no veas cómo te odio, a ti y a tus mentiras, si papá y mamá me dijeran que soy adoptada no podría ser más feliz…
               -Relájate, niña, ya te invitaré a comer cuando vuelva.
               -¿¡Insinúas que puedes comprarme con comida!? ¡¿Cómo te atreves, Tommy?! ¿Cómo duermes por las noches sabiendo que eres el mayor desgraciado que ha...?
               -Al restaurante de los cachopos-dijo, y me lo imaginé tumbado en la cama, sonriendo y mirándose las uñas.
               -… ¡decidido convertirse en el hermano más adorable y bueno de todo el mundo! ¿Te he dicho que te quiero?
               -Qué asco, Eleanor.
               -Pues te quiero.
               -Uf, Eleanor, qué asco, de verdad, eres repulsiva.
               Me eché a reír, y él también.
               -No te me descontroles, piojo.
               -Lo intentaré, T.
               -Y nada de quedarte preñada. No quiero que me hagas tío aún, y menos de un sureño.
               -No te prometo nada-susurré, mirando a Scott, que se había tumbado aprovechando la debilidad de Tommy para defender su castillo y atacar la fortaleza de mi hermano.
               -Te quiero, pequeña.
               Sentí cosquillas en el estómago. Tommy no solía decirme esas cosas, y menos, sin pretender hacerme de rabiar.
               -Y yo a ti, niño-musité. Escuchamos al otro respirar un poco hasta que, finalmente, decidimos colgar.
               Scott se mordía el piercing al sonreír.
               -Nos preocupamos por vosotras. No sabéis lo que os echamos de menos cuando os vais.
               -¿Tú has llamado a tus hermanas?
               -No, porque están con mis padres y, además, me tienen hasta los cojones bastante más de lo que tú tienes a Tommy.
               -¡Se quejará de mí, el muy desgraciado!
               -Constantemente-asintió con la cabeza-, y yo de Sabrae y de Shasha. Lo cual no quita de que prefiriésemos morir nosotros antes que vosotras.
               Me acerqué a él. Esperé con paciencia a que terminara con el juego. Luego, le besé, y él se me quedó mirando… y me dijo que quería volver a dibujarme.
               Y lo hizo. Lo hizo genial.
               Pasamos la tarde sin salir de la cama, poniéndonos uno encima del otro cuando nos apetecía y tumbándonos al mismo nivel cuando teníamos a bien.
               No creí que pudiera descubrirme nada nuevo, pero lo hizo, cuando hablamos de salir y dar una vuelta y convenimos que sería mejor darnos una ducha para tranquilizarnos. No habíamos parado de acariciarnos el uno al otro, y nos tendríamos que relajar unos dos años.
               Yo fui primero, que para algo tenía el pelo más largo, y, mientras me desnudaba, se me pasó una idea por la cabeza. Miré la ducha, luego, la puerta, y luego, mi reflejo en el espejo.
               Me envolví en una toalla y fui a verlo a la habitación.
               -¿Quieres que nos duchemos juntos?
               Se me quedó mirando, e intuí una sonrisa.
               -Demasiado no es suficiente, ¿eh?
               -No necesito mi amor, puedes llevártelo, puedes llevártelo, no necesito mi corazón, puedes romperlo, puedes romperlo…
               -¡Simplemente no puedo conseguir suficiente de ti, cariño, demasiado no es suficiente!-cantamos los dos, y nos echamos a reír.
               -Sabes que no vamos a hacer mucho productivo en el baño los dos juntos.
               Me desanudé el nudo de la toalla y la dejé caer. Se me quedó mirando, y la sonrisa que antes se había escondido explotó, exultante, en sus labios.
               -Mi querida, queridísima Eleanor, ¿quién soy yo para negarme a ahorrarle agua y, por lo tanto, sufrimiento, a este hermoso y único planeta que habitamos, a ver?
               Recogí la toalla y me cubrí con ella, le guiñé un ojo y me marché meneando las caderas como hacía cuando quería que se me quedarse mirando el culo, bien porque llevaba tacones, bien porque llevaba minifalda, o por las dos cosas.
               No tardó en reunirse conmigo debajo del chorro; estudié toda su anatomía, decidiendo que en la vida me cansaría de verlo desnudo, igual que él no se cansaría jamás de verme a mí si ropa.  Me besó al entrar y me acarició la cintura, poniéndose detrás de mí y sonriendo cuando su pelo se empapó, y sus labios se empaparon por mi melena mojada.
               Lo mejor de estar con él así fueron sus manos, antes cálidas, que ahora le daban un toque de frescor a mi piel enrojecida por el agua ardiente… agua que, no obstante, no podía competir con lo que sentía.
               Scott estará hecho de fuego, pero el agua es definitivamente su elemento. Me acarició, me besó, me mordió, y se dejó hacer no menos, excitados como estábamos por volver al medio en el que todo empezó.
               Le deseaba. Le deseaba muchísimo, como no había deseado nada, ni siquiera los helados por la noche cuando nos sentábamos en el jardín de casa de nuestros bisabuelos en pleno verano a contemplar las estrellas y yo me había pasado el día augurando el sabor del chocolate y la vainilla por la noche; no le deseaba ni como había ansiado el diez que finalmente terminaron por ponerme en música, sólo para que papá estuviera orgulloso; no le deseaba ni como había deseado los aplausos cuando conseguí el papel protagonista en una pequeña obra de teatro de infantil en la que podía lucir mi faldita de flores, porque hacía de girasol principal.
               Le deseaba como lo había hecho siempre, sabiendo que era mejor de lo que podía esperar… o imaginar… o, incluso, querer.
               -Hagámoslo aquí-susurré, tan borracha como estaba de él, que me importaba una mierda el haber constatado que había entrado en la ducha sin protección. Le quería a él. Pagaría cualquier precio por tenerlo.
               -Aún no-respondió, y el “no” no hizo más que envalentonarme-. Me descontrolo muchísimo en las duchas.
               -Quiero que pierdas el control, S-murmuré.
               -Dejemos algo para la luna de miel, mi amor-replicó, besándome el cuello, por el que bajaba una catarata.
               -Ya estamos en la luna de miel.
               Te acaba de pedir matrimonio, Eleanor, flipa un poco, o algo.
               -Pues llama a tus padres. No vuelves en dos años. Eres mía.
               -Sí… oh-repliqué, mordiéndome el labio. Me había metido la mano entre las piernas mientras la otra subía por mi vientre, mis pechos, y se detenía en mi garganta. Me estaba tomando medidas. Me medía para mi ataúd, porque estaba claro que iba a acabar matándome.
               Es un dragón. Es un dragón al que le encanta el agua, poco menos que una sirena… Oh, dios, sí, ahí.
               -¿Ya lo habías hecho aquí?-me preguntó, inocente.
               -No… Ahh… Joder, Scott…-lo noté sonreír, me pasó el pulgar por la boca, limpiándome la suciedad de aquella palabra, recogiendo todo lo que contenía-. ¿Tú?
               Era una gilipollez de pregunta, dado que era evidente que lo había hecho allí; de lo contrario, no sabría que estaba más allá de sus posibilidades.
               -Sí, pero yo soy un tío con mundo.
               Uf, por favor, esa chulería otra vez, no. Me froté contra él, lo acaricié y sonreí cuando su cuerpo le traicionó y se pasó a mi bando. Su cabeza le decía que no, su corazón le daba largas, bailando entre nubes de “quizás” y “tal vez”, pero su cuerpo estaba más que dispuesto.
               Dispuesto como cuando había metido las manos en mis bragas, más por hacerle de rabiar y obligarlo a verme, y había terminado suspirando y murmurando su nombre.
               -Mm.
               -No lo encuentro.
               -Pues busca, chiquilla, no es mi problema; ¿o quieres que te dé un mapa?
               -Pero…
               -¿Qué vas a hacer cuando nos mandemos fotos y te apetezca hacértelo?-inquirió, y me miraba como me había mirado siempre, más como un amigo al que le podía contar todo que a alguien a quien le encantaba hacer que me corriera.
               -Llamarte, y que me indiques, o lo que surja.
               Con esa frase, el Scott de Tommy se marchó a las profundidades de su alma, y afloró mi Scott.
               -Sí, voy a estar yo bueno para indicarte cuando me mandes fotos. Si te sé decir en qué año vivo, da las gracias.
               Yo había insistido, pero sin abrir la boca, y terminé desconcentrándolo, consiguiendo abrir una brecha en su muralla y colarme por ella. Terminé sola, pero él me ayudó, y supe que la que había ganado la batalla era yo.
               Iba a luchar por mí con más fiereza bajo el agua de la ducha, puede que porque le hacía pensar con más claridad. A mí también me aclaraba las ideas; el agua arrastraba los pensamientos que me sobraban como hacía el río con las piedras que se interponían en su camino, igual que la riada arrastraba puentes que le molestaban para seguir reclamando lo que le pertenecía por derecho.
               Estaba a punto de ganar, y él odiaba perder. Me dio la vuelta y me tomó de la mandíbula.
               -Eleanor-dijo, y entendí por qué le gustaba tanto que yo dijera su nombre. La palabra que te define de los labios de la persona a la que más quieres consigue una musicalidad imposible de alcanzar por el resto de los mortales-, tú eliges. No sé cuánto más podré aguantar. Me estás llevando al límite, y eso me encanta, y créeme que quiero expandirlo contigo, pero, de momento, tienes que elegir. Fóllame aquí, o fóllame en la discoteca, pero no te voy a dejar a medias por intentar darte las dos cosas.
               Lo miré a los ojos, me perdí en la selva como cualquier explorador que se va sin guía aborigen.
               -¿Qué prefieres tú?
               Sonrió.
               -Hacerlo en los dos sitios, pero tengo una garantía de calidad…-me puse de puntillas y lo besé, pidiéndole que fuera al baño-. En la discoteca.
               -Pues allí-concedí, y me di la vuelta y me pasé las manos por el pelo, terminando con todo posible resto de jabón. Me incliné a por el acondicionador.
               Scott había ganado una batalla, pero yo iba a seguir dándole guerra. No le daría ni un pelo de ventaja.
               Por eso lo hicimos con tanta rabia y tantas ganas en el baño de la discoteca, al margen de porque nos queríamos a rabiar y no podíamos estar el uno sin el otro, y menos en aquel fin de semana en el que nos volvimos tan codependientes que sería preocupante: porque estábamos peleándonos por ver quién era el que mandaba realmente, luchábamos por la posición de predominio en la relación, luchábamos por ver quién resultaba más irresistible.
               Era mentira.
               Luchábamos por demostrarle al otro que tenía tantas ganas como las teníamos nosotros mismos.
               Él no dejaba títere con cabeza, y yo sólo disparaba balas cuando estaba segura de que no eran de fogueo. Sacudí el pelo en su dirección, dejando que oliera el champú, y alcé las cejas. Me pidió un chicle, porque sabía que me encantaba verlo masticar. Llevaba toda la vida quedándome embobada con la forma en que se le marcaba la mandíbula cuando comía, me producía una fascinación inédita hasta entonces.
               Asentí con la cabeza, saqué uno del bolso, lo elevé con gesto triunfal y, cuando fue a cogerlo, me lo metí en la boca. Lo mordisqueé despacio, me pegué a él y lo empujé con la lengua para metérselo en la boca.
               Y eso le volvió loco, literalmente, fue la forma más rápida de ponerlo duro hasta la fecha.
               -Sabe bien-sonrió.
               -¿Como cuando me corro en tu boca?-espeté, porque después de estar con él, se me suelta la lengua y se me disparan las endorfinas, y literalmente no pienso.
               Scott no cedió. Vamos, hombre, en su puta vida iba a ceder un centímetro, pues menos conmigo. Me cogió del culo y me pegó más contra él. Se suponía que estábamos a 1500 kilómetros el uno del otro, pero lo más lejos que podíamos soportar tener las bocas era 1500 milímetros.
               En ese instante, sin embargo, un decímetro nos habría parecido un océano.
               -No seas chula-replicó.
               -Y tú no uses esa lengua si no es para comerme a mí.
               -Vamos al baño otra vez-ordenó, pero no nos movimos, sólo sus manos me apretaron un poco más, y yo pegué un poco más las caderas, estaba atrapada entre su miembro y sus manos, y me encantaba ese minúsculo secuestro-. Te voy a dar una lección sobre respetar a tus mayores.
               -¿En edad, o en tamaño?
               Nos echamos a reír.
               -Madre mía, Eleanor. Te voy a follar más fuerte la próxima vez…
               -Vamos al baño. Tengo ganas de repetir nuestra primera vez-susurré en su oído, y le mordí el lóbulo de la oreja mientras me frotaba contra él, y lo besé cuando suspiró. Scott se echó a reír en mi boca, y no hay nada que sepa mejor que las carcajadas de Scott.
               -Soy tuya, S-le dije, mirándolo a los ojos, que le cambiaban de color con las luces bailarinas del techo.
               -Si lo fueras en la misma medida en que yo te pertenezco a ti, estaríamos jodidísimos los dos.
               Otra contradicción al canto. Me dice que me quiere follar fuerte, y al minuto siguiente, me declara amor eterno.
               Me di cuenta en ese instante de por qué me gustaba el sexo con él; no porque lo hubiera esperado muchísimo tiempo, no porque lo hubiera ansiado hasta la saciedad, no porque fuera mejor de lo que me imaginaba.
               El motivo era muchísimo más simple.
               Me encantaba el sexo con él porque era, precisamente, con él.
               El chico del que llevaba toda la vida enamorada.
               Lo mejor del sexo con Scott…

               … resultaba ser Scott.

49 comentarios:

  1. PERO CUÁNTAS VECES HAN FOLLAOD DESDE QUE ESTÁN EN ESE PISO ¿VEINTE?
    VAN A MORIR DESHIDRATADOS.

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  2. ME DAN LA VIDA JODER. ME DAN LA VIDA.

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    1. A mí también, son tan cuquis, hay que protegerlos a toda costa <3

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  3. NO PARAN DE FOLLAR LA VIRGEN. VAN A MORIR DESHIDRATADOS.

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    1. Scott, por lo menos, no

      *ba dum tss*

      (╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡ ͡°)╭☞

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  4. SON DEMASIADO MONOS. EN SERIO ME DUELE LA PATATA.

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  5. VALE. LO CONFIESO. ME HE PUESTO TOPE CACHONDA CON LA PARTE DE LA DUCHA.

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    1. Yo escribí el capítulo entero cachonda, creo que se nota, así que no te preocupes JAJAJAJAJAJAJA

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  6. ESTOY ENAMORADA DE SCOTT MALIK. I REGRET NOTHING.

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  7. "-Era mentira-me confesó, pero yo no me enteré-. Lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido estar vivo cuando también lo estás tú." ES QUE ME QUIERO MORIR PORQUE NUNCA ENCONTRARÉ A NADIE QUE ME DIGA ALGO ASÍ.

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  8. ME DUELE EL CORAZÓN CADA VEZ QUE ME LOS IMAGINO COÑO

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    1. Me dan trombosis múltiples según voy escribiendo, pero el espectáculo debe continuar

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  9. "Tendré suerte si te olvido en mis cinco generaciones siguientes" TENDRÉ SUERTE YO SI ME OLVIDÓ DE SCELEANOR EN ALGÚN MOMENTO DE MI PUTA VIDA

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    1. No vas a poder MUAJAJAJAJAJAJAJAJA *relámpagos recortando mi silueta*

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  10. ESTE CAPÍTULO ESTÁ LLENO DE FRASES ABSOLUTAMENTE PRECIOSAS. ME DA.

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    1. Scott y Eleanor son un par de artistas por favor estoy muy triste de repente

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  11. ME ENCANTA. SON LA PAREJA MÁS BONITA QUE HE LEÍDO NUNCA.

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  12. "Tendré suerte si te olvidó en mis cinco generaciones siguientes." Ojalá mi novio diciendome esto un día.

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    1. No te hagas la parva. Sabes de sobra que desde el momento en el que te vi sabía que no se me pasaría en la vida olvidarte algún día. Dime tu quien olvida al amor de su vida.

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    2. Te has ganado un polvo extra el Sábado.

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    3. ( ̯͡◕ ▽ ̯͡◕ ) cada vez que os contestáis comentarios yo chillo, no paréis, porfi ( ̯͡◕ ▽ ̯͡◕ )

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  13. "-Dijo la que cada vez que se corre diciendo mi nombre me lleva al cielo, el lugar del que salió." ESTOS DOS SI QUE ME LLEVAN A MI AL CIELO.

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    1. *se limpia una lágrima* están TAN casados, me duele un pulmón

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  14. PaulaSilvaMoreno1 de julio de 2016, 0:11

    SI TUVIESE CÁNCER SERÍAN MI MORFINA DIARIA. ASÍ DE CLARO.

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  15. "Que Scott se muera después de una vida larga y feliz pensando en mí. Y que se muera sonriendo.
    Y, por favor, que lo haga después de que me muera yo" LO QUIERE TSNTO QUE HASTA ME DUELE A MI

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  16. La audición de El para X Factor aún va a tardar verdad? Estarán todos apollandola? Va a sacarnos algunas lágrimas?

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    1. Va a tardar un poquito,será como en febrero y todavía están en diciembre, pero no quiero alargarlo todo demasiado.
      Sí, todos la van a apoyar, pero voy a pasar un poco por encima porque lo importante es lo que viene después. Para mí, está bastante claro que van a cogerla :3

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  17. "Que Scott se muera después de una vida larga y feliz pensando en mí. Y que se muera sonriendo.
    Y, por favor, que lo haga después de que me muera yo" YO SI QUE ME QUIERO MORIR VAYA.

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    1. Te acojo en el cielo, ya te tengo el sitio guardado

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  18. Cada vez lo veo más claro. Tommy se lo va a tomar super mal y no va a querer saber nada de ellos por semanas y yo me voy a morir de pena porque Scommy son la BROTP

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  19. Vale, a ver, por partes

    SI ALGUNA VEZ DECIDES MANDAR ESTA NOVELA AL ESTRELLATO DE VERDAD Y CREAS UNA PELÍCULA, ME PIDO INTERPRETAR A ELEANOR ME. LO. PUTO. PIDO. Y NO POR EL HECHO DE QUE ES TU HIJA Y LA DE LOUIS (QUE TAMBIÉN, PORQUE SERÍA LA HOSTIA) SINO PORQUE TIENE A SCOTT (me parece que me repito mucho en mis últimos comentarios pero kabdjansjska) Y YO QUIERO A UN SCOTT Y ES LA ÚNICA MANERA DE PODER TENERLO "CERCA" Y YY *llora* además de que tengo que lucir los conocimientos que el bachillerato del que me acabo de graduar (véase artes escénicas, música y danza) me ha otorgado.

    Nah es coña, PERO QUIERO A UN SCOTT (por si aún no había quedado claro)

    Siguen follando como conejos y me encanta.

    TIA, ES IMPOSIBLE QUE ESE HIJO DE DIOS (o Alá, claro) TENGA 17 AÑOS, PERO CÓMO, PERO SI LA GENTE DE MI EDAD (me incluyo) NO SABEMOS HACER NI LA O CON UN CANUTO, YA NO TE CUENTO COCINAR, SI ES QUE VEO MASTERCHEF JUNIOR Y ME DEPRIMO

    POR FAVOR, NO LOS SEPARES NUNCA

    TE QUIERE, VIR ❤

    P.D.: gilipollas (te insulto, porque soy una malota y voy en contra de las reglas)

    P.D.2: iba por la nota del principio (por si a caso)

    P.D.3: me he dado cuenta de que, además de repetirme mucho, utilizo, también, mucho los paréntesis jeje

    Bueno, ya me voy ❤

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    1. Yo también voy por partes

      ME ACABO DE AGOBIAR es que te imaginas que me da por mandar la novela a una editorial y me la cogen en un supuesto muy remoto y quieren hacer película??????????? TENDREMOS UN PROBLEMA PORQUE SCOTT /#ES/ ZAYN PERO ZAYN YA ES DEMASIADO VIEJO PARA HACER DE ÉL por lo que no nos serviría y habría que buscar otro actor, y no lo encontrarían porque Scott es TAN único y TAN perfecto no hay nadie como él de veras te lo digo (ya no hablemos de Tommy porque es para echarle de comer aparte, los hombres de esta novela me agotan la existencia).
      QUÉ PUTA ENVIDIA QUE HAYAS HECHO EL BACHILLERATO DE ARTES ESCÉNICAS, yo quería estudiar arte dramático pero mis padres no me dejaron (hijos de puta ¬¬)

      No puedo dejar de hacer que follen creo que tengo un problema muy serio.

      QUÉ VA CHIQUILLA, YO TAMPOCO SÉ HACER ESAS COSAS PERO CONOZCO GENTE QUE ES UNA PRO EN CASA porque los padres trabajan y se han molestado en aprender, que es lo que tendré que hacer yo a partir de ahora. PERO BUENO ES QUE LOS CRÍOS DE MASTERCHEF JUNIOR SON UNOS JEFAZOS YO ES QUE ME SIENTO INSULTADA.

      No te prometo nada ¬u¬
      TE QUIERE, ERI ❤

      Pd: gilipollas tú
      PD2: ya me había dado cuenta.
      PD3: también usas un montón de post datas, no sé cómo lo ves

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    2. No te agobies

      Lo de los hombres es un gran problema, deberíamos, no, HAY que multiplicar a los 5 originales en sus distintas épocas... así que por favor @ciencia, ¿puedes evolucionar más rápido? Gracias.

      Sí, he hecho Artes escénicas, y he de decirte que es el bachillerato más denigrado de todos y por todos los demás, más incluso aún que el de artes plásticas, o sea, hemos recibido y recibimos "odio" de absolutamente todas las ramas de bachillerato, pero bueno, es lo que toca... De todas formas estoy orgullosa de lo que he estudiado y nadie me quita eso. Y dentro de lo que cabe, te comprendo, porque estuve discutiendo desde 3° de ESO con mis padres para poder cursar este bachiller...

      MENOS MAL QUE TÚ TAMBIÉN ERES NORMAL, DE VERDAD, LOS NIÑOS ESOS Y LA GENTE DE MÁS O MENOS DE NUESTRA EDAD QUE SABE COCINAR SON SERES EXTRAÑOS, LOS ADMIRO, PERO SON SERES EXTRAÑOS y yo también tendré que ponerme las pilas dentro de poco si cuando empiece el curso no quiero morirme de hambre jeje

      CÓMO QUE NO ME PROMETES NADA, ERIKA, ME CAGO EN LA PUTA EH
      ME
      CAGO
      EN
      LA
      PUTA
      .

      ��������������

      Pd:jeje
      Pd2: me encantan las post datas
      Pd3: son lo mejor
      Pd4: sobre todo para mí, que soy una persona muy olvidadiza y vaga como para volver arriba y escribir lo que se me olvidó jejee

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    3. No se por qué no se ven, pero eran corazones

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    4. Tiene que haber ya la posibilidad de identificar los genes y poder seleccionarlos, de verdad, no me puedo creer que mandemos naves espaciales más allá del sistema solar, y luego seamos incapaces de manipular lo que tenemos todos tan a mano. Estoy ofendida de repente.

      Yo quería hacer Arte Dramático, en plan carrera, que lo hay en Gijón y me parece que son buenos (aparte de que hacen cosas como esgrima y yo llevo emmmm desde SIEMPRE obsesionada con aprender a hacer esgrima) pero mis putos padres no me dejaron presentarme a la prueba de acceso y ahora ADIVINA QUÉ resulta que mi madre me preguntó si iba a intentarlo después de hacer derecho, claro, como con 25 años no voy a ser vieja ni nada para empezar (me
      cago
      en
      dios)
      lo mejor era la gente diciéndome que me rebelara JAJAJAJAJAJA sí claro, como tengo tiempo sobrado voy a malgastarlo intentando que me cambien a una carrera que NO me van a pagar, ole.

      Es que hasta hace poco mi padre vivía con nosotras y estaba prejubilado y lógicamente no iba a llegar yo de clase y ponerme a hacer la comida o lo que fuera estando él en casa todo el día, vamos, no me jodas. Sólo cocinaba, por cierto, limpiar y tal lo terminaba haciendo mi madre (salvo pasar la aspiradora, eso sí que lo hacía él, pero tela con lo que se tocaba los cojones el puto paisano). De hecho, aprendí este año a pelar patatas y sucedáneos porque es queni sabía JAJAJAJAJAJAJAJAJA.

      HAY QUE MANTENER LA TENSIÓN
      MANTENER
      LA
      TENSIÓN.



      pd: a mí sí me salen
      pd2: jódete

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    5. Pues eso digo yo, yo creo que en realidad la NASA nos tima, hacen dibujitos por ordenador de naves flotando por el espacio y nos las clavan en el telediario JAJAJAJAJA. Yo me paso la vida ofendida, si te sirve de consuelo

      Yo me hubiese rebelado, pero en el fondo te entiendo, es una carrera y no se paga tan fácil como bachillerato (obviamente, lol) así que bueno, de todas formas la verdad es que yo te veo en Derecho, que en Arte Dramático también, eh, pero también te pega Derecho idk JAJAJJAJAJA

      Mi madre es ama de casa así que obviamente yo tampoco me hago la comida, pero ahora que voy a empezar la uni y me quiero ir de aquí de una vez por todas... pues tengo que empezar a saber hacer algo, no sé JAJAJAJAA, y si te sirve de consuelo, si pelo las patatas (que rara vez lo hago) dejo la mitad de la patata por el camino JAJAJAJAJ, qué triste��

      NO
      TIENES
      QUE
      MANTENER
      NINGUNA
      TENSIÓN
      DEJALOS TRANQUILOS QUE ESTÁN MUY BIEN ASÍ
      .

      ��

      Pd: pues oc
      Pd2: as
      Pd3: y patitos
      Pd4: te acuerdas? Me descojono JAJAJJAJAA

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    6. Qué más quisieras tú que sean todo montajes para que así no se descubra que vienes de Mercurio JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA te hemos cazado, vete a tu planetaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

      Me he sentido insultada con lo de "yo te veo en Derecho", ¬¬

      Hay que ser útil en la vida, pero bueno, de ahí a mutilar patatas... igual deberíamos entrenarnos un poco mejor antes de pasar a mayores, ¿no crees? JAJAJAJAJAJAJAJA

      TENGO
      QUE
      MANTENER
      TENSIÓN
      PORQUE
      ESTO
      NO
      ES
      UN
      PUTO
      CAMINO
      DE
      ROSAS

      PD: me acuerdo
      pd2: jejejejejeje
      pd3: somos tontas

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  20. FOLLAN COMO CONEJOS. ME MEO TODA.

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  21. Un día me terminan con la salud.

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    1. Yo tengo hipertensión, creo, imagínate lo que me ocasionan a mí

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