viernes, 24 de febrero de 2012

Volcanes de hielo.

Se atusa el pelo hacia la espalda, luego lo cambia hacia un lado de su cabeza. Siempre a su izquierda. Ya no lo lleva a la derecha. Se hacía coletas despacio para asegurarse un buen resultado, ahora se las hace simplemente para perder el menor tiempo posible. Ponía estados en inglés, ahora los pone en español. Usaba su sarcasmo muy de vez en cuando, ahora se podría decir que habla sarcasmo fluente. Escribía con bolis de tinta, para evitarse los esfuerzos, en el presente utiliza bolígrafos normales, para que le duela el escribir, para subrayar al segundo.
Su mirada paseaba por la estancia, no se fijaba en los detalles. Ahora puede estar horas estudiando cómo huir o destruir algo. Sonreía mucho, con una sonrisa sincera, ahora sonríe por cortesía. Se reía sincera, ahora se ríe cínica. Se dejaba las uñas en paz, ahora tortura a sus cutículas. Solía importarle lo que los demás pensaran de ella, ahora le da lo mismo. Le importa una mierda si se tiene que quedar en casa, antes sufría por cada minuto que se quedaba allí encerrada. Mira por la ventana, imaginando que escapa y no vuelve. Antes su hogar estaba con ella. Ahora vive en el futuro, disfrutando de ese hogar que pronto dejará de estar solo en su cabeza, donde estará ella.
Sus manos eran calentitas. "37 grados y medio, nena". Ahora, aunque sigue con los 37,5 grados, sus manos se han vuelto frías, glaciares de lo que un día fue un volcán. Estrellas congeladas olvidadas en el espacio. Su corazón se ha vuelto oscuro, disfruta del sufrimiento. Busca diferentes cosas que ponerse, no lleva los mismos vaqueros dos días seguidos.
Y mientras tanto, en su pecho, un colgante de un corazón. Un corazón dentro del cual un día alguien guardó su amor, su alma, su vida. Un corazón que le recuerda lo que fue, lo que pudo haber sido y lo que será. Un corazón que, en vez de darle las energías que ella le pedía, se las consume. La deja muerta, mientras espera escapar de ese presente y llegar al futuro que ella se merece. Ese futuro donde, aunque haya sufrimiento, la vida compensa las penas. Ese futuro donde su corazón, antes de luz, ahora de sombra, espera encontrarlo a él, para que vuelva a hacer de luz eterna... o, si no es eterna, por lo menos que el sol se convierta en una supernova, y al irse, al desaparecer, la destrulla a ella.
Y se aprieta el corazón de cristal. Lo mordisquea. Piensa para sus adentros :"ojalá estuvieras aquí". Y el corazón vuelve a caerse al pecho, duro, inerte. Como el que ahora le bombea la sangre por el cuerpo.

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