viernes, 24 de febrero de 2012

Indómita.

Lo miré a los ojos, sintiendo el terror de Desdémona junto con mi propia pasión, y supe por la dureza de su cuerpo que él estaba sintiendo exactamente lo mismo. Él era Otelo, estaba loco de celos y de ira; pero también era Erik, el chico que se había enamorado de mí y que se había sentido terriblemente herido al encontrarme con otro.
Tenía el rostro tan cerca del mío, que podía sentir su aliento sobre mi piel. Conocía bien su fragancia, y el hecho de que no me resultara extraña fue lo que me decidió. En lugar de apartarme de él o continuar con la improvisación, "desmayándome" en sus brazos y fingiendo que estaba muerta, lo estreché con los brazos y lo atraje hacia mí, cruzando la escasa distancia que quedaba entre los dos.
Lo besé con toda mi alma. Puse en aquel beso todo el dolor, toda la pena, la pasión y el amor que sentía por él, y él abrió la boca bajo la mía, correspondiéndome pasión por pasión, dolor por dolor y amor por amor.
Y entonces sonó la estúpida campana.

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